Diseño Participativo: de la crítica a la praxis Gustavo Romero Fernández, José U. Salceda Salinas, Javier Hernández Alpízar y Ulises Castañeda Carmona En el mundo de lo que llamamos lo urbano-arquitectónico se han suscitado fenómenos que lo afectan y determinan. Con respecto a la arquitectura profesional, es después de la Primera Guerra Mundial cuando se consolida en Europa un interés por la ciudad y la vivienda, plasmado en la propuesta del llamado Movimiento Moderno (MM). De inspiración socialista, el MM plantea soluciones que buscan la igualdad a través de una base racionalista, biologicista y de corte tecnológico, así como una estética sin ornamentación. Habitantes y demandantes reales se diluyen en una concepción genérica y abstracta de los seres humanos y de sociedades “sin clases”, ni distinciones, Sin embargo, tras la reconstrucción europea post-Segunda Guerra, los trabajos del MM empezaron a presentar problemas y conflictos ante los cuales aparecieron voces críticas (Bernard Rudofsky, Charles Abrams, John Turner, Serge Chermayeff, Giancarlo De Carlo, Team X, N. John Habraken, entre otros) que hicieron ver la grave inadecuación de sus propuestas para la población demandante, propuestas ya convertidas en políticas oficiales en las potencias emergentes y (con peores resultados) en países de grandes diferencias sociales, económicas y culturales, con mayorías bajo condiciones urbano-arquitectónicas precarias. Frente a problemas de desigualdad, opresión, pobreza y colonialismo – consecuencia del desarrollo industrial capitalista y socialista– tienen lugar (principalmente en EE.UU. y Gran Bretaña) una serie de iniciativas denominadas Planeación Comunitaria y Participativa, y como parte de ellas, el Diseño Participativo (DP)1. En la mayoría de los casos, ambas experiencias se dieron 1 Dentro del léxico urbano-arquitectónico, el término “proyecto” es para nosotros objeto de múltiples discusiones. Asumimos la denominación “diseño participativo” por ser –entre otras
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separadas, pero en algunos se combinaron, especialmente en América Latina, donde fueron ligadas por ONGs Hábitat y por movimientos urbanos sociales; unos y otros vincularon la planeación y el diseño a luchas por el derecho a la vivienda y la ciudad, bajo las premisas de la Producción Social del Hábitat y la Vivienda (PSHV), categoría postulada por la Coalición Internacional del Hábitat. Este escrito es parte de la labor de algunos miembros de la línea de investigación "Arquitectura, Diseño, Complejidad y Participación" (ADCP), en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. El tema que nos ocupa es el DP, pero tocaremos otros conceptos consustanciales y de los cuales forma parte, mismos que debido al espacio de nuestra intervención sólo abordaremos brevemente, invitando a las fuentes en las que el lector podrá profundizar, enumeradas en nuestra bibliografía. 1.
Conceptos básicos
La primera noción relevante para entender el DP es la Producción Social del Hábitat (PSH), que puede definirse como el fenómeno histórico de autoproducción mediante el cual los seres humanos han construido sus poblamientos y su hábitat desde tiempos inmemoriales. Este término nació a mediados del siglo XX del encuentro de dos tradiciones de la arquitectura. Por un lado, la autoproducción, dominante en muchos países, y por otro lado, la arquitectura profesional, recién profesionalizada y escolarizada a partir del siglo XVIII y llevada a los parámetros de la vanguardia artística en el siglo XX. Los arquitectos no inventaron la PSH: la encontraron en los barrios, allí donde el poblamiento, las viviendas y el equipamiento que sus recursos económicos y políticos posibilitan, no son objetos terminados y entregados -producidos en un solo momento como la
vivienda pública y mercantil-, sino autoproducidos
cosas– la de mayor uso internacional, puesto que el “proyecto” nos llevaría a un análisis extenso que rebasa el propósito del presente ensayo.
