Revista Latitud enero 15

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Latitud Por Emilio Volpe-Darling

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Versos en Bocas de Ceniza

EL HERALDO Domingo 15 de enero de 2012

a luna de las 2:30 de ese lunes 28 de enero de 1895 era un labio fino, tenue y nuevo en el cielo diáfano sobre el delta caprichoso del Río Grande de la Magdalena, hacia donde equivocadamente navegaba el vapor Amérique, cuyo destino era el puerto de Sabanilla, tutelado por el Castillo de San Antonio de Salgar con sus dos cañones intactos que miraban a Isla Verde en sus siete kilómetros de mangles nevados de garzas. Consentido de la Compañía General Trasatlántica, el Amérique era una doncella de seis mil toneladas que con el relincho de sus 8.000 caballos de vapor besaba boca a boca los puertos paupérrimos y coloridos del Caribe, ondeando con su pañolón los colores de la bandera francesa izada en el puerto de Marsella. El capitán Holley, beodo, enfiló el Amerique hacia una de la tres bocas barbadas de mangles del ingobernable Magdalena, la de Ceniza, encallándolo frente al Cabo Augusta, donde, inclinado a babor, se meció en una siesta de matrona que duró seis días sobre el mimbre del mar, naufragando el séptimo, para siempre, en el fondo del estuario. Fue su último y más sonoro beso a una de las tan famosas y mortales sirtes escondidas frente a Mallorquín, provocando un estruendo metálico, estomacal, de tambor viejo, que entró a las 3:30 por la calle de la Amargura, siguió por la de Cruz Vieja, despertó a los mutilados de guerra que habían escrito con su sangre la novel Constitución de 1886 y se durmió en el atrio de la iglesia de San Nicolás de Tolentino, que ocupaban hacía un decenio. El estruendo no afectó la normalidad de esa madrugada, pues los ruidos de la guerra eran como una gripe más que iba y venía con su tos de cañón y sus estornudos de fusil, y que cada quien resolvía con su propia fórmula doméstica, hasta que entró el primer tren de las siete, de la Barranquilla Railway and Pier Co. Limited, procedente de Puerto Colombia, con su tufo de salitre y cachimba, anunciando que sobre un vapor, surto en el estuario, amanecía una fiesta: eran los gritos y las banderas del naufragio. La luz de tiovivo del Amérique sobre Bocas de Ceniza se deshizo junto con su hélice de amapola submarina y los rayos rosados del amanecer entraron buscando las ventanas gruesas de cristal, guarnecidas de bronce, que el mar ya había robado de un manotazo con su sangre marrón, husmean-

do rápido como un roedor, el comedor de los niños, el principal y todos los recovecos del barco con su saliva de molusco. La luz rosada ocupó todos los espacios en medio de un silencio enlatado que no parecía vencerse, hasta que la palabra “Merde” con su vaho de rones jamaiquinos retumbó gutural, reprimida y rabiosa, diciendo, sin decirlo, que todos se habían convertido en náufragos. Como secretario de la Legación colombiana en Caracas, con algunos poemas publicados, dandy, petimetre y bogotano, José Asunción Salustiano Facundo Silva Gómez subió al Amérique en el puerto de La Guaira con una aureola de luciérnagas encendidas que no lo abandonaría jamás, y su perfume de azucenas marchitas se sintió en el puente, cuando los 46 pasajeros, con una expresión de acantilado sin pájaros, acudieron al llamado tranquilizador del capitán, quien banalizó el naufragio, mintiéndoles con que el rescate se tomaría solo unas horas. Ocho días antes de esa madrugada de enero de 1895, la Constitución de Núñez y Caro mostraba una nueva grieta con el alzamiento en Santander del general radical José María Ruiz, desparramando la novena niebla de guerra sobre la nación declarada en estado de sitio por el presidente Caro; por eso, las cinco salvas de disparos de cañón del Amérique y el agite de sus banderas de socorro ahuyentaron al vapor oficial La Popa, que lo tomó por un barco enemigo, dejándole a la inventiva de la tripulación y a los pasajeros la forma de alcanzar el banco de arena, distante 200 metros. Ni la pericia fluvial del capitán Félix González Rubio, al mando del vapor Miguel Samper, ni la gestión del cónsul de Francia en Barranquilla, O. Berne, ni la del representante de la Compañía General Trasatlántica, Federico Vengoechea, ni el cerdo famélico lanzado al mar con un cable en el cuello, ni la cometa, fueron capaces de alcanzar el islote intermitente sobre el agua. La máquina del mar con su ruido de galeones, el hambre de calandraca, la carcajada de la canícula y la risita de la luna perforaron cualquier esperanza de concordia y rescate, rompiendo el segundo capitán el protocolo, ante la insuficiencia de botes y el inminente amotinamiento: “Nadie toque una lancha, aquí en este momento de suprema angustia, no hay pasajeros: todos somos iguales, todos queremos salvarnos”. A codazos subieron al penúltimo bote que alcanzaría Puerto Camacho, un arca de

El autor de este artículo denuncia las que a su parecer son las causas por las cuales no existe ni una placa que señale que hace 116 años en nuestras aguas se hundió el vapor ‘Amérique’, de seis mil toneladas, y menos se recuerde el paso que hizo por Barranquilla José Asunción Silva, el poeta más universal que ha dado Colombia.

Babel sin timón ni ley, sobre la que José Asunción Silva supo que buscaría en las gavetas de la memoria el viejo revólver Smith & Wesson de su padre, que estaría en su quinta Chantilly, en Chapinero, en su almacén de R. Silva e Hijo, o donde la encontró, en su casa de la calle 14 con 13, donde se volaría el corazón, marcado por el doctor Manrique, en la madrugada del domingo 24 de mayo de 1896, agotado por un decenio de hundimientos personales: quiebra, 52 ejecuciones, pestes, guerras y muertes :“¡Aserrín ¡/ Aserrán¡/ Los maderos de San Juan, /Piden queso, /piden pan, /Los de Roque Alfandoque,/ los de Rique / Alfañique /¡ Los de Triqui, Triqui tran!”. Paradójicamente para alguien que había vivido en París, viajado por Londres y Suiza, el paisaje de la plaza de San Francisco frente a donde nació, era como casi toda Santa Fe de Bogotá, un barrial, con una pila de agua dudosa, agobiada por los aluviones de las quebradas de San Francisco y San Agustín, y el rebuzno de los burros con sus cántaros agotados por una lluviecita eterna sobre el cagajón y los tejados de barro alfombrados de musgo donde se escondía la muerte en forma de viruela, sarampión y cólera; otras fiebres como Becker, Víctor Hugo, Gutiérrez Nájera, Martí, la duda y el escepticismo de los simbolistas franceses se enredaban entre los cua-

