UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LOS DESASTRES A INUNDACIONES Y DESLIZAMIENTOS EN MEDELLÍN, 1930 -1991

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¿NATURALES O NATURALIZADOS? UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LOS DESASTRES ASOCIADOS A INUNDACIONES Y DESLIZAMIENTOS EN MEDELLÍN, 1930 -1991

CARLOS ALBERTO SERNA QUINTANA

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS DEPARTAMENTO DE HISTORIA MEDELLÍN 2010


¿NATURALES O NATURALIZADOS? UNA APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LOS DESASTRES ASOCIADOS A INUNDACIONES Y DESLIZAMIENTOS EN MEDELLÍN, 1930 -1991

CARLOS ALBERTO SERNA QUINTANA

Monografía para optar al título de Historiador

Asesora AMPARO MURILLO POSADA

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS DEPARTAMENTO DE HISTORIA MEDELLÍN 2010


A la memoria de John Jairo Patiño Suárez (1966-2010), historiador, maestro y amigo que me orientó con sus enseñanzas en esta investigación. Su compromiso pedagógico y su espíritu libertario nos quedan como reto y ejemplo.


TABLA DE CONTENIDO Página PRESENTACION ................................................................................................................ 3 INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 5 Metodología ...................................................................................................................... 12 Balance Bibliográfico ....................................................................................................... 16 CAPÍTULO 1. LA NATURALEZA DE LOS DESASTRES ........................................ 64 1.1

La riesgosa doble marginalidad ............................................................................ 75

1.1.1.

Pobreza y tugurización del hábitat ............................................................... 76

1.1.2.

Segregación espacial..................................................................................... 83

1.2

La socialización del entorno natural ..................................................................... 98

1.2.1

Amenaza de inundación ............................................................................. 101

1.2.2

Amenaza de deslizamiento ......................................................................... 108

CAPÍTULO 2. LOS DESASTRES “NATURALES” ................................................... 113 2.1

Un lente que oculta: la naturalización ................................................................ 115

2.1.1

La máscara humana y el destino ................................................................. 118

2.1.2

El bálsamo institucional ............................................................................. 127

CONCLUSIONES ............................................................................................................ 144 ANEXO .............................................................................................................................. 151 BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................................. 152

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ÍNDICE DE MAPAS Página Mapa 1. Mancha urbana de Medellín c.a 1900 .................................................................... 66 Mapa 2. Mancha urbana de Medellín c.a 1930 .................................................................... 67 Mapa 3. Mancha urbana de Medellín c.a. 1950 ................................................................... 68 Mapa 4. Mancha urbana de Medellín c.a. 1970 ................................................................... 69 Mapa 5. Mancha urbana de Medellín c.a. 1989 ................................................................... 70 Mapa 6. Mancha urbana de Medellín 1900-1989 ................................................................. 71

ii


ÍNDICE DE FOTOGRAFÍAS Página Fotografía No. 1. Tugurio en zona de ladera, barrio Versalles parte alta, 1981 .......................................... 90 2. Tugurios en zona de ladera, barrio Granizal, 1984........................................................... 90 3. Inundación en el barrio Colón, 1959 ................................................................................ 92 4. Inundación en el barrio Colón, 1959 ................................................................................ 92 5. Trazo del recorrido original y tramo de la rectificación del río Medellín en el Poblado c.a. 1942................................................................................................................................ 94 6. Manifestación pública de habitantes del barrio Villatina sobre el riesgo de desastre, 1980 .............................................................................................................................................. 96 7. Manifestación pública de habitantes del barrio Villatina sobre el riesgo de desastre, 1980 .............................................................................................................................................. 97 8. Inundación por escorrentía en el barrio Castilla, 1986 ................................................... 103 9. Inundación por escorrentía cerca al centro de la ciudad, 1988 ....................................... 104 10. Depósito de sedimentos por inundación en el centro de la ciudad, 1988 ..................... 105 11. Depósito de sedimentos por inundación de la quebrada La Picacha cerca al cruce de la calle 33 con la carrera 65, 1988 .......................................................................................... 106 12. Personificación de la quebrada La Picacha, 1988 ....................................................... 120 13. Bomberos durante inundación en el barrio La América, 1951 .................................... 129 14. Bombero durante inundación en el barrio Campo Valdés, 1968 ................................. 129 15. Visibilización de la acción institucional, 1987 ............................................................ 134 16. Visibilización de la acción institucional, 1988 ............................................................. 136

iii


17. Desastre por desalojo del barrio La Iguaná, 1991 ........................................................ 141 18. Desastre por desalojo del barrio La Iguaná, 1991 ....................................................... 142 19. Desastre por desalojo del barrio La Iguaná, 1991 ....................................................... 142

iv


ÍNDICE DE ANEXOS Página ANEXO 1 Sectorización de Medellín cerca a 1995 ........................................................... 151

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Resumen

¿Naturales o naturalizados? Una aproximación histórica a los desastres asociados a inundaciones y deslizamientos en Medellín, 1930 -1991, es un estudio del proceso de construcción social del riesgo en la ciudad.

A partir de elementos como la doble

marginalidad y la transformación intensiva de la naturaleza, se establece la génesis social de los desastres, cuestionando con ello el supuesto carácter natural de los mismos e identificando, por esa vía, la Naturalización: práctica discursiva mediante la que los desastres eran definidos como naturales, ocultando con ello sus causas sociales y legitimando el orden social.

Palabras clave: Medellín, desastres, riesgo, naturalización, discurso.

1


Abstract

¿Natural or naturalized? A historical approximation to disasters associated to floods and landslides in Medellín, 1930 – 1991, it’s a study about the social construction process of the risk in the city. Within elements such as, the double marginality and the intensive transformation of nature, the social genesis of the disasters is established, inquiring with it the supposed natural character of them and, identifying through that view, the Naturalization. This Naturalization is a discursive practice through which disasters were defined as natural, hiding with it their social causes and legitimating the social order.

Key words: Medellín, disasters, risk, naturalization, speech.

2


PRESENTACION La presente investigación es el resultado de la aplicación del método histórico al análisis de los desastres asociados a inundaciones y deslizamientos en la ciudad de Medellín durante el periodo 1930-1991. Con ella se buscó identificar la génesis social de éstos, así como escudriñar los discursos a través de los cuales eran definidos como naturales. En este sentido, los resultados están expuestos en dos capítulos. En el primero de ellos, constituido por dos acápites, se presentan los elementos causales propios del proceso de construcción social del riesgo que caracterizaron la naturaleza social de los desastres. Así, la pobreza y la segregación espacial como factores de vulnerabilidad componen el primero; en tanto la generación de amenazas de inundación y de deslizamiento por la socialización del entorno natural constituye el segundo acápite. Seguidamente, en el segundo capítulo se define y desglosa en sus estrategias narrativas la Naturalización, práctica discursiva mediante la que se ocultaba la génesis social de los desastres presentándolos como naturales y se legitimaba a la vez el orden social. Estos capítulos están antecedidos de una introducción en la que se exponen algunos aspectos metodológicos y se contextualiza la investigación en la producción académica sobre el tema estudiado.

Como producto de mi proceso de formación como historiador en el Departamento de Historia de la Universidad de Antioquia, las ideas aquí expresadas fueron gestándose durante varios años en torno a las enseñanzas y discusiones compartidas con profesores, profesoras, compañeros y compañeras. En especial, quiero agradecer la orientación, el

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acompañamiento y la disposición siempre amable de Amparo Murillo. A ella mi más afectuoso agradecimiento por haberme alentado en este propósito.

Debo también mis agradecimientos al profesor Carlos Alberto Estrada por enseñarme durante sus clases de anatomía la indisoluble relación entre el conocimiento y la ética; a las profesoras Lucelly Villegas y Mónica Zuleta y al profesor Gregorio Saldarriaga por sus cordiales orientaciones y sugerencias en la concepción de este proyecto, y a las personas encargadas de las colecciones patrimonial y de periódicos de la biblioteca central de la Universidad de Antioquia, particularmente a Javier Lopera, a Evelio Orozco y al estudiante Jesús David Polo, por su paciencia y colaboración invaluable para la consulta de los periódicos. En el trabajo gráfico fue indispensable la ayuda del diseñador Juan Camilo Gaviria, a él mi agradecimiento por su labor y amistad.

Finalmente, quiero agradecer de manera especial la vital solidaridad de mi familia. A Mery, mi mamá; a Jaime, mi papá, y a Sandra, mi compañera, gracias por su respeto, amor y apoyo.

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INTRODUCCIÓN Con la modernidad se han establecido unas relaciones entre la sociedad y la naturaleza que han sido cada vez más desequilibradas y desastrosas. En América Latina, los procesos de conquista, colonización y construcción del Estado nacional, implicaron la imposición y adopción de modelos de sociedad bajo los que se ha configurado una realidad ambiental en la que cada vez estamos más expuestos a sufrir daño ante la presencia de fenómenos naturales.1

En el valle del río Aburrá, ocurrieron durante todo el siglo XX un poco más de siete mil desastres asociados a deslizamientos e inundaciones, siendo Medellín el municipio con el mayor número de desastres registrados.2 Aunque desde las instancias gubernamentales y estatales se han preocupado por establecer dependencias y organismos destinados a la prevención y atención de los desastres naturales, con el pasar de los años la frecuencia de éstos ha ido en aumento, lo que hace pensar que dichas preocupaciones no han sido muy fructíferas.

Varias investigaciones han permitido afirmar, contra la creencia generalizada, que los desastres no son naturales, que sus causas se encuentran en las características de la sociedad que los soporta, definidas a través del tiempo, y no en la simple ocurrencia de un fenómeno

1

Virginia García Acosta, coordinadora, Historia y Desastres en América Latina Volumen I (La RED, CIESAS, 1996), 34. 2 Ricardo Saldarriaga Berdugo, “Inventario y sistematización de los desastres naturales reportados en los municipios del Valle de Aburrá, entre los años 1900 y 2002” (tesis pregrado, Departamento de Geología, Universidad EAFIT, 2003), 22, 61.

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natural.

Así su génesis se ubica en un proceso histórico de construcción del riesgo,

definido por la configuración del orden social. En este sentido, las formas de concebir los desastres, la conciencia sobre aquello que puede generar riesgo y por ende las formas de evitarlo, son determinantes.3 Cuando los desastres son concebidos como naturales, su génesis social se desconoce y así la acción para enfrentarlos se desorienta, al alejarse de sus verdaderas causas. Es por esto que “las formas como se definen o se conceptualizan los desastres naturales distan de ser un mero ejercicio semántico”,4 llegando a constituirse en una forma de vulnerabilidad que condiciona la posibilidad de evitarlos o de reponerse de su impacto.

Partiendo de estas consideraciones, en esta investigación se identifican elementos del proceso de construcción social del riesgo en Medellín durante los años 1930 y 1991, en particular de desastres asociados a deslizamientos e inundaciones, y se analiza la definición de los mismos como naturales en el periódico El Colombiano, el diario local de más trayectoria en Medellín. Para esto se revisaron las noticias sobre desastres naturales, indagando por las causas allí expresadas, por los tipos de vulnerabilidad ante fenómenos naturales de los grupos sociales afectados por desastres, así como las amenazas generadas por acción antrópica. Con el mismo fin, se contextualizó la ocurrencia de los desastres naturales en el crecimiento urbano de la ciudad de Medellín en el siglo XX.

3

Allan Lavell Thomas, “Degradación ambiental, riesgo y desastre urbano. Problemas y conceptos: hacia la definición de una agenda de investigación”, en Ciudades en riesgo, compiladora María Augusta Fernández (La RED, 1996), 23. y “Ciencias sociales y desastres naturales en América Latina: un encuentro inconcluso”, en Los desastres no son naturales, compilador Andrew Maskrey (Bogotá: La RED, ITDG, Tercer Mundo Editores, 1993), 144-146; Andrew Maskrey, “Vulnerabilidad y mitigación de desastres”, en Los desastres no son naturales, 123. 4 Allan Lavell Thomas. “Ciencias sociales y desastres naturales en América Latina”, 144.

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De acuerdo con Romero y Maskrey, en los países llamados en vías de desarrollo la información estadística indica un aumento significativo de la frecuencia de desastres naturales durante la segunda mitad del siglo XX; incremento que correspondió con el empeoramiento veloz de las condiciones de hábitat de la población.5

En el caso de

Medellín, según el Observatorio para la Equidad y la Integración Social en Medellín y Antioquia, entre 1992 y 2002 se contabilizaron 5431 desastres naturales y en el año 2003 se diagnosticaron en la ciudad más de 5´000.000 m2 de zonas urbanizadas en condiciones de alto riesgo no recuperable.6 Esto demuestra que los desastres naturales y por lo tanto las características sociales que generan riesgo, constituyen un problema con una tremenda vigencia.

El período estudiado comienza en el año 1930, inicio de la década en la que los núcleos de población dispersos en el territorio de Medellín, llamados fracciones, se convirtieron en barrios y se articularon entre sí a través de puentes y vías asfaltadas;7 década en que comenzó la rectificación del río Medellín,8 aumentó la tasa de crecimiento vegetativo de la población9 y en que, en general, los procesos de urbanización e industrialización se aceleraron.10

Esta apertura temporal permite rastrear algunas características del

5

Gilberto Romero y Andrew Maskrey, “Cómo entender los desastres naturales”, en Los desastres no son naturales, 6. 6 Observatorio para la Equidad y la Integración Social en Medellín y Antioquia, “Medellín: más vulnerable a desastres”, Observar. Informe de coyuntura social No. 11 (mayo de 2004): 8-9. 7 Fernando Botero Herrera, “Barrios populares en Medellín, 1890–1950”, en Historia de Medellín Tomo I, editor Jorge Orlando Melo (Bogotá: Suramericana de Seguros, 1996), 369. 8 Francoise Coupé, "Migración y urbanización. 1930 - 1980", en Historia de Medellín. Tomo II, 564 – 565. 9 Víctor M. Álvarez M., “Poblamiento y población en el Valle de Aburrá y Medellín. 1541-1951”, en Historia de Medellín Tomo I, 81. 10 Francoise Coupé, "Migración y urbanización. 1930 - 1980", 563.

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crecimiento de la ciudad como contexto genésico de los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones.

En este trabajo se considera que los desastres no ocurren por la presencia de fenómenos naturales, sino por las características de la sociedad, o la parte de ella, en que ocurren. En este sentido, el cierre del período en el año 1991 está definido por las consecuencias desastrosas de un operativo de desalojo de los habitantes de la cuenca de la quebrada La Iguaná, en el occidente de la ciudad. Entonces, cuando la ciudad había crecido casi hasta la saturación del espacio, las autoridades municipales decidieron adelantarse al invierno y, sin previo aviso, desalojaron a los pobladores del lugar para evitar una tragedia, dejándolos en condiciones similares o peores a las que quedaban cuando la quebrada ocupaba sus zonas de inundación, pobladas por estas personas. Un desastre en el que no hizo falta la presencia de un fenómeno natural, ocurrido el siete de septiembre de 1991, es el hecho que marca el cierre del periodo estudiado.

La búsqueda e interpretación de la información estuvo orientada por una concepción de los desastres según la cual éstos son la materialización de un riesgo constituido previamente. Es decir, los desastres son el resultado y la expresión de un proceso histórico en el que se configuran condiciones sociales que generan su acontecimiento.

Este proceso tiene

correspondencia con las formas de organización social y los modos de producción, por lo que las causas del desastre trascienden la mera presencia de los fenómenos naturales. Para dar cuenta de ese proceso y esa correspondencia, se ha utilizado el concepto de riesgo,

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entendido como un daño potencial o probable sobre una población o una parte de ella.11 El riesgo depende de la existencia tanto de una amenaza como de una población vulnerable a ella.12 La amenaza habla de la posibilidad de que ocurra un fenómeno natural, como un deslizamiento o una inundación, en tanto la vulnerabilidad hace referencia a la susceptibilidad de un grupo social o población a verse afectado por la ocurrencia de dicho fenómeno. Esa susceptibilidad, por ser social, es histórica. Es decir, es una característica de los grupos humanos configurada en un proceso que puede identificarse en el tiempo y el espacio. Así, se plantea que para la ocurrencia de un desastre más que un fenómeno natural es indispensable la presencia de grupos sociales vulnerables, pues ante la ausencia de éstos ningún fenómeno natural podría resultar dañino, y por lo tanto no habría desastre.

En los estudios sobre desastres naturales elaborados desde las ciencias sociales se ha podido establecer que no sólo la vulnerabilidad se construye socialmente, sino que también las amenazas pueden llegar a ser generadas o agudizadas por la acción humana. En muchos casos la ocurrencia de un fenómeno natural, como un deslizamiento o una inundación, está mediada, al igual que la vulnerabilidad, por el orden social: la forma de organización y los modos de producción. Esta perspectiva parte de la comprensión de las relaciones entre la sociedad y la naturaleza, en especial en ámbitos urbanos, donde se establecen unas formas de relación con la naturaleza que hacen que se modifique el entorno natural generando amenazas. Por ejemplo la alteración de los regímenes hídricos produce inundaciones que antes de la urbanización no se presentaban. Así mismo, con la desestabilización de laderas,

11 12

Allan Lavell, "Degradación ambiental, riesgo y desastre urbano”, 20. Allan Lavell, "Degradación ambiental, riesgo y desastre urbano”, 20.

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se generan deslizamientos que son producto de la acción antrópica y que sin ésta probablemente no hubieran ocurrido. De esta manera, se amplía la visión sobre la función que cumple la sociedad en la construcción del riesgo: no sólo la vulnerabilidad es producto de las condiciones sociales, sino que también las amenazas son determinadas por la socialización que se hace de la naturaleza. Se habla así de la construcción social del riesgo, entendida como el proceso histórico en que se configuran tanto amenazas como vulnerabilidades, producto de las características de la sociedad y de su relación con el entorno natural.

Dada la interrelación compleja que existe entre las diversas formas de vulnerabilidad, Wilches-Chaux ha propuesto el concepto de vulnerabilidad global.13 En éste se incluyen diferentes vulnerabilidades, que son desagregadas para fines analíticos y expositivos, como la física, definida por la ubicación de las viviendas y las cualidades de las estructuras físicas; la económica, relacionada con el acceso a recursos económicos; la social, referida a la capacidad organizativa de una comunidad o grupo social; la política, que tiene que ver con la capacidad de tomar decisiones y el nivel de autonomía de una comunidad o grupo social; la ideológica, constituida por las concepciones y creencias sobre los desastres; la cultural, entre la que está el papel que cumplen los medios de comunicación sobre las percepciones de los desastres, y la institucional, relacionada con la capacidad de las instituciones para afrontar los desastres e incluso con su papel en la generación de riesgo; entre otras.14

13 14

Gustavo Wilches-Chaux, “La vulnerabilidad global”, en Los desastres no son naturales, 23. Gustavo Wilches-Chaux, “La vulnerabilidad global”, 26, 28, 29, 31, 32, 35, 36, 44.

10


A partir de una búsqueda inicial en la fuente, este trabajo se orientó por algunos tipos concretos de vulnerabilidad como la económica, la cultural y la institucional, definiendo posteriormente como guías interpretativas a la vulnerabilidad por origen, con que hacemos referencia al tipo de hábitat y a la ubicación inadecuada del mismo por las cualidades del suelo o por la cercanía a lugares donde ocurren fenómenos naturales, como inundaciones o avenidas torrenciales;15 y a la vulnerabilidad ideológica, que da cuenta de los juicios acerca de las situaciones capaces de producir desastres.16

15

Gilberto Romero y Andrew Maskrey, “Cómo entender los desastres naturales”, 4, 5. Lupe Camino Diez Canseco, “Una aproximación a la concepción andina de los desastres a través de la crónica de Guaman Poma. Siglo XVI”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 140.

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Metodología

La definición de este problema de investigación comenzó, orientada por el llamado de la historia ambiental a estudiar la relación entre la sociedad y la naturaleza y sus afectaciones recíprocas, con una aproximación a la cuenca de la quebrada La Iguaná, en el occidente de Medellín. En ese acercamiento a priori encontramos que aquella relación se expresaba en desastres asociados a deslizamientos en la cuenca media y a inundaciones en la cuenca baja. Esto nos sugirió la delimitación del tema, la relación entre sociedad y naturaleza, hacia un objeto de estudio concreto: los desastres naturales, ampliando la espacialidad del análisis a la ciudad de Medellín en general.

Esta delimitación orientó la búsqueda de herramientas teóricas y de posibles fuentes, pasando luego a explorar el problema y a probar las herramientas teóricas con material hemerográfico. Así, se definieron los objetivos y se precisó como fuente el periódico El Colombiano de Medellín. Este tipo de fuente documental se evaluó como adecuada para los objetivos definidos porque permite rastrear la relación entre los desastres y el contexto social que los definió, mediante el seguimiento diacrónico de los sucesos desastrosos. El periódico revela perspectivas culturales, sociales y políticas de los desastres asociados a fenómenos naturales y posibilita el acercamiento a aquellos pequeños desastres que no son registrados, por su magnitud, en otros tipos de fuentes como las oficiales. Si bien durante el periodo estudiado en Medellín se publicaron varios periódicos de amplia distribución, El Colombiano tiene, como fuente, una particularidad de crucial relevancia para el análisis de

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los discursos: su consistencia, pues fue emitido continuamente durante los sesenta y un años estudiados.

En las noticias sobre desastres publicadas en el periódico El Colombiano se buscaron elementos relacionados con el proceso de construcción social del riesgo, así como expresiones discursivas referentes al carácter natural del desastre o a sus causas, con el fin de identificar tanto aspectos de la génesis social de los desastres como algunos elementos a partir de los cuales se promovió un sentido de éstos como naturales. Para ello se utilizó el inventario de desastres naturales elaborado en el año 2005 por el Observatorio Sismológico del Suroccidente, OSSO, bajo el sistema Desinventar.17 Esta herramienta fue de gran provecho, ya que optimizó la consulta de la fuente al permitir el abordaje directo a los ejemplares del periódico en la fecha inmediatamente posterior a la ocurrencia de los sucesos desastrosos, agilizando así la búsqueda en los más de 22000 días que componen el periodo de estudio. La información de la base de datos del inventario fue filtrada a partir de variables como el periodo de tiempo en el que ocurrieron los desastres, enero 1 de 1930 – diciembre 31 de 1991; la geografía, Medellín – Antioquia, y el tipo de desastre, deslizamientos e inundaciones. Esto arrojó un acervo de 2443 registros que fueron filtrados seguidamente por la fuente utilizada para su compilación, seleccionando aquellos basados en información contenida en el periódico El Colombiano, obteniendo así 263 registros que fueron revisados en su totalidad. La información obtenida en la fuente se consignó en

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Corporación OSSO - La RED (2005). Base de datos de Desinventar Colombia. Este sistema de inventarios de desastres cuenta con un modulo de consulta: Desconsultar y fue desarrollado por la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, La Red. Puede consultarse en línea a través de la red mundial en http://www.desinventar.org

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fichas de papel y fue sistematizada a partir de su clasificación por palabras claves, definidas previamente de acuerdo con las herramientas teóricas.

Para el entendimiento de las tendencias de crecimiento de la ciudad y el comportamiento espacial de los desastres fueron igualmente muy útiles, como fuentes, algunos mapas y planos de Medellín que hacen parte de las colecciones del Archivo Histórico de Medellín y de la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales, FAES. Estos mapas y planos fueron reproducidos por la Comisión Asesora para la Cultura del Concejo de Medellín en el año 1993; tales reproducciones se consultaron en el Archivo Histórico de Medellín y en la colección patrimonial de la biblioteca central de la Universidad de Antioquia.

Metodológicamente, la revisión de la historiografía sobre desastres ocurridos en América Latina también fue importante, ya que permitió identificar varios aspectos que orientaron la formulación del problema, la indagación en la fuente y la interpretación de la información, tales como la importancia de atender los desastres de pequeña magnitud, la relación entre el modo de producción, el crecimiento urbano y la generación de desastres y la posibilidad de atender diferencialmente el proceso de configuración del riesgo previo al desastre y las estrategias adaptativas y reacciones posteriores a él, entre otros. La exposición del balance bibliográfico de acuerdo con la cronología de publicación de los textos, posibilitó además ir reduciendo la escala espacial o geográfica, salvo alguna excepción, desde América Latina en general a Colombia y algunas de sus ciudades en particular.

Esto fue útil para

contextualizar la presente investigación en la producción académica latinoamericana sobre el tema, evidenciando así la escasez de estudios históricos publicados en Colombia al

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respecto, así como la ausencia de investigaciones de este tipo sobre Medellín. Con el ánimo de brindar elementos que alienten a superar este vacío, los trabajos revisados son expuestos de manera detallada a continuación.

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Balance Bibliográfico

De acuerdo con la compartimentación de los saberes que se presentó en el desarrollo histórico del conocimiento científico, los desastres naturales, al ser asociados causalmente con fenómenos de la naturaleza, fueron por mucho tiempo objeto de investigación exclusivo de las ciencias exactas y naturales y de algunas ingenierías. Desde allí se ha generado un conocimiento sobre fenómenos naturales asociados a la dinámica terrestre, tales como los sismos o los fenómenos hidrometeorológicos, que ha permitido conocerlos hasta el punto de establecer mecanismos de predicción y de monitoreo de su ocurrencia.18

Con el ánimo de medir el riesgo frente a amenazas como la sísmica, en Colombia algunos estudios de este tipo han analizado el comportamiento de los desastres a través del tiempo, estableciendo cronologías que permiten observar, entre otros aspectos, periodicidades y magnitudes. Es el caso de la Historia de los terremotos en Colombia de Jesús Emilio Ramírez.19 En ella el autor consigna dos cronologías, una volcánica desde 1595 hasta 1950 y otra sísmica que abarca hasta el año 1967, producto de una laboriosa recopilación de información en fuentes históricas como documentos del actual Archivo General de la Nación, relatos de viajeros, literatura científica e historiográfica, fuente oral y material hemerográfico. Además de comentar algunas de las referencias, Ramírez incluye citas

18

Elizabeth Mansilla, Riesgo y ciudad (Universidad Nacional Autónoma de México, La RED, 2000), 10. Allan Lavell Thomas. “Ciencias sociales y desastres naturales en América Latina”, 136, 137. Un ejemplo de este tipo de conocimiento lo brinda el artículo de Ruth Mayorga Márquez, “Determinación de umbrales de lluvia detonante de deslizamientos en Colombia”, Meteorología Colombiana No. 7 (marzo de 2003): 157168. 19 Jesús Emilio Ramírez, Historia de los terremotos en Colombia 1ª edición (Bogotá: Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1969). En el año 1975 se publicó la segunda edición.

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textuales de las fuentes consultadas, mapas en los que representa los centros de los terremotos “notables” y una tabla sobre la actividad sísmica en la que relaciona la fecha de ocurrencia, la intensidad, la profundidad, las coordenadas y ubicación del municipio del epicentro y la hora de origen del evento.

El trabajo de Ramírez fue base para la elaboración posterior de un catálogo de sismicidad histórica a nivel nacional al cual se le han ido incorporando registros hallados en documentos de archivo.20 Así mismo fue utilizado como fuente en el Catálogo histórico sísmico para Medellín: una relación cronológica de desastres asociados a sismos desde 1730 hasta 1979, elaborado además con base en otros catálogos de terremotos, estudios de amenaza sísmica, fuentes históricas como actas del cabildo, material hemerográfico e historiografía regional y local.21 La Historia de los terremotos en Colombia de Ramírez, y en general los catálogos históricos, son sin duda alguna herramientas provechosas para los análisis históricos por su aporte en la identificación de fuentes y hechos desde el siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XX.

La utilidad del conocimiento sobre desastres generado desde las ciencias exactas y naturales es innegable. No obstante, el predominio de éstas ha conllevado un sesgo

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Por ejemplo: Armando Espinoza, “Contribuciones al catálogo colombiano de sismicidad histórica. I Cinco terremotos destructores de la colonia encontrados en archivos históricos colombianos”, Revista Ingeominas No. 4 (1994): 77-82. y “Contribuciones al catálogo colombiano de sismicidad histórica. II. El terremoto de Tunjuelo (1644, marzo 16) y sus efectos geotécnicos en la zona epicentral”, Revista Ingeominas No. 4 (1994): 83-90. Este autor tiene cerca de una veintena de trabajos en los que, a partir de fuentes históricas, analiza fenómenos naturales asociados a desastres. Es además el autor del único trabajo sobre Colombia incluido en la compilación Historia y Desastres en América Latina, reseñada más adelante. 21 Marjory Arango y Andrés Velásquez, Catálogo histórico sísmico para Medellín (Medellín: Alcaldía de Medellín, PNUD, Editorial Cadena, 1993).

