El mundo y yo

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El mundo y yo. Recuerdo los días aquellos, cuando me mirabas con tristeza, cuando mi debilidad golpeaba tu rostro y te hacia participe de mi mundo. Este mundo, ese mundo, donde crecí y llore, donde grite, pero también reí, mi mundo, el mundo de los más débiles, el mundo del que se esconde para no ser golpeado, el mundo al que no quería entrar cada mañana, cuando me despertaban. Ese mundo que se burlaba de mí, mirándome por la ventana, haciéndome muecas, sabiendo que inevitablemente tenía que ir a él, y soportar sus diarios abusos, mi diario dolor. Podría estar dolido, podría mirar ese mundo con asco, con rencor. Pero la paz me inunda, la paz llego a mí desde ese día. Crecí sin hablar, con dolor en el alma, llorando en silencio no poder cumplir lo que esperaban de mí, lo que se supone que yo debería hacer. Crecí con sueños rotos, llanto de complejos que creaban en mí, sueños de superhéroes que se desvanecían en cuanto la vida me miraba. Crecí con rabia en el corazón, buscando siempre una razón: ¿Por qué? La respuesta me miraba, se acercaba, parecía que por fin la iba a alcanzar, y de repente se desvanecía entre mis dedos, dejándome más confuso, mas dolido. Recuerdo que me empezaste a mirar con desprecio, ya cuando fui “grande”. Eso decían, porque yo por dentro era un niño atrapado en el tiempo, en una trampa oscura de dolor y vergüenza. ¿Por qué? Aun mi madre perdió su fe en mí, ya no había esperanza, y yo gritaba en mi interior: “Quiero salir de aquí” Pero ese día todo empezó a cambiar, y yo fui el primero en notarlo. Porque en tu mirada volví a ver la vida, un destello, por un momento, lo capte, algo había sucedido. En mi dureza, aun había un ápice de fe, y fue esa fe la que tocaste, cuando me dijiste, “vamos él nos va a ayudar, creo que todo saldrá bien”. Esas palabras no las escuchaba desde la eternidad, había

Henry Padilla Londoño


alguien que aún me amaba, y redescubrí a mi papá, volví a ver un destello de esperanza. -¿Quién papa, Quien nos va a ayudar? -Jesús hijo, él es el único que nos puede ayudar, el único que puede sacar lo malo de mi corazón, y … Y no pudiste decir más, por primera vez te vi llorar. Mama se reía, creo que se burlaba, no pensaba que era en serio, ella también había caído en el pozo de soledad y la indiferencia. Pero quedo como de una pieza, cuando le dijiste: -Vamos Clara, ya nada podemos hacer, solo Jesús puede hacer algo por nosotros, vamos juntos a buscarlo y a pedirle su ayuda. Fue el día de mi sol, el día que nació la luz en mi vida, y desde ese día todo ha ido mejor, y yo conocí a Jesús, mi Señor, y aprendí a amar y ser amado, y antes de yo pensarlo la oscuridad se fue de nuestro hogar. Recuerdo, ese mi mundo, que mundo. Gracias papa, por atreverte a creer en Cristo, descansa en paz, ahora que te vas, al cielo junto a Jesús, yo he recibido la vida, he aprendido a vivir, a perdonar, a amar. Ve y encuéntrate con mamá, que te espera en las puertas del cielo, donde Jesús compro una linda casa para nosotros. Allá esta nuestra tierra, ve y dile a él que lo amo, que lo anhelo. Henry Padilla Londoño Esta historia es ficticia, pero ha golpeado mi corazón con fuerza y la dedico a todo aquel que sufre en silencio, esperando una ayuda, una salida de esa situación. La salida, la verdadera salida es Jesús, el Señor. Él puede transformar tu vida y la vida de toda tu familia, y llevarte a ser verdaderamente libre, amado, respetado. Dejate amar por Jesús, y encontraras descanso para tu vida.

Henry Padilla Londoño


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