REVISTA # 1538
26.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE
EL HERALDO
UN CUCURUCHO DE MANÍ |8
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ARCHIVO
ARCHIVO EL HERALDO
SECCIONES 12
Médula viva de la historia
En momentos en que Barranquilla celebra 200 años de haber sido erigida en villa, la memoria obliga a recorrer la línea de tiempo, en reversa, entre los acontecimientos que han dibujado el presente como hoy lo conocemos. El ejercicio, en gran parte, no sería posible si no existiera el Archivo Histórico del Atlántico que, para este año, está también de aniversario. Alcanza la juventud prometedora de los 20 años.
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Un alto tráfico
Fotografías de impacto son las que lograron Fabiola Pión Navarro y Mario Williams García de los aviones que se pasean prácticamente sobre las cabezas de los turistas en el aeropuerto Princesa Juliana, de San Martín, en las Antillas Holandesas. Es uno de los de mayor tráfico en las islas del Caribe, después los de Puerto Rico y República Dominicana. La cabecera de la pista de aterrizaje está ubicada en la playa Sunset Maho.
Es asunto de todos Porque en la ciudad vivimos en comunidad, las problemáticas que involucran a nuestra urbe interfieren también en nuestra propia vida, de una u otra manera, porque somos Barranquilla. La mirada de Adela Renowitzky de Dugand, con sus filtros artísticos, permite vislumbrar la situación de los carromuleros desde aristas opuestas, alimentadas con el testimonio vivo de los protagonistas. Una solución es prontamente requerida.
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Maestro de los tiempos perdidos
El escritor Diego Marín Contreras hace un recorrido por la vida de Marcel Proust, autor de la novela ‘En busca del tiempo perdido’, obra cumbre de la literatura francesa y de las letras en el siglo anterior. Es un relato cercano entre el escritor y su protagonista, donde el paso del tiempo, que por 17 años permitó que construyera su obra mientras el mundo cambiaba a pasos agigantados, le devolvió su ‘tiempo perdido’ con la inmortalidad.
LATITUD, LA REVISTA LATITUD, DOMINICAL LA REVISTA DE DOMINICAL EL HERALDO DE # EL 1536 HERALDO # 119 Director Consejero
Juan B. Fernández Renowitzky Presidente
Francisco Posada Carbó Editor General (e)
Óscar Montes Jefe de Redacción
Escriben en este número
Adela Renowitzky de Dugand Adlai Stevenson Samper Diego Marín Contreras Fabiola Pión Navarro Helkin Núñez Cabarcas Jaime De la Hoz Simanca Mario Williams García Ramón Illán Bacca
Rosario Borrero Gerente
Elaine Abuchaibe Auad
Edición, Selección de Textos e Imágenes
Martha Guarín R.
martha.guarin@elheraldo.co Imágenes: Shutterstock, Archivo Particular, Archivo EL HERALDO.
Portada: Montaje alusión a los 85 años de ‘El manisero’, canción cubana.
Director de Arte
Fabián Cárdenas
fabian.cardenas@elheraldo.co
Los escritos de los colaboradores solo comprometen a quienes los firman.
Contraportada: Omar Figueroa Turcios
3 ‘TALARALITE’, EL VAPOR TANQUE PETROLERO QUE DESAFIÓ LAS BOCAS DE CENIZA.
C
orría el año de 1532 cuando Rodrigo Liano, en una forma audaz, pasaba por primera vez la barra de las Bocas de Cenizas. Era el piloto del conquistador Jerónimo de Melo, quien fuese el descubridor de toda la parte baja del Magdalena. Este obstáculo natural generó mucho pavor en todos los descubridores que pasaban por estos lares, porque la desembocadura del Río Magdalena, por su evidente turbulencia, inspiraba terror. El desarrollo de la región y sus canales daban otros atajos menos peligrosos, la ciudad crecía, el puerto marítimo daba sus frutos de adelantos tangibles para la ciudad y era necesario viabilizar el proyecto de la apertura de Bocas de Ceniza; así Barranquilla se perfilaba ante el mundo para ser el gran puerto fluvial colombiano en el siglo XX. El proyecto de la Apertura de las Bocas del Río Magdalena data de 1876, fue abanderado por Aníbal Galindo, quien un año después publicaría: “La habilitación de las Bocas para el comercio exterior está destinada a producir incalculables beneficios en nuestros cambios con el extranjero”. Le seguían en su gestión muchos líderes de la localidad, entre los cuales sobresalían Tomás Suri Salcedo, Manuel Julián Alzamora, José Fuenmayor Reyes y Julio Gerlein, férreos defensores de un nuevo puerto marítimo. La presencia del vapor tanque-petrolero de bandera canadiense llamado Talaralite, despachado desde el Canal de Panamá en mayo de 1935, justificaría la misión en habilitar la navegabilidad por la desembocadura del Río Magdalena. Este fue el primer vapor marítimo que desafió las
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Historia gráfica de Barranquilla XXI entrega* turbulencias entre mar y río, iniciando un nuevo proceso marítimo en Barranquilla. Cuando la nave se aproximó a la desembocadura del Magdalena tomó el mando el capitán Sánchez Rey, viejo conocedor de la zona descrita, atravesando así las Bocas de Ceniza en la mañana del martes 28 de mayo de 1935; le seguía en su atrevido viaje el avión Atlántico, de la Scadta, piloteado por el notable aviador Hoffman, quien no lo abandonó durante la travesía, custodiaba el vapor tanque de cuatro mil toneladas desplazándose en 21 pies de calado. El ferrocarril apostado a un lado del Tajamar Occidental y el martinete dieron la bienvenida sonando sus sirenas, y en el acto recibieron la respuesta de la nave, la cual siguió hasta Caño Arriba, en el lugar denominado ‘Monigote’; ahí terminó su viaje de ida, fondeó frente a Barranquilla, directamente en el puerto de
depósito en la estación de tanques de la Tropical Oil Company, llegó al mediodía para abastecerse de aproximadamente 20.000 galones de gasolina, durando fondeado dos días, siguiendo luego en su itinerario hacia el Puerto de Buenaventura con el fin de surtir a la región occidental
El ‘Talaralite’, atravesando las Bocas de Ceniza. Fondo Diario La Prensa, mayo 29 de 1935.
colombiana de combustible y marcar históricamente un gran hito como lo fue haber transportado por primera vez gasolina producida en territorio colombiano de un puerto en el Atlántico para un puerto en el Pacífico. Este petrolero canadiense duró mucho tiempo bajo el mando del capitán D.J. McDonald. El Talaralite fue construido en 1918 por la compañía Collingwood Shipbuilding Co., radicada en Ontario, y era propiedad de Imperial Oil Ltd. Años más tarde, en 1947, es rebautizado con el nombre de Imperial Midland, y luego fue vendido, en 1953, a la Reoch Transporte Ltd., que le cambia nuevamente su nombre por Willowdale, para ser finalmente desguazado en el año de 1963 por la compañía Ship Repair & Supply, Ltd. (*) Helkin Alberto Núñez Cabarcas Funcionario Archivo Histórico del Atlántico.
El ‘Willowdale’, antes de ser desguazado en 1963 por la compañía Ship Repair & Supply Ltd. Fondo Digital Henuca.
El capitán D.J. McDonald, a bordo del vapor tanque ‘Talaralite’. Revista La Semana Ilustrada. Foto Tepedino.
