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LO COTIDIANO Y LO SENSACIONAL. Hechos y situaciones que suscitaron asombro en la sociedad medellinense durante la segunda mitad del siglo XX
Monografía de grado para optar al título de historiador
Federico Vega Naranjo Carné 71789205
Asesor Andrés López Bermúdez Profesor Departamento de Historia
Departamento de Historia Facultad de Ciencias Sociales y Humanas Universidad de Antioquia Medellín 2009
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Agradecimientos A lo largo de la presente investigación fueron muchas las personas que me acompañaron en el recorrido de este proceso académico. En primer lugar agradezco a mi asesor Andrés López Bermúdez, quien tras largas jornadas de trabajo me bosquejó el norte para trasegar el camino emprendido hace ya un par de años. De igual forma, agradezco la rigurosa y honesta colaboración de mi compañero y amigo Jorge Isaac Ortiz Arboleda, quien con sus valiosos aportes nutrió este trabajo. Así mismo agradezco a mis papás Hernán y Lucrecia que siempre me han apoyado incondicionalmente, no sólo durante la elaboración de esta monografía sino también a lo largo de mi formación académica y personal.
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PRIMERA PARTE PRESUPUESTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS Presentación Referentes conceptuales básicos A. Desde la Historia y la literatura B. Desde el periodismo y la sociología Metodología y fuentes 1. Sobre la metodología 2. Sobre las fuentes Estado de la cuestión 1. El fenómeno social del asombro como preocupación histórica: un tema
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propio del interés de los medievalistas 2. El asombro: un fenómeno más allá del horizonte cultural del Medioevo
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europeo 3. El asombro en el contexto colombiano
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SEGUNDA PARTE ESTUDIO DE CASO: LO COTIDIANO Y LO SENSACIONAL. HECHOS Y SITUACIONES QUE SUSCITARON ASOMBRO EN LA SOCIEDAD MEDELLINENSE DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX I. Una nueva ciudad 1.1. La transformación del paisaje urbano: de pueblo a ciudad en cuanto a
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infraestructura, de pueblo a ciudad en cultura 1.1.2. En la transformación de la ciudad: obras para todo público 1.2. Valores tradicionales vs. valores modernos 1.3. ¿Por qué se fue y por que murió? Homicidios II. El mundo al revés. Revolución social, sexual, y cultural 2.1. Muertes violentas: los ajusticiados 2.1.1. Las crónicas de Don Upo 2.1.2. Las puñaladas siguen cobrando vidas 2.2. Una sociedad mutante. Cambio de mentalidad 2.2.1. Cambio de roles: la mujer como protagonista social 2.2.2. Crisis en la estructura familiar III. Nuevos referentes urbanos, novedosas expresiones culturales y
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más actos horrendos 3.1. Medellín crece a pasos agigantados: nuevos referentes urbanos 3.2. El rock se tomó a Medellín: Festival de Ancón 3.3 Lo asombroso de la muerte IV. Entre tomas armadas a poblaciones, bombas y metralla, el país se
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desangra
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4.1. Nuevos escenarios urbanos 4.2. La inclemente naturaleza estremece a Medellín 4.3. La subcultura del narcotráfico 4.4. Al calor de las balas 4.4.1. Mueren los sueños. Homicidios de dirigentes políticos 4.4.2. Líder político = blanco perfecto 4.5.3. Bombas y sangre. Nuevas modalidades del crimen V. Nuevos escándalos y nuevas formas de interactuar con el mundo 5.1. Desarrollo urbano, de cara al siglo XXI 5.2. Muertes que aún viven en la memoria colectiva 5.2.1. El villano 5.2.2. Cae un ídolo nacional 5.3. Un exacerbado contexto bélico-político 5.3.1. El conflicto armado colombiano: una confrontación que asombra por
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sus dimensiones, su complejidad y sus implicaciones 5.3.2. Casos y cosas que causaron asombro en el tiempo de la narco-
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política Conclusiones Bibliografía y fuentes
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PRIMERA PARTE: PRESUPUESTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS PRESENTACIÓN En la historia de una ciudad ocurren a veces pequeños episodios, dramas menores, o “pasos por el escenario”, que envuelven cierto aire divertido o de anécdota, como para tertulia de andén1. Fabio Botero
A partir de 1950, Medellín, adquirió una dinámica urbana más acelerada que la que la había caracterizado hasta entonces, debido al crecimiento demográfico causado por la migración campo-ciudad. Este fenómeno migratorio, que generó unas circunstancias particulares de poblamiento urbano, también fue artífice del desarrollo de ciertas características en cuanto a la composición social, a las formas de interacción de las personas y la circulación de la información. Ahora bien, pensar a Medellín como una sociedad masificada implica pensar a la ciudad no sólo desde los procesos de urbanización, sino además desde el orden social en su permanente transformación, la cual, conllevó variaciones, entre otros, en aspectos como la economía, la política, la religión, la moral o la criminalidad. Estos elementos que integran las dinámicas de la ciudad pueden rastrearse en periódicos de diaria publicación como El Colombiano y El Correo. Otros medios impresos en los cuales pueden observarse las dinámicas urbanas son los diarios sensacionalistas, los cuales se caracterizan por emplear la “crónica roja” para narrar los hechos que acontecen. Así mismo, los trabajos de diferentes investigadores sociales que han intentado dar cuenta del pasado reciente de la sociedad medellinense constituyen fuentes que permiten apreciar, desde diferentes perspectivas, los contextos que bosquejaron diversos apartados de la vida cotidiana de los habitantes de Medellín durante la segunda mitad de la centuria pasada. Con el presente trabajo se pretende pues aportar a la sociedad medellinense una 1
Botero, Fabio. Cien años de la vida de Medellín, 1890-1920. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998, p. 434.
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reflexión, acerca de diversos hechos y sucesos que en su momento atrajeron -de manera indudable- la atención pública. Para el efecto se partió de una pregunta específica: ¿cuáles fueron los hechos y situaciones que más impacto o asombro generaron entre los habitantes de Medellín entre los años 1950 y 2000?. Este interrogante condujo a la elaboración de este trabajo, ilustrativo de la correspondencia entre ciertas características de la sociedad y el manejo de la información en el contexto temporal mencionado. El asombro como fenómeno social gestado en medio de condiciones determinadas y de percepciones colectivamente privilegiadas constituye el centro de interés del presente estudio. Como resultado se espera que aporte elementos útiles a los estudios sociales y a los del área del periodismo y la comunicación social. Se espera además que sirva como material de consulta para un público amplio, no necesariamente especializado. A lo largo de las páginas que siguen se abordarán una serie de eventos que permiten apreciar la cara de la tragedia, pero también la transformación del paisaje urbano. Podrán apreciarse las percepciones generadas por eventos sociales tan diversos como conciertos, festivales, películas de cine, o hechos de violencia y desastres naturales, circunstancias éstas que en todo caso fueron la causa de expresiones múltiples que fluctuaron entre la curiosidad, el asombro, la sensación o la recepción de más diversa índole, y que en calidad de muestra o referente ayudan a comprender los cambios y permanencias de naturaleza socio-cultural. Los sucesos que suscitaron asombro, escándalo y/o estupor, logran dar cuenta de una cultura que se conmociona, que sueña, se divierte, goza o se lamenta con las grandes y pequeñas proezas alcanzadas por los protagonistas de cada historia.
REFERENTES CONCEPTUALES BÁSICOS
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A. Desde la Historia y la literatura Si se parte de la premisa de que lo que maravilla o causa asombro en una sociedad es lo que rompe con lo considerado como “normal”, la noción de “lo normal” resulta equiparable con la noción de lo valorado como “serio”, esto es, lo que no transgrede lo establecido, lo que es considerado usual. El profesor Gonzalo Soto Posada, adscrito al Departamento de Historia de la Universidad Nacional, Sede Medellín, expresa en la conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas 2”, que en toda sociedad se produce una tensión dialéctica entre la cultura de la seriedad y la cultura de la risa, tensión en la que lo serio plantea y establece paradigmas haciendo difícil modificar su estructura interna, en tanto que la risa cuestiona todo aquello que la seriedad usualmente controla. La risa es anárquica porque trasgrede, porque carece de pretensiones universalistas y porque a diferencia de la seriedad no pretende reivindicar posturas teóricas o posiciones fundamentales. En este orden de ideas la cultura de lo serio propone un prototipo y afirma la estabilidad de ese prototipo, pretende que los valores propuestos sean adoptados como universales, no admite diferencias, no admite el multiculturalismos, establece el criterio de normalidad y pretende que lo ubicado por fuera de éste sea considerado anormal. Se inclina, por lo tanto, a ejercer control social, y aunque ocasionalmente puede predicar la búsqueda de la libertad y la dignidad humana, de manera paradójica termina sujetando o siendo mecanismo de sujeción 3. Por su parte la risa no propone ningún paradigma, es trasgresora y mora en el mundo sin fundamentos. Sobreviene sin preaviso, esto es, surge súbitamente en los tiempos y contextos oportunos para ser eficaz. Busca poner las cosas “patas arriba”, y con frecuencia recurre a resaltar la imperfección humana. Al decir del profesor 2
Soto Posada, Gonzalo. Conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas”, en: Cátedra Abierta Teoría de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, marzo 28 de 2005. 3 Ibíd.
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Gonzalo Soto, corporalmente reivindica “del ombligo humano para abajo”, o sea, que relativiza lo moralmente bien aceptado, es escéptica, cuestiona, y todo lo pone en duda. En suma, frente a la sujeción y a la objetivación propuesta por la seriedad, la risa plantea libertad y subjetividad4. Aunque no todo lo considerado asombroso en el presente ejercicio investigativo fue históricamente producto de la “cultura de la risa”, sino que aparte de ésta hubo otras categorías en las que resulta posible inscribir lo asombroso” genéricamente considerado, el presente trabajo prestará especial atención a aquellas situaciones identificables como propias del asombro inherentes al ámbito de la “cultura de la risa”. Los pilares de la moralidad imperante en la sociedad antioqueña fueron cimentados hasta mediados del siglo XX bajo la doctrina cristiana, que en últimas termina identificándose con lo que aquí se denomina cómo “la cultura de lo serio”. Por tanto una de las características más protuberantes en la mentalidad de la sociedad antioqueña es que suele fundamentarse en paradigmas que tienden a “lo inmodificable”. No obstante, el vertiginoso cambio social y cultural experimentado a partir de mediados del siglo XX constituyó un factor que fue socavando lenta pero progresivamente dicha percepción del mundo. De hecho durante el período histórico en cuestión se hace perceptible cierta ruptura en las mentalidades y las percepciones del mundo, mismas que pueden entreverse recurriendo al examen de hechos y situaciones que en su momento generaron maravilla, escándalo, admiración y/o asombro en el seno de la sociedad. Es posible ilustrar entonces cómo la cultura de la risa irrumpió con fuerza en un contexto convencional, caracterizado por sociabilidades con rasgos un tanto rígidos 5. Eso sí, 4
Ibíd. Mejor que “sociabilidad” muchos teóricos prefieren emplear el término “socialización”, entendido como “aquel proceso que se inicia en la niñez pero que se desarrolla a lo largo de toda la vida, mediante el cual el individuo aprende –en la interacción con los otros y con su entorno- las normas culturales, los valores fundamentales, los códigos simbólicos del grupo al que pertenece y les da forma, los estructura –también en un ámbito de interacción social- para construir así su propio sistema de representaciones e imágenes de lo social que constituirán el componente básico de su 5
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sin olvidar aquí como siempre lo ha demostrado la historia, que los cambios en las estructuras mentales de una sociedad se presentan muy lentamente, cabría decir, de manera casi imperceptible. Otros conceptos fundamentales para el desarrollo del presente ejercicio fueron los relativos a lo maravilloso, lo escandaloso, lo asombroso y lo trágico. A continuación se presentarán algunas de las definiciones que se emplean para definirlos. En primer lugar, lo maravilloso es un concepto que según el historiador francés Jaques Le Goff no existe en estado puro, sino que: “tiene fronteras permeables. Esta respiración de lo maravilloso […] depende de un desarrollo interno en el cual lo maravilloso de algún modo se excita, se distiende y asume posiciones penetrantes y a veces extravagantes”6. Así, explica, -aludiendo a la temporalidad específica que en ese momento específico concentraba su interés como historiador-, lo maravilloso constituyó durante el Medioevo una forma de resistencia a la ideología oficial del cristianismo. Estaba en consecuencia encarnado por aquello que desafiaba al orden de lo “querido por Dios”. Algunas de las categorías empleadas por Le Goff para determinar qué maravillaba a los hombres del occidente europeo durante la Alta Edad Media, son: 1. Los seres humanos y antropomorfos. (Gigantes, enanos, seres que son mitad hombre y mitad animal, hadas, sirenas, etc.) 2. Los animales imaginarios. (Dragones y unicornios) 3. Los objetos protectores (Anillos que hacen invisible a quien los porte) 4. Los sueños, apariciones, visiones. 5. La hechicería, la brujería y la herejía. 6. La desnudez. 7. La libertad sexual. 8. El ocio. 9. La oposición a la ideología cristiana. 10.Los marginados7. identidad social y uno de los determinantes fundamentales de sus pautas de comportamiento”. Una de las principales funciones de los procesos de socialización, quizás la principal, es “introducir al sujeto en un universo cultural, hacerle partícipe de ese conjunto de normas, valores, símbolos, etc., que constituyen la cultura del grupo al que pertenece o que le sirve de referencia identificatoria”. María Luz Morán y Jorge Benedicto. Sociedad y política, Madrid, Alianza, 1995, Pp.230,246. 6 Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1988, p. 15.
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Haciendo uso de lo expresado por Le Goff y de su acotación de que “lo que cambia no es la brujería misma, sino el ambiente en el que se mueve” 8, esto es, la indicación de que los hechos sociales causantes de asombro se producen en todos las sociedades y en todas las épocas variando según el entorno específico al que se aluda, para el caso del objeto que pretende abordar el presente estudio (el asombro en la sociedad medellinense durante la segunda mitad del siglo XX) las categorías consideradas como exponentes del asombro serán, básicamente, las siguientes: 1. 2. 3. 4. 5.
Los hechos de sangre, como por ejemplo los homicidios. Los fenómenos naturales. La novedad acarreada por construcciones transformadoras del paisaje urbano. El desafío a las costumbres tradicionales. La aparición de nuevos valores, opuestos a los valores tradicionales.
A partir de la observación de fenómenos como los enunciados, de los cuales se sabe generaron revuelo social -conforme lo testimonian diversas expresiones consignadas en las fuentes-, para el adelanto del presente estudio se establecieron factores o categorías que si bien no son en modo alguno idénticos a los tópicos estudiados por Le Goff al examinar el contexto de la Europa medieval, al menos pude decirse que presentan cierta afinidad o paralelismo básicos con el objeto de estudio que aquí interesa: tanto en uno como en otro caso se trató de hechos y situaciones
que
generaron
“maravilla”
o
asombro
social.
Guardadas
las
proporciones se pretende dilucidar, pues, si aquello que causó asombro en ese distante contexto mantiene correspondencia con lo que lo genera en la colectividad moderna específica de la Medellín de la segunda mitad del siglo XX.
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Ibíd., Pp. 20-24. En cuanto al último ítem mencionado, Le Goff afirma que ese grupo de personas estaba conformado de la siguiente manera: 1) Los excluidos: o destinados a la exclusión [social]: criminales, ladrones, bandidos, vagabundos, extranjeros, suicidas, prostitutas, herejes, etc. 2) Los despreciados: Aquellos que ejercen oficios [considerados] deshonestos: carniceros, mercenarios; también los enfermos, los tullidos, los impedidos, los pobres, las mujeres, los niños, los viejos, los bastardos. 3) Los marginados propiamente dichos: las personas venidas a menos (los caballeros pobres), los locos, los mendigos. 4) Los marginados: los monstruos (“los extraterrestres de la Edad Media”), el hombre siempre salvaje. Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1988, p.131. 8 Ibíd., p. 130.
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El también historiador Lucien Febvre, plantea que en Francia, promediando el siglo XVI, los hombres pretendían descubrir causas simples y poderosas de los acontecimientos no solamente a través de la experimentación, sino de la explicación tentativa de los fenómenos de la naturaleza “en un mundo poblado por poderes invisibles, de fuerzas de espíritus, de influencias que determinan y rigen el destino 9”. Era ese un mundo poblado de acontecimientos de índole sobrenatural que rebosaba las doctrinas de la razón, lo que determinaba que las personas no establecieran diferencias claras entre lo natural y lo sobrenatural. Para ilustrar lo antedicho, cuando ocurría un fenómeno como la caída de un rayo, dicho evento no era considerado como un fenómeno natural “normal”, sino que éste era un acto voluntario y consciente de la divinidad que intervenía en los asuntos humanos. En tales circunstancias se producía, en palabras de Febvre, el entrelazamiento de […] lo natural y lo sobrenatural, sin que nadie se sorprenda, ni se sienta a disgusto. Pasa igual, exactamente, que en las cosmografías de entonces, en las que lo incoherente se codea con lo verosímil, lo verdadero se anula con lo fantástico. […] Para los hombres de entonces no había misterio [solamente existía una voluntad], la del bien o la del mal [y ésta] se expresaba por medio de algo que no explican10.
Para los tiempos a los que hace referencia Lucien Febvre en el apartado citado, lo maravilloso también podía ser entendido desde los opuestos entre “ciencia oculta” y la denominada “ciencia humanista”, esto es, la fe como antagónica de la razón. Ejemplificando tal afirmación el historiador francés apunta: […] allá por los años 30 del siglo XVI, bien arrellanado en su asiento, junto a la mesa y frente a su teologal jarro de vino, nuestro maestro Janotus se aseguraba firmemente que el sol seguía girando en torno suyo y que el cielo nocturno era una bóveda tachonada de estrellas que limitaba al mundo […] Así no se iba más lejos […] ya que el miedo, hijo de la ignorancia seguía asediando los ánimos de aquellos vigorosos hombres11. 9
Febvre, Lucien. El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. México. Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, 1959, p. 383. 10 Ibíd., Pp. 383-385. 11 Ibíd., p. 356.
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Conforme puede observarse, aquello que generaba asombro en los hombres del siglo XVI dista de lo que posteriormente lo ocasionará en los hombres de posteriores etapas de la modernidad. De manera explícita anota Febvre que lo que motiva asombro o maravilla, esto es, lo maravilloso, se encuentra mediado por el contexto cultural específico de cada sociedad, circunstancia sobre la que enfatiza: “como historiadores debemos deducir de esto, con toda claridad, que la incredulidad [frente a los acontecimientos, en su calidad de no explicables o explicables mediante la razón] varia con las épocas. A veces varía muy de prisa” 12. Esta aseveración es ilustrada luego por Febvre en los siguientes términos: Nosotros los hombres del siglo XX, dotados a diario por los sabios de una colección de maravillas autentificadas que pasan por los hechos, comprobados por la experiencia y que eclipsan con su brillo a los milagros hipotéticos o quiméricos anunciados o vaticinados por los ocultistas, nosotros los juzgamos, por lo menos, ingenuos, cándidos. […] Lo maravilloso se encuentra en el trato, la comunicación, sí, pero por un desplazamiento bastante singular, ya no es el mago, el hechicero, el alquimista, el astrólogo, quienes ejercen su monopolio: lejos de ello es el sabio notorio, titulado, oficial quien lo detenta, y quien se lo entrega al público. Mucho más fantasmagórica que las fantasmagorías de antaño, [lo que maravilla] hoy sale de los laboratorios honrado, coronado y tenido por la más auténtica de las verdades13.
Enfocado el tema de lo maravilloso desde el ámbito de la literatura, el crítico literario Roberto
González Echeverría
conceptúa
que
en
las
corrientes
literarias
denominadas “el realismo mágico” y “lo real maravilloso”, aquello que se entiende como lo maravilloso se encuentra fundado, en términos narrativos, en los presupuestos tipológicos que se enumeran a continuación: 1.
El no reflejo de las leyes naturales o físicas, (de lo cual se deriva su
capacidad de generar asombro).
12 13
Ibíd., p. 397. Ibíd., p. 390.
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2.
El no reflejo de la percepción usual, cotidiana (burguesa, occidental), de la
naturaleza y el hombre. En otras palabras, el relato no se funda ni justifica en su capacidad de reflejar el mundo físico o social 14. 3.
Para que el asombro se genere en el relato literario debe haber distancia (y
perfecta conciencia de dicha distancia), entre el observador y lo observado, entre el sujeto y ese otro que se asume como exótico15. Para González Echeverría el escritor Alejo Carpentier puede ser considerado “precursor, teórico y práctico” del tema de lo maravilloso16. Según anota, el afamado literato cubano propone la siguiente definición del término: La palabra “maravilloso” ha perdido con el tiempo y con el uso su verdadero sentido […]. Los diccionarios nos dicen que lo maravilloso es lo que causa admiración, por ser extraordinario, excelente, admirable. Y a ello se une en el acto la noción de que todo lo maravilloso ha de ser bello, hermoso y amable. Cuando lo único que debería ser recordado de la definición de los diccionarios, es lo que se refiere a lo extraordinario. Lo extraordinario no es ni bello ni hermoso por fuerza. Ni es bello ni feo: es más que nada asombroso por lo insólito, todo lo asombroso, todo lo que se sale de las normas establecidas es maravilloso17.
En efecto, el asombro generado por aquello que genera maravilla se manifiesta en la literatura infantil, según registra Carpentier, en cuentos como Pulgarcito, La bella durmiente, Mi madre la oca, entre otros. En este tipo de relatos hacen presencia hadas, duendes, ogros y príncipes encantados. Sus páginas suelen recrear mundos fantásticos, coloridos, llenos de aventuras y magia. No obstante, de manera paralela pueden recrear adicionalmente hechos y situaciones horrendas, como sucede en la historia de Pulgarcito, donde el ogro en vez de degollar a los siete hermanitos que tiene cautivos, lo hace con sus propias hijas por equivocación. De este modo, lo maravilloso no se reserva exclusivamente, -como lo percibe Carpentier-, para lo
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González Echeverría. Roberto. “Alejo Carpentier. El peregrino en su patria”, México, UNAM, 1993, Pp. 134-136. 15 Ibíd., p. 144. 16 Ibíd. 17 Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A. 1981, Pp. 126-127.
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bello, sino que mora también en lo feo, lo deforme, lo terrible. Como registra el escritor cubano: “Todo lo insólito es maravilloso”18. En la obra carpenteriana lo maravilloso alude básicamente a acontecimientos insólitos que acaecen en la vida cotidiana. Cuando aquello que genera maravilla se encuentra muy palpable o presente en la cotidianidad, puede dejar de generar asombro. Inversamente puede constituirse en asombroso algo que inicialmente pasaba como trivial desapercibido19. Es maravilloso, preferentemente, aquel asombro que tras arraigar en el imaginario colectivo de una comunidad determinada consigue incidir sobre ella generando efectos concretos, esto es, acciones de la gente motivadas por sus creencias profundas 20. En contraposición lo fabuloso es para Carpentier aquello que puede catalogarse a todas luces como irracional o situado en el ayer de manera extremamente remota. También lo futuro, lo que aún no existe es considerado por el notable literato cubano como fabuloso21. En su opinión existe un “código de lo fantástico”, que presupone el obligado cumplimiento de ciertos principios específicos, a saber: 1.
Lo maravilloso “presupone una fe”, es decir, la existencia previa de un
imaginario colectivo o unas convenciones sociales que indiquen en un contexto social específico frente a qué deben o no maravillarse las personas 22: “Los que no creen en santos, no pueden curarse con milagros de santos” –dice– ni los que no son quijotes pueden meterse, “en cuerpo, alma y bienes, en el mundo de Amadís de Gaula o Tirante el Blanco”. El asombro se encuentra sujeto así a las convenciones sociales vigentes. 2.
Lo maravilloso surge de la trastocación de la realidad: lo maravilloso
comienza a serlo de manera inequívoca cuando surge de una inesperada alteración 18
Ibíd., Pp. 127-129. Ibíd., p. 27. 20 Carpentier, Alejo. Tientos y diferencias. Buenos Aires, Calicanto Editorial, 1976, Pp.98-99. 21 Carpentier, Alejo. Concierto barroco. Cuarta Edición, México, Siglo XXI Editores, 1974, p. 77. 22 En ello concuerda por tanto con la opinión de Lucien Febvre. 19
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de la realidad (el milagro), de una revelación privilegiada de la realidad, de una iluminación inhabitual o singularmente favorecedora de las inadvertidas riquezas de la realidad, de una ampliación de las escalas y categorías de la realidad, percibidas con particular intensidad en virtud de una exaltación del espíritu que lo conduce a un modo de “estado límite”23. Cuando Carpentier apunta que a “Van Gogh [le] bastaba con tener fe en el girasol, para fijar su revelación en una tela”, resalta la importancia de la convicción individual, esto es, de la profunda convicción subjetiva para identificar lo maravilloso en un ámbito determinado. Esto implica que, al menos en cierta medida, la consideración de lo que es maravilloso y de aquello que no lo es depende no sólo de los condicionamientos sociales, sino también de la percepción de cada individuo frente a un hecho o situación particular24. Conforme se ha registrado en páginas anteriores, también en concepto de Carpentier lo asombroso depende de la época. En un tiempo dominado por los medios de comunicación de masas, dice, en el cual el movimiento de la información se caracteriza por su rapidez y universalidad, los eventos melodramáticos cobran una importancia planetaria y desmedida. De acuerdo con ello en el ámbito de la segunda mitad del siglo XX se produjo “una suerte de institucionalización” de los sucesos insólitos como centro de la atención de los medios de comunicación y del público, superadores en horror y truculencia de los eventos que en las sociedades de tiempos anteriores habían concentrado la mirada colectiva. Así, lo maravilloso conlleva el factor del contexto temporal histórico como determinante de su genuina o desmentida naturaleza25. En este sentido Carpentier categoriza hechos violentos, robos y crímenes en general como "lo excesivo, lo sangriento, lo tremebundo". En una palabra: lo melodramático: "Vivimos en época de melodramas -dice- que, gracias a la prensa, a los medios de comunicación de masas, a la rapidez y 23
Carpentier, Alejo. “De lo real maravilloso”, en: Ensayos, La Habana, Letras Cubanas, 1984, p. 77. Carpentier, Alejo. Tientos y diferencias. Op. Cit., p.97. 25 Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Op. Cit., Pp. 25-26. 24
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universalidad de la información, cobran, en este siglo, unas proporciones que jamás habrían alcanzado en el siglo pasado -en caso de haberse producido” 26. En tiempos recientes el melodrama habría adquirido entonces una importancia planetaria. Justamente las desapariciones forzosas, los secuestros, los magnicidios o los asesinatos cometidos en forma “espectacular”, forman parte de un sinnúmero de acontecimientos que, cada vez más repetitivos, han ido concentrando la mirada pública a lo largo del siglo XX: Se han visto, en estos últimos años -ejemplifica- [años 1960 y 1970], sucesos tan insólitos y rocambolescos como el robo del féretro de Charles Chaplin, una hija de multimillonario usando de la metralleta, lentos asesinatos de jefes de gobierno, mutilaciones parciales de grandes industriales para acelerar la entrega de una suma de dinero, secuestros de políticos en plena calle, a la luz de mediodía, robos de bancos realizados por verdaderos equipos tecnificados -eso, para no hablar de padres que van a rescatar a sus hijos, fusil en mano, para sustraerlos a la acción proliferante de sectas raras del tipo de "Moon", sin que evoquemos aquí el increíble suceso del suicidio colectivo de Guyana, acerca del cual mucho queda por saber, todavía, como mucho queda por saber acerca del asesinato del presidente Kennedy27.
En nuestros tiempos, el melodrama es un asunto que de hecho ha envuelto la cotidianidad: Viendo cómo vivíamos en pleno melodrama -ya que el melodrama es nuestro alimento cotidiano- he llegado a preguntarme muchas veces si nuestro miedo al melodrama (tomado como sinónimo de "mal gusto") no se debía a una deformación causada por las muchas lecturas de novelas psicológicas francesas escritas en los primeros años del siglo [XX]. Autores como Anatole France nos enseñaron, evidentemente, a esquivar el melodrama a toda costa 28.
Registra Carpentier, de otra parte, que literatos que han narrado historias en las que se da cuenta de horrendos crímenes, caso de Stendhal en sus Crónicas italianas, han acuñado para el efecto un “estilo notarial”, consistente en no levantar el tono ni demostrar asombro o estupor alguno frente a los hechos relatados, consiguiendo de ese modo captar mayor atención de parte del público 29. 26
Ibíd., p. 25. Ibíd., Pp. 25-26. 28 Ibíd., Pp. 25-27 29 Ibíd., p.26. 27
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Otro de los conceptos que hacen parte del acervo de términos empleados para dar cuenta del asombro es la palabra escándalo. Usualmente se emplea para indicar algo vergonzoso. El diccionario Enciclopedia universal ilustrada la define como “acción o palabra que es causa de que se obre mal, o se piense mal del otro”. Con frecuencia hace referencia a incidentes ampliamente publicitados, que incluyen acusaciones de proceder incorrecto, degradación o inmoralidad. Suele ser sinónimo de alboroto, tumulto, inquietud, ruido, desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo, pasmo, admiración y asombro30. Se trata de un concepto que denota ruptura de esquemas convencionales y término de la estabilidad. Alude a hechos y situaciones que cuestionan, refutan y/o desmitifican un orden previamente establecido, dejando al descubierto nuevas valoraciones e interpretaciones de la realidad o de las “verdades” definidas desde tiempo atrás. Lucien Febvre apunta en ese sentido que hacia mediados del siglo XVI la teoría heliocéntrica31 fue considerada desatinada y escandalosa, pues desde su formulación en la antigüedad nadie se había atrevido a retomarla 32. La noción relativa a lo escandaloso no está sujeta entonces e manera invariable a la desvergüenza o al mal ejemplo, sino asociada además con aquello que contraría el orden imperante en el imaginario colectivo. Recuérdese que para Carpentier lo escandaloso mora en el mundo de lo maravilloso, pues al trastocar la realidad rompe con los condicionamientos sociales de entornos específicos. En el presente estudio la denominación escándalo se asociará hechos que ponen en entredicho viejos paradigmas a la vez que proponen nuevos planteamientos, de tal manera que hacen palpable el grado de variación o inmovilismo de la estructura mental de una sociedad.
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Enciclopedia universal ilustrada. Tomo 20, Madrid, Espasa, 1968, p.642. Propuesta por Nicolás Copérnico planteaba que la tierra era un cuerpo que giraba en torno al sol. 32 Febvre, Lucien. Op. Cit., p. 353. 31
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Por su parte el término asombro constituye un concepto que se entiende como aquello salido de lo común, causa de admiración, susto o espanto. Ejemplo de ello son los hechos que podrían considerarse como insólitos o milagrosos. Para el historiador Jaques Le Goff la noción de asombro está estrechamente vinculada con lo que define como maravilloso, pues en el cristianismo medieval éste último se asimiló con mucha frecuencia a lo milagroso o lo conferido por Dios33. Dentro del imaginario de una sociedad fundamentada sobre rígidos principios cristianos todo aquello que no puede ser explicado por la razón se asume como consecuencia de lo deseado por el “orden divino” 34. Por tanto en el seno de una sociedad altamente religiosa y crédula lo asombroso tiende a ser más común que en aquellos conglomerados sociales en los que impera el principio de la razón, esto es, en las sociedades modernas. El asombro es también un concepto que denota sorpresa y que adquiere sentido en cuanto se materializa algo que se había pensado “imposible ”35. La revaluación continuada y progresiva de esos supuestos “imposibles” es precisamente lo que permitió a los hombres del siglo XX ir comprendiendo cada vez mejor al universo, a partir del cabal conocimiento de leyes físicas y químicas, conforme a las cuales la luz de la razón dictamina aquello que tendrá o no cabida en el mundo de lo posible y lo real. Los conceptos, según puede apreciarse, no cambian en su esencia. Lo que va cambiando es más bien los contextos sociales en los que las colectividades interactúan dando pie, entre otros, a fenómenos como las artes, las instituciones, la moda, la ciencia, la tecnología, etc.
33
Le Goff, Jaques. Op. Cit., p. 19. Le Goff, Jaques. Op. Cit., p. 13. 35 Febvre, Lucien. Op. Cit., p. 382. 34
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B. Desde el periodismo y la sociología En las áreas del periodismo y la comunicación social se han efectuado múltiples estudios, que esbozan un amplio abanico de posibilidades con relación a la adopción de prensa, folletos, revistas y demás tipos de publicaciones como fuentes para el desarrollo de labores investigativas. El aporte del periodismo al presente trabajo adquiere significación en la medida en que esta disciplina se preocupa, aparte de informar, por comprender la incidencia que las noticias publicadas alcanzan. Esto es, la repercusión social de los diferentes géneros y estilos periodísticos empleados para dar a conocer un evento considerado noticioso. En las sociedades con rasgos modernos la prensa se insertó en el mercado como un producto de consumo de masas. Por este motivo los diarios incluyeron más bien tempranamente en sus páginas anuncios publicitarios, instrucciones pedagógicas, críticas literarias, eventos sociales y culturales e información referente a sucesos trágicos, entre otros. Esto da cuenta de un mercado caracterizado por demandar información que en general evidencia la tendencia a satisfacer los intereses de los lectores. En el libro Historia y crítica de la opinión pública, escrito por el sociólogo alemán Jurgen Habermas, puede apreciarse dicha intención: “El tráfico de noticias -anota- se desarrolla no sólo en relación con las necesidades del tráfico mercantil: las noticias mismas se han convertido en mercancías” 36. Comentando la valoración por parte del público de los acontecimientos que constituyen la materia prima de los medios de comunicación masiva, refiriéndose al contexto de las sociedades masificadas del siglo XX Carpentier apunta que “los mass-media, la prensa, el cine, los comics, nos ponen cotidianamente en contacto con el suceso colectivo que minimiza cada día más el pequeño percance
36
Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. México, G. Gili, 1986, p. 59.
20 personal”37. De ahí que los medios de comunicación otorguen preferencia a la información relativa a lo que afecta o resulta interesante a las colectividades, al tiempo que minimizan lo atinente a lo personal, esto es, a los acontecimientos concernientes a cada individuo. Ello hace que este último tipo de acontecimientos resulte sobremanera llamativo al ser registrado en los medios, dada su singularidad en medio de un mar de grandes eventos, de eventos inherentes a lo colectivo. El libro Géneros periodísticos informativos 38 escrito por Carl Warren, sostiene que dependiendo del realce que se busque darle a cierto evento, los periodistas suelen apelar a estrategias gramaticales elaboradas a partir de calificativos capaces de generar mayor o menor reacción frente al hecho tratado. Así mismo la utilización u omisión de imágenes ilustra sobre el escenario en el que se desenvolvieron los acontecimientos, pero adicionalmente puede orientarse a generar un impacto negativo o positivo entre los posibles lectores de la noticia. En otras palabras, para cada tema a desarrollar se propone un acento, un tono con intencionalidades variables. La sociología concuerda con esta preocupación del periodismo 39. De hecho la “Teoría de los efectos” propuesta desde los estudios sociológicos a mediados del siglo XX, proporcionó nuevos elementos a tomar en cuenta para analizar con rigor la intención de un medio de comunicación en el momento de divulgar un hecho noticioso40. Posteriormente, la “Teoría de los efectos limitados” -formulada a partir de la “Teoría de los efectos”-, también se preguntó por la influencia que los medios de comunicación consiguen tener sobre el público, pero, a diferencia de su antecesora, postuló que las personas se dejan persuadir por los medios sólo si así lo quieren. De ese modo la “Teoría de los efectos limitados” dejó de asumir al 37
Carpentier, Alejo. "Conciencia e identidad de América", en: La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, 2ª edición, Op. Cit., p. 151. 38 Warren, Carl N. Géneros periodísticos informativos. Barcelona, A. T. E. 1975. 39 Véase por ejemplo: De Moragas, Miguel. Sociología de la comunicación de Masas, Barcelona, Gustavo Gili, 1979, Pp. 27-28. 40 Botero Salazar, Cristina. “Comunicación 1940-1960 positivismo lógico, teoría de los efectos y planificación” en: Paginas Revista Académica e Institucional de la U.C.P.R. Pereira, No 62, Mayo 2002, p. 11.
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público como un cuerpo homogéneo, y comenzó a entenderlo como un conglomerado heterogéneo compuesto por diferentes grupos capaces de decidir, en grados variables, qué es lo que quieren saber y cómo y cuándo verlo 41. Desde esta perspectiva el público puede entonces cambiar de canal de televisión, de emisora, o puede apagar los aparatos de los que se sirven los medios para conseguir audiencia. La “Teoría de los efectos limitados” se esfuerza por explicar el gusto de cierto grupo poblacional por determinadas emisoras, o por consumir ciertos periódicos y/o revistas reconocidos por géneros y formatos específicos. Según expone, al analizar la noticia en sus elementos constitutivos, es posible vislumbrar características particulares de la sociedad en la que dicha noticia tiene lugar. El impacto social que una noticia logra generar proviene pues, al menos en parte, del interés de las gentes por informarse. Dicho interés puede otorgar mayor o menor preeminencia a las noticias de corte sensacionalista, variando según los rasgos sociales dominantes. El artículo “La prensa amarilla en América Latina” 42 escrito por Sandro Mascassi Lavander, muestra como el impacto social generado por una noticia puede ser fruto del sensacionalismo, pero también puede no serlo. En palabras de este periodista: No sólo la violencia criminal logra una cobertura sensacionalista: todo conflicto puede ser relatado desde la retórica sensacionalista, es decir, que el sensacionalismo puede permear toda la vida cotidiana de los personajes representados, por más insignificantes que sean, y por lo mismo la relación de espejo que se establece viene a ser a veces más importante que las estrategias discursivas y de diagramación que estos diarios ofrecen43.
41
“Teoría del conductismo o efectos limitados”, [on line ] http://www.lablaa.org/blaavirtual/ayudadetareas/periodismo/per28.htm. [Consulta: 15/08/2004] 42 Mascassi Lavander, Sandro. “La Prensa amarilla en América Latina” en: Chasqui - Revista Latinoamericana de Comunicación. Quito. No 77, Marzo, 2002. 43 Ibíd., p. 17.
