A las Fronteras... Capítulo 1º

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A las

Fronteras...



A LAS FRONTERAS... Autor: David Chamorro, S.J. Diseño y Diagramación: Gabriela Chica Fotos: Banco de Imágenes HC Fecha de Publicación Digital: 6/10/2020


A LAS FRONTERAS... Como muchos de ustedes saben el 6 de octubre del año entrante celebraremos austera, pero grandemente, nuestro 50º aniversario de cercanía y servicio a los más pobres. En una Comisión creada para tal efecto nos decidimos a asumir el enorme desafío de abrir hoy un año entero de eventos y publicaciones, contando con las restricciones que nos ha impuesto esta pandemia mundial, para compartir con nuestros queridos lectores, no solo qué hemos hecho sino también qué estamos haciendo y, sobre todo, qué queremos hacer. Y hemos querido iniciar este año de celebración con esta historia de Hogar de Cristo escrita por nuestro hermano jesuita e historiador David Chamorro, recuento histórico que abarca hasta el 2008, acompañado de viejas fotografías que nos recrean visualmente estos años de fructífera labor. Tenemos una tarea pendiente y es recoger nuestro caminar en estos últimos 12 años, tarea nada fácil porque estamos viviendo muchos acontecimientos, muchas búsquedas, pero también múltiples hallazgos y, por ende, enormes perspectivas. Seguiremos trabajando, pero estamos escribiendo también porque queremos contarles lo que ha significado para nosotros, para la Compañía de Jesús y para la Iglesia estar en las fronteras de la exclusión.

Eduardo Vega, S.J. Director General del Hogar de Cristo


CAPÍTULO I ANTECEDENTES: LA MISIÓN DEL SUBURBIO


La caridad comienza

donde termina la justicia. San Alberto Hurtado, S.J. (1901-1952)

Una de las mayores obras que Dios ha hecho conmigo es haberme traído a América. P. Francisco García Jiménez, S.J. (1913-2001)

“En el nombre del Señor empezamos nuestra narración, tomando como fecha clave el día 16 de noviembre de 1968”. Con estas palabras comienza su valiosísimo diario el P. Francisco García Jiménez, Tío Paco, fundador de Hogar de Cristo en Ecuador. Este simpático jesuita granadino, nacido en 1913, se encontraba en 1968 destinado en Cuenca, trabajando en la tradicional Iglesia del Santo Cenáculo, centro de difusión de la devoción a la Eucaristía y a la Dolorosa del Colegio. Había desempeñado su labor pastoral durante 11 años en Manta, donde era conocido como “el cura de la moto”, por el medio de locomoción que le facilitaba sus recorridos pastorales; entre otras tareas, construyó el Templo de la Dolorosa, destruido por el accidente aviatorio de 1996. Padre Francisco García, S.J., fundador de Hogar de Cristo Ecuador.

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Contexto nacional importantes reservas petrolíferas, lo que abre inusitadas posibilidades de desarrollo para un país, hasta ese momento, predominantemente agrario. Sin embargo, el comienzo de la bonanza del crudo se producirá bajo el signo de la dictadura: el 15 de febrero de 1972, las FF.AA. derrocan al Presidente y toman en sus riendas la conducción del Estado. Se abre así el más largo período dictatorial de nuestra historia: 1972-1979.

Desde 1968, Ecuador estaba viviendo el quinto y último velasquismo. En los años 60, el sector bananero había sufrido una debacle. La aplicación de la reforma agraria, la modernización y el crecimiento poblacional marcaron la década. La crisis se extendió también al ámbito político: golpes de Estado, gobiernos efímeros, descontento social. Guayaquil crecía prodigiosamente y se consolidaba ya como la capital económica del Ecuador. Los barrios marginales -el suburbio- se multiplicaban al acoger a la población campesina proveniente del agro tanto de la Sierra como de la Costa. Guayaquil era la ciudad de la esperanza para decenas de miles de ecuatorianos y ecuatorianas atraídos por la posibilidad de trabajo y de servicios básicos. Esta elevada migración interna va convirtiendo a Guayaquil en un hervidero: simplemente la ciudad no está preparada para alojar este flujo poblacional. El problema habitacional se agrava aceleradamente en la gran urbe porteña. Líderes populistas, como Assad Bucaram, aprovechan la desesperación de las masas populares para conseguir réditos políticos. El 22 de junio de 1970, Velasco Ibarra se proclamó dictador. La nueva década se inaugura con la confirmación de que el Oriente ecuatoriano alberga

Velasco Ibarra, Presidente del Ecuador por cinco periodos.