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I
Por Adela Renowitzky
Llego a las seis de la mañana al mercado de granos y verduras de Barranquilla, donde los comerciantes desde la madrugada se ingenian para atraer a los que pasan frente a sus puestos de venta. Ofrecen, discuten, regatean… Tanto los que compran como los que venden se toman el vasito de tinto que les vende Monchi Pérez. En el mercado hay muchos como él, que devengan su sustento de la agüita aromática, del café con leche. Afanosos buscan a sus clientes antes de que el sol pegue fuerte, porque entonces será el turno para el agua é coco, los bolis y el raspao. Varios carros jalados por
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yeguas tristes se acomodan en las calles aledañas. Sus dueños se apean presurosos y comienzan su labor de búsqueda. En los carromatos –cuidando bultos y cajas– se quedan las mujeres acompañadas de un perro sin pedigrí. Se hacen visita mientras sus parejas trabajan. Cada tanto algún carromulero se acerca con una nueva sorpresa que todos comentan. En la acera del frente hay un pequeño restaurante con tres mesas y varias sillas de madera, ubicadas casi en la calle. Me instalo en la mesa del centro, desde donde abarco con la mirada el movimiento urbano. En un cartón bastante trajinado me ofrecen el menú de todos los días. Pido una variedad
Numerosos carros jalados por yeguas tristes entorpecen el tráfico en Barranquilla. Su futuro es incierto, y la Administración Distrital no lo ha resuelto.
Problemática citadina
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Los carromuleros, un gremio despreciado por muchos, parecen seguir sin control por la ciudad.
de platos: arepa ’e huevo, butifarras, arroz de payaso, –con achiote y especias que le pintan a uno la cara cuando se lo come– agua ’e panela, masato y otras delicias. Cuando pasa sudoroso Brieva –al que todavía no conozco pero que he visto ir y venir afanoso– lo invito a comerse unas butifarras. Quiero saber de la vida de los carromuleros, un gremio despreciado por muchos. Lucho Brieva tiene treinta años y parece de cincuenta. Todos los días sale muy temprano de más allá de Juan Mina para llegar antes de cinco de la mañana al mercado y a los puestos de comidas. Brieva escarba y se apropia de lo que otros desechan. Sus ojos entrenados revisan las bolsas
y detectan cualquier objeto que considere útil, ya sea para mejorar su vivienda, alimentar a su numerosa prole o vender al por mayor en uno de los lugares que reciben por peso todo tipo de latas, cartones y papeles. –Me pego mis baretazos pa’ resistir el hambre, el calor o el frío, comadre –me cuenta. –Es que las madrugadas decembrinas llegan con las brisas heladas que permanecen en la región hasta finales de marzo. Y después llegan los calores y las lluvias. Luis solo estudió hasta tercero elemental. A los ocho años su padrastro lo puso a camellar –a trabajar duro y parejo– y desde entonces está en eso. Es lo único que sabe hacer para ganarse el sustento. Vive con
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su familia y su suegra en una casita que a retazos ha ido construyendo, en un barrio de invasión, con láminas de zinc, ventanas, puertas y ladrillos rescatados de alguna demolición. –Mi mujé Luisa plancha en casas de familia de Barranquilla. La dejo de madrugá en la parada del bus y en la tarde la espero pa’ regresarnos juntos en el carro ’e mula y recogemos a los tres pelaos en el colegio. No queremos que a ellos les toque una vida tan dura como la nuestra. Mire, comadre: después de tené pa’ la cuchara y el colegio no me importa lo demá… Me pregunto: ¿Qué hará Brieva para sobrevivir si prospera el acuerdo que prohíbe el ingreso de vehículos de tracción animal al perímetro urbano de Barranquilla?
II
Alrededor nuestro circulan muchos personajes que hacen su vida en el sector y están pendientes de nuestra conversación. Son costeños, descomplicados. Al conocer de la profesión de Brieva comienza un intercambio de opiniones. Una señora de cabellos grises, muy bien puesta con su vestido de etamina con florecitas rosadas, compra su mercado de verduras en el puesto vecino. Desde hace un rato está atenta a nuestra conversación. Se le notan las ganas de hablar. Al fin se decide. Interviene y se dirige a Brieva: –Ustedes los carromuleros no respetan a nadie. No tienen conciencia ciudadana. Andan a sus anchas, como en sus pueblos. Yo he sufrido más de un percance con varios. En el lote contiguo a mi casa botan basuras y podas que recogen en el vecindario. Tenemos que soportar los malos olores de alimentos dañados y de
animales muertos. Aunque los acusamos con los policías que atienden en el CAI de la esquina no sirve de nada. ¿Entonces? Diga usted, señor Brieva, ¿qué hay qué hacer? Que los multen, que les enseñen para que les duela y respeten –termina un poco agitada la señora–. –No todos somos así, señora… –Se defiende incómodo Brieva. Y todos opinan a favor o en contra. Un calvo y de barriga prominente alza la voz y comenta del gran número de carros de mula que se concentran a ciertas horas en el Boliche, uno de los barrios más populosos de la ciudad. Y el hombre que pasa con una licuadora rota en sus manos confiesa: –Yo soy uno de esos… –¿Siiii? –dicen a una los doce curiosos que nos rodean. Todos, atropellando, se empujan y pelean por acercarse para escuchar su historia. Él les dice: –¿No han oído mi pregón? Y les recita su sonsonete: “Le compro aires dañados… los motores… la batería… le compro… la nevera vieja… le compro… aluminio, bronce, hierro… le compro… el computador, el abanico quemado… la lavadora… le compro…” Ese es Olimpo. Uno de esos recicladores que recorren la ciudad buscando aparatos que otras personas ya no necesitan. Los compran por unas monedas y los llevan a reparar a los expertos del Boliche, barrio único en la ciudad por su concentración de especialistas en reembobinar, fundir y conseguir piezas que ya no existen. Y lo que no encuentran lo inventan, lo fabrican, lo copian. Son unos magos con el torno y el taladro. Ni las tarjetas electrónicas son misterio para ellos. En la cadena del reciclaje y la malicia indígena tienen un puesto destacado. Artículos que en los países desarrollados son tirados a la basura apenas sufren un desperfecto, aquí
26.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE
EL HERALDO Con frecuencia, los carromuleros originan caos vehicular, al transitar por las vías urbanas.
prestan servicio muchos años y pasan por segundas y terceras manos. Nos cuenta que termina su correría y antes de las cuatro de la tarde llega al Boliche. En un pequeño local se reúne con Nepo –por Nepomuceno, su suegro y socio–, el artista de la transformación de todo lo que él encuentra en su recorrido diario. Conforman una llave poderosa que les sirve para mantener a tres familias con hijos, sobrinos y nietos. Allí analizan el trabajo realizado, la ganancia de la jornada que termina y los oficios por hacer al día siguiente. ¿Cómo se las arreglarán Nepo y su yerno para alimentar y educar a su numerosa familia? ¿Formarán parte de esa población sin trabajo, debido al acuerdo que prohíbe el ingreso de los vehículos de tracción animal al perímetro urbano de la ciudad de Barranquilla?
