El Mollete Literario #32

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La literatura es mentir bien la verdad. Juan Carlos Onetti

EDITORIAL Tres grandes y su cita con la historia en abril

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Hace 400 años murieron dos escritores imprescindibles para todo lector. Uno es, desde luego, Miguel de Cervantes Saavedra, el poeta, novelista y dramaturgo español que le dio al mundo la primera novela moderna —Don Quijote de la Mancha—. Falleció el 22 de abril de 1616. El segundo es William Shakespeare, escritor dramaturgo inglés que nos recuerda esos sentimientos que nos hacen humanos: el amor, la codicia, la ambición, los celos… Falleció un día después que Cervantes. Ambos, son parte esencial de la literatura y además autores necesarios para comprender la dramaturgia como hoy la concebimos. Asimismo, sus obras se han llevado a la pantalla grande en diversas versiones, donde los sentimientos humanos son el estandarte. Otro gigante —de apariencia bonachona y comentarios agridulces— que nos dejó es Gabriel García Márquez. Hace dos años, 17 de abril, en una semana santa sacudida por el calor de primavera y las jacarandas en su pleno despertar, se nos fue el señor de las flores amarillas y los relatos sin fin. Nos pueden gustar o no, amarlos u odiarlos, pero no podemos ser indiferentes a su legado ni perderlos de vista en la infinidad de lecturas que genera a diario el ser humano para dar cuenta de nuestro paso por el universo incomprendido aún. Ellos ya hicieron su trabajo, dejaron su huella en el mundo de las letras. Y nosotros, vamos avanzando.

Archivo literario Por Luy

ÍNDICE 3 Guasa Por Ene Riaño Torcidas 4 Letras Por César Cañedo

5 Microrelatos Por Pablo Camarena Señora presidenta 7 ElPorMataburros. Manu de Ordoña

8 Eso Por ETmx Wilde por Oscar Wilde 10 Oscar Por René Avilés Lotman y el complejo 12 Iuri semiótico del amor Por Paul Martínez

14 Poemas Por Luz Elena Baz Cortés de personaje que no existe 15 Memorias Por Ulises Casal a mi vida de maestra 16 Apostillas Por Canuto Roldán Blanco 18 Techo Por Luis Villalón desconocido (Parte II) 19 ElPorBolero Ximena Cobos

El Mollete Literario Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Monserrat Méndez Pérez Jefa de Edición Consejo Editorial René Avilés Fabila Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Luis Alberto Rojas Diseño Raúl Urbina Asistente de la Dirección General El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A. y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670. Certificación en trámite por la Asociación Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C.


Guasa Por Ene Riaño

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a mensajería instantánea es más ponderable logro para la humanidad que cualquier otro, incluida la leche en polvo y la aún no perfeccionada agua en… Atestiguamos la barrera del tiempo diluida, traspasada. Bitchpleaseante ante el alguna vez novedad telégrafo traspasaocéanos, cercana al artefacto capaz de viajar en el tiempo piloteado por Wells, mas invisible, micro chípica y no producto típico de la ciencia ficción dosmilesca, la mensajería instantánea es hoy una realidad que yo, cual Baterbly, el escribante, hubiese preferido declinar. Y jamás haber nacido en estas eras que como las de Leduc en su ¡Neurosis, emperadora de fin de siglo! hacen clamar por dichosos tiempos en los que el hombre podía creer leer su destino en las estrellas. Lejanos tiempos, o tanto antes, en los que quiero imaginar no la Edad de Oro que Alonso Quijano reveló inexistente a causa de su gigantez, sino momentos en los que la cotidianidad carecía del atributo de lo multitask y era monótona, alargada y extinta por la oscuridad incompatible con el hábito de trasnochar. Días en los que, al menos quiero imaginar, las campanas eran dobladas ante el difunto o neonato y no también para arrear al alba a la ducha helada a todo aquel que por clavarse tanto con Stendhal, como Álvaro, uno de los personajes del Cerebral neurasténico finisecular, terminó recluido en un manicomio, cual esa pequeña imitación de Syd Barrett o todos los desviados de La Castañeda en 1910. Este es el verdadero mejor mundo de los posibles, aquel otro ha sido rebasado. Causan furor las creaciones del milenio que emergió sin final para legar bonanza y progreso desmesurado a la usanza de la Belle Époque, ese entonces de Plenitud Prebélica donde el cientificismo era la única fiebre deseable mientras agora lo es la gadgetfilia.

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Rostro cuir Por César Cañedo @chocorrols chocorrol_x@hotmail.com

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Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

Hay pájaros que nacen con el pico en la cola, con el nido en los huevos, con el vuelo en reversa. Yo nací, además, con el rostro torcido y la cicatriz abierta. Éste es mi cuerpo que será derramado por vosotros. En pedacitos Chuequito Jotito con retazos de burlas de despedidas de fracasos. Pegándome versos donde me falta pelo, mordiéndome el rabo donde me falta escroto, pelándome el chile donde me sobra rabia. La misericordia me llegó del culo y me encendió las noches en que mi cuerpo incompleto mi legado incompleto mi rostro incompleto mi amor incompleto mi nombre incompleto se encarnaban de la diferencia. Las miradas repulsivas los silencios de familia la penitencia, acaso, por no nacer como debía nacer la llevo a cuestas, a cogidas, a carcajadas incrustadas en la espalda. Pesan lo que han pesado las íntimas sagradas perversiones que vomitan familia y no se borran.

Rechazado antes de cualquier réplica exiliado de la simetría y del sonido estéreo del aguzar oídos parar orejas ¿oyes? ¿no oyes cómo ladran el patriarcado y el mercado y todo lo que termine en censura? ¿Quién le teme a la diferencia? Desde los cuerpos, desde los afectos, desde los placeres, desde elegir cambiar de sexo, desde romper banderas, incinerar siglas clausurar arcoíris. No será suficiente fracasar la memoria reinventar el amor rabiar la pérdida. Habrá que ostentar el ser distinto, desvestir las ropas nuevas del emperador, paladear lo torcido y anhelar los finales infelices. He aquí mi rostro cuir y su tersura. A mi siniestra azufre y pista de baile, a mi costado látex lubricante, a mi detrás la estirpe que balbucea el llanto de ser libres e incompletos. Debajo y arriba se abre un infiero que iguala a cuentagotas. Un volcán que ruge la tambora desnuda un corazón y lo amamanta la sirena y arpista de los cielos enredadas las cuerdas en el sexo de varón inmaculeado.


Microrelatos Por Pablo Camarena

La rosaleda

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rónica la vida e irónico el nombre de aquel pueblo llamado La Rosaleda. Escondido entre el valle y las mesetas, pueblo en lontananza. Ahí crecen matorrales, pastos, higos, plantas de buen color y flores varias, pero de ninguna se escogió su nombre para bautizar al pueblo sino a la rosa; esa flor usual que todos han olido u obsequiado llenaba los campos de ese poblado. Visto desde el cielo, aquel lugar parecía un mar de sangre con tantos capullos encarnados que lo inundaban, enredaban, protegían. Pero más que por su abundancia, el pueblo tomó ese nombre por una vieja costumbre de enamorados. En los tiempos cuando las mujeres se ruborizaban al ver pasar a un muchacho que dejaba una estela de colonia dulce, se utilizaba a la rosa como mensaje de cariño y deseo. El hombre que buscaba a la mujer le ofrecía una rosa, la mejor y más encendida de todas, y la ponía ante los ojos de la querida.

La mujer al recibir el galardón aceptaba el noviazgo propuesto y la historia de amor comenzaba, sin tener que decir palabra alguna. Si la mujer rechazaba la flor, el hombre deshojaba sus pétalos y se hacía un té para pasar el trago amargo. Así, la rosa se convirtió en el núcleo de la vida amorosa del pueblo. Épocas había donde se veía al muchacho enamorado caminar por las calles terrosas con su flor en la mano. Al día siguiente se le veía caminar con una mujer a su lado. Las muchachas rezaban a todos los santos para ver el día en que les llegara la flor anhelada. Noches enteras soñaban con el aroma de la rosa inalcanzable. Y las flores viajaban, se les veía volar por todas partes, por todos los rincones del pueblo. La vida giraba alrededor de la rosa y su esperanza, del futuro prometedor que en su botón protegía. Irónico nombre el de La Rosaleda, pues hoy ya no quedan rosas en el pueblo, pero sí muchos enamorados.