dros al óleo, muebles dorados, tertulias con chocolate, el alma de los armarios con su olor a fantasma, el llanto de los niños muertos y el de la hermana Elvira ahogado por la yedra sobre los floreros sin lirios y la sombra de la guerra fratricida por una revolución inconclusa. La voz, la música y la luz de ese mundo eran de luna, etérea, de cloroformo, esotérica, que evaporando con su ritmo moderno el mármol hegemónico de Guillermo Valencia: “…. Caminabas,/ y la luna llena/ por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca, /y tu sombra fina y lánguida,/ y mi sombra/ por los rayos de la luna proyectada, / sobre las arenas tristes /de la senda se juntaban/y eran una /y eran una/ ¡y eran una sola sombra larga!/ !y eran una sola sombra larga!/ ¡ y eran una sola sombra larga!”. El tren expreso de la Barranquilla Railway rescató a los náufragos asediados por los cangrejos azules y marchó con su silbido de piñata entre los alisios arremolinados en la ensenada de ese primero de febrero, paralelo al faldellín lila de matarratones en flor que bordeaba el Río, asediado por un cumbión carnestoléndico que venía de los salones burreros del mercado, aledaños a la estación ferroviaria Montoya a donde entró victorioso al ritmo de La Marsellesa, dejando atrás un suspiro de ballena, por donde se iría a pique para siempre el Amérique. José A. Silva tomó el tranvía en la plaza Elbers con una barba sarracena sobre la única ropa ajada como un velamen de guerra, y con una mirada de salitre se buscaba a sí mismo en las letras de sus versos y libros hundidos para siempre en Bocas de Ceniza. Durmió dos días seguidos en casa de sus parientes, los Suárez Díaz Granados, soñando, bajo el brillo de la luz eléctrica recién estrenada, que cuatro mulas negras emplumadas, con manos de mujer, se alzaban con uno de sus pianos Apollo, desbarrancado por un vals en la ruta que de Honda sube a Facatativá: desistió de su viaje a Bogotá entre otras razones por las expuestas en la única carta conocida desde el Gran Hotel, en la calle San Blas, fechada Barranquilla, 22 de febrero de 1895, al entonces presidente de la República Miguel Antonio Caro, regresando a Venezuela en un vapor desconocido que pudo haber sido cualquiera de los muchos que llegaban a Sabanilla: el France, el Rhenania, el Ville Marseille, el Saint Laurent, menos, ob-

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Edición # 95

viamente, el Amérique, sobre el cual pasó de vuelta oyendo el suplicio de sus versos idos al fondo del mar, ahogados en los baúles con sus veinte pares de botines ingleses, seis vestidos negros, algunos volúmenes de su biblioteca, una carta de Mallarmé, Sanín Cano y Bourget, todas con el olor intacto del hotel Saint Amand en Caracas. También: Cuentos negros, Cuentos de razas, Los poemas de la carne, Almas muertas; las novelas De sobremesa, Del agua mansa y Un ensayo de perfumería. Un gran estuario convertido en el más grande camposanto de versos. Soñando con una fábrica de baldosines, Silva regresa a Bogotá el 13 de mayo de 1896 y solo por el color tropical de su último poema permite especular que lo hizo por la frontera, seguramente en el recién estrenado Ferrocarril del Táchira que salía de Encontrados a las seis, pasaba por Boca de Grita y llegaba a Cúcuta a las 15:30 y de ahí, a un pasito, Bogotá, en donde en abril le escribe premonitoriamente a Eduardo Gutiérrez: “Vivo una vida inverosímil. No veo a nadie: trabajo el día entero y la mitad de la noche…”. Ese domingo cuando la criada entró a llevarle el té, la hojarasca amarilla de “El triunfo de la muerte” de A’nnunzio tirado en el piso y el rostro plácido adobado por la pólvora, nos ayudó a entender que a Silva se le habían agotado las letras. Ciento diez y seis años han pasado del hundimiento del Amérique y del paso por Barranquilla del poeta más universal que ha dado Colombia; 5.668 semanas desde que los sectores público y privado maman de la ubre generosa de Bocas de Ceniza, succionándole miles de millones de metros cúbicos en dragados, miles de millones de toneladas en mercancías, miles de millones de dólares en tributos, sin que exista una referencia del hecho, ni una estatua, ni un busto, ni una plaquita, ni un verso, ni una estrofa :“Aquí se hundió Silva” o “Silencio, despacio, camposanto de versos”, ni mu. Es que casi todo el presupuesto cultural se nos va en el Carnaval, con su rostro y su folclor cada vez más inyectado de botox, falso, con su aluvión de pea peas, picós, mono cucos, marimondas, y palcos inalcanzables; menos mal que la luna sale mensualmente con su memoria milenaria sobre el estuario del Magdalena, al rescate de José Asunción y el Amérique, recordándonoslos, para que algún día dejen de ser un sedimento más de olvido.


Rumania 2E

Latitud - reportaje

EL HERALDO Domingo 15 de enero de 2012

Aún con retos por resolver, este país por sus niveles de desarrollo se viene consolidando de manera atractiva no solo para la banca europea y estadounidense sino también para grupos financieros asiáticos.

se consolida en la era del progreso

Por Nancy Gómez Martínez

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ara los 20.500.000 habitantes de Rumania, único país latino en Europa oriental, el mes de diciembre tiene doble significación. El Día Nacional, que se celebra el 1º, recuerda que en 1918 la “Asamblea Nacional de los Rumanos de Transilvania” decidió unificar el territorio de su influencia –antes bajo la soberanía hortysta– con el Reino de Rumania, constituido por Muntenia, Moldavia y Dobrodja. Y el 22 de diciembre de 1989 rememora la caída del régimen comunista y la instauración en Bucarest de una nueva estructura política-democrática con una economía de mercado y respeto por los derechos humanos. La transición del comunismo se realizó en etapas con muchos esfuerzos y dificultades. En el 2000, Rumania salió de una recesión económica en virtud del crecimiento de las exportaciones a los países de la UE. El consumo doméstico y las inversiones contribuyeron con el crecimiento del PIB en años recientes, pero también ocasionaron desequilibrios en la balanza de pagos.

El Parlamento rumano, ubicado en Bucarest, considerado el segundo edificio administrativo más grande del mundo, después del Pentágono, con un área total de 350.000 metros cuadrados.

