ÍNDICE
La revista y la generación de Orígenes 1.1. Orígenes en su contexto cubano................................ 7 1.2. Los Orígenes de Orígenes.......................................... 25 1.3. El debate generacional.............................................. 39 Capítulo 2. Orígenes y el Modernismo 2.1. El Modernismo martiano en Orígenes....................... 55 2.2. Enfrentamiento de Modernismos y Modernidades... 89 2.3. La “pobreza irradiante” frente al “sueño americano”.. 130 Capítulo 3. Poética origenista................................................. 153 3.1. Postura ético-estética de Orígenes.............................. 153 3.2. Poesía como conocimiento y salvaguarda.................. 174 3.3. Lo cubano y la teleología insular............................... 199 Capítulo 4. Trascendencia de Orígenes 4.1. Origenismo a debate................................................. 239 4.2. Reacciones anti-origenistas....................................... 248 4.1 Rescate, superación y continuidad de Orígenes........... 297 Bibilografía............................................................................. 319
Creo que en Cuba ha habido una sola generación que haya sido creadora, que es la de José Martí. Después de Martí, los que seguimos trabajando en la cultura buscamos una posibilidad en el porvenir […] Y más de una vez afirmé que Orígenes no era una generación, sino un estado poético que podía abarcar varias generaciones. En la vuelta a los Orígenes encontrará Orígenes nuevos. Orígenes es algo más que una generación literaria o artística, es un estado organizado frente al tiempo… Será siempre, o intentará serlo en forma que por lo menos sus deseos sean a la postre sus realizaciones, un estado de concurrencia […] José Lezama Lima, en “Interrogando a José Lezama Lima”. Queremos situarnos cerca de aquellas fuerzas de creación, de todo fuerte nacimiento, donde hay que buscar la pureza o la impureza, la cualidad o descalificación de todo arte. Toda obra ofrecida dentro del tipo humanista de cultura, o es una creación en la que el hombre muestra su tensión, su fiebre, sus momentos más vigilados y valiosos, o es por el contrario, una manifestación banal de decorativa simpleza. Nos interesan fundamentalmente aquellos momentos de creación en los que el germen se convierte en criatura y lo desconocido va siendo poseído en la medida en que esto es posible y en que no engendra una desdichada arrogancia. Orígenes, No. 1, 1944.
La revista y la generación de Orígenes
1.1. Orígenes en su contexto cubano Como defendería José Martí, el Apóstol de la Poesía —sinónimo aquí de Utopía—, la tradición cubana es latina y bifurca el mundo viejo en un universo nuevo de savia virgen y prometedoras fructificaciones. Cuando Manuel Zequeira (1764-1846) y Manuel Justo Ruvalcaba (1769-1905) señalaban la distinción entre los frutos cubanos sobre los europeos, estaban advirtiendo que el árbol cultural del que se reconocían hijos había parido un impetuoso retoño. Por eso, en su libro Poetas Cubanos del siglo XIX, Cintio Vitier afirma que Zequeira fue en la poesía de la isla un “poeta embrión”, cuya obra se sitúa “en el principio no cronológico sino simbólico, en ese ámbito pre-natal y caótico”.1 José María Heredia (1803-1839), Poeta Nacional de Cuba gracias a la metaforización de la patria y la conversión de símbolos de la lírica en atributos de la Nación, traduce al idioma el reclamo de independencia que la cultura americana abortó durante siglos de conquista y colonización. Vitier dice que en su caso: “La conciencia de la injusticia, despierta en medio de la naturaleza paradisiaca. Esa conciencia es la que en realidad lo expulsa de la isla para sentirla, en el dolor nostálgico, con más nitidez que nunca”.2 Heredia, el desterrado, escribe “la primera declaración de independencia de nuestra poesía” gracias a su “inspiración original, arrancada de cuajo de su propio pecho solar”. Él no copia modelos foráneos sino que llega al Cintio Vitier, Poetas cubanos del siglo XIX, La Habana, Ed. Unión, Col. Cuadernos de la Revista Unión, 1969, p. 5. 2 Ibídem, p. 10. 1
romanticismo por su propia angustia, por el “ardor de sus entrañas”, de ahí que para Martí fuera el Bolívar de la poesía hispanoamericana y definió “lo herédico” como aquel modo suyo “de disponer como una batalla la oda”.3 Es Heredia quien redescubre las nominaciones que Colón balbució, Heredia quien enseña la esencia romántica de la realidad nuestra a una generación de hombres ilustrados en la eticidad de la poesía. “La palma, el ciclón, el sol, el caballo —plantea Vitier—, salieron de su palabra, más allá de los altibajos literarios, alzados a reino de categorías poéticas nacionales.” Porque él fue un “fijador de esencias”, que superó “el caos” y resolvió “la nebulosa en sistema solar” dando nacimiento a la literatura de la isla.4 Para Lezama será en la obra de Heredia “la primera vez que un cubano se universaliza” y va “más allá de sus fronteras”.5 Hijo de su auténtica rebelión, José Martí quiere para Hispanoamérica la Modernidad que en Europa y EE.UU. se debatía. Hecha hacia la luz la fértil larva de los tiempos por venir. Según plantea Cintio Vitier, en su libro Poetas cubanos del siglo XIX, durante los años iniciales de la revolución nacionalista que encabezó Fidel Castro (1926-) y triunfó en Cuba en 1959, será Martí “el primer poeta de América” por su carácter de “creador y vaticinador”: “Creador en el único sentido en que puede serlo el hombre: transmutador de la realidad. Vaticinador en cuanto visionario. Creador de una revolución inmediata, inaplazable ya para su patria, y vaticinador de una revolución universal que es la nueva totalidad de que hablamos, la que ahora empezamos a vislumbrar”.6 Ibídem, p. 11. Ibídem, p. 12 5 José Lezama Lima, Fascinación de la memoria. Textos inéditos de José Lezama Lima, La Habana-Madrid, Ed. Letras Cubanas, 1993, p. 93. 