24 lat may19

Page 1

REVISTA # 1537

MAURICIO SILVA LE DA LA VUELTA AL MARCADOR |8

 Papillón se fugó de una cárcel en Barranquilla | 3  La mala suerte de Villafañe | 5  Identifique síndromes de los maestros | 22

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

2

FOTO LUIS RODRÍGUEZ/ EN MOMPOX

SECCIONES 18

¡Siempre bienvenido!

Se incorpora nuevamente a nuestro grupo de habituales colaboradores David Lara, comunicador social periodista, magíster en Cultura y Desarrollo, ganador de reconocimientos nacionales y regionales de periodismo y literatura, siendo el más reciente el Premio Ernesto McCausland Sojo a la mejor Crónica del Carnaval, en la categoría de prensa escrita con “El Congo degradado a gorila”, publicado en ‘El Tiempo’. Lara es profesor de la Universidad Tecnológica de Bolívar y presenta en esta ocasión en Latitud una crónica en la que resalta la vida, condición actual, talante y aportes culturales de Ángel María Villafañe, creador del himno, escudo y bandera de su natal municipio Barranco de Loba, Bolívar.

Merecido premio

22

Identifique síndromes

En la mayoría de las instituciones educativas existen los mal llamados líderes, que en nuestro medio se ocultan bajo una imagen tecnocrática (excelencia, eficacia, calidad, etc.), la mayoría de las veces, dueños de una personalidad trepadora y reactiva, quienes a la postre son palos en las ruedas de las mismas instituciones en las que laboran. Son individuos que poseen una personalidad que puede ser nociva en su trato con los demás. Existen los llamados síndromes de El Pigmeo, Doctor Jekill y Mr. Hyde, El Bacán Acomodado, El Macabro Dr. No, etc. Aquí se presentan algunos para que las conozca o se identifique con alguno de ellos.

Porque usted se lo merece, además de trabajar para que Latitud llegue a sus manos con variado material para consumir lectura el domingo o cualquier día de la semana que usted tenga esta revista en sus manos, nos ocupamos de resaltar valores humanos y sus logros a nivel profesional, como el de la barranquillera Adela de Castro, honrada el año pasado con el Premio Ignacio Chaves Cuevas de Investigación sobre la Lengua Española, el cual comprende la publicación, este año, de un libro que será distribuido en todas las academias de la lengua española de América y la Real Academia de España.

LATITUD, LA REVISTA LATITUD, DOMINICAL LA REVISTA DE DOMINICAL EL HERALDO DE # EL 1537 HERALDO # 119 Director Consejero

Juan B. Fernández Renowitzky Presidente

Francisco Posada Carbó Editor General (e)

Óscar Montes

Escriben en este número

Alba Pérez del Río Andrés Salcedo David Lara Helkin Núñez Joaquín Mattos José Luis Garcés Libardo Barros

Jefe de Redacción

Rosario Borrero Gerente

Elaine Abuchaibe Auad

Director de Arte

Fabián Cárdenas

fabian.cardenas@elheraldo.co

Los escritos de los colaboradores solo comprometen a quienes los firman.

Edición, Selección de Textos e Imágenes

Martha Guarín R.

martha.guarin@elheraldo.co Imágenes: Luis Rodríguez, Archivo EL HERALDO, archivos particulares, David Lara, Archivo Histórico del Atlántico Cortesías: Manuel Saldarriaga, Parque Cultural del Caribe. Portada: Montaje alusión al libro ‘El 5-0 ’, de Mauricio Silva Guzmán. Contraportada: Omar Figueroa Turcios


3 EL LEGENDARIO PAPILLÓN Y SU ARRESTO EN LA CÁRCEL OBANDO DE BARRANQUILLA.

H

enry Charriere, conocido por sus célebres fugas de varias cárceles, estuvo confinado por espacio de varios meses, durante la década de los treinta, en una prisión de la ciudad de Barranquilla. Este exconvicto francés, más conocido con el sobrenombre de Papillón, sería reconocido por el mundo entero al publicar, a finales de los años sesenta, las memorias de su vida, obra testimonial en la que centra su estadía en las colonias penales de la Guyana Francesa y su incansable esfuerzo por fugarse. De esta forma la historia llega al Barrio Abajo. Charriere es apresado en Santa Marta y remitido a la cárcel de Obando, llamada también ‘La Ochenta’ –hoy Instituto Educativo Nuestra Señora del Rosario– bajo estricta vigilancia debido a su alta peligrosidad y constantes planes de fuga. Allí es confinado con otros nueve prófugos franceses. Durante varios meses las medidas de seguridad en la prisión fueron de extrema responsabilidad, y la tranquilidad de la penitenciaría sería alterada por cuatro intentos de fuga liderados por él mismo, con planes de evacuación coordinada. En su testimonio, Charriere dijo: «Barranquilla es una ciudad importante. Primer puerto colombiano del Atlántico, pero situado en el interior del estuario de un río, el Río Magdalena. En cuanto a su prisión hay que decir que es importante, cuatrocientos presos y cien vigilantes. Ha sido organizada como cualquier prisión de Europa…» Papillón había trazado mal sus fugas; lo intentó en nueve ocasiones, tras purgar cadena perpetua en la Guyana Francesa e Isla del Diablo durante 13 años. En cuanto a

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

Historia gráfica de Barranquilla XX entrega* estas fugas masivas, la primera de la que se tiene noticia ocurrió a comienzos de 1933. El diario local confirmaba en primera página que los 14 detenidos eran prófugos de Cayena. Según investigaciones del Director del Cuerpo de la Policía Departamental, los reclusos fueron apresados en inmediaciones del faro, que todavía existe, Morro Hermoso; al ser descubiertos, mintieron diciendo que habían sido víctimas de un naufragio. La goleta en que viajaban de Kingston para Curazao habría sido, según sus palabras, destrozada por el mar. Cuando Papillón llegó a La Ochenta, los días no fueron suficientes para diseñar su habitual fuga. El uso de dinamita para derribar las paredes contiguas a la calle, serruchar los barrotes de la celda o el levantamiento de losas para hacer túneles fueron solo algunas de las estrategias que utilizó Charriere para escapar de Barranquilla. Se

El autor del artículo con Jamit Lewis inspeccionando la celda que le fue asignada a Papillón, en la foto superior en blanco y negro.

le acusó de entrar y salir del penal con ayuda de varios vigilantes, de asaltar bancos locales y pernoctar en el Barrio Abajo. La última fuga de Papillón ocurrió antes de su traslado a la Isla del Diablo. En esa ocasión logró superar las altísimas murallas de la Cárcel de Obando, pero la buena suerte no le sonrió y al saltar se lesionó una de sus rodillas. Este hecho, sumado al nulo conocimiento de la ciudad, lo llevó de nuevo al penal. En su testimonio escrito, Charriere deja un gran recuerdo por muchos amigos que le ayudaron en La Ochenta, uno de los personajes de su best seller fue la legendaria Nana, la Francesa, para muchos su amante en el reclusorio, y Anni, la mujer de su gran amigo Joseph Dega, únicas visitas que recibía. Faltando varios días para su deportación y traslado nuevamente a la Isla del Diablo, Henri Charriere encabeza la lista de fichados por las autoridades barranquilleras para los requerimientos legales de su traslado, identificado con la placa número 151. Durante su estadía en Barranquilla hizo llamarse Canivari; en la penitenciaria Isla del Diablo estaba Papillón identificado con el número 51.367. Por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores, en acuerdo con la Legación de Francia en Bogotá, resolvieron el embarque de los prófugos de Cayena con destino a las

prisiones de la Isla del Diablo. Cumpliendo los requerimientos para su salida del país, Papillón y su grupo fueron trasladados de Barranquilla al Puerto Marítimo de Puerto Colombia en medio de fuertes medidas de seguridad y bajo la supervisión de la comandancia local. Los prófugos fueron conducidos en el coche-celda de la Policía Departamental en la mañana del 19 de mayo de 1935 y posteriormente embarcados en un vaporcito llamado Mana, embarcación fletada por la Administración Penal de Francia. (*) Helkin Alberto Núñez Cabarcas Funcionario Archivo Histórico del Atlántico Instituto Educativo Nuestra Señora del Rosario, anteriormente ‘Carcel de ‘La Ochenta’. Foto Jamit Lewis. 2012


sobre la importancia de aprovechar las oportunidades para estudiar.

popular. Esta historia puede ser narrada o leída a menores por el mensaje que deja Villafañe

no vende. “Si tuviera una guitarra mi vida no sería tan triste”, dice este exponente de la cultura

vive en una especie de gruta con las esculturas de piedra, máscaras y disfraces que hace y que

Bolívar, en medio de 27 trofeos ganados como compositor de tambora, vallenato y otros ritmos,

El creador del himno, escudo y la bandera de su natal Barranco de Loba, departamento de

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

4


5

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

Aquí donde estoy no he desayunado, bajé unos mangos del palo, y eso es lo que he comido”.