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La Compañía de Jesús y el Apostolado Social


Los Jesuitas en aquellos años eran más de 250 en Ecuador, que trabajan predominantemente en educación (seis Colegios y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador). Sin embargo, los desafíos sociales de la década de los 60 llevaron a algunos jesuitas, como otros hombres de Iglesia, a ser pioneros de una nueva forma de ministerio: el apostolado social. Ya el P. General Jean Baptiste Janssens (1946-1965) había escrito a los jesuitas por primera vez sobre esta dimensión del trabajo de los hijos de Ignacio de Loyola en 1949. Según él, el apostolado social a la luz del carisma ignaciano debía proporcionar a la mayor parte de los hombres y, si cabe en lo humano a todos, cierta abundancia o al menos holgura de bienes temporales y espirituales, aun de orden natural, imprescindible para que el hombre no se sienta oprimido, o postergado1. A finales de los años 60 funcionaba en Quito, en la Residencia San Ignacio (centro de la Capital) el Centro de Investigación y Acción Social. Estaba conformado por un grupo de sacerdotes jesuitas formados en Ciencias Sociales, a quienes se encomendó la planificación apostólica de la Compañía. Al interior de la Orden algunos evidenciaban que las trasformaciones socioeconómicas en un país que iba dejando de ser agrario en su marcha hacia la industrialización, tecnificación y, al menos estructuralmente, hacia a una mayor participación democrática obligaban a un replanteamiento de los ministerios. En años en que el apostolado educativo era seriamente cuestionado, el CIAS invitó a una remodelación de la actividad de los jesuitas en el país, cerrando algunos Colegios y abriendo obras de distinta índole; un centro de trabajo con indígenas en Riobamba, una parroquia universitaria en Cuenca y la “Obra de San Ignacio”, en Guayaquil, concebida para transformarse en una parroquia enclavada en el suburbio2. Sin embargo, la realidad tomó derroteros distintos a lo planificado. Sin abandonar uno solo de los tradicionales centros educativos, fueron surgiendo en los años 60 y 70 obras como: • Fe y Alegría, Movimiento de Educación Popular Integral promovido en Venezuela por el sacerdote

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jesuita chileno de origen español José Ma. Vélaz, se ha difundido por varias naciones de América Latina. Es una obra intercongregacional de la Iglesia Católica cuya dirección está confiada a la Compañía de Jesús; se estableció en Ecuador en 1964. • El Centro del Muchacho Trabajador (CMT), fundado en el sector de la Marín (Quito) por el jesuita norteamericano John Halligan, llegado al país en 1962. Constituido como “una familia de familias” acompaña a los niños trabajadores de la Capital y a sus familias en educación, salud y todo lo que favorezca su desarrollo humano. Posteriormente se abrió un segundo centro en Cotocollao, en terrenos cedidos por la Compañía. • El trabajo pastoral de dignificación y acompañamiento a los indígenas del cantón Guamote (Chimborazo, provincia con alta densidad de población indígena), iniciado por Julio Gortaire, S.J. y continuado por otros jesuitas, religiosas y seglares desde noviembre de 1970. Acción Pastoral Integral Guamote jugó un papel destacado en la justa redistribución de tierras en el cantón. En períodos diversos la Compañía también se ha encargado de la parroquia eclesiástica.

Janssens, J.B., Instrucción sobre el Apostolado Social, 1949, no 7. En la Biblioteca de la Comunidad SJ de la UE Javier existe un volumen mecanografiado conformado por boletines del CIAS y diversos estudios sobre la realidad de la Provincia Ecuatoriana en aquellos años.

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Otras congregaciones religiosas masculinas y femeninas, así como el clero diocesano y el laicado católico participaron también en esta eclosión social, enmarcada en el contexto de la “opción preferencial por los pobres” anunciada por el Episcopado latinoamericano reunido en Puebla y Medellín. Con estos antecedentes, una nueva obra, original y aglutinadora de amplios y solidarios esfuerzos, estaba por nacer.

Integrantes del Centro del Muchacho Trabajador.