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En el carnaval 6 El Mollete Literario

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urante los primeros cinco días se disfrazó de Nostalgia. Con una túnica gris oxidada, que dejaba un sabor a metal en las bocas de los que le pasaban cerca, salió a recorrer las calles llenas de música y color. Paseaba lento, apenas moviendo la cabeza, concentrado en recordar y en extrañar y en sentirse parte de un tiempo que no le correspondía. Muy metido en su papel, en pocas palabras. Al sexto día cambió la túnica gris y la máscara obscura por un ropón azul cielo que arrastraba su larga falda por las

esquinas y las glorietas. Disfrazado de la Esperanza, caminaba con la cara erguida y bailaba con la canción de las trompetas. Como todo un éxito, la gente se le acercaba para acariciarlo y para robarle algo de alegría. En el séptimo día lo encontraron muerto. Su cuerpo estaba tendido en el centro de la plaza pública y la falda del ropón azul desplegada en los adoquines polvosos. Menudita sorpresa para los que pensaron que la Nostalgia mata y la Esperanza da vida.

Guerreros pájaro

U Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

n pueblo antiguo, de una nación antigua, de una lengua casi universal para esa antigüedad en la que vivían, creía que los guerreros muertos en batalla se transformaban, mediante un proceso de corporización divina, en pájaros. Pájaros de color rubí, pájaros blancos, pájaros multicolores, en fin, pájaros del mundo. Para este pueblo, entonces, no fue difícil enfrentar a los extranjeros que los llegaron a conquistar. Su destino era hermoso. A estos guerreros-pájaro se les veía recibir lanzas en el centro del pecho con una sonrisa,

recogerse las tripas extraídas de un sablazo con lágrimas de placer, abrazar a sus heridos hendiéndoles un puñal en el costado para apurar la nueva encarnación. ¿Cómo llamar bélico a este pueblo? Los extranjeros no pudieron entenderlo. Los extranjeros lo tomaron como una afrenta y adoptaron un salvajismo voraz que fue transmitiéndose por los tiempos perdiendo su sentido ulterior y, a la vez, primario. Ahora, cada que escucho el trino de un pájaro, recuerdo por qué nos estamos matando.


El Mataburros.

Señora Presidenta Por Manu de Ordoña

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n estos últimos días, me han llegado dos correos electrónicos de un par de amigas que me piden opinión sobre un texto un tanto provocador que circula por la web, titulado “Contra la tontuna lingüística, un poco de gramática bien explicada”, al parecer escrito por una profesora de un instituto público en el que arremete contra políticos y periodistas que hacen mal uso de la lengua castellana, unos por motivos ideológicos y otros por ignorancia de la gramática al utilizar la palabra “presidenta”. Según ella, al que preside, se le llama “presidente” y nunca “presidenta”, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción. Con el fin de investigar de dónde procede el citado texto, me metí en Internet y tecleé el título en el buscador. Me sorprendió encontrar 15 mil 900 resultados, al parecer la controversia no es de ahora, la primera referencia es de noviembre de 2009 y la autora del artículo se llama “Reme”, según dice Ramón en su espacio “Entretenimiento y humor”. Existen sustantivos que poseen el género incorporado mientras que otros los adquieren por concordancia, mediante marcas formales que lo atestiguan, como la terminación genérica “o”, “a” en sustantivos que designan a personas o animales. Pero existen sustantivos animados que sirven para los dos géneros, de modo que no se puede distinguir el sexo por la desinencia y hay que acudir al artículo o al adjetivo para saberlo (el pianista/la pianista, el personaje

masculino/femenino). Son sustantivos comunes en cuanto al género y los hay de varios tipos. Uno de ellos es el de los sustantivos de una sola terminación (sin variante en “a”), que corresponden a nombres de personas acabados en “nte”, procedentes de participios de presente latinos, también llamados “participios activos”. La Nueva Gramática de la Lengua Española (apartado 2.5i) permite utilizarlos con modificadores masculinos o femeninos, pero sin modificar la terminación (muchos estudiantes/muchas estudiantes), con lo cual parecería que nuestra profesora tiene toda la razón y “presidente” serviría para asignar tanto a un hombre como a una mujer. Pero… siempre hay excepciones que confirman la regla. El siguiente apartado de la dicha Gramática (2.5j) dice que se dan algunas oposiciones a esa norma con las terminaciones “ante”/”anta” y “(i)ente”/”(i)enta”, sin connotaciones particulares o significados añadidos. Se trata de los siguientes casos: cliente / clienta, comediante / comedianta, congregante / congreganta, dependiente /dependienta, figurante / figuranta, intendente / intendenta, presidente / presidenta, sirviente / sirvienta. Por eso, el DRAE nos explica que el término “presidente” proviene del latín “praesĭdens, -entis” y admite la palabra “presidenta” con las acepciones siguientes: Mujer que preside, presidente (cabeza de un gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, etc.),

presidente (jefa del Estado) y coloquialmente, mujer del presidente, con lo cual sería correcto decir tanto la presidente Merkel como la presidenta de Navara, Yolanda Barcina. Claro que ahora alguien se preguntará quién es la Real Academia Española para dictar normas sobre la forma en que han de expresarse los hispanohablantes. Aquí cada uno tendrá su opinión, aunque son pocos los que le desautorizan para cumplir esa misión, junto a las 21 Academias de América Y Filipinas que, con ella, integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, según una tradición secular que les confía la responsabilidad de fijar la norma que regula el uso correcto del idioma. Aunque alguna vez podamos disentir sobre las decisiones que adopta la Academia —nada anormal en asuntos de índole tan personal—, su criterio es recoger las voces que el pueblo utiliza habitualmente o que se han generalizado por la influencia de lenguas extranjeras. Y en este caso, acierta, ya que la palabra “presidenta” es de uso común desde tiempo inmemorial (aunque, en algunos casos, se emplea en sentido despectivo), tal y como recoge el diccionario de la RAE del año 1803 en el que encontramos la definición de “presidenta” como “la mujer del presidente”, “la que manda y preside en alguna comunidad” según nos cuenta Pablo Ramos Hernández en su blog “La Crítica Mordaz”. Texto publicado con la autorización del autor.

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Eso Por ETmx

“Sin culpas. Sin pasado. Sin futuro”. “Donde se recomienza. Donde no hay historia”. Gracias por ser

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Se nombró artista. Cuando nos conocimos, el tono de su voz engendró un universo en donde se desatarían las más insospechadas realidades. Principio fundador de la incertidumbre: nunca se sabe con precisión cuántas conversaciones se tendrán con una persona, cuántas exposiciones, réplicas, denuncias, reclamos, sin razones y microinfartos se podrán intercalar en el aire compartido. De esas noches que pueden considerarse ya de las mejores por el afortunado encuentro. ¿Qué significa estar con alguien? ¿Significa ser de alguien?. Dejando a un lado lo artista, reconocí la construcción azarosa de un ser excepcional. Todo se resume en poder recibir un disco pirata como el más hermoso presente victoriano, en poder comer tacos de canasta o hot-dogs sobre la banqueta al igual que apreciar diálogos filosóficos en un teatro intelectualoide. Apreciar la vida, observar y escuchar los detalles. Interpretar el devenir (encontrando palabras precisas, demandándolas o dejándolas aparecer como oportunistas). Caminamos, escuchamos y hablamos por horas, tratando de hilvanar los años perdidos, reconstruyendo el presente desde todas las historias de futuro. No era el pasado lo que importaba porque ya no lo podríamos compartir, tan sólo intentar armarlo con sus piezas concatenadas. Tomando vasos de vino tinto barato, en medio de las encrucijadas mentales en

