REVISTA # 1583
6.04.2014 LA REVISTA DOMINICAL DE
EL HERALDO
ISSN 2357-3171
Una cruenta página, poco divulgada de nuestra historia.
La batalla de El Chuchal o el martirio de Barranquilla
Todo lo que toca lo vuelve música | 3 Dos barrios con acento cubano | 8 El libro de Álvaro Ruiz Hernández | 14
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2 JOSEFINA VILLAREAL
7 de abril de 2014, cumpleaños 201 “Porque nació frente al alba y el sitio de la brisa le dieron un nombre claro de flor o de lluvia fina. Un nombre para decirlo en medio de la sonrisa, enamorados los ojos y el corazón: ¡Barranquilla! Porque nació frente al alba ¡y el alba es buena madrina!
ARCHIVO HISTÓRICO DEL ATLÁNTICO
Con lino de sol y sombra tejieron años los días y una mañana sin nubes despertó moza la niña. Romance de Barranquilla ( fragmento) Meira Delmar
LATITUD, LA REVISTA LATITUD, DOMINICAL LA REVISTA DE DOMINICAL EL HERALDO DE # EL 1583 HERALDO # 119 Director Consejero
Juan B. Fernández Renowitzky Presidente
Francisco Posada Carbó Director
Marco Schwartz Rodacki Gerente
Escriben en este número
Adlai Stevenson Samper Adriano Guerra Álvaro Ruiz Hernández Andrés Salcedo Juan Carlos Rueda Moisés Pineda Salazar Ramiro Guzmán Arteaga Raúl Arzuza Cuesta Teobaldo Coronado Hurtado
Rosario Borrero
Martha Guarín R.
martha.guarin@elheraldo.co Imágenes: Ap, Efe, Archivo EL HERALDO, archivos particulares, Archivo Histórico del Atlántico, Josefina Villarreal, Christian Mercado, Schutterstock. Cortesías: Editorial La Iguana Ciega, José Stevenson, Luis Miguel Charrys.
Director de Arte
Portada: Evocación de la batalla de El Chuchal. Ilustración de José Fernando Quintero y Danilo González/Cortesía Alcaldía de Barranquilla.
fabian.cardenas@elheraldo.co
Contraportada: Omar Figueroa Turcios
Elaine Abuchaibe Auad Jefe de Redacción
Edición, Selección de Textos e Imágenes
Fabián Cárdenas
Los escritos de los colaboradores y columnistas solo comprometen a quienes los firman.
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Todo lo que toca lo vuelve música Texto y fotos: Juan Carlos Rueda Gómez
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@juankyeru - natubarajr@gmail.com
caba de lanzar un disco denominado Banda de hojitas de San Pelayo, que incluye temas emblemáticos como María Varilla, Fandango viejo pelayero, El barrilete, Gavilán garrapatero, La seca y Rueda de baile, este último de su autoría. Lo que llama la atención es que Arlington Lee Pardo Plaza, además de ejecutar todos los instrumentos, con excepción del bajo, interpreta con hojitas de laurel todos los vientos, pero logra lo que otros no alcanzan: imitar y armonizar los sonidos de las trompetas, trombones, bombardinos y clarinetes de las bandas tradicionales del Caribe. Esa es una faena emocionante y grata como las que ha protagonizado en otros escenarios, por ejemplo, en Barranquilla, frente a la Orquesta Sinfónica de Colombia, acompañado con su gaita cromática para actuar como solista por el nacimiento del Ministerio de Cultura, en la década de los noventa. Este último episodio le trajo más alegrías, con esa misma gaita que él reinventó, y que hace más de veinte años el investigador William Fortich le pidió prestada para que el maestro Francisco Pacho Zumaqué la utilizara en la grabación de su famosa Macumbia.
Melodías como ‘Hey Jude’, ‘Love Story’ y ‘La
Marcado por Baudelaire
Piragua’, ejecutadas con ocarina zenú, harán
Cuando Arlington Lee Pardo Plaza tenía doce años de edad tuvo la oportunidad de leer en un viejo libro sin portada y con muchas hojas arrancadas un poema que lo marcaría para siempre y se convertiría en su hoja de ruta: “Embriáguense”, del autor francés Charles Baudelaire, llamado el gran poeta maldito, que muchos dicen influyó también de manera profunda en Raúl Gómez Jattin, nuestro gran vate cereteano, quien tuvo una vida marcada por el desarraigo y la autodestrucción: “Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: esta es la única cuestión. Para no sentir el horrible
parte de un CD que en breve lanzará el licenciado Arlington Pardo, director de la Banda Folclórica de Barranquilla, autor de métodos para el aprendizaje de la gaita y la flauta de millo. También hizo una producción teniendo como instrumento principal la hoja de laurel.
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EL HERALDO peso del tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense. Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán: ¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del tiempo, ¡embriáguense, embriáguense sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca”. Arlington ha seguido en gran medida las directrices que le trazó Baudelaire desde esas líneas; ha vivido embriagado de poesía, de música, de folclor y de virtud para sembrar semillas de humanismo en todos los seres que toca. Surge aquí la pregunta: ¿Por qué dos hombres que nacen a tan corta distancia –entre Cereté, donde nació Raúl, y San Pelayo, donde lo hizo Arlington, hay escasos nueve kilómetros– son permeados de tan distinta manera por esa especie de orden que dio el escritor francés en su texto magistral? Pardo Plaza no es abstemio, de hecho le encanta el buen vino, el ron, el whisky y una que otra cerveza de vez en cuando, pero nunca llegará a cometer excesos que lo lleven a un desenlace fatal. Prefiere imbuirse en la sonoridad de la gaita, los tambores y la ocarina para embriagarse con el sabor del Caribe. NIÑEZ MUSICAL EN SAN PELAYO.
Las tradicionales fiestas patronales en honor a San Juan
Algunas de las publicaciones educativas musicales de Pardo Plaza. También en las fotos, en tareas como instructor, a través de la Fundación Banda Folclórica Distrital, en los corregimientos de Juan Mina, en la Institución Educativa 176.
4 de Pelayo, que se celebran cada 26 de junio, siempre han sido grandiosas en este municipio cordobés, a orillas del río Sinú. A mediados de la década de los setenta, mientras los adultos se deleitaban consumiendo cantidades de licor y saciando su morbo primitivo con cada cornada de los jugados y aviesos toros a los osados manteros que arriesgaban su vida para obtener un premio de algún ganadero, so pena de dejar sus tripas en las astas de uno de esos cuadrúpedos furiosos, los niños se asomaban por debajo de los palcos para copiar ese modelo de diversión primitiva e infracultural y después replicarlo a escala. Arlington Pardo era quien lideraba el grupo de unos veinte infantes que, luego de terminadas las corralejas, se divertían a sus anchas haciendo su propia fiesta, una especie de ‘corralejita’, con lo que tenían a la mano, aprovechando que los patios de las casas, que conformaban un solo espacio, muy amplio, ya que no era de usanza la cerca separadora entre casa y casa. “Recogíamos recortes de madera de las construcciones, palos y troncos que dejaba el río Sinú en los playones y con eso hacíamos una minicorraleja con palcos y todo, recuerda. Unos se disfrazaban de toros, otros de toreros o banderilleros y recreábamos todo lo que habíamos visto en la plaza. Pero
ARCHIVO EL HERALDO
Arlington Pardo es director fundador de la Banda Folclórica Distrital de Barranquilla, con la que ha estado en Francia, España, Portugal y gran parte de las ciudades de Colombia.
a mí lo que me gustaba era organizar y dirigir ‘La bandita’. Con tapas de olla, peroles y tanques vacíos hacíamos los instrumentos, y los sonidos de las trompetas, bombardinos, clarinetes y trombones los imitábamos con la boca”. Eso lo hicieron durante varios años, pero cada vez le iban incorporando instrumentos que, aunque rústicos, se asemejaban más a los reales. Fue cuando Arlington fabricó su primera gaita, usando el cilindro vacío de un lapicero, al que le hizo seis perforaciones, y la cabeza la armó con el relleno de una batería, arriesgándose a un envenenamiento. Poco tiempo después, Pardo organizó la Banda Infantil de Hojitas de San Pelayo; sonaba tan bien, que su tía Felipa Plaza se dio a la tarea de buscar patrocinadores para mostrarla como un orgullo pelayero. Fue tan exitosa su gestión que llevó a estos niños, encabezados por Arlington, a recorrer varias ciudades, llegando incluso a Bogotá, donde se presentaron en varios programas de televisión, entre ellos Animalandia, que presentaba Fernando González Pacheco, y Galaxia Musical. MÚSICO PRECOZ. Una de las situaciones que más impactaron a Arlington en su infancia fue la diversidad de manifestaciones musicales autóctonas que anegaban a su pueblo, como las riadas del Sinú, cuyas aguas se desbordan cada invierno inundando las fértiles tierras que atraviesa. Además de las bandas de viento, llegaban los gaiteros, los ejecutantes de ocarina y arco sonoro, los cañamilleros, las cantadoras de bullerengue, la zafra mortuoria, los septetos palenqueros y los conjuntos típicos de acordeón. Todo ello, sumado a los discos de artistas cubanos que su padre, el odontólogo samario Jaime Pardo Bornachera, y los elepés de famosas bigbands que ocasionalmente llevaba el profesor Fernando Aguilar, más su inquietud como precoz lutier, se fue convirtiendo en un gran guiso sonoro en su sangre, su cerebro y piel, llevándolo muy temprano a codearse con grandes figuras del
5 folclor, en certámenes como el Festival Nacional de la Gaita, en Ovejas, Sucre; el Festival de la Cumbiamba, en Cereté; Festival de la Algarroba y la Gaita Corta, en Galeras, Sucre, y Festival de la Cultura, en Sahagún, Córdoba, entre otros. En Barranquilla se formó y se quedó. A los dieciséis años, una vez terminado el bachillerato, Pardo Plaza siente que su departamento y la sabana en general le quedan chiquitos. Lo mueve la necesidad de transmitirle al mundo la herencia musical que lo ha nutrido y ya se le sale por cada poro. Ese legado recibido de su abuelo materno, Fernando Plaza Noble, ejecutante de la tuba, padre de su progenitora, Neyla Rosa Plaza, y parientes cercanos como Primo Paternina y Joselito Lugo, el Tragaplaza, gran trompetista. Llega a Barranquilla a estudiar licenciatura en música en Bellas Artes, acompañado de su hermano Rori Pardo, clarinetista. Arlington se graduó en 1993 con tesis laureada sobresaliente, titulada “Sistematización de la gaita como instrumento musical para la enseñanza en la facultad de Bellas Artes”, lo que permitió incorporar este adminículo sonoro aborigen, mirado de soslayo por los músicos académicos, al pénsum universitario como instrumento de afinación universal, dándole la fortaleza que le faltaba para armonizarse con todos los componentes de una sinfónica. Es que Arlington venía trabajando en ese proyecto desde 1982, cuando tocaba con Los gaiteros de San Pelayo, y en los ratos libres que le dejaba el colegio se dedicaba a investigar y a ejercer artesanalmente la labor de lutier, movido por la frustración que le producía no poder tocar con la gaita los temas del cancionero universal como El manicero, Reloj, Una flor para mascar, etc., ya que
el instrumento hecho con carrizo no tiene un estándar de sonido ni afinación. Comenzó haciendo gaitas con tubos de PVC, pero los descartó por su sonido opaco y decidió recurrir al aluminio y al bronce, pero el primero se impuso por su bajo costo y fácil consecución. “Hasta hoy he fabricado unos ocho mil instrumentos de ese tipo, a pesar de la falta de apoyo del Estado y de las trabas burocráticas de la mayoría de entidades a las que he tocado sus puertas para masificar mi trabajo”, dice Pardo Plaza con un dejo de tristeza. La Banda Folclórica Distrital. En 2003, después de haber sido
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becario del Sistema Nacional de Coros y Orquestas Sinfónicas de Venezuela, dirigido por el maestro José Antonio Abreu; de haber hecho una especialización en Pedagogía del folclor, en la Universidad Santo Tomás, de Bogotá; una maestría y un doctorado en Pedagogía y educación musical, en la Universidad de Extremadura, en Cáceres, España, decide, en compañía de su eterno escudero y soporte humano, Alfonso Caro, presentar el proyecto de creación de la Banda Folclórica Distrital de Barranquilla, una inquietud que nació en 1988 y fue fortalecida por un equipo conformado por Eduardo Valencia, músico; Livingston Crawford, investigador, y Beatriz Herrera, educadora, entre otros. Harold Salazar, director del Instituto Distrital de Cultura, y el alcalde de la época, Humberto Caiaffa, apoyaron la idea y le dieron vía libre. Apenas tuvieron un mes para preparar el concierto de su debut, denominado Cantata del carnaval, un montaje lírico folclórico de la autoría
de Arlington, en honor a los compositores del Caribe colombiano. Hoy día, la banda es insignia de nuestra ciudad y ha llevado su música a Francia, Portugal, España, Venezuela y a la mayoría de capitales colombianas, amén de muchos festivales de poblaciones intermedias. Obsesionado por la ocarina. Desde niño, Pardo Plaza sintió una irresistible atracción por la ocarina, instrumento precolombino presente en casi todas las culturas aborígenes de América, casi siempre con formas zoomorfas de saurios, quelonios, batracios, peces y especialmente aves, como la ocarina patico, que en los pueblos del Sinú se les obsequia a los niños como simple juguete que ellos usan como silbato. En 1998 inició una investigación para la recuperación de este instrumento como parte esencial del legado cultural zenú, demostrando que, más que un silbato, es perfecto para la ejecución de cualquier obra musical. Lo demuestra fehacientemente en la grabación de veinte canciones, la mayoría de su autoría, pero también se atrevió a interpretar obras tan conocidas y complejas como Hey Jude, de Los Beatles; Love Story, de Eric Segal; Chiquitita, del Grupo Abba, y Reloj, de Roberto Cantoral. Es una producción llena de sonidos tiernos, sublimes, profundos, conmovedores, casi místicos, con una fuerte carga espiritual que transportan al oyente a un plano de relajación y placidez. Gracias al legado poético de Baudelaire, pero especialmente por el acervo folclórico de sus antepasados sinuanos, Arlington Lee Pardo Plaza vive embriagado de música, folclor y sabor, para gloria de la cultura musical colombiana.