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

C

Por David Lara*

uando Ángel María Villafañe tenía ocho años, lo único que le gustaba era hacer figuras de barro. Hoy, a sus ochenta, ese recuerdo marca en su rostro una sonrisa llena de malicia: “Ir a la escuela siempre me pareció aburrido. ¿Uno por qué no puede hacer en el colegio solo lo que le gusta? —se pregunta— bailaba, cantaba, hacía figuras de barro y máscaras. Así que me salía de las clases, me iba para los pozos, a las orillas del manglar, buscaba un pedazo de barro y hacía mis muñecos, luego me iba para la casa, y, con la ayuda de mi mamá, los horneaba. También cogía una tablita y con alambres de cobre hacía una guitarrita. En las noches, salíamos a cantar, a poner serenata que decíamos, y había gente que nos llamaba para cantar”. Villafañe, como algunos le dicen en su natal Barranco de Loba, se queda sereno, en silencio. Luego de ese viaje al pasado, exclama: “Los niños deberían estudiar lo que les gusta, así uno sería más feliz. Yo quería ser artista; la clase que más me gustaba era la de artes, pero la teníamos solo un día, y yo quería que fuera toda la semana, por eso no seguí mis estudios, hice apenas hasta segundo de primaria”. Siente que haber dejado el colegio fue un error, pero no se arrepiente, porque siempre quiso ser un artista, y eso es lo que es hoy. Los mejores recuerdos de su época escolar son las clases de drama con el profesor Santiago Nájera, luego la práctica de la danza de los coyongos, bailes de negros, farotas, mayas, y su preferida, la danza de los indios chimilas, bajo la guía de Julio Polo, cacique del grupo. También ayudaba a las labores del campo, con su padre, Lázaro

María; y ayudaba a su madre, Ana Felicita, quien lo obligaba a asistir al colegio, pero él insistía que quería era bailar, cantar y hacer figuras de barro. En su adolescencia, el barro lo cambió por el cemento, y encontró en la albañilería la forma más creativa de ganarse la vida. “A mí me encantó el cemento, porque podía moldearlo con facilidad, y así me puse a hacer figuras más grandes, luego las pintaba y eso para mí era la felicidad”. Podríamos decir que así Villafañe se hizo escultor, una faceta poco conocida del gran cantador, bailador, compositor y músico de los aires de tambora de la región de Loba. 2 Llegar a la casa de Ángel María Villafañe, sobre la calle Samaritana, en su natal Barranco de Loba, es visitar una muestra permanente de arte popular, guiados por los comentarios de su autor. En la entrada, arriba, en la pared frontal, hay una frase que dice: “Bienvenidos, paz y cultura”. A lado y lado de la estrecha puerta, dos esculturas de cemento y varilla: una de la Virgen María y otra de San José, ambas de un metro veinte de altura: “Las hice para recibir a los visitantes, para que se santifiquen y sigan adelante, en paz, sin molestar tanto, porque aquí viene gente a cogerse las cosas; el otro día se llevaron tres trofeos de los que yo me he ganado en los festivales con mi música, se los robaron, por eso les digo a los visitantes ‘vengan con cultura y paz, y sin joder” — remata en tono sarcástico. Ahora que lo visito, veo que no es el mismo ser simpático y sonriente que ha cautivado al público barranquillero durante la Noche del Río, o al público cartagenero que lo ha visto en conciertos en la Plaza de la Proclamación. Se sienta en una mecedora, cuyo espaldar y fondo están forrados de un

6 cuero de vaca, y su mirada recorre las obras que rodean su vivienda. Está descalzo, usa una bermuda caqui y un suéter deportivo salmón, con mangas recortadas. Su molestia la transmite a su perra, la que lo acaricia con lealtad, pero él la desprecia con un grito. “Esta perra se pone pesada, es mi compañera aquí en la casa, porque yo vivo aquí solito. La gente de mi grupo llega en la tarde y nos ponemos a tocar”. Hay en la casa de Villafañe, cuatro tambores, que llaman currulao, y seis tamboras, entre buenas y dañadas. En el cuarto donde duerme hay una cama plegable, con un colchón y sábanas desgastados, y en la pared cuelgan seis máscaras de gorila, que él mismo realizó. Hay dos cuartos para guardar los instrumentos, y dos más para guardar alambres, telas de colores, sacos, bolsas de nylon, icopor, pinturas, pedazos de madera, o viejos atuendos de disfraces que ha usado en carnavales de años anteriores. “Aquí la gente espera ver siempre al maestro Villafañe disfrazado, porque es muy ocurrente y siempre sorprende con sus vestidos y disfraces”, señala Luis Carlos Campo, concejal del pueblo y uno de los nuevos líderes, que ahora nos acompaña. Las obras del maestro Villafañe ocupan todos los espacios de la casa: hay colgadas del techo, de las vigas de la casa, en los rincones o incrustadas en las paredes. Una casa que es una exhibición permanente de obras de arte llenas de historias que definen la grandeza de un creador que desde niño se propuso ser un artista, para gozar con su arte y ser feliz. Le digo que si puede cambiarse, y se coloque la pinta con la que se presenta en los escenarios, y responde al instante: “Y eso para qué, así estoy bien, además, hay mucho calor, vengan mañana y me cambio”. Su molestia es

evidente, y su distancia nos lleva a hacer un recorrido por su casa viendo cada detalle de su obra. A la entrada, hay un gran indio, que Villafañe llama Indio con capa, una figura de dos metros, en cemento, que hizo en los años 90. Muy cerca a la figura del indio hay una escena que él bautizó Viaje a la selva. Una escena en un río, con pescadores, garzas, tigres, hipopótamos, caimanes y mucha vegetación. En algún tiempo, el río tuvo agua, pero las fisuras en el piso de la casa dejaron al río seco. En lo alto está la primera obra que hizo cuando aún era muy joven. Un dinosaurio hecho con totumos, material que utiliza con singular creatividad; de ese mismo material puede verse una mano de bagres dorados, una anaconda de más de tres metros de longitud (obra magna), un mico, dos sábalos en un rincón, margaritas, heliconias, garzas, hicoteas y guacamayas, todas en totumo, que él va recolectando o la gente los deja en su casa, porque sabe que él le pone ingenio. Son las once de la mañana y la conversación que hemos tenido ha sido poco fluida. Para intentar congraciarnos con su obra, le digo que mi preferida es la mano de bagres que cuelga de una de las vigas de la casa. Le pido que me la venda, así sea un solo sábalo, y me dice con irónica amabilidad: “Y quién le dijo a usted que yo vendo esos bagres, no están en venta, si usted quiere un bagre, vaya, salga al monte, búsqueme los materiales y yo se lo hago, pero eso no se hizo


7

Ángel María Villafañe, en una de sus varias actuaciones en La Noche del Río, del Parque Cultural del Caribe, y en su casa frente a sus creaciones.

para vender”. Comprendo que cualquier intento por llevarlo a un estado de amabilidad llevará más tiempo. Villafañe nos ha permitido recorrer su casa, entrar a su habitación, a pesar de que tiene un aviso que dice “Prohibido el paso”, hacerle preguntas sobre sus obras y hasta tratar de convencerlo para que se ponga su atuendo de cantador: “Carajo, ya dije que venga mañana”. Y le pregunto de inmediato por su enojo: “Pues sí —me dice—, aquí donde estoy no he desayunado, bajé unos mango del palo, y eso es lo que he comido, el almuerzo lo tengo que ir a buscar donde un sobrino, que él me lo da, pero él no tiene cómo mandármelo, así que si no voy, me quedo sin almuerzo, la gente, los vecinos, a veces me regalan algo, a veces me pongo a cocinar mis cosas, cuando tengo para comprar, pero mientras tanto estoy aquí, pensando qué obra voy a hacer en estos días…” Escuchándolo, me pregunto si los 27 trofeos que tiene metido en una especie de gruta de cemento, protegidos con una reja encadenada, han servido para que este creador viva en mejores condiciones. Me pregunto qué puede representar para un pueblo que el creador de su himno, escudo y bandera viva su soledad lleno de dificultades y tristezas. “Quisiera tener una guitarra —dice como pensado en voz alta, con su mirada perdida en algún espacio de la casa— y cantar mis boleros y rancheras. Yo aprendí a tocar guitarra cuando muchacho, un señor que se llamaba Samuel Leal, que era sastre, me enseñó las posiciones y luego yo fui aprendiendo solo”. ¿Qué puede ser una guitarra, para la corrupción del departamento de Bolívar? –le pregunto al concejal que me acompaña en la visita, y encoge los hombros como avergonzado. “Entonces no se va a