III
La vaina con los carros de mula es que nadie los controla. Y ellos no ponen de su parte. ¡Hombe! ¡Que respeten! Yo iba el martes pasado por la autopista, hacia el colegio, a dejar a los gemelos cuando un cipote trancón nos aguantó el viaje, compadre –le dice a Olimpo otro de los mirones. Cómo les parece que dos carros de mula invadieron los carriles. Iban chévere, conversando gritao de carro a carro. ¿Y nosotros? Echando madrazos…, pero, ¿ajá? Esa no es ruta pa’ ellos… nosotros a setenta y ellos a quince por hora… Estoy de acuerdo con que los reglamenten. Pero también que los ayuden. No quiero que se queden sin trabajo… solo que hagan las cosas bien. ¡Echee!, ¡que no estorben! Este comentario es de Rafa Cueto –más conocido como el Mello–, un comprador habitual del mercado. Rafa se provee de frutas y verduras
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que luego revende en el norte de la ciudad en una pequeña tienda que montó con Sarita, su compañera. Así como él hay miles que se desplazan por esa transitada vía que es invadida a diario por los carros de mula. Cuando creo que se acaba la tertulia sale al ruedo un señor canoso y sesentón que se queja: –Yo venía bajando por plena avenida Olaya Herrera hacia la Alcaldía en mi Renolito naranja, cuando, a la altura del Puente de Felicidad, me salió un burro arisco jalando su carga. No me van a creer… el dueño estaba haciendo una siesta con carro ’e mula y todo debajo del puente… Además, del verraco susto que me llevé perdí el espejo retrovisor y abollé el guardafango trasero. Algunos se ríen imaginando el percance. El señor canoso se pone bravo y dice que esa burla es una falta de respeto. –Cógela suave, viejo men –le aconseja Brieva. –¿No ves que aquí a todos nos están dando rejo? Detrás del Mello distingo a dos muchachos como con ganas de intervenir. Se abren paso a codazos, jalan dos sillas y se instalan. De una agarran las últimas porciones de arroz que quedan en la mesa. Entre bocado y bocado nos cuentan que se vienen temprano al mercado para el rebusque. Y en las tardes –entrando la noche– visitan tres barrios en donde un
sinnúmero de familias conviven en edificios altos y lujosos. Entre los dos empujan el carromato que van llenando, después de buscar en los tanques, Al caer la tarde, muchos se dirigen con desperdicios que encuentran en su camino. Los porteros y celadores de los edificios los al Boliche. Allí regañan y ahuyentan porque dejan un reguero arreglan viejos de inmundicias y desorden, pero ellos no hacen aparatos que caso. Y los residentes se hacen los de la vista gorda luego venden. porque saben que en ese trabajo está el sustento de muchos pobres de la periferia, de muchos desplazados por el invierno o la violencia. Luis, Olimpo, Santi y Peyo tienen su propia ley. No aceptan las normas de tránsito, van en contravía si les conviene, alteran el orden público, irrespetan la tranquilidad de los barrios residenciales de la ciudad, establecen basureros a su conveniencia, en sitios donde desocupan sus vehículos. ¿Cuál será el paso a seguir en esta problemática? El ritmo de la ciudad impone nuevas reglas. Pero a los ciudadanos hay que permitirles ganarse honradamente su sustento. Las opiniones están divididas.
IV
A finales del año pasado, la Oficina de la Movilidad censó a casi mil carromuleros. Un grupo de veterinarios examinó y vacunó a los animales. Se habló de oportunidades para el gremio, entrega de vehículos a cambio de las bestias, condiciones favorables para el desarrollo de su trabajo… Después se desparramaron una vez más por el Departamento. Hay testimonios de que no ha cambiado nada y siguen sin control por toda la ciudad. Me pregunto: ¿Qué irá a pasar con nuestros personajes? ¿Le ganarán el pulso a las autoridades? ¿Y qué será de las autoridades? ¿Podrán meter en cintura a los carromuleros? Amanecerá y veremos… adelarenowitzky@gmail.com
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Por Jaime de la Hoz Simanca*
l manisero es una leyenda musical. Aún hoy, subyacen distorsiones propias de la imaginería popular que siempre rondan aquello que se convierte en mito: que Moisés Simmons compuso El manisero para conquistar el amor de Rita Montaner, intérprete de Siboney y una de las voces de mayor exquisitez en la canción cubana; que quien primero interpretó El manisero no fue Rita Montaner, que lo grabó en 1928, sino El trío Matamoros, grupo que lo cantaba desde 1926, pero, cuya grabación realizaría en 1929; que el mejor Manisero, por la voz desgarrada y triste que evoca la nostalgia, es el de Ignacio Villa, Bola de Nieve, catalogado como genio cubano de la música y quien solo se hizo acompañar del piano para entonar los principales versos del popular son; que no, que el verdadero autor fue Antonio Machín, otro cubano, casanova de entonces al que perseguían las mulatas después de ver la sabrosura de sus movimientos y el efluvio de su voz, y quien demoró dos años para grabarlo, pues su versión apareció en 1930; en fin… Si te quieres por el pico divertir Cómete un cucuruchito de maní...
tier. rpen a C Alejo
Las investigaciones más serias permiten concluir que en este 2013 se están cumpliendo 85 años del popular pregón-son cubano, pues, fue compuesto por Simmons en 1928. Desde entonces, el tema inició un vuelo que atravesó fronteras y se clavó en el corazón de la literatura, la pintura, el cine y otras artes. Pese a constituir una canción popular, El manisero fue interpretado por orquestas sinfónicas, filarmónicas y bandas afamadas de jazz y de rock, como The Beatles, los encantadores escarabajos londinenses que lo grabaron en 1969 –¿No lo sabía?– momentos previos al nacimiento sin cesárea de Let It Be, ese canto a la libertad que pide a coro ‘dejar ser’ para evitar la multiplicación de los corazones rotos. Que calentico y rico está Ya no se puede pedir más Ay, caserita no me dejes ir Porque después te vas a arrepentir Y va a ser muy tarde ya...
Contaba con frecuencia el alucinado escritor Reinaldo Arenas, autor de la dramática autobiografía Antes que anochezca, que en sus tiempos de niño se repetía en los tertuliaderos de La Habana que el autor de El manisero no había sido Moisés Simmons ni Gonzalo de Mello, a quienes se les atribuye la letra, sino un zambo sin nombre ni apellidos que todas las tardes rompía el silencio de la tarde con un vozarrón de trueno que anunciaba a lo largo y ancho de las calles de La Habana la hora de divertirse, pues llegaron, señoras y señores, los cucuruchitos de maní. Según aquella versión, el susodicho zambo era un juglar auténtico que promocionaba su mercancía mediante versos frustrados en la rima; pero
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n achí nio M o t n A
85 años con sabor a maní El popular son cubano, de la mano de escritores famosos
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TESTIMONIOS
DIÓGENES ROYETT, MUSICÓLOGO: “Primero: está demostrado que la autoría de ‘El manisero’ es de Moisés Simmons; segundo: la primera interpretación es de Rita Montaner; tercero: la popularidad de la canción se le debe a Antonio Machín, quien aparecía en los escenarios de Europa vestido de vendedor de maní, empujando una carretica mientras cantaba el famoso tema. Y cuarto: ‘El manisero’ es un son-pregón de características libres. Existen más de 5 mil versiones en el mundo”.
JOSÉ OLIVARES, VIOLONCHELISTA: “Lo de la fama de esa canción es un misterio. Está claro que es un pregón sencillo y popular, cadencioso y escrito, como todos los sones, en compás quebrado; es decir, lo que científicamente se llama 2. Yo lo toco con la Charanga Almendra en el mismo ritmo, porque es un tema eterno”.
RODMAN NIEBLES, SALSÓMANO: “Es un pregón pegajoso y llamativo. Creo que el mensaje y la melodía han contribuido mucho
a su universalización. Conozco versiones en varios idiomas, pero me quedo con la interpretación que hacen Los Hermanos Lebrón. Al comienzo es instrumental con un bello solo de trompeta. Cuando Pablito Lebrón comienza a cantar, el que no ha oído el tema, es que descubre que se trata de El manisero”.
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es. Borg s i u eL Jorg
RAFAEL BASSI, MELÓMANO: “Tengo amigos maniáticos de ‘El manisero’. Uno de ellos era el doctor cartagenero Jaime Camargo Franco, quien escribió el libro ‘El Rey de los pregones’. El amigo Jesús Guzmán posee más de 800 versiones y una de ellas es la del dúo cubano Cabrisas Farach, que persiguió por el mundo entero hasta conseguir el disco en las ventas ambulantes del Portal de los Dulces de Cartagena”.