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Cambio ambiental en Barranquilla Los puntos sobre las íes los puso en el 2012 el autor del artículo ante sus colegas de la Academia Nacional de Medicina, durante conferencia que dictó en Bogotá. Los compromisos del Concejo local, la urgencia para que la academia se comprometiera a fomentar el pensamiento del creador de la bioética, entre sus inquietudes de entonces, ahora con más vigencia.
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Por Teobaldo Coronado Hurtado
asamos por estos días, una de las temporadas más calurosas que nos haya tocado vivir en la capital del Atlántico y el resto del planeta. Y nos preguntamos alarmados: ¿Por qué hace tanto calor? Respuestas que tratan de explicar el fenómeno hablan de cambio climático, calentamiento global o efecto invernadero y reducción de la capa de ozono, entre otros. “La temperatura mundial ha aumentado 0,4°C aproximadamente desde la década de 1970, y supera en la actualidad el límite superior de variabilidad natural (histórica). La mayor parte de este incremento se debe según los climatólogos a la influencia humana”. “De continuar la tendencia actual, la temperatura habrá aumentado 1,5 grados en Colombia en 2050. En solo 45 años habrá desaparecido 78 por ciento de los nevados y 56 por ciento de los páramos, verdaderas ‘fábricas de agua’, afirma el CN1. Esto no implicará solo pérdida de biodiversidad para este país, que es uno de los más ricos del mundo en fauna y flora. También se trata “de un problema de seguridad nacional relacionado con la pérdida de buena parte de los bienes y servicios ambientales del país, entre los cuales está principalmente la oferta hídrica”, afirma el estatal Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, a cargo del INAP. Si las metas de Kioto no se amplían y profundizan, para mediados de siglo el nivel del mar habrá subido 40 centímetros en el Caribe y afectará con inundaciones a 64 por ciento del litoral caribeño de Colombia, de 1.600 kilómetros. Los expertos temen por el área turística y comercial y la infraestructura de transporte de la isla caribeña de San Andrés, de 85.500 habitantes.” El calentamiento global resulta de la acumulación de gases como: dióxido de carbono, metano, cloro-fluorocarbonados (CFC), etc., provenientes de las plantas industriales y sus productos. El dióxido de carbono proveniente del renglón automotriz, en especial, favorece temperaturas extremas que crean condición climática propicia, en nuestro país, por ejemplo, para reproducción de vectores de microorganismos como el dengue en las ciudades y malaria en el medio rural; patologías que incrementan la mortalidad de grupos vulnerables (extremos de la vida y/o
con enfermedades orgánicas subyacentes); siendo, pues, niños y ancianos los más afectados. Los niños, con cuadros de diarrea y deshidratación; los ancianos, con incremento de accidentes cardiovasculares. Es indudable, estamos abocados a un grave deterioro ambiental con repercusiones nefastas en la salud pública, sin medidas protectoras suficientes, hasta ahora, para controlarlo. Surge, entonces, el cuestionamiento lógico para una bioética enmarcada en la estricta orientación clínica de la relación médico-paciente, la bioética clínica; excluyendo la otra inquietud fundamental de la bioética por la conservación del medioambiente, la bioética ambiental; en su dimensión amplia de ética ecológica, de igual competencia para los profesionales de la medicina. Mi reflexión, más que una perspectiva global, característica básica de la bioética, tiene visión localista como expresión crítica constructiva de la Academia Nacional de Medicina de
Colombia sobre un asunto que nosotros, como capítulo del Atlántico, tenemos la responsabilidad de poner atención por sus enormes repercusiones sobre la salud pública. Durante su administración (2003-2007), el exalcalde de la ciudad Guillermo Hoenigsberg alcanzó a pronosticar sobre el “gran parqueadero” que es hoy en día Barranquilla. Por curiosidad los invito a que recorran, sobre todo por la noche, callejuelas y avenidas de sus barrios, estratos medio y alto, atiborradas de automóviles en ambas aceras. Durante el día, nadie escapa, sufre las consecuencias del caos producido por la congestión vehicular y los consecuentes trancones nunca antes vistos. Una aproximación diagnóstica a la insoportable ola de calor que padece la ciudad me lleva a señalar como principales factores desencadenantes, entre otros, los siguientes: 1. La pavimentación desordenada de sus andenes y calles, en otros tiempos arenosas, con la cruel
7 devastación de sus zonas verdes y el consiguiente aumento del caudal de sus arroyos. El piso de cemento, de otro lado, acabó el engramado y los refrescantes jardines que adornaban el frente de las casas en otros tiempos. 2. El boom de la construcción. Descontrolado por los criterios mercantilistas y politiqueros de planeación; igualmente, con gran detrimento de la vegetación. Desapareció el fresco patio con sus frondosos árboles frutales. 3. El desmesurado e incontrolable crecimiento del parque automotor con el poder contaminante, sofocante, del dióxido de carbono que emana por sus mofles. A manera de ilustración transcribo apartes de la nota del columnista Horacio Brieva en el HERALDO del pasado 12 de septiembre: “… Gracias a la generosidad de las normas del POT, unos pocos particulares se benefician sin dar nada a cambio. Por ejemplo, usted puede construir un edificio de más de 40 pisos en una zona que antes era de conservación urbanística como el exclusivo barrio El Golf. De modo que en una casa donde vivió una familia, y que le costó al constructor unos 600 millones de pesos, se edifican 80 apartamentos de 200 metros cuadrados promedio a un valor de 4 o 5 millones de pesos el metro cuadrado. El constructor puede facturar unos 800 a 1.000 millones de pesos por apartamento para un total de 64 a 80 mil millones de pesos en ventas. ¿Qué gana la ciudad? Una mayor congestión vehicular porque ya no estaremos en presencia del carro o los dos carros de una familia sino de unos 160 vehículos, asumiendo que por familia tengan mínimo dos carros. Y habrá unas 400 personas, aplicando un promedio de 5 por familia, usando el único parquecito del barrio El Golf”. El 24 de mayo de 2012 fue aprobado por el Concejo de
Barranquilla el acuerdo por el cual se adopta el plan de desarrollo 2012 - 2015 del Distrito Especial, Industrial y Portuario de Barranquilla “Barranquilla florece para todos”. En su artículo 23, titulado “Barranquilla Ciudad Ambientalmente Sostenible”, atiende las orientaciones y directrices trazadas por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), para que todos los proyectos de construcción, de renovación urbana y de nueva inversión industrial, comercial y de servicios que se realicen en la ciudad sean ambientalmente sostenibles. Propugna por una cultura atenta al cambio climático en su enunciado cuando afirma que: “Estimularemos la recuperación, creación y mantenimiento de zonas verdes de uso público, mediante acciones de inversión y concertación que mejoren las relaciones sociales, la estética urbana y la calidad de vida de los barranquilleros. Promoveremos una conciencia ambientalmente amable, de manera que todos asumamos la responsabilidad de proteger nuestro entorno, para nuestro propio goce. Impulsaremos el uso del transporte masivo para disminuir las emisiones de CO2 del sistema tradicional. Velaremos por el estricto control ambiental en los puertos exportadores de carbón y petróleo, y así evitar cualquier contaminación de las aguas o del aire de nuestra ciudad que luego pueda repercutir sobre la buena salud de los barranquilleros. Artículo 24. Estrategia: Barranquilla, menos vulnerable frente a Riesgos de Desastres y preparada para el Cambio Climático. Adaptarse al cambio climático significa un cambio fundamental, es pasar de un sistema a una condición futura distinta de la presente, que resista mejor los impactos climáticos. Con esta estrategia se propone fortalecer la capacidad del Distrito de Barranquilla para adaptarse a
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las consecuencias que el cambio climático está generando y generará sobre el territorio” . Es reconfortante, esperanzador, saber que los gobernantes municipales son conscientes de la coyuntura desfavorable producida por el cambio climático cuando trazan una estrategia legal, por lo menos en el papel, para controlarla. Hay que ser optimistas en el éxito posible de su ejecución con hechos contundentes y no con la letra muerta de una ley, como tantas otras sin cabal cumplimiento. También es cierto que la eficacia de estas medidas necesita decidida, consecuente, colaboración ciudadana. “Amanecerá y veremos”. Las Facultades de Medicina han sido parcas, en asignaturas como salud pública, ética médica y bioética –cátedras que un número importante de estudiantes considera de relleno por la visión clínicoquirúrgica que ellos tienen de la profesión– a través de las
La bioética sirve para darnos cuenta que vivimos interrelacionados como vecinos, como habitantes de la ciudad, de la nación y del planeta Tierra”.
cuales, con mayor espacio curricular, se podría impulsar en los futuros médicos conciencia ecológica que los entusiasme a una activa participación en proyectos y programas a favor de un hábitat menos contaminado, por ende más saludable, como estrategia protectora de padecimientos producto del cambio climático. Desde la Academia toca impulsar una bioética preventiva de sus consecuencias letales a través de comportamientos colectivos que reduzcan, entre otros, el consumismo de productos derivados del avasallante poderío de la industria y el comercio. Peter Singer propone como líneas generales para una ética del medioambiente: “…1. Una estética de aprecio por los lugares salvajes y la naturaleza virgen; 2. Rechazo a una sociedad materialista en la cual el éxito se calcula por la cantidad de artículos de consumo que uno puede acumular; 3. Promoción de la frugalidad; 4. Reciclar lo que usamos y comprar los productos más medioambientales que podamos; 5. Examinar nuestro concepto del despilfarro, en especial, con la comida. El ganado mundial produce aproximadamente un 20% del metano liberado a la atmósfera que retiene veinticinco veces más calor del Sol que el dióxido de carbono; 6. Llevar una vida sencilla: estar cerca de los niños y de los amigos, la conversación, el deporte, la actividad creativa y el trabajo...” Se trata de conquistar calidad de vida en el presente y asegurarla para las próximas generaciones. Calidad de vida que el desarrollo manufacturero y tecnológico moderno socava, poniendo en grave riesgo la supervivencia de la especie humana. “El efecto colateral del progreso parece ser el de un paradójico desastre mundial que afecta al hombre y altera su medioambiente”. De allí que el padre de la bioética, Van Rensselaer, en su credo bioético plantea como compromiso de todos: “Me comprometo a trabajar, juntamente con otros, por mejorar la formación de mis creencias y desarrollar otros credos, semejantes a este y por unirme a un movimiento mundial que haga posible la supervivencia y un desarrollo más provechoso de la humanidad, en armonía con el medioambiente natural”. La bioética, mediante su gestión humanizadora, sirve para darnos cuenta de que vivimos interrelacionados, interconectados como vecinos, como habitantes de la ciudad, de la nación y del planeta Tierra, “la aldea global” de que hablaba McLuhan, que nos llevaría en actitud solidaria a deponer intereses particulares en procura de un bienestar común. Asumiendo sincero empeño ético de contribución colectiva para que el mundo, nuestro país y, en particular, esta Barranquilla de nuestros afectos, que nos ha tocado en suerte para coexistir, tengan un entorno grato a través de acciones cotidianas de cuidado de todo cuanto existe en forma real, no virtual.