RUMANIA, MIEMBRO DE LA UNIÓN EUROPEA. Integrada en

la UE desde enero de 2007, Rumania es un importante productor y exportador de productos agrícolas, industriales y de muebles. La fortaleza de su economía varía de región a región; sus condiciones climáticas y geográficas han favorecido la agricultura, que ocupa alrededor del 40% de la superficie del país, al igual que los recursos forestales, la viticultura y la pesca. Así mismo los vinos rumanos son conocidos internacionalmente, hoy en día el país es el séptimo productor y el sexto exportador a nivel mundial, con una producción de más de 400 clases de vinos. Rumania cuenta con yacimientos de gas natural y petróleo que aportan un porcentaje aproximado del 40% al consumo nacional, pero para cubrir la totalidad de su demanda el país se ha visto abocado a importarlos desde Medio Oriente y Rusia. Sin embargo, para tratar de reducir la dependencia de factores externos, el gobierno ha impulsado la generación en plantas de energía nuclear e hidroeléctrica. En la actualidad la industria contribuye con el 35% del PIB; los textiles y el sector siderúrgico ocupan importante sitial en la economía nacional, así como la producción de maquinaria, vehículos como el Aro y el Logan –antiguo Dacia–, electrodomésticos, armamentos y muebles. El turismo es otro de los principales pivotes de desarrollo: el Mar Negro, el delta del Danubio y los Cárpatos se constituyen en atracciones naturales, al igual que la región de Transilvania, conocida por su inconfundible patrimonio cultural y el famoso castillo de Drácula. Los monasterios ortodoxos de Moldavia construidos en el siglo XV y pintados a mano y el imponente edificio del Parlamento –el segundo más grande del mundo– con-

El Palacio Peles, de estilo renacentista, con 160 habitaciones y decorado en su interior con cuadros de escenas de óperas de Wagner.

El castillo de Bran, conocido como Castillo de Drácula, es una fortaleza medieval del siglo XII, situado cerca de Brasov, en Transilvania. centran el interés de los visitantes. Rumania ocupa el sexto lugar en Europa en lo relativo a proyectos de inversiones extranjeras y el tercero en Europa Oriental, después de Polonia y Rusia. Formará parte de la Eurozona a partir del 1º de enero de 2015. El Ministerio de Economía y Finanzas considera que durante el período de 2012 a 2014 los pagos se efectuarán tanto en euros como en leu, la moneda nacional. Su ingreso al espacio Schengen se llevará a cabo en etapas a partir de junio de 2012, lo que le permitirá formar parte de ese Grupo constituido por 25 estados con una única frontera exterior de 50.000 km, donde se efectúan los controles de entrada con arreglo a procedimientos idénticos en el otorgamiento y en la aplicación de visas. RELACIONES CON LA OTÁN.

En marzo de 2004, después de la entrada de Rumania en la Otán, sus fuerzas armadas iniciaron un proceso de modernización para cumplir con los criterios de la Alianza Atlántica. Ese proceso tiene como objetivo la revisión de la estructura de fuerzas para generar capacidades con un alto grado de inter-operatibilidad, flexibilidad, movilidad y rapidez de transporte a los centros de operaciones que les permita participar en la entera gama de misiones de la Otán y UE y en misiones tipo consolidación. Un hito en el reforzamiento de las relaciones de Rumania con la Otán y EU lo constituye la firma en septiembre de 2011 de un acuerdo para la instalación del sistema estadounidense de defensa contra misiles balísticos, proyecto que se activará a partir del 2015. El escudo estadounidense europeo incluye también como opera-

dores a Polonia y Turquía; en Rumania funcionará el grupo de interceptores dentro de la unidad militar Desevelu, a 90 kilómetros de Bucarest. En el presente mes de enero llegará el primer grupo de expertos militares de USA para trabajar con homólogos rumanos. El tratado ha causado fricciones con Rusia, ya que a su juicio, el despliegue del escudo supone una amenaza para su seguridad, por lo que Moscú exige garantías de que dicho sistema de defensa no tendrá la misión de neutralizar el arsenal nuclear ruso. Ese acuerdo histórico entre EU y Rumania, que genera expectativa en unos y preocupación en otros, tendrá una duración de 10 años, y sin duda reforzará la amistad y cooperación bilateral e impulsará nuevas corrientes de inversión ESTRATEGIAS CONTRA LA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL. En

Cementerio Alegre Sapanta, con cruces en roble, pintadas a mano y con textos de los momentos de la vida del difunto. el 2009, el gobierno firmó un acuerdo para obtener un préstamo por 19.600 millones de euros con el FMI, el Banco Mundial y la Comisión Europea con el compromiso de iniciar un programa interno de reestructuración de la economía, finanzas, ahorro, congelamiento de salarios y pensiones. Después de un período de dos años de severas medidas de austeridad, las políticas financieras de Bucarest empezaron a mostrar resultados favorables, previéndose que al concluir 2011 se registre un crecimiento económico de 0,5 a 1%. En concordancia con los momentos difíciles que atraviesa actualmente Europa, que también afectan a Rumania, para superarlos el gobierno continúa el proceso de privatización de las empresas estatales improductivas. El sistema bancario prosigue consolidándose y el desempleo se mantiene alrededor del 8%. Para el año 2012 se estima un crecimiento cercano al 2,5 -3% y un incremento en salarios y pensiones. Vale resaltar que en una reciente evaluación, la agencia Fitch Ratings ha subido el rating de Rumania de BB+ a BBB-, contexto en el cual algunos países de la región como Grecia, Polonia, Hungría y Bulgaria están atravesando serias dificultades económicas. Así las cosas, Rumania se consolida paulatinamente como un país atractivo no solamente para inversionistas y bancos

europeos y/o estadounidenses sino también para grupos financieros asiáticos, como es el caso del poderoso Banco de China, que proyecta abrir una sucursal en Bucarest a partir de marzo de este año y crear un ‘Centro de Soporte Global’ SAP (GSC), además de los de India y México. Siendo Rumania un miembro ‘non euro’ importante de la UE, participa activamente en Bruselas y respalda las negociaciones y la firma del próximo ‘Acuerdo Intergubernamental para la Constitución de la Unión Económica Consolidada del Euro’, documento que impone a los signatarios el respeto obligatorio de las siguientes tres reglas: déficit presupuestal de 1,9- 3%, déficit estructural de 0,5% con la obligación de tener excedentes y grado de endeudamiento máximo de 60% del PIB, e incluirlas en las constituciones de los países comprometidos con esa estrategia. A no dudarlo, los cambios a los que se ha visto sometida Rumania a partir de 1990, al pasar de un régimen de economía centralizada a un sistema capitalista en muy poco tiempo, han sido de tal profundidad que pueden considerarse una verdadera revolución. El país aún tiene un reto por delante, cual es terminar de cumplir sus transformaciones internas con sus reformas estructurales para adaptarse totalmente a las exigencias que plantea su incorporación al espacio europeo de integración.