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El sensacionalismo parece favorecer la percepción del mundo en términos de conmoción permanente, conmoción que dificulta la identificación, el conocimiento y el debate sobre los conflictos cotidianos44. El concepto sensacionalismo se relaciona con el de amarillismo, el cual, también tiene un alto grado de correspondencia con el término periodismo de tinta roja. El amarillismo y la crónica roja tienen características similares y no gozan de buena reputación ni en el medio periodístico ni entre el público, ya que generalmente se les considera una mala forma de llevar a efecto la labor informativa. La diferencia entre ambos tipos periodísticos radica en que la crónica roja se utiliza para denotar la narración de un suceso específico, en tanto que el amarillismo sirve como rotulo para etiquetar todo un género de prensa, revistas o programas de televisión. Ambos conceptos convergen, usualmente, en dar cuenta sobre hechos en los que está implícito algún modo de violencia que rompe con lo que se considera como común. Mascassi amplía al respecto: Este periodismo se ejerce a través de la exageración, distorsión y la mentira, estamos, eso sí, frente a un proceso de horizontalidad del rostro, del territorio y del discurso de los sectores populares. La prensa amarilla en este contexto da cuenta de los segmentos más desagregados de nuestras sociedades 45, incentivando el morbo, el entretenimiento perverso, construyendo comunidades de significación alrededor de la farándula y el vedettismo. Ciertamente el fenómeno de la prensa amarilla debe leerse como un fenómeno social que no se agota con un enfoque satanizador de la respuesta del mercado, el cual, tiene que ver con los procesos de significación que las grandes mayorías hacen de la vida cotidiana y de su ubicación en las ciudades 46.
El periodista José Luís Arteaga propone por su parte en el artículo titulado “La nota roja en los noventas”, la siguiente caracterización de la crónica roja: “Ahí caben los relatos acerca de actos criminales, catástrofes, accidentes o escándalos en general, 44
Martini, Stella. “El Sensacionalismo y las Agendas Sociales” en: Diálogos de la Comunicación. Lima. No 55, junio, 1999, p 57. 45 El subrayado es mío. Guardando las proporciones, Mascassi coincide en cierto modo con lo propuesto por el medievalista Jaques Le Goff, ya que este centra también su atención en los grupos marginados de la sociedad. En ese sentido Mascassi avala los puntos de vista del historiador francés como útiles para la comprensión de lo que causa maravilla o asombro en sociedades y momentos diferentes Medioevo europeo. 46 Mascassi Lavander, Sandro. Op., Cit., Pp. 17 – 18.
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pero expuestos según un código cuyos elementos más identificables son los encabezados impactantes, las narraciones con tintes de exageración y melodrama, entre otros”47. Se puede asumir entonces que la propuesta del sensacionalismo es mostrar antes que aportar o demostrar, o conmover antes que reflexionar sobre problemáticas que cruzan los ámbitos de lo privado y de lo público. De una u otra forma los personajes exóticos despiertan la curiosidad por todo aquello que se encuentra alejado del sentido común o de un universo verosímilmente analizado. Y este tipo de discurso vende porque los “otros”, lejanos, tan diferentes a “nosotros”, protagonizan hechos coloridos, pintorescos, aterradores o moralizadores48. Decir que “X” o “Y” medio de comunicación es amarillista es, en pocas palabras, decir que es inescrupuloso, que carece de ética, de responsabilidad social, pero, sobre todo, que se aprovecha del dolor o los malos momentos de otros para lograr audiencia y obtener beneficios económicos. Son muchos los debates al respecto, y aunque la definición es claramente negativa el problema radica en que el público, a pesar de que profiere frecuentes exclamaciones en contra del periodismo amarillista o de tinta roja, continúa demostrando a la hora de elegir los medios que consume que esa clase de periodismo vende a pesar del poco o ningún esfuerzo crítico con el que es realizado. La curiosidad de las personas prevalece así a todas luces. Para comprender el efecto logrado en determinada sociedad por las noticias amarillistas o las crónicas rojas, resulta adecuado observar y analizar las opiniones convergentes o divergentes entre las personas informadas acerca de un evento en particular. Para el efecto resulta clave el concepto de “opinión pública”, pues ayuda a determinar el impacto social que cierto hecho genera cuando las costumbres de una población son puestas en cuestión.
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Arriaga Orneas, José Luis. “La nota roja en los noventa” en: Revista Mexicana de Comunicación, México, Volumen XIV, No. 75, Mayo – Junio 2002, p. 41. 48 Martini, Stella. “El Sensacionalismo y las Agendas Sociales”. Op. Cit., p 59.
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Habermas plantea que dicho concepto tiene sentidos e implicaciones que suelen escapar a las consideraciones poco reflexivas. Los análisis llevados a cabo por Habermas muestran la diversidad de fenómenos a los que alude dicha expresión, así como su estrecha relación con la dinámica del poder y con los sucesos políticos, nexo menos obvio y más complejo de lo que suele pensarse 49. Este autor delimita el concepto de "opinión pública" con relación al "espacio público", dando a entender por este último: El ámbito de la vida social, en el que se puede construir algo así como opinión pública. La entrada está fundamentalmente abierta a todos los ciudadanos. En cada conversación en la que los individuos privados se reúnen como público se constituye una porción de espacio público. Los ciudadanos se comportan como público cuando se reúnen y conciertan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar y publicar libremente su opinión, sobre las oportunidades de actuar según intereses generales50.
En otras palabras, el concepto de “opinión pública” es para Habermas la discusión de asuntos públicos que se produce entre las personas que integran una sociedad de tipo moderno. En opinión de la periodista Luisa Santamaría dicho concepto puede definirse mejor como la suma teórica de las opiniones sostenidas por un público en cierto momento51. Ahora bien, su colega Ana María Miralles sugiere que la “opinión pública” se encuentra determinada por los efectos que una noticia genera en un lector o varios de ellos52, aspecto en el que su propuesta de definición puede complementarse con las aportadas por Santamaría y por Habermas. En los tres casos se presupone que la circulación de información conlleva efectos sociales. En concordancia con lo anotado se asume aquí que la “opinión pública” implica el acumulado de opiniones, expresiones y acciones que genera una noticia sobre un conglomerado de personas informadas.
49
Habermas, Jurgen. Op, cit., Pp. 261-268. Ibíd., Pp. 190. 51 Santamaría, Luisa. El Comentario Periodístico: Los Géneros Persuasivos. Madrid, Editorial Paraninfo, 1990, p. 47. 52 Miralles, Ana María. Periodismo, opinión pública y agenda ciudadana. Bogotá, Norma, 2002, Pp. 115-116. 50
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Para sustentar las hipótesis a desarrollar en este trabajo investigativo se acogieron diversos postulados tanto de la “Teoría de los efectos” como de la “Teoría de los efectos limitados”. Como se verá a continuación, ambas se aplicaron al analizar el contenido de las noticias seleccionadas de periódicos como El Colombiano y El Correo, aparte de fuentes complementarias como textos históricos, artículos de revista, novelas, crónicas y testimonios de personas que fueron testigos de sucesos ocurridos a lo largo del período estudiado.
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METODOLOGÍA Y FUENTES 1. Sobre la metodología Como primera consideración debe señalarse que este trabajo sigue una metodología cualitativa. Las hipótesis que se tratan de sustentar están sujetas al análisis de categorías temáticas, otorgando mayor significación a tópicos específicos -esto es, a formas tipológicas-, que al volumen de noticias referentes a los hechos y situaciones de carácter social, cultural, urbanístico, trágico, etc. acontecidos y/o comentados local y nacionalmente. Este trabajo constituye, según el conocimiento disponible, la primera reflexión de carácter histórico que intenta abordar el tema del asombro en la sociedad medellinense de la segunda mitad del siglo XX. Cabe resaltar que no pretende agotar la materia, sino, por el contrario, invitar a la realización de futuras investigaciones que profundicen los aspectos esbozados. Inicialmente se consultaron fuentes secundarias y unas cuantas orientaciones teóricas básicas sobre la materia. Seguidamente se plantearon varias hipótesis de trabajo, entre las cuales merecen destacarse las que a continuación se enumeran: 1. Si bien el asombro constituye un fenómeno social presente en todas las sociedades y épocas, varía adaptándose a las condiciones particulares de unas y otras. Por tanto los hechos y situaciones que más impacto o asombro generaron entre los habitantes la Medellín de la segunda mitad del siglo XX, deben haber guardado cierta correspondencia tanto con características presentes en dicho medio social como con las formas de circulación de la información que allí prevalecían. 2. Es dable presuponer que en lo concerniente a lo que socialmente es causa de asombro, éste se nutre del interés del medio periodístico que lo propone como materia a tratar, pero de igual manera se alimenta de las expectativas
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del público que a él acude. En el caso estudiado se trataría entonces de una relación de doble vía o que reviste un carácter de reciprocidad (“Teoría de los efectos” y “Teoría de los efectos limitados”). 3. En tanto categoría de análisis el asombro podría asemejarse a una “ventana” que permite apreciar cualidades de la sociedad sometida a examen. Si se asume como punto de partida lo enunciado por las teorías “de los efectos” y “de los efectos limitados”, y si se considera que el marco temporal seleccionado es la segunda mitad del siglo XX (tiempo de notables avances científico-tecnológicos y de penetración de cierto grado de modernidad política y secularización social en Colombia), ciertos valores inmanentes al cuerpo social (de la Medellín de la época) habrán determinado las particularidades del asombro allí vigente. Debió producirse entonces algún choque entre los valores de una sociedad todavía regida por cánones cristianos propios de un entorno rural, esto es, una sociedad de tipo tradicional, y aquella en trance de masificación. Lo que maravilla o asombra debe correlacionarse pues, a juzgar por lo argumentado por Febvre, con el cuestionamiento al orden establecido en el imaginario colectivo. Las innovaciones tecnológicas disponibles debieron tener así indudables consecuencias sobre la cotidianidad de las gentes, haciendo posibles comodidades y situaciones antes impensables que rompían con formas de sociabilidad, imaginarios y tradiciones. Tal situación debió generar nuevos mercados culturales y con ellos nuevas posibilidades de asombro y de reinterpretación -y re-creación- de ese asombro. Es de esperarse por tanto que, como Carpentier apunta, en medio de “un tiempo dominado por los medios de comunicación de masas” o contexto en el que “el movimiento de la información se caracteriza por su rapidez y universalidad”, los eventos melodramáticos y truculentos hayan cobrado de hecho una importancia que no alcanzaron en tiempos previos.
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4. En tal sentido en la sociedad medellinense de la segunda mitad del siglo XX, se auscultarán ciertas convenciones sociales orientadoras del asombro en calidad de “patrones” o “guías” del mismo. Igualmente, se piensa como hipótesis de partida que será posible detectar si ese asombro conllevó repercusiones puntuales, o, en palabras de Carpentier, acciones concretas y verificables motivadas por creencias del momento. A continuación se procedió a tomar una muestra de información presente en dos periódicos vigentes durante la segunda mitad del siglo XX. Allí se procuró rastrear el asombro seleccionando noticias evidenciadoras de gran impacto. Al mismo tiempo se trató de establecer cómo el asombro iba dando cuenta de condiciones propias de la sociedad en que se originaba. Se echó mano de hechos noticiosos sucedidos bien en la comarca o bien en el resto del país, en los que ya fuera por lo llamativo de los titulares, por lo peculiar del contenido de cada artículo, o por referencias históricas allí conducentes, se advierten una sensación social de asombro y la capacidad de satisfacer esa curiosidad. El primero de dichos periódicos, El Correo, circuló hasta 1965, y el segundo, El Colombiano, durante toda la segunda mitad del siglo XX. La muestra se extrajo de manera aleatoria, examinando la información que figura en la prensa cada dos, tres o cinco años. En otras palabras, no se hizo un rastreo año a año del período sometido a estudio, sino que se tomó un muestreo dotado representatividad cualitativa, lo que significa que su elaboración se rigió por parámetros de comprensión y de pertinencia. En cada uno de los intervalos examinados se revisaron tres meses consecutivos, para seguir el rastro de un hecho cualquiera y analizar el tratamiento que de él se hizo. Esto con el fin de observar la trascendencia de los hechos, para poder visualizar la continuidad o discontinuidad que un suceso o coyuntura generó en medio del período estudiado. En un primer momento las noticias se consignaron en fichas catalográficas, en las que se agruparon y clasificaron por categorías definidas en razón a la naturaleza
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temática del hecho noticioso. Así se facilitó el análisis y la cuantificación de éstos. En la realización del proceso de clasificación descrito se pensó siempre en la posibilidad de ir realizando los acomodos que la misma información recopilada fue demandando en cuanto a la apertura de categorías de análisis adicionales. Una estudiosa de la investigación cualitativa como Maria Eumelia Galeano Marín expresa la validez de este procedimiento en los siguientes términos: “la búsqueda es abierta en el sentido de que ni siquiera en la primera de las tendencias se asume la categorización inicial como un marco conceptual cerrado, sino, que se presentará simplemente como un punto de referencia que orienta la construcción teórica y la comprensión de la realidad”53. Las noticias catalogadas, cuya cifra ronda las 1.370, divergen en su naturaleza temática: unas aluden a la llegada de adelantos científicos y tecnológicos al país o a la ciudad, -o inclusive se refieren al surgimiento de dichos adelantos por vez primera para el servicio de la humanidad-; otras aluden a desastres naturales; las hay que comentan asuntos de sangre como asesinatos, robos, peleas, etc.; y se encuentran también las que describen festivales culturales. Aún en su carácter divergente todas las noticias tienen algo en común: el asombro y curiosidad que generaron entre los medios informativos y en la sociedad en la que tales medios operaban. Después de recoger, agrupar y clasificar las informaciones descritas, se procedió a verterlas en una matriz con la cual facilitar el procesamiento de la información recolectada54. Esto se hizo siguiendo los mismos parámetros que se utilizaron en un primer término para efectuar el rastreo de la información y su consignación en fichas.
53
Las razones que justifican el carácter con que se ha definido este trabajo provienen de las consideraciones que en torno a la investigación cualitativa ha desarrollado María Eumelia Galeano Marín en su obra: El diseño en la investigación social cualitativa, documento empleado para labores docentes por su autora en la Maestría en Ciencia Política, mayo de 2001, Instituto de Estudios Políticos, U. de A., p.11. 54 Como anexo al presente trabajo se adjunta CD con la base de datos extractados de prensa.
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El procesamiento reveló en una primera instancia los contornos característicos del objeto de estudio. Esta revelación condujo de manera simultánea a la escogencia de un cuerpo conceptual inicial, que como se ha indicado más arriba, a la postre, terminó denominándose Referentes conceptuales básicos, título bajo el cual se incluye en el presente texto. En lo que respecta a los perfiles propios del objeto de estudio, cuya sustancia constitutiva es sin dudas la muestra, resultó posible observar en ella la gran presencia de unos temas por sobre otros en un tiempo específico, llámese días, semanas, meses, años, e incluso décadas; igualmente, el cuidado o marcado interés con que los periódicos dieron a los sucesos un titulo o encabezamiento con el cual capturar la atención del público lector. La profesora María Eumelia Galeano explica las características de una muestra como la seleccionada en los siguientes términos: La muestra se refiere a los conjuntos, a su estructura y a su génesis, es decir, se pretende incluir todos los componentes que reproduzcan mediante su discurso y su comportamiento las relaciones y dimensiones relevantes. El diseño de la muestra pretende localizar y saturar el espacio discursivo sobre el tema a investigar, develar todas las lógicas y racionalidades existentes con la comprensión de sus relaciones y de las condiciones en las que se producen. El diseño intenta saturar la estructura, es decir los lugares de producción y circulación de los diferentes discursos55.
La muestra inicial se fue ajustando de acuerdo con el desarrollo del proceso investigativo, a las condiciones del contexto y a la dinámica de la realidad objeto de análisis56, esto dado que el diseño cualitativo permite que el criterio de selección sea de comprensión y de pertinencia y no necesariamente de representatividad estadística57. La profesora Galeano así lo enuncia en el párrafo que sigue:
55
Galeano Marín, María Eumelia. El diseño en la investigación social cualitativa, documento presentado en la Maestría en Ciencia Política, mayo de 2001, Instituto de Estudios Políticos, U. de A., p.6. 56 Ibíd., p.8. 57 Ibíd., p.6.
31 Las muestras se seleccionan con criterios de representatividad cualitativa (conocimiento, experiencia, significado del lugar o del momento, motivación para participar en el estudio, oportunidad y condiciones de desarrollo de la investigación) y en relación estrecha con los propósitos de la investigación. Las muestras son, por tanto, selectivas, pocos casos pueden ser suficientes ya que interesa la profundidad no la cantidad de información ni su representatividad matemática. “El procedimiento de muestreo se dirige mediante conocimientos que surgen progresivamente sobre lo que es importante y relevante” [...] 58.
Luego de vaciar la información recopilada en la matriz, vino entonces la tarea de diseñar los capítulos que darían cuerpo al presente trabajo. Como se ha registrado, al acometer esta tarea un primer criterio fue establecer cuáles fueron los elementos que variaron o permanecieron durante el periodo examinado. Así mismo pudo saberse cuáles de las categorías que permiten hacer una lectura del asombro en la sociedad medellinense de la segunda mitad del siglo XX, tenían mayor o menor significación durante un lapso de tiempo determinado, ya fuese un lustro o una década. El paso siguiente o momento en este propósito de construcción de los capítulos, estuvo dedicado a observar en detalle las interacciones que se llevaban a cabo entre la naturaleza del hecho noticioso motivado por el asombro, y las repercusiones que este mismo suceso tuvo sobre la sociedad. Por ejemplo, la creación de la píldora anticonceptiva se registró en la categoría de adelantos científico–tecnológicos, pero además, igual o mayor atención merecieron las transformaciones sociales que se derivaron de su aplicación (el rol de la mujer en la sociedad, por ejemplo). Las dos últimas fases de este proceso investigativo se desarrollaron prácticamente de manera simultánea. Una de ellas consistió en decidir la estructura más apropiada para los capítulos, y otra en dotar de una contextualización suficientemente a la información recabada.
58
Ibíd.
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Con relación a lo primero se dispuso por décadas, y en el interior de cada una de ellas se ajustaron diversas categorías (según la mayor o menor relación que presentaban con cada década). En lo que se refiere a la otra fase, se recurrió a textos históricos, novelas, crónicas, reportajes y artículos de revistas. Textos en fin, con los que historiadores, sociólogos, escritores y periodistas no sólo informan sino que también bosquejaron los rasgos generales del panorama local y nacional durante la segunda mitad del siglo XX. A este tipo de materiales se acudió con un doble propósito: enriquecer el contexto que es obligado recrear en un trabajo de esta naturaleza, y también, de paso, para observar en ellas manifestaciones del asombro y de la sociedad en la cual aquel tuvo lugar. 2. Sobre las fuentes A continuación se ofrece una descripción de las distintas obras que contribuyeron a la construcción del contexto histórico necesario para ambientar el tema que aquí se trata. Lo anterior se justifica por el hecho -ya mencionado- de que también se acudió a ellas con la intención de apreciar expresiones del asombro y, a la vez, hacer una lectura de la sociedad en la que éste tuvo efecto. Para apreciar y dibujar en sus rasgos generales los principales fenómenos que comprenden el último medio siglo, dos obras fueron de gran utilidad: la Historia del siglo XX del inglés Eric Hobsbawm 59 (para dar cuenta del contexto del mundo occidental), y Latinoamérica las ciudades y las ideas, del historiador argentino José Luis Romero60, (texto ilustrativo del contexto latinoamericano). Los capítulos “La revolución social”, “La revolución cultural”, y “El tercer mundo”, de la Historia del siglo XX presentan un amplio panorama sobre la situación 59
Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Barcelona, Crítica, 2003. Para ampliar el panorama en el plano internacional véase además: Procacci, Giuliano. Historia general del siglo XX. Barcelona, Crítica, 2001. 60 Romero, José Luís. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1999.
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económica, política, social y cultural del mundo occidental durante los últimos cincuenta años del siglo pasado. Así mismo, sumamente apropiada resulta la obra de Romero, pues el capítulo final titulado “Las ciudades masificadas”, permite conocer y comparar el contexto político, social, y cultural de ciudades capitales y ciudades intermedias de América Latina a lo largo de tres cuartos del siglo XX. Como complemento a estas dos obras de notable carácter interpretativo, se recurrió a otras de naturaleza más bien orientada a la divulgación. Así por ejemplo Crónica del siglo XX61, especialmente en sus volúmenes III y IV, permite hacer un paneo general de los acontecimientos que marcaron el acontecer de la segunda mitad del siglo XX en el planeta. Durante esos años, en correspondencia con el contexto histórico internacional, el nacional fue cubierto consultando la Nueva Historia de Colombia, obra colectiva bajo la dirección de Álvaro Tirado Mejía 62 que resultó oportuna para hacer una lectura del país antes, durante y después del Frente Nacional (especialmente los volúmenes II, IV, VII y IX). La investigación coordinada por el historiador Rodrigo de J. García Estrada sobre la gestión del Concejo de Medellín a lo largo del siglo XX, permite por su parte apreciar la transformación del paisaje urbano de la capital antioqueña a lo largo de la centuria pasada. En especial los últimos cuatro capítulos del libro El Concejo de Medellín. Protagonista del desarrollo de la capital antioqueña 1900-1999 63, en tanto se ocupan del último medio siglo, proporcionan una mirada panorámica sobre el devenir de la ciudad en ese período.
61
Golvano, Carmen, y Otros. Crónica del siglo XX. 4 Vols. Barcelona, Plaza & Janes, 1986. Tirado Mejía, Álvaro. (Dir.), Nueva Historia de Colombia. 11 Volúmenes, Bogotá, Planeta, 2001. (se trata de una edición ampliada de la que con 9 volúmenes se publicó originalmente en 1989). Para ampliar y complementar el contexto nacional de la segunda mitad del siglo XX, puede remitirse a los capítulos “País de ciudades”, del y “Orden neoconservador al interregno” en: Palacios, Marco, y Safford, Frank. Colombia país fragmentado, sociedad dividida. Bogotá, Norma, 2002. 63 García Estrada, Rodrigo de J. (Coord.), El Concejo de Medellín. Protagonista del desarrollo de la capital antioqueña. 1900 – 1999. Medellín, Instituto Técnico Metropolitano, 2000. 62
34 El libro Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín. Cien años haciendo ciudad 64, también de García Estrada resultó ser un importante referente que ayudó a sustentar los sucesos concernientes al desarrollo y crecimiento de la ciudad de Medellín durante el periodo historiado. Temas como la instauración de servicios públicos, el ornato y embellecimiento de la ciudad, celebraciones de efemérides, inauguración de importantes teatros, museos, y escenarios deportivos son algunos de los tópicos que permiten apreciar cómo los proyectos adelantados por la Sociedad de Mejoras Públicas modificaron el paisaje urbano de la “Capital de la montaña”. Para delinear el contexto histórico local también fue tenido en cuenta el trabajo de Fabio Botero Gómez Cien años de la vida en Medellín65, especialmente su segunda parte. Este texto profundiza principalmente en el carácter vivencial de esa transformación del paisaje urbano y en la incidencia que ello conllevó en la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad. Otro significativo texto que ayudó a bosquejar el panorama urbano y cultural de la “Capital de la montaña” durante el periodo abordado, fue Historia de Medellín, dirigido por el historiador Jorge Orlando Melo. Especialmente en el segundo de sus volúmenes reconocidos historiadores y estudiosos sociales como Fabio Botero Gómez, Luís Fernando Molina Londoño, Manuel Bernardo Rojas, y Ana María Jaramillo, entre otros, abordan temas como la planeación y el desarrollo de la ciudad, la arquitectura del valle del Aburrá, la cultura popular, la criminalidad y violencia en Medellín. Así mismo, la historiadora Patricia Londoño Vega con su libro Breve historia de Antioquia66 recrea episodios de la vida cotidiana de los habitantes de Medellín. En 64
García Estrada, Rodrigo de J. Sociedad de mejoras públicas de Medellín. Cien años haciendo ciudad. Medellín, Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, 1999. 65 Botero, Fabio. Cien años de la vida de Medellín, 1890-1920. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998. 66 Londoño Vega, Patricia. Breve historia de Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001.
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esta obra los capítulos que abarcan los últimos cincuenta años del siglo XX sirvieron en efecto para brindar contexto a la materia en que centra su mirada este trabajo. También el libro Medellín. Las subculturas del narcotráfico 67, escrito por Alonso Salazar –actual alcalde de Medellín- y Ana María Jaramillo, permitió aclarar dudas sobre el fenómeno del narcotráfico y el sicariato. En dicho texto, el autor efectúa un recorrido cronológico a lo largo del siglo XX, explicando los diferentes tipos de violencia que se han manifestado en la historia nacional. Su interés de centra en las décadas posteriores a los años setenta y ochenta, momento en que el fenómeno del narcotráfico se agudizó y permeó las diferentes esferas sociales de la ciudad. El inédito “Almanaque histórico de Medellín”, realizado por el historiador Luís Fernando Molina Londoño, fue así mismo importante para la precisión del contexto local. En éste pudo hallarse información sobre censos, desastres naturales o eventos políticos. Así mismo se encontraron en él datos sobre la inauguración de la infraestructura de la ciudad, empresas, universidades y centros comerciales. En diversas obras de la literatura antioqueña, se retratan, por otra parte, los choques de modos y costumbres presentes entre campesinos y citadinos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Fenómenos históricos que tuvieron lugar durante el período sometido a estudio figuran registrados en dichos textos. Entre los principales pueden mencionarse los siguientes: la drástica transformación del paisaje urbano de Medellín -que se sobrecogedora a partir de la década de 1950-; la revolución cultural expresada en el hippismo y en el Festival de Ancón (durante las dos décadas siguientes); y el tiempo del narcotráfico (en las décadas de los años ochenta y noventa). Algunas de las obras literarias que permitieron recrear estos contextos fueron Los días azules de Fernando Vallejo, Sentir que es un soplo la vida de Juan José Hoyos, Medellín es así de Ricardo Aricapa, y No nacimos pa´ semilla de Alonso Salazar. 67
Salazar, Alonso y Jaramillo, Ana María. Medellín .Las subculturas del narcotráfico. Bogotá, CINEP, 1996.
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Una novela como Una mujer de cuatro en conducta 68, escrita por el abogado y periodista antioqueño Jaime Sanín Echeverri, permite conocer de primera mano aspectos de la sociedad que vivió en Medellín en la primera mitad del siglo XX. Es, sin lugar a dudas, una de las descripciones mejor logradas sobre la capital antioqueña para las décadas de 1930 y 1940, debido a que recrea el cambiante paisaje urbano. De igual forma, también ambienta modos, usos y costumbres característicos de los habitantes de la ciudad y de las personas procedentes de las áreas rurales circundantes69. Con relación a otra época pero haciendo alusión también a la recreación de contextos, algunos textos elaborados en la colonia y durante el primer siglo de vida republicana permiten ambientar los modos, usos y costumbres de la sociedad de la época. Obras como El Carnero de Juan Rodríguez Freyle; Historia e historias de Medellín. Siglos XVII-XVIII-XIX, de Luís Latorre Mendoza; Cosas viejas de la Villa de la Candelaria de Lisandro Ochoa; Reminiscencias de Santafé y Bogotá de José María Cordovez Moure; El Carnero de Medellín del Cojo Benítez; o El crimen de Aguacatal de Francisco de Paula Muñoz, sirven para este propósito, pero sobre todo, permiten observar qué tipo de sucesos generaban asombro en una sociedad dada en un momento concreto.
68
Sanín Echeverri, Jaime. Una mujer de cuatro en conducta. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1995. 69 No se desconoce aquí ni la importancia ni la validez de la obra de Tomás Carrasquilla para apreciar los modos, usos y costumbres propios de las gentes de la ciudad y el campo antioqueños en los albores del siglo XX. Se prefirió acudir a la obra de Sanín Echeverri, simplemente, por la mayor proximidad temporal de los temas que retrata con la periodización propuesta para la presente investigación.
37
ESTADO DE LA CUESTIÓN 1. El fenómeno social del asombro como preocupación histórica: un tema propio del interés de los medievalistas El asombro como categoría propia de los estudios históricos, como tema o fenómeno
susceptible
de
ser
comprendido
históricamente,
se
desarrolla
principalmente en las obras de los historiadores medievalistas de origen francés adscritos a la Escuela de Annales. Para los propósitos de este trabajo nos concentraremos en Georges Duby, Jaques Le Goff, Lucien Frebvre y Philippe Aries. A manera de consideración general, debe anotarse lo que el historiador Georges Duby resalta el hecho de que la memoria sólo retiene lo excepcional 70. Aunque Duby alude a una memoria de carácter histórico, más precisamente a la que construyen las sociedades a partir de documentos necesarios para su buen funcionamiento (los que conforman los archivos), ello no presupone que esta idea no genere en sí misma el interés por otros temas que amplíen el radio de su consideración inicial. En esa medida se puede decir que lo estimado como “anormal” o “fantástico”, -términos que a su vez indican asombro– acapara la atención de una sociedad. En ese orden de ideas, y como una ampliación o complemento a lo propuesto por Duby, Jaques Le Goff acuñó el concepto de “lo maravilloso” -sinónimo aquí del asombro-, pensando en las sociedades que habitaron el Occidente de la Europa medieval y aplicándolo a todo aquello que entonces se explicaba a la luz de lo sobrenatural71. La primera cuestión, según propone Le Goff sobre “lo maravilloso” -o mirabilia como era conocido entonces-, es precisar la función que dicha noción cumple. Lo
70
Duby, Geroges. Diálogos sobre la historia. Madrid, Alianza, 1988, p. 64. Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1986, p. 18. 71
38 maravilloso compensa la trivialidad y la regularidad cotidiana 72. En el Occidente medieval, regido teológicamente, esto es, por el canon del cristianismo, lo maravilloso tiende a configurar una especie de universo al revés. La sociedad del occidente medieval influenciada por el “‘orden” establecido por la Iglesia, descansaba sobre una tríada de principios, a saber: comunidad sagrada, pureza y normalidad. El primero de ellos, ecclesia, comprende a clérigos y laicos y su función es servir de institución que aglutina, que cohesiona dentro del orden social. Pureza, es un principio que hunde sus raíces en la creencia en la unión indisoluble de cuerpo y alma, y en el papel indicador del cuerpo sobre el estado del alma. Así por ejemplo, la lepra era asumida como signo de pecado. El último de los principios enunciados era el de normalidad, surgido de la asimilación de la naturaleza unitaria de Dios y del repudio de lo mixto: no se puede ser a un mismo tiempo dos cosas distintas: por ejemplo clérigo y laico, animal a medias y hombre (como los monstruos), o civilizado y salvaje. Bajo un orden regido por los principios enumerados es apenas comprensible que la abundancia de comida, la desnudez, la libertad sexual y el ocio constituyan expresiones del asombro, y que en definitiva, pueda entendérseles como una forma de resistencia a la doctrina oficial del cristianismo que permea y da significado a las más diversas expresiones culturales de la Edad Media. Ya se hable de lo maravilloso como lo entiende el medievalista Jaques Le Goff, o de lo asombroso como se asume de manera equivalente en el presente trabajo, de lo que se trata es de concentrar la atención en los acontecimientos, hechos, sucesos, manifestaciones, fenómenos, hitos y/o coyunturas que desafían, cuestionan o contradicen un orden dado. En el caso de la Edad Media europea, los juicios y la sanción social eran mayormente motivados por la sospecha de contravención de lo establecido. El repudio o la exclusión encontraban sustento en el cuestionamiento a la tríada de principios antes mencionados: comunidad sagrada, pureza y 72
Ibíd., p.14.
39
normalidad. Se trataba, en general, de controlar o de excluir a quienes parecían representar un peligro para la “comunidad sagrada”. Dicha comunidad, era una cristiandad cerrada. Vivía en un clima de inseguridad material y mental, tendiendo a la simple reproducción y sospechaba de todos aquellos que parecían amenazar ese equilibrio. Semejante inseguridad generó un modo de pensar maniqueísta que anulaba todos los matices, todas las medias tintas y condenaba las posiciones intermedias. Esto terminó por generar un autoritarismo que sacralizó a las “autoridades” (laicas y eclesiásticas) para oponerlas a las situaciones que iban en contra del “orden divino” 73. Una obra como Sexualidades occidentales74 de Philippe Aries, aporta a la comprensión de lo hasta aquí expuesto. Enriqueciendo más que complementando, este autor propone una cuestión más a considerar para el entendimiento de la sociedad medieval: lo relativo al cuerpo. También se instauró entonces un “orden querido por Dios” que supeditaba la sexualidad a una concepción pecaminosa. Esto es, el cuerpo entendido como el templo del espíritu de Dios, adquiere una connotación sacra, y cualquier acción que implicara movimientos o expresiones salidas de lo común -por ejemplo algunas danzas o morisquetas-, podía ser considerada como actividad pecaminosa 75. Al respecto Le Goff afirma que para la sociedad que habitó el Occidente europeo en la Alta Edad Media, el cuerpo era la prisión del alma. El horror del cuerpo culmina justamente en sus aspectos sexuales. De manera que “la abominación del cuerpo y del sexo llega al colmo”, sobre todo en el cuerpo femenino76. 73
Ibíd., p.132. Aries, Philippe. Sexualidades occidentales. México, Paidos, 1987. 75 Ibíd., p 65. Encuentra esta idea sobre el Occidente medieval correspondencia con la propuesta de Umberto Eco, en su famosa novela El nombre de la rosa, así como con la anotación del profesor Gonzalo Soto Posada de que la cultura que reta a lo establecido reivindica corporalmente “del ombligo humano para abajo”, mientras que la cultura que respeta lo establecido exalta, en términos corporales, las virtudes humanas que como la sensatez y la mesura, residen “del ombligo para arriba”. Soto Posada, Gonzalo. Conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas”, en: Cátedra Abierta Teoría de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, marzo 28 de 2005. 76 Le Goff, Jaques. Op. Cit., p. 41. 74
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Se consideraba en dicho contexto socio-cultural que el cuerpo de la mujer era elegido por el diablo, en la medida en que era instrumento tentador y de invitación al pecado. Por este motivo se prohibía tener relaciones sexuales en tiempo de cuaresma, vigilias, fiestas de guardar y durante el periodo menstrual, de manera que, era causal de escándalo romper dichos códigos morales. Vale la pena anotar que si bien el asombro como tema de interés histórico es indudablemente un legado de los historiadores medievalistas, debe reconocerse el asombro como fenómeno inherente a la sociedad, cualquiera que sea el tiempo o el lugar. Mientras el asombro se encuentre íntimamente relacionado con la inquietud del hombre por comprender lo desconocido, improbable será refutar la anterior premisa. En la Grecia y la Roma antiguas por ejemplo, el asombro fue el motor invisible que impulsó a la creación de los mitos, inicialmente, y de la filosofía y la ciencia, después. Esto permite aseverar que el asombro como fenómeno cultural es en esencia un legado cuyos contenidos perviven en el tiempo como un acumulado. Depende de las sociedades determinar, no siempre de manera consciente, cuáles contenidos del legado son los que en últimas adquieren relevancia y cuáles serán sustituidos por otros77. En concordancia con lo antedicho puede citarse aquí lo que el medievalista Jaques Le Goff expresa sobre el tema en cuestión: Un estudio “histórico” [por ejemplo] de las fiestas podría aportar luz decisiva sobre las estructuras y las transformaciones de las sociedades, sobre todo en los periodos que hay que llamar “de transición”, como la Edad Media que, al fin de cuentas, no lleva ese nombre por casualidad. Podría seguirse por ejemplo la evolución del carnaval como fiesta, como psicodrama de la comunidad urbana,
77
Véase al respecto la explicación del devenir del mundo occidental desde la antigüedad hasta la primera mitad del siglo XX, que el historiador argentino José Luis Romero presenta recurriendo al uso de la categoría de los legados culturales. Es interesante la propuesta con la que pretende explicar el devenir de la cultura occidental. Romero habla de tres grandes “legados”: el romano, el germánico y el hebreo-cristiano, los cuales proporcionan los elementos que en sus innumerables combinaciones han configurado el marco de valores que brindan soporte a las sociedades del hemisferio occidental en los distintos momentos de su historia. Véase: Romero, José Luís. La cultura occidental. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, p. 54. (Texto publicado por primera vez en 1953).
41 fiesta que se constituye en la Baja Edad Media y decae en los siglos XIX y XX al sufrir el impacto de la Revolución Industrial78.
La propuesta de Le Goff de auscultar históricamente el cambio en las sociedades a través de lo que él denomina “psicodramas de las comunidades”, respaldaría abiertamente los propósitos de un ejercicio de investigación como el presente, abocado a cierto nivel de interpretación para la comprensión de un fenómeno cultural -el asombro- expresado en hechos puntuales de la segunda mitad del siglo XX. 2. El asombro: un fenómeno más allá del horizonte cultural del Medioevo europeo Sobre el “orden querido por Dios” se expresa el historiador francés Lucien Febvre en su trabajo El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. Allí expone que, pasada la Baja Edad Media, la idea en mención continuó vigente en la Francia del Renacimiento, época en la que ningún hombre del mundo occidental se escapaba del cristianismo. Esto en palabras de Febvre: “cuando nacía un niño, si vivía, era llevado sin dilación a la iglesia y se le bautizaba […] Cuando un niño moría al nacer o antes de recibir el bautismo, planteaba la grave pregunta ¿será condenado al limbo?, ¿sufrirá la más dura de todas las penas, la de la privación de Dios?”79. Según la tradición cristiana, en tiempos del Renacimiento la Iglesia Católica también dictaminó la exclusión de los honrosos rituales fúnebres para los condenados a muerte, los que morían por los suplicios a causa de crímenes execrables y los suicidas80. Aquellos que incurrían en este tipo de conductas eran considerados quebrantadores del “orden divino”.
78
Valga resaltar cómo aquí el cambio tecnológico afecta la cotidianidad. Dicha variación se expresa en la transformación de un evento que, como la fiesta, de por sí había roto tradicionalmente el entorno cotidiano en un contexto social específico. Le Goff Jaques, Op. Cit., p.139. 79 Febvre, Lucien. El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. México. Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, 1959, p. 296. 80 Ibíd., p. 300.