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Dos barrios con acento cubano
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Texto y fotos Adlai Stevenson Samper
na ciudad no termina de construirse nunca. Algunos barrios que podrían ser considerados ‘nuevos’ en Barranquilla llevan su carga de años. Villa Santos se planeó desde los años 70. Todavía quedan lotes y solares en donde ahora se levantan edificios residenciales, centros comerciales y hoteles. Podría considerarse un desarrollo nuevo desde esta perspectiva. Villa Carolina, adosada a la parte trasera de la zona industrial, también conocida con el humorístico nombre de Springfield –mítica ciudad de los Simpsons–, sigue siendo, pese a sus casi 20 años, un barrio relativamente nuevo. Allí se encuentran proyectos en ejecución y otros en etapa de diseño. El barrio sigue caminando por los lotes cercanos. La metamorfosis y mutaciones es parte integral de los viejos barrios en donde se borran lenta, pero de forma inexorable, antiguos vecindarios con su trama de relaciones sociales construidas a través de los años, para suplir la falta de espacio en Barranquilla para proyectos constructivos. Por ello se acude al expediente de comprar colegios, bodegas, cines, hileras de casas y todo bien inmueble susceptible de compra para diseñar en su lugar edificios y centros comerciales. Algunos barrios de Barranquilla
dentro de cinco años serán nuevos, irreconocibles para los que alguna vez los vivieron: es el caso de Ciudad Jardín, Boston, Delicias, Bellavista y Recreo. Así que barrios nuevos, como tal, hay pocos. Ubicados en la poca área que le queda a Barranquilla para planes de expansión entre la avenida Circunvalar, la zona de Juan Mina, la Vía 40 y Villa Carolina no es casual entonces que dos en esas zonas sean las antípodas el uno del otro.
Uno arriba, el otro abajo Dentro del caótico y desmesurado crecimiento urbano de Barranquilla en las últimas dos décadas, nos vamos a situar en donde se pierden todas las referencias de la ciudad tradicional con su impecable trazado de damero y se vislumbran perfectamente delimitados nuevos órdenes. Los de abajo, con todas las carencias y necesidades. Los de
arriba, plenos de comodidad, disfrutando de amplias avenidas, parques y la vista portentosa del encuentro definitivo del río Magdalena con el mar. Dos barrios de la ciudad que apenas terminan en su eterna labor de construirse, en permanente acecho visual apenas separados por la avenida Circunvalar y laderas escabrosas. Allá, metidos dentro del valle que forman las laderas y la pequeña serranía de Tubará, cruzado por arroyos salidos de madre, el otro barrio, el marginal. Con nombre de ciudad cubana, Pinar del Río. El de arriba, con nombre de barrio elegante habanero, Miramar.
En Miramar la vida es más sabrosa En el corte abrupto de la ladera en donde termina la carrera 20 de Julio, en la calle 96 comenzó el trazado de la urbanización Miramar. Conjuntos residenciales, altos edificios con calles de un adoquinado especial para que
El trazado urbanístico de la Arenosa crece no solo por la transformación de casas de los barrios tradicionales en grandes edificios. En sus costados, la urbe también se ha ido ampliando; para la muestra: Miramar y Pinar del Río.
SEBASTÍAN STEVENSON
Pinar del Río empezó hace 20 años con familias desplazadas por la violencia. La vegetación es escasa. Hay una vía pavimentada. Al fondo, una naciente urbanización.
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Un generoso diseño de vías, el adoquinado, parques y zonas para que abunde el verde suman puntos a la visual en Miramar.
los vehículos no patinen en las escabrosas subidas o bajadas. Esa ‘alfombra’ de adoquín constituye parte importante del paisaje de este barrio en donde en cuestión de dos minutos se suben casi 70 metros de altura y se permite vislumbrar la justificación de su nombre: Miramar. Un generoso diseño de parques, avenidas y rotondas permiten la ilusión de amplitud que niega la ciudad en sus otros espacios. Y omnipresente, los tajamares, el Corredor Universitario, la Circunvalar y todo el suroccidente, punteando allá en medio del monte, las siluetas de un grupo de edificios de cuatro pisos cercanos a Pinar del Río. Por el otro lado, Miramar colinda con proyectos que jalonan la construcción en el sector de Villa Santos y su cercana bajos de Buenavista, de intenso desarrollo comercial con edificios para los estratos 5 y 6. Todos con la más solemne de las ilusiones: ver el mar y el Magdalena. Miramar se encuentra en una vecindad de alto nivel, pero tiene precios para los estratos medios de la población. Pegado por otro de sus costados tiene a Campo Alegre con sus problemas
de estabilidad del suelo. En Miramar se vive con el olor del mar en la vista como si la playa estuviese allí mismo. En el lado opuesto de la loma queda el drama del barrio Pinar del Río.
Pinar del Río qué lindo eres El Pinar del Río de Barranquilla era un extenso barrial dentro del monte, señalan sus habitantes. Con mosquitos, sin servicios públicos, apartado de la civilización, a unos 500 metros al costado del kilómetro 7 de la carretera que conduce a Juan Mina. De noche se escuchaban los grillos y uno que otro perro ladrando a los zorros chuchos y conejos que andaban por allí mientras los habitantes se refugiaban al interior de los cambuches con la iluminación de las velas. Allá arriba, como un sueño de estrellas brillantes, las luces de la ciudad, los altos edificios de Miramar pasando plácidamente la noche. El barrio fue fundado hace 20 años por desplazados de la violencia. Venían huyendo de masacres, cargando solo unas cuantas mudas de ropa, asustados del tiempo que les tocó vivir en sus fincas y pueblos de toda su vida. Se
metieron en ese lote alejado de la ciudad que los acogía. Cualquier cosa era mejor que la zozobra del terror, y con ese singular espíritu se dedicaron a construir sus viviendas precarias de cartón, zinc y plásticos desechables. Un hábitat coyuntural que les permitiera resguardarse del frío y de la lluvia a las 500 familias desplazadas que se encontraron en el mismo insólito destino. Hubo muertos en esos días, recuerda Ricardo Tapia, uno de los pioneros del barrio. Un clima de desconfianza campeaba en todos, asegura otro, con el temor que en cualquier momento su sueño precario de tranquilidad llegase a su fin. Un terreno baldío en medio de otros con propietarios conocidos que miraban con recelo a los recién llegados para que no tuviesen la mala ocurrencia de meterse en sus lotes. La escuela existía de mentiras con sus escasos profesores y alta deserción escolar. Como pudieron rehicieron con materiales sus viviendas, construyendo un salón comunal que hoy en día luce en el más completo abandono, y pavimentaron la calle que los comunica con la carretera, en donde colocaron un letrero
optimista: “Pinar del río: tierra de buen trato, con principios y valores”. La organización Fe y Alegría se ocupó de la escuela que luce con un arreglo digno en el bamboleo de las brisas que recorren con furia el barrio y la resequedad de los escasos árboles por las penurias del verano. Desde la cancha de fútbol alcanza a verse la Barranquilla de las lomas, la de Campo Alegre, de Miramar con sus altas torres. Los picós resuenan en la tarde del sábado pero todos parecen estar ocupados en otras cosas más importantes. Un combo de muchachos sale a caminar por los montes cercanos a cazar animalitos y regresan al barrio entre el ladrido de los perros y los gritos de llamado de sus madres ante la conmoción. Casi al lado del barrio les construyeron un conjunto de bloques de cuatro pisos. Dominan el panorama visual y contribuirán, cuando se pongan en servicio, a elevar la densidad de habitantes que suman y suman con proyectos cercanos como Villas de San Pablo. Estrato cero, casi sin nada, como Pinar del Río, a un costado de la ciudad que parece venírseles encima de las lomas y con la cual sueñan. Una ciudad lejana, tan cerca y tan lejos, en este barrio extraviado de sus planos y planes. Arriba Miramar, mirando el mar, observando a Pinar del Río. Abajo, la pobrecía padecida. Dos barrios, dos mundos, en una historia de una ciudad que parecen dos, que conviven una arriba. La otra, bien abajo.
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¿Quién se acordará de mis hijos…? Relato novelado de la cruenta toma de que fue objeto Barranquilla el 25 de abril de 1815, en tiempos en los que los ejércitos de Santa Marta y Cartagena, bastiones de realistas e independentistas, cruzaban por su territorio buscando asegurar el control de la línea del río, desde su desembocadura en Sabanilla hasta las Barrancas del Rey (Calamar).
¿Quién los recordará, cuando ya nadie recuerde esta masacre de abril del año 1815, cuando de Barranquilla no quedó “piedra sobre piedra”?