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

cambiar la ropa”, le insisto al maestro en medio de su tristeza. “Carajo, vengan mañana, a mediodía, ya les dije, mañana me toman esa foto”. 3 Villafañe comenzó a hacer composiciones desde niño, siendo un adolescente organizó el grupo vallenato que se llamó Los nativos del Sur. Ahí tocaba el acordeón. En 1976, organizó el grupo Tamba, que difunde con orgullo la tradición de la tambora de la región de Loba. Sus composiciones incluyen, además del vallenato, ritmos como corridos, rancheras, boleros y tamboras, con las que ha ganado los festivales de Tamalameque, Chimichagua, El Banco, San Martín, Hatillo y El Peñón, entre muchos otros. Cuando llegamos, estaba poniéndose la camisa blanca manga larga, y luego una pañoleta amarilla, que es el atuendo que usa en sus presentaciones musicales, y logré hacer la foto que quería. Un retrato que expresara la grandeza del artista que es. En medio del diálogo amable, le vuelvo a preguntar por aquel niño que hacía ollitas de barro, y que se retiró del colegio cuando tenía ocho años. “Vea, es que yo compuse una canción que se llama ‘La media historia’, es un paseo vallenato sobre mi vida, y el porqué me retiré del colegio. ¿Acaso yo no la canté ayer? —pregunta—, y de inmediato comienza, con su voz clara, afinada y fuerte, una historia que es el resumen de mucho de lo que hemos contado aquí: “Este paseo, le digo la media historia/ es un poquito el retrato que le doy/ cuando yo niño jugaba muchas horas/ con guitarritas y muñecos de cartón// Con violinitas, por cierto muy sonoras/ siempre jugaba según dibujador,

tallé maderas,/ muñequitos de barro, guacharaquitas, maracas y un tambor// Primera maestra, señora Julia Campo/ A quien le debo cariño y gran honor/ porque con ella aprendí el abecedario/ cartilla Charris, después número dos// Hacer calotes, vocal y consonante/ la enseñaba con gran satisfacción/ pa’ mí, mi madre, me obligaba bastante/ a que estudiara y aprendiera la lección// Mi pobre padre fue un triste jornalero/ que no me daba para alimentación/ pero mi madre trabajaba con esmero/ muy afanada para darme educación// La pobrecita se ganaba el dinero/ lavando ropas al pie de un tinajón/ mis dos hermanos, ellos también me dieron, todo el apoyo a un niño estudiador// Por la mañana yo me iba hacia el colegio/ con cotizitas amarradas de un cordón/ y a mi mamita yo le decía hasta luego, adiós mijito ponga mucha atención// Siga adelante, deje un poquito el juego/ mire las clases que dicta el profesor/ lo que usted aprenda eso no me lo llevo/ cuando me vaya allá para el panteón// ya fui creciendo dejando aquella infancia// muy bruscamente ya me puse a pensar/ equivocado, tal vez por ignorancia, dejé el colegio, ya no quise estudiar// Cuando uno es niño, no sé lo que le pasa/ siempre se atreve a dejar un bien por mal/ y mi madrecita tan desesperada, decepcionada ya no me quiso obligar// Digo un poquito la historia de mi vida/ no tengo a nadie ya todo lo perdí/ primeramente a mi madre querida, padres y hermanos ya se fueron de aquí// Solo he quedado como nave perdida/ que a la deriva no sabe adónde ir/ pero qué cosas las que tiene la vida/ tan mala suerte la que me ha tocado a mí… tan mala suerte la que me ha tocado a mí//. *Docente de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Periodista, investigador de la cultura popular.


EL HERALDO

Mauricio Silva le da la vuelta al marcador

M

Por Andrés Salcedo

auricio Silva es un hombre tierno y amigable y un periodista riguroso. Centurión de la noche, su biografía de Joe Arroyo y su libro-denuncia Quién mató al Joe, ambos publicados por la editorial barranquillera La Iguana Ciega, tuvieron enorme acogida en todo el país. En su nuevo libro, El 5-0, superventas actual, nos cuenta los claroscuros de un partido de fútbol que marcó, para bien y para mal, la más reciente historia nacional. En el confortable apartamento bogotano donde comparte su vida con la también periodista María Alexandra Cabrera (“mi Flaca”, la llama), y donde hay tantos libros y discos como aire circulante, Mauricio nos descubre el “detrás de cámaras” de su exitosa obra. ¿Por qué te gusta el fútbol? Porque me permite seguir siendo un niño. Yo estoy convencido de que todos los hinchas somos niños ya que, en el fondo, el fanático es la versión ruidosa de ese peladito que adora el juego de la pelota. Por eso la complicidad casi autista entre todos nosotros. P

R

P Sospecho que a ti, cachaco anglófilo, el fútbol que más te gusta es el inglés. ¿Me equivoco? R Viví allá y me arrobó todo:

en esencia, la historia y la honestidad de ese fútbol. Es que no se botan al suelo, es que el árbitro no come cuento, es que siempre van. ¿Puedes creer que todavía practiquen el fútbol directo? Eso es muy chévere. ¿No crees que es masoquista tu amor por Millonarios, un equipo invencible hace sesenta años pero escaso de éxitos hoy? R Se equivoca, señor Salcedo. Yo no nací masoquista. Yo me hice hincha con Brand, Ortiz, Morón, Irigoyen y Converti. Era muy raro que perdiéramos en casa. Entonces fui un niño-hincha feliz. Luego, en la universidad, me tocó el equipo de Iguarán, Gambeta, Juárez, Vanemerak y Pimentel. Entonces fui un joven-hincha fanático. Después, ahí sí, la debacle. El atraco institucional. 24 años de ignominia: Pepe León, Jorge Franco y el desastre del binomio Juan Carlos LópezChiqui García. Hasta que el año pasado volví a gritar campeón. P

Ser hincha de un equipo implica odiar a otros. En tu caso, ¿a qué equipos odias? R Yo no odio, pero en cuanto a sentimiento futbolero, siempre le deseo pésimas temporadas a Nacional, P

8 En su nuevo libro, Mauricio Silva revela detalles desconocidos de aquel partido de fútbol histórico para Colombia y Argentina en 1993, cuando el marcador 5 a 0 nos hizo soñar con la conquista del título mundial. Pero quedamos eliminados en la primera ronda y Andrés Escobar, capitán de la Selección, fue asesinado.

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

América y Santa Fe, en ese orden.

B: Boca, Barcelona, Juventus y Manchester United.

P ¿Y en el fútbol internacional? R Los que me caen muy bien: Independiente de Avellaneda, Real Madrid, Internazionale de Milán, Chelsea y Saint Pauli de Hamburgo. A los que les deseo 25 años en la

P Cuéntanos un poco del ciudadano Mauricio Silva. R Soy muy básico. Adoro ir a cine, a comer y a bailar salsa con mi Flaca. También le gasto mucho a cocinar con mis amigos. Pero la verdad, le invierto demasiado tiempo –dice La Flaca– a ver fútbol. A veces me pregunto si no seré un autómata de la pelota! (Ríe) P ¿Cómo llega a convertirse un periodista deportivo en uno de los cronistas gastronómicos más leídos y respetados de Colombia?