SERVIO NIC0LÁS GALEANO, COLECCIONISTA: “Desde hace ocho años, todos los domingos, hago sonar una versión de ‘El manisero’ en el programa ‘Los bravos de la salsa’, que dirige Renzo Rodríguez. Hasta el momento he colocado 357 interpretaciones diferentes de las 1685 que poseo en mi discoteca. La que más me gusta es la versión de la soprano cubana Xiomara Alfaro. El registro vocal es maravilloso.
ricos en narración y ritmo. Era, según los contertulios de ocasión, la época de mediados de los años 20 del siglo pasado. Así, los cacahuetes, como también se llama a la frutilla, alcanzaron una fama inusitada, pues el empalagoso sabor se acompañaba con un canto que se hizo popular hasta el punto que, años después, apareció envuelto en partituras que originaron el son. Pero los historiadores son más contundentes y, si bien sobresalen las versiones orales del instante mágico de la creación, la verdad verdadera la contó con detalles el cronista cubano Eduardo Robreño, autor de un bello texto en el que describe el debut de Rita Montaner después de haberla visto en el legendario Teatro Payret de La Habana. Robreño afirma que en una de sus tantas noches de bohemia en la esquina donde confluían las calles San José y Amistad, Simmons vio a un vendedor ambulante que paseaba con su maní tostado, y lo anunciaba con una especie de enrevesado pregón. “En una servilleta escribió un esbozo de lo que
llegaría a ser su obra más popular. Luego la trasladó al piano. Era el año 1928, mismo en el que lo grabó Rita Montaner en La Habana”, remató. El escritor cubano Alejo Carpentier, autor de Los pasos perdidos y El siglo de las luces, es, también, un referente obligado al momento de hablar de El manisero, pues asistió a su nacimiento y vivió los primeros momentos de una gloria que atravesó el océano y apareció luego como un huracán rumbero en París. Desde esa capital europea escribió Carpentier, en 1931: ¡Todo el mundo tiene un disco de nuestro ‘Manisero’ nacional! Los pick-up de los boulevards lo repiten sin cesar; Mistinguette lo canta en el Casino de París; ha invadido Berlín, Bélgica, la Costa de Azur… Se escucha en Palestina, junto al Muro de las Lamentaciones; se ejecuta en Constantinopla, en los cabarés de princesas rusas, víctimas de la revolución; sus maracas suenan junto a los puestos de fritura que hacen toser a la gran esfinge de Egipto… El eco de El manisero saltó de París a Madrid y llegó hasta los oídos del escritor español Francisco Umbral, quien en su novela Si hubiéramos sabido que el amor era eso pareciera describir, mediante una prosa poética y dulce, una escena romántica protagonizada en una de las esquinas cercanas a La Troja de Barranquilla: En los altavoces de aquel sótano en penumbra sonaba ‘El manisero’ y el camarero que movía las maracas junto a la barra tenía un suave balanceo y una sonrisa indefinida que abarcaba a todos los clientes, y de pronto, ella se encontró con la cabeza apoyada en el hombro de él, y a él se le escapó una frase que no supo si estaba bien o mal... No obstante, en el campo literario, Th eB eat les .
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25 INTÉRPRETES DE ‘EL MANISERO’ 1. Rita Montaner 2. Trío Matamoros 3. Antonio Machín 4. Louis Armstrong 5. Sexteto Okeh 6. Imperio Argentina 7. Enric Madriguera 8. Xavier Cugat 9. Miguelito Valdés 10. Lecuona Cuban Boys 11. John Kirby 12. Stan Kenton 13. Pérez Prado 14. Noro Morales 15. Alfredito 16. Abelardo Barroso 17. Jerry Fielding 18. Johnny Pacheco 19. Chico O’Farril 20. Obdulio Morales 21. Bebo Valdés 22. Pepe Delgado 23. Pete Terrace 24. Charlie Palmieri 25. Bola de Nieve (Cortesía de Jaime de la Hoz).
de Tal, el moreno que asesinó Martín Fierro, la deplorable rumba El Manisero… Cuando la calle sola está Acera de mi corazón El maní se le entona a su pregón Y si la noche escucha su cantar Llama desde su balcón...
Una rumba –como la llamó Borges–, un pregón, un son o un pregón-son. Originalmente El manisero fue eso… también
10 más que eso: mambo, como el de Pérez Prado; jazz, como la versión de Duke Ellington y la de Louis Armstrong; descarga, como la de Areíto Orchestra. Pero, todo comenzó en 1930, año de la popularización de El manisero, gracias a Antonio Machín, un bolerista cubano que lo grabó, acompañado de la orquesta de José Ángel Aspiazu, en los estudios de la internacional RCA Víctor en Nueva York. Después continuaron lloviendo distintos y extraños ritmos, sin olvidar el inolvidable tarareo del pregón, y sin que pasara inadvertido en lo más alejado de nuestro mundo Caribe. Incluso, al corazón japonés llegó en 1952, entonado por la voz de Hibari Misora, considerada la mejor cantante de la historia musical de ese país. ¿Por qué la fama de El manisero? ¿Cómo explicar que también haya versiones del jazzista estadounidense Stan Kenton, del contrabajista
John Kirby, del músico español Xavier Cugat, del trompetista Chocolate Armenteros, y de Gonzalo Rubalcaba, entre miles y miles? ¿De qué manera explicar que hasta la atormentada actriz Judy Garland, la misma que inmortalizara El mago de Oz, haya entonado El manisero en su otro famoso filme Nace una Estrella? En fin… Dame de tu maní Dame de tu maní Que esta noche no voy a poder dormir Sin comerme un cucurucho de maní Me voooooooooyyyyy… *Periodista. Director ejecutivo y de comunicaciones de la Corporación Francisco el Hombre de Riohacha, La Guajira. @jaimedelahozs
Partitura original de ‘El manicero’. Su primera interpréte fue Rita Montaner.
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20 años resguardando nuestra historia
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Por Adlai Stevenson Samper
ue veinte años no es nada en la historia es cierto. Tal como lo expresa con fundamento existencial el inmortal tango de Le Pera y Carlos Gardel, ese mínimo lapso temporal es una corta respiración dentro del epopéyico avatar de la humanidad, que es, siguen nuevamente los tangueros, “un soplo de la vida” en el transcurso del tiempo. Son esos veinte años que acaba de cumplir el Archivo Histórico del Atlántico, un espacio organizativo custodio de los documentos, prensa y revistas que constituyen la médula viva de nuestra historia. Tarea que no ha sido fácil. Por el contrario; tortuosa, con incomprensiones, dificultades, superadas con una especie de mística general de todas las personas involucradas en este proyecto y que los ha convertido en un modelo general a seguir en este tipo de entidades a nivel nacional. Por lo menos eso es lo que dice el respetable Archivo General de la Nación en sus comunicados a nivel nacional. Y eso es lo que sienten también sus agradecidos usuarios sobre la tarea esclarecedora de su existencia. Todo empezó, según cuenta Helkin Núñez, un funcionario
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Aquí se custodian documentos históricos, prensa y revistas, desde hace dos décadas.
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La idea de tener un Archivo Histórico nació de un grupo de estudiantes de la Universidad del Atlántico.
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del Archivo que ha estado metido desde los inicios de este proyecto, en una necesidad vislumbrada por un grupo de estudiantes de Sociales de la Universidad del Atlántico. “Ellos se percataron”, recuerda Helkin, “en esa época, de que las fuentes documentales de la ciudad se encontraban en las notarías. Estaban en ese grupo Sergio Paolo Solano, Luis Alarcón, Jaime Colpas y el profesor Niasanceno Acosta. Consolidaron lo que fue la hemeroteca de la Biblioteca Departamental”. Hubo un diálogo fructífero con el Notario Primero en el sentido de que entregara los archivos. La entonces directora de la Biblioteca Departamental, Meira Delmar, acogió la propuesta, ofreciendo un espacio en el segundo piso. Pero los libros y documentos se encontraban arrumados, sin ningún tipo de soporte técnico. Uno de esos estudiantes realizó su tesis de grado planteando la posibilidad de fundar un archivo histórico al que incluso le colocaron el nombre del historiador masón Julio Hoegnisberg. Pero faltaba el ingrediente de un visionario político. Allí entra el entonces gobernador Gustavo Bell Lemus, historiador, que impulsa en la Asamblea Departamental, con la Ordenanza 07 del 9 de diciembre de 1992 –de allí los 20 años que se conmemoran–, reglamentado por el Decreto 117 de marzo de 1993 la vida jurídica del Archivo. Coincide este suceso con el proceso de restauración del edificio de la antigua Aduana de Barranquilla, tal como lo enfatiza Cielo Tamara, directora de la Corporación Luis
El Archivo Histórico es una referencia invaluable en los procesos de investigación documental.