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Por Moisés Pineda Salazar
abía perdido la noción del tiempo. Ya no sabía qué día era, ni cuántas horas habían pasado desde cuando el último de los soldados, un desgraciado mestizo como ella, turnado postrero en la fila de blancos que se dieron a la tarea de violarla, una y otra vez… sin misericordia sobre la mesa, en el suelo, como, donde y por donde se les vino en gana, la había montado… No importaron sus súplicas, ni el llanto de sus pequeños hijos… Sus niños… ¿Dónde estarán? ¿Vivirán, habrán muerto? ¿Quién se habrá apiadado de ellos?, ¿quién los habrá acogido, alimentado y protegido? Aquellos pensamientos la hicieron temblar de la
10 misma manera, con la misma intensidad que experimentó cuando el primero de la soldadesca la vejó. Volvió a llorar aunque nada le dolía. Volvió a llorar no ya de rabia, sino de una profunda tristeza, de una mortal melancolía, porque ahora era consciente de que nunca más los volvería a ver. Ni a su marido, ni a sus hijos. Toda esperanza estaba perdida. Habían pasado más de seis horas del momento en el que desde a lo lejos se sintió la explosión del polvorín que Celedonio Pérez cuidaba desde la última vez en la que los niños habían comido lo poco que Eugenia Cantillo pudo darles de aquel bitute de cafongo que preparó con lo poco que de arroz y plátano había conseguido por los alrededores de la Ciénaga. Sentía que la vida se le iba por la herida que le habían hecho en el cuello cuando con su bayoneta el primero de los soldados que la ultrajó, hablando en una lengua que ella no entendía, con fuerza innecesaria le cortó la larga trenza que tanto le gustaba a su marido y que su madre María Josefa Gutiérrez le había enseñado a cuidar desde sus nueve años. Once años después, aquella guedeja que José Villalobos, improvisado en artillero cuando se le dio la ventolera de enrolarse, no le quiso cortar el día en el que se fue a vivir con
él, sin más allá, sin más acá. A él le gustaba ese apéndice de cabello que le llegaba hasta más abajo de la cintura. María Josefa le decía que el hombre que la desvirgara tenía derecho a tomar y guardar esa melena. ¿De dónde había aprendido su madre esa extraña idea? ¿Tal vez en la casa de la familia extranjera a la cual había servido en la vecina Santa Marta antes de venirse a pie y en canoa por los brazuelos del Río Viejo desde San Juan de la Ciénaga, a vivir ella y sus nueve hijos e hijas a la orilla de la Ciénaga de Barranquilla y del brazo de ‘La Tablaza’? Quizás esa extraña costumbre explica la manera en la que aquel hombre rubio la miró con ojos de bestia, como el del tigre que monta a la hembra en celo, la poseyó. La violó, la maldijo, la gritó, la escupió. Le cortó su mota de pelo y la amarró al zurrón que, como él, olía a sudor de caballo. De nada valió su llanto. De nada sirvieron sus súplicas. En poco lo disuadió la presencia de los niños. ¿Qué habrá sido de María Concepción Martínez, de María Josefa Cárdenas y de Benedicta Vargas, sus vecinas de la Ciénaga que guardaban debajo de los camastros, o enterrados en el piso de arena suelta de los ranchos de palma y paredes de lata, disimulados con esteras, los cajones en los que guardaban los fistos, la pólvora y la metralla con las que habían emprendido la improbable aventura de defender el villorrio cuando se supo que desde el 22 de abril la flotilla de la expedición que el Gobernador de Santa Marta había ordenado que se efectuara para someter la aldea y a sus pobladores al gobierno de un rey, estaba estacionada en ‘Carabaño’, por los lados de Soledad? ¿Qué habrá sido, se preguntaba en su desvarío, de Mamerto, el muchachito de piel negra y pelo cuscús que desde el campanario de la pequeña iglesia, convertido en atalaya, a las cuatro y media de la madrugada de ese día, cuando clareaba el cielo y se dibujaba la silueta de La
11 Nevada, dio la alarma que anunciaba la llegada de los barcos expedicionarios que parecían venir desde todas partes? Unos desde el sur por las Porqueras de la Villa de Soledad; otros entrando por el oriente, como si hubieran trazado una recta desde los caños que llevan a San Juan de la Ciénaga; aquellos desde el norte, como habiendo dado vuelta por ‘La Tablaza’ y, los menos, más al noroccidente, por el puerto de ‘La Concepción’, en tanto que, amenazante, un único se había estacionado en la margen más lejana de la Ciénaga de Barranquilla, arriadas las velas, armadas sus baterías contra la aldea. El olor a chamusquina, a carne quemada, a cadáver, invadía el aire. Lo hacía casi irrespirable. El humo llenó el recinto cuando el oficial irrumpió en la estancia, trastabillando de la borrachera, maldiciendo y recordando el día en el que fue depuesto y expulsado de la población de mala manera y en medio de insultos. Juró que se vengaría. La hora le había llegado, luego de que sus hombres en desbandada huyeron llevándose el parque que debilitó la defensa de Cartagena. Tres años y medio, atrás, la ciudad amurallada se había declarado, de hecho y de
derecho Estado Soberano, Libre e Independiente, cosa que no sé qué puede significar para justificar esta guerra sin cuartel de la que ninguno saldrá vivo, pues hasta los que corrieron hacia el sur huyendo desde ‘La Tenería’ hacia Soledad se toparon con partidas de tierra que los diezmaron y los que no murieron, aún huyen por los montes. La aldea arde en llamas desde hace ocho días. El 25 de abril, luego del estallido del polvorín de ‘El Chuchal’, se declararon los primeros incendios en Barranquilla. No han cesado desde entonces, como tampoco cesa esta agonía que parece no tener fin, aunque su principio haya sido porque en octubre de 1812 unos 134 lugareños se alistaron en armas contra la vecina Santa Marta adonde entraron victoriosos luego de una campaña de 6 meses, el 6 de enero del año 13. – “Allá estuvieron el Sargento Celedonio y Manuel García que enrolaron este año, y ante la inminencia del ataque, a mi José”. La realista Santa Marta, el bastión español donde nació, es el mismo desde donde ahora provienen los ataques de la flota naval al comando de Valentín Capmani, luego de que el 6 de marzo del año antes pasado, con el apoyo de los indios de Mamatoco, Bonda y los que llegaron como refuerzos
JOSÉ FERNANDO QUINTERO Y DANILO GONZÁLEZ/CORTESÍA ALCALDÍA DE BARRANQUILLA
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desde Riohacha, expulsaron al Comandante Labatut, quien huyó hacia Cartagena... A poco menos de un año de ese aciago día en el que fue depuesto Carabaño, sucesor de Labatut como defensor de la línea del Río, desde las Barranquillas, hasta Las Barrancas del Rey, con baterías en las de Moreno, de Mendoza y de La Ponedera, el Gobernador de Cartagena, Manuel Rodríguez Torices, hoy ya muerto y descuartizado en ese 1816, vino a inaugurarnos como Capital del Departamento de Barlovento, Tierradentro, en premio al patriotismo demostrado en la campaña del fallido sometimiento de Santa Marta. – “Vana recompensa que tanto nos cuesta porque de aquí se fue con el rabo entre las piernas en el mes de junio de ese mismo año y quedamos solos”. Abandonados quedaron los barranquilleros en medio de las peleas entre cartageneros y momposinos para definir quién mandaba más sobre los otros. Rencillas y odios que dieron pábulo para que le negaran a un militar de apellido Bolívar los recursos para defenderlos, para defender la línea del río. Solos… abandonados con 120 soldados regulares y los que bajo las órdenes de Don Sebastián de Osses se pudieron armar entre los de paisano. - “¿Dónde estarán mis hijos? ¿Habrá algún lugar para ellos en la memoria, cuando con el paso de los años, las cenizas de esta ciudad se las lleve el viento y se vayan cabalgando sobre las ondas del río, rumbo al mar? ¿Quién los recordará, cuando ya nadie recuerde esta masacre de abril del año 1815, cuando de Barranquilla no quedó “piedra sobre piedra”? Mis ojos están cerrados, no tengo fuerzas para abrirlos; no siento mis piernas y el olor a cadaverina es cada vez más intenso. Alguien ha entrado a mi choza, o lo que queda de ella. Tropezó con el taburete que, hecho pedazos, quedó detrás de la puerta de latas de corozo,
BARRANQUILLA, LA VÍCTIMA Y LA UBICACIÓN DE ‘EL CHUCHAL’ El relator asume la voz del patricio barranquillero Carlos González Rubio, uno de los pocos cronistas que despoja la historia de sus visos de gloria y la muestra en toda la crudeza de aquellas prácticas inhumanas de “la guerra sin cuartel”, de “la guerra a muerte”, que solo vinieron a controlarse cuando Simón Bolívar y Pablo Morillo suscribieron el “Tratado de Regularización de la Guerra”, en Santa Ana de Trujillo, en 1820, que vino a ser el primer acuerdo de humanización de un conflicto armado que hoy sirve de antecedente a las regulaciones del Derecho Internacional Humanitario. Las víctimas de la guerra, los civiles, los no combatientes, adquieren voz a través de una de aquellas mujeres que pagaron con su vida el haber formado parte activa, al lado de padres, hijos, hermanos y esposos, del infierno que se desató cuando uno de los pocos puntos de defensa de la Villa, la Batería de ‘El Chuchal’, explotó accidentalmente como producto de la impericia de sus defensores. Estuvo ubicado ‘El Chuchal’ en la ribera sur del Caño de Las Compañías, en el ámbito que hoy se extiende entre la Intendencia Fluvial y la Cárcel Modelo. Finalmente, la víctima, que es la misma Barranquilla, la ciudad mujer –madre, hija, hermana, esposa, amiga y amante– reclama en primera persona el derecho que tienen María Concepción Martínez, María Josefa Cárdenas, María Josefa Gutiérrez, Benedicta Vargas, Eugenia Cantillo, Juliana Miranda, Úrsula Puente; Celedonio Pérez, Manuel García, José Villalobos, el coronel Sebastián Osses y los miles de barranquilleros que fueron masacrados en aquella luctuosa jornada, a nunca ser olvidados. ¡Jamás!
amarradas con fique que hacía sus veces. Pidió que le trajeran luz. Acercó el fuego de la tea de estopa con chapapote a mi rostro. Mi respiración se convierte en quejido. “Esta todavía vive... ¡Mátala!!”. Un destello inmenso de una luz, como un sol, apagó mis oídos…” “El 25 de abril de 1815 es una fecha luctuosa que debe conmemorarse cada año para recordar que esta ciudad dio su generoso contingente de sangre por la causa de nuestra independencia”. (Carlos González-Rubio)
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Un Paseo con muchos nombres
Puerto Colombia
Tubará
BARRANQUILLA
Galapa
Soledad Malambo
Juan de Acosta S/grande
Baranoa Polonuevo Usiacurí
Piojó
Santo Tomás Palmar de Varela
Patrimonio Cultural del Departamento del Atlántico
Luruaco
Sabanalarga Ponedera
Repelón
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EL PASEO DE BOLÍVAR EN LA HISTORIA DE LA CIUDAD.
asta bien entrado el siglo XIX, Barranquilla concentrará su población adyacente a su plaza principal, la plaza de la iglesia San Nicolás. De allí surge la importancia de sus edificios administrativos y la iglesia como centro del poder religioso. En este sentido lo que hoy conocemos como Paseo Bolívar, arteria fundamental de ciudad y centro neurálgico de su actividad comercial y administrativa, tendrá solo un rol fundamental en la Barranquilla de los últimos 100 años. En 1880 tenemos el primer registro fotográfico del Paseo Bolívar e incluso de la ciudad. En esa ocasión quedaron registrados a lo lejos los intentos de remodelación de las torres de la iglesia de San Nicolás y al fondo del ‘Paseo’, la casa de Bartolomé Molinares, donde en 1830 se hospedó el Libertador Simón Bolívar. Durante aquellos años no sería más que una “calle ancha” bordeada de casas de bareque con techo de paja, desalineadas y dando un aspecto totalmente provinciano. La Calle Ancha será entonces la calle posterior a la plaza principal de la ciudad, será un lugar secundario. Pero un gran cambio se presentó en 1886 cuando el alcalde de la ciudad, Antonio Abello, decide hacer una remodelación y convertir la Calle Ancha en un gran camellón con árboles y bancas para que los
Candelaria Manatí
Santa Lucía
Campo de la Cruz
Suan
LUIS MIGUEL CHARRIS/CORTESÍA
ciudadanos pudieran disfrutar de un paseo digno de una ciudad republicana. Desde este momento el Camellón Abello toma una importancia fundamental en la vida de los barranquilleros. Para 1900 tendrá un aspecto totalmente diferente al experimentado 20 años atrás. El centro de la calle estará pavimentado y adornado con árboles. Así mismo, la mayoría de casas de bareque han desaparecido para dar lugar a edificaciones bien acabadas que le dan la bienvenida al siglo XX. En 1903 se desarrolló a lo largo del Camellón Abello la primera Batalla de Flores que tuvo lugar en la ciudad. En esa ocasión las carrozas jaladas por caballos fueron decoradas con flores y se convirtieron en la mejor muestra de paz al término de la guerra de los Mil Días. Lentamente, el Camellón Abello fue convirtiéndose en una arteria vital para la ciudad y en él no solo los desfiles militares y las fiestas comenzaron a tener lugar, pronto el Club Barranquilla
tuvo su sede allí en la acera contigua a la iglesia de San Nicolás. Para estos años la ciudad experimentaba un auge económico sin precedentes, la apertura comercial, la navegación a vapor, la incesante entrada y salida de productos convirtieron a Barranquilla rápidamente en una de las ciudades más pujantes del país. Su movimiento aduanero se refleja claramente en la majestuosidad del edificio de la Antigua Aduana de Barranquilla, construido específicamente para el control del tránsito mercantil. Con las celebraciones del primer centenario de la Independencia, las diferentes ciudades colocaron en marcha un plan de mejoramiento urbano. La adecuación de espacios públicos como parques, el mejoramiento de vías, la implantación del alumbrado público y la instalación de héroes mejoraron considerablemente su entorno. Con motivo de estas celebraciones, la colonia italiana en la ciudad donó una
estatua del Almirante Cristóbal Colón, que fue colocada en la parte norte del Camellón, más precisamente frente al edificio del Cuartel. De allí en adelante comenzó a llamarse Paseo Colón. Lo mismo se hizo con otros espacios como la colocación de la estatua de la Libertad, donada por la colonia siria en el Parque del Centenario, y posteriormente la remodelación de la plaza de la iglesia San Nicolás para la colocación de la estatua ecuestre del Libertador Simón Bolívar. A finales de la década de los 20, el Paseo Colón ya contaba con el primer semáforo de la ciudad, al tiempo que presenciaba los primeros accidentes automovilísticos. Para 1930 los últimos vestigios del Camellón fueron demolidos, dando paso a la pavimentación de
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ARCHIVO HISTÓRICO DEL ATLÁNTICO
FOTOS CHRISTIAN MERCADO
Las ciudades americanas surgieron a partir de la cuadrícula que formaba su plaza central, alrededor de estas se erigían los edificios que simbolizaban y concentraban el poder. Edificios administrativos y la iglesia central de la población. A partir de este modelo, las ciudades se organizaban y moldeaban su crecimiento. El caso de Barranquilla rompe los esquemas anteriores porque, al no ser fundada, su crecimiento fue más bien espontáneo. Las barrancas junto a los caños y los caños mismos son el origen de su crecimiento, de allí comenzó su organización. Muchos son los sitios que se tienen como inicios del poblamiento de Barranquilla, bien desde la Plaza de la Cruz vieja o desde las barrancas que circundaban la ‘Hacienda de San Nicolás’ y la Ciénaga de Camacho. Es en torno a estos lugares donde se inicia el poblado de la Barranquilla de hoy, organizada de acuerdo a la ubicación del río Magdalena, sus calles lo bordean paralelamente y sus carreras lo buscan. El emporio poblacional tomará toda su carga comercial de los productos que llegan a los caños, y los primeros talleres estarán ubicados estratégicamente junto a estos para poder abastecerse mejor. La calle 30 o Avenida Boyacá será originaria de esta expansión, pero los habitantes de la población vivirán inmersos en un mundo subacuático, donde los caños son vitales para la comunicación con el río, y la Ciénaga de Camacho sobrevive en pleno corazón de la ciudad.
la calle. Para ese momento Barranquilla ya era toda una ciudad pujante y con vistos de una modernidad universal. Cincuenta años atrás los barranquilleros habían intentado construir su ‘Camellón’, a semejanza de los paseos de la París decimonónica, y ahora traían a su ciudad los mejores inventos de la modernidad: luz eléctrica, agua potable, teléfono, radio y cine, y la construcción del barrio y hotel El Prado enorgullecían a sus ciudadanos.