19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

10 FOTOS CORTESÍA MANUEL SALDARRIAGA

Como dicen en el fútbol, por sustracción de materia. Porque, supongo, no había quien lo dijera así. Sé de cocina y puedo escribir, y creo que eso fue suficientísimo. Y, claro, por el gusto por la vida y toda esa buena suerte que me ha acompañado en la vida. R

P ¿Cuál es la cocina criolla y la internacional que más te gustan? R Adoro la mazamorra chiquita, el cuchuco con espinazo, el puchero, el ajiaco y el sancocho valluno. Y de afuera, toda la cocina de Italia y la gran mayoría de las tapas y pinchos españoles. Y los clásicos franceses rebosantes de salsas y cremas. P ¿Dónde estabas el 5 de septiembre de 1993? ¿Quién eras en ese momento? R Estaba en un hotelito en la tierra caliente cundinamarquesa. Tenía 25 años y entonces escribía de cine y música en la sección cultural de El Tiempo. Era un redactor clase ‘D’. Un ‘carga-ladrillos’. P Como millones de colombianos, ¿pensaste en el título mundial después del cinco a cero o no te creíste el cuento? R Curiosamente, no. Entonces yo era un crítico cerrado de Maturana y veía que todo se hacía mal. Pero, también curiosamente, hoy valoro muchísimo más lo que hizo Maturana por nuestro fútbol. P ¿Cómo viviste el estruendoso fracaso de Colombia en el Mundial del 94 y la muerte de Andrés Escobar? R Como todos: con horror, asombro y escepticismo. Nadie, hasta hoy, se comió el cuento de que nos sacaran así. ¿Qué paso de verdad? Nadie lo sabrá. Todo es muy complejo. P ¿Cómo surgió la idea del libro sobre ese partido histó-

rico? R Adriana Echeverry, una muy buena editora, me dio la idea. Luego, hablando con El Pibe Valderrama, en una entrevista para la revista Bocas, entendí que había mucho cuento inédito en torno a ese partido genial. Entonces me propuse hablar con todos los involucrados y registrar el momento cumbre de la que yo llamo “La selección de todos los tiempos”. P ¿A cuántos personajes involucrados en esa historia lograste entrevistar? R Al onceno titular, al cuerpo técnico, a varios jugadores de la suplencia y a casi todos los periodistas que cubrieron esa Selección. P Tú ya tuviste problemas con la viuda de Joe Arroyo por tus denuncias sobre la muerte del cantante. ¿No temes verte envuelto ahora en otro lío judicial? El expresidente Ernesto Samper ha dejado entrever que podría demandarte por algunas cosas que cuentas en el libro… R El expresidente Samper está en todo su derecho de estar en desacuerdo con la información. Él pide una corrección a manera de fe de erratas, lo cual creo que va a ser muy difícil, ya que no soy yo quien afirma que el Cartel de Cali les pidió a los jugadores, en 1994, que hablaran de él (Samper) en las entrevistas y le hicieran campaña. Eso lo dicen los jugadores, no yo. Esas son comillas que están en mi libro tras una investigación. Incluso, ahí están las grabaciones en las que los jugadores narran ese lamentable episodio, las mismas que ya publicó El Tiempo y Semana. P ¿Qué opinas del periodismo deportivo colombiano y sobre la manera como se transmiten los partidos en la televisión? R El periodismo deportivo

Mauricio Silva, autor del libro ‘El centurión de la noche’, entrevistando para su libro a El Pibe Valderrama y a Hernán Darío ‘Bolillo’ Gómez.

neura futbolera. Es que tienen huevo. El Caribe colombiano es otro de tus amores. ¿Cuándo y por qué nace en ti ese cariño por nuestra región? R Viví en Santa Marta casi dos años. No conozco en el país una región más bella que la Sierra Nevada. Adoro a Barranquilla porque todo el día, sin problema y con cualquiera, se puede hablar de fútbol y de música. El costeño en general vive ‘bacaniado’ y muy fácilmente me hace cagar de la risa. La comida es exquisita. Y la idea de amanecer todos los días viendo el mar es mi sueño recurrente. Lo único que le falta a la Costa es que Millos juegue allá. Entonces me tocaría mudarme inmediatamente. Ahora el que tiene huevo eres tú. P

colombiano sufre el mal del ‘inmediatismo’. Todo es la chiva y parece que no hubiera más. Yo soy un completo afortunado en tener en la revista Bocas y en la revista Donjuan el tiempo y el espacio suficientes para contar mejor y más ilustrado el cuento deportivo. Y en cuanto a la transmisión del fútbol en Colombia, me ‘emputa’ sobremanera que no hayan podido entender que cuando el balón está en juego no se puede ponchar otra cosa diferente que el balón en juego. Esa es una pelea de mí contra mí, en mi triste



19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

S

12

Ensayo literario, con datos de

Por José Luis Garcés González*

actualidad y con impecables

on las siete de la mañana de un día laborable del mes más cruel. Bueno, al menos para quien lo escribió. Este calificativo le pertenece a T.S. Eliot en su magno poema “Tierra baldía”. Ahora, una parte del mundo se despierta y el afán enciende su música detestable. Obedeciendo a Séneca, planifico mi tiempo. Debo ir a mi clase de antropología cultural en las horas de la tarde, y por ello puedo ejercitarme y provocar el sudor sin mayores prisas. Ir a desintoxicarme, diría el amigo ingeniero Gabriel Martínez Merlot, que debe estar haciendo carreteras en el norte de África, donde ya empieza la tarde. El sol amenaza desde bien temprano. Sí, ya sé: más tarde va a claudicar, se untará de nubes y amenazará la lluvia. Salgo a caminar brindándoles cariño a mis zapatos viejos. Cuarteados y viejos. Vadeo carros, eludo motos, veo gente de prisa, se inicia el ruido. Algunas jóvenes mujeres dejan el olor de sus cuerpos recién bañados cerca del universo de mi olfato. Voy a un parque de un barrio del sur. Quizá el más presentable. Es de una cuadra, tal vez de un poco más. Años atrás aquí hubo algunas cantinas y otros negocios. La borrachera y la guachafita en acción. Pero un día la comunidad se levantó, protestó y modificó esa circunstancia. La ruta para caminar está en cemento. En el parque hay bancas de concreto con espaldar de barras de hierro; están algo sucias y rodeadas de cajetas de comida, conos de helados, colillas de cigarrillos, bolsas plásticas, un pañuelo manchado y machucado, en fin, toda la excrecencia que dejaron los visitantes de la noche. Oh, el hombre, el único animal que produce basuras, dicen.

detalles narrativos sobre visitantes y transeúntes de un parque de Montería, que según el Dane, con 36.9 % y 6.3%, es la ciudad con más pobreza y pobreza extrema, respectivamente, en Colombia.

Mangos verdes regados en el suelo

El parque está sembrado de decenas de árboles de mango que forjan una benévola sombra. También hay algunos robles, un guayabo que aún no frutece, una ceiba portentosa y dos o tres orejeros en producción auditiva. Pero riego los ojos y empieza la tristeza. Centenares de mangos verdes, algunos mordisqueados, otros intactos, se hallan regados en el suelo. Qué perversidad. Allí están los trozos con los que los apalearon. Los tumbaron para nada. En investigación reciente de la Unesco, que trae la prensa bogotana de abril que eructa lluvia, se informa que en Colombia hay algo más de 596 mil niños que pasan hambre. El Dane, hace pocas horas, señaló que Montería, con 36.9% y 6.3%, es la ciudad con más pobreza y pobreza extrema de Colombia, respectivamente. Qué lástima, tal vez ganamos algunos puntos en construcciones, pero perdemos en forma rotunda cuando nos confrontamos con el factor humano. Supongo que no son nuestros niños famélicos los causantes de la maldad que representa esa estela de mangos verdes regados por el suelo. Es la deplorable condición humana y la carencia de una educación que nos enseñe a no propiciar el despilfarro. En mi área visual aparece un señor de sombrero, pañuelo en el cuello, pantalón mocho, abarcas y perrero. Pasa por mi lado. Le está dando unas vueltas al parque. A los pocos metros lo alcanza otro hombre. Enseguida empieza la conversa con el recién llegado, que lleva una gorra sin color, a la que, al caminar, en forma chistosa, le tiembla la visera. Al regresar, el de sombrero va protestando por el aire que traen por dentro las pastas dentales. Sin hablar, participo en la conversación: es cierto, los dentífricos y muchas cremas y ungüentos de toda índole le roban al cliente. La mitad del tubo, si no es más, es aire. Pero el precio no rebaja. Es decir, te están dando menos cantidad, pero tú no puedes pagarles a esos pulpos trasnacionales menos plata. Se burlan del consumidor y no hay poder que los sancione de verdad. A las cremas, tú las aprietas por la base y tienes que


