El vuelo de la inspiracion

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El vuelo de la inspiraci贸n. Henry Padilla Londo帽o


El sonido de la música llena cada rincón, mientras te busco entre las notas, entre los pensamientos desordenados que atisban la inspiración. Me quiero escapar, alejarme de esta realidad, irme entre las palabras, pensamientos, imágenes reales o creadas que empiezan fluir en mi interior. Cabalgo entre el silencio y el bullicio, buscando la salida. Y me alejo, paso por lugares solos y desiertos, por lugares llenos de trampas en la observación, hasta que logré salir a la luz. Y volé, me alejé agitando las alas de mi pensamiento, escuchando el susurro de una canción. El viento de la inspiración golpea mi rostro, y me agarro de una pequeña luz que quiere pasar desapercibida.


¿Por qué quieres escapar? Me preguntó la luz, ¿de quién escapas? He volado entre los hermosos colores de la inspiración, mi corazón se ha embriagado con los pensamientos del amor, creo que soy un adicto de la inspiración. Y escapo de mi aburrimiento, que quiere llenar los espacios de mi fracaso. La luz empezó a rodear mi pensamiento, dejando una estela de estrellas, hasta que todo era luz a mi alrededor. Mira, dime que ves: veo hermosos colores, luces en el tiempo que invitan al pensamiento a volar. Luego me tomo de la mano, y me llevo a una ciudad pobre, nos acercamos a un niño que estaba sentado en la acera, mirando al suelo, llorando. ¿Qué ves ahora? Me pregunto la luz. Veo un niño que llora, solo, en medio de la multitud. Entonces me avergoncé del egoísmo de mi inspiración. Mis ojos empezaron a ver el lugar. Era feo y sucio, lleno de desperdicios, de gente que yacía sin esperanza.


Dije susurrando: Dios te ama, y cuál fue mi sorpresa al percibir que el niño me escuchaba. ¿Si me ama por qué no me ayuda? Grito el niño desesperado. Ven, te mostraré algo, le dije y lo tome de la mano. Descendimos por las tinieblas, por los sitios que no se atreve el pensamiento a pisar, bajamos a sitios donde la única luz era la que brotaba de nuestro corazón. Llegamos a una cueva, húmeda y mal oliente, llena de estiércol, volamos entre las paredes, evitando tocar y ser tocados. Mira, le dije señalando, un sitio en la pared, donde solo oscuridad y estiércol había. De allí me saco el Señor a mí. Hasta aquí descendió y me limpio y me saco a su maravillosa luz. Y mírame ahora volando entre la verdad y el amor, no por mí, porque yo de allí fui arrancado.


La mirada incrédula del niño, se llenó de lágrimas, al entender que todos calificamos para ser salvos ante el Señor. Si saco a uno de entre el estiércol, como no me sacara a mí, pensó el niño. Y allí en medio de la oscuridad y la fealdad, el niño oró al Señor, pidiendo perdón. Entonces fui arrancado de su lado, como por un torbellino. Ven, te mostraré lo que la inspiración, cuando es guiada por el Señor puede hacer. Y me llevo a un sitio donde un hombre hablaba a los miles, y todos los escuchaban, les hablaba del Señor, y de la verdad, les mostraba la luz de la Salvación. Me acerque a aquel hombre, fascinado por sus palabras, y cuando estaba cerca él me miro. Era el niño, que ahora llevaba la palabra del Señor.


“Porque no hay oscuridad”, dijo el hombre, “no existe sitio por oscuro y mal oliente que la cruz no lo alcance. Yo lo sé, lo sé porque el que a mí me hablo de Cristo, de allí fue tomado.” Entonces fui otra vez arrebatado, y volamos, volamos en las alas de la inspiración. Mis palabras, mis versos, que sean versos a la vida, versos al Señor. Y cuando dije esto mi corazón se llenó de gozo, ya no había aburrimiento, ya no había engaño, Jesús brillaba en mi interior. Henry Padilla Londoño


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