El amanecer del siglo XX y los afanes de la modernidad llevaron igualmente a la construcción y demolición de grandes joyas en la búsqueda del mejoramiento y ampliación de los espacios vitales de ciudad. En 1928 fue terminado uno de estos monumentos insignes, el edificio Palma, propiedad de la familia Palma Molinares; pocos años después el Concejo Municipal autorizó la demolición del edificio del Cuartel con la intención de ampliar más la arteria y
uno de los primeros avisos de neón que se colocaron tan de moda a finales de la década de los 40 e inicio de los 50. En su lugar se erigió en el año 1962 el edificio de la Caja Agraria, que ganó el Premio Nacional de Arquitectura. Ya en 1970 se remodeló nuevamente el espacio contiguo a la estatua del Libertador, y hermosas fuentes de agua dieron un nuevo aspecto al Paseo. La desidia dejó en mal funcionamiento esta fuente, que pronto se convirtió en sitio de refugio para la delincuencia y en una guarida pública en su cuarto de máquinas. Las recientes remodelaciones han dado una nueva cara al Paseo Bolívar: árboles, plantas, adoquines y un Camellón central nos llevan de vuelta a tiempo inmemoriales; cañones colocados para defender la plaza en las múltiples guerras civiles nos mezclan el republicanismo con la ebullición del presente. Durante la última centuria, el Paseo Bolívar presenció los discursos de encumbrados políticos con un público vestido de sombrero y traje blanco; los vio desfilar militar, política y festivamente. Vio a usuarios y empleados de bancos y oficinas entrar y salir de manera presurosa. Ha sentido el vapor del calor, las arterias de la lluvia y la visita rápida de sus ciudadanos. Se ha vestido de gala con flores y avisos luminosos en neón. Ha comprado y ha vendido, ha hospedado y ha hecho que sus líneas se bordeen con el inconfundible art déco. Hay muchas formas de hacernos sentir en Barranquilla, pero ninguna como en este Paseo de muchos nombres, rostros, colores, sabores, sonidos y sobre todo de la alegría del barranquillero.
colocar la estatua del Libertador Simón Bolívar en su lugar. En ese momento el aspecto del Paseo Bolívar era inmejorable. Pero en estos mismos afanes de modernidad y ampliación fue demolida en 1945 la mansión de Bartolomé Molinares, lugar de un inmenso simbolismo por la pernoctación del mismo Simón Bolívar antes de su cita con la muerte en Santa Marta. La modernidad no tiene espera y en sus deseos renovadores convierte a los hombres en amantes POR ADRIANO GUERRA de lo nuevo, en constructores sobre los cientos de las viejas ruinas del pasado, y lo viejo cada vez es Archivo Histórico más corto. En 1955 se demolió el edificio Palma Secretaría Departamental en la necesidad de seguir ampliando el Paseo de Cultura Bolívar. Ese edificio Palma, que tantos suspiros de añoranza nos arranca y que lució también
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EL HERALDO Por Álvaro Ruiz Hernández
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DOS EN UNA: EMISORAS UNIDAS
a Voz de Barranquilla comienza por el año 1936 su lento declive, que se prolonga cada vez más. La enfermedad de Elías Pellet Buitrago y su posterior muerte en 1938 acabaron con “la primera emisora de Colombia”, la cual, con todo el sentimiento de dolor que es de comprender, fue vendida por la viuda de Pellet Buitrago al señor Emigdio Velasco, ciudadano venezolano y posteriormente cónsul de su país en Barranquilla. Este señor venía operando una emisora que denominó La Voz de la Víctor, y como era representante de los Discos RCA Víctor, recibió todo el apoyo económico y logístico de esa disquera. Su tarea era pasar únicamente los discos de los artistas que graban en “La
Víctor”. Pero Velasco también vendía aparatos fonográficos y fotográficos. Para entonces se había incrementado la venta de radiorreceptores, pues al inicio casi nadie tenía radio. Pues bien, esta agencia de Velasco, que se basaba en la fotografía y luego quedó exclusivamente para eso, llamándose Foto Velasco, también las estaba viendo negras con lo de la programación musical, pues la gente que tenía radio no le gustaba mucho estar oyendo todo el día los Discos RCA Víctor. Además, la condición de extranjero de Velasco le impedía aparecer como regente de la emisora. Así y todo, se hizo a la antigua HKD, y desapareció RCA Víctor, para entonces llamarse, con toda propiedad, Emisoras Unidas, que bajo la nueva orientación se instaló en un edificio de dos plantas que había en la calle Jesús, casi llegando al callejón de La Paz (hoy, calle 37 con carreras 40 y 41). La Voz de la Víctor presentó
Editorial La Iguana Ciega acogió el clamor que el año pasado hizo este autor desde Latitud en un reportaje que concedió, en la que pidió apoyo para publicar un libro inédito sobre la radio en la Arenosa, donde por varias décadas trabajó exitosamente. Lanzamiento, este 7 de abril.
Historias de la radio en Barranquilla
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Edificio de Emisoras Unidas, incendiado el 9 de abril de 1948.
en sus estudios de la Avenida de la República (Líbano, hoy carrera 45) con San Blas y San Juan (calles 35 y 36), donde casi 50 años después estuvo Radio Reloj, nada menos que a Carlos Gardel el 23 de junio de 1934. Gardel moriría horas después en Medellín. Aquella noche se acercó a enviar saludos a la ciudad y a sus fans, puesto que no había radio a distancia. Para ello se habilitó todo el local para aquella presentación, que entonces era un gran suceso artístico, pero que en la mañana del siguiente día, menos de 24 horas de aquella, se convirtió en inmortal. Puede decirse que Elías Pellet Buitrago cerró su ciclo con algo para no olvidar, y después no estuvo en condiciones, no tanto físicas como anímicas, para seguir aquella lucha, y así la nueva Voz de Barranquilla empezó a trabajar, ya no solo con discos RCA, sino que mediante la intervención de don Ezequiel Rosado, que a su vez era representante de
discos Odeón y Columbia, la programación se enriqueció. El señor Rosado fue una especie de socio artístico y moral, y algunos aseguraron que había sido la cabeza oculta de aquella empresa, a la que le dedicaba más tiempo que a su Almacén Eros, de la calle Real (hoy, 33) con carrera Pacho Palacio (hoy, Progreso), esquina. Es casi seguro (no hay testimonio que lo afirme, pero tampoco que lo niegue) que Elías Pellet Buitrago y Jesús Amórtegui lograron en 1936 las transmisiones “en movimiento”, y de no haber sido así, hubiera sido entonces una gran ironía porque el sepelio de Pellet Buitrago fue trasmitido por las emisoras que había entonces: Unidas, Atlántico, La Voz de la Patria y la recién fundada Radio Barranquilla, formando una cadena que difundió los detalles del último adiós del gran hombre. Sus restos reposan en el Asilo de San Antonio, en su capilla de la calle Paraíso (hoy, calle 47).
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ÉRASE UNA VEZ UN CONTADOR DE HISTORIAS: ÁLVARO RUIZ HERNÁNDEZ “En 1968, en una pequeña oficina de los estudios de Emisoras Riomar, en la esquina de la carrera 46 con calle 70, en Barranquilla, un hombre joven de grandes anteojos castigaba durante casi todo el día su máquina de escribir, con una taza de café tinto a su lado, sin perturbarse por el ruido que hacían a su alrededor, pues estaba concentrado en descargar en el papel la heterogénea cáfila de personajes que, enredados en toda suerte de peripecias y aventuras, bullían en su cabeza: asesinos, asaltantes de bancos, atracadores de autobuses, sectas implacables de ultratumba, vaqueros del Viejo Oeste, piratas legendarios, estrellas del cine mudo y animales personificados. Era así como Álvaro Ruiz Hernández, quien entonces tenía 35 años, lograba escribir cada día cinco libretos, en su mayoría de siete cuartillas tamaño oficio cada uno, y la
jornada le alcanzaba además para dirigir los ensayos y las grabaciones de aquellas ficciones radiofónicas, que involucraban un elenco de por lo menos 10 actores. Por eso su labor diaria empezaba a las siete de la mañana y concluía a las nueve de la noche”. De esta manera, Joaquín Mattos Omar inició el reportaje para quien fue el libretista de la radio colombiana, Álvaro Ruiz Hernández, tras contactarlo por solicitud de Latitud, la revista Dominical de EL HERALDO. Esa publicación, el 3 de marzo de 2013, motivó a Editorial La Iguana Ciega a acoger la ilusión de Ruiz Hernández: “Lanzo un clamor para que me colaboren con la publicación del libro”, inédito para entonces, dijo en ese momento el creador de los seriados radiales ‘Casta de valientes’, ‘Código del terror’ y autor de 150 capítulos de ‘Las aventuras del Hombre Increíble, Kalimán’, para editorial Novaro, de Ciudad de México.