13

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

seguir apretando y seguir apretando para que te salga el contenido. Ladrones. Desde el primer apretón ya lo llevas por la mitad. Y lo mismo pasa con las pastillas y tabletas. Lo he comprobado: ya vienen de menor volumen, les raspan una parte o les disminuyen el tamaño. Haga la prueba usted. Nadie defiende al consumidor, este es un país de avivatos de ceño fruncido, de ladrones con premios y diplomas, de pícaros con posgrados. Y de gente resignada, obnubilada por las telenovelas y los realities. Hay excepciones, me dice mi conciencia. Acepto, hay excepciones, pero no logran hacer verano. A los cuarenta minutos, calculo, pasa una señora que conocí espléndida hace años y luego dejé de verla. ¡Cómo está de degradada! Intento saludarla. Inútil: ella mira para otro lado. No me conoce, le interesa otra cosa, o le da vergüenza. Listo, no hay problema. Otro día será, si acaso hay otro día. Se la devoró el tiempo. Bueno, a todos, sí, a todos. Pero lo de ella es peor. ¿Qué le habrá pasado? Se le esfumaron las pantorrillas, la carne de los brazos le cuelga y le tiembla, debajo del mentón le sale una especie de corbata de iguana, el rostro está agrietado sin remedio, las nalgas se le perdieron y la colita del traje le baila de manera triste. ¡Uf! He discutido esto con mis escasos amigos y algunos conocidos. No nos hemos puesto de acuerdo. Para muchos, el tiempo es un factor externo al ser, y que por ello es el que arruina nuestra presencia corporal. Para mí, el tiempo es el desastre que llevamos por dentro. El deterioro, la pudrición, el acabose surge del interior. No de afuera. Para mí, es un factor endógeno; es, desde el fondo de las entrañas, en palabras de César Vallejo, “el antiguo demoledor de la soberbia”. Especialmente la soberbia externa, la que se nutre de

pantalones, prosapias, taxis, camisas y demás vascuencias o artificios. Bueno, pero con esta dama nada podemos hacer. La señora pasa la calle y se pierde entre los abetos y los laureles que están al otro lado. Pienso que va en búsqueda de un bus. Quizá, para compensar, debemos mirarnos al espejo y ver qué estragos ha hecho en nosotros el cuchillo del dios Cronos. Sería lo justo. Después de este último pensamiento surge la mujer en sudadera azul; lleva un perrito negro de ojos saltones y orejas grandes y vigilantes. El pequeño can parece un murciélago en cuatro patas. Ella ha desbordado los treinta y es blanca, un poco asoleada, y en el suéter verde lento se le proyectan los pimpollos de los senos. El perrito, de pelambre brillante, obedece a una cadena que le cuelga del cuello; sin embargo, da brincos y pequeños aullidos. Ella se desvía del camino encementado y lo conduce hacia el tronco de un árbol de mango. El perrito, al parecer acostumbrado, de inmediato se ubica en posición para defecar e inicia el proceso. Claro, ya entiendo la inquietud del animalito. Esa señora, que parece no ser analfabeta, tiene al parque como defecadero habitual de su perrito. ¡Qué poco civismo! ¡Mucho habitante y poco ciudadano! Entonces me regresa el recuerdo. Cuando iba a caminar a la Ronda del Sinú, veía a varias mujeres llevando perros, no a pasear, pues el paseo era el pretexto vil: los llevaban a evacuar sus intestinos, a aportarle al parque la porción de sus excrementos. Ah, y a demostrar su cultura ciudadana. Cumplido el ejercicio fisiológico enseguida se marchaban. Cuando retorno al árbol de ceiba que está en lo que puede ser la cabecera del parque, encuentro en una de las bancas un par de enamorados con

EL HERALDO

uniformes de colegio. Tendrán diecisiete años, a lo máximo. Él es moreno, de facciones algo bruscas, y tiene en la cabeza el ya conocido corte de totuma; viste una camisa azul y tiene un escudo rojo en el bolsillo izquierdo. Ella luce una camisa crema y una falda de pliegues con rayas azules y negras; es trigueña clara, tiene el pelo negro y liso y su rostro, que esconde un poco, es pasablemente bello. No van a clases, se echan la conocida leva. Se citaron aquí. Van al amor y son felices, o creen serlo, y yo no soy nadie para interrumpirles o profanarles el idilio. Ahora se aproximan, se abrazan, y yo recuerdo un poema de Prévert que dice que los amantes en estos momentos no están para nadie. Y me atrevo a agregar: están para sus cuerpos, que deben vibrar al contacto, excitarse a fondo con la caricia amorosa. Esa es su victoria. Se acabó mi caminata y procedo a despedirme de los árboles. Abrazo a algunos, palpo a otros. Les deseo buena suerte a todos. Por la esquina sur me retiro del parque. Tengo la camisa empapada. Varias gotas de sudor se desprenden de las cejas y me hacen arder los ojos. Me toco el abdomen, que es el principal objetivo del ejercicio. Miro a mi alrededor: ya no están los hombres del sombrero y de la gorra, ya no está la señora del perrito, que en nada es la de Chéjov. Solo quedan los jóvenes enamorados. Ellos son el discutible futuro, les pertenece el indescifrable tiempo que vendrá, que ya no es nuestro tiempo. Y quedan las decenas de mangos verdes, algunos mordisqueados, todos apaleados, regados inútilmente por el suelo. * Escritor y catedrático de la Universidad de Córdoba. Coordinador del grupo de arte y literatura El Túnel. En las próximas semanas se publicará su novela ‘Fuga de caballos’. jlgarces2@yahoo.es


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

14

Extraer arena de las entrañas del río es una labor para muy pocos, hay que tener pulmones de acero para sacar a puro pulso paladas de 14 kilos de arena. Jornadas que comienzan al amanecer y concluyen con la caída del Sol, en las que se citan numerosas dragas humanas que comercializan el producto extraído del brazo del Magdalena, frente a la valerosa Santa Cruz de Mompox, para la industria de la construcción en zonas aledañas.

Pulmones de acero Fotos Luis Rodríguez Lezama


15

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

16

Premio pequeño, premio grande

E

Por Alba Pérez del Río

Por Alba Pérez del Río

DESPUÉS DEL SUEÑO Por Max Esta noche he soñado con un perfume, era dulzón, envolvente… al despertarme he corrido a la ventana para tragar aire fresco. Qué cosa tan extraña, hasta ahora, mis sueños carecían de olor. En el sueño, yo camino por una senda estrecha, medio oculta por las ramas bajas de los árboles, de pronto

me corta el paso una puerta grande, carcomida por la humedad, con rastros de pintura verde. A su alrededor, las ramas de un magnolio cargadito de flores; el olor es delicioso pero tan potente que empiezo a marearme y corro buscando el mar, que está ahí mismo, latiendo a pocos metros de la puerta. Es ese olor salobre el que he ido a buscar a la ventana de mi cuarto esta mañana, huyendo del extenuante perfume de la noche.

Mis hermanos me han dejado sola. No quieren nada, todo para mí, ¡qué generosos! Lo que den por la casa se repartirá entre los tres, pero el quejido de los armarios al abrirse, después de tanto tiempo, el susurro de la seda vieja, los perfumes rancios, el tacto de las fotos amarillas llegadas de ayer, los recuerdos embozados...

El cuento completo en nuestra página web.

n un salón de actos poblado con no más de veinte almas, tres jurados y un concejal de distrito, Pilar Galindo Salmero resultó ganadora de una tarde de felicidad. La entrega se hizo con los rigores propios de cualquier concurso solemne. Primero, habló un hombre trajeado con saco y corbata. Agradeció a los asistentes que se hubiesen acercado hasta el centro cultural donde se celebraba el acto, habló de la acogida que había tenido la convocatoria a pesar de su escasa publicidad, y resaltó el buen nivel de los participantes. Luego, habló el concejal, que también iba trajeado con saco y corbata, haciendo énfasis en la importancia de la promoción de la cultura, y por último habló una mujer, miembro del jurado de periodistas y escritores que había seleccionado a los finalistas, entre los que se encontraba el ganador. Reveló que habían participado cincuenta y dos personas de distintos puntos de la geografía latinoamericana y española, que el nivel literario había sido bastante bueno y que ella y el resto de los miembros del jurado habían pasado una larga noche de debate para poder


17 quedarse con los mejores. Acto seguido, leyó los nombres de todos y cada uno de los veinte finalistas, y Pilar Galindo Salmero, que se había cogido un tren esa mañana desde Cartagena a Madrid para asistir a esta entrega, se removió nerviosa en su silla cuando la mencionaron. Días atrás, a través de un correo electrónico el jurado del I Premio Internacional Abadía del Perfume le había notificado que estaba entre los tres finalistas. “Si me han nombrado entre los veinte es que no estoy entre los tres. ¡Se equivocaron!”, pensó nerviosa la concursante. Pero el acto, que seguía un guión de entrega de gran premio en el que también estaba incluido el suspense, no se detuvo ahí. La mujer que acababa de desvelar a los finalistas anunció que enseguida procedería a descubrir a los seleccionados para los tres premios ofrecidos, como en efecto hizo, para regocijo de Pilar Galindo Salmero, que volvió a escuchar su nombre. Por último, y luego de dudar en voz alta si ya debía anunciar cuál de ellos era el ganador, exacerbando la angustia de los finalistas que se encontraban en la sala, la jurado encargada de impregnar afectación al acto dijo: “El ganador es (de nuevo suspense)… el autor de “Después del sueño”, y Pilar Galindo Salmero dio un respingo en su asiento pues supo que era ella la que se había llevado el primer premio. Luego, leyeron su nombre –ella había participado bajo el seudónimo de Max– y preguntaron que si se encontraba en la sala, a lo que ella respondió de inmediato poniéndose de pie. Desde la mesa del jurado le pidieron que, por favor, se acercara para leer algunos párrafos de su relato y ella tuvo miedo. “Ahora, tropiezo con la tarima y me

