Mediación comunitaria y reforzamiento de vínculos, revista franco

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MEDIACIÓN COMUNITARIA Y REFORZAMIENTO DE LOS VÍNCULOS COMUNITARIOS

Introducción: mediación y libertades La mediación, y en concreto la mediación comunitaria, tiene mucho que ver libertades individuales”: ¿en qué y cómo puede la mediación comunitaria favorecer la libertad de los individuos? ¿Es la libertad una prerrogativa exclusivamente individual, o ésta de desarrolla y refuerza desde la vinculación con los otros? Parece estar aceptado que la persona es libre de hacer lo que quiera, siempre que la decisión que decida tomar únicamente le afecta a ella misma. Sin embargo, si sus acciones perjudican a otros individuas ya no deben ser permisibles sus decisiones, por lo que sigue siendo válido el lema antiguo y casi popular de que "la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de los demás". Esta concepción tan “fría y distante” de concebir la libertad parecería que nos conduce a los individuos a islas, y a las sociedades que forman, pequeñas o grandes, a conglomerados en los que prevalece por encima de todo la libertad individual. Sin entrar a profundizar en el apasionante tema de la libertad, soy de los que piensan que ésta -la libertad individual- se desarrolla y se lleva a la plenitud desde los otros y con los otros. Somos más libres individualmente en la medida que somos desde los demás. Nuestro Yo es en realidad, en la línea del pensamiento de Martín Buber (1998), un Yo-Tú. No somos Robinsones Crusoe, somos y nos hacemos libres “en comunidad”, en relación, con otros, junto a otros: “un legítimo otro tan legítimo como yo” (Maturana, 1990). En este sentido, la mediación comunitaria pretendería transformar al otro en un Tú para obtener un nosotros. Pero vivir en comunidad comporta irremediablemente situaciones de dificultad, enfrentamientos y conflictos. En nuestro vivir cotidiano nos encontramos con distintos comportamientos de personas, familias, grupos, asociaciones y organizaciones, que entran en conflicto en el espacio compartido por la colectividad: barrios, zonas y espacios determinados de las ciudades o pueblos en los que habitamos. Es ahí donde se plasma nuestra libertad individual y donde se ejerce y desarrolla la democracia real; donde tienen lugar las iniciativas y proyectos comunitarios para el logro de mayores cotas de bienestar de los ciudadanos, la participación en los “asuntos públicos”, la solución a los problemas reales de la gente, la aceptación e integración de las diferencias y de los diferentes; y todo ello desde la escucha activa y cercana de los problemas y de las expectativas y deseos de los vecinos, así como la posibilidad de diseñar distintos proyectos comunitarios que satisfagan los intereses personales, sociales y del entorno para la mayoría del conjunto de los/as ciudadanos/as del barrio y la ciudad.


La comunidad, según Salvador Giner (1999), es “aquella dimensión de la sociedad que confiere un sentido trascendente a la vida del hombre”. Esta forma fundamental de sociabilidad decimos que es comunitaria porque incluye una comunidad de participación común de vida, y los grupos que se apoyan en ella son comunidades. La asociación radica en estructuras sociales formalizadas, explícitas, independientes en cierta manera de los individuos que la forman. La comunidad se justifica por si misma, la asociación por la eficiencia de sus resultados. La comunidad no es un “a priori”, sino algo en permanente construcción. Esta doble tendencia, hacia lo individual-comunitario, inserta en los individuos y en los distintos grupos (familias, asociaciones, corporaciones, etc.) que conforman las distintas agrupaciones humanas en nuestra sociedad actual, requiere de valores, actitudes y comportamientos democráticos que han sido incluidos en lo que se ha llamado sociedad civil. Para que ésta sea efectiva es necesaria la participación de los distintos actores sociales en la reconstrucción del tejido comunitario. Unir eficacia y eficiencia, modernidad y progreso; con reconocimiento del y de los otros, desarrollar actitudes de escucha, acogida y empatía, participación y solidaridad, voluntad de consenso y entendimiento mutuo, es un reto que se nos ofrece harto difícil en nuestra sociedad actual. El desarrollo la cultura y práctica de la mediación en los distintos escenarios comunitarios es, sin duda, una excelente oportunidad para la “reconstrucción comunitaria”, de los “propios y los extraños”, en la actualidad. La mediación comunitaria una apuesta para la reconstrucción de identidades y la superación de conflictos mediante la reconstrucción y el reforzamiento de los vínculos sociales. La mediación como recurso: Casi cualquier conflicto en que estén implicadas las personas y organizaciones de la comunidad puede ser mediado. Como sabemos, la mediación es una excelente opción cuando las personas involucradas en un conflicto deben continuar relacionándose y éste es el caso de los conflictos entre miembros de una misma comunidad. La mediación comunitaria facilita un espacio para resolver las diferencias y conflictos entre los individuos, grupos y organizaciones de la comunidad en la que se desarrolla. Mediación y convivencia La convivencia efectiva en una sociedad, pequeña o grande, se juega en el campo de la interrelación efectiva, en los distintos ámbitos de la vida cotidiana: comunidades de vecinos, barrio, colegio, lugares de trabajo, esparcimiento, en la convivencia diaria de nuestro convivir cotidiano, rompiendo con el aislamiento, el desconocimiento y la incomunicación. La mediación puede jugar -está jugando ya- un papel importante, no el único, en este proceso de cohesión social. Se trata de una estrategia, de una opción, de una oportunidad para facilitar y crear espacios de entendimiento, de