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fisicalista que, al ver las causas en los fenómenos físicos, ha reforzado la idea de que los desastres son producto del funcionamiento de la naturaleza, limitando las posibilidades de prevenir su ocurrencia y mitigar sus efectos. De acuerdo con Dehays Rocha el enfoque fisicalista se basa en una visión de los desastres según la cual éstos, además de naturales, son eventos, es decir, hechos puntuales en el tiempo, caracterizados por ser extraordinarios, anormales e inevitables; en los que la sociedad no cumple un papel activo en su generación y cuyo impacto puede reducirse a partir de los avances tecnológicos.22 Esta visión ha sido criticada a partir del conocimiento generado desde las ciencias sociales y humanas, en las que los desastres han sido aprehendidos como consecuencia, y por lo tanto expresión, de las características de la sociedad y su relación con el entorno natural. De ahí que los desastres ocurran normalmente y hasta lleguen a ser parte de la cotidianidad de una población. Más que demeritar el conocimiento sobre desastres producido desde las ciencias exactas y naturales, el ánimo de esa crítica ha sido advertir la limitación de su paradigma epistemológico al respecto y resaltar la necesidad de atender el papel de la sociedad en la génesis de los desastres y por ende de abordar desde la perspectiva de las ciencias sociales y humanas estos problemas.23

22

Jorge Dehays Rocha, “Fenómenos naturales, concentración urbana y desastres en América Latina”, Perfiles Latinoamericanos Año: 10 No. 20 (2002): 178-179. 23 Algunos matices de este enfoque fisicalista pueden consultarse en la compilación hecha por José Lugo Hubp y Moshe Inbar. En ella se presentan 25 casos ocurridos en América Latina partiendo de una concepción de los desastres según la cual estos están caracterizados por ser de gran magnitud, repentinos, imprevisibles, de corta duración, que significan una ruptura en la normalidad y cuyos efectos recaen sobre el medio físico, la infraestructura y las viviendas. José Lugo Hubp y Moshe Inbar, compiladores, Desastres naturales en América Latina (México: Fondo de Cultura Económica, 2002). Inspirada por esta compilación, en Colombia se publicó en el año 2005 un texto de características similares coeditado por el Observatorio Sismológico del Suroccidente –OSSO- de la Universidad del Valle y el Grupo de geología ambiental del Departamento de Ingeniería Sísmica de la universidad EAFIT: Michel Hermelín, editor, Desastres de origen natural en Colombia, 1979 – 2004 (Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2005).

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En América Latina el estudio de los desastres naturales desde las ciencias sociales comenzó a desarrollarse en la década de 1970, pero sólo en la década siguiente el tema fue abordado por investigadores latinoamericanos.24 Entonces, el dramático impacto de los desastres naturales estimuló su estudio y análisis por parte de investigadores e investigadoras de varias disciplinas de las ciencias sociales y desde diversos lugares de la geografía latinoamericana.25 Esto desembocó en la realización de encuentros académicos sobre el tema y en la publicación de textos que trataban aspectos teóricos y estudios de caso, comenzando la paulatina construcción de un corpus teórico para el abordaje de los desastres desde la perspectiva de las ciencias sociales: una teoría social del riesgo.26

La mayoría de los trabajos históricos sobre desastres revisados tienen una relación metodológica importante con conceptos asociados a esta teoría del riesgo.

Son

principalmente capítulos de compilaciones, lo que lleva a que, por su extensión, en ocasiones no haya un tratamiento explícito de los aspectos teóricos y metodológicos que los sustentan. No obstante, a continuación presentamos una relación, trabajo por trabajo, de estos elementos, procurando así enmarcar la presente investigación en el contexto de la producción historiográfica sobre desastres.

24

Andrew Maskrey, Los desastres no son naturales, XI-XIII. Andrew Maskrey, Los desastres no son naturales, XII. 26 En 1985 se publicó una compilación de estudios de caso a cargo de Maria Graciela Caputo, Hilda Herzer y Jorge Morelo, Desastres naturales y sociedad en América Latina (Buenos Aires: CLACSO, Grupo Editor Latinoamericano, 1985). En el año 1993 y como una de las tareas de la entonces recién conformada Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina se publicó el texto Los desastres no son naturales, con énfasis más teórico. 25

19


En el año 1996 fue publicado el primer volumen de Historia y Desastres en América Latina. El texto incluyó diez estudios distribuidos en tres secciones: estudios de largo plazo, estudios de períodos o coyunturas y estudios de acontecimientos. La compilación fue coordinada por Virginia García Acosta, quien hace una introducción en la que expone varias consideraciones relacionadas con la investigación de los desastres desde las ciencias sociales en general y particularmente desde la historia.

García afirma que la poca existencia de trabajos sobre desastres en la historiografía latinoamericana, se debe a la ausencia de marcos teóricos y metodológicos específicos para tal efecto.

En ese sentido, propone algunos elementos primordiales para estudiar los

desastres con perspectiva histórica, entre ellos, la necesidad de abordar los desastres como resultado de la “confluencia entre un fenómeno natural peligroso y una sociedad o contexto vulnerable”.27 Esto orienta la atención hacia el entorno social en el que un fenómeno natural resulta desastroso, pues la vulnerabilidad, más que con aspectos físicos, tiene que ver con aquellas características de la sociedad que generan desigualdad y exclusión en un espacio concreto a través del tiempo. Además de la vulnerabilidad, según la autora, deben atenderse las estrategias adaptativas y la capacidad de recuperación de las comunidades, elementos que permiten dimensionar los efectos de los desastres.

En cuanto a las fuentes, García sugiere indagar en los informes oficiales, la correspondencia privada y oficial, las crónicas, los escritos de viajeros y especialmente en

27

Virginia García Acosta, Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 18.

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los periódicos, que permiten el seguimiento cotidiano de los hechos y un acercamiento a las percepciones sobre los desastres.

La primera sección del libro, estudios de largo plazo, la abre el texto de Alain Musset “Mudarse o desaparecer. Traslado de ciudades hispanoamericanas y desastres (siglos XVIXVIII)”. 28 En él se estudian las propuestas de reubicación de algunas ciudades afectadas o destruidas por desastres naturales, a partir de fuentes documentales de varios archivos históricos, como el Archivo General de Indias y el Archivo General de Centro América. Musset expone cómo, ante la ocurrencia de desastres naturales en varias ciudades hispanoamericanas, se evidenciaban tanto las relaciones de poder y las contradicciones y tensiones al interior de las sociedades urbanas como las relaciones de las ciudades con su medio ambiente. Estos aspectos los aborda desde las propuestas de traslado de las ciudades La Concepción de Chile, Veracruz y Santiago de Guatemala, entre otras.

En este trabajo los desastres son concebidos como consecuencia de procesos sociales en los que se hace una valoración errada de los riesgos, como cuando se urbanizaba en zonas inundables. Esa concepción permite al autor afirmar que la aplicación de la idea de prevención de riesgos a la época de la conquista y colonia no es un anacronismo, pues la experiencia de una catástrofe llevaba a la población de diferentes ciudades a razonar los peligros a los que se exponían, con el ánimo de evitarlos.

28

Alain Musset, “Mudarse o desaparecer. Traslado de ciudades hispanoamericanas y desastres (siglos XVIXVIII)”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 41-69.

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En el segundo texto de la primera parte, “Implicaciones sociales de los terremotos en San Salvador (1524-1919)”,29 Luis Ernesto Romano Martínez relaciona los terremotos ocurridos en San Salvador entre el siglo XVI y principios del XX, con los profundos cambios económicos, políticos y sociales registrados en ese período. Según Romano, tanto la colonización como la inserción en la economía mundial incrementaron la vulnerabilidad de la población: factores como el crecimiento poblacional, la ubicación y el tipo de asentamientos y el desarrollo urbano desordenado estuvieron estrechamente relacionados con los desastres por sismos en la ciudad de San Salvador.

Romano resalta “cinco problemáticas generales” desde las cuales se pueden abordar los desastres sísmicos en San Salvador, que por estar ligadas a las condiciones sociales, políticas y económicas derivadas de la conquista, la colonización y la inserción en la economía mundial, podrían extrapolarse, con los debidos matices, a estudios en otras ciudades latinoamericanas. Ellas son: -

En la época colonial la vulnerabilidad de la población se incrementó al desplazar los asentamientos hacia una zona con mayor actividad sísmica que la que existía en las zonas de poblamiento prehispánicas.

-

Con la independencia se dio una secularización de las medidas de prevención mitigación y atención que ampliaron el horizonte de interpretación de los desastres: de la simple adopción de santos patronos protectores de los terremotos, se pasó a la

29

Luis Ernesto Romano Martínez, “Implicaciones sociales de los terremotos en San Salvador (1524-1919)”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 71-96.

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adopción de medidas para el mantenimiento de precios y control de la especulación y la construcción de obras públicas. -

Las dinámicas sociales que surgieron con la explotación del cultivo de café generaron la aparición de campesinos sin tierra que migraron hacia las ciudades; la combinación de pobreza y expansión urbana desordenada configuraron la vulnerabilidad de esta población.

-

El traslado de la ciudad en 1854, al favorecer la acumulación de tierra, aumentó la vulnerabilidad económica y social de la población en vez de disminuirla.

-

El crecimiento poblacional y urbano de principios del siglo XX y la pobreza de la población facilitaron el incremento de la vulnerabilidad.

El caso que presenta Romano, usando fuentes como el periódico La prensa gráfica entre 1917 y 1935 y fuentes secundarias como cronologías sísmicas e investigaciones históricas, es un excelente ejemplo de vulnerabilidad progresiva, ya que muestra cómo “a lo largo de los más de 400 años posteriores a la conquista” la población de San Salvador se hizo cada vez más susceptible ante la presencia de fenómenos naturales.30 En este trabajo es evidente el entendimiento de los desastres como producto de procesos históricos concretos, en los que se trastornó el funcionamiento social por la existencia de condiciones inadecuadas para soportar la magnitud de algunos fenómenos naturales.

30

Luis Ernesto Romano Martínez, “Implicaciones sociales de los terremotos en San Salvador (1524-1919)”, 91.

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El tercer texto es “Buenos Aires inundable del siglo XIX a mediados del siglo XX” de Hilda María Herzer y María Mercedes di Virgilio.31 Estas autoras se ocupan de las estrategias adaptativas que desde el siglo XIX la sociedad bonaerense desarrolló frente a las inundaciones, utilizando para ello fuentes hemerográficas, documentos relacionados con los gobernantes y sus actos de gobierno y textos de viajeros.

Antes de exponer su investigación, Herzer y Di Virgilio definen el desastre como una categoría social que da cuenta de momentos nefastos en los que la capacidad de la estructura y la organización social para “absorber, amortiguar o evitar los efectos negativos del acontecimiento físico” es desbordada.32 En ese sentido, afirman que llamarlo natural es inapropiado porque “presupone que puede existir la prescindencia de la sociedad y de las acciones y decisiones de los hombres” y mujeres.33

Herzer y Di Virgilio también abordan el concepto de vulnerabilidad, que para ellas es el elemento que define el desastre y que se va acrecentando como resultado de la actividad humana. Así, el caso de Buenos Aires además de ser un caso de vulnerabilidad progresiva, pues la urbanización y las obras públicas favorecieron cada vez más la ocurrencia de desastres asociados a inundaciones, lo es también de vulnerabilidad diferencial, ya que con las inundaciones el sector correspondiente al radio urbano antiguo, zona reservada para las

31

Hilda María Herzer y María Mercedes di Virgilio, “Buenos Aires inundable del siglo XIX a mediados del siglo XX”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 97-138. 32 Hilda María Herzer y María Mercedes di Virgilio, “Buenos Aires inundable del siglo XIX”, 99. 33 Hilda María Herzer y María Mercedes di Virgilio, “Buenos Aires inundable del siglo XIX”, 99.

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élites latinoamericanas desde la fundación de las ciudades hasta el siglo XX, no se veía tan afectado como las zonas en que habitaba la población pobre.

El cuarto y último texto de los estudios de largo plazo es de Lupe Camino Diez Canseco: “Una aproximación a la concepción andina de los desastres a través de la crónica de Guaman Poma. Siglo XVI”.34 En éste se relacionan las concepciones de los desastres en la crónica mencionada, con los niveles de vulnerabilidad de la población andina de aquellos tiempos. Así, la autora investiga la vulnerabilidad ideológica, que define como la relación “adecuación / inadecuación de las concepciones vigentes sobre las situaciones capaces de producir desastres, en función de su posibilidad de propiciar acciones que reduzcan su efecto probable”. 35

Después de hacer un recorrido por la crónica de Guaman Poma rastreando las referencias a fenómenos naturales, Camino establece que en general, aluviones, inundaciones, maremotos, erupciones volcánicas, granizadas, sequías y epidemias eran vistos como castigos divinos, aunque en muchos casos no había razón aparente para merecerlos. No obstante, de acuerdo con el estudio, en los Andes peruanos la concepción de los desastres como un castigo divino no era excluyente de la acción directa de los hombres y mujeres sobre las causas de éstos para disminuir su ocurrencia. La percepción sobrenatural de los desastres no impidió que se desarrollara un conocimiento con base en la observación, identificando, por ejemplo, las temporadas de lluvia o las epidemias y la población sobre la 34

Lupe Camino Diez Canseco, “Una aproximación a la concepción andina de los desastres a través de la crónica de Guaman Poma. Siglo XVI”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 139-164. 35 Lupe Camino Diez Canseco, “Una aproximación a la concepción andina de los desastres”, 140.

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que más incidían. De esta manera, este conocimiento les permitió predecir la ocurrencia de los fenómenos y llevar a cabo estrategias de prevención que se desarrollaban tanto en un nivel mágico: pintarse la cara de negro y llorar, como práctico: la limpieza de calles y casas con abundante agua.

La autora concluye proponiendo una posible interpretación del conjunto de ideas andinas relacionadas con la ocurrencia de los desastres naturales: “los dioses envían los desastres, a veces se puede evitar que lo hagan; y si lo hacen, se puede evitar que sean perniciosos”.36

En los estudios de períodos o coyunturas encontramos otros cuatro textos. El primero de ellos es de Susana Aldana Rivera: “¿Ocurrencias del tiempo? Fenómenos naturales y sociedad en el Perú colonial”.37

Además de ser detonadores de una situación crítica

preexistente, para esta autora los desastres son situaciones que generan experiencias de organización y de aprovechamiento individual y colectivo “frente a terceros o en particular frente al Estado”.38 Desde esta perspectiva, analiza la capacidad de respuesta y los tipos de respuestas de la sociedad en tres situaciones, halladas en documentos de fondos notariales, de Real Hacienda, de Causas Ordinarias y de Asuntos de Gobierno, en las que es visible el aprovechamiento del desastre por parte de la población.

En la primera, los grandes

mercaderes se aprovecharon del terremoto de 1687 para sustituir la producción de trigo de los valles de la costa central por el cultivo y comercialización de caña de azúcar; en la

36

Lupe Camino Diez Canseco, “Una aproximación a la concepción andina de los desastres”, 161. Susana Aldana Rivera, “¿Ocurrencias del tiempo? Fenómenos naturales y sociedad en el Perú colonial”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 167-194. 38 Susana Aldana Rivera, “¿Ocurrencias del tiempo? Fenómenos naturales y sociedad”, 170. 37

26


segunda, a raíz del terremoto del 28 de octubre de 1746, que destrozó 207 manzanas de la ciudad y provocó la muerte a más de nueve mil personas, los censatarios se negaron a seguir pagando los censos porque las propiedades gravadas habían quedado destruidas; y en la tercera, la sociedad de la costa norte peruana aprendió a vivir con la presencia de fenómenos naturales de ocurrencia anual, convirtiéndolos en parte de la experiencia cotidiana de la región.

Aldana afirma respecto a la temporalidad de su estudio, que la época colonial fue un momento histórico en el que “progresivamente se impuso una racionalidad occidentaleuropea, diferente de la nativa”, sentando así las bases de una forma de relación entre la sociedad y la naturaleza que no se adaptó al medio geográfico.39 En ese sentido, plantea que la relación entre el “hombre” y la naturaleza es un elemento fundamental para el análisis social, como lo muestra el aprovechamiento que se hacía de los desastres naturales, evidenciando la organización y los conflictos de la sociedad.

Otro estudio de periodos es “Impacto de epidemias y crisis agrícolas en comunidades indígenas y haciendas del México colonial 1737-1742” de América Molina del Villar.40 En este texto la autora se acerca a las relaciones laborales que se dieron entre haciendas y pueblos de indios a partir del análisis de las epidemias y de las crisis agrícolas con base en documentos del Archivo General de la Nación de México clasificados en ramos como Tierras, Indios, Tributos, Reales Cédulas y Epidemias. Así mismo cuestiona que temáticas 39

Susana Aldana Rivera, “¿Ocurrencias del tiempo? Fenómenos naturales y sociedad”, 170. América Molina del Villar, “Impacto de epidemias y crisis agrícolas en comunidades indígenas y haciendas del México colonial 1737-1742”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 195-220.

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como las epidemias y las crisis agrícolas hayan sido descuidadas por la historiografía a pesar del acercamiento que permiten al mundo social de los pueblos y las haciendas coloniales.

A partir de casos concretos de diversas regiones del virreinato, Molina muestra varias formas de relación de la hacienda con los pueblos indios en momentos de crisis. Entre ellos el caso de Pascual Juan, Nicolás y Josefa Martínez, indios tributarios de Tepezoyuca, Tianguistengo, entre 1736 y 1777, a quienes el hacendado les robó sus tierras aprovechando que habían abandonado el pueblo por las epidemias y las crisis agrícolas, y el de Manuel López, Juan Ascencio y Juan Matías, gañanes en una hacienda en Orizaba, que al irse a trabajar a otra hacienda huyendo de las epidemias y la crisis alimentaria fueron presionados a regresar por el hacendado que, necesitado de mano de obra, apresó a “sus” mujeres. La autora concluye que la relación entre pueblo indígena y hacienda iba más allá del intercambio de población y pasaba por compartir el territorio y con éste los recursos naturales, generándose conflictos por las tensiones sociales resultantes de las epidemias y sus consecuentes crisis agrícolas.

En la sección sobre estudios de períodos o coyunturas también se encuentra el texto de Guillermo Palacios: “La agricultura campesina en el nordeste oriental del Brasil y las sequías de finales del siglo XVIII”.41

41

Guillermo Palacios, “La agricultura campesina en el nordeste oriental del Brasil y las sequías de finales del siglo XVIII”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 221-257.

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Palacios controvierte la idea según la cual las sequías del nordeste del Brasil han constituido el factor central en el origen histórico de la decadencia económica de la región. De acuerdo con él, la configuración de la región como problemática y su dependencia del sur del país resultaron de procesos de naturaleza social y económica cuyos efectos fueron agudizados por cuatro sequías con periodos casi decenales que se presentaron entre 1775 y 1805. Algunos de esos procesos fueron: el desplazamiento de la agricultura campesina por agricultura esclavista en las grandes plantaciones, la expropiación del Estado colonial a las tierras campesinas en defensa de las plantaciones esclavistas y de intereses económicos, la caída de precios del azúcar generada con la producción antillana, el incremento en los precios de los esclavos por la pérdida del monopolio en los puertos africanos de parte de Portugal y por el descubrimiento de minas de oro, plata y piedras preciosas en el centro-sur, y el desplazamiento de la producción pecuaria hacia el sur, propiciando la aparición de un campesinado libre que se dedicó al monocultivo de algodón, entre otros.

Aunque Palacios no se basa explícitamente en conceptos como el de vulnerabilidad, si da cuenta de como ésta se fue configurando en procesos relacionados con el modo de producción y la acción estatal, dando paso a que los fenómenos naturales se convirtieran en desastrosos. Para este trabajo el autor utilizó documentos como manuscritos y oficios de gobierno ubicados en diferentes archivos históricos, entre ellos el Arquivo Histórico Ultramarino.

El último texto sobre estudios de períodos o coyunturas es de Luis Aboites Aguilar y Gloria Camacho Pichardo: “Aproximación al estudio de una sequía en México. El caso de

29


Chapala-Guadalajara (1949-1958)”.42

En este texto, basado principalmente en fuentes

hemerográficas, se abordan los problemas y conflictos generados por el uso del agua en temporadas de disminución de las lluvias. En particular analizan una sequía que afectó la zona central y norte-centro del territorio nacional entre 1949 y 1958, con un período crítico entre 1951 y 1953, año en que se empezaron a recuperar los niveles de precipitación y la disponibilidad del agua.

Los autores encontraron que a raíz del desempleo rural, y a pesar de las acciones estatales por mantener los núcleos de población, se produjeron migraciones desde el campo hacia la ciudad que, sumadas a la creciente industrialización, generaron una alta demanda de energía eléctrica. Eso aumentó la presión por las fuentes de agua y con ello los conflictos, en los cuales intervinieron gobernantes, empresarios y sindicatos de trabajadores que se veían afectados de forma diferente de acuerdo a su posición en la jerarquía social.

En los estudios de acontecimientos está el texto de Giovanni Peraldo Huertas y Walter Montero Pohly: “La secuencia sísmica de agosto a octubre de 1717 en Guatemala. Efectos y respuestas sociales”.43 Allí se estudian los efectos sobre la infraestructura urbana, el impacto social, las medidas de defensa civil adoptadas y la recuperación ante los desastres asociados a sismos. Así mismo se aborda la cosmovisión de ciertos sectores sociales respecto al suceso desastroso. Para esto los autores utilizaron documentos de los ramos

42

Luis Aboites Aguilar y Gloria Camacho Pichardo, “Aproximación al estudio de una sequía en México. El caso de Chapala-Guadalajara (1949-1958)”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 259-291. 43 Giovanni Peraldo Huertas y Walter Montero Pohly, “La secuencia sísmica de agosto a octubre de 1717 en Guatemala. Efectos y respuestas sociales”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 295-324.

30


Gobierno y Patronato Real del Archivo General de Indias y documentos del Archivo General de Centro América en Guatemala.

Sobre las acciones de las autoridades civiles y eclesiásticas, los autores encontraron que éstas buscaron disminuir la tensión entre la población a través de medios como la prohibición del paso de carrozas, pues el ruido producido por sus ruedas era similar a los “retumbos” de los episodios sísmicos; las confesiones y procesiones generales de rogativas, novenarios, misiones de predicación y conjuros al Volcán de Fuego, con las que imploraban ayuda divina; el envío de cien miembros del ejército real para evitar robos y alteraciones del orden, el uso del maíz de la iglesia para alimentar a la población, el control de la especulación en los precios de los alimentos, la reconstrucción de viviendas, la restitución de los indígenas a sus pueblos y el rescate de los cuerpos que habían quedado bajo los escombros para evitar pestes.

Este caso constituye un ejemplo de vulnerabilidad por origen, pues según los autores “la información proveniente de los documentos sugiere una planificación urbana inadecuada, dado que el diseño de las ciudades no fue adaptado a las condiciones sísmicas de la región mesoamericana”.44 Esta vulnerabilidad era diferencial, pues los pobres fueron los más afectados dadas las características de su hábitat. En contraste, las casas del centro de la ciudad, habitadas por la elite, sufrieron daños menores, por lo que el riesgo de que sus

44

Giovanni Peraldo Huertas y Walter Montero Pohly. “La secuencia sísmica de agosto a octubre de 1717”, 311.

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ocupantes murieran bajo las ruinas, como los pobres, era menor.

De hecho en la

documentación no encontraron referencias a la muerte de “gente principal”.

El último texto del libro y de la sección de estudios de acontecimientos es “La inundación de San Luis de Potosí en 1887: una respuesta organizada” de Patricia Lagos Preisser y Antonio Escobar Ohmstede.45 En él se rastrea la actuación y respuesta de diversos grupos de la sociedad mexicana y de los órganos políticos nacionales a fines del siglo XIX frente a la petición de ayuda para contrarrestar los efectos de una inundación en San Luis Potosí.

En este caso la población se hizo vulnerable por la desaparición de una zanja que desalojaba las lluvias de la ciudad y prevenía las inundaciones; desaparición que fue resultado del crecimiento de la ciudad a partir del siglo XIX y producto de la cual se inundaba la ciudad. La supresión de la zanja fue un aspecto tan relevante en la generación de la vulnerabilidad, que en 1888 cuando ésta se abrió nuevamente fue solucionado el problema de las inundaciones. Así pues, fueron las circunstancias sociales, que incluyen la distribución de los asentamientos de la población y la modificación de la infraestructura hídrica, las que configuraron la vulnerabilidad de la ciudad. En este trabajo se utilizaron como fuentes algunos periódicos privados y oficiales de varios estados mexicanos y documentos de archivos municipales y estatales.

45

Patricia Lagos Preisser y Antonio Escobar Ohmstede, “La inundación de San Luis de Potosí en 1887: una respuesta organizada”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen I, 325-372.

32


El segundo volumen de Historia y desastres en América Latina también es introducido por Virginia García Acosta.46

De acuerdo con ella, si el primer volumen mostraba la

potencialidad de este campo de estudios en América Latina, el segundo volumen, publicado en 1997, evidencia su consolidación. En ese sentido expone varios aspectos sobre el conjunto de los textos, entre los que subrayamos algunos relacionados con las fuentes y metodologías.

Metodológicamente, García destaca que los análisis trasciendan la simple ocurrencia del fenómeno natural para atender el contexto de su acontecimiento, revelando así de manera explícita en algunos casos la relación entre el modo de producción y el tipo de desastres. La autora también resalta la diferenciación entre fenómenos de impacto súbito, como los sismos, y de impacto lento, como las sequías; algo importante para la búsqueda de la información, pues ésta se orientaría así a momentos concretos o a periodos más extensos. No obstante, anota García, ambos permiten y ameritan una aproximación diacrónica, tal como lo muestran los trabajos.

Respecto a las fuentes la autora subraya su variedad, fuentes de orden arqueológico y etnohistórico así como documentos de archivos nacionales, estatales, municipales y eclesiásticos, y resalta de nuevo la importancia de las fuentes hemerográficas. De acuerdo con García Acosta, los trabajos de ambos volúmenes muestran que, a pesar de la dispersión de los documentos, aquellos clasificados en los fondos gobierno, hacienda y actas de

46

Virginia García Acosta, coordinadora, Historia y Desastres en América Latina Volumen II (La RED, CIESAS, 1997).

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cabildo han sido bastante útiles. García incluye además algunos cuadros con información acerca de los archivos, secciones y fuentes hemerográficas consultadas, relacionando las regiones, los periodos y los tipos de eventos, algo que puede orientar búsquedas en los diversos archivos latinoamericanos.

En la introducción a este volumen también se destaca el manejo temporal diverso, la posibilidad de atender procesos de mediano y largo plazo y se llama la atención respecto a que a pesar de la convocatoria, en los dos volúmenes sólo se contó con un trabajo relacionado con Colombia.

El primer texto de este volumen es: “Indicadores arqueológicos de desastres: Mesoamérica, los Andes y otros casos”, de Linda Manzanilla.47 En él la autora identifica, a partir de herramientas de la arqueología y la paleoclimatología, los efectos de fenómenos naturales como sismos, erupciones volcánicas, sequías e inundaciones sobre algunas sociedades centroamericanas, andinas, mediterráneas y del cercano oriente, así como el impacto de esos grupos humanos sobre el entorno natural.

Para lograrlo, Manzanilla relaciona

indicadores arqueológicos de la ocurrencia de fenómenos naturales como sedimentos, cales, cenizas, entre otros, con vestigios materiales como cultivos de maíz, ollas llenas de fríjoles y estructuras como diques y canales que permiten apreciar su impacto desastroso en el centro de México en los últimos siglos antes de Cristo y en sitios mayas, en el actual Salvador, entre los años 250 y 600 d.C.

47

Linda Manzanilla, “Indicadores arqueológicos de desastres: Mesoamérica, los Andes y otros casos”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 20-43.

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Además de este tipo de indicadores, la autora identifica vestigios de tecnologías preventivas que revelan la adaptación de los grupos humanos a los fenómenos naturales. Entre ellos se encuentran grapas de cobre usadas para dar estabilidad a las construcciones ante movimientos sísmicos en los Andes, particularmente en Tiwanaco en la actual Bolivia, durante los primeros nueve siglos de la era cristiana; la construcción de los taludes de las pirámides de Teotihuacan, que imitaban el ángulo de inclinación de los cerros aledaños como el Patlachique para evitar que las pirámides colapsaran, o la elección del lugar de asentamiento en zonas altas como cimas de cerros y la construcción de diques y canales en Tenochtitlán, para evitar inundaciones.

Manzanilla también encuentra, a partir de registros arqueológicos, algunos procesos en los que la acción antrópica sobre el medio natural generó desastres asociados a inundaciones y sequías.

Según la autora, si bien la transformación de la naturaleza por parte de la

humanidad comenzó con la domesticación de plantas y animales en la revolución neolítica, esa transformación se tornó más destructiva con la revolución urbana, que ubica en el cuarto milenio a.C. para Mesopotamia y en el comienzo de la era cristiana para Mesoamérica. Sobre esta última expone el caso de las cuencas lacustres de México, donde las aglomeraciones urbanas generaron un alto impacto sobre el medio natural mediante procesos de deforestación y erosión y de sobreexplotación de los sistemas acuíferos. Este impacto se tradujo en sequías que, dada la vulnerabilidad urbana, significaron el colapso de la sociedad de Teotihuacán cerca al año 700 d.C.

35


Si bien Manzanilla no hace una definición explícita, es evidente en su trabajo una concepción del desastre como producto de procesos sociales en los que se configuran amenazas por alteraciones de cuencas y sobrepastoreo, como las sequías, y vulnerabilidades como las derivadas del control estatal.

La autora advierte la importancia de los

asentamientos urbanos en la conformación de condiciones de riesgo al ejercer una alta presión sobre el medio natural, modificándolo intensivamente. Así, en este trabajo los desastres aparecen como expresión de procesos históricos en los que, dada la relación establecida entre la sociedad y la naturaleza, se construyó socialmente el riesgo.

