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Tanatología
tanatología
Por: Ps. Yaneth Rubio Pinilla.
LAS PÉRDIDAS
como realidad de nuevos comienzos
Una pérdida es algo que tenía, tangible o intangible, que ya no tengo. Toda pérdida trae duelo. Sentimientos normales cuando la vida no se ajusta a las expectativas que traemos y se nos obliga a generar una nueva forma de vida. Estamos así ante un cambio de vida para todos, pues estamos inmersos en una situación de contingencia que nos afecta sin tener en cuenta raza, color o nivel económico. Seguramente, situaciones anteriores así lo han exigido, es lo que nos cuenta la historia, y a esto le llama “duelo social”. Una construcción que se da en masa en torno a una pérdida y conlleva un proceso de adaptación. Construir una nueva forma de vida, es una transición que toma tiempo y trae sus propias etapas. Se ha perdido el control de la libertad para la movilidad e incluso para tomar decisiones, autonomía, relaciones afectivas, seguridad, dinero, salud, expectativas, sueños e ilusiones. Tenemos miedo a encontrarnos a nosotros mismos y a la muerte, puesto que encontramos un principio de realidad que nos recuerda que somos mortales y se rompen las historias que nos habíamos contado. Se encuentra que hay precedentes de antaño que nos dejan huella en la memoria, que las pandemias obligan al confinamiento, que hoy los medios de comunicación nos ofrecen una nueva construcción y nos recuerdan de forma permanente que todos estamos en duelo, una conexión virtual de forma diferente a la ordinaria. Este duelo social es mundial pero personal, tan nacional como íntimo e individual, y nos deja despedidas sin hacer y duelos congelados. Las etapas de la construcción del duelo social se corresponden con el histórico en la construcción de un sistema, que muestra que primero se hace presente la “conquista”, donde se busca la subsistencia, congregarse en familia, buscar producir los propios alimentos, defender el clan. Le sigue la “moralización” la etapa sagrada, las familias se congregan y se dedican a instaurar sus reglas y normas. Aquí destaca un líder que suele ser radical en sus juicios, selectivo y tradicionalista. De esta forma viene el “sustento”, el florecimiento, las familias acumulan y coleccionan objetos, las personas se hacen más emocionales, sensibles, vanguardistas, tolerantes, incluyentes, defensoras de los derechos humanos, se hace presente un gran desarrollo filosófico, humanista, tecnológico y cultural. Y ya en la seguridad de lo conseguido, con el convencimiento de que la abundancia en todas sus dimensiones va a estar por siempre, viene la llamada borregada, el “declive”, se viven los excesos, placeres, confort, sensualidad y sensorialidad, estamos en modo complacientes y desatendidos, se derrocha el patrimonio y se lleva a término toda la prosperidad ganada. ¿Y cuánto dura ésta ronda de comportamientos, conductas y aprendizajes? Un promedio de 100 años, y en efecto, para 1918 se hizo presente la pandemia generada por la peste española. Inmersos así en este duelo social, hemos pasado ya por algunas de sus etapas, no perdemos la esperanza de salir airosos y con la suma de experiencias dispuestos de nuevo a vivir la vida de una forma coherente, responsable, y sobre todo, una vida feliz. La primera etapa ha sido, la llamada preventiva, la mayoría de nosotros en la tarea de difundir información, muchos se volvieron epidemiólogos, estadistas, políticos, médicos, pastores, influencer y economistas. Llegó el confinamiento, se aplica al aislamiento social como medida de prevención ante una probable infección masiva. El confinamiento ha sido físico, ya que internet nos permite estar en comunicación permanente, socialmente presentes, ausentes físicamente. Según el tiempo que dure, aparecen síntomas psicosociales a enfrentar. Vivimos luego la llamada neutralización, después de un tiempo de confinamiento se comienza a naturalizar el estado, ya hay costumbre con las nuevas rutinas que además se socializan; aparecen los juicios de valor y la búsqueda de responsables. Luego viene la natural rebeldía, se comienza a sentir saturación del tema y se quiere hablar de otra cosa, en búsqueda de distractores. Algunos trasgreden las reglas sociales impuestas, argumentando que tienen prioridad ante sus necesidades, pasando por alto las advertencias hasta que confirman los efectos con sus seres queridos cercanos. Y pues ni modo, a la resignación le damos la bienvenida, tras haber verificado y atestiguado las consecuencias de no confinarse. En éste momento se experimentan varios estados de ánimo, que van desde la tristeza, enojo, añoranza, culpa, miedo y ansiedad… hasta el aplanamiento emocional. Saldremos de esto, con euforia e hiperactividad en la readaptación de las tareas perdidas; con desconcierto, dudas y confusión respecto al término del confinamiento social y con maleabilidad emocional, algunos han de persistir confinados a pesar de que el peligro haya cedido. Se notará la recesión en el manejo de los recursos económicos con los que se ha de contar una vez se haga el balance que corresponde, se moderan gastos y se desconfía en generar inversiones a mediano o largo plazo. Hay conciencia de los proyectos a emprender, tardanza en la recuperación de la confianza y en el abrirse a nuevas perspectivas sociales. Algunos experimentarán secuelas de confinamiento que duran meses o años. El reajuste social será el fin del proceso, los sistemas han de despuntar el desarrollo social en tecnología, industria, finanzas, política y arte. Se ha observado en pandemias anteriores que las personas se alejan de la religión, de las creencias y de rituales que practicaban antes del confinamiento. Surgen tratados, pactos, convenios y acuerdos de todo tipo. Se incrementa la tasa de natalidad y la explotación de recursos. Luego la conmemoración social nos ha de dejar grabados los acontecimientos que dejaron una memoria social. Se acomodan en las acciones que promo-
vieron el altruismo y la solidaridad social. Se hacen películas, documentales, se impulsan medidas de prevención y adiestramientos, fundaciones, museos, monumentos, acuerdos mundiales, etc. Se queda en el registro de la humanidad, un duelo social más y con el tiempo a este duelo se le llamará HISTORIA. Y para tu biografía, ¿qué te queda? ¿qué tanta satisfacción tienes de tu vida de hoy?, ¿qué ha sido bueno para ti en esta situación? Se vale reflexionar al respecto, no podemos quedarnos como víctimas de una situación que no está en nuestras manos solucionar. Trabajemos en la readaptación personal y en el abrir nuevas posibilidades. Surgen un sin número de oportunidades que solamente ven los ojos que quieren ver. Hagamos amistad con la resiliencia, que nos habla de la capacidad de crecer ante la adversidad, de aceptar la realidad, de adaptarnos a las nuevas situaciones, encontrar el sentido a la experiencia, buscar apoyo si es preciso, empezar a construir nuevas historias. Recordemos que la sabiduría radica en ser capaces de agradecer cuando las cosas no van bien, que te da un margen importante de crecimiento, mejoramiento y aprendizajes, lo que trae la oportunidad de superar limitaciones, conectar con los demás y con tu entorno. La gratitud nunca sobra, fortalece la mente y ennoblece el alma. Me queda la inspiración de mi misión de vida: Inspirar a que el amor es el reconocimiento de que no hay finales, hay nuevos comienzos. GM
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