42
En cuanto a los demás actos de la vida cotidiana debe anotarse aquí que se encontraban permeados por la Iglesia. Incluso la curiosidad por lo exótico era materia en la que ésta tenía injerencia: así, entre 1480 y 1609, plena época del Descubrimiento de América, en Francia se publicaron 35 relaciones de viajes a Tierra Santa, contra 40 de viajes al Nuevo Mundo. Febvre sintetiza esta situación en estos términos: “En suma, todo parece depender de la Iglesia” 81. Páginas atrás se afirmó que el asombro es un fenómeno cultural presente en todo tiempo, espacio y sociedad, y por ende, susceptible de estudiarse históricamente. Conviniendo con ello, y sumándose a lo propuesto por Jaques Le Goff se encuentra la obra del colombiano Mario Germán Romero, América: de lo real maravilloso82. En dicho texto el autor recoge apartes de algunas descripciones elaboradas por cronistas, conquistadores y religiosos sobre el Nuevo Mundo en las que es posible apreciar cómo esos hombres recurrieron a un imaginario de lo fantástico e inverosímil extraído del mundo medieval y antiguo, para explicar las realidades -inéditas para la experiencia europea- presentes en América. Es así como en la flora, fauna, y en el hombre americano, este autor transcribe testimonios que ilustran y a la vez justifican el nombre dado a la obra: “Indios con pie como las cabras”, “Gente con cola”, “Hombres con orejas largas”, “Hombres de un ojo”, “Gente con un ojo en la frente”, “Gentes sin pelo” y “Hombres marinos” 83. Esta obra proporciona elementos para comprender cómo para explicarse el asombro, las personas y las sociedades suelen partir de un bagaje previo. Relatos como estos que dan cuenta de lo maravilloso y lo asombroso tienen también espacio en las líneas del escritor cubano Alejo Carpentier, cuando afirma que a pesar de que las obras medievales adquirían vida personajes insólitos o fuera de lo común, fue en América en donde ese entorno mágico cobró vida y fue cabalmente documentado. Así lo expresa el autor: 81
Ibíd., p. 305. Romero, Mario Germán. América: de lo real maravilloso. Santafé de Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1992. 83 Ibíd., Pp. 76-86. 82
43
Los libros de caballería se escribieron en Europa, pero se vivieron en América, porque si bien se escribieron las aventuras de Amadís de Gaula en Europa, es Bernal Díaz del Castillo quien nos presenta con su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España el primer libro de caballería autentico […] cuando contempla la ciudad de México por primera vez y exclama: […] “Todos nos quedamos asombrados y dijimos que esas tierras, templos y lagos se parecían a los encantamientos de que habla el Amadís.84”
Continuadores de este interés por la idea de América y sus repercusiones en el pensamiento y civilización occidentales son las obras de Edmundo O´Gorman, La invención de América: investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir 85, y Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo: historia de una polémica 1750-1900 86, en las que este bagaje con el que se explica el asombro que suscita el mundo americano es sometido a riguroso y sesudo análisis, dando como resultado interesantes cuestiones que subyacían al deslumbramiento. Gerbi y O´Gorman enriquecen así el campo de preocupaciones que este asunto del asombro puede suscitar en el ámbito intelectual87. El Descubrimiento de América como suceso que despierta el asombro del continente europeo, es al mismo tiempo expresión de un distanciamiento que para entonces se operaba lenta y progresivamente con relación a los valores configuradores del mundo medieval. El historiador argentino José Luis Romero describe así las raíces en las que ese deslinde se asienta:
84
Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A., 1981, Pp. 130-131. 85 Se cita aquí la última versión, corregida y ampliada de esta obra. O´Gorman, Edmundo. La invención de América: investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir. México, Fondo de Cultura Económica, 2004. (La primera edición es de 1958) 86 Gerbi, Antonello. La disputa del nuevo mundo: historia de una polémica 1750-1900. México, Fondo de Cultura Económica. 1982. (La primera edición en castellano es de 1960) 87 Para valorar la importancia de estas obras se recomienda la lectura de los siguientes ensayos del intelectual colombiano Rafael Gutiérrez Girardot: “Problemas y temas de una historia social de la literatura latinoamericana”; y, “La historiografía literaria de Pedro Henríquez Ureña: promesa y desafío”, ambos en: Aproximaciones. Bogotá, Procultura, 1986, Pp. 47–86. Véase también: “La identidad hispanoamericana”, en: Provocaciones, 2ª Ed., Santafé de Bogotá, Ariel, 1997. Esto resulta aplicable al hablar del asombro en las sociedades tradicionales y modernas, que intentan dar explicación o interpretar dicho fenómeno entre sus miembros. Recuérdese que en este sentido, el asombro es una ventana que permite observar que clase de sociedad es la que se está sometiendo a observación.
44 Naturalismo, activismo e individualismo, están en estrecha correspondencia. Casi todo proviene de cierto trasfondo romano que se rebela contra la coerción cristiano-feudal, estimulado acaso por el incitante contacto de culturas que se ha operado y sigue operándose en los siglos XIV y XV. […] El saber de lo natural comienza a inquietar y a medida que se lo persigue comenzará a aparecer la tendencia a descubrir otros sistemas explicativos ajenos a los de la teología […] 88
El mismo autor sostiene, líneas después, que de la mano de esta crisis en las ideas que daban sustento al mundo medieval, generada por fenómenos en el pensamiento como el naturalismo, el activismo y el individualismo, vino también una crisis en el orden social del Medioevo. Así lo expresa el historiador argentino: Acompaña a esta crisis otra que repercutirá intensamente en la vida social. Las clases no privilegiadas retiran su consentimiento al sistema social propio del orden feudal y buscan asegurarse sus propios privilegios. La burguesía [grupo social emergente] y hasta los campesinos no vacilan en tratar de sacudir el yugo que los oprime y en ocasiones apelan a las armas. El derecho que justificaba la primacía de la aristocracia terrateniente, atacado en parte por el derecho romano, es atacado a su vez por las situaciones de hecho provocadas por una burguesía que se enriquece e impone el valor del dinero. Un nuevo derecho comienza a insinuarse, al amparo de nuevas concepciones del poder político que arraigan progresivamente89.
El estado de cosas descrito dio lugar en los siglos posteriores a un panorama social para el cual el mismo Romero proporciona elementos para su clara comprensión. Esta “nueva sociedad” Tiene sus objetivos en el mundo terrenal y se dirige a satisfacer necesidades del hombre: se persigue la gloria o la riqueza. Para lograrla, parece necesario alcanzar el dominio de la naturaleza que la esconde, descubrir métodos, inventar mecanismos, calcular efectos y resultados, encadenar procesos. Esta necesidad coincide con la voluntad de saber y la provee de una nueva dimensión: la dimensión utilitaria. El conocimiento de la naturaleza –utilitario y desinteresado– obsesiona a gente que ha empezado a mirar su contorno con nuevos ojos. […] El goce estético forma parte de los atributos que el hombre se reconoce. Y el hombre comienza a sentirse el más alto valor de la creación, o acaso, para algunos ya, de la naturaleza, en la que se reconoce una realidad última 90.
88
Romero, José Luís. La cultura occidental. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004, p. 54. (Se publicó por primera vez en 1953). Para un conocimiento amplio de este tema véase, además de esta brillante síntesis, dos obras más de este historiador argentino: La revolución burguesa en el mundo feudal. Buenos Aires, Sudamericana, 1967; y, Estudio de la mentalidad burguesa. Madrid, Alianza, 1987. Así mismo, se sugiere complementar con la obra: Von Martín, Alfred. Sociología del renacimiento. México, Fondo de Cultura Económica, 1946. 89 Ibíd. 90 Ibíd., p. 60. El subrayado es mío.
45 Esta realidad, en otras palabras la génesis misma del mundo moderno 91, tuvo a lo largo de cinco siglos transcurridos desde entonces innumerables expresiones, mismas que muy probablemente suscitaron asombro en las sociedades en las que tuvieron lugar. Desde la imprenta hasta el computador, desde la teoría heliocéntrica hasta el primer alunizaje, desde la carabela hasta el trasatlántico, pasando por el ferrocarril, el automóvil, el avión (con los cuales se conquistaron los factores tiempoespacio en aras del transporte humano) -y sin que se agote aquí una lista que resulta inagotable-, estas y otras innovaciones en el pensamiento y en el mundo material, así como sus repercusiones en la sociedad, maravillaron a los hombres que pudieron presenciarlas, y no menos a quienes pudieron sentir sus efectos. Mención especial merecen en este apartado todas las instituciones y organismos que esta “nueva sociedad” construyó y consolidó a lo largo de cinco siglos para su adecuado funcionamiento y gobierno (instituciones de carácter administrativo y político). La burguesía, así como los distintos sectores sociales que en torno a ella se aglutinaron, modificó con su diario accionar la fisonomía de las ciudades, campos y naciones. El siglo XX, según este contexto, viene a ser entonces algo así como un mirador excepcional para la comprensión de la sociedad moderna y lo que en ella motiva asombro. Resulta importante agregar que, en aras de develar en que consistió el asombro para las sociedades del siglo XX, debe indicarse que los cambios en los modos usos y costumbres implantados por la burguesía como clase social emergente, resultaron altamente significativos para redefinir la postura del hombre frente a sus semejantes, frente al mundo que lo circunda y por ende, frente a nuevas experiencias que posibilitan el asombro. Lo que causa maravilla para el siglo XX tiene, en suma, alta correspondencia con la consolidación de la burguesía 92. 91
Concepto entendido no únicamente en los aspectos económicos, sino también como modernidad en los ámbitos social y cultural. 92 Para tener una mayor comprensión de la incidencia de la burguesía en las sociedades occidentales del siglo XX, debe leerse con detenimiento los textos “Proyectos y progreso hacia la ciencia”; y, “Fraude del tiempo libre; vigorización para la empresa”, en: Bloch, Ernst. El principio esperanza. Madrid, Trotta, 2006. Pp. 157–173 y 506–517 respectivamente. Para comienzos del siglo XX, no obstante, la burguesía que en los siglos pasados había protagonizado tan radicales
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El politólogo Giovanni Sartori y el historiador Eric Hobsbawm no dejan pasar desapercibida -así lo hagan implícitamente- la circunstancia de que lo maravilloso también se encuentra entre los mayores avances de la civilización y la cultura occidental. Esto resulta coherente si se examina a la luz de lo que significaron para la humanidad en materia de desarrollo científico y progreso los siglos XIX y XX. De hecho, en dichas centurias la noción de progreso se sustentó básicamente en la idea de dominio de la naturaleza a partir de aplicaciones tecnológicas. De la mano de ello se esperaba sobrevendría -o al menos se esperó en los círculos liberales hasta los años 1930 cuando sobrevino el auge de los totalitarismos-, la instauración del más refinado sentido filantrópico como mediador de las relaciones humanas 93. La intensa actividad industrial que transformó la fisonomía de las ciudades desde la época de la Revolución Industrial, -lo cual venía por sí mismo siendo motivo de asombro para los habitantes de diferentes puntos del globo desde finales del siglo XVIII-, constituyó para el siglo XX un fenómeno que terminó por poner los logros científicos y tecnológicos a disposición de las personas del común facilitando la vida cotidiana en sus hogares. Tal situación gestó profundas transformaciones en los valores y las relaciones sobre los cuales se habían erigido y funcionado hasta entonces tanto esos hogares como los más amplios conglomerados humanos. El control sobre factores como el espacio y el tiempo produjo sociedades confiadas en sí mismas y en su potencial transformador, en cuyo seno arraigó un discurso modificaciones de los cánones morales, éticos, económicos, estéticos y urbanos de las sociedades modernas, también vio cómo sus paradigmas eran cuestionados. Comenzó a ser vista por las nuevas generaciones como el polo opuesto a la sociedad soñada: bohemia, caballeresca y anárquica a la vez. En palabras del Bloch “La palabra “burgués” recibió […] una resonancia especial. […] El burgués era tenido primariamente por el hombre de edad y avejentado, y de aquí se hacía derivar su carácter ahorrativo, económico, calculador, carente de impulso […]”.Esta estigmatización a la burguesía obedecía a una forma de protesta frente a los nuevos modos, usos y costumbres que dicha clase social imponía, pues hacia 1900, los jóvenes comenzaron a manifestarse como un grupo social. La postura usual en ellos era la de que no deseaban pertenecer a nadie más que a sí mismos. “La juventud se sentía como inicio, vestía a su modo, gustaba de los viajes, de hacerse la comida: era conscientemente ingenua. Deseaba una vida nueva y propia, una vida distinta a la de los mayores y mejor en todo, a saber, libre y sincera”, véase en: Bloch, Ernst. Op. Cit., Pp. 159-162. 93 Véanse: Sartori, Giovanni. Elementos de teoría política, Madrid, Alianza, 1999, Pp.13-27; Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Barcelona, Critica, 2003, Pp. 11-12.
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edificante que avalaba todo proyecto que se pronunciara en pro del orden social y el progreso económico. Ello “mató” antiguos asombros, pero al mismo tiempo dio origen a otros. En tal contexto florecieron actitudes críticas y nuevos roles, valores culturales y sociales hasta entonces inéditos: desde la no separación de los sexos para múltiples actividades hasta el hippismo y la revolución sexual se hicieron entonces posibles. En efecto, el desarrollo científico-tecnológico fue una expresión del mundo contemporáneo que no solamente sirvió para abrir las puertas a la modernización de las ciudades -escenario privilegiado de este proceso–. En la cotidianidad de las gentes se hicieron factibles mil comodidades antes imposibles gracias a una amplia gama de innovaciones tecnológicas que a su vez, como se ha expresado en páginas previas, generaban nuevos mercados culturales y posibilidades de asombrarse y de re-interpretar y re-crear el asombro. A modo de ejemplo resulta altamente ilustrativo un programa titulado “El flash de la noticia”, emitido por el canal The History Channel en agosto de 2007, en el cual se exponía cómo el proceso de creación y masificación de nuevos tipos del asombro en la prensa norteamericana de la primera mitad del siglo XX, tomó cuerpo a partir de la posibilidad de jugar social, periodística y comercialmente con imágenes capturadas por la cámara fotográfica, artilugio impensable apenas un siglo antes, y que, gracias a un impresionante desarrollo en términos tecnológicos, fue capaz de moldear, casi podría decirse “a voluntad”, ciertos rasgos de la floreciente sociedad norteamericana marcada por los estándares del consumo masivo 94. Como ha podido apreciarse desde hace muchos siglos el asombro ha hecho presencia en las sociedades del Viejo y el Nuevo Continente. Es necesario sin embargo reiterar al lector que en la revisión bibliográfica efectuada para la elaboración de este trabajo, no fue posible localizar autores u obras dedicadas a 94
The History Channel. “El flash de la noticia”, [on line] http://www.thc.tv/franquicia.asp?programid=001537&fran=F000000155 . 08/08/2007]
[Consulta:
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elaborar una caracterización del asombro en las sociedades posteriores a la Edad Media. No obstante, sí fue posible encontrar, principalmente en obras históricas y de crítica literaria, la alusión a ciertos fenómenos en los que el asombro resulta perceptible. Ellos concentrarán la atención de las páginas siguientes. 3. El asombro en el contexto colombiano La infidelidad, los fenómenos naturales, los delitos y crímenes, las invenciones y adelantos en la ciencia y la tecnología, las excentricidades y disparates, sin olvidar la construcción de héroes, conforman el panorama de sucesos que caracterizan el asombro en la sociedad colombiana de los últimos cuatro siglos. Al efectuar un recuento de este panorama se pretende aportar a la reflexión histórica nacional, pues como se ha insistido hasta el momento, se desconoce la existencia investigaciones propositivas de una tipología del asombro para el caso de Colombia. El Carnero (1636), del escritor Juan Rodríguez Freyle (Santafé de Bogotá, 15661642), es una obra en la que, entre la diversidad de asuntos que trata, se comenta la infidelidad, y en la que puede descubrirse además el gusto popular por lo morboso como recurso para retratar una ciudad y una sociedad –en este caso la Santafé de Bogotá del siglo XVII– que evita mirarse a sí misma. Claro ejemplo de ello lo constituye la historia de doña Inés de Hinojosa. Esta fue la historia de una mujer que le era infiel a su esposo con un instructor de baile. Al parecer, con su amante planeó el asesinato del marido engañado. Sus andanzas fueron motivo de gran escándalo para la sociedad de entonces. Juan Rodríguez Freyle lo relata así: Doña Inés tenía una sobrina llamada doña Juana, rogóle a su marido que le dijese al Jorge Voto que la enseñase a danzar, hízolo así. Con esto tuvo Jorge Voto entrada en la casa, que no debiera, porque de ella nació la ocasión de revolverse con doña Inés en torpes amores, en cuyo seguimiento trataron los dos, la muerte a don Pedro de Ávila su marido […]95.
Este caso, extraído de la sociedad colonial santafereña, permite inferir que ésta se escandalizaba con actos que involucraban abiertamente una conducta sexual que 95
Rodríguez Freyle, Juan. El Carnero. Bogotá, Villegas Editores, 1988, p.183.
49 iba en contravía del orden moral establecido 96. Lo cual por demás no era exclusivo de la vida santafereña, pues los juicios seguidos principalmente contra mujeres por amancebamiento y concubinato –prácticas que en aquel entonces se equiparaban a la infidelidad–, vienen muy al caso para ilustrar su presencia en otros lugares del territorio97. Capítulo aparte merecen los procesos judiciales que en tiempos de la colonia se adelantaron contra las prácticas de hechicería. Para sustentar la continuidad en el asombro evidenciado con picaresca y humor en El Carnero, resulta apropiada la descripción que el historiador Jaime Humberto Borja hace de la condición de las mujeres en la colonia: En el año 1565, la justicia real quemó en Cartagena a Guiomar por hechicera. En 1627 Joana era acusada y encarcelada por estar amancebada. A mediados del siglo XVIII, Teresa Saavedra y su amante fueron acusados del asesinato del marido de ésta. En 1782 fueron expulsadas de Santafé las hermanas Teresa y Rosalía Calderón por ejercer la “prostitución”, y la madre de éstas, Teresa Rubio, por alcahueta. En 1803, en la población de Suesca, la supuesta hermafrodita Martina Parra fue acusada de sodomita. Josefa Arenas asesinó a sus dos hijos en San Gil en el año de 1808 […]98.
Ejemplos como los expuestos permiten observar la recurrente y preponderante presencia de la mujer en los comentarios que circulan cuando se trata de situaciones como la infidelidad, el amancebamiento, el concubinato y la hechicería. 96
El asombro suscitado por este episodio de la vida colonial santafereña fue tal, que en el siglo XX se vertió dos veces en forma de novela. La más famosa fue la adaptación de Prospero Morales Pradilla, que fue llevada incluso a la televisión entre 1991 y 1992. Lo que importa aquí es que cuando se adapta este episodio a la novela y a la televisión, es que recrea con minuciosidad un erotismo que ni en el contexto colonial, ni en el de los años 90 del siglo XX, ni aún en el de la actualidad es bien visto. En este caso puede decirse que el éxito se lo arroga casi con exclusividad la telenovela, no por su reconstrucción fidedigna de un contexto histórico, que podría contarse además como uno de sus méritos, sino por el morbo que varios siglos después sigue generando ante la desnudez y las escenas de sexo que se describen en la novela y se representan en la telenovela. 97 A modo de ejemplo véase: Varela Jaramillo, Mónica del Socorro. De amores ilícitos: el concubinato y el amancebamiento, delitos contra la moral pública en el Occidente Antioqueño, provincia de Antioquia, 1770-1790, Tesis de grado, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, Medellín, 1998, 197 p. 98 Borja, Jaime Humberto. “Sexualidad y cultura femenina en la colonia. Prostitutas, hechiceras, sodomitas y otras transgresoras”, en: Velásquez Toro, Magdala (Dir. Académica). Las mujeres en la historia de Colombia, Tomo III: Mujeres y cultura, Santafé de Bogotá, Consejería Presidencial para la Política Social – Norma, 1995, p. 47. Los planteamientos que el historiador Jaime Humberto Borja desarrolla en este texto convalidan lo expresado por Philippe Aries cuando establece tipologías básicas de los pecados de la carne: los adúlteros, o sea quienes seducen a la mujer del prójimo, y las mujeres que se dejan seducir. Cf. Aries, Philippe, Op. Cit., p. 66.
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Según lo afirman los estudiosos de este período, en estos comportamientos y prácticas que contravenían al orden y la moral las mujeres fueron protagonistas, es decir, se hicieron socialmente visibles99. Otro tipo de asombro es aquel que se encuentra asociado con el pánico generado por fenómenos naturales. Un ejemplo de ello es la leyenda de “El tiempo del ruido”, que tuvo su origen en la ciudad de Santafé de Bogotá a finales del siglo XVII. Jaime Humberto Borja en su artículo “El fin del mundo en la Colonia” 100, describe el evento que tanto asombro causó entre los capitalinos de la siguiente manera: El 9 de marzo de 1687, transcurría la noche con la serenidad de siempre en la pequeña Santa Fe de Bogotá. Como era habitual en aquella época, todas las actividades habían cesado y sus habitantes reposaban en sus casas. Pero hacia las 10 de la noche empezó un extraño y estrepitoso ruido que despertó y sacó a la gente de sus casas. Nadie sabía de dónde provenía, algunos creían que procedía de la tierra, otros del aire o del cielo. Lo cierto es que ese ensordecedor bramido, que no era un terremoto, se prolongó al menos por un cuarto de hora. Así nació en Colombia el famoso referente de "los tiempos del ruido". El efecto fue inmediato. En menos de nada la ciudad se transformó en un hervidero de aterrorizados habitantes que sin saber a ciencia cierta qué sucedía, pero con el temor de estar sufriendo un castigo de Dios; tal vez el juicio final, corrían despavoridos por las oscuras calles capitalinas101.
Borja remite al cronista jesuita Joseph Cassani, cuyas palabras constituyeron el único testimonio para reconstruir el suceso más de medio siglo después, proporcionando una visión de cómo la mentalidad religiosa imperaba a la hora de explicar estos fenómenos, producto de alucinadas creencias emparentadas con catástrofes apocalípticas. Describió así el cronista los primeros instantes del acontecimiento:
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Difícilmente podría encontrarse en el tercer tomo de Las mujeres en la historia de Colombia un autor que no se refiera al asunto de cómo la mujer se hace visible para la sociedad colonial a través de comportamientos y prácticas que contradicen el canon social imperante. O sea, figuran en la gran mayoría de los casos como transgresoras del mismo. A modo de ejemplo, léanse con atención las páginas iniciales en los textos elaborados por Ángela Inés Robledo (Págs. 24-29) y Jaime Humberto Borja (Págs. 47-53). 100 Borja, Jaime Humberto. “El fin del mundo en la Colonia”, [on line] http://www.colombialink.com/01_INDEX/index_historia/03_la_colonia/0020_fin_mundo_colonia.html[ Consulta: 07/05/2007] 101 Ibíd.
51 No es fácil referir la turbación y conmoción de aquella noche; sólo aquella prosopopeya, con que nos representan los predicadores el día del Juicio, puede presentarnos alguna explicación de lo que físicamente sucedió la noche del espanto: la gente toda fuera de las casas, por el temor de que se venían abajo. Unos medio vestidos, como estaban en sus posadas; otros enteramente desnudos porque estaban ya acostados; y todos gimiendo y clamando misericordia, discurrían sin tino por las calles. Nadie sabía dónde iba, porque nadie sabía dónde estaba. Todos clamaban al Cielo, porque veían que les faltaba la tierra102.
Sin duda, este acontecimiento hizo que en Santafé de Bogotá reinara el miedo y la confusión. Sin embargo, Borja señala que este tipo de alucinantes creencias que ven los fenómenos naturales como anunciación del Apocalipsis también se presentaron en otras ciudades, pero lo que hace particular a este caso es que trascendió la barrera del tiempo y quedó en el imaginario colectivo, pues para referirse a un hecho ocurrido tiempo atrás las generaciones subsiguientes dijeron con frecuencia -y hoy todavía así se expresa-: “eso pasó en el tiempo del ruido”. Igualmente, Borja indica que esta crónica permite observar que una de las características de la mentalidad de la época era el temor al Dios castigador y la fe ciega en el juicio final103. Escudriñando en el siglo XIX, el artículo “La literatura de folletín en el siglo XIX, novelas de capa y espada y de amor apasionado” 104, escrito por Raúl Jiménez Arango, el autor sostiene que en el período decimonónico –y dando continuidad a lo observado en la colonia– hubo intención de publicar bajo forma literaria sucesos con cierta connotación de sensacionalismo y truculencia que revelaban las intimidades bochornosas de la vida privada de la gente “de gran cartel” 105. 102
Ibíd. Ibíd. Al parecer, existió la intención de reforzar este imaginario o mentalidad. Por lo menos así lo deja ver el historiador Gilberto Loaiza Cano en su biografía sobre Luís Tejada, el famoso cronista colombiano de la primera mitad del siglo XX, quien en uno de sus escritos advierte y critica el marcado interés de la prensa conservadora de la época (al final de la década de 1920), por mantener entre sus lectores un temor general hacia los temblores como manifestaciones propias de un designio divino. Véase: Loaiza Cano, Gilberto. Luís Tejada y la lucha por una nueva cultura. (Colombia, 1898-1924). Santafé de Bogotá, Colcultura–Tercer Mundo Editores, Premios Nacionales de Cultura, 1995, Pp. 47-48. 104 Jiménez Arango, Raúl. “Literatura del folletín del siglo XIX, novelas de capa y espada y de amor apasionado”, en: Revista Credencial Historia. Edición 17, 1991, Pp. 8-11. 105 Y también del común. Obras como El recluta, que reunió cuentos escritos por la pluma de personalidades antioqueñas de finales del siglo XIX, a propósito de la Guerra de los Mil Días, contiene no pocos relatos marcados por finales truculentos. Como la infidelidad que termina en 103
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No distaba mucho este fenómeno de las letras de lo que por entonces captaba la atención de los juzgados, como bien puede ilustrarlo el juicio que por amancebamiento se le siguió a Micaela Mutis, sobrina del famoso director de la expedición botánica José Celestino Mutis, ocurrido en los años que el país dedicó a librar su independencia106. En el presente este tipo de hechos sigue captando la atención de los historiadores: es el caso, por ejemplo, de la controversia suscitada por la historiadora Carmen Ortega Ricaurte, quien al posesionarse como miembro de número de la Sociedad Nariñista, en un trabajo que tituló “El enigma del medallón” (escrito en el año 2000), señaló que un retrato de la esposa de Don Antonio Nariño, Doña Magdalena Ortega y Mesa de Nariño, pintado por Joaquín Gutiérrez en 1803, al ser restaurado en 1982 por el experto en arte Adaúlfo Mendivil, evidenció que: […] un pañolón que cubría su cuerpo había sido pintado posteriormente, para ocultar un medallón que mostraba a un caballero de casaca española y patillas. Al principio las directivas de la Casa Museo del 20 de Julio dijeron que se trataba de don Antonio Nariño, pero más tarde, ante la inquietud histórica, Guillermo Hernández de Alba y Fernando Restrepo Uribe, autores de la Iconografía de Antonio Nariño y recuerdos de su vida, afirmaron que se trataba de don Jorge Tadeo Lozano. La pregunta que surgió entonces fue: ¿qué hacía don Jorge Tadeo Lozano en el pecho de doña Magdalena de Nariño y por qué se trató de ocultar esta imagen pintando luego un oscuro pañolón? La respuesta, la dio doña Carmen Ortega Ricaurte al afirmar que entre los dos había surgido un romance o affaire inocultable. Además, Antonio Nariño no era el padre, ni podría serlo, de sus dos hijas, porque estuvo detenido desde catorce meses antes del nacimiento de Mercedes hasta veintidós meses después de la llegada de Isabel y en esa época no había lo que hoy se llama “visita conyugal”. El mismo Nariño en carta de febrero 6 de 1800 se queja diciendo: “Que no se me tenga sepultado en mi encierro, privado de la comunicación de las gentes e inhabilitado para atender a la subsistencia de mi familia”. Vale la pena observar que para la época de los acontecimientos doña Magdalena de Nariño tenía 37 años y su amante 26, es decir, la hermosa dama era mayor que su amante 11 años 107.
tragedia, y que es el asunto de “Un polvo y… nada más”, escrito por Eusebio Robledo, en: Gaviria I., H. (Editor). El recluta. 2ª Ed. Medellín, EAFIT–IDEA, 2000. 106 Martínez Carreño, Aída. Extravíos: el mundo de los criollos ilustrados. Santafé de Bogotá, Colcultura (Instituto Colombiano de Cultura), 1996. Curiosamente en esta obra es posible encontrar otro motivo por el cual aparentemente se judicializó a esta pariente de Mutis, cual es el haber cometido el adulterio con un seguidor de la causa patriota en el suelo de una de las poblaciones que extrañamente contradice la tradición liberal con que suele identificarse a la región de Santander. 107 Serpa Erazo, Jorge. “Pañol de la historia”, [on line] http://www.cyber-corredera.de/panoles/Panol-45.htm [Consulta: 05/02/2008]
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Los precursores de la independencia y los protagonistas de la gesta emancipadora tampoco escaparon al asombro en otro sentido muy distinto, pues testimonios escritos y gráficos subrayan en no pocas ocasiones su naturaleza heroica, sus cualidades sobrehumanas, casi divinas, con el fin de capturar la atención o interés de la gente del común. No se soslayaba el carácter modelador y moralizante en ambos testimonios, pero no era este carácter una cualidad exclusiva de este importante fenómeno con que se da inicio al siglo XIX. Guardadas las proporciones, estas mismas características eran propias de los relatos y testimonios gráficos con los que en la Edad Media se recreaba la vida de santos y caballeros 108. El asombro en los inicios de nuestra vida republicana, además de ocuparse por los precursores y héroes de la independencia, también encontró su fuente en uno de los crímenes que para entonces probablemente más horrorizó a los habitantes de la capital de la república. Un recorrido por la historia de los crímenes más sonados en Colombia desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la última década del siglo XX, revelará uno muy particular: “Noche sangrienta en San Victorino” 109, escrito por Pablo Rodríguez Jiménez, recurre al informe médico para narrar el nunca esclarecido crimen que estremeció a la sociedad bogotana en la noche del 13 de 108
Este carácter heroico, el dotar de atributos sobrehumanos o divinos a ciertos individuos para destacarlos del común de la sociedad, halló también eco en las hazañas y aventuras emprendidas por los bandoleros y guerrilleros de los años cincuenta, durante el período de la historia colombiana conocido como “La Violencia”. Este mismo fenómeno encontró continuidad para la segunda mitad del siglo XX colombiano en deportistas, –especialmente ciclistas y futbolistas– y en actores, sin olvidar que es precisamente durante este segundo medio siglo que se asiste a la construcción de un “antihéroe” que llega a despertar en algunos sectores de la sociedad las mismas pasiones y admiración que una vez tuvieron santos, caballeros y héroes. Para acercarse al tema del héroe durante el periodo de la independencia se recomienda la lectura de la ya clásica obra de Germán Colmenares Convenciones contra la cultura: ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX (Bogotá, Tercer Mundo, 1987). Como ejemplo que permite apreciar la cristalización de los planteamientos que Colmenares hace en esta obra, véase: López Bermúdez, Andrés. Héroes y tradiciones: anotaciones sobre la historiografía referida al período de la independencia (Tesis de grado, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, Medellín, 1996). Este mismo tema lo desarrolla el autor de manera más sintética y aplicado a un caso especifico en dos artículos, a saber: “José María Córdoba en la tradición historiográfica colombiana. La imagen del héroe y la invención del mito 1858-1993”, en: Historia y sociedad, No 6, Medellín, Universidad Nacional, Seccional Medellín, Diciembre, 1999, Pp.179–206; y, “Cambios en la imagen de un héroe José María Córdova: entre la historia y el mito” en: Revista Credencial Historia, No. 123, Santafé de Bogotá, Marzo, 2000, Pp.3-7. 109 Rodríguez Jiménez, Pablo. “Noche sangrienta en San Victorino”. en: Revista Credencial Historia, Edición 169, enero, 2004, Pp. 3-6.
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julio de 1826, cuando Harris E. Fudger, cónsul norteamericano, murió a consecuencia de múltiples heridas con un sable 110. Otros delitos también fueron nota que causó revuelo, y por ende asombro, en el primer siglo de vida republicana. Al promediar la centuria los habitantes de la capital del país padecieron una ola de inseguridad, debido a los crímenes y fechorías cometidos por un tal Dr. Russi y la banda de la Calle del Molino del Cubo. Algunos de estos episodios que le quitaron la paz a los lugareños y el ambiente en que tuvieron lugar fueron narrados por José María Cordovez Moure en su libro Reminiscencias Santafé y Bogotá111: La situación de Santafé durante la temporada de crímenes cometidos por la compañía de ladrones, en los años 1850-1851, debe llamarse, sin exageración, del terror, y solo se puede comparar a las épocas en que se exhibieron en toda su fuerza, Robespierre en Francia, y Morillo entre nosotros. […] Las puertas de la calle no se abrían sino después de las siete de la mañana, previa la preocupación de asomarse a los balcones y ventanas, a fin de cerciorarse de que no había peligro inmediato de bandidos; las habitaciones estaban provistas de campanas que se comunicaban con las casas vecinas, y durante la noche se oían detonaciones de armas de fuego disparadas para ahuyentar a los salteadores112.
Relatos como éste, con un marcado acento hiperbólico donde prevalece la exageración, dejan percibir un tipo de asombro también asociado al miedo y al terror, pero esta vez ya no como lo señala Jaime Humberto Borja a la luz de un fenómeno natural, sino asociado al pánico generado por las acciones criminales de un grupo de asaltantes. Un suceso acaecido en Medellín complementa y reafirma lo que se viene diciendo. Para el caso de la “Capital de la Montaña”, el denominado “Crimen de Aguacatal” fue uno de los homicidios que más conmocionó a la sociedad del último tercio del siglo XIX, porque en aquel entonces no era habitual que en la tranquila villa se asesinara a todo un grupo familiar en un mismo acto. Fue esta la historia de una 110
Ibíd., p.3. Cordovez Moure, José María. Reminiscencias Santa Fe y Bogotá. Volumen I. Bogotá, Ministerio de Educación, Sexta Edición, 1942. 112 Ibíd., Pp. 156-157. 111
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masacre cometida el 2 de diciembre de 1873, en las horas de la noche, en la que perdieron la vida seis miembros de una familia mientras dormían. El crimen fue descubierto en la mañana siguiente por varios vecinos de forma accidental, cuando, aún agonizante, una de las víctimas todavía se quejaba. El hecho fue conocido por los moradores de Medellín como “El crimen de Aguacatal”, porque ocurrió en el paraje que lleva ese nombre en la vía que en ese entonces comunicaba a Medellín con Envigado113. El periodista Juan José Hoyos, quien prologa la segunda edición de El crimen de Aguacatal, publicado originalmente por la Imprenta del Estado el 30 de marzo de 1874, escribió lo siguiente: La pequeña ciudad de entonces fue sacudida de extremo a extremo por el terrible crimen. Un repaso corto a la situación del Medellín de esa época nos da una idea del impacto que en aquella pequeña villa de entonces pudo causar la matanza. Según cuenta don Lisandro Ochoa en sus Cosas viejas de la Villa de la Candelaria, en 1874, un año después de sucedidos los hechos, la ciudad era todavía muy pequeña. Medellín sólo tenía cerca de treinta mil habitantes, de acuerdo con el censo realizado en 1870114.
Como ya se ha anotado, casos como este permiten inferir además que un hecho particular puede proporcionar claves para leer a una sociedad y una época. A diferencia de lo expresado por los investigadores sociales Gabriel Restrepo y Olga Restrepo, quienes sostienen que para la Colombia de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX el gusto del público por lo frívolo y lo escandaloso primó sobre el interés por los asuntos científicos, y que según concluyen, no había para la época suficiente demanda social del conocimiento 115, para el último cuarto del siglo XIX el asombro proveniente de los inventos y adelantos científicos tuvo una de sus notas predominantes. 113
Muñoz, Francisco de Paula. El crimen de Aguacatal. Medellín, Gobernación de Antioquia, Colección Autores Antioqueños, No. 116, 1998, Pp. 11-32. 114 Hoyos, Juan José. “Un pionero del reportaje en Colombia: Francisco de Paula Muñoz y El crimen de Aguacatal” en: Muñoz, Francisco de Paula. Op. Cit., p.17. 115 Restrepo, Gabriel; y Restrepo, Olga. “La comisión corográfica: el descubrimiento de una nación”, en: Historia de Colombia. Tomo X, Bogotá, Editorial Salvat, 1998. p.1171.
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Puede citarse al respecto a Luis Latorre Mendoza, quien registró el gran asombro despertado en los habitantes de esta ciudad por la entrada en funcionamiento del telégrafo, hacia el año de 1876. Dice Don Luis: Fundo esta posición en el hecho de haberle oído contar alguna vez a don Melitón Rodríguez, que precisamente por esa época había hecho el viaje al Valle del Cauca su hermano el doctor Ricardo. De Palmira, por carta, había anunciado su vuelta y nada más se había sabido del ausente. En vista de esto ocurrió don Melitón a la oficina telegráfica y el telegrafista de Medellín púsose en comunicación con Abejorral, el cual comunicó que hacía unos pocos momentos había pasado por la plaza un viajero de tales y cuales condiciones, las que coincidían perfectamente con las del doctor Rodríguez. Este incidente, que hoy pasaría más desapercibido, culminó en admiración y entusiasmo entre las gentes de aquel tiempo. Era que comprendían que con eso acababa de abrirse un área completamente nueva para la humanidad, y se daba uno de los pasos más trascendentales del planeta, sobre todo por los otros descubrimientos que traería consigo 116.
Latorre Mendoza trae a colación así mismo el asombro generado por la llegada del primer fonógrafo a la ciudad: Casi puedo asegurar que fue en 1882 cuando aparecieron en las esquinas centrales de la ciudad grandes cartelones con este mote: EL FONÓGRAFO PARLANTE. Se anunciaba en ellos que en la casa cercana al puente de Palacé, en donde está hoy el edificio del Hotel Continental, se exhibiría el grandioso invento del brujo de Menlow-Park. Acudirían al reclamo unas cuarenta personas, entre ellas el que esto escribe remolcado por su señor padre. Era el estado más primitivo del aparato con un cilindro de cera y sus punteros metálicos. Repetía con una vocecilla de falsete casi imperceptible las frases o las estrofas que le dirigían los asistentes. Alguno recitó aquella cuarteta que empieza: “Dicen que el águila real Cruza volando los mares”… Y al devolverla el fonógrafo, se hizo estruendosa ovación. No era para menos […]117.
Como fenómeno sociocultural el asombro se encuentra íntimamente claramente vinculado con la transformación que, invenciones como las mencionadas, efectúan sobre la vida cotidiana de las sociedades sobre las que repercuten.
116
Latorre Mendoza, Luís. Historia e historias de Medellín. Siglos XVII – XVIII – XIX. Medellín, Colección de Autores Antioqueños, 1972, p. 387. 117 Ibíd.
