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Inclusión e integración educativa en México

Inclusión e integración educativa en México: características y diferencias en la práctica docente

Por Lic. Carlos Enrique Arvizu Monreal*

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A través de la historia de la humanidad, el descubrimiento y estudio de las capacidades del ser humano ha representado uno de los enigmas más envolventes para la civilización, ya que en la medida que nos hemos hecho conscientes de que el ser humano es mucho más de lo que vemos en su exterior, ha incrementado la necesidad de explorar qué se encontraba dentro de él; la curiosidad por descubrir qué accionaba esa masa humana que se comporta, comunica y desarrolla de cierta manera, es decir, que evoluciona, se ha convertido en el objeto de estudio de lo que poco a poco se ha consolidado como el área de las ciencias, en la cual, sin duda, se encuentran las ciencias de la educación, situación que nos lleva a analizarla como un fenómeno evolutivo a lo largo de la historia de la vida en sociedad.

Desde el momento en que el humano descubriera que dentro de todo lo que conforma a su especie se encontraba el órgano responsable de darle sentido al accionar del cuerpo, ese momento en que el cerebro se volviera un fenómeno de estudio, también lo fueron sus procesos, y con ellos, por supuesto que lo sería el aprendizaje. Habiendo descubierto entonces que somos capaces de llevar a cabo diversos procesos bajo circunstancias particulares, en aquel momento el afán por identificar cómo hacemos posible aprender, fue ahí cuando la humanidad debió plantearse por primera vez lo que tendría que hacer para lograr el aprendizaje de un individuo.

Ilustración: L.D. Rodolfo Cota Martínez.

Desde ese instante comenzaron a buscarse respuestas, estrategias y argumentos que sustentaran los métodos para alcanzar lo que a partir de entonces y hasta la fecha se convertiría en algo así como el ‘santo grial’ del desarrollo de la sociedad.

Este antecedente nos permite darle cabida a la perspectiva de que el aprendizaje ha sido un acontecimiento de relevancia social desde hace mucho más tiempo del que se ha creído o aceptado, por lo tanto, la participación de la sociedad de manera consciente o inconsciente en él no debiera significar un tema de debate reciente, ni mucho menos un planteamiento de un novedoso modelo educativo, sino una responsabilidad que habría de asumirse como un factor de desarrollo social, siendo entonces una circunstancia implícita en el mejoramiento de la colectividad. Respecto al tema de la participación social en el proceso de inclusión educativa Casanova refería “en una sociedad democrática la educación escolar o es inclusiva, o no es educación” (2007).

Se podría decir que la vida civil poco a poco ha requerido establecer la formalización de normas de convivencia, de derechos humanos y la creación de un sistema educativo para la promoción y desarrollo del aprendizaje, y estas decisiones comunitarias surgen sólo del conocimiento de las características y necesidades propias del ser humano, de su diversidad y de su naturaleza de cambio. Cuando la sociedad ha decidido estructurar, formalizar e institucionalizar procesos inherentes al ser humano, como el aprendizaje, con ello ha decidido también delimitar los métodos, las condiciones, los espacios, los contenidos y los objetivos de la educación. Podría decirse entonces, que ha corrido un riesgo muy grande desde el momento en que se decidiera enmarcar un proceso tan libre como la existencia misma del ser. Este fenómeno es algo tan amplio y diverso, que cuando se ha decidido definirlo se ha cometido el primer error para el éxito del aprendizaje y de la educación.

Es con base en estas ideas, que será inminente para el sistema educativo actual verse en la constante necesidad de

evolucionar y alcanzar una educación que permita ser libre y diversa como lo fuera en los más arcaicos inicios del aprendizaje, cuando éste fuera natural y no condicional, de lo contrario, de continuar con las propuestas fundamentadas en el ensayo y error en materia educativa, no serán un efecto que obligue a continuar en la búsqueda de la mejora, sino una causa ampliamente conocida.

Con vista en las necesidades pedagógicas que se han ido gestando derivadas de la evolución del sistema educativo, han llegado al campo de trabajo y de análisis de los profesionales de la educación los modelos basados en la integración e inclusión educativa, respectivamente, los cuales, sin duda alguna tienen como uno de sus objetivos fundamentales alcanzar el mejoramiento de la educación para todos.

Hablar de integración e inclusión educativa por supuesto que permitirá observar afinidades y objetivos compartidos, sin embargo, sustentando la idea de que la educación evoluciona, que busca la mejora constante y el desarrollo integral de sus participantes, habrá de comprenderse entonces que la integración al anteceder a la inclusión, por mera lógica progresiva será más endeble que esta última y quedará en desventaja al establecer un balance entre ellas, y es este comparativo en el que podrán identificarse sus discrepancias más significativas, dando lugar a la entrada del modelo inclusivo sobre el integrador a pesar de la filosofía educacional que ambas comparten.