6 Cintio Vitier, Poetas cubanos del siglo XIX, La Habana, Ed. Unión, Col. Cuadernos de la Revista Unión, 1969, p. 55. 3 4
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Martí representó para los origenistas la oposición al “imposible” de la historia de Cuba, marcada por el hierro del coloniaje, su enfrentamiento y superación germinante desde la poesía y la acción. No resulta casual que la Generación del Centenario (1953) le atribuya el carácter de “autor intelectual” del asalto al Cuartel Moncada, que reinicia la lucha por la independencia. Caído en combate en la manigua cubana, reverdece en los ideales de justicia social del proyecto en que los origenistas descubren la culminación de un proceso histórico con trasfondo poético, el de la historia de Cuba por alcanzar la igualdad, la justicia, la independencia y la Modernidad, que pasan de ser “utopías” a “topías” en la consecución de los actos cotidianos. Desde el punto de vista ideológico, el arte modernista mantiene su vigencia a lo largo del pasado siglo XX; y en lo formal la poesía hispanoamericana logra flor y fruto con que deslumbrar al tronco viejo, que reverdece ante la maravilla de unos galeones retornantes.7 El Modernismo prometeico, esgrimido por Martí en su dualidad significante, en su unidad de contenidos y formas que pretenden expresar y cambiar el universo, yerra a través de la Mar Océana desde América hasta topar puerto en Europa y completa en retrocarga el proceso de colonización, conquista y descubrimiento iniciado por Colón. Actitudes diversas, estéticas coordinantes, se entrelazan en el vitral colorido pero férreamente hilvanado en plomo. Dos posturas básicas sintetizan la búsqueda de la Modernidad, “el arte como escala de Jacob de la tierra a la sobreviva”, entregado a la “redención humana”8 y el arte como alternativa vital. Parte de la renovación iniciada en la época —ya que no estética pasajera— del Modernismo, será la obra de Julián del Casal. Su lírica cuidada, su gusto refinado en medio del lodo corruptor de conciencias, su rechazo al contexto Al respecto, puede consultarse mi libro Entre Prometeo y Narciso. El Siglo Modernista (1880-1980). 8 Ibídem, p. 54. 7
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de pobreza espiritual y social de la Cuba que le tocó sufrir, hacen de él un símbolo de resistencia a la circunstancia desde la poesía. Casal publica en un momento en que su patria dejaba atrás una aparentemente inútil guerra de diez años, que termina con el Pacto del Zanjón (1878) y parece que cierra el capítulo de las esperanzas independentistas de los cubanos. La impotencia y la frustración no asoman en sus versos sino el desdén, la evasión. En un medio minado por la fatalidad, observa Cintio, Casal “se aferrará al Arte como tabla de salvación efímera en el naufragio de todo”.9 La poesía le permite construir una realidad alternativa, enfrentarse al contexto desde su desdén “al amargo fruto envenenado”10 responde al ninguneo de los señores del dinero. Para el autor de Nieve, la vida “pesa sobre el espíritu cansado” y “el hastío, con rostro enmascarado” sale al paso del “alma grande, solitaria y pura / que la mezquina realidad desdeña” y solo en el Arte halla “dichas ignoradas, / como el alción, en fría noche oscura, / asilo busca en la musgosa peña / que inunda el mar azul de olas plateadas”.11 Darío lo definió a su muerte como “el primer espíritu artístico de Cuba”. Y fue Casal, en efecto, el primero que se amuralló en la poesía para reconstruir el universo circundante y otorgarle un sentido. Su Habana transformada desde la visión poética, como afirma Vitier, “la vivirán también, de diferente modo, René López, y Rubén Martínez Villena, y José Zacarías Tallet”,12 autores que responden a sus épocas desde una lírica que sirve de alternativa y otorga otra dimensión a la historia de la patria, ante el fracaso de sus ideales de Modernidad y progreso; una historia nacional aparentemente plegada a los intereses de la sociedad corrupta y de gobernantes despectivos e inmorales. Ibídem, p. 47. Julián del Casal, “El Arte”, en Cintio Vitier, Poetas cubanos del siglo XIX, ob.cit., p. 48. 11 Ibídem. 12 Cintio Vitier, Poetas cubanos del siglo XIX, ob.cit., p. 49. 9