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evolutivamente a lo largo de años, a veces décadas o generaciones de pobladores. La manera en que la PSH comprende y aborda el modo de producir y habitar la arquitectura y la ciudad implica poner el acento en los sujetos más que en el objeto; es el encuentro con la producción social, tan vieja como la vida en sociedad. Se revela así que no se trata de un objeto producido por una mente maestra que diseña en el gabinete, sino de un proceso social, económica, cultural y políticamente participativo. La principal característica de la PSH es que permite a quienes necesitan la vivienda –individuos, familias o comunidades– tomar las decisiones durante todo el proceso de construcción de su espacio habitable. Explicar por qué esto es posible, incluso necesario, conlleva cambiar el entendimiento de la producción de la vivienda y el hábitat, cambio que la PSH ha venido efectuando, puesto que históricamente la mayor parte de la arquitectura doméstica se ha realizado bajo tal forma de producción, lo cual demuestra su realidad e importancia pese a sus limitaciones y problemáticas. Esta práctica profesional de la arquitectura presupone una epistemología diferente para la que el saber no es patrimonio exclusivo de expertos, sino un constructo originado en el diálogo e interacción entre asesores técnicos y pobladores o habitantes organizados y entre todos los actores del proceso productivo. Hay al menos dos acepciones de la PSH. La primera, como forma de nombrar el modo de autoproducción espontánea mediante el que los pueblos han construido su arquitectura y ciudades. Otra acepción es –como lo plantean diversas ONGs hábitat2 o nuestra línea de investigación ADCP– la propuesta de una Producción Social del Hábitat Asistida (PSHA), es decir un proceso de producción del hábitat
2 Gustavo Romero, Rosendo Mesías y otros, La participación en el diseño urbano y arquitectónico en la producción social del hábitat, La Habana: HABYTED-CYTED, 2007, página 3.
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en el cuál los habitantes participan junto a otros actores (Estado, empresas, ONGs, etcétera), con la asistencia de arquitectos y otros profesionales. La segunda noción necesaria para entender el DP es la Construcción Social de lo Espacial Habitable (CSEH), derivada de la tesis de que todo ser humano tiene una percepción y un conocimiento de aquello que llamamos la arquitectura edificatoria. Para Heidegger3 somos seres en el mundo; esta condición es siempre espacial. Se plantea entonces un problema epistémico: ¿Cómo los individuos y grupos humanos
conocemos,
vivimos,
manejamos,
percibimos
y
valoramos
la
espacialidad en lo espacial (valga la expresión), es decir, en la materialidad y dimensión de la misma? ¿Cómo al actuar en lo espacial los sujetos son transformados en sus relaciones, percibiendo y dando lugar a nuevas espacialidades? Tanto la compleja relación recursiva
de los sujetos con los
objetos y la espacialidad, como la esfera antropológica que de ella deriva, constituyen lo que hemos denominado la CSEH, que incorpora e incluye lo urbano-arquitectónico. La premisa de que lo espacial habitable es una construcción social revela su carácter histórico. En los procesos de construcción social de la realidad hay narrativas simbólicas dominantes que tienen el propósito de sustentar estratos sociales constituidos en centros de poder, entendiendo este último, para efectos de esta reflexión, como el interés de las élites.4 El reconocimiento de la naturaleza histórico-social de las narrativas hegemónicas en torno a lo espacial-habitable conlleva la conciencia de su reversibilidad, a la luz de la indeterminación5 como 3
Martin Heidegger, Ser y tiempo, Madrid: Trotta, 2016.