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Para principios del siglo XX, momento en que los adelantos en la ciencia y la técnica ocupaban un primer renglón como generadores de asombro, es posible también apreciar el surgimiento de ciertos personajes que con sus comportamientos, llámese ocurrencias, excentricidades o disparates, despiertan el interés de los demás. Tal es el caso de las locuras o pilatunas cometidas por el grupo denominado “La maffia”. Según lo relata don Lisandro Ochoa en su libro Cosas viejas de la Villa de la Candelaria118, existió por entonces en Medellín una “sociedad” 119
conocida como “La
Maffia”: Dicha banda, si así se le puede llamar, estaba compuesta por un grupo de jóvenes que según el autor “era la encargada de cambiar y remover el paisaje monótono de la Villa de Medellín”120.
Dice Ochoa que estos jóvenes se caracterizaban por su
jocosidad y buen sentido del humor, y aunque las travesuras gozaban de la simpatía del público por la originalidad con que se desarrollaban sus ideas, también era cierto que en más de una ocasión las personas llegaron a molestarse por esas mismas ocurrencias. Ya fuera elogiando o reprochando sus acciones, la sociedad de entonces, terminó por explicar la “anormalidad” de todo lo que acontecía como obra de los integrantes de este curioso grupo. Don Lisandro lo resume así: “Cuanto sucedía en aquellos sencillos tiempos, de sensacional, o misterioso se le atribuía a La Maffia, y era muy común oír después de un hecho anormal: “Eso lo hicieron los maffios” 121.
Las
travesuras
cometidas por “La Maffia” eran del siguiente tenor: Tenían también varios cartones impresos a tipos grandes, con la palabra “PELIGRO”. De cuando en cuando solían colocarlos en sitios centrales y de más transito; motivo por el cual las gentes sorprendidas suspendían la marcha para darse cuenta a la tarea de indagar cual era la causa de tal anuncio. No faltaban en esos momentos “tipos alarmistas” enviados por La Maffia que afirmaban haber oído traquear los miradores de una casa vecina; y otras veces hacían caer a los cándidos en que había portales de alero reventados, que amenazaban caerse. Lo
118
Ochoa, Lisandro. Cosas viejas de la Villa de la Candelaria. Medellín, Colección de Autores Antioqueños, Gobernación de Antioquia, Volumen VIII, 1984. 119 Comillas utilizadas por Ochoa para referirse con sarcasmo al grupo de jóvenes que se hacían llamar “La Maffia”. 120 Ochoa, Lisandro. Op. Cit., p. 314. 121 Ibíd., p. 315.
58 cierto es que La Maffia, en una u otra forma lograba su cometido de atraer al público a sus actuaciones122.
De acuerdo con Lisandro Ochoa, en los albores del siglo XX la cotidianidad medellinense transcurría sumergida en la monotonía 123. Por ello ocasionalmente la sociedad vio con buenos ojos las travesuras descritas, dotadas todavía de notable candidez. Una variación en este accionar que reclamaba para sí un lugar como espectáculo, lo constituyó en Medellín muy seguramente el cúmulo de hechos que protagonizaron los integrantes del movimiento Nadaísta al promediar el siglo XX. Allí la nota predominante no fue ya la candidez, sino el escándalo total y el abierto cuestionamiento de los poderes y los cánones que regían la sociedad del momento124, sociedad que por demás no siempre aprobó el accionar de quienes se dieron a la tarea de generar conmoción recurriendo a métodos iconoclastas. Durante la segunda mitad del siglo XX reaparece la figura del héroe, pero esta vez, dicho personaje no encarna ya a los combatientes de las luchas independentistas como había ocurrido finalizando el siglo XIX y comenzando el siglo XX. Constituyen ahora personajes que se caracterizan por ejecutar, básicamente, hazañas deportivas. Paralelamente a los destacados deportistas emerge en la sociedad colombiana, sin embargo, toda una estirpe de “antihéroes”: bandoleros durante los años 1950 y 1960, y narcotraficantes en los años 1980 y 1990. 122
Ibíd., p. 317. Cabe aquí mencionar que el filósofo Gonzalo Soto Posada sostiene en su conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas”, que la risa tiene un carácter transgresor en la sociedad. Esta cuestión se ha tratado ya con detalle en otro momento del presente trabajo titulado “Algunos referentes conceptuales básicos”. 123 Episodios como éste, en el que se afirma que Medellín es una ciudad en la que no ocurre “nada” o “casi nada” que irrumpa abruptamente en la vida cotidiana de sus habitantes, pueden apreciarse además en testimonios de la época. Véanse a modo de ejemplo las cartas entre las primas Anastasia Caro y Carolina Lezcano, publicadas en el periódico El Bateo, No. 63, Medellín, octubre 18 y 19 de 1907. 124 Sobre este particular se hablará con mayor detenimiento en la parte correspondiente en el presente trabajo a sucesos que despertaron asombro en la década de los años 1960. Véase además: Herrera Duque, Diego Alexander. De nadaístas a hippies, Tesis de grado, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, Medellín, 2007, p.134.
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En el prólogo de la edición publicada en 2006 del libro Bandoleros gamonales y campesinos125, sus afirman autores que los bandoleros más reconocidos y perseguidos por el ejército en la década de los años cincuenta, se convirtieron en figuras míticas, pues la fascinación que generaban sus hazañas, ciertas o no, los hizo muy conocidos en las zonas del país en que operaron. Tras la idealización que socialmente se hizo de los bandoleros, tanto admiradores como detractores (principalmente las instituciones del Estado), terminaron otorgando a estos personajes la categoría de “héroes”: Recordemos el impacto regional de una figura como el “Capitán Venganza”, de cuya existencia misma había dudas, pero de cuyas acciones todo el mundo hablaba, incluido desde luego el ejército que lo perseguía. Al bandolero se le atribuía una enorme capacidad de regresar a una especie de estado natural, de convertirse en árbol, en plátano, o en figura fantasmal, tal es el caso de “Chispas” desplazándose en un cuasi-inmaterial caballo blanco, visto pero no aprehensible126.
Esta misma figura puede extrapolarse con la del narcotraficante que se visibiliza con mayor fuerza en los años 1980: ambos tipos de delincuentes operaron al margen de la ley y ambos gozaron de aceptación y acogida por buena parte de los sectores sociales menos favorecidos, quienes fueron en últimas quienes que legitimaron sus acciones. Héroes o “antihéroes”, esto es, personajes destacados por salirse de lo común en tanto encarnaron antivalores capaces de poner en jaque a las instancias directrices de la sociedad -distantes de la sensibilidad popular y odiadas por el vulgo resentido y abusado-, cuestionaron y desafiaron los valores morales imperantes, convirtiéndose en ejemplos a seguir, y “redimiendo” a las mayorías humildes con espectaculares hazañas. Una de las manifestaciones de la prensa de dicho período, en la cual se hace palpable el choque entre los valores de una sociedad de carácter tradicional con los valores inherentes al mundo moderno, es la aparición de la crónica roja o amarilla. El libro Amarilla y Roja. Estética de la prensa sensacionalista escrito por la 125
Sánchez, Gonzalo y Meertens, Donny. Bandoleros, gamonales y campesinos. El caso de la violencia en Colombia. Bogotá, El Áncora Editores, 2006. 126 Ibíd., p. 16.
60 historiadora Olga del Pilar López Betancur 127, expone cómo el sensacionalismo aparece como tal en Colombia a partir de la puesta en funcionamiento del diario Sucesos Sensacionales, que salió al mercado en enero de 1954. En él se registraron episodios dramáticos experimentados por la gente del común, personas que de esa manera dejaron de vivir en el anonimato llegando a ser personajes públicos, así fuera por un breve lapso de tiempo. Las páginas de dicho periódico ponían en escena de hecho, día a día, nuevos personajes, protagonistas de escandalosas notas. El trabajo de López Betancur concluye que en ese tipo de prensa sensacionalista simplemente
se
describían
“las
actividades
y
prácticas
urbanas
de
la
modernidad”128. Como una posible radiografía de la capital antioqueña, lo que hace aún más interesante el trabajo de López Betancur es poner de presente las relaciones entre los diferentes artículos que llenaron las páginas de los periódicos y temas como la novela policíaca, los medios masivos de comunicación, la vida cotidiana, el periodismo y la literatura, entre otros. A lo largo de su ejercicio investigativo, la investigadora en cuestión enfatiza en la relación de las noticias publicadas por el periódico Sucesos sensacionales y la 127
López Betancur, Olga del Pilar. Amarilla y roja. Estéticas de la prensa sensacionalista. Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2005. Esta autora presenta un importante aporte al examen de la sociedad medellinense del tercer cuarto del siglo XX, a través del análisis de las noticias publicadas por el diario Sucesos Sensacionales (que circuló entre 1954 y 1976). Este periódico se centraba esencialmente en el relato de acontecimientos marcados por la tragedia (peleas, odios, venganzas, asesinatos, etc.). López Betancur aprecia cómo dicho diario ostentó cierto carácter de tribuna, casi única, ocupada en dar a conocer realidades que el peso de la censura no permitía ventilar públicamente. Al respecto la publicación tocó temas como el adulterio, el homosexualismo, el lesbianismo, la prostitución, etc. 128 El texto Amarilla y roja. Estéticas de la prensa sensacionalista. Medellín, no fue el único medio impreso a través del cual en la Colombia de entonces los ciudadanos pudieron conocer sucesos de esa naturaleza. La revista Mito, publicó en 1957 “Historia de un matrimonio colombiano” e “Historia de un matrimonio campesino”, con los cuales permitió a sus lectores acercarse a las peculiaridades, vedadas y escabrosas, que marcaban el ritmo de la vida conyugal de entonces, ya en el campo como en la ciudad. Véase: Jurado Valencia, Fabio. Mito: 50 años después (1955-2005). Una selección de ensayos. Bogotá, Lumen–Universidad Nacional de Colombia, 2005, Pp. 204 – 247. El presente trabajo investigativo se detendrá en su momento en ambos textos. Sobre sucesos escandalosos valga mencionar también que durante los años 1970 y a partir de los años 1980 hicieron época en Colombia la revista Vea y el diario El Espacio de Bogotá, este último publicado también en otras ciudades del país a partir de los primeros años del siglo XXI.
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cultura popular, entendiendo por ésta las acciones, manifestaciones y sentimientos que la sociedad -a veces abiertamente y otras no- califica de manera despectiva, peyorativa. Como fuere, estos referentes son de hecho empleados por la sociedad para dar cuenta de la vida cotidiana de campesinos, empleadas domésticas, obreros, meseros, vendedores ambulantes, policías de bajo rango, ladrones, soldados, prostitutas y homosexuales. En suma, gentes de baja extracción social. Manifiesta López Betancur que en la cultura popular se evidencia el dualismo moralizante entre lo bueno y lo malo, lo sacro y lo profano, lo legal y lo ilegal 129, características en últimas de una sociedad marcada por lo tradicional que no termina de insertarse en la modernidad. Casi como síntesis de lo que sería un ciclo del asombro, puede notarse que este es propio de toda sociedad, tradicional o moderna. También que para que un suceso genere admiración o asombro no necesariamente tiene que ser “espectacular”, sino simplemente percibirse como fuera de lo común, esto es, ajeno a lo rutinario. En otras palabras debe ser extraño a lo cotidiano. Todo aquello que cabe considerar como espectacular mora siempre en lo asombroso, sin que por ello deba afirmarse, valga la insistencia, que todo lo que produce asombro requiera de la presencia de espectacularidad. Una vez lo asombroso se hace repetitivo sobreviene con ello su trivialización. Lo antes maravilloso pasa así al ámbito de lo común, al terreno de lo cotidiano cerrando su ciclo de vida. Las manifestaciones hasta aquí descritas, unas heredadas del Medioevo y enriquecidas en los tiempos que le sucedieron, otras inéditas y que fueron síntoma y expresión de una sociedad transformándose en sus cimientos, convergieron configurando proceso de ser moderna. Si el historiador Jaime Jaramillo Uribe está en lo cierto, en tanto asume el cambio cultural como una constante y una característica propia de todas las sociedades en todos los tiempos 130, no es 129
Recuerda con esto las apreciaciones de Le Goff con respecto a lo que se entiende como conforme a la regla y lo que se sale de la misma: es causa de asombro -y puede subvertir en términos sociales- aquello que escapa a su control. López Betancur, Olga del Pilar. Op. Cit., p. 50. 130 Jaramillo Uribe, Jaime. “La historia de la cultura en Colombia y algunos problemas teóricos de la disciplina”, en: Rodríguez G., Ana Luz. Pensar la cultura. Los nuevos retos de la historia cultural,
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apresurado y mucho menos ilógico afirmar que en las sociedades el choque entre viejas y nuevas tradiciones o valores es una constante cultural. Para el caso de las sociedades en proceso de ser modernas, (que deben diferenciarse de las plenamente modernas), este choque es una de sus características y da precisamente origen a toda una serie de fenómenos susceptibles de ser observados desde la óptica del asombro. Ad portas de la segunda mitad del siglo XX, la sociedad medellinense es, en conjunto, una sociedad regida por parámetros tradicionalistas que reivindican, directamente, el orden social “normal”, esto es, el de la moral cristiana, el establecido por la fuerza secular de la costumbre, o en suma, el de los comportamientos y valores usualmente aceptados. Mismos que, conforme pasaron las décadas del siglo XX, fueron siendo progresivamente puestos en tela de juicio 131.
Medellín, Editorial Universidad de Antioquia - Facultad de Ciencias Humanas y Económicas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, 2004, Pp. 10-11 131 Este es a la larga el presupuesto sobre el que descansa todo este ejercicio monográfico. A modo de ejemplo piénsese en la variación en la percepción y el uso de los idiomas en nuestro medio a partir de la segunda mitad del siglo XX. Si hasta entonces las lenguas consideradas “cultas” fueron el francés y el alemán, con posterioridad a dicho momento histórico por sobre esa convención cultural, pasó a imponerse el uso del inglés como el más aceptado socialmente debido a su carácter práctico. Lo que en el presente causa cierto asombro en nuestro medio es que alguien decida invertir tiempo, dinero y esfuerzo en el aprendizaje de un idioma diferente del inglés. Véase: López, Bermúdez, Andrés. “Consolidación y nuevos programas (1953-1962)”, en: García Estrada, Rodrigo de J. (Coord.), Legado de una amistad. Centro Colombo Americano de Medellín 60 años, Pp. 40-65.
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SEGUNDA PARTE ESTUDIO DE CASO: LO COTIDIANO Y LO SENSACIONAL. HECHOS Y SITUACIONES QUE SUSCITARON ASOMBRO EN LA SOCIEDAD MEDELLINENSE DURANTE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX
I. Una nueva ciudad Una vez concluida la II Guerra Mundial, incluso los países derrotados salieron económicamente a flote contando con la ayuda norteamericana a través del Plan Marshall. Un evidente desarrollo económico y relativa tranquilidad política constituyeron el común denominador en la Europa de la posguerra debido al fortalecimiento de la industria y al crecimiento del sector de los servicios 132. Entre tanto, los Estados Unidos (EEUU) se consolidaban como la primera potencia industrial y en este terreno y el político entraron en competencia por la supremacía absoluta con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) 133. Ello conllevó obviamente profundos cambios en el mundo entero. En América Latina entre tanto, ciudades que ya podrían definirse como masificadas se caracterizaban por ser anárquicas en su estructura. Paralelamente a las sociedades rurales, allí se plasmaban las aspiraciones de sociedades modernas, citadinas y cosmopolitas, conforme lo registró Alejo Carpentier: […] Y, de repente, he aquí que las amodorradas capitales nuestras se hacen ciudades de verdad (anárquicas en su desarrollo repentino, anárquicas en su trazado, excesivas, irrespetuosas en su afán de demoler para remplazar) y el hombre nuestro, consustanciado con la urbe, se nos hace hombre-ciudad, hombre-ciudad del-siglo-XX valga decir: hombre-Historia-del-siglo-XX, dentro de poblaciones que rompen con sus viejos marcos tradicionales, pasan, en pocos años, por las más tremendas crisis de adolescencia y comienzan a afirmarse con características propias, aunque en atmósfera caótica y desaforada […] nuestras ambiciones e irreverentes ciudades modernas-, que, para decirlo francamente, conocíamos muy mal hasta ahora, y que sólo ahora (de pocos años a esta parte: 132 133
Procacci, Giuliano. Historia general del siglo XX. Barcelona, Crítica, 2001, p. 425. Ibíd.
64 medio siglo apenas [segunda mitad del siglo XX]) estamos empezando a calar en profundidad134.
La noción de progreso impregnó entonces las ideas de los planificadores y urbanizadores de las ciudades masificadas de América Latina. Carpentier continúa registrándolo: […] nuestras ciudades de América han dado un salto agigantado hacia adelante. Ciudades provincianas, amodorradas, más o menos desarrolladas, en muchos casos subdesarrolladas, quietas, ciudades de siesta, de calma, de modorra, agarran de repente un ritmo frenético, empiezan a crecer por todas partes, empiezan a ganar terreno a los alrededores, a crecer en verticalidad, a crecer en horizontalidad, a pasar de poblaciones de 400.000 habitantes a dos millones de habitantes, a hacerse tentaculares, a hacerse gigantescas, agitadas y, desde luego, cada vez más agitadas, cada vez más movidas, y a enfrentarse con nuevos problemas de toda índole, nuevos aspectos de la vida, nuevos conflictos, nuevas contingencias […]. Estas ciudades que crecen, estas ciudades tentaculares, se han llenado de conflictos nuevos que son los conflictos de la época135.
Uno de los asuntos que más atrajo la atención de quienes querían abandonar el campo, o aquellas ciudades pequeñas –en cuyo caso el crecimiento se detuvo-, fueron las oportunidades de trabajo y los sitios de entretenimiento que las metrópolis ofrecían, y que eran anunciados a través de los medios masivos de comunicación como periódicos, revistas, radio, y sobre todo, el cine y la televisión 136. Para los trabajadores que llegaban a la gran ciudad ésta tenía muchas más cosas para ofrecerles que el campo: “Las calles estaban llenas de gente y sólo verlas era un espectáculo”, anota el historiador argentino José Luis Romero 137. En las noches las calles se iluminaban y también encendían sus luces negocios, cines, y cafés. Las personas encontraron entonces a donde ir y diversas maneras de ocupar su tiempo libre.
134
Carpentier, Alejo. "Conciencia e identidad de América", en: La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A., 1981, Pp.7980. 135 Ibíd., Pp.108-109. 136 Romero, José Luís. Latinoamérica las ciudades y las ideas. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1999, p.393. 137 Ibíd., p.394.
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En Colombia, desde los albores del siglo XX los proyectos de modernización de sus ciudades fueron una constante, estando en concordancia con lo que ocurría en el resto de América Latina. Hay que señalar sin embargo que existiendo una clara intención de progreso para esos años –cuyos rasgos más visibles aparecieron en el aspecto económico– dicho progreso sufría el paso por un cuidadoso filtro en sus aspectos sociales y políticos, que aseguraba la vigencia de los valores tradicionales y cristianos, que no podían ser puestos en duda y mucho menos desafiados 138. Por este motivo, en lo que respecta a la cultura, las conductas que contradijeran o que cuestionaran el orden social y moral previamente establecido no fueron bien vistas. De conformidad con ello para los años 1950 la sociedad colombiana y la antioqueña en particular, mantenían una posición de acatamiento del orden tradicional. Una manifestación del ambiente que por entonces en pleno auge industrializador reinaba en el país en materia política y social, lo constituyó el desafortunado suceso con que Colombia concluía la primera mitad del siglo XX: con un violento conflicto social y político de grandes proporciones. El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, desencadenó violentas reacciones entre las franjas populares, que más allá de poner a tambalear la estabilidad del régimen de ese momento, pondrían en cuestión los cimientos mismos del modelo socio-político vigente. Dicha reacción, que patentizaba la nula distribución del poder y la precaria integración de la población al sistema político, permanecería con mayor o menor visibilidad flotando en el ambiente durante toda la segunda mitad del siglo XX 139.
138
Este asunto hunde sus raíces históricas en la recepción misma que de los presupuestos de la Ilustración hicieron los pensadores hispanoamericanos desde el siglo XVIII. Por lo menos así lo piensa José Luis Romero. Esto permite inferir entonces una continuidad de este fenómeno durante los siglos XIX y XX. Véase: Romero, José Luis. “El pensamiento político de la Emancipación”, (Prólogo), en: Situaciones e ideologías en América Latina. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001, Pp. 51–89. 139 Al respecto véase en especial: Melo, Jorge Orlando. “El Frente Nacional”, en: Sobre historia y política, Medellín, La Carreta - Lealón, 1979, Pp.216-218.
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1.1. La transformación del paisaje urbano: de pueblo a ciudad en infraestructura, de pueblo a ciudad en cultura Para comprender las transformaciones que sufre una ciudad deben considerarse aspectos
tan
diversos
como
el
crecimiento
demográfico,
los
proyectos
urbanizadores, la disposición de nuevos espacios dedicados al arte, la cultura y el entretenimiento, entre otras actividades. Las dinámicas que se insertan a la vida cotidiana se encuentran determinadas, también, por la forma como los habitantes de la ciudad asimilan o interiorizan el impacto generado por los aspectos enunciados. Promediando el siglo XX la administración de Medellín se inclinó, a modo de ejemplo, por llevar a cabo planes y programas de desarrollo como el Plan Piloto para la ciudad, que en cuestión de infraestructura reorganizaba el uso del suelo y diseñaba nuevas vías. Así mismo, este fue un periodo en el que se intentó moralizar las costumbres de los habitantes reacomodando las zonas de juego, diversión y prostitución140. El caso puede ilustrarse con el anuncio efectuado por el periódico El Correo en los siguientes términos: “Se descubre nueva clase de mujeres en el barrio Antioquia”141. Dicha noticia expresa abiertamente el reacomodamiento de las prostitutas en sectores marginales y deprimidos de la ciudad, lo cual, deja en evidencia un claro interés de las autoridades por sanear el espacio público y por cuidar la moral. De igual forma, esta es una noticia que delata un tipo de asombro asociado a “lo feo”, “lo inmoral”, “lo inadecuado” 142. 1.1.2. En la transformación de la ciudad: obras para todo público El historiador Carlos Mario Osorio Agudelo da cuenta de la gestión del Concejo Municipal entre 1948 y 1957. Este autor informa sobre los proyectos de planificación en la ciudad, tales como el ya mencionado Plan Piloto de Wiener y Sert (propuesto en 1948), el cual se orientaba, básicamente a: 140
Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado. 141 El Correo. “Se descubre nueva clase de mujeres en el barrio Antioquia”, en El Correo, septiembre 23 de 2953, p. 1. 142 Al respecto véase: Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Op. Cit., p. 128.
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[…] el reordenamiento de la ciudad con la construcción de un centro que uniera toda la actividad administrativa en un solo lugar, concretamente en el sitio denominado La Alpujarra distante unas tres cuadras del tradicional sector de Guayaquil y construir, en sus alrededores unidades educativas, de seguridad y culturales, para darle mayor funcionalidad a dicho centro. La propuesta incluía también mejorar la circulación vehicular en la ciudad construyendo un sistema vial paralelo al río Medellín y promoviendo la preservación de las zonas verdes dándoles la destinación de parques143.
A pesar de que propuestas como la anterior no se materializaron de inmediato, si dejan ver algo muy claro en la ciudad que llega al medio siglo: su expansión, misma que indefectiblemente exigió la creación de lugares más amplios dedicados por entero a la planeación y administración de los asuntos propios de la ciudad, tales como transporte, educación, rentas, saneamiento y servicios básicos. En este orden de ideas, Osorio menciona como hito importante para esta década la creación de Empresas Públicas de Medellín como ente autónomo en 1955, y la puesta en marcha de una red de buses de gasolina que recorrió la ciudad, y reemplazó el viejo sistema eléctrico del tranvía 144. Este tipo de obras permiten al efectuar un primer acercamiento a la transformación del paisaje urbano experimentada por la capital antioqueña a partir de los años cincuenta. Fenómeno que en sí mismo fue en aquellos días -y guardadas las proporciones lo es tambiénhoy motivo de asombro: como apunta Alejo Carpentier, hay en ello una “trastocación de la realidad”145, esto es, un cambio de referentes usuales en la modificación de los espacios y del uso social asignado a los mismos. En palabras del historiador Osorio, lo dicho se encuadra en la siguiente descripción: “la ciudad crece en forma acelerada, a un ritmo increíble. Crece no sólo en la dimensión de sus calles, sus barrios, sus edificaciones de diez y más plantas sino en la de los establecimientos
143
Osorio Agudelo, Carlos Mario. “El Concejo de Medellín y su gestión en tiempos de violencia política y crisis institucional, 1948-1957”, en: García Estrada, Rodrigo de J. (Coord.), El Concejo de Medellín. Protagonista del desarrollo en la capital antioqueña 1900-1999. Medellín, Instituto Técnico Metropolitano. 2000, p, 172. Véase además: Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24–25 de 1995. Documento policopiado. 144 Ibíd., p. 179 145 Carpentier, Alejo. “De lo real maravilloso”, en: Ensayos, La Habana, Letras Cubanas, 1984, p. 77.
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industriales y comerciales que todos los días se abren en una variedad cromática formidable”146. La ciudad estaba experimentando por entonces un cambio urbano sin comparación en épocas pasadas. Nuevos hoteles, teatros, salas de cine y escenarios deportivos fueron erigidos entre 1945 y 1950, para atender la demanda cultural y deportiva. El Teatro “Lido”, el Edificio “Fabricato”, el Hotel “Bristol”, el Teatro “Manrique”, el Teatro “Santander” y el nuevo Estadio de Fútbol “Atanasio Girardot”, fueron algunas de las construcciones que acompañaron la transformación del paisaje urbano en la época147. El siguiente anuncio publicado por el diario El Correo ejemplifica lo anotado: “Teatro Bolívar, hoy martes a las 9:15 p.m. grandioso debut del Ballet, conciertos de New York”148. Retomando lo relativo a transportes, en 1951 el tranvía se detuvo definitivamente para darle paso a los modernos buses de gasolina. Se trataba de poner fin a la agonía de un sistema que, junto con la planta hidroeléctrica de Piedras Blancas había constituido durante la primera mitad del siglo pasado la columna vertebral de “la ciudad joven”149. El cambio descrito favoreció sustancialmente el transporte urbano, porque a partir de entonces fue posible abrir nuevas rutas que recorrieron, sin contar necesariamente con el previo tendido de rieles, toda la ciudad 150. Si de obras arquitectónicas que impactaron a la sociedad medellinense del medio siglo se trata, no puede dejar de mencionarse la inauguración del Estadio Atanasio Girardot, evento que congregó a más de 30.000 personas en el nuevo escenario 146
Osorio Agudelo, Carlos Mario. Op. Cit., p. 179. Botero Gómez, Fabio. Cien años de vida en Medellín 1890-1990. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998, Pp. 516-517. Véase además: Romero, José Luís. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Op. Cit., Pp. 439-457. 148 El Correo. “Teatro Bolívar, hoy martes a las 9-15 p.m. grandioso debut del Ballet, conciertos de New York”, en Medellín, El Correo, agosto 18 de 1953, p. 8. 149 Botero Gómez, Fabio. “Con tranvía y café tinto”, en: Op. Cit., Pp. 358–368. De acuerdo con Fabio Botero los años de más vitalidad para aquel sistema de transporte transcurrieron desde 1921 hasta 1938. En lo que respecta al concepto de “La ciudad joven”, sostiene este autor, su génesis y desarrollo pueden ubicarse en el período comprendido entre 1920 y 1950. 150 Osorio Agudelo, Carlos Mario. Op Cit., p, 179. Véase además: Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado. 147
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deportivo. El periódico El Colombiano lo reportó de la siguiente manera: “Copada totalmente la capacidad del estadio para la fecha de la inauguración” 151. Dicho evento se llevó a cabo el 19 de marzo de 1953 con solemnes actos oficiales en la mañana y actos deportivos en horas de la tarde. Al respecto, el ingeniero e historiador Fabio Botero Gómez en su libro Cien años de la vida de Medellín, expresa: “en 1953 se inauguró el monumental nuevo estadio, estructura fabulosa para aquellos días, que dejó a muchos con la boca abierta […]” 152. Calificativos como los usados por Fabio Botero coinciden con lo que el periodista Carl Warren define como propio del periodismo para generar una reacción frente a un acontecimiento en particular153, en este caso, de admiración frente a una edificación de carácter deportivo de “semejantes” magnitudes. Un año después vendría la inauguración del Museo de Zea, el cual, años más tarde, sería conocido como Museo de Antioquia. Por esa misma época tuvo lugar además la apertura al público de la Biblioteca Pública Piloto, suceso que sin duda despertó el asombro de la sociedad. Según el escritor Fernando Vallejo las personas hacían filas de hasta dos horas para lograr ingresar a la biblioteca cuando esto ocurrió. Con el paso del tiempo las filas se fueron reduciendo hasta no ser necesarias para ingresar al recinto154. Aquello que en un primer momento resultó novedoso, perdió paulatinamente su carácter de asombroso con el transcurrir del tiempo. Georges Duby comenta en ese sentido que “la memoria sólo retiene lo excepcional” 155. Como se ha explicado en este acápite, el desarrollo tecnológico se aplicó para responder adecuadamente a un fenómeno social que no admite demora, cual es el crecimiento demográfico y la consecuente expansión física de la ciudad. En tales 151
El Colombiano. “Copada totalmente la capacidad del estadio para la fecha de la inauguración”, El Colombiano, Medellín, marzo 20 de 1953, p.1. 152 Botero Gómez, Fabio. Op. Cit., p. 517. 153 Warren, Carl N. Géneros periodísticos informativos. Barcelona, A. T. E., 1975, p. 439. 154 Vallejo, Fernando. El río del tiempo. Bogotá, Alfaguara, 2004, p. 119. 155 Duby, Geroges. Diálogos sobre la historia. Madrid, Alianza, 1988, p. 64. Véase además: Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores, 1981, p. 27
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condiciones la ciudad de Medellín que principia la segunda mitad del siglo XX procura emplear el conocimiento científico y tecnológico para el mejoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes. La puesta en funcionamiento de la segunda etapa de la canalización del río Medellín anunciada por el periódico El Correo responde a dicha intención156, evidente muestra de las intenciones urbanizadoras de aquel entonces. Ante la incursión de elementos propios del desarrollo científico-tecnológico en el devenir de la sociedad, ésta experimentó un choque en su estructura mental, la cual, obedecía a un orden previamente establecido por las generaciones de antaño. La incursión de valores modernos en una sociedad de corte tradicionalista por la vía notoria del uso y masificación de los adelantos científicos y tecnológicos se fue haciendo realidad, insertando en el imaginario colectivo nuevos contenidos. En este orden de ideas, el siguiente acápite se detendrá con detalle en el choque generado por la transición de una sociedad de corte tradicionalista, al de una sociedad con rasgos más modernos. 1.2. Valores tradicionales vs. Valores modernos Frente a los procesos culturales de modernización, la capital antioqueña fue más lenta que otras ciudades occidentales, incluso latinoamericanas. Un ejemplo que ilustra esto con claridad lo proporciona “La Retreta”. Espectáculo popular que ya era común en Medellín desde comienzos del siglo XX, este programa dominical de música en vivo celebrado en el Parque Bolívar con gran asistencia, significó toda una novedad para la ciudad que entonces se transformaba. No obstante, esta expresión artística no desencadenó tras su puesta en marcha reacciones tan airadas y debates tan enconados como los que sí generó a mediados de los años cincuenta la aparición del Rock and Roll como gusto musical que fue arraigando entre la juventud local. 156
El Correo. “En diciembre se inicia la segunda etapa de las obras de canalización del río Medellín”, en: El Correo, Medellín, agosto 8 de 1953, p. 2.
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Tal afirmación es corroborada, por ejemplo, por la prohibición en 1957 por parte de la Iglesia católica, de una manifestación de los tiempos como el Rock and Roll: La Iglesia prohíbe el Rock and Roll De nuestra oficina de redacción por telégrafos. El arzobispo ha prohibido el Rock and Roll. […] La curia estudió el problema detenidamente y parece que se pronunció en sentido enérgico contra el “baile loco”. Por otra parte se sabe que el entusiasmo inicial sobre este baile ha decaído notablemente en el curso de la última semana, hasta el punto de que el teatro que venía exhibiendo la película “Al compás del reloj” ha anunciado que la quitará de cartelera en estos días157.
Ese mismo día, el periódico El Correo registró dicha prohibición en los siguientes términos: Fue prohibido por la Iglesia católica el Rock and Roll Una fuente excelente dio cuenta esta tarde que el estudio sobre el Rock and Roll, adelantado por las autoridades eclesiásticas de Bogotá, concluyó y se decidió descalificar la coreografía del baile loco. Los términos de la conclusión serán dados a conocer la próxima semana y posiblemente la prevención se haga conocer desde los púlpitos de las iglesias el domingo venidero. Las fuentes dijeron que las autoridades eclesiásticas habían realizado un detenido estudio sobre el baile que ha causado algún furor en los Estados Unidos, e instigado [a ver] la película “Al compás del reloj”158.
Sin embargo, días después de la prohibición el periódico El Correo anunciaba: Escuela de Rock and Roll se ha abierto en esta ciudad Pedro Betancur, conocido profesor de baile popular y jefe de archivo del plan regulador del municipio de Medellín, ha abierto una academia para la enseñanza del Rock and Roll, baile que ha venido embargando la atención del público, y que fue vetado por autoridades eclesiásticas de Bogotá. Siete “coca–colas” Betancur inició las clases con un total de siete “coca–colas” 159 y aspira a que en un mes pueda contar con más de cien alumnas. Basta con ser deportista 157
El Colombiano. “La iglesia prohíbe el Rock and Roll”, en: El Colombiano, Medellín, febrero 13 de 1957, p1. 158 El Correo. “Fue prohIbído por la Iglesia católica el Rock and Roll”, en: El Correo, Medellín, febrero 13 de 1957, Pp. 1-11. 159 “Cocacolos” era el calificativo dado a los jóvenes que para entonces se apropiaron y gozaron a plenitud bajo la influencia directa de la televisión, e hicieron de la música su medio de expresión por excelencia, disfrutando hasta el frenesí con los escandalosos sonidos del rock and roll y otros ritmos posteriores como el twist. Véase, Herrera Duque, Diego Alexander. De nadaístas a hippies. (Monografía), Medellín, Universidad de Antioquia, 2007, Pp. 140-145.
72 Betancur dijo que el Rock and Roll es un baile relativamente fácil, pues que basta con que el bailarín sea un buen deportista, dada la intensidad de los movimientos. Y la forma como debe tomar la pareja a cada instante y lanzarla hacia el aire, lo que demanda un extraordinario esfuerzo físico. Agregó que no considera inmoral este tipo de baile pues en él ha ideado un sistema especial, mediante el cual el traje de la pareja no se levante más de conveniente, sino una sola vez160.
Así, a pesar de la censura emitida por el clero, las nuevas manifestaciones culturales procedentes de otros países iban siendo acogidas por la sociedad medellinense. Esto demuestra una ruptura cultural por parte de una nueva generación, que rechazaba los antiguos valores de la sociedad tradicional e incorporaba, gracias a la radio y a la televisión, -así como a la expansión del horizonte cultural que ambos proporcionaban-, otras modas y tendencias de gran demanda para el aprovechamiento del tiempo libre. Esta última noción que alude al ocio 161, es una de las categorías que el historiador francés Jaques Le Goff emplea en su caracterización de aquello que maravillaba a los hombres de la Alta Edad Media. En ese sentido, guardadas las proporciones, existe cierta correspondencia entre aquello que asombraba al hombre del Medioevo y a quienes demandaban nuevas formas de pasar el tiempo libre a mediados de los años cincuenta del siglo XX. La negativa del clero ante estas nuevas manifestaciones culturales da cuenta de una sociedad que concebía la relación cuerpo y alma de manera bastante tradicionalista162. Posturas como estas, son un claro ejemplo de lo que Gonzalo Soto explica como “Cultura de lo serio”, que no admite la diferencia ni el multiculturalismo163. De esta forma, se entiende que para la sociedad medellinense de la década de los años 1950, no existía una estructura mental basada en valores 160
El Correo. “Escuela de Rock and Roll se ha abierto en esta ciudad”, en: El Correo, Medellín, febrero 28 de 1957, p. 5. 161 Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1988, Pp.20-24. 162 Velásquez Toro, Magda. “Condición jurídica y social de la mujer”, en: Tirado Mejía, Álvaro. (Dir.), Nueva Historia de Colombia. Tomo IV, Bogotá, Planeta, 1989, Pp. 15-23, 26-33, 48-59. 163 Soto Posada, Gonzalo. Conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas” en: Cátedra Abierta Teoría de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, Marzo 28 de 2005.
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en rigor modernos (acompañantes del proceso de modernización que para aquel entonces se operaba, evidenciando indudables avances en asuntos relacionados con el acelerado proceso de industrialización y urbanización). De hecho era motivo de escándalo el que un baile implicara movimientos y gestos asociados a un nuevo tipo de contacto físico entre una pareja danzante. Como al respecto diría Philippe Aries -pensando el caso de la sociedad francesa de la Edad Media-, esto da a entender que en el seno de la sociedad medellinense prevalecían tabúes frente a la sexualidad, posiblemente indicativos de cierta connotación sacra del cuerpo, que por tanto debía mantenerse alejado de cualquier situación amenazadora de dicha condición164. Algo similar había sucedido en los tiempos de la Europa Medieval, cuando, la Iglesia cristiana, esto en palabras de Jaques Le Goff, “trató sobre todo de hacer desaparecer los sistemas de gestos paganos especialmente en un dominio que resultaba particularmente odioso al cristianismo […] El gesto, medio de expresión preferido por el paganismo y Satanás, […] demasiado ligado al cuerpo pareció, lo mismo que el sueño peligroso y sospechoso a los ojos de la Iglesia de los primeros siglos de la Edad Media” 165.
Casos como ver a un niño disfrazado de mujer en una de las ventanas de su casa166, o ver a una persona que dormía en una plazoleta pública, eran en la Medellín del medio siglo XX eventos que todavía escandalizaban, porque este tipo de conductas -que a la luz de nuestros tiempos adquieren otros significados-, resultaban para entonces bochornosos, por decir lo menos, cuando no causantes de severa reprensión social. Al respecto un ejemplo: Feo espectáculo en pleno centro de esta capital En pleno centro de la ciudad- Calibío cerca de la plazuela Nutibara- […] [un] parroquiano permaneció ayer por espacio de dos horas, durmiendo
164
Aries, Philippe. Sexualidades occidentales. México, Paidos, 1987, p. 65. Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval. Op. Cit., Pp. 52-53. 166 Vallejo, Fernando. Op. Cit., p. 32. 165
74 tranquilamente sin que ninguna autoridad interviniera para evitar el feo espectáculo […]167.