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Las literaturas americanas logran su independencia antes que las repúblicas americanas y gracias al Modernismo cuaja en el tiempo la todavía difusa realidad económica y social de América. La cultura, con la literatura como una de sus expresiones cimeras, edifica la Utopía de la Modernidad en nuestras tierras subdesarrolladas, y es capaz de dialogar sin enmascaramientos con la cultura que le dio origen y con otras, disueltas oscuramente en su sangre nueva. Pasados los nuevos calcos, el afán esnobista y la copia, en lo anchuroso de las continuidades, volvió la Poesía a su vital mayúscula, tambaleante bajo el peso de las renovaciones anodinas que intentaban sembrar retoños en las viejas raíces. Luego de la innatural rebelión de las vanguardias, calmas las marejadas que amenazaban arrasar el azul de las costas, quedó sedimentado y fértil el estero de las confluencias. Vuelta a los comienzos en su presente, Orígenes tuvo el mérito simbólico de continuar la obra silenciosa que dejaron inconclusa los paridores de islas, los fraguadores de estrellas y los poetas polares de la Luz y el Infinito, Cuba y la Noche. Orígenes vuelve a Martí y retoma su linaje hispánico de tronco fecundo para injertos respetuosos de la majestad que hieren y sorben; alimenta con sus llamas la hoguera en torno de la cual halla refugio y salvaguarda la Nación. Ascuas incandescentes brotan en medio de la Noche y Cuba renace sobre sus circunstancias, gracias a la realidad “otra” de la Poesía. La Utopía infla sus arrugados carrillos y luce vigorosa mientras los renqueantes galeones anuncian ensanchamientos sobre la mar, océano nombrado finalmente por la Poesía como morada infinita que continúa la Isla y la bifurca por siempre jamás, ya no solo hacia el viejo mundo que le regaló ámbares sino hacia el universo de su propia simiente condenada a engendrar en lo etéreo de las aguas y de la remembranza. El Grupo de Orígenes, pléyade de la literatura cubana del siglo XX, por la diversidad y calidad de sus obras y la labor de rastreo y rescate de lo mejor de la tradición cultural hispánica y nacional, sobresale en su intento de reelaboración de un canon literario que
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se corresponde con la ideo-estética modernista martiana, basada sobre la raíz latina y contrapuesta a la Modernidad extranjerizante del vanguardismo, al modelo del American Way of Life. La revista Orígenes (1944-1956),13 por la calidad de sus entregas, la diversidad de sus colaboradores y la coherencia de su proyecto cultural supone un resumen de la labor emprendida por esta generación de autores, que prefirieron apartarse del ambiente político y cultural al uso y asumieron una postura crítica desde la negación de las instituciones y los valores subvertidos de un régimen de caricatura. El Grupo de Orígenes, que el autor de Paradiso gustaba denominar como “un taller renacentista”, y que imanta a toda una generación literaria y una época, iría modificando su núcleo durante el transcurso de los años; en cambio, en el ámbito literario sus nombres fundamentales fueron los de José Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego y también, aunque después de 1959 se distanciarían de la postura central de Orígenes: Gastón Baquero, Lorenzo García Vega y Virgilio Piñera. Este último, por su sostenida oposición a las ideas de Lezama, fue calificado como “la oscura cabeza negadora”, en tono humorístico, por el guía de la generación, y dejó de colaborar en la revista en el año 1949; no obstante su Orígenes. Revista de arte y literatura. Editó 42 números, con una tirada aproximada de 300 ejemplares. Sus directores fueron José Lezama Lima y José Rodríguez Feo. Además de publicar textos del grupo de Orígenes, colaboraron en sus páginas escritores como Aleixandre, Auden, Aragón, Bloy, Callois, Camus, Carpentier, Borges, Catulo, Cernuda, Cesaire, Chaudel, Chejov, Chesterton, Eliot, Eluard, Macedonio, Fuentes, Gombrowicz, J. Guillén, Heidegger, Huerta, H. James, Juan Ramón, H. Levin, Mallarmé, Michaux, G. Mistral, Anais Nin, Paz, Perse, Reyes, Salinas, Santayana, W. Stevens, D. Thomas, Valéry, Simone Weil, W.C. Wiliams, V. Woolf, M. Zambrano, entre otros. Véase: Índice de las revistas cubanas, tomo 1. Contiene el índice de Verbum, Espuela de Plata, Nadie Parecía, Poeta, Clavileño, Orígenes y Ciclón. Ed. Biblioteca Nacional José Martí / Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1969. También: Orígenes. Revista de arte y literatura. La Habana. 1944-1956, edición facsimilar, VII volúmenes, Ediciones del Equilibrista, México, 1989. 13