crónica - Latitud

EL HERALDO Domingo 15 de enero de 2012

3E FOTOS LUIS RODRÍGUEZ

Por Adlai Stevenson Samper

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antando toda su vida y vinculado como eje musical al Carnaval durante varias décadas logró la hazaña de ser elevado a la categoría de prócer cívico en una inmensa estatua que ni siquiera tienen los magnos hombres que han surgido de esta villa arenosa y tropical. Con las claves en la mano, repiqueteando eternamente para solaz de los turistas que se toman fotos con Joe Arroyo, El Teso, el hijo de Ángela; vigilando celoso las noches desde su alto pedestal; como un centurión encendido, a todos sus colegas que llegan allí, a su parque, para ofrecer sus servicios y para que sepan los que pasan por esos lares que allí sí hay música y quien la toque. Cuándo se le iba a ocurrir al Joe que su presencia quedaría sembrada en una de las zonas más emblemáticas de Barranquilla, el modesto ‘Parque’ de los Músicos, frente al añejo estadio Romelio Martínez. Aunque algo de eso atisbó, presintió, cuando entonaba a los cuatro puntos cardinales uno de sus gritos de identidad: “música de mi tierra… para que no me olviden”. Pero más que una estatua, que casi quiere bailar y cantar azotada por los vientos de estos días, la presencia del Joe sobre esa zona tiene un alto contenido simbólico, vinculado a un efectivo dominio territorial cultural sobre ese pedazo de la ciudad; su centro, si se analiza al detalle su planimetría, y que constituye una efectiva recompensa póstuma cuando le dijo al mundo, con toda la convicción del caso, que en Barranquilla, tierra firme, me quedo.

te de la calle 72 entre carreras 44 y 45. Su diseño de jardines, fuentes de agua y de pagoda china tropical lo convirtieron en un sitio apetecido por los bohemios de la época para sus noches sentimentales, convocando a los tríos musicales de la ciudad que llegaban allí para ofrecer sus servicios. Es la época internacional de Los Panchos, de Los Matamoros, para citar a dos de los más conocidos exponentes de este formato musical a base de voces, guitarras y maracas. Algunas de estas agrupaciones locales, como Los Osorio, abrieron un bar en las cercanías, así que se volvió costumbre en esa zona de la calle 72 la llegada de músicos para ofrecer sus serenatas galantes a los enamorados que llegaban prestos a solicitar sus servicios. Al desaparecer el Chop Suey en 1967, hecho temporal que coincide con la llegada del equipo Junior al profesionalismo el año inmediatamente anterior, promueve la mudanza forzada de los tríos musicales a los espacios urbanos aledaños al restaurante. Para 1969 las obras de remodelación y rectificación del trazado de la carrera 46 parten en dos la explanada frente al acceso del estadio de fútbol, creando una pequeña isla que desde entonces sirvió de refugio a los músicos como una especie de sede. Ese mismo enclave, en el año 2010, provocó una polémica urbana ante el cierre de la continuidad de la carrera Olaya Herrera para darle prioridad a los accesos a la estación de retorno de Transmetro. En una esquina de ese polémico islote se levantó, tras su fallecimiento, la estatua de Joe Arroyo auspiciada por la Alcaldía de Barranquilla y realizada por el escultor Yino Márquez. Allí el gigantesco monumento –el Joe de piedra– desde sus alturas musicales divisa la ca-

El homenaje para el músico y compositor ya fallecido es permanente. rrera 46 que busca el paso por su querido y recordado barrio Abajo –el Bajo Manhattan– y el presuroso Río Magdalena donde navegaba en su imaginación su padre, el negro Chombo va a cantar pa´ que venga su morena.

CONGO ETERNO. En la mitad de

GUAGUANCÓ DE LA ESTACIÓN.

Algunas de las estaciones del sistema de transporte masivo de Barranquilla, más conocido como Transmetro, llevan nombres de músicos como Pacho Galán, Pedro Ramayá Beltrán y Esthercita Forero. Bella costumbre que honra artistas, profesores e investigadores ante la proliferación de héroes de etiqueta sin trascendencia histórica. La más importante de estas paradas, por su ubicación al final del recorrido de los buses junto al estadio, fue denominada al día siguiente de su sensible fallecimiento, Joe Arroyo. Unos meses después, a unos pocos pasos del ajetreo de los buses subiendo y bajando por toda la ciudad, fue levantada su estatua. Por reflejo del nombre de la estación, ahora los buses ostentan, como estandarte luminoso musical recorriendo la ciudad, todos los días, el nombre del cantante. El swing de la inmortalidad en todo su esplendor.

una especie de enclave territorial urbano dominado por la figura cultural de Arroyo justo en donde empieza su estatua, y que termina, en medio del bembé de su música, en el segundo piso de La Troja. Pero las casualidades sobre el evidente dominio del Joe sobre esa zona no terminan. Como hecho cierto de su amor por la ciudad que lo idolatraba –“a mi patria chiquita que me acogió”, como dice una de sus letras– una empresa de cervezas ideó una promoción con algunos estribillos y canciones de Joe. Pues bien, justo, entre La Troja y la estación Joe Arroyo de Transmetro, se encuentra una valla publicitaria montada en las alturas con el aviso de la camiseta y el pregón de una decisión irrevocable en letras mayúsculas: En Barranquilla me quedo.

El nombre de Joe surca el paisaje en una de las estaciones del Transmetro. Nunca La Troja, el reconocido establecimiento salsero, había abierto un día de semana común y corriente. Nunca se había llenado por extensas 24 horas por músicos y ciudadanos que iban a escuchar el extenso repertorio del cantante, sonado hora tras hora, como un ensalmo maravilloso, ante la noticia de su partida terrenal. Así que cuando La Troja abrió su segundo piso, que ofrece una estupenda vista del trafago de buses de la estación Joe Arroyo, el bautizo estaba cantado: Sala musical Joe Arroyo. De esta manera, se fue abriendo DESCARGA EN LA TROJA.

todas estas recientes posesiones de Joe Arroyo brindadas por una Barranquilla agradecida tras su muerte, se encuentra el viejo estadio Romelio Martínez. Allí, en la tarima de esa gramilla –al igual que en las múltiples casetas que funcionaron en donde hoy se encuentra la estación de Transmetro– toco en diversidad de ocasiones con su orquesta La Verdad ganando, cada vez que quiso, cada vez que su público lo pidió, el Congo de Oro. Tremenda casualidad que su hierática estatua, que bien quisiera cantar y sobre el yunque y la clave martillar, se encuentre enfrente, apenas separada por el flujo de buses que suben presurosos con el nombre, como si no te hubieras muerto, viejo Joe, y estuviera anunciando, con esas bonitas letras luminosas, un ponte bacano que hay baile hoy. Si acaso deambula por allí, por la zona del Joe, preste atención a los rumores que trae el viento vagabundo que se cuela formando endiablados remolinos en la puerta del estadio Romelio Martínez. No le extrañe escuchar el sonido de la clave que surge de la estatua y el grito jubiloso, el coro increíble de tu legión de seguidores pidiéndote otra y otra canción en los carnavales de toda la vida con ese rugido de animal magnífico: Joe, Joe, Joeeee, Joe, Joe! ¡En Barranquilla se quedó!