El siguiente texto en este volumen es “Catástrofes convergentes: perspectivas geoarqueológicas sobre desastres naturales colaterales en los Andes centrales” de Michael Moseley.48 Él expone algunos casos en los que la confluencia temporal y espacial de varios desastres naturales generó un alto impacto social traducido en caídas de regímenes políticos, cambios económicos e ideológicos y modificaciones en los patrones de asentamiento.

Moseley aprovecha estudios sobre estratigrafía de glaciares llevados a cabo en la década de 1980, a partir de los cuales se conocieron detalles de las condiciones climáticas en los Andes centrales desde cerca al año 500 d.C., y los relaciona con investigaciones sobre áreas agrícolas abandonadas antes del siglo XX. Así, identifica la confluencia de fenómenos naturales que resultaron desastrosos como sequías, eventos severos de El Niño,

48

Michael Moseley, “Catástrofes convergentes: perspectivas geoarqueológicas sobre desastres naturales colaterales en los Andes centrales”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 44-57.

36


movimientos tectónicos, invasiones de dunas de arena y descensos de cursos fluviales y niveles freáticos. En particular, el autor hace referencia a una sequía decenal presentada durante los años 563 y 594 d.C. que exacerbó los efectos de una invasión de dunas de arena a finales del siglo VI en el sur del valle del Moche. Esta convergencia produjo el abandono de la sede de gobierno del Estado Moche y de otros asentamientos, generando cambios políticos, económicos e ideológicos que reflejan, según Moseley, el surgimiento de una nueva cosmovisión. El autor también expone la relación entre una aridez centenaria que comenzó cerca al año 1000 d.C. y que llegó hasta la denominada pequeña edad glaciar cerca al año 1500. En este caso, la convergencia de desastres estuvo relacionada con el colapso estatal y cultural de Tiwanaku y El Carrizal respectivamente, y las revueltas sociales, derrumbes de gobiernos y conquistas extranjeras en el valle de Lambayeque. Todo esto es sustentado con evidencias arqueológicas y geológicas que muestran la confluencia de sequías, terremotos, eventos de El Niño e invasión de dunas de arena.

Moseley destaca el papel que la naturaleza juega en las transformaciones sociales mostrando una relación entre la sociedad y la naturaleza en la que ésta es más que un escenario. Aunque en ocasiones se refiere a fenómenos naturales como si fueran ellos en sí mismos los desastres, por ejemplo cuando habla de “desastres como las oscilaciones producidas por la corriente de El Niño”,49 el autor revela una concepción del desastre como producto del riesgo socialmente construido, como expresión de un proceso en el que la amenaza es tal sólo ante condiciones sociales de vulnerabilidad que favorezcan la

49

Michael Moseley, “Catástrofes convergentes: perspectivas geoarqueológicas sobre desastres naturales colaterales en los Andes centrales”, 45.

37


materialización del desastre. En este sentido, Moseley es claro al afirmar que “los procesos naturales de cambio ambiental son tan desastrosos como los hombres [y las mujeres] lo permiten”50.

Otro aspecto relevante de este trabajo es que el autor advierte que, en el presente, el estrés ambiental y social generado por ciertos desastres esta siendo ignorado y llama la atención respecto a que, al igual que en el pasado, pueden ocurrir este tipo de convergencias dadas las características de dinamismo tectónico de los Andes y del aumento en la frecuencia de eventos asociados a El Niño, algo que permite apreciar la utilidad de la perspectiva histórica para identificar problemas del presente.

El siguiente texto es el de las autoras Margarita Carballal Staedtler y María Flores Hernández: “Tecnología de prevención de inundaciones en la cuenca de México durante el horizonte posclásico”.51

A partir de registros arqueológicos, documentos históricos,

gráficos antiguos y contemporáneos, fotografías aéreas de mediados del siglo XX e investigaciones sobre la cuenca de México relacionadas con sus características hidrológicas, con las obras hidráulicas llevadas a cabo en la época prehispánica y con los cambios ambientales generados por dichas obras, en este trabajo se identifican tres tipos de obras hidráulicas que conformaron un sistema de prevención de inundaciones en el Lago de

50

Michael Moseley, “Catástrofes convergentes: perspectivas geoarqueológicas sobre desastres naturales colaterales en los Andes centrales”, 53. 51 Margarita Carballal Staedtler y María Flores Hernández, “Tecnología de prevención de inundaciones en la cuenca de México durante el horizonte posclásico”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 58-76.

38


Texcoco durante los últimos 30 mil años y particularmente en el período posclásico. Dichas obras son las calzadas, los diques o albarradas y los canales.

Después de hacer una caracterización del ecosistema de la cuenca de México resaltando la importancia del medio natural en la dinámica social, las autoras plantean que con el poblamiento de los islotes al interior del Lago de Texcoco a partir de los siglos XIII y XIV, el riesgo de inundación se hizo constante y con ello aumentó la necesidad de construir obras para el control de las aguas. Carballal y Flores concluyen que la efectividad del sistema de control hidráulico para evitar inundaciones y controlar la salobridad del agua era alta, pues con el abandono y falta de mantenimiento que sufrieron estos sistemas en la colonia se presentaron inundaciones recurrentes.

Un elemento importante en este trabajo es que evidencia de varias formas la construcción social del riesgo. Además de relacionar el impacto sobre el medio natural y las consecuencias en la economía de los grupos que habitaban la cuenca, se menciona una inundación ocurrida entre los años 1498 y 1499. De acuerdo con lo identificado por las autoras en textos históricos, esa inundación no ocurrió como consecuencia de precipitaciones pluviales, sino como resultado de alteraciones del entorno natural. En un intento por llevar agua potable a Tenochtitlán desde el manantial de acuecuéxcatl, se generó una corriente de agua que inundó la ciudad al punto de provocar su abandono; un ejemplo de amenaza antrópica en la génesis del desastre.

39


Siguiendo un orden cronológico, el siguiente capitulo es “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del Brasil colonial (1530-1822)”, escrito por Maria da Guia Santos Gareis, Jose Apolinário do Nascimento, Aluízio Franco Moreira y Maria Aparecida da Silva.52 En este trabajo se abordan los impactos económicos y sociales de las sequías ocurridas en la zona nordeste del Brasil durante el periodo colonial, es decir, desde el momento en que Portugal decidió ocupar este territorio en 1530 hasta 1822 cuando se declaró la independencia de Brasil y comenzó el imperio brasileño. Para esto los autores utilizan principalmente fuentes secundarias constituidas por trabajos académicos de disciplinas como la geografía y la historia y algunas fuentes primarias como correspondencias, relatos de viajeros, crónicas y periódicos.

Es una investigación que hace explícito el

reconocimiento de que los desastres ocurren como producto del riesgo socialmente construido: vulnerabilidades y amenazas derivadas del modo de producción y de las formas de dominación política.

Antes de exponer cronológicamente las sequías ocurridas entre el siglo XVI y las primeras décadas del siglo XIX, y luego relacionar sus efectos sociales y económicos, los autores se ocupan de la producción social del espacio nordestino, esto es, la ocupación del territorio y la transformación del medio natural. En consecuencia, el monocultivo, la ganadería, la deforestación y la desigualdad social, son identificadas como causas de las sequías, concebidas como catástrofes estructurales con causalidad social y no como fenómenos naturales.

52

Maria da Guia Santos Gareis et al., “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del brasil colonial (1530-1822)”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 77-101.

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Sobre las condiciones de vulnerabilidad, en este trabajo se evidencia que no eran algo que recayera por igual sobre toda la población, pues los efectos de las sequías afectaban de manera diferencial a los pobladores de acuerdo con su posición en la estructura social, que determinaba, por ejemplo, la capacidad de producción, adquisición y almacenamiento de alimentos, el acceso a fuentes de agua tanto naturales como artificiales y la posibilidad de recuperación después de las sequías. De ahí que éstas sean consideradas por los autores como situaciones en las que “las pésimas condiciones, la pobreza y miseria a las que siempre estuvo sometida la población” se hacían evidentes, emergían.53

Un elemento importante de esta investigación, es que señala cómo contra esa emergencia de la vulnerabilidad se planteaban como causa de las sequías la flojera y ociosidad de la población o las “inclemencias del cielo”, que eran castigos divinos por los pecados cometidos. Esto facilitaba que las autoridades evadieran sus responsabilidades y permitía “justificar el proceso de exterminio ambiental causado por los colonizadores”.54 Es decir, se daba un ocultamiento de las causas, del conflicto social y ambiental, y se legitimaba la acción política y económica de los grupos sociales dominantes. Frente a esto los autores afirman algo bastante diciente respecto a la génesis de los desastres: “la causa no estaba en el cielo, sino bien asentada en la tierra, al servicio de los dueños del poder”.55

Otro trabajo sobre desastres durante la colonia es el de Anthony Oliver-Smith: “El terremoto de 1746 de Lima: el modelo colonial, el desarrollo urbano y los peligros 53

Maria da Guia Santos Gareis et al., “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del brasil”, 93. Maria da Guia Santos Gareis et al., “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del brasil”, 89. 55 Maria da Guia Santos Gareis et al., “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del brasil”, 89. 54

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naturales”.56 Basándose en fuentes primarias como cartas e informes, planos de la ciudad y fuentes secundarias producidas desde diversas disciplinas de las ciencias sociales, OliverSmith aborda la relación entre el modelo urbano colonial, su desarrollo en Lima y la ocurrencia de desastres, en particular, la destrucción de la ciudad en el terremoto de 1746. Para el autor es claro que la afectación por fenómenos naturales dependía de la vulnerabilidad configurada históricamente como producto del modelo de desarrollo de Lima y del Péru en general. En este sentido, Oliver-Smith parte de las consideraciones económicas y políticas que llevaron a Francisco Pizarro a fundar Lima en 1535 desconociendo las amenazas naturales del lugar, para plantear que desde el momento de fundación de la ciudad se impuso un modelo exógeno que privilegió las necesidades del comercio mercantil europeo y del poder colonial, aumentando la vulnerabilidad de la población ante los fenómenos naturales.

El autor hace un recorrido por el crecimiento urbano de Lima hasta el siglo XVIII, cuando la ciudad cayó en crisis por factores como las plagas y la disminución de la producción minera, así como por asuntos relacionados con las reformas borbónicas: la abolición de la encomienda, la suspensión de privilegios portuarios y la reducción de la jurisdicción del virreinato. En este contexto ocurrió el terremoto, del cual el autor expone efectos como la destrucción de la ciudad, la aparición de pestes, el hambre, la especulación y los saqueos y recoge algunas acciones de las autoridades relacionadas básicamente con el control sobre la distribución de alimentos y sus precios y la recuperación del orden público. En este trabajo

56

Anthony Oliver-Smith, “El terremoto de 1746 de Lima: el modelo colonial, el desarrollo urbano y los peligros naturales”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 102-124.

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también se evidencia una concepción del desastre como producto de procesos sociales, económicos y políticos concretos. Es decir, como resultado de la construcción social del riesgo.

El siguiente capítulo lo constituye el texto de Cristina López de Albornoz: “Crisis agrícolas y crisis biológicas en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán durante la segunda mitad del siglo XVIII”.57 En él se realiza una aproximación a la relación entre fenómenos naturales “anómalos” y algunas crisis en la producción agrícola ocurridas durante dicho periodo. También se explora el impacto de algunas epidemias en aquella sociedad colonial. Para López, las crisis agrícolas, al ser consecuencias sociales de la ocurrencia de fenómenos naturales “anómalos”, pueden considerarse como desastres naturales.

Para llevar a cabo dicho abordaje, la autora utiliza crónicas, descripciones de viajeros y documentos oficiales como actas capitulares y documentos de la sección administrativa del archivo histórico provincial, donde encuentra información cualitativa sobre eventos climáticos que contrasta con padrones tributarios y documentos del archivo parroquial de la iglesia catedral de la ciudad de Tucumán. A partir de esa información, López define las sequías y las pestes como las categorías a estudiar, pues son los términos sobre los que más referencias encuentra, dejando de lado, por ejemplo, los fenómenos geológicos por la irrelevancia de sus referencias. Así, López encuentra que en el periodo estudiado las sequías, las plagas de langostas y de polvillo, un hongo que afecta a las plantas de trigo; las 57

Cristina López de Albornoz, “Crisis agrícolas y crisis biológicas en la jurisdicción de San Miguel de Tucumán durante la segunda mitad del siglo XVIII”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 125-147.

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viruelas, el sarampión y una especie de fiebre tifoidea llamada tabardillo, repercutieron negativamente sobre la producción agrícola y ganadera afectando a la población vulnerable.

Dado el carácter exploratorio del trabajo, más que conclusiones se plantean hipótesis relacionadas con el impacto de los fenómenos naturales y las plagas o pestes. Una de ellas es que a pesar de que la dependencia de la producción local para el abastecimiento de la ciudad podía significar alguna vulnerabilidad, las características de la producción misma amortiguaron el efecto de éstas. Por ejemplo, en 1797 aunque se afectó la producción de maíz, antes de la sequía se había dado una buena cosecha de trigo y arroz, que sumada a la producción ganadera, que no se vio afectada, permitieron paliar la crisis. Esto muestra cómo las características sociales determinaron el impacto desastroso de los fenómenos naturales. Otra hipótesis es que la disminución demográfica en los pueblos de indios por las epidemias, más que por mortandad, pudo haber correspondido con la migración de indígenas para evitar los efectos de las enfermedades y la tributación, factores que la autora llama estrategias de sobrevivencia comunitaria y que corresponden claramente con lo que Virginia García Acosta llama las estrategias adaptativas.

La autora concluye que si bien se pueden identificar disminuciones en la producción agrícola por el impacto de los fenómenos naturales “anómalos” en ningún caso aparece un desabastecimiento generalizado. Igualmente respecto a las epidemias, no parece que éstas hayan generado niveles de mortandad altos para toda la sociedad. Eso si, en ambos casos quienes se vieron más afectados fueron los sectores de la población más vulnerables.

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El séptimo trabajo compilado es “Alternativas ante las sequías de 1789 – 1810 en la Villa de Saltillo, Coahuila, México” de Alma García Hernández.58 En este capítulo se estudian los efectos sociales de varias sequías ocurridas en la villa de Santiago de Saltillo, así como algunas respuestas de diferentes sectores ante las mismas. Es un trabajo que parte del reconocimiento de que los desastres no son producto de la naturaleza sino de las condiciones socioeconómicas de la población, poniendo a la sociedad como “agente activo” que determina el impacto de los fenómenos naturales. García Hernández reconoce que las teorías y las metodologías aportadas por otras disciplinas de las ciencias sociales al estudio de los desastres son útiles para el análisis histórico, pues amplian las posibilidades de indagación y orientan la atención hacia los procesos sociales que favorecen un impacto negativo en los grupos humanos cuando un fenómeno natural ocurre. En esta medida, la autora define el desastre como el resultado de la interacción entre un fenómeno natural y un entorno social vulnerable.

Basada en documentos oficiales, principalmente actas de cabildo, y trabajos historiográficos García Hernández expone cómo durante todo el periodo estudiado, con excepción de un breve lapso entre 1793 y 1795, en Saltillo se presentó una escasez de alimentos continua asociada a la ocurrencia de sequías que en ocasiones convergieron con plagas, heladas o pestes de viruela.

Frente a ella las autoridades tomaron medidas

relacionadas con prohibiciones para sacar de la villa la producción de maíz o de trigo, controles sobre los precios, el establecimiento de una alhóndiga e inclusive contribuciones

58

Alma García Hernández, “Alternativas ante las sequías de 1789 – 1810 en la Villa de Saltillo, Coahuila, México”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 148-169.

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forzosas de parte de la producción de los principales hacendados. Sin embargo, estas medidas nunca controlaron las verdaderas causas del desabastecimiento, que era generado por maniobras de los grandes hacendados como la especulación con los precios, la negativa a cosechar el maíz o el trigo y el ocultamiento de los granos. Al respecto, la autora afirma que las medidas tomadas por las autoridades estaban encaminadas a evitar cuestionamientos al sistema político y posibles sublevaciones, por lo que nunca lograron controlar realmente la escasez y la carestía. La acción institucional, que incluyó prácticas religiosas como plegarias, procesiones y novenarios de misas cantadas, estuvo encaminada a preservar el orden social en un contexto preindependentista.

Siguiendo el orden cronológico, el siguiente texto es “Las ‘sequías’ y sus impactos en las sociedades del México decimonónico, 1856 – 1900” escrito por Antonio Escobar Ohmstede.59 En este trabajo se hace un recorrido por los efectos que las sequías generaron en varias poblaciones de México durante la segunda mitad del siglo XIX y las medidas que las autoridades tomaron con el fin de disminuir su impacto en la sociedad. En este sentido, Escobar expone efectos relacionados con el aumento en los precios y la especulación por parte de los comerciantes, así como migraciones y reacciones violentas de la población urbana, llamadas “tumultos”, como respuesta a las crisis de subsistencia por la falta de alimento y semillas.

De acuerdo con el autor, la acción institucional mostró cierta

continuidad de las medidas adoptadas por las autoridades coloniales hasta la primera década del siglo XIX, como el establecimiento de alhóndigas, reducciones de impuestos

59

Antonio Escobar Ohmstede, “Las ‘sequías’ y sus impactos en las sociedades del México decimonónico, 1856 – 1900”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 170-202.

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para facilitar la comercialización, prohibición de extracción de semillas a otros lugares, donaciones de la iglesia y procesiones, entre otras. No obstante, también se tomaron medidas más novedosas como la importación de semillas desde Estado Unidos y otros estados mexicanos y la conformación de juntas de beneficencia. Estas acciones el autor las denomina medidas paliativas, en contraste con otro tipo de medidas de largo plazo, como la conservación de bosques para evitar la erosión y con ello el aumento en las temperaturas. Debe anotarse que en este estudio también se llama la atención respecto a que las medidas tomadas por las autoridades estaban encaminadas en gran medida a mantener el orden social, como en algunos pueblos de Sonora en 1878, donde se compraron grandes cantidades de semillas para “evitar que la población se levantara en armas”.60

Para llevar a cabo su abordaje, el autor hace una definición conceptual que le permita evitar anacronismos al aplicar categorías contemporáneas a la realidad pasada, por lo que diferencia los conceptos seca, sequía y canícula. Así, identifica en fuentes de archivos estatales y nacionales, diarios de viajeros, periódicos y boletines científicos, unos períodos secos considerados como normales entre las épocas lluviosas, las secas, y otros considerados como sequías en los que no había precipitación pluvial alguna, amenazando seriamente las cosechas y la producción en general.

60

Antonio Escobar Ohmstede, “Las ‘sequías’ y sus impactos en las sociedades del México decimonónico”, 175.

47


A partir de esta revisión, Escobar plantea que si bien durante la segunda mitad del siglo XIX las secas y sequías fueron constantes, las crisis de subsistencia se acentuaban por factores como la especulación, el monopolio de las semillas y la falta de transporte, lo que permite identificar una causalidad social de las crisis y superar una consideración causal restringida al fenómeno natural. Sobre esto es importante resaltar la afirmación del autor respecto a que el estudio de un fenómeno natural en sí no es tan importante como el análisis de las medidas adoptadas para prevenir, evitar o paliar sus efectos.

En este trabajo el autor valora las fuentes hemerográficas como un “excelente instrumento de consulta”, pues permite el acceso a información que los documentos oficiales no incluyen, así como el seguimiento de los efectos de los fenómenos naturales dada su periodicidad.61

El penúltimo texto es de Rodrigo Núñez-Carvallo: “Un tesoro y una superstición. El gran terremoto peruano del siglo XIX”.62 En este trabajo, se contrastan los efectos de un terremoto ocurrido en el año 1868 en el sur del Perú con las consecuencias del manejo económico y político de los diferentes gobiernos nacionales durante la segunda mitad del siglo XIX. El autor hace una analogía entre una tradición del autor peruano Ricardo Palma, en la que se explica la ocurrencia del terremoto de 1868 a partir de una superstición sobre las consecuencias desastrosas que conllevaría la profanación de la tumba de un

61

Antonio Escobar Ohmstede, “Las ‘sequías’ y sus impactos en las sociedades del México decimonónico”, 171. 62 Rodrigo Núñez-Carvallo, “Un tesoro y una superstición. El gran terremoto peruano del siglo XIX”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 203-224.

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curaca, y la instrumentalización del Estado por parte de la elite para fines individuales o de pequeños grupos como causantes de una situación social desastrosa.

Basado principalmente en la historiografía peruana, Núñez-Carvallo expone las consecuencias inmediatas del sismo de 1868 que generó un terremoto, cuya intensidad se calcula llegó a 8.6 grados en la escala de Richter, y un tsunami que afectó tanto la costa peruana como costas de Hawai, California, Filipinas, Australia, Nueva Zelanda y Japón. El autor compara la cifra de setecientas personas muertas en el terremoto con las casi dos mil que murieron durante la construcción del ferrocarril de la ciudad de Arequipa a Mollendo entre 1868 y 1870. Esta comparación le permite cuestionar la forma en que los grupos sociales ricos y dominantes manejaron el Estado, generando pobreza y explotación para la mayoría de la población, condiciones que se agudizaron con la guerra del Pacífico entre los años 1879 y 1883. Según el autor, terremotos tan grandes como el de 1868 no alcanzan a ser tan desastrosos social y económicamente como la guerra, expresión de las ambiciones políticas y económicas de las elites, porque en ella “se agolpan todas las vulnerabilidades posibles”.63

Este es un texto en el que se realzan las consecuencias nocivas de la dominación política y del modo de producción por encima de los efectos de un fenómeno natural sobre las personas, mostrando cómo en el Perú durante el siglo XIX “la mano torpe del hombre ‘modernizador’ superaba con creces la fuerza devastadora de la naturaleza”.64

63 64

Rodrigo Núñez-Carvallo, “Un tesoro y una superstición”, 221. Rodrigo Núñez-Carvallo, “Un tesoro y una superstición”, 212-213.

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Y finalmente en el segundo volumen de Historia y desastres en América Latina, está el único texto relacionado con Colombia: “Fuentes y estudios sobre desastres históricos en Colombia. Retrospectiva y estado actual” realizado por Armando Espinosa Baquero.65 En este capítulo el autor identifica varias fuentes y algunos estudios sobre desastres relacionados con amenazas sísmicas, amenazas volcánicas y deslizamientos en varias localidades de Colombia. En este sentido comienza con la exposición de lo que llama los primeros registros, que son un conjunto de textos que recogen observaciones sobre la ocurrencia y los efectos de algunos fenómenos naturales y que constituyen el cuerpo de fuentes presentadas por el autor. Ellos son El diario de Don Luis Vargas Jurado, que recoge información relacionada con fenómenos naturales y sus efectos en Santa Fe de Bogotá entre los años 1703 y 1780; El catálogo de Don Santiago Pérez de Valencia, con información sobre sismos en Popayán durante los años 1785 – 1841; La crónica de Don José María Caballero que contiene datos variados sobre algunos desastres y otros sucesos desde principios del siglo XVII hasta 1819, y La carta de Don Higinio Muñoz que contiene una cronología de las erupciones del volcán Galeras entre los años 1800 y 1869. También relaciona La cronología sísmica de Don Francisco Javier Vergara y Velasco, que según el autor es el primer ensayo de síntesis de la historia sísmica de Colombia y que consta de una cronología comentada sobre grandes sismos y erupciones volcánicas entre el año 1530 y los últimos años del siglo XIX; El artículo del padre Forero Durán, que fue un texto elaborado a partir de la consulta de fuentes primarias y que trata acerca de las erupciones del volcán Galeras desde el año 1500 hasta el año 1933, y la Compilación de Emanuel Friedlaender

65

Armando Espinosa Baquero, “Fuentes y estudios sobre desastres históricos en Colombia. Retrospectiva y estado actual”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 225-247.

50


sobre las erupciones del volcán Galeras entre los años 1500 y 1927, que a juicio del autor tiene el merito de haber mostrado la importancia de la información histórica en el estudio de la actividad volcánica.

Seguidamente, el autor expone unos primeros estudios elaborados en la segunda mitad del siglo XX entre los que incluye la Historia de los terremotos en Colombia, elaborada por Jesús Emilio Ramírez a partir de un trabajo continuo de investigación y registro que recoge gran parte de la información aportada en las fuentes mencionadas; El estudio de Don Ramón Correa sobre sismos en Boyacá en los años 1826, 1827, 1884, 1917, 1928, 1961 y 1962, publicado en 1962 en la revista Repertorio Boyacense y que significó, de acuerdo con el autor, una muestra del potencial aporte de la historia regional al conocimiento de los desastres históricos, y el primer volumen de la Geografía Económica de Nariño, escrita por Don Ignacio Rodríguez Guerrero y publicada en 1961, que contiene un capítulo sobre sismicidad y vulcanismo en Nariño.

Además de estos trabajos, el autor incluye en su revisión estudios acerca de la amenaza sísmica en ciudades como Popayán, Medellín y Manizales, estudios de amenaza volcánica de los volcanes Nevado del Ruiz, Puracé y Galeras, y algunos estudios sobre deslizamientos en Medellín, Manizales, Popayán y Cali realizados principalmente a partir de fuentes hemerográficas. En este punto el autor llama la atención sobre la dificultad para hacer un seguimiento bibliográfico de la producción historiográfica pues, si bien ha habido trabajos de este tipo, pocos se han publicado.

51


En los trabajos sobre desastres naturales en América Latina realizados desde las ciencias sociales y en la historiografía ambiental, es común encontrar reflexiones en torno a la atención dispar que han recibido este tipo de problemas desde las ciencias sociales y humanas y las ciencias exactas y naturales. En general, se advierte que el abordaje desde las ciencias sociales es más reciente, de menor alcance y volumen y que cuenta con menos apoyo institucional, lo que ha desembocado en una aproximación denominada fisicalista que privilegia la visión e interpretación científica de las ciencias exactas y naturales. Espinosa plantea algo contrario a esta tendencia, lo que significaría una particularidad del caso colombiano, y es que, según él, los trabajos pioneros sobre desastres en Colombia fueron llevados a cabo por historiadores y humanistas, mientras los científicos de las áreas exactas y naturales, con excepción de Jesús Emilio Ramírez, solo comenzaron a interesarse por el tema desde la década de 1980 con los desastres de Popayán en 1983, Armero en 1985 y Villatina en 1987.

Los trabajos expuestos hasta acá, recogidos en Historia y desastres en América Latina, son una muestra representativa del abordaje hecho desde las ciencias sociales al tema de los desastres. Se han expuesto todos con el ánimo de evidenciar características comunes y divergentes y llamar la atención sobre la falta de estudios publicados en Colombia, con una perspectiva del riesgo, hasta finales del siglo XX.

Precisamente sobre trabajos historiográficos acerca de desastres en Colombia, sólo se encontraron referencias desde los primeros años del siglo XXI. En el año 2004 fueron publicados, también como parte de una compilación, dos trabajos sobre desastres en la

52


ciudad de Pereira. Ellos son “Una lectura de la generación de condiciones de riesgo en Pereira desde la historia de los desastres” de Beatriz Rojas Múnera y “Egoyá: degradación ambiental y riesgo” escrito por Nilson Correa y Lizardo Narváez.66

El trabajo de Rojas Múnera presenta algunos aspectos representativos de la investigación que la autora realizó como requisito para optar al título de Administradora del Medio Ambiente en la Universidad Tecnológica de Pereira. En él se exponen sintéticamente algunos factores causales del riesgo relacionados principalmente con el proceso de urbanización. Metodológicamente, el análisis del proceso de construcción social del riesgo estuvo precedido por la elaboración de un inventario de desastres en el municipio de Pereira durante el siglo XX bajo la metodología Desinventar. Esto permitió ubicar las zonas de la ciudad en que la ocurrencia de desastres se concentraba y así analizar, sobre áreas concretas, el proceso de urbanización y su incidencia en la construcción social del riesgo.

De esa manera, Rojas encontró una relación paralela entre el proceso de urbanización y la generación de condiciones de riesgo. Los altos niveles de inmigración generaron una importante demanda de vivienda que llevó a que la población habitara en condiciones de subnormalidad varias zonas de la ciudad, que eran inadecuadas para el poblamiento por su proximidad a fuentes hídricas como los ríos Otún y Consotá, o en zonas de ladera. Este poblamiento, llevado a cabo principalmente a través de loteos especulativos e invasiones, significó una transformación del entorno natural que a la postre llevó a la generación de

66

Ambos trabajos en Carlos López y Martha Cano, compiladores, Cambios ambientales en perspectiva histórica. Ecorregión eje cafetero Volumen 1 (Pereira: Universidad Tecnológica de Pereira, 2004).

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amenazas tanto por inundación como por deslizamientos y a su materialización en desastres. Además de esto, la autora encontró que la precariedad de los sistemas de alcantarillado y la baja capacidad organizativa de las comunidades, debido a las relaciones clientelistas con políticos locales y a una visión paternalista de las funciones del Estado, fueron factores generadores de riesgos. Al respecto, Rojas anota que el favorecimiento desde las instancias estatales a los intereses privados de las elites locales fue clave en las dinámicas de poblamiento de la ciudad, relacionadas claramente con la mercantilización del suelo urbano.