4 Fernando Izquierdo y Athina Kemou, "Sociología del poder en el Mundo Árabe", en Fernando Izquierdo (edición), Poder y Regímenes en el Mundo Árabe Contemporáneo, Barcelona: Fundación CIDOB, 2009, página 20. Los autores inician su ensayo con una interesante reflexión sobre el poder en todas las sociedades; ese apartado es el que citamos aquí. 5 Si bien aquí reconocemos la “indeterminación”, a lo largo de este texto hablamos también de “determinaciones”. Para aclarar cualquier aparente incongruencia cabe precisar que el principio de incertidumbre o de indeterminación de Werner K. Heisenberg ha sido extrapolado de la física de partículas a las ciencias sociales, por autores como Edgar Morin. Con ello se ha buscado desterrar el determinismo mecanicista que habían dogmatizado visiones positivistas e incluso una lectura
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elemento complejo de lo real. La CSEH guarda así un potencial emancipador que implica una postura política y una visión de lo urbano-arquitectónico como terreno democratizable. El tercer concepto necesario para el entendimiento del DP es propiamente la participación, la cual implica un derecho, una opinión o una serie de decisiones que se hacen tomar en cuenta, que le otorgan (jurídicamente) a alguien la capacidad de ser incluido. No se trata sólo de una cuestión asistencialista, ni de la compartición de ignorancias y voluntarismo altruistas, benevolentes o filantrópicos; tampoco de una cuestión metodológica consistente en el modo procedimental de las operaciones necesarias para “salvar al mundo”. La participación es esencialmente una nueva manera de conocer y concebir el mundo, una nueva actitud epistemológica respecto a las condiciones materiales del hábitat humano. También es una forma de investigar ni cualitativa ni cuantitativa, pues supone y rebasa ambas aproximaciones, subsumiendo las aptitudes hermenéuticas o de interpretación del arquitecto profesional a la opinión de todos los actores. La participación es postura ideológico-política y pretensión de democracia. Se refiere a la capacidad de incluir voces acalladas por las prácticas dominantes en los procesos de la producción y reproducción del hábitat humano. En esencia, se refiere a la posibilidad de empoderamiento y distribución del conocimiento urbanoarquitectónico entre quienes habitualmente estaban escindidos de él (incluidos los arquitectos). Esto ofrece una invaluable herramienta a la disciplina arquitectónica, de modo que la difusión y facilitación del acervo disciplinar no sólo sea un acto de justicia y equidad, sino la eventualidad de ampliar los mercados, desempeños y positivista del marxismo. Sin embargo, la tradición hegeliano-marxista ha buscado las determinaciones que explican fenómenos concretos siempre a posteriori, porque se sabe que los procesos sociales, si bien están sujetos a múltiples determinaciones, no están mecánicamente determinados ni son totalmente predecibles. Karel Kosík explicó esto a partir de los textos de Marx. A esa apertura de incertidumbre, perfectamente compatible con el hecho de saber que los fenómenos sociales están determinados de manera compleja, nos referimos cuando pensamos en el fenómeno de producción participativa de arquitectura: concurren tantas determinantes que todo control o gestión del proceso tiene siempre la posibilidad de encontrarse con elementos que no se pueden predecir de manera completa y cierta desde el inicio.
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contactos profesionales del arquitecto –de por si tan restringidos (y cada vez más)– hacia sectores y actividades no considerados por la enseñanza tradicional. A la articulación razonada de todos estos elementos se le denomina Arquitectura Participativa (AP), noción extensa asimilable a la PSHA, con la concurrencia demandada de arquitectos profesionales en la PSH. El DP se inscribe, reiteramos, como una fase de esta práctica. La AP es multiciencia, pues exige la inclusión transdisciplinaria de paradigmas de orden fenomenológico, sociológico, psicológico, antropológico y etnológico –y eventualmente
también
de
ciencias
naturales
y
exactas–,
mucho
más
indispensables para una adecuada comprensión y reproducción de las condiciones materiales del hábitat que el saber
tecnológico-geométrico-formal
común en los contextos disciplinares de la arquitectura. La multiciencia del hábitat, categoría teórico-práctica en construcción, implica una suerte de giro copernicano que amplifica a la disciplina arquitectónica y le provee un rango epistemológico sólido, así como una expansión laboral más allá de las reducidas posibilidades que la visión convencional ofrece.6 2.