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De todos modos, Pellet Buitrago y Amórtegui dieron con el secreto del “control remoto en movimiento”, pues un venerable anciano muerto hace poco, a casi 90 años de edad, y adolescente en esa época, sostuvo que por su casa de la calle Comercio con carrera Hospital (33 con 35) pasaron varias veces Pellet Buitrago y Amórtegui transmitiendo “en movimiento”. La tarea de remplazar a aquel hombre que se había ido no iba a ser tarea sencilla, ni siquiera complicada, sino imposible, pero la función tenía que continuar, y nunca mejor empleado el término, Velasco con su gente se hicieron cargo de la enorme responsabilidad. Ya Emisoras Unidas entraba en otra era. Y su inicio fue, así como había cambiado de dueño y de mentalidad, un cambio también de sede. El nacimiento de Emisoras Unidas se debió a que La Voz de la Víctor y La Voz de Barranquilla se encadenaban por asuntos comerciales y periodísticos. Al locutor Antonio Fernández Ruiz se le cayó el libreto en uno de esos especiales “encadenados” y dijo al aire, improvisando: “Están escuchando las Emisoras Unidas”. El concepto le gustó a Emigdio Velasco y Amórtegui, quedando al final solo una emisora en dos frecuencias. Dejaron el edificio de Jesús y Progreso y se fueron para otro edificio, en la calle 34, Paseo de Bolívar, y la carrera 41B (Mercado), frente a un lateral de la iglesia de San Nicolás. Una de las propuestas de los directivos de la nueva Emisoras Unidas era apostarles a los dramatizados, entre ellos Drácula: el hombre vampiro. Para entonces eran incipientes los procesos de grabación y se tenía que
Carátula del libro de Álvaro Ruiz Hernández.
localizar los equipos (qué ironía) en el interior del país. Eran las cortadoras de acetato para grabar. Con gran esfuerzo de los empresarios radiales se trae a Barranquilla una de estas máquinas aprovechando los contactos del Ezequiel Rosado, luego Emisora Atlántico consigue otra, y Clementico, el gran técnico de los Vasallos, adquiere otra. En esa difícil tarea de grabar sin equivocarse, porque era directo al acetato, logró Enrique Peña aquellas legendarias producciones que ponían a soñar a los oyentes con extraordinarias aventuras en exóticos países. Peña desapareció sin dejar rastros. Posteriormente, la Emisora Nueva Granada de Bogotá, sabiendo que Emisoras Unidas tenía dificultades con los dramatizados por la desaparición de Enrique Peña, les propuso las novelas producidas allá, enviando los acetatos por partidas. Así, Emisoras Unidas logró dar un buen golpe a Emisora Atlántico, y de paso a La Voz de la Patria, porque Radio Barranquilla todavía no remontaba vuelo. Se trasmitieron de este modo las series Tanane, en la que hacía el papel estelar Guillermo Beltrán, un extraordinario locutor bogotano que luego fue contratado por la BBC de Londres. A continuación, y era en verdad una continuación,
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EL HERALDO transmitieron Mapaná, la hija de Tanane y El hombre vampiro, más larga y mejor lograda técnicamente que la de Enrique Peña. Por causas que nunca se conocieron, Emisora Nueva Granada dejó de producir estos primitivos ensayos de radionovelas, y entonces se contacta con La Voz de los Estados Unidos de América, cuyo departamento de radio enviaba en acetatos grandes y de muy buena calidad los episodios correspondientes a las series Contraespionaje, a la que siguió la sensacional Lobo del mar y luego Ojo de águila, protagonizadas por el excelente actor mexicano Carlos Montalbán, que no se sabe por qué no quiso hacer cine a pesar de haber tenido propuestas en su patria y en Hollywood; en cambio, su hermano, Ricardo, sí aprovechó e hizo trabajos en la meca del cine y años después protagonizo una de las series para televisión de más impacto en los años 70 y comienzos de los 80: La isla de la Fantasía. También presentaron Cuentos de América en otra magistral producción México -norteamericana, pero el filón se agota cuando empiezan a soplar vientos de las cadenas Caracol y RCN arrastrando a Emisora Atlántico en buenas series, como El hombre de la máscara de hierro y Apague la luz y escuche. Emisoras Unidas consigue entonces, mediante buenos pagos, la cesión por parte de RCN Bogotá de maravillosos programas, como los dramatizados Gracias, Dr. y Cartas que nunca llegaron. Todo esto mediante el suministro de magníficos acetatos americanos de hasta 1 hora de duración. Se transmite también uno que otro programa musical de concurso, presentados por RCN Bogotá, grabados por ellos mismos en los acetatos americanos mencionados. Esos
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Rafael Roncallo, dueño de la Voz de Emisoras Unidas. A la derecha, Marcos Pérez Caicedo, locutor que desde Barranquilla logró gran acogida en Colombia.
programas eran patrocinados por The Sidney Ross Company y fueron: Dígalo con música, Diga Mejoral, Cómo lo conocí y Nunca lo olvidaré, estos dos últimos fusilados de una revista argentina. Emisoras Unidas sufre un gran golpe cuando fue quemada y saqueada por los vándalos el 9 abril de 1948. Para la turba incendiaria era una emisora conservadora, al igual que el diario La Prensa, que corrió la misma suerte. Allí hay una etapa entre gloriosa y tormentosa, porque la emisora se muda después de aquel desastre, comenzando otra historia de altos y bajos.
Del incendio a la construcción Emisoras Unidas se mudó por el incendio del 9 de abril del 48. Así que les tocó buscar una nueva sede. El sitio escogido, o al menos el que se presentó con la premura que necesitaba la emisora, sin duda no era el más adecuado para una radio, ni para nada, porque su historial así lo revelaba. Fue en la calle 45 con carrera
45 (Murillo con Líbano), en un sitio que se denominó Jardín Águila, diseñado por el arquitecto cubano Manuel Carrera siguiendo como modelo los jardines de la cervecería Tropical en La Habana. La Cervecería Águila hizo allí un centro de eventos con presentaciones regulares de orquestas de diversos países y fue escenario de eventos de carnaval. Allí se instaló Emisoras Unidas, en el segundo piso del Jardín, que hasta sin discos había quedado, hasta el extremo de tener que quitar en el estudio algunas cortinas de promoción y programas comerciales. Para esa época presentaban al aire libre algunos artistas y el conjunto Bovea y su trío Magdalena que venían desde la vieja sede con el propósito de “tumbar a uno, a Buitrago”, quien actuaba en exclusividad en Emisora Atlántico. El nombre de Bovea y sus vallenatos surgió durante una de sus presentaciones cuando el locutor dejó el libreto y los presentó con ese nombre, que al final fue el que usaron
profusamente. El gerente de Emisoras Unidas, Alfonso Rosales Navarro, quien había tenido la peor “metida de guayo” al rechazar a Buitrago, pareció tener un año después de ese suceso la revancha. El guitarrista samario Julio Bovea había venido formando con el cantor cienaguero y el Mocho Rubio, el grupo Buitrago y sus Muchachos; pero por circunstancias de ellos, Bovea se separó del conjunto. Nunca olvido la respuesta de Julio Bovea a la pregunta sobre los móviles de su ida, pues con ella dio una gran muestra de caballerosidad y discreción: “No nos convino seguir”. Rosales Navarro, avaro, cuyo remordimiento de conciencia no lo dejaba vivir, llamó a Bovea y le propuso todo lo que él quisiera “con tal que nos tumbes a ese mono flacuchento”. Nace así el conjunto Bovea (entonces no se hablaba de vallenato) y lo colocan por Emisoras Unidas en la misma franja que tenía Buitrago en Emisora Atlántico. Pasaron casi dos años de cosas intrascendentes, mientras la emisora iba readquiriendo lo que perdió en la quemazón; no obstante “pegaron un palo” tremendo, como fue presentar al primer trío de América, Los Panchos; y ni siquiera ellos escaparon de la mala suerte que parecía acompañar a la emisora, porque preparándose para actuar, a Alfredo Gil se le cayó el requinto que se hizo chicha en la parte baja de la azotea, y tuvo que suplirlo Julio Bovea con su guitarra. Con un instrumento inadecuado y con un escenario impropio, sin acústica ni aislación de ruidos, aquello fue el desastre. Ellos se fueron volando de allí, y tiempo después vinieron a tomarse la revancha, ya que aquella triste noche del Jardín Águila no parecían Los Panchos. El señor Jaraba era un lutier que tenía un taller de reparación y construcción de guitarras en la calle 69 con Veinte de Julio; arregló la guitarra del Güero Gil y cobró la entonces increíble suma de mil pesos que el artista pagó sin decir “aquí me duele”. Y así siguieron su gira; y por el interior enloquecieron a los públicos. Ese sí era el trío de Los Panchos, porque aquí no pasó nada, al menos la primera vez, cuando no alcanzaron a tocar sino dos piezas. La suerte cambia para la emisora cuando aparece en el panorama Rafael Roncallo Vilar. Gordo, de familia vinculada a la industria harinera, tenía un espíritu bohemio que le daba para largas veladas con hermosas damas, componiendo canciones románticas y acompañado de artistas. Construía en esos momentos un moderno edificio de cristal de cinco pisos en todo el extremo del Paseo Bolívar con carrera 38. Elegante obra que nadie sabía a ciencia cierta a quién pertenecía ni quién se iba a instalar allí.
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Por Raúl Arzuza Cuesta
e trata de conformar una megalópolis o ciudad-región en la costa sobre el Mar Caribe de la soberanía geográfica y política de la República de Colombia. Tal megalópolis, a la que se le denominará Caribepoli, se configurará, en el marco de la normatividad constitucional y legal de la Nación colombiana, bajo la figura Asociatividad Territorial. Esa megalópolis estará conformada y/o configurada por los Municipio-Distritos de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta y por el corregimiento Palermo, de la jurisdicción del municipio de Sitio Nuevo, en el departamento del Magdalena.
Contextualización histórica En la Grecia antigua, la comunidad perfecta era la polis, que surgió para satisfacer las necesidades vitales del hombre, pero su finalidad era permitirle vivir bien a esa comunidad. La palabra polis, que denomina a una ciudad, proviene del idioma griego que designa a una ciudad-Estado, ciudad y territorio dependiente, que fue la forma de Estado característica de los griegos de la antigüedad. Que por extensión significaba Estado y sociedad. La polis era la forma de sociedad que conocían los griegos, y por eso cuando Aristóteles dice que el hombre es un animal político, lo que
quiere decir propiamente es “animal social”, con todas las implicaciones que ello tiene, incluido lo que llamamos propiamente política; así que, política, policía, poliorcética, acrópolis, cosmopolita, megalópolis, metrópoli, necrópolis, Nápoles, Constantinopla, Trípoli, Florianópoli y Sebastopol derivan de “polis”. Para los griegos la polis no se identifica como un territorio, sino como el conjunto de ciudadanos, por eso aunque se hubiese perdido el territorio en alguna contienda, si el cuerpo cívico había sobrevivido se podían rehacer sus tradiciones en otro lugar, considerando así que la polis estaba a salvo. La ciudad para los griegos no era solamente el centro político, económico, religioso y cultural, sino un ideal de vida, la forma más perfecta de sociedad civil. En ella se integraban de forma armónica los intereses del individuo con el Estado, gracias a la ley, y con las comunidades, mediante la participación del ciudadano en los asuntos públicos. En definitiva, la ciudad es un elemento distintivo del hombre civilizado.
Contemporaneidad “Cada dos años, desde el 2002, las ciudades del mundo adquieren un humor extraño en el que se escuchan, con frecuencia, palabras como urbanismo, sostenibilidad, equidad y resiliencia, entre otras. Términos que pronuncian, con frecuencia, alcaldes, expertos, fundaciones
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no gubernamentales y áreas de responsabilidad social empresarial. Sucedió en Nairobi (Kenia) en el 2002, en Barcelona (España), 2004; Vancouver (Canadá), 2006; Nanjing (China), 2008; Río de Janeiro (Brasil), 2010, y en Nápoles (Italia), 2012. Ahora el ritmo frenético de urbanistas, académicos, gobernantes y ciudadanos preocupados por asuntos urbanos se traslada a Medellín, durante el Séptimo Foro Urbano Mundial (Wuf 7, por su sigla en inglés). Para hospedar este encuentro internacional, antesala de la Agenda de Desarrollo Post2015, en la que se definirán las metas que reemplazarán los Objetivos del Milenio… se van a recibir 25.000 personas de 164 países, entre el 5 y 11 de abril. El crecimiento urbano es tal que cada vez más las ciudades y no los países se convierten en el lugar donde se construyen las políticas públicas; los gobiernos nacionales han perdido espacio en este sentido… De hecho, el 50% de la población mundial vive en ciudades, y en el 2050 será el 70%. ¿Como serán, en el futuro, los lugares donde las personas tendrán sus hijos y nietos o donde pasarán su vida de estudiantes y su vejez… Reflexionar sobre cómo crear ciudades equitativas, cuál es el rol de la movilidad, el empleo, los servicios públicos, la seguridad y las zonas verdes, entre otros, para lograr ese objetivo (estos serán
los temas a abordar en Wuf 7”. Fuente El Tiempo, miércoles 2 de abril de 2014.