las que gusta colocarme, atrapé su mano y en un momento por demás cursi, alcancé a decir un “realmente quiero estar contigo”, lo que significaba en mi mente: “danos una oportunidad y deja tu relación”. Pero como las cartas estaban sobreexpuestas, lo que inventó el momento fue descubrir su mirada sincera tratando de entender el sentimiento que nos estaba uniendo. No ha tenido la intención de terminar la mencionada relación. Aunque por ratos apareció el impulso por quemar las naves, la creación de planes en donde no podía más que escuchar, sin pedir gran cosa… en donde el plan de huida a veces me incluía y otras tantas no. Sí, su perfume hace replantear la libertad, de ser, de estar, de decir, de pensar. Después llegaron las palabras, la búsqueda de coincidencias para que cualquier pretexto aumentara la reproducción dialéctica del enigma. Siempre estuvo una palabra en medio. Compromiso. Conveniencia. Comodidad. Rehabilitación. Cromático. Reincidencia. Confianza. Terrorismo. Valentía. Pensarte. Pensarme. Pensarnos. Y conozimoz laz razonez para eztar. Condiciones inconsistentes de la posibilidad de lo imposible, de la falta de riesgo o el exceso de éste… Lentamente se asimila la presencia, la aparición intermitente, la ingenua ilusión ante la posibilidad de un nosotros. Eso, la posibilidad de lo, por mucho tiempo, negado… Amor caracol, amor terrorista, por lograr sacudir espiralmente, alterando irremediablemente la existencia. El amor que obnubila (es su elección de palabras). Un amor que despierta en las noches para sudar entre escalofríos.


Entre insomnios para poder soñar. Deseamos compartir estrellas, conscientes de estar a millones de años luz del acontecer, encontrando a la persona con la que puedes sentarte hasta atrás en la misa para reírte a carcajadas del sermón del padre o de los discursos feministas llenos de patriarcado y vulnerabilidades, logrando abrazar lo profano sin ningún recato o misericordia por los humanos. Noche de caminata entre los seres libertarios —mal llamados teporochos— de San Juan de Letrán, cuando la rebeldía y el nerviosismo se conjuntaron. Uno no puede estar buscando el “Buen Tono” medieval para no interrumpir las malas formas humanas. ¿Por qué no? Abrazarle infinitamente aun sabiendo que no podríamos estar, así. Tomarte de las manos pidiéndote, acaso un poco más de tiempo valiente, pedirte confianza en que… lo que sea que ocurriera, prefería quedarme y ser el pretendiente más old fashion y paciente a no ser nada. Y caminar por la noche sabiendo, una vez más, que tenías una cama con alguien a dónde llegar. No es verdad que prefería estar así. De esas “mentiras” seguras que procuraron mantener la tranquilidad bajo el esquema de la libertad. Libertad debería estar en el mismo cuadro semántico que incondicional. Si quieres estar, estarás. Fui la carta que motivó delimitar, encuadrar, acotar su espacio. En donde debía desaparecer por horas, casi días, para evitarle problemas. Porque en su lucha, tampoco daría un paso afuera lo pre-establecido antes de mi llegada. Y, sin embargo… se dieron espacios, momentos y futuros posibles, reales, a un “sí” de distancia. Artista, decía. Artista integral que interpreta, provoca, involucra, compromete, motiva, despierta. Que cante jazz y a Luis Miguel a discreción y libre albedrío. Que no le tema a cantar rap, banda y mariachi es tan sublime como los dos tequilas con los que adereza su ya exquisito tono de voz. Noches en las que, de no querer aparecer, ya no podía alejarme tan fácilmente.

Y en paralelo estuvo ella, expectante a que cualquier situación provocara un incendio innecesario, por lo menos una mentada de madre que nunca llegó. Porque entre alguna mentira, también entró la paciencia y la prudencia. La necesidad de mirarnos nos orilló a compartir un espacio, aún en la vigilancia, o por la vigilancia misma… no lo sabré pronto. Desquebrajó los escudos, sutil y catastróficamente. Sabiendo también que lo “correcto” no estaba de nuestro lado, caminamos, escuchamos, bailamos. Hasta que el miedo a lo incontrolable delimitó la frontera entre el deseo y el actuar. Tiene razón y respeté infinitamente que se aferrara a eso. Todo lo que había sucedido no merecía comenzar así. Tal vez porque ha sido tan inconmensurable que valdría la pena imaginarlo, vivirlo y experimentarlo de otra manera. Bajo la ya asimilada visión de futuro, era mejor suspender a tiempo, lo que sea que había ocurrido. La puerta se queda abierta, en otra ciudad, en la misma, en otro país, en el mismo. Lo único que hace fluir la sangre es esperar que sea en esta vida. Creyendo que la percepción de irrealidad y surrealidad no haya sido una aleatoria coincidencia sino un llamado a resignificar que un día lo auténtico, lo anárquico salga de lo mítico y se convierta en un “sí”, en un “todo por el todo”, sin ningún miedo, deuda o condición. Carajo, pensar que es de valientes quedarse y es de valientes soñarse. Que otro mundo es posible y quiero vivirlo/construirlo a su lado. Después de la voz apareció el silencio y percibí que se trataba de intentar reconstruir el universo jugando con las cartas expuestas. Una partida excepcional donde los valores, los cuadrantes y los argumentos estarán permanentemente cuestionados. Hoy me gusta su presencia, mucho más que su ausencia. Asumiendo que, si un día fue tu pecado inconfesable, me basta con ser un ser nutritivo en tus días, tan nutritivo como la Coca-Cola.

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Oscar Wilde por Oscar Wilde Por René Avilés

Hemingway, en un libro de entrevistas ejemplares, El oficio de escritor, rechazó con energía preguntas que le parecieron naderías. René Avilés Fabila

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entro de los tradicionales géneros periodísticos, Ignacio Trejo Fuentes e Ixchel Cordero Chavarría señalan la existencia de uno más: la autoentrevista, en el prólogo de su libro (“primero en su especie de que se tiene noticia”) Autoentrevistas de escritores mexicanos (Educal), donde un puñado de literatos mexicanos, algunos de mucho talento, nos autoentrevistamos. En brillante explicación sobre su sentido, cualidades y desafíos, precisan que el autoentrevistado se pregunta aquello que considera importante, en lugar de las torpes interrogantes usuales del mal reportero: Hábleme de usted. ¿Cuál es su mejor obra? ¿Qué piensa de la literatura actual? De los trabajos, ninguno me convenció. El mío es desafortunado. No es fácil ser un reportero inteligente y culto que conoce a profundidad al autor y su obra, pero más complejo resulta preguntarse y responder uno mismo sin caer en la pedantería o en la soberbia; no importa la profesión artística, nadie está exento de vanidad. Las entrevistas a profundidad que pueden dejar satisfecho al autor son aquellas que realizan los periodistas o críticos o ambas cosas con conocimiento y cultura. Prohibido entrar en el campo de las generalidades, deben meditar sus preguntas. Evidenciar que leyeron con cuidado el trabajo del entrevistado. Si llevamos a cabo lo primero, entonces conoceremos más a fondo al escritor admirable o al genio de las artes plásticas. Como autor, uno espera

las interrogantes sobre un personaje o una escena compleja, no aquellas que ofenden por su frivolidad. Hemingway, en un libro de entrevistas ejemplares, El oficio de escritor, donde especialistas en cada gran autor trabajaron, rechazó con energía preguntas que le parecieron naderías. El problema es que pocos son capaces de exigirlas inteligentes y eruditas. Les basta responder cuestiones elementales con tal de extender su fama. Las entrevistas que han quedado en la historia tienen dos méritos: el valor literario y el gran personaje que respondió. El diálogo penetrante es trabajo de dos personas poderosas intelectualmente. Vicente Leñero se refería a ellas como duelo de inteligencias, donde ambos deben esmerarse para informar de una tarea significativa. El que pregunta y quien responde deben ser, en consecuencia, personas sensibles y cultas. El buen periodismo, pienso, es el resultado de una tabla axiológica severa, dominada por la ética y la estética. Oscar Wilde, sin duda, para precisar más sus puntos de vista sobre su vida y trabajo artístico, optó por hacerse una. El título es Mr. Oscar Wilde on Mr. Oscar Wilde: An Interview y apareció en St. James’s Gazatte, en 1895. Finalmente la hace célebre su secretario Robert Ross y es considerada como una de las primeras autoentrevistas de la historia, “un subgénero que, ocasionalmente, ha tentado a los escritores predispuestos al ingenio y al giro epigramático cuya imagen pública es compleja. Las autoentrevista de Truman Capote, Gore Vidal y Norman Mailer constituyen los ejemplos modernos más famosos,” explica el editor del libro Las grandes entrevistas de la historia, 1859-1992, El País/Aguilar.