Pilar Galindo Salmero con su diploma de ganadora y en el rincón de su casa donde escribe. En el recuadro, bajo el seudónimo de Max, el inicio de su cuento ganador, el cual puede ser leído en su totalidad en la página web de EL HERALDO.

caigo”, pensó, pero el cuerpo le respondió bien y en pocos minutos estuvo frente a la mesa del jurado, apretando manos y dando las gracias por ese premio que la había colmado de alegría. Luego, con voz clara leyó los apartes que el jurado había seleccionado como los mejores. “Aquella tarde me sentí escritora”, declararía ella días después intentando describir los sentimientos que había experimentado en esa “parafernalia” –como la llamó–, aunque de inmediato corrigió: “en aquel acto tan bonito”. “No tengo expectativas de triunfar”, declaró. “Mi mayor ilusión es que me lean. Y si hacen el libro con los finalistas, como han dicho, me podrán leer”. En marzo de este año, repasando las nuevas convocatorias de concurso que le suelen llegar a través de Letralia, Pilar había leído la invitación que hacía La Abadía del Perfume –una tienda de fragancias de Madrid– a participar en su primer certamen literario. De acuerdo con las bases del concurso, debía enviar un relato breve de entre diez y doce páginas, inédito, que versara sobre aromas y perfumes. El tema le gustó y pensó que podría adecuar a los requerimientos de la convocatoria un viejo cuento que tenía guardado en su ordenador. Se sentó a trabajar, echó mano de recuerdos personales –“he tenido en mis manos esas llaves grandes que ya no existen; he tenido que vaciar una casa y he experimentado el deseo de una hija de proteger a su madre…”– y de evocaciones de olores como el aroma que desprenden las Don Diego de noche, muy parecido al de las magnolias que menciona en su texto ganador. Para Pilar esta no era su primera incursión en

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

concursos literarios. Desde que se jubiló, y a medida que la casa se fue vaciando de hijos y de responsabilidades, se entregó plenamente a aquello que le había gustado desde siempre: leer y escribir. Se apuntó a los talleres literarios de la Universidad Popular de Cartagena, se conectó a través de internet con clubes de lectores y escritores amateur latinoamericanos y se registró como usuaria de revistas que le fueron informando de pequeños certámenes en los que podía participar. El resultado de todo este empeño, tras varios años de forcejeo con aspirantes a escritores, es apreciable. Se ha hecho acreedora de cuatro premios de relato breve, un premio de poesía y el galardón de finalista en algunos de esos muchos certámenes literarios en los que no participan los que están en las grandes ligas. Pilar participa en aquellos que exigen temas que le agraden, y lo hace porque lo que más la realiza como persona es escribir. Como lo es también sentirse que no solo es madre de cinco hijos y abuela de seis nietos, sino algo muy apreciado por ella: sentirse escritora. Quizá

por eso se pagó de su bolsillo el billete de tren hasta Madrid y un hotel en el barrio Salamanca, situado en un distrito caro de la capital, pero a muy pocos pasos del centro cultural donde se produciría el evento, para poder asistir a aquella solemne ceremonia de veinte almas en la que, finalmente, fue proclamada ganadora. Como acompañante se trajo a Lola que, al igual que sus otras siete hermanas, la reconoce y estima como escritora, mientras sus hijos le dicen que escribe cosas tristes y su marido no la lee “porque no es su palo”, según palabras de la galardonada. El premio que recibió Pilar ascendió a cien euros en productos de perfumería, que ella pudo elegir cuando llegó a La Abadía del Perfume, una vez terminado el acto de proclamación, mientras pasaban bandejitas de exquisito jamón serrano, queso curado y deliciosa tortilla de patata para celebrar el acontecimiento. Pilar estaba feliz luciendo su vestido negro con plumas blancas, el mismo que había estrenado en el bautizo de Alejandro, su último nieto. Pero, más feliz estuvo a su regreso a Cartagena cuando descubrió que en los andenes del tren la estaba esperando su marido. Él, que no había querido acompañarla a Madrid, estaba allí esperándola. Premio grande para ella. Premio de reconocimiento. La próxima semana la Feria del Libro de Madrid, la más importante del mundo hispanohablante, abrirá su 72 edición. Pilar Galindo Salmero no firmará en ninguna de las trescientas casetas temáticas destinadas a la promoción de autores conocidos y de superventas, pero siempre queda la posibilidad de que su cuento “Después del sueño”, una bonita historia de amor, pueda deleitar hoy a muchos lectores.


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

18

Por un país de lectores que comprendan Una investigación de la barranquillera Adela de Castro, premiada por la Fundación Lenguas y Lenguajes Ignacio Chaves Cuevas se convertirá en un libro, que editarán la Academia Colombiana de la Lengua y la Universidad Central, con distribución a todas las Academia de la Lengua Española de América y a la Real de España.

S

Por Joaquín Mattos Omar

entada ante el computador Lenovo de su minúscula oficina de docente en el campus de la Universidad del Norte, lanzó de pronto una exclamación de alborozada sorpresa acompañada de una amplia gesticulación. Eran las 8:10 de la mañana del martes 11 de septiembre de 2012. Acababa de abrir su buzón de correo electrónico y había encontrado un mensaje de la Fundación Lenguas y Lenguajes Ignacio Chaves Cuevas en que se le informaba que había sido declarada ganadora del Premio Ignacio Chaves Cuevas de Investigación sobre la Lengua Española, otorgado por la Academia Colombiana de la Lengua en asocio con la Universidad Central de Bogotá. Sintió el impulso de contárselo de inmediato a alguien. Así que salió de su oficina, casi bailando de la felicidad. Unos minutos más tarde, se lo estaba contando, en efecto, con un entusiasmo desbordante, a la decana del Instituto de Estudios en

Adela de Castro es licenciada en Ciencias de la Educación con especialidad en Lenguas Modernas y máster de Enseñanza de Español como Lengua Extranjera.

Educación, Leonor Jaramillo de Certain, quien fue la primera persona conocida que halló en su camino. Siete meses después de aquel día, Adela de Castro de Castro, 53 años, descendiente de “una rancia familia barranquillera”, sentada en una silla de tijera un viernes por la tarde en la sala de su apacible apartamento en el séptimo piso de un edificio residencial del barrio El Prado, donde vive con su hija Julieta, de 14 años, todavía se ilumina de alegría cuando habla del premió que recibió. Pero no es una alegría pedante, engolada, sino una alegría fresca y espontánea, como la de alguien que ha ganado una partida de parqués a sus amigos. Ella siente, además, que se la merece, pues poder disfrutarla fue el resultado de una larga y esforzada labor. Todo comenzó en enero de 2009, cuando empezó a dictar la asignatura Competencias Comunicativas I (que viene impartiendo desde hace 17 años como profesora del Departamento de Lenguas de la Universidad del Norte), correspondiente al primer semestre lectivo de aquel año, a cuatro grupos de estudiantes de primer ingreso pertenecientes a las carreras de Ingeniería (varias ingenierías), Enfermería y Diseño Gráfico. En Competencias Comunicativas I, se enseñan dos habilidades lingüísticas: comprensión lectora y expresión oral. Sabiendo por experiencia que los estudiantes suelen llegar a la universidad con un nivel bajo o medio de comprensión lectora (problema éste que, según señala, es de carácter mundial, pero que afecta más a América Latina y, en particular, a Colombia, incluida Barranquilla), se propuso introducir una nueva metodología para estimularlos a leer más y a hacerlo mejor. No le fue difícil establecer esa metodología, ya que sabía de sobra también que los alumnos prácticamente no leen ya en soporte de papel, sino que lo