Para cerrar este acápite es conveniente señalar que los ejemplos enunciados permiten elaborar una especie de radiografía de los cánones morales imperantes en aquella época. Debe reiterarse que, si bien la sociedad antioqueña de los años cincuenta asistía a un proceso acelerado de modernización desde el punto de vista del desarrollo y el crecimiento urbano, también se resistía a aceptar cambios que alteraran el orden moral vigente. La cultura de lo serio, como de manera tan acertada la define el estudioso social Gonzalo Soto, mantenía allí plena vigencia. Y si de distraer la atención se trata y a la vez olvidar momentáneamente el peso de la rutina, sabido es que entre los sucesos que más concentran la atención -y crean mayor número de espectadores- se encuentran los marcados con el signo de la muerte violenta. A continuación se dedicarán algunas páginas al respecto. 1.3. ¿Por qué se fue y por qué murió? Homicidios Como se ha registrado la década del cincuenta es para el mundo rural colombiano un momento de recrudecimiento de La Violencia, década en la que imperó la anarquía y se agudizó la insurgencia campesina. A partir de entonces, Colombia vivió un período caracterizado por el enfrentamiento ideológico, verbal y armado entre sectores de las clases dominantes, que a modo de “carne de cañón” involucró a los sectores populares en una lucha que no era suya. Este fenómeno que tuvo mayor eco en el campo, pero que también adquirió cierta significación en las ciudades, (huyendo del enfrentamiento muchos campesinos se desplazaron a las zonas urbanas), implicó el desplazamiento a esos nuevos escenarios de odios y resentimientos surgidos en el conflicto agrario 168. Indudablemente en el Medellín de los años 1950 la muerte trágica era un fenómeno que causaba asombro en la sociedad en general. A pesar de ser cotidiano, este tipo 167
El Correo. “Feo espectáculo en pleno centro de esta capital”, en: El Correo, Medellín, agosto 12 de1955, p.12. 168 Palacios, Marco y Safford, Frank. Op. Cit., Pp. 552-553.
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de evento era considerado como altamente asombroso. Carpentier define este tipo de hechos como tremebundos o rocambolescos, pues al ser publicados por los medios de comunicación masivos adquieren proporciones que no tenían cuando era menor o inexistente la circulación de dichos medios 169. Claro está, en correlación con las características propias de cada hecho en particular. Según indican los periódicos consultados, los homicidios que más comúnmente se registraban eran cometidos por y contra la gente del común. Al respecto hay que decir que, paralelamente a lo acontecido en el contexto de la Edad Media europea conforme lo registra Jacques Le Goff, los protagonistas de estos crímenes (víctimas y victimarios) constituían una especie de excluidos o destinados a la exclusión, y frecuentemente se trataba de criminales, bandidos, suicidas o prostitutas. En el caso ilustrado por la prensa del siglo XX el propio medio periodístico genera unos estigmas sociales con los cuales va sugiriendo al lector cómo comprender -en un primer momento y de forma superficial- las “causas” del hecho violento. Una vez registrada la muerte violenta, aquellos seres anónimos se transforman, mediante el interés periodístico, en tipologías con las cuales la sociedad del momento es inducida a reflexionar sobre el acontecimiento. En otras palabras, la muerte violenta convertida en hecho noticioso es al mismo tiempo generadora de un estigma social con el cual, superficialmente, “pretende comprender” las causas que originaron el acontecimiento trágico. De ahí que se hagan comunes expresiones tales como “lo mataron por ladrón”, “eso le pasó por puta”, etc. En esa medida periódicos que no son abiertamente sensacionalistas como El Colombiano o El Correo, terminan incurriendo en cierto grado de sensacionalismo. El fallecimiento de un ser querido es un acontecimiento doloroso entre familiares y amigos cercanos al finado. Sin embargo, cuando el difunto es un personaje público o las causas de una muerte desafían la razón humana, la calamidad trasciende las 169
Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Op. Cit., p. 25.
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barreras de lo íntimo y se convierte en un suceso generador de gran impacto. Olga del Pilar López Betancur en su libro Amarilla y Roja, estéticas de la prensa sensacionalista, dice que en dicho tipo de prensa lo reservado se muestra y lo inconfesable se confiesa. La autora señala que con la aparición del semanario Sucesos Sensacionales en la década de 1950, salen a escena temas virtualmente indecibles o antes inexistentes. De esa manera, inscritos dentro de las expresiones y los dramas de lo popular, se implantan nuevos consumos culturales 170, rompiendo con la cotidianidad mediante la irrupción del “otro inesperado”, -o sea, esa otra u otras personas desconocidas que viven un drama y que salen de nuestras vidas con la misma facilidad con que entraron-. En pocas palabras, la muerte se hace asombrosa cuando rompe con la cotidianidad. Colombia, y más específicamente Medellín, habían experimentado una primera oleada migratoria del campo a la ciudad durante el auge industrializador, en las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX. De esta primera experiencia surgió la clase obrera como un grupo social diferenciado que sin duda aportó nuevas dinámicas al crecimiento urbano. Esto fue muy claro en el caso de Medellín, en donde se evidenció con gran intensidad la creación de nuevos barrios obreros, parroquias, parques, calles, avenidas, escuelas, colegios, centros de salud, hospitales, cines, teatros, cafés y plazas de mercado. Sitios como estos se multiplicaron para abastecer la demanda de los contingentes de pobladores recién llegados. Pero esta transformación del paisaje urbano también estuvo acompañada de dificultades que tuvieron que ser resueltas por las autoridades competentes, pues, las distancias se hicieron cada vez más largas entre los lugares de habitación y los de trabajo, el aire se tornó un tanto impuro, los ruidos se hicieron más ensordecedores y, por supuesto, creció la tasa de criminalidad 171. Los robos y 170
López Betancur, Olga del Pilar. Amarilla y roja. Estéticas de la prensa sensacionalista. Medellín, Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2005, p. 53. Véase además: Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. México, G. Gili, 1986, p. 59. 171 Romero, José Luís. Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Op. Cit., p.399. Véase además: Sánchez Vitola, Antonio José. Delincuencia en Medellín, 1930-1950: otra cara del progreso.
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abusos contra los moradores de Medellín fueron a partir de entonces cada día más numerosos, y las disputas familiares y riñas callejeras se hicieron frecuentes. Este tipo de eventos son los que Alejo Carpentier denomina como rocambolescos, excesivos o tremebundos, y sin duda se hicieron bastante característicos de las sociedades urbanas del siglo XX 172. A la luz de la noción de opinión pública enunciada por Jurgen Habermas se postula al respecto que “Las grandes ciudades comerciales son al mismo tiempo centros de tráficos de noticias” 173. Homicidios como el ocurrido el 26 octubre de 1953, en el marco del cual un hombre le propina 11 machetazos a su esposa en plena plaza de Cisneros, porque, según él, su mujer había abandonado el hogar 174, constituyen casos que aparecen en la prensa de la época con cierta frecuencia. En las vías públicas de Medellín se incrementaron en efecto las agresiones y violencias de diferente cuño, generando impacto no sólo entre quienes tuvieron que presenciar los crímenes, sino entre el resto de la sociedad que se enteraría de los sucesos por los medios. El crimen pasional antes mencionado fue registrado por el periódico El Correo de la siguiente manera:
De 11 machetazos un individuo dio muerte ayer a su esposa en la plaza de Cisneros De once machetazos, uno de los cuales le cercenó casi totalmente la cabeza, Raúl Pérez Restrepo le dio muerte a su esposa María Amanda Parra en la plaza de Cisneros de esta ciudad en las horas de la tarde de ayer, sin que las numerosas personas que presenciaron el hecho hubieran intentado impedir el salvaje asesinato. La víctima se disponía a tomar un camión de la línea del barrio Antioquia, y en esos momentos apareció Pérez Restrepo, el cual la increpó por haber abandonado el hogar y luego en forma sorpresiva desenvainó un afilado machete y con él propinó a la Parra varios golpes que le causaron 11 heridas de características verdaderamente impresionantes […] Monografía, Medellín, Universidad de Antioquia, 1997. 172 Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A., 1981, Pp. 25-26. 173 Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. G. Gili, 1986, p. 54. 174 El Correo. “De 11 machetazos un individuo dio muerte ayer a su esposa en la plaza de Cisneros”, en: El Correo, Medellín, octubre 27 de 1953, p. 2.
78 La víctima María Amanda Parra de Pérez contaba veinticinco años de edad, era de color moreno, y baja de estatura, robusta y de pelo negro. Había contraído matrimonio con Pérez Restrepo hacía algunos años y tenía dos hijos. Parece que había abandonado a este desde la semana pasada, sin que se tenga conocimiento de las causas175.
Esta noticia va mucho más allá de lo que a simple vista podría enunciarse como un típico ejemplo de crónica roja. El trasfondo de la misma permite dilucidar que aún para la década de los años cincuenta, la mujer era considerada básicamente baluarte de la religión y el hogar 176. En la sociedad antioqueña y en la colombiana en general, el rol básico otorgado a la mujer se restringía por lo general a la vida hogareña, lugar en donde se suponía debía transcurrir su existencia de manera inmutable. En contextos como el enunciado, y al enterarse de eventos como el descrito, usualmente surgían comentarios con aire de poca sorpresa por parte de la opinión pública177: “eso le pasó por haber abandonado al marido”. En el marco de una sociedad caracterizada por el dominio masculino, podría pensarse que la agresión perpetrada por el esposo contra su cónyuge recibe cierto grado de legitimidad social dados los cánones culturales imperantes. En el artículo “Historia de un matrimonio colombiano”178, escrito por Esmeralda Gómez de H. en la revista Mito No.15, en el año de 1957, la autora deja claro que en Colombia, para ese momento histórico, resultaba impensable o absurdo que una mujer pensara en separarse de su esposo. En palabras de la señora Gómez: […] un buen día en que quise ser honrada, honesta y sincera, reuní a mis parientes y les dije que deseaba separarme de un hombre que no amaba en absoluto, y con el cual no me comprendía […]. Que mi intención era […] separarme de él. De lo que sucedió entonces, no quiero ni acordarme. Mis hermanos protestaron con energía insólita. Mi madre se echó a llorar 175
El Correo. “De 11 machetazos un individuo dio muerte ayer a su esposa en la plaza de Cisneros”, en: El Correo, Medellín, octubre 27 de 1953, p. 2. 176 Al respecto véase: Bloch, Ernst. El principio esperanza. Madrid, Trotta, 2006, p. 163. 177 Véanse: Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. México, G. Gili, 1986, p. 59. Véase además: Santamaría, Luisa. El Comentario Periodístico: Los Géneros Persuasivos. Madrid, Editorial Paraninfo, 1990, p. 47 y Miralles, Ana María. Miralles, Ana María. Periodismo, opinión pública y agenda ciudadana. Bogotá, Norma, 2002, Pp. 115-116. 178 Gómez de H., Esmeralda. “Historia de un matrimonio colombiano”, en: Mito. 50 años después: 1955-2005. Una Selección de ensayos. Jurado Valencia, Fabio (prólogo y selección de textos). Bogotá, Lumen, Universidad Nacional de Colombia, 2005.
79 amargamente y se enfermó. Mi suegra y mis cuñados añadieron unas palabras más al repasado sainete familiar. “¿Una mujer de diez y seis años, separada del marido?” (Esto y una infanticida, era para ellos lo mismo) 179.
Volviendo sobre la noticia del hombre que mató a su esposa a machetazos, es oportuno hacer claridad sobre el hecho de que la crónica roja no se publicaba exclusivamente en los periódicos y revistas de corte sensacionalista, sino que tal tipo de historias merecían espacio en los periódicos “serios”, en este caso el diario local El Correo. Vale la pena señalar así mismo que tal noticia cumple con los elementos narrativos propios de la crónica roja. En los términos de la investigadora Olga del Pilar López Betancur hay una victimización de una persona que terminó involucrada, por una acción fortuita, en un suceso que no eligió para figurar en él 180. Una particularidad de estas noticias es que durante la década de los cincuenta, un buen número de crímenes fueron cometidos con arma blanca u otros objetos cortopunzantes, como machetes o cuchillos. El uso común de ese tipo de armas puede ilustrarse con dos crímenes ocurridos en la capital de la montaña en marzo de 1957. El primero fue registrado de la siguiente manera: “Era algo serio para la pelea, lo mataron de una cortada profunda” 181, y el segundo fue anunciado así: “La cogió a cuchilladas en el zacatín; pero estaba poseído de intenso dolor” 182. Este tipo de homicidios, como se continuará observando en los dos capítulos siguientes, se presentaba con frecuencia. Caso contrario a los hechos de sangre acaecidos en las décadas finales del siglo (años ochenta y noventa), cuando las notas referentes a homicidios o riñas callejeras registran que la mayoría de hechos de sangre se perpetran para entonces con armas de fuego, de corto, mediano y largo alcance. Aunque escasos, según los resultados que arrojó la muestra consultada, fue posible no obstante encontrar el caso de un crimen cometido durante la década de los años cincuenta con arma de fuego. Fue el asesinato de un hombre que murió al parecer 179
Ibíd., p. 209. López Betancur, Olga del Pilar. Op. Cit., p. 24. 181 El Colombiano. “Era algo serio para la pelea, lo mataron de una cortada profunda”, en: El Colombiano, Medellín, marzo 14 de 1957, p. 2. 182 El Colombiano. “Lo cogió a cuchilladas en el zacatín; pero estaba poseído de intenso dolor”, en: El Colombiano, Medellín, marzo 21 de 1957, p. 2. 180
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por tocar la puerta de un establecimiento que ya había cerrado sus puertas al público. Este hecho fue anunciado por el periódico El Colombiano con el llamativo encabezado: “Por tocar una puerta le dieron muerte a balazos” 183.
183
El Colombiano. “Por tocar una puerta le dieron muerte a balazos”, en: El Colombiano, Medellín, abril 28 de 1957, p. 2.
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II. El mundo al revés. Revolución social, sexual, y cultural En el plano internacional la década de los años 1960 se caracterizó por contundentes cambios en la estructura mental de Occidente. Algunos de esos cambios se evidenciaron en la reevaluación de la estructura familiar tradicional, el incremento de mujeres que ingresaron a las universidades, la invención y puesta en circulación de la píldora anticonceptiva, el surgimiento de grupos juveniles como expresión de protesta frente a las condiciones impuestas por el sistema capitalista, y las nuevas modas de consumo promovidas por medios masivos de comunicación como la radio y la televisión184. Colombia surcó entre tanto esta década bajo las directrices del Frente Nacional (1958-1974), acuerdo político pactado por las élites como “solución” al fenómeno de La Violencia de los años cincuenta. Aunque el Frente Nacional no logró colmar las expectativas en cuanto a democratización y genuinas oportunidades sociales, pudo al menos, en buena medida, contener la hasta entonces desmedida ola de violencia185. En el ámbito social y cultural la población colombiana mantuvo cierta sintonía con la pugna a que Occidente entero asistía por aquel entonces, entre las ideas flexibles, multiculturales y transformadoras de las estructuras vigentes, y aquellas ideas que propugnaban por la conservación del status quo. Localmente, esto es, en Medellín, la década de los años 1960 estuvo marcada por un importante despliegue urbanístico contemplado por el Plan Piloto. Obedeciendo a éste procedió de manera formal a la zonificación y sectorización de Medellín 186. Sobre este particular la historiadora Lucelly Villegas comenta que “Se ampliaron los espacios de asentamiento y se agregaron a los ya construidos sin ninguna planificación, especialmente hacia las laderas, zonas no urbanizadas y corredores verdes”187. 184
Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Barcelona, Crítica, 2003, Pp. 232-336. Bushnell, David. Colombia una nación a pesa de si misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días. Bogotá, 2003, p. 309. 186 Botero, Fabio. Cien años de la vida de Medellín 1890-1990. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998, p. 541. 187 Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado. 185
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A nivel cultural y literario los habitantes de la capital de la “Eterna primavera” gozaron unos cuantos, y otros tantos se escandalizaron, ante las ocurrencias y sucesos “indecentes” llevados a efecto por “Los Nadaístas”, pequeño grupo de jóvenes de actitud contestataria encabezados por Gonzalo Arango, que lograron ponerle “los pelos de punta” a los más tradicionalistas. El Medellín conservador veía con escozor las peripecias “inmorales” de este grupo de “irreverentes” que protestaban contra todo aquello que representara los valores tradicionales 188. Casos y cosas protagonizados por este grupo formarían parte de aquello que Gonzalo Soto identifica como la “cultura de la risa” 189, transgresora de cánones morales mediante acciones que fueron fuente de escándalo para buena parte de la sociedad del momento. Otro elemento que debe valorarse como importante en los sucesos que denotaron asombro en la sociedad medellinense de la década de los años sesenta, es el referente a la muerte violenta. Si bien dicho fenómeno fue más visible en los sectores rurales sacudidos por el fenómeno de La Violencia durante la década anterior, entre 1960 y 1970 el tema de los homicidios perpetrados en las ciudades fue adquiriendo importancia. El asombro frente a la muerte violenta continuó estando así vigente, pero adquirió sin duda realce particular en el caso de sucesos considerados como horrendos y extravagantes 190.
2.1. Muertes violentas: los ajusticiados 2.1.1. Las crónicas de Don Upo 188
Botero, Fabio. Op. Cit., Pp. 529-533. Soto Posada, Gonzalo. Conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas”, en: Cátedra Abierta Teoría de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, marzo 28 de 2005. 190 Véase: Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A. 1981, Pp. 126-127. 189
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Alfonso Upegui Orozco, quien firmaba sus crónicas “De los estrados judiciales” bajo el seudónimo de “Don Upo”, es tal vez el reportero de crónica roja más recordado por los lectores de El Colombiano entre las décadas de los años cincuenta y principios de los setenta. Al escuchar repetidamente los relatos de los sindicados de crímenes mientras se desempeñaba como secretario de los juzgados de Medellín, este periodista se percató de que allí saltaban a la vista el absurdo y la inconsciencia. A “Don Upo”, historias acontecidas tanto en la ciudad como en las áreas rurales circundantes, le hablaban de manera clara y directa “desde el corazón de los hechos”191. Según el cineasta antioqueño Víctor Gaviria, las crónicas de Don Upo, que se referían preferentemente a los crímenes que ocuparon amplios espacios en los diarios y sonaron en la radio, se caracterizaban por su narración llena de picaresca a través de un “delicioso humor”, pudor y goce 192. Al respecto, resulta oportuna la referencia del historiador Gonzalo Soto sobre las situaciones trasgresoras que consiguen poner el mundo “patas arriba”, pues, en sus columnas pintadas de tragedia los titulares empleados por Upegui Orozco fácilmente invitaban también a la risa193. A partir de esta fuente puede hacerse una lectura sobre cómo la sociedad medellinense de las décadas de los años cincuenta, sesenta y los primeros años de la década del setenta, disfrutaba con las tragedias de ese “otro”, que vivía en el anonimato. Estos personajes, compartían por lo común la condición de ser excluidos o marginados de la sociedad en su condición de personas dedicadas a actividades poco calificadas y menospreciadas socialmente (obreros, vendedores ambulantes, prostitutas, ladronzuelos, individuos con bajos niveles de educación
191
Gaviria, Víctor. “Prólogo: La comedia paisa de Don Upo” en: Velásquez Gallego, Francisco. Alfonso Upegui Orozco. Don Upo. Vida y obra del periodista que con mejor picaresca trató los crímenes de Medellín y Antioquia a mediados del siglo XX. Medellín, Editorial Palabra Viva, 2002, p. 13. 192 Velásquez Gallego, Francisco. Op. Cit., p. 21. 193 Soto Posada. Gonzalo. Op. Cit.
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entre otros oficios y situaciones). Los artículos solían enfatizar en dichas calidades, con lo que tácitamente se mejoraba el nivel de interés por cada historia 194. Una muestra de los titulares curiosos, macabros y morbosos publicados en las crónicas de Don Upo puede ser la siguiente: • • • • •
• •
• • •
“Llevaba el mercado en la cabeza; y así le causó seis cuchilladas” 195. “Que vio ese cuchillo en el suelo y se defendió con él”196. “Que le tiró un clavo y le atravesó el corazón”197. “Lo pilló robando remolacha; y lo mató de 8 cuchilladas” 198. “Admiraba los muslos de Dora, y por eso mató a la niña” 199. “ ‘Risas’ le amputó las manos y le dio 14 machetazos más”200. “Él de baile no entendía, pero de dar cuchillo sí” 201. “ ‘Pare que voy a trasbocar’ y atracaron al conductor” 202. “Se empachó de cañón y solomito; y ahora come “ñervo” en [la prisión de] La Ladera”203. “Lo despidieron de la bomba y le puso fuego al algodón”204.
Además de informar los lectores de El Colombiano sobre los dramas humanos acontecidos en la ciudad, Las crónicas de “Don Upo” permiten apreciar cómo El Colombiano, a pesar de ser considerado por el gremio periodístico y por la opinión 194
Algo similar ilustra Le Goff para la Edad Media: quien concitaba interés era quien se salía de la regla, el diferente, el “otro”: los destinados a la exclusión eran normalmente el centro de las miradas sancionatorias de la comunidad “normal”: “los criminales, los vagabundos, las prostitutas, los suicidas, los herejes. […] Los despreciados, que son aquellos que ejercen oficios “deshonestos”, como los carniceros o tintoreros”. Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1986, p. 131. 195 Upegui Orozco, Alfonso. “Llevaba el mercado en la cabeza; y así le causó seis cuchilladas”, en: El Colombiano, Medellín, abril 10 de 1965, p.18. 196 Upegui Orozco, Alfonso. “Que vio ese cuchillo en el suelo y se defendió con él”, en: El Colombiano, Medellín, enero 3 de 1968, p. 16. 197 Upegui Orozco, Alfonso. “Que le tiró un clavo y le atravesó el corazón”, en: El Colombiano, Medellín, enero 20 de 1968, p. 4. 198 Upegui Orozco, Alfonso. “Lo pilló robando remolacha; y lo mató de ocho cuchilladas”, en: El Colombiano, Medellín, febrero 4 de 1968, p. 4. 199 Upegui Orozco, Alfonso. “Admiraba los muslos de Dora, y por eso mató a la niña”, en: El Colombiano, Medellín, marzo 9 de 1968, p. 4. 200 Upegui Orozco, Alfonso. “”Risas” le amputó las manos y le dio 14 machetazos más”, en: El Colombiano, Medellín, abril 4 de 1968, p. 4. 201 Upegui Orozco, Alfonso. “El de baile no entendía pero de dar cuchillo sí”, en: El Colombiano, Medellín, diciembre 5 de 1968, p. 4. 202 Upegui Orozco, Alfonso. “”Pare que voy a trasbocar” y atracaron al conductor”, en: El Colombiano, febrero 28 de 1969, p. 4 203 Upegui Orozco, Alfonso. “Se empachó de cañón y solomito; y ahora come “ñervo” en la Ladera”, en: El Colombiano, octubre 18 de 1969, p. 4. 204 Upegui Orozco, Alfonso. “Lo despidieron de la bomba y le puso fuego al algodón”, en: El Colombiano, febrero 28 de 1972, p. 4.
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pública cómo un diario “serio”, incurría en el sensacionalismo. Desde la propuesta explicativa de Habermas, y a juzgar por los titulares enunciados, se pretendía de ese modo despertar curiosidad por aspectos distantes del sentido común o de un universo racionalizado desde lo coherente 205. Según se ha registrado en acápites anteriores el gusto por las noticias referentes a hechos y situaciones coloridas, pintorescas, aterradoras o moralizantes, constituye una constante en diversas sociedades y épocas. Como se ha anotado, en el caso colombiano Gabriel Restrepo y Olga Restrepo indican que desde el siglo XIX el interés de los lectores usualmente se encontró dirigido más hacia los asuntos relacionados con temas banales que hacia los de carácter serio 206. Más allá del gusto social por los escándalos, se encuentra el hecho resaltado por Carpentier de que a lo largo del siglo XX los medios de comunicación, dotados de inusual rapidez y universalidad, se dieron justamente a la tarea de otorgar a los eventos melodramáticos desmedida importancia, generando con ello una suerte de “institucionalización” de las noticias insólitas207. Las personas que engrosan las páginas “De los estrados judiciales” de “Don Upo” eran por lo general individuos del común. Focalizando la atención en ellos se penetraba de manera fácil en su vida privada a la vez que se garantizaba audiencia. De otro lado, según podía esperarse, la condición humilde de los protagonistas de los eventos narrados disminuía de paso la probabilidad que de que alguien “importante” se molestara (y procediera a instaurar una demanda contra la prensa por violación del ámbito de sus intimidades).
205
Véase: Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. México, G. Gili, 1986, p. 59. Véase además: Martini, Stella. Op. Cit., p. 58. 206 Restrepo, Gabriel; y Restrepo, Olga. “La comisión corográfica: el descubrimiento de una nación”, en: Historia de Colombia. Tomo X. Bogotá, Editorial Salvat, 1998. p. 1171. Véase además: Mascassi Lavander, Sandro. “La Prensa amarilla en América Latina” en: Chasqui - Revista Latinoamericana de Comunicación. Quito. No 77, Marzo, 2002, Pp. 17 – 18. 207 Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores, 1981, Pp. 25-26.
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Este tipo de noticias pone de presente, además, la progresiva desarticulación de los de los vínculos sociales tradicionales. Igualmente, en sentido opuesto, da cuenta de la pervivencia de una sociedad tradicionalista empeñada en reforzar sus posiciones morales y sociales: en el “otro”, trasgresor del orden, repudia realidades indeseables, esto es, que “no se deben” protagonizar. Los despreciados o los destinados a la exclusión concentran la mirada del cuerpo social como si fueran “ajenos” o no pertenecieran a él 208. Ese tipo de noticias cumplía por tanto con una función moralizante, que dejaba en el lector la sensación de desgracias como las relatadas recaían preferentemente sobre quiénes que de alguna manera provocaban el desenlace fatal de tan horrendos sucesos. En palabras de Georges Duby: “hay que mostrar al pueblo precisamente como distinto, como salvaje, como inquietante, y a partir de esto justificar que se aprieten las clavijas” 209. En la medida en que las clases subordinadas presentaban acciones consideradas por el común de la sociedad como “anormales”, resultaba posible legitimar el accionar de las instancias directrices de la sociedad sobre quienes no encajaban dentro del orden deseado. 2.1.2. Las puñaladas siguen cobrando vidas Uno de los homicidios que en la década de los años sesenta generó más asombro y estupor en la sociedad medellinense, fue el cometido el 13 de octubre de 1968. Aquel día, se segó la vida de la joven Ana Agudelo, de 23 años, quien se desempeñaba como ascensorista en el edificio Fabricato, ubicado en la calle Boyacá con carrera Junín. Este caso conocido como el “Crimen del sótano”, parece extraído de una película de terror. El hecho se atribuyó al celador Abel Antonio Saldarriaga Posada, más conocido como “Posadita”, el cual, fue condenado en consecuencia a pagar 20 años de prisión en la cárcel de “La Ladera” de Medellín, primero, y luego en la isla Gorgona210. El periodista Francisco Velásquez Gallego habla de este suceso en los siguientes términos: 208
Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1986, p.131. 209 Duby, Georges. Diálogos sobre la historia. Madrid, Alianza, 1988, p. 66. 210 Velásquez Gallego, Francisco. Op. Cit., p. 52.
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Lo “llamativo” del homicidio fue que el cadáver de Ana Agudelo fue partido en pedazos y repartido por el edificio, cuyas partes anatómicas embadurnaron las paredes y 10 días después de estar desaparecida la víctima, se empezaron a sentir los hedores que condujeron al macabro hallazgo. “Posadita” andaba enamorado de ella y en su condición ladina y lerda manifestaba sus sentimientos con aterradora torpeza, tanta que parece ser que los fines de semana se colocaba cosas de la empleada, razón por la cual decía Ana: “Yo los lunes cuando me voy a poner los zapatos del uniforme los encuentro demasiado anchos. Parece que se los pusieran las brujas todo el fin de semana”211.
Posadita quedó libre en noviembre de 1979. Pagó 11 años de cárcel (4 en “La Ladera” y 7 en Gorgona). Al parecer, su buena conducta facilitó su puesta en libertad. Como broche de oro de la historia su esposa, la señora Gilma Castaño de Saldarriaga, enloqueció al enterarse del regreso de su marido y falleció “a raíz del sufrimiento adquirido”212. Con sucesos como éste los medios se daban, con alguna frecuencia, verdaderos banquetes publicitarios. En la década de 1960 la muerte violenta no fue, sin embargo, el único factor que impactó a la sociedad medellinense. Los cambios en la estructura cultural de las nuevas generaciones también trazaron una importante característica. La aparición de la píldora anticonceptiva, el uso de la minifalda, la cultura del rock, el surgimiento de nuevas universidades en la ciudad de Medellín como EAFIT, el Politecnico Jaime Isaza Cadavid, ESUMER o la Universidad Autónoma Latinoamericana y las protestas estudiantiles sustentadas en ideas revolucionarias, acentuaron las variaciones culturales que se habían comenzado a gestar desde la década anterior. En las páginas siguientes se abordará con detenimiento el asombro relacionado con dicho cambio durante la época. 2.2. Una sociedad mutante. Cambio de mentalidad
211 212
Ibíd., Pp. 52–53. Ibíd., p. 54.
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La incorporación de valores modernos que se había suscitado en la década anterior fue adquiriendo fuerza, y mantuvo perceptible sintonía con los cambios que al respecto se estaban generando en el mundo occidental. Como se ha anotado, durante la década de los años sesenta muchos de los miembros de la sociedad antioqueña se asombraron y estremecieron con los casos y cosas perpetrados por el grupo Nadaísta. Uno de sus escándalos más sonados consistió en la asistencia de varios de sus integrantes a un evento religioso llevado a cabo en la Basílica Menor de Medellín (hoy denominada Catedral Metropolitana), el 9 de julio de 1961. En dicho evento, los Nadaísta se hicieron pasar por feligreses y aparentaron recibir la comunión para luego, a la salida del templo, pisotear la hostia. Dos días después, el arzobispo de Medellín, Monseñor Tulio Botero Salazar, se pronunciaba a través del periódico El Correo repudiando vehementemente la acción, y, como era de esperarse, excomulgando a los jóvenes que en ella habían participado213. Esto puede entenderse a la luz de lo que para aquel entonces ocurría en el mundo occidental entero: cuestionamiento del “orden” social y moral imperante, cambios de roles de género y por ende en la familia. También se verificaban el surgimiento de movimientos juveniles y la aparición de nuevas tendencias en la moda. El siguiente acápite dedicará unas cuantas páginas a dar un vistazo a una sociedad que, en su estructura mental, modificaba modos, usos y costumbres.
2.2.1. Cambio de roles: la mujer como protagonista social 213
Herrera, Diego Alexander. De nadaístas a hippies. (Monografía), Medellín, Universidad de Antioquia, p. 134.
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Al menos hasta los años de la Primera Guerra Mundial la mujer se mantuvo subestimada y supeditada a los deseos y exigencias del hombre por completo, tanto en el seno del hogar como en la esfera pública 214. En palabras de Ernst Bloch tal situación implicó que la mujer permaneciera socialmente abajo: “[…] desde hace tiempo está organizada para ello. La mujer está siempre a mano, siempre presta a ser utilizada; es la más débil y siempre atada a la casa” 215. La situación comenzó a variar lentamente. Con el correr del siglo XX la incorporación de la mano de obra femenina a las actividades productivas por fuera del hogar se fue extendiendo. Al llegar los años 1960 comenzó a correr por el mundo occidental la denominada “liberación femenina”. En Colombia las candidatas de certámenes de belleza se pronunciaron entonces al respecto. Fue ese el caso de la bogotana María Victoria Uribe, quien como hecho inusual en el medio nacional, se atrevió a pronunciarse públicamente sobre temas tabú, tales como el aborto o la unión libre, dando mucho de qué hablar en el todavía conservador entorno del momento. El importante cambio que afectó la estructura cultural de la sociedad medellinense de los años sesenta se manifestó así mismo en el mercado laboral. El papel que empezaron a desarrollar las mujeres en dicho campo, sobre todo las casadas, pasó a ser protagónico, esto si se piensa en el escaso peso específico que había tenido en décadas anteriores. Aunque la incursión de la mujer en el mercado laboral no era una novedad, pues dependiendo de la clase social desde mediados del siglo XIX había asumido actividades tales como maestra, secretaria u obrera, a partir de la década de mil novecientos sesenta este fenómeno se extendió notoriamente en los países de América Latina216.
214
Harrison, John B.; Sullivan, Richard E.; y, Sherman, Dennis. “Sociedad industrial, clases sociales y la mujer”, en: Estudio de las Civilizaciones Occidentales, 7ª. edición, Vol. II, Bogotá, McGraw-Hill, 1991, Pp. 201-202. 215 Bloch, Ernst. El principio esperanza. Madrid, Trotta, 2006, p. 163. 216 Hobsbawm, Eric. Op. Cit., p. 312.
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Claro está que en los países no desarrollados los cambios sociales dinamizados por la inclusión de las mujeres en el mercado laboral no estuvieron jalonados propiamente por la defensa de los derechos de la mujer, sino que fueron impulsados, sencillamente, por condiciones económicas que hacían imperativa su vinculación productiva. En muchos casos la dramática pobreza empujó la actividad laboral femenina, por ejemplo cuando se trató de mujeres que cumplían el rol de cabezas de familia217. A partir de la Segunda Guerra Mundial en los países desarrollados y algunos países socialistas, la población femenina no sólo pasó a integrar las filas de las nóminas industriales, sino que también, comenzó a engrosar las filas de jóvenes que demandaban cupos escolares en las universidades 218. Entre tanto en Colombia, en la década de 1960, las reformas educativas implantaron la coeducación, o sea que en una misma aula pasaron a recibir clases estudiantes de ambos sexos. En octubre de 1962 el periódico El Correo anunciaba: “El bachillerato nocturno para la mujer, en Medellín. Una iniciativa redentora”219. En Medellín, ante el auge de las profesiones, se verificó entonces la creación de nuevas universidades. Se puede mencionar a modo de ejemplo la fundación de la Escuela de Administración y Finanzas Instituto Tecnológico, EAFIT, en 1962. Al año siguiente, la Asamblea de Antioquia ordenó la fundación del Instituto Politécnico Jaime Isaza Cadavid; luego, en 1964 fue fundada la Escuela Superior de Mercadotecnia ESUMER. Posteriormente, en 1966, se creó la Universidad Autónoma Latinoamericana, y en 1969 se inauguró la Ciudad Universitaria de la Universidad de Antioquia, donde se concentraron muchas de sus facultades, dependencias administrativas y culturales.
217
Ibíd., p. 315. Cohen, Lucy M. Colombianas en la vanguardia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001, Pp. 242-243. 219 El Correo. “El bachillerato nocturno para la mujer”, en: El Correo, Medellín, octubre 2 de 1962, p. 12. 218
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En esos espacios encontró la mujer una cabida que no tuvo antes, al menos en las mismas proporciones numéricas. El protagonismo alcanzado por la mujer en la década de los años sesenta no sólo se relacionó con las nuevas posibilidades en el mercado laboral y los estudios superiores, sino que también encontró eco en la “revolución sexual”, acentuada por la invención (1951) y posterior puesta en circulación de la píldora anticonceptiva. Debida al trabajo del químico austriaco Carl Djerassi, la popularización de la píldora anticonceptiva hacia 1960 fue una auténtica “bomba” social que para muchos representó un importante motor en la liberación femenina y la llamada “revolución sexual”. La irrupción de la píldora en el mundo occidental constituyó un evento que logró poner “patas arriba” el orden establecido en torno a la sexualidad. Sobre este particular la enciclopedia Crónica del siglo XX registra: “La posibilidad de relaciones sexuales, sin el riesgo de un embarazo, hará que el uso de la píldora alcance una rápida expansión. Una posibilidad que, a buen seguro, no agradará a las autoridades religiosas católicas”220. Teniendo en cuenta lo anterior cabe traer a colación una vez más la teoría esbozada por Gonzalo Soto, que dice lo “serio” plantea paradigmas mientras que la “risa” es trasgresora221. La trasgresión del orden tradicional respecto de la sexualidad humana cuestiona y replantea la función de la mujer en el hogar y en sociedad. No fue gratuito en ese momento que muchas de las caricaturas publicadas en los medios impresos o programas humorísticos en la Medellín de la época, hicieran mofa del orden sexual preestablecido. La píldora anticonceptiva fue uno de los inventos que sin duda más impacto generó sobre el país y la ciudad de los años sesenta y setenta, despertando en los círculos 220
Golvano, Carmen, y otros. Crónica del siglo XX. Vol. III, 1986, p. 886. Soto Posada, Gonzalo. Conferencia “Lo serio y la risa en las ciencias sociales y humanas”, en: Cátedra Abierta Teoría de las Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia, marzo 28 de 2005. 221
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tradicionalistas una postura coercitiva y moralizante frente a la sexualidad y la planificación familiar222. Por este motivo las páginas que anunciaban las películas presentadas en las salas de cine fueron catalogadas moralmente de acuerdo con su contenido. Así por ejemplo, el periódico El Colombiano las clasificaba de la siguiente manera: “Teatro Olympia (Todos), Más bonita que ninguna (18), Teatro Rivoli (Todos), Joselito se enamora (14)”
223
. Conforme puede observarse los términos
entre paréntesis indicaban el tipo de público al que estaba dirigida cada película r. Por su parte, la edad mínima de los asistentes a quienes se les permitiría observar la película se encontraba también indicada de antemano en la prensa. La implementación de los métodos anticonceptivos irrumpió así contra los paradigmas culturales y la mujer se convirtió en sujeto de su propia historia en cuanto a su sexualidad224. Paralelamente el poder del clero quedó en entredicho. Por todos los medios a su disposición este aseguraba que dicha práctica promovía la libertad sexual y atentaba contra los principios morales 225. Los diversos aspectos aquí registrados impactaron profundamente sobre la sociedad colombiana. Al respecto el historiador Álvaro Tirado Mejía afirma que “cuando el país vivía bajo un sistema diseñado para la quietud [por los pactos del Frente Nacional], para gerenciar la permanencia [cultural y socio-política], se experimentó la época más dinámica de la sociedad colombiana en todas sus esferas. Nunca antes las estructuras sociales habían cambiado tanto en tan corto tiempo”226. 2.2.2. Crisis en la estructura familiar
222
Ibíd., p. 402. El Colombiano. “Censura fílmica”, en: El Colombiano, Medellín, enero 15 de 1967, p. 20. 224 Stelling, Maryclen. Op. Cit. 225 Ello recuerda algunas de las tipologías determinantes del asombro según lo expuesto por el medievalista Jaques Le Goff. Véase: Le Goff, Jaques. Op. Cit., Pp. 20-24. 226 Tirado Mejía, Álvaro. “Del Frente Nacional al momento actual: Diagnostico de una crisis”, en: Tirado Mejía, Álvaro. (Dir.), Nueva Historia de Colombia. Volumen II, Bogotá, Planeta, 1989, p. 399. 223
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La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por un cambio cultural que se dejó sentir en la familia, el hogar, en la estructura de las relaciones entre sexos y entre las distintas generaciones. En la mayoría de las sociedades dichas estructuras habían tenido una fuerte resistencia a los cambios 227. Con posterioridad a los años noventa este fenómeno se haría muy claro, incluso en las civilizaciones orientales, tradicionalmente firmes en muchas de sus tradiciones milenarias 228. Otro factor que es necesario considerar es el de las personas que vivían solas, es decir que no estaban casadas y que tampoco residían con sus padres. El caso de Inglaterra en las tres primeras décadas del siglo XX, solamente el 6% de la población vivía en esas condiciones. Sin embargo entre 1960 y 1980 ese número se duplicó y para 1991 la cifra pasó a ser de casi del 40% de la población 229. El historiador inglés Eric Hobsbawm explica el fenómeno en los siguientes términos: “La crisis de la familia estaba vinculada a importantes cambios en las actitudes públicas acerca de la conducta sexual, la pareja y la procreación, tanto oficiales como extraoficiales, las más importantes de las cuales pueden datarse de forma coincidente, en los años sesenta y setenta”230. Como se venía anotando en el acápite previo, fue esta una época para la liberación en el ejercicio de las conductas sexuales a nivel mundial, tanto para individuos heterosexuales, sobre todo en el caso de las mujeres, como en el de los homosexuales. Para aquel entonces las sociedades de Europa y Estados Unidos fueron más permisivas ante las nuevas manifestaciones en materia sexual: relaciones
sexuales
prematrimoniales,
extramatrimoniales,
heterosexuales
y
homosexuales231. Obviamente todas estas situaciones afectaban grandemente la conformación de la familia. 227
Hobsbawm, Eric. Op. Cit., p. 322. Véase además: Londoño Vega, Patricia. Breve historia de Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001, p. 68. 228 National Geographic Society. “Un mundo unido”, en: Revista Nacional Geographic en español, Cultura global, Vol.5, No.2, agosto de 1999, Pp.6-33 229 Hobsbawm, Eric. Op. Cit., p. 324. 230 Ibíd. 231 Herrera Duque, Diego Alexander. Op. Cit., p. 26.