Para el momento de la autoentrevista, Wilde acelera el rompimiento con la sociedad victoriana y muestra su desdén inclinándose por la crítica literaria y el público francés, porque desaparecen las estruendosas ovaciones y la estima del público aristocrático para el que escribió. Oscar decide enfrentarse a un poderoso enemigo, el marqués de Queensberry, padre de su destructivo amante, lord Alfred Douglas. La aventura terminó siendo un desastre para el prodigioso literato irlandés, pero simultáneamente le permitió escribir sus más dramáticas y dolidas páginas (La balada de la cárcel de Reading y De profundis), lejos del brillo espectacular de La importancia de llamarse Ernesto y de El abanico de lady Windermere, distantes de la genial novela llena de símbolos oscuros El retrato de Dorian Gray y de sus luminosos cuentos y conferencias llenas de ingenio. En la autoentrevista, Wilde se enfoca en el teatro, los actores y el público. Para ese momento está decepcionado de Gran Bretaña y se refugia en la Francia de la Belle Époque, tan llena de figuras luminosas. Podría decirse que anticipa su muerte

y entierro en París, que bien lo acoge sin que la acusación de “sodomita” lo inquiete. Una pregunta a sí mismo es clave: “¿He oído decir que todos los personajes de sus obras hablan como usted?”. “Sí —reacciona Wilde ante su propia interrogante—, de cuando en cuando han llegado hasta mí rumores en ese sentido y me atrevería a decir que sin duda debe de habérseme formulado esa crítica. La realidad es que sólo en los últimos años ha tenido el crítico dramático oportunidad de presenciar obras escritas por autores dotados de maestría estilística. En el caso del dramaturgo que es además un artista es imposible no sentir que la obra de arte, para ser una obra de arte, debe estar dominada por el artista. Todas las obras de Shakespeare están dominadas por Shakespeare. Ibsen y Dumas dominan en sus obras. Mis obras están dominadas por mí mismo”. Es evidente que una pregunta de tal índole, necesaria para acallar enemigos, sólo podía formularla el propio Oscar. La autoentrevista, por cierto, adolece del brillo de sus momentos sublimes y victoriosos. El texto es reproducido con autorización del autor.

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Iuri Lotman y el complejo semiótico del amor Por Paul Martínez sparring_loto@hotmail.com @sparringloto

Por ciertas razones resulta importante hacer lo que es necesario hacer, no de la manera más simple, sino de la más complicada. Como resultado del número continuamente creciente de prohibiciones, ya en el mundo animal, surge el complejo concepto semiótico del amor…

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Iuri Lotman.

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ensar en Iuri Lotman nos remite inmediatamente a su legado en la lingüística, a sus trabajos sobre la semiótica de la cultura o las aportaciones que hizo a la historia de la literatura rusa. Sin embargo, para esta ocasión no pretendo abordar los temas clásicos de Iuri, sino detenerme en un pequeño pasaje con el que me he encontrado mientras husmeaba en sus ensayos sobre Semiosfera, donde de alguna manera, casi de modo circunstancial, Lotman alcanza a exponer una posible definición del amor. El amor, por cierto, no es una temática que se aborde usualmente desde las teorías duras del lenguaje, de ahí que resulte cuando menos intrigante pensar en por qué uno de los grandes teóricos menciona el tema. El pasaje que propongo aparece en el ensayo “Para la construcción de una teoría de la interacción de las culturas”, que a su vez forma parte de sus textos reunidos sobre Semiosfera. En él, Lotman explica el proceso de comunicación, tanto a nivel del lenguaje como a

niveles culturales más complejos, y llega a la conclusión de que tanto en las relaciones entre sujetos que viven dentro del mismo espacio cultural, como entre aquellos que pertenecen a culturas distintas, los intercambios de información se dan en una dinámica bidimensional, ya que mientras se busca unificar y simplificar los códigos y mecanismos de transmisión, para hacer más eficaz el proceso, existe también una tendencia diametralmente opuesta, es decir, un proceso constante que tiende a complejizar y, en buena medida, a provocar una distorsión de la información en el proceso. Si bien la teoría clásica del lenguaje ya tenía bien ubicada esta distorsión, es el modo en que Lotman piensa sobre ella lo que resulta interesante. Pues mientras para la teoría clásica, la disparidad entre los códigos del emisor y el receptor, produce una pérdida de información, para Iuri, esta anomalía resulta ser un motor que promueve una re-creación de los significados. Partiendo del supuesto lógico en el

cual, para que un mensaje pueda ser transmitido correctamente, es preciso encontrar el mismo código en el emisor y en el receptor, es decir, que prácticamente quien envía el mensaje debiera ser una réplica de quien lo recibe. Situación que desde la teoría clásica de la comunicación, y que Lotman secunda en opinión, resulta técnicamente imposible e inútil en la práctica. Esto produce una anomalía en el sistema comunicativo. Lotman se pregunta ¿Por qué existe esta anomalía? ¿Cuál es su función y cómo afecta el proceso comunicativo? En una primera instancia, el lenguaje funciona como un transmisor de mensajes. La comunicación pretende ser el modo de replicar aquello que intentamos transmitir. Al desaparecer la posibilidad de una réplica exacta, lo que brota del acto comunicacional es una especulación, es decir, un mensaje que aunque puede estar conformado por los mismos códigos no corresponde ya con el mensaje inicial, es, además de duplicado, desfigurado.


“En una primera instancia, el lenguaje funciona como un transmisor de mensajes. La comunicación pretende ser el modo de replicar aquello que intentamos transmitir”. Antes que ver en esta anomalía un simple efecto secundario o parasitario del proceso comunicativo, Lotman ve esta posibilidad como una tendencia general en la cultura, de ahí que pase del análisis del lenguaje a examinar la función biológica de la multiplicación. Ante la función biológica y la evolución de los mecanismos, observa que la reproducción de los organismos más básicos, se da por medio de la división, lo que hace que este proceso sea en extremo simple y eficaz, ya que el organismo unicelular puede multiplicarse sin necesidad de algún externo, sin embargo, conforme se va avanzando en la escala evolutiva comienza a ser necesaria la participación de cuando menos dos organismos, aunque de la misma especie, distintos en su configuración individual, lo que de pronto ya nos sugiere un recorte extremo a la posibilidad de la multiplicación biológica. Esta primera prohibición implica ya una barrera, que si seguimos avanzando y alcanzamos los niveles que podríamos llamar culturales, nos será revelada como la primera de una serie que terminan por complejizar el acto de la multiplicación de la especie. A este acto que consiste en complejizar el modo de reproducción Lotman llama el complejo semiótico del amor. Para Lotman, la misma anomalía en el sistema de la comunicación es compartida por el sistema cultural y en una primera instancia, por la biología. La necesaria aparición del otro y la consecuente imposibilidad de auto-reproducción que contiene tanto el lenguaje como los organismos complejos, es el motor que permite su expansión, la supervivencia. La problemática para Lotman, se encuentra tanto en el aspecto comunicacional como en el acto cultural y biológico. ¿Qué es amor para Lotman?

