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¿Libertad de expresión? A 102 años de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos

Por Christian Vega Galván*

Una perspectiva del concepto de libertad en el área de la comunicación.

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El pasado martes 5 de febrero se conmemoraron 102 años de la promulgación de la Constitución Mexicana, columna vertebral para dar orden institucional al México revolucionario, aquel México que en 1903 nos dio expresiones como la de “El Hijo del Ahuizote” al manifestar que la Constitución había muerto, en alusión a la Constitución de 1857; más avanzados los tiempos, escuchamos a un Gustavo A. Madero decir: “la prensa muerde la mano de quien le ha quitado el bozal”, en referencia a las críticas que recibió la gestión de su hermano Francisco I. Madero como presidente de la República. Lo anterior, es un ápice de la vida de nuestro país y la situación del periodismo a principios del siglo XX.

Para 1917 la nación debía tener un cauce institucional, un proyecto, un pacto social que diera fin a la vorágine de violencia en busca del poder, en especial a la búsqueda de la silla presidencial. Como parte de ese proyecto, se redactó el artículo 6º del texto constitucional publicado aquel lunes 5 de febrero de 1917, el cual expresaba a la letra:

“Art. 6o.- La manifestación de las ideas no serán objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque la moral, los derechos de tercero (sic), provoque algún delito, o perturbe el orden público”.

Reconocimiento formal, jurídico e institucional de garantías para la formación de la prensa mexicana, de este modo comienza la evolución del periodismo hasta nuestros días, con algunos episodios como el que en 1966 protagonizó El Diario de México al publicar dos fotos con los pies de páginas invertidos: en la primera una foto del presidente Gustavo Díaz Ordaz reunido con empresarios, y el siguiente pie de página “Se enriquece el zoológico. En la presente gráfica aparecen algunos de los nuevos ejemplares adquiridos por las autoridades para divertimento de los capitalinos” (Serna, 2012), siendo esta edición una de las últimas al salir de circulación días después.

O como ejemplo de adaptación el periódico El Universal fundado en 1916 y que continúa hasta nuestros días.

Ilustración: L.D. Rodolfo Cota Martínez.

El texto vigente del artículo 6º de nuestra carta magna se ha enriquecido de tal manera que hoy lo componen dos apartados y una serie de fracciones, donde se incluyen conceptos como la vida privada, el acceso a la información, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como lo es el Internet, las radiodifusoras y las telecomunicaciones; veamos el segundo párrafo del multicitado artículo:

Art. 6o.-... “Toda persona tiene derecho al libre acceso a información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión…”

Es aquí donde debemos cuestionarnos: ¿hasta dónde debe llegar la libertad de expresión? ¿Deben los periodistas y responsables de medios de comunicación limitar su contenido y publicación? ¿Qué es la vida privada? ¿Qué es la libertad? Y ¿Quién debe ejercerla?

Los medios de comunicación se localizan en la esfera de la iniciativa privada, es decir, su función preponderante es maximizar la ganancia económica, ya sea a través de la calidad de sus contenidos, la venta de espacios publicitarios, veracidad o la velocidad con la que brinde la información a sus lectores.

En la vertiente de la velocidad con la que se brinda la información, las TIC han revolucionado la lógica de consumo de información, mientras que antes debíamos esperar a la edición matutina de un periódico para conocer las noticias, o esperar las ediciones vespertinas que eran el extra de los acontecimientos. Dichas características daban una directriz de trabajo a los periodistas, quienes contaban con un horario regular y establecido para el cierre de una edición.

Hoy el periodismo es dinámico, un blog, un sitio web, las redes sociales, son las herramientas que permiten casi a cualquier persona ‘incursionar’ en el periodismo, esto sin mencionar a los referentes de las plataformas de video o las transmisiones en vivo; hoy un teléfono celular puede convertirse en la ventana al mundo y al periodismo.

Ilustración: L.D. Rodolfo Cota Martínez.

Pero ¿dónde queda el ejercicio de libertad del lector? El lector es libre de seleccionar el medio o insumo que cumpla con sus gustos, necesidades, disponibilidad de tiempo, etcétera.

Es aquí donde la libertad de expresión ha tomado un giro inesperado, ya que al adentrarnos en las redes sociales nos encontramos propensos a leer las famosas fake news o dicho en nuestro idioma: ‘una paparrucha’ (1. f. coloq. Noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo. Diccionario de la Real Academia Española). ¿Son los medios quienes deben adaptarse al lector? ¿Son los lectores quienes deben adaptarse a los medios?

La conclusión, estimado lector, es que las respuestas a las interrogantes aquí planteadas las encontrará usted mismo en su medio ambiente, su cultura y sus tradiciones. En sus manos está dictar las pautas para el periodismo actual, un periodismo fidedigno, de investigación, con contenido, con la lógica de informar, de entretener y exacerbar el sublime deleite de la lectura.

No un periodismo sin hechos ni fundamentos, sobajado a un instrumento para la lucha de fuerzas que convergen en la arena del poder público. En las manos de quien hoy concluye esta breve lectura están los designios de lo que será el cuarto poder en México. No desaproveche tan valiosa oportunidad.

*El autor es politólogo por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), y Maestro en Políticas Públicas Comparadas por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) México.

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