El Diseño Participativo: propuesta y práctica
¿Cómo conocer la demanda de lo urbano-arquitectónico? Ésta se origina cuando un sujeto individual o colectivo requiere una espacialidad material construida y cuenta con los recursos para ella ¿Cómo podemos indagar las complejidades características de esa demanda? Dichas complejidades exigen ser comprendidas a través de sus incertidumbres y determinaciones, así como de los límites contextuales de los demandantes e involucrados –gobiernos, comunidades, vecinos, entidades financieras, industria de materiales, opinión pública, etcétera. 6 Gustavo Romero y José U. Salceda, "La experiencia de lo espacial, la habitabilidad y el diseño arquitectónico", Ponencia IV del Seminario permanente de Formación Docente, Facultad de Arquitectura, UNAM, septiembre de 2011.
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No es un problema de “interpretación experta”, sino de la construcción de este conocimiento vía la participación plena, consciente e informada de todos los actores en una deliberación consensuada.
El correcto abordaje del problema sólo puede hacerse mediante el ejercicio del pensamiento crítico y complejo, puesto que la participación es un fenómeno epistémico-político que implica el derecho de las personas a intervenir decisoriamente en la configuración del entorno habitable –tanto de orden material como simbólico– que les compete. Esta articulación se da con otros actores que limitan o propician los procesos de producción en sus diferentes dimensiones, en lo que puede verse como un constante encuentro de fuerzas y negociaciones. La arquitectura no se circunscribe al diseño (preconcepción común del gremio), pero el diseño es indispensable para la realización de sus objetos. ADCP concibe el diseño como síntesis de condiciones de producción urbano-arquitectónica que permite prefigurar y configurar la propuesta; la inclusión de tales condiciones en este proceso de producción es clave para desmontar el presupuesto –uno de tantos que, no obstante su escasa fundamentación, influye en las definiciones de la arquitectura– de un experto facultado a priori para transformar la realidad con independencia de situaciones concretas, el cual, en su versión altruista, puede “mejorar vida de la sociedad”.
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La premisa del “poder experto” terminó de asentarse, paradójicamente, con el discurso de MM, el cual encerraba una tendencia tecnocrática que le valió el fracaso de sus contenidos e intenciones en torno a la equidad y la justicia social, cuya lógica terminó por suprimir la diversidad cultural y socio-económica que no respondía a sus pretensiones homogeneizantes, provenientes de una lectura gruesa del socialismo con tintes positivistas. Así, el MM redondeó la imagen del poder experto, elemento fundamental del paradigma urbano-arquitectónico dominante. La AP nace del cuestionamiento de ese paradigma, al rebatir no sólo el legado del CIAM y su hipótesis acerca de la “vivienda mínima racional”, sino a corrientes mainstream como el High Tech, el minimalismo y las trivializaciones de la filosofía posmoderna y deconstruccionista efectuadas por el Star System. Una parte elemental de la narrativa hegemónica sobre lo espacial-habitable ha sido la reducción de la arquitectura a su etapa de diseño, sustraída de la totalidad del proceso de PSHA. El diseño se ha elevado a un rango central en la producción arquitectónica del acto que la define y, por tanto, define también al arquitecto académica y laboralmente. Se trata de un fenómeno de pensamiento simple7 que ratifica el aparato de status relacionado directamente con lo que Weber y Pyatok han denominado los formalismos esteticista y cientificista,8 demarcando la sobrevaloración del experto que abstrae la multiplicidad y los contextos plurales para “solucionar” problemas sin el contacto necesario con las realidades que pretende “intervenir”. Esta acepción de diseño arquitectónico es la que denominamos Diseño Convencional, establecido de forma paulatina desde la profesionalización de la arquitectura en el siglo XVII9 hasta las corrientes contemporáneas. 7 Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, París: UNESCO, 1999, página 40. 8 Michael Pyatok y Hanno Weber, "Reaprendiendo a diseñar en arquitectura", Arquitectura Autogobierno 1, UNAM, 1976, páginas 4-9. 9 Leland M. Roth, Entender la arquitectura: sus elementos, historia y significado, Barcelona: Gustavo Gili, 1999.
