24/02/2013
nĂşmero 1
Good Wood
Se despertaba cada d铆a con el sol reflejado en su iris, con la calidez del sol acariciando su cuerpo desnudo. Con suavidad, mimo, dulzura, lentitud. Se estiraba como un gatito, con los brazos en alto y el cuerpo e tensi贸n.
Los pájaros se le enredaban en el pelo, buscado cobijo entre la curvatura de su cuello y su hombro. Se quedaban allí y le hacían cosquillas pero ella no se quejaba, simplemente los dejaba acariciarla, sin inmutarse.
Le contaban todos los secretos que habían escuchado durante la noche, todos esos de “me lo ha dicho un pajarito”. Sabía de todo y de nada al mismo tiempo. Noches de pasión, de cariño, de infidelidades, de amor pero a ella todo le sonaba a chino. Bueno, a cualquier cosa que ella desconocía. No estaba segura de que era el chino exactamente. Sabía que era una expresión utilizada por sus pajaritos pero poco más.
Toda su vida se resumía en la palabra bosque. Vida y bosque. No había conocido nada más. Ella, la hija de la naturaleza, con el pelo color amanecer y los ojos color hoja en primavera. No tenía claro cómo podía entender a los pajaritos y no al mundo exterior, simplemente era capaz. Jamás había pesado escapar de allí, no le molestaban ni el frío ni el calor, siempre encontraba alguna cueva donde esconderse, pequeñita y acogedora, agradable y la compañía de algún pequeño animal.
De vez en cuando, se dedicaba a pensar en el amor ¿qué sería eso? Imaginaba que se parecería a lo que ella siente por sus pajarillos, una mezcla entre cosquillas y una sonrisa grande cuando jugaban con ella. Solía pensar en esas cosas cuando de sus picos fuertes pero suaves salían historias de enamorados, de besos y abrazos. Sus amigos los pájaros le habían escenificado lo que era un abrazo y ella había sonreído, parecía agradable pero ninguno de sus compañeros era lo suficientemente grande ¡ninguno conseguía abarcarla y eso que era chiquitina como un hada! Ella se dedicaba a abrazar a los árboles, que aunque solo le devolvían el cariño de vez en cuando con sus ramas a ella le daba igual. Pensaba que pobrecitos ellos, que tampoco tenían a nadie grande que les mimase. Ella sería como los pajaritos cuando la abrazaban a ella ¡pero mejor eso que nada!
Y a las noches, cuando ya estaba extasiada de corretear entre la hierba y los troncos, de perseguir a las mariposas y de bañarse desnuda en el río se tiraba en la suelo almohadillado con helechos, respiraba profundamente y clavaba su mirada en la espesura de las ramas de los árboles, esperando hasta despertarse.
Después, aparecía en la cama blanca de la habitación del mismo color. Suspiraba y añoraba durante unos minutos a sus pajaritos y a sus amigos los animalillos. Se levantaba y daba un paseo, tocando el almohadillado de las paredes. Cuando hacía eso solían venir a traerle el desayuno. Y así fue. Hoy tocaban tostadas y un vaso de zumo, acompañado todo con un frasco con pastillas de diferentes colores.
Fotografías y texto propiedad de: Helsinki Wint. Los pajaritos tienen copyright libre. Puedes comentar en este issue en http://ask.fm/MadameInsurrection ya sea anónimamente o con tu nombre. ¡Os lo pido por favor! No cuesta nada. Es mi primer trabajo de este tipo y me gustaría saber que he hecho bien ,y lo que debería trabajar a fondo. Y, muchas gracias, por supuesto, por haberte pasado por aquí. Puedes encontrarme en: http://www.flickr.com/photos/lamaladelcuentonoestanmala/ http://helsinkiwintisawintergirl.blogspot.com.es/ Twitter: Helsinki Wint