interrelación y de convivencia entre personas que habitan un territorio independientemente del origen, del color o del tiempo que llevan viviendo en ese lugar-espacio (Barrio) determinado. La Mediación Comunitaria resuelve conflictos y establece vínculos dentro de la comunidad:

“Los movimientos de mediación comunitaria permiten a los individuos de una comunidad resolver sus disputas y enfrentamientos de una forma sencilla, que emana de la propia comunidad. Esta forma de actuar tiene un doble efecto que consiste en resolver los conflictos y establecer al mismo tiempo los vínculos de la comunidad en la se reside”. (Ramón Alzate, de las I Jornadas de Mediación Comunitaria y Cultura de Paz de Getxo). “Lo que cualifica la mediación comunitaria no es el tipo de conflicto sobre el que se interviene, sino su potencialidad de recrear los lazos de la comunidad a través de la gestión participativa de los conflictos”. “La mediación que, por su carácter propio, está destinada a crear o restaurar lazos gracias a la presencia activa de un tercero que es independiente y no tiene poder, puede aportar su parte proporcional, de manera específica, en el trabajo urgente de consolidación del tejido social, de todas las relaciones entre individuos”. (Del manifiesto de la asociación nacional de Médiateurs dans la ville, citado por Six, 1997).

Tratando de definir la mediación comunitaria

La mediación es un método no adversarial y voluntario de gestión de conflictos, que incluye un tercero neutral, el mediador, con la función de ayudar a que las partes involucradas en un conflicto puedan negociar desde la colaboración, una resolución del mismo satisfactoria para todos. La mediación es un excelente método para solucionar problemas en distintos ámbitos, dado que evita el litigio, satisface las necesidades de las partes y refuerza la cooperación y el consenso. La mediación consiste en un proceso voluntario, flexible y participativo de resolución pacífica de conflictos a través del cual las partes se reúnen con un tercero (el mediador) que los asiste en la negociación del acuerdo que contemple los intereses de cada una de ellas.

J. F. Six habla de cuatro tipos de mediación:

La mediación creativa: la que tiene por objeto suscitar vínculos entre personas o grupos que no existían previamente.

La mediación renovadora: aquella que permite mejorar vínculos existentes entre personas o grupos pero que se habían distanciado.

La mediación preventiva: que se adelanta a un conflicto que se está gestando entre personas o grupos tratando de evitarlo.


La mediación curativa: aquella que responde a un conflicto existente, ayudando a las personas o grupos implicados a encontrar, por ellos mismos una solución con la ayuda de un tercero.

Bonafé-Schmitt (1999), define la mediación comunitaria como: “aquella que pone en relación a los miembros de la comunidad, en el interior de si misma y por sus propios medios. La mediación comunitaria implica a la sociedad civil que comprende a los individuos, las familias, las asociaciones, las ONGs y las empresas con el objetivo de auto-regularse en sus propios conflictos. Su objetivo es demostrar la capacidad de las comunidades, no solamente para auto-responsabilizarse, sino también para tratar sus diferencias antes que éstas degeneren en conflictos violentos”. Personalmente considero que desde el espacio social establecido, la mediación comunitaria, con el objetivo de favorecer la resolución de distintos tipos de conflictos comunitarios, debería cumplir con las siguientes características definitorias: “Es un tipo de intervención, realizada por un profesional reconocido como mediador en el contexto comunitario, que actúa desde un ámbito público o privado, y que utilizando los conocimientos y recursos comunitarios lleva a cabo su actuación de acuerdo con los principios y técnicas de mediación en situaciones de conflictos sociales/comunitarios, constituyéndose como el profesional ‘conductor’ del caso”.