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El Padre GarcĂ­a es destinado a Guayaquil


Grande fue el agradecimiento del P. Francisco por la confianza depositada. Inmediatamente preparó su viaje. Su estancia en la Atenas del Ecuador concluyó en junio de 1969. En Guayaquil, se encontró con el P. Hermida, su antiguo Superior y Párroco en Manta (Parroquia La Merced). Hablando acerca del futuro apostolado, lo primero que se les ocurrió fue visitar al Arzobispo, Mons. Bernardino Echeverría, OFM (Orden de los Hermanos Menores Capuchinos). La cita se concretó el 28 de Junio. Mons. Echeverría se alegró de la visita de los dos religiosos y de la decisión de la Compañía de emprender aquel nuevo trabajo. Les animó ofreciendo su colaboración para el éxito de la misión.

En noviembre de 1968, llegó a visitar la Comunidad Jesuita de Cuenca el P. Viceprovincial Marco V. Rueda, muy conocido por sus escritos de Antropología y Espiritualidad. En diálogo con el P. Francisco García, el P. Viceprovincial le confía el interés de la Compañía en fundar en Guayaquil la misión del suburbio, en la calle 40 y otros sectores. Para la realización de esta nueva obra, el P. Rueda cuenta con el jesuita andaluz. El P. Luis Hermida y el H. Antonio Rodríguez ya están trabajando en el suburbio, pero la Misión exige un verdadero equipo. Mientras tanto, el P. García tendría un año sabático en España.

Embarcó el P. García el 2 de Julio. Desembarcó en Barcelona y después de pasar unos días con su familia, salió a Salamanca para hacer sus Ejercicios Espirituales. En Madrid, inició un curso de actualización en el Instituto Pastoral “León XIII” (hasta marzo de 1970). A continuación, colaboró con el célebre P. Huelin en una misión popular.

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El legado del Padre Hurtado


Dirijamos nuestra mirada ahora a Chile. San Alberto Hurtado (1901-1952), hombre providencial en la historia de la Iglesia, no solo de su país, sino de América Latina, había dejado un gran legado: Revista Mensaje, Acción Sindical Chilena y el Hogar de Cristo, obra social que daba acogida a los marginados de la sociedad. El cierre de las minas de salitre en el norte de Chile provocó un éxodo de desempleados hacia Santiago. Hurtado fue uno de los pocos que captó las dimensiones de esta tragedia social y que, sobre todo, hizo algo efectivo por darle remedio. Polifacético fue el trabajo de Alberto Hurtado: excelente predicador, catedrático, acompañante espiritual; incursionó en la radio y en la prensa y cautivó a muchos jóvenes sembrando en ellos la vocación sacerdotal. Una noche fría y lluviosa de 1945 se le acercó “un pobre hombre con una amigdalitis aguda, tiritando, en mangas de camisa, que no tenía dónde guarecerse”. Su miseria le estremece; como en una iluminación divina ve a Cristo mismo, sufriente, en aquel pobre hombre. Pocos días después, el 16 de octubre, les transmite a un grupo de señoras de alta sociedad su intuición: Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes, en tantos niños que no tienen a quien llamar “padre”, que carecen hace muchos años del beso de la madre sobre su frente… ¡Cristo no tiene hogar! ¿No queremos dárselo nosotros? “Lo que hagan al más pequeño de mis hermanos, me lo hacen a Mí” ha dicho Jesús3. Ese mismo momento, las señoras, conmovidas por la interpelación de este joven sacerdote (contaba 40 años) donan sus joyas, varios cheques, un terreno… Ha nacido el Hogar de Cristo. Para atender la triste realidad de niños, jóvenes y adultos sin vivienda ni oportunidades fundó en 1945 el Hogar de Cristo. El programa de Viviendas Familiares se inició en 1947; la Fundación que la respalda se creó en 1958, al amparo de la Provincia Chilena de la Compañía de Jesús. Desde entonces

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Padre Alberto Hurtado ayudando a los niños de la calle en su país natal, Chile.

y debido a su capacidad de responder a los desafíos provenientes del déficit habitacional en el hermano país, Hogar de Cristo mantiene actualmente un altísimo prestigio y credibilidad. Su misión inalterable ha sido atender a los empobrecidos, por medio de programas de salud, de educación y vivienda. El jesuita chileno aportó significativamente para que su patria sea un poco más coherente con su profesión cristiana. Transmitió a miles de jóvenes el ideal del servicio: Una persona que no vive para servir no sirve para vivir y un joven que no sueña y no tiene el coraje de realizar sus sueños es ya un viejo prematuro4. Hurtado no se conforma ante la contemplación de una sociedad pos-cristiana. Es crítico ante las posturas desencantadas de sus contemporáneos, que él conocía muy bien por haberlas estudiado:

Cf. Hurtado, S.J., Alberto, Un fuego que enciende a otros fuegos, P. Universidad Católica de Chile, 2004, p. 18. Hurtado, S.J., Alberto, cit. por Guerrero, S.J., José Ma., Un gigante de la justicia y de la caridad, Folletos “Con Él”, no 259, sept. 2005, p. 9.

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La verdad no interesa; lo que importa es la eficacia. La moral se confunde con la autoridad de un pueblo, de una raza, de una clase social, de particulares intereses. Nietzsche, Sartre y mil otros en pos de ellos afirman que Dios ha muerto y, junto con Él, la verdad, el bien, la justicia, el progreso. Para millones de hombres la vida ha perdido todo sentido... Y, sin embargo, en medio de esas angustias de nuestro mundo, hay un Mensaje de verdad y de vida que puede devolverles la tranquilidad y la paz5. Hurtado fue un auténtico Padre para Chile, como insistió el lema de su canonización. A su muerte, el 18 de agosto de 1952, provocada por un cáncer al páncreas, centenares de niños de la calle (aquellos que él personalmente recogió y dignificó), adolescentes, hombres y mujeres de toda condición le dieron el último adiós. El 13 de agosto de 1952, el P. Provincial, Álvaro Lavín, escribió al P. General Jean Baptiste Janssens, quien había sido Rector del P. Hurtado en Lovaina:

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Si en toda la vida nos ha edificado, ahora es extraordinario y no se puede imaginar una mayor, ya no resignación, sino santa alegría que redunda en su corazón, de sus palabras, de su rostro y de todo su ser 6”. En palabras del P. Peter-Hans Kolvenbach, General de la Compañía, Hurtado resolvió en su vida una tensión que muchos consideran aún irreconciliable: una profunda vida interior puede ir perfectamente de la mano con una vida de acción al servicio de los demás.

Hurtado, S.J., Alberto, editorial del primer número de “Mensaje”. Cit. por Guerrero, S.J., José Ma, opus. cit. p. 12.

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Visita del Padre Van der Rest a Guayaquil En 1958, seis años después de la muerte del Santo, arriba a Chile el P. Josse van der Rest. Va a trabajar en el Hogar de Cristo, enviado por el Padre Janssens. El P. van der Rest interviene activamente en la creación de la Fundación Viviendas Hogar de Cristo. En 1966, la Fundación adquiere su personería jurídica. Desde entonces, esta obra social de la Compañía de Jesús ha acompañado a más de medio millón de familias empobrecidas de Chile en su lucha por un techo propio. Dejemos hablar al Padre Josse:

sea porque ocupan terrenos en peligro de sufrir inundaciones o deslizamientos, porque corren el riesgo de ser erradicadas o porque están hacinadas. Para SELAVIP, las soluciones a largo plazo no son las más importantes: las familias de clases desfavorecidas se deshacen cuando tienen que vivir hacinadas, en condiciones de inseguridad y precariedad extremas. Por eso, la máxima del P. van der Rest que Hogar de Cristo - Ecuador comparte con vehemencia: "más valen cuatro tablas ahora que una buena casa en 10 años".

El problema no es la casa, sino la tierra. Los pobres son realistas, construyen lo que pueden. Su objetivo es tener un techo ahora, no hacer una casa que se vea bonita. Primero habitan, luego con el tiempo van construyendo y arreglando su casa. Si bien los burócratas y empresarios parecen pensar en sus alfombradas oficinas y casas de barrios acomodados que los pobres recién aparecen en la ciudad cuando se les entrega una casa, esos pobres están viviendo en alguna parte, aunque sea de allegados o en una choza insalubre.

Por esos años, el Padre visita Guayaquil y queda impresionado por la dura realidad del suburbio, particularmente por el déficit habitacional. Comenzó estableciendo sencillos hogares dirigidos por parejas de clase media baja que acogían a niños de la calle. Él mismo les dotaba de los recursos económicos para mantenerse. La sede de este servicio social, prolongación de la que desarrollaba Hogar de Cristo en Chile, estaba en el centro de la ciudad entre Olmedo y Malecón (recuerda Pepe Ycaza). En otro de sus viajes, Van der Rest dialoga con el P. Alonso Ascanio, Superior de la Residencia San José, y con el Ec. José Ycaza Coronel, ilustre ciudadano guayaquileño que será clave en el origen de Hogar de Cristo en nuestro país.