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El Diseño Participativo es una alternativa al Diseño Convencional, basado en la intervención e incidencia de los destinatarios de la materialización del hábitat, a través del diálogo horizontal de los actores involucrados, bajo la concepción de la arquitectura como un proceso complejo de producción, perspectiva que amplifica la disciplina y considera al diseño como un momento, importante pero no superior, del proceso. Como consecuencia de las complejidades expuestas, el DP busca una producción apropiada y apropiable por la gente, quien participa directa y decisoriamente en la prefiguración y configuración de la espacialidad edificada en la que la que se desenvolverá. En esta lógica podemos distinguir dos vertientes: -
La arquitectura y el diseño participativos de carácter funcional, enfocados
básicamente a la solución efectiva y sustentable de problemas, aplicando el ejercicio con una perspectiva pragmática. -
El Diseño y la Arquitectura Participativos desde el conocimiento crítico de la
espacialidad que, además enfocarse en la solución efectiva y sustentable de problemas, procura empoderar a grupos sociales para transformar y mejorar sus condiciones de producción. El DP es una fase de la Arquitectura Participativa ciertamente crucial, pues es en ella en donde más tiene que hacerse patente la inclusión de comunidades y actores destinatarios en la toma de decisiones y, como ya señalamos, la configuración arquitectónica del hábitat. Hablar de DP es un asunto extenso que cuenta con múltiples aproximaciones metodológicas. Reseñaremos algunos métodos que, sin demérito de otros existentes, han reflexionado, teorizado y practicado con mayor efectividad la participación. Christopher Alexander despega de una crítica radical a los presupuestos del Movimiento Moderno visitando un caudal de conocimiento que va de las
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matemáticas y la teoría de sistemas a la antropología, el psicoanálisis y la filosofía occidental y oriental. Esta labor intelectual genera su concepto de Modo Intemporal de Construir que se refiere a las maneras en que la diversidad cultural ha resuelto inmemorial y pluralmente sus problemas de hábitat material, en busca de lo que él denomina la Cualidad sin Nombre, categoría flexible y polisémica que condensa la indefinida cantidad de experiencias positivas que los sujetos sienten, desean y verbalizan en torno a la espacialidad en la que viven. Ambas nociones conducen a Alexander a una visión cifrada mediante un Lenguaje de Patrones, patrones (patterns) que son de espacio (arquitectónicos), de
acontecimiento
(eventos humanos o naturales) y totales (la relación entre ambos), definiendo como patrones edificios y ciudades vivos, aquellos en los cuales opera la Cualidad sin Nombre. Por su parte, N. J. Habraken despliega su modelo partiendo del cuestionamiento del alojamiento de masas que tuvo lugar en los Países Bajos a partir de la crisis de vivienda consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. Responde a la homogeneización tecnocrática del hábitat desarrollando una concepción compleja de la arquitectura basada en soportes (estructuras fijas en áreas comunes), rellenos (espacios modificables en zonas privadas) y unidades separables (componentes constructivos intercambiables), todo resultante de la toma de decisiones compartidas y dialogadas por el conjunto de destinatarios, anticipando eventuales cambios en su forma de habitar. En La Estructura de lo Ordinario amplía sus reflexiones teóricas sobre el origen cultural de la morfología y la tipología. A diferencia del MM, Alexander y Habraken se proponen partir de la observación y entendimiento de lo urbano-arquitectónico históricamente existente para comprender, respectivamente, los patrones y los soportes como propuestas de diseño. En tercer lugar, Rodolfo Livingston se centra en el diagnóstico de las demandas del habitante formulando su método con herramientas psicológicas como la proyección, así como técnicas detonantes de la creatividad y el sociodrama,