Marco normativo Artículo 286 de la Constitución de Colombia de 1991, vigente a la fecha. Que a la letra determina: “Son entidades territoriales los departamentos, los distritos, los municipios y los territorios indígenas. La ley podrá darles el carácter de entidades territoriales a las regiones y provincias que se constituyan en los términos de la Constitución y de la ley”. Caribepoli podrá planificar coordinada y armónicamente sus hinterland en sus áreas posteriores de influencia en ambas orillas del río Magdalena, y sus foreland hacia y desde Europa, Asia, África, Pacífico, Alianza Pacífico, América del Sur, Centroamérica, América del Norte, el Caribe, en fin, todo el planeta Tierra, contando con la ampliación del Canal de Panamá, que estará operando en el año 2015. Las dos orillas del río Magdalena se interconectan, entonces, dinámica, fluida y económicamente a través de hidroflotadores, ferris, barcazas, y en el futuro a mediano plazo por túneles y/o puentes. Además, el Parque Natural Isla de Salamanca, con su biodiversidad incólume, se integrará racionalmente, dentro de la filosofía del ‘Desarrollo Sostenible del Milenio’, con lo que la población residente y la flotante de Caribepoli podrá disfrutar lúdica y contemplativamente de esa maravilla de la naturaleza que el Creador nos puso a disposición dentro del equilibrio ecológico que le da vida a la fauna y flora en general, y que el ser humano ha de propender mantener para esta y las próximas generaciones, con responsabilidad ambiental mancomunada, por siempre. Así, Caribepolis se constituirá en la megalópolis-puerto Hub del mar Caribe del océano Atlántico. Todo lo cual para lograr que su cuerpo cívico logre un ideal de vida en convivencia productiva pacífica, sin ninguna clase de discriminación, con calidad aceptable, socioeconómicamente, con justicia social y equidad.
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Por Andrés Salcedo
olombia está horrorizada. El país del mundo con el mayor número de poetas, abogados y profesionales del cuento y la carreta por kilómetro cuadrado; el que se ufana dizque de hablar el mejor español de cuantos empolló por estos andurriales la lengua de Castilla: el que agregó al nombre de su capital la ridiculez aquella de la Atenas Suramericana; ese país de talante conventual y leguleyo donde toda la vida se ha hablado una lengua naftalinizada llena de cortesanas obsequiosidades acaba de ocupar el último lugar en la llamada Prueba Pisa, que evaluó la capacidad de nuestros jóvenes para resolver asuntos de la vida cotidiana. Ya antes de esta nueva derrota sabíamos que el desempeño de nuestros estudiantes en áreas como las matemáticas, la ciencia y la técnica era pésimo. Y nos habíamos rajado también en eso que los expertos llaman comprensión lectora, lo que no es ninguna sorpresa en un país que solo lee –y digiere– la crónica roja, con los cadáveres desmembrados, y la crónica rosa, sobre la ostentosa boda del actor con la reina de belleza en la iglesia convertida en decorado de telenovela. Y por supuesto, la crónica del partido del domingo. En Colombia, ni jóvenes ni viejos llegamos a terminar un solo libro por año. Nos ganaron, nos dejaron regados en estas pruebas, naciones que hace treinta años eran llamadas “paisitos” por los catones de la intelectualidad
Entre otros apuntes: la tardía cuenta de cobro de los esclavos a los esclavistas; a los viejos jóvenes ahora les dicen “la cuarta edad”, y Günter Wallraff, el periodista alemán que se disfraza para desenmascarar corruptos, vuelve a la carga.
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Sentido común bogotana, como Singapur o como Corea del Sur, que mientras aquí discutíamos sobre la más correcta colocación del verbo y el predicado en los decretos de ley y en los estatutos del club social, tomaron la drástica decisión de transformar sus economías y democratizar su forma de vida dándole educación al pueblo entero. En medio de este panorama de persistencia en los más obsoletos y desiguales métodos educativos, aparecieron en nuestra vida el chat, la Instagram, la mensajería instantánea, la Wikipedia y otros focos adictivos similares, que, si bien facilitan el aprendizaje cuando son empleados como herramientas del conocimiento, empobrecen nuestra lengua y la arrastran hasta unos niveles de monosilábica anarquía solo entendible por los iniciados. Nuestros jóvenes, dominados por la simplificación del chat y el mail, olvidaron, quizá para siempre, cómo se escribe con corrección e incluso elegancia. Aunque no son ellos los que se rajan. El fracaso es de esta sociedad, tan inepta y tacaña en el reparto de la mayor riqueza del hombre: la educación.
Paradojas La vida moderna, con todos sus avances, sería impensable sin el aporte de los norteamericanos. La NASA conquistó la Luna y le abrió nuevos caminos al hombre en el espacio. Fueron científicos de ese país los primeros en constatar, con una precisión de millonésimas de segundo, todo cuanto ocurrió en nuestro planeta después
del estallido del Big Bang. Innovadores consorcios de los Estados Unidos como Appel y Google transformaron la vida de miles de millones de seres humanos. Y no hay país en el mundo con un número tan amplio y selecto de universidades y centros de estudio e investigación. En la otra cara de la moneda está el little man on the Street, que, como comprobó hace poco el periodista televisivo Jay Leno, no tiene la menor idea de cosas tan simples como cuántos lados tiene un triángulo o en qué país está situado el canal de Panamá. Leno les hizo estas preguntas a miles de peatones de grandes y
En el arte de los grafiteros, a menudo hay juicios encontrados./ Schutterstock/ Neale Cousland.
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pequeñas ciudades de Estados Unidos y las respuestas que dieron algunos de ellos nos permiten una visión, en cierto modo dramática, de las enormes paradojas de ese país admirable. Pero tanto o más elocuentes que las respuestas que recibió el periodista son las cifras. El veintiséis por ciento de los norteamericanos no sabe que la Tierra gira alrededor del Sol. Menos de la mitad de la población no ha oído hablar jamás de los orígenes simiescos de los humanos. Treinta y dos millones de norteamericanos no saben leer. Uno de cada cuatro cree que un gigabyte es un insecto que habita en
las selvas de la América del Sur y uno de cada diez está convencido de que el HTML, un lenguaje básico de la web, es una enfermedad de transmisión sexual. El psicólogo norteamericano David Dunning, de la respetadísima Universidad de Cornell, asegura que el nivel de capacidad crítica de muchos norteamericanos es tan precario que no son capaces de distinguir entre un político competente y otro incompetente, y por eso casi siempre eligen al peor. Dunning es el clásico intelectual norteamericano: libre de prejuicios, sincero en sus planteamientos, objetivo.
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En los últimos años se ha convertido en un crítico certero y desapasionado de su país, lo que confiere un gran peso a sus críticas.
Compensación Negar la educación a los grupos más débiles y explotados de la población fue la política de las potencias coloniales europeas en África, Asia y Latinoamérica. Hace apenas un par de semanas, los jefes de gobierno de quince naciones del Caribe, que en el pasado fueron colonias de Francia e Inglaterra, decidieron exigir una compensación económica a estos países por los daños
Gobiernos de quince naciones del Caribe que fueron colonias de Francia e Inglaterra están exigiendo compensación económica por los daños que le causó la esclavitud a la población sometida. / Schutterstock/ Ozphologuy
irreversibles causados por la esclavitud a la que fueron sometidos. Un abogado inglés, Martyn Day, representa a los demandantes, que aspiran a una compensación económica basados en los perjuicios causados por los abusos y maltratos físicos y psicológicos a los que fueron sometidos hace doscientos años, además de habérseles negado el mínimo derecho a la educación, lo que consideran la verdadera causa del evidente atraso que sufren sus países. En el acta final de la resolución se refieren también a la persecución que se ejerció contra los rastafaris, muchos de los cuales fueron enviados de
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Daniel Dunning, psicólogo de la Universidad de Cornell.
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regreso a la vieja madre patria africana. Europa, dicen, tiene la obligación moral y política de arreglar, por la vía legal, los daños que causaron a millones de seres humanos. En la resolución se incluye una clara amenaza de apelar a los más altos tribunales internacionales, en el caso de que las dos antiguas potencias coloniales se nieguen a pagarles la indemnización exigida.
a sentarte frente a un televisor, le digo a Clarita para picarle la lengua. “Quizás vuelva a verla cuando me empiecen a fallar las piernas”, me dice llena de orgullo y autosuficiencia, me da un golpecito en el hombro y se aleja trotando por el malecón.
A la carga
La buena noticia
Günter Wallraff, periodista alemán.
Colombia está envejeciendo. Para el año 2050 se dice que dos de cada diez colombianos tendrán más de sesenta y cinco años, lo que, como temen muchos, generará mayores costos a la seguridad social, de por sí precaria y de mala calidad. Hasta ahí la mala noticia. La buena es que cada vez hay menos personas que se entreguen voluntariamente al acto, para muchos terrible, de envejecer. “Envejece el que quiere”, me dice con una sonrisa Clarita, una vecina con la que me encuentro algunas mañanas en el malecón de Puerto Colombia, y, a sus 82 años, recorre trotando, de ida y vuelta, el kilómetro y medio que tiene ese hermoso paseo marino. Hace poco me confesó que mandó al diablo el televisor plasma que le regaló uno de sus nietos porque no quiere pasarse el tiempo
“encogida en una butaca, viendo pasar la vida de los otros frente a esa caja boba”. En contra de lo que muchos piensan, los hombres y mujeres mayores de 85 años han alcanzado, en gran parte gracias a la medicina moderna y a un medio ambiente más favorable, unos niveles de actividad y productividad tanto física como intelectual que asombran a los demógrafos, que ya se refieren a estos longevos plenos de energía y voluntad de servicio como representantes de “la cuarta edad”. Lo primero que exigen Clarita y sus coetáneos es no volver a ser tratados como “los ancianitos” o, más tiernamente, como “los abuelitos”, como se refieren a ellos algunos periodistas. Además de permanecer activos en el oficio que aprendieron de jóvenes, muchos de ellos desarrollan una increíble sed de nuevos conocimientos y se matriculan en todo tipo de cursos y talleres que les permitan seguir siendo útiles a la sociedad. También los hay que después de los ochenta inician el estudio de una nueva profesión. Entonces, nunca más volverás
El periodista alemán Günter Wallraff es el creador de un tipo de periodismo que hoy tiene infinidad de adeptos en todo el mundo. En los años setenta, se tiñó el rostro y el cabello y se hizo pasar por un obrero turco que hablaba el alemán con tarzanescos monosílabos, para comprobar el trato discriminatorio que estos inmigrantes recibían por parte de la población alemana. Wallraff tiene hoy setenta y un años y una buena cantidad de seguidores entre los periodistas jóvenes de su país. Recientemente dejó la prensa escrita y se pasó a la televisión. Su primer trabajo en este medio lo hizo acompañado de una de sus alumnas, que se disfrazó de mucama y logró ser contratada en un hotel cinco estrellas. La muchacha sacó a la luz el mal trato que muchos hoteles de lujo dan a sus empleados. A propósito, otra joven, Sophie Calle, también se camufló como mucama de un hotel, pero lo hizo para meter las narices en las maletas de los viajeros, cuyo contenido fotografió. Con esas imágenes, la artista francesa acaba de abrir en la ciudad de Baden-Baden una exposición que tituló Room Service. Para algunos, este tipo de arte es, por lo menos, cuestionable. Lo mismo dicen de las cosas que han hecho famoso al ruso Piotr Pawlenski, el hombre que el año pasado se clavó los testículos con un clavo de diez centímetros de largo para teñir con su sangre el suelo de la Plaza Roja de Moscú y
En el 2050, dos de cada diez colombianos tendrán más de sesenta y cinco años, lo que generará mayores costos a la seguridad social”.
tuvo que ser auxiliado por una ambulancia. También los artistas urbanos más populares, que sin duda son los grafiteros, reciben juicios encontrados. Para unos, sus obras embellecen los muros de las ciudades. Otros dicen que lo que hacen es ensuciarlos. Lo cierto es que muchos se juegan la vida por ese fugaz momento de gloria que alcanzan cuando logran completar una obra. Todavía tenemos fresco en el recuerdo los casos del barranquillero Israel Hernández, muerto por un policía en Miami, y de Diego Felipe Becerra, muerto igualmente por las balas de la policía en Bogotá. En el arte de los grafiteros está implícita, muchas veces la clandestinidad. Saben que los persiguen. Aceptan que sus obras son tan efímeras como el contenido de los periódicos. Pero asumen el riesgo como la parte esencial de su arte. “Lo que más me gusta es sentir en la lengua el sabor de la laca que disparo con mi spray mientras los policías me persiguen”, admitió el grafitero suizo Harald Naegeli, uno de los verdaderamente grandes del oficio.
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20 años después del ‘adiós a las armas’ “Muchos combatientes bajaban la cabeza para que no les vieran las lágrimas que inevitablemente brotaban de sus ojos”.