A inicios de la década de 1970, Van der Rest fundó, con una gran visión de futuro, SELAVIP (Servicio Latinoamericano, Africano y Asiático de Vivienda Popular), entidad que promueve proyectos e iniciativas que buscan dar una respuesta a las necesidades de vivienda de los empobrecidos. Su objetivo es atender la emergencia social extrema, ya

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Guayaquil y su suburbio

Volvemos a nuestra ciudad. El P. García Jiménez arribó a Guayaquil el 24 de Agosto de 1970. En el Puerto le está esperando el P. Ascanio, su nuevo Superior. Allí se le comunica que el sitio de la misión ha cambiado: será en Mapasingue, en virtud de un acuerdo realizado entre el Sr. Arzobispo y el P. Viceprovincial. Le impresionó grandemente al P. García la ciudad. “Guayaquil parecía bullir todo el tiempo, agregando al bullicio y al calor una sensación de vida extra, como en derrame constante”. Siempre proyectándose como un puerto dinámico, al Tío le llamó la atención la actividad comercial que ve en el sector de la Bahía, en los alrededores de la Iglesia San José. El comercio, formal e informal, es la esperanza de muchos por labrarse honradamente un futuro digno y prometedor. Hace apenas dos meses, el Presidente Velasco Ibarra se había proclamado Dictador. El precio del banano había caído y el Ecuador aún no era un país petrolero. La crisis económica y social golpeaba fuertemente a Guayaquil, una ciudad con problemas habitacionales agudos. En efecto, los años 50 y 60 fueron de un prodigioso crecimiento de la población guayaquileña, sobre todo por la migración interna, que superó el millón de habitantes. Los asentamientos no planificados, la falta de recursos 7

del Estado y de la Municipalidad, y la presión social volvieron la dotación de vivienda para las clases media y baja sumamente problemática. Guayaquil es una urbe que posee altas dosis de explotación, injusticia y desigualdad, lamentablemente. Su suburbio (los Guasmos, el actual sector de la Perimetral) nació en los años 60. Los vecindarios informales construidos con palafitos sobre la ría (por donde los desperdicios urbanos van al mar) crecen aceleradamente con los migrantes provenientes de otras provincias, familias enteras que buscan servicios básicos y un empleo mejor remunerado. Pero las consecuencias inevitables son deficiencia de salud (principalmente infantil), delincuencia, viviendas endebles propensas a derrumbase o incendiarse; en fin, centenares de miles de seres humanos sobreviviendo en condiciones infrahumanas. Las clases media y alta tiene escasa o nula conciencia de esta realidad. En suma, alrededor del 60% de la población guayaquileña vive en viviendas miserables7. La situación no da visos de solución; al contrario, empeora con la llegada de más personas día tras día. Conseguir una casa digna es un sueño difícil de alcanzar para la mayoría de guayaquileños y guayaquileñas.

Cf. Diacon, Diane, Housing the homeless in Ecuador, 1998, p. 37.

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Esta interpelación fue la que llevó a la Compañía de Jesús a crear la nueva misión. Recordemos que las dos obras de los jesuitas en la ciudad eran, hasta ese momento, la tradicional Iglesia y Residencia de San José, en el corazón comercial de la urbe, y el Colegio Javier, en el sector de Los Ceibos (al Norte), fundado en 1956. Creemos comprender la intuición del P. Viceprovincial: contando una Iglesia al servicio del sector tradicional de Guayaquil y un Colegio atendiendo a las nuevas ciudadelas producto de la expansión de la urbe, era necesaria una presencia jesuítica en medio del empobrecido suburbio. Ese era el desafío que la nueva misión pretendía enfrentar.

entidad de Chile. El P. Ascanio cree que el P. García podría dirigir esta obra, sin descuidar el encargo de formar la misión de Mapasingue. En una nueva visita a Mons. Echeverría, el P. García se pone enteramente a sus órdenes y le pide instrucciones. Monseñor le dice con afecto que está muy entusiasmado con la misión de Mapasingue. El P. Juan Valpuesta, S.J. pone a su disposición el personal del Colegio Javier para lo que haga falta. El Sr. Arzobispo le costea un camión y él mismo baja de su despacho para ayudar a cargarlo con el cajón de materiales que ha donado. ¡Bonito empezar! La misión que así nació fue el origen de las Escuelas de Fe y Alegría en Mapasingue, de la Parroquia de Santa Teresa y de Viviendas Hogar de Cristo.