Una anomalía en el sistema evolutivo que afecta tanto al lenguaje como a la cultura y que además de inevitable, resulta vital para el proceso evolutivo. Si únicamente pretendiéramos replicar lo que hemos conocido, los códigos tenderían ser idénticos, de igual manera, si la especie sólo pretendiera perpetuarse, el camino lógico sería una tendencia a la simplificación de los organismos, hasta poder alcanzar el camino más directo, que consistiría en la autoreproducción. Sin embargo existe una anomalía, que además, resulta imprescindible. El acto creativo aparece ya no como la consecuencia de un fallo en el siste-

“Para Lotman, la misma anomalía en el sistema de la comunicación es compartida por el sistema cultural y en una primera instancia, por la biología”. ma, sino como una excepción necesaria, evolutiva si se quiere. Tanto en el lenguaje como en la biología de los seres complejos, y por consecuencia en la cultura, la transmisión de los mensajes, la configuración de los códigos y su reproducción, está avocada no a la simple reproducción, sino a la creación. Si bien Lotman no profundiza más allá en esta analogía, pues su principal preocupación es el lenguaje y el punto a demostrar queda zanjado, para nosotros, lectores, los horizontes no están todavía situados del todo. Así, continuando con la analogía de Lotman, entre el acto comunicacional y la función biológica de la multiplicación, podríamos

especular un poco acerca de algunas posibilidades. Si como dice Lotman, la anomalía en el proceso de la comunicación resulta necesaria y la tendencia a complejizar es la lógica de la cultura., entonces podríamos afirmar que la multiplicación biológica que implique un alto grado de complejidad, para que podamos llamarlo acto amoroso, sería entonces el acto cultural por excelencia. El acto creativo, sea el poema, el baile, el cuadro, la pieza musical, la escena, o en general, todo acto que promueva la recreación de los significados, es por consecuencia, un acto amoroso de cultura. Si como especie creemos que nuestra función en el sistema planetario no es simplemente la de poblar la tierra, entonces la postura correcta debiera ser la de mantener una constante búsqueda de sentido. Arriesgarnos a perder lo que conocemos para poder recrear nuevas posibilidades. Ahora bien, cabría preguntarnos, si una vez que hemos determinado cual sería la postura correcta, ¿ésta coincide con lo que podemos leer en la realidad? Vuelvo a coincidir con Lotman cuando afirma que existen dos tendencias, la primera a simplificar y homogenizar, y como segunda opción, aquella que ya hemos mencionado que busca complejizar y crear diferencias. En un sistema que promueve las políticas globales como solución y fin de la misión humana, en el que se promueve la homogenización de los individuos en pro de una mayor eficacia de producción, la función del artista, como principal punto de tensión cultural, quizás sea la de oponer no una resistencia directa, sino ofrecer un reflejo que permita la especulación, la re-creación y sobre todo la resignificación de las manifestaciones de la cultura.

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Poemas Por Luz Elena Baz Cortés

Buscando Te busco nostálgica anhelando encontrar el sueño de tu presencia idealizada,

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pero si te tengo de frente y tu sombra se acorta, te temo y me alejo. Corro en búsqueda de la distancia que mantiene la luz tenue que ilumina tu imagen de humo.

El Mollete Literario

Nidos Un nudo en el pecho. Nido de sueños que no pudieron volar. Se acumularon con el tiempo dejando cascarones viejos. Sueños rotos.

El árbol - La vida Llaman a ese árbol vida, con sus ramas entrecruzadas. Hojas llenas de historias pasadas, se repiten en una raíz común. Su tronco, golpeado por los años de luces y sombras, lo mantiene de pie, creciendo hacia las nubes y el sol. Sol que alumbra, y que en la noche la calma de la luna blanca refresca la corteza áspera y porosa, filtrando el agua de las lágrimas del cielo.


Memoria de un personaje que no existe Por Ulises Casal @UlisesCasal ulises.castaneda.alvarez@gmail.com

La nada Un caballo baja despacito por un camino sin tierra, se acerca a un árbol que flota y la nada lo envuelve con su red de felonía y angustia, hay un hueco en su pupila, el azote de una estrella que le grita, el misterio descobijado por la médula y un círculo vicioso que lo orbita... Aparece un arco iris, de nube a mar como una escalera luminosa, (es un blanco y negro de absurdo) la nube se desvanece la tierra se ablanda la luz desaparece como un pensamiento cada instante. Vuelan sobre el cementerio las almas aferradas a la nada, las miedosas de la gloria (el vértigo tiembla como una víbora apretando el cuello de un conejo)... ... suave silencio... ...sshhh... ... Yo me quedo aquí, como una película sin develar, en la sombra, a solas, donde sólo permanece el vaho de un sueño, que me devora los sentimientos como una araña que come moscas en su tela.

Alfiler

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Giro mi rostro, miro la gota que atravesó mi cuerpo en un escalofrío, un punto húmedo se queda quieto en mi hombro mientras mis manos empuñan el recuerdo de un ave y la gota se queda, permanece quieta en medio de la oscuridad, transcurren instantes que parecen miles de horas tiradas a la basura hasta que poco a poco el líquido salado se va secando. Mi piel la consume al mismo tiempo que recuerdo un verso de Neruda: “Soy transparente”, escupe como láser mi pupila y la gota se deshace. Cierro mis ojos y me dejo pinchar por el filo de la gota y siento como traspasa la primer capa de piel, luego se cuela en mis músculos hasta que, como animal perdido que después de un lustro encuentra a su manada, se confunde con mi sangre, siento un alfiler líquido que recorre con lujuria mi organismo y pasa por mis muslos que sostienen mi alma débil, por mis riñones amurallados, por mis pulmones llenos de imaginación... la gota punza mi cerebro que vibra de miedo... recorre cada parte de mí hasta llegar al corazón se acomoda en la parte baja y desata un suspiro que anuncia que la gota se ha tatuado. Mi alma descansa un momento... luego vierte por mis ojos una gota más (parece que el llanto es infinito) y vuelvo a mirar mi hombro hasta que se consume un nuevo alfiler.

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


Apostillas a mi vida de maestra Por Canuto Roldán poetwithoutlanguage@gmail.com

MENSTRUAL

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Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

úlla otra vez pero esta vez lo hace con hondura. Hasta de día daría miedo. Mi mente logra enfocarse por fin. Y es que aúlla todo su cuerpo, aúlla como si su cuerpo fuera la mismita noche, como si él fuera el gemido de todo lo que nos rodea. El plan era ponerme a escribir cualquier cosa, no dormir, darme rienda suelta. Escribir, leer en voz alta, escribir hasta exorcizar mi mente y enchinarme el cuero con la voz que madura. No quería pensar en mis alumnos pero de alguna manera, aquello que parecía un perro no me dejó otra salida. Aúlla la comunidad, aúlla el monte. Dice una voz en mi silencio. Esta noche no hay balazos. Los aullidos los han remplazado. ¿Por qué amarran a sus perros de esa manera? El animal se calla y no puedo evitarlo, pienso en él y en su familia. Pero ¿por qué?. Hace justo un año que escuché de él. Trabaja el campo, en el monte, como muchos otros. Lo han visto ahí, ya algo noche. ¿Quién? No sé. ¿Qué hacía el otro a esas horas? No lo sé tampoco. Pero lo vieron, era imposible no escuchar sus gemidos. La yegua estaba muy quieta. Aúllan los árboles, los pájaros, las ratas. Aun cuando susurran, aúllan. Si se aman, aúllan. Es este tipo de afecto que me inquieta pero que también reconozco como mío, cuando estoy en la ciudad. ¡Escándala! Diríamos, yo y mis amigas bailando precisamente esa cumbia. Pinches viejas, dice la señora. Gallinas locas. Casi todos acá tienen el apodo de un animal. El conejas, el vaca, la caballa. Si no gritan, los chismes se susurran. Si no hablan, sus hambrientos

Para Romi.

ojos lo dicen todo. Es el dolor, la ansiedad del deseo. Los ventanales que dan a la carretera les hacen ver cómo se les escapa el amor. Cuerpos paralizados, casi ausentes, de no ser por un cuello que casi se quiebra al tratar de seguirle la pista a los que pasaron por aquí y ya se fueron. Después de un año y medio, me he descubierto haciendo lo mismo. ¿Se darán ellos cuenta de a quiénes sigo con la mirada? Un poco menos tensa, por supuesto, para eso tuve un fin de mes en la ciudad… desahogar mis propios gritos, no solo escribir mi voz, sino menstruarla.