19 hacen por Internet y las redes sociales; y que jamás consultan una clásica y voluminosa enciclopedia impresa sino que siempre recurren a Wikipedia. Decidió, en consecuencia, aplicar de manera sistemática esas nuevas tecnologías en el desarrollo y ejecución de todas sus actividades académicas durante aquel semestre. Ahora bien, como en la Universidad del Norte es una práctica obligatoria someter a los alumnos de Competencias Comunicativas a una prueba Pisa de comprensión lectora al inicio del curso, ella pensó que podía evaluar los resultados de su nueva metodología realizándoles otra prueba ídem al finalizar el semestre. Entonces reflexionó: “¿Por qué no hacer una investigaciónacción en mis propias clases?”. Una investigación-acción en el aula es un tipo de investigación que realizan los docentes para resolver algún problema concerniente a la enseñanza, y en la cual, al mismo tiempo que enseñan, van registrando los resultados del proceso a través de una especie de diario. A aquellos cuatro grupos de estudiantes de Competencias Comunicativas I les informó acerca de la investigación y la gran mayoría aceptaron gustosos participar en la misma. De ahí que, a la prueba Pisa, resolvió añadir también una encuesta de opinión que ella misma elaboró y que ellos diligenciaron vía Internet. Puso en marcha la nueva metodología: daba las clases utilizando presentaciones en Power Point y en Prezi; empleaba la aplicación CmapTools para elaborar mapas conceptuales y mapas de ideas; diseñó una wiki; creó varios blogs en que publicaba todos los materiales de lectura requeridos en las clases; les dio una orientación a los alumnos para que aprendieran a buscar materiales y bases de datos de calidad en la Red; y subía a ésta los exámenes para que fueran respondidos en línea fuera del aula.

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

lectivo de 2010. Al término de todo ese ciclo, 253 estudiantes en total habían participado en el estudio, y ella decidió hacer un corte en el mismo. Organizó todos los datos en un documento de Excel y los tabuló luego usando el programa estadístico informático SPSS. Hecho esto, redactó un informe de los resultados y conclusiones de la investigación, que arrojaron que la comprensión lectora había aumentado del nivel 3 al nivel 4. Todo quedó plasmado en un texto de 16 páginas, que incluía, además, la bibliografía utilizada, y que tituló: Estimulación de la comprensión lectora de español, lengua materna, mediada por TIC. Hacia abril del año siguiente, la Vicerrectoría Académica de la Universidad del Norte convocó a sus profesores de planta y catedráticos a un concurso de experiencias de innovación pedagógica. Ella inscribió su trabajo y el 30 de septiembre de 2011 el fallo lo proclamó como uno de los ganadores. “Recibí como premio un IPad”, recuerda Adela. “Mi hija estaba feliz por mi logro”.

Adela de Castro, atenta a los comentarios del novelista, dramaturgo y académico Carlos José Reyes.

Con su hermano Humberto y su hija Juliana, a la entrada de la Academia.

Jaime Bernal Leongómez, Adela de Castro y Lácides Moreno.

LA PROFESORA SUBE EL LISTÓN.

La experiencia funcionaba muy bien, pues al fin y al cabo todos los estudiantes eran nativos digitales. Éstos, sintiéndose como peces en el agua, trabajaban en el salón de clases con dispositivos como IPad, computadores portátiles y clickers. Incluso, ella aprendía de ellos cosas que no sabía relativas a estas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Al

concluir el semestre, los evaluó no sólo a través de la prueba Pisa de comprensión lectora, sino también por medio de una nueva encuesta de opinión. Consideró que la investigación necesitaba de una muestra más amplia, así que la extendió a los cuatro grupos de Competencias Comunicativas I del segundo semestre lectivo de 2009 y a los cuatro grupos de la misma asignatura del primer semestre

A comienzos de marzo de 2012, una amiga le informó del concurso convocado por la Academia Colombiana de la Lengua. Su investigación encajaba con las bases de éste, pues ellas estipulaban lo siguiente: “Se premiará el mejor trabajo de investigación que dé cuenta del diseño e implementación de alguna metodología innovadora para la enseñanza del español como lengua propia”; las bases exigían, además, que la investigación participante tuviera una extensión mínima de 45 páginas y una máxima de 100, y establecían que el plazo de admisión vencía el 31 de marzo. Es decir, disponía apenas de poco menos de un mes para ampliar el informe de su estudio de 16 a por lo menos


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO 45 páginas. ACEPTÓ EL DESAFÍO. Trabajó duro y parejo durante todas las noches y los sábados por la mañana de aquel marzo; se concedía una tregua los domingos sólo porque esos días han sido siempre para su hija. Lo que hizo fue incluir un muestrario de lo elaborado por los estudiantes, precisar con más detalles la exposición de los resultados y añadir unas recomendaciones. El 20 de marzo concluyó su labor, pero mandó traducir la nueva versión al inglés a dos colegas de la universidad y la entregó para corrección de estilo a un tercer colega. El 26, el documento, que sumaba 100 páginas en presentación bilingüe, estaba listo para entrar en competencia y al día siguiente, luego de convertirlo a formato PDF, lo envió al concurso por correo electrónico. Después, pasadas algunas semanas, se olvidó por completo del asunto. De ahí su gran sorpresa cuando se enteró de que había ganado. Recogió el premio el

pasado 19 de noviembre, en Bogotá, en una sesión solemne de la Academia Colombiana de la Lengua. Fue para ella una jornada de enorme interés, pues hizo una exposición oral del trabajo y, concluida ésta, sostuvo una activa charla con los académicos, “que me preguntaban de todo”. La acompañaron su hermano Humberto y su hija Julieta. “Para mí era importante que mi hija se sintiera orgullosa de su madre”, dice, y de inmediato suelta una risa sana y feliz. Enseguida agrega, en otro tono, que sintió la falta de su hermano mayor, Braulio, “que hubiera estado de un orgullo irrefrenable”. Se refiere al reconocido cineclubista y director-presentador de programas culturales radiales Braulio de Castro, fallecido hace dos años. El premio comprende, además del diploma que le entregaron aquella noche, la publicación del libro, que en el curso de este año harán la Academia Colombiana de la Lengua y

20 la Universidad Central, y que será distribuido entre todas las academias de la lengua española de América y la Real Academia de España. LA INVESTIGACIÓN CONTINÚA.

Grato momento de Adela con su hermano, el inolvidable cineclubista y especialista musical Braulio de Castro.

Pero su investigación no se suspendió ni siquiera cuando estaba preparando el informe con que ganaría el Premio Ignacio Chaves Cuevas (que, hay que resaltarlo, es internacional, y que de las tres convocatorias que lleva hasta ahora, la tiene a ella como la única colombiana en obtenerlo). En realidad, después del reconocimiento interno que obtuvo de la Universidad del Norte en 2011, creó el colectivo Lenguaje y Tecnología, que pertenece al grupo de investigación Lenguaje y Educación, registrado en Colciencias. Con este colectivo (que integran 7 profesores de lenguas, inglesa y española, y un estudiante de maestría en Educación), prosiguió la investigación a lo largo de los

dos semestres lectivos de 2012, esta vez comparando los grupos que usan TIC con los grupos que siguen la metodología convencional de enseñanza. Esta nueva etapa del estudio (cuyos resultados presentarán en el Congreso Internacional de Lectura y Escritura en la Sociedad Global, que tendrá lugar en junio de este año en la Universidad del Norte) ratificó que los grupos de estudiantes que usan tecnología alcanzan un nivel de comprensión lectora superior al de los otros, pero la diferencia no es muy significativa. “La importancia del cambio metodológico”, explica Adela de Castro, “es que, por un lado, motiva más a los estudiantes a leer; y por otro, les demuestra a éstos que hay materiales de lectura de calidad en Internet, y que para acceder a ellos tienen que ser rigurosos y críticos, aplicar criterios más selectivos”. Licenciada en Ciencias de la Educación con especialidad en Lenguas Modernas por la Universidad de La Salle, de Bogotá, y máster en Enseñanza de Español como Lengua Extranjera, por la Universidad de León, España, Adela de Castro insiste en la enorme importancia que tiene implementar estrategias para superar el problema de la deficiente comprensión lectora que aqueja a nuestros estudiantes, ya que, entre otras consecuencias negativas, es uno de los factores que inciden en la deserción escolar. “Los estudiantes ni siquiera entienden lo que los exámenes les demandan”, asegura. “Las pruebas Pisa demuestran que no llegan al nivel medio o nivel 3, que es el que les permite inferir en la lectura, ir más allá de la significación explícita”. Y concluye con esta certera advertencia: “Éste es un problema que hay que atacar desde la enseñanza primaria y en ello deben comprometerse no sólo los profesores de español sino los de todas las asignaturas”.



