1
2
©Harvey Villafañe Morales ©SONDER EDITORIAL Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. SONDER EDITORIAL Instagram: @sondereditorial_ Impreso por Impresiones Gráficas RGB Título original: 6: historias de terror ilsutradas © Sonder,Editorial, Colombia, 2017 Adapación de las historias Daniela Villafañe Morales Tipografías utilizadas: Fournier y Calson
3
A mis padres por apoyarme siempre en mis proyectos, a mi hermana, por estar a mi lado en cada momento apoyandome y guiandome a mi novia por no dejarme desfallecer, es la mejor.
4
La casa al final del pueblo.
5
T
odos los sucesos que contaré a continuación, ocurrieron hace exactamente 15 años: una familia acababa de mudarse a una nueva casa para comenzar lo que debía ser el inicio de sus vidas juntos, Los padres y dos niñas; una de apenas unos meses de nacida y la otra de cinco años; se instalaron en la casa demasiado pronto. Eran nuevos en el lugar así que no se detuvieron a preguntar, solo sabían que para ellos era una oportunidad que no dejarían pasar.
6
7
Quién empezó a sentir primero que algo estaba mal? Es difícil de saber incluso ahora, porque todas las cosas que ocurrieron parecieron suceder una tras la otra. Había pasado una semana desde que se mudaron cuando la pequeña de 5 años empezó a verla. Una noche mientras dormía en su habitación la despertó un ruido seco como de madera golpeando contra el suelo, alzó entonces la vista buscando aquel sonido que se repetía una y otra vez… En la esquina de su habitación donde había una mecedora regalo de su abuelo cuando ella cumplió dos años, según le había contado su papá, se encontraba una niña, parecía tener la edad de la pequeña, pero su rostro, aunque permanecía impasible era aterrador, y no guardaba la inocencia de los niños a esa edad. Se mecía sin parar mientras la observaba, no hizo más que eso durante un rato, entonces levantó
8
Su delgado brazo y empezó a llamarla con un gesto de su mano. La pequeña sabía que algo andaba mal, su corazón dolía en su pecho y sentía las piernas débiles y quebradizas, el miedo la tenía atrapada, pero sabía que debía correr y buscar a su papá… y eso hizo. -Papá hay una niña en mi cuarto. Y todo se repitió. Cada noche la pequeña salía de su habitación en medio de gritos y llanto y decía a su papá que alguien estaba en su cuarto y cada noche el hombre entraba para no ver nada. Pero la pequeña lo hacía. La niña seguía sentada mientras su padre estaba ahí y la llamaba. Al final, su papá dormía con ella todas las noches, pero eso no hizo nada para que las cosas mejoraran, incluso se pusieron mucho peor. La niña ya no se quedaba en su silla, en su lugar caminaba alrededor de la cama con su rostro inalterable y sus ojos centrados en ninguna parte, solo se detenía para sentarse al lado del papá de la pequeña: Fue entonces cuando confirmó lo que su hija decía: él lo sintió. Que su lado del colchón se hundía sin ninguna razón, que alguien lo miraba, podía sentir lo que aquello fuera, pero no podía verlo. Solo la pequeña podía hacerlo. Una tarde, cuando todavía guardaban la esperanza de que las cosas se detuvieran, la mamá estaba en la sala durmiendo a la beba que había estado llorando durante un rato demasiado largo, cuando la cosa más rara sucedió, todo duró solo un par de segundos: Un momento estaba haciendo el acostumbrado calor de principios de junio y al siguiente sintió una frialdad que cubrió su cuerpo, la recorrieron pequeños escalofríos hasta que empezó a tiritar como si se encontrara en una helada. Vio una sombra cruzar la puerta, casi pareció que nada había estado allí. Pero ella
9
supo que sí. Porque aquella cosa que acaba de salir era lo que había causado que su cuerpo se enfriara de ese modo. Estuvieron ocho meses en aquel lugar, entre ruidos extraños y cosas que no entendían, lo único que sabían con certeza era que algo había pasado en esa casa y lo que fuera se había quedado en ella. Pero la familia no se detuvo a preguntar, no quisieron saber él porque de que esas cosas sucedieran en su casa. Solo la abandonaron y nunca miraron hacia atrás.
10
Reclamado.