MENS, MENTIS Mujer que sabe latín…Curioso, la mayoría de mis estudiantes son mujeres. No todas se inscribieron al bachillerato. Hemos hablado, hemos escrito juntas— sí, así les digo, juntas porque ellas son más que yo. Y nos sorprendimos. Sus voces eran poderosas al resonar en el concurso de poesía. No eran aullidos, eran voz. No sólo eran palabras, era la presencia que adquirieron con ellas. ¿Cómo aprendemos a tomar decisiones?, ¿es posible si no lo podemos hacer primero sobre nuestro cuerpo, nuestro placer, nuestro dolor, inclusive? QUERIDA, Ciertamente, hace mucho que no te escribo. No, de la manera más directa. No, de esta forma en que espero me respondas. Me acuerdo de ti, cuando tenías 7, 14, 21. ¿Recuerdas al niño autista del que te enamoraste? Íbamos a un grupo de natación para niños con… en ese tiempo decíamos discapacidad. Mi tío no podía hablar. Yo no era muy parlanchín, aquél niño tampoco. Si hago memoria, de las maestras aprendí a analizar, solucionar, narrar, aun cuando sus situaciones laborales eran incomprensibles y silenciadas; también aprendí de ellas cuando sólo eran mujeres. Entendí lo que significaba educarme cuando no estaba en clase. Lo aprendí de ellas, con su ejemplo de mujeres provocativas, abiertas, alegres, cómplices. No aprendí mucho de mis maestros, salvo de aquellos que eran homosexuales. Nunca lo dijeron pero su ejemplo me sirvió. Hace poco me encontré a uno en un bar de Zona Rosa. Tenía la virtud de la gente que conocemos en la adolescencia. No ha cambiado nada. Me pregunto si habrá cambiado su idea de la homosexualidad. Recuerdo vagamente su mirada

inquisitiva, esa forma de mirar gay, entre digna y agresora, tierna y maldita. No pude acercarme a preguntarle. Seguí la noche rumbo a esos placeres que destajan. ¿Te acuerdas del disgusto que te ocasionaba ver el Chavo en su escuela o ese otro programa de la escuelita? Sabía que mis caras de asco al ver ese programa con la familia de mi padrastro no sólo era por las condiciones en que había crecido esa familia: numerosos, de escasos recursos, amaestrados por la tv. Así me lo parecían, hasta que alguno de ellos me hizo entender otras cosas… en fin, no odiaba el programa aquél sólo porque era el que idolatraban ellos, sino, sobre todo, por la viscosidad que tenían todas las palabras que allí escuchaba, la perversión con que se transmitían en la televisión. ¿No me miraba allí tan solo por mis preferencias? En fin, te escribo ahora, 7 años después porque no puedo seguir aplazando estas palabras. Al hacerlas a un lado no he podido entender varias cosas. Estos tiempos, sólo he querido decidir sobre mi cuerpo, ahondar en mi voz, navegarla, ahogarme en ella, dejarme llevar por la corriente, flotar, nadar hasta el cansancio. He ido pasando del aullido a buscar mis propias palabras. Estoy cansada pero contenta. Y no quería dejar pasar más tiempo porque, aunque he tenido miedo de lo que piensen mis estudiantes, soy provocativa, abierta, alegre y cómplice de la mayoría de ellas y ellos. No me basta consolidar, aclarar, cautivar y controlar. Lo siento pero no. Lo digo en el nombre de mi madre, mis hermanas, mis amigas, mis colegas. Mi abuela se fue hace tiempo. Hicimos un pacto. No lloré en su muerte de tristeza porque yo continuaría su vida de maestra. No guardo rencores a mi madre porque nuestra voz aprende mientras enseña.

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Techo blanco Por Luis Villalón

L

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Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

a estancia necesita una remodelación, no tengo certeza de porqué, pero es algo que tengo que hacer para mantenerme alejado de mí mismo, de eso va la vida, una huida interminable, encontrar cualquier oportunidad, por nimia que sea, para olvidarse por completo del ser, disolverse en lo etéreo del ambiente y volverse una homogeneidad total, inconsciente. Fluir una y otra vez en este circuito agobiante, perderse. El color previo de la estancia era el blanco, pintarlo igual una vez más supondría un plácido ahorro de energía, sería tan sencillo como darle una segunda mano de pintura, además de evitar el desgaste intelectual que podría ocasionar la suposición de diferentes escenarios: que la falta de iluminación con un púrpura, que el juego de sombras que producirían los muebles con un azul, que el sentimiento de repugnancia psicológica brindado por un amarillo… Blanco, la suma de todos los colores, la totalidad semejante a la nada, apacible como la soledad. No sé en qué pensaba cuando opté por el techo rugoso. No recuerdo cuáles eran mis concepciones estéticas por aquella época, sin lugar a duda se inclinaban más hacia lo detallado que a lo práctico. Pintar el techo rugoso resulta una tarea titánica, la brocha se desliza una y otra vez sobre la superficie pero ésta parece que nunca quedará uniforme,

siempre queda algún centímetro con una tonalidad más opaca de blanco, un puntito más brillante, uno percudido, un abanico de blancos, una infinidad de nadas chiquitas; leí en algún lugar que los esquimales tienen varias palabras para designar distintas tonalidades de blanco. Su cosmogonía situada en la nada, en ese todo petulante, jugando a su antagonista, un ángel expatriado. Y heme aquí, con la visión clavada en mi revoltijo de todos, esa imposibilidad de nada que me trae de vuelta al divagar, a sentirme tan asqueado de sentir, la nuca recargada en la joroba, boca seca y frente húmeda, el cuello expuesto a cualquier ataque, y el brazo dolorido que se desliza de atrás hacia adelante, izquierda derecha, sujetando la brocha ya no del mango sino de la virola, la mano en forma de lagarto, el pulgar sosteniendo el peso mientras los otros cuatro dedos generan presión, norte sur, este oeste, en cuanto la pintura comienza a secar un montón de imperfecciones saltan a la vista, puedo ver unos veinte diferentes tonos de blanco por metro cuadrado, no existe tal cosa como la perfección, ¡paparruchas! Es un engaño continuo, no existe una cosa tan bella como la nada, como un todo. Y esa superficie surcada restregándomelo en mi cara, ¡cínica hija de puta! Quiero llorar. Acomodo un derechazo al techo, mis nudillos dejan su huella en cuatro

hoyuelos casi invisibles de no ser por los puntitos rojos instaurados en los hoyuelos 1 y 2 contando de izquierda a derecha. Mi mano lesionada no puede sujetar con firmeza la brocha, la ató con cinta adhesiva para evitar hacer presión con la extremidad, probablemente, fracturada y continuo mi empresa carente de sentido pero que debe ser concluida por obligación. ¿Por qué? No sé, no tengo un argumento contundente, es una especie de inercia, quizá un capricho universal. Mi mente se encuentra muy fatigada como para cuestionar las decisiones de mi mano y la incomodidad que proporciona a mi vista tan basto juego de tonalidades involuntarias. Estoy cansado de mí. Desearía más que nada en el mundo recostarme en el suelo y llorar, sin importar las gotas de pintura en mi rostro y cabello, llorar sin tener que buscar un motivo, como mera causa fisiológica. Llorar hasta caer dormido, profundamente, sin procesos oníricos, la nada envolviéndome con apacibilidad, la consciencia desparramada por todo el universo, imposibilitada de reacomodarse, de generar cualquier proceso sináptico, como un suicidio pasivo y sin drama, rendirse, tomar una postura cómoda y nada más, dejarse ir sin firmar una nota con caligrafía elegante, desaparecer. Una superficie lisa, blanca…, quizá negra… ¡Chale, me caga pintar!


