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2.5. Países Bajos

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BIBLIOGRAFÍA

BIBLIOGRAFÍA

2.5. Países Bajos

La escuela flamenca de pintura creada en el siglo XV por Jan van Eyck continúa en el siglo XVI, cuando los Países Bajos atraviesan un momento crítico. Desde fines del siglo XV el poderoso ducado de Borgoña forma parte del Imperio germánico y pertenece también a la órbita española, con lo que en la primera mitad del siglo XVI los territorios ocupados hoy por Bélgica, entonces Flandes, y Holanda quedan unidos gracias a Carlos V con el nombre de Países Bajos. Sin embargo, también en esta época las ideas protestantes irrumpen con fuerza en el norte de Europa, lo que propicia una lucha política y religiosa que lleva a su separación en la segunda mitad del mismo siglo XVI, concretamente a partir de 1581 (Liga de Utrecht). Mientras las provincias septentrionales (Holanda) logran su independencia, las meridionales (Flandes) quedan bajo el mando español.

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Estas circunstancias históricas explican que el realismo de la pintura flamenca, tan distinto al italiano ya desde el siglo XV, siga tan apegado a la religiosidad tradicional, pero se ponga ahora al servicio de nuevos géneros profanos que, con mensajes moralizantes, responden a las demandas de la burguesía en unos momentos en que la Iglesia realiza cada vez menos encargos a tenor del rechazo protestante hacia las imágenes. Al mismo tiempo, las ideas italianas llegan a los Países Bajos, pero curiosamente sus pintores más sobresalientes se mantienen al margen de ellas.

El primer artista destacado del siglo es el Bosco (h. 1450-1516), quien trabaja aislado en un ámbito provinciano, ajeno por completo a los descubrimientos italianos. Muy apegado aún a la fe medieval, la desarrolla con mucha originalidad al dar rienda suelta a su fantasía, con grandes dosis de ironía y humor. El paisaje y las escenas de la vida cotidiana ganan en importancia en sus cuadros, poblados por multitud de pequeñas figuras que, a pesar de ser muy extrañas, se representan con tanta precisión que parecen verídicas, cuando en realidad constituyen una auténtica visión que recuerda el mundo de los sueños. Mientras los italianos en ese momento se esfuerzan por representar el mundo exactamente como es o como se ve, el Bosco lo presenta al revés, es decir, pinta lo queno se ve. Y esto lo hace conscientemente para transmitir de un modo pesimista qué difícil es para el hombre salvarse y, en cambio, qué fácil condenarse por culpa de los vicios que él ridiculiza (El Jardín de las Delicias).

Brueghel el Viejo (h. 1525-1569) desenvuelve su actividad sobre todo en Amberes, ahora con la importancia artística que antes tuvo Brujas. Alejado del Manierismo italiano imperante en su época, se interesa por la pintura de costumbres, género que él consolida y al que le da un carácter peculiar. Con la descripción minuciosa propia también de el Bosco y de todos los pintores flamencos, lo nuevo en Brueghel es que sus protagonistas son campesinos, que él trata de un modo cómico, no para reírse de ellos, sino para extraer una lección moral que se refiere a la insensatez humana, más entendida como locura que como pecado a diferencia de el Bosco. El carácter individual de sus labriegos, con sus expresiones toscas y sus posturas poco convencionales, entronca en cierto modo con el pensamiento protestante, que aboga por la relación directa entre Dios y el hombre y la obligación de éste de apartarse de lo irracional que, inevitablemente, le lleva al mal (Boda aldeana).

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