11
12
E
n el pueblo se hablaba mucho de cosas extrañas, alguien dijo una vez que vio un hombre que estaba completamente desnudo y le faltaban varias partes del cuerpo dando saltos como un loco en la carretera que va al pueblo vecino y otro más que ruidos extraños de alguien caminando en su habitación lo despertaban en la noche. Pero eran tantas las historias que nadie creía totalmente en ellas. Solo eran chifladuras de los charlatanes, de esas que hay en todas partes. Y luego están esas otras que trascienden las generaciones, cuentos que van de boca en boca hasta que terminan siendo reales para la gente. De esas historias, en el pueblo, la que más temían todos era la de una mujer de largos cabellos negros que llevaba un viejo vestido sucio y gritaba por sus
13
14
hijos muertos mientras un llanto que nunca acababa ponía la piel fría a quien escuchara. Se decía que entre más lejos se oyera ese sonido era porque más cerca estaba y eso significaba que venía a reclamar el alma de alguien. Yo no lo creía. El pueblo era muy supersticioso y se dejaba engañar por la mente. Pero una noche me quedé hasta tarde en la sala, estaba escuchando un viejo radio, sentado en la mecedora que había sido de mi abuelo. Al rato cuando eran como las dos de la madrugada empecé a escuchar muy quedito como si un niño llorara. Pero no le presté atención porque creí que era algún gato lastimado y no quería levantarme nada más para eso. Pero el ruido seguía. Alguien… estaba llorando y lo hacía muy bajo pero no se detenía. Mientras escuchaba empecé a sentir un frio que me erizaba la piel, fui a la ventana para comprobar que no se hubiese abierto y ahí sí fue cuando me quedé helado. Todo pasó muy rápido, ella iba cruzando la calle y estaba a punto de doblar en la esquina: lo único que se podía ver era su vestido raído y manchado de sangre y barro y sus pies que se arrastraban… y fue cuando miré hacia abajo que confirmé que ella era esa mujer, la mujer que vagaba llorando por sus hijos, sus pies estaban al revés. Me lleve la mano a la frente para persignarme y ella ya se había ido. No me moví. Estuve ahí de pie hasta que alguien llegó corriendo por la calle y se detuvo en mi puerta. Tocaron varias veces, hasta que salí de mi asombro y fui abrir. -Su compadre murió. Le dio un paro cardiaco hace como una hora. Me mandaron a decirle. Me giré hacia la ventana y lo supe: la mujer venía de reclamar el alma de mi amigo. Había recuperado a uno de sus hijos
15
16
La muñeca
17
A
quel día estaba lloviendo. En los pueblos cuando la brisa azota las ventanas se puede escuchar durante mucho tiempo el eco que deja detrás, la casa donde vivíamos tenía una sala enorme por donde pasaba el viento haciendo remolinos y donde siempre había cosas que en otra casa debían estar en otro lugar. Una jarra de la cocina que se había convertido en florero, distintas clases de adornos reciclados de latas y botellas, cascaras de naranjas convertidas en aromatizantes naturales que se colocaban aquí y allá. Mamá siempre fue buena con las manualidades. Y a nosotras nos encantaba. Un día mí hermana decidió hacer lo propio y contribuir para los adornos improvisados y trajo una muñeca que había dicho encontró en la parte de atrás de la casa, parecía estar en buen estado, pero era una muñeca fea. La odié desde el momento que la vi. Tenía la sensación de había algo mal con ella, pero nadie más en la familia pensaba de ese modo y tuve que aceptarla. Recuerdo que el día que ocurrió había llevado a mi primer novio a casa para presentarlo con mis padres, bien, era una época en la que todavía se hacía eso. En los pueblos esa era la costumbre.
18
19
Nos sentamos en un viejo sofá que estaba en la sala, nos hubiese gustado estar afuera, pero llovía a cantaros y resultaba imposible, a menos que uno quisiera ganar un resfriado. No habíamos estado hablando mucho tiempo cuando lo escuchamos: alguien nos llamaba. Al principio pensamos que solo era el viento que nos estaba confundiendo, pero el sonido era incesante. Parecía subir el volumen hasta que solo escuchamos aquello y solo cuando estaba lo suficientemente fuerte pudimos distinguir el ruido: eran voces, que se mezclaban unas con otras hasta ser insoportables. Solo por instinto nos tomamos de las manos esperando que todo pasara lo más rápido posible… y sí, todo el sonido se apagó, estábamos asustados e intranquilos y nada nos preparó para lo que ocurrió después. Sobre el hombro de él había una mano negra que lo agarraba. Pero detrás de él no había nada. Jamás supimos que fue aquello. Solo que él sintió lo que pasó y yo… lo vi.