El Bolero desconocido Segunda parte

Por Ximena Cobos

L

uego del abandono al matemático presenté mi renuncia. Con el dinero que tenía ahorrado de los últimos meses en el Café viviría un tiempo antes de saber qué haría. Qué se jodieran las nuevas generaciones habidas de sexo e inmerecidos consumidores de drogas, incapaces de ser tocados por alguna divinidad. Con todo el tiempo libre que ahora me quedaba podría recorrer calles y consolidar mi vida en mi nuevo hogar sacando, por fin, todas mis cosas de las cajas. Un día mientras acomodaba los libros cayó, como el maestro que es, Se está haciendo tarde… justo bajo mis pies. Abrí sus páginas, pues no podía considerar una coincidencia su aparición: Your outside is in/ the inside is out/ the higher you fly/ the deeper you go. Me había recordado todo… era el móvil perfecto para comenzar mi búsqueda. Fui primero a un lugar seguro. Llegué un domingo a casa de papá, comimos y me abastecí de una colección de boleros de todos los tiempos. Tenía poco más de cuarenta discos que escuchar y debía comenzar de inmediato. Para complementar la tarea detectivesca, todos los días caminaba por el centro buscando un buen sitio. Había muchos espacios a donde ir y bastantes cafés a donde entrar, pero no hallaba el mío, ese lugar donde el guerrero, dicen, está seguro. Pasé algunas tardes en cantinas oyendo música de antaño, con borrachines de traje manchado; melancólicos moscos de moco escurridizo y olor agrio que escuchan lo que justo quería oír. Mientras ellos se revolcaban en la barra sollozando por destinos que no querían construir, yo disfrutaba, bebía, chu. pa. ba. su melancolía nota a nota, y juntaba el material suficiente para alguna historia. Con todo, no lograba epifanía alguna; azuzaba a los

individuos en la rocola y no conseguía nada; los cantineros me veían extraño cuando entraba; eran seres herméticos, fieles a su labor y celosos cerberos de sus comensales. Jamás logré hablar con alguno, se distraían levantando uno que otro cadáver que no alcanzaba llegar a los baños, limpiaban vasos, iban por más cervezas, recibían pedidos, y sólo me dirigían un ¡hastaluegoseñorita! como indicando que yo no pertenecía allí. Eso me daba idea de que aquello no era una simple distracción sino una magnífica táctica evasiva, pues aún no había pasado las pruebas suficientes para que se pudiera decir de mí un ser merecedor de la sabiduría de cantina. No importaba, la conseguiría a mi modo. Pero el tiempo pasa“No entendía cómo podía ba rápido a la luz de una caer en el olvido, la búsqueda infructuosa. perdición y el abandono Tristemente seguía sin encontrar el bolero que hasta en estos lugares al parecer Bolaño tamdonde los más antiguos y bién había escuchando desgastados ritmos en su estancia en Méxitodavía palpitaban”. co, en aquellas fiestas de la generación de los infrarrealistas y que José Manuel Aguilera quizá descubrió en alguna borrachera nocturna y fría, o posiblemente les había sonado por primera vez sentados en sus departamentos de no sé dónde, o siendo niños perdida como un rumor entre edificios. Pero para mí aún no había nada, ni en ningún viejo rincón, ni una pista, ni un mínimo acercamiento a él. No entendía cómo podía caer en el olvido, la perdición y el abandono hasta en estos lugares donde los más antiguos y desgastados ritmos todavía palpitaban como las luces en los viejos altares esquineros de la Virgen o San Martín Caballero.

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“Había aullado lo suficiente. Aunque mi alma nunca podría, ni debería, olvidarlo todo”.

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Qué tan tristes eran aquellos dos boleros que ni podían escucharse entre las paredes sucias, el aserrín en el piso y las puertas al estilo viejo oeste. Qué clase de adiós guardaban que nadie las hacía sonar de nuevo para mis oídos… Un día de tantos pagué mi último trago. Desistí de la búsqueda en las cantinas y me cuestioné severamente por qué habría de hallar algo en ellas. Caminé una vez más entre calles oscuras que tenían los ecos de nuestros pasos juntos, la zozobra de nuestros besos y un poco de lejano humo de algún cigarro que fumamos labio a labio. Sobre mi espalda colgaba el hecho de que fallaba nuevamente; no logré nada como profesora, no funcionaba como arqueóloga de las notas y no sabía si él tenías alguna pista que “Me estaba volviendo me pudiera ayudar. Ni alcohol y no me evaporaba siquiera había logrado en el interior de nadie. alejarme de verdad de su Los vecinos murmuraban figura, para cualquiera resultaría evidente que sobre mis gustos intuía vivía en un perímetro que les repugnaban mis plagada de él más allá de días enteros”. sus recuerdos. Comenzaba a desesperarme con la idea de no encontrar, de no distinguir ningún presagio alentador, una mínima señal. Releía el pasaje de Los detectives, tocaba y tocaba esa canción a tinta negra y doble espacio sin lograr averiguar ni un poco. Me quitaba el sueño fumando como loca mientras recordaba estribillos de piezas incompletas que ni siquiera podía volver a escuchar para armar el rompecabezas en mis neuronas mal acomodadas de recuerdos. Tenía que detenerme, probablemente estaba buscando en los lugares incorrectos, pero lo sombrío de los seres me decía que de ahí tenía que salir algo. Me estaba asimilando a esos ambientes pútridos en una búsqueda que empezaba a parecerme

absurda, entre tantos boleros reconocidos y añejos. *** Adquiría una resistencia al licor que no creí lograr algún día. Quizá antes me perdía en las fiestas por la seguridad de que él me cuidaba, pero después de tantas peleas, caídas, rounds perdidos hasta la inconsciencia, comencé a moderarlo. Ahora nada importaba más que mantener la cabeza fría y los oídos agudamente atentos, los tragos sólo calentaban mi cuerpo y me daban una extraña lucidez que yo juzgaba apropiada para buscar la completitud de ese amor perjudicial. No podía perderme ¿cómo él? Pero me dejé llevar. Me estaba volviendo alcohol y no me evaporaba en el interior de nadie. Los vecinos murmuraban sobre mis gustos, intuía que les repugnaban los días enteros en que únicamente escuchaba boleros y parecía ahogada de borracha. Muchos días a la semana sólo era una chicha aislada y huraña, tranquila y de gusto musical extravagante. Ya me había habituado a que todas las bandas que escuchaban eran nombres desconocidos para el mundo, sólo existentes en la cabeza de seres aislados con almas sedientas como las de nosotros, el círculo infernal que se reunía en el cuarto de azotea del master of masters para ver a Doña Blanca a través de un pilar del Neza eternamente vigilado desde las alturas por el Red Coiote. Pero aquello son sólo recuerdos que no sabía si podían ayudar. Por si acaso, los iba apuntando en una libreta como notas adjuntas, intentando crear un mapa para llegar a nuestro bolero. Poco a poco desistía de mi mala reputación. No salía de casa, tampoco me embriagaba y torturaba a los vecinos. Me inicié en el arte culinario nuevamente y dejé los malos restaurantes de comida sin sabor.


También, decidí leer algunos libros y dejar atrás a la beat generation, eso era ser él y ya no había cabida en el departamento para eso. Había aullado lo suficiente. Aunque mi alma nunca podría, ni debería, olvidarlo todo. *** Los recuerdos brotaban uno tras otro reconstruyendo días, horas, minutos, tomas cerradas, close overs de nuestros días, como si nada hubiera olvidado, como si cada segundo que ocurrió de nuestra historia habitara mi cuerpo deambulando en mis sentidos, anotándolo, ahora, cada detalle en una libreta como nuevo síntoma de mi obsesión buscona. Así llegué a la conclusión de que muy pocas veces, en los primeros meses de aquella relación, pasamos momentos maravillosos en ese café donde yo más que trabajar, habitaba. Por las tardes, cuando oscurecía temprano y me pedía alguna tizana, escuchábamos discos que eran nuevos para mí, sentados en ese banco que estaba en un rincón desde donde se veía todo en perspectiva; en mis recuerdos, él parecía considerarlo un lugar “Hubo un momento en especial por un nosotros que parecía que estar que se iba formando. juntos no era complicado, Con el tiempo llegó a odiar no sé si sólo al cada quien su espacio, lugar o a mí también; cada quien su sitio; le cagaba pararse pero comenzó a serle en aquel sitio, me insuficiente el tiempo”. reclamaba que pasaba demasiado tiempo en él. Y ni qué decir de mí, que no soportaba su presencia acosadora en el lugar que para mí era mi sitio, lo convirtió en el lugar donde siempre podía encontrarme, el espacio perfecto para acorralarme a cualquier hora y armarme una escena desgastada o violenta. Todavía veo claro las imágenes pasando entre mis lentes… hubo un momento en que parecía que estar juntos no era