Por su parte, Correa y Narváez también presentan una síntesis de su investigación de pregrado.67 Ellos analizan el riesgo sísmico en la cuenca de la quebrada Egoyá partiendo de una concepción del riesgo “como un proceso construido socialmente y que opera o se genera a través de procesos dinámicos, entre los que se encuentra la degradación ambiental”.68

Es un trabajo que muestra cómo la amenaza sísmica, al parecer tan alejada de la provocación humana, puede ser magnificada por la transformación del entorno natural que resulta de los procesos de urbanización. Para esto, los autores parten de una orientación teórica en la que conciben la vulnerabilidad como un proceso estrictamente social que define tanto las posibilidades de afectación por un fenómeno natural como las formas de 67

“El papel de la degradación ambiental en la construcción social del riesgo sísmico en la cuenca de la quebrada Egoyá. Un análisis de la vulnerabilidad social” (tesis pregrado, Universidad Tecnológica de Pereira, 2000). 68 Nilson Correa y Lizardo Narváez, “Egoyá: degradación ambiental y riesgo”, en Cambios ambientales en perspectiva histórica. Ecorregión eje cafetero Volumen 1, 132.

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enfrentar, prevenir o mitigar tal afectación. Así mismo, definen la degradación ambiental urbana como una disminución en la calidad de vida de la población por un desequilibrio del sistema natural, que resulta en muchas ocasiones en un aumento de la vulnerabilidad y por ende del riesgo.

De acuerdo a lo anterior, los autores abordan el proceso de urbanización de la ciudad con el ánimo de identificar algunas características de la trasformación de la cuenca de la quebrada Egoyá. Ellos encuentran que desde la década del treinta en el siglo XX comenzó la canalización de la quebrada y el relleno antrópico de su cuenca con diferentes materiales y con ello el poblamiento paulatino de la zona, lo que significó cambios en la topografía de la cuenca y un aumento del riesgo por amenaza sísmica.

Finalmente los autores llaman la atención sobre la necesidad de estudiar, además de la degradación ambiental, otras dimensiones de ese proceso dinámico que es el riesgo, sobretodo atendiendo que en otros lugares de la ciudad de Pereira procesos como el estudiado en la cuenca de la quebrada Egoyá se estaban presentando al momento de publicar el texto; recomendación que muestra claramente la potencialidad del estudio histórico de los desastres para aportar en la solución de estos problemas en el presente y su prevención en el futuro.

También en el año 2004, fue publicado un artículo de Juan Carlos Jurado: “Desastres naturales, rogativas públicas y santos protectores en la Nueva Granada (siglos XVIII y

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XIX)”.69 En un ejercicio de historia social, Jurado aborda la forma cómo, durante los siglos XVIII y XIX, se afrontaban desastres naturales, pestes y plagas en diversas poblaciones de la Nueva Granada; situaciones que el autor incluye en el concepto de catástrofes y que aborda a partir de fuentes documentales de archivos históricos, diarios, cartas y textos testimoniales, así como de trabajos historiográficos. Según el autor, en correspondencia con el tipo de sociedad de entonces en que la producción agrícola estaba supeditada al clima y al funcionamiento de la naturaleza y en que la precariedad de las condiciones materiales impedía resistir la magnitud de ciertos fenómenos naturales como sismos, avenidas e inundaciones, las catástrofes generaban sentimientos de impotencia y de frustración ante la naturaleza. Éstos se reflejaron en actitudes fatalistas que alimentaban una percepción de las catástrofes como producto de castigos divinos, por lo que las prácticas religiosas se convirtieron en herramientas para afrontarlas. En ese contexto, de acuerdo con Jurado, las rogativas públicas dirigidas a santos concretos, mediadores entre la necesidad humana y la voluntad divina, se utilizaron para invocar el poder de la “divina magestad”, buscando contrarrestar la vulnerabilidad del cuerpo social respecto a las fuerzas de la naturaleza.

Debe aclararse que aunque el autor no hace referencia explícita al concepto de vulnerabilidad, pues su estudio no está orientado por la teoría social del riesgo, si relaciona claramente las condiciones de poblamiento y la ausencia de recursos técnicos y 69

Juan Carlos Jurado Jurado, “Desastres naturales, rogativas públicas y santos protectores en la Nueva Granada (siglos XVIII y XIX)”, Boletín Cultural y Bibliográfico Vol: 41 No. 65 (2004): 59-79. Jurado también es autor de un breve artículo, “Terremotos, pestes y calamidades. Del castigo y la misericordia de Dios en la Nueva Granada, siglos XVIII y XIX” publicado en la edición 140 de la Revista Credencia historia, en el que expone someramente algunas de las ideas y casos que trata y desarrolla en el articulo reseñado aquí. Éste puede consultarse en http://www.lablaa.org/blaavirtual/revistas/credencial/agosto2001/terremot.htm

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tecnológicos con el hecho de que la población resultara afectada por la presencia de fenómenos naturales, enfermedades y plagas. Inclusive, plantea que los desastres naturales se presentaban por la acción antrópica sobre el medio natural, lo que evidencia el reconocimiento de las características sociales como factor clave en las causas de los desastres.

Uno de los aspectos a destacar de este sugerente artículo es la identificación de la utilidad política que se derivaba del hecho de afrontar las catástrofes con rogativas públicas. Partiendo de una interpretación de los desastres como factores de desorganización social y de ruptura de la cotidianidad que permiten observar las articulaciones internas de una sociedad y sus tensiones, Jurado plantea que las rogativas públicas favorecían la gobernabilidad, pues además de anteponer lo institucional a lo instintivo, servían para generar cohesión social y reforzar la identidad local al vincular a los grupos sociales dominantes y subalternos bajo el apelativo común de “vecindario”. Además de este tipo de aprovechamiento, el autor deja entrever que los discursos respecto a las causas de los desastres también permitían una utilización política, como sucedió a finales del siglo XVIII, cuando las autoridades coloniales afirmaron que la peste de 1782 era un castigo divino producido por la sublevación de los comuneros en 1781.

Al año siguiente de la divulgación de este trabajo, en otra revista colombiana se incluyó el texto “Impacto de las catástrofes naturales en sociedades coloniales” elaborado por

57


Margarita Gascón.70 Ella parte del análisis de las consecuencias de la erupción del volcán Villarrica al sur de Chile en 1640 y de varios terremotos ocurridos en el siglo XVII en Santiago para exponer algunos cambios que las catástrofes naturales produjeron en las sociedades locales durante la colonia.

Basándose en cartas y relaciones hechas por

funcionarios de la corona, Gascón muestra cómo la erupción del volcán Villarrica generó, en zona de frontera, el cese al fuego entre los españoles y los indígenas araucanos, revisando así las versiones historiográficas tradicionales que adjudicaban tal pacto a la astucia del gobernador de entonces, el marqués de Baides. Así mismo, aborda los desastres asociados a los terremotos de 1647 y 1657 en Santiago de Chile y a otros sucesos para mostrar cambios que iban desde los comportamientos religiosos hasta el traslado de ciudades, como la capital de Guatemala en 1776. Gascón concluye que las “catástrofes masivas” obligaron el cambio de leyes, la reubicación de ciudades y modificaron la economía, resaltando así el papel de la naturaleza como protagonista en el cambio social.

Gascón orienta su análisis con los conceptos riesgo, vulnerabilidad y amenaza como herramientas que permiten cuestionar el supuesto carácter natural de los desastres y afirmar que son las circunstancias políticas, sociales y económicas las que hacen susceptible a una sociedad a verse afectada por un evento natural. Para ella, el cuestionamiento del carácter natural de los desastres debería llevar a la investigación histórica a valorarlos, no como episodios históricos, deteniéndose en sus efectos inmediatos, sino como explicaciones pertinentes de los cambios sociales, observando sus impactos a largo plazo. Es decir, la

70

Margarita Gascón, “Impacto de las catástrofes naturales en sociedades coloniales”, en Nómadas No. 22 (abril de 2005): 62-72.

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mirada no va al proceso de construcción social del riesgo, sino a las consecuencias de la materialización del riesgo: el desastre.

Por medio de la página web del Observatorio Sismológico del Sur Occidente, OSSO, se tuvo acceso al texto “Elementos históricos y urbanos en la generación de desastres por inundaciones y deslizamientos en Cali, 1950 – 2000”.71 Este texto es el informe de la investigación de pregrado llevada a cabo por Nayibe Jiménez Pérez para optar al título de historiadora en la Universidad del Valle. En él, la autora hace un análisis de la relación causal entre la urbanización de Cali y la ocurrencia de desastres asociados a deslizamientos e inundaciones en dicha ciudad durante la segunda mitad del siglo XX. Para ello Jiménez se ocupó del comportamiento espacial y temporal de los desastres mencionados basándose en la información contenida en la base de datos Desinventar Colombia elaborada por el Observatorio Sismológico del Sur Occidente OSSO en 2002, el Plan para la mitigación de riesgos en Cali de 1996, fuentes hemerográficas, cartografías, historiografía urbana de Cali y datos socioeconómicos de la población. Debe destacarse que este trabajo además de aportar en la elaboración de una base de datos particular para Cali, constituye una aplicación de las bases de datos elaboradas bajo la metodología Desinventar, de la cual Jiménez hace una juiciosa exposición.

71

Nayibe Jiménez Pérez, “Elementos históricos y urbanos en la generación de desastres por inundaciones y deslizamientos en Cali, 1950 – 2000” (tesis de pregrado, Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 2005), http://osso.univalle.edu.co/doc/tesis/2005/elementos/elementos.html (19 de febrero de 2007).

59


La autora comienza con una descripción somera de los dos grandes tipos de abordajes científicos que se han hecho en torno al tema de los desastres naturales: el derivado del paradigma tecnocrático o dominante, desde el que se atienden los grandes desastres concibiéndolos como producto de la presencia de los fenómenos naturales y que privilegia un enfoque fisicalista y por ende reduccionista de los desastres, y el abordaje hecho desde las ciencias sociales que dimensiona los desastres como resultado de procesos sociales en los que un fenómeno natural agudiza o desencadena, más no provoca, situaciones sociales desastrosas.

En este sentido conceptos como riesgo, vulnerabilidad y amenaza se

convierten en claves para estudiar los desastres; conceptos con los que Jiménez orienta su investigación y que define relacionándolos con el proceso de urbanización, en particular con sus características sociales de pobreza y segregación espacial, así como con la degradación ambiental inherente a dicho proceso. De esta manera Jiménez aplica una concepción de los desastres como producto de procesos históricos de construcción social del riesgo, en los que las vulnerabilidades de la población son determinantes y se derivan tanto de la relación no armónica entre la sociedad y la naturaleza como de los “problemas no resueltos de los modelos de desarrollo”.72 De acuerdo con esta perspectiva, Jiménez Pérez resalta la importancia de atender los desastres de pequeña y mediana magnitud, ya que su impacto acumulado puede llegar a ser tan importante como el de los grandes desastres.

72

Nayibe Jiménez Pérez, “Elementos históricos y urbanos en la generación de desastres”, 32.

60


Desde este marco teórico, la autora establece los periodos 1950-1962, 1963-1977 y 19782000 a partir de la relación de tres variables que son: el comportamiento espacial y temporal de los desastres, la tendencia de crecimiento de la ciudad y los problemas del sistema de alcantarillado. Jiménez Pérez encuentra que la ocurrencia de los desastres es continua durante todo el periodo estudiado aunque con algunos momentos breves de intensificación o disminución, que correspondieron con las temporadas lluviosas y secas de La Niña y El Niño respectivamente, así como una reducción de las inundaciones al final del periodo relacionada con la construcción de obras de alcantarillado y conducción de aguas.

La identificación de las causas de los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones es clara: éstas tuvieron que ver con el poblamiento de zonas inadecuadas para habitar por ser zonas de inundación de los ríos Cali y Cauca o de sus tributarios, porque los asentamientos se hacían sobre antiguas ciénagas y lagos desecados que constituían sistemas hídricos de regulación de los ríos mencionados, o lugares que eran inadecuados por la ausencia de un sistema de alcantarillado que evacuara tanto las aguas domésticas como las lluvias. Igualmente, el poblamiento de laderas con materiales y técnicas no adecuadas generó desastres asociados a deslizamientos sobre todo a partir de 1970. Ese poblamiento en zonas inadecuadas, que constituye una condición de vulnerabilidad por origen, es identificado por Jiménez como consecuencia de la especulación del suelo urbano y la falta de planificación por parte de los organismos estatales, que generaron la segregación socioespacial de la población pobre y por ende el establecimiento de barrios piratas, de invasión y sin el equipamiento urbano necesario.

61


Jiménez Pérez resalta la utilidad del sistema de inventarios de desastres Desinventar, no sólo para organizar la información sino para obtener una mirada de conjunto, en términos espaciales y temporales, de los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones y llama la atención respecto a que el estudio de la vulnerabilidad en Colombia es un campo poco explorado que merece ser abordado desde las diversas disciplinas científicas con el ánimo de lograr acciones eficaces para la disminución del riesgo.

Con la revisión de este conjunto de trabajos se puede apreciar que la compilación Historia y desastres en América Latina constituye una muestra significativa de la historiografía de desastres y por lo tanto permite examinar las perspectivas teóricas y las opciones metodológicas aplicadas al estudio histórico de los desastres naturales en América Latina. En general, los trabajos descritos coinciden en una concepción de los desastres como expresión y producto tanto de las relaciones sociales como de la relación histórica establecida entre la sociedad y la naturaleza. Desde esta concepción se ha puesto la mirada en los momentos posteriores a la ocurrencia de los desastres, atendiendo así los efectos sociales, las estrategias de adaptación y prevención, los conflictos sociales y el manejo que los grupos dominantes hacían de los desastres para preservar el orden y con él su posición política, social y económica a través de mecanismos como la instrumentalización del Estado. Así mismo, se han abordado los procesos causales de los desastres, orientando la mirada a los momentos y procesos previos a su ocurrencia.

En este sentido se ha

establecido el carácter determinante del modo de producción en la génesis de los desastres, tanto por los efectos sociales que implica como por los tipos de relación con el medio natural que conlleva. Es decir, las formas sociales de apropiación del espacio, los tipos de

62


organización y jerarquización social, y las características de la producción, con los pensamientos que les sustentan, aparecen en los textos como determinantes para que la ocurrencia de un fenómeno natural fuera socialmente desastrosa. De ahí que se hayan identificado principalmente casos de vulnerabilidad por origen con sus características de progresividad y diferencialidad, así como casos de vulnerabilidad ideológica y de generación de amenazas por degradación ambiental.

El reducido número de trabajos de este tipo en Colombia muestra un campo historiográfico todavía naciente, constituido básicamente por investigaciones de pregrado que tienen una orientación clara hacia los procesos del riesgo, en particular aquellos marcados por el crecimiento urbano de algunas ciudades colombianas durante el siglo XX.

Esto es

importante porque además de identificar algunas condiciones de vulnerabilidad a partir de la indagación en fuentes históricas, se hace un rastreo histórico de su proceso de conformación, lo que permite avanzar desde una historia de desastres hacia una historiografía del riesgo.

63


CAPÍTULO 1. LA NATURALEZA DE LOS DESASTRES En la ciudad de Medellín, al igual que en muchas ciudades latinoamericanas, se presentó durante el siglo XX un proceso de crecimiento urbano que, si bien estuvo relacionado intrínsecamente con aspectos demográficos, fue definido por las condiciones económicas y políticas del sistema mundial.73 La recomposición de las relaciones internacionales en los planos económico y político posterior a la crisis financiera de 1929, marcó el comienzo de un proceso de masificación urbana en América Latina que recorrió todo el siglo XX,74 y que en el caso de Medellín, dadas las condiciones sociales y ambientales que se fueron configurando con él, constituyó el contexto causal de los desastres llamados naturales.

Comenzando el siglo XX, el área urbana de la ciudad estaba delimitada al occidente por el río Medellín, al oriente por el barrio Boston, al sur por la calle San Juan y el límite norte lo conformaban el barrio Villanueva y la quebrada La Loca.75 Además de este núcleo urbano había algunos asentamientos dispersos llamados fracciones, como El Poblado y Guayabal al sur de la ciudad, en la margen oriental y occidental del río respectivamente; Belén al suroccidente, La América al occidente y Robledo al noroccidente. Esta distribución del área urbana esta representada en el mapa 1.

73

Medellín está ubicada en un valle estrecho en la cordillera central de los Andes: el Valle de Aburrá, que es la cuenca del río Aburrá o Medellín. Éste con una orientación norte sur, tiene cerca de 70 Km. de longitud y su parte más ancha, donde esta ubicada Medellín, llega a los 8 Km. aproximadamente; la ciudad tiene una altitud cercana a los 1535 msnm. 74 José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1999), 385-388. 75 Marta Inés Villa Martínez, “Medellín: de aldea a metrópoli. Una mirada al siglo XX desde el espacio urbano”, en Historia de las ciudades e historia de Medellín como ciudad (Medellín: Corporación Región, 2007), 101.

64


Durante los años treinta, esos asentamientos fueron convirtiéndose en barrios que se comunicaban con el centro de la ciudad y entre ellos por vías construidas o asfaltadas durante el transcurso de esa década.76

Entonces, además de la densificación del

poblamiento existente a principios del siglo y de esta anexión de las antiguas fracciones al occidente y al sur de la ciudad, la mancha urbana se expandía hacia el norte y el oriente por las laderas de la vertiente oriental del valle y en zonas llanas próximas al río a merced de las obras de canalización y rectificación de su cauce que permitían paulatinamente la urbanización de algunas áreas, como puede verse en el mapa 2.77

A la par con este

crecimiento de la ciudad, fueron ocurriendo desastres asociados a inundaciones en las vías que conducían a las “fracciones”,78 en el “sector nororiental”,79 en el barrio Colón, prolongación hacia el sur del área urbana descrita,80 y en los barrios ubicados cerca del río.81

76

Fernando Botero Herrera, “Barrios populares en Medellín, 1890–1950”, en Historia de Medellín Tomo I, 369. Francoise Coupé, "Migración y urbanización. 1930 - 1980", en Historia de Medellín Tomo II, 563. 77 Francoise Coupé, "Migración y urbanización. 1930 - 1980", 564 – 565. 78 “Los numerosos desastres causados por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 8 de noviembre, 1933, 2. 79 “Las inundaciones de ayer”, El Colombiano, Medellín, 17 de febrero, 1934, 1-2. 80 “Una violenta granizada cayó ayer en la ciudad”, El Colombiano, Medellín, 30 de enero, 1934, 2. 81 “Furiosa creciente del Medellín causó gravísimos estragos ayer”, El Colombiano, Medellín, 19 de octubre, 1944, 4. “Desbordado el río Medellín”, El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1947, 1, 8.

65


Mapa 1. Mancha urbana de MedellĂ­n c.a 1900

Elaborado a partir de Historia de MedellĂ­n, (BogotĂĄ: Suramericana de Seguros, 1996), tomo I, 347 y tomo II, 524-525.

66


Mapa 2. Mancha urbana de MedellĂ­n c.a 1930

Elaborado a partir de Historia de MedellĂ­n, (BogotĂĄ: Suramericana de Seguros, 1996), tomo I, 347 y tomo II, 524-525.

67


Mapa 3. Mancha urbana de MedellĂ­n c.a. 1950

Elaborado a partir de Historia de MedellĂ­n, (BogotĂĄ: Suramericana de Seguros, 1996), tomo I, 347 y tomo II, 524-525.

68


Mapa 4. Mancha urbana de MedellĂ­n c.a. 1970

Elaborado a partir de Historia de MedellĂ­n, (BogotĂĄ: Suramericana de Seguros, 1996), tomo I, 347 y tomo II, 524-525.

69


Mapa 5. Mancha urbana de MedellĂ­n c.a. 1989

Elaborado a partir de Historia de MedellĂ­n, (BogotĂĄ: Suramericana de Seguros, 1996), tomo I, 347 y tomo II, 524-525.

70


Mapa 6. Mancha urbana de MedellĂ­n 1900-1989

Elaborado a partir de Historia de MedellĂ­n, (BogotĂĄ: Suramericana de Seguros, 1996), tomo I, 347 y tomo II, 524-525.

71


La poca densificación de las áreas bajas urbanizables en la ciudad fue obligando el poblamiento de zonas cada vez más altas, por lo que cerca a 1950 las laderas orientales de la ciudad presentaban un grado importante de urbanización.82 En correspondencia con esto, comenzaron a presentarse allí desastres asociados a deslizamientos así como a inundaciones en “los barrios bajos”.83

Entre 1951 y 1973 la población de Medellín creció más de tres veces al pasar de 358.819 personas a 1´150.762 habitantes,84 situación que se reflejó en el aumento de la urbanización en algunos sectores de las áreas urbanas mencionadas y en la expansión de la ciudad hacia el norte y hacia el sur en las dos vertientes del valle, tal como puede apreciarse en los mapas 3 y 4. Este crecimiento de la mancha urbana coincidió con la ocurrencia de desastres asociados a inundaciones “en diversos sectores de todos los costados” de la ciudad:85 barrios del oriente como Las Estancias, Alejandro Echavarría, La Toma, Villatina, Buenos Aires, Colón, La Milagrosa, El Salvador, Gerona, Estación Villa y Prado; del nororiente como Manrique central, Manrique oriental, Sevilla, Campo Valdés y Aranjuez; del suroriente como el Barrio Colombia; del suroccidente como Guayabal, Trinidad, Belén, Las Violetas, Campoamor, La Raya y Altavista; del occidente como Laureles, San Joaquín, Nutibara y La América y otras zonas cercanas a las cuencas de las quebradas Iguaná,

82

Fabio Botero Gómez, Cien años de la vida de Medellín. 1890-1990 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, Municipio de Medellín, 1999), 520. Y Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una ciudad”, en Historia de Medellín. Tomo I, 102. 83 “Desbordado el río Medellín”, 1, 8. “El primer aguacero de 1959 cayó ayer en forma torrencial”, El Colombiano, Medellín, 22 de julio, 1959, 7. 84 Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una ciudad”, 103. 85 “30 inundaciones en Medellín ayer por lluvia de dos horas”, El Colombiano, Medellín, 1 de marzo, 1965, 21.

72


Picacha, Ana Díaz y Los Huesos en la parte occidental de Medellín.86 Así mismo, se presentaron desastres asociados a deslizamientos en Media Luna al oriente; en los barrios Campo Valdés, Aranjuez, Santa Cruz, Moravia, La Piñuela, Manrique y Popular al nororiente, en La Floresta y La Iguaná en el occidente y Belalcázar al noroccidente.87 Con la expansión urbana, tanto la frecuencia como el área de ocurrencia de los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones fueron aumentando, por lo que la acción institucional, que consistía básicamente en atender las situaciones de emergencia con el Departamento de Bomberos y algunos cuerpos de seguridad, iba haciéndose ineficaz. Esta situación ya era notoria a finales de la década de 1960, cuando en la prensa se afirmaba que el personal de bomberos era “insuficiente a todas luces”.88

El crecimiento de Medellín continuó entre 1970 y 1991 hasta la saturación del espacio urbano. Al urbanizar laderas cada vez más altas y periféricas y zonas más próximas a las quebradas, especialmente en los extremos oriental, occidental, nororiental y noroccidental de la ciudad, los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones se hicieron mucho más recurrentes.

Entonces, el desequilibrio en la ocupación del suelo evidenciaba la

segregación espacial en la configuración de la estructura urbana de Medellín: en la década de 1980 mientras en el centro de la ciudad había 67 habitantes por hectárea, en un barrio de

86

“Un solo muerto en la pavorosa inundación del domingo pasado”, El Colombiano, Medellín, 22 de mayo, 1951, 2. “30 inundaciones en Medellín ayer por lluvia de dos horas”, El Colombiano, Medellin, 1 de marzo, 1965, 21. “Medellín continúa siendo castigada por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 14 de mayo, 1967, 4. “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellin, 20 de febrero, 1968, 4. “Graves inundaciones hubo ayer en Medellín”, El Colombiano, Medellín, 5 de diciembre, 1968, 4. “Un muerto durante las inundaciones de ayer”, El Colombiano, Medellín, 28 de noviembre, 1970, 4. 87 Corporación OSSO - La RED (2005). Base de datos de Desinventar Colombia. 88 “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de febrero, 1968, 4.

73


población pobre por cada hectárea vivían 419 personas.89 Esta segregación explica por qué en Medellín, cerca a 1990, se hablaba de la existencia de dos ciudades:90 la de las clases altas y medias con un hábitat seguro y digno y la de las clases populares, donde sus habitantes vivieron “hacinados en zonas de alto riesgo”.91

El trabajo de revisión de las fuentes permitió identificar, desde una perspectiva cualitativa, tres aspectos derivados del crecimiento de la ciudad bajo el modo de producción capitalista que están en los orígenes de los desastres ocurridos en Medellín durante los años 1930 y 1991. Éstos son la segregación espacial, la pobreza y la transformación intensiva de la naturaleza. Debe anotarse que aunque se expongan como elementos separados, en la realidad histórica de Medellín éstos fueron simultáneos y tenían una relación compleja. Con el ánimo de exponer su incidencia en la génesis de los desastres asociados a inundaciones y deslizamientos en Medellín, estos tres aspectos son ejemplificados con sucesos desastrosos hallados en la prensa local, relacionándolos así en el proceso de construcción social del riesgo. Ese es el objeto del presente capítulo.

89

Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una ciudad”, 104. Francoise Coupé, Villa Tina: recuperación de la memoria espacial, ambiental y cultural de la población damnificada y/o asentada en zonas de riesgo (Medellín: Consultorio del Habitat Popular, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 1993), ítem I.1. y "Migración y urbanización. 1930 - 1980", 570. 91 Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una ciudad”, 104. 90

74


1.1 La riesgosa doble marginalidad Sin ingresos fijos ni suficientes, alojados en viviendas precarias y generalmente sin los servicios imprescindibles y sin posibilidad de conservar la unidad familiar, vastos sectores sociales –los últimos estratos de la masa- constituyeron un mundo dos veces marginal: porque habitaban en los bordes urbanos y porque ni participaban en la sociedad normalizada ni en sus formas de vida. José Luis Romero, Latinoamérica: las ciudades y las ideas.

De acuerdo con José Luis Romero, en el proceso de crecimiento y masificación de las ciudades latinoamericanas durante el siglo XX, grandes grupos de población sufrieron una doble marginalidad que involucraba lo espacial y lo social: excluidos de la distribución de la riqueza, y a veces de la reproducción de la misma, la población pobre tuvo que irse a vivir en lugares periféricos, generalmente poco aptos para el establecimiento de viviendas.

En el caso de Medellín, con base en las noticias sobre desastres emitidas en la prensa local, se identificaron sucesos desastrosos producidos por condiciones de vulnerabilidad asociadas a esa doble marginalidad: las personas afectadas estaban asentadas en lugares no aptos para vivir y además en unas condiciones de pobreza que acentuaban el carácter inadecuado del hábitat respecto a la ocurrencia de fenómenos naturales.

Atendamos en primera instancia la pobreza de la población afectada, para luego relacionarla con la segregación espacial como elementos constitutivos de las causas de los desastres, es decir, como parte del proceso de construcción social del riesgo.

75


1.1.1. Pobreza y tugurización del hábitat

Un aspecto clave del capitalismo es que la riqueza producida por el conjunto social se concentra en un reducido número de personas, lo que tiene como consecuencia la pobreza de un gran segmento de la población. Si bien la ciudad ha sido un espacio central en el modo de producción capitalista, las relaciones sociales que de él se derivan también afectan a las poblaciones rurales. En el siglo XX, conforme a las jerarquías del orden mundial, el campo colombiano siguió siendo usufructuado bajo el modelo agroexportador y fue la despensa de materias primas tanto para el intercambio comercial en el mercado mundial, como para la producción industrial interna.

Esto es relevante porque esos procesos

económicos también produjeron pobreza en el campo, desde donde los pobladores empobrecidos por la instauración de relaciones capitalistas migraron hacia las ciudades a afrontar una doble marginalidad que los llevó a vivir en riesgo.

Durante los primeros treinta años del siglo XX, la población de Medellín aumentó hasta sobrepasar los cien mil habitantes.92 Este aumento, más que por el crecimiento natural de la población, se derivó principalmente de la inmigración que generó la crisis agraria.93 Provenientes principalmente de poblaciones y zonas rurales vecinas,94 quienes llegaron a Medellín durante la primera mitad del siglo XX eran pobladores campesinos expulsados por la pobreza en los campos después de la guerra de los mil días (1899-1902), por la 92

Juan Fernando Echavarría Uribe, "Demografía. El paso de los habitantes por el siglo XX", Revista Antioqueña de Economía y Desarrollo No. 30 (septiembre - diciembre 1989): 73-74. 93 Jorge Isaac Ramírez Echeverri, "Crecimiento urbano de Medellín. 1930-1985" (tesis maestría, Programa de estudios de posgrado en geografía, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, 1988), 154-156. 94 Claudia Avendaño Vásquez, "Desarrollo urbano en Medellín, 1900 -1940", en Historia de Medellín. Tomo I, 344. Francoise Coupé, "Migración y urbanización. 1930 - 1980", 563.