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impronta es fuerza centrípeta fundamental en el origenismo. José Rodríguez Feo, el codirector de la revista y su mecenas, aunque no destacó como poeta o narrador, resultaría un editor, ensayista, traductor y divulgador literario excelente, que ya en el primer número de Orígenes firma un ensayo y la única traducción del ejemplar14 — Más adelante serán frecuentes sus traducciones en la revista. La hoy célebre publicación nacía como propuesta nueva, casi anónima y ajena al guirigay político, aparentemente desdeñosa de riñas artísticas locales. Su postura de distanciamiento fue calificada como “torremarfilista” o “evasionista” sin que lo constituyera en esencia, ya que el distanciamiento del oficialismo no supone desinterés o desdén por los problemas nacionales. En el Grupo de Orígenes es principal la salvaguarda de la nación, de lo mejor de nuestra cultura, desde la poesía y la literatura, abiertas a lo universal. De ahí el diálogo de estos intelectuales con los escritores contemporáneos de medio mundo, españoles, mexicanos, argentinos, sobre todo con hispanoamericanos en general. Especialmente José Lezama Lima, Cintio Vitier y Fina García-Marruz, en su condición de poetas-ensayistas e ideólogos de la descolonización, elaboran desde la década de 1940 un discurso que se opone al localismo o folclorismo y defiende el derecho a la universalidad del arte americano. Este deslinde, clave para comprender la obras de los origenistas y su trascendencia, sistematiza el ideal de la Modernidad social humanista, cristiana y latina —la que califican como “nuestra”, la de José Martí—, en oposición a la Modernidad europea exteriorista, individualista, maquinista y vanguardista. Clave en la teorización de la postura de rescate de los valores nacionales básicos, no folclóricos, ajenos al tópico antillano, será el libro Lo cubano en la poesía (1952), en que Cintio Vitier describe “lo Rodríguez Feo tradujo varios textos del inglés al español. En el primer número de Orígenes, aparecido en la primavera de 1944 con una ilustración de portada de Mariano Rodríguez, Feo versionó al castellano una entrevista de James Jonson Sweeney a Marc Chagall. 14
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cubano” como inherente a nuestra identidad más sutil, ligada al paisaje y a la condición sincrética y transculturada de la literatura, deudora de la española y sin embargo capaz de incorporar influencias de otras lenguas y aportar una nota característica, nacional, al concierto de las letras en la lengua de Cervantes. Vitier, en la lección final de su paradigmático tratado, esclarece los límites de su interpretación de la literatura nacional, ajena al nacionalismo al uso, aunque no desligado del deseo de caracterizar la identidad de la Isla: Postulado así el conocimiento rigurosamente poético de lo cubano a que aspiro, no quisiera, por otra parte, que se interpretara mi trabajo en función de prédica nacionalista. Nada más alejado de mi intención y de mis convicciones. Para mí la poesía no tendrá nunca otra justificación que ella misma, ni otras leyes que las que provengan de su absoluta o relativa libertad.15
Y añade, quizás previendo los malentendidos que a la larga sufrirían los mismos origenistas desde los abordajes marxistas a que fueron sometidas sus obras en la década de 1970: “Ni debe propugnarse ningún tipo de poesía, ni menos enjuiciarla desde criterios extrapoéticos”.16 Su deslinde no es el de un crítico o un filósofo, sino el del poeta que ha descubierto una línea de evolución de “lo cubano” a lo largo de la historia de la literatura de su país, una línea que se sumerge en lo invisible, ajena al tópico caribeño que se encargarían de enarbolar la literatura de vanguardia, especialmente desde el negrismo. La crítica ha señalado reiteradamente el carácter subjetivo de las reflexiones de Vitier en Lo cubano..., y su tendenciosidad, ya que se trata de una revisión desde la perspectiva del Grupo Orígenes y desde su propia poética personal. Esta tiene lugar, además, como colofón Cintio Vitier, Obras 3. Lo cubano en la poesía, pról. de Abel Prieto, La Habana, Letras Cubanas, 1998, p. 397. 16 Ibídem, p. 398. 15
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a un agónico proceso de frustración política y cultural, cuyos signos más notables en el terreno literario están evidenciados por el cierre de la revista Orígenes, luego de la disputa entre José Rodríguez Feo y José Lezama Lima, sus directores y animadores fundamentales. Antecedentes de esta polémica que dio lugar a otra importante revista, Ciclón, y que gravitará en el desarrollo ulterior de la cultura cubana, sobre todo después del triunfo revolucionario de 1959, fue la sostenida en la década del cuarenta por Jorge Mañach y José Lezama Lima, Revista de Avance vs. Orígenes. Ambos conflictos intelectuales respondían a defensas de posiciones estéticas contrapuestas, ante las cuales Lo cubano... toma partido por la posición de Lezama, que será también la de Cintio Vitier, en salvaguardia de una literatura nacional con valores tradicionales heredados de la cultura latina. La concepción de la “teleología insular”, desarrollada por Lezama Lima y Vitier en varios de sus ensayos, queda explicitada en este libro a través de la coherencia y la continuidad de lo cubano, que en José Martí articula esencia y futuridad. Para Lezama la figura de Martí representa la “integración y espiral ascensional en el siglo XIX” que se trueca en el XX en “desintegración”. Orígenes se plantea la sobrevivencia a Martí, la continuación de la espiral dialéctica en medio de la desintegración y el vacío de una república neocolonial y desustanciadora, que deriva hacia un modelo de Modernidad que niega la tradición independentista y nacionalista de Cuba, al cabo un modelo de Modernidad ajeno que terminaría entronizando en la cultura del espectáculo. A propósito, escribió Abel Prieto en el prólogo a la “Edición Definitiva” de Lo Cubano..., publicada en 2002 con motivo de serle otorgado a Cintio Vitier el Premio “Juan Rulfo”: Si de nuestra historia solo nos dejan el cuento fragmentario y difuso, desprovisto de significación, del idiota de Macbeth, el cubano de hoy queda otra vez a la intemperie, ante una vida cotidiana plagada de carencias y dificultades enormes, ya sin explicación ni salida. Es en esa dimensión, entre la superficialidad y la carencia de finalidad, donde