Eduardo Nieto Arteta, entidad que fue creada para efectos de administrar el complejo arquitectónico. “La idea era cómo ‘llenar’ el edificio tras su restauración”, sostiene Cielo. “En ese momento, y la necesidad todavía persiste, Barranquilla necesitaba de proyectos culturales de dinamismo sociocultural que generaran desarrollo. Se requería una biblioteca y un archivo que ofrecieran un amplio grado de servicios dignos, sobre todo para la población más vulnerable. Por eso se decide, entre la Cámara de Comercio y la Gobernación, que en el edificio funcionaran estos dos entes, para darle a este sector vitalidad urbana”. En realidad, el Archivo Histórico existía jurídicamente, pero en la práctica solo eran cajas con documentación, algunas de ellas con hongos y un acusado deterioro. Así que se abocaron al proceso de limpieza y catalogación para proceder a ubicarlos físicamente. Para 1994, con la inauguración del
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de recuperación documental y de servicio, sino también de aumento de fondos y de servicios a la comunidad. La idea era no solamente la tenencia de los libros, sino acercarlos a la comunidad como beneficiaria directa. Sobre todo a los investigadores”. Es que el Archivo Histórico
es una herramienta invaluable en los procesos de investigación documental. Allí se encuentran, aparte de las notarías, periódicos como La Prensa, El Promotor, El Estandarte, Rigoletto, El Nacional, EL HERALDO, Diario del Caribe y Diario del Comercio, y revistas, anuarios, informes estadísticos, gacetas municipales y libros de temas históricos. Además, el mismo Archivo Histórico ha generado una buena producción de libros por parte de escritores e investigadores que
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Centro Cultural de La Aduana abre sus puertas el Archivo Histórico de forma oficial, teniendo como director a Luis Alarcón, que recién acababa de llegar de España, donde estudió archivística. En ese momento también se recurre a la incorporación de los archivos de las notarías Segunda, Tercera y Cuarta, previo concepto aprobatorio de la Superintendencia de Notariado y Registro, a los que se suma el Fondo Histórico de Prensa, que se encontraba en la Biblioteca Departamental. En el archivo se encuentran importantes documentos, tal como lo señala Helkin Núñez: “Los referentes a las compras y de ventas de esclavas, que si estaban embarazadas costaban más. Otro eran las minas de oro registradas acá aunque no estuvieran en la Costa. Hay también mucha información del departamento del Magdalena, las escrituras del Conde de Pestagua, que era dueño de Remolino, Sitionuevo, documento que marca mucha territorialidad. Tenemos documentación de los resguardos indígenas e incluso una colección fotográfica de Barranquilla en el año de 1935, 132 fotos aéreas”. La idea no era ‘poseer’ estos archivos y que estuvieran alejados de la comunidad. Eso es claro para Cielo Támara, directora de la Corporación Nieto Arteta: “A partir del momento en que entra en operación el Archivo iniciamos un plan. No solo
La meta a largo plazo es digitalizar y sistematizar todo el material documental.
La idea desde el principio, más allá de la tenencia, fue acercar los libros a la comunidad.
concurren a sus espacios. Las articulaciones del Archivo se remontan hasta el Archivo General de la Nación, pero también llegan hasta España, donde ha recibido estímulos por parte de Adai –Apoyo al Desarrollo de Archivos Iberoamericanos–, con el patrocinio para el taller de montaje y dotación preventiva. Todas estas experiencias, todo este trasegar, le ha permitido ejercer al Archivo sus servicios y asesorías a entidades como el Archivo del Magdalena, el Archivo de Valledupar y el recién constituido Centro de Documentación del Carnaval de Barranquilla. Los retos son grandes: sistematización y digitalización, proceso que se lleva a cabo actualmente a un plazo de ocho años por la carencia de fondos y equipos. La directora Cielo Támara sueña –junto a su equipo asesor conformado por los historiadores Adelaida Sourdis, Jorge Villalón y Luis Alarcón– en que todo este engranaje documental se encuentre completamente catalogado, sistematizado y digitalizado para que pueda ser consultado a través del mundo. Un sueño que se trata de construir apelando a ayuda internacional para superar los escollos tecnológicos y que posibiliten que el Archivo Histórico del Atlántico prosiga por muchos años más, siglos, siendo el garante de la conservación de informaciones y el acervo documental de la ciudad, el Departamento y la Región Caribe.
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UN ‘SAN FERMÍN’ AÉREO Texto y fotos Fabiola Pión Navarro y Mario Williams García
El aeropuerto de San Martín, en Antillas Holandesas.
n 1493, Cristobal Colón descubría, el 11 de noviembre, día que el santoral católico conmemora a San Martín de Tours, la isla de 37 millas cuadradas a la que bautizaría con el nombre del santo. La corona española la ocupó por espacio de ciento cincuenta y cinco años, al final de los cuales la abandonaría para siempre, por lo que pasa a ser ocupada por Francia y los Países Bajos, que se la repartieron desde 1648, posesión que comparten hasta la fecha. San Martín, ubicada a 200 millas al este de la isla de Puerto Rico, tiene hoy una población cercana a los 80 mil habitantes, dentro de los cuales se cuentan personas de cien nacionalidades, y es una de las más importantes islas turísticas del Caribe Oriental. Su aeropuerto es el tercero de mayor tráfico aéreo de las islas del Caribe, después de los de República Dominicana y Puerto Rico. La cabecera de la pista de aterrizaje está ubicada en la playa Sunset Maho, por lo que visualmente, como se aprecia en algunas de las fotografías, pareciera que los aviones pasaran sobre las cabezas de los turistas, dando la sensación de encontrarnos con un
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espectáculo que nos recuerda la célebre fiesta de Pamplona que inmortalizó Ernest Hemingway: los Sanfermines, en la que reses de lidia corren por las céntricas calles de la ciudad en medio de una multitud alucinada. Este aeropuerto empezó a operar como pista militar de aterrizaje en plena Segunda Guerra Mundial, 1942, y como aeropuerto civil, un año más tarde. El aeropuerto Princesa Juliana, con su pista de 2.180 metros, tiene unas cómodas instalaciones, pero lo que más disfrutan los turistas y residentes son los aterrizajes y decolajes, especialmente de los aviones más grandes del mundo, como los Boeing 747 y los Airbus A340. No hay duda, pero tener un avión de este tamaño –en ocasiones a tan solo 10, 15 o 25 metros sobre la cabeza– es como si se tratara de un San Fermín de los cielos. Es sorprendente que en la pequeña geografía de San Martín coexistan pacífica, y muy civilizadamente, dos naciones, con todo el peso y el rigor de sus normas, al punto que, mientras regía la democracia infeliz de la guillotina en Francia, un exponente de este engendro se encontraba en la Isla de Guadalupe, dispuesta para quienes violaran la ley, en la parte francesa de San Martín y todas las posesiones de ultramar del país de la libertad, la igualdad y la fraternidad. La parte francesa de San Martín, que dispone en Le Grand Case de un pequeño aeropuerto, pertenecía al Departamento de Ultramar de Guadalupe; al separarse de este en el 2007, sus vínculos son directos con el Eliseo. Algo similar ocurrió con la parte holandesa, la que con el plebiscito del 10 de octubre de 2010 dejó de pertenecer a las Antillas Holandesas, y hoy es un país autónomo que forma parte del reino de los Países Bajos. Esta isla, que tiene unas de las playas más hermosas del mundo, posee también el récord de que a su aeropuerto se le considere como uno de los más peligrosos del mundo, debido a que la pista de aterrizaje no “… cuenta con una pista de rodaje; misma que tiene dos salidas, tanto al inicio como al final de la pista, que los aviones utilizan para girar a 180° antes de despegar”.