Joe

OBERTURA CON EL PARQUE DE LOS MÚSICOS. En 1948 el chino

Jorge Mekong funda el restaurante Chop Suey en un lo-

La zona del

Un análisis sobre la presencia simbólica cultural de Joe Arroyo en inmediaciones del Romelio Martínez. Un enclave comercial, y de diversión ahora convertido en un nicho que recuerda a quien dijo en una de sus estrofas: ¡en Barranquilla me quedo!


Heleno Freitas, Latitud - documento

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EL HERALDO Domingo 15 de enero de 2012

jugando en la cancha de la vida SINOPSIS

Barranquilla, 1950. Dos locutores deportivos, Pilo Palacio y el Bizco Bizconti, enemigos jurados, se disputan ferozmente el favor de la audiencia. En ese momento llega Heleno de Freitas al Atlético Junior y la rivalidad entre los dos locutores se recrudece: el uno ataca fieramente al nuevo jugador, el otro lo defiende. Mientras tanto, en un barrio popular de la ciudad, un niño huérfano sueña con ser el sucesor de Pilo Palacio. La novela hurga en la vida de unos seres grises, condenados a una vida sin esperanzas, mientras va describiendo el derrumbamiento de un futbolista que llegó a creerse Dios. El autor dedica la novela al comentarista Hernán Peláez.

Por Andrés Salcedo

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oco antes de las diez de la noche, después de leer los diarios locales y de cenar en su habitación, Heleno se acostó. Estaba tan cansado que en cuanto se metió en la cama se quedó dormido. Durmió profundamente quince horas seguidas, hasta la una de la tarde del día siguiente. Se despertó trastornado, sin la menor idea de dónde se encontraba. Tardó unos minutos en poner orden en su cabeza. Caminó luego hacia la ventana, descorrió las cortinas y una luz intensa inundó la habitación. Sus ojos lastimados vieron una calle animada, bañada por el sol. Observó con curioso temor la extraña ciudad adonde había llegado. Pidió que le subieran un bistec a caballo y una cerveza helada, se duchó y se vistió con la ropa que le pareció más apropiada para el clima de la ciudad: camisa de popelina verde oliva y pantalón blanco de lino. Después de comer, decidió dar una vuelta por los alrededores. Afuera, la luz de la tarde hacía todo más vivo e intenso. Heleno se sintió acariciado por una vivificante brisa cálida y salobre que sacudía las ramas de los almendros y los matarratones y paliaba el calor, húmedo y sofocante. Empezó a caminar, al principio con pasos tímidos, por la Veinte de Julio, repleta de gente ruidosa que se movía sin prisa y parecía que bailaran al caminar y lo seguían pareciendo incluso cuando se

paraban en una esquina para saludarse, manotearse y gritarse a voz en cuello palabras de afecto. Los que caminaban por la calzada, iban toreando los carros, sin dejar de silbar y canturrear alguna melodía pegajosa. La brisa deshacía las voces y los ruidos de la calle, alborotaba las cabelleras de las mujeres y les levantaba las faldas de campana, dejando ver unos muslos macizos y torneados. Heleno percibía en esas esbeltas mujeres del trópico la misma asumida y desenvuelta sensualidad y la insinuante coquetería de las brasileñas. Se contoneaban sobre sus altos tacones y lo miraban con simulada fiereza. Los conductores orillaban sus carros al verlas y hacían sonar frenéticamente las bocinas. Olía a fruta fermentada y a fritura. Vio pasar un estruendoso bus de colorinches con racimos de gente colgada de puertas y ventanillas. Un hombre gordo, de pelo de erizo, que tenía una nube en un ojo, fijaba con engrudo carteles de diferentes tamaños en una pared. Al lado de uno de defunción pegaba otro invitando al juego de béisbol, con entrada de gancho y buses para todos los barrios. La sombra de los poquísimos árboles de la avenida no bastaba para atenuar la fuerza abrasadora del sol pero sí lo hacía la brisa, que soplaba cada vez más fuerte, esparciendo un frescor húmedo y salobre. Por las mejillas de Heleno corrían gruesas gotas de sudor. Finalmente arribó al centro de la ciudad, lleno de hombres ociosos, mujeres que miraban embelesadas las vitrinas de las tiendas de moda y uno que otro vendedor ambulante. Le llamó la atención la cantidad de extranjeros que atendían detrás de los mostradores de las tiendas de ropa. En la esquina de los almacenes Tía, un guardia alto y flaco dirigía el tráfico con un silbato y los movimientos eléctricos de un bailarín, sin que nadie le obedeciera ni le prestara mayor atención. Heleno siguió caminando por la congestionada calle de San Blas recibiendo los embates de la brisa, que azotaba su ropa y su cabello sin desordenárselo, lo que le daba un aire de héroe invencible. Cuando por fin fue descubierto por la gente que pasaba frente al alto trono donde se hacía embolar los finos zapatos de cuero de yacaré frente a la Lonchería Americana, un corrillo de admiradores se fue formando a su alrededor. Todo el que se acercaba lo saludaba, como si lo conociera de toda la

Andrés Salcedo

Portada del libro.

vida, le lanzaba miradas inquisidoras o le hacía todo tipo de preguntas. Hastiado del acoso, se levantó, le pagó al embolador con un billete de un dólar y siguió andando por el callejón de Progreso. Con algo de temor, se dejó arrastrar por la riada de locuaces y confianzudos admiradores, envueltos en la estridencia de sus propias voces, que lo seguían y le golpeaban cariñosamente los hombros. A los que intentaban abrazarlo, los apartaba bruscamente. El calor se había hecho insoportable y la gente lo asediaba de tal manera que le impedía el menor movimiento. Como pudo se zafó del encierro de los brazos y siguió caminando, perseguido por la turba. Al llegar al Paseo Bolívar sintió reverberar el suelo bajo sus pies. El aire se le hizo irrespirable y el calor lo aturdía. La cami-