76


merma de la actividad minera de fines del siglo XIX, la crisis "cafetera y financiera" en Antioquia entre 1904 y 1912 y por la concentración de la tierra que se agudizaba conforme pasaban los años.95 Si bien el latifundio ya era una de las características de la estructura agraria colombiana, varios factores incidieron para que aumentara mucho más a medida que avanzaba el siglo. Uno de ellos fue la pérdida de las tierras por parte de aquellos campesinos que habían logrado conseguirlas en la llamada colonización antioqueña. Sus tierras quedaron en manos de grandes propietarios, empresarios y comerciantes, que se apoderaron de las tierras de los campesinos y después siguieron concentrándola a merced de los procesos de colonización dirigida o empresarial.96 Entre los factores incidentes en la crisis rural también estuvieron la negativa de los terratenientes a la aparcería, pues temían perder sus tierras por los anuncios de reforma agraria y por las luchas campesinas,97 y la mecanización del campo, que disminuyó la demanda de mano de obra rural.98 Además de esto, según Cunill Grau, debe considerarse como causa de las migraciones desde el campo hacia la ciudad, durante el siglo XX en América Latina, la progresiva pérdida de utilidad de los conocimientos campesinos ancestrales en cuanto a los tiempos de siembra y cosecha a raíz de los cambios climáticos.99 En la segunda mitad del siglo XX, la violencia política, la tecnificación del campo y el latifundio causaron el éxodo de campesinos que llegaban a Medellín desde distancias cada vez mayores.100 Fueron diversas causas que confluían todas en la concentración de la tierra y la explotación de la naturaleza; razones todas que 95

Claudia Avendaño Vásquez, "Desarrollo urbano en Medellín, 1900 -1940", 344. Renán Vega Cantor, Gente Muy rebelde. Tomo 2. Indígenas, campesinos y protestas agrarias (Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico, 2002), 131. 97 Jorge Isaac Ramírez Echeverri, "Crecimiento urbano de Medellín. 1930-1985", 51. 98 Jorge Isaac Ramírez Echeverri, "Crecimiento urbano de Medellín. 1930-1985", 51. 99 Pedro Cunill Grau, Las transformaciones del espacio geohistórico latinoamericano. 1930-1990 (México: El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1996), 23. 100 Francoise Coupé, "Migración y urbanización. 1930-1980", 565-566, 568. 96

77


generaron la migración campesina hacia Medellín, en donde el número de habitantes se duplicó cada once años entre 1938 y 1964 y sobrepasó el millón en 1973.101

La pobreza del campesinado emigrante se tradujo en miseria en la ciudad, pues como dice Elizabeth Mansilla refiriéndose a América Latina en términos generales, "la ciudad no ha sido capaz de ofrecer un mejoramiento sustancial a las poblaciones pobres que emigraron, sino que por el contrario estas poblaciones han tenido que enfrentarse con nuevas formas de pobreza".102 Así ocurrió en Medellín. La pobreza de los campesinos se agudizó al llegar a la ciudad, pues ésta, más que un espacio ideal para habitar, era cada vez más "un mero instrumento de reproducción del capital".103 Las opciones que los campesinos, afectados por desastres años después, encontraron al llegar a Medellín no significaron mejora económica o material alguna, pues no todos eran absorbidos como mano de obra en las industrias y las opciones de empleo se restringían a actividades de poca o casi nula remuneración tales como "embetunada, recolección de desperdicios en los botaderos de basura, compra y venta de periódicos", entre otras.104

El desastre asociado a un

deslizamiento ocurrido en el barrio Santo Domingo Savio el 29 de septiembre de 1974, es uno de los ejemplos en la historia de Medellín que ilustran, además de la pobreza, el origen campesino de quienes resultaron perjudicados por este tipo de sucesos: la fuente indica que las personas afectadas ese día, llegaron a la ciudad buscando mejorar sus condiciones económicas, provenientes “de los cuatro puntos cardinales rurales del Departamento de 101

Juan Fernando Echavarria Uribe, “Demografía. El paso de los habitantes por el siglo XX”, 74, 75. Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una ciudad”, 103. 102 Elizabeth Mansilla, Riesgo y ciudad (México: Universidad Autónoma de México, LA RED, 2000), 104. 103 Elizabeth Mansilla, Riesgo y ciudad, 71-72. 104 Pedro Nel Córdoba Laverde, "280 personas damnificadas, albergadas en cuatro centros", El Colombiano, Medellín, 30 de septiembre, 1974, 15.

78


Antioquia”.105

Entre ellas, la familia de los esposos Ofelia Londoño de Castaño y

Argemiro Castaño, que eran oriundos de Abejorral y vivían en el sector desde cerca a 1965.106

Sobre este asunto, vale citar algunas palabras del editorial del periódico El

Colombiano publicado el día 29 de septiembre de 1987 a raíz de un desastre ocurrido en el barrio Villatina.

En él se afirma que: “se ha tolerado, por omisión e indolencia, la

depresión progresiva de las áreas campesinas. El espejismo de las ciudades ha estimulado el flujo de la población hacia sectores que, como las laderas cincurdantes del Valle de Aburrá, no ofrecen siquiera mínimas garantías para el desarrollo de una vida segura y digna”.107

Durante todo el periodo estudiado, en la fuente se evidencia el vínculo entre la pobreza y la ocurrencia de los desastres naturales. Desde la década de 1930 encontramos referencias explícitas a las condiciones de pobreza y en algunos casos a la precariedad de la vivienda y al hacinamiento en que vivían las personas afectadas por desastres. Por ejemplo, el 6 de noviembre de 1933 a raíz del desbordamiento del río Aburrá se inundaron varios sectores de la ciudad, entre ellos, los aledaños al puente de la calle Colombia, una de las vías que comunicaban al núcleo histórico de Medellín con la margen occidental del río. En aquella ocasión, se afirma en la fuente, “fue arrastrada por las aguas una pequeña choza” en la que vivía una familia descrita como “numerosa” y “de circunstancias económicas paupérrimas”.108 Era la situación de las “gentes de escasas posibilidades económicas” que

105

"'En busca de mejores horizontes' llegaron habitantes al barrio", El Colombiano, Medellín, 30 de septiembre, 1974, 12. 106 Fernando Londoño, “85 familias imploran una vivienda”, El Colombiano, Medellín, 1 de octubre, 1974, 14. 107 “Editorial”, El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1987, 5a. 108 “Los numerosos desastres causados por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 8 de noviembre, 1933, 2.

79


fueron afectadas por inundaciones de la quebrada doña María al sur de Medellín en 1955,109 la pobreza de quienes habitaban las riberas de la quebrada Santa Elena, catalogada de “alarmante” en 1967,110 o de las 150 personas evacuadas después de un deslizamiento en el barrio Enciso-El Pinal el primero de junio de 1980: "gentes paupérrimas" y "de extremada pobreza".111 Este vínculo entre pobreza y desastres se evidencia en la fuente con más fuerza en correspondencia con el crecimiento de la ciudad por las laderas y el consecuente aumento en la frecuencia de los deslizamientos de tierra e inundaciones. En 1971, por ejemplo, ya se hacía referencia clara a “los habitantes de las franjas de tugurios”.112 Igualmente, en un reportaje emitido en 1984 se reconocía que "se ha dicho -y los hechos así lo demuestran- que siempre son los barrios habitados por gentes de escasos recursos económicos, los más afectados".113

Visible en la tugurización del hábitat, la pobreza llegaba a tales niveles que en 1964 se censaron 1506 tugurios en Medellín y en 1973, de un total de 173034 viviendas censadas, había 1832 tipificadas como viviendas de desecho, 922 como vivienda en edificios no destinados para habitación, 3038 como rancho, choza o cabaña y seis como carpa o cueva.114 Las características de la vivienda de Manuel Higuita, afectado en octubre de 1980 por un desastre asociado a un deslizamiento en el barrio Caicedo, al oriente de la ciudad,

109

“Alrededor de 200 personas se hallan en la miseria”, El Colombiano, Medellín, 27 de noviembre, 1955, 1. “En cerca de un millón calculan las pérdidas por inundaciones”, El Colombiano, Medellín, 15 de mayo, 1967, 4. 111 Pedro Nel Córdoba L, "Emergencia en el barrio 'El Pinal'", El Colombiano, Medellín, 2 de junio, 1980, 16b. 112 “Numerosas inundaciones hubo anoche en Medellín”, El Colombiano, Medellín, 10 de mayo, 1971, 2. 113 "La tragedia", El Colombiano, Medellín, 5 de agosto, 1984, 14b. 114 Jorge Isaac Ramírez Echeverri, "Crecimiento urbano de Medellín. 1930-1985", 104-105. 110

80


nos permiten apreciar la tugurización del hábitat y la marginalidad de aquellos habitantes de la ciudad perjudicados por la ocurrencia de desastres: "Manuel Higuita [...] hacia tres meses, con mil sacrificios había levantado, ayudado por dos o tres amigos, un tugurio improvisado. Cuatro hojas de zinc que consiguió en Barrio Triste, a cambio de un día de descargar un viaje de chatarra en un depósito del lugar. Diez estantillos de segunda que adquirió en un depósito de maderas por botar varios bultos de viruta. Una desvencijada puerta de un negocio de materiales de segunda, un trueque por celar una noche en que el encargado de hacerlo tenía su día de descanso".115

Además de la incidencia de este tipo de vivienda en la construcción social del riesgo, pues configura una condición de vulnerabilidad, debe tenerse en cuenta que ante tal situación de pobreza no sólo se está expuesto a sufrir algún daño por la presencia de un fenómeno natural, sino que la magnitud de la afectación es mayor al no contar con recursos que permitan recuperarse del mismo.116 Es por eso que las circunstancias económicas precarias constituyen en sí mismas una condición de vulnerabilidad ante fenómenos naturales.117 Al respecto, es bastante diciente la recomendación hecha por una comisión de geólogos designada para estudiar las posibles causas del ya mencionado desastre en el barrio Villatina en el año 1987, donde el 40% de las viviendas afectadas era “de tipo tugurial”.118 La comisión afirmó entonces que: “la fórmula no es controlar la naturaleza sino contrarrestar la pobreza”.119

115

Alberto Restrepo, "Tres angustias", El Colombiano, Medellín, 23 de octubre, 1980, 1c Gilberto Romero y Andrew Maskrey, "Cómo entender los desastres naturales", 5. 117 Gilberto Romero y Andrew Maskrey, "Cómo entender los desastres naturales", 5. 118 El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1987, 4b. 119 El Colombiano, Medellín, 2 de octubre 2, 1987, 2b. 116

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Conjugada con la pobreza, la ubicación de la vivienda tuvo un papel importante en la configuración del riesgo.

La doble marginalidad, como se ha dicho, también estaba

constituida por la segregación espacial, aspecto que trataremos a continuación.

82


1.1.2. Segregación espacial

La segregación espacial de quienes eran excluidos de la riqueza y el poder no fue un fenómeno particular de la Medellín del siglo XX. Un año después de la erección de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín en 1675, las autoridades del cabildo impusieron su orden sobre el espacio y enviaron hacia la periferia a los indígenas, mulatos y mestizos que vivían en el marco de la plaza de la villa recién erigida:120 segregación espacial que expresaba la exclusión y la jerarquía social, pues estos lugares de la plaza, ordenó el cabildo, se concederían "a las personas españolas y de más lustre".121 Sin embargo, fue durante el proceso de crecimiento urbano en el siglo XX que la segregación espacial significó, para cada vez más habitantes de Medellín, vivir en riesgo.

En su estudio sobre el crecimiento urbano de Medellín, Jorge Ramírez afirma que la estructura urbana de la capital antioqueña se caracteriza por una “fuerte segregación espacial ocasionada fundamentalmente en los procesos de valorización de rentas urbanas y por la intervención estatal […] de acuerdo a las necesidades del capital”, elemento propio de las áreas urbanas de países capitalistas dependientes.122 En Medellín, desde finales del siglo XIX, quienes habían acumulado su fortuna con el comercio, la minería y el café, encontraron en el suelo urbano nuevas formas de lucro, por lo que se propusieron ordenar el espacio para adecuarlo conforme a sus intereses económicos. Para esto se sirvieron del 120

Libro de actas del Muy Ilustre Cabildo de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín. Acotaciones de Manuel Monsalve, Medellín, 1937, vol: I, 95. Citado por Víctor M. Álvarez, M., "Poblamiento y población en el Valle de Aburrá y Medellín. 1541-1951.", en Historia de Medellín Tomo I, 62. 121 Libro de actas del Muy Ilustre Cabildo de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, 95. 122 Jorge Isaac Ramírez Echeverri, “Crecimiento urbano de Medellín. 1930-1985”, 63-64.

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Estado, que fue una herramienta crucial en el establecimiento y consolidación de las relaciones capitalistas en la ciudad de Medellín. El Estado ha sido un instrumento de dominación política cuya importancia radica en que por medio de él “se trata de garantizar la reproducción de la sociedad y su viabilidad económica, política e ideológica”;123 función que la elite política y económica de Medellín tenía clara. Según Fernando Botero Herrera, en la clase dominante de la ciudad primaba una concepción instrumentalista del Estado según la cual éste debía estar bajo su control, cumplir con un papel gerencial, de carácter técnico y “corresponder a la racionalidad que la economía y los intereses privados requerían”.124 Una expresión de esa visión del Estado y de la intención de ordenar el espacio en busca del lucro, fue el proyecto del Plano de Medellín futuro, sancionado en 1890 por el Concejo Municipal y cuyo diseño se aprobó en 1913 por la misma corporación.125 En una de las consideraciones de este acuerdo municipal se afirmó la necesidad de “sentar las bases de una ciudad que con sus plazas, avenidas y calles satisfaga plenamente las exigencias del progreso”.126 Es decir, se quería comenzar el ordenamiento del espacio urbano para poder mercantilizarlo en concordancia con el modo de producción capitalista.

Este fue para Medellín el principio de un proceso que muchas ciudades

latinoamericanas vivieron durante el siglo XX, y en el que fueron instrumentalizadas a merced de la acumulación de riqueza: de centro político-administrativo pasaron a ser

123

Elizabeth Mansilla, Riesgo y ciudad, 33. Fernando Botero Herrera, Medellín 1890 – 1950. Historia urbana y juego de intereses (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1996), 32. 125 Verónica Perfetti, “Tres proyectos para un deseo: la ilusión de una ciudad”, 93. 126 Archivo Histórico de Medellín (AHM), Informes al Concejo, T244 de 1890, acuerdo 4 de 1890. Citado por: Fernando Botero Herrera, “Regulación urbana e intereses privados. 1890 – 1950”, en Historia de Medellín, Tomo I, 326. Subrayado agregado. 124

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centros de producción y de conducción del proceso de reproducción y acumulación, lo que las hizo “un mero instrumento de reproducción del capital”.127

Para valorizar la tierra urbana, desde principios del siglo XX los capitalistas locales aprovecharon la alta carencia de vivienda que había en la ciudad. Se ha calculado que cerca a 1920 sólo se construían en Medellín la mitad de viviendas que se necesitaban y que en más de la mitad de las casas existentes vivían entre ocho y nueve personas.128 La solución para ese déficit habitacional provino mayoritariamente del sector privado, que se lucró con la conversión de fincas en predios urbanos, con la consecuente urbanización de los mismos y con la sujeción de mano de obra para la industria que lograban por este medio.129 El negocio consistía en que el propietario del terreno valorizaba la tierra con la división en lotes y con el trazado de las calles que hacía aprovechando la fuerza de trabajo de los compradores, quienes iban pagando su solar con dos días de trabajo a la semana.130 A medida que el urbanizador vendía más lotes tenía más trabajadores para valorizar su futuro barrio y con esto los precios de los solares iban aumentando.131 Ese incremento presionaba a los posibles compradores a adquirir rápido el lote para evitar mayores costos y a la vez segregaba a quienes no podían pagar los nuevos precios.132 El loteo fue un modelo 127

Elizabeth Mansilla, Riesgo y ciudad, pp. 71-72. Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", en Historia de Medellín, Tomo I, 353. 129 Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 356, 357, 359. 130 Fernando Botero Herrera, “Barrios populares en Medellín, 1890-1950”, 365. 131 Además de la ganancia por la mercantilización del suelo, el urbanizador podía lucrarse de otras maneras, tal como lo muestra el caso del loteo de la finca Aranjuez a finales de la década de 1910 en el nororiente de la ciudad. Allí, Manuel J. Álvarez, uno de los principales empresarios del loteo en Medellín, alquilaba las herramientas y andamios necesarios para la construcción y proveía de teja a los futuros propietarios, para lo que instaló en el lugar un tejar que producía "de ocho a diez mil tejas mensuales" sólo para el abastecimiento del sector. Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 365. 132 Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 366. 128

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de urbanización de gran incidencia en el crecimiento de la ciudad, aplicado aún a finales del siglo XX en barrios en los que ocurrieron múltiples desastres en el período estudiado, como Santo Domingo Savio.133

Conjuntamente con esta modalidad de intercambio de trabajo por solares, se dieron otras modalidades de urbanización relacionadas de forma clara con la sujeción de mano de obra a las industrias y por ende con los intereses privados de la clase dominante de la ciudad. Una de ellas consistía en el ofrecimiento de viviendas para pagar a plazos o para arrendar. En el caso de venta, el obrero recibía el título de la vivienda una vez pagara el valor total de ésta o tras 25 años de trabajo.134 En otra, se ofrecían lotes o solares para la construcción de vivienda que se podían pagar con cuotas semanales, como en la Fábrica de Tejidos de Bello, cerca a 1920, en donde el monto semanal era de cincuenta centavos.135 En ambas modalidades lo que había de trasfondo era la sujeción de mano de obra para la industria y la generación de riqueza por medio de la venta de tierras y de material para la construcción; era el filantrópico ánimo de lucro de los capitalistas antioqueños, evidente en la publicidad de la época con que alentaban al posible comprador diciéndole: "su hijita de 12 años trabajando en la fábrica puede pagarlo".136 Estas modalidades de urbanización dejaron consecuencias desastrosas en la configuración espacial de la ciudad, pues con el monopolio de las mejores tierras para negocios de urbanización y para el establecimiento de la industria, se fue segregando población hacia zonas poco aptas para vivir. 133

Fernando Londoño, “85 familias imploran una vivienda”, El Colombiano, Medellín, 1 de octubre, 1974, 14. 134 Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 357. 135 Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 357. 136 Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 357.

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La acción urbanizadora de las instituciones también influyó en la segregación espacial. Cerca a 1930, a la par que Cheno Arroyave y la familia Cock loteaban fincas al oriente de la ciudad en Villatina y Campo Valdés respectivamente, el Banco Central Hipotecario construía el barrio Lleras en el suroriente, al occidente de la ciudad el Instituto de Crédito Territorial urbanizaba el barrio San Joaquín y la Cooperativa de Habitaciones para empleados edificaba el barrio Laureles: viviendas para clase alta y media.137 Aunque hubo opciones orientadas hacia la población pobre, éstas eran restringidas a personas asalariadas y con trayectoria urbana,138 por lo que quienes estaban desempleados, recién llegaban a la ciudad o simplemente no podían acceder a la vivienda por estos medios, tuvieron que habitar lugares inadecuados para tal fin, en las laderas o en los bordes de las quebradas, a través de invasiones o de ofertas de urbanizadores llamados piratas.

Lo anterior permite entender por qué en 1958 existían en Medellín 54 núcleos de urbanización pirata o de invasión, con 8600 viviendas habitadas por 55100 personas que constituían el 10% de la población de Medellín. En 1963 la cifra aumentó a 64 núcleos con un total de 15279 viviendas para 118826 habitantes, el 15% de la población, y en 1966 llegó a 76 núcleos con 25736 viviendas en total para 185110 personas, el 23.3% de la población.139 En 1970, debido a que en el registro sobre los núcleos piratas realizado por el Departamento de Planeación no se contaron los núcleos construidos por invasión, con

137

La urbanización por medio de instituciones servía para atar mano de obra con trayectoria urbana y era negocio para los capitalistas locales así no fueran los dueños de los predios a urbanizar, pues del tejar para el autoabastecimiento de un barrio en construcción, los capitalistas de Medellín –según Coupé- pasaron a promover industrias del sector de la construcción tales como la siderúrgica y la cementera. Francoise Coupé, “Migración y urbanización. 1930 – 1980”, 563 -564. 138 Francoise Coupé, “Migración y urbanización. 1930 – 1980”, 565 -566. 139 Jorge Isaac Ramírez Echeverri, “Crecimiento urbano de Medellín. 1930 – 1985”, 110, 114.

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menos de cinco años de fundados o con poca población, la cifra descendió a 42 núcleos.140 En ellos vivían 91329 personas, el 8.1% de la población, en 9849 viviendas de las que el 50% se encontraba en estado regular o malo.141 Dice además en el estudio de Planeación que en 15 de los núcleos había “viviendas que son constante peligro para la vida de quienes las habitan” y que en general se presentaba “mucho hacinamiento”, aspecto que “ayuda a dar una idea de la miseria en que viven estos grupos humanos”.142

Habíamos anotado cómo la elite de Medellín tenía una visión instrumentalista del Estado y cómo desde finales del siglo XIX se sirvieron de éste para ordenar el espacio de acuerdo con sus intereses económicos. Pues bien, la configuración espacial que se había gestado durante la primera mitad del siglo XX a partir de la mercantilización del suelo urbano, se acentuó con la zonificación y sectorización de Medellín en 1964 y con la promulgación del reglamento de urbanizaciones en 1968 por parte del Departamento de Planeación Municipal que, al controlar la urbanización pirata, restringió aún más las opciones de vivienda para la población de escasos recursos económicos, intensificándose con ello la segregación espacial de los pobres de la ciudad.143 Así, en la norma de 1964 se definió una tipología de seis áreas de vivienda y loteo para Medellín que expresaba una clara exclusión social en la ocupación del espacio.144 Las dos primeras áreas contemplaban lotes mínimos de 1200 m2 y 900 m2 respectivamente; fueron establecidas en la parte baja y central del suroriente y se destinaron para la clase alta. Las dos siguientes limitaban los lotes en 220 m2 y 160 m2 140

Gustavo Cano Álvarez, Los núcleos piratas en Medellín, 1970 (Medellín: Departamento de Planeación y Servicios Técnicos, 1970), 1-2. 141 Gustavo Cano Álvarez, Los núcleos piratas en Medellín, 1970, 41, 43. 142 Gustavo Cano Álvarez, Los núcleos piratas en Medellín, 1970, 41, 43. 143 Francoise Coupé, “Migración y urbanización. 1930 – 1980”, 565-569. 144 Fabio Botero Gómez, Cien años de la vida de Medellín 1890 – 1990, 541-544.

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mínimos respectivamente, correspondieron al área centro occidental de la ciudad y algunas áreas del centro oriente y fueron destinadas para la clase media. Y los dos últimos tipos de áreas, para la clase baja, definieron lotes mínimos de 105 m2 y 90 m2, décima parte del área 2 para clase alta, y se asignaron en las zonas nororiental, noroccidental y las áreas periféricas de éstas.145 Es importante tener en cuenta que el Valle de Aburrá se hace más estrecho en sus extremos, por lo que las áreas destinadas para la clase baja fueron las zonas más empinadas. El impacto de estas reglamentaciones en la fisonomía de la ciudad, sumado a la exclusión de la población pobre del mercado de vivienda, llevó a que en Medellín a través de loteos clandestinos e invasiones, se urbanizaran zonas que revistieron peligro por su cercanía a las quebradas o por las condiciones del suelo en las laderas y en donde ocurrieron desastres años después. De acuerdo con lo expuesto, y en relación con la identificación del proceso de construcción social del riesgo, es útil atender la lectura del espacio urbano de Medellín hecha por Jorge Ramírez, quién reconoce que la marcada influencia de los intereses privados de los capitalistas en la configuración de la ciudad, determinó “las formas, los tipos y las calidades de poblamiento. De ahí que una característica fundamental sea la segregación social en el ocupamiento del espacio".146

145 146

Fabio Botero Gómez, Cien años de la vida de Medellín 1890 – 1990, 541-544. Jorge Isaac Ramírez Echeverri, “Crecimiento urbano de Medellín. 1930 – 1985”, 51-52.

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Fotografía No. 1 Tugurio en zona de ladera, barrio Versalles parte alta, 1981

Fuente: El Colombiano, Medellín, 7 de mayo, 1981, 1c.

Fotografía No. 2 Tugurios en zona de ladera, barrio Granizal, 1984

Fuente: El Colombiano, Medellín, 16 de mayo, 1984, 1a.

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La segregación espacial y social, la doble marginalidad, llevó a sectores de la población a asentarse en zonas inadecuadas respecto a la ocurrencia de fenómenos naturales. Hasta cerca a 1950, la ubicación inconveniente de las viviendas se presentaba en las riberas del río o en zonas con un nivel freático alto, como el barrio Colón en el centro oriente de la ciudad. En 1927 el Colón era ya un barrio pobre establecido en un lugar reconocido por problemas de drenaje y cuyos terrenos se inundaron frecuentemente en el periodo estudiado.147 Un contraste entre el plano de Medellín de 1889,148 en el que se representan varias quebradas del área urbana de entonces, con el mapa de Medellín en 1932,149 permite apreciar el nacimiento de la quebrada de Los Ejidos en los terrenos en que posteriormente se urbanizó el barrio Colón, lo que explica por qué en el año 1934 el barrio Colón ya era reconocido como uno de los lugares de la ciudad "más propensos a las inundaciones".150

Respecto a las inundaciones asociadas a las crecientes del río Medellín, la fuente muestra que éstas fueron recurrentes, tanto que hicieron parte de los argumentos que se esgrimieron para el proyecto de rectificación del mismo.151 Sobre esto, en 1953 se afirmaba en la prensa que “la falta de canalización de tal río” era causa de las inundaciones “que se presentan habitualmente en esta ciudad en invierno”.152

147

Fernando Botero Herrera, "Barrios populares en Medellín. 1890-1950", 369. Archivo Histórico de Medellín (AHM), Fondo Concejo, planoteca 5, bandeja 13, folio 33, Plano de Medellín, Levantado por los alumnos de la Escuela de Minas, 1889, ACM. 149 AHM, Fondo Concejo, planoteca 5, bandeja 13, folio 29, Medellín 1932, Elaborado por la oficina de Guillermo Palacio & Cía. Ingenieros, 1932, FAES. 150 "Una violenta granizada cayó ayer en la ciudad", El Colombiano, Medellín, 30 de enero, 1934, 2. 151 Francoise Coupé, “Migración y urbanización. 1930-1980”, 565. 152 “Violenta tempestad azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de septiembre, 1953, 1, 14. 148

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Fotografía No. 3. Inundación en el barrio Colón, 1959

Fuente: El Colombiano, Medellín, 21 de marzo, 1959, 1.

Fotografía No. 4. Inundación en el barrio Colón, 1959

Fuente: El Colombiano, Medellín, 21 de marzo, 1959, 1.

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Como puede observarse en la fotografía No. 5, el río atravesaba el Valle de Aburrá con numerosos meandros y por ende unas zonas de inundación históricas, aquello que algunas personas llaman la memoria del río. Cuando su caudal crecía, se presentaban desastres en las zonas naturales de inundación que se encontraban pobladas. Algunos sucesos como las inundaciones ocurridas el 19 de octubre de 1944, día en que "las grandes avenidas del río inundaron todos los terrenos ribereños";153 las del 28 de septiembre de 1947 cuando el río se desbordó "a lo largo de todo el cauce en el valle de aburrá, arrastrando a su paso todo lo que se interponía y causando graves daños en propiedades y edificaciones que lo bordean",154 y las del 19 de septiembre de 1953, que según la fuente se debieron “a la carencia de obras de defensa de los barrios situados a nivel muy bajo en relación con el río Medellín”,155 corroboran lo expuesto.

A partir de 1950 en la fuente se encuentran desastres causados por la ubicación inconveniente de las viviendas en las cuencas hidrográficas y en las laderas de ambas vertientes del valle, en áreas por donde se fue expandiendo la ciudad hacia el oriente, el occidente, el nororiente y el noroccidente y hacia algunas zonas bajas del occidente y el suroccidente. La investigación permitió identificar inundaciones en barrios establecidos cerca a quebradas como la Santa Elena,156 La Castro,157 La Palencia,158 La Gallinaza159 y

153

"Furiosa creciente del Medellín causó gravísimos estragos ayer", El Colombiano, Medellín, 19 de octubre, 1944, 4. 154 "Desbordado el río Medellín", El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1947, 1, 8. 155 “Violenta tempestad azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de septiembre, 1953, 1, 14. 156 “Medellín continúa siendo castigada por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 14 de mayo, 1967, 4; “A causa del aguacero: en más de 10 barrios de la ciudad hubo inundaciones ayer”, El Colombiano, Medellín, 7 de septiembre, 1979, 14b; “En Itagüí y Medellín se presentaron inundaciones”, El Colombiano, Medellín, 2 de diciembre, 1980, 16b; Pedro Nel Córdoba, “Ayer en Medellín: 15 heridos por temporal”, El Colombiano, Medellín, 23 de abril, 1984, 1a; “Numerosas inundaciones durante el aguacero de ayer”, El Colombiano, Medellín, 15 de mayo, 1985, 11a.

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La Arenera160 en el oriente, La Mansión161 en el nororiente, La Iguaná162 y La Minita163 en el noroccidente y La Altavista164 y La Guayabala en el suroccidente.165 Fotografía No. 5. Trazo del recorrido original y tramo de la rectificación del río Medellín en el Poblado c.a. 1942.