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subsidios educativos otorga hoy Combarranquilla, por valor de $4.342 millones.
Para conservar su arquitectura, la edificación de la Unidad Boston fue sometida a reconstrucción.
HISTORIA EMPRESARIAL DEL CARIBE
LA UNIDAD DE LA 30 Lleva el nombre de su gestor Julio Mario Santo Domingo, quien en vida respaldó la labor que desarrolla la entidad, en beneficio de las familias de la ciudad y del Atlántico.
En la actualidad, Combarranquilla brinda servicios en las áreas de recreación, educación, capacitación, crédito, deportes, cultura y ciencia a un total de 2.056.462 de afiliados.
5 décadas y un lustro trabajando por el bienestar de sus afiliados
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COLONIAS VACACIONALES Un programa dirigido a los hijos de los afiliados, para una mejor calidad de recreación. Las actividades se organizaban en la finca vacacional ‘Matutilandia’, actual Solinilla.
a Caja de Compensación Familiar de Barranquilla – Combarranquilla– fue constituida el 27 de septiembre de 1957, con la aprobación de la Personería Jurídica No. 2622 por parte del Ministerio de Justicia. El gran gestor de su creación fue Julio Mario Santo Domingo, quien motivó su fundación y permanentemente le brindó todo el apoyo para su desarrollo. La primera Asamblea General se efectuó el 8 de abril de 1958, siendo elegidos como miembros del Consejo Directivo: Julio Mario Santo Domingo, Roberto Jaar, Carlos Dieppa, Federico Blanco, José
Domingo Pumarejo, Adolfo Gieseken, Luis E. Pochet, José J. Ortiz, Ernesto Mendoza, Juan David Montes, Affif Simán, José Alzamora y Tobby Setton. Y como presidente Eduardo Carbonell Insignares, quien por varios años y hasta su fallecimiento fue miembro honorario. En sus inicios, la función primordial de esta entidad fue el pago del subsidio familiar en dinero. Se pagaba $10 por persona a cargo, otorgado a 4.681 hijos inscritos de 1.558 trabajadores registrados. Actualmente el valor del subsidio es de $19.677 y a diciembre 31 de 2012, el número de empresas afiliadas es de 6.634, con un total de trabajadores afiliados de 97.817
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AVANCES PARA LOS INFANTES A finales del año anterior, Combarranquilla presentó el novedoso Centro Interactivo de Ciencia, Juego y Tecnología ‘Imagenia’, en la Unidad Boston, para una recreación más participativa de los pequeños.
que, unidos a sus familias, representan una población cubierta de 259.672 personas. Desde su fundación se han desempeñado como directores: Evasio R. Castillo, desde 1957 a 1961; Aureliano Castro, entre 1961 y 1967; Rafael Maldonado, quien la dirigió por 26 años, desde 1967 hasta 1983; José Miguel Gómez Munárriz, quien estuvo 27 años, desde 1983 hasta 2010, y en diciembre de 2010 fue nombrado su actual director, Ernesto Herrera Díaz-Granados. En 1978 se estableció el primer convenio educativo con el Centro Social Don Bosco, para otorgar auxilios a todos los hijos de afiliados que se encontraban cursando estudios primarios. En 1980 se inició la capacitación no formal
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UNIDADES DE SERVICIOS Creadas para descentralizar los servicios y aumentar la cobertura de atención, y manteniendo en firme su propósito de ser el apoyo integral para el trabajador y su familia.
La Unidad Country, al norte de la ciudad, fue construida en 12.000 metros cuadrados.
mediante cursos técnicos, convirtiéndose en el primer servicio prestado a la población no afiliada. Ese mismo año se comenzó a realizar un plan vacacional dirigido a los hijos de los afiliados, por medio de la Asociación de Hermandades de Trabajo, en la finca vacacional del padre Stanley Matutis en Salgar, llamada Matutilandia, dándose comienzo, de esta forma, a los programas sociales. Debido al éxito obtenido se tomó la decisión de comprar, en el año de 1980, este centro, el cual fue restaurado y, con el nombre de Centro Recreacional Solinilla, se abrió al público el 8 de marzo de 1985 con el fin primordial de brindarles al trabajador y su familia
En esta sede quedaba anteriormente el concesionario de autos Carlos Dieppa.
momentos de recreación y sano esparcimiento. En 1987, mediante convenios con el Instituto de Crédito Territorial, se comenzaron a otorgar créditos por medio de libranzas para la adquisición de materiales, motivando la autoconstrucción. Pero fue en 1994 que asumió directamente la construcción de vivienda, entregando 30 cómodas casas en la Urbanización El Oasis; en 1996 se construyeron 95 casas en la urbanización Villa Angelita y, en 1997, en una segunda etapa, se entregaron 250 viviendas de interés social. El 30 de julio de 1989 se inaugura la Unidad Mario Santo Domingo, ubicada en la calle 30, con cómodas instalaciones que permiten ofrecer excelentes servicios en educación, recreación y capacitación. El 11 de noviembre de 1994 se inaugura la Unidad Boston, aprovechando una antigua edificación para mantener su bella arquitectura y recuperar así una magnífica joya urbanística. En el 2012, el servicio de crédito social benefició a 16.794 trabajadores afiliados, con desembolsos por valor de $20.287,1 millones. El 13 de agosto de 2009 abrió sus puertas la Unidad de Servicios Country, con una excelente infraestructura propicia para la recreación, el deporte, eventos y sano esparcimiento. Combarranquilla cumplió 55 años en septiembre del año anterior. Han sido cinco décadas y un lustro de permanente evolución, evidenciada en el amplio portafolio de servicios y programas sociales y en la excelente infraestructura que ofrece a sus trabajadores afiliados y a la comunidad del Departamento, con el propósito de contribuir a la construcción de una sociedad más equitativa.
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EL HERALDO Por Diego Marín Contreras
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A Diego Andrés, mi hijo
El escritor francés se encerró durante 17 años en su habitación para producir su obra cumbre ‘En busca del tiempo perdido’.