Algunos principios que inspiran la mediación comunitaria (Diputación de Barcelon, 2005):

Un conflicto mal gestionado o mal resuelto puede provocar consecuencias negativas, imprevisibles. La M. C. implica al ciudadano como un miembro activo, corresponsable con los principios de la democracia. La M. C. es un servicio público y un derecho de la ciudadanía. Apostar por la mediación comunitaria significa apostar por el diálogo y la diferencia. La M. C. es una nueva profesión autónoma, independiente, con formación académica.

Objetivos de la mediación comunitaria:

Mejorar la comunicación, la comprensión mutua y la empatía entre los miembros de la comunidad (individuos, entidades y asociaciones). Capacitar a los miembros de las asociaciones de vecinos, de comerciantes, de ONGs, etc., interesadas en mejorar sus habilidades en negociación y resolución de conflictos.


Ofrecer un espacio donde los miembros de la comunidad implicados en un conflicto o desacuerdo tengan la oportunidad de trabajar juntos en su resolución. Ofrecer información sobre los recursos que permitirán a las partes en conflicto tomar sus propias decisiones y aplicar sus soluciones. Prevenir situaciones conflictivas, así como actitudes y comportamientos de la población y de los distintos grupos que actúan en su seno.

Mediación = relación y comunicación

La mediación es eminentemente relacional, del mismo modo que lo es la convivencia entre personas sin importar las diferencias. La mediación favorece la con-vivencia y el re-conocimiento del otro como un Tú para crear un Nosotros. “Lo que cualifica la mediación comunitaria no es el tipo de conflicto sobre el que se interviene, sino su potencialidad de recrear los lazos de la comunidad a través de la gestión participativa de los conflictos”. “Vivir es convivir, y convivir es un arte”.

UN CASO DE “VÍNCULOS ROTOS” Propuesta: el rol del educador mediador en los centros de acogimiento residencial. Hablar de mediación es hablar de un concepto que goza en la actualidad de un gran predicamento pero que no está exento de ciertas ambigüedades, generalizaciones y falta de consistencia interna. Por otra parte, su aplicación se extiende cada día a nuevos campos y contextos diferentes. Podría decirse que se trata de un concepto polisémico y multifuncional, antiguo en el tiempo pero de gran actualidad, cuyo uso tan frecuente, aunque no sea apropiado en muchos casos, indica la necesidad del mismo para poder dar respuesta a distintas situaciones que hoy nos parecen tener nuevas caras y que requieren de nuevos modelos de afrontamiento y resolución. Además de lo novedoso y del uso frecuente del término mediación está el perfil del mediador, de la persona o equipo de mediadores. Tanto su formación específica, el papel que juega en las distintas situaciones, el contexto en el que lleva a cabo la mediación, así como de quién recibe el “encargo” para la realización dicha tarea profesional, son otras tantas cuestiones que requieren de una mayor explicitación, pero que no es este el momento de tal cometido. La abundante proliferación actual de textos y prácticas relativas a la mediación serán de obligada consulta para los interesados en este tema. La propuesta concreta: que deseo aportar es la de crear la figura del educador mediador en el contexto de los centros de protección a la infancia. Esta propuesta surge como fruto del análisis, compartido con el equipo de educadores de un centro de menores, de los conflictos cotidianos en los que se


encuentran inmersos estos profesionales en la actualidad, así como de la convicción del interés que esta nueva figura puede desempeñar en la mejora del “clima institucional” cuyo mejor resultado será el incremento del bienestar personal de todos los que participan en el proyecto educativo.