sa, inflada por la brisa, estaba empapada de sudor. Cada mano había dejado en ella un lamparón. En medio de la incontrolable multitud, Heleno se sintió más solo de lo que podía haber imaginado. –Meu Deus, parece que he llegado al culo del mundo–dijo para sí mismo, se abrió camino a empellones entre la gente que, otra vez, lo tenía cercado y corrió hacia donde estaba estacionado un taxi, se subió a él y le ordenó al chofer llevarlo a toda prisa al hotel Astoria. A la mañana siguiente, cuando Heleno entró al camerino envuelto en un halo de pompa y oliendo a colonia inglesa, ya sus nuevos compañeros, incluyendo a los que habían llegado con él desde Río, vestían la ropa de entrenamiento. Algunos, con la piel brillante de linimento, conversaban o hacían bromas; otros realizaban ejercicios de estiramiento o se lanzaban unos a otros la pelota con las manos, como en el baloncesto, para entrar en calor. Con las manos apoyadas en el largo banco de madera adosado a la pared, Memuerde García, el goleador del equipo, ya había iniciado su diaria tanda de flexiones. En ese momento, Jimmy De la Espriella, el juvenil arquero suplente, extendió una toalla sobre la camilla de masajes y se tendió boca arriba para que Plinio Gaúcho, el kinesiólogo brasileño del equipo, le disolviera unos espasmos. Jimmy pertenecía a una de las más prestigiosas familias locales y era un muchacho amable, educado y poco pretencioso, por el que todos sentían gran simpatía. Un empleado del club se acercó a Heleno en cuanto lo vio entrar. –¿Puedo ayudarle a cambiarse, doctor Heleno? –le preguntó. –A mí ningún macho me toca los huevos, amigo– le respondió Heleno en voz alta, para que todos oyeran, y se dirigió a un rincón, abrió su maletín y empezó a cambiarse lenta, casi distraídamente. El labio inferior le temblaba de ira. El ambiente del camerino se tornó tenso. Solo se escuchaban las respiraciones agitadas de los jugadores cuando entró, sonriente como de costumbre, Mario Abello. De inmediato, todos suspendieron sus ejercicios de calen-

tamiento y rodearon al presidente del club. Tras los saludos de rigor, Abello improvisó unas breves palabras para presentar a la nueva estrella del equipo. –Como ya lo saben todos, no ha sido fácil, pero aquí lo tenemos. No hace falta tocarlo para comprobar que se trata del gran Heleno de Freitas. A continuación hizo un recuento de la larga y brillante trayectoria del jugador. A los otros cuatro refuerzos brasileños los ignoró por completo. –Antes de irme, deseo agregar unas últimas palabras, dirigidas especialmente a los muchachos del patio, que espero sigan siendo dignos de la confianza depositada en ellos por el club. Señores, les quiero pedir, de la manera más encarecida, que arropen a Heleno y hagan que se sienta como en su casa. Las palabras de Abello eran amables, pero el tono era el de una orden terminante. –Y ahora sí, me voy a la oficina, que es donde yo juego. Mejor dicho: donde ustedes me meten los goles – dijo carcajeándose. Se despidió, le dedicó una


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El sábado 21 de enero, en la Librería Nacional de Barranquilla, cra 53, será lanzada la novela ‘El día en que el fútbol murió’, publicación de Ediciones B, de España, de autoría del reconocido periodista Andrés Salcedo.

Heleno de Freitas, un hombre al frente de su tiempo.

última sonrisa amistosa al grupo y les deseó buena suerte a todos. Cuando Abello salió, tomó la palabra Tim, que en el equipo cumplía las funciones de jugador-entrenador. –Señores, el hombre que el Júnior ha elegido para ayudarnos a recuperar el terreno perdido está por fin con nosotros. Yo, que lo conozco desde los comienzos de su carrera, puedo asegurarles que no hay en este momento en el mundo un jugador más valioso ni una personalidad más arrolladora. Solo les ruego que, entre todos, lo ayudemos a aclimatarse. Enseguida se volvió hacia él, con la cara repentinamente iluminada: –Gracias por venir, Heleno, tu llegada no ha podido ser más oportuna.

En 1950, Heleno sonríe con su hijo Luiz Eduardo en Colombia.

Con gomalina en el cabello, lucía siempre impecable, aún con atuendo deportivo.

Heleno se divierte con un salvavidas y una bola de fútbol.

–Tudo bem, Tim –respondió Heleno mecánicamente. Se dieron un corto apretón de manos y hablaron brevemente en portugués. Heleno, que bostezaba repetidamente, le comentó que aún no se había recuperado del largo viaje. –Voy a presentarte ahora a quienes serán tus compañeros –le dijo Tim, volviendo a hablarle en español. Antes de la llegada de Heleno al Atlético Junior no había en el equipo superestrellas que provocaran grandes amores u odios, y la mayoría de los jugadores veteranos habían entrado ya en la fase decadente. Había algunos muchachos muy jóvenes y prometedores, como Jimmy De la Espriella, que seguía acostado en la camilla de masajes y no le quitaba la vista de encima a Heleno. Lo miraba con una admiración sincera asociada con un interés profundo por el ser humano detrás del divo. Le parecía que su arrogancia era la armadura de un hombre rebelde, desencantado y triste, que no se sentía a gusto, ni en aquel camerino, ni en ningún otro lugar del mundo. Tim empezó a leer la lista en donde aparecían los nombres de los jugadores presentes. Mientras los iba nombrando, Heleno escrutaba sus rostros y sonreía desdeñoso. A algunos les dedicaba una mirada dura y penetrante, difícil de sostener. –Hola,qué tal, amigo, esta es tu casa –le dijo Memuerde, que había reiniciado sus flexiones. –Estamos para servirte dentro y fuera del campo –le gritó amistoso, desde una esquina del camerino, Vigorón.

Heleno de Freitas en víspera del debut en el que dice adiós al América en su último partido como profesional, en 1951.

Todos tenían una palabra de afecto para él. Unos le daban palmadas en la espalda, otros le lanzaban puñetazos inofensivos en los antebrazos. El fino extremo Valerio Delatour le tendió la mano y lo saludó con la única frase en portugués que se sabía. –¿Vocé ta bem? Heleno le ofreció apenas un dedo y se dio vuelta, dejándolo con la palabra en la boca. –Bienvenido, maestro –le dijo sonriendo, desde la camilla, Jimmy De la Espriella. No había, entre los jugadores colomb i a n o s, e l