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En el caso de Medellín hay que decir que, si bien para aquel entonces los jóvenes estaban reclamando el derecho sobre su propio cuerpo con el propósito de amarse libremente, sin presiones de tipo racial, social o de género, la generación de sus antecesores no aceptó tan abiertamente ese tipo de conductas, porque creían firmemente en las relaciones sexuales como propias de las parejas de esposos, según lo consideraba la moral imperante en la época 232. Un caso que evidencia lo señalado puede percibirse en la siguiente noticia: Cinco homosexuales que usaban prendas femeninas fueron capturados Cinco homosexuales fueron apresados anoche por agentes de la inspección General Municipal. Su detención se efectuó cuando se hallaban usando prendas femeninas en el turbulento sector de Guayaquil. Los detectives de la inspección adelantaron la batida en las primeras horas de la noche. Estos han venido empeñados en desterrar a los desvergonzados de los sectores céntricos. Fueron puestos a órdenes de la inspección de permanencia, para las sanciones de rigor […]233.
En la Medellín de los años sesenta la sociedad se resistía pues a los cambios en la actitud sexual tradicional. La percepción de lo femenino solía asociarse con la salvaguarda de la virtud, y la conformación de la pareja con la institución familiar de un modo bastante estricto. Los crecientes fenómenos del divorcio, los hijos ilegítimos y el incremento de las familias monoparentales, o sea familias conformadas por los hijos y apenas uno de los padres, ponían de manifiesto la crisis de la familia tradicional como célula básica de la sociedad y de las relaciones entre los sexos. Esto se vinculaba también con el potente auge de la cultura juvenil, la cual daba inició a un importante cambio en la relación entre las generaciones.
232
Ibíd., p.199. El Correo. “Cinco homosexuales que usaban prendas femeninas capturados”, en: El Correo, Medellín, octubre 24 de 1962, p. 7. 233
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III. Nuevos referentes urbanos, novedosas expresiones culturales y más actos horrendos Una de las características que marcó la economía en los países conocidos por aquel entonces como del Primer Mundo, fue el sostenimiento del desarrollo, mientras que aquellos países que se encontraban dentro de la categoría del denominado Tercer Mundo, sus economías experimentaron un estancamiento que derivó en la pérdida de poder adquisitivo 234. En el caso de Colombia, la década de 1970 se caracterizó por el aumento poblacional en las ciudades. Por esta época, centros urbanos como Bogotá, Medellín y Cali experimentaron una notable expansión producto de la explosión demográfica y de un éxodo de campesinos inédito en la historia del país. En palabras de Marco Palacios: “Al comenzar la década de 1970 sectores de las elites políticas y del clero estaban alarmados por el incontrolado éxodo rural que daba un papel protagónico a las ciudades en la configuración del nuevo país” 235. Medellín alcanzó a principios del decenio el millón de habitantes, marcándose así en su caso a partir de entonces el tránsito de ciudad a metrópoli. Una de las características que permiten sustentar dicha afirmación fue la reconfiguración del casquete noroccidental de la ciudad. Nació entonces la denominación Área Metropolitana del Valle del Aburrá, creció el transporte público urbano y surgió la idea de construir un medio de transporte masivo sobre rieles (el cual sólo se materializaría entre 1980 y 1995). Por esos años también se inició el traslado de los centros administrativos departamental y municipal, y surgió y fue tomando importancia el fenómeno del narcotráfico, aunque aún de manera disimulada 236. Las relaciones entre los habitantes de Medellín variaron entre finales del siglo XIX, cuando eran muy interpersonales y estrechas de modo acorde con el reducido 234
Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Barcelona, Crítica, 2003, Pp. 400 – 405. Palacios, Marco y Safford, Frank. Colombia. País fragmentado, sociedad dividida. Bogotá, Norma, 2002, p. 558. 236 Botero, Fabio. Cien años de la vida de Medellín 1890-1990. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998, Pp. 555 – 556. 235
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número de habitantes de la Villa, en comparación con las que se producían en el contexto de la ciudad de casi cien años más tarde. Paradójicamente, en este último escenario todavía resultaba posible entrever algunos rasgos propios de las sociedades tradicionales. ¿Cuándo una ciudad pasa a ser Metrópoli?. Al respecto Fabio Botero Gómez comenta: “[…] Digamos que ciudad es toda agrupación local con cierto orden de complejidad pero con carácter orgánico; y que la metrópoli se presenta cuando lo inorgánico o puramente mecánico-estadístico supera el nivel orgánico, lo cual lleva ya en sí el germen de una desintegración. Lo orgánico es inteligible, si se da a esta palabra el carácter de visión integral; […] por eso […] la idea de que la Metrópoli moderna no es ya una ciudad, civitas, en el más profundo sentido clásico del vocablo”237. Para la década de 1970 en lo referente a asuntos socio-políticos surgieron organizaciones de izquierda, atizadas por grupos que acentuaron su radio de acción sobre todo en los barrios populares ubicados en la periferia. Entre tanto, las parroquias continuaron siendo el eje articulador de los barrios nuevos, donde obtuvieron un papel protagónico en el nuevo tejido social en construcción 238. Durante esos años y en correspondencia con lo que venía sucediendo en el mundo, también en Medellín las aplicaciones derivadas del desarrollo científico-tecnológico pasaron a ser de uso más cotidiano que antes. Aquello que durante la década de los cincuenta asombraba por ser altamente novedoso, había ido dejando de serlo paulatinamente desde los años 1960. Así, para la década de 1970 las aplicaciones derivadas del desarrollo científico-tecnológico fueron siendo crecientemente asumidas como parte normal de la cotidianidad. En ello puede observarse que al hacerse repetitivo lo “asombroso” se trivializa. Lo que en determinado momento se
237
La obra que resulta ilustrativa al respecto. Véase: Botero Gómez, Fabio. Cien años de la vida de Medellín. 1890 – 1990. 2ª Ed., Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 1998, p. 12. 238 Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado.
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percibió como “maravilloso” fue pasando lentamente al ámbito de “lo común”, al terreno de “lo cotidiano”, cerrando de este modo su ciclo de vida 239. No obstante lo anterior, para la década de mil novecientos setenta hubo temas que sin lugar a dudas marcaron mayor diferencia con respecto a las dos décadas anteriores. En palabras de Carpentier esto recuerda que “Lo asombroso depende de la época […] Así, lo maravilloso conlleva indudablemente el factor del contexto temporal como determinante de su genuina o desmentida naturaleza maravillosa” 240. Durante los años setenta, por ejemplo, se asienta con fuerza superlativa la revolución cultural (sexual, de conformación de la familia, de las diferencias intergeneracionales, etc.) surgida en la década anterior. En el nuevo contexto las voces de protesta de los movimientos estudiantiles (y otros sectores sociales que respaldaban dichos reparos como obreros y campesinos) cobraron fuerza, sobre todo en el seno de las universidades públicas 241. Como se anotó en párrafos anteriores, la transformación del paisaje urbano adquirió alto protagonismo debido a la incursión de conceptos arquitectónicos que dieron a la localidad inocultables rasgos de ciudad metropolitana. Precisamente con el acápite dedicado a la transformación del paisaje urbano con el que se abre el capítulo siguiente.
239
Al respecto consúltese cómo Carpentier expresa esta idea: Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores, 1981, p. 27. Véase además: Febvre, Lucien. El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. México. Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, 1959, p. 397. 240 Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores, 1981, Pp. 25-26. 241 Cabe mencionar aquí que el concepto de lo “maravilloso” acuñado por el medievalista Jaques Le Goff también adquiere importancia y significación, pues dentro de la categorización de lo que dicho autor plantea para definir aquello que causa maravilla, se contempla el desafío a las percepciones tradicionales. Véase: Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1988, p.131.
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3.1. Medellín crece a pasos agigantados: nuevos referentes urbanos Los proyectos urbanísticos crecían a la par de la población, pues iniciando la década se calcula que Medellín alcanzó a tener 1.000.000 de habitantes 242. La puesta en funcionamiento del Hospital Pablo Tobón Uribe, el Hotel Intercontinental y el Cementerio Jardines Campos de Paz tuvo lugar en 1970 243. Obras como las torres de la Cámara de Comercio edificadas hacia 1970, el Edificio Coltejer -primer rascacielos de la ciudad- inaugurado en 1972, el Edificio Vicente Uribe Rendón en la Avenida Oriental, y el Edificio del Café, erigidos entre 1974 y 1978, permiten ver cómo las construcciones dedicadas a servir como oficinas emprendieron un acelerado crecimiento244. La ciudad crecía así verticalmente. Dicho crecimiento evidencia también una ciudad que comienza a tener dificultades para expandirse, pues el sector del centro se encontraba ya ocupado casi en su totalidad, mientras las zonas periféricas de la ciudad estaban dominadas por barrios populares o barrios de invasión. Respecto a la erección de altos edificios en el centro de la ciudad, también hay que apuntar que al ocupar grandes áreas antes subutilizadas, tales obras generaron una dificultad: el parqueo, que se sumaba a la obstaculización del tránsito de los peatones que debían transitar por las áreas afectadas por las labores de construcción. Esto hizo que entre 1973 y 1977, las autoridades municipales reglamentaran de nuevo la altura y el área de los edificios que en adelante se construyeran245. El crecimiento urbano de Medellín no paro allí, la inauguración del centro comercial San Diego246 el 3 de noviembre de 1973, marcó un hito importante en la edificación de complejos comerciales, porque además de funcionar como motor del comercio, 242
Restrepo Uribe, Jorge. Medellín su origen, progreso y desarrollo. Medellín, Alcaldía de Medellín, 1981, p. 460. 243 Molina Londoño, Fernando. Almanaque histórico de Medellín. Inédito, 1996. 244 Molina Londoño, Fernando. “Arquitectura del Valle del Aburrá”, en: Melo, Jorge Orlando. (Dir.), Historia de Medellín. Volumen II, Bogotá, Compañía Suramericana de Seguros, 1996, p. 635. 245 Ibíd., Pp. 635-636. 246 Molina Londoño, Fernando. Almanaque histórico de Medellín. Op. Cit.
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este lugar también fue concebido como sitio de encuentro y socialización para las personas con alta capacidad de consumo. De esta manera los habitantes de Medellín encontraron una nueva alternativa: el comercio la recreación y el esparcimiento en un mismo lugar. Otro hito en cuanto a los espacios pensados para la recreación lo constituyó la puesta en funcionamiento del Parque Norte en 1974, primer y único sitio de atracciones mecánicas que existió, de manera estable, en la ciudad. Así mismo el 3 de marzo de 1978 , suscitando gran asombro por los detalles las antiguas poblaciones antioqueñas que replicaba, se inauguró “El Pueblito Paisa”, uno de los sitios turísticos más emblemáticos de Medellín durante las últimas décadas del siglo XX. El crecimiento urbano de Medellín no paró entonces, aunque si cambió sustancialmente el concepto urbanístico de las décadas anteriores. De hecho durante las décadas de los años cincuenta y sesenta, las obras construidas en la ciudad apuntaban todavía al mejoramiento de las condiciones sanitarias, de transporte, de educación, y de recreación entre otras, pero para la década de los años setenta se pensó ya en constituir una genuina Metrópoli. El Colombiano reseño así por aquellos años una noticia en la que Medellín se reconocía a sí misma como Metrópoli: Medellín pasó de Villa a Metrópoli El presidente de Colombia Alfonso López Michelsen, presidió ayer el más multitudinario y concurrido desfile que se haya registrado en Medellín en su historia […] Fue, ni más ni menos, que el homenaje que gran parte de los medellinitas del siglo XX, rindieron a aquella histórica, casi legendaria, pero nunca olvidada “Bella Villa”, hoy convertida en una importante metrópoli. Las gentes con su presencia así lo testimoniaron247.
La naciente Metrópoli debió convivir en materia de cultura con la agudización de las tendencias de los años sesenta, o sea las protestas estudiantiles, el uso de la minifalda, el consumo de alcohol y drogas, casos y cosas que se fueron propagando 247
Cervantes Bossio, Rafael. “Medellín pasó de Villa a Metrópoli”, en: El Colombiano. Medellín, noviembre 3 de 1975, p. 1.
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sobre todo entre la juventud. Como había sido costumbre las voces de protesta no se hicieron esperar, y la tensión entre quienes defendían los “hábitos sanos” y quienes reclamaban libertad y nuevos valores hizo que se generará una ruptura visceral de la sociedad. Puede decirse que ésta fue quizás la característica que más asombro marcó entre los medellinenses durante la década de 1970. A continuación se hará alusión a varios de eventos y sucesos de índole cultural que generaron impacto por aquellos días en la ciudad. 3.2. El Rock se tomó a Medellín: Festival de Ancón Los cambios culturales en el mundo occidental permearon a la sociedad de Medellín y calaron profundamente en la década de los años setenta. Dicha sociedad, a pesar caracterizarse por el fuerte arraigo a la tradición, también estuvo abierta -por fuerza y necesidad- a los cambios implementados por los procesos de modernización jalonados por las administraciones locales y por la élite industrial. Una muestra de la expansión de las fronteras culturales que experimentó la ciudad, fue la realización del Festival de Ancón, entre el 18 y el 21 de julio de 1971. Este evento, de menores proporciones que el de Woodstok 69 (Estados Unidos), al que pretendía emular, fue una reproducción criolla a escala del festival norteamericano. A pesar de ello consiguió reunir durante tres días a más de 5.000 jóvenes colombianos y medellinenses, que entre guitarras eléctricas, marihuana, pan y salchichón lograron estremecer a la sociedad antioqueña. En los reportajes y columnas escritas sobre el Festival de Ancón pueden observarse diferentes posiciones, ya fuera que se tratara de defensores o detractores. Algunas noticias que permiten apreciar varias miradas sobre el evento se presentan a continuación.
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El periodista Euclides Jaramillo Arango fue uno de los defensores del Festival. En su artículo “Los jipis no saben matar”, dice: Es novedoso y extraño lo que ellos [los hippies] piensan en estos momentos de ambición, rapiña y de traición permanente, ya que lo viven en un ambiente muy distinto, sirviendo a la paz, dejando hacer al vecino y obrando siempre con desprendimiento y amor [...]. ¿Que se dejan crecer el cabello y la barba?. Desde siempre lo han hecho Sansón, Jesús, llevaban el pelo largo. ¿Que los jipis no se bañan?. Esto es costumbre reciente, los griegos y romanos lo hacían con poca frecuencia, ni los cortesanos franceses del siglo XVIII lo hacían regularmente. ¿Que los jipis fuman marihuana?. No fueron ellos los inventores del fumar. El hombre americano viene fumando desde la antigüedad y ha fumado de todo: hojas de brevo, de salvialugo, de vainilla, de plátano, de pangola, hasta del intoxicante mortal tabaco. ¿Que algunos de ellos son homosexuales?. No lo descubrieron ellos [...] Que los jipis no trabajan, ¿trabajaron Jesucristo, Sócrates, Platón, etc.?. ¿Que los jipis se solazan con sus amigas?. Y quién no lo hace, ¿la explosión demográfica actual no es hija de la inseminación artificial? [...] los jipis lo hacen al aire libre, los demás mortales en prostíbulos y las casas de cita que protegen todas las actividades de la deslealtad y la traición, ofendiendo la tan cantada moral [...] 248.
Planteamientos como los anteriores, que ponían en entredicho la moral de la sociedad antioqueña, encontraron una voz de protesta en monseñor Botero Salazar. Este último afirmó al respecto que: Será dado allí que esas muchedumbres se dediquen a consumir marihuana y a entregarse al desorden moral y presentar espectáculos deprimentes a los ojos de la sociedad, hechos a los que suelen darse como marco un festival de música moderna [...]. Quiero hacer pública la protesta de la Iglesia, en nombre de todo el pueblo contra esos espectáculos denigrantes. Mi protesta también va en nombre de la moral y de las buenas costumbres […]249.
Botero Salazar reprochó directamente a las autoridades locales por haber permitido la realización del festival. Hubo de otra parte posiciones neutrales, como la del periodista Germán Castro Caicedo, quien cubrió las noticias del evento para el diario capitalino El Tiempo. Sus reportajes, más que críticos, se constituyen en una ventana para observar como 248
Citado por: Herrera Duque, Diego Alexander. De nadaístas a hippies. (Monografía), Medellín, Universidad de Antioquia, 2007, p. 232. 249 Ibíd., p. 228.
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trascurrió el festival. El 17 de junio de 1971, víspera de su inauguración, Castro Caicedo en su artículo “En Colombia no hay hippies” presentó la siguiente antesala: Desafiando la sociedad más tradicionalista de Colombia, miles de jóvenes iniciarán mañana poco después del medio día, 72 horas de purificación continua, al compás del sonido de guitarras eléctricas y artefactos de percusión. […] Más tarde, a las once de la mañana, algunos de ellos ocuparon la zona de purificación y tomaron un prolongado baño, desnudos, mientras decenas de curiosos rodeaban el lugar. […] Antes de atravesar el pequeño puente de hierro y madera colocado por las autoridades sobre el río Medellín, a la entrada del campo, los hippies grabaron con tiza tres palabras: “todo será amor”. Entre tanto sobre una pared cercana a la casa cural de la Estrella, acaso coincidencialmente, se escribió: “si quiera se murieron los abuelos”. Las dos frases parecen resumir el violento choque de generaciones que ha partido en dos a la sociedad de Medellín. De una parte, los jóvenes que quieren liberarse (según sus palabras) de normas y costumbres de vida arraigadas en el hogar antioqueño, y de la otra, los padres que desaprueban enérgicamente el festival […]250.
La reacción de la Iglesia católica frente a los hechos no se hizo esperar. En el diario El Tiempo, el mismo día que el hoy famoso periodista Castro Caicedo se refería al evento, el arzobispo de Medellín, Monseñor Tulio Botero Salazar también expresó: Por los frutos se conoce el árbol. Esos jóvenes son el fruto de los hogares modernos. En la familia hay buena parte de la culpa de lo que va a suceder, porque los muchachos son víctimas de algo. Ese algo es una pedagogía educativa defectuosa por parte de los padres, en la que falta confianza, diálogo con los hijos. Éstos a su vez, no son tratados como amigos, porque continúan bajo una autoridad que sólo existe para mandar y que tiene que acabarse 251.
Nótese que esto tiene coincide con algo expuesto por Jaques Le Goff: es motivo de maravilla o asombro aquello que va en contravía del legado moral, de lo dictaminado por el clero252. Desde pocos años atrás la Iglesia había sido blanco de feroces críticas por parte de los “hombres nuevos” que encontraban en ella un obstáculo para el bienestar material y espiritual de las mayorías. Se le acusaba de mantener posiciones “siempre eternas” en beneficio propio y de defender los intereses de la sociedad tradicional. 250
Castro Caicedo, Germán. “En Colombia no hay hippies”, en: El Tiempo, Bogotá, junio 18 de 1971, p. 8. 251 Botero Salazar, Tulio. “Reto a la tradición”, en: El Tiempo, Bogotá, junio 18 de 1971, p. 8. 252 Le Goff, Jaques. Lo maravilloso y cotidiano en el occidente medieval. Barcelona, Gedisa, 1988, Pp. 20-24.
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América Latina vivía por entonces una “fiebre” comunista y revolucionaria inspirada en el triunfo de la revolución cubana. La Iglesia debió entonces replantear posiciones fundamentales. El Concilio Vaticano II adaptó a sus directrices un tono más humanista y secular. Ante el curso de los acontecimientos tal acción no podía postergarse indefinidamente. De hecho, en algún grado, se respiró cierta flexibilización en las posiciones clericales. Ello puede percibirse, incluso, en algunas de las palabras que el arzobispo Botero Salazar anotó con respecto al Festival de Ancón: “[…] Por sobre todo, hay que vivir la vida de los hijos y para eso es necesario comprenderlos. Respecto de todo eso debemos interrogarnos todos y ver que parte de culpabilidad [hay] que todos compartimos, [ello] nos corresponde en estos fenómenos que acusan a las claras una educación equivocada” 253. Por su parte el entonces alcalde de Medellín, Álvaro Villegas Moreno, quien dio luz verde al festival, se defendió de los reproches del arzobispo argumentando: Sólo hemos reconocido un hecho. En todos los países del mundo se da permiso a los jóvenes para que realicen esta clase de festivales... ni en Medellín ni en Colombia entera hay un solo joven a quien no le guste la música rock. Exótica por el hecho de que la toca gente que no se afeita, que no se baña. Dimos permiso para este festival de música, como lo dimos para el de tango que comienza el lunes254.
El apoyo del alcalde Villegas Moreno a este festival terminó costándole el cargo, pues además de las del arzobispo, recibió duras críticas de otros sectores conservadores de la sociedad antioqueña, que veían su permisividad como una ofensa contra la moral y las buenas costumbres. El movimiento de protesta contra el burgomaestre fue abanderado, además de la Iglesia, por la Asociación de Colegios Privados de Antioquia. A pesar de haber franjas de la sociedad progresistas que admitían notable apertura hacia nuevas manifestaciones culturales, una fuerte oposición a flexibilidades de 253 254
Castro Caicedo, Germán. “Reto a la tradición”, en: El Tiempo, Bogotá, junio 18 de 1971, p. 8 Ibíd.
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esa naturaleza se manifestó así mismo en la Medellín de entonces. Este antagonismo permite pensar que para la década de 1970 la sociedad antioqueña no estaba preparada mentalmente todavía para asimilar un evento como el de Ancón. Algunas palabras de la señora Bertha Hernández de Ospina, esposa del expresidente de la República Mariano Ospina Pérez, resultan sintomáticas de ese contexto: “¡Cómo parecerá de repugnante a la vista esa amalgama de vicios! […] Las pobres jovencitas que van allí, ¿Qué quedará de ellas después de esas noches de orgía y libertinaje?”255. Se puede inferir así mismo que la amenaza sentida por el clero -y algunos miembros de la sociedad que repudiaron el evento-, estribaba en el hecho de que sentían que con el festival efectuado en el extremo sur del Valle de Aburrá, se vulneraban los principios rectores de la educación impartida hasta entonces, (sector en el que la participación de la Iglesia como propietaria o administradora de establecimientos era aún muy significativa). Para conocer el desarrollo de los acontecimientos de Ancón se presenta a continuación el testimonio del periodista Juan José García Posada, quien desde la óptica conservadora del periódico El Colombiano cubrió en calidad de corresponsal el evento: Noche terrible La noche anterior fue tremenda, horrible, casi invivible. Tanto que muchos hippies, pese a su indiferencia, decidieron abandonar el campamento y dormir en el centro de la capital, en quicios, en parques, en aceras [...] Desde hace dos días no como. No tengo plata. Nos lo dice un joven flaco, amarillento que está como en un letargo reclinado al pie de su tolda. Una mano amiga le entrega tres tajadas de mortadela [...] Una dama lleva en hombros a su bebé, asustado. Un hippie moreno y de pelo amarillo conversa con un miquito que lleva en el cuello. Los borrachos que tratan de entrar de vez en cuando son el único problema. Brigadas de control integradas por hippies, [y pelotones de la policía] impiden la utilización del licor y organizan la disciplina en el campo 256.
255
El Colombiano. “Un siglo después, el tábano de doña Bertha aún zumba”, en: El Colombiano, Medellín, abril 15 de 2007, p. 9A. 256 García Posada, Juan José. “Noche terrible”, en: El Colombiano, Medellín, junio 20 de 1971, p. 6.
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A juzgar por la anterior nota podría pensarse que el Festival de Ancón fue un acontecimiento únicamente caracterizado por el hambre, la drogadicción y la embriaguez. Sin embargo fue mucho más de lo que el periodista García resalto en su nota. Constituyó por ejemplo, entre otras cosas, la posibilidad de regocijarse en un concierto sin precedentes en la ciudad, o de expresar abiertamente nuevos matices de la sociedad, anhelos de libertad, y por ende, de desafiar un orden moral fundado en valores tradicionales. Los jóvenes de la ciudad veían la realización del Festival de Ancón a la luz de la posibilidad de dar rienda suelta a la rebeldía. En el artículo “En Colombia no hay hippies”, el periodista Castro Caicedo trae a colación el testimonio de Beatriz Elena Mejía, una joven de 15 años que según decía quería volverse hippie. En palabras de la joven: “Es que uno tiene que rebelarse algún día. Los padres quieren que uno no haga nada a escondidas, pero sin embargo, le prohíben todo, le coartan la libertad […] por eso [es] que del colegio vamos a ir la mayoría al festival, así sea a las escondidas”257. El clima de antagonismo y de ruptura de esquemas tradicionales era evidente, oportunidad singular, de otra parte, para ser explotada por los medios de comunicación, que claramente tuvieron la intención -además de informar- de mercadear
con noticias inusuales en un entorno social más bien pacato 258. La
postura de la joven citada evidencia la tensión entre las generaciones vetustas y las nuevas. Ancón constituyó una manera de expresar viejos inconformismos. Con o sin festival, ese tipo de fisuras se hubiesen patentizado de todas formas, pues se trató apenas una “ventana” o “válvula de escape” que permitió hacer público el sentir de la juventud. Dando una mirada retrospectiva a dicho evento, la periodista Ana Lucia Mesa Franco recuerda el contexto social y cultural en el que se desarrolló dicho suceso: 257
Castro Caicedo, Germán. “En Colombia no hay hippies”, Op. Cit., p.8. Sobre el particular véase: Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. México, G. Gili, 1986, p. 59. 258
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Ancón una ruptura a ciegas […] Fue el rock el que llamó la atención sobre las consecuencias reales de la guerra, no importa si fuera propia o ajena, sobre sus participantes, protagonistas, las familias y la sociedad. Fue la respuesta a los efectos de la guerra de Corea y de Vietnam. Entonces, los jóvenes ya no veían en los adultos el modelo, para seguir, sino que decidieron crear sus propios modelos y validar una nueva actitud ante la vida. Lo importante fue vivir el momento y disfrutarlo. Tales cambios se observaron claramente en la cultura, las artes y la música […] 259
En este artículo la periodista Mesa Franco cita al profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana, Gustavo Arango, quien comenta lo siguiente: Yo pienso que [El Festival de Ancón] no tuvo el impacto que a veces se cree, sin embargo, fue importante. Fue importante en que para esta sociedad tan cerrada como sus montañas, [al] vivir un fenómeno como Ancón, nos abrimos a otras posibilidades, a pesar de la crítica, y del supuesto escándalo. Yo estuve en Ancón, porque quería ver cómo era eso, la gente se bañaba en el río, en ese frío tan duro, se hizo mucho escándalo, pero no fue tan grave. Ancón aunque no tuvo el eco que se quisiera, mostró que es posible que aquí lleguen otras tendencias, otros sonidos, otras ideas, fue un esfuerzo por abrir la mente y demostrar que aquí también hay espacio para otros ideales, una manera diferente de ver la vida. Por eso fue clave en el camino que de allí en adelante seguirían las artes locales. De allí, que la ruptura generada fue sutil, pero profunda, para una sociedad como la nuestra, en donde los cambios se aprecian en los matices que inciden en ritmos históricos y que conducen cambios inesperados en lo local, en consonancia con lo global 260.
A pesar de tanto asombro y escándalo el festival de Ancón no habría constituido pues, en últimas, una real y definitiva amenaza a los valores imperantes en la sociedad. Alcanzó, eso sí, a ser identificado como una importante muestra de alternativas y oportunidades demandadas por las nuevas generaciones de la ciudad en el momento: se trataba de un conglomerado ávido de nuevas percepciones del entorno y de si mismo, nuevas jerarquizaciones sociales y nuevos parámetros para medir y definir el “genuino” asombro. ¿Por qué asombrarse de lo que había generado impacto en el pasado si resultaba posible asombrarse ante situaciones
259
Mesa Franco, Ana Lucia. “Ancón, una ruptura a ciegas”, [on line] http://www.elcolombiano.com/proyectos/Ancon2005/notas/efectos.htm. [Consulta: 03/27/2006] 260 Ibíd.
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nuevas?. De esa modo se llamaba a replantear la escala y la naturaleza de lo que era o no susceptible de asombro. 3.3 Lo asombroso de la muerte En las primeras páginas del presente trabajo se planteó que una de las categorías que logró despertar asombro entre los habitantes de Medellín durante la segunda mitad del siglo XX, fue el fenómeno de la muerte violenta, fuera esta provocada por accidentes, homicidios o suicidios. En las postrimerías de dicha centuria ese tipo de sucesos continuó generando asombro en la sociedad, básicamente cuando pudo ser valorado como insólito o fuera de lo común 261. Las siguientes páginas se dedicarán a presentar algunas noticias referentes al asunto que lograron causar revuelo. Esas noticias presentan características que permiten clasificarlas en tres grupos, a saber: 1. Homicidios y suicidios cometidos en la ciudad de Medellín u otros municipios del departamento de Antioquia. 2. Asesinatos ocurridos en otras latitudes del globo, esto es, Latinoamérica y algunos países europeos. 3. Muertes a todas luces inusuales o “insólitas”. La primera de estas categorías expone rasgos de violencia en la sociedad medellinense, y al mismo tiempo sugiere el horror que a ésta le produce tomar conciencia de dicha condición. Estaría indicando esto la presencia de una suerte de doble moral en ese sentido en el imaginario de sus habitantes. Entre los crímenes sucedidos en Medellín y en los municipios antioqueños durante los años setenta, puede aludirse aquí a los siguientes: Con destornillador se mató preso en Barbosa
261
Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A., 1981, p. 25.
108 En el interior de uno de los calabozos de la cárcel del Municipio de Barbosa, se autoeliminó Gabriel Tobón Sierra, de 40 años, hijo de Baudilio y Ana, negociante de oficio, para lo cual utilizó un destornillador que solicitó en préstamo a un empleado, dizque para arreglar un reloj. Se informó que el individuo se encontraba detenido en ese lugar, sindicado de haber ultimado a tiros de revolver a su esposa, hecho que ocurrió hace más de un mes en esa jurisdicción y de lo cual se dio cuenta en este periódico. El cadáver del uxoricida fue entregado en la tarde de ayer a sus familiares para lo de rigor262. Loco furioso mató a golpes a niña de 11 años en Medellín. Loco furioso mató a golpes a niña de 11 de edad, cerca de su residencia. Los hechos ocurrieron el martes […] informó la policía. […] Según se informó, la menor se encontraba a inmediaciones de su casa y [un] demente la golpeó con arma contundente, causándole múltiples traumas y contusiones en varias partes del cuerpo, que le produjeron el deceso 48 horas después. Había sido llevada al centro asistencial procedente de su casa y fueron agotados todos los esfuerzos médicos para salvarle la vida 263. De 16 cuchilladas, asesinan a criatura de un día de nacida De 16 cuchilladas fue asesinada una criatura de un día de nacida, cuyo cadáver se halló en una quebrada, en Medellín el sábado pasado. A las cuatro de la tarde del mencionado día […] el menor Rafael Antonio Muñoz rescató de las aguas de la quebrada La Palencia el cadáver de una criatura recién nacida, de lo cual dio cuenta a las autoridades. Estas lograron comprobar que se trataba de una criatura de un día de nacida, la cual presentaba 16 lesiones ocasionadas al parecer con navaja en cuello y en el tórax 264.
Si bien el caso que se refiere a continuación no ocurrió en la ciudad de Medellín, ni en los parajes pertenecientes a la actual Área Metropolitana, recrea explícitamente episodios trágicos y “horrendos” que consiguieron estremecer a las gentes de entonces:
Decapitado campesino en Maceo Individuos que no han sido realmente identificados, masacraron y luego decapitaron a un campesino en la zona rural del municipio de Maceo, habiendo arrojado luego su cadáver a una cañada. Varios campesinos que ayer pasaron por el lugar lo recogieron y depositaron su cuerpo dentro de un costal y así fue llevado a las autoridades de la cabecera donde se indagó sobre su identidad […]265. 262
El Colombiano. “Con destornillador se mató preso en Barbosa”, en: El Colombiano, Medellín, abril 19 de 1971, p. 4. 263 El Colombiano. “Loco furioso mató a golpes a niña de 11 años en Medellín”, en: El Correo, Medellín, abril 30 de 1971, p. 10. 264 El Colombiano. “De 16 cuchilladas, asesinada una criatura de un día de nacida”, en: El Correo, Medellín, mayo 3 de 1971, p.10.
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Como muestra de la tendencia a informar de la manera descrita, se presenta a continuación un listado de titulares empleados para dar cuenta de otros crímenes. A juzgar por dichos titulares, tales eventos debieron parecer en verdad “horrendos”: -
“Muelas” le debía 5 pesitos; por eso le chuzo el corazón” 266.
-
“Mató al marido de su madre, pero obró en estado de ira” 267.
-
“Iba a ser madre nuevamente, trece balines en el cuerpo” 268.
-
“Le pidió que le mostrara el revólver y con él se suicidó” 269.
-
“La metieron entre una caneca y pereció”270.
Situaciones criminales acaecidas en otras ciudades de Colombia como Cali, Palmira o Bogotá también causaron inquietud entre el público local. Los periódicos de la ciudad se ocupaban en “vender” historias que no necesariamente se relacionaban -pero de seguro sí impactaban- a las gentes de la tierra: -
“Madre envenena a sus ocho hijos y se suicidó” 271, (noticia ocurrida en Cali).
-
“Se suicidó por temor a operación”272, (suceso ocurrido en Palmira, Valle del Cauca).
-
“Disparó contra su esposa, hija, y luego intentó suicidarse” 273, (situación acaecida en Bogotá).
265
El Colombiano. “Decapitado campesino en Maceo”, en: El Colombiano, Medellín, septiembre 19 de 1974, p. 20. 266 El Colombiano. “"Muelas" le debía 5 pesitos; por eso le chuzo el corazón”, en: El Colombiano, Medellín, mayo 7 de 1971, p. 4. 267 El Colombiano. “Mató al marido de su madre, pero obró en estado de ira”, en: El Colombiano, Medellín, mayo 12 de 1971, p. 15. 268 El Colombiano. “Iba a ser madre, trece balines en el cuerpo”, en: El Colombiano, Medellín, junio 15 de 1971, p. 4. 269 El Colombiano. “Le pidió que le mostrara el revólver y con él se suicidó”, en: El Colombiano, Medellín, junio 26 de 1971, p. 4. 270 El Colombiano. “La metieron entre una caneca y pereció”, en: El Colombiano, Medellín, junio 28 de 1971, p. 4. 271 El Colombiano. “Madre envenena a sus ocho hijos y se suicidó”, en: El Colombiano, Medellín, septiembre 19 de 1974, Pp. 1-20. 272 El Colombiano. “Se suicidó por temor a operación”, en: El Colombiano, Medellín, octubre 4 de 1975, p. 17. 273 El Colombiano. “Se suicidó por temor a operación”, en: El Colombiano, Medellín, octubre 27 de 1975, p. 4.
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Debe tenerse en cuenta que los eventos aquí mencionados se caracterizan por evidenciar un modus operandi que podría calificarse como primario, esto es, con positiva evidencia de sangre fría y fuerza bruta, en virtud de incontrolables impulsos de momento, por la vía de estrangulamiento, asfixia, golpes, envenenamiento y utilización de armas blancas y también de fuego. Homicidios cometidos en otras latitudes del globo, e igualmente registrados por los mismos periódicos o fuentes (El Colombiano y El Correo), presentaban gran semejanza con los descritos. Puede asegurarse entonces que el asombro despertado entre el público se relaciona en este caso con una indudable fascinación despertada entre los consumidores de información por los diarios de rotación local. La muerte violenta era un asunto que vendía, y como tal, si no se registraban hechos violentos en las cercanías de la localidad, era menester proceder a “importar las noticias” de otras comarcas e incluso de latitudes distantes.