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el pueblo de Cuba estaría indefenso ante la presencia renovada del “imposible”. De ahí que el empuje teleológico de Lo cubano en la poesía, su valiente desafío al fatalismo y a la desintegración, su acercamiento apasionado a lo nuestro, su búsqueda del hilo continuidad histórica y cultural y de modelos creadores, su resistencia frente al influjo yanqui, “desustanciador” y funesto, tengan tanta vigencia.17
Para comprender el debate sobre el origenismo que se produce en la década de los noventa en Cuba, debemos retornar a los inicios del siglo XX. Para llegar a Orígenes hay que comenzar conociendo la vanguardia cubana y el contexto de irrupción del nuevo grupo, perteneciente a una generación de cambio. Los artistas etiquetados como “de vanguardia”, la incubación inmediatamente anterior a la de Orígenes, con quienes entrarán en pugna generacional los escritores nucleados por José Lezama Lima, también leen y reevalúan a Martí, se consideran sus continuadores, en cambio, sus posiciones políticas y sus búsquedas estilísticas van a evolucionar y a chocar con las establecidas por el origenismo clásico defendido por Lezama o Vitier. Las vanguardias en Cuba, como en casi la totalidad de los países de Hispanoamérica, a diferencia de lo que sucede en Europa, constituyen un híbrido que incorpora elementos de la renovación artística que se produce en Occidente y mantiene o extrema búsquedas de la tradición cultural autóctona. En el caso cubano, José Martí será el paradigma de esta dicotomía, núcleo de afirmaciones o negaciones, ya que como iniciador del Modernismo hispánico promovió un arte continuador de la cultura latina pero que incorporase lo original de nuestros pueblos y toda la novedad posible, siempre desde el “tronco” de lo genuinamente americano. Después del nefasto resultado de la Guerra Hispano-cubanonorteamericana, que concluye con el fin del coloniaje español aunque no otorga a la isla la verdadera independencia, los intelectuales cubanos presencian el nacimiento de una República mediatizada por Abel Prieto, “Lo cubano en la poesía: relectura en los 90”, en Cintio Vitier, Lo cubano en la poesía, La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2002. pp. 19-20. 17
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los intereses intervencionistas de EE.UU. Esta primera generación republicana manifestó su frustración en el desdén por la política y en el evasionismo artístico. No obstante, apenas iniciada la segunda década del siglo XX una nueva promoción de jóvenes escritores protagoniza el cambio, no solo de interacción con la política sino de actitud hacia el arte. El hito que señala su nacimiento será la conocida “Protesta de los Trece”, de marzo de 1923, realizada por trece jóvenes intelectuales, firmantes de una denuncia pública en que reaccionaron contra la corrupción gubernamental.18 La Protesta fue célebre porque supuso un cambio de actitud de los artistas. El grupo se conocerá después como “minorista” y lo integran escritores entre los que sobresalen: el narrador y poeta Rubén Martínez Villena (1899-1934), el poeta y periodista José Zacarías Tallet (1893-1989), el historiador y crítico Emilio Roig (1889-1964), los novelistas Enrique Labrador Ruiz (19021991) y Alejo Carpentier (1904-1980) y los ensayistas Juan Marinello (1898-1977) y Jorge Mañach (1899-1961). El historiador y ensayista Emilio Roig, una de las figuras animadoras del “minoriosmo”, declaró: “Por lo pronto, el ‘minorismo’ dio en Cuba, por primera vez, el ejemplo de un grupo de artistas y escritores, no solo de ‘atelier’ o gabinete, sino interesados, como hombres, en los problemas políticos y sociales de su patria, de América y de la humanidad...”19 El Grupo redacta el Manifiesto de carácter político y publicita las nuevas posiciones intelectuales El 18 de marzo de 1923 los jóvenes escritores, artistas y abogados, dirigidos por Rubén Martínez Villena, concurre en un acto en la Academia de Ciencias donde iba a hablar Erasmo Regüeiferos, secretario de Justicia del gobierno del presidente Alfredo Zayas. Protestaban por la compra del convento de Santa Clara a costa del erario público. La reacción era nueva y suponía un cambio en la intelecturalidad, hasta entonces auto-marginada de la vida política. La “Protesta de los Trece” impulsó un nuevo arte y una vuelta a la ideología del compromiso. En este año de 1923 también se inicia la revolución universitaria, encabezada por Julio Antonio Mella (1905-1929). 19 Emilio Roig de Leuchsenring, El Grupo Minorista de intelectuales y artistas habaneros, La Habana, Ed. Oficina del Historiador de la Ciudad, 1961. p. 31. 18