“El profesional que se sintiera motivado por contribuir al crecimiento integral de la sociedad, ahora tiene una responsabilidad especial en el éxito de un modelo educativo”

Como se mencionara anteriormente, existen importantes similitudes entre ambos modelos, lo cual, incluso para algunos especialistas ha resultado complicado lograr resaltar sus diferencias más relevantes, ya que, si bien estos modelos toman particular consideración a las personas con necesidades educativas especiales, con o sin discapacidad, así como a los alumnos con aptitudes sobresalientes, o cualquier otra población que se encuentre en vulnerabilidad o riesgo de estarlo, el éxito de ellas presenta estándares diferentes, pudiendo establecerse en el modelo integrador como el éxito del mismo basado en los aprendizajes del alumno en condición vulnerable, pues en él se verán reflejados los aprendizajes que una escuela integradora pueda ofrecerle. No obstante, en el caso del modelo inclusivo, este habrá de sustentar su éxito en los aprendizajes desarrollados en la población vulnerable y en el resto de los participantes del proceso educativo, es decir, no será la única prioridad lo que ese alumno sea capaz de aprender, si no los aprendizajes y experiencias que dejará en el resto de las personas que lo acompañan en este camino, partiendo del simple precepto del respeto a la diversidad social. Podría ser esta variación entre los modelos, sólo una de las tantas que alcanzarían a encontrarse en medio de ellas, sin embargo tiene un peso significativamente importante en su forma de concebir la educación, pues esta última manera de percibir, analizar e implementar la educación no está haciendo otra cosa más que despertar el sentido de humanidad entre la sociedad, la cual, en conjunto con un sistema educativo han favorecido el deterioro y ofuscación de estas normas tan básicas de convivencia, como lo es ver, sentir y vivir a los otros, como personas, no como iguales o diferentes, no como mejores o peores, no como capaces o incapaces, no como compatibles o incompatibles, sino como seres humanos, y es ahí, en esa precisa y compleja diferencia sobre la cual emerge victorioso el modelo inclusivo sobre el modelo integrador, en términos de desarrollo y beneficio social.

Sin duda alguna, la concepción distinta de la educación basada en el modelo de mayor tendencia en el sistema educativo actual, implicará un funcionamiento y participación distinta para lograr con éxito los objetivos planteados por el mismo, ya que si se pretenden alcanzar resultados disímiles, deberán entonces modificarse los procedimientos para alcanzarlo. Es cierto que algunos de ellos implican movimientos y estrategias ambiciosas que podrían sacudir los fundamentos de la educación en todos los niveles, ya que son muchos los paradigmas, ideologías y prejuicios basados en las experiencias y aprendizajes previos que requerirán desaprenderse y reaprenderse en las familias, docentes, directivos, administrativos, equipo institucional, sistema educativo, y por último en la comunidad en general, debido a que este modelo está diseñado para el accionar comunitario. De tal forma, si alguno o algunos de los participantes no toman el rol que les corresponde, será responsabilidad del resto informar, motivar, ayudar y modelar la manera correcta y exitosa de participar en un modo de convivencia y respeto a la naturaleza diversa, plenamente inclusivo.

Para Tenti (1988) el magisterio no se define como una profesión, sino como una misión o sacerdocio, siendo entonces la actitud de servicio o vocación el principal referente del triunfo en la educación. En referencia a la responsabilidad del profesorado en los alcances de una educación inclusiva, se puede decir que el docente es el creador de una educación excluyente a través de sus formas de pensar y sentir, y está precisamente en ello, en trabajar con la mente y corazones de los promotores de la educación donde radica el baluarte de la educación incluyente. Para ello, hay que considerar la resistencias cognitivas y emocionales del profesorado (Echeita et al 2013, p.5).

Ilustración: L.D. Rodolfo Cota Martínez.

Ciertamente, aunque los roles que todos los participantes jugarán significan una responsabilidad compartida, inevitablemente en este momento la formalidad del proceso educativo deposita una carga especial sobre los hombros del docente, de aquel profesional que antes de serlo fuera un ser humano interesado en la educación, en el aprendizaje, en el desarrollo de la humanidad y en la mejora de otros seres humanos. Este profesional que algún día se sintiera motivado por hacer una diferencia en el mundo, por contribuir de alguna manera al crecimiento integral de la sociedad y que ahora tiene una responsabilidad especial en el éxito de un modelo educativo y en el alcance de nuevos aprendizajes en sus alumnos. Si llegara a cuestionarse las razones por las que debe adecuar la pedagogía y sus paradigmas de enseñanza-aprendizaje, sólo debe preguntarse y responderse las razones que lo han llevado al ejercicio de dicha profesión; solamente será necesario adentrarse en espacios de la vocación y ética profesional para reconocer que su función y esfuerzo en esta nueva forma de educar, no será mayor o menor que antes, simplemente será diferente, y su responsabilidad siempre será la de ofrecer lo que sus alumnos necesiten para alcanzar y promover una vida digna para todos.

En definitiva este modelo necesita del acomodo de muchas de sus piezas, incluso de ser víctima del ensayo y error una vez más, sin embargo no habrá de esperarse que el mundo de la educación y de la convivencia esté listo para intervenir y apoyar de la manera correcta las necesidades de una población vulnerable y diversa, sino enseñarle a estarlo, y asumir la responsabilidad colectiva desde el papel que a cada uno le corresponda desempeñar para que aquellos vulnerables de la ignorancia del respecto a la diversidad encuentren una manera efectiva de participar en este movimiento social presentado como modelo educativo.

*Psicoterapeuta infantil.

Bibliografía Echeita, Simón, López y Urbina, 2013, Educación inclusiva, sistemas de referencias, coordenadas y vórtices de un proceso dilemático. En Verdugo, Alonso Y Shalock (Ed), Discapacidad e inclusión. Manual para la docencia. (pp. 1-38). Salamanca, España, Amaru. Esteinou, 2012. Ética y educación, estado de México, México, Red tercer milenio. Vitar, 2008, Escuelas que hacen inclusión. En Krichesky (Ed), Adolescentes e inclusión educativa, un derecho en cuestión. (pp.47-52), Buenos Aires, Argentina, Centro de publicaciones educativas y material didáctico. Fundación SES. Ainscow, Mel, 2001, Desarrollo de las escuelas inclusivas, Madrid, España: Narsea, S.A. de ediciones. Aindcow, Mel, 1996, Necesidades educativas en el aula, París, Francia: UNESCO. (pp. 57-72)

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