Pero, de momento, el P. Francisco es el único encargado de la misión del suburbio. No se une al grupo el P. Hermida. Confidencialmente, el P. Ascanio le manifiesta que ha dialogado tiempo atrás con el P. Van der Rest, a quien califica de “interesante tipo”. La propuesta de Van der Rest es crear en Guayaquil una sucursal del Hogar de Cristo, por lo pronto dependiente de esta misma 8

CIPA, ¡“Tío Paco!”, Quito, 1999, págs. 14 y 15.

La Parroquia “Santa Teresa” en Mapasingue se inaugura el 4 de octubre de 1970, con el P. García como Párroco. “Cada mañana que salía, veía las calles y los mercados llenarse de pobres que venían del interior o de la Sierra. Familias enteras, con sus chiquillos casi en cueros, que, como un enorme hormiguero, se iban tomando los pantanos y los baldíos donde levantaban sus cobijos de lata y madera de desecho. Nosotros veíamos, impotentes, crecer ante nuestros ojos una miseria de proporciones tan grandes, que nuestras pobres intenciones de ayuda parecían caer en el vacío y aumentar en nosotros la sensación de desproporción entre nuestra fe y la vida que nos reclamaba8”. Grande era el reto y escasos los recursos al inicio de esta empresa apostólica. ¿Con qué contaba el Tío Paco en estos inicios? Con sus manos, su ingenio, el respaldo de la Iglesia y de la Compañía y, lo más importante, su inmensa fe en el Señor. Con el pasar de los años, no faltaron las personas solidarias que se sumaron a su cruzada.

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TĂ­o Paco mostrando con orgullo nuestro primer letrero. ÂĄCristo tiene un hogar en Guayaquil!


Hacia la fundación de Hogar de Cristo en Guayaquil9 La primera entrevista con el P. Van der Rest tuvo lugar el 12 de Octubre. La personalidad avasalladora del jesuita belga impresionó profundamente al P. García. Con ese castellano suyo aprendido en medio de la gente sencilla de Santiago, el P. Josse le explica cómo Guayaquil es, en su opinión, la tercera ciudad del mundo con déficit de vivienda. En efecto, la precaria situación de los sin-techo de la “Perla del Pacífico” solo puede hallar parangón con ciudades como Bombay y Calcuta en India o México DF. Era urgente iniciar una obra eclesial que aliviase el agudo déficit habitacional entre las clases desfavorecidas. Y todo esto con una visión evangélica: que la casita que las familias adquiriesen fuese una forma de testimoniar la buena noticia de Jesús, que nos prometió una vida de plenitud y alegría. El entusiasmo de los Padres Ascanio y García impulsa a Van der Rest a entrevistarse con el P. Rueda, quien aceptó encantado. A los pocos días, el P. Viceprovincial le llamó por teléfono al Tío Paco: 9

Cf. ¡Tío Paco!, CIPA- FMJ, 1999.

- Mira, Francisco, he hablado con la Consulta de la Viceprovincia y he decidido que seas tú el que lleve adelante esta nueva obra… Difícil encontrar un candidato mejor para la empresa. Quienes conocimos al Tío Paco sabemos que no era precisamente un académico, el tipo de jesuita erudito que pinta la Historia… Pero era jovial, austero y hombre de fe, características esenciales para el trabajo con hombres y mujeres sencillos; fue un “hombre de oración, con experiencia de Dios. Contemplativo en la acción, fiel a la Iglesia y a la Compañía”, en palabras del Hermano Roberto Costa, su sucesor. Para iniciar los trabajos, Tío Paco se instalaría en el Colegio Javier, pero dependería de la Residencia de San José. “Yo acepté enseguida –cuenta-, sintiéndome muy feliz por esa decisión y muy agradecido para con Dios. Los pobres iban a tener su casa. ¡Cristo tendría un Hogar en Guayaquil!”.

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Junto a los

años

Excluidos HOGAR DE CRISTO


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