Universitarias
Orientaciones
Bernardo Gaitán M.
Orientaciones Universitarias Los Profesores y la Universidad
Alfredo D. Bateman Q.
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José del Rey F., S.J.
Orientaciones Universitarias LOS PROFESORES Y LA UNIVERSIDAD
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Bogotรก
Orientaciones Universitarias LOS PROFESORES Y LA UNIVERSIDAD
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Bogotá
Orientaciones Universitarias
Publicación periódica de la Rectoría de la Pontificia Universidad Javeriana
www.javeriana.edu.co/archivo-historico/orientaciones Nº 53 Los Profesores y la Universidad Director
Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. Rector Pontificia Universidad Javeriana
Compilación y Coordinación editorial
Jairo Humberto Cifuentes Madrid Secretario General
Preprensa e impresión
Carlos Julio Cuartas Chacón Asesor del Secretario General Fundación Cultural Javeriana de Artes Gráficas – JAVEGRAF
Bogotá, D.C., agosto de 2018
CONTENIDO
Presentación Jorge Humberto Peláez, S.J. Rector de la Universidad Proclamación de Profesores Titulares y Professores Eméritos Jorge Humberto Peláez, S.J. “La audacia de la esperanza Cristiana” Gerardo Remolina, S.J.
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Lanzamiento del libro “Pensamento Educativo en la Universidad” Luis David Prieto 19 “Un profesor en la Universidad” Álvaro J. Ruiz
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Visita a la Universidad Roma Tre Papa Francisco
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Encuentro con los miembros de la Fundación "Gravissimum Educationis" Papa Francisco
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ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 53
“La Universidad fuente de vida reconciliada” Arturo Sosa, S.J.
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“Un Puente sobre aguas turbulentas: las universidades jesuítas en una era de fragmentación” Michael J. Garanzini, S.J. 53
HOMENAJES
Doctorado Honoris Causa al P. José del Rey Fajardo, S.J. Palabras del Rector de la Universidad Jorge Humberto Peláez, S.J.
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Palabras del Recipiendario José del Rey, S.J.
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Documentos Javerianos No. 10 - De papel y pergamino Los 119 diplomas de Alfredo D. Bateman Quijano Palabras del Rector de la Universidad Jorge Humberto Peláez, S.J.
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Fallecimiento del Doctor Bernardo Gaitán Mahecha, Decano del Cuerpo Profesoral Homilía en sus funerales Gerardo Remolina, S.J.
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Homilía en la Misa de Acción de Gracias Jorge Humberto Peláez, S.J.
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Registro en Hoy en la Javeriana Carlos Julio Cuartas
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PRESENTACIÓN Hemos decidido recoger en la edición No. 53 de Orientaciones Universitarias una selección de textos que tratan sobre los Profesores y la Universidad para destacar una vez más la importancia que tienen en un centro de Educación Superior como el nuestro, este selecto grupo de personas y la imperiosa necesidad de asegurar que su actividad responda a los ideales que se derivan de la identidad institucional. Es indudable que la vitalidad del quehacer académico y en particular, la eficacia de la labor educativa dependen en buena medida de ellos. Se trata de hombres y mujeres que aceptan entrar a formar parte de la Comunidad Universitaria, y asumen la responsabilidad de darle vida a las funciones de docencia, investigación y servicio dentro de las orientaciones que guían el desarrollo histórico de estos claustros, como son, en el caso de la Javeriana, las que provienen del magisterio pontificio y los lineamientos de la Compañía de Jesús. En primer lugar, el lector encontrará los discursos de orden pronunciados recientemente con ocasión de la proclamación de Profesores Titulares y Profesores Eméritos, y de la celebración del Día del Maestro, dos actos que convocamos anualmente con el fin de testimoniar todo el aprecio y reconocimiento de la institución hacia sus Profesores. En seguida, tenemos un escrito sobre estos temas que bien vale la pena que figure en la Colección de Orientaciones Universitarias, preparado por un destacado Profesor Titular, y que fue publicado entre los ensayos que se incluyeron en el libro 80 años Pontificia Universidad Javeriana - Restablecimiento 1930-2010. A continuación de esos cuatro textos, aparecen dos intervenciones del Papa Francisco relacionadas con la educación, una de ellas pronunciada en la visita que realizó el año pasado a la Universidad Roma Tre; la exposición del Superior General de los Jesuitas, P. Arturo Sosa, S.J., en el Encuentro Mundial de Universidades encomendadas a la Compañía de Jesús, celebrado recientemente en Loyola, España; y la del Secretario de Educación Superior en la Curia General, P. Michael J. Garanzini, S.J., en la Conferencia conmemorativa de los 75 años de la Universidad Iberoamericana en Ciudad de México, realizada también hace pocas semanas. Todos ellos nos permitirán actualizar el marco de referencia en el cual hoy en día debe desarrollarse la vida universitaria y la labor de sus Profesores. Finalmente, en sección aparte, se publican los documentos relacio-
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ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 53
nados con los homenajes que en los últimos meses la Universidad ha tributado a tres grandes Profesores, miembros de la Orden Universidad Javeriana, que sin lugar a dudas son un claro ejemplo para las nuevas generaciones de lo que significa asumir los ideales y valores que iluminan estos claustros centenarios. El primero de ellos es el P. José del Rey Fajardo, S.J., a quien la Universidad confirió el 2 de mayo pasado el título de Doctor Honoris Causa en Historia Colonial Neogranadina, como reconocimiento a su riquísimo trabajo investigativo sobre la labor de los jesuitas en esta región del continente americano, así mismo como a sus ejecutorias como educador y hombre de universidad. El segundo Profesor es el Ingeniero Alfredo D. Bateman Quijano, fallecido el 27 de mayo de 1988, hace ya 30 años. Este aniversario coincidió con la publicación del Archivo Histórico Javeriano Documentos Universitarios 10, que fue dedicada al estudio de los 119 diplomas de este benemérito Profesor, que hoy conservamos en la Javeriana y nos permiten acercarnos a la figura de un servidor público que se distinguió por su honorabilidad así como también por su consagración a la vida académica. Finalmente, en este número de Orientaciones Universitarias podemos repasar dos homilías y una nota biográfica escritas con ocasión de la muerte de quien por muchos años fue el Decano del Cuerpo Profesoral de la Javeriana, el Doctor Bernardo Gaitán Mahecha, quien honró de manera extraordinaria el juramento que prestó en 1951 al recibir en esta casa de estudios, su título de Doctor en Ciencias Jurídicas. Respetado por colegas y discípulos, mereció ser llamado en la cotidianidad como el Maestro, distinción que es poco común en nuestro medio. Con su fallecimiento, ocurrido el 22 de marzo pasado, la Universidad perdió la sabiduría de un hombre grande y el país la prestancia de un ciudadano sin par. De esta forma, el número 53 de la colección Orientaciones Universitarias, nos ofrece, por una parte, un valioso material sobre los ideales que enmarcan el desarrollo institucional y, por lo tanto, la actividad de un Profesor en nuestra Universidad, especialmente en lo que se refiere a la formación integral de sus alumnos. Por otra parte, los textos aquí recogidos nos permiten conocer el testimonio que al respecto nos han dejado tres figuras destacadas en la Javeriana que a lo largo de sus meritorias vidas se empeñaron en hacer realidad nuestro Proyecto Educativo. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. Rector
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PROCLAMACIÓN DE PROFESORES TITULARES Y PROFESORES EMÉRITOS Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J. El acto que nos congrega ha sido convocado con el fin de proclamar dieciocho nuevos Profesores Titulares y seis nuevos Profesores Eméritos de la Universidad, hombres y mujeres de vida académica destacada, que han hecho méritos para recibir estos importantes reconocimientos, contemplados en nuestro Reglamento del Profesorado. De esta manera, ellos entran a formar parte de un grupo muy selecto de javerianos que por largos años se han comprometido intensamente con la realización de nuestro Proyecto Educativo y han hecho aportes significativos al desarrollo institucional. En una reunión como esta, resulta pertinente reiterar el puesto que
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Palabras del Rector de la Universidad durante el acto que tuvo lugar el 30 de mayo de 2018.
ocupan los profesores en la Universidad, porque se trata de personas esenciales para el cumplimiento de las funciones que soportan y dan sentido a todo centro de Educación Superior, como son la docencia, la investigación y el servicio, entendido como extensión y proyección de la actividad académica hacia entornos delimitados de la sociedad. Un profesor se hace con la actividad académica que realiza todos los días, en particular, con su labor en el aula, frente a un grupo de alumnos que escuchan sus lecciones y aprenden, no solo acerca de la materia que los ocupa, sino también de la vida y del país, de la historia y del porvenir, porque el horizonte de una auténtica cátedra trasciende el presente y no puede quedar limitado por el espacio y el tiempo de los encuentros programados en el horario semestral.
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ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 53
Los profesores, lo mismo que los alumnos, llegan al aula luego de recorrer un camino que los ha preparado en conocimientos y destrezas, que ha aclarado sus capacidades y también sus limitaciones y que, por otra parte, ha definido de cierta forma sus intereses y expectativas. El aula es el recinto donde el desafío se concreta, donde el profesor se expone plenamente; hace claridad sobre lo que sabe y lo que no sabe; exhibe su competencia en términos de comunicación, para cautivar y conmover sin caer en populismos, para convencer con ideas y argumentos propios, sin desconocer posiciones divergentes. En el aula, el profesor hace evidente su vocación y pone a prueba su autoridad, esa que lo hará ser digno de respeto por parte de sus alumnos y lo acreditará en el medio académico. Otra cosa es el poder que tiene en sus manos, como evaluador, responsable de las calificaciones que afectarán la hoja de vida de cada alumno en particular; poder que en ningún caso debería usarse, ni como estímulo ni tampoco como mecanismo disuasivo en el desarrollo de la docencia. Sin lugar a dudas, la actividad docente conlleva una experiencia profundamente humana, que abre a los alumnos la posibilidad de encontrar guía y consejo. Es entonces cuando en un profesor confluyen conocimiento y sabiduría, y así se convierte en el maestro que disfruta y goza con este ejercicio de la inteligencia; porque jamás lo considera como un oficio asociado al mero cumplimiento de deberes. Ustedes, apreciados Profesores, saben bien de qué les hablo. Conocen las delicias de una buena clase
y los sinsabores de una que no lo ha sido. Además, a lo largo de los años, Ustedes han podido constatar cómo los alumnos, sin dejar de ser esos jóvenes inquietos y soñadores, espontáneos, como es propio de su edad, han cambiado notoriamente con los avances tecnológicos y los comportamientos sociales que promueven en la actualidad los medios de comunicación. Los celulares en el aula, que en muchos casos han creado adicción; la dificultad para concentrarse y mantener la atención por algunos minutos; la fascinación por las imágenes, el espectáculo y la diversión; su afán de interactuar permanentemente y participar de manera activa, son algunas de las nuevas características que un docente debe enfrentar. Es verdad, más allá del estudio juicioso y la investigación rigurosa, el profesor se hace en el aula, en cada clase, con cada grupo, cada semestre, en una aventura interminable de sucesivos ajustes e innovaciones que le permiten mejorar continuamente y crecer en excelencia. Con sobrada razón siempre hemos reconocido que en la Javeriana la relación entre profesor y estudiante constituye el núcleo de nuestra Comunidad Educativa. Apreciados Profesores que hoy son ascendidos a Profesores Titulares o son declarados Profesores Eméritos: Ustedes han vivido esta extraordinaria experiencia humana que surge en el entorno universitario; y han logrado un nivel alto de reconocimiento en el ámbito particular de su profesión o disciplina. Llegar a ser Profesor Titular de la Universidad o merecer la distinción de Profesor Emérito, representa
CEREMONIA DE PROCLAMACIÓN DE PROFESORES TITULARES Y ...
alcanzar la cima de la vida académica en el mundo de la Educación Superior. Es en ese lugar donde se encuentran los Profesores que sirven de ejemplo y referencia permanente para sus alumnos y en especial, para los demás miembros del cuerpo profesoral.
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A Ustedes, apreciados Profesores que hoy reciben el reconocimiento de Profesor Titular o de Profesor Emérito, expresamos nuestra gratitud y las más sinceras congratulaciones de la Universidad. Con su presencia y sus aportes, el Cuerpo Profesoral de la Universidad Javeriana, no solo se ha fortalecido, sino también, ha sido profundamente enaltecido.
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“LA AUDACIA DE LA ESPERANZA CRISTIANA” Gerardo Remolina Vargas, S.J.*
Nos hemos reunido hoy para celebrar con alegría este día en que la Universidad Javeriana festeja, y desea agradecer y felicitar a ustedes, los docentes que han sido reconocidos por sus estudiantes, no solo como profesores cualificados, sino como verdaderos “maestros”. Ser maestro no es lo mismo que ser profesor. Un profesor transmite conocimientos, un maestro transmite vida y deja en sus discípulos una huella profunda e imborrable. Transmitir
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Exrector de la Universidad. Discurso com motivo de la celebración del Día del Profesor, evento convocado por la Facultad de Educación, 3 de mayo de 2018. http://www.javeriana.edu.co/documents/12789/270148/LA+AUDACIA +DE+LA+ESPERANZA+CRISTIANA.Di scurso+Conversatorio+CArta+al+Mae stro.pdf/223b674a-7160-429d-bcd38d47298bc425.
conocimientos no es lo mismo que educar, quien educa es el maestro. “Educar –decía Aristóteles– no es llenar un recipiente, es encender un fuego”. Y una traducción libre de esta sentencia dice: “Educar no es cargar un navío, es desplegar sus velas”. Ustedes, apreciados maestros, han encendido un fuego en el corazón de sus alumnos, y han desplegado sus velas para el viaje de la vida. La Universidad Javeriana les manifiesta su reconocimiento y gratitud por la labor que realizan en esta apasionante tarea de educar a las generaciones del presente y del futuro. Al mismo tiempo, invita a toda la comunidad universitaria a reflexionar en el día de hoy sobre su misión de educar, y a todos nuestros profesores a ser auténticos maestros javerianos siendo “testigos de esperanza”. Y un testigo se hace creíble, más que con palabras, con su vida.
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El presente evento se ubica en el contexto de la actividad “Carta al Maestro”, que se realiza durante la Semana Javeriana, cuyo lema este año es “Javerianos constructores de esperanza”, tomando como base las palabras que nos dirigió el Papa Francisco en su visita a Colombia: “No permitan que les roben la esperanza”. El llamado lo hizo Francisco a todos los colombianos, pero de manera especial a los jóvenes, porque en ellos se fundamenta nuestra esperanza de una nueva Colombia, más equitativa,más justa y más humana; y en consecuencia se fundamenta también en sus maestros, de modo que con su ejemplo de vida sean transmisores y testigos de esperanza. Mi intervención se referirá, pues, a este tema, trascendental para la construcción de la nueva sociedad colombiana con la que todos soñamos. Pero además, la esperanza es trascendental no solo para Colombia, sino para el mundo entero, sumido hoy en la violencia de todo género y presa de la incertidumbre acerca de su futuro. 1. La esperanza, virtud olvidada de nuestro tiempo Recientemente, el 21 de noviembre de 2016, la revista AMERICA, una revista de información, análisis y opinión de los jesuitas estadounidenses, publicó un artículo de Paul Wadell, titulado “Esperanza, la virtud olvidada de nuestro tiempo”. El autor recordaba en su artículo, que hacía un par de años había asistido a un encuentro de cuatro días sobre las virtudes teologales. En él hubo numerosas conferencias,
charlas, presentaciones sobre la fe, y no menos sobre la caridad, pero se ofreció solamente una conferencia sobre la esperanza y, por diversas circunstancias, casi no se puede tener. No deja de soprender, decía el autor, que ninguno de los presentadores voluntarios, a quienes se pidió su participación, hubiera pensado que en la realización de un evento de cuatro días sobre las virtudes teologales solo se hablara de dos de ellas. ¿Por qué todos ellos, incluidos los miembros del comité, pasaron por alto la esperanza? La esperanza –dice el autor– ha sido llamada la virtud olvidada de nuestro tiempo. Aunque vivimos en una era de extraordinarias realizaciones científicas y tecnológicas, puede que sea también la era de de una menguada esperanza, quizás con mayor precisión, de una esperanza equivocada, porque está tratando de remplazar la virtud teológica de la esperanza con débiles sustitutos que posiblemente no pueden darnos lo que en definitiva necesitan nuestras vidas. Vivimos también en una era marcada por la violencia que nos inunda con un aluvión de imágenes, enviadas a todo el mundo, de ciudadanos que luchan contra la policía, de niños ensangrentados por la guerra en Siria, de niños de refugiados que tiritan empapados en una playa de Grecia. Todos ellos pueden amenazar nuestra esperanza. Pero quizás lo que amenaza aún más nuestra esperanza no son esas tragedias y calamidades, sino la suave y sutil desesperanza que instalamos dentro de nosotros cuando nos deslizamos hacia caminos de vida que nos roban el ansiado bien que Dios quiere para
LA AUDACIA DE LA ESPERANZA CRISTIANA
nosotros. El problema no es que esperemos demasiado, sino que hemos aprendido a contentarnos con poco. Hemos hecho que nuestros horizontes se contraigan. Hemos perdido la dimensión trascendental de la esperanza, porque hemos olvidado la incomparable promesa a la que la ella siempre nos señala. Pero no es necesario acudir a las imágenes de lo que ocurre en todo el mundo. Para ver lo que en Colombia amenaza nuestra esperanza, basta con abrir los ojos y considerar atentamente lo que vemos a través de los medios de comunicación: a través de la televisión, de la radio, de las revistas, de los periódicos, de las redes sociales: la corrupción que, como un cáncer, ha invadido todos los estamentos públicos y privados de nuestra sociedad, el macro y micro-tráfico de estupefacientes, el terrorismo, la polarización y la mentira, etc.,todo ello amenaza nuestra esperanza. 2. ¿Qué es la esperanza? El autor de la carta bíblica “A los Hebreos” (capítulo 11 v. 1), hablando de la fe –que es confianza en algo o en alguien (pistis)– nos enseña que: “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera (elpisomenon); es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”, –y junta así la fe con la esperanza–. “Nuestros antepasados –continúa– fueron testigos de fe”, que es esperanza, y hace una larga lista de esos testigos. Uno de los grandes filósofos y teólogos de la humanidad, Tomás de
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Aquino, nos dice que la esperanza nace del deseo de algo bueno que es “difícil pero posible de alcanzar”. En efecto, no hay necesidad de esperar algo que fácilmente podemos alcanzar cuando queremos, algo que está al alcance de la mano. Cuando contamos con amigos que sinceramente quieren nuestro bien y sabemos que están dispuestos a apoyarnos en alcanzar lo que nos resulta difícil, entonces crece nuestra esperanza y no esperamos solos, sino en compañía. La esperanza necesita compañeros que compartan nuestros horizontes y nuestros ideales. Entonces tendremos la audacia de esperar. Por eso la esperanza cristiana es atrevida, es “audaz”; porque además de poner nuestra esperanza en quienes comparten nuestros ideales, ponemos nuestra confianza en Dios. Él quiere nuestro bien y nuestra felicidad en esta vida y en nuestra vida por venir. La esperanza cristiana no se fundamenta únicamente en nuestro propio poder, o en nuestros propios recursos, o en nuestros compañeros, ni en una suerte de ingenuidad, sino en el inagotable amor y poder de Dios. 3. Esperanza y educación Lo anterior explica el compromiso de los recientes Pontífices romanos en promover activamentre la esperanza, y en concreto a través de la educación de la juventud. Juan Pablo II “El mundo que ustedes los jóvenes van a heredar es un mundo que necesita ser tocado y curado por la belleza y por la riqueza del amor
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de Dios. (...) Nosotros no somos la suma de nuestras debilidades y de nuestros errores, al contrario, somos la suma del amor del Padre por nosotros y de nuestra capacidad real de convertirnos en imagen de su Hijo...”.
nosotros?”. Vivir en la esperanza es asumir de corazón estas palabras y permitir que el conocimiento cambie nuestras vidas por caminos creativos y sorprendentes. Vivir en la esperanza es no querer menos de lo que Dios quiere para nosotros”.
A este propósito, la periodista Andrea Tornelli escribía el 22 de agosto de 2002: “En el mundo destrozado por el odio y por la violencia, por el terrorismo y el fanatismo, pero también por la prepotencia beligerante de los que se creen los amos del mundo, en un mundo que parece cada vez más sometido al maligno, hacía falta la fe inquebrantable de un testigo, del Papa anciano y frágil, para repetir a los jóvenes el único anuncio verdadero de una esperanza que no desilusiona”.
El mismo Benedicto ya se había dirigido a los educadores en este sentido. El 21 de enero de 2008, en su “Mensaje a la Diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación”, después de enumerar las dificultades que presenta hoy la tarea de educar a las nuevas generaciones, el pontífice termina su mensaje con una exhortación a “Ejercitar y transmitir la esperanza: sólo una esperanza fiable -dice élpuede ser el alma de la educación, como de toda la vida.” (Nº13) y a “Poner nuestra esperanza en Dios” (Nº14).
Y al aplicarnos estas palabras, podemos afirmar también con realismo y seguridad: los colombianos no somos la suma de nuestras debilidades, somos ante todo la suma de nuestras fortalezas. Benedicto XVI En su Encíclica de 2007 sobre la esperanza, titulada “Spe salvi” (“Salvados por la esperanza”) el Papa Benedicto XVI nos dice que “Quien tiene esperanza vive de manera diferente; quien espera tiene garantizado el don de una vida nueva” (Nº 2); y que “La esperanza es una actitud de resiliencia marcada por la alianza (con otros y con Dios), la confianza y la perseverancia. Según la afirmación de Pablo en la carta a los Romanos (8, 31), “Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra
Asimismo el 17 de abril de 2008, en su discurso sobre “La naturaleza e identidad de la educación católica hoy”, pronunciado en la Universidad América de Washington (D.C.), Benedicto señala, que junto al deber de introducir en el servicio (diakonía) de la verdad total, como una de las características principales de la educación católica está el deber de “ejercitar el apostolado de la esperanza” (Nº 5) y, fundados en la unidad de la verdad y en el servicio a la persona y a la comunidad, orientar hacia la esperanza no obstante los “conflictos personales, la confusión moral y la fragmentación del conocimiento” (Nº 3). Y en su exhortación final, el primer llamado que hace a los educadores es a “Ser testigos de la esperanza” (Nº17).
LA AUDACIA DE LA ESPERANZA CRISTIANA
Francisco Finalmente como lo hemos oído muchas veces, uno de los principales mensajes que nos dejó Francisco en su visita a Colombia, y que luego repitió en su visita al Perú el 22 de enero del presente año en Huanchaco fue el de “Ser testigos de esperanza”. Aquí en Colombia, a su llegada de Roma al aeropuerto de Catam, se dirigió a los asistentes, y en especial a los soldados mutilados por nuestra guerra intestina, y les dijo: “Muchas gracias por el esfuerzo, por el camino que se han animado a realizar, eso se llama heroísmo; hasta los más chicos pueden ser héroes, sigan adelante no se dejen vencer, no se dejen engañar, no pierdan la esperanza ni la alegría”; básicamente lo mismo lo repitió a su llegada a la Nunciatura Apostólica tras un recorrido en el papamóvil por la Calle 26 de Bogotá, y al día siguiente en la plaza de Bolívar colmada de jóvenes. Es así como el homenaje que la Universidad Javeriana quiere hacer hoy a los docentes que, a través de las cartas de sus estudiantes han sido reconocidos como “Maestros”de vida, lo quiere poner bajo el lema “Ser testigos de esperanza”. El poeta latino Virgilio en su libro V de la Eneida (vv. 220 a 231) describe de manera bellísima -como
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todo lo suyo- una competición deportiva de navíos, una regata en la que los remeros se esfuerzan con gran ardor por alcanzar la victoria; unos fracasan porque se estrellan contra un peñasco, otros porque no tienen timonel; otros porque es tal su afán de vencer que pierden su vida en la refriega; vecen finalmente aquellos a quienes alienta la convicción de que son capaces de alcanzar la victoria. De ellos el poeta hace la alabanza con una frase verdaderamente lapidaria: “possunt quia posse videntur” (pueden porque tienen la convicción de que pueden). De joven aprendí una sentencia semejante a esa: “querer es poder”; después, con la experiencia de la vida, me convencí de que no todo lo que queremos podemos alcanzarlo, pero sí podemos con el poder y la ayuda de Dios. En eso consiste la audacia de la esperanza cristiana. A todos ustedes, los “Maestros de vida” y a todos los estudiantes que han sabido reconocer y valorar la labor de sus “Maestros”, reiteramos nuestras más cordiales y efusivas felicitaciones, con la seguridad de que la confianza que la Universidad Javeriana ha depositado en ustedes tendrá el mejor de los éxitos, porque “la esperanza no defrauda” si caminamos juntos, poniendo nuestra confianza en Dios, y teniendo como meta algo árduo y difícil sí, pero alcanzable: una Colombia en paz.
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LANZAMIENTO DEL LIBRO “PENSAMIENTO EDUCATIVO EN LA UNIVERSIDAD” Luis David Prieto Martínez*
En este acto de celebración del día del Maestro, de profunda significación institucional y personal, quisiera, a través de estas palabras, rendir un sentido homenaje a todos nuestros educadores javerianos. Estamos convencidos de que su labor y compromiso con la realización del proyecto educativo y la consecución de los objetivos de la Universidad, es esencial para hacer realidad la visión y la misión educativa de la Pontificia Universidad Javeriana. El reconocimiento a la maestría y excelencia de nuestros maestros es una manera de reafirmar los valores
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Palabras del Rector (E) durante el acto convocado por la Facultad de Educación, 15 de mayo de 2018.
que, desde sus orígenes, constituyen la razón de ser de las Universidades. Por ello, la celebración del día del Maestro es una ocasión propicia para resaltar el sentido y la significación especial que tiene el libro: “Pensamiento educativo en la universidad: vida y testimonio de maestros”, una valiosa iniciativa de nuestra Facultad de Educación que cuenta con su segundo volumen. Este proyecto inspirado en el magis ignaciano y en la excelencia del oficio del educador, tiene el propósito de rendir homenaje a maestros javerianos, cuyas prácticas docentes destacadas han contribuido con la construcción de la universidad desde las distintas disciplinas, artes y ciencias. Y, con ocasión de la celebración del día del Maestro, busca extender este reconocimiento a todos los profesores javerianos.
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En esta obra se podrá apreciar la huella que han dejado en la Universidad Javeriana, diez insignes maestros, dos de ellos ya fallecidos, que han compartido su testimonio de vida, y que nos enseñan, con inmensa sabiduría, el significado de ser un maestro por elección de vida, en el más genuino sentido javeriano. A los maestros aquí presentes, en este homenaje, se les reconoce por sus méritos y sus aportes a la construcción de nuestra casa común, por su excelencia académica y por la formación de generaciones de estudiantes javerianos que han pasado por sus aulas. En ellos, esta obra encuentra su razón de ser y se convierte en fuente de inspiración para todos aquellos que han optado por hacer de la docencia una “profesión de universidad”. Profundo concepto que el P. Gerado Remolina nos explica sabiamente1: “un profesor universitario es aquel maestro (transmisor de vida) que hace “profesión de universidad”; es decir, que se compromete públicamente a consagrarse a la universidad, a entregarse a ella, a dar testimonio incondicional de su opción por ella”. Es aquel cuya misión nace del espíritu, al buscar incansablemente con el corazón, la verdad y la sabiduría y al “formar: hacer de cada estudiante una 1
Remolina, G., (2015) El Docente Universitario Profesor y Maestro. Conferencia XIII Encuentro Nacional de Vicerrectores Académicos de ASCUN, Universidad de Santander – UDES. Bucaramanga.
persona completa “, encender un fuego desde el interior de cada uno de ellos”. Nosotros nos debemos a nuestros profesores y, a la vez, como profesores nos debemos a los estudiantes de quienes esperamos sean siempre mejores que sus predecesores, siempre en el marco del magis ignaciano. Esta obra, justo hoy en el día del Maestro, se suma al ejercicio de hacer memoria de quiénes somos y de reconocernos como miembros de la comunidad educativa javeriana. Una comunidad educativa que se configura por la preocupación de los maestros por el bien formativo de sus estudiantes y por la admiración de los aprendices por la voz de los enseñantes2. Para terminar mi intervención, quiero compartir tres breves ideas que inspiren nuestra práctica docente: - Renovación pedagógica - Hacer viva la formación integral - Educar en la esperanza Primero: Renovación pedagógica Nuestro Rector, el P. Jorge Humberto Peláez, S.J., nos invita a asumir conscientemente que, “muchos de nuestros alumnos y profesores son hijos y herederos de la sociedad de consumo. Por eso debemos ser muy creativos en la forma como presentamos 2
Discurso Luis David Prieto, Aula Magna, 2017.
LANZAMIENTO DEL LIBRO “PENSAMIENTO EDUCATIVO EN LA UNIVERSIDAD”
la visión antropológica que nos inspira. Más que discursos, busquemos desarrollar experiencias que permitan enlazar el saber y el actuar, el aprendizaje y el servicio, lo académico y lo afectivo, lo instrumental y lo trascendente. Las Universidades Católicas no podemos quedarnos inmovilizadas en modelos antropológicos del pasado, rígidos, abstractos, expresados en un lenguaje que es incomprensible para las nuevas generaciones de la era digital … debemos renovar el marco antropológico de la educación católica, de manera que pueda dialogar con un mundo intercultural”3. Es claro que los maestros, de todas las épocas, han tenido un compromiso histórico con las nuevas generaciones. Nuestro desafío como maestros es propiciar relaciones entre jóvenes y adultos, que estén impregnadas de un amplio sentido y comprensión de lo humano, es decir, en una actitud de apertura hacia la comprensión de sus necesidades, de sus identidades y diferencias y, sobre todo, de sus modos de aprender el mundo y de transitar el momento histórico que les ha correspondido vivir. Nuestras pedagogías han de abrir horizontes hacia una organización social justa e incluyente, cuyo centro sea el ser humano y nuestra casa común y que, sobre la base de un diálogo cultural, nos conduzca al sentido último y a la forma de hacer viva una formación integral. 3
Discurso Luis David Prieto, Aula Magna, 2017.
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Segundo: Hacer viva la formación integral ¿Qué significa hacer viva la formación integral? En primer lugar, nuestra opción diferenciadora por la excelencia académica, la fundamentación humanística, la sensibilidad social y una espiritualidad abierta al pluralismo, abre una senda clara para la formación humana de nuestros estudiantes, quienes deberán afrontar los retos que imponen las nuevas dinámicas del mundo actual y de los mundos posibles del futuro. En este proceso de formación, la tarea del maestro es precisamente la de potenciar la formación de mejores personas, “enseñar el goce del conocimiento y la manera como el conocimiento puede embellecer la vida”4. En la Universidad Javeriana el proyecto educativo guía al conjunto de profesores hacía una pedagogía universitaria inspirada en el magis ignaciano y en el servicio. El magis ignaciano es un Ir a Más. “Llevar a la conciencia de no acomodarse en lo ya conocido o conseguido, sino buscar vivir con intensidad y dar el máximo de uno mismo”5. En el servicio, pretendemos que, desde la docencia, se motive a los estudiantes a que sientan la pasión 4
Octavio Henao Álvarez, Universidad de Antioquia, en: http://www.c5.cl/ieinvestiga/actas/ribie98/286M.html
5 Página Magis Pastoral Ignaciana: https://magis.es/que-es-magis
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ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 53
por construir un país más justo con más oportunidades y ello implica la formación en valores que enriquezcan el sentido y compromiso con la vida. “Hacer viva la formación integral” implica, entonces, que los problemas formativos de los estudiantes, se conviertan en tema de reflexión permanente de las comunidades de profesores y sean también objeto de innovación 6. Hoy, necesitamos que la forma de hacer viva la formación integral, “ofrezca salida a la profunda crisis ética (y de desesperanza) que a veces parece ahogarnos”7. Tercero: Educar en la esperanza El momento histórico que vivimos requiere de maestros que cultiven la solidaridad, la esperanza y el deseo de aprender, enseñar y transformar el mundo. La confianza que genera la esperanza es anticipación ética de un mundo mejor8, es una necesidad existencial. Cuando la educación genera esperanza, “nos señala un modo distinto de situarnos en el mundo, de escribir la propia historia y de construir nuestra sociedad”9.
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Discurso Luis David Prieto, Aula Magna, 2017.
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Discurso Luis David Prieto, Aula Magna, 2017.
Concluyo esta intervención señalando que “¡Una universidad es lo que son sus profesores!! Es por esto que alcanzar la excelencia, dar vida a una cultura del mejoramiento permanente y contribuir a la transformación integral de la sociedad, desde el mejor servicio posible con los valores universales que proclama el evangelio, depende en gran medida de que nuestros profesores sean personas de las más altas calidades humanas y profesionales”10. Y en todo ello, la Universidad Javeriana está comprometida con brindar estímulos y apoyar la docencia de excelencia, reconocerla y exaltarla a través de distintas acciones. Este es uno de los fundamentos de la recientemente proclamada Política de desarrollo del cuerpo profesoral que nos invita a vivir pedagógicamente la vida universitaria reconociendo en nuestros maestros a los grandes contructores del respecto, de la tolerancia, de la reconciliación, de la paz y de la transformación social. Valores y principios que quedan indeleblemente grabados en los corazones de nuestros estudiantes como el mejor de los homenajes a quienes han dedicado su existencia a transmitir el fuego de la vida y de la esperanza.
8 Mondragón González, Aracely (2005) Ernst Bloch: el peregrino de la esperanza. Estudios políticos, 4, 43-77. 9 Página Magis Pastoral Ignaciana: https://magis.es/que-es-magis
10 Discurso Luis David Prieto, Aula Magna, 2017.
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“UN PROFESOR EN LA UNIVERSIDAD” Álvaro J. Ruiz Morales* “La investigación es a la docencia lo que el pecado es a la confesión. Si no se hace nada de lo primero, no se tendrá nada qué decir en lo segundo”. Ezra Cornell Fundador de la Universidad de Cornell
Puede buscarse un profesor de una manera fácil: alguien que tenga amor por su área y que enseñe a sus estudiantes la solución a los problemas que les plantea. Es fácil, pero incorrecto. No es amor por el conocimiento la característica más importante que deba buscarse en un profesor. Deben buscarse profundidad y madurez *
MD, MSc, FACP, Profesor Titular de la Facultad de Medicina. Texto publicado en 80 años Pontificia Universidad Javeriana - Restablecimiento 19302010, Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2010.
en su relación con el conocimiento, capacidad para disfrutar su área, habilidad para integrarla con su entorno y con el contexto histórico y social en el que se desempeña, actitud proactiva para la búsqueda de conocimiento nuevo generalizable, destreza para interactuar de manera correcta con los estudiantes… Son muchas más cosas. Y si se busca una destreza, no debe ser la de poder mostrar claramente la solución a problemas específicos. Lo más importante debe ser su capacidad para transmitir actitudes y destrezas para enfrentar futuras y potenciales situaciones, con alta probabilidad
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de éxito en el análisis, evaluación y generación de soluciones. Por supuesto, conocimientos, destezas y habilidades deben acompañarse de cultura amplia, sensibilidad social, elevados valores éticos y un ágil espíritu crítico. La Pontificia Universidad Javeriana tiene una reconocida tradición en la búsqueda permanente de la formación integral, y estimula las actividades que la promueven. Y ha tenido maestros de una importancia capital, no sólo en su profundidad sino en su capacidad para transformar a sus pares, a sus estudiantes y el entorno. ¿Quién podría olvidar el legado espléndido del Padre Félix Restrepo Mejía, escritor, pedagogo y humanista? ¿Y cómo podría concebirse a la Universidad Javeriana sin las enseñanzas del Padre Alfonso Borrero Cabal, que sentó las bases sólidas para la concepción de la universidad como institución, y que a través de sus escritos y seminarios de universitología ayudó a la comprensión del verdadero concepto del profesor universitario? Ser profesor es un título honorífico, más que el nombre de una profesión. Es el permiso oficial para acercarse a las mentes inquietas de muchas personas, y para procurar dejar huella, en forma de actitudes, destrezas y estrategias para enfrentar las situaciones en las que se desempeñará. También para procurar aumentar los conocimientos en esas personas. Aunque esto es más un resultado del proceso anterior que el fin mismo de la actividad profesoral. Si el profesor logra ayudar a su estudiante a descubrir sus poten-
ciales, si estimula su curiosidad, si respeta su independencia de espíritu y si le transmite la importancia de evaluar lo que encuentra, con mente fresca y abierta, hará logrado su cometido principal. Ser profesor es algo con lo que se debe nacer. El profesor “nace”. La vida que significa dedicarse a la docencia es diferente a la del ejercicio privado. No es mejor ni peor. Es diferente. Se necesita cierta dosis de altruismo, de respeto, de interés, de inocencia y deseo de volar, de amor a la ciencia y a la producción y transmisión del conocimiento. Se necesita una actitud especial, interés por el crecimiento del conocimiento generalizable, capacidad para la comunicación, actitud permanente de búsqueda de la verdad y disposición para compartir las experiencias, para trabajar en grupo, para identificar y reforzar aspectos positivos en los alumnos, destreza para evaluar y corregir, prudencia para criticar. Se nace profesor. Quien no lo siente en lo más profundo no puede ejercerlo. No todos pueden dedicarse a esta actividad que nos llena de satisfacción pero que nos exige profundamente. No cualquier profesional es un profesor en potencia. El profesor nace con la capacidad para hablar mientras piensa, para reflexionar en voz alta las acciones que emprenderá, para disecar el proceso de toma de decisiones y para transmitir ese proceso. Se equivoca quien piensa que un profesor se reemplaza con un buen profesional. Son dos clases distintas de expre-
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siones de la conducta humana. La actitud es necesaria, y con la actitud se debe haber nacido. Se nace profesor. Pero esto no significa que quien nazca con la actitud tenga recorrido ya el camino. El profesor, que nació, debe además hacerse. Paso a paso. Debe adquirir habilidades en la organización del pensamiento, en la percepción de las fortalezas y debilidades de quienes esperan de él formación. Debe pulir sus destrezas, adquirir habilidades y perfeccionarlas, no sólo en el área científica sino en aspectos de comunicación, de evaluación y de transmisión de la importantísima actitud crítica. La docencia no es un arte extinguido. Es la preocupación para que no se extinga. Y solamente quien la siente en su interior puede percibir su importancia. El arte de enseñar es no solamente el arte de despertar y estimular la curiosidad natural de las mentes jóvenes, sino la continua transmisión, la herencia a los alumnos, del propósito de satisfacer la curiosidad en adelante. Para el profesor, la actividad es una continua evaluación de conocimientos, destrezas y actitudes. Enseñar es aprender dos veces. Para el alumno, es una oportunidad de recibir una estructura que permita en adelante la evaluación independiente y la toma de decisiones. Alguien llamaba a la educación “lo que sobrevive cuando se ha olvidado lo que se ha aprendido”. Más que informar se busca formar. Más que dejar archivos completos y extensos, se busca organizar la mente para que
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pueda por sí misma comprender, evaluar y generar después aspectos novedosos. Mucho aprendizaje no enseña comprensión. No se enseñan conocimientos. Se transmiten actitudes, se hace hincapié en los aspectos importantes, a menudo no percibidos: el entorno personal y familiar de un paciente, de un cliente, de un trabajador. El impacto social de lo que ocurre, de la obra que se construye, de la actividad que se desempeña, de la obra que se escribe. La evaluación ética de las consecuencias de nuestras decisiones, no sólo en el ámbito de respeto a los individuos. También en respeto al ambiente, a los recursos naturales y económicos, a las tradiciones y costumbres. Se despierta y estimula la curiosidad natural, la capacidad para hacerse preguntas. La capacidad para hacerse preguntas. Es esto lo que distingue a la mente brillante de la convencional. No generaron el desarrollo, la tecnología y los conocimientos quienes contestaron preguntas. Las generaron quienes tuvieron el mágico poder de hacer preguntas. Quienes permitieron a su mente inquieta cuestionar lo que veían y preguntarse una y otra vez ¿porqué, cuándo, cómo, cómo más? Un buen profesor es un alma comprensiva, que no puede ser apreciado suficientemente. Recordamos con aprecio a los profesores brillantes, pero con verdadera gratitud a los que nos llegaron y tocaron nuestros sentimientos. El currículo es la materia prima necesaria, pero el verdadero elemento vital para el espíritu del estudiante es la calidez
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de sus profesores y el verdadero interés por su interior. Se puede nacer con el interés por los demás en profundidad, por transmitir y por formar. Pero se debe cultivar ese interés y convertirlo en un profundo respeto por la mente del alumno, para moldear cuidadosamente, sin destruir, las individualidades ni la iniciativa. El buen profesor se va haciendo a sí mismo progresivamente innecesario, ya que no enseñamos: permitimos el ejercicio de pensar y lo estimulamos. Permitimos, respetuosamente, que se evalúen los hechos. Muchas personas creen que están pensando cuando en realidad están reorganizando sus prejuicios. El profesor guía para que se haga una evaluación de los fenómenos y ofrece estímulo para que se formen, en la mente del alumno y según sus individualidades, estructuras de pensamiento y de análisis que lo guíen y le permitan acumular experiencias positivas. Experiencias reales: la experiencia no es lo que nos pasa sino lo que hacemos con lo que nos pasa. Y cómo se manejan las experiencias puede aprenderse del ejemplo y de la transmisión de actitudes, destrezas y habilidades. No a través de conocimientos. De hecho, la autoridad de quienes enseñan es a menudo un obstáculo para quienes quieren realmente aprender. El profesor mediocre habla. El buen profesor explica. El profesor superior se constituye en un modelo de imitación. Pero el verdadero profesor, el maestro, es el que inspira.
Es importante que haya inquietudes y crítica, aún cierta irreverencia en los grupos que orientamos. No estamos en la universidad para adorar el conocimiento sino para cuestionarlo. Con frecuencia se desestimula y castiga la curiosidad, la crítica o la inventiva. El sistema educativo tiende a lo fácil, que significa que no se nos cuestione, que no se nos pidan explicaciones y que no se nos critique. Es un verdadero milagro que la curiosidad sobrevida a la educación formal. Se es educado cuando se tiene la capacidad para oir casi cualquier cosa sin perder la paciencia o la autoconfianza. Por supuesto, cuando se oye con espíritu crítico y constructivo. No debemos permitir que la enseñanza formal interfiera con la educación. Ni con la curiosidad. La cura para el hastío es la curiosidad y afortunadamente, no hay cura para la curiosidad. Sólo los curiosos aprenderán pero se necesita además emprender acciones, ya que sólo los resueltos serán capaces de vencer los obstáculos. Más que el cociente intelectual debería admirarnos el cociente de curiosidad. Tristemente, sin embargo, si bien la curiosidad no se cura, si se la puede amordazar, limitar, enfermar. Uno de los principales riesgos de un profesor es que tiene la peligrosa opción de interferir el delicioso proceso mental de la curiosidad. Samuel Johnson, el poeta y crítico inglés, decía que ‘la curiosidad es, en las mentes grandes y generosas, la primera y la última pasión”.
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La curiosidad es una criatura inquieta, fascinante, de mil caras, infantil en su inocencia, sin temor a las convenciones, sin miedo a abrir puertas o ventanas. Pero es también delicada y extremadamente frágil, que puede volverse asustadiza y tímida luego de malas experiencias. Y sólo es profesor en realidad quien respeta a la curiosidad, quien la valora, estimula y protege. La personalidad divergente Una de nuestras principales preocupaciones en el mundo universitario debe ser el respeto profundo por quienes tienen la capacidad para hacer preguntas, criticar y buscar aspectos novedosos. A ese estilo lo llamamos “personalidad divergente”, la marca de quien se cuestiona inteligentemente todo lo que ve, de quien busca siempre soluciones novedosas aunque ya existan otras, de quien necesita razones para lo que se le dice o lo que encuentra, de quien parece irreverente, iconoclasta y a veces irrespetuoso porque se atreve a disentir. Todos tenemos algo de divergentes. Nuestra labor primordial universitaria es reconocer en nosotros mismos y en los demás cuanto haya de divergencia. Pero además de descubrirla, se la debe respetar, estimular y cuidar. Es una caraterística vista a menudo como indeseable porque cuestiona. El divergente, que recibe críticas con talante gentil y que evalúa todo cuanto ve, está en peligro de extinción. La sociedad y en particular el ámbito académico, han puesto en
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peligro la mente que produce ciencia. Debería ser una bandera universitaria, nunca arriada, la búsqueda permanente del conocimiento, que proviene de la mente divergente. Existe la divergencia porque hay convergencia. Y es fácil describirla, con dos palabras: “sí, señor”. Aquel que acepta sin discusión ni evaluación todo lo que se le propone, aquel que no busca nuevas soluciones a problemas existentes, aunque ya hayan sido resueltos, es un convergente. Los si-señores son una raza abundante y poco productiva, que obstaculiza el crecimiento y desarrollo de una comunidad. Si no se practica la crítica, si se evitan las confrontaciones académicas, si es más importante la forma que el fondo, se es convergente. Si no se es capaz de generar preguntas, de mirar con ojos frescos cada situación que se enfrenta, se pertenece a la fracción pasiva, poco estimulante, del mundo convergente. Y tal vez más importante que no ser convergente es no destruir la divergencia, no atacarla, no estimularla. No hace ningún servicio a la ciencia ni a la humanidad quien limita o coarta la curiosidad, la capacidad para disentir, o la posibilidad de explorar. Por supuesto, no toda crítica es divergencia, ni todo desacuerdo es inteligencia. Puede haber tercos sin juicio que manifiestan desacuerdos sin sustento, o critican sin fundamento. La diferencia está en que el verdadero divergente busca nuevos caminos, busca soluciones por sí
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mismo, pero también acepta críticas y las recibe de manera apropiada.
habitual que Gandhi nos dejó como legado.
Existen divergentes puros, que se han destacado por sus aportes a las ciencias, a las artes, al conocimiento. Platón, Aristóteles, Euclides, Jesucristo, Leonardo da Vinci, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Beethoven, Thomas Alva Edison, Benjamin Franklin, los hermanos Wright, Marie Curie, Alexander Fleming, Albert Einstein, Mohandas Gandhi, son tal sólo algunos de los nombres de personas que se destacaron por salirse del molde, por innovar en sus áreas, por su curiosidad ilimitada y por su habilidad para buscar soluciones a las dudas e inquietudes que ellos mismas se planteaban.
Mafalda supo resumir, de manera genial, el sistema educativo perfecto: alguna vez sube con su hermano Guille en un ascensor, cantando felizmente, pero una señora que sube con ellos se disgusta por el canto. Y cuando van a salir del ascensor, en su piso, la señora les dice, intolerante: “¡Cómo se nota que sus padres no les enseñaron urbanidad!”. Y la respuesta de Mafalda es fascinante: “Afortunadamente nuestros padres nos urbanizaron… sin pavimentarnos la naturalidad”.
Les reconocemos sus aportes principalmente porque aparecieron en áreas o disciplinas que no estaban desarrolladas, o que cambiaron radicalmente gracias a sus contribuciones. Nuestra relación con los demás está moldeada en las enseñanzas siempre frescas de Jesucristo, y las simples normas de respeto que ahora aceptamos intuitivamente son el fruto de una innovación sin precedentes, magistralmente producida e implementada por un hombre grande, sencillo y visionario, maestro de maestros, profesor de profesores. Nunca fue igual la música después de la mente innovadora, crítica e independiente de Beethoven; jamás fue igual el mundo después del primer vuelo del Kitty Hawk, y el concepto de paz adquirió una estatura insospechada gracias a la actitud radicalmente diferente a lo
El estudiante divergente se encuentra a menudo en una encrucijada, amenazado o arrinconado por profesores miopes, y puede ocurrir, paradójicamente, que se vea calificado como mediocre y evaluado como irrespetuoso. Con más frecuencia el divergente tiene algunas características descritas por Carol Johnson en 1996: tiende a ser más introvertido, de pensamiento abstracto, emocionalmente estable y maduro, serio y confiado, capaz de enfrentar la realidad de manera apropiada, decidido y autosuficiente. La diferencia con el convergente es vital para un profesor, y aunque no es una regla invariable, los más extrovertidos, amables y cálidos, voluntarios permanentes, entusiastas, espontáneos y alegres, con facilidad para la interacción social tienden a ser más convergentes y menos innovadores. Lastimosamente, cuentan con las características que hacen fácil
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su aceptación, y si el profesor no está al tanto de estas características de personalidad, puede aceptar inapropiadamente y gratificar al convergente, al tiempo que limita y desprecia al divergente. Nunca será suficiente el énfasis que se preste al pensamiento creador y divergente, principalmente por la necesidad de identificarlo para protegerlo y respetarlo. No sólo es frecuente que se considere al divergente como prepotente, perturbador e iconoclasta, sino que se le ve a menudo, en un extremo de incomprensión, como menos dotado, menos inteligente y de nivel inferior. El poeta Guillermo Valencia supo expresarlo con maestría: Cuando ascendemos por el éter puro, Hasta perdernos en la inmensidad, Pequeños, muy pequeños parecemos, A todos los que no saben volar. La universidad debe buscar apoyar a sus profesores en la búsqueda de los estilos apropiados para descubrir y fortalecer los rasgos innovadores, y concentrar los esfuerzos en actividades como interacción grupal, aprendizaje mediante solución de problemas. Igualmente debe buscar promover la búsqueda activa de preguntas por parte de los estudiantes. Un profesor debe tener la sensibilidad suficiente como para captar las sutilezas de los estilos de aprendizaje de los estudiantes, ofrecerles las opciones que mejor se ajusten a sus destrezas pero también solucionar sus déficit y ejercitarlos en las áreas débiles.
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Un profesor busca hacerse progresivamente innecesario. Su actividad con el estudiante tiene como objetivo mostrarle el camino, apoyarlo en la búsqueda de las estrategias para resolver sus problemas, estimular su creatividad, hacerle reconocer sus fortalezas, ayudarle a identificar sus aspectos más débiles y a trabajar en ellos, y principalmente, irle dando autonomía, estimularlo a soltarse y a volar por su cuenta. El buen profesor se irá haciendo a sí mismo cada vez menos necesario para el estudiante, porque habrá ayudado a que crezca en él suficiencia, confianza y actitudes que lo llevarán a la búsqueda de los demás recursos necesarios, destrezas, habilidades y conocimientos. El proceso educativo puede (y debe, con frecuencia) ser informal. Un profesor puede ser significativamente más productivo y eficiente si ofrece espacios, tiempo y estímulo para las lluvias de ideas, para las discusiones teóricas, para la solución colectiva de problemas. Debe fortalecer la creatividad y transmitir la necesidad de producir conocimiento, a través de la investigación. No necesariamente el proceso culmina con la producción empírica de datos. La conceptualización, la evaluación crítica y la síntesis son niveles significativamente más elevados que aquellos de memoria, comprensión y aplicación. Y el profesor verdadero no sólo reconoce y busca llegar a esos niveles, sino que guía a sus estudiantes en el aprendizaje de las destrezas necesarias para lograrlo por sí mismos.
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¿Qué sería un profesor sin sensibilidad social? Si el profesor no tiene los pies firmemente asentados en la vida real, si no logra interconectar su área de trabajo e investigación con la realidad que lo rodea, si no proyecta sus actividades a la sociedad y si no se nutre de las necesidades y problemas de su entorno, no podrá transmitir la más necesaria de las características del ejercicio profesional. Y su ejercicio, su actividad profesional o disciplinar y su quehacer docente serán incompletos y desprovistos de toda posibilidad de impacto más allá de la simple solución a un problema concreto. Un profesor busca crear pares, no admiradores. Recordar a un profesor, o peor aún, evaluar como buen docente a alguien por su histrionismo, por su habilidad para hacer reír, por sus clases amenas, es claramente inapropiado, por cuanto esa puede ser una faceta interesante y útil, pero nunca la principal. El profesor debe hacer sentir a sus estudiantes que los respeta y valora como iguales, y en sus actividades debe demostrar que es esta su percepción de la relación ideal con el estudiante. Y con frecuencia, la actividad de estimular el pensamiento lógico y crítico, la exposición a situaciones de conflicto y difíciles para transmitir actitudes, habilidades y conocimientos, puede ser compleja, puede tener dificultad y puede ser necesario exigir lectura, trabajo, análisis y esfuerzo. Y un estudiante no motivado puede percibir estas actividades como una carga, y hacer evaluaciones
negativas del docente que se preocupa por dejarle algo, en tanto que podría calificar muy bien a quien lo divierte, entretiene y no le exige. Un profesor nunca tiene todo lo que necesita y debe ser. El mérito y la gracia están en intentar, y el verdadero profesor disfruta más la búsqueda que el logro de las metas. Es mejor viajar con esperanza que llegar, dice un viejo proverbio chino, y el éxito está en el esfuerzo que se haga. La imaginación es más importante que el conocimiento, ya que el conocimiento tiene límites mientras que la imaginación abarca al mundo entero. Y cumple mejor su labor el profesor que no sólo permite a su imaginación volar sino que lo estimula en sus estudiantes. Y es mejor aún si logra transmitir que no es el conocimiento lo que debe buscarse, sino la perfección del método para adquirirlo, y la estimulación de la curiosidad para generarlo. El profesor tiene profesores. Un profesor debe sus logros a muchas personas. Un profesor se debe a quien lo ha formado, apoyado o iluminado con su ejemplo. A quien lo ha ayudado a levantarse, y a desarrollar habilidades para no caer, o actitudes para aprender de los errores. Una universidad es el laboratorio idal de un profesor. La verdadera universidad le brinda su hospitalidad, lo apoya, lo estimula para que crezca y le reconoce su esfuerzo, al tiempo que le exige y lo evalúa críticamente. La universidad debe ofrecer al profesor la confianza de que nunca va a dejar de valorar su entrega, su
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carácter único y generoso, su combinación de actitudes intrínsecas hacia la docencia con la preparación cuidadosa y laboriosa de sus actividades. Debe demostrar que, por encima de aspectos administrativos o meramente financieros, un profesor vale para la universidad por su capacidad para hacer lo que es su esencia universitaria: estímulo a otros para la búsqueda de la verdad, para la formulación de preguntas que deben luego ser bien respondidas, con objetivos claros y relevantes: una mejor calidad de vida, un país más grande y una mente más libre, con más capacidad de vuelo y de imaginación. La universidad ofrece la mágica opción de la interdisciplinariedad, de la interacción con otras áreas y disciplinas, no solamente para una yuxtaposición de actividades, sino para una verdadera fusión de actitudes, que enriquezcan el quehacer diario y la formación integral de los estudiantes, que les permitan valorar la importancia del entorno y de los aspectos no estrictamente disciplinares. El profesor verdadero es cercano a los estudiantes, los respeta y alienta sus intereses, se preocupa por sus debilidades y dudas, se entretiene con sus cuestionamientos y estimula su iniciativa, su crítica y su trabajo. Se entristece al verlos confusos, desanimados o desorientados, se alegra profundamente con su cariño, muchas veces distante. Una frase de despedida de un graduando tiene a veces más valor que mil cosas materiales. El profesor
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les debe agradecimiento profundo y debería ser más explícitos en el beneficio que de ellos recibe y en cómo engrandecen a la universidad con sus mentes frescas, irreverentes y curiosas. Pocos profesores tan profundos e incisivos como los hijos, con sus dudas, con su descubrimiento del mundo y con su mágica manera de ver, con ojos frescos e inocentes, un mundo oxidado y lleno de prejuicios. El ser de un profesor, su actividad y todo cuanto hace tiene su base insustituible en la familia, que le ofrece su calidez, que lo recoge y apoya en los momentos grises, que lo ilumina con sus logros y con sus descubrimientos. Qué mejor ejemplo para quien quiere estimular mentes que la mente de un niño, inquieta y sincera, en su permantente búsqueda. El profesor proyecta la Universidad hacia el exterior. Todo lo que se haga debe tener impacto en un mundo atribulado, con necesidades de salud y económicas pero con necesidades más importantes y apremiantes de tolerancia, de respeto, de paz y de armonía. Más que transmitir conocimentos, se deben generar actitudes y despertar sentimientos. Siempre con el ejemplo. Debe recordarse que el profesor mediocre habla, el buen profesor explica, el profesor superior se constituye en un modelo de imitación. Pero el verdadero profesor, el maestro, es el que inspira. Hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, caminaba un hombre por las calles oscuras en una noche sin luna, llevando una
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lámpara de aceite encendida. Un hombre que pasaba lo reconoció y le preguntó: - ¿Qué haces tú, Guno el ciego, con una lámpara en la mano? ¡Si tú no ves! Y el ciego le respondió: No llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mi... No sólo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan servirse de ella. El compromiso de un profesor es iluminar el camino de los demás, sin fijarse en si lo necesitan o no... Llevar luz y no oscuridad... Si todos
encendiéramos una luz, el mundo entero estaría iluminado y brillaría día a día con mayor intensidad. El profesor debe dar ejemplo. Hay un enorme poder en ser profesor: hablemos, expliquemos, seamos modelos de imitación, Pero, sobre todo, busquemos ejercer el bello arte de inspirar. Luz... demos luz... Tenemos en el alma el motor que enciende cualquier lámpara, la energía que permite iluminar en vez de oscurecer... Está en nosotros saber usarla... Está en nosotros ser Luz y no permitir que los demás vivan en las tinieblas...
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VISITA A LA UNIVERSIDAD ROMA TRE Papa Francisco*
Señor Rector, ilustres profesores, queridos estudiantes y miembros del personal:
to; las había leído antes e intentaré responderos teniendo también en cuenta mi experiencia.
Os doy las gracias por haberme invitado a visitar esta Universidad, la más joven de Roma, y os dirijo a todos mi cordial saludo. Doy las gracias al rector, Mario Panizza por sus palabras de bienvenida y deseo todo lo mejor para el trabajo y la misión de este Ateneo. La instrucción y la formación académica de las nuevas generaciones son un requisito básico para la vida y el desarrollo de la sociedad. He escuchado vuestras preguntas, por las que os soy gra-
Nuestra sociedad está llena de buenas acciones, de solidaridad y amor hacia los demás: muchas personas y muchos jóvenes, seguramente también entre vosotros, participan en el voluntariado y en actividades al servicio de los necesitados. Y este es uno de los valores más grandes del que estar agradecidos y orgullosos. Sin embargo, si miramos a nuestro alrededor, vemos que en el mundo hay tantos, demasiados signos de hostilidad y violencia. Como bien ha observado Giulia hay muchas señales de un “actuar violento”. Agradezco tu pregunta, Giulia, porque precisamente este año el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz propone la no violencia como forma de vida y de acción
* Discurso del Santo Padre, 17 de febrero de 2017. http://w2.vatican.va/ content/francesco/es/speeches/2017/ february/documents/papa-francesco_20170217_universita-romatre.html
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política. De hecho, estamos viviendo en una guerra mundial en pedazos: hay conflictos en muchas regiones del planeta, que ponen en peligro el futuro de generaciones enteras. ¿Por qué la comunidad internacional y sus organizaciones, no son capaces de prevenirlos o detenerlos? ¿Los intereses económicos y estratégicos tienen más peso que el interés común en la paz? Sin duda, estas son preguntas que encuentran espacio en las aulas universitarias y resuenan, en primer lugar, en nuestras conciencias. La universidad es un lugar privilegiado en el que se forman las conciencias, en una estrecha confrontación entre las exigencias del bien, de la verdad y la belleza, y la realidad con sus contradicciones. ¿Un ejemplo concreto? La industria de las armas. Durante décadas se está hablando de desarme, también se han puesto en marcha procesos importantes en este sentido, pero, por desgracia, en la actualidad, a pesar de todas las conversaciones y compromisos, muchos países están aumentando el gasto en armas. Y esto, en un mundo que todavía lucha contra el hambre y las enfermedades, es una contradicción escandalosa. Ante esta dramática realidad os preguntáis, con razón, cual debería ser nuestra respuesta. Desde luego, no una actitud de desánimo y desconfianza. En particular vosotros, los jóvenes, no os podéis permitir vivir sin esperanza, la esperanza forma parte de vosotros. Cuando falta la esperanza, falta la vida; y entonces algunos van en busca de una existencia engañosa ofrecida por los mercaderes de la nada que venden cosas que dan una felici-
dad temporal y aparente, pero en realidad desembocan en callejones sin salida, sin futuro, en auténticos laberintos existenciales. Las bombas destruyen los cuerpos, las adicciones destruyen las mentes, las almas, e incluso los cuerpos. Y en esto doy otro ejemplo concreto de la contradicción actual: la industria de los juegos de azar. Las universidades pueden aportar una valiosa contribución a los estudios para prevenir y combatir la adicción a los juegos de azar, que causa graves daños a las personas y a las familias y altos costos sociales. Una respuesta que me gustaría sugerir –y tengo presente la pregunta de Niccoló– es que os comprometierais también como universidades en proyectos de compartición y de servicio a los últimos, para fomentar en nuestra ciudad, Roma, el sentido de pertenencia a una “patria común”. Nos interpelan tantas urgencias sociales y tantas situaciones de penuria y de pobreza: pensemos en las personas que viven en la calle, en los emigrantes, en los necesitados no sólo de alimentos y ropa, sino de un lugar en la sociedad, como los que salen de la cárcel. Saliendo al encuentro de estas pobrezas sociales, nos convertimos en protagonistas de acciones constructivas que se oponen a las destructivas de los conflictos violentos y también a la cultura del hedonismo y del descarte, basada en los ídolos del dinero, del placer, del aparentar… En cambio, trabajando con proyectos, incluso pequeños, que favorecen el encuentro y la solidaridad, recuperamos juntos un sentido de confianza en la vida.
VISITA A LA UNIVERSIDAD DE ROMA TRE
En cualquier entorno, especialmente en el universitario, es importante leer y afrontar este cambio de época con reflexión y discernimiento, es decir sin prejuicios ideológicos, sin miedos o fugas. Cualquier cambio, incluso el actual, es un pasaje que trae consigo dificultades, penurias y sufrimientos, pero también nuevos horizontes para el bien. Los grandes cambios exigen un replanteamiento de nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el valor central de la persona humana. Riccardo en la tercera pregunta se refería a “las informaciones que en un mundo globalizado son vehiculadas sobre todo por las redes sociales”. En este ámbito tan complejo, creo que es necesario operar un sano discernimiento, basado en criterios éticos y espirituales. Hace falta interrogarse sobre lo que es bueno, teniendo como punto de referencia los valores propios de una visión del hombre y del mundo, una visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre todo la trascendente. Y hablando de trascendencia, quiero hablaros de persona a personas y dar testimonio de quien soy. Me profeso cristiano y la trascendencia a la que me abro y a la que miro tiene un nombre: Jesús. Estoy convencido de que su Evangelio es una fuerza de verdadera renovación personal y social. Hablando así, no os propongo ilusiones o teorías filosóficas o ideológicas, ni tampoco quiero hacer proselitismo. Os hablo de una Persona que me salió al encuentro, cuando tenía más o menos vuestra edad, abrió mis horizontes y cambió mi vida. Esta Persona puede
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llenar nuestro corazón de alegría y nuestra vida de significado. Es mi compañero de viaje; Él no defrauda y no traiciona. Está siempre con nosotros. Se coloca, con respeto y discreción, a lo largo del camino de nuestra vida, nos sostiene especialmente en la hora de la pérdida y la derrota, en el momento de la debilidad y del pecado, para volvernos a situar siempre en el camino. Este es el testimonio personal de mi vida. Non tengáis miedo de abriros a los horizontes del espíritu, y si recibís el don de la fe –porque la fe es un don– no tengáis miedo de abriros al encuentro con Cristo y de profundizar la relación con él. La fe nunca limita el ámbito de la razón, sino que lo abre a una visión integral del hombre y de la realidad, defendiendo del peligro de reducir la persona a “material humano”. Con Jesús no desaparecen las dificultades, pero se afrontan de una manera diferente, sin miedo, sin mentirse a sí mismos y a los demás; se afrontan con la luz y la fuerza que viene de Él. Y podemos llegar a ser, como decía Riccardo, “operadores de la caridad intelectual”, a partir de la misma Universidad, para que sea un lugar de formación a la “sabiduría” en el sentido más amplio del término, de educación integral de la persona. En esta perspectiva, la Universidad ofrece su contribución peculiar y esencial para la renovación de la sociedad. Y la Universidad también puede ser el lugar donde se elabora la cultura del encuentro y de la acogida de las personas de diferentes tradiciones culturales y religiosas.
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Nour, que viene de Siria, ha hecho referencia al “miedo” del occidental ante el extranjero, ya que podría “poner en peligro la cultura cristiana de Europa”. Aparte del hecho de que la primera amenaza a la cultura cristiana de Europa está precisamente dentro de Europa, el encerrarse en uno mismo o en su propia cultura nunca es el camino para devolver la esperanza y operar una renovación social y cultural. Una cultura se consolida en la apertura y en la confrontación con otras culturas, siempre que tenga una conciencia clara y madura de sus principios y valores. Por tanto, animo a los profesores y a los estudiantes a que vivan la Universidad como un ambiente de diálogo auténtico, que no homologa la diversidad ni tampoco la exaspera, sino que abre a una confrontación constructiva. Estamos llamados a comprender y apreciar los valores del otro, superando las tentaciones de la indiferencia y del temor. Nunca tengáis miedo del encuentro, del diálogo, de la confrontación.
Mientras proseguís vuestra trayectoria de enseñanza y de estudios universitarios, probad a preguntaros: ¿Mi forma mentis se está haciendo más individualista o más solidaria? Si es más solidaria es una buena señal porque iréis contra corriente, pero en la única dirección que tiene un futuro y que da futuro. La solidaridad, no proclamada con palabras, sino vivida concretamente, crea paz y esperanza para cada país y para el mundo entero. Y vosotros, por el hecho de trabajar y estudiar en la universidad, tenéis la responsabilidad de dejar una huella buena en la historia. Os doy las gracias de todo corazón por este encuentro y por vuestra atención. Que la esperanza sea la luz que ilumine siempre vuestro estudio y vuestro compromiso. Sobre cada uno de vosotros y sobre vuestras familias invoco la bendición del Señor.
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ENCUENTRO CON LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN "GRAVISSIMUM EDUCATIONIS" Papa Francisco* Queridos amigos: Os doy la bienvenida a todos los que participáis en el encuentro «Educar es transformar», promovido por la Fundación Gravissimum Educationis. Doy las gracias al Cardenal Versaldi por sus palabras de presentación y a cada uno de vosotros, con la riqueza de vuestras experiencias en los diferentes lugares y ámbitos profesionales de donde venís. Como sabéis, esta Fundación la instituí el 28 de octubre de 2015, con ocasión del 50° aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Gravissimum Educationis, respon*
Discurso del Santo Padre en la Sala del Consistorio, 25 de junio de 2018. http:// w2.vatican.va/content/francesco/es/ speeches/2018/june/documents/papa-francesco_20180625_gravissimumeducationis.html.
diendo a la petición de la Congregación para la Educación Católica. Con esta institución, la Iglesia renueva el compromiso con la educación católica manteniéndose al ritmo de las transformaciones históricas de nuestro tiempo. La Fundación responde a una preocupación ya contenida en la Declaración conciliar de la que toma su nombre y con la que sugería la colaboración entre las instituciones escolares y universitarias para afrontar mejor los desafíos presentes (cf. n. 12). Dicha recomendación del Concilio fue madurando con el tiempo y se manifiesta también en la reciente Constitución apostólica Veritatis gaudium sobre las universidades y facultades eclesiásticas, en «la necesidad urgente de “crear redes” entre las distintas instituciones que, en cualquier parte del mundo, cultiven y promuevan los estudios eclesiásticos» (Proemio, 4d) y, en sentido
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más amplio, entre las instituciones católicas de educación. Solo si se cambia la educación se puede cambiar el mundo. Para hacer esto, quisiera proponerles algunas sugerencias. 1. En primer lugar, es importante “crear redes”. Crear redes significa reunir las instituciones escolares y universitarias para potenciar la iniciativa educativa y de investigación, enriqueciéndose con los aspectos destacados de cada uno, para ser más eficaces a nivel intelectual y cultural. Crear redes quiere decir también juntar los saberes, las ciencias y las disciplinas para afrontar los complejos desafíos con la inter- y la transdisciplinariedad, como recuerda la Veritatis gaudium (cf. n. 4c). Crear redes implica crear lugares de encuentro y de diálogo dentro de las instituciones educativas y promoverlos fuera, con ciudadanos procedentes de otras culturas, de otras tradiciones, de otras religiones, para que el humanismo cristiano contemple la condición universal de la humanidad actual. Crear redes significa también que la escuela sea una comunidad que eduque, en la que los docentes y los estudiantes no estén relacionados solo a través de un programa didáctico, sino por un programa de vida y de experiencia, que sepa educar en la reciprocidad entre las distintas generaciones. Y esto es muy importante para no perder las raíces.
Además, los desafíos que interpelan al hombre de hoy son globales en un sentido más amplio de lo que se considera frecuentemente. La educación católica no se queda en formar mentes para que tengan una visión más amplia, capaz de aglutinar las realidades más lejanas. La educación católica se da cuenta de que, además de extenderse en el espacio, la responsabilidad moral del hombre de hoy se extiende también a través del tiempo y que las decisiones del presente tienen consecuencias en las generaciones futuras. 2. La otra expectativa a la que la educación está llamada a responder y que indiqué en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium es: «no nos dejemos robar la esperanza»(n. 86). Con esta invitación quise animar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo a afrontar positivamente los cambios sociales, sumergiéndose en la realidad con la luz irradiada por la promesa de la salvación cristiana. Estamos llamados a no perder la esperanza porque tenemos que donar esperanza al mundo global de hoy. «Globalizar la esperanza» y «sostener las esperanzas de la globalización» son compromisos fundamentales en la misión de la educación católica, como lo afirma el reciente documento de la Congregación para la Educación Católica: Educar al humanismo solidario (cf. nn. 18-19). Una globalización sin esperanza y sin horizonte se expone a los condicionamientos de los intereses económicos, que a menudo están lejos de una recta concepción del bien común, y pro-
ENCUENTRO CON LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN "GRAVISSIMUM EDUCATIONIS"
duce fácilmente tensiones sociales, conflictos económicos, abusos de poder. Tenemos que infundir un alma al mundo global, a través de una formación intelectual y moral que sepa favorecer las cosas buenas que trae la globalización y corregir aquellas negativas. Se trata de metas importantes, que han de ser alcanzadas a través del desarrollo de la investigación científica confiada a las universidades y también presente en la misión de la Fundación Gravissimum Educationis. Una investigación de calidad, que tiene ante sí un horizonte amplio de desafíos. Algunos de estos, mencionados en la Encíclica Laudato si’, se refieren a los procesos de interdependencia global, que por un lado se presenta como una fuerza histórica positiva, porque marca una mayor cohesión entre los seres humanos; pero por otro lado produce injusticia y muestra la estrecha relación entre las miserias humanas y las deficiencias ecológicas del planeta. La respuesta está en el desarrollo y en la investigación de una ecología integral. Quisiera subrayar también el desafío económico, basado en la búsqueda de mejores modelos de desarrollo, que respondan a una concepción más auténtica de felicidad y que sepan corregir algunos mecanismos perversos del consumismo y de la producción. Y, además, el desafío político: el poder de la tecnología está en constante expansión. Uno de sus efectos es la difusión de la cultura del descarte, que devora cosas y seres humanos sin distinción alguna. Dicho poder se funda en una antropología que concibe al hombre como un depredador
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y al mundo en el que vive como un recurso para depredar a voluntad. Ciertamente no falta trabajo para los estudiosos y los investigadores que colaboran con la Fundación Gravissimum Educationis. 3. Para que sea eficaz el trabajo que tienen por delante, sosteniendo proyectos educativos originales, debe obedecer a tres criterios esenciales. Ante todo, la identidad. Exige coherencia y continuidad con la misión de las escuelas, de las universidades y de los centros de investigación que han sido creados, promovidos y acompañados por la Iglesia y que están abiertos a todos. Dichos valores son fundamentales para seguir el surco trazado por la civilización cristiana y por la misión evangelizadora de la Iglesia. De esta manera ayudaréis a mostrar los caminos a seguir con la finalidad de dar respuestas actualizadas a los dilemas del presente, teniendo una mirada preferencial por los más necesitados. Otro aspecto esencial es la calidad. Es el faro seguro para iluminar cualquier iniciativa de estudio, de investigación y de educación. Es necesaria para realizar aquellos «polos de excelencia interdisciplinares» que son recomendados en la Constitución Veritatis gaudium (cf. n. 5) y que la Fundación Gravissimum Educationis desea sostener. Y además en vuestro trabajo no puede faltar el objetivo del bien común. Es difícil definir el bien común
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en nuestra sociedad marcada por la convivencia de ciudadanos, grupos y pueblos que tienen culturas, tradiciones y credos tan diferentes. Es necesario ampliar los horizontes del bien común, educar a todos para que se sientan parte de la familia humana. Para cumplir vuestra misión necesitáis por tanto edificar a partir de la coherencia con la identidad cristiana, poner los medios en conformidad a la calidad del estudio y de la investigación, y perseguir objetivos en sintonía con el servicio al bien común.
Un programa de pensamiento y de acción basado en estos sólidos pilares podrá contribuir, a través de la educación, a la construcción de un futuro en el que la dignidad de la persona y la fraternidad universal sean los recursos globales a los que cada ciudadano del mundo pueda recurrir. A la vez que os agradezco todo lo que hacéis con vuestro esfuerzo por la Fundación, os animo a continuar en esta meritoria misión benéfica. Sobre vosotros, sobre vuestros colegas y familiares invoco de corazón las bendiciones del Señor. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.
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LA UNIVERSIDAD FUENTE DE VIDA RECONCILIADA Arturo Sosa Abascal, S.J.*
A través del compromiso universitario la Compañía está comprometida a contribuir a hacer verdad histórica la palabra de Jesús: …he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud (Jn 10,10). La reconciliación es posible cuando hay vida. La vida produce la reconciliación que a su vez la hace vida plena. Reconciliarse es una forma de volver a la vida y de hacerla crecer hacia su plenitud. La plenitud de la vida es el amor capaz de entregar la propia vida para que todos tengan vida. El creciente compromiso de la Compañía de Jesús en el quehacer universitario adquiere su sentido en el deseo de contribuir efectivamente a hacer posible una vida digna, plena, para todos y cada
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Discurso del Padre General en el Encuentro Mundial de Universidades encomendadas a la Compañía de Jesús, Loyola, 10 julio 2018.
uno de los seres humanos, en el presente y en el futuro. Vivir en plenitud significa zambullirse en la variedad de pieles y culturas que forman la humanidad. Supone zambullirse en la complejidad de los procesos históricos y sociales en marcha en este momento de la historia. Procesos de cambio profundos, complejos, con ritmos tan distintos que llegan a llenarnos de incertidumbre frente a un futuro cada vez más difícil de imaginar… Una universidad como la que queremos, fuente de vida, comprometida a fondo en los procesos de reconciliación, experimenta en su propia existencia cotidiana las tensiones propias de la complejidad social y cultural en la que se inserta con todo su ser. La universidad vive también la incertidumbre de la historia en la que actúa, experimenta en su propio ser la fragilidad de la vida porque,
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además, ella misma se siente y se sabe frágil. Agradezco de corazón esta oportunidad de encontrarnos en un lugar de tanto significado para quienes queremos encarnar en nuestro tiempo la profunda experiencia humana y espiritual de Ignacio de Loyola y los primeros compañeros, fundadores de la Compañía de Jesús, inspiradores de este camino en el que también nosotros hemos decidido avanzar. Agradecimiento muy especial a quienes han preparado con esmero este encuentro. Al P. Michael Garanzini y sus equipos de trabajo; a las comisiones (task forces) que han venido reflexionando, y haciendo reflexionar, sobre temas cruciales de nuestro apostolado universitario. Gracias a la Universidad de Deusto por acogernos en este Encuentro y al Santuario de Loyola por reservarnos este maravilloso día. A dónde venimos y a qué Como Universidades bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús venimos construyendo desde hace mucho tiempo este espacio donde nos encontramos. Deusto y Loyola son lugares físicos en los que nos podemos encontrar porque responden a la vocación universitaria, es decir, universal, de la Compañía de Jesús, como lo fueron la Universidad Iberoamericana de México en el 2010 y la Universidad Católica Australiana en Melbourne en el 2015. Los lugares físicos permiten crear el lugar espiritual en el que nos encontramos como educadores, colaboradores desde la universidad en la misión de humanizar la historia.
Vinimos, por tanto, a este lugar físico, La Universidad de Deusto y el Santuario de Loyola, porque es también el lugar espiritual dónde sentimos que podemos crecer en la dimensión universal de la contribución de las universidades inspiradas en el carisma ignaciano al mejoramiento de la humanidad a través de la reconciliación y la justicia. Vinimos, por tanto, a fortalecernos como cuerpo apostólico universal inspirado en el carisma ignaciano, unido por una fecunda tradición intelectual humanista, enraizada en la fe cristiana. Vinimos a compartir la mirada sobre el mundo y la historia que encontramos en el Evangelio y los Ejercicios Espirituales. Mirar al mundo y la historia desde el amor con el que lo hace el Dios Uno y Trino significa conmoverse por el grito de los millones de seres humanos que migran buscando mejores condiciones de vida, de las víctimas de la violencia, de los empobrecidos que claman por justicia, de quienes son despreciados por el color de su piel o la religión que profesan, de quienes ven negados sus derechos a participar democráticamente en la vida pública, porque el poder político es acaparado por personas al servicio de intereses particulares, indiferentes al Bien Común y al cuidado del medio ambiente. Adoptar esta mirada representa un considerable desafío epistemológico para nuestro quehacer científico que busca penetrar la realidad, descubrir las raíces de la injusticia y contribuir a proponer alternativas de transformación económica y social.
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Una mirada que se convierte también en desafío pedagógico para nuestra docencia de manera que seamos capaces de trasmitir la vida que de ella proviene. Desde este modo de ver, de ubicarnos ante la realidad, encarnamos la opción preferencial por los pobres por la cual la universidad se convierte en un proyecto de transformación social para generar vida plena. Este desafío cobra nuevas dimensiones cuando los pensamos como transformación global. El compromiso con la transformación del mundo actual tiene dimensiones locales, regionales y globales. Son procesos complejos e interdependientes. Vinimos, por tanto, para encontrar la manera de, juntos, ir más allá de cuanto logramos normalmente alcanzar en nuestras sociedades locales, para incidir lo mejor posible en los niveles regionales y globales de nuestro mundo. La universidad concebida como proyecto de transformación social es una universidad que se mueve hacia los márgenes de la historia humana en los que encuentra a quienes son descartados por las estructuras y poderes dominantes. Es una universidad que abre sus puertas y ventanas a los márgenes de la sociedad. Con ellos y ellas viene un nuevo aliento vital que hace de los esfuerzos de transformación social fuente de vida y plenitud. Una vida justa y en paz La Congregación General 36ª de la Compañía de Jesús es una invitación a enfocar la misión de las
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universidades desde la perspectiva de compañeros en una misión de reconciliación y de justicia.
Nuestras obras educativas, a todos los niveles, y nuestros centros de comunicación e investigación social, tienen que ser una ayuda para la formación de hombres y mujeres comprometidos con la reconciliación, que sean capaces de superar los obstáculos que a ella se oponen y proponer soluciones. El apostolado intelectual debe ser fortalecido para ayudar a transformar nuestras culturas y nuestras sociedades.1
La reconciliación es un mensaje de esperanza basado en la convicción profunda de cómo Dios –Uno y Trino– actúa en la historia. El Padre está reconciliando todas las cosas por medio de la encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, el Cristo. Nos ha regalado su Espíritu para hacernos colaboradores de esta obra de reconciliación, misión encomendada a la comunidad de los seguidores de Jesús, la Iglesia. La Compañía de Jesús nace y tiene sentido como colaboradora de la misión reconciliadora que pasa por contribuir a la justicia social. La vida cotidiana de quienes participamos en la misión de la Compañía de Jesús a lo largo y ancho del mundo permite constatar cuán lejos está la realidad de nuestro mundo de ofrecer las condiciones para una vida humana en paz, como es el ideal profundamente deseado de personas
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y pueblos. En pleno cambio de época histórica asistimos al escándalo de la creciente desigualdad que genera violencia, migraciones forzadas, discriminación racial, pobreza indeseada, autoritarismos y populismos portadores de falsas ofertas de redención social… Con tristeza observamos la imposibilidad de detener el deterioro del medio ambiente por la falta de atención responsable al cuidado de la Casa Común. Nosotros y nuestras instituciones tenemos una asignatura pendiente en esta carrera por hacernos cargo responsablemente de la reconciliación con el medio ambiente. En medio de la preocupación por el debilitamiento de la conciencia ciudadana, de los regímenes políticos democráticos y de los mecanismos de toma de decisiones públicas, se nos pone delante el enorme desafío de incorporarnos lúcidamente en la nueva cultura digital que va cambiando rápidamente los modos de pensar y de relacionarse entre los seres humanos. No es sólo una revolución tecnológica sino la creación de un nuevo mundo en el cual habitamos. El eco-sistema digital es el comienzo de un profundo cambio del paradigma cultural humano. Un reto a la creatividad de la tradición educativa de la Compañía de Jesús, llamada a hacer presente en este nuevo mundo la buena noticia de la humanidad reconciliada en Jesús por su vida entregada por amor. La Universidad como institución humana, y el apostolado universitario de la Compañía de Jesús, han
sabido enfrentar creativamente épocas históricas difíciles y complejas en y por fidelidad a su carisma, a su razón de ser. La Universidad es una comunidad de intereses espirituales empeñada en la búsqueda de la verdad. La Universidad, se reconoce en la búsqueda de la verdad porque está convencida de la posibilidad del ser humano de acceder a ella. La Universidad está siempre abierta a reconocer críticamente la provisionalidad del conocimiento por el que pretende formular la verdad y a continuar la incesante tarea de hallarla. La Universidad Católica está íntimamente comprometida con la búsqueda de la verdad. Como lo recordó el Papa Benedicto XVI en La Habana2: Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón. No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana. Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios. La Compañía de Jesús ha encontrado en la Universidad un espacio formidable para poner en práctica la misión recibida de, inspirada en el evangelio, promover con tesón la justicia social y la sustentabilidad ecológica a través del diálogo con las culturas y las religiones. La Universidad fomenta procesos de creación de conocimiento y acompaña procesos de formación humana en los que, junto a los conocimientos, trasmite
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el sentido de la vida reconciliada y en paz. Vivimos una época marcada por la tensión entre el secularismo y los fundamentalismos religiosos e ideológicos en los que la presencia católica en la universidad adquiere un nuevo sentido. La universidad es ese espacio plural en el que se crean las condiciones para el diálogo y la comprensión en profundidad de los procesos históricos, personales e intelectuales. Es un espacio privilegiado para el ejercicio de la libertad humana. Libertad para buscar y hallar a través de la investigación y la docencia los caminos de la transformación social. Es un espacio en el que el mensaje de liberación de la Buena Noticia del evangelio puede contribuir a encontrar mejores caminos para generar vida en medio de las dificultades e incertidumbre, que parecen agobiar la cotidianidad de la mayoría de los hombres y mujeres, abriendo espacio a la esperanza. Apostolado intelectual es ir al encuentro de la Sabiduría Para las instituciones universitarias animadas por la Compañía de Jesús no basta alcanzar la profundidad intelectual que permite crear conocimiento y trasmitirlo como elemento de la formación humana integral. El verdadero desafío es que sea apostolado, es decir, un modo de anunciar más efectivamente la Buena Noticia del Evangelio, de aprender a captar la presencia de Dios en el mundo y la acción de su Espíritu en la historia para sumarse a ella y contribuir a la liberación humana.
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A través del apostolado intelectual nos asociamos a la obra creadora del Señor, palabra por la cual fueron hechas todas las cosas3. Una Universidad bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús está llamada, por tanto, a crear. Capacidad creativa que se demuestra sobre todo en su capacidad de adelantarse a su tiempo, de estar varios pasos delante del momento presente. Una universidad capaz de ver más allá del presente porque cultiva y se nutre de una memoria histórica inspirativa e iluminadora. La Universidad es un espacio privilegiado para desarrollar la dimensión intelectual presente en toda acción apostólica emprendida por la Compañía de Jesús. Sabemos que la profundidad intelectual no surge espontáneamente ni basta poner el rótulo de universidad o centro de investigación para alcanzarla. La labor intelectual requiere esfuerzo y dedicación que supone tiempos de aridez que retan la voluntad de quien se dedica a ella. Requiere sensibilidad a las situaciones de las personas y los pueblos. Necesita mirar más allá de sus muros para acompañar los procesos complejos de la historia humana. Más aún, no basta alcanzar la profundidad intelectual sino que ésta encuentre sentido, más allá de sí misma, como contribución a mejorar el mundo. El trabajo intelectual es apostolado cuando se realiza a la intemperie, no encerrado en un gabinete ni seguro de sus
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Jn 1,1-4
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propias certezas. Cuando es capaz de dialogar con otras disciplinas, enriquecerse de otras perspectivas y diversas visiones del mundo, la ciencia y la cultura. Cuando no se encierra en su supuesta verdad. Cuando se vive como misión recibida, como envío a contribuir a la liberación del mundo. Por tanto, se realiza como servicio que no busca el reconocimiento ni la gloria de las personas o las instituciones, sino la mayor gloria de Dios. De este modo se va al encuentro de la Sabiduría como la definió el P. Adolfo Nicolás: …“un conocimiento superior, abarcante, profundo y transformador”. No sólo, por tanto, un conocimiento científico: un saber sobre algo, sino un conocimiento que lleva a la persona a situarse en actitud de búsqueda permanente ante los grandes interrogantes y, más aún, que lleva a la persona a la empatía, a la compasión ante cualquier ser humano y a una actitud de respeto a la naturaleza como don y, más todavía, al principio ignaciano de buscar y hallar a Dios en todas las cosas.4 La Sabiduría existe encarnada en personas sabias que la hacen presente entre nosotros. La sabiduría no es un cúmulo de conocimientos que se alojan en el cerebro de una persona o en libros, memorias virtuales, bibliotecas o mega servidores. La sabiduría es un atributo que se le reconoce a aquellas personas que alcanzan ese grado de madurez humana, afectiva e intelectual que
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Universidad de Deusto, Lectio Inauguralis, 9 de septiembre de 2011.
convierte el encuentro con ellas en ocasión de ver más allá de lo ordinariamente estamos habituados a ver en lo que nos rodea y al interior de nosotros mismos. Ser una persona sabia es, entonces, cuestión de amor, de salir al encuentro de esa sabiduría que quiere ser encontrada en la historia y en la creación. El apostolado intelectual nos dirige hacia la sabiduría que supone el discernimiento por el cual nos hacemos capaces de percibir por dónde pasa Dios en este momento de la situación mundial, global y local para escoger lo que más conviene a la gloria de Dios que no es otra cosa que a la vida humana plena. Esta reflexión nos pone ante la insoslayable pregunta de si la Universidad crea y mantiene los espacios para el discernimiento convertido en una forma ordinaria de tomar decisiones. La universidad que forma para la ciudadanía universal La ciudadanía es la dimensión por la que un ser humano se entiende como parte de una relación compleja con otros seres humanos que componen la comunidad humana. Es saberse parte integrante y participativa de la “ciudad” (de ahí “ciudadano”), de la “polis” (de ahí, “político”). La ciudadanía, por tanto, implica la identificación de uno con algo que es más grande que él mismo, que es más abarcador que sus propios intereses individuales, los cuales son siempre parciales y estrechos. La conciencia de ciudadanía abre ante la mirada de los individuos el ancho horizonte de la comunidad, de la sociedad, del medio ambien-
LA UNIVERSIDAD FUENTE DE VIDA RECONCILIADA
te. Los ubica en la perspectiva del bien común y de la responsabilidad personal por lo colectivo, por lo la res publica, lo que es de interes y en beneficio de toda la colectividad. Por eso, la ciudadanía es aquella faceta de nuestra existencia humana a través de la cual el individuo se hace persona al reconocer a los otros como sus iguales en términos de dignidad y derechos, ya no como seres inferiores y despreciables, que hay que eliminar porque no merecen estar entre nosotros, tampoco como competidores o potenciales enemigos que hay que eliminar, porque son una amenaza. La conciencia ciudadana nos lleva a ver a los demás como personas que desde su diversidad, aportan a la vida en común de todos, como compañeros de camino, necesarios para que todos tengan una vida plena. La globalización, característica del cambio de época, impulsa procesos ambiguos. Algunos estudiosos de este fenómeno distinguen globalización de mundialización5 para indicar la tendencia dominante del proceso. Se llama globalización a la tendencia a uniformar los comportamientos y las culturas humanas como consecuencia del cambio de época y provoca una disminución de la diversidad cultural. Es la tendencia a crear un espacio global monocultural. Se pretende ir imponiendo en todas partes aquellas formas de organización económica e interacción sociopolítica que resultan, en
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No en todos los idiomas se puede hacer esta distinción con claridad.
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última instancia, favorables al capital transnacionalizado, dominante en este esquema globalizador. La mundialización sería la tendencia a reconocer la creatividad humana que se expresa en la diversidad cultural que constituye la principal riqueza del proceso de crecimiento exponencial del intercambio humano en todo el planeta. Desde este punto de vista se entiende la universalización como crecimiento de la interacción entre grupos humanos culturalmente diversos capaces de compartir una visión común de los intereses de toda la humanidad. Más allá de distinciones conceptuales o terminológicas, lo que interesa dejar claro aquí es la necesidad de discernir las tendencias y posibles resultados de las corrientes globalizadoras para promover aquellas que producen vida plena. La globalización-mundialización ha multiplicado las corrientes migratorias a lo largo y ancho del mundo. Si la creciente movilidad humana es dominada por la tendencia uniformadora de las culturas la consecuencia sería una restricción paulatina del intercambio cultural que pondría a riesgo incluso la multiculturalidad. Sería un fenómeno semejante al impacto que tiene el deterioro del medio ambiente en la disminución de la biodiversidad en el planeta. En cambio, la tendencia mundializadora multiplicaría las oportunidades de espacios multiculturales y abriría muchas posibilidades a la interculturalidad. Daría, además, ocasión al aporte de la vivencia espiritual de las religiones como dimensiones de las culturas propiciando la su-
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peración de los fundamentalismos. En el 2008, la Congregación General de la Compañía de Jesús lo expresó de esta manera: Vivimos en un mundo plurirreligioso y pluricultural. La erosión de las creencias tradicionales y la tendencia a homogeneizar las culturas han fortalecido formas distintas de fundamentalismos religiosos. Algunos usan cada vez más la fe en Dios para dividir pueblos y comunidades y para provocar polarizaciones y tensiones, que quiebran los fundamentos de nuestra vida social. Todos estos cambios nos invitan a ir a las fronteras de la cultura y la religión.6 Formar para la ciudadanía universal supone educar en el reconocimiento de la diversidad como dimensión constitutiva de la vida humana plena. Supone experimentar la diversidad cultural como oportunidad de enriquecimiento humano. Queremos formar un ser humano capaz de sentirse miembro de la humanidad porque se ha hecho consciente críticamente de su propia cultura (inculturación), es capaz de reconocer gozosamente la de otros seres humanos (multiculturalidad) y relacionarse con otros, enriqueciéndose de la variedad de la cual su propia cultura forma parte (interculturalidad). La universalidad vivida de esta manera puede convertirse en un impulso a la justicia social, la fraternidad y la paz. Adquirir la ciudadanía universal sería uno de los frutos de estudiar 6
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o trabajar en una institución educativa de la Compañía de Jesús. Es una de las dimensiones constitutivas de la persona que nos proponemos proponer y acompañar durante su formación. Además, hace falta provocar las condiciones para escuchar la llamada al servicio público como compromiso personal. La vocación al compromiso directo en la política es una vocación de servicio a la reconciliación y la justicia tan necesaria como compleja. Abrir esta posibilidad en la vida de algunos es parte de nuestra tarea educativa. Acompañar la formación de quienes escogen servir en la política es una de las mayores contribuciones que podemos hacer al mejoramiento de las sociedades humanas en todas partes del mundo. Nuestra identidad es nuestra contribución Sentirse o declararse herederos de la rica tradición educativa de la Compañía de Jesús no es suficiente para serlo en situaciones tan cambiantes como en las que se desarrolla nuestra actividad universitaria en la actualidad. Vivir la tensión de la fidelidad creativa es una exigencia profunda del magis de la espiritualidad que nos alienta. La fidelidad no se expresa sólo en mantener los nombres de las instituciones o algunos símbolos que hagan referencia a la larga tradición histórica de la que queremos seguir formando parte. La auténtica fidelidad es la que se manifiesta a través de respuestas novedosas a los retos de los tiempos que corren. La fidelidad a la tradición de la que venimos significa responder creativamente a los signos de
LA UNIVERSIDAD FUENTE DE VIDA RECONCILIADA
los tiempos desde la identidad que nos une con ella. Con la tradición nos une la identidad de lo que hemos llamado el humanismo característico de educación ofrecida por la Compañía de Jesús. Educación humanista porque acompaña el proceso de cada persona cuidando su particularidad al mismo tiempo que la ayuda a salir de sí misma para hacerse cargo de la humanidad y abrirse a la trascendencia. Desde nuestra identidad buscamos vincular la vida de las personas con la contribución a la construcción de un mundo más humano a través de la lucha por la justicia y la reconciliación entre las personas, los pueblos y el medio ambiente. Para ello se necesita la profundidad espiritual e intelectual capaz de mirar las personas en su espacio concreto, al mismo tiempo que se alegra de formar parte de la diversidad cultural del mundo y poder entablar con ella un diálogo enriquecedor. El humanismo de nuestra tradición es inculturado porque tiene raíces en cada sitio, dialogal porque se relaciona con otras culturas o tradiciones e intercultural porque ser enriquece del intercambio. Es un humanismo que entrelaza relaciones personales y locales con la complejidad del mundo a través del diálogo abierto de ideas, culturas y tradiciones religiosas. Es por ello que ponemos la formación integral de cada persona y no sólo su capacitación para el desarrollo profesional al centro
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de nuestro trabajo universitario. Aspiramos que se nos reconozca por la calidad humana de nuestros egresados no porque son buenos para competir en un reñido mercado de trabajo. Hacemos lo posible por abrir nuevos caminos a la reconciliación humana en un momento de la historia en el que se cierran las posibilidades de vida para pueblos enteros. Queremos ser y formar lo que Jon Sobrino, S.I. llama pobres con Espíritu, personas que se despojan libremente de sí mismas y contribuyen a que la vida de todos sea más humanamente densa. Nos proponemos educar personas consistentes, responsables de sí mismos y también de los demás y de la tierra en la que habitamos. Toda la comunidad universitaria está llamada a encarnar la identidad que garantiza la fidelidad creativa a la tradición educativa de la Compañía de Jesús. La Universidad es una comunidad educadora de la cual forman parte los investigadores, los profesores, los empleados, los obreros las autoridades, los estudiantes y los egresados. Cada persona y cada categoría de personas tienen responsabilidades distintas y complementarias en la vivencia y trasmisión de la identidad que mantiene la tensión entre fidelidad a la tradición y creatividad para responder a nuevas situaciones. La identidad de las universidades bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús no está directamente relacionada con el número de jesuitas existentes en la comunidad universitaria sino con la capacidad de compartir el espíritu que las anima,
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el modo de proceder característico y la comunión en la misión compartida. Deseamos que sean muchos los jesuitas que se comprometan en la compleja tarea universitaria en todas sus dimensiones como compañeros de tantas otras personas llamadas a continuar en fidelidad creativa esta fecunda tradición educativa, pero sobre todo deseamos contar con muchos compañeros y compañeras con quienes llevar adelante, juntos, las responsabilidades universitarias. Somos enviados al trabajo universitario como dimensión de la reconciliación de todas las cosas en Cristo. Las universidades encomendadas a la Compañía de Jesús pueden ser fuente de vida porque reciben el don de la vida de quien nos envía a darla después de haber entregado la suya. Hacernos conscientes del espíritu misionero del trabajo universitario, conservarlo y aumentarlo es fuente de fecundidad intelectual, pedagógica y del servicio propio de las universidades a la sociedad como dimensión del vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación (Mc 16,15). Desde el magis inserto en nuestra identidad buscamos contribuir a hacer más desde la universidad y cumplir mejor su misión propia. Permítanme referirme a dos desafíos actuales del magis universitario de la Compañía de Jesús. El primero es superar los límites geográficos y sociales dentro de los que se mueven nuestras instituciones universitarias. Somos enviados a donde no es fácil llegar u otros evitan llegar. La educación universitaria ofrecida por la Com-pañía de Jesús quiere estar
abierta a todos y está llamada a hacer esfuerzos especiales para alcanzar a los marginados, empobrecidos, refugiados y desplazados por causa de las injustas relaciones sociales que dominan el mundo actual. La nueva época histórica del conocimiento ha puesto a nuestro alcance medios educativos que permiten alcanzar poblaciones geográficamente alejadas o socialmente marginadas. Hace pocos meses pude compartir la sonrisa de un grupo de jóvenes en el norte de Sri Lanka que recibieron sus títulos universitarios gracias al esfuerzo conjunto de la comunidad jesuita de la zona y el Jesuit Worldwide Learning. Estoy seguro que muchos de ustedes han tenido experiencias semejantes en campos de refugiados, en zonas rurales o en los barrios marginados de las grandes ciudades del mundo… Un signo de los tiempos que nos reta a poner en práctica una espiritualidad inspirada en el magis. ¿Cuánto más y mejor podemos hacer en esta dirección? El segundo desafío nos lo ha puesto la Congregación General 36ª al invitarnos a promover una cultura de la salvaguarda de las personas vulnerables. Quizás sea el mandato más complejo que ha hecho la CG 36 al cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús. Provocar el cambio cultural de la magnitud necesaria para crear un ambiente sano y seguro para todos y cada uno de los seres humanos es una tarea de largo plazo que exige un cuidadoso discernimiento y profunda reflexión sobre lo que mejor podemos hacer desde nuestro carisma y con nuestra capacidades para
LA UNIVERSIDAD FUENTE DE VIDA RECONCILIADA
irlo logrando. Promover este cambio cultural es tocar las estructuras de injusticia de las actuales sociedades humanas con todos los riesgos que esto supone. Una cultura de la salvaguarda encarnaría de una forma singular el respeto a los Derechos Humanos. Las universidades son promotoras de cambios culturales. Este desafío abre una oportunidad para el trabajo concreto y a largo plazo en una importante dimensión de la reconciliación, la justicia y la vida plena. He pedido al Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús coordinar los esfuerzos de todo el cuerpo apostólico en esta dirección. Juntos somos más fecundos La misma CG 36ª nos orienta en los pasos a dar para mejorar la fecundidad de la universidad fuente de vida y reconciliación: El discernimiento, la colaboración y el trabajo en red ofrecen tres importantes perspectivas en nuestro actual modo de proceder. Dado que la Compañía de Jesús es un “cuerpo internacional y multicultural” en un complejo “mundo fragmentado y dividido”, la atención a estas perspectivas ayuda a perfilar el gobierno, haciéndolo más flexible y apostólicamente más efectivo.7 Las universidades son una particular expresión de la internacionalidad y multiculturalidad del cuerpo apostólico de la Compañía y están en medio del mundo frag7
CG 36, Decreto 2,3
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mentado y dividido. A través del discernimiento las universidades se abren a la posibilidad de ponerse en contacto con la fuente de la vida que se proponen trasmitir y adquieren la libertad necesaria para seguir la corriente de vida que surge de su misma fuente. El discernimiento nos mantiene en contacto con los sueños de un mundo mejor hacia el que se orientan los esfuerzos de investigación, creación de conocimiento, docencia e incidencia social. El discernimiento orienta y da sentido a la planificación del mejor uso de los recursos disponibles para lograr los fines del quehacer universitario. Una institución universitaria es posible sólo a través de la colaboración. Por eso insistimos en llamarla comunidad universitaria. También sabemos que es mucho lo que podemos hacer todavía para ampliar y profundizar la colaboración dentro de la propia universidad, entre las universidades y con tantas otras posibilidades que hoy se abren a ella. La colaboración es concebida por las Congregaciones Generales de la Compañía de Jesús posteriores al Concilio Vaticano II como parte de la identidad del cuerpo apostólico universal. Nos sabemos mínima Compañía colaboradora en algo mucho más grande que nosotros y que no depende de nosotros. Como cuerpo apostólico universal tratamos de prestar la mejor colaboración posible a la misión de reconciliación y de justicia en la que somos compañeros de los miembros de la Iglesia y todas las personas de buena voluntad empeñadas en humanizar la historia y cuidar la Casa Común.
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En esa perspectiva, la universidad es colaboradora de la misión más amplia y compleja encomendada a la Compañía de Jesús y como tal se concibe a sí misma al servicio de la vida reconciliada. La colaboración es también una característica fundamental del modo de proceder en la vida cotidiana de la universidad. Insistimos mucho en el necesidad del trabajo en equipo y propiciamos un liderazgo que lo promueva y sepa aprovechar para mejorar la eficiencia del uso de los recursos a disposición e incluso de multiplicarlos. Mucho camino tenemos por delante para encarnar más profundamente este modo de proceder en cada una de las universidades y mejorar sustantivamente la colaboración de las universidades entre sí y con otras instituciones, proyectos y grupos que lucha por los mismos objetivos. Con los actuales medios a disposición la colaboración se multiplica y hace más eficiente a través del trabajo en redes. El trabajo en red presupone una cultura de la generosidad8, que supere las tendencias a cuidar y multiplicar los recursos para uso exclusivo de cada institución universitaria. La cultura de la generosidad está a la base de la fecundidad que logra más y mejores frutos de vida
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plena. Con estos criterios se forma el sujeto del apostolado universitario de la Compañía de Jesús. El presente Encuentro Mundial de Universidades encomendadas a la Compañía de Jesús, aquí en Loyola y Bilbao, quiere hacer historia en ese camino del discernimiento, la planificación apostólica, la colaboración y el trabajo en redes con la creación largamente preparada de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas (IAJU) mediante la cual nos abramos a una nueva época y un nuevo estilo de trabajo universitario fecundo. Con nuestra presencia aquí estamos confirmando nuestro deseo y voluntad de juntarnos para ser más fecundos. Deseos y voluntad que se convertirán en compromisos concretos para darle vida a nuevas formas de interrelación dentro y entre las instituciones universitarias. Venimos de un largo camino lleno de logros en medio a no pocas dificultades. Un camino de siglos que promete prolongarse por mucho más tiempo. Para recorrer las nuevas etapas del camino, desconocidas como las anteriores, vemos la conveniencia de juntarnos, aprovechar mejor lo que somos y tenemos para convertirnos en fuente de vida plena y reconciliada.
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“UN PUENTE SOBRE AGUAS TURBULENTAS: LAS UNIVERSIDADES JESUITAS EN UNA ERA DE FRAGMENTACIÓN” Michael J. Garanzini, S.J.*
Muchas gracias por esta oportunidad y por su hospitalidad. Es un honor ser parte de la celebración de su universidad y participar en esta Conferencia. Me parece una excelente ocasión para reconocer el propósito y la naturaleza de esta institución, como un regalo de la Iglesia y la Compañía para el pueblo de México, para el mundo y la región. Esta institución, al igual que las 180 instituciones de educación superior en el mundo, tiene un papel importante, o vocación, en la sociedad y en este mundo. *
Intervención del Secretario de Educación Superior en la Curia General, durante la Conferencia Internacional SJ Universities: Towards the transformation of the world; 13 al 16 de marzo de 2018, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. https://internacional.ibero.mx/ en/images/SJConference2018/SJ_UNIVERSITIES_TOWARDS_THE_TRANSFORMATION_OF_THE_WORLD.pdf
Quisiera comenzar con algo que los jesuitas que aquí se encuentran saben perfectamente bien: la descripción de la Contemplación al inicio de los Ejercicios Espirituales, la reflexión que Ignacio pide a la persona que realiza el retiro. Él pide, al inicio de los Ejercicios, que debemos “imaginar que la Trinidad está en el Cielo viendo hacia la Tierra; Dios, el Padre, ve cuánto bien y cuánto mal hay, cómo se comporta la gente y se tratan unos a otros, cómo interactúan en formas de bondad y formas que destruyen el florecimiento humano. Él se vuelve a su Hijo y le dice: necesitamos hacer algo para ayudar a esta humanidad. Están fragmentados, desgarrados, confundidos, en las garras del mal. Necesitamos enviarte y Nuestro Espíritu te seguirá para que les enseñes cómo vivir, cómo ser seres humanos más completos. “Ésta es la imagen
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de una Divinidad comprensiva, comunicativa y comprometida”. Para Ignacio, es por este deseo de reconciliar todas las cosas –por el florecimiento de la humanidad, nacido de la compasión y la profunda preocupación–, que Dios actúa para intervenir en nuestro mundo. Pero en todo momento, Dios insiste en preservar la libertad humana y garantizar que los seres humanos podamos aceptar o rechazar su intervención. Esta escena que debe ocupar y guiar nuestra imaginación, es una escena de un orden Divino que está motivado por una profunda compasión y amor. El Dios que vemos no es el Dios de la racionalidad, ni el Dios de las leyes y los reglamentos. No es el Dios que pide cuentas y juzga. Es el Dios del movimiento, la iniciativa, la preocupación... un Dios que desea traer curación y consuelo, para terminar el distanciamiento entre las personas. San Ignacio sabía muy bien lo que Santa Teresa de Ávila, su contemporánea, también sabía muy bien. Al final, el Dios que adoras es la persona en la que te conviertes. Ésta es una de las tres meditaciones en los Ejercicios que debe llegar al corazón, mover el alma y motivar las acciones de la persona que viene y vive los Ejercicios. Los otros dos ejes centrales, la meditación de los Dos Estándares y la meditación sobre las Tres Clases de Hombres son meditaciones que impulsan aún más la noción para decidir hacia dónde orientar nuestras energías, nuestra confianza y fidelidad, y si nuestra
lealtad es básicamente hacia el Dios que sufre y se vuelve uno con los pobres de este mundo. ¿Vivimos para nosotros mismos, para nuestra ganancia personal o para los otros? Para los jesuitas y nuestros colegas, nuestro punto de partida es la creencia profunda de que tenemos un Dios que se preocupa, que quiere alentar y preservar la prosperidad humana y la libertad. Tenemos un Dios que está comprometido con nuestro mundo, que entra en él de la manera más íntima posible. Tenemos un Dios que dialoga y habla con la humanidad, porque Él, en su naturaleza, es Trinitario, comunal. Tenemos un Dios que quiere salvarnos en comunidad y en armonía con los demás y con nuestro mundo. Inicié con la imagen de un Dios Trinitario, trabajando en la Creación, pensando detenidamente en qué es lo mejor que se debe hacer, qué es lo que desesperadamente se necesita más que nada (“Magis” nace con esta imagen y meditación), porque el trabajo de una universidad jesuita es, en esencia, seguir este modelo y método Divino, es decir, el que sugiere esta contemplación de la Trinidad. En nuestra reciente Congregación General (GC 36), como en la anterior, hace ocho años, se hizo un llamamiento a todas las instancias jesuitas para que se convirtieran en comunidades de disecernimiento. En una comunidad perceptiva, luchamos por leer el signo de los tiempos. Prestamos atención a lo que nos motiva. Aprendemos a evaluar, analizar, interpretar el mundo, a
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construir sobre sus grandes logros y a hacerle frente a sus grandes necesidades. Somos la institución en una sociedad civil y religiosa que debe estar especialmente en armonía para ver el mundo, nuestra plenitud incompleta y nuestros fracasos. En una universidad católica nos vemos, ante todo, como un Proyecto Divino y un Proyecto Social. La realidad no debe descartarse, analizarse y explicarse, ni compadecerse, rechazarse o enfrentarse pasivamente. La universidad es el lugar donde estamos llamados a cocrear, edificar y corregir. Es el lugar donde Dios está trabajando en las personas y sus luchas, y donde los que trabajan para allanar la pobreza, la marginación e injusticias se dan cuenta de que están trabajando en la viña del Señor. Una comunidad perceptiva no se cansa de preguntar: ¿qué creemos que estamos llamados a hacer como comunidad? En segundo lugar, el mundo real es un mundo de retos y oportunidades. Es un mundo de motivaciones complejas e instituciones complejas dirigidas por personas que están llenas de motivaciones muy mezcladas, algunos quieren hacer el bien pero no saben cómo hacerlo, algunos luchan por aferrarse a lo que tienen, otros se enojan por lo que no tienen. Otros simplemente tratan de vivir lo mejor que pueden. El punto es que no somos ingenuos y sabemos que lo bueno y lo malo se mezclan. Algunas semillas caen en terreno fértil y rico, otras en suelo rocoso y reseco. Al igual que el trigo,
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las personas crecen unas entre las otras, favoreciéndose o creando una relación que puede ser peligrosa e improductiva. La gracia de Dios está trabajando en medio del mal. Una universidad católica y jesuita no teme comprometerse donde hay dolor y sufrimiento. En tercer lugar, una universidad católica abarca todas las disciplinas y está abierta a todo descu- brimiento, pero desde su profunda tradición humanista inspirada por sus profundas raíces espirituales y teológicas, mide y evalúa su conocimiento y los supuestos sobre los cuales se genera. Dicho de otra manera: el conocimiento y las disciplinas se examinan con cuidado desde nuestra tradición católica, social e intelectual, y se critican desde un sistema de creencias fundamentado en nuestra herencia teológica. No llegamos al conocimiento “completamente” neutrales. Tener una mente abierta es crítico, criticar es importante, pero no existe la neutralidad completa. Todas las disciplinas tienen sus paradigmas y suposiciones reinantes. Por ejemplo, nuestras escuelas de administración y negocios entienden que el actual paradigma económico reinante que gobierna nuestra vida social y económica se basa en una visión de la persona como un instrumento de estas fuerzas económicas. El capitalismo occidental y su hermano oriental con mayor control gubernamental ven a la gente en términos de fuerzas del mercado, como contribuyentes o usuarios. La suposición instrumental ha dejado a muchos fuera del círculo de beneficiarios y ha relegado a poblaciones
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enteras de la prosperidad económica. Una escuela de negocios católica tiene la obligación tanto de criticar el paradigma actual como de proponer alternativas a un sistema económico que ignora y margina a tantos. Su trabajo es la reconciliación así como la reconciliación es el trabajo de un departamento de sociología o de teología. Una universidad católica y jesuita es aquella en la que todas las disciplinas provienen de la preferencia del Evangelio por los pobres, los ajenos y los desfavorecidos. Esta manera de ver nuestro llamado (vocación) como institución, nos impulsa a actuar e intervenir tan cuidadosa y hábilmente como sea posible, buscando aliados dentro y fuera de la academia. Aceptamos que involucrar al mundo es en imitación a la vocación Divina. Amar significa actuar y no simplemente señalar la naturaleza de estas fuerzas para bien o para mal. Entendemos que la búsqueda de la verdad, que todas las universidades afirman, no puede ser una de observación imparcial y desapasionada. Esta búsqueda exige compromiso y, en ocasiones, la necesidad de pronunciarse. Durante la reunión reciente de los líderes jesuitas de todo el mundo en otoño de 2016, nuestra Congregación General dio a todos los que trabajamos en el apostolado jesuítico para la educación superior dos grandes decretos para nuestra contemplación y reflexión. Estos decretos suponen que estamos unidos en un profundo deseo de abordar las profundas heridas del mundo. Suponen que estamos motivados por la misma compasión trinitaria que se mueve
desde la observación a una profunda necesidad de intervenir para restablecer lo que se ha roto, para hacer que la codicia y el egoísmo sean menos atractivos y menos necesarios. Para la continuación de nuestro proceso de discernimiento sobre la mejor manera de enfocar nuestras energías y recursos para una misión de reconciliación y justicia, el decreto señala problemas obvios y urgentes que requieren nuestra deliberación, estudio y acción, así como la manera en que deberíamos abordar estos desafíos. Cuatro problemas se destacan. Sabemos que el mundo necesita desesperadamente lugares que estén dispuestos a enfrentar los desafíos del diálogo y la comprensión interreligiosos. Los credos religiosos están siendo secuestrados por las fuerzas extremistas, lo que da como resultado una distorsión de sus verdades más profundas para obtener poder y ganancias políticas y sociales. Enfrentar una tradición religiosa y un credo contra otro es una táctica clásica para aquéllos cuya verdadera realidad es, en el fondo, siniestra. Además, esto ha hecho que muchos, especialmente los jóvenes, se alejen de la religión por completo. Una vida de fe ya no se ve como una fuente de fortaleza y significado. Vemos, muy a menudo, que la religión se ve como una herramienta para la dominación social y política y no como un potencial para la cohesión social. Se necesita diálogo y comprensión, y ¿qué mejor lugar para abordar estos problemas y fomentar su diálogo que una Uni-
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versidad que es libre para hacerlo y promueve la tolerancia, la apertura y la búsqueda de la verdad? Vemos en todo el mundo el retroceso creciente de la democracia, el ascenso de los líderes populistas y una clase política que está más interesada en las ganancias partidistas que en el bien común. Debe abordarse la escasez de líderes civiles que tienen una pasión por el bien común, que creen en la inclusión y el respeto por todos los aspectos y etapas de la vida. Los líderes se educan en las universidades y nos enorgullecemos de tener como alumnos a un buen número de líderes cívicos y políticos en nuestros programas. La formación de una nueva clase de líderes cívicos y políticosesunaprioridadurgente para las escuelas jesuitas. ¿Dónde mejor hacerlo que en una educación humanista, con base en la enseñanza social católica, un sistema ético coherente y en constante desarrollo que tiene los valores del Evangelio como base? Un tercer desafío manifestado por la Congregación que oprime nuestro mundo es la crisis de la injusticia económica y la degradación ambiental. El Papa Francisco ha señalado valientemente las muchas dimensiones de estos desafíos gemelos en Evangeli Gaudium y Laudato Si, y en sus numerosos discursos y charlas. Las consecuencias de las instituciones y las fuerzas económicas y políticas sin control, globales y locales, son la creciente división y distancia de “lo que se tiene y lo que no se tiene”, y un entorno que cada vez se extiende más allá de toda reparación. Él y otros vuelven
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su mirada hacia nuestras instituciones para abordar la crisis obvia que nuestras actuales instituciones económicas y gubernamentales han creado, y sostenemos con nuestros graduados. En cuarto lugar, vemos la creciente tragedia de la migración económica humana, los refugiados que huyen de las guerras, la violencia y el tráfico de personas. Estos son productos de luchas interreligiosas, del mal uso de la religión, y de lo que el Papa llamó una “economía de exclusión” y una “sociedad del desecho” que produce degradación ambiental –todas estas fuerzas que contribuyen al aumento casi histórico de la cantidad de personas desplazadas y marginadas, con las consecuencias generacionales que le siguen. Como señala Pankaj Mishra en su libro The Age of Anger (La era de la Ira), las promesas posteriores a la iluminación de libertad, igualdad y fraternidad para todos, han sido expuestas como un fraude y en su estela vemos el surgimiento de terroristas de todo tipo empeñados en dar a conocer su furia a través de la violencia que no tiene otro propósito que infundir miedo. El número de víctimas entre los jóvenes, los ancianos, los indígenas que se dejan de lado, y nuestro entorno físico, exigen redoblar nuestros esfuerzos de unidad católica y jesuita para situarnos del lado de la reconciliación de los puntos de vista que, a menudo, se basan en el miedo y la incomprensión, o en proposiciones y creencias estrechas y autodestructivas. La justicia es incompleta y está en peligro sin la reconciliación.
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Como sabemos, el corazón de nuestra misión está en la formación de los jóvenes: sus mentes, sus corazones y sus espíritus. Antes de concluir, permítanme decir algo acerca de la formación de los corazones, de la gente y de todas las personas jóvenes. El Rector de la Universidad Pontificia de Santiago, al dirigirse al Santo Padre y darle la bienvenida a la universidad en enero pasado, comenzó con una descripción sencilla y humilde de sus esperanzas y su análisis. Explicó que el país y la gente a la que su universidad busca servir debe trabajar en dos objetivos: la coexistencia pacífica y la capacidad para progresar como comunidad. En resumen, debemos aprender a llevarnos bien, a sanar divisiones y a trabajar juntos. En respuesta en la universidad católica, el Papa eligió hablar de la vida y obra de San Alberto Hurtado, un hombre universitario, un gran humanista y un modelo para el académico contemporáneo. El Papa habló de la integración de la cabeza, el corazón y la mano, que llamó “los tres idiomas de la persona”. Él dijo: usamos la cabeza para pensar, nuestros corazones para sentir y nuestras manos para crear, sanar, construir. Dijo que las universidades tienen el deber de diseñar, lo que él llamó “una alfabetización integral”. Enseñar a sus alumnos cómo reflexionar sobre lo que están sintiendo, haciendo y viendo; cómo sentir lo que pensamos y hacemos y luego cómo actuar sobre lo que se piensa y se siente. Ésta es la pedagogía ignaciana que es la base de una universidad jesuita. Es
la trinidad, la doctrina que encapsula nuestra fe. El desafío se puede resumir simplemente como “cómo pasar del yo al nosotros”. Cuando vemos esto como la tarea que tenemos ante nosotros, nos damos cuenta de que los procesos solitarios del trabajo académico no tienen sentido a menos que estas actividades nos acerquen entre nosotros y hacia aquellos que están sufriendo. En otras palabras, cuando nuestras vidas se definen como “mis” deberes, “mi” investigación, “mis” marcas, “mis” publicaciones, etc., es algo que agota y te deja sin fuerzas. No es vivificante sin reconocer que somos impulsados por varias hambres –otra visión ignaciana–, cosas en nuestro interior que despiertan este trabajo solitario. Creo que nuestros estudiantes, al igual que nuestros maestros, están impulsados en la actualidad por un número de hambres, deseos profundos que los lleva, a ellos y a nosotros, hacia una nueva vocación para la universidad. Primero sienten hambre por un conocimiento integrado. Hoy en día es fácil obtener información. Una biblioteca completa, mucho más que una biblioteca, está disponible en el teléfono celular. Viene en pequeñas frases fuera de contexto, por lo que sigue siendo simplemente una parte suelta del conocimiento. Lo que desean o necesitan desear, son las herramientas para dar sentido a esta información, para juzgarla, para aplicarla. Las ciencias sociales necesitan las humanidades, y ambas necesitan las ciencias naturales
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para comprender esos fenómenos y esas preguntas que hacen de los problemas de hoy algo que podemos tratar de abordar: ¿qué es la vida, la muerte, qué es el florecimiento humano? ¿Cuál es la naturaleza de la sexualidad humana? ¿Cómo nos ayuda o lastima la tecnología? Las miles de preguntas que se enfrentan en la vida sólo se responden a través de las perspectivas de numerosas áreas de estudio. Las diversas disciplinas se combinan para iluminar estas cuestiones humanas y la capacidad para hacerlo es el fruto de una educación universitaria verdaderamente buena. ¿Dónde y cómo demostramos la contribución recíproca y mutuamente informada de diversas disciplinas? En segundo lugar, nuestros alumnos y profesores tienen hambre de una brújula moral. Vemos los límites de nuestro discurso moral actual en las esferas públicas y privadas. Los humanos son tomados muy fácilmente como instrumentos de placer, para manipularse, para ser usados con fines económicos. Vemos un enfoque desproporcionado en los derechos humanos que descuida el bienestar humano. Las recetas y fórmulas para lo que es correcto y lo que está mal no serán satisfactorias. Necesitamos fundamentos éticos y métodos de discernimiento moral que se aprendan en comunión con otros a quienes hemos llegado a respetar. Y necesitamos práctica para evaluar los complejos desafíos morales planteados por nuestros sistemas económicos globales, los descubrimientos en salud y medicina, las posibilidades derivadas de los avances tecnológicos, por nombrar
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solo tres áreas donde se necesita un juicio moral. Todas las disciplinas y todas las profesiones se enfrentan a dilemas y cuestiones éticas y morales sin precedentes. En tercer lugar, nuestros alumnos y docentes ansían una comunidad genuina. Valoramos y anhelamos un verdadero compromiso en torno a intereses comunes, en torno a nuestro deseo compartido de mejorar la situación humana, de usar nuestros dones y talentos para otros para que encuentren su voz como agentes de cambio, para crear un mayor bien en el mundo. Aquellos que reflexionan sobre esto se dan cuenta de que la integración exitosa de un miembro de la facultad o estudiante en nuestras comunidades es el elemento crítico para su crecimiento y para nuestra felicidad y deleite. Venimos a la universidad porque es el lugar donde otros también están trabajando y donde compartimos los mismos valores. Necesitamos sentir que pertenecemos para ser fructíferos. En cuarto lugar, nuestros maestros y estudiantes están buscando un paradigma global: una explicación, una historia, una imagen, una teoría que impulse, que explique el hecho de que somos una familia humana. Los peligros del etnocentrismo, el populismo, los líderes demagógicos, o el nacionalismo corto de vista y un mundo dividido claramente en tener y no tener, son peligrosos y nulos para cualquier cosa que dé satisfacción, que perdure. Tienen hambre de una visión del mundo más inclusiva, que reconozca que vivimos en muchas comunidades,
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desde la comunidad donde nacimos hasta nuestra comunidad humana, nacional y mundial. Tenemos deberes en cada una y para cada una. Finalmente, nuestros estudiantes y colegas anhelan una espiritualidad adulta. El dogma religioso no será suficiente. Tampoco las ideas espirituales vacías, sincréticas y vagas de las tradiciones esotéricas. Y aún más insulsa es una vida puramente materialista. Requieren una espiritualidad que los sostenga en tiempos difíciles y confusos, que nutra sus deseos de plenitud y conectividad. Todos anhelamos estar en el lugar donde nuestros talentos puedan ayudar a la gran necesidad del mundo. Para concluir, recuerdo una práctica que desarrollé al impartir el curso “Introducción a la Psico- logía”. Para introducir la idea de la naturaleza de una universidad jesuita, les pregunté a los 200 estudiantes ahí reunidos: ¿Por qué estás aquí? Por supuesto las respuestas eran las usuales: “Es el requisito de mi área mayor”. O, “este curso me puede ayudar a pensar en los problemas de la gente para poder entenderlos mejor”. Algunos tenían el valor de decir: “mi consejero me dijo que me inscribiera”, etcétera. No, les decía. Lo que quiero saber es ¿qué les motivó a estudiar en una universidad? ¿Fueron sus padres quienes querían que hicieran algo productivo en su vida? ¿Es lo que se acostumbra en los estudios y tienen miedo si los abandonan? Seguía insistiend me parecía que esto era lo normal para iniciar un curso de
introducción a la psicología. Freud, añadía, les explicaría que están aquí por su impulso sexual: todos quieren encontrar la mejor pareja y eso requiere buscar entre los más motivados e inteligentes. Sus hijos serán más inteligentes si su pareja es más inteligente. Por otro lado, los conductistas piensan que ustedes han sido programados, condicionados a querer recom- pensas que provienen de la obtención de un diploma y así lograr un mejor trabajo, más dinero, un estilo de vida más agradable. Algunos teóricos piensan que están motivados por el deseo de que los demás los perciban, especialmente aquellos que son importantes en su vida como dignos de su amor y admiración. ¿La educación les da poder y prestigio? ¿Los hace más adorables? ¿Les da más dinero? ¿Por qué están aquí? Los estudiantes se tornaban más reflexivos. Alguien diría invariablemente algo como: “Quiero entender a la gente, entonces podré ser un mejor jefe, un mejor padre o un mejor ciudadano. Luego alguien diría: “Tal vez queremos hacer de nosotros mismos y del mundo un mejor lugar.” (Curiosamente este estudiante había asistido a una escuela católica). Mi intención en esa primera clase no era llegar a una conclusión sino dejar una pregunta. Tenía la esperanza de haber plantado una semilla. A mitad del curso, inevitablemente, alguien tenía el valor de preguntar en voz alta: “Entonces, ¿por qué estás aquí?” Me detenía y le decía: “Tienes todo el derecho de saber la respuesta a esa pregunta“... En sólo dos o tres oraciones les diría que creía
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que todos tenemos un propósito, un deseo de ser instrumentos para el bien. Mejorar nuestras mentes y dar forma a nuestros corazones es una responsabilidad importante que creo todos tenemos, o corremos el riesgo de hacer más daño que bien. Sé que no puedo moldear mi mente y mi corazón, y hacer algo bueno con mi intelecto, fuera de nuestra comunidad académica, es decir, no podría hacer esto sin mis colegas y ustedes, los estudiantes. (Como bien saben, el momento más privilegiado de la enseñanza es cuando nos alejamos un poco del tema y surge la cuestión del significado en un diálogo sincero). Estoy seguro de que todos hacemos estas conexiones humanas cada día, las conexiones vitales. La universidad jesuita es el lugar privilegiado en el que podemos atrevernos a decir que estamos aquí para transformar el mundo y sólo podremos hacerlo si nos transformamos unos a otros.
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La institución secular no puede atreverse a hacer tal proposición. La universidad jesuita del futuro es una comunidad donde estas hambres son alimentadas. Es un lugar que es consciente del hecho de que éstos son los verdaderos motivadores de nuestro comportamiento. Necesita administradores, profesores y estudiantes deseosos de debatir, reflexionar, ahondar en el asunto que nos ocupa y finalmente decidir para qué nos han llamado. Este verano, los líderes de las universidades jesuitas (presidentes, rectores y vicerrectores) se reunirán para reexaminar el llamado a imaginar una vez más cómo la institución jesuita que encabezan puede participar en esta misión de reconciliación, forjando un mundo más justo y lleno de fe. Nuestras deliberaciones aquí en la Ciudad de México son una preparación adecuada para la próxima reunión en Bilbao.
HOMENAJES José del Rey Fajardo, S.J. Alfredo D. Bateman Quijano Bernardo Gaitán Mahecha
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ENTREGA DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA EN HISTORIA COLONIAL NEOGRANADINA AL P. JOSÉ DEL REY FAJARDO, S.J. Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.*
Este es uno de esos días que, además de quedar registrado en los anales de nuestra Universidad, recordaremos complacidos todos nosotros, porque fue el escogido para otorgar el título de Doctor Honoris Causa en Historia Colonial Neogradina al P. José del Rey Fajardo, S.J., un egresado javeriano que, a los veinte años de edad, poco después de terminar su Bachillerato en Zaragoza, su tierra natal, dejó España y siguiendo los pasos de tantos jesuitas a lo largo de los siglos, cruzó el Atlántico y vino a esta Universidad, la Javeriana, para iniciar sus estudios en Filosofía y Letras. Desde entonces, el Padre Del Rey estableció un poderoso vínculo académico con
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Palabras del Rector de la Universidad, 2 de mayo de 2018.
esta Casa de Estudios, que lleva la impronta de todos sus afectos. Conceder esta altísima Distinción Universitaria, el Doctorado Honoris Causa, constituye de por sí, un hecho destacado en el acontecer institucional. Sin embargo, cobra mayor relevancia hacerlo en este día debido al recipiendario, al hombre a quien hemos querido honrar con este galardón, porque en él se han conjugado, como pocas veces ocurre en varones ilustres, virtud y letras, esos dos pilares fundamentales que sustentan toda la tradición educativa de la Compañía de Jesús. Sobre este tema hemos escuchado en numerosas ocasiones al Padre Del Rey, quien por fortuna ha escrito muchas páginas al respecto; pero, sobre todo, de virtud y letras nos ha hablado con su propia vida este
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querido jesuita que en buena hora puso su inteligencia y, sobre todo, su corazón en los claustros javerianos, que hace ya siglos fueron levantados en Bogotá, en esta hermosa y fría sabana de los Andes Colombianos. Virtud, según la definición aristotélica que nos recuerda el P. Julio Luis Martínez, S.J., “es lo que hace bueno a quien la tiene y hace buena su obra”. Por su parte, Letras hace referencia a “la cultura intelectual propia de una época”, lo cual incluye las ‘letras de humanidad’, conocidas después como Humanidades, entre ellas las lenguas, en especial la latina y griega; lo mismo que la Filosofía y la Teología, esta última ubicada en el nivel superior de los saberes propios de la formación intelectual, según lo indica el P. Simón Decloux, S.J. De esta forma, Virtud y Letras nos conducen necesariamente al Humanismo Cristiano, al Humanismo Ignaciano. Usted, querido Padre Del Rey, es un digno sucesor de esos grandes Humanistas que marcaron la época en la que vivió Ignacio de Loyola y nació la Compañía de Jesús. Pero, ¿qué significa ser un Humanista? La respuesta nos la ofrece el P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J., el gran maestro que fue profesor suyo y también nuestro, de tantas generaciones de jesuitas, su amigo entrañable, para todos de muy grata recordación: "Humanista era un atributo reservado, por lo general, al hombre culto, feliz de poder utilizar la inteligencia y la razón; al hombre que confía en las potencialidades del
espíritu y se muestra inquieto por ser perfectamente humano." Eso ha sido el Padre Del Rey, un Humanista, como lo fueron también el Padre Briceño, formado a la sombra de otro grande, el Padre Félix Restrepo, S.J., los dos, según su ponderada apreciación, “íconos del Humanismo Jesuítico Colombiano y ambos presidentes de la Academia Colombiana de la Lengua”. Ciertamente ha sido maravilloso el itinerario vital del Padre Del Rey, que tiene origen en Zaragoza, la señorial ciudad que a orillas del Ebro, venera a Nuestra Señora del Pilar, y que dejó en Usted ese acento inconfundible que los años vividos en nuestro continente no han podido borrar. En los considerandos del Acuerdo del Consejo Directivo Universitario, por el cual se le concede el título de Doctor Honoris Causa, que será leído en seguida, repasaremos, en apretada síntesis, su extenso curriculum. Permítanme, entonces, que en mis palabras solamente haga referencia a unos pocos hitos de su labor académica. En primer lugar quisiera recordar cómo, gracias al trabajo del Padre Del Rey, fue posible terminar la obra Los Jesuitas en Colombia, que había dejado inconclusa el inolvidable P. Juan Manuel Pacheco, S.J. , “jesuita vertical, educador insigne e historiador de quilates en quien la ciencia histórica colombiana perdió a uno de sus mejores hombres”, según palabras de Padre Del Rey. De esta forma, en 1989, en el marco de la celebración de Ios cuatrocientos cincuenta años de la fundación de la Compañía de Jesús, publicamos el
ENTREGA DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA AL P. JOSÉ DEL REY FAJARDO, S.J.
tercer tomo de un texto que resulta de obligada referencia para el estudio de la historia de la Compañía en nuestra Patria. En la nota liminar de este volumen, que cubre el periodo comprendido entre 1696 y 1767, el Padre Del Rey nos cuenta lo siguiente: "El día 30 de diciembre de 1986 alcanzaba la eternidad, en la sede de las Facultades Eclesiásticas de la Pontificia Universidad Javeriana, el R.P. Juan Manuel Pacheco, S.J., acompañado de sus dos incansables consejeros: la humildad y la discreción, virtudes tan exquisitas para el científico que estudia el cuerpo y el alma sociales. (…) "En la última visita que le dispensé en agosto de 1986, –nos recuerda el Padre Del Rey–, me habló de su incapacidad para concluir la obra comenzada tantos años atrás e incluso –con la humildad del sabio– intentó sugerirme que fuera yo quien concluyera su Historia. Su gesto me emocionó profundamente y más cuando él conocía que mi producción científica estaba paralizada desde 1982 por la designación como Rector de la Universidad Católica del Táchira, con sede en San Cristóbal, Venezuela." En estos párrafos podemos apreciar el talante del Padre Del Rey, “un discípulo, amigo, historiador y confidente” del Padre Pacheco, según lo señala en la presentación de dicho tomo el P. Gerardo Remolina, S.J., Provincial en Colombia por esos días, compañero del Padre del Rey en sus años de formación.
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Nos cuenta el Padre Remolina que cuando le preguntó al Padre Pacheco, en su lecho de muerte, acerca de confiar el trabajo para concluir esa voluminosa obra al Padre Del Rey, respondió así: “De él me fío plenamente”; frase elocuente que hace justicia al hombre de excelsas virtudes que ha consagrado su vida a las letras. Otro trabajo del Padre Del Rey al que quisiera referirme en este acto, es el titulado La Facultad de Teología de la Universidad Javeriana (1612 - 1773), que lleva el sello de nuestra Editorial y publicamos el año pasado; que completa ese cuidadoso trabajo realizado sobre las Facultades de Lenguas, de Artes, de Jurisprudencia, y la Cátedra de Lenguas Indígenas en la Javeriana Colonial. En la Introducción encontramos una extraordinaria síntesis sobre los sucesos que antecedieron al establecimiento de la Universidad de los jesuitas en la capital del Nuevo Reino de Granada. Recuerda el Padre Del Rey que el 1º de enero de 1605 se reunió a las faldas de Monserrate, que vigila la ciudad de Santafé, un grupo de jesuitas para soñar “algo grande”. Cuatro grandes figuras iluminarían la “búsqueda de algo inmenso” en las tierras neogranadinas que comparten el mar Caribe y los Océanos Atlántico y Pacífico. Hace mención entonces de los Padres Diego de Torres, “representante de la vitalidad de la Orden de Ignacio de Loyola en tierras americanas”; y Martín de Funes, “hombre de inquieta y atrevida personalidad”, los dos
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“grandes arquitectos proyectistas” de la nueva fundación; así como de los Padres Juan Bautista Coluccini, el científico, y José Dadey, el humanista, “quienes significaban la inserción de la Italia renacentista en tierras neogranadinas”. Luego nos habla de esa estrecha relación entre la ciudad y la Compañía, pues a su juicio, la Plaza Mayor y la Manzana Jesuítica santafereñas son inseparables: han establecido un diálogo que a veces se identifica y a veces se contradice pues en última instancia es el hombre y las sucesivas generaciones los que piensan, sueñan, hacen y rehacen el ritmo de sus instituciones. Entonces, hace notar una realidad que nosotros no siempre tenemos muy presente: "Esa Bogotá ha escuchado a la sabiduría de la Casa de los Saberes cuando las carencias han necesitado de sus luces, y sus intelectuales han tenido la obligación de interpretar dichas carencias y también las aspiraciones de los santafereños mucho antes que el diálogo. Han sabido mantener sus individualidades propias en un lar que las ha religado a un mismo destino: salir adelante de los laberintos de la historia. En definitiva, -concluye el Padre Del Rey-, la ciudad de los hombres y la ciudad de las ciencias nos habitan y son habitadas por nosotros." Cómo no recordar aquí una bellísima frase del Padre Del Rey, acuñada en 2009: “Toda verdadera revolución comienza en el silencio de un corazón iluminado”.
La última referencia a la obra del Padre Del Rey que quisiera compartir hoy con Ustedes, tiene origen en ese ensayo, no muy extenso, titulado “La presencia científica de la Universidad Javeriana en la Orinoquia”, que preparó en 1992 con motivo de su ingreso como Individuo Correspondiente de la Academia Colombiana de la Historia. Este trabajo ilustra, –y de qué manera–, lo que fue el quehacer académico extramural, fuera del campus, de nuestra Universidad en el periodo colonial. En sus primeras líneas, leemos lo siguiente: "Si Manuel Aguirre Elorriaga sostiene que la historia de los grandes ríos americanos está vinculada de modo singular y por persistente coincidencia a grandes misioneros, escritores y descubridores jesuitas, con igual derecho podemos afirmar que la biografía científica de la Orinoquia está zurcida por la vida y los escritos de los hombres que egresaron de la Universidad Javeriana a lo largo de su existencia hispánica." En este trabajo el Padre Del Rey nos enseña rasgos distintivos de nuestra identidad institucional, que hunden sus raíces en la Academia y Universidad de San Francisco Javier que nació en 1623 y desapareció siglo y medio después debido a la expulsión de los Jesuitas de los dominios españoles. Dice el Padre Del Rey: "Desde su propia génesis la Javeriana asumió dos proyectos históricos poco investigados en la historia del pensamiento social latinoamericano. El primero fue la
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defensa del negro iniciada por Martín de Funes, continuada por Alonso de Sandoval, consagrada por su obra De instauranda aethiopum salute, y perpetuada por Pedro Claver y sus seguidores hasta 1767. El segundo se vinculó a la lucha por la justicia no sólo de los indígenas de la sabana sino muy especialmente de las etnias que configuran los espacios profundos de la Orinoquia." Y líneas adelante anota: "Hubo Rectores de la Universidad Javeriana, Profesores ilustres de la misma Academia pensadores como José Gumilla y Felipe Salvador Gilij, aventureros como Miguel Alejo Schabel, exploradores como Manuel Román y hombres, en fin, que entendieron la locura de la evangelización con la entrega que exigían los tiempos del barroco." Señoras y señores: con estas pocas referencias a la obra del P. José del Rey Fajardo, S.J., queda sólidamente enmarcada la decisión que tomó el Consejo Directivo Universitario, acogiendo de manera entusiasta la propuesta de otorgar a este insigne egresado que ha llegado
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a ser una verdadera autoridad en la Historia Colonial Neogranadina. Querido Padre Del Rey: con inmensa complacencia hemos expedido el diploma que Usted recibe en esta ceremonia y lo acredita como uno de los grandes académicos de nuestro tiempo, historiador insigne y experto en cartografía Orinoquense, que ha enaltecido la lengua castellana. Su presencia y su huella en estos claustros universitarios, en especial en el Archivo Histórico Javeriano “Juan Manuel Pacheco, S.J.”, baluarte de la memoria institucional, han enriquecido de manera extraordinaria nuestro quehacer académico. El Padre Gumilla, en la Introducción de El Orinoco ilustrado, afirma que “la Historia, no sólo es abonado testigo de los tiempos; es, y debe ser también luz para todas las edades, y generaciones”. Usted, querido Padre Del Rey, ha hecho que esa luz sea más brillante y más fuerte, que llegue más allá de los límites que conocíamos; y por eso su Alma Mater siempre lo recordará con admiración y le estará perennemente agradecida.
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ACEPTACIÓN DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA EN HISTORIA COLONIAL NEOGRANADINA José del Rey Fajardo, S.J.*
Sea mi primera palabra de gratitud hacia esta mi Alma Mater, espacio zurcido de horizontes silenciosos y fantasías capaces de domesticar los espacios infinitos; asimismo pasión empecinada en ilustrar a sus hijos en la capacidad creativa de los saberes para que asuman el reto de las ciencias que los liberarán de los dolores del alma y de las plagas del cuerpo, así como también para advertirnos de la amenaza del tremedal de la barbarie que no perdona a quienes se arrojan a ella.
espacios irredentos de la Orinoquia y su meditación al deber ser de la Universidad, al margen de las servidumbres que imponen los perfiles de opinión, los intereses sin rostro o la libertad entregada.
Gracias al Consejo Directivo por estimar como bien de ciencia la obra de este obrero de la investigación histórica que ha dedicado su vida al estudio a las etnias que habitan los
Siempre he creído que los laureles del máximo honor académico nunca se merecen sino que provienen de la benevolencia del que los otorga.
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Palabras del Recipiendario, 2 de mayo de 2018.
A todos deseo testimoniarles, con los sentimientos más nobles de mi gratitud, la satisfacción y orgullo que representa para este humilde humanista recibir el Doctorado Honoris Causa de esta emblemática Casa de Estudios para lo Superior.
El honor –como atinadamente expresa Jäger– es parte del ideal humano propio de las categorías del tardo Medioevo, herencia tanto
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ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS Nº 53
de aquellos movimientos utópicos que se iniciaron con las Cruzadas, así como también de la angustia espiritual que revitalizó la ascética de la pobreza que, como una pleamar de la historia, había impregnado la piedad occidental desde el siglo XII. Éste fue el contexto original del Honoris Causa. Así se explica que si el honor se mereciese se convertiría en un acto de restitución, o como diría Schopenhauer «si es lo suyo, no hay necesidad de dárselo». Por el contrario, quien recibe el honor asume sobre si la tarea interminable de restituir a la ciencia los espacios olvidados o desconocidos sin más opción que la palabra empeñada con magnanimidad, desinterés y conciencia del deber. Meditar sobre la historia colonial de la Universidad Javeriana engendra en el historiador un compromiso y por ello es necesario interpretarlo para poder llegar a comprender la profundidad de su significado. La primera Universidad Javeriana fue enterrada el 1º de agosto de 1767 cuando el rey Carlos III decretó su muerte y expatrió a todos los jesuitas de América. Al abandonar la Nueva Granada camino del exilio los seguidores de Loyola dejaban atrás el señorío de la Universidad Javeriana, la gran casa de las ciencias y los saberes, donde durante casi siglo y medio trataron de diseñar y construir los planos de la nueva polis neogranadina –culta, justa y virtuosa– y la carta de navegar en las dimensiones éticas del ser humano.
En su solemne arquitectura seguirían resonando las voces de los catedráticos que habían enseñado los valores genuinos de la libertad predicados en todo el mundo por los grandes maestros jesuitas. En estas luchas entre el espíritu y la racionalidad los javerianos neogranadinos fueron tomando conciencia de los tres factores principales que trazaban las líneas de la nueva historia: la ciencia, la moral filosófica y el Estado de derecho. Y como maestros comenzaron a distinguir las ideas de las creencias, la fe de las expresiones culturales y la historia de la eternidad. Asimismo, cómo decir adiós al gran capital humano y social que se había formado en el Real Colegio Mayor de San Bartolomé, ventana siempre abierta a las corrientes intelectuales provenientes de Europa y a la vez centro de suministro de ideas, libros e inquietudes para mejorar las virtudes cívicas y la comunidad del pensamiento… Tampoco podían desalojar de su memoria la presencia de las juventudes que habían creado los sueños y compromisos del humanismo en las aulas de la Academia San Francisco Javier en donde había nacido la “República de las Letras” y con ellas la fecundidad del “humanismo colombiano”. Allí aprendieron las juventudes a reivindicar la palabra débil que no es otra cosa que respetar lo que la palabra es: el lugar de la revelación del ser, al mismo tiempo que lugar del ocultamiento, lugar de luz y oscuridad, lugar de encuentro entre los humanos al igual que lugar de engaño mutuo.
ACEPTACIÓN DEL DOCTORADO HONORIS CAUSA
En última instancia, las palabras las fabrica el hombre pero sólo la ciencia y la virtud las cualifican y las moralizan. Asimismo, cómo arrancar de su mente la serenidad grandiosa de la Iglesia de San Ignacio a la que miraban con ojos de nostalgia pero, a la vez, les reafirmaba su ideal en medio de la más profunda derelicción. En la solemnidad de su geografía y en el esplendor de sus funciones fueron generando la memoria, los símbolos y los lenguajes formales del pueblo bogotano y lo dotaron de aquellos instrumentos que permiten analizar e imaginar, creer y crear, decidir, amar, sufrir y esperar. Cuántas conciencias habían encontrado a Dios en ese templo que en el fondo deseaba instaurar una sociedad que buscaba beber el deber ser como parte vital de una cultura que pugnaba por edificar la arquitectura de una identidad colombiana y mestiza. De igual forma transferían a Colombia la mejor red de haciendas, modelos de racionalidad económica y optimización de los beneficios, que en última instancia constituyen auténticos tratados prácticos de agronomía y economía agraria, riquezas que lamentablemente no llegarían al Estado sino a los particulares. Sin embargo, las mismas tierras conservaron los secretos de la industria ganadera y sobre todo la herencia del café, riqueza exquisita del campo colombiano que con tanto cuidado traería de Trinidad el P. José Gumilla. A la hora de la expulsión hacía entrega la Compañía de Jesús
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a Colombia de una tradición de defensa del negro, a pesar de las contradicciones oficiales, avalada por la acción heroica, silenciosa y anónima de decenas de jesuitas que se entregaron para redimir la raza esclavizada. Allí permanecerían como testimonios vivos el libro de Alonso de Sandoval (De instauranda aethiopum salute) “el único tratado antropológico, etnológico, sociológico y doctrinal sobre el negro en América” y la figura de Pedro Claver patrimonio de la negritud y refugio de esperanza en la literatura, arte, música y folklore de los hombres de ébano. Decepcionante tuvo que ser para los misioneros el derrumbe del macroproyecto que habían diseñado para pasar de la dispersión poblacional indígena al intento de la reducción-municipio como ensayo de modernidad. Sin embargo, las semillas del gran Proyecto Orinoquia ya se habían dispersado por todo el mundo occidental gracias a El Orinoco ilustrado del P. José Gumilla. Y la biografía de la Provincia de Guayana, la del gran Antonio de Berrío, nunca olvidará al Rector de la Javeriana Manuel Román, descubridor del Casiquiare en 1744 y el iniciador de las nuevas relaciones con las naciones del sur del Orinoco, así como de la nueva cartografía; ni a Bernardo Rotella, fundador de Cabruta y pieza clave no sólo en las luchas anticaríbicas sino forjador del nuevo equilibrio en la Babel étnica que vivía en los espacios surorinoquenses; ni a Francisco del Olmo y Roque Lubián genuinos hombres de frontera y sin
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cuya colaboración los hombres de la Expedición de Límites hubieran tenido que afrontar dificultades insuperables; ni al tunjano Agustín de Vega a quien se debe la luminosidad esclarecedora del comportamiento social y bélico del Caribe depredador del Orinoco, cuyo libro le merece exclamar a un especialista de la historia de la Guayana: “esta Crónica aparece en la bibliografía jesuítica e histórica de la Orinoquia, como un monolito único y ejemplar, pues no tiene algo similar en ninguna de las bibliografías coetáneas”; ni a Felipe Salvador Gilij a quien la historia de la lingüística indígena de América del Sur lo reconoce como el fundador del comparatismo en la región del Orinoco; en fin, ni al fruto de la experiencia y reflexión misioneras que proporcionarían a Colombia la inquietud por los estudios de sociolingüística y psicolingüística. Y, mientras el poder real hispano los arrojaba de toda América, quizá nunca se imaginaron que con ellos desaparecía la memoria histórica de la provincia de Guayana que se extendía desde las márgenes del Orinoco hasta el río Amazonas y que el virreinato de Santafé se vería obligado a renunciar a lo que debió haber sido la Amazonia neogranadina, ribereña a lo largo de todo el río más grande de nuestra América. Al regresar a la hora de mi madurez a esta ciudad rodeada por los páramos y los silencios, no puedo menos de rememorar la descripción
que de Granada trazó Federico García Lorca: Granada, no es como las otras ciudades que está a la orilla del mar o de los grandes ríos, que viajan y vuelven enriquecidas con lo que han visto. Granada: solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. Esto explica que Santafé de Bogotá, como ciudad, se haya dejado seducir por la tentación de saciar su sed mirando a las estrellas y haya dejado para sus hijos la sed de aventuras. Hoy, muchos de los hijos de la Universidad Javeriana han viajado por todo el mundo y han vuelto enriquecidos con lo que han visto. En verdad es necesario trajinar los grandes ríos y el mar para que el mundo se transforme pero también hay que reconocer que los grandes ideales tienen su puesto natural en las estrellas. Por ello quisiera invitar a toda la comunidad de esta querida Alma Mater a aceptar y hacer propio el desafío y reto que el escritor cubano Manuel Moreno Fraginals lanza a los historiadores: “Quien no sienta la alegría infinita de estar aquí en este mundo revuelto y cambiante, peligroso y bello, doloroso y sangriento como un parto, pero como él creador de nueva vida, estará incapacitado para escribir historia”.
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PRESENTACIÓN DE DOCUMENTOS JAVERIANOS N°10 DE PAPEL Y PERGAMINO - LOS 119 DIPLOMAS DE ALFREDO D. BATEMAN QUIJANO Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.*
Nos hemos reunido en este día para presentar el décimo número de la serie Documentos Javerianos, una publicación del Archivo Histórico Javeriano Juan Manuel Pacheco, S.J. que empezó a circular hace ocho años, en 2010. De esta forma, la Universidad mantiene su fidelidad a la opción de preservar la memoria, asegurando la conservación de documentos y materiales relacionados con la historia, no solo de la institución, de sus programas y unidades, sino también de las personas que como el Doctor Alfredo D. Bateman, han sido artífices importantes de su desarrollo. En una reciente columna, el abogado javeriano Eduardo Posada Carbó, profesor de Oxford que se ha
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Palabras del Rector de la Universidad, 25 de mayo de 2018.
destacado especialmente por sus estudios históricos, nos recordaba cómo en las últimas décadas “la modernización de la política archivística del país ha sido notable”; y que Colombia merece ser considerada como “uno de los Estados «más memoriosos»”, según expresión del Doctor Armando Martínez Garnica, director del Archivo General de la Nación. Puedo decir, con gran satisfacción, que la Javeriana ha sido y es una Universidad memoriosa; y algo más; es una Universidad agradecida, que reconoce el aporte de tantas personas que han pasado por estos claustros y han ayudado en la realización de nuestro Proyecto Educativo. La Javeriana sabe recordar y sabe expresar su gratitud. Esta fue la finalidad de la creación del Archivo Histórico Javeriano el 1º de octubre de 1996, unidad
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adscrita a la Secretaría General de la Universidad. Este es el propósito de los Fondos documentales, entre los cuales se encuentra el de la Universidad, que incluye la correspondencia de sus Rectores; y el de los Fondos de jesuitas destacados como Juan Manuel Pacheco y Manuel Briceño, y de figuras notables como Camilo Torres Tenorio, Luis Carlos Galán Sarmiento y Alfredo Vásquez Carrizosa. Sí, recordar y agradecer, y además, aprender de lo ocurrido en el pasado. Ese también es el propósito de las actividades que desarrolla el Archivo, de su sitio web y sus publicaciones impresas; de su importante participación en el Comité Nacional de Archivos de Instituciones de Educación Superior, del Sistema Nacional de Archivos. Resulta pertinente para esta reflexión, hacer referencia al manifiesto de Nuccio Ordine, titulado La utilidad de lo inútil (de 2013), que en su introducción plantea cómo “existen saberes que son fines por sí mismos y que –precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial– pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad”. Bajo esta premisa, este destacado profesor italiano nos indica que “todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores” es lo que puede considerarse como “útil”; y a renglón seguido, nos advierte que “la lógica del beneficio mina por la base las instituciones (escuelas, universidades, centros de investigación, laboratorios, museos, bibliotecas, archivos) y las disciplinas (humanísticas y científicas)
cuyo valor debería coincidir con el saber en sí, independientemente de la capacidad de producir ganancias inmediatas o beneficios prácticos. Es cierto, –continúa el autor citado–, que con mucha frecuencia los museos o los yacimientos arqueológicos pueden ser también fuentes de extraordinarios ingresos. Pero su existencia, contrariamente a lo que algunos querrían hacernos creer, no puede subordinarse al éxito económico: la vida de un museo o una excavación arqueológica, como la de un archivo o una biblioteca, es un tesoro que la colectividad debe preservar con celo a toda costa”. Qué bueno poder reiterar en este acto nuestro compromiso con la memoria institucional, con el Archivo Histórico Javeriano, que año tras año se ha ido consolidando y que requiere especial cuidado para asegurar su continuo fortalecimiento, porque como lo señala Posada Carbó, “todos estos documentos del pasado les siguen hablando a nuestras vidas, en esta conversación siempre inconclusa que es la historia”. Pues bien, hoy nos encontramos aquí para retomar la “conversación” que la comunidad académica javeriana inició en 1957, con un distinguido Ingeniero bogotano, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, que en su sangre llevó la impronta de los Bateman de Inglaterra, de los Quijano y los Ibáñez de España, que echaron raíces por estas tierras hace ya siglos. En ese año se vinculó a nuestra Universidad el doctor Alfredo D. Bateman, a quien la mayoría de nosotros tuvo la oportunidad de conocer personalmente.
PRESENTACIÓN DE DOCUMENTOS JAVERIANOS N°10 DE PAPEL Y PERGAMINO
Es muy grato contar en este acto con la presencia de sus hijos, Elsa, Nohra, Ricardo y Jaime, el Ingeniero Javeriano, que también fue su alumno y ocupó el cargo de Decano de nuestra Facultad de Ingeniería. Cuando llegó el Doctor Bateman a la Javeriana en 1957, era un profesional muy conocido entre sus colegas y en el mundo de las academias. A sus 48 años de edad presentaba una destacada hoja de vida: había sido Secretario General del Ministerio de Obras Públicas, Presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y Director de la revista Anales de Ingeniería. También se había desempeñado como Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Colombia, donde había iniciado su labor docente en 1941; pertenecía a la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y a la Sociedad Geográfica de Colombia. Para entonces, ya contaba con dos premios de la Sociedad Colombiana de Ingenieros: una Mención de Honor del Premio Lorenzo Codazzi, por su trabajo “Vocabulario Geográfico de Colombia”, y el Premio Diódoro Sánchez, por su libro Observatorio Astronómico Nacional; además, había escrito, conjuntamente con el Profesor Jorge Gutiérrez Anzola, el trabajo “Ingeniería Legal Colombiana”, que había presentado como ponencia en el I Congreso Bolivariano de Ingeniería, reunido dos décadas atrás en Bogotá. Por esos días, la Facultad a la que se vinculaba, iniciaba su séptimo año de labores y estaba dirigida por el Ingeniero Vicente Pizano Restrepo
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y el Padre Alberto Campillo, S.J., los Decanos fundadores. En su nómina se encontraban el Doctor Luis Felipe Silva Garavito, Profesor fundador, su hermano Joaquín Silva Garavito, y don Julio Carrizosa Valenzuela, todos ellos muy reconocidos por su labor académica, como lo era también el rector, Padre Carlos Ortiz Restrepo, S.J., un hombre de ciencia. Pasados casi treinta años, en 1985, el Doctor Bateman fue recibido como Caballero de la Orden Universidad Javeriana, según resolución del Rector, que lleva la firma del Padre Jorge Hoyos Vásquez, S.J. En este documento, se registra que fue profesor de Estadística en 1957 y 1958, de Organización de Empresas en 1958 y a partir de 1959, de Ingeniería Legal, habiendo sido proclamado Profesor Titular de esta materia en 1964. Al “exaltar sus méritos y agradecer sus brillantes servicios a la Facultad”, la Universidad reconoció, que él “había demostrado un claro espíritu javeriano y una profunda vocación docente”; debemos recordar que él hizo parte del Consejo de Desarrollo de la Universidad, conformado en 1964 por el Rector, Padre Jesús Emilio Ramírez, S.J., a propósito de la conmemoración de los 350 años de fundación de la Javeriana. También se hizo notar en esa resolución que el Doctor Bateman se había constituido en “guía y consejero de muchos estudiantes javerianos”. Quisiera destacar las dos palabras que aparecen en esta última frase, “guía y consejero”, dos cualidades que hacen extraordinaria la labor docente y son esenciales para que
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un profesor se convierta en maestro. Sin lugar a dudas, todo profesor está llamado a despertar en el alumno, el amor por la materia, la curiosidad por lo nuevo; al mismo tiempo que debe procurar acompañarlo, en la medida de sus posibilidades, en el proceso educativo. Sembrar inquietudes y dar seguridad, aclarar sentimientos y fortalecer valores son aspectos fundamentales de la formación del carácter de todo ser humano. Así el maestro se expone y se acredita en el aula, mereciendo respeto por parte de sus alumnos. Ese fue el caso del Doctor Bateman, a quien la Javeriana concedió, en forma póstuma, la distinción de Profesor Emérito.
En verdad resulta muy grato que este homenaje que en el trigésimo aniversario de su muerte le tributamos al Doctor Bateman, tenga lugar en el mes en el cual celebramos el Día del Maestro y se consigne en una publicación del Archivo Histórico Javeriano, preparada cuidadosamente por uno de sus discípulos, Carlos Cuartas. Apreciados amigos, nuestra Universidad es amiga de la memoria y también es agradecida; mira al pasado, no solo para recordar, sino también para reconocer y aprender, para fortalecer sus cimientos, regocijándose por tanto bien recibido; y así renovar su esperanza para enfrentar los retos del presente.
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FUNERALES DEL DOCTOR BERNARDO GAITÁN MAHECHA Gerardo Remolina Vargas, S.J.*
Queridos familiares, apreciados amigos, y estimados colegas del Dr. Bernardo Gaitán Mahecha: 1º. Cuando la muerte clava su aguijón En su extraordinaria Exhortación Apotólíca “La alegría del amor”, el Papa Francisco trae una breve sección titulada “Cuando la muerte clava su aguijón”; en ella nos advierte que: "A veces la vida familiar se ve desafiada por la muerte de un ser querido (253). Comprendo –dice el Papa- la angustia de quien ha perdido una persona muy amada (…) con quien ha compartido tantas cosas. Jesús mismo se conmovió y se echó a llorar en el velorio de *
Homilía del Exrector de la Universidad, Iglesia de Cristo Rey, Bogotá, 24 de marzo de 2018.
un amigo (cf. Jn 11,33.35). [254]. Esto nos lo recuerda el Evangelio que acabamos de escuchar." Hoy la vida de la familia de quienes estamos aquí reunidos, se ve desafiada por la muerte de un ser excepcional, con quien compartimos muchas cosas y extraordinariamente valiosas: lo que compartieron los hijos con su padre, los nietos con su abuelo, los familiaresmás cercanos, los amigos con quien fuera su fiel compañero, los discípulos y colegas con su “maestro” y guía. La muertre del doctor Gaitán Mahecha nos conmueve profundamente y, con todo el aprecio y afecto que sentimos por él, lloramos de veras su partida.
“La presencia física de nuestro ser querido, –como nos lo recuerda el Papa– ya no es posible, pero
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si la muerte es algo potente, «es fuerte el amor como la muerte» (Ct 8,6). El amor tiene una intuición que le permite escuchar sin sonidos y ver en lo invisible. Eso no es imaginar al ser querido tal como era, sino poder aceptarlo transformado, como es ahora. Jesús resucitado, cuando su amiga María quiso abrazarlo con fuerza, le pidió que no lo tocara (cf.Jn 20,17), para llevarla a un encuentro diferente.”
"Nosotros sabemos que si esta tienda de campaña –nuestra morada terrenal– se destruye, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre, sino por Dios. Así, pues, nos sentimos seguros, aunque sabemos que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor."
“Nos consuela saber que no existe la destrucción completa de los que mueren, y la fe nos asegura que el Resucitado nunca nos abandonará. Así podemos impedir que la muerte «envenene nuestra vida, que haga vanos nuestros afectos, que nos haga caer en el vacío más oscuro»” [“La alegríade lamor” 283].
"Nosotros somos ciudadanos del cielo y de allí esperamos que venga nuestro Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, comunicándole la gloria de su propio cuerpo."
2º. Vamos camino a casa Recientemente, otro gran Pontífice, el Papa emérito Benedicto XVI, ha sorprendido a todos con una emotiva carta enviada al director del periódico italiano “Il Corriere della Sera” en la que agradece la inquietud de los lectores por saber cómo se encuentra. “Interiormente –dice en la misiva– estoy en peregrinación hacia Casa”. Nos es nada nuevo, pero nos recuerda algo fundamental de la vida de cada uno de nosotros, de nuestra condición humana, y de nuestra condición divina. El apóstol san Pablo nos lo trajo a la memoria en la primera lectura de la liturgia de hoy:
Y en su carta a los Filipenses (3, 20-21) el mismo apóstol nos dice:
Por eso, algunos teólogos comparan la muerte con el nacimiento. Vivimos en este universo del tejido “espacio-tiempo” y a veces pensamos que la única realidad y posibilidad de vida es el seno de nuestra madre tierra; como el feto, para quien la única realidad es el vientre de su madre, y el dejarlo resulta doloroso para ambos: la madre por el desprendimiento de algo que llevaba en sus entrañas; y el bebé al sentirse herido por la nueva realidad que experimenta: el aire, la luz, las formas de algo hasta ese momento totalmente desconocido.– La Iglesia celebra la fiesta de los santos precisamente en el aniversario de su muerte, porque es la fecha de su nuevo y definitivo nacimiento. Hay también quienes comparan la muerte con la mariposa y su capullo.
FUNERALES DEL DOCTOR BERNARDO GAITÁN MAHECHA
El fallecimiento del cuerpo humano es semejante a lo que sucede cuando una mariposa emerge de su capullo. El capullo puede compararse al cuerpo humano, que no es idéntico con nuestro ser real, sino solamente la casa donde vivimos por un tiempo. Morir es mudarse de una casa a otra mucho más bella. Tan pronto como el capullo (nuestro cuerpo) se encuentra en condiciones irreparables, la mariposa será liberada. Hoy celebramos, adoloridos sí, pero alegres y agradecidos desde nuestra fe, el nuevo nacimiento del doctor Bernardo Gaitán Mahecha. 3º. Los hombres, relato de Dios Uno de los más destacados teólogos del siglo XX, el Dominico Edward Schillebeeckx, escribió un maravilloso libro titulado “Los hombres, relato de Dios” (Ed. Sígueme, 1989). Su Prólogo comienza así:
“Dicen que un niño dijo una vez: «Los hombres son las palabras con las que Dios cuenta su historia». Esa frase infantil –continúa el autor– es el tema de este libro. Este libro trata de la vida de los hombres y del vínculo entre estos y Dios tal como se ha hecho visible, ante todo en Jesús de Nazareth…” (p.11).
Cuando recibí la honrosa invitación de pronunciar la Homilía en la celebración del nacimiento definitivo del Dr. Bernardo Gaitán Mahecha
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para la vida eterna, me vinieron a la mente las palabras del niño, asumidas por el gran Teólogo: “Los hombres son las palabras con las que Dios cuenta su historia”. Efectivamente, como imágenes y semejanzas que somos de Dios, y particularmente como cristianos, debemos reproducir en nuestras vidas, a la manera de un relato, la imagen de Dios y la figura de Jesús de Nazareth. ¡Tremenda responsabilidad! Y cada uno de nosotros hace el relato a su manera, como el actor en el escenario del teatro, o en la grabación televisiva o cinematográfica. Unos lo hacemos mediocremente; otros ni siquiera caen en la cuenta del papel que tienen que representar; otros, por gracia de Dios, lo hacen de manera excelente, aunque imperfecta siempre, porque somos humanos, aomo solo “imágenes”. Para concluir, permítanme contarles con toda simplicidad, el relato de Dios que escuché a través de la vida del Dr. Bernardo Gaitán Mahecha. Que Dios es sabio, que Dios es prudente, que Dios es justo, que Dios es ecuánime, que Dios es fiel. Que Dios es luz que ilumina con su lucidez. Agradezcámosle a Dios el relato –imperfecto desde luego, como todo lo humano– que de Él ha hecho a través de su vida el Dr. Bernardo Gaitán Mahecha. ¡Que descanse en paz!
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MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VIDA Y LA OBRA DEL DOCTOR BERNARDO GAITÁN MAHECHA Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S.J.* Para nosotros los creyentes, la eucaristía tiene un valor infinito porque es el memorial del máximo gesto de amor de Jesús, quien ofreció su vida por nosotros. Solo con una eucaristía podemos expresar la infinita gratitud de la Universidad Javeriana hacia el Dr. Gaitán Mahecha, que dedicó toda su vida a esta Casa de Estudios. Fue maestro de muchas generaciones, faro que iluminó la institucionalidad colombiana en medio de muchas tormentas. Presentamos un abrazo lleno de afecto y solidaridad para toda su familia que siempre encontró en el esposo, padre y abuelo una fuente de inspiración y de paz.
honestas, rectas. Su tránsito a la eternidad es apacible. Han vivido en paz con su conciencia porque han cumplido la misión que les fue asignada como miembros de familia y como ciudadanos. No tienen cuentas pendientes con nadie. El libro de la Sabiduría dice que esperan confiadamente la inmortalidad y recibirán una abundante recompensa. Ante la realidad inexorable de la muerte que llega por igual a ricos y a pobres, a sabios e ignorantes, no es posible maquillar el balance de una vida. Quedan en evidencia los activos y los pasivos. La muerte es revisora fiscal insobornable.
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se refiere a la muerte de las personas justas,
El Dr. Gaitán Mahecha ha llegado a la casa de nuestro Padre con un espléndido balance de valores imperecederos. A lo largo de su larga vida, como esposo, padre y abuelo, como jurista, como educador y como hombre público, fue un sembrador
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Homilía del Rector de la Universidad, Auditorio Luis Carlos Galán, 7 de mayo de 2018.
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incansable de semillas de ética, de institucionalidad, de justicia, de transparencia. Esas semillas han caído en el terreno fecundo de su familia y de sus discípulos de muchas generaciones. Una vida recta, serena, llena de sentido. En esta eucaristía damos gracias por ella. El texto evangélico que acabamos de escuchar contiene el Sermón de las Bienaventuranzas. En palabras sencillas, el Señor nos muestra el camino que conduce a la verdadera felicidad. Se obtiene la felicidad llevando un estilo de vida sencillo, lejos de las extravagancias de la sociedad de consumo, obsesionada con el tener y el poder. Se obtiene la felicidad mediante la limpieza de
corazón y los sentimientos de paz; personas que no alimentan resentimientos, que no manipulan la verdad ni ponen a circular rumores falsos. La peste de la corrupción es resultado del culto al dios dinero sobre cuyo altar se sacrifican todos los valores y todas lealtades. Todo vale con tal de enriquecerse y llegar a la cima del poder. Ofrecemos, entonces. esta eucaristía que por el eterno descanso del Dr. Bernardo Gaitán Mahecha, y en acción de gracias por este sabio maestro que formó a tantas generaciones de javerianos y sigue siendo motivo de inspiración. Oremos también por su familia, por la Javeriana y por la reconciliación del país.
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“FALLECIÓ EL DOCTOR BERNARDO GAITÁN MAHECHA” Carlos Julio Cuartas Chacón*
El jueves 22 de marzo, en horas de la noche, a los 93 años de edad, falleció el insigne abogado javeriano, eminente jurista y Decano del Cuerpo Profesoral de la Universidad. Nacido el 17 de julio de 1924, en Caparrapí (Cundinamarca), en el hogar formado por Teodosia Mahecha y Abrahán Gaitán Forero, Bernardo Gaitán Mahecha recibió su grado de Bachiller en el Colegio de San Bartolomé. Inició sus estudios universitarios en 1946, cuando la sede de la Javeriana se hallaba en la esquina de la Plaza de Bolívar y ocupaba el cargo de Rector el P. Félix Restrepo, S.J. En 1949 recibió el Primer Premio en el concurso de Oratoria realizado, y al año siguiente participó en el Primer Congreso Universitario. A *
Asesor del Secretario General. Registro en Hoy en la Javeriana Nº 1.335, marzo de 2018.
su cargo estuvo la redacción de la Declaración de Principios del Estudiante Javeriano. El 28 de agosto de 1951 recibió su grado de Doctor en Ciencias Jurídicas, ceremonia a la que asistieron el P. Gabriel Giraldo, S.J., Decano de Disciplina y Secretario de la Facultad, el Doctor Jorge Enrique Gutiérrez Anzola, quien fue Presidente de Tesis, y los examinadores, Doctores Alberto Zuleta Ángel y Diego Pimienta Llinás. Vinculado a la Universidad como docente en 1956 y proclamado Profesor Emérito en 2009, ejerció la cátedra durante toda su vida, siendo reconocido como el maestro por excelencia. Fue Decano Académico de la Facultad de Economía y de la que en su momento se llamó División de Economía y Ciencias Administrativas, durante la rectoría del P. Alfonso Borrero, S.J., quien fue su amigo personal. Precisamente, una
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de las conferencias del Simposio Permanente sobre la Universidad estuvo a cargo del Doctor Gaitán Mahecha. Reconocido como uno de los abogados penalistas más importantes del siglo XX, también fue Profesor en la Universidad del Rosario y en la Universidad Nacional, donde fue Decano de la Facultad de Derecho. Se desempeñó igualmente como Conjuez de la Corte Suprema de Justicia, Director de DAINCO, Senador de la República, Alcalde Mayor de Bogotá, Ministro de Justicia y Embajador ante la Santa Sede. Este hombre de carácter, muy riguroso y culto, lector consumado, de memoria prodigiosa, sencillo y de buen humor, un caballero de todas las horas, fue consultor y consejero de Presidentes y Ministros. Autor de un número apreciable de obras y ensayos, tuvo a su cargo por varios años una columna en Revista Javeriana. Recibió numerosas condecoraciones, entre ellas, la Orden
Universidad Javeriana, Comunidad de Honor en la cual fue recibido en 1954, en el grado de Caballero, y ascendido al grado de Oficial en 2007. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, fue Presidente del Colegio de Abogados Javerianos y mereció ser exaltado como Colegiado Honorario. Recientemente había celebrado junto a su esposa, Olguita Pardo de Gaitán Mahecha, rodeado de sus nueve hijos, de los veintitrés nietos, diez bisnietos y toda su familia, los 70 años de su matrimonio. Las solemnes honras fúnebres, celebradas con una nutrida concurrencia el sábado 24 de marzo, fueron presididas por el P. Gerardo Remolina, S.J, Exrector de la Universidad, quien hizo un sentido elogio de este egregio hijo de la Javeriana, figura emblemática de la Facultad de Ciencias Jurídicas y benemérito ciudadano de Colombia.
COLECCIÓN ORIENTACIONES UNIVERSITARIAS No. 1, octubre de 1989 Posesión del nuevo Rector No. 2, 1989 Tres discursos del Padre General No. 3, enero de 1990 Planeación Universitaria No. 4, febrero de 1990 Visita del Gran Canciller a la Universidad No. 5, junio de 1990 Bogotá. La Universidad en cifras. No. 6, agosto de 1990 Seccional Cali. Estadísticas generales. No. 7, noviembre de 1990 Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae No. 8, septiembre de 1991 La Universidad Jesuítica No. 9, agosto de 1993 Los Profesores No. 10, agosto de 1995 La Investigación en la Universidad No. 11, febrero de 1995 Educación Jesuítica - Pedagogía Ignaciana No. 12, agosto de 1995 Educación Jesuítica - América Latina No. 13, noviembre de 1995 Los Profesores No. 14, marzo de 1996 Congregación General 34 - La Seccional Cali - Posesión de Rector y Vicerrectores No. 15, marzo de 1996 Proyecto Javeriana 98 No. 16, agosto de 1997 Teología, Comunidad Educativa y Valores No. 17, enero de 1998 Intervenciones del Vice-Gran Canciller No. 18, marzo de 1998 Neoliberalismo y Universidad No. 19, mayo de 1998 Los Profesores
No. 20, julio de 1998 Mensaje del Vice-Gran Canciller No. 21, septiembre de 1998 Idea y visión de Universidad No. 22, octubre de 1998 Nuevo Rector de la Universidad No. 23, noviembre de 1998 Pablo VI - Juan Pablo II No. 24, enero de 1999 Universidad, Política y Responsabilidad Social No. 25, mayo de 1999 Formación Integral No. 26, octubre de 1999 Proceso de Acreditación No. 27, enero de 2000 La Universidad Jesuítica No. 28, octubre de 2000 Los siete saberes necesarios para la educación del futuro No. 29, abril de 2001 Formación Integral y Formación Social No. 30, septiembre de 2001 La Educación Superior de la Compañía de Jesús No. 31, octubre de 2001 El pensamiento universitario del Cardenal John Henry Newman No. 31 Suplemento, febrero de 2003 El pensamiento universitario del Cardenal John Henry Newman No. 32, noviembre de 2001 Inspiración y funciones de las universidades de la Compañía de Jesús No. 33, abril de 2002 Reflexiones acerca del papel del Vicerrector Académico y de los Decanos No. 34, enero de 2003 Ética y formación universitaria No. 35, marzo de 2004 Bioética y Universidad No. 36, enero de 2005 Los Antiguos alumnos y sus asociaciones No. 37, marzo de 2005 Globalización, mundialización y verdad como valores No. 38, marzo de 2007 V Centenario del Natalicio de San Francisco Javier, Patrono de la Universidad
No. 39, agosto de 2007 Verdad, justicia y reparación No. 40, septiembre de 2007 Homenaje al P. Pedro Arrupe, S.J., en el centenario de su natalicio No. 41, septiembre de 2008 Actos de Posesión – Rector de la Universidad, 2007 – Vicerrector Académico de la sede Central, 2008 No. 42, junio de 2009 Homenaje a Alfonso Borrero Cabal, S.J. No. 43, junio de 2010 La interdisciplinariedad en la Universidad No. 44, diciembre de 2011 Identidad de la Institución Universitaria No. 45, enero de 2014 Discursos y textos 2012-2013 No. 46, agosto de 2014 Discursos No. 47, agosto de 2014 Homenaje a Luis Carlos Galán Sarmiento No. 47 Suplemento, agosto de 2014 Homenaje a Luis Carlos Galán Sarmiento No. 48, agosto de 2015 Documentos No. 49, noviembre de 2015 85 Años del Restablecmiento de la Universidad No. 50, agosto de 2016 Homenaje al P. Félix Restrepo, S.J. en el 50º aniversario de su muerte No. 51, julio de 2017 Poder - Servicio - Democracia No. 52, julio de 2017 Homenaje al P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J. en el centenario de su natalicio No. 52 Suplemento, enero de 2018 Homenaje al P. Manuel Briceño Jáuregui, S.J. en el centenario de su natalicio No. 53, agosto de 2018 Los Profesores y la Universidad