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en las populares revistas Social y Carteles. Más adelante fundan las publicaciones Venezuela Libre y América Libre. Entre los minoristas más relevantes destaca el director de la Revista de Avance, Jorge Mañach (1898-1961), etnólogo social y crítico, que dejó su impronta en libros como Estampas de San Cristóbal (1926); Indagación del choteo (1928); Martí el Apóstol (biografía novelada, 1933); Historia y Estilo (1944). También Juan Marinello (18991977), autor de numerosos ensayos y uno de los primeros en llamar la atención sobre la vigencia de la obra literaria de Martí, particularmente en sus libros Literatura Hispanoamericana (1938) y José Martí, escritor americano (1958). Sobresalen igualmente Francisco Ichaso (1900-1962), editor con Mañach de la Revista de Avance; Félix Lizaso (1891-1967), consagrado al ensayo literario y autor del Panorama de la cultura cubana (1949); José A. Fernández de Castro (1897-1951), quien junto a Lizaso compiló la antología La poesía moderna en Cuba (1936) y explicitó el canon de su época en el Esquema Histórico de las letras en Cuba (1949), entre otros autores de menor relieve. En la década que corre entre 1923 y 1933, entre la Protesta de los Trece y la revolución antimachadista, descuella la nueva generación de escritores y artistas, a diferencia de la anterior interesada por hacer valer su criterio, dispuesta a influir desde el arte en la política y en la edificación de la patria, incluso de abandonar el arte para construir la nueva patria desde la política. Esta segunda generación republicana, conocida como Grupo Minorista porque se reconoce “minoritaria” y relegada a los márgenes, logra organizar una revolución social (la Revolución de 1930) y señala la irrupción de la vanguardia en el arte de la Isla. Ellos denuncian la corrupción al tiempo que postulan el compromiso ideológico y la voluntad de renovación artística. Uno de sus integrantes, el ensayista Jorge Mañanch, escribió al respecto, en 1927: [...] el Grupo Minorista de La Habana contra el cual se dicen pestes, acaso con miaja de razón, fue, indudablemente, el primero en dar la
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voz de alerta contra ese confusionismo que abrumaba nuestros espíritus. Quiso que se volviera por el sentido de jerarquía o, por lo menos, de selección. Que se supiera quién era quién. Estimó que el procedimiento helénico, hoy rotario, de comidas habituales no dejaba de ser eficaz: el regodeo en los estómagos suele ofrecer feliz coyuntura a las maquinaciones cerebrales. Vino un día Titta Rufo a La Habana, se formó un grupo para festejarlo en Giovanni; alguien publicó en Social un artículo in memoriam titulado “La minoría sabática festeja al gran Titta”. Esa frase de aquelarre jocundo hizo fortuna; y hétese usted bautizado el grupo.20
Publicaciones alentadas por los minoristas, como la importante Revista de Avance (que duró desde 1927 hasta 1930) y las revistas Social y Carteles, presentan textos, pinturas, dibujos y grabados de estética vanguardista, tanto de autores extranjeros (fundamentalmente franceses, italianos, alemanes e ingleses) como de artistas nacionales. Estas publicaciones periódicas y el Grupo Minorista son los paradigmas de la vanguardia cubana; en cambio, restringirla a ellos es reduccionista ya que autores de generaciones anteriores o posteriores, incluso contemporáneos de los minoristas no integrantes del grupo dejaron su impronta dentro de la revolución estética que, con el mismo espíritu renovador y volcánico, extendió búsquedas y experimentaciones desde los años de 1920 hasta la década de 1940. El Grupo de Orígenes surge en medio de la ebullición vanguardista, como una nueva hornada, conocida como la tercera generación republicana (1935-1958). A diferencia de la que le precede, la generación de Orígenes desdeña participar en la política y muestra su desencanto por el estado de cosas en el país, una vez que era patente la frustración del sueño de la república martiana y que los minoristas de haber organizado una revolución derivan a funcionarios públicos corruptos. A los origenistas los marca la derrota de la revolución de 1930, que si bien determinó la huida del Jorge Mañach, “Los minoristas sabáticos escuchan al gran Titta”, en Revista Social, La Habana, número correspondiente a febrero de 1924. 20