Fotografía de Francisco Mejía. Fuente: Claudia Avendaño Vásquez, “Desarrollo urbano en Medellín. 1900-1940”, en Historia de Medellín tomo I, (Bogotá: Suramericana de Seguros, 1996), 348. 157

Fáber Molina Amariles, “Tragedia en el barrio Caicedo”, El Colombiano, Medellín, 7 de septiembre, 1979, 14b. 158 “Fuerte vendaval causó grandes daños ayer tarde”, El Colombiano, Medellín, 28 de octubre, 1953, 1; “Ochenta casas inundó ayer ‘La Palencia’”, El Colombiano, Medellín, 10 de abril, 1963, 2; César Pérez Berrio, “En Medellín varias quebradas crean dificultades”, El Colombiano, Medellín, 30 de octubre, 1979, 15a. 159 Pedro Nel Córdoba, “El invierno hizo su mayo en Medellín”, El Colombiano, Medellín, 25 de mayo, 1971, 23. 160 Luz Mercedes Mejía, “Un ‘domingo negro en El Pinar’. ‘Nos sentamos a esperar la muerte’”, El Colombiano, Medellín, 16 de mayo, 1984, 15a. 161 El Colombiano, Medellín, 22 de agosto, 1986, 3a. 162 “Un solo muerto en la pavorosa inundación del domingo pasado”, El Colombiano, Medellín, 22 de mayo, 1951, 2; El Colombiano, Medellín, 18 de septiembre, 1988, 9d. 163 “Daños por fuertes inundaciones”, El Colombiano, Medellín, 20 de octubre, 1986, 6b. 164 “En Itagüí y Medellín se presentaron inundaciones”, El Colombiano, Medellín, 2 de diciembre, 1980, 16b. 165 “A causa del aguacero: en más de 10 barrios de la ciudad hubo inundaciones ayer”, El Colombiano, Medellín, 7 de septiembre, 1979, 14b.

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Varios autores han señalado que el poblamiento de lugares peligrosos, más que por una escogencia libre de los pobladores, está condicionado directamente por el acceso limitado a tierra habitable.166 Esta limitación hizo que en Medellín también se presentaran desastres asociados a deslizamientos. El testimonio de María Teresa Álvarez viuda de Machado, afectada en un desastre ocurrido el 29 de septiembre de 1974 en el barrio Santo Domingo Savio, en el nororiente de la ciudad, nos permite apreciar claramente la situación de riesgo por lo inadecuado del hábitat: “hace unos tres meses también se vino otro volcán que tumbó dos tugurios. No hubo muertos porque el deslizamiento fue pequeño y la gente si quedó pero no totalmente enterrada y rápidamente las pudieron salvar. Después se fueron viniendo otros pedazos de tierra y hasta la tragedia del domingo el ranchito estaba a solo dos metros de ser arrastrado al barranco”.167

Este testimonio, además de darnos referencias sobre la tugurización del hábitat, nos indica, por la recurrencia de los deslizamientos, una vulnerabilidad derivada de la impertinencia del lugar para poblarlo. Este tipo de vulnerabilidad también pudo identificarse en el barrio Villatina, al oriente de la ciudad, en donde en el año 1980 hombres y mujeres habitantes del barrio realizaron manifestaciones públicas alertando acerca del riesgo en que vivían, riesgo que se materializó en desastres en 1982 y 1987.168 Igualmente, se identificó en el barrio Popular Número 2 en el nororiente de Medellín, donde en septiembre de 1985 en un

166

Mario Lungo y Sonia Baires, “San Salvador: crecimiento urbano, riesgos ambientales y desastres”, en Ciudades en riesgo (La RED, 1996), 112; Gustavo Wilches-Chaux, “La vulnerabilidad global”, en Los desastres no son naturales, 27; entre otros. 167 Fernando Londoño, “85 familias imploran una vivienda”, El Colombiano, Medellín, 1 de octubre, 1974, 14. 168 El Colombiano, Medellín, 28 de septiembre, 1987, 13a. En el desastre de 1987 hubo 500 muertos 605 afectados y 100 viviendas destruidas según datos de Corporación OSSO - La RED (2005). Base de datos de Desinventar Colombia.

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desastre asociado a un deslizamiento varias personas murieron. En la fuente, refiriéndose a una de las mujeres afectadas, se dice que: “hace unos años también en el mismo lugar, cuando habitaba una casa o rancho, otro derrumbe la atrapó y le mató 2 hijos. El municipio, concretamente empresas públicas la damnificó [sic] y con el dinero que le dio la entidad construyó en el mismo sitio una casa de dos plantas y ayer de nuevo otro derrumbe la tumbó en parte y le mató a seis integrantes de su familia”.169

Fotografía No. 6. Manifestación pública de habitantes del barrio Villatina sobre el riesgo de desastre, 1980

Fuente: El Colombiano, Medellín, 28 de septiembre, 1987, 13a.

169

Pedro Nel Córdoba, “Siete muertos por deslizamientos”, El Colombiano, Medellín, 27 de septiembre, 1985, 16b.

96


Fotografía No. 7. Manifestación pública de habitantes del barrio Villatina sobre el riesgo de desastre, 1980

Fuente: El Colombiano, Medellín, 28 de septiembre, 1987, 13a.

Debe reiterarse que la ubicación inadecuada de las viviendas, así como la precariedad de las mismas, estuvieron determinadas por el modo de producción que generó segregación espacial, principalmente con la mercantilización del suelo urbano, y produjo pobreza en los campos y en las ciudades con procesos de acumulación de tierra y riqueza. Esto es importante porque nos permite ubicar la génesis de los desastres en características sociales concretas como la doble marginalidad; en un proceso histórico de construcción del riesgo en el que no sólo se generó la vulnerabilidad de la población, sino que además se crearon amenazas por el tipo de relación que se estableció con la naturaleza.

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1.2 La socialización del entorno natural

En la historia de Medellín las formas de apropiación del espacio y de explotación de la naturaleza fueron determinantes en el proceso de construcción social del riesgo. Durante el crecimiento de la ciudad, con la transformación intensiva de la naturaleza se produjo un medio ambiente urbano en el que los grupos sociales fueron incapaces de adaptarse a algunos fenómenos naturales, incluyendo aquellos que ocurrían, precisamente, como producto de las transformaciones que ellos mismos hicieron sobre el entorno natural. La urbanización de Medellín implicó

una alta disminución de su cobertura vegetal, la

contaminación y alteración de las cuencas hidrográficas y la desestabilización de las laderas del valle; transformaciones que aparecen en la fuente como causa de desastres asociados a inundaciones y deslizamientos.

La urbanización del barrio Doce de Octubre en el noroccidente de Medellín, nos brinda un ejemplo sugerente respecto a las transformaciones del entorno natural generadas por el crecimiento urbano. A partir de la revisión de fuentes se pudo establecer que allí se presentó un intenso nivel de erosión y de contaminación de la cuenca hidrográfica de la quebrada La Minita, que atraviesa la zona, afectando a la postre a los pobladores de aquel barrio. Según la fuente, a mediados de la década de 1970, "cuando los habitantes de la parte alta del Doce de Octubre construyeron sus primeras casas, un riachuelo pasaba por el lote. El agua era tan limpia que incluso tenía usos domésticos, y por el poco caudal no revestía ningún peligro y permitía, sin problemas, la construcción de las casas a lado y lado de la misma".170

170

Luz Mercedes Mejía, "En el Doce de Octubre hay una 'minita' pero no de oro", El Colombiano, Medellín, 20 de octubre, 1986, 5b.

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Cerca de diez años después ese panorama había cambiado bastante. En 1986, se afirmaba sobre la misma cuenca: "con el paso de los días la situación geológica del terreno ha variado considerablemente, hasta el punto de erosionar todo el sector. Esto fue agravado por las construcciones de tugurios en la parte alta que no solo arrojan todo tipo de desperdicios a las ya contaminadas y putrefactas aguas, sino que algunos ranchos se han tratado de levantar en las orillas".171

Esa alteración de la cuenca afectó posteriormente a los pobladores del barrio, pues el 18 de octubre del mismo año el caudal de la quebrada, considerada como "un pequeño arroyuelo",172 aumentó con las aguas lluvias hasta el punto en que "se desbordó e inundó” el sector.173 Este ejemplo, además de evidenciar las condiciones de vulnerabilidad de la población por la tugurización del hábitat, permite llamar la atención respecto a que el crecimiento urbano no es un proceso meramente espacial o físico, sino que, al ser generado por el modo de producción capitalista, conlleva unas prácticas sociales concretas relacionadas con la mercantilización y el consumismo: en la cultura urbana se produce una alta cantidad de basuras que, en muchos barrios de la ciudad de Medellín, se depositaban en las cuencas hidrográficas más cercanas, afectando el cauce de las mismas con "todo tipo de desperdicios".174 Más importante aún, este ejemplo permite ver cómo con el paso del tiempo la transformación del entorno natural, concretamente la disminución de la cobertura vegetal y la contaminación y alteración de las cuencas hidrográficas, se tradujo en afectaciones para los grupos sociales.

171

Luz Mercedes Mejía, "En el Doce de Octubre hay una 'minita' pero no de oro", 5b. "Daños por fuertes inundaciones en el norte de Medellín", El Colombiano, Medellín, 20 de octubre, 1986, 6b. 173 "Daños por fuertes inundaciones en el norte de Medellín", 6b. 174 Luz Mercedes Mejía, "En el Doce de Octubre hay una 'minita' pero no de oro", 5b. 172

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En general, puede plantearse que la socialización de la naturaleza llevada a cabo durante el crecimiento urbano generó la alteración de los regímenes y ciclos hídricos, generando deslizamientos e inundaciones que resultaron desastrosos. Una mirada más detenida a la relación entre la transformación del entorno natural y la generación de desastres, nos permitirá aclarar aún más la naturaleza social de éstos. Comencemos abordando algunos sucesos desastrosos asociados a inundaciones.

100


1.2.1 Amenaza de inundación

Los registros sobre inundaciones revisados en la fuente permiten diferenciarlas en dos tipos generales: unas causadas por las crecientes del río y de las quebradas, de las cuales algunas ya fueron expuestas por su relación causal con la doble marginalidad, y otras asociadas con la incapacidad de la estructura urbana para encauzar las aguas lluvias. Durante todo el periodo estudiado aparecen referencias constantes a la incapacidad del sistema de alcantarillado para avenar el agua de las precipitaciones que ocurrían en la ciudad. En este sentido, se les considera en la fuente como deficientes,175 impotentes,176 pésimos,177 insuficientes,178 se afirma que “las cañerías carecían de capacidad”,179 y que “las pequeñas y atestadas bocas de las alcantarillas [eran] totalmente insuficientes”.180 Puede afirmarse que esa incapacidad progresiva, al corresponder con la estructura física del poblamiento urbano, evidencia la naturaleza social de ese tipo de inundaciones. Sin embargo, la génesis social de esos desastres puede entenderse mejor si se relaciona con la transformación de la naturaleza.

175

“Violenta tempestad azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de septiembre, 1953, 1, 14. “Fuerte vendaval causó grandes daños ayer tarde”, El Colombiano, Medellín, 28 de octubre, 1953, 1. 177 “60 inundaciones en Medellín durante el aguacero de ayer”, El Colombiano, Medellín, 21 de marzo, 1959, 1, 19. 178 Guillermo Aldana C., “Medellín continúa siendo castigada por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 14 de mayo, 1967, 4. 179 “Daños por fuertes inundaciones en el norte de Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de octubre, 1986, 6b. 180 “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de febrero, 1968, 4. 176

101


El crecimiento de la ciudad implicó una disminución drástica de la cobertura vegetal de Medellín, con lo que se alteró un ciclo en el que parte del agua lluvia era absorbida por el suelo y las plantas y luego evaporada y transpirada de nuevo hacia el ambiente.181 El agua que no era absorbida por el suelo y las plantas, discurría por las laderas hacia las quebradas o hacia las zonas bajas del valle cerca al río. Esa agua, llamada escorrentía, aumentaba a medida que la ciudad iba creciendo, pues la deforestación, la erosión y la construcción de vías y edificaciones disminuían paulatinamente el área de infiltración del agua: impermeabilizaban el suelo. Al incrementarse la cantidad de agua que escurría y dado lo empinado de las vertientes del Valle de Aburrá en Medellín, ésta bajaba abundante y con fuerza por lo que con las lluvias se presentaban constantemente inundaciones en la ciudad. Así pasó el 4 de diciembre de 1968 al oriente de la ciudad, en el barrio Campo Valdés, "principalmente a la altura de las calles 82 y 83 con carreras 47, 48 y 48A [...] [donde] una quebrada se salió de madre; el caudal inundó todo el sector anotado y corrió incontenible gracias al declive para llegar finalmente a los barrios Caribe y Sevilla, donde las aguas alcanzaron grandes niveles".182

Desde cerca a 1950, se encuentran en la fuente referencias a este tipo de inundaciones en los lugares con menor altitud, aspecto que se acentuó a medida que la ciudad fue subiendo por las laderas. El centro de Medellín y los barrios ubicados en las partes bajas y menos empinadas de la ciudad, se inundaban por las corrientes de agua que escurrían desde los barrios más altos. Por ejemplo, el 27 de octubre de 1953, a raíz de un "fuerte aguacero" que "cerca de las cuatro de la tarde [...] se desató sobre Medellín"183 se dijo en la prensa que: 181

Michel Hermelin, "Geología y paisaje", en Historia de Medellín Tomo I, 13-14. "Graves inundaciones hubo ayer en Medellín", El Colombiano, Medellín, 5 de diciembre, 1968, 4. 183 "Fuerte vendaval causó grandes daños ayer tarde", El Colombiano, Medellín, 28 de octubre, 1953, 1. 182

102


"como ocurre siempre en invierno, los barrios bajos de Medellín se inundaron por completo".184 En ese mismo sentido, en julio de 1959, a raíz del “primer gran aguacero del año”,185 se afirmó que “desde luego que no podían faltar las inundaciones en los barrios localizados sobre las partes más llanas de Medellín y donde se presenta el desagüe de los lugares altos”.186

Fotografía No. 8. Inundación por escorrentía en el barrio Castilla, 1986

Fuente: El Colombiano, Medellín, 20 de octubre, 1986, 1a.

184 185

"Fuerte vendaval causó grandes daños ayer tarde", 1. “El primer aguacero de 1959 cayó ayer en forma torrencial”, El Colombiano, Medellín, 22 de julio, 1959,

7. 186

“El primer aguacero de 1959 cayó ayer en forma torrencial”, 7.

103


Fotografía No. 9. Inundación por escorrentía cerca al centro de la ciudad, 1988

Fuente: El Colombiano, Medellín, 26 de noviembre, 1986, 1a.

Cuando llovía sobre un área deforestada y con algún nivel de erosión, el impacto de las gotas de lluvia hacía que esa erosión de las laderas se intensificara, por lo que la escorrentía, además de ir aumentando, bajaba acompañada de tierra y piedras que obstruían los sistemas de drenaje al sedimentarse. Un caso ilustrativo ocurrió en el barrio Calazans, al occidente de la ciudad, de donde se encontraron referencias de desastres asociados a inundaciones en septiembre del año 1982 y en septiembre del año 1984. Allí el agua que escurría desde la deforestada parte alta del barrio se estancó por “la obstrucción con arena de las cañerías y alcantarillados”,187 produciendo la inundación del sector.188

187 188

Esta

El Colombiano, Medellín, 10 de septiembre, 1984, 3a. El Colombiano, Medellín, 28 de septiembre, 1982, 6b.; El Colombiano, Medellín, 10 de septiembre, 1984,

3a.

104


combinación del aumento de la escorrentía y la sedimentación permite explicar inundaciones como las ocurridas el 19 de febrero de 1968, cuando después de un "torrencial aguacero [que] azotó" a Medellín,189 se formaron "en vías céntricas y de los barrios verdaderas avenidas que penetraban incontenibles a las residencias, almacenes, fábricas y sitios cerrados, al no hallar espacio para precipitarse por las pequeñas y atestadas bocas de las alcantarillas, totalmente insuficientes para absorber todo el poderoso caudal".190 O las del 4 de mayo de 1982 cuando, un día después de ser inauguradas, las obras del intercambio vial de la carrera 65 con calle 33 se inundaron porque el sistema de alcantarillado fue insuficiente para evacuar el agua.191 Fotografía No. 10. Depósito de sedimentos por inundación en el centro de la ciudad, 1988

Fuente: El Colombiano, Medellín, 25 de noviembre, 1988, 1a.

189

"Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín", El Colombiano, Medellín, 20 de febrero, 1968, 4. "Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín", 4. 191 El Colombiano, Medellín, 5 de mayo, 1982, 6b. 190

105


Fotografía No. 11. Depósito de sedimentos por inundación de la quebrada La Picacha cerca al cruce de la calle 33 con la carrera 65, 1988

Fuente: El Colombiano, Medellín, 25 de junio, 1988, 1a.

Otro tipo de transformación del entorno natural que generó desastres asociados a inundaciones fue la alteración de los cauces de las quebradas. Así ocurrió en la quebrada La Minita en el barrio Doce de Octubre, donde los habitantes del sector se vieron afectados por el represamiento que generaba una obstrucción del cauce de la quebrada.192 Igualmente, en el barrio Boston la quebrada “La aguadita” fue represada por escombros y tierra que arrojaron al lecho de la misma cuando se trabajaba en “un terreno ubicado frente

192

El Colombiano, Medellín, 23 de octubre, 1979, 16b.

106


a la antigua cárcel La Ladera para adecuarlo en cancha de fútbol”,193 lo que ocasionó el 11 de diciembre de 1983 un desastre asociado a inundaciones que afectó a los pobladores del lugar.

Hemos visto que la naturaleza social del desastre, además la vulnerabilidad, estaba definida por la generación de amenazas. Al respecto ya tratamos algunos sucesos desastrosos asociados a inundaciones, veamos ahora algunos asociados a deslizamientos.

193

“En Boston arriba: varios muros ha derribado la represa de una quebrada”, El Colombiano, Medellín, 12 de diciembre, 1983, 2a.

107


1.2.2 Amenaza de deslizamiento

La transformación intensiva y predatoria de la naturaleza llevada a cabo durante el proceso de crecimiento urbano, en particular aquella relacionada con el poblamiento precario de las laderas y la explotación minera de materiales para la construcción, provocó la desestabilización de las vertientes del valle en varios barrios de la ciudad, generando con esto amenazas de deslizamientos que en muchas ocasiones se materializaron en desastres.

Respecto a las transformaciones derivadas del poblamiento precario, se presentaron sucesos en los que la causa del deslizamiento se encontraba en las conducciones de agua que la población pobre realizaba para abastecerse de este líquido.194 Al no contar con recursos económicos ni técnicos para realizar obras de construcción seguras, el agua era conducida por acequias que filtraban el agua por las laderas, desestabilizándolas. Uno de los desastres asociados a deslizamientos de mayor magnitud en la historia de la ciudad, el del barrio Villatina en septiembre 27 de 1987, fue causado, de acuerdo con la fuente, por filtraciones del agua de las acequias.195 Según los testimonios hallados en la fuente, las conducciones de agua fueron hechas por habitantes de sectores aledaños al lugar del desastre y por personas que un organismo estatal, Corvide, había autorizado para establecerse cerca del lugar del deslizamiento y hacer dichas conducciones.196

194

Otros aspectos de la relación entre el hábitat precario y la génesis de desastres fueron expuestos en el acápite Pobreza y tugurización del hábitat, pp. 81-87. 195 En ese desastre hubo 500 muertos 605 afectados y 100 viviendas destruidas según datos de Corporación OSSO - La RED (2005). Base de datos de Desinventar Colombia. 196 El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1987, 4b.

108


Así como se generaron desastres por las transformaciones del entorno natural derivadas de la falta de acueducto, en los hábitats precarios la falta de alcantarillado también fue causa de deslizamientos. El 29 de septiembre de 1974 en el barrio Santo Domingo Savio, en el nororiente de la ciudad, el vertimiento inadecuado de aguas servidas produjo la desestabilización de la ladera, generándose un desastre en el que 50 personas murieron, 30 viviendas quedaron destruidas y 400 habitantes del sector tuvieron que ser evacuados.197 Debe anotarse que además de “las aguas negras [sic] que salían de las chozas”,198 factor al que “se atribuyó en parte el derrumbamiento”,199 el desastre también fue causado por "la falta de arborización en toda el área del barrio Santo Domingo Savio";200 factor que permite enfatizar la transformación de la naturaleza como causa social del desastre.

Con base en lo anterior, podemos afirmar que la desestabilización de la ladera y su consecuente deslizamiento, más que una alteración del entorno natural en sí, debe entenderse como el resultado de la transformación de éste mediante diferentes acciones que afectaban el régimen hídrico, como la modificación de cauces de agua con las acequias, el vertimiento inapropiado de aguas servidas, la disminución de la cobertura vegetal e incluso la extracción de minerales para la construcción; factores que llegaban a confluir todos en la génesis de los desastres.

197

Corporación OSSO - La RED (2005). Base de datos de Desinventar Colombia. Juan José García Posada, “Cerca de 50 muertos por el derrumbe en el barrio Santo Domingo Savio”, El Colombiano, Medellín, 30 de septiembre, 1974, 10. 199 Juan José García Posada, “Cerca de 50 muertos por el derrumbe en el barrio Santo Domingo Savio”, 10. 200 "Falta de árboles, otra causa de la tragedia", El Colombiano, Medellín, 30 de septiembre, 1974, 3. 198

109


Así ocurrió en el deslizamiento de Media Luna, que fue producto de la confluencia de acciones antrópicas sobre el medio como la explotación minera, la disminución de la cobertura vegetal y la conducción inadecuada de aguas. El 12 de julio de 1954, en el oriente de la ciudad, ocurrió un deslizamiento en la carretera a Santa Elena, que era la vía de comunicación entre Medellín y el oriente del Departamento de Antioquia, concretamente en el sector conocido como Media Luna. Allí varias personas que reaccionaron ante un deslizamiento que cubrió una humilde vivienda, fueron sepultadas por un segundo deslizamiento, quedando cerca de 70 personas muertas, 60 heridas y muchas más afectadas.201

La información contenida en la fuente, indica que el deslizamiento fue

generado por la acción humana, es decir, que el desastre fue expresión del proceso histórico de construcción social del riesgo. En ella se afirma que "a unas diez cuadras al oriente del derrumbe corre una acequia tomada de la quebrada Espadero, lo que ha producido filtraciones y formación de depósitos subterráneos de agua"; fenómenos asociados al deslizamiento de tierra.202

Además, según "numerosos testimonios de personas de

excepcional seriedad y de elevado nivel intelectual",203 se dice que cerca al lugar del deslizamiento funcionaba hacía "largo tiempo un equipo para triturar roca" donde se usaba constantemente dinamita.204

201

Corporación OSSO - La RED (2005). Base de datos de Desinventar Colombia. "Identificados hasta ayer los cadáveres de treinta y dos víctimas de la tragedia", El Colombiano, Medellín, 14 de julio, 1954, 19. 203 "Identificados hasta ayer los cadáveres de treinta y dos víctimas de la tragedia", 19. 204 "Identificados hasta ayer los cadáveres de treinta y dos víctimas de la tragedia", 19. 202

110


Relacionando lo planteado por Michel Hermelín, quien afirma que tanto la extracción de material para la construcción como las conducciones inadecuadas de aguas “destruyen el suelo, modifican los equilibrios hidrológicos, [y] desestabilizan las vertientes”,205 con los indicios hallados sobre el proceso histórico de construcción del riesgo, en particular de la amenaza, también podemos afirmar la génesis social de los desastres asociados a deslizamientos en la socialización del medio natural llevada a cabo durante la urbanización de Medellín.

La generación de amenazas de deslizamientos por el impacto de la minería siguió presentándose durante el periodo estudiado. Así lo ilustra el suceso ocurrido el 4 de mayo de 1981 en el barrio Manrique Versalles, en el costado nororiental de Medellín, donde hubo un deslizamiento de tierra causado por la extracción de material para la construcción que entidades del gobierno municipal llevaban a cabo en la parte alta del lugar afectado.206 La relevancia de este tipo de transformaciones del entorno natural en la génesis de los desastres la confirma el hecho de que en 1987 las autoridades municipales contemplaran, entre las acciones a llevar a cabo frente a los desastres, la necesidad de establecer algún “control sobre la explotación de canteras y de material aluvial”.207 Cabe anotar que esa actividad minera correspondía con las exigencias del crecimiento urbano. En Medellín entre los años 1960 y 1985 se construyeron de forma legal 15 493 687 m2, lo que equivale a

205

Michel Hermelín, “Geología y paisaje”, 13-14. Maria Eugenia Villa, "Versalles parte alta. ¿se me caerá el rancho?", El Colombiano, Medellín, 7 de mayo, 1981, 1c. 207 El Colombiano, Medellín, 2 de octubre, 1987, 15c. 206

111


un promedio de casi 600 km2 anuales durante ese periodo.208 Aunque en este cálculo hay subregistro, pues las cifras solo hacen referencia a las construcciones legales en un contexto en el que la urbanización ilegal fue muy significativa, podemos utilizarlo como dato estimativo de la demanda de materiales de construcción para las obras de urbanización, y por ende de la intensidad de la explotación minera.

La generación de amenazas por la transformación del entorno natural es un proceso que no siempre se traduce en desastres de tal magnitud que sean noticia y por ende no hay cubrimiento periodístico que pueda rastrearse en la fuente. Sin embargo, estos ejemplos permiten apreciar la relación entre la acción antrópica y la ocurrencia de fenómenos naturales como inundaciones y deslizamientos, evidenciándose así la construcción social del riesgo, en particular en el componente de la amenaza.

Para finalizar este capítulo, es importante recalcar que la pobreza y la transformación intensa de la naturaleza, lejos de ser problemas no resueltos del progreso o el desarrollo, son características consustanciales al modo de producción capitalista, son elementos inherentes al orden social, que resultaron determinantes en la génesis de los desastres llamados naturales ocurridos en Medellín. Aunque han sido planteados aquí de forma separada, en la realidad histórica de la ciudad estos elementos coexistían y se retroalimentaban de manera compleja, constituyendo la naturaleza social de los desastres.

208

Jorge Isaac Ramírez Echeverri, "Crecimiento urbano de Medellín. 1930-1985", 106.

112


CAPÍTULO 2. LOS DESASTRES “NATURALES” Las concepciones que una sociedad tiene sobre los desastres, particularmente aquellas relacionadas con la identificación de sus causas, también hacen parte de las características sociales que pueden generar riesgo, pues es a partir de ellas que se orientan y definen las acciones respecto a la prevención de su ocurrencia y a la mitigación de sus efectos. Es por esto que bajo una concepción del desastre aislada de sus causas, las acciones en torno a la ocurrencia y efectos del mismo suelen llegar a ser poco acertadas.

Con la propagación del pensamiento ilustrado, la concepción de los desastres como resultado de una causa física reemplazó paulatinamente a una percepción divina según la cual los desastres eran castigos de dios. Así, de la mano del discurso científico, se fue construyendo y difundiendo una concepción fisicalista de los desastres que los ha definido como naturales y los ha caracterizado como hechos extraordinarios e inevitables, que rompen la cotidianidad y alteran la vida normal.209

Tal definición y caracterización

corresponde con acciones o medidas restringidas a administrar la crisis y a restablecer las condiciones previas al desastre: el estado ordinario y ordenado de las cosas.

Los discursos de información pública difundidos a través de los medios de comunicación, producen y promueven sentidos colectivos de la realidad, incluyendo aquella que resulta desastrosa. De acuerdo con Teun van Dijk, entre las diversas instituciones de elite los medios de comunicación han sido la principal institución de reproducción ideológica en las 209

Jorge Dehays Rocha, “Fenómenos naturales, concentración urbana y desastres en América Latina”, Perfiles Latinoamericanos Año: 10 No. 20 (junio de 2002): 178-179.

113


sociedades industriales, por lo que su función en la hegemonización del orden social es crucial.210 En el periodo estudiado, esa funcionalidad política es evidente en el periódico El Colombiano de Medellín, pues cuando allí se hablaba de un desastre no sólo se describía su ocurrencia, sino que el desastre era constituido como natural a través de un discurso que ocultaba el orden social como factor genésico de los desastres y a la vez lo visibilizaba como medio para enfrentarlos.

En Medellín ha existido una relación directa entre el crecimiento de la ciudad y la construcción del riesgo, es decir, la generación de amenazas y vulnerabilidades y su concreción en desastres.

Al evidenciar en los capítulos anteriores esta naturaleza

eminentemente social de los desastres a partir de la identificación de indicios causales en procesos históricos concretos, se ha establecido un sustento factual, un contexto social, que permite contrastar ese discurso naturalizante a través del cual en la fuente se daba cuenta de los desastres. Cómo se constituía ese discurso para promover ese sentido de la realidad es la pregunta que orienta las interpretaciones que se exponen a continuación.

210

Teun van Dijk, Racismo y análisis crítico de los medios (España: Paidós, 1997), 53, 57.

114


2.1 Un lente que oculta: la naturalización

El orden social bajo el que vivimos es el resultado histórico de múltiples tensiones generadas en el proceso civilizatorio. Esas tensiones han sido afrontadas por los grupos dominantes mediante una combinación de prácticas basadas en la fuerza y la violencia con dispositivos en apariencia más sutiles.

