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SALUD PARA TODOS Duelo en tiempos de COVID-19 Por Ps. Alejandro De Barbieri

Duelo en tiempos de COVID-19

Por Ps. Alejandro De Barbieri

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“El todo, quizás significa tener un vínculo real y esencial con la vida… El todo, maestro, es ese extra con que la salud vence a la enfermedad, con el que la actividad vence a la flojera latente en la vida y el universo; el todo es la creación, una corriente profunda que impregna una persona cuando se encuentra con Eros. Porque Eros tiene mucha fuerza. No es más que una palabra, pero tal vez sea la que designa el sentido de la vida…” Sandor Marai (La Hermana)

Ustedes se preguntarán por qué para hablar del duelo opto por esta cita de Sandor Marai. En parte porque la vida y la muerte están siempre juntas. Y doler implica amar y haber amado. Por eso hacemos duelos, porque nos involucramos. Quien quiera exonerarse de sufrir, se exonera de amar también. Va todo junto. En estos días venimos escuchando tristemente que fallecen en Uruguay cuarenta, cincuenta, sesenta personas por día a causa de COVID-19. Esperamos que pronto pase esta etapa, pero por lo visto se ha estancado. Son compatriotas que fallecen y con ellos quedan doliendo esposos, hijos, nietos. Dejan familiares, dejan amigos, dejan espacios vacíos. En este breve artículo quiero compartir con ustedes algