Libro el locutorio

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Javier Vargas Urquijo - Mateo López (El locutorio)

Mirando a las personas esperar, uno puede –sin proponérselo- ver en su interior, como se encuentran, los procesos que atraviesan, aun si las tuviésemos frente a nosotros, tan solo en una oportunidad. La manera que se sientan, la forma que observan en derredor, sus respiraciones, sus manos, todos son lenguajes que los delatan. Tiempos de espera, refleja eso, al ser humano desnudando pensamientos a través de sus actitudes, cuando creen, que nadie los ve.

(El locutorio) Javier Vargas Urquijo

Mateo López



Tiempos de espera

(El locutorio)

Mateo L贸pez

Javier Vargas Urquijo

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Tiempos de espera

DNDA Expediente Nº : Formulario Nº: Nombre: Mateo López Seudónimo: DNI 27378365 CUIT/CUIL 20-27378365-3 Domicilio: Subida del paralelo, s/n El Bolsón, Río Negro Nombre: Gustavo Carlos García Seudónimo: Javier Vargas Urquijo DNI 12.839.162 CUIT/CUIL 20-12839162-3 Domicilio: Lote 21-Km 4 ½ -Pje. Entre Rios –Lago Puelo

Agradecimientos: Clínicas colectivas de arte, en especial para Alvaro y Gaby.

Diseño de tapa: de los Autores Imágenes de tapa: de los Autores Diagramación: de los Autores EL LOCUTORIO 2015 Mateo López/Javier Vargas Urquijo Autoedición de presentación, exime el depósito que dispone la Ley 11.723 e ISBN

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PRÓLOGO

Nuestra vida, en ocasiones, transcurre por carriles extraños. Nuestro yo interior, adormece requerimientos fundamentales, en pos de una supervivencia mezquina. Lo que Uds. verán aquí, es un cúmulo de sensaciones involuntarias plasmadas en papel, nacidas desde lo profundo de un ser…que quería “ser” y no sabía “como”…Hasta que un día…lo descubrió. Acompáñenos a Mateo López y Javier Vargas Urquijo en esta simbiosis de Arte Plástico y Literatura. Solo les pedimos una sola cosa, deténganse unos instantes en cada imagen, decodifiquen su mensaje y déjense llevar por la imaginación. Que lo disfruten. Los Autores.

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Mis viajes‌ por no poder irme

EL DISPARADOR

-Quiero irme- Esta frase se repetĂ­a insistentemente en mĂ­ mente. Asiduamente retornaba, por momentos, actuando como un catalizador ante ciertos hechos cotidianos.

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-¿Joven. Joven? Baje, hay humanos en el planeta esperandoLa mujer gorda, tamborileaba las uñas de manera exasperante sobre el mostrador. -¿Ssssi Sra. Qué desea?-¡Que me cobres! ¿O esto es una parada de colectivos?Mí mano, como si fuera autómata, tomó una birome y un ticket que se hallaba sobre el desk y empezó un extraño ritual. -Son 25 centavos Sra.- Dije de forma inexpresiva. ¿25 centavos? Pero si la tarifa es de 22 centavos. ¡Quiero el vuelto!- Declaró impasible. -No tengo monedas de 1 centavo Sra.- Y me preparé para recitar la consabida letanía, que consistía en que el Banco Central no estaba acuñando las tan mentadas monedas. Pero…no me dio tiempo. -¿Cómo que no tiene…?¿Cómo q…?Mis ojos traspasaron el cristal y mi mente sin siquiera notarlo, se subió a un taxi que pasaba. Mi mano…seguía en su ritual ¿Qué estaba haciendo? No podía mirar, porque mi mente tomó aquel taxi. Con cierto recelo, le pedí que retornase, la necesitaba para lidiar con aquellas cosas cotidianas…sin prisa, ella bajó del vehículo, tras dejar tres centavos de propina…porque el taxista no tenía monedas de un centavo para darle el vuelto. ¡Qué círculo vicioso! Atravesó el vidrio y retornó a mí cavidad craneal, justo a tiempo. -Aquí tiene sus 25 centavos. Cómprese algo en un Country o

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un Cero Km. Decida Ud.- Me espetó en la cara. La moneda plateada rebotó en el desk, una, dos veces y se detuvo con un ruido seco. La tomé…mejor dicho, la empujé con la birome – no sea cuestión que fuese contagioso lo que le aquejaba a aquella mujer- hasta que cayó en el cubículo de las monedas de 25 centavos. -¡Que bronca! Tampoco me quedan muchas- Pensó mi mente recién ingresada. Esta acción de empujar la moneda, me recordó lo que mi mano había estado haciendo, mientras la mujer gorda martillaba sus dulces palabras en mis oídos. Bajé la mirada y allí estaba, sobre el ticket que le debía entregarle a un oficinista que salió corriendo para alcanzar el ómnibus, un dibujo. De pronto, me percaté, que no era la primera vez que esto ocurría, con la variante, de que en las otras ocasiones, no le había prestado atención, remitiéndome a estrujar el ticket de turno y arrojarlo al cesto de basura. Me quedé absorto observando aquella creación. No podía dar crédito a que aquello surgiera de mi mano, en medio de todo ese maremágnum de situaciones, y además, hacerlo sola…porqué yo no participé. Estaba muy ocupado huyendo mentalmente de los graznidos de aquella rechoncha mujer y del tedio. Tomé aquel trozo de papel y lo guardé con mucho cuidado. Allí en mi bolsillo, estaba la muestra de que estaba vivo, de que algo en mí, pugnaba por expresarse…y no sería yo quién lo acallase.

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ESOS OJOS

-¿Cabina por favor?El protocolo social marca: No debes mantener la mirada a un extraño, más allá de lo necesario para establecer un contacto, que permita entender que es lo que amerita la situación.

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-¿Qué?- Ahora que alguien me explique, ¿cómo hago para despegar mis ojos de esos ojos?- Era simplemente imposible. La muchacha, al darse cuenta, sonrió. La situación en sí, era halagadora para ella, no la comía con la mirada, la admiraba. Toda ella se desvanecía ante aquellos ojos verdes. Luego de una eternidad – o así me pareció- repitió suavemente. -¿Cabina? Por favor.-

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-Elija la que desee Sta. La que quiera.- Balbuceé.

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Ella me regaló una sonrisa que –creo- iluminó todo el locutorio, porque otros hombres, también voltearon a ver a aquella preciosa hembra –dicho esto con todo el respeto que una mujer se merece- porque ella era una representante inobjetable del género femenino. Adjuntamente noté – y eso me molestó profundamente- que esos otros hombres no la miraban como yo, ellos cenaban a esa mujer –era de noche en Buenos Aires- Escuché que cuchicheaban algo por lo bajo. Uno se acercó y con aire canchero, quiso hacerme partícipe de sus comentarios, tal vez, por el solo hecho de pertenecer al mismo club masculino. -¡Qué mina! ¿No? ¿Sabes todo lo que le haría a algo así?- Y me guiñó un ojo. Trabajaba en un locutorio, necesitaba el trabajo, cuentas que pagar, el lugar donde vivía, el colectivo, comer cuando tenía hambre…esas cosas. Me limité a contestarle. -¡Me lo imagino! Mi expresión y tono de voz, no lo alentó a decir nada más, alejándose desconcertado, sentándose en soledad en un rincón oscuro. Para mi extrañeza, esa frase lo dejó pensativo y callado, quedando con la vista clavada en el piso, a la espera de una llamada que jamás llegaría.

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Simplemente... seguir En ocasiones, el callar es el mejor camino, para sentir, para vivir o incluso, seguir, simplemente seguir.