Veamos un caso que ilustre la conveniencia de esta propuesta: Juan es un joven de 16 años que llegó al centro hace tres años después de experimentar un fracaso con familia acogedora. En esa familia también se encontraba su hermana, dos años menor que él. Ambos ingresaron el mismo día. La procedencia de ambos es de un país Latinoamericano. Centrándonos en Juan, su integración en el centro fue muy satisfactoria en un principio. En este último año sin embargo, tanto su comportamiento como su evolución personal ha empeorando mucho: se muestra esquivo con sus educadores, no consigue mantener relaciones de amistad con sus compañeros –casi siempre está solo-, no tiene motivación por la escuela de la que se ausenta con mucha frecuencia, cada vez admite peor las normas presentes para todo el grupo -saltándoselas con frecuencia-, ha iniciado hace meses conductas delictivas que van en aumento- en este momento está pendiente de una sentencia judicial-, se muestra violento con compañeros de más corta edad, crea conflictos frecuentes en el piso y ha agredido en tres ocasiones a dos de sus educadoras –en alguna ocasión con intención de agresión sexual-. Aunque no tiene elaborado un Informe psicológico –ya que en varias ocasiones lo ha eludido- sus educadores encuentran en él rasgos psicopáticos que les causan preocupación, tanto en el presente como para su futuro. En estas circunstancias, y llegados a este momento, sus educadores muestran un gran agotamiento con este chaval, hasta ahora se han volcado con él pero en la actualidad ya no saben qué hacer, manifestando que han agotado todos sus recursos y estar al límites de sus posibilidades. Por otra parte manifiestan que, el perjuicio que ocasiona al resto del grupo, el incremento de sus conductas predelictivas, el escaso beneficio personal que se le puede aportar en su situación actual, y la impredictibilidad y gravedad de su comportamiento, para el que no tienen respuesta posible, hacen que manifiesten a la dirección del centro su deseo unánime de que Juan deje el piso que comparte con otros jóvenes y se le busque otra alternativa. Desde la dirección del centro, así como desde el parecer de otros técnicos, no parece convencerles esta posición, manifestándoles los logros que Juan ha adquirido a través de estos años. Reconocen sus esfuerzos y las dificultades del chaval, así como la tensión que les ha producido los últimos acontecimientos, pero consideran que deberían tener más paciencia y esperar a ver como evoluciona. Los educadores no lo consideran del mismo modo, y argumentan que la visión que tienen de Juan en incompleta y parcial por lo que su criterio debería prevalecer. Se sienten incomprendidos por la dirección, hasta cierto punto,


cuestionados y faltos de una respuesta a la situación insostenible creada por Juan. Esta situación es relativamente frecuente, aunque pueda presentar distintos matices, en bastantes jóvenes que en la actualidad se encuentran en centros de protección de menores. Del relato de los hechos surgen muchas preguntas, son posibles distintos análisis, hipótesis e interpretaciones. A un nivel más descriptivo y concreto, y para el tema que nos ocupa, podemos señalar:

Existe un conflicto personal, derivado de un cúmulo de experiencias anteriores (problema). Tiene conflictos habituales con sus iguales, tanto dentro como fuera del piso, que hace que no sea capaz de tener relaciones de amistad. Los conflictos con sus educadores presentan cierta reiteración y gravedad, con un acusado matiz machista y sexual.

Esta situación está provocando una situación de “queme profesional” entre los educadores, tanto con el chaval, como con la dirección del centro al no verse correspondidos en el análisis de la situación, ni en sus demandas de tomar medidas institucionales que beneficien a todos los implicados. Por tanto se está produciendo:

Un conflicto entre los educadores con la dirección del centro y con otros profesionales (psicólogos y trabajadores sociales). Permanece latente, pero real, un conflicto con otros ámbitos de relación del menor: profesores, vecinos, policía, etc.

Ante la situación y hechos descritos surgen varias preguntas: ¿Qué hacer?, ¿Qué papel deben jugar los distintos implicados?, ¿Qué decisiones se pueden y se deben tomar?, ¿Quién debe tomarlas?, ¿Cómo debe hacerse, en qué contexto, y quién debe estar presente? Y más en concreto: ¿Puede ser la mediación una alternativa válida para la resolución de este tipo de conflictos? ¿Es el educador de atención directa del menor el profesional más adecuado para realizarla?. La respuesta ponderada al primer grupo de preguntas sería objeto de una reflexión muy profunda que queda pendiente de realizar, pero si quiero dejar iniciado este debate con algunas consideraciones dado que mi respuesta a las dos últimas preguntas formuladas anteriormente es la siguiente: 1. Sí, la mediación es una respuesta adecuada para la resolución de este tipo de conflictos que se producen, cada vez más, en el interior de los centros de acogimiento residencial. 2. Considero que es el educador de atención directa el profesional más idóneo para desempeñar esta función. 3. La mediación es una respuesta adecuada para la gestión y resolución satisfactoria de ciertos conflictos graves que en la dinámica cotidiana de los centros residenciales.


La mediación considerada como cultura, como técnica y como procedimiento, en y para la resolución pacifica de conflictos, en la que todas las partes sean escuchas convenientemente y con la suficiente distancia argumental, se facilite la comunicación y la expresión de los sentimientos, se aborden los distintos motivos que cada uno mantiene, se pueda establecer en un marco adecuado de respeto y aceptación de las diferencias, con la neutralidad requerida del mediador y una filosofía donde todos tienen algo que ganar, en oposición a la de “ganador – perdedor” tan presente en nuestra cultura y en el sistema de relaciones que frecuentemente mantenemos y que es el origen de muchos conflictos, o del mantenimiento de los mismos en el tiempo. Hasta este momento una “cierta labor de mediación” está siendo ejercida por distintos profesionales en el interior de las organizaciones, ocupando cierto tiempo en su jornada laboral y estando asociado a cierto rol profesional (educador, trabajo social, psicólogo, director), pero sin la definición, dedicación, reconocimiento, neutralidad y espacio y contexto específico. Por otra parte, esta “cierta labor”, no resuelve situaciones en las que “entre las partes”, los distintos “mediadores” puedan entrar a su vez en conflicto, y en las cuales la última decisión se haga en virtud del cargo profesional que se ocupe en el organigrama del centro, y no en virtud del proceso mantenido con garantías de un mediador neutral. Por todo ello, la figura del mediador educador que propongo debe contar con el reconocimiento de todas las partes presentes en la dinámica residencial (los chavales, todos los profesionales y el aparato directivo), así como de terceros que puedan entrar en conflicto (profesores, vecinos, familia, policía, etc.). Además del reconocimiento de esta nueva figura dentro del marco de la institución – pero no “nombrada por ella” -, debe de contar con autonomía para el desempeño de su rol, y con recursos y dedicación suficiente para poder llevarla a cabo. En consecuencia, parece claro que la incorporación de esta nueva figura del mediador educador requiere de un análisis meditado en el interior de las organizaciones, exige una redefinición de las funciones de los distintos profesionales y una clarificación de las situaciones y conflictos en los que es pertinente su concurso, evitándose de este modo intrusismos profesionales o sentimientos de pérdida de competencias en el ejercicio de su rol profesional tal como hasta ahora ha sido desempeñado. De modo esquemático, el siguiente gráfico muestra las situaciones y grupos que son susceptibles de mediación educativa:


Finalmente, habría que considerar, teniendo en cuenta el tipo de conflicto, lugar donde se produce, y las personas implicadas en el mismo, la presencia de otros agentes mediadores, formándose un equipo o comisión mediadora según los casos. Estas personas (menores, algún otro profesional) serian coordinadas y requeridas, en su caso, por el educador mediador, así como contarían con el reconocimiento del conjunto de la organización. En segundo lugar, mi propuesta de que sea un educador de atención directa el profesional más adecuado par realizar tal cometido se apoya en los siguientes en los siguientes criterios: 1. Se trata de un profesional preparado profesionalmente para realizar dicho cometido, aunque necesite de formación específica en mediación y resolución de conflictos. 2. Su contacto directo con los menores le permite disponer de un conocimiento directo de las distintas situaciones por los que los menores se encuentran. 3. Es un profesional que desarrolla su trabajo entre “los de abajo y los de arriba”, o dicho de otro modo “con los de abajo y los de arriba”, lo que le facilita una situación estratégica favorable para el desempeño de su rol. 4. Este conocimiento cercano y real del conjunto del centro del centro y de las personas que lo componen, facilitaría la aceptación, y el reconocimiento del la nueva figura profesional por todas las partes implicadas.


Referencia Bibliografícas

Bonafé-Schmitt, J: P(1999). La Médiation, les médiations, Editeur Eres: Paris. Buber, M. (1998). Yo y Tú. Caparrós: Madrid. Diputación de Barcelona (2005). Los servicios de mediación comunitaria. Propuestas de actuación. Barcelona. Domínguez Alonso, F. J. y Segura, M. A. (1996). Residencias de menores, En Bueno, A. (Coord.). Intervención social con menores. Fundamentación y Programas en la Comunidad Valenciana: Universidad de Alicante. Domínguez, F. J. (2004). El educador en tiempos de cambio. Análisis de conflictos cotidianos. Alicante: Centro Nazaret -Fundación del P. Fontova(Documento no publicado). Maturana, Humberto R. (1990). El árbol del conocimiento: las bases biológicas del conocimiento humano. Debate: Madrid. Giner, S. (1999). Sociología. Ediciones Península, Barcelona. Nató, A.; Rodríguez, Mª. G. y Carvajal, L. (2006). Mediación comunitaria. Conflictos en el escenario urbano. Buenos Aires: Edit. Universidad. Redorta, J. (2004). Cómo analizar los conflictos. Paidós: Barcelona Six, J. F. (1997). Dinámica de la mediación. Paidós: Barcelona.

Alicante, 27 de Abril de 2012 Fco. Javier Domínguez Alonso (Javier.domingue@ua.es)


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