menor asomo de envidia por el hombre que iba a ganar en un año lo que la mayoría de ellos no ganarían en toda su vida. –Tabon, ahora basta ya de saludos y de tuteos –dijo de pronto Heleno y todos callaron–. Señores, quiero aclararles algunas cosas. Yo no he venido aquí a hacer amigos. En realidad, lo reconozco, tengo muy mal carácter. Hablo poco, me río menos y no doy explicaciones. Y no me gusta que me tuteen, así, de buenas a primeras. Yo solo vine aquí a empujar este carro atascado y mi entrega será total. Espero lo mismo de ustedes. Se detuvo, como para tomar aire y, tras un largo y frío silencio, añadió: –Una última cosa: no estoy acostumbrado a hacer cosas mediocres, ni en el fútbol ni en mi vida, y si eso le fastidia a alguien, ese será su problema. Ojalá al final me reconozcan algo. Señores, les agradezco el recibimiento. Espero que hablemos el mismo idioma en el campo de juego, que es el único sitio donde estamos obligados a llevarnos bien. El ritual de bienvenida no fue lo que se esperaba. Con su mirada altanera y su insoportable vedetismo, Heleno creó a su alrededor una barrera invisible, a la cual los demás solo podían acercarse con la mayor cautela. Los contactos no pasaron de sonrisas forzadas y breves fórmulas de cortesía. Algunos jugadores, como Vigorón Mejía y el popular Memuerde García, intentaron conversar con él, pero Heleno meneó la cabeza en un gesto despectivo, sin prestarles la menor atención. La misma o peor actitud adoptó con los brasileños del equipo. Estos, a su vez, le lanzaban miradas cargadas de odio. A Plinio Gaúcho, que había coincidido con él en el Botafogo varios años atrás, no le había sentado nada bien la noticia de que tendría que volver a lidiarlo en la camilla de masajes, donde, como bien recordaba, le había hecho la vida imposible, protestando y amenazando por lo más mínimo. Lo vio salir con los demás jugadores al campo de entrenamiento. Solo, aislado y sin hacer el menor gesto de pertenencia, Heleno parecía un cuerpo extraño en medio de aquel grupo vocinglero. Le impresionó el rostro abotagado y el brillo enfermizo que tenía en la mirada. Evidentemente, la vida disipada de los últimos años había empezado a destruir sus facciones. Cuando todos salieron, Plinio Gaúcho frunció la nariz, como si el aire del camerino se hubiera enrarecido repentinamente. Miró a los ojos a Jimmy De la Espriella y, sin dejar de masajearlo, le dijo, empleando un tono de paternal confidencia: –¿Sabes una cosa, Jimmy? En el fútbol se aprende todos los días. Ustedes, los que todavía no han cumplido los veinte años, ya van sabiendo quiénes son los defensas malintencionados, los delanteros cobardes, los árbitros deshonestos, los entrenadores caprichosos. Solo les faltaba conocer a un auténtico hijo de puta. Bueno, pues ya ha llegado la hora. Quiero decir, la mala hora –y señaló con la vista hacia afuera, hacia el lugar donde Heleno y los demás jugadores ya habían empezado a trotar sobre la hierba. –Pobre tipo –susurró Jimmy, con los ojos azules clavados en el techo del camerino.


Latitud - reportaje

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EL HERALDO Domingo 15 de enero de 2012 FOTO HERNANDO VERGARA

La caja que no respeta pinta Por Samuel A. Losada Iriarte

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o parece el autor del supremo canto fúnebre del folclor colombiano, ni mucho menos el hombre capaz de gestar semejante elegía musical. Es demasiado alegre, una fiesta ambulante, un hombre de risotadas que no abandona su efusividad ni aun cuando lanza sus sentencias trascendentales: “La vida es como un sueño compadre: ahora estamos despiertos y ya mañana, muertos” Con el mismo desparpajo, hace ya medio siglo, en la Colombia rural y convulsionada de la época, gestó el verso que le dio renombre a su pieza musical: “El hombre que trabaja y bebe déjenlo gozar la vida porque eso es lo que se lleva si tarde o temprano muere” Contrario a lo que muchos piensan, el compositor de ‘La caja negra’ no es Enrique Díaz, sino este menudo hombre que se encuentra sentado en una silla en el patio del burdel de Sagrario, en Valledupar, sitio escogido para ambientar la grabación de una entrevista con el hombre que compuso un verdadero himno de la vida

El maestro Rafael Valencia compuso hace más de medio siglo ‘La caja negra’, un canto elemental que reflexiona sobre la muerte.

licenciosa. (El lugar ya es famoso, a fuerza de los saludos de Poncho Zuleta, quien suele pasar verdaderas temporadas de hasta quince días allí, entre meretrices andariegas de todas las regiones de Colombia.) Sentado, el maestro Rafael Valencia no parece un hombre de 71 años. Sus pies apenas tocan el piso y si no fuera porque debajo de su sombrero se asoma una cabellera gris, cualquier desprevenido diría que ahí en el patio del prostíbulo, junto a la rockola, está un niño sentado. Su mirada posee un embrujo místico, como si sus ojos, no él, lo hubieran visto todo. Es una mirada de millones de años; una mirada difícil de sorprender. Su piel morena parece, por su brillo, barnizada, y cuando el maestro sonríe, además de poner en evidencia su lado tierno y pícaro, —quizá el arma con la que en sus años mozos conquistó a tantas chicas— muestra una dentadura casi perfecta, de un blanco inmaculado. “¿A sus 71 años qué sentido y qué importancia le encuentra usted a la vida?”, le preguntan.

“Lo que más me ha gustado a mí en mi paso por el mundo y el sentido que yo le he encontrado a esto ha sido a través de la música y las mujeres. Esa es la vida para mí”, responde Rafael Valencia. ¡Desdichado tal vez el hombre, pero dichoso el artista desgarrado por el deseo! Diría Charles Baudelaire, en su poema el ‘Deseo de pintar’. Mientras esperaba en la oficina de EL HERALDO, en Valledupar, para ser conducido al burdel de Sagrario, movido por los encantos de una joven reportera, el artista, en cuestión de una hora y desgarrado por el deseo, le compuso a ella una canción. “Me tienes embrujado con tu forma de tratar, estoy hipnotizado y no sé qué me pasa a mí, Wendy me está matando, Wendy me tiene mal, ella tiene el remedio y me está dejando morir”. “No hay placer más grande que llegar a conquistar a una mujer hermosa que a uno le guste”, asegura el maestro. Rafael Valencia nació en El Copey, Cesar, el 22 de septiembre de 1940. Su padre era agricultor y él de niño le colaboraba en las labores del campo. A la edad de 10 años compuso su primera canción, ‘Nube variada’, interpretada 12 años después por el músico Andrés Landero. Su vida no era la de un campesino, a él lo atraía la música y el goce de la buena vida. Todavía joven, siendo casi un niño, se va de su hogar tras la fama, y en esa búsqueda se vuelve guacharaquero del Pollo Vallenato Luis Enrique Martínez. Dice, sin tener la fecha clara, que ‘La caja negra’ fue compuesta por el año de 1959. Su canción insigne se hizo famosa en la voz de Enrique Díaz, algo por lo cual no parece guardar reproche. Si la plata de Diomedes Díaz hace referencia a esa cultura del dinero fácil que vive en el desenfreno y la ostentación, “La caja negra”