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IV. Entre tomas armadas a poblaciones, bombas y metralla, el país se desangra Uno de los acontecimientos internacionales más destacados durante la década de los años ochenta fue el derrumbamiento el bloque socialista. La puesta en evidencia por parte del mandatario ruso Mijail Gorbachov, de la aguda fragmentación política y cultural de la elite soviética en 1985, impulsó una serie de transformaciones con los lemas de la perestroika o reestructuración (tanto política como económica) y el glasnost, que significaba libertad de información274. En el campo de la salud, la atención estaba centrada en la lucha contra el cáncer. Sin embargo la aparición del Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA) alarmó a las autoridades políticas y médicas del globo. A partir de entonces, millones de dólares fueron destinados a investigación científica para buscar alternativas que ayudaran a controlar y tratar dicha enfermedad 275. Colombia cobraba entre tanto renombre mundial gracias a la producción y exportación de drogas ilegales como la cocaína. Ese fenómeno, conocido en el mundo entero como narcotráfico (que había comenzado en el país con la exportación de marihuana durante la década anterior), se caracterizó por permear las diferentes capas sociales. Fueron ciudades como Medellín y Cali las que mayor protagonismo tuvieron en ese nuevo tipo de negocios 276. En la escena local, los años ochenta también se caracterizaron por el aumento en el costo de los bienes inmuebles -fenómeno que vino de la mano con el narcotráfico-: La historiadora Lucelly Villegas comenta al respecto: “Toman gran auge las viviendas suntuosas para los narcotraficantes y sectores acaudalados de la ciudad. El Poblado se convirtió en el principal centro de negocios y de vivienda. Fue lugar
274
Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Barcelona, Critica, 2003. Pp. 477-483. Ibíd., Pp. 549-550. 276 Bushnell, David. Colombia una nación a pesar de sí misma. De los tiempos precolombinos a nuestros tiempos. Santafé de Bogotá, Planeta, 1996, Pp. 352-354. 275
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de residencia de los nuevos ricos que lograron por la vía del narcotráfico ascender socialmente”277. Así mismo, según podrá apreciarse, en el decenio de los ochenta aparecieron en escena con inusual frecuencia y resonancia, homicidios cometidos contra líderes y dirigentes políticos, hechos éstos a los que no se les concedía atención semejante desde el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 278. Podría decirse que la tragedia es sin lugar a dudas el calificativo que mejor describe la Medellín de los años ochenta. La descomposición social elevada a sus más altas expresiones, la altísima tasa de homicidios, y las muertes provocadas por fenómenos naturales, fueron los temas que más parecen haberse acentuado en la memoria de los habitantes de la ciudad279. A pesar de lo dicho, en el presente capítulo podrá apreciarse también otra cara de la moneda, esto es, aquella que permite entrever una sociedad que, a la par de sufrir con grandes magnicidios y tragedias de índole criminal, también se maravilló con diversas obras de ingeniería civil y con la inauguración de nuevos espacios recreativos dispuestos para el entretenimiento de los ciudadanos. Precisamente con el acápite dedicado a la transformación del paisaje urbano se abre a continuación este capítulo.
277
Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado. 278 Al respecto vale la pena leer el interesante texto que la socióloga Ana María Jaramillo realiza para aportar a la comprensión del fenómeno de la criminalidad en la ciudad. Véase: “Criminalidad y violencias”, en: Melo González, Jorge Orlando (Dir.), Historia de Antioquia, Medellín, Suramericana de Seguros, 1996, tomo II, Pp. 551-261. 279 Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado.
113
4.1. Nuevos escenarios urbanos En 1980 Medellín contaba con algo más de 1.200.000 moradores, y ante el ánimo de integración económica subregional, de proyección y planeación para el desarrollo de los municipios que en su conjunto ocupan el Valle de Aburrá, se creó el ente administrativo denominado Área Metropolitana. Para formarse una idea del ritmo de crecimiento urbano, el censo realizado en 1985 registró 1.409.382 habitantes en la ciudad, y 2.121.174 en el Valle de Aburrá 280. La transformación del paisaje urbano de Medellín continuó en ascenso durante el decenio de 1980. La construcción de nuevos lugares dedicados a la lúdica, la recreación y la cultura se materializó para ofrecer alternativas a una sociedad que ya contaba con auténticas multitudes. Con idéntica finalidad se constituyeron además algunas entidades. Por ejemplo, en 1983 se construyó en el Cerro Nutibara el Teatro al Aire Libre "Carlos Vieco Ortiz”. Ese mismo año se conformó la Orquesta Filarmónica de Medellín por iniciativa del médico Luis Alberto Correa, y salió al aire por vez primera la programación de la emisora cultural Cámara de Comercio de Medellín281. En materia de obras civiles se construyó el puente Horacio Toro Ochoa en la Avenida Oriental sobre la calle San Juan. Así mismo, se erigió el puente Nutibara ubicado en la avenida Guayabal, el cual, con una longitud de aproximadamente un kilómetro, pasó a ser el más largo de la ciudad. Un año más tarde, en 1984, se inauguró el Planetario de Medellín Jesús Emilio Ramírez, y en 1985 se estableció el Palacio de la Cultura de Antioquia "Rafael Uribe Uribe", en la antigua sede de la Gobernación de Antioquia. Este último año entró en funcionamiento el primer canal regional en Colombia, Teleantioquia282.
280
Un siglo antes, exactamente en 1883, Medellín contaba apenas con 37.237 habitantes. Molina Londoño, Luís Fernando. Almanaque histórico de Medellín [Inédito], 1996. 281 Molina Londoño, Fernando. Almanaque histórico de Medellín. Inédito, 1996. 282 Ibíd.
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En materia de transportes 1985 fue un año especial. Se construyó la Terminal de Transportes de Medellín en el barrio Caribe y se inauguró, además, el terminal aéreo internacional José María Córdoba en Rionegro, que entró a prestar sus servicios a Medellín. En el antiguo aeropuerto Olaya Herrera comenzó a operar la aviación regional, y parte de sus terrenos se destinaron a servir como parque de diversiones. Como si fuera poco, ese mismo año se iniciaron las obras de construcción del Metro de Medellín283. Sobre la inauguración del aeropuerto José María Córdoba, debe registrarse que causó sensación en la sociedad antioqueña, esto es, una mezcla de asombro y orgullo debido a que en ese momento era el más moderno de América Latina. La nota informativa de la inauguración fue presentada en estos términos por El Colombiano: Hoy se inaugura el “José María Córdoba” A las diez de la mañana de este histórico 29 de agosto entra en operación oficial el aeropuerto Internacional “José María Córdoba”, en Rionegro. El presidente Belisario Betancur será el encargado de dar al servicio esta colosal obra, cuyo costo total superó los 14 mil millones de pesos y que servirá no sólo al departamento de Antioquia sino a toda la red aeronáutica de Colombia […] La inauguración. El jet presidencial FAC 001 estará llegando a las modernas pistas del Córdoba hacia las 9:45 de la mañana. A las diez se inicia la ceremonia oficial con el Himno Nacional […] vendrá el Himno Antioqueño para enmarcar este gran momento de la vida departamental y nacional, y luego el recorrido por las instalaciones de la gigantesca mole 284.
La puesta en funcionamiento del aeropuerto José María Córdoba no sólo dinamizó el tráfico aéreo de la región antioqueña, sino que también hizo que dicho lugar se convirtiera en uno de los estandartes emblemáticos más expresivos de “la pujanza” de la “raza antioqueña”. Desde entonces fue motivo de orgullo para una sociedad que se veía a sí misma y proyectaba una imagen caracterizada por la capacidad de expandir sus fronteras comerciales a pesar de encontrarse en una posición
283
Ibíd. El Colombiano. “Hoy se inaugura el José María Córdoba”, en: El Colombiano, Medellín, agosto 29 de 1985, p. 1. 284
115
geográfica poco privilegiada (dada su relativa lejanía de la capital de la República y debido a la indudable desventaja representada por el difícil acceso y salida al mar). 4.2. La inclemente naturaleza estremece a Medellín El asombro generado por los desastres naturales, específicamente por movimientos telúricos, no tiene ya para finales del siglo XX la connotación que se le asignaba en tiempos coloniales. Si bien el pánico y la histeria colectiva continuaron siendo algunas de las características vigentes como reacción ante eventos de esa índole, conforme pasó el tiempo dejó de atribuirse la causa de tales fenómenos a un castigo divino. Esa variación se debe al papel jugado por la ciencia y a la divulgación de sus explicaciones. Al respecto Carpentier plantea que lo asombroso se encuentra sujeto a las convenciones sociales vigentes en un tiempo y en un espacio determinado285. En septiembre de 1987 Medellín fue protagonista de una tragedia que estremeció al mundo entero. En esa ocasión el barrio Villa Tina, ubicado en el sector centro oriental de la ciudad, padeció las inclemencias de un alud de tierra que arrasó más de 120 viviendas, dejó 1.500 damnificados y cobró la vida de más de 600 personas. Ante el desastre de Villa Tina los medios masivos de información como la prensa, la radio y la televisión, sirvieron no solamente como canales de comunicación para dar a conocer la noticia, sino que al mismo tiempo cumplieron con el papel de movilizar a la sociedad para que prestara la ayuda necesaria. La función social de la prensa se hace especialmente patente a partir de la década de 1950, momento en el que el sociólogo Max Weber planteó la Teoría de los Efectos 286. En el caso particular del desastre de Villa Tina dicha teoría aplica, porque los dueños del periódico El Colombiano manejaron de forma racional la información, procurando aprovechar el poder de persuasión de que disponían para convocar a la población a efectuar 285
Carpentier, Alejo. “De lo real maravilloso”, en: Ensayos, La Habana, Letras Cubanas, 1984, p. 77. Véase además: Febvre, Lucien. El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais. México. Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, 1959, p. 383. 286 [Sin autor] “Teoría de los efectos”, [on line] http://www.lablaa.org/blaavirtual/ayudadetareas/periodismo/per28.htm. [Consulta: 15/08/2004]
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donaciones destinadas a auxiliar a los damnificados, fuera en dinero o en artículos de primera necesidad. Como Habermas lo indica, al lado de tan loable labor, se informaba de paso, obviamente, con la esperanza de incrementar el volumen de ventas del periódico. Si bien el medio periodístico no se regocijaba en modo alguno con la tragedia, -sino que por el contrario incluso se solidarizaba con las víctimas-, tampoco podía aislarse, desentenderse de las leyes del mercado, a las cuales necesariamente había de responder287. De otra parte, no sólo a dinero remitía la actividad informativa: tener a disposición la opinión pública significa además poder, representatividad y liderazgo social. Por algo Carpentier expresa: "Vivimos en una época de melodramas que, gracias a la prensa, a los medios de comunicación de masas, a la rapidez y universalidad de la información, cobran, en este siglo [XX], unas proporciones que jamás habrían alcanzado en el siglo pasado”288. El periódico El Colombiano, anunció la desdicha del barrio Villa Tina del siguiente modo: “…Y la tragedia volvió a Villa Tina”289. Con esta noticia la sociedad medellinense se volvió a cubrir de luto y los noticieros nacionales pusieron de nuevo sus lentes sobre la tragedia que empañaba la tranquilidad pública. Al día siguiente, la ciudad entera estaba pendiente de lo ocurrido en el populoso sector. El Colombiano publicó algunas fotos en las cuales los protagonistas de la tragedia aparecían con carteles que decían: • • • •
287
Tememos morir sepultados. Nuestros niños […] también tienen derecho a vivir. ¿Qué esperan para atendernos? ¿Los cadáveres de nuestros hijos? Por salvar nuestras vidas estamos dispuestos a todo290.
Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. Mexico, G. Gili, 1986, p. 59. Carpentier, Alejo. La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos. Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A., 1981, p. 25. 289 El Colombiano. “… Y la tragedia volvió a Villa Tina”, en: El Colombiano, Medellín, septiembre 28 de 1987, p. 1. 290 El Colombiano. “Tememos morir sepultados”, en: El Colombiano, Medellín, septiembre 29 de 1987, p. 1. 288
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Los sobrevivientes de dicha tragedia denunciaban así la actuación de las autoridades públicas ante el desastre, pues, dos años antes se había presentado otro deslizamiento de tierra en el mismo sector, y al parecer, dichas autoridades y los organismos de socorro y rescate (como la Cruz Roja o la Defensa Civil), no atendieron las solicitudes de ayuda de manera adecuada. Por ese motivo el titular de prensa que anunciaba la desgracia hacía referencia explícita a una reincidencia trágica. Además de cumplir con la misión de informar y generar acciones sociales en busca de ayuda humanitaria, ocasionalmente los periódicos también se convertían, como puede observarse, en canales de denuncia pública para manifestar inconformidades o complacencias frente a un hecho específico. Un asombro diferente, el que se generaba frente a la inoperatividad o la escasa capacidad de reacción por parte del Estado, entraba de ese modo en escena. Así como los desastres naturales pusieron una considerable cuota de muertos durante los años ochenta, otros fenómenos hicieron lo propio. En efecto, una gran oleada de violencia y crímenes que tuvo lugar en todo el territorio nacional, pero especialmente en ciudades como Bogotá y Medellín, vino a dar cuenta de profundas variaciones sociales. Y de nuevas modalidades del asombro. 1.3.
La subcultura del narcotráfico
Durante la década de 1980 los hechos de sangre se relacionaron recurrentemente con asesinatos de importantes magistrados y políticos, atribuidos a capos de la droga. En especial, la organización denominada el Cartel de Medellín fue señalada por el Estado de dicho accionar. Los jóvenes de los barrios marginales eran reclutados con frecuencia para engrosar los ejércitos privados de los grandes señores del negocio, por lo que una oleada de permanente violencia desatada entre distintas organizaciones narcotraficantes no se hizo esperar. En medio de la insuficiencia institucional para contener tales desmanes, los hechos protagonizados por la delincuencia común se hicieron también habituales. Como rasgo distintivo del
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momento muchos jóvenes de barriada estuvieron dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de conseguir dinero291. A pesar de que la violencia había sido un fenómeno persistente en la historia de Colombia, en la época el sicariato se convirtió en un fenómeno que logró asombrar y estremecer a la sociedad medellinense, antioqueña y del país entero. El sicariato se instituyó en una suerte de modalidad “profesional” del crimen, con dimensiones cuantitativas -y rasgos de sevicia- inéditos hasta entonces. Con el auge del sicariato una nueva escala de valores morales se hizo fuerte: la tentativa de conseguir bienes materiales a cualquier costo (tales como motos, ropa de marca y electrodomésticos) fue en cierto modo aceptada y hasta socialmente “bien vista”. Esto se asociaba con una serie de frustraciones derivadas de la insatisfacción de necesidades básicas (económicas y sociales), y a un medio que no garantizaba equidad en la pugna por obtener lo deseado. La periodista Ana María Cano recrea parte de la cotidianidad de los jóvenes dedicados al oficio de asesinos a sueldo: Ni la mamá, ni la amante, ni ninguno de los asistentes a la misa del difunto ignoran su destino de asesino a sueldo, por los ingresos que le permitieron en vida ayudarle a la cucha tan necesitada de un hombre “que viera por ella”. El carro de sus sueños, la supermoto, las bambas de oro, fachada de mármol en la casa, apartamento en el barrio de los ricos y tenis Reebook de rigor, tuvo que obtenerlos con muertos por encargo […]292.
La Arquidiócesis de Medellín definió el perfil filosófico de esos jóvenes así: […] No son anarquistas ni encarnan el odio de clases. No intentan destruir una sociedad que les ha impedido su desarrollo. No tratan de imponer un modelo distinto porque sus víctimas tienen siempre algo que ellos desean. No les interesa
291
Londoño Vega, Patricia. Breve historia de Antioquia. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2001, p. 70. 292 Cano, Ana María. “Los Ángeles exterminadores de Medellín”, en: Samper Pizano, Daniel. Antología de grandes CRÓNICAS colombianas. Tomo II, 1949-2004, Bogotá, Aguilar, 2005, p. 367.
119 que cambie nada, pero que sí les alcance todo lo materialmente posible para consumar su idea concreta de felicidad: tener293.
La anterior descripción guarda correspondencia con el imaginario colectivo del antioqueño desde el siglo XIX, en el que hay un afán desmedido por enriquecerse. Lo anotado se hace especialmente palpable sin embargo durante la segunda mitad del siglo XX, cuando el marcado individualismo y la no sujeción a restricciones morales se hacen dueños del momento. Tal situación es fruto de la descomposición de los valores tradicionales a raíz del ingreso de la economía capitalista de gran calado, y de la masificación a que se ve sometida una sociedad que, muy rápidamente -y “a presión”- pasó de ser preponderantemente rural, a ser preponderantemente urbana294. El desmedido deseo de conseguir dinero hizo a un lado principios y valores inculcados por la familia y la escuela, en una ciudad que día a día se tornó más y más agresiva, en donde la ley del pez grande que se come al chico cobró fuerza progresivamente. Como el deseo de conseguir dinero era asunto que involucraba -como el mayor proyecto de vida- a buena parte de los habitantes de “La Capital de la Montaña”, para algunas franjas de la población resultaba fundamental que tal cosa pudiera hacerse fácil y rápidamente. Así, fue usual que incluso miembros de instituciones oficiales como la Policía incursionaran en negocios ilícitos para hacerse a unos pesos extra. Lo anotado se evidencia en las siguientes expresiones de un personaje de los bajos mundos: Es que conseguir las armas es difícil. Hay que tumbar [puede significar “matar” o, dependiendo del contexto, también “engañar”] [a] un man [hombre] para quitársela o comprarla, y un arma buena es cara. Casi siempre se las compramos a la policía, que también nos surte de la munición. Algunas veces hemos comprado granadas a través de un oficial retirado. Hemos tenido T-55, mini Uzi 293
Ibíd., p. 369. Véase: Payne, Constantine Alexandre. “Crecimiento y cambio social en Medellín, 1900-1930”, en: revista Estudios Sociales, No.1, Medellín, Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales (FAES), Septiembre de 1986, Pp.111-194. 294
120 de 32 tiros, Ingram 9 milímetros, y las más comunes, changones, pistolas, y revólveres295.
El deseo por el dinero no terminaba allí. Políticos, jueces y altos magistrados también aprovecharon la coyuntura del dinero fácil para hacerse a unos pesitos. Antonio, uno de los personajes del libro No nacimos pa´ semilla, apunta sintetizando dicha situación lo siguiente: De Bellavista salí por billete. Hay unos clientes que manejan el correo con los jueces. En el caso mío, en el que la acusación no era tan grave y no había ofendidos que se presentaran a denunciarme, la cosa se facilitó. Unos socios de la gallada que habían hecho un cruce en esos días pagaron doscientos cincuenta mil pesos296.
De hecho la trastocada escala de valores también vulneró el sistema judicial, poniendo en evidencia que la justicia tenía su precio, y que aquellos en condiciones de pagarlo contaban a su favor con cierta inclinación de la balanza. Al intentar comprender la problemática del sicariato en Medellín debe tomarse en cuenta, además, el denominado sistema del “cobro por vía ejecutiva” 297 o “negocio de la muerte”, explicado por Alonso Salazar en los siguientes términos: El fenómeno de las bandas quiere reducirse con frecuencia al narcotráfico. Y aunque los carteles de la droga han desempeñado un papel fundamental en su creación y crecimiento, no son los únicos que las generan y utilizan. Están relacionadas también con otras empresas de la muerte, no dependientes directamente de los carteles. Diversos sectores políticos y sociales también utilizan sus servicios. Incluso muchos ciudadanos comunes recurren a ellas para resolver sus conflictos […]298.
El asunto del sicariato se desarrolló así como una más entre múltiples manifestaciones de descomposición social y violencia. En palabras de la historiadora Ana María Jaramillo, durante los años ochenta:
295
Salazar, Alonso. No nacimos pa´ semilla. Op. Cit., Pp. 22–23. Ibíd., p. 37. 297 Tirado Mejía, Álvaro. “Del Frente Nacional al momento actual: Diagnostico de una crisis”, Op. Cit., p.405. 298 Salazar, Alonso. No nacimos pa´ semilla. Op. Cit., p. 150. 296
121 En Medellín se produjo una generalización de la justicia privada como el medio más eficaz para solucionar antiguos y recientes conflictos que afloraron en las relaciones interpersonales y sociales. Como han indicado actuales investigaciones sobre actores, escenarios y víctimas de la violencia, las muertes violentas en su mayoría han resultado de la iniciativa de actores difusos que ya por mano propia o mediante la contratación de terceros, han optado por dar muerte al diferente. De ahí, pues, el montaje de una moderna industria de la muerte conformada por «empresarios» que se dedican a contratar los servicios de «facilitadores» (encargados de conseguir los recursos logísticos necesarios) y de sicarios que, no obstante su notoriedad, han sido apenas el eslabón más visible de redes criminales bien organizadas299.
A lo largo de este trabajo se ha procurado mostrar cómo la descomposición empezó a cobrar fuerza a partir de la década de los años cincuenta, cuando, insertos tanto Colombia como Medellín en un devenir cada vez más determinado por el acelerado flujo de capitales (en calidad de factor con repercusión en las interacciones sociales), la capital antioqueña comenzó
a experimentar, al igual que otras
ciudades del país, continuas oleadas migratorias, que engrosaron cinturones de miseria. Asentados en zonas periféricas de la ciudad, y ante la falta de adecuada planeación social por parte de la dirigencia local, las barriadas deprimidas fueron representando, crecientemente, un problema que se dilató hasta desembocar en inusuales manifestaciones de desorden social que llegaron a su punto más álgido durante las décadas de los años ochenta y noventa. En consonancia con lo anotado Salazar plantea que la clase dirigente no fue lo suficientemente eficaz a la hora de responder al desafío de construir la ciudad como espacio de encuentro y comunicación partiendo de un proyecto de modernidad 300. Más bien enfocó sus proyectos a solucionar falencias de infraestructura urbana, y tendió a desconocer las necesidades de los habitantes asentados en las periferias de la ciudad. Esta posición es corroborada por el estudio que el historiador Rodrigo de J. García Estrada coordinó acerca del Concejo de la ciudad 301. 299
Jaramillo, Ana María. “Criminalidad y violencias en Medellín 1948-1990”, en: Melo, Jorge Orlando (Dir.), Historia de Medellín. Vol. II, Bogotá, Compañía Suramericana de Seguros, 1996. Pp. 551561. 300 Salazar, Alonso. No nacimos pa´ semilla. Op. Cit., p. 152. 301 García Estrada, Rodrigo de J. (Coord.), El Concejo de Medellín. Protagonista del desarrollo de la capital antioqueña. 1900 – 1999. Op. Cit.
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Cabe anotar al respecto que Álvaro Tirado Mejía explica los alcances del narcotráfico y la descomposición a partir de la incapacidad de las élites nacionales para dar respuesta unificada a las demandas sociales de una sociedad, que al ser permeada e incluso disuelta por la lógica capitalista, no cuenta ya con valores y referentes que reemplacen a los que tradicionalmente han organizado al cuerpo social, como la religión, la familia, los partidos políticos, etc. 302. Lo que causa asombro social en el contexto descrito es entonces, justamente, aquello que de manera obstinada se aferra a los valores y referentes éticos en desgracia: toda manifestación de dignidad probada, respeto por la diferencia, honestidad extrema o indudable incorruptibilidad resultó centro del asombro público. Circunstancias como los magnicidios de varios funcionarios y políticos que fueron capaces de llevar sus convicciones cívicas y morales hasta el punto sin retorno de dar su vida por ello, fueron en efecto motivo de claro revuelo social y auténtico asombro. Esto podrá apreciarse en las páginas venideras. 4.4. Al calor de las balas 4.4.1. Mueren los sueños. Homicidios de dirigentes políticos Luego del homicidio de Jorge Eliécer Gaitán el 8 de abril de 1948, tuvieron que pasar varias décadas para que las primeras planas de periódicos como El Colombiano, anunciaran el asesinato de altos funcionarios públicos como el Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, o de líderes políticos como Luís Carlos Galán Sarmiento. El titular del diario El Colombiano sobre este último tuvo un inocultable acento dramático: “Colombia se deshace”303. Publicado el 19 de agosto de 1989, refería hechos acaecidos durante la noche anterior, en la plaza del municipio de Soacha 302
Tirado Mejía, Álvaro. “Del Frente Nacional al momento actual: Diagnostico de una crisis”, en: Tirado Mejía, Álvaro. (Dir.), Nueva Historia de Colombia. Volumen II, Bogotá, Planeta, 1989, Pp.404407. 303 El Colombiano. “Colombia se deshace” en: El Colombiano, Medellín, agosto 19 de 1989, p. 1.
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(Cundinamarca). Según un artículo escrito por Juan Lozano Ramírez en la Revista Credencial Historia, “El sepelio [de Galán] fue el más desgarrador testimonio de orfandad colectiva. Cientos de miles de personas acompañaron el féretro, llorando sinceramente al dirigente caído. Era una mezcla de indignación, dolor, rabia, amargura y frustración”304. Obviamente también de conmoción y asombro. La politóloga María Jimena Duzán narró de la siguiente manera el homicidio de quien fuera candidato a la presidencia de la República para el periodo 1990-1994: La muchedumbre agolpada en la plaza lo levantó en hombros. Su cara llena de júbilo y sus brazos levantados en señal de batalla lo mostraban pleno de vigor y energía. Mientras Galán llegaba a la tribuna, camuflados entre la muchedumbre un grupo de sicarios conformados por seis hombres se fue apostando estratégicamente. Uno de ellos, situado al parecer debajo de la tribuna, disparó tres veces sobre Galán. […] El disparo fue seguido por una lluvia de fuego. Un guardaespaldas se arrojó sobre el desfalleciente Galán para protegerlo con su cuerpo. Rápidamente el cuerpo del candidato fue puesto en un automóvil, el cual partió veloz con rumbo al hospital más cercano […]305.
Este fue sin lugar a dudas uno de los asesinatos que más conmoción y consternación generó entre la sociedad colombiana en la década de los ochenta, debido a que las esperanzas de conseguir la paz para Colombia estaban depositadas en aquel hombre, que abiertamente expresó estar de acuerdo con la extradición de los capos de la droga hacia los Estados Unidos. Noticias como la publicada por El Colombiano en la primera página el 20 de julio de 1984, dan cuenta del intenso debate en torno al tema a lo largo de la década en cuestión: “No habrá dialogo con la mafia: El gobierno descartó ayer cualquier posibilidad de negociación o entendimiento con narcotraficantes en el primer pronunciamiento de la presidencia […]306”
304
Lozano Ramírez, Juan. “Luís Carlos Galán”, [on line] http://www.lablaa.org/blaavirtual/credencial/enero1990/enero1.htm. [Consulta: 16/12/2005] 305 Duzán, María Jimena. “El asesinato de Galán”, en: Samper Pizano, Daniel. Antología de grandes CRÓNICAS colombianas. Tomo II, 1949-2004, Bogotá, Aguilar, 2005, p. 358. 306 El Colombiano. “No habrá dialogo con la mafia”, en: El Colombiano, Medellín, mayo 1 de 1984, p.1.
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El impresionante incremento de muertes violentas de gente común -homicidios perpetrados sobre todo con arma de fuego- posibilitó que el fenómeno pasara a ser catalogado como cotidiano y por ende cada vez menos asombroso. De manera paralela pero de efecto contrario, también sobrevino una creciente ola de asesinatos perpetrados contra distinguidos personajes de la esfera pública. En en ese caso tales hechos no dejaron de despertar asombro, a pesar de ser cada vez más frecuentes. Pareció entonces que el asombro constituye una circunstancia inextricablemente ligada a la preeminencia social de quienes protagonizan los eventos. La perspectiva de máximo asombro suscitada por diversos asesinatos de altos funcionarios públicos, líderes políticos y periodistas se enuncia en las siguientes líneas. 4.4.2. Líder político = blanco perfecto Hasta ahora se ha expuesto cómo en Medellín y algunas ciudades del país se cometieron siempre crímenes con objetos cortopunzantes como cuchillos, puñales, y machetes. Otros homicidios se cometieron, con menor frecuencia, utilizando armas de fuego, esto es, generalmente escopetas o revólveres. Pero a partir de los años ochenta la modalidad cambió: muchos de los crímenes se cometieron con armas de fuego, particularmente con armas automáticas y de largo alcance. Entre las décadas de los años ochenta y noventa el Cartel de Medellín implantó un régimen del terror que estremeció a la sociedad antioqueña y colombiana, cuando la organización declaró una guerra frontal contra el Estado y sus instituciones. El asesinato del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, el 30 de abril de 1984, fue el detonante que activó la guerra entre el Cartel de Medellín y el Estado colombiano. Inmediatamente tuvo lugar una avalancha de crímenes, secuestros, y atentados terroristas, que desangró, al igual que en Medellín, a otras ciudades de Colombia. Ante ese hecho el presidente de la República, Belisario Betancur Cuartas, declaró el “estado de sitio en todo el país”, con el propósito de enfrentar la oleada de violencia.
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En alocución presidencial de las dos y media de la madrugada, el 1º de mayo de 1984, expresó: “vamos a librar la guerra contra los narcotraficantes” y “el gobierno de Colombia les acepta el desafío” 307. Esta reacción provocó a partir de entonces una cruenta guerra entre el Cartel de Medellín, e instituciones del Estado como el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), el Ejército y la Policía. Durante la década de 1980 otro suceso que generó indudable asombro, fue el asesinato del director del diario El Espectador Guillermo Cano Isaza, el 17 de diciembre de 1986. El homicidio fue perpetrado al parecer por órdenes Pablo Escobar Gaviria, debido a las denuncias que el periódico publicaba sobre el accionar del Cartel de Medellín. Los asesinatos del presidente del partido político Unión Patriótica Jaime Pardo Leal308, acontecido el 11 de octubre de 1987; el del Procurador General de la República Carlos Mauro Hoyos Jiménez 309, el 25 de enero de 1988; el del candidato de la Unión Patriótica Bernardo Jaramillo Ossa 310, el 22 de marzo de 1990; y el del candidato presidencial por el M-19 Carlos Pizarro Leongómez 311, ocurrido el 26 de abril de 1990, fueron hechos que además de estremecer a la sociedad, lesionaron profundamente las esperanzas de movimientos políticos alternativos que habían puesto sus ilusiones en dichos líderes. La incursión en el ámbito medellinense de nuevas modalidades del crimen despertó gran asombro entre los miembros de una sociedad, que a pesar de reconocerse a sí misma como violenta, no consideraba que el alcance del accionar violento y
307
El Colombiano. “Por asesinato del ministro de justicia. Estado de sitio en todo el país”, en: El Colombiano, Medellín, mayo 1 de 1984, p. 1. 308 El Colombiano. “Asesinado Jaime Pardo Leal”, en: El Colombiano, Medellín, octubre 12 de 1987, p. 1. 309 El Colombiano. “Asesinado el procurador”, en: El Colombiano, Medellín, enero 25 de 1988, p. 1. Edición Extra. 310 El Colombiano. “Asesinada otra esperanza”, en: El Colombiano, Medellín, marzo 23 de 1990, p. 1. 311 El Colombiano. “Su última orden fue la paz”, en: El Colombiano, Medellín, abril 29 de 1990, p. 1.
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delictivo pudiera sobrepasar, con tan grande facilidad, lo hasta entonces asociado a la delincuencia común, las riñas familiares, o las reyertas callejeras. Las bombas contra edificios residenciales, oficinas de periódicos y hasta vuelos comerciales, se convirtieron en sucesos hasta cierto punto “usuales” en medio de un régimen del terror que estremecía a la capital de la montaña. Lo insólito llegaba a convertirse así en cotidiano, y lo cotidiano fue entonces el estremecimiento social. La diferencia entre lo habitual y lo que generaba conmoción se acortó entonces al mínimo posible. Se trataba de una verdadera paradoja: ahora todo o casi conmocionaba, pero al mismo tiempo siempre se sospechaba que ya nada contaría con el suficiente poder para hacerlo en el más alto de los términos. Todo y nada podrían eventualmente constituir objeto de asombro o de nulo desconcierto. 4.4.3. Bombas y sangre. Nuevas modalidades del crimen Además de los homicidios cometidos contra políticos y funcionarios públicos, la década de 1980 también se caracterizó, como se ha expuesto, por la explosión de bombas en sitios en los que habitualmente laboraban o residían personajes públicos pero también personas del común. Bajo esta singular modalidad, se hizo costumbre utilizar vehículos cargados con dinamita u otros explosivos para hacerlos detonar cerca de los lugares sentenciados. Entre los atentados terroristas perpetrados por el narcotráfico -o por quienes desde la clandestinidad y “por su propia mano” lo combatían “sin que de ello supiera nada el Estado”-, quizás el que mayor impacto generó fue el carro bomba que explotó en las cercanías del edificio Mónaco, ubicado en la avenida del Poblado y propiedad del capo de la mafia Pablo Escobar Gaviria. El suceso acaeció en la madrugada del 14 de enero de 1988. El asombro general fue en efecto grande: ahora ni siquiera los más poderosos narcotraficantes se encontraban a salvo en el escenario que les era propio, que ellos mismos habían diseñado y puesto en marcha!. Pocos meses después, el 10 de marzo de 1988, dos bombas hicieron explosión en las instalaciones del periódico El Colombiano. En el lugar de los hechos, una persona
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perdió la vida, y según lo reportó el mismo diario, de no haber sido por la heroica acción de un portero que logró arrojar dos artefactos explosivos fuera del edificio, las víctimas mortales hubieran sido muchas más 312. Vaya paradoja: ¡las ganancias de la prensa motivadas por el asombro la afectaban también negativamente! La guerra entre los Carteles de la droga de Medellín y Cali, también fue ocasión para ese tipo de sucesos. Los atentados contra las instalaciones de “Drogas La Rebaja”, propiedad del Cartel de Cali, dejaron varias víctimas mortales en Medellín y determinaron el curso posterior de una guerra abierta entre criminales. El Estado no era ya el único enemigo de quienes quebrantaban la ley, situación insólita en un país en el que públicamente siempre se había arrogado dicho privilegio. Claro está que, aunque el Estado no lo reconociera, el asombro cabía ahora también por cuenta de las acciones ilegales que él mismo perpetraba (siempre negadas, obviamente): ¿habíase visto acaso que para poder pervivir la legalidad echara mano -como accionar continuo- de perversas ilegalidades? ¿Podía el Estado actuar como granuja?, ¿era eso válido?, y más allá ¿siquiera posible?: el caso era inusual y por tanto asombroso. La bomba que estalló en Bogotá el 7 de diciembre de 1989 en las afueras del edificio del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad), no solamente dejó un saldo de más de 500 heridos y 70 víctimas mortales, sino que también agudizó el pánico entre los habitantes de todo el país. La evidencia práctica era clara: las autoridades se encontraban muy lejos de ser capaces de ponerle fin al tormento. No podían, a todas luces, devolverle la confianza a la gente del común. Bajo esa modalidad terrorista también fue segada en Medellín la vida del gobernador de Antioquia Antonio Roldán Betancur, el 4 de julio de 1989. La edición extra que de inmediato se imprimió en El Colombiano para informar sobre el hecho
312
El Colombiano. “Bombas contra El Colombiano”, en: El Colombiano, Medellín, marzo 11 de 1988, p. 1.
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empleó el titular siguiente: “Conmoción Nacional. Muere el gobernador Antonio Roldán Betancur en pavoroso atentado”313. Otra de las acciones del mismo tipo que sacudieron a la sociedad medellinense la explosión, en pleno vuelo, del avión comercial de Avianca HK-1803 314, ocurrida el 27 de noviembre de 1989. En todo momento y en todo lugar podía morir cualquier persona: más allá de causa de preocupación, ello conllevaba, de por sí, buena dosis de asombro.
313
El Colombiano. “Conmoción Nacional. Muere el gobernador Antonio Roldan Betancur en pavoroso atentado”, en: El Colombiano, Medellín, julio 4 de 1989, p.1. Edición Extra. 314 El Colombiano. “HK-1803, “Vuelo final””, en: El Colombiano, Medellín, noviembre 28 de 1989, p. 1.
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V. Nuevos escándalos y nuevas formas de interactuar con el mundo 5.1. Desarrollo urbano, de cara al siglo XXI El desarrollo infraestructural de la capital antioqueña no cesó durante la segunda mitad del siglo XX. Desde principios de la centuria en el imaginario colectivo del antioqueño
se
había
ido
tejiendo
una
especie
de
asombro
ante
el
autorreconocimiento, esto es, la observación de la capacidad propia que a la vez exaltaba la idea de pertenecer a una “raza” pujante, caracterizada por el emprendimiento de grandes proyectos. Esta idea caló fuerte durante la década final del siglo XX e hizo sentir cada vez más orgullosos de sí mismos, por su tesón, a los paisas y medellinenses. Sin embargo, el crecimiento del comercio informal mostró otra cara de la moneda, pues el centro de la ciudad se vio colmado de vendedores ambulantes que no encontraron oportunidades de generar ingresos en los sectores tradicionales de la economía315. Desde mediados del siglo XX el desarrollo científico-tecnológico, en auge en áreas como la electrónica o la industria farmacéutica, conllevó en el mundo entero la incidencia de nuevos recursos y usos aplicados al mejoramiento de las condiciones de la vida cotidiana. En el caso de Medellín esa mejoría puede ejemplificarse, en el contexto de los años 1990, con la puesta en funcionamiento del Metro de la ciudad. Dicho evento suscitó gran algarabía y múltiples comentarios de franca admiración. Facilitar el ingreso del desarrollo tecnológico a la región había sido desde el siglo XIX una consigna permanente en el imaginario de los habitantes de Medellín. La finalización de la construcción y la puesta en funcionamiento del Metro generó sin duda un profundo impacto en el sentir de los medellinenses. La empresa había nacido a principios de los años 1970, conforme lo expone Fabio Botero Gómez: Como ya desde 1970 se había construido la Empresa de Transporte Masivo Metropolitano, que después de un receso revivió en la actual empresa del metro, la solución fue el macroproyecto del Metro de Medellín […] Así surgió la magna 315
Villegas Villegas, Lucelly. Op. Cit.
130 empresa del Metro, tan acaloradamente discutida y próxima a iniciar operaciones, la cual constituye la obra de desarrollo urbano más ambiciosa y gigantesca del país en cincuenta años. Sus efectos sobre la estructura urbana serán enormes […]316.
