La Biblioteca del cielo

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La Biblioteca del Cielo Henry Padilla Londo単o


En cada destello de luz, en cada color que el ojo percibe, en cada forma tangible o intangible, has dejado un legado, un poquito de ti, por si acaso palpando te pudiéramos encontrar. El árbol en su hermosura, o en su ocaso, mostrando su flor o sus ramas secas, habla de ti, de los tiempos que has dejado en todo. Un tiempo para la belleza y fortaleza, otro para la debilidad; el mismo árbol si logra terminar su tiempo, pasa por el mismo suceso de todos, pero para él es diferente; y en su ocaso el soberbio lo ve y dice: “Árbol despreciable, debería ser cortado” y no ve los años dejados en la tierra de la sabiduría.


Cuando veo todo lo que tú, Rey del cielo, has hecho; como dejaste tu hermosura y sabiduría impresa en tus obras. Es como estar en la biblioteca del cielo; mirar las plantas, el pájaro, el cielo, el agua; mirar la sonrisa en mi amada; la esperanza en el niño; la nieve, el sol, las montañas, los lagos; las estrellas, el viento, el legado de tu amor. Estoy rodeado de tu gran misericordia, y de tu sabiduría; es como estar en medio de un sol de sabiduría y belleza, pero como ciegos e insensibles al calor de este sol, el hombre divaga en su necedad y ceguera. Negando el sol que lo rodea, inventando falsas excusas, a las que llama ciencia, excusas que lo llevan a la muerte.


Mi pecado era como una venda que no me dejaba ver tu gran misericordia, Enviaste a Cristo a quitar esa venda de mis ojos, y todo lo que tengo que hacer es creer en tu Hijo, creer con todo mi coraz贸n en el Autor de la vida. Bienaventurados todos los que no tiene que ver para creer, todos los que reciben el testimonio de Cristo; la vida los inunda, los llena desde adentro; y explota en ellos llevando vida a todo lo que ellos tocan.


Cristo, mi Señor, mi Dios y Salvador, gracias por quitar la venda de mis ojos, por llevarme a ver tu luz; esa maravillosa luz que me rodea, esa verdad con lo que todo lo haz hecho. Gracias, mi vida es testimonio de tu misericordia. He visto el sol con mis ojos, he visto su maravillosa luz; he visto lo que mi Señor me ha mostrado, mucho más hay para ver. Mis ojos no se han cegado; mas han llorado por la sanidad; Rey, he aquí a tu siervo; llévame a servirte todos los días de mi vida. Henry Padilla Londoño


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