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dictador Gerardo Machado el 12 de agosto de 1933, por la ingerencia norteamericana en la figura de su embajador Sumner Welles logró sofocar el espíritu de cambio. Huido Machado, los cubanos logran la convocatoria a una Asamblea Constituyente y la promulgación de una nueva constitución en 1940. Sin embargo, las nuevas leyes no son respetadas y los cambios prometidos se quedan en retórica. La corrupción se generaliza y grupos armados, que se hacen pasar por revolucionarios, se disputan el control de las calles. Meses antes de las elecciones generales, el 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista protagoniza el Golpe de Estado que lo mantuvo en el poder hasta el 31 de diciembre de 1958. Son décadas de frustración y represión, que influye en que la literatura derive desde la tendencia social, de lucha cívica y política, de oposición al régimen, hasta la vertiente “trascendentalista” de Orígenes, concentrada en salvaguardar la identidad patria desde el arte y proyectarla al futuro. En este período se impone una narrativa de corte realista con elementos fantásticos y un trabajo más esmerado en la composición y en el lenguaje, dentro de la cual destacan Enrique Labrador Ruiz y Alejo Carpentier, que emplean técnicas y procedimientos nuevos, catalogados como vanguardistas. En la prosa se desarrollan dos corrientes fundamentales: una fantástica, en que se inscribirían libros como En las oscuras manos del olvido (1942) y Divertimentos (1946), de Eliseo Diego (1920-1994); y otra de lo absurdo, en que destacan las narraciones de Virgilio Piñera (1912-1979): El conflicto (1942) y Cuentos fríos (1956). Continúa la tendencia realista, sobre todo con Onelio Jorge Cardoso (1914-1986), cuya narrativa elimina el lastre naturalista y ofrece un amplio panorama de conflictos campesinos con un gran dominio discursivo y fino humor. Será asimismo en medio de este contexto que José Lezama Lima (1910-1976) publique los primeros capítulos de Paradiso en la revista Orígenes. 20
El Grupo de Orígenes hace su particular aporte no solo en la narrativa sino principalmente en el ensayo y la poesía. La prosa reflexiva y el ensayo artístico-literario son cultivados por la nueva generación, que alcanza a articular un discurso insólito y a sistematizar un nuevo canon literario y cultural. Lezama edita en la década del cincuenta Analecta del reloj (1953), La expresión americana (1957) y Tratados en La Habana (1958), donde expone sus concepciones poéticas. Cintio Vitier, con su antología Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952), publicada en 1952, y su capital ensayo Lo cubano en la poesía (1958), revisa el canon de la literatura nacional y define la formación de la identidad de Cuba desde la perspectiva origenista. La lírica social y la llamada “poesía pura” tendrán un desarrollo novedoso en estas décadas. Poetas de la segunda generación republicana, como Nicolás Guillén (1902-1989), Emilio Ballagas (19081954) y Eugenio Florit (1903-1999) publican importantes libros que influyen en los autores de la nueva etapa. La tendencia social tendrá entre sus exponentes a los ensayistas Ángel Augier (1910), con Uno (1932), Canciones para tu historia (1941); y Mirta Aguirre (1912-1980) con su libro Presencia interior (1938). Bajo el influjo del neorromanticismo, del primer Neruda y de la obra de Ballagas, destacan la poesía intimista y de corte romántico cultivada por José Ángel Buesa (1910-1982), con sus populares Oasis (1943) y Lamentaciones de Proteo (1947); Serafina Núñez (1913-2006), también vinculada a Orígenes y juanramoniana, autora de Mar cautiva (1937), Islas en el sueño (1938), Paisaje y elegía (1958). La poesía negrista continúa con autores como Marcelino Arozarena (1912-1996), que busca inspiración en mitos afrocubanos. La lírica de inspiración campesina, con trasfondo metafísico y religioso, tendrá en Samuel Feijóo (1914-1992), con su extenso poema
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Beth-el (1949) a su figura protagónica, quien además se vincula al “trascendentalismo” de Orígenes y cuya obra incluye Cintio en su balance de Lo cubano... En torno a Feijóo otros poetas villareños como Cleva Solís (1926), Alcides Iznaga (1914) y Aldo Menéndez (1918), buscan inspiración y novedad en el campo y el paisaje cubanos. Los poetas de Orígenes, etiquetados como “trascendentalistas” por el apartente rechazo al contexto y su búsqueda de la universalidad y la trascendencia, cultivan un arte al margen del oficialismo y de las instituciones culturales de entonces. Quien les endosa por vez primera el término “trascendentalista” es el poeta y crítico Roberto Fernández Retamar, en su libro La poesía contemporánea en Cuba, tomando el sentido que da a “trascendente” el filósofo alemán Martín Heidegger (18891976). Heidegger tuvo gran influencia en los pensadores europeos del siglo XX, mayormente a partir de la publicación de su libro Ser y tiempo (1927). Para él “trascendente es aquello que realiza el traspaso, aquello que traspasando, permanece”.21 Sin embargo esta denominación de “trascendente” que resulta positiva en el momento en que el Grupo de Orígenes se da a conocer, porque le otorga dimensión en el tiempo y les proyecta hacia el futuro, en la etapa de la revolución de 1959 en el poder se convertirá en un lastre, solo identificado con el evasionismo. Los ensayos de Roberto Fernández Retamar participan de las preocupaciones origenistas sobre el devenir hispanoamericano. Desde sus libros La poesía contemporánea en Cuba (1927-1953), publicado en 1954; e Idea de la estilística (1958), Retamar evidenció la originalidad y agudeza de sus reflexiones, al tiempo que su vínculo con el origenismo. Junto a Cintio Vitier será uno de los autores que más escriba sobre la Generación, de la que sin embargo no se siente Roberto Fernández Retamar, La poesía contemporánea en Cuba (1927-1953), La Habana, Ediciones Orígenes, 1954, p. 34. 21