arís, 1871. Desde el mes de enero, los alemanes estrenan un mortero casi a diario, precursores todos ellos de la Gran Bertha, un poderoso cañón que debía su nombre a la hija de Friedrich Krupp, magnate del acero, quien literalmente armó las dos guerras mundiales. La ciudad padece un cruento bombardeo. El Segundo Imperio de Napoleón III toca a su fin. Entre marzo y mayo tiene lugar La Comuna, gobierno temporal del pueblo, y muestra que ni el odio social ni la lucha de clases se terminaron con la Revolución de 1789. Según la célebre frase de Lafitte: “gobiernan los banqueros”. La aristocracia, como una gloriosa actriz en decadencia, se retira discretamente a sus salones donde brillan la frivolidad, el arte y el ingenio, perfecto escenario para alguien que está a punto de nacer. Por miedo a los constantes bombardeos, la bella joven judía Jeanne Weill, que estaba embarazada, fue conducida a Auteuil por su amante esposo, el doctor Adrien Proust, conocido en los anales de la medicina como el creador del ‘cordón sanitario’, que permitía aislar a las ciudades durante las pestes. La joven pareja se traslada pues a la cercana población, donde viene al mundo, como un rey, entre ecos de retumbantes cañonazos, el 10 de julio de 1871, bajo el signo de Cáncer, un bebé destinado a ser genio de las letras universales, “le petit Marcel”. Consentido hasta lo enfermizo,
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brillante, hipersensible, asmático, lleno de rizos y ternura, heredó los rasgos hebraicos de su madre, quien le leía en voz alta las obras de George Sand, seudónimo de la escritora Aurora Dupin, desde que el niño gateaba por la cuna. Marcel siempre vio a su padre como una especie de Júpiter Tonante, pero esa mirada no era justa, como tampoco lo fue con su hermano Robert, quien revisó, corrigió y publicó, muchos años después, la totalidad de la obra de su amado hermano mayor. El doctor Proust, por su parte, solía vaticinar con orgullo: “Marcel será miembro de la Academia Francesa”. Años más tarde, en efecto, se lo propusieron, pero el escritor contestó que sí, siempre y cuando la Academia modificara sus horarios, pues él
Marcel Proust escribe (1871) como un pintor impresionista su obra cumbre ‘En busca del tiempo perdido’. Ya había salido el Ford Modelo T, y las mujeres fumaban con boquilla y se desnudaban con premeditación y alevosía, comoIsadora Duncan y Mata Hari.
Cien años de una ‘catedral gótica’
trabajaba toda la noche y dormía todo el día. Era un insomne impenitente. Pero volvamos a la infancia. En el primer capítulo de su obra, titulada Du cote de chez Swann, Por el camino de Swann, 1913, que da inicio a la monumental summa novelística, A la recherche du tempsperdu, En busca del tiempo perdido –publicada, en siete volúmenes, hasta 1927, por Robert Proust, pues Marcel muere en 1922, a la edad de 51 años, víctima de una bronconeumonía–. En el episodio titulado “Combray”, reitero, el narrador nos cuenta cómo, en una ocasión, cuando acaso contaba siete u ocho años, su venerada madre no pudo ir
a darle el acostumbrado beso de las buenas noches debido a que monsieur Charles Swann se hallaba de visita. Entonces el protagonista, quien solo es nombrado como Marcel una vez en toda la obra de más de tres millones de palabras, oh cósmica riqueza, oh asmático pánico de morir si se pone punto final. El narrador-niño, digo, decide aventurarse escaleras abajo, como un pequeño Edipo en busca de su Yocasta. Temblando, en el borde mismo de la asfixia, ve proyectarse contra la pared la sombra de su Júpiter Tonante, el doctor Adrien Proust. Sin embargo, contrariando sus funestos vaticinios, el comprensivo padre le dice a su
21 mujer: “El niño está nervioso, quédate a dormir con él esta noche”. Dicen que Sófocles sonreía tras bambalinas. Pero, en 1905, cuando sus padres ya se han ido de este mundo hacia el limbo del tiempo y la memoria donde todos, hasta tú, amada mía, habitaremos inexorablemente, Marcel, sentado a la orilla del río del tiempo, decide rescatar todo aquello que alguna vez, sin avisarnos, se convirtió en el pasado. Ya pasó la fiebre del impresionismo –entre otras cosas, Proust escribe como un pintor impresionista. Ya los hermanos Lumiere han dado al mundo su cinematógrafo. Ya tuvo lugar la Exposición Universal de París, donde el mundo conoció las maravillas del arte japonés. Ya Cézanne había pintado los objetos como si fueran seres humanos. Ya Van Gogh había huido a la locura y Gauguin a Tahití, Vahine no te vi. Ya había salido a las calles el Ford modelo T, ya el teléfono, ya el aeroplano, ya el gramófono. Ya las mujeres fumaban con boquilla y se desnudaban con premeditación y alevosía, como Isadora Duncan y Mata Hari. Ya Rutherford y J.J. Thompson habían descubierto el electrón. Ya París estaba rediseñada según el gusto urbanístico de Barón Haussmann. Fue en esos tiempos cuando Proust, mirando la Torre Eiffel recién inaugurada, y para su gusto horrible, la comparó con un dedo de hierro que señalaba al cielo como una vulgaridad. Sí, cuando Sigmund Freud ya había publicado La interpretación de los sueños, Albert Einstein su Teoría Especial de la Relatividad y Pablo Picasso, descaradamente, se copiaba el cubismo del arte africano visto también en la Exposición de París. Cuando Giusseppe Verdi ya había muerto, y Friedrich Nietzche perfeccionaba su locura en el manicomio. Cuando Claude Debussy ya había compuesto su Catedral sumergida y Marcel Proust, meditando en la playa del tiempo perdido,
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La obra más célebre de Proust es considerada por el autor del artículo una obra maestra del arte de escribir, y la compara con una catedral gótica.
esperaba que emergiera la suya de las profundas aguas de los siete mares del inconsciente. Entonces algo sucedió en las letras universales. Aterido de frío, como un vampiro pálido envuelto en bufandas y abrigo, el hombre regresa a su apartamento en los primeros días de enero de 1905. Solo sale de noche, como el húngaro Bela Lugossi, actor de Drácula, quien dormía en un ataúd. Como es habitual noctámbulo de ese hotel se le conoce como “Proust, el del Ritz”. Son más de las doce cuando arriba a su apartamento. El ama de llaves le trae unas magdalenas y una taza de té caliente, aunque su bebida
habitual era el café. Algo distraído, mientras lee un libro, abullonado en su sillón favorito, cubierto de mantas hasta el pálido rostro de hindú, humedece uno de los bocadillos en la humeante bebida, y de súbito lo invade una plena sensación de felicidad. Intrigado, como quien repite un mágico ritual, prueba otro bocado. Y el ilusionista del inconsciente, el maestro de la memoria involuntaria basada en un proceso de asociación de sensaciones, hace surgir, en el estanque de los recuerdos perdidos, como las flores de un jardín japonés, el fresco completo de la infancia del narrador, cuando los domingos, antes de ir a misa, entraba a la habitación de su tía Leonie, y ella le brindaba magdalenas mojadas de té. Todo ello en Illiers –Combray en la novela–, en la misma casa donde tuvo lugar el episodio del beso robado a la madre. Y Proust se lanza en el mar del tiempo, donde reina siempre la noche de la memoria. Entonces decide que va a escribir una obra más extensa que