La entrada en funcionamiento del Metro en noviembre de 1995 fue un hecho que causó enorme orgullo entre los antioqueños. Tras diez años de diseño de planos, demoliciones en diversas zonas de la ciudad, interrupciones en la construcción y desvíos e incomodidades en materia de tráfico automovilístico, pudo al fin consumarse. “Un sueño cumplido”317, así fue como el periódico El Colombiano anunció la inauguración del Metro el 30 de noviembre de 1995. Con más de cinco mil invitados y una solemne ceremonia encabezada por el Presidente de la República, Ernesto Samper Pizano, se inauguró este medio de transporte, que entró a prestar servicio comercial desde las seis de la tarde de dicho día. El evento tuvo transmisión en directo por el canal regional Teleantioquia, y los noticieros nacionales comentaron el suceso en sus emisiones de la tarde y la noche. El Colombiano publicó una edición especial de 10 secciones y 120 páginas, en la que se hizo un recuento de los diez años que demoró la construcción de la obra. Como anota Carpentier, aquí el asombro se asocia con la noción de desarrollo tan frecuentemente traída a colación en el siglo XX latinoamericano para aludir a las variaciones implicadas en el paso de ciudades provincianas y amodorradas a ciudades que crecen a “un ritmo frenético”, que se hacen “cada vez más movidas” y que pasan a enfrentarse con nuevos retos y “conflictos de toda índole”318. En el presente el Metro se ha convertido en uno de los iconos de Medellín junto al “Edificio Coltejer”, y el “Pueblito Paisa”, al punto de que los turistas nacionales que visitan la ciudad no suelen despedirse de ella sin haberse dado antes “una montadita en Metro”. 316
Botero Gómez, Fabio. “La planeación del desarrollo urbano de Medellín, 1955-1994”, en: Melo, Jorge Orlando (Dir.), Historia de Medellín. Vol. II, Bogotá, Compañía Suramericana de Seguros, 1996, p.527. 317 El Colombiano, “Un sueño cumplido”, en: El Colombiano, Medellín, noviembre 30 de 1995, p.1. 318 Carpentier, Alejo. "Conciencia e identidad de América", en: La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos, Segunda Edición, México, Siglo XXI Editores S.A., 1981, Pp.108109.
131
Si bien el hábito de rayar las sillas y paredes de los buses de servicio público era y continúa siendo una inadecuada costumbre de los usuarios del transporte público, la adopción de la “Cultura Metro” por parte de la ciudad derivó en un significativo cambio actitudinal en el uso de trenes y estaciones. Como mecanismo generador de pertenencia, la denominada “Cultura metro” busca arraigar en los usuarios la conciencia necesaria para hacer uso del Metro con alto grado de civismo, absteniéndose de consumir alimentos o bebidas dentro de los vagones y estaciones, de ingresar al sistema en estado de embriaguez o de fumar en él. La “Cultura metro” busca así mismo convertir en práctica común el ceder el puesto a mujeres embarazadas, ancianos o personas discapacitadas. En cuanto al tema del asombro cabe registrar aquí, que lo primero en generarlo entre los usuarios del Metro de Medellín fue el encuentro mismo de un sistema de transponte público ordenado y limpio, cosa verdaderamente inusual en Colombia. De otra parte, tras la adopción de la “Cultura metro”, lo que comenzó a generar asombro, desconcierto y extrañeza entre los ciudadanos fue el hecho de que, haciendo uso del sistema de vez en cuando alguien actúe contraviniendo los dictados de la misma, situación que sólo parece ocurrir en contadas oportunidades. La sociedad de Medellín en la década de los años noventa, también fue testigo de situaciones asombrosas determinadas por la muerte violenta de algunos personajes altamente significativos para la sociedad. 5.2. Muertes que aún viven en la memoria colectiva Las muertes violentas de celebridades políticas nacionales continuaron siendo objeto de asombro durante la década de 1990. Desde la década anterior fenómenos que de ese modo reclamaban el duelo colectivo habían sido ubicados por los medios, según se ha expuesto, en lugares de la mayor relevancia. Muestra de la continuidad del fenómeno, el asesinato del dirigente del Partido Conservador, Álvaro
132 Gómez Hurtado, acontecido el 2 de noviembre de 1995 319, concitó la mayor atención pública. El cubrimiento que de ese tipo de hechos por parte de la prensa y los demás medios masivos de información, se caracterizó por recibir un tratamiento que, dadas las características mismas de los sucesos, tendió a situarlos por fuera de toda esfera de comprensión o sentido común, esto es, por fuera de toda normalidad. Puede afirmarse incluso que con frecuencia fueron abordados desde una perspectiva con rasgos de sensacionalismo320. 5.2.1. El villano La muerte de “antihéroes” o de grandes delincuentes, célebres por haber ascendido socio-económicamente sin escrúpulos morales o “a toda costa”, ocasionó enorme resonancia durante los años noventa. Ese caso se manifestó, por ejemplo, en 1993, cuando el máximo capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, fue abatido por las autoridades321. El evento se registró el 2 de diciembre de ese año en la zona occidental de la ciudad. El periódico El Colombiano registró así la noticia: “Abatido Pablo Escobar”322. Muchos habitantes de Medellín no podían dar crédito a los medios de comunicación que anunciaban: ¡Pablo Escobar ha muerto!. El suceso era una verdadera sensación, “una bomba” insuperable en el marco de lo que Jurgen Habermas ha denominado “el tráfico mercantil de las noticias” 323. Muchas versiones se lanzaron sobre las circunstancias de esta muerte. Algunos incluso se atreven a afirmar, todavía en el presente, que el jefe del Cartel de Medellín permanece vivo. Hubo testigos sin embargo que estuvieron cerca del lugar en el que se llevó a cabo el operativo militar, y que confirmaron a cuatro vientos el deceso de uno de los hombres más buscados del mundo durante la segunda mitad de los años ochenta y primera parte de los noventa. 319
El Colombiano. “!Silenciado!”, en: El Colombiano, Medellín, noviembre 3 de 1995, p. 1. Martini, Stella. Op. Cit., p. 57. 321 Villegas Villegas, Lucelly. Ponencia taller de capacitación. Municipio de Medellín. Julio 24 – 25 de 1995. Documento policopiado. 322 El Colombiano. “Abatido Pablo Escobar”, en: El Colombiano, Medellín, diciembre 2 de 1993, p.1. Edición Extra. 323 Vease: Habermas, Jurgen. Historia y crítica de la opinión pública. México, G. Gili, 1986, p. 59. 320
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Aún hoy se habla de las acciones del capo cotidianamente, con un dejo de inocultable desconcierto y/o fascinación. Independientemente de si los calificativos para referirse a Escobar lo muestran como “bueno” o “malo”, lo cierto es que ha pasado a ser uno de los personajes más recordados en la historia reciente de la ciudad. Su muerte fue uno de los sucesos que mayor asombro causó entre los habitantes de Medellín debido a que, tomando ya visos de leyenda, en varias oportunidades burló los cercos del “Bloque de búsqueda”, cuerpo élite de las Fuerzas Armadas que lo persiguió hasta darle muerte. De igual forma, en varias ocasiones burló los atentados que quisieron hacerle el Cartel de Cali y “Los Pepes” (“Perseguidos por Pablo Escobar”), organización delincuencial ésta última de la que en la época el Estado dijo “no saber nadar”, pero cuyo objetivo básico era acabar con el máximo líder del Cartel de Medellín. La muerte de Escobar desató una paradoja social: mientras los familiares y amigos de las víctimas caídas en los actos cometidos por el Cartel de Medellín y aquellos en contra de sus acciones sintieron que se hacía justicia, los familiares, amigos y quienes se beneficiaron con las donaciones hechas por el capo sintieron que les habían arrebatado a la persona en quien tenían puestas sus esperanzas para salir de la pobreza que les agobiaba. Este acontecimiento no solamente generó asombro entre la sociedad de Medellín, sino que le dio la vuelta al mundo y se convirtió en un suceso aplaudido por los Estados Unidos -en especial por su agencia antidrogas (DEA)-, y por otras instituciones internacionales que habían puesto su mayor interés en la erradicación del narcotráfico. Con la muerte de Escobar se creyó, por un momento, haber puesto fin al régimen del terror imperante en Colombia desde la década de los ochenta por cuenta del narcotráfico. No obstante tras su muerte otros grupos se fortalecieron y tomaron las riendas del negocio. Fue ese el caso del Cartel de Cali, y de algunos grupos paramilitares que, herederos de las organizaciones narcotraficantes, empezaron a
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hacer presencia en vastos sectores de Medellín y del territorio nacional. La lucha entre este tipo de organizaciones delictivas y el Estado se mantenido vigente hasta el presente. En los años noventa, especialmente durante su segunda mitad, la ola de violencia se expandió por el resto del país, ahora no con tintes de delincuencia organizada, sino -como ha dejado entreverse- de cruzada militar con motivaciones políticas. Principalmente el incremento de atentados terroristas y ataques contra la fuerza pública cometidos por guerrillas como las FARC -y la correspondiente respuesta de grupos de autodefensa armada surgidos de la sociedad civil con la complacencia del Estado para combatir a la insurgencia (nacientes organizaciones paramilitares)-, propiciaron un clima de violencia propicio para exacerbar continuos comentarios de conmoción y espanto en los medios de comunicación. En las calles, en las tiendas de barrio, en los buses de servicio urbano, en los cafés y en los hogares de los medellinenses, el asombro ante la escalada del conflicto armado se hacía evidente. A la muerte violenta de dirigentes políticos se sumó como tema recurrente el asesinato de otras personalidades del devenir nacional: reconocidos deportistas, artistas y comunicadores cuyos nombres se hicieron entonces objeto de consternados comentarios, motivo de tribulación y desconcierto 324. 5.2.2. Cae un ídolo nacional Un suceso que estremeció a la sociedad colombiana y en especial a la Medellín de la época, fue el asesinato del futbolista Andrés Escobar Saldarriaga, acontecido el 2 de julio de 1994. Este joven futbolista había alcanzado la gloria deportiva tras ser protagonista, en 1989, de la Copa Libertadores de América, evento ganado en esa ocasión para Colombia por el Club Atlético Nacional, de Medellín. Andrés Escobar también había participado en los mundiales de Italia 90 y Estados Unidos 94. Su
324
Véase al respecto: Martini, Stella. “El Sensacionalismo y las Agendas Sociales” en: Diálogos de la Comunicación. Lima. No 55, junio, 1999, p. 57.
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asesinato ocurrió en una discoteca ubicada en la carretera “Las Palmas”, que comunica a Medellín con diversos municipios del oriente antioqueño. La noticia figuró de la siguiente manera en la prensa: “Imperdonable: Colombia lamenta la muerte trágica del futbolista Andrés Escobar S. Los aficionados claman justicia y piden castigo para los criminales. La FIFA se declaró horrorizada por el asesinato”325. Ante el asesinato del deportista miles de personas se volcaron a las calles de Medellín para darle el último adiós, y para protestar por la prematura desaparición de quien tantas alegrías le había dado al fútbol nacional. El periódico El Colombiano reseñó: “Un conmovedor desfile acompañó después del medio día de ayer los restos del futbolista Andrés Escobar Saldarriaga entre el anfiteatro y el Coliseo Mayor Iván de Bedout, donde permanece en cámara ardiente” 326. Sobre este asesinato se esgrimieron varias hipótesis: una de ellas, quizás la que más fuerza adquirió ante la opinión pública, fue la que argumentaba que el futbolista había sido ajusticiado por apostadores de la ciudad, quienes supuestamente habían perdido mucho dinero por la eliminación de la selección Colombia en el mundial de Estados Unidos 1994. Era públicamente conocido que en el partido que Colombia jugó frente al seleccionado anfitrión del certamen, el defensa central de la selección Colombia, Andrés Escobar, había cometido un autogol que le significó al onceno nacional la eliminación del torneo. Otra de las hipótesis sostenía que se había producido un altercado entre Escobar y un hombre en estado de embriaguez, quien le habría faltado al respeto a una dama acompañante del deportista: situación ésta que en el argot popular se conoce como “lío de faldas”. En ese momento no pudieron determinarse las razones que motivaron el asesinato, circunstancia que incrementó los sentimientos de consternación y asombro entre la sociedad medellinense y colombiana por el
325 326
El Colombiano. “Imperdonable”, en: El Colombiano, Medellín, julio 3 de 1994, p. 1. El Colombiano. “Dolor y rabia”, en: El Colombiano, Medellín, julio 3 de 1994, p. 1.
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insuceso. Tal como solía suceder en la Edad Media europea, lo incomprensible, lo inexplicable, continuaba siendo fuente segura -o casi segura- de asombro. 5.3. Un exacerbado contexto bélico-político En asuntos de violencia, durante la última década del siglo XX el estilo de vida de los habitantes de Medellín no cambio sustancialmente con respecto a la década de 1980. Las bandas delincuenciales dedicadas al sicariato, hurto, secuestro y extorsión fueron mutando en la medida en que sus miembros eran asesinados o encarcelados. Una nueva generación heredera de los odios y compromisos de venganza adquiridos por sus hermanos, tíos o padres hizo que el ciclo se reanudara. La oleada terrorista propiciada por el narcotráfico comenzada en la década de los ochenta continuó vigente en los primeros años de los noventa. Su eco siguió engrosando, incluso después, las primeras páginas de los periódicos. Las bombas y las masacres cometidas en el campo o en las ciudades continuaron siendo frecuentes, pero igual que en el pasado, siguieron generando asombro, por la vía de la indignación y el repudio colectivos. En ocasiones el exceso de sangre derramada terminó trivializando aquello que antes generaba asombro. De hecho, en muchos barrios de Medellín, tanto como en diversos lugares de la geografía colombiana, el asombro se convirtió en nada más que una simple rutina, con lo que perdió parte de su calidad especial de punto focal de la atención pública. La violencia de los años noventa no contó sin embargo, al menos de manera tan visible como en la década anterior, con el protagonismo del narcotráfico como motor esencial del espiral del terror. También, compartiendo honores con aquel factor -y a veces
superándolo-,
figuraron
las
luchas
guerrilleras
de
tipo
ideológico
(cuestionadoras de la organización social y del Estado, del ordenamiento jurídico, de la propiedad privada, de la justicia social, etc.) imbricadas con el asunto del tráfico de narcóticos.
137
El fenómeno de la violencia experimentado por Colombia a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, debe ser apreciado desde los distintos momentos de la historia reciente del país: una fue “La Violencia” política de los años 1946-1957; otra -ya no como designación de un período con nombre propio-, la generada por las luchas campesinas que dieron origen a los grupos guerrilleros en la década de los años sesenta. Una más la violencia guerrillera propiamente dicha de los decenios de 1970 y 1980, que acrecentó su intensidad a partir de los años 1990 con el componente de la narco-financiación de los grupos insurgentes (hecho que causó gran asombro, dado que el componente ideológico cedió ante las motivaciones puramente económicas del conflicto!). La violencia del narcotráfico del período aproximado 1984-1993 fue otra -más urbana que las anteriores-; en tanto que la que sobrevino después se configuró en el marco de la lucha de los grupos guerrilleros versus la fuerza pública y el paramilitarismo -éste último originado en grupos de autodefensa establecidos por gremios como el ganadero y el narcotraficante desde mediados de los años noventa-. A la par de todas las anteriores, siempre hubo manifestaciones de violencia ocasionadas por la delincuencia común, sobre todo en las principales ciudades desde los años 1960. Que en un lapso de apenas medio siglo se produzcan tan variados tipos de violencia (capaces de imbricarse unos con otros, de favorecer entre sí continuidades, y de involucrar a tantos y tan diversos estamentos sociales en áreas geográficas tan amplias y disímiles resultaba ya, de por sí, asombroso). De otra parte, la incursión de dinero proveniente del narcotráfico en asuntos públicos y políticos fue durante la década de 1990 otro elemento que le valió al Estado constituirse en blanco de permanentes críticas. Y por lo constante del fenómeno en verdadero “ojo del huracán” al cual se dirigieron todas las miradas locales, nacionales e internacionales. En el grado y perversión de la corrupción residía el asombro. Altas personalidades que integraban los órganos ejecutivo, legislativo o judicial se vieron inmiscuidas en bochornosos escándalos que, en suma, terminaron por restarle toda credibilidad al Estado. Ante la mirada de la
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opinión pública, lo asombroso fue entonces identificar a un funcionario público como recto, íntegro o probo. Ese tipo de acontecimientos en nada favoreció la tentativa estatal de lograr la cabal integración del cuerpo social, esto es, de colectivo que se supone debe compartir perspectivas e ideales, y que acuerda recorrer determinados caminos para el logro de metas comunes. 5.3.1. El conflicto armado colombiano: una confrontación que asombra por sus dimensiones, su complejidad y sus implicaciones Dando una mirada panorámica sobre la segunda mitad del siglo XX en Colombia, se aprecia que durante las décadas de 1960 y 1970 grupos guerrilleros como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) o el Ejército Popular de Liberación (EPL), no constituyeron una verdadera amenaza para el sistema social y político establecido 327. Sin embargo, el conflicto traspasó los límites rurales y se fue insertando en las ciudades, pues crecieron no sólo en tamaño y número de habitantes, sino también como escenarios propicios para las distintas modalidades de violencia: la derivada de luchas guerrilleras por causas político-ideológicas, la generada por la delincuencia común, o la narcotraficante328. Durante los años ochenta, paralelamente con el apogeo de la economía del narcotráfico, los grupos guerrilleros experimentaron un proceso de consolidación progresiva. De otra parte, como ya se ha registrado, la corrupción hizo grandes progresos en la mayoría de las instituciones estatales y permeó a los partidos políticos329. De 1984 en adelante los narcotraficantes crearon redes vigorosas, y sobre todo después de 1987 procuraron desestabilizar al Estado de un modo que las guerrillas nunca habían logrado. Apareció entonces, desde la derecha (legal e ilegal), una nueva gama de organismos armados conocidos como grupos de 327
Pecaut, Daniel. “De la utopía a la barbarie”, [on line] http://www.semana.terra.com.co/opencms/opencms/Semana/articulo.html?id=22108. [Consulta: 06/07/2006] 328 Jaramillo, Ana María. “Criminalidad y violencias en Medellín 1948-1990”, Pp. 558- 560. 329 Pecaut, Daniel. Op. Cit.
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autodefensa y paramilitares, contando en ocasiones con la complicidad del Estado y de los partidos políticos. Como resultado las fronteras entre lo legal y lo ilegal, entre la política y la fuerza se fueron volviendo difusas” 330. La década de 1990 marcó una nueva etapa en la que las FARC se fortalecieron enormemente331, lo que haría que con posterioridad a 1993-1994 la confrontación entre los distintos actores en contienda tome la fisonomía de una verdadera guerra. Al fortalecimiento de la guerrilla, sobre todo de las FARC, se replicó desde la contraparte con el robustecimiento del poder paramilitar, a veces contando con la connivencia de las Fuerzas Armadas. Desde entonces, en desmedro del Estado, buena parte del territorio nacional cayó gradualmente bajo el dominio de los dos bandos enfrentados 332. Después de 19971998 el paramilitarismo también se dio a la tarea de establecerse en gran parte del territorio, pasando a controlar zonas claves para la producción y el tráfico de narcóticos, e incluso regiones enteras hasta entonces consideradas santuarios de las FARC y del ELN. Con ese tipo de acciones la población civil fue la más perjudicada, pues pasó a ser la primera víctima y por consiguiente se agudizó la crisis social y económica en el sector rural. En palabras del politólogo Daniel Pecaut: “Los paramilitares recurren al terror y al desplazamiento forzado de la población; las guerrillas, a atentados dirigidos, sabotajes y secuestros. De los dos lados se niega la “neutralidad” de la población y se presiona para someterla 333. Ante el preocupante rumbo de los acontecimientos, el gobierno de Andrés Pastrana Arango (1998-2002), intentó mediante negociaciones con los grupos guerrilleros, y también por la vía de la disuasión representada por el “Plan Colombia”, encauzar el desborde de las fuerzas en pugna para poner fin a la descomposición de la paz 330
Ibíd. Véase además: Restrepo Riaza, William. “Colombia: proceso de paz e internacionalización del conflicto”, Estudios Políticos No. 19, Medellín, Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, julio-diciembre 2001, p.97 331 Pecaut, Daniel. Op. Cit. 332 Ibíd. 333 Ibíd.
140 social y al principio internacional de la Seguridad Colectiva 334. Fracasadas esas negociaciones, una fuerte arremetida de los ejércitos privados paramilitares y también el robustecimiento del ejército regular colombiano -debido a la “Política de Seguridad Democrática” liderada por Álvaro Uribe Vélez (en la presidencia de la República desde 2002 hasta la fecha)-, consiguió frenar la expansión guerrillera de los años 1990 confinándola ahora a áreas específicas del territorio nacional. A partir del 2004 el paramilitarismo también ha intentado ser “desactivado” por el Estado recurriendo a planes de desmovilización y reincorporación a la vida civil. Con todo, el fenómeno narcotráfico se ha demostrado resistente a cuantas estrategias han pretendido combatirlo. Que un país sufra tanto habrá de concitar normalmente cierta dosis de asombro. Sin embargo no sólo los medellinenses de la década de 1990, sino los colombianos en general, parecían haber perdido ya para entonces tal capacidad frente a las situaciones anteriormente descritas. No así, sin embargo el resto del planeta, que aún hoy algo se inquieta, si bien ya no tanto como antes, frente al acontecer colombiano. Otros lugares, que como México adolecen de problemas similares comenzaron en el nuevo milenio a concentrar inquietudes emparentadas con el asombro. 5.3.2. Casos y cosas que causaron asombro en el tiempo de la narco-política Este acápite dejara esbozado uno de los casos que más asombro generaron en la sociedad colombiana de la década de los años 1990. El motivo por el que no se extiende desentrañando los pormenores de otros, es que, en aras a la brevedad, se seleccionaron únicamente escándalos del panorama político relacionados con el mundo del narcotráfico, y entre ellos el más representativo. Si bien es cierto muchísimos hechos son susceptibles de ser mencionados en dicho marco, por hallarse algunos aún en proceso judicial resulta difícil hablar al respecto con la
334
Véase al respecto: Hristoulas, Athanasios. “El nuevo orden internacional y la seguridad nacional”, Bien común y gobierno, México, Volumen VII, No. 77, mayo 2001, p.14
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propiedad debida. Por eso, además, se hará referencia únicamente al sonado “Proceso 8000”. Este fue quizás el escándalo más importante de los últimos 10 años del siglo XX, pues involucró al mismo presidente de la república (Ernesto Samper Pizano, 19941998), acusado de recibir financiación del narcotráfico durante la campaña electoral que lo llevó a la primera magistratura. En 1994 la contienda entre los partidos tradicionales por la silla presidencial estaba muy reñida, situación que se acentuó el 20 de junio de dicho año cuando se divulgaron unos casetes en los que el periodista Alberto Giraldo -quien fuera el relacionista público del Cartel de Cali-, hablaba con los capos de la droga de esa organización, los hermanos Rodríguez Orejuela, sobre dineros para apoyar la campaña de quien había sido el candidato liberal y en el momento se desempeñaba ya como presidente de Colombia. La tormenta política ocasionó reacciones de todo tipo y en el exterior la imagen del país se vio gravemente deteriorada. El cuatrienio en el que Samper gobernó fue un período durante el cual los Estados Unidos de Norteamérica descertificaron a Colombia en materia de lucha contra la droga, y en el cual los reiterados señalamientos al presidente colombiano por parte de grupos y personas que constituían la oposición no se hicieron esperar. En medio de esa coyuntura, uno de los puntos más importantes fue la investigación adelantada por el Congreso de la república acerca de la financiación de la campaña en tela de juicio. En el marco de esa investigación, conocida como el “Proceso 8000”, hubo incluso un momento en el que el gobierno norteamericano canceló la visa del presidente Samper para impedir su entrada en ese país. En el No. 1000 de la revista Semana, en edición especial, se publicó un artículo titulado “El presidente tiene la palabra”, en el cual, haciendo referencia al proceso 8000 se expresa:
142 La campaña de Ernesto Samper fue financiada por el Cartel de Cali. Esto se trató de ocultar desde el alto gobierno, pero gradualmente la verdad ha ido saliendo a flote, involucrando cada vez más a funcionarios de alto rango, hasta llegar a la denuncia de Fernando Botero contra el presidente de la república. La conclusión inevitable de lo sucedido es que el primer mandatario no es aun responsable de esos hechos en términos judiciales pero sí en términos políticos. La responsabilidad política es uno de los principios fundamentales de la democracia. Ante la gravedad de ciertos hechos no se puede limitar la responsabilidad a un nivel subalterno. El jefe tiene que asumir los costos políticos335.
Con ocasión de los hechos referidos el país se polarizó inmediatamente, entre defensores y opositores al gobierno. El asombro público por la dignidad de las instancias que el narcotráfico había conseguido permear fue manifiesto. Cada uno tenía sus argumentos y su propia verdad. Sin embargo, los opositores llegaron al punto de crearle al presidente una hoja de vida digna de cualquier capo de la droga, que denunciaba que llevaba una vida secreta hasta entonces oculta 336. No se trata de probar aquí o no la inocencia de Samper, sino de presentar un caso que ilustra los nexos -probados en diferentes oportunidades- entre el narcotráfico y ciertos funcionarios del Estado colombiano. A pesar de no ser el único caso de ese tipo, el de “El proceso 8000” fue quizás el escándalo de corrupción política más renombrado de toda la segunda mitad del siglo XX. En desarrollo del mismo, lo que en un primer momento causó gran revuelo social y sorpresa terminó por convertirse, en la cotidianidad de los ciudadanos del común, en frecuente y para nada asombroso, debido a la avalancha de acusaciones cruzadas que acostumbraron a las gentes a asombrarse sólo cuando la política se evidenció, en contadas ocasiones desde entonces, como panorama diáfano y de limpio trámite de los intereses públicos.
335
Revista Semana, “El presidente tiene la palabra”, en: Revista Semana, Bogotá, No, 1000. (Edición especial), Julio 2 – 9, de 2001, p. 228. 336 Revista Semana, “El presidente tiene la palabra”, Op. Cit., p. 232.
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CONCLUSIONES La primera reacción de una sociedad ante un fenómeno que no había presenciado o que le resulta excepcional es el asombro. Éste tiene distintas maneras de manifestarse, puede ser admiración, júbilo, terror o ira, incluso risa, sarcasmo o ironía. Algo que es común a todas estas manifestaciones es que requieren de los calificativos, del poder de los adjetivos como intento de comprensión de lo que se revela inusual. La carga de adjetivos ayuda a conocer y a categorizar las características sociales del conglomerado que experimenta o hace recepción de un suceso extraordinario. Independientemente de cuál sea la manera en que el asombro se manifiesta en una sociedad, bien sea a través de la admiración, el júbilo, la risa, el desconcierto, o la ironía, éste es un fenómeno connatural a todas las sociedades y ha estado presente en todos los momentos de la historia. Categorías como las transformaciones urbanas, los fenómenos naturales, las muertes violentas, el desarrollo científico-tecnológico; y los modos, usos y costumbres de conglomerados humanos, han sido tópicos abordados por la investigación social como temas de reflexión en múltiples ocasiones (desde ópticas como la económica, la política, la religiosa, etc., entre otros). Sin embargo dichas categorías no han sido examinadas todavía a la luz del asombro y de la evolución del mismo como hecho social. En ese sentido el presente trabajo esboza un panorama, a la vez que plantea y deja abiertas sugerentes posibilidades para investigaciones futuras. Fenómenos como el crecimiento urbano y el desarrollo industrial, gestados en Colombia durante las primeras décadas del siglo XX, constituyeron manifestaciones del cambio económico y social a la vez que claras expresiones de la transición o cambio en los valores presentes en la sociedad. La sociedad medellinense de la segunda mitad del siglo XX puede apreciarse en ese marco, pues pasó de ser una sociedad típicamente tradicional a ser -en ciertos aspectos- una sociedad con rasgos modernos derivados del afloramiento de valores que les imprimieron un nuevo carácter a las gentes de la otrora villa. La investigación efectuada indica que
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la presencia de ese tipo de impacto sobre la sociedad local se fue haciendo cada vez más palpable a medida que avanzaba la centuria, hasta insinuarse incuestionable pasada la década de 1940 337. Lo anterior corrobora lo expresado para el territorio colombiano en su conjunto por el investigador social Juan Guillermo Gómez García, quien argumenta: La masificación urbana constituye, sin lugar a dudas, el problema histórico, sociológico y político de mayor impacto en el último medio siglo en Colombia. La honda fisura entre el anterior mundo de fisonomía rural y la nueva estructura y red de ciudades masificadas en nuestro país, han producido los fenómenos de más intensa y variada significación. La aceleración del impacto en breves décadas, el número elevado de población implicada, los profundos abismos en la estratificación, la marginación cada vez más acentuada, los explosivos movimientos sociales producidos en su seno, los cambios en las mentalidades socio-culturales, las imborrables huellas en la psiquis de los individuos, la transformación de la estructura y de las instituciones características de la experiencia de la modernización son sólo algunos de los múltiples y diversos problemas implicados en la masificación urbana338.
De conformidad con ello, en el escenario del Medellín de la segunda mitad del siglo XX, tuvo continuidad el proceso de modernización que venía desarrollándose durante las tres primeras décadas del siglo XX: “El caso de Medellín en los primeros treinta años del siglo XX se puede caracterizar como un proceso de modernización tradicional. La ciudad vivió una acelerada transformación económica y tecnológica, pero avanzó lenta y desigualmente en los aspectos político, social y cultural”339. 337
Para tener una visión amplia del proceso de modernización en el país, los elementos que la componen y las numerosas e interesantes combinaciones que dichos elementos logran materializar en la sociedad colombiana, se recomienda la lectura de las siguientes obras: Para el caso del contexto nacional, ver: Calderón Schrader, Camilo (Coord. Editorial), Gran enciclopedia de Colombia, 11 Vols. Santafé de Bogotá, Círculo de Lectores, 1992. En lo que respecta al contexto regional y local, ver respectivamente: Melo González, Jorge Orlando (Dir.) Historia de Antioquia, 2ª Ed., Medellín, Suramericana de Seguros, 1988; y, Melo González, Jorge Orlando (Dir.) Historia de Medellín, 2 Vols., 2ª Ed., Medellín, Suramericana de Seguros, 1996. Para comprender la dicotomía entre modernidad y modernización se sugiere la lectura de: Melo González, Jorge Orlando, “Algunas consideraciones globales sobre modernidad y modernización en el caso Colombiano”, en: Análisis político, No 10, Bogotá, mayo-agosto, 1990, Pp. 23 – 36. (Artículo introductorio al tema); y, Corredor Martínez, Consuelo. Los límites de la modernización. Santafé de Bogotá, Cinep, 1992, (Obra primordial para la apreciación de dicha dicotomía en el caso de Colombia). 338 Gómez García, Juan Guillermo. Cultura intelectual de resistencia. (Contribución a la historia del «libro de izquierda» en Medellín en los años setenta), Bogotá, Colciencias – Universidad de Antioquia CODI – Ediciones Desde Abajo, 2005, p. 20. 339 Reyes Cárdenas, Catalina. “Vida social y cotidiana en Medellín, 1890-1940”, en: Melo González, Jorge Orlando (Ed.). Historia de Medellín, 2 tomos, Santafé de Bogotá, Suramericana de Seguros,
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El paso de una sociedad con acentuados rasgos tradicionales a otra que progresivamente fue incorporando rasgos modernos, resulta perceptible, entre otras posibilidades, en el cambio y la permanencia de las formas de pensamiento. En la Medellín de la segunda mitad del siglo XX, la velocidad del proceso sorprende con relación a algunos aspectos, mientras que en cuanto a otros pareciera que el tiempo se hubiera detenido. En ocasiones los cambios son perceptibles incluso en el paso de una década a otra. Pero en otras oportunidades aquello que había asombrado a una persona de la Edad Media europea, podría factiblemente asombrar todavía a un medellinense de los años 1930 ó 1940. Esto último en la medida en que, hasta entonces, los cambios en las estructuras mentales se habían generado en lapsos de tiempo prolongados y no en medio de la rapidez -por no decir inmediatezcaracterística del cambio científico-tecnológico que irrumpió entonces. El asombro que podría denominarse de tipo tradicional, esto es, propio de las sociedades tradicionales o con marcados rasgos de dicha condición, puede clasificarse -principal aunque no exclusivamente-, en tipos o categorías más o menos identificables, a saber: 1. El asombro inherente a la condición humana, expresivo del interés básico en: a) La trasgresión de los roles socialmente aceptados, esto es, la jerarquía establecida y el proceder socialmente “admisible”. b) Los sucesos derivados de la posesión de cualidades excepcionales, por parte de personalidades consideradas eminentes en virtud de las mismas. c) El quebrantamiento de las convenciones relativas a la moral y el sexo. d) El morbo y la curiosidad centrada en la vida ajena, en especial en la esfera privada. e) La consumación de violencia y sevicia. 2.
El asombro inmanente al contexto que determina las situaciones humanas, interesado básicamente en:
1996, tomo II, p. 428. El subrayado es mío.
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a) Lo incomprensible o incontrolable de las fuerzas de la naturaleza, en tanto pueden, eventualmente, conducir al desastre humano. b) Aquello que sobreviene sin aviso previo, lo accidental. c) Lo trágico y la muerte. La aparición en la década de 1950 en Medellín de un diario como Sucesos Sensacionales, es un síntoma expresivo, ya de manera abierta, de cierto gusto de la sociedad local por observarse a sí misma desde el asombro. Evidencia, además, una fisura en la esencia de una sociedad tradicional que solía ver con malos ojos el “goce” ante la tragedia ajena. El tipo de sucesos seleccionado por esa publicación revela, de otra parte, el temor a lo extremo y lo trágico presenciado en el “otro”, en el alter ego que eventualmente podría pasar, de improviso, a representar un “yo” o un “nosotros”. Como aspecto de la naturaleza humana, el interés en la satisfacción de la curiosidad por esa vía ha estado presente en todas las sociedades y en todas las épocas. Contar con la posibilidad de presenciar circunstancias ajenas en el medio periodístico -una de las “tribunas” o “ventanas” abiertas para el efecto por la modernidad-, garantiza al público espectador la viabilidad de efectuar, a voluntad, acercamientos y simultáneos alejamientos (enfoques) sobre el “otro” que se asume distante. Hace posible, en términos más simples, apartarse a la vez que compenetrarse con él. A la vez que se asiste a, se esquiva una situación intensa y remota, pero siempre potencialmente propia340. En el panorama del asombro presente en la sociedad medellinense de la segunda mitad del siglo XX, el generado por hechos violentos cuenta con indudable relevancia. Aparte de manifestar una recurrencia superior a otras categorías, se encontró determinado por la variación del modus operandi con que fueron cometidos los actos que lo motivaron: según parece, a mayor peso de las fuerzas 340
National Geographic Channel. “El circo del dolor”, en: Tabú, (Serie televisiva), emisión para América Latina del 16 de abril de 2009. “La […] serie Tabú examina las costumbres y las prácticas que son aceptables en algunas sociedades pero prohibidas, vilipendiadas y hasta ilegales en otras. Atravesando la frontera entre las prácticas modernas y las creencias tradicionales, Tabú investiga temas que revelan el grado de diversidad y de similitud entre ambas. Los temas analizados […] van desde cocina a ritos de iniciación, y de ocupaciones a terapias medicinales”. [on line] http://www.natgeo.tv/la/synopsis/176/49588 [Consulta: 20/04/2009]
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de la tradición en la sociedad, mayor fue el asombro generado por las situaciones causales de perturbación, en tanto que a menor peso de la tradición, mayor el nivel de sevicia en ellas plasmado. Si se vuelve sobre otros fenómenos aquí tratados, como el de los nuevos ritmos musicales que empezaron a deleitar el oído de los medellinenses pasada la mitad del siglo XX -y a las consecuentes manifestaciones que suscitaron- (entre las que sobresalió el Festival de Ancón, por ejemplo), es posible apreciar la enorme polémica que generaron, encontrando férreos opositores en la sociedad tradicional y en estamentos como la Iglesia. Nuevas manifestaciones culturales surgían mientras la institución religiosa aún detentaba el papel de rectora de toda convención y todo comportamiento social341. Conglomerados ad portas de insertarse en la modernidad pueden presentar así rasgos duales, ambiguos. El asombro varía en énfasis y matices de acuerdo con el cuerpo social que lo produce, hace eco de él, o lo consume: así por ejemplo, para la Medellín de la época colonial, el período republicano o incluso la primera mitad del siglo XX, la infidelidad cometida por mujeres era una conducta reprochable en tanto atentaba contra los “buenos” principios y las “sanas” costumbres. En ese entorno la mujer debía guardar entereza total y máxima discreción sobre sus conductas, relegando su vida entera al hogar o a la renunciación religiosa. En contraste, es conocida la enorme impresión generada a partir de los años 1960 por el rápido protagonismo adquirido por la mujer en todas las esferas de la cotidianidad. El impacto acarreado sobre la ensimismada Medellín de la época por esa inesperada variación fue contundente, trastocando por completo, hasta la actualidad, los parámetros de “lo permitido” y “lo normal” en la conducta femenina. En las sociedades modernas el desarrollo científico-tecnológico genera un asombro signado por el cambio en las interacciones cotidianas y en las relaciones con otras 341
Al respecto Héctor Abad Faciolince reconstruye la vida de su padre, empleando a modo de contexto el panorama descrito. Véase: Abad Faciolince, Héctor. El olvido que seremos, Bogotá, Planeta, 2006.
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sociedades. La incorporación de nuevas tecnologías permite vínculos más cercanos, incluso a nivel planetario, gracias al uso de medios como la televisión o la Internet. El creciente control sobre los elementos espacio y tiempo mediante herramientas que relativizan las distancias entre seres humanos y sociedades, fue generando progresivos asombros a medida que transcurrió la segunda mitad del siglo XX. En un contexto moderno el asombro suscitado por desarrollos científicotecnológicos tiene una vida efímera por la velocidad de las innovaciones: lo que mucho asombraba ayer posiblemente deje de asombrar apenas mañana. El asombro en un contexto en el que prevalecen las fuerzas de la tradición comporta sin duda un ritmo o un devenir mucho más lento. En la Medellín de la segunda mitad del siglo XX, un aspecto que marcó un notable cambio a la luz del asombro fue la irrupción de la figura del antihéroe. Los prohombres “dignos de ser imitados” por “sus excelsas virtudes” fueron reemplazados en el imaginario colectivo por personajes que, contrariamente, encarnaban anti-valores. Como casos concretos han de mencionarse para la década de 1950 la figura del bandolero, y para la de 1980 la del narcotraficante. Esta última en particular, fue en parte producto del deseo de “llegar a ser alguien” por la vía de la excentricidad, exigencia creciente en una sociedad influenciada por las ansias de bienes materiales y consumo ilimitado como directrices extrañas – burgueses- a muchos otros rasgos de la misma sociedad . Dado lo reciente de los hechos de las últimas décadas susceptibles de ser empleados para auscultar el asombro, todo análisis al respecto puede considerarse como provisorio. Sin embargo, es claro que muchos de los eventos que entonces generaron tal sensación continúan causándola en el presente y manteniendo indudable vigencia.
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