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partícipe. Cercano y lejano, Retamar caracteriza al “origenismo”, etiqueta a los autores y participa de la revisión de la poética del Grupo en sintonía con las ideas teleológicas de Vitier y Lezama.22 “Caliban, apuntes sobre la cultura en nuestra América”, publicado originalmente en la revista Casa de las Américas, No. 68, septiembre-octubre de 1971, a la luz de la nueva etapa de la revolución de 1959 en el poder, continúa y patentiza el discurso descolonizador de Martí y de Orígenes. Siguiendo los paradigmas de los cubanos José Martí, José Lezama Lima, Cintio Vitier, el uruguayo José Enrique Rodó, los mexicanos Alfonso Reyes y Octavio Paz, se integra en la implementación de un discurso nacionalista, defensor de la identidad de América y de Cuba, y constituye una defensa de los valores autóctonos. José Lezama Lima (1910-1976), Ángel Gaztelu (1914-2003), Virgilio Piñera (1914-1979), Justo Rodríguez Santos (1915) y Gastón Baquero (1916-1997), integran la primera promoción de la generación literaria, los nacidos en la década de 1910; la segunda, nacidos en la siguiente década: Eliseo Diego (1920-1993), Cintio Vitier (1921), Octavio Smith (1921-1987), Fina García Marruz (1923) y Lorenzo García Vega (1926). Entre sus obras más representativas de entonces, sobresalen de Lezama Enemigo Rumor (1941), La Fijeza (1949), Dador (1961). En Gaztelu Gradual de Laudes (1955). Baquero con Poemas (1942), Saúl sobre la espada (1942). El Virgilio de Las furias (1941), La isla en peso (1943), Poesía y prosa (1944). Justo Rodríguez Santos con La belleza que el cielo no amortaja (1959). El Muy pronto advertiría José Lezama Lima la excepcionalidad del joven intelectual, que colabora en Orígenes y se interesa por enriquecer la tradición de nuestra literatura. “Roberto Fernández Retamar —escribió Lezama— es uno de los más significativos poetas de su generación [...]. Es muy cubano, curtido por el árbol que golpea el árbol universal del conocimiento. Se esboza en él una alegría que marcha acompañada del destino opulento del cubano, del cubano mejor, que es universalmente sencillo.” (En: José Lezama Lima, sobre Retamar, en: http://www.cubaliteraria.cu/autor/roberto_f_ retamar/index.html) 22
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Cintio Vitier de los poemarios Sustancia (1950), Canto llano (1956), Vísperas (1953). Eliseo Diego con En la Calzada de Jesús del Monte (1949), Los extraños pueblos (1957). Fina García Marruz, con Las miradas perdidas (1950). Octavio Smith, Del furtivo destierro (1946). Lorenzo García Vega, Suite para la espera (1948). Pese a la diverisad de sus poéticas, patentes ya en sus primeros libros, los autores de esta generación propusieron una nueva literatura y rechazaron el vanguardismo cubano, enarbolado principalmente por la Revista de Avance (1927-1930),23 por su maniqueísmo y su impostura al asumir calcos de literaturas foráneas. Los que más adelante serán llamados posvanguardistas y “origenistas”, fundan entre finales de la década de 1930 y la década de 1940 varias revistas donde dan a conocer sus nombres y sus propuestas literarias. Las revistas que desembocan en la mítica Orígenes (1944-1956), que La Revista de Avance (1927-1930) se publicó inicialmente con carácter quincenal y mensualmente después. Constituye el núcleo de la vanguardia literaria cubana y el órgano de expresión por excelencia del grupo Minorista, que desde 1920, actualizan la exaltación estética de las tendencias europeas. El título original de la publicación se corresponde con los sucesivos periodos en que ve la luz , variando de año en año (1927, 1928, 1929 y 1930), de acuerdo con el deseo de impulso advertido en el n.º 1: “No que creamos que 1927 signifique nada, sin embargo, el año que viene, si aún seguimos navegando, pondremos a la proa ‘1928’ y al otro, ‘1929’; y así ... ¡Queremos movimiento, cambio, avance, hasta en el nombre!...”. Sus primeros editores fueron Alejo Carpentier, Jorge Mañach, Martí Casanovas, Francisco Ichaso y Juan Marinello. Publicó cincuenta números. En el número 2, Carpentier abandona la publicación y es sustituido por José Zacarías Tallet hasta el número 26. Martí Casanovas es expulsado de Cuba y cubre su vacante a partir del número 11, Félix Lizaso. Desde el número 27 y hasta su desaparición, los responsables son Juan Marinello, Jorge Mañach, Francisco Ichaso y Félix Lizaso. Entre algunos de los colaboradores más frecuentes figuran Agustín Acosta, Mariano Brull, Alfonso Hernández Catá, Félix Pita, Regino Pedroso o Enrique José Varona. También aparecen trabajos de destacados intelectuales extranjeros. La revista crea una empresa editorial, que publica libros de Regino E. Boti, y Juan Marinello, entre otros y desaparece en su número 50, el día 15 de septiembre de 1930. 23
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