complicado, cada quien su espacio, cada quien su sitio; pero comenzó a serle insuficiente el tiempo —no me atrevo a introducir un plural—, comenzamos a habitar la casa de mi madre, a dormir todos los días en una cama que había sido sólo mía, y a no dejar un sólo lugar donde no hubiéramos hecho el amor: ni la azotea ni el patio quedaron exentos de oírnos a cualquier hora respirar agitadamente. Sin embargo, el gusto se tornaba amargo, se pegaba a mí como una lapa y pasaba todas las horas de mi “...me pedían que lo turno mal mirando dejara por mi propio a las personas sentado en un rincón, bien; pero yo pensaba para después irnos “qué iban a saber ellos a casa. Pero aquí si lo que me haría bien en viene un nos… Nos esta vida”. Confiábamos entró una mala necesidad de estar pe- en poder cambiarlo todo, gados. Aunque la hasta el mundo”. actitud de vigilante, del que cuidaba que nadie se me acercara si no era para ordenar un café y proferir sólo las palabras justas, me fastidiaba, aún en mi interior estaba tremendamente enamorada, contradiciéndome a mí misma mi vida no fluía más que en peleas que llegaron bastante rápido. Tenía amigos a hurtadillas, todo era cada vez más violento, arrebatado. Algunas veces le grité que se largara. Sé que no traté de que conviviera con mis amigos, de hacerlo parte de mi vida natural. por el contrario, tenía un solo sitio Sí, soy muy egoísta, me lo dijo siempre, pero al final le parecían pendejos que solamente me querían coger con tan sólo darles un vistazo. Siempre aquella insistente y perdurable, casi eterna, mirada encabronada. Cada día se repetía la misma escena, al salir del café, ya rumbo a mi casa, no me hablaba, unas dos o tres cuadras más adelante se dejaban venir nuestros gritos y alguno acababa por llorar.

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“Confiábamos en poder cambiarlo todo, hasta el mundo”.

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Ya todos estaban hartos de nuestras discusiones, me pedían que lo dejara por mi propio bien; pero yo pensaba “qué iban a saber ellos lo que me haría bien en esta vida”. Confiábamos en poder cambiarlo todo, hasta el mundo. Y, entonces, por aquellos días esa canción tomó sentido, una nota más que me ofrecía una mejor cara del momento, un mensaje no atendido: “Nos queda poco tiempo para rescatar al menos el fuego… el fuego primigenio […] del que surgen todos los incendios”. El caos nos habitaba lentamente hasta la médula, las largas charlas en las que intentábamos solucionar las cosas cuando estábamos sobrios de rabia y de celos no lograban ni tantito, porque los gritos y lagrimas cuando estábamos en lugares públicos eran la constante. Sin embargo, el tronco que sostenía todo se mantenía firme; en la intimidad éramos amantes de mil lunas y nuestros ojos se desensombrecían, volvíamos a ver nuestro amor entre besos y caricias húmedas de calor, entre platicas a oscuras y notas fluyendo, they don’t love you like I love you, no? Fuera de las cuatro paredes que sólo nos miraban a los dos nos mandábamos a la chingada cada tercer día o cada semana, volviendo con la esperanza entre las manos que se caía al suelo y se perdía entre nuestros pasos que se unían de modo que no hubiera ni un mínimo espacio entre nosotros, pero venía el agua a taparnos las narices y los insultos habitaban nuestras bocas, y aunque duele mucho estar sin ti, estar contigo duele más… se continuaba como disco rayado. Ni tu cruz ni mi maldición, decíamos. Luego se me cansó el alma, ya no quería ver a sus amigos, no quería beber, no quería drogarme. Intentábamos arreglar las cosas, pero no dejaba de tomar a lo pendejo cuando estábamos con ellos. Se iba extinguiendo la veladora del amor. Yo pedía no más fiestas, pero él rogaba para que fuera y terminábamos peleando porque lo hacía a regañadientes.

Llegábamos siempre encabronados y yo con los ojos rojos de tanto llorar. A veces me hacía la mártir, lo reconozco, quizá porque en mi cabeza esperaba que alguno de sus amigos, las únicas personas a quien sí escuchabas —o eso creí— le hicieran entrar en razón. Otras tantas sólo me ponía en modo automático y era feliz, haciéndole olvidar el desencuentro inmediatamente anterior. En un cansancio de años, de meses, de peleas en todas partes, de fiestas arruinadas, de lágrimas exageradamente desparramadas de mis ojos, dejé los numeritos de borrachos a otra pareja. Después de tantos golpes que nos dimos y el raspón en las rodillas que oculté gracias al frío de diciembre, no quería “El caos nos habitaba que un día de verdad lentamente hasta la resultara con el ojo momédula, las largas charlas rado o una costilla rota en las que intentábamos o plasmando confusión como mi epitafio luego de solucionar las cosas un mal encuentro entre cuando estábamos sobrios los dos. Me volví somde rabia y de celos no bra y sumisión cuando lograban ni tantito”. ya estaba muy borracho; fingía, con maestría aprendida, calidez con sus amigos, me reía, bebía, y terminaba durmiendo al ver que no paraba y al día siguiente, la discusión era la misma. Promesas de ya no tomar tanto, afirmaciones de falsos entendimientos acerca de mi acción de no beber; retractarse de las cosas feas e incomodas que había dicho o hecho y que yo ignoraba en el transcurso de la fiesta, disculpas vacías. Ya no había coraje, sino una enorme tristeza que se estaba devorando mi alma. Entonces vino la pausa. Tras una pelea forzada por los dos para que ocurriera, se levantó, se fue sin volver atrás la cabeza ni una sola vez y me quedé sola.


“El bolero desconocido es ese que cantamos en el día a día de nuestro pasado juntos”. Yo no sabía cuál era la reacción correcta. Luego vino todo. La búsqueda. Los apuntes. Los bares. Los cigarrillos y hoy un café. *** … Un rinconcito del Centro, acogedor y tranquilo.—La cuenta por favor. Doy una última fumada. Apago mi cigarro. Cierro la libreta. Salgo del lugar, inicio mi camino a casa una vez más en la noche, esta vez no muero como en otros cuentos. Mientras camino emprendo un discurso en mi cabeza, me digo: espero algún día descubra lo que yo en tantas horas de café y cigarros, en tantos minutos borrachos y borrados, en tiempo transcurrido en notas. La vida es simple y resumible aunque cueste trabajo llegar a ello. El bolero desconocido es ese que cantamos en el día a día de nuestro pasado juntos. No hay coincidencia fortuita entre Bolaño y la Barranca. Tampoco hay un sólo texto musical al que ambos hagan referencia. Un día, frente a la canción, que habrá puesto porque relee los Detectives… y tropezó con ese párrafo, cuando salgan como libélulas las palabras de las bocinas y le atraviesen el corazón en la media oscuridad, con el humo de cigarro y la cerveza llegando a su mano, su razón dejará de buscar entre canciones viejas, entonces con una sonrisita muy muy tenue y el último estrujarse de su corazón parará de odiarme y de amarme al mismo tiempo, descubriendo que ese bolero que tanto buscamos, lo escuchamos y lo hicimos compás por compás durante seis años de

atroz devaneo. Y entonces, sólo seremos canción de noches tristes, unas cuantas líneas de un libro de un buen escritor y las palabras en una pieza de José Manuel Aguilera. Releyendo las libretas llenas de mis notas y recuerdos exactos, supe que no había canción escondida en un disco abandonado en la repisa de algún anciano en un cuarto desvaído, mi error más grande en la búsqueda había sido sólo anotar descontroladamente un flujo de raspones y buenos momentos; había sido como desmembrar en una simple línea recta el nosotros funesto y no recorrer la historia de nuestros días escribiendo movimientos fluctuantes y disparejos. Ahora escucho los acordes a lo lejos en las calles vacías de estar juntos. Tarareando estrofas que hasta hace un tiempo eran desconocidas, chiflándolas un tanto, bailando un poco y desvaneciéndome sobre la línea de luz que divide la calle, mis tenis van siguiendo un ritmo que sólo escucho yo, y quizá ÉL a lo lejos, mi falda sobresale un poco bajo el abrigo negro y mi cabello se mueve con el tenue resoplar del viento… el final del vinil, la aguja que corre infinitamente produciendo ya tan sólo un scrah que dejó atrás una sentencia: Tanta vida yo te di que por fuerza llevarás en el fondo ese sabor que hoy tratas de negar…

(Puedes consultar la primera parte en el número 30)

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