A la par con la imposición, los mecanismos

civilizatorios persuasivos han permitido la hegemonización de las relaciones sociales modernas, incluyendo su modo de producción y su forma de dominación política, al legitimar el orden social mediante la construcción de un sentido de la realidad en la que los conflictos y problemas generados por la imposición de ese orden social son soslayados, enmascarados, disimulados.211

En la historia de Medellín los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones han ocurrido como consecuencia de un proceso de construcción social del riesgo derivado del crecimiento de la ciudad y su configuración. Durante el periodo estudiado, el riesgo de desastres tuvo una relación directa con características constitutivas del orden social hegemónico como la pobreza, la segregación espacial y la transformación intensiva de la 211

Esto es identificado por Gloria Vargas al dar cuenta del proceso histórico de la conformación de los estados territoriales y de la nación, ambos enmarcados en la modernidad como proceso civilizatorio. Ella anota que el Estado sujetaba a las colectividades haciendo creer que el hecho de depositar y concentrar en él la voluntad y libertad colectiva era algo natural, no una imposición. Gloria María Vargas López de Mesa, “Fronteras: espacios conceptuales y materiales en el contexto de la geografía”, en Fronteras: Territorios y Metáforas, compiladora Clara Inés García (Medellín: Instituto de Estudios Regionales, Hombre Nuevo Editores, 2003), 39. En este mismo sentido, al estudiar los procesos de colonización y de ampliación de frontera en Colombia, Margarita Serje encuentra que "el sistema de control que hizo posible el montaje del proceso colonial se ha visto legitimado a través de la imposición de un 'orden de las cosas', que se fundamenta en una visión particular de la naturaleza y la sociedad. Ese orden de las cosas se ha transformado en hegemónico [...]. Es decir que su legitimidad no depende únicamente de representar los intereses de los grupos dominantes, sino y sobretodo, del hecho de configurar la realidad normal, lo natural y de sentido común". Margarita Serje. El revés de la nación : territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie (Bogotá: Uniandes, Ceso, 2005), 12.

115


naturaleza. Estas características, que causaron los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones, aparecen invisibilizadas en la fuente mediante un discurso que definía los desastres como naturales ubicando la causa de su ocurrencia en el funcionamiento de la naturaleza, en fenómenos como lluvias, avenidas torrenciales, deslizamientos e inundaciones. Simultáneamente con el planteamiento de la causalidad natural del desastre, en ese discurso se visibilizaba la asistencia institucional como el medio idóneo para enfrentar la acción desastrosa de la naturaleza. Así, este discurso legitimaba el orden social ocultando sus consecuencias desastrosas.212

Un hecho revelador de ese ocultamiento ocurrió durante la última semana del año 1982 en el norte y noroccidente de la ciudad. Allí, el 27 de diciembre “treinta y ocho mil teléfonos de 285 mil que [tenían] instalados las Empresas Públicas de Medellín fueron aislados” del servicio, afectándose con ello un amplio sector de la ciudad.213 Al día siguiente se afirmó en la fuente que el daño en las líneas telefónicas fue “debido a que una retroexcavadora del municipio de Medellín arrasó los cables troncales” cuando trabajaba para avenar el represamiento de una quebrada.214 Sin embargo, el 29 de diciembre se presentó una nueva versión en la que la causa del daño se desplazó hacia la naturaleza, ocultando la presentada

212

En este sentido Luisa Martín afirma que los elementos “que aparecen en un discurso concreto, las palabras que lo integran, el estilo o la lengua a la que pertenecen, las voces que en él se evocan, todo ello contribuirá a realizar una determinada tarea, a actuar en sociedad, y al mismo tiempo, a crear una representación y no otra de los acontecimientos, y ésta a su vez reforzará o cuestionará, naturalizará u objetará unas visiones de los acontecimientos y del orden social y no otras, unas ideologías y no otras, que puede ir en beneficio o en detrimento de los intereses de los distintos grupos, clases sociales y géneros.” Luisa Martín Rojo, “El análisis crítico del discurso. Fronteras y exclusión social en los discursos racistas”, en Análisis del discurso. Manual para las ciencias sociales. 2ª edición, editor Lupicinio Iñiguez (Barcelona: Editorial UOC, 2006), 169. 213 El Colombiano, Medellín, 28 de diciembre, 1982, 1a. 214 El Colombiano, Medellín, 28 de diciembre, 1982, 1a.

116


un día antes. En la fuente se afirmó tajantemente que “una quebrada se represó y arrasó los cables troncales del sistema telefónico”.215

En correspondencia con lo expuesto, podemos definir la naturalización como una práctica discursiva que legitimaba el orden social mediante el ocultamiento de la génesis social de los desastres, definiéndolos como naturales, y la idealización de las instituciones, que mantenían el mismo orden que los causaba.

Como tal, la naturalización tenía unas

estrategias narrativas que le permitieran obtener la eficacia persuasiva necesaria para establecer el carácter natural de los desastres y lograr la legitimación dicha. Abordemos esas estrategias de manera ejemplificada.

215

El Colombiano, Medellín, 29 de diciembre, 1982, 1a.

117


2.1.1 La máscara humana y el destino

La definición de los desastres como naturales aparece durante todo el periodo estudiado a través de referencias directas a la naturaleza como la causa de éstos. Sin embargo, para plantear una causa natural de los desastres de una manera más efectiva, en el discurso naturalizante, mediante un movimiento paradójico, las causas sociales del desastre se ocultaban poniéndole una máscara humana a la naturaleza, asignándole a los fenómenos naturales características del comportamiento de las personas y la capacidad de llevar a cabo acciones, es decir, personificando la naturaleza.

La personificación emerge en los registros estudiados como una especie de anclaje persuasivo en el planteamiento de la causalidad natural. Como se ha expuesto, entre las causas de desastres asociados a inundaciones ocurridos en Medellín entre los años 1930 y 1991 estaban la incapacidad estructural de la ciudad para evacuar las aguas lluvias, incapacidad derivada de las mismas características del alcantarillado y del aumento de la escorrentía producido por la transformación del entorno natural, así como la ubicación inadecuada de las viviendas por la segregación espacial de la población pobre.

No

obstante, los desastres asociados a inundaciones eran presentados en la fuente como resultado de una causa natural mediante la personificación de la naturaleza. Por ejemplo, en el año 1934 se hablaba de “un furioso aguacero acompañado de granizo y de un violento ventarrón que produjo muchas inundaciones y numerosos daños materiales”,216 el 3 de

216

“Una violenta granizada cayó ayer en la ciudad”, El Colombiano, Medellín, 30 de enero, 1934, 2. Cursiva agregada.

118


abril de 1946 se decía que “el violento aguacero que se registró ayer en las últimas horas de la tarde y que se prolongó por espacio de dos horas consecutivas ocasionó cinco inundaciones en el área urbana de la ciudad”,217 y en 1967 se calificaba a la quebrada Santa Elena como el “azote del oriente de Medellín” y se afirmaba que “su enfurecido caudal […] barrió otra vez el castigado sector de ‘La Toma’ causando inenarrable destrozo”.218 Son referencias a la naturaleza como causa del desastre a través de oraciones en las que fenómenos o elementos de la naturaleza son el sujeto que lleva a cabo acciones concretas como producir inundaciones y daños materiales, ocasionar cinco inundaciones o causar inenarrable destrozo y sobre el que recaen adjetivos como enfurecido, furioso o violento que, aunque están relacionados con la magnitud de los fenómenos o elementos naturales, claramente no son características de la naturaleza.

Esta forma de personificación fue constante durante todo el periodo estudiado.

No

obstante, desde cerca a 1960, ante un panorama en el que a la par con la ciudad crecían la magnitud y la frecuencia de los desastres, que la tugurización del hábitat y la miseria de quienes resultaban afectados por los mismos era evidente y que la acción institucional resultaba insuficiente, el discurso naturalizante aplicó dos refinamientos a sus estrategias narrativas.

217

“Violento aguacero azotó a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 3 de abril, 1946, 8. Cursiva agregada. “Medellín continúa siendo castigada por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 14 de mayo, 1967, 1, 4. Cursiva agregada. 218

119


Fotografía No. 12. Personificación de la quebrada La Picacha, 1988

Fuente: El Colombiano, Medellín, 25 de junio, 1988, 7d.

120


Uno de ellos consistió en profundizar la personificación de la naturaleza perfilándola como antagonista de la sociedad o de las personas. Era el ocultamiento de las causas de los desastres a partir de la oposición binaria, característica de la modernidad, entre sociedad y naturaleza. Los fenómenos o elementos naturales aparecían como causantes de múltiples traumatismos asociados a deslizamientos e inundaciones y de la pobreza de las personas que se veían afectadas por la presencia de fenómenos naturales, con lo que se ocultaba el origen eminentemente social de los desastres.

Según esa visión naturalizante, los

fenómenos y elementos naturales volcaron buses,219 generaron apagones,220 “perturbaron la normal movilización de muchas gentes hacia sus trabajos”,221 hicieron que una mujer muriera de la impresión,222 provocaron el desplome de postes telefónicos, la destrucción de automóviles y la caída de personas,223 “causaron el cierre del aeropuerto local por mal tiempo, impidieron la salida de algunos vehículos de servicio intermunicipal, produjeron pingües ganancias a los taxistas, rebajaron las mismas a los conductores de buses, ocasionaron mas de un millón de sustos a personas nerviosas especialmente por el estampido de los rayos y dejaron en completa miseria a numerosos habitantes de la ciudad”.224

Inclusive la naturaleza, de acuerdo con este discurso, era motivo de tristeza para los habitanes de la ciudad. En marzo del año 1971 se afirmó en la fuente que, comenzando un fin de semana, “los preparativos ocuparon las primeras horas libres. […] Imaginadas correrías, siestas infinitas, borracheras sin medida, alucinaciones de hierbas sospechosas, fueron poblando, con una fuerza de ciclón incontenible, la esperanza alentadora de los días 219

Pedro Nel Córdoba, “Ayer en Medellín: 15 heridos por temporal”, El Colombiano, Medellín, 23 de abril, 1984, 1a. 220 Pedro Nel Córdoba, “Ayer en Medellín: 15 heridos por temporal”, 1a. 221 “Numerosas inundaciones”, El Colombiano, Medellín, 18 de agosto, 1972, 4. 222 “Un muerto durante las inundaciones de ayer”, El Colombiano, Medellín, 28 de noviembre, 1970, 4. 223 “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de febrero, 1968, 4. 224 “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, 4.

121


que llegaban”225 pero “el invierno se encargó por sí solo de aplastar los ánimos. La lluvia puso delicadamente su tristeza en todas partes, y las gentes fueron tomando su ración de melancolía”.226

Como puede verse, la naturaleza era definida no sólo como causante del desastre, sino además de manera negativa en relación a aspectos tan variados como las ganancias de los taxistas, la asistencia al lugar de trabajo o la esperanza y los ánimos. La forma en que dieron cuenta de una avenida torrencial de la quebrada La Iguaná, en el occidente de la ciudad, en septiembre del año 1988 ilustra aún más lo expuesto. La avenida afectó al barrio La Iguaná, ubicado en un lugar inadecuado para el poblamiento por su cercanía al cauce de la quebrada. Entonces se afirmó en la fuente que “la creciente de la quebrada La Iguaná pasó llevando consigo vidas humanas, humildes viviendas, enseres. La borrasca pasó llevándose los esfuerzos, los sueños y los logros de la comunidad de ese barrio.”227 Ocho días después, ante un nuevo desastre en el barrio La Iguaná, se reforzó el ocultamiento de las causas del desastre mediante la personificación de la naturaleza. En esa ocasión se dijo: “Sin dejar huella. Nuevamente La Iguaná se enfureció como si no hubiera bastado el daño que ya ha hecho. Con rabia pasó arrasando desde niños hasta objetos. Ni los muros se salvaron de las embravecidas aguas. […] Mostruosa. [sic] Aprovechó las sombras de una noche oscura. Aprovechó que nadie la detendría porque se cubría con la lluvia. Aprovechó que tenía la voz del rugido de mil leones. Aprovechó que tenía la fuerza incontrolable, que nadie opondría resistencia porque ninguna fuerza la retendría. Era la quebrada La Iguaná. Dejó la destrucción y la muerte.”228

225

Carlos Uribe, “La lluvia frustró el ‘puente’ en Medellín.”, El Colombiano, Medellín, 20 de marzo, 1971, 24. 226 Carlos Uribe, “La lluvia frustró el ‘puente’ en Medellín.”, 24. 227 El Colombiano, Medellín, 10 de septiembre, 1988, 14c. Cursiva agregada. 228 El Colombiano, Medellín, 18 de septiembre, 1988, 10d.

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Esta relación antagónica entre la sociedad y la naturaleza que se configuró en la personificación bien puede identificarse como expresión de una de las estrategias de persuasión del discurso periodístico identificadas por van Dijk, consistente en suministrar información que contenga o haga surgir emociones y actitudes.229 En este sentido, una de las formas de personificación que más antagonismo podía sugerir era aquella que calificaba a la naturaleza como victimaria. En la cita anterior vimos cómo se planteaba que la quebrada La Iguaná había dejado muerte a su paso. Así mismo se encuentran referencias a los “cadáveres destrozados por la furia de la naturaleza”,230 o a las “víctimas por obra del crudo invierno”.231 Respecto al sepelio de las personas que fallecieron en un desastre asociado a un deslizamiento en el barrio Santo Domingo Savio el 29 de septiembre del año 1974, se afirmaba que “tanto el acto religioso como el desfile se celebraron con buen sol. La naturaleza proporcionó este favor a quienes más de 4 horas antes había quitado la vida”.232 Y sobre el deslizamiento del cerro Pan de Azúcar en el barrio Villatina en septiembre de 1987 se hablaba de “la fuerza descomunal de la tierra pandeazucarada, amargada, asesina”,233 “rebelde que se negaba a que [los cadáveres] fuesen sacados de allí.”234

229

Teun A. van Dijk, La noticia como discurso: comprensión, estructura y producción de la información (Barcelona: Paidós, 1990), 126-127. Si bien estas estrategias son identificadas en discursos periodísticos de finales del siglo XX, ellas están presentes en los discursos analizados sobre desastres. 230 El Colombiano, Medellín, 2 de octubre, 1987, 1a. 231 Colprensa, “23 muertos deja ola invernal”, El Colombiano, Medellín, 1 de noviembre, 1984, 1a. 232 Rafael Cervantes Bossio, “150 mil personas presenciaron el dramático sepelio”, El Colombiano, Medellín, 1 de octubre, 1974, 13. 233 Reinaldo Spitaletta, “Un niño llora desde las hojas de un álbum. Los objetos que dejó regados la avalancha: imagen macabra y surrealista”, El Colombiano, Medellín, 2 de octubre, 1987, 5b. 234 Luz Mercedes Mejía, “Aquí hay otro cadáver… parece que es un bebé. Hasta las piedras lloraron ayer en Villa Tina…”, El Colombiano, Medellín, 11 de septiembre, 1988, 15c.

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Ese antagonismo creado a través de la personificación con el fin de mostrar a la naturaleza como causa de los desastres y ocultar así su génesis social, alcanza un nivel de explicitud tal que se afirma que el invierno “se convirtió poco a poco en el peor enemigo”,235 se hace alusión a “la guerra de las aguas”236 y se advierte que “la naturaleza nos va ganando la partida”.237

El otro refinamiento en la estrategia de planteamiento de la causalidad natural de los desastres tiene que ver con el fatalismo. Ante la evidente relación entre el orden social y los desastres, en el discurso naturalizante se mostraba la ocurrencia de éstos como algo signado por el destino, con lo que se naturalizaba aún más su génesis. No sólo era natural que los desastres ocurrieran por ser producto de la naturaleza, sino que era natural que ocurrieran porque así lo marcaba el destino. En este sentido, además de las estrategias de personificación expuestas, en los discursos mediante los que se daba cuenta de los desastres se aceptaba que éstos ocurrían en los lugares habitados precariamente por personas pobres, pero no a partir de una relación causal sino como resultado de los propósitos del destino, definiendo así los desastres como inevitables, fatales.

Por ejemplo, sobre el desastre

asociado a un deslizamiento de tierra ocurrido el 29 de septiembre de 1974 en el barrio Santo Domingo Savio, un desastre cuyas causas estuvieron relacionadas con alteraciones del entorno natural y con la ubicación inadecuada de las viviendas, se afirmaba que, al igual que en otros desastres ocurridos en la ciudad, ese día 235

Ramiro Velásquez Gómez, “Habla coordinador del rescate…”, El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1987, 4b. 236 “Se inundó Santa Cruz-La Rosa”, El Colombiano, Medellín, 30 de abril, 1991, 1a. 237 Fidelia Arboleda de Ángel, “En Medellín la tierra no soporta más agua”, El Colombiano, Medellín, 24 de noviembre, 1988, 10b.

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“el invierno jugó papel fundamental para contribuir a agigantizar [sic] la tragedia, ensanchar su secuela de dolor y miseria y finalmente dejar en suspenso un estado de zozobra general en determinados sectores de la población que no alcanzan a predecir cuando les llegará el momento de aportar su cuota de desgracia para saciar la voracidad de las lluvias. Otro factor común de estos desastres ha sido su ensañamiento en los sectores más humildes. Un designio fatal parece acompañar estas comunidades de paupérrimas gentes hacinadas en aislados parajes donde la miseria y el atraso constituyen el único patrimonio común”.238

La génesis social del desastre no sólo se ocultaba con el planteamiento de una causa natural mediante la adjetivación y la asignación de acciones a la naturaleza, sino que la innegable relación entre pobreza y ocurrencia de desastres era presentada como un “designio fatal” y el hábitat precario como “un sitio predestinado para la muerte”.239 Esto promueve una visión del desastre en la que éste ocurre por voluntades ajenas a la humana y por lo tanto aparece como algo inevitable.

La ocurrencia de desastres en los barrios habitados por pobres también era fatalizada al presentarla como parte del “ciclo de la vida”.240 Un ciclo en el que “cada año sucede lo mismo, o cada vez que se presentan las lluvias.

Vienen los deslizamientos, las

evacuaciones, el crecimiento de las quebradas, las víctimas, las inundaciones, los ríos que se forman en las calles y un sinnúmero más de este tipo de problemas”.241 Un ciclo en el que los desastres ocurrían “en los sitios periféricos de la ciudad, refugio de los

238

Fernando Londoño Muñoz, “En Media Luna y el Vergel fueron los otros dos grandes siniestros”, El Colombiano, Medellín, 30 de septiembre, 1974, 13. 239 El Colombiano, Medellín, 16 de julio, 1988, 1a. 240 Luz Mercedes Mejía, “Aquí hay otro cadáver… parece que es un bebé”, 2b. 241 María Eugenia Villa, “Versalles parte alta: ¿se me caerá el rancho?”, El Colombiano, Medellín, 7 de mayo, 1981, 1c.

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desposeídos”,242 porque “de zona de tugurios a campo santo, no hay más que un aguacero y mucho de mala suerte”.243

Al presentar los desastres como “golpes tremendos del destino”244 que ocurrieron “porque la naturaleza así lo quiso”,245 el discurso naturalizante ocultaba la génesis social del riesgo profundizando la personificación de lo natural y fatalizando la relación entre la doble marginalidad y los desastres, planteando un movimiento interminable, como de retroalimentación, en el que la naturaleza dejaba miseria y los desastres ocurrían, por el destino, en los lugares habitados por pobres. Era la construcción de un panorama de abatimiento en el que la naturaleza actuaba bajo su albedrío o marcada por el destino contra la sociedad y frente a la que la asistencia de las instituciones aparecía como remedio.

242

Jorge Alberto Velásquez, “La tragedia pudo ser peor”, El Colombiano, Medellín, 2 de octubre, 1980, 6b. Jorge Alberto Velásquez, “La tragedia pudo ser peor”, 6b. 244 “Editorial”, El Colombiano, Medellín, 27 de septiembre, 1987, 5a. 245 Jorge Alberto Velásquez, “La tragedia pudo ser peor”, 6b. 243

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2.1.2 El bálsamo institucional

Los medios de comunicación no sirven únicamente para mediar, sino para magnificar el poder, simplemente por las descripciones cotidianas que efectúan en relación con los poderosos. Teun A. van Dijk, Racismo y análisis crítico de los medios.

A través del discurso naturalizante, a la par que se ocultaba la génesis social de los desastres, se idealizaba como remedio de las situaciones desastrosas al orden social que las causaba. Precedidas por la personificación de la naturaleza, en los registros revisados sobre desastres se encuentran referencias a la acción de las instituciones y autoridades, visibilizándolas como el medio idóneo, de sentido común, natural para enfrentar los desastres.

Durante los primeros veinte años del periodo estudiado, cuando los desastres naturales que ocurrían en la ciudad estaban asociados principalmente a inundaciones, en la fuente se exaltaba la labor del personal del Cuerpo de Bomberos, que trabajaba básicamente para avenar la escorrentía y las aguas desbordadas del río y las quebradas y para ayudar en la evacuación de las personas y del mobiliario de las viviendas inundadas.246 Así, se mostraba una acción institucional que aliviaba el desastre causado por la naturaleza a través de textos como: “la obra de salvamento de los enseres de los damnificados fue algo plausible y digno

246

“Las inundaciones de ayer”, El Colombiano, Medellín, 17 de febrero, 1934, 1-2; “Violento aguacero azotó a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 3 de abril, 1946, 8; “Gran inundación en Belén a causa del fuerte invierno”, El Colombiano, Medellín, 2 de mayo, 1950, 2; “Inundación sin precedentes ayer en Medellín. Varias quebradas se desbordaron y causaron estragos. Fue magnifica la labor de los bomberos anoche”, El Colombiano, Medellín, 21 de mayo, 1951, 1, 4; “Un solo muerto en la pavorosa inundación del domingo pasado”, El Colombiano, Medellín, 22 de mayo, 1951, 2.

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de todo elogio […] el Cuerpo de Bomberos, distribuido en toda la ciudad, laboró incansablemente por desaguar las inundaciones canalizando el agua y poniendo en acción todas las unidades de la empresa”.247 Esta efectividad en las obras de salvamento era aprovechada para exaltar de paso a las autoridades municipales sobre las que, por ejemplo, se afirmaba: “todas las autoridades del gobierno municipal como don Canuto Toro, alcalde de la ciudad, y el doctor Emilio López, inspector de permanencia, estuvieron personalmente dirigiendo la acción salvadora y no omitieron esfuerzo alguno en favor de los damnificados”.248

Y aunque la actividad institucional era reactiva, es decir no prevenía el desastre sino que reaccionaba ante él, se reivindicaba como resultado de las instituciones el hecho de que no se presentaran muertes. En este sentido se encuentran afirmaciones como “los bomberos mediante su acción heroica, evitaron la muerte trágica de infinidad de personas, especialmente de ancianos y niños”,249 o “nadie se explica cómo es que no se ahogaron numerosas personas residentes en esa zona, especialmente niños y ancianos. Ello se debió posiblemente a la pronta presencia de los bomberos, los cuales trabajaron activamente en la salvación de las personas que estaban en peligro”.250

247

“Las inundaciones de ayer”, El Colombiano, Medellín, 17 de febrero, 1934, 1-2. “Las inundaciones de ayer”, 1-2. 249 “Un solo muerto en la pavorosa inundación del domingo pasado”, El Colombiano, Medellín, 22 de mayo, 1951, 2. 250 “Graves inundaciones ocasionó el aguacero de ayer en esta ciudad”, El Colombiano, Medellín, 23 de abril, 1950, 2. 248

128


Fotografía No. 13. Bomberos durante inundación en el barrio La América, 1951

Fuente: El Colombiano, Medellín, 21 de mayo, 1951, 4.

Fotografía No. 14. Bombero durante inundación en el barrio Campo Valdés, 1968

Fuente: El Colombiano, Medellín, 5 de diciembre, 1968, 4.

129


Durante las décadas de 1930 y 1940 es evidente en la fuente una legitimación del orden social a través de la exaltación de las labores de entidades como el Cuerpo de Bomberos y de las autoridades municipales, que eran presentadas como paliativas de los desastres que ocurrían naturalmente.

Tal exaltación comenzó a cambiar cerca a 1950.

Con el

crecimiento de la ciudad y por ende el aumento del riesgo, la labor del Cuerpo de Bomberos fue haciéndose cada vez más ineficaz frente a los desastres. Por ejemplo, en septiembre del año 1947 a raíz de que algunos “sitios que nunca habían sufrido inundaciones se vieron anegados por la furia de las aguas”,251 se afirma en la fuente que “los carros del cuerpo de bomberos se agotaron en su totalidad [por lo que] hubo necesidad de recurrir a camionetas oficiales que fueron utilizadas en la labor de salvamento”.252 Esa ineficacia se revela en varios sucesos en los que se aceptaba que pese a la “extraordinaria y valerosa intervención del cuerpo de bomberos y el auxilio del ejército y la policía nacional”,253 las pérdidas eran significativas y cuantiosas.254 Por ejemplo, en el año 1951 a raíz de varias inundaciones que ocurrieron el 20 de mayo, afirmaban en la fuente que era un deber suyo “como voceros de la opinión pública […] dejar expresa nuestra admiración de la labor cumplida por el Cuerpo de Bomberos de Medellín, que con una abnegación ejemplar y una eficiencia admirable desempeñó […] las tareas de salvamento […] no solamente sufriendo las asperezas de un trabajo arduo, en medio de las aguas fangosas y hediondas sino la inclemencia del tiempo […] la ciudadanía debe a estos grandes servidores públicos una voz de aplauso y agradecimiento.”255

251

“Desbordado el río Medellín”, El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1947, 1, 8. “Desbordado el río Medellín”, 1, 8. 253 “Inundación sin precedentes ayer en Medellín”, El Colombiano, Medellín, 21 de mayo, 1951, 1, 4. 254 “Graves inundaciones ocasionó el aguacero de ayer en esta ciudad”, 2; “Inundación sin precedentes ayer en Medellín”, 1, 4. 255 “Inundación sin precedentes ayer en Medellín”, 4. 252

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Esto contrastaba con los efectos desastrosos del represamiento y la corriente de las aguas sobre las que se afirmaba que cumplieron con “una tarea destructora sin precedentes en la historia de Medellín” y que “no obstante” la labor de los bomberos, dejaron pérdidas que ascendían a “muchos miles de pesos”.256

La disminución en la efectividad de la acción frente al desastre puede asociarse, de acuerdo con la información obtenida en la fuente, con el aumento en el número de desastres y en el área de ocurrencia de los mismos; aumento que debía enfrentarse con una cantidad de personal y de maquinaria insuficiente. Así lo indican hechos como el de comienzos del año 1968, cuando en relación con una precipitación que duró cerca de una hora, se indicaba que “el cuartel central del Cuerpo de Bomberos informó que como consecuencia del aguacero se recibieron en los teléfonos de alarma no menos de cuatrocientas llamadas […] de esas cuatrocientas llamadas los bomberos no pudieron atender más de un centenar”.257 Dado que de ese centenar sólo “cerca de sesenta casos de inundación contaron con la ayuda de los bomberos” afirman en la fuente que “el personal escaseó a todas luces”.258 Así mismo ocurrió al año siguiente, cuando a la media de hora de comenzar un aguacero el Cuerpo de Bomberos había recibido “más de quinientas llamadas”;259 entonces se dijo que “el cuerpo de bomberos se vio imposibilitado para atender todos los casos”.260 En mayo de 1971 el subcomandante del Cuerpo de Bomberos, capitán Gilberto Carvajal, afirmó que cuando comenzaron las inundaciones recibieron más de mil quinientas llamadas y “que en pocas 256

“Inundación sin precedentes ayer en Medellín”, 1, 4. “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, El Colombiano, Medellín, 20 de febrero, 1968, 4. 258 “Torrencial aguacero azotó ayer a Medellín”, 4. 259 Pedro Nel Córdoba, “$200 mil en pérdidas por el aguacero de ayer”, El Colombiano, Medellín, 25 de septiembre, 1969, 21. 260 Pedro Nel Córdoba, “$200 mil en pérdidas por el aguacero de ayer”, 21. 257

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ocasiones le había correspondido dirigir una operación más complicada […] debido a que fueron muchos los sectores afectados llegando a tal extremo que el personal escaseó”.261

Esta escasez, que es mencionada con recurrencia, era tanto de personal como de maquinaria. En agosto de 1977, de acuerdo con la fuente, quedó demostraba la falta de dotación del Cuerpo de Bomberos para atender los desastres, especialmente los asociados a inundaciones, pues aunque llegaban a utilizar “más de quince maquinas”, la mayoría eran para extinción de incendios, y sólo “cinco vehículos pequeños [eran] para estas labores”.262

En correspondencia con ese panorama, en el discurso naturalizante se empezaron a exaltar o visibilizar otras instituciones y otros elementos del orden social diferentes al Cuerpo de Bomberos. En el año 1954 apareció claramente esta estrategia discursiva, que siguió siendo aplicada en adelante ante la magnitud del riesgo en Medellín, frente a la magnitud del desastre asociado a deslizamientos ocurrido en el sector de Media Luna, en el oriente de la ciudad. Como ya se ha mencionado, éste fue provocado por las alteraciones del entorno natural que generaron las conducciones inadecuadas de agua y la explotación minera. Al igual que venía ocurriendo con los desastres asociados a las inundaciones, éste desbordó la capacidad institucional. Para poder enfrentar la situación, las autoridades municipales tuvieron que pedir la ayuda de las personas que tuvieran herramientas y “equipos consistentes en manilas grandes y fuertes, gran cantidad de maderas y tablones, lámparas,

261

Pedro Nel Córdoba, “El invierno hizo su mayo en Medellín”, 23. “Varias residencias destruidas y más de 80 inundaciones ayer”, El Colombiano, Medellín, 13 de agosto, 1977, 2a.