20
21
El juego.
22
M
ucho después de que ocurriera alguien le dijo: <<Una bruja, una bruja lo hizo>> Pero esa noche ella no tenía ninguna clase de conocimiento de ese tipo, nadie le había dado una advertencia. Tenía cosas reales de las que preocuparse: Acababa de tener un bebe y vivía en la casa de su mamá, que aquel día estaba en el pueblo de junto haciendo unos recados y no regresaría hasta pasada la medianoche, así que porque iba a molestarse con cuentos y viejas historias. Se acostó junto a su bebe de dos meses y cayó profundamente en la inconciencia. Ella no sabe con seguridad que la despertó, tal vez aquel viejo dicho de “las madres siempre saben” tenía razón, porque en medio de la angustia de despertarse de un sueño intranquilo buscó a su bebe y no lo encontró. No tardo más que ver la cama vacía a su lado para desesperarse y que las lágrimas empezaran a rodar por su rostro, se levantó de un salto con el corazón palpitando en sus oídos y fue en busca de su hijo. Revisó cada hueco, espacio y rincón que encontró, pero él no estaba. Su visión estaba nublada por las lágrimas acumuladas en el borde de sus ojos y cuando estaba a punto de salir dispuesta a buscarlo fuera y gritar pidiendo ayuda lo encontró.
23
En la sala. Donde ya había buscado antes. Estaba justo en la mitad de la sala, donde no había ni por asomo la cantidad de muebles como para no haberlo visto. El bebe estaba dormido y cuando lo levantó del piso su cuerpo estaba frío y su pequeño corazón retumbaba sin cesar en su pecho. Alguien dijo: << una bruja. Una bruja lo hizo. Les gusta tomar a los bebes y jugar con las mamás. Quieren que uno los busque… pero corriste con suerte. Porque a veces se los llevan y ya está. >>
24
25
El paĂąuelo rojo.
26
E
n casa todos dormíamos juntos. Al ser solo mamá, mi hermana y yo no necesitábamos mucho más, nos hacía sentir seguras, de todos modos, el sentir que estábamos acompañadas en la oscuridad. Siempre había sido así o al menos desde que tenía memoria. La noche en que todo ocurrió nos habíamos acostado como de costumbre, conmigo en la orilla de la cama y mi hermana justo a mi lado. Mamá dormía en la otra cama que estaba acomodada de tal forma que todas pudiésemos vernos. Casi todas las noches acompañaba a mamá cuando quería ir al baño, era una costumbre que habíamos adquirido y nos gustaba, a veces no volvíamos a la cama sino después de hablar y robar algún pasaboca nocturno. Así que no fue extraño para mí escuchar pasos en la habitación, sabía que en algún momento tocaría mi hombro y yo tendría que levantarme. Lo desconcertante fue cuando nada pasó. Después de un rato me preocupó que mamá no me hubiese llamada ya y abrí los ojos solo para ver la peor cosa que jamás he visto:
27
28
Había un hombre en el cuarto, una figura escondida en las sombras pero que de todos modos podía distinguir, caminó hasta llegar a la cama donde mamá dormía, lo vi mientras se arrodillaba a su lado y alargaba una mano hacia ella. Tenía tanto miedo que solo pude ver lo que ocurría sin hacer nada, mi cuerpo estaba pegado al colchón y sentía mis huesos congelados, pero cuando aquella cosa agarró la cabeza de mamá el miedo se convirtió en un motor y grité. El hombre giró a verme con sus ojos llenos de odio, vestía con una ropa rasgada y llena de huecos y un sombrero que estaba en las mismas condiciones, fue lo único que vi antes de que me lanzara un trapo a la cara y me cegara la oscuridad. Grité tanto que mi garganta se quebró, lo siguiente que supe fue que mamá me había dado una fuerte bofetada para obligarme a salir de mi estupor. Conté lo ocurrido entre temblores y lágrimas, mientras mamá y mi hermana revisaban cada puerta y ventana de la casa. Pero todo estaba como debía ser, no había nada fuera de lo normal. Al menos hasta que regresamos a la habitación y ahí… tirado en el suelo estaba: Un pañuelo rojo.
29
30