de Rafael Valencia nace de esa clase laboriosa humilde que además de trabajar quiere disfrutar la vida De niño oía de sus abuelos decir que “el hombre que trabaja déjelo gozar la vida”, y cuando escuchaba a su madre pelear con su padre, porque este se emborrachaba, le repetía lo mismo a ella. Cuando era un jovencito trabajó con un ganadero, en Valledupar, de nombre Virgilio Baute. A este le molestaba que sus empleados ingirieran licor y los insultaba cuando los encontraba tomando. El joven Rafael, ante esa situación, le decía: “Don Virgilio, pero el hombre que trabaja y bebe déjelo gozar la vida, pero párele bolas al hombre que bebe y no trabaja”. De tanta insistencia con la frase un día su patrón le recomendó que hiciera una canción a partir de ella porque de allí podría salir algo único y especial. El aliciente fue decirle que Calixto Ochoa podría grabársela, y si ese era el caso, los dos se meterían una borrachera, a pesar de que Virgilio Baute no tomara. Por la canción, Rafael Valencia afirma que recibe una pensión mensual y regalías trimestrales. “Me ha dado mucha gloria, porque todo lo que tengo y lo que recaudo me lo produce ‘La caja negra’ —cuenta el maestro—. Es una canción madre porque me ayudó a criar a mis hijos y ahora estoy criando a mis nietos con las regalías que recibo de ella”. La luz de la tarde se pierde en el patio del burdel con las nubes cargadas de agua. Ahora confiesa que con la muerte de su mujer, Inés Salcedo, que estuvo a su lado por 47 años, se ha dedicado más que nunca a la parranda, para no sentirse tan solo y no pensar tanto en ella, pero que a veces la parranda le juega una mala pasada y le aviva el recuerdo de su compañera. Dice no tenerle miedo a la muerte, y está consciente de que tendrá que irse de este mundo. Sus ojos confirman lo que sus palabras dicen. “Y después de la muerte no creo que venga nada, ya uno descansa de todo en la vida. No hay otro mundo, el mundo de nosotros es este, no hay más”, sentencia con una honestidad brutal. Para el día de su muerte no quiere que su caja sea color caoba, ni amarilla, ni verde, sino negra y forrada con seda del mismo color. Por último le preguntan: Maestro, ¿entonces usted se va en la caja negra? Este responde con una sonrisa, quizá riéndose de la muerte misma, diciendo: “Es que esa no respeta pinta, compadre; se lleva al pobre, al rico, al blanco, al negro, al viejo y al joven”.

Valencia, en el burdel de Sagrario.


secuencias - Latitud

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Un archivo de extranjería, entre los pendientes del Caribe

El grupo cultural Kanato ha reivindicado con una intervención artística el proceso de inmigración que empezó por Puerto Colombia.

Por: Adriano Guerra, director del Archivo Histórico del Atlántico.

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n el tema de la historia de los extranjeros en el Caribe colombiano se ha avanzado con relativa dificultad, ello específicamente debido a las fuentes de las cuales han dispuesto los historiadores. Memorias de los actores y los registros de sus actividades políticas y económicas han sido prioritariamente las fuentes testimoniales por las que ha adelantado en su conocimiento histórico. Otras fuentes han sido Archivo de despachos consulares de los respectivos países de procedencia de los extranjeros o bien la siempre utilizada prensa local. Por último se ha recurrido a la exploración de las historia de los extranjeros a partir del contacto directo con sus descendientes por medio de entrevistas orales. Debido a lo anterior, la historia de los extranjeros y su impacto sobre la sociedad colombiana ha adolecido de una fuente primordial para sus estudios. La falta de información consignada en los archivos de Extranjería del Departamento Administrativo de Seguridad Nacional (D.A.S.) donde se registran datos precisos sobre la llegada y salida de estos, además sobre los procesos que enfrentan y diversos detalles de su vida durante su estancia en nuestro país, es sin temor a equivocarnos, la fuente principal para la reconstrucción de la historia de este importante grupo.

# 95 | latitud@elheraldo.com.co

Director Consejero Juan B. Fernández Renowitzky

Editor General Ernesto McCausland Sojo

“La historia de los extranjeros y su impacto sobre la sociedad colombiana ha adolecido de una fuente primordial para sus estudios” .

Una historia sobre los extranjeros que incluya las fuentes ya mencionadas al principio y que tome como eje los archivos de extranjería del DAS ayudará indudablemente a presentar el sector y el impacto de los extranjeros de una manera más concisa. Otro campo en el cual se ha avanzado muy poco en la historia de los extranjeros en el Caribe colombiano es el tema de la prosopografía, es muy necesaria la elaboración de biografías colectivas para identificar procesos y tendencias en su inserción en la Región. Si iniciamos los rastros de la presencia extrajera en Colombia, no solo los años serían debate sino la definición misma de este concepto, pero lo cierto es que cuando se habla de inmigración extranjera se recurre al periodo de finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX cuando el

Jefe de Redacción Rosario Borrero

Gerente Elaine Abuchaibe

Gobierno colombiano activó políticas estatales para hacer más atractivo nuestro país e incentivar con ello la llegada de otras culturas que inyectaran su capital y su conocimiento. Es durante este periodo donde se incrementa el fluyo de llegada, teniendo como puerta de entrada el muelle de Puerto Colombia. Gentes de diferentes nacionalidades pero con el sueño en conjunto del progreso llegan al Caribe colombiano, forjando una región que hoy por hoy, sin pensarlo dos veces, dice que está integrada por un grupo más a la tradicional trilogía de su composición. Pese a lo anterior, muchos aspectos de la vida constante de los extranjeros y de su integración a la sociedad colombiana no se conocen. Los vacíos existentes en la documentación, en la información, en los datos fragmentarios ofrecidos principalmente por los archivos familiares y particulares ha sido en muy pocas ocasiones complementado con las fuentes estatales o bien de carácter netamente inmigratorio. Es por ello que se hace necesario la apertura de estas fuentes tan indispensables para el estudio de nuestra historia, pero también es indispensable la permanencia de estas fuentes en el Caribe colombiano bajo las condiciones adecuadas para que puedan ser utilizadas por los investigadores de la Región con el fin de que se avance en estudios que puedan completar el mosaico de dudas y de comprensión de estos procesos históricos que tanto han nutrido este territorio.

Edición Martha Guarín R.

Director de Arte Fabián Cárdenas

Diseño Gráfico Hernán Herrera


Latitud - miradas

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EL HERALDO Domingo 15 de enero de 2012

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El Carmen de Bolívar espera el asomo del progreso

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Reportaje Gráfico La vida contada en imágenes

Fotos Vanexa Romero

Con el pasar de los años, la corrupción política sembró zozobra y desconfianza en este territorio bolivarense, que a pesar de estar en constante movimiento gracias al comercio, parece haberse estancado en el desorden y el olvido. Hay un sector de la población dedicada al mototaxismo, de arriba abajo por el municipio, y otra que descansa el paso de sus años en medio de tertulias, en la plaza, así como vendedores informales bajo las sombras de árboles sin frutos. En el mercado público, niños y adultos despedazan pollos y cortan pescados para la venta, mientras la publicidad política sigue enmarcando paredes y calles.

Heridas abiertas se detectan en este rico territorio de vocación agrícola situado al pie del valle de Los Montes de María, donde sus habitantes luchan por ganarse el día, en medio de las huellas que dejó el conflicto armado y promesas incumplidas por la dirigencia política.


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