Las Mil y Una Noches. Y cuenta George D. Painter, en cuyos dos tomos de la biografía de Proust (Lumen, Barcelona, 1978) se ha fundamentado, en parte, este texto memorioso, que por otro lado es el fruto de treinta años de lecturas, reflexiones y experiencias vitales imposibles de resumir aquí. Cuenta Painter que las primeras setenta páginas de la obra de Proust, las que narran los episodios de Combray en Por el camino de Swann, obra que concluye con la aparición de la duquesa de Guermantes, fueron escritas, de corrido, sin comer, sin dormir, en un estado febril de iluminaciones consecutivas, en una mística jornada de 72 horas continuas que cambió el curso de las letras del siglo XX. Así serían los próximos 17 años de la existencia de Marcel Proust, que pasó encerrado en su habitación forrada con láminas de corcho, escribiendo, ataque de asma, escribiendo, viendo emerger de las aguas azules de su memoria una majestuosa catedral gótica que el mundo conoce como En busca del tiempo perdido, una obra maestra del arte de escribir; Marcel Proust, una iglesia de las letras que me cuenta entre su feligresía, porque yo no soy católico ni protestante, ni hinduista, ni budista, sino proustiano, y eso no significa que te siga a ti, o no, no sigo a nadie, me busco afanosamente a mí mismo, al ser de mi ser. Y en ese sendero ahora camino por la nave central de tu templo y coloco una ofrenda de orquídeas en el altar de tu memoria, que se agrega sin par a los memoriales sánscritos de la humanidad de todos los tiempos, el tiempo. Porque tu obra es la escritura sagrada del dios desconocido que me ha buscado toda mi vida, más allá de la vana memoria de las rutinas, las costumbres y los años, en el ser de mi ser que aquí he colocado con mística reverencia, oh, amado maestro de mi alma y de mi calma, amigo de mis entrañas. diegojosemarin@hotmail.com
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La muerte de Marcel Proust In memoriam Ida Josefina Contreras, mi madre
Como cada noviembre La mujer regresa Por túneles de seda Y orquídeas epidérmicas Aroma de criatura deseada En algún bosque del tiempo perdido Catleyas Trianae floreciendo Entre los senos de Odette De Crécy Cuando Swann se dispone a amarla Barbado, pálido, muy joven A pesar de tus cincuenta y un años Le dices a Celeste, niño eterno Que la mujer de tu espanto Se oculta tras el biombo Pero es el biombo De tu culpa judía, petit Marcel Que porta en el alma A Dédalo, Ícaro y el Minotauro Por eso sales volando De tu íntimo laberinto Por los caminos Del té y las magdalenas Los caminos del arte Que conducen Al arte de la verdad Y diseñas, noche a noche, Los planos de tu catedral gótica Oh magistral arquitecto Tierno Minotauro De monstruosa genialidad Preguntas si Odilón
Te ha traído las cervezas Que encargaste al Ritz Por tu ama de llaves, La bella Celeste, Ángel de la guarda De tu indefección Que te presiente Más enfermo que de costumbre Amenaza con llamar A tu hermano Robert, Médico de la clínica Pichini “Le apareceré después de muerto Y le jalaré los pies” Contraatacas vanamente Y propones, para distraerla, Aprovechar que estás muriendo –Ya lo sabes, ya lo investigaste, Conoces perfectamente La tarea que los neumococos Llevan a cabo en tus bronquios–, “Vamos a narrar cómo muere un escritor”, le ordenas. Espantada, ella, Una muchacha casi analfabeta, Copia, con torpe caligrafía, Tu lúgubre dictado inmortal De modo que la muerte de Bergotte, En la novela, es tu propia muerte Luminoso guerrero de las letras Oyes las últimas oleadas Del mar del tiempo Contra las rocas de tu memoria Y recuerdas aquella noche Cuando tu madre No pudo darte un beso Tu hermano Robert rompe el cerco El testudo romano de tu soledad E irrumpe en tu habitación Con enfermeros, agujas y amor Te masajea, paternal,
El palpitante pecho de tu angustia “¿Te hago daño, muchacho?” Respondes: “Sí, mucho daño” Creyendo que es otra la pregunta Pero las ventosas Ya no se pegan a la piel mortecina Y regresa la mujer etérea Flotando, se aproxima Y te ofrece, amorosa, El beso del adiós En la noche del tiempo Ya estás con nosotros, Marcel Proust, En el otro lado de la página Ya es Charles Swann Quien habla en tu nombre Ya casi arribas al paraíso Del tiempo recobrado Un amigo dirá en tus funerales: “Jamás tanta bondad estuvo unida a tanta inteligencia” Pero antes Tiresias vaticinó Tu palabra definitiva. “Madre”, dices Y te retiras con delicadeza Como un príncipe oriental De las letras Hacia el limbo Del tiempo y la memoria Donde habitan, Desde siempre y para siempre, Tus criaturas milagrosas. Diego Marín Contreras
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Entre libros y epopeyas
Por Ramón Illán Bacca
Ya se sabe que lo más cercano a una epopeya es conseguir un taxi bajo la lluvia en Bogotá”.
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se miércoles 24 fue el único día soleado de los cuatro que estuve en Bogotá. El periodista de El Tiempo que me entrevistó por el lanzamiento de Había una vez en Barranquilla me confesó que había heredado la biblioteca de su abuelo Bernardo Restrepo Maya, un miembro del Grupo de Barranquilla. Cada vez que oigo hablar de esas bibliotecas legendarias me pregunto si al paso que vamos y cuando ya todas hayan sido remplazadas por las bibliotecas digitales iremos en excursiones pagas a contemplarlas y todos los libros estarán detrás de los vidrios o de algún otro material más sofisticado para que no se destruyan por el contacto humano. Alguien me comentó que tal vez estaba leyendo mucha ciencia-ficción. Para corroborarlo entré a oír el conversatorio de los escritores de la región del Sinú dedicados en esta sesión a hablar de sus producciones de novelas y cuentos de ciencia-ficción. La mesa estaba presidida por Antonio Mora, que aclaró al público que si bien los pioneros de la cienciaficción entre nosotros, José Félix Fuenmayor y José Antonio Osorio Lizarazo, eran famosos por una novela del género, él había escrito diez novelas sobre el tema. Mientras otros de la mesa leían sus trabajos se desató un aguacero de esos que asustan. Ya se sabe que lo más cercano a una epopeya es conseguir un taxi bajo la lluvia en Bogotá. Eran numerosos y de muy alta calidad los conferencistas invitados. Traté de oír al Premio Nobel Le Clezió, pero era muy numeroso el público y por mi estatura apenas alcancé a ver nucas, así pues, abandoné el intento. Me fue mejor al tratar de oír a los poetas, pues en el salón había sillas desocupadas. Es más popular la novela que la poesía. Pero, sin entrar en discusiones, la frase de Hölderlin “Lo que
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perdura lo fundan los poetas” es irrefutable. En la mesa estaban Pedro Serrano, Aurelio Mayor, la gran Ida Vitale y un hombre joven, calvo, en quien reconocí a Ramón Cote. Y al verlo la abeja de la memoria me trajo el recuerdo de cuando en el año 62 vi bailar a sus padres ,entonces novios, en una fiesta de disfraces en el apartamento del pintor Enrique Grau, y cuando el hit de la temporada era La pollera colorá. Ida, una poeta que adoro, quedó de última y recitó uno de sus poemas con voz muy baja, pero que como yo me lo sabía, lo recité para mis adentros. Y así terminó casi en éxtasis ese momento. El pabellón de Portugal, el país invitado, era lo mejor de la feria. Había libros de autores en lengua portuguesa (portugueses, angoleños y mozambiqueños) no muy conocidos entre nosotros pero que ahora, traducidos al español, buscan lectores. Agualusa, Valter Hugo y Mina Couto eran algunos de esos autores. También estaban Pessoa, Saramago y Angunes, que sí se encuentran en nuestras librerías. En uno de los avisos estaba la figura de fray Antonio Vieira, un monje que fue el creador de la leyenda del sermón de San Francisco a los peces y de cómo al terminar de hablar el santo los peces aplaudieron con sus aletas, una historia que oí en forma inolvidable a Ubaldina, una cuentera chocoana, en mi infancia. Un joven ofrecía El mes literario, una revista de reciente aparición. Repetía apartes del discurso de Mo Yan al recibir el Premio Nobel de Literatura, un verdadero señuelo para los que no han leído ni una sílaba del escritor chino. Parece que su libro La vida y la muerte me están desgastando es de obligada lectura. Por lo pronto me senté a escuchar al joven cuando decía un cuento de Mo Yan (en realidad del abuelo del escritor, como él mismo reconoce en su libro). El cuento decía cómo a ocho jóvenes albañiles les agarró una feroz tormenta. Se refugiaron en un viejo templo. Creían que era un castigo celestial y uno de ellos era necesariamente el culpable. Arrojaron sus sombreros afuera y uno de ellos se hundió en el barro, el dueño era sin dudar el culpable y por lo tanto lo echaron afuera, a pesar de sus súplicas. Cayó un rayo y hundió el templo y a todos los de adentro. Se salvó el que estaba afuera. No sé cuál es la conclusión debida.
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