19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

22

Guía para detectar el comportamiento reactivo en las escuelas

Q

Por Libardo Barros*

uisiera hacerles partícipes de una importante investigación que en materia de liderazgo organizacional han realizado algunos expertos —como Jorge Aguilera— en lo que tiene que ver con la personalidad de quienes están al frente de las instituciones. Los mal llamados líderes, que en nuestro medio se ocultan bajo una imagen tecnocrática (excelencia, eficacia, calidad, etc.) la mayoría de las veces, dueños de una personalidad trepadora y reactiva, quienes a la postre son palos en las ruedas de las instituciones. Como educadores, es importante saber todo esto porque en las escuelas se generan interacciones cotidianas que pueden ser caldo de cultivo para que florezca el comportamiento reactivo de dichos líderes. En consecuencia, un PEI (Proyecto Educativo Institucional) puede fracasar porque los directivos docentes que lo lideran adolecen de una personalidad capaz de promover un trabajo importante con un equipo exitoso. Es por eso que a la hora de los enjuiciamientos, más que echarle la culpa solo a la falta de recursos (como suele pasar) hay que revisar también el comportamiento de quienes están al frente de las escuelas y colegios. Según este estudio, los síndromes que se presentan a continuación son

Quienes ejercen algún liderazgo o dirigen instituciones educativas desde cualquiera de sus frentes poseen una personalidad que puede ser nociva en su trato con los demás. Aquí se presentan algunas para que las conozca o se identifique con alguna de ellas. los más recurrentes en muchos directivos.

Síndrome de El Pigmeo Es aquel directivo que se siente disminuido ante el grupo. Cuando una persona expresa un concepto, para él no es un aporte sino una amenaza a su autoridad. Entonces, agrede a quien lo plantea. Por esta razón, el resto de personas decide no expresarse, no innovar, no sugerir, etc. Hay gente que puede aceptar que algunos de sus dirigidos sepan más que ellos y lo asumen como parte del proceso constructivo, pero el directivo pigmeo no lo acepta

porque confunde el poder con el saber.

Síndrome de Napoleón Es un directivo que considera la intimidación como mecanismo para generar autoridad. El típico líder que grita y sermonea a las personas en

público, y ojalá haya lágrimas para que los demás se enteren de quién es el que manda.

Síndrome del Doctor Jekill y Mr. Hyde Como el personaje de la famosa novela de Stevenson, es aquel directivo que conjuga el bien y


23 el mal en su personalidad. Llega en la mañana, saluda a todos con una sonrisa y de repente sale y los insulta. Al poco tiempo regresa y regala dulces, sale, insulta, regresa, etc. Con él nunca se sabe.

con las patologías de sus subalternos. En consecuencia, en esta investigación se identificaron algunos comportamientos de los llamados mandos medios, los cuales se citan a continuación.

Síndrome de El Padrino

Síndrome de El Macabro Doctor No

Es ese directivo disociador que ha logrado ascender en la institución intrigando. Con su actitud logra romper la confianza entre sus miembros generando acuerdos por separado con cada uno de ellos. A este se le puede aplicar aquello del divide y reinarás. Como es experto en el complot logra que el grupo se sienta muy intimidado debido a su gran capacidad para sembrar cizaña. Con esto incrementa sus beneficios personales.

Síndrome de El Hammurabi Este directivo se asusta con la actividad del grupo. Como no está a la altura de su dinámica, se encarga de poner una cantidad de normas. Si intentas algo, seguramente te dice: “¿trajo copia del trabajo?”, “mándame eso por escrito y después hablamos”. Pone el mayor número de trabas para que el trabajo sea muy lento, y de esta manera sentirse más seguro.

Síndrome Carrera de Ratas

No se debe seguir llamando líderes a quienes adolecen de una personalidad que promueve el trabajo en equipo.

Esta dinámica se genera en un grupo cuando su director perversamente dice: “El que haga el mejor trabajo va a recibir X o Y incentivo, pero trabajen en equipo”. Es indudable que no va a haber trabajo en equipo. Esto generará diferencias irreconciliables entre las personas del grupo, insultos, peleas; incluso, agresiones físicas.

Síndromes de los Mandos Medios Los síndromes de los directivos van acompañados, se conjugan,

Es el típico celador con ego de dueño del edificio. A él le gusta, le fascina, que le rueguen para cumplir con su deber. Las mujeres lo manipulan con gran facilidad porque en el fondo lo que tiene este personaje es un problema de reconocimiento. Le encanta que lo adulen.

Síndrome de El Perfeccionista Dogmático Esta es una persona permanentemente insatisfecha. Establece unos estándares de cumplimiento tan altos que ni siquiera él mismo los puede alcanzar. Su frase de combate es “lástima que…” Se le puede entregar el informe perfecto pero siempre hace algún comentario negativo, como este: lástima que en la página 201 faltaba una coma… Siempre le pone peros a todo.

Síndrome de El Reactivo Masoquista Para esta persona, el sitio de trabajo es un lugar de castigo que debe generar sufrimiento. Cualquier elemento que tenga que ver con sentirse bien y gozar haciendo el trabajo lo toma como una amenaza para él. Si la gente se está riendo cuando él llega, este puede pensar: Si se están riendo es porque les hace falta más trabajo.

Síndrome de El Disociador Este es quien pone a pelear a los demás. Si alguien llega tarde, sabe cómo buscarse una opinión sobre su falta. Se las ingenia para que alguno

19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

exprese un comentario negativo al respecto. Si alguien cae en ese engaño, se pronunciará y aprobará que eso no debe ser así. Luego pondrá en conocimiento lo que esa otra persona piensa sobre el infractor. A la hora de confrontar opiniones nadie se podrá negar porque fue verdad lo que dijeron. En eso radica el éxito del disociador: poner a todos a pelear y después ir donde el jefe a quejarse de la situación, a pedir que se les de tareas mejor remuneradas porque la gente del grupo se pelea todo el tiempo.

Síndrome de El Hipocondríaco Este sujeto piensa que estar enfermo es un valor. Nadie puede estar más enfermo que él. Todos los días tiene una nueva molestia. Los lunes son su día. Si alguien se le adelanta diciendo que tuvo resfriado, se le opone diciendo que tuvo desprendimiento de pulmón.

Síndrome de El Bacán Acomodado Típico personaje blindado por las dádivas que recibe del poder. Para él, todas las cosas funcionan normalmente, su entorno es el ideal. En consecuencia, repite con orgullo: Yo me limito a hacer mi trabajo. Lo mismo le da que alguien diga o deje de decir. Que su jefe sea injusto o no. Si hay que firmar, firma; si se da la orden de hacer algo, no lo hace. Aunque todos saben que come solo y callado, porque siempre quiere comer más.

Síndrome de El Predicador Marrullero Muy de moda en maestros que se creen iluminados porque, según ellos, ya están en los caminos del Señor. Por eso, su discurso gira alrededor de un dios que revela la pobreza espiritual que padece. A este personaje marrullero no le importa que un centro

educativo sea un espacio donde se privilegia la sospecha y la duda. Su fe ciega lo puede llevar, incluso, a extorsionar con la nota a los incrédulos que no se perfilan como potenciales seguidores de los preceptos divinos que propone. En su asignatura obtienen una calificación alta los estudiantes que asisten a oraciones colectivas, ceremonias religiosas y otros asuntos relacionados con la congregación religiosa a la que pertenece este pérfido predicador. El modus operandi del sujeto reactivo lo lleva a echar mano de la mentira que raya en la mitomanía, sin ningún miramiento. La ostentación es otra de sus costumbres, por eso no desaprovecha oportunidad para presumir de sus reuniones con altos funcionarios o con personajes famosos. Como se protege en la culpa, procura hacer sentir culpable a los demás para poder manipularlos y solapar su ciega megalomanía. Ante estas actitudes abusivas, la lógica ha sido dejar pasar y que cada quien haga lo que quiera porque los cargos públicos blindan de cualquier sanción a quienes los ejercen. Frente a la imposibilidad de mejorar estos comportamientos y otros más, que hacen parte del inconsciente de cada individuo, un famoso psicoanalista ha definido a los líderes como aquellos que “acometen hazañas irrisorias en una situación de extravío”. En conclusión, la verdadera lucha de los maestros radica en no tolerar las conductas reactivas, comunes en todas las épocas y espacios, que destruyen la mística y la razón de ser de nuestra profesión. Y aunque ha sido difícil, muchos han ido aprendiendo que un buen maestro es también un forjador de esperanzas. *Profesor de la Escuela Normal Superior La Hacienda y Uniautónoma. libardobarros@gmail.com


19.05.2013 LA REVISTA DOMINICAL DE

EL HERALDO

24


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.