262

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linternas, palas y otros equipos necesarios”.263

Igualmente tuvieron que solicitar

colaboración a los teatros de la ciudad y a la Ciudad de Hierro para el uso de reflectores, así como a radio Nutibara, que instaló una planta eléctrica portátil y dos luces.264 La incapacidad institucional fue tal que, además de dinero, las autoridades solicitaron donaciones de sabanas para poder cubrir los cadáveres.265

No obstante en la prensa, a través del discurso naturalizante, exaltaron la labor de diversas instituciones, reproduciendo un comunicado del alcalde de la ciudad Jorge Botero Ospina quien afirmó entonces: “allí estuvo el gobierno departamental, la cuarta brigada y la acción directa del municipio a través de la imponderable labor cumplida por el cuerpo de bomberos, por los equipos de las empresas públicas municipales, de valorización, de obras públicas y del aseo, así como la no menos importante llevada a cabo por el cuerpo de policía […] nuestros hombres representativos estuvieron presentes en la hora aciaga que aún nos conmueve dirigiendo el salvamento y orientando tan ardua, peligrosa y difícil empresa […] agradezco, en nombre de la ciudad, la ayuda que en todo momento han prestado el gobierno departamental,266 la cuarta brigada, el cuerpo de bomberos, la dirección de circulación y tránsito, el cuerpo de policía, el hospital San Vicente de Paúl, y muy especialmente la policlínica y el banco de sangre; la oficina de valorización, la secretaría de obras públicas, las empresas industriales y comerciales, el cuerpo médico, la prensa y la radio, los clubes sociales, las distintas agremiaciones”.267

263

“'Yo presencié escenas de horror y de tragedia'”, El Colombiano, Medellín, 13 de julio, 1954, 20; “Rescatados veintinueve cadáveres más de la ‘montaña de la muerte’”, El Colombiano, Medellín, 15 de julio, 1954, 1. 264 “Rescatados veintinueve cadáveres más de la ‘montaña de la muerte’”, 1. 265 “Rescatados veintinueve cadáveres más de la ‘montaña de la muerte’”, 1. 266 Al igual que a nivel nacional, el Departamento de Antioquia era gobernado entonces por un militar, el brigadier general Pío Quinto Rengifo. 267 “La ciudadanía ha dado ejemplo de civismo y sensibilidad cristiana”, El Colombiano, Medellín, 16 de julio, 1954, 19.

133


Fotograf铆a No. 15. Visibilizaci贸n de la acci贸n institucional, 1987

Fuente: El Colombiano, Medell铆n, 30 de septiembre, 1987, 1a.

134


Además de las instituciones tradicionalmente reivindicadas en el discurso naturalizante como el cuerpo de bomberos y la policía, también se exaltó a la industria, al comercio, a los medios de comunicación y hasta a los espacios burgueses de socialización como los clubes. Y como parte fundamental del orden social, la clase dominante también fue visibilizada en la fuente como medio para enfrentar el desastre natural a través de la reproducción del decreto 313 por medio del cual el alcalde, considerando que era un “deber de las autoridades de la ciudad organizar una campaña para ayudar económicamente a los damnificados de la tragedia”,268 ordenó la creación de una junta “pro-damnificados de los deslizamientos del doce de julio, con autonomía para actuar en la consecución de fondos y en la distribución de los mismos”.269

En el discurso naturalizante se definen a los

miembros de esta junta, integrantes de la elite política y económica, como “damas y caballeros de la sociedad medellinense”.270 Esta iniciativa también se aplicó en Bogotá, donde la junta estuvo conformada por personas calificadas en la fuente como “altos personajes del gobierno, la política, la industria y la banca”.271 Así se mostraba a la clase que tenía el poder y la riqueza como medio para enfrentar los desastres, siendo ella la que mantenía el orden social que los generaba.272

268

“Nombrada la junta pro-damnificados”, El Colombiano, Medellín, 14 de julio, 1954, 1, 21. “Nombrada la junta pro-damnificados”, 1, 21. 270 “Nombrada la junta pro-damnificados”, 1. 271 “Creado comité pro-damnificados en la capital del país”, El Colombiano, Medellín, 15 de julio, 1954, 1, 10. 272 En estudios sobre los desastres asociados a sequías en México se ha establecido que este tipo de medidas aparecieron en el siglo XIX con los gobiernos republicanos, significando una novedad respecto a las medidas que tomaba el gobierno colonial frente a los desastres. Allí, se establecían juntas de beneficencia conformadas por personajes importantes en la vida regional o local. Antonio Escobar Ohmstede. “Las sequías y sus impactos en las sociedades del México decimonónico”, en Historia y Desastres en América Latina Volumen II, 177. 269

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Fotografía No. 16. Visibilización de la acción institucional, 1988

Fuente: El Colombiano, Medellín, 25 de noviembre, 1988, 12d.

El discurso naturalizante del desastre de Media Luna es un buen ejemplo de cómo la visibilización de la acción institucional se diversificó ante la magnitud desbordante de los desastres, abarcando varios elementos del orden social que incluyeron, además de los mencionados, la religión cristiana y valores como el civismo y el patriotismo.273 Esta

273

“Rescatados veintinueve cadáveres mas en la ‘montaña de la muerte’”, 1; “La ciudadanía ha dado ejemplo de civismo y sensibilidad cristiana”, El Colombiano, Medellín, 16 de julio, 1954, 19. Aunque no se mostraba como solución al desastre, otro elemento clave del orden social, el Mercado, también fue presentado de manera positiva al exaltar la mercantilización que podría derivarse de un desastre. En el artículo “Unos mueren para que otros vivan” se informaba que: “a raíz de los espantosos sucesos de Media Luna, se viene observando en la ciudad un nuevo y curioso negocio organizado por antioqueños emprendedores, de esos que no se varan en parte alguna […] En la avenida Amador crucero La alambra y en Colombia crucero Girardot,

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diversificación se reprodujo durante la segunda mitad del siglo XX.

Además de la

exaltación constante a algunas instituciones como los bomberos, la policía, las empresas públicas y algunas autoridades civiles y eclesiásticas,274 se visibilizaron otras como el Inderena,275 el Departamento de Seguridad y Control,276 el Tránsito Municipal,277 Metrosalud,278 la Cruz Roja,279 el Comité Metropolitano de Emergencias COME280 y la Corporación Antioquia Presente, una especie de junta pro damnificados.281 Así mismo entidades del orden nacional como el Departamento Administrativo de Seguridad D.A.S.282 y el Ministerio de Gobierno fueron presentadas como parte en el alivio de los desastres.283

se colocaron grandes cajones, a fin de que las personas que lo deseen suban a ellos y observen el sitio de la tragedia con binóculos suministrados por los empresarios, pagando a razón de cinco centavos por cada minuto […] Infinidad de personas esperan constantemente turno frente a esos observatorios improvisados, a que llegue la oportunidad para mirar por los anteojos de larga vista, y no son pocos los que pagan por prolongar el tiempo de observación, a fin de darse más exacta cuenta de la magnitud de los derrumbes. Los empresarios de ese negocio están ganado así algunos pesos, gracias a la desgracia del lunes”. El Colombiano, Medellín, 16 de julio, 1954, 19. 274 “Nuevo derrumbe en Media Luna”, El Colombiano, Medellín, 30 de octubre, 1955, 1, 21; “Pavorosa inundación en Itagüí se presentó a la media noche”, El Colombiano, Medellín, 26 de noviembre, 1955, 1, 20; “Medellín continúa siendo castigada por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 14 de mayo, 1967, 4; “Un muerto durante las inundaciones de ayer”, El Colombiano, Medellín, 28 de noviembre, 1970, 4; César Pérez Berrio, “En Medellín: varias quebradas crean dificultades”, El Colombiano, Medellín, 30 de octubre, 1979, 15a; Pedro Nel Córdoba Laverde, “En el barrio Caicedo: más de 20 muertos por deslizamientos”, El Colombiano, Medellín, 21 de octubre, 1980, 14b; Luz Mercedes Mejía, “¡Atención! Señalados los barrios de mayor peligro”, El Colombiano, Medellín, 8 de mayo, 1987, 6d; “Bajo el signo de la tragedia”, El Colombiano, Medellín, 29 de septiembre, 1987, 5a; “Ayer continuaba el racionamiento en Medellín”, El Colombiano, Medellín, 17 de abril, 1988, 1a. 275 “Falta de árboles, otra causa de la tragedia”, El Colombiano, Medellín, 30 de septiembre, 1974, 13. 276 César Pérez Berrio, “En Medellín: varias quebradas crean dificultades”, 15a; Pedro Nel Córdoba Laverde, “En el barrio Caicedo: más de 20 muertos por deslizamientos”, 14b. 277 Pedro Nel Córdoba Laverde, “En el barrio Caicedo: más de 20 muertos por deslizamientos”, 14b; Luz Mercedes Mejía, “¡Atención! Señalados los barrios de mayor peligro”, 6d. 278 Pedro Nel Córdoba Laverde, “En el barrio Caicedo: más de 20 muertos por deslizamientos”, 14b; Luz Mercedes Mejía, “¡Atención! Señalados los barrios de mayor peligro”, 6d. 279 César Pérez Berrio, “En Medellín: varias quebradas crean dificultades”, 15a; Pedro Nel Córdoba Laverde, “En el barrio Caicedo: más de 20 muertos por deslizamientos”, 14b; Luz Mercedes Mejía, “¡Atención! Señalados los barrios de mayor peligro”, 6d. 280 El Colombiano, Medellín, 3 de diciembre, 1989, 16c. 281 Catalina Villa Pérez, “Punto y aparte. Pan de azúcar no, de hiel… y Antioquia presente”, El Colombiano, Medellín, 3 de octubre, 1987, 4a, 3b. 282 “Medellín continúa siendo castigada por el invierno”, El Colombiano, Medellín, 14 de mayo, 1967, 4. 283 Colprensa, “Invierno en el país: campaña para ayudar a damnificados”, El Colombiano, Medellín, 2 de noviembre, 1984, 3a.

137


Esa legitimación correspondió con una incapacidad institucional continua durante todo el resto del periodo estudiado. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido hasta mediados del siglo XX, tal incapacidad parece haber estado relacionada con la concepción sobre los desastres más que con su magnitud y frecuencia. En repetidas ocasiones aparecen en la fuente referencias a “la falta de atención del municipio”,284 que desde los años setenta consistió básicamente en que, a pesar de los llamados de atención que hacían los habitantes de la ciudad sobre el riesgo, las autoridades e instituciones, sí aparecían, lo hacían cuando éste se materializaba en desastres.285 Ésta es una característica de la concepción fisicalista de los desastres: al creer que el desastre es algo extraordinario, fortuito e inevitable y no la expresión de un proceso, que por ser social puede prevenirse, se actúa sólo cuando se materializa el riesgo.286

La indiferencia hacia las personas que vivían en riesgo fue

evidente en sucesos como el del barrio El Pinar, en el oriente de Medellín, en mayo de 1984, cuando ocurrió un desastre asociado a una avenida torrencial de la quebrada que atravesaba el sector. Allí la indolencia no solo consistió en el “hermetismo al respecto” que mantuvieron las instituciones,287 sino que cuando aquellas personas acudieron días antes del desastre a solicitar ayuda a “todas las entidades oficiales […] las respectivas secretarias”

284

“60 inundaciones en Medellín durante el aguacero de ayer”, El Colombiano, Medellín, 21 de marzo, 1959,

1. 285

Pedro Nel Córdoba Laverde, “En el barrio Caicedo, más de 20 muertos por deslizamientos”, 14b; “Deslizamientos”, El Colombiano, Medellín, 19 de septiembre, 1984, 2a; Luz Mercedes Mejía, “En Granizal está prohibido dormir”, El Colombiano, Medellín, 21 de octubre, 1986, 13a; César Pérez Berrio, “En Medellín: varias quebradas crean dificultades”, 15a; Luz Mercedes Mejía, “Un ‘domingo negro en el Pinar’. ‘Nos sentamos a esperar la muerte’”, El Colombiano, Medellín, 16 de mayo, 1984, 15a; Luz Mercedes Mejía, “En el Doce de Octubre hay una ‘minita’ pero no de oro”, El Colombiano, Medellín, 20 de octubre, 1986, 5b. 286 Allan Lavell Thomas, “Ciencias sociales y desastres naturales en América Latina: un encuentro inconcluso”, 138; Jorge Dehays Rocha, “Fenómenos naturales, concentración urbana y desastres en América Latina”, 178-179. 287 Luz Mercedes Mejía, “Un ‘domingo negro en El Pinar’”, 15a.

138


les decían “que ‘el doctor está en junta y no los puede atender’”.288 Otro suceso que ejemplifica lo expuesto afectó a los habitantes del barrio Doce de octubre en el año 1986. Allí con frecuencia se presentaban desastres asociados a inundaciones de la quebrada La Minita. De acuerdo con la fuente, Alberto Alvarez, un habitante del barrio, ante la ausencia de junta de acción comunal y en vista de que los habitantes del barrio habían “tocado todas las puertas sin recibir ayuda”, tomó la vocería de la comunidad.289 Según él, “‘con unas boletas para entrar al circo de Mikey nos despacharon de una dependencia del municipio y esa fue a respuesta ante la angustia de la comunidad sobre el problema que afrontamos a causa de la quebrada La Minita’”.290

Otro ejemplo de esto lo constituye el desastre

asociado a deslizamientos ocurrido en el barrio Villatina en septiembre de 1987, donde sus habitantes llamaron la atención de las autoridades sobre el riesgo a través de manifestaciones públicas desde siete años antes del desastre, pero éstas los ignoraron hasta que llegó la tragedia.291

De acuerdo con lo hallado en la fuente, en Medellín el fisicalismo de la acción institucional no sólo significó la atención ineficaz de los desastres, sino que llegó al punto de generarlos. Una de las expresiones más evidentes del fisicalismo consiste en orientar las acciones hacia los elementos físicos asociados al desastre, como desatascar el sistema de alcantarillado o desalojar las zonas donde hay riesgo, y no hacia las características sociales que lo generan.

288

Luz Mercedes Mejía, “Un ‘domingo negro en El Pinar’”, 15a. Luz Mercedes Mejía, “En el Doce de Octubre hay una ‘minita’ pero no de oro”, 5b. 290 Luz Mercedes Mejía, “En el Doce de Octubre hay una ‘minita’ pero no de oro”, 5b. 291 “Tragedia en Villatina”, El Colombiano, Medellín, 28 de septiembre, 1987, 13a. 289

139


Desde la década de 1970 se encuentran referencias en la fuente a un tipo de medida que resultó desastrosa. Ante la magnitud del riesgo en la ciudad, las autoridades optaron por ordenar la evacuación de los lugares poblados precariamente y en riesgo. Esta medida no contemplaba opciones de reubicación para las personas que debían desalojar sus casas, por lo que raramente era acatada. Así lo reconocía en septiembre de 1974 el secretario de Obras Públicas Jaime Alberto García, quien ante el desastre asociado a un deslizamiento ocurrido en el barrio Santo Domingo Savio, afirmó que los llamados a desalojar eran desatendidos por la falta de recursos de los habitantes para establecerse en otros lugares.292 En el mismo sentido, cabe anotar que en el año 1980 el gobierno municipal, a la vez que recomendaba el desalojo de varias viviendas en el barrio 20 de julio, reconocía “la incapacidad de brindar una solución de vivienda adecuada ante la limitación de recursos físicos y presupuestales por parte de la administración”.293

El tono sugerente con que, según la fuente, se llamaba al desalojo, cambió finalizando la década de 1980. Respecto a un desastre asociado a inundaciones de la quebrada La Iguaná, el alcalde de la ciudad Juan Gómez Martínez, afirmó entonces, según la fuente, que: “La administración municipal no va a tolerar más invasiones en barrios que corren peligro por deslizamientos o inundaciones. No vamos a permitir un tugurio más en Medellín. Así que a los habitantes de otros municipios les pido el favor que no vengan a Medellín, donde no hay tierras […] Aunque me critiquen, vamos a poner vigilancia para que no sigan las invasiones”.294

292

Fernando Londoño, “Peligro: en cuatro barrios más puede haber nuevas tragedias”, El Colombiano, Medellín, 1 de octubre, 1974, 14. 293 El Colombiano, Medellín, 22 de octubre, 1980, 8a. 294 Luis Horacio Botero Montoya, “Otra vez la Iguaná”, El Colombiano, Medellín, 6 de julio, 1988, 18a.

140


Esta política, sumada a “la filosofía de trabajar sobre el lecho de las quebradas y no sobre las vías públicas o las viviendas”,295 se tradujo en que el sábado 7 de septiembre de 1991, a las cuatro de la mañana, “120 policías, 50 volquetas, 7 buldózeres y retroexcavadoras” comenzaron un operativo de desalojo de quienes habitaban en las riberas de la cuenca baja de la quebrada La Iguaná.296 El operativo sorpresa, que se extendió hasta el medio día del domingo, dejó como resultado “en las riberas de la Iguaná […] los vestigios que habría dejado una creciente”:297 la pérdida del hábitat, la ruptura de las redes sociales, casas destrozadas, familias a la intemperie con sus pocos enseres, sentimientos de injusticia e impotencia.298 Las elocuentes fotografías 17, 18y 19 muestran cómo quedaron las casas del barrio La Iguaná después del desastre.

Fotografía No. 17. Desastre por desalojo del barrio La Iguaná, 1991

Fuente: El Colombiano, Medellín, 10 de septiembre, 1991, 1b. 295

“Por invierno, valen las precauciones. En tres meses se han invertido $66 millones en labores de prevención”, El Colombiano, Medellín, 27 de octubre, 1990, 4b. 296 León Jairo Saldarriaga, “En La Iguaná la autoridad arrasó antes que el invierno”, El Colombiano, Medellín, 8 de septiembre, 1991, 2c; León Jairo Saldarriaga, “En La Iguaná la ley se cumple y no se avisa”, El Colombiano, Medellín, 10 de septiembre, 1991, 1b. 297 León Jairo Saldarriaga, “En La Iguaná la ley se cumple y no se avisa”, 1b. 298 Carlos Alberto Giraldo, “Eramos felices en la Iguaná”, El Colombiano, Medellín, 10 de septiembre, 1991, 2b.

141


Fotografía No. 18. Desastre por desalojo del barrio La Iguaná, 1991

Fuente: El Colombiano, Medellín, 11 de septiembre, 1991, 2b.

Fotografía No. 19. Desastre por desalojo del barrio La Iguaná, 1991

Fuente: El Colombiano, Medellín, 12 de septiembre, 1991, 2b.

142


La génesis social del riesgo era la cara oculta de la legitimación del orden social en la naturalización. Aún en los textos en los que se presentaba una acción institucional ineficaz o inclusive desastrosa, se daba por sentado que, ante los desastres, el remedio era la asistencia institucional, que la solución a los desastres se encontraba en el orden social. Sobre el desastre asociado a una acción institucional en el barrio La Iguaná en septiembre de 1991, en el que no hizo falta la presencia de un fenómeno natural para que ocurriera, en la fuente reprodujeron las palabras del alcalde, quien dijo: “sabemos que es inhumano el procedimiento, pero más inhumano es sacar cadáveres”.299 A pesar de tal destrucción, de tal desastre, se mostró como buena la acción fisicalista de las autoridades: el orden social como el medio para enfrentar los embates de la naturaleza.

299

León Jairo Saldarriaga, “En La Iguaná la ley se cumple y no se avisa”, 1b.

143


CONCLUSIONES La aplicación del método histórico en el análisis cualitativo de los desastres asociados a inundaciones y deslizamientos ocurridos en la ciudad de Medellín entre los años 1930 y 1991, permitió identificar la génesis social de éstos mediante el establecimiento de indicios causales que revelaron un proceso histórico de construcción social del riesgo; proceso que tuvo como contexto el crecimiento de la ciudad y que fue expresión, con éste, de la consolidación del sistema mundial capitalista en Medellín, incluyendo sus relaciones sociales y su orden político.

Como se ha expuesto, durante el periodo mencionado la urbanización de Medellín supuso unas relaciones ambientales y sociales que resultaron determinantes en la generación de desastres. Con la presente investigación se estableció que la doble marginalidad, esto es la segregación espacial y la pobreza, y la transformación intensiva de la naturaleza, fueron características del crecimiento de la ciudad que produjeron, respectivamente, vulnerabilidad de la población y amenazas: constituyeron el riesgo de desastres. La segregación espacial y la pobreza generaron principalmente vulnerabilidades por la ubicación y el tipo de las viviendas, vulnerabilidad por origen; por la falta de recursos económicos con que reponerse después de un desastre, vulnerabilidad económica, y por el deterioro paulatino del hábitat, vulnerabilidad progresiva. En cuanto a la socialización de la naturaleza, la urbanización de Medellín generó la alteración de los regimenes y ciclos hídricos y la desestabilización de las laderas, provocando desastres que sin la acción antrópica sobre el entorno natural difícilmente hubieran ocurrido. Es el caso de las inundaciones por alteraciones de cuencas,

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por aumento de escorrentía y sedimentación de suelos y de los deslizamientos generados por la extracción de materiales para la construcción y la conducción y vertimiento de aguas.

Si bien la doble marginalidad permitiría por sí sola afirmar la naturaleza social del desastre, haber identificado amenazas generadas por la transformación antrópica de la naturaleza confirmó que la génesis social del riesgo no se limita a la vulnerabilidad, sino que la amenaza también puede ser socialmente construida. Esto señala, entre otros asuntos, la importancia de estudiar la relación histórica entre sociedad y naturaleza, sus afectaciones recíprocas, para entender mejor los desastres asociados a fenómenos naturales y actuar respecto a ellos con más acierto.

La confirmación de la naturaleza social de los desastres asociados a deslizamientos e inundaciones en Medellín no sólo demostró la utilidad de las herramientas teóricas elegidas, sino que permitió establecer un contexto, un sustento factual, a partir del cual escudriñar cómo en la fuente daban cuenta de los desastres; identificando así una práctica discursiva, que hemos llamado aquí naturalización, y algunas de sus estrategias narrativas.

En un primer momento el interés por la naturalización estuvo orientado por un entendimiento de ésta como mecanismo cultural con el que se construía una creencia, en este caso, en el carácter natural de los desastres.

Sin embargo, en el camino fue

revelándose como un dispositivo de legitimación del orden social, basado en el ocultamiento de las consecuencias desastrosas de la implantación del mismo y en la exaltación de sus instituciones y sus promotores. Es decir, con la naturalización se ocultaba

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el orden social hegemónico como factor genésico de los desastres y a la vez se visibilizaba como medio para enfrentarlos.

Al respecto la investigación permitió identificar dos estrategias narrativas de esta práctica discursiva que eran concomitantes. Con una de ellas planteaban la causalidad natural del desastre a través de la personificación de la naturaleza; estrategia que fue refinándose paulatinamente desde cerca a 1950 a medida que el riesgo se incrementaba y, sobretodo, que la génesis social de los desastres se hacía cada vez más evidente. Por medio de la otra estrategia identificada se exaltaba el orden social como remedio de los desastres. Al igual que la personificación, esta estrategia presentó cambios desde mediados del siglo, de acuerdo con el aumento en la magnitud del riesgo y por ende en la frecuencia e impacto de los desastres, lo que disminuyó la efectividad de la acción institucional. Esta disminución también estuvo relacionada con la concepción fisicalista que las autoridades tenían del riesgo y que resultó desastrosa como se expuso líneas atrás.

Lo mencionado hasta este punto confirma lo provechoso de enriquecer el método histórico con herramientas conceptuales y teóricas de otras disciplinas científicas.

En esta

oportunidad la aplicación de la teoría social del riesgo, un corpus teórico desarrollado con aportes de la sociología, la antropología y la geografía, entre otros; y el aprovechamiento de algunos elementos de la lingüística crítica para la indagación en la fuente, permitieron la interpretación histórica de unos hechos concretos interrelacionándolos en un proceso. Esto muestra la aplicabilidad del método histórico a problemas que son actuales incluso cuando

146


no hay muchas fuentes identificadas, algo que puede llegar a ser común en temas poco investigados.

Teniendo en cuenta los hallazgos logrados con esta investigación, sería útil abordar con mayor detenimiento varios elementos, como los cambios del entorno natural de Medellín producidos por la acción antrópica y su relación con el riesgo de desastres durante la modernidad, es decir, desde la colonia hasta hoy.

Esta mirada diacrónica permitiría

continuar refinando las herramientas teóricas y metodológicas utilizadas en esta investigación, así como identificar nuevas fuentes para este tipo de estudios. Igualmente, estos hallazgos deben desarrollarse y complementarse también con estudios que atiendan los momentos posteriores a los desastres, indagando de manera directa por las estrategias adaptativas y, sobre todo, por la reconfiguración del riesgo que éstas puedan generar. Así podría llevarse a cabo un análisis sincrónico de los sucesos desastrosos sin que esto signifique un alejamiento de la mirada procesal.

Vale recordar que las concepciones que una sociedad tiene acerca del riesgo y de los desastres en sí, son determinantes para evitar la ocurrencia de éstos o aliviar sus efectos. Esto con el ánimo de llamar la atención sobre la necesidad de estimular cambios en la percepción del riesgo de desastres y en especial de su naturaleza. La forma de nombrar los desastres revela esas percepciones, por lo que es un medio clave para incitar una concepción de éstos como producto de un proceso de construcción social del riesgo y no de la naturaleza. Dada la innegable influencia de los medios de comunicación masiva en nuestra sociedad, las academias de comunicadores y periodistas, así como los manuales de

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estilo de los periódicos, son nichos fértiles para promover una concepción de los desastres basada en el reconocimiento de su génesis social. Asimismo, es importante incluir en los análisis históricos sobre el riesgo, conceptos y teorías que ayuden a dar cuenta del devenir temporal de la naturalización como práctica discursiva, y de sus estrategias narrativas, relacionando aspectos como la utilización de las imágenes y la morfología de la prensa, entendida como una institución de elite.

Dada la aparente irreversibilidad de las consecuencias desastrosas del crecimiento urbano de Medellín, la utilidad del conocimiento generado con investigaciones como ésta podría menospreciarse. Sin embargo, el hecho de que los procesos de urbanización continúen en pequeñas, medianas y grandes ciudades de Colombia y de América Latina, y que con éstos se siga generando riesgo, muestra que el contexto problemático esta latente y que el conocimiento de la construcción histórica del riesgo podría ser útil para evitar la reproducción de dinámicas de poblamiento riesgosas. Por ejemplo, ante la afectación constante de la población campesina por desastres asociados a inundaciones, sequías y deslizamientos, el estudio de los procesos de construcción del riesgo de desastres a nivel urbano puede permitir la identificación de factores de riesgo susceptibles de reproducirse en los ámbitos rurales, o que se generan en centros urbanos pero afectan regiones enteras más allá de los limites territoriales y administrativos de la ciudad.

En relación con lo anterior, esta investigación ha aportado elementos para debatir la errónea idea, arraigada incluso en estudiosos de este tema, de que los desastres ocurren en los lugares en que hay un crecimiento no planificado. Podemos cuestionar esta idea no sólo

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por haber establecido la ocurrencia de desastres en lugares construidos bajo los parámetros de la planeación urbana, como los barrios San Joaquín, Conquistadores o Calazans en el occidente, El Poblado y el barrio Colombia en el suroriente o en varios complejos viales, entre otros; sino porque cuando se planifica la urbanización de un territorio se jerarquizan los lugares y se racionaliza el espacio priorizando para la urbanización aquellos más rentables o que ofrecen mejores condiciones para su equipamiento, y por ende excluyendo los que no lo son. En este sentido, los lugares donde la ciudad crece sin la aplicación de parámetros urbanísticos no deberían entenderse como opuestos a los lugares planificados, sino como complementarios, como su contracara, pues son aquellos lugares menospreciados para la urbanización rentable, normalizada, los que presentan crecimiento desordenado. Igualmente, otro aspecto de la planeación urbana que genera crecimiento por fuera de los parámetros de planificación lo constituyen los desalojos de viviendas para la aplicación de los planes urbanísticos, como el mencionado en el barrio La Iguaná en septiembre de 1991. Un desalojo planificado para construir vías que resultó, como se ha dicho, en un desastre en el que no hizo falta la presencia de ningún fenómeno natural. Esta supuesta oposición entre la planeación urbana y el riesgo parece una afirmación ahistórica y tecnocrática, útil para el ocultamiento de las causas sociales de los desastres y no una sustentada en la comprensión del riesgo; razón para indagar con mayor atención esta otra perspectiva relacionada con su construcción histórica.

Para finalizar, es pertinente anotar que esta investigación ha sido motivada por el deseo de contribuir al entendimiento y solución de un problema social de tanta vigencia e importancia como los desastres asociados a fenómenos naturales. Ojalá este modesto

149


ejercicio de investigaci贸n contribuya en algo para que sean erradicados de nuestro presente y se conviertan en una aleccionadora parte de nuestra historia.

150


ANEXO

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