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BILOCACIONES

Una tarde de invierno, me encontraba solo en el locutorio cuando recordé la caja marrón en la que guardaba los dibujos. Parsimoniosamente la saqué de su escondite, abrí la tapa y de a poco, los fui sacando. Me detuve a estudiar cada trazo, con el inconfeso deseo de que nadie entrase e interrumpiese ese momento.

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Vi reflejadas situaciones en estilos cambiantes.

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Lo ecléctico de aquella vasta producción, mostraba a las claras los estados de ánimo por los que atravesaba. Sombras, vigorosos trazos, líneas simples, complejos entrecruzamientos, rostros con miradas vacías. Todo estaba allí expuesto descarnadamente en un lenguaje codificado, no apto para profanos y que solo algunos podrían descifrarlo…tampoco era cuestión de desnudarse en público.

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Si aquello era un pedido de ayuda ÂżA quiĂŠn estaba dirigido?

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CAMBIO DE TURNO Los fines de semana rotábamos, éramos tres los que atendíamos aquel locutorio.

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Él fue el primero en acceder a mí mundo secreto. Contrariamente a lo que esperaba, se quedó mirando uno de los dibujos de mí mano y asintió con la cabeza. De cierta forma, agradecí esa forma de mostrar su aprobación, no hubo halagos comprometedores, ni grandilocuentes ¡Oh! ¡Maravilloso! Su reacción fue genuina, honesta, diáfana, desde su desconocimiento absoluto del arte plástico, simplemente, se dejó inter penetrar por aquellas manifestaciones que emanaban de un interior en conflicto,

Con uno de ellos apenas mantenía contacto, no por nada en especial, simplemente estábamos a contra turno. En cambio, con Alejandro pasábamos al menos una hora diaria juntos, mientras hacíamos el arqueo de caja y nos dábamos el parte de novedades.

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que luchaba denodadamente por des enmadejar un enigma, del cual aun no poseĂ­a la clave.

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INCERTIDUMBRES El trabajar en un locutorio, me llen贸 de incertidumbres. A medida que pasaba el tiempo, los creo, as铆 me pareci贸, y los tal vez, se fueron multiplicando exponencialmente, como si mis certezas fueran perdiendo vigor en esa ciudad.

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Entendámonos, amo a Buenos Aires, pero, con el pasar de los días –primero- de las horas – después- terminando en cada segundo, fue anidando una creciente impaciencia que pintaba un panorama demasiado gris para el futuro que anhelaba interiormente o del que otrora se presentaba como promisorio. Mis interrogantes no estaban claros, solo sabía a ciencia cierta, que al despertar cada mañana, tenía un regusto en la boca, comparado a cuando uno toma un mate amargo,

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acostumbrado a tomarlo dulce. Sin embargo, no era algo físico, era una sensación extraña, casi visceral. Mi organismo se mantenía en piloto automático, pero mi yo interior –con mi mano incluida- Pugnaban por hacerse oír. Hablando de mi mano, ella seguía con su metié de realizar su protesta en aquellos pequeños trozos de papel, exponiendo aristas desconocidas de mi mismo.

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A los tickets casi nadie los lleva, o porque los tirarán más tarde, - la versión femenina es meterlos en la cartera, hasta que desborden- o simplemente, no les importan – exceptuando que puedan descontarlos en los viáticos- sino, allí quedan acumulándose en mi desk, apilándose irremediablemente, hasta terminar en el cesto de basura.

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Mi nano les encontró otro uso y de a poco, esas mini obras de arte, se fueron multiplicando en la misma medida que aquél desazón crecía en mi pecho. Un no yo, iba en busca del sustento diario, mi yo real, viajaba cada vez más lejos, lo que me preocupaba entre bambalinas, era que un día cualquiera, decidiese…no regresar jamás.

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Debía imperiosamente darle un giro a la historia‌dibujos marcando caminos‌dibujos reflejando un destino.

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‌Y un día, simplemente, me fui.

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