(Paul Sánchez Puche, reinsertado de la CRS)
E
Por Ramiro Guzmán Artega*
n la madrugada del 9 de abril de 1994, una descarga de fusiles y ametralladoras atravesó como luciérnagas fugaces la oscuridad del cielo de Flor del Monte, en las estribaciones de la serranía de San Jerónimo, en el departamento de Sucre, en el
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Este 9 de abril se cumplen 20 años de la reinserción de la Corriente de Renovación Socialista (CRS), en Flor del Monte, Sucre. Reportaje a un exmilitante y excomandante de esa organización que nació en Montería y que hoy dicta clases en universidades de Bogotá, luego de haber terminado con su propio esfuerzo Licenciatura en Sociales con énfasis en Filosofía. Es ambientalista y ha dictado conferencias en el exterior. Caribe colombiano. El tableteo y las ráfagas se extendieron intermitentemente hasta ahogar el canto de los gallos, el ladrido de los perros, el rebuzno de los burros y el pito con el que el sacerdote y el sacristán acostumbraban despertar a los feligreses para la misa, ante la falta de una campana en la iglesia. La primera reacción fue de temor ante la posibilidad de que los paramilitares hubieran intentado tomarse la plaza del pueblo donde ese
día el Gobierno Nacional y la Corriente de Renovación Socialista (CRS) suscribieron el acuerdo político para la reinserción de esa organización guerrillera a la sociedad. Sin embargo, el esplendor de esa especie de pirotecnia originada por las armas de fuego, sumado a un vallenato sabanero que se dejaba escuchar en algún estadero cercano, hizo que el júbilo neutralizara el temor y el pueblo se sumergiera en una especie de delirio
sabatino y festivo. ¡Nos estamos despidiendo de la guerra y de la revolución!, le respondió con firmeza Paul Sánchez Puche, desde la cima de una loma en la que estaba de guardia, al comandante Rodomiro, quien desde otro flanco lo había llamado por radioteléfono para preguntarle por el origen de aquel estruendo, y quien –ante la respuesta de Paul– terminó uniéndose, con otros guerrilleros, a las descargas de fusilería. Paul Sánchez Puche en un recorrido por Cuenca, España.
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Sánchez Puche se graduó como licenciado en Ciencias Sociales con énfasis en Filosofía, en la Universidad de Córdoba. Hoy vive en un modesto apartamento al noroccidente de Bogotá, el cual terminó de pagar con el sueldo de catedrático universitario; vive en compañía de su hijo, Paul Sánchez Ospina, graduado en Ingeniería Ambiental y Sanitaria, y quien lo acompaña a cumplir uno de sus viejos sueños desde cuando estaba en la guerrilla: escalar montañas y nevados. “Siempre quise conocer la nieve”, dice. Recuerda que “estando en la guerrilla intentamos escalar el nevado del Tolima, pero desistimos porque los otros combatientes se agotaron, era una aventura en la que pretendíamos concientizar a los compañeros en favor de la naturaleza y las consecuencias de los impactos ambientales”. Ya reinsertado, el 8 de diciembre de 2012, él y su hijo lograron escalar el nevado del Tolima, en la cordillera Central, a 5.321 metros sobre el nivel del mar, y en diciembre del 2013 ascendieron el nevado Pan de Azúcar, en la Sierra Nevada del Cocuy, en el departamento de Boyacá, a 5.120 m.s.n.m., en la cordillera Oriental. Ahora se prepara para en junio de 2014 subir con su hijo al nevado El Cóncavo, también a 5.120 m.s.n.m., en el Parque Nacional Natural del Cocuy. Hoy también se dedica a la investigación sobre cambio climático; ha sido invitado a dar conferencias en España, Ecuador y en la Primera Convención Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo, que se llevó a cabo en La Habana, Cuba (1999), gracias a que su ponencia sobre los impactos socioambientales de la hidroeléctrica de Urrá fue seleccionada por el comité científico del evento. También trabajó en el Proyecto de Agricultura Urbana, en el Jardín Botánico José Celestino
Mutis, de Bogotá. Actualmente escribe un libro en el que narra con un tono entre ciencia y literatura su experiencia en la guerra, como escalador, ambientalista y filósofo. Su hijo es su única compañía desde que se terminó la relación con su esposa, también reinsertada, y quien vive en compañía de su otro hijo, Pavel Sánchez Ospina.
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Dos décadas después Cuando este 9 de abril se cumplan 20 años del proceso de reinserción de la CRS es probable que algunos excomandantes y guerrilleros de base no estén en los actos de programados en la plaza donde Paul Sánchez Puche había empezado a despedir la guerra y donde horas después se protocolizó la reinserción. La razón, según él, no todos pertenecen al club de los privilegiados de lo que fue la organización guerrillera. Explica que aunque parezca una paradoja, solo algunos de los comandantes de entonces se acomodaron y gozan hoy de tantos privilegios como gozan quienes, en su momento, decían combatir, es decir, a los varones y caciques políticos del país. Para decirlo en palabras del general Moncada en Cien años de soledad: “de tanto odiar a sus enemigos –algunos– terminaron pareciéndose a ellos”, porque sin tener espacio en la opinión pública, unos pocos han terminado presos del clientelismo político o gozando de los privilegios que ofrece el poder.
Un comandante en el anonimato Pero el caso de Paul Sánchez Puche, como el de otros excombatientes de base, es distinto pues no se han beneficiado en las proporciones de quienes firmaron los acuerdos; sin embargo, con sus propios esfuerzo han salido adelante. Fue por eso que mientras esa mañana del 9 de abril de 1994, en Flor del Monte, los máximos dirigentes eran entrevistados por nubes de fotógrafos y periodistas internacionales, él pasó como uno más de los excombatientes, no obstante que fue –según lo explica– parte vital de la estructura política y militar de la organización. Después de la reinserción, Paul
Una ‘escuela de la noche’ Paul Sánchez Puche nació en el barrio Nariño, de Montería, en el que abundaban las casas de techos de palma y paredes de tablas, donde la calle 41 era una calle ancha y empedrada que se alargaba hasta reventar en la orilla del río Sinú. Vivía próximo a la antigua zona de tolerancia y cerca a la emblemática Plaza Montería Moderna, un sector de prostíbulos y cabarés, en el que se levantó toda una generación de peloteros, boxeadores, futbolistas, buscapleitos y prostitutas. Pero también un barrio de intelectuales, profesionales, artistas y autodidactas. Su papá, Marco Sánchez Pareja, era un hombre formal, conservador de los buenos, lector asiduo de El Espectador, vendedor de seguros; y su mamá, ama de casa que se desvelaba para atenderle sus constantes crisis de asma, la que finalmente logró combatir con ejercicios y medicina natural. Creció cerca a El Palmar, el bailadero popular y salón de rumba más famoso de la zona de tolerancia de Montería, en donde su hermano menor, Luis Sánchez Puche, le enseñó a bailar salsa. Recuerda que para esa época Montería era una especie de Grecia anclada en el Caribe colombiano, pues los libros circulaban de mano en mano, de familia en familia. “La gente leía sin miramientos de ideologías ni
Paul Sánchez Puche, vinculado a la Corriente de Renovación Socialista, y en la otra foto, veinte años después, en el nevado del Tolima, adonde siempre quiso subir.
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partidos, pero luego empezaron a matar a estudiantes, a maestros y a pensadores. A este pueblo le mataron su propia educación y su inteligencia”. Paul Sánchez Puche se empecinó en la lucha revolucionaria y se fue para la guerrilla, donde llegó a ser miembro de la dirección nacional del MIR-Patria Libre y miembro del Comité Central de Patria Libre.
de Antonio López Herazo que marcaría el camino hacia la reinserción en Flor del Monte. “Se requerían formas de luchas más civilizadas, todo el contexto nos llevaba a acercarnos más con la realidad del país, mirar hacia la democracia”, recuerda Paul.
El epílogo de la guerra
El paso por el MIR Sánchez Puche pasó a ser parte del Movimiento de Integración Revolucionaria (MIR), de donde los Centros de Estudios 12 y 13 de Marzo eran una instancia organizativa, pues los estudiantes de Córdoba se vinculaban por decenas inspirados por el imaginario colectivo internacional de Europa e incluso de los Estados Unidos, donde la sociedad norteamericana exigía la suspensión del envío de tropas y el bombardeo a Vietnam. Algunos estudiantes pasaron a la Dirección Nacional del MIR, desde donde se apoyaban las luchas campesinas y de la clase obrera. Paul cuenta que en principio “el MIR tenía toda una estructura organizativa, pero no éramos guerrilleros”. Los centros de estudio tenían un periódico, Trinchera estudiantil, en el que se escribían reivindicaciones estudiantiles. “También teníamos el periódico Adelante, que era más influyente entre la clase obrera y pequeños comerciantes. Y en una instancia más arriba el MIR tenía el periódico Debate, que trataba temas más nacionales e internacionales. Eran periódicos dinámicos y actualizados. Recuerda que en el país, organización de izquierda que se respetara debía tener su brazo armado. Y es por eso que coadyuva, junto con su hermano Luis Sánchez Puche, en la fundación de El Especialito, que luego pasó a
Dictando una conferencia en Valencia, España, en calidad de funcionario del Jardín Botánico José Celestino Mutis, de Bogotá.
ser el brazo armado del MIR. A juicio de Sánchez Puche, uno de los aportes del MIR quedó consignado en el documento A-4, escrito entonces por José Elías Gomezcásseres y Alberto Gómez Hernández, profesor de la Universidad Distrital de Bogotá y editor científico de la Editorial Oveja Negra. Paul explica que en el “A-4 los del MIR visionaron lo que hoy ocurre en el país y particularmente en Córdoba; por ejemplo, que el terrateniente del tiempo de antes, el que bautizaba a los hijos de los campesinos, el que le regalaba pequeñas parcelas y escuelas a las comunidades –como lo fue Rosendo Garcés Cabrales–, hacendados que se hacían querer de la gente, serían reemplazados a futuro por terratenientes
capitalistas neocoloniales, mezquinos, que estarían protegidos por grupos armados que formarían ejércitos a su cargo, que son hoy los paramilitares”.
Se mueve el ajedrez Posteriormente, el MIR entra en alianza con el Movimiento de Unificación Revolucionaria (MUR), de ascendencia fundamentalmente antioqueña, que también tenía su grupo armado denominado Milicias Campesinas. Sus idearios se inspiraban en la revolución democrática popular. “Nosotros mirábamos más hacia la revolución rusa, socialista, liderada por la clase obrera, y ellos, más a China, que le daba más importancia a los campesinos”. En las décadas de los 70 y 80 se constituye la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, y en ese proceso se fusionan el ELN y el MIR-Patria Libre, creándose la Unión Camilista-ELN. Luego surge la Corriente de Renovación Socialista (CRS) como producto de la división que se dio al interior de la UC-ELN (1991), pues desde finales de 1989 se planteó un debate interno porque muchos miembros de la Corriente no compartían los atentados al oleoducto y planteaban una rectificación y reconsideración de la lucha armada, pues consideraban que la lucha guerrillera estaba superada. Además, la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría iluminarían la ruta internacional. “Nos reinsertamos o nos exterminan”, fue la sentencia
El proceso estuvo en vilo y a punto de acabarse por un percance que debió ser aclarado y superado por la Corte Suprema de Justicia: el asesinato de Carlos Prada (Enrique Buendía y Ricardo González, negociadores de la CRS). A Paul Sánchez Puche le había tocado hacer guardia en Flor del Monte, ante los rumores de que los paramilitares se tomarían el campamento. Y en la madrugada, tras estar seguro de que se trataba de una falsa alarma, vestido de camuflado y de pie sobre una loma, soltó al aire el primer rafagazo de su fusil M-16. Los otros guerrilleros y guerrilleras que se encontraban de guardia se unieron y respondieron haciendo disparar sus fusiles y armas de dotación. “Era como si todos habláramos el mismo idioma, el lenguaje de la guerra que por fin terminaba”, recuerda Paul. Fue entonces cuando el sacerdote y el sacristán hicieron sonar sus pitos ante la falta de campana en la iglesia. Meses después serían fabricadas dos campanas con los fusiles de los excombatientes, las mismas que doblarán y repicarán este 9 de abril, 20 años después de que el pueblo de Flor del Monte se desbordó de alegría a la plaza. Era el fin de la guerra. Y se había empezado a escribir otro pedazo de la historia de Colombia. Un pedazo de historia de hace 20 años. * Comunicador social-periodista; magíster en Educación, docente en la Universidad del Sinú-Montería. ramiroguzm@gmail.com
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