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elementos lúdicos que facilitan el entendimiento dialógico entre el destinatario y el especialista. Su trabajo ha sido especialmente desarrollado en Cuba por Arquitectos de la Comunidad –programa que agrupa al 25% de los arquitectos cubanos– haciéndose acreedor al Premio de la Building Housing Association (BHA) 2006. La aplicación del “Método” de Livingston constituye la experiencia de Diseño Participativo más grande a nivel país en todo el mundo. Michael Pyatok y Hanno Weber tienen como plataforma un bagaje más político, que desmonta rigurosamente las premisas del MM, rastreando sus fuentes epistemológicas e ideológicas, así como la prolongación de éstas en el paradigma formalista-positivista de la arquitectura. De esta crítica se desplazan a su propuesta construida a través de la relación dialéctica entre los diferentes sujetos para manejar sus contradicciones y asimetrías. Así, desarrollan un procedimiento consistente en la generación de opciones originadas por el intercambio igualitario de actores y arquitectos, cuya comunicación da lugar a la graficación visual de posibles soluciones decididas por la comunidad de destinatarios, con el apoyo del arquitecto como gestor, negociador y aportador de saberes específicos. Las aportaciones referidas están lejos de agotar el tema, pero no podemos dejar de mencionar a los siguientes arquitectos: Henry Sanoff, influenciado por el activismo social estadounidense de los años sesenta, se centra en dos aspectos fundamentales: el énfasis en la efectividad de la organización
y el sentido político de la participación. Ambas le permiten
desarrollar diseños que responden a la diversidad de los actores involucrados. Lucien Kroll, siguiendo la orientación de Habraken, incorpora herramientas tecnológico-constructivas y computacionales para ampliar posibilidades y opciones de DP; lo anterior, aunado a la relevancia que otorga a la sustentabilidad ecológica, le permite abordar lo que denomina el orden desordenado, es decir, realidades de gran complejidad.
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Christopher Day trabaja con procesos participativos que llegan a resultados basados en el consenso. Su método consiste en una aproximación sucesiva que, conjuntamente con los habitantes, modela gradualmente en barro posibilidades y opciones, hasta llegar al diseño definitivo. Mariana Enet ha propuesto un sistema de diagnóstico, planeación, monitoreo, evaluación y comunicación considerados como un continuo en una espiral geométrica que permite a las comunidades desarrollar integralmente procesos de diseño participativo. Esta forma de trabajo posibilita a los productores de hábitat un entendimiento de la complejidad y de las posibilidades de la transformación. Gustavo Romero, coautor de este texto, cuenta con una larga trayectoria de trabajo en la PSHA. Entre otras vinculaciones de trabajo profesional mantiene hasta la fecha un diálogo con Pyatok. Ha realizado múltiples proyectos que representan contribuciones significativas a la evolución del DP. Acudiendo de inicio a los métodos anteriores, a través de su fusión, desarrolló nuevos modos de aproximación a grupos sociales demandantes y autogestionados, generados por retos que debido a su singularidad requerían innovación. Romero formó parte – principalmente con Rosendo Mesías y Mariana Enet– del primer trabajo que identifica, sistematiza y evalúa integralmente teorías y casos de participación y PSHV en Latinoamérica, proyecto llevado a cabo por el Subprograma XIV F: Tecnologías Sociales y producción social del Hábitat, dentro del Programa CYTED, sobre el cual se publicaron tres libros.10
10 Mariana Enet, Gustavo Romero, Rosa Olivera, Herramientas para pensar y crear en colectivo en programas intersectoriales del hábitat, Córdoba, Argentina: HABYTED-CYTED, 2008. Gustavo Romero, Rosendo Mesías et al, La participación en el diseño urbano y arquitectónico en la producción social del hábitat, La Habana: HABYTED-CYTED, 2008. Rosa Olivera, Rosendo Mesías, Gustavo Romero, Mariana Enet et al, Herramientas de planeamiento participativo para la gestión local y el hábitat, La Habana: HABYTED-CYTED, 2007.
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Un ejemplo de PSHA y DP es el conjunto Canal Nacional, en Ciudad de México. Caso paradigmático de la vivienda progresiva-evolutiva, la obra realizada por los arquitectos Gustavo Romero y Ricardo León obtuvo el Premio Iberoamericano de Vivienda Progresiva. El proceso se llevó a cabo junto con la comunidad involucrada a través del diseño por generación de opciones; la imagen superior muestra el penúltimo resultado del consenso entre habitantes y profesionales (por razones de espacio, para ver las fases anteriores remitimos la bibliografía (21), y en la inferior puede verse el plano del producto final, donde se observa que la distribución de las viviendas se modificó desde un anterior tipo reticular homogéneo a una panificación más heterogénea con claustros privativos y escalonamientos, logro del proceder participativo. La solución implicó una economía muy eficiente de la densidad habitacional, alternativa a la vivienda unifamiliar agrupada en altura,dando lugar a casas unifamiliares que, debido a la incorporación de los patrones de hábitat de la gente mediante su inclusión decisoria, fueron diseñadas como una estructura flexible a las demandas de los habitantes a través del tiempo. En su fase inicial (1995) la densidad calculada fue de 750 hab/hect y 125 viv/hect; pero el modelo permitió mas 1000 hab/hect, evolucionando de casas unifamiliares a casas multifamiliares hacia el 2002.
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11 León Ricardo. La vivienda progresiva, una experiencia de las ONG Hábitat México. El caso de Canal Nacional en Mesías R. Y Tapia R. “Habitat Popular Progresivo” CYTED, INVI Chile 2002.
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Arriba, el diagrama isométrico final de Canal Nacional; obsérvese el aspecto heterogéneo del diseño participativo, que permite materializaciones apropiadas y apropiables por los habitantes, posibilitando transformaciones de acuerdo a sus necesidades y capacidades económicas. Abajo, imágenes-muestra del conjunto en 2002. Aquí puede apreciarse la diversidad de paisaje urbano y morfológico. No obstante las condiciones iniciales plantearon por un consenso habitante-experto viviendas unifamiliares tipo, la complejidad y la evolución de las comunidades han heterogeneizado la tipología, en una expresión clara de la PSH, con un grado mínimo de desarraigo y deterioro.
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Canal Nacional 2014
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Arriba, Canal Nacional en el 2011, mostrando más modificaciones de PSH. Es importante destacar en la imagen la evolución en la calidad de los acabados de fachadas y otros elementos, cada vez más formales e interesados en el aspecto y el paisaje. En la figura inferior, isomètricos que diagraman etapas de evolución por vivienda. Puede apreciarse cómo la planta inicial, resultado del proceso participativo por generación de opciones, fue diseñada de forma flexible para crecimientos programados desde 28.07m2 hasta 92.14m2, y no programados hasta de 149.52m2 , ventajas del diálogo con los destinatarios y la integración de sus modos culturales de hábitat material, facilitando un fenómeno que sucede casi siempre, pero que aquí encuentra una configuración espacial que dinamiza los cambios arquitectónicos demandados.
En las últimas dos décadas Romero ha continuado su proceso de investigación y sistematización teórico-práctica junto a José U. Salceda en el ámbito de la UNAM, con la línea ADCP, elaborando una Multiciencia del Hábitat.
El trabajo de nuestra línea se distingue del realizado por otros colectivos que hacen DP con comunidades porque articula los diferentes niveles de enseñanza en licenciatura, maestría y doctorado en una producción colectiva, desde la reflexión crítica, la sistematización y la difusión, incluyendo investigaciones, tesis con proyectos y desarrollos con comunidades mediante planeación y diseño participativos. Desde su fundación en 2008, ADCP opera en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, mediante estrategias de diagnóstico, producción y diseño participativos de hábitat para la ciudad central (Micrópolis) y el poblamiento inicial (Barrio Evolutivo Sustentable Participativo).
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3.
El Diseño Participativo, entre la cooptación y el cambio
En la brevedad de este capítulo no profundizaremos en la descripción de la crisis que determina la producción de hábitat en el mundo. Solamente la mencionamos e indicamos su relación con uno de los factores intrínsecos a la concepción moderna de la arquitectura como profesión liberal, artística y tecnocrática: la exclusión de los distintos agentes de la producción de hábitat, sus saberes y su derecho a participar. La génesis de la disciplina arquitectónica en la episteme moderna, que hunde sus raíces en el empirismo, el racionalismo, el positivismo y el liberalismo, cristalizó en el modelo tecnocrático de “ciencia para la gente”, donde la gente no participa, no produce saber, sino que es objeto de estudio de los expertos: son ellos quienes determinan las necesidades de las personas, en tanto que otro grupo de expertos investiga cómo satisfacerlas. Ese modelo opera en el diseño no participativo y que hemos llamado convencional: las necesidades y el diseño son objetos de la especulación y prefiguración en manos de especialistas. Frente a tal exclusión, el pensamiento crítico se ha rebelado epistémica y políticamente: Iván Illich (vinculado a John Turner, uno de los primeros arquitectos que estudió la autoproducción de hábitat), las filosofías críticas, la fenomenología, el marxismo no dogmático, el pensamiento anarquista y ecológico, las ciencias sociales no positivistas ni funcionalistas, la teología y la filosofía de la liberación, la pedagogía del oprimido, entre otras, son algunas de sus manifestaciones. De manera análoga, una serie de arquitectos y productores de hábitat, desde las ONGs y el diseño participativo, han cuestionado el monopolio del poder de decisión sobre el hábitat y reclamado, con diversos grados de profundidad y politización, el lugar de todos los agentes en el proceso de producción de arquitectura.
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La crisis en la producción y el diseño convencional de la arquitectura y la ciudad se evidencia en fenómenos como el fracaso de la vivienda de prototipos para masas homogéneas, los problemas generados por la “gran arquitectura” y las crecientes voces de crítica al Star System que hacen eco del aforismo: “el rey va desnudo”. Esta crisis comienza a provocar respuestas diversas. Las reacciones pueden ser de coyuntura, simulación, oportunismo y cooptación por parte de arquitectos, críticos, académicos, revistas, productores privados y estatales que pretenden simular y suplantar la participación disfrazándola de aportación de arquitectos profesionales, ponderando personajes, eventos y escritos realizados casi a espaldas de la historia de la arquitectura y el diseño participativos, tales como el premio Pritzker otorgado a Alejandro Aravena, el Encuentro de Laufen y los libros Radical Cities de McGuirk’s y Del diagrama a las experiencias, hacia una arquitectura de la acción, de Josep M. Montaner. Es grande el riesgo de una aproximación superficial y oportunista a la participación convertida en moda entre arquitectos y empresas, sin cuestionar el fondo del fenómeno (CSEH) y sus aristas. Frente a esa posibilidad de domesticación, en la línea de investigación ADCP promovemos teórica y políticamente que la participación, la complejidad y la sustentabilidad están intrínsecamente vinculadas, y cada una aislada se banaliza. La participación es una onto-epistemología que estudia totalidades organizadas concretas y, por ende, se asume como multiciencia y transdisciplina; tiene una densa vertiente teórica y una explícita postura democrática; asimismo, no puede cerrar los ojos ante el problema planetario y local, en cada caso, de la sustentabilidad ecológica y la restauración del hábitat natural y construido. Con nuestro trabajo teórico-académico sobre la producción participativa del hábitat y un discurso crítico colectivo, queremos vindicar la participación políticamente asumida, con el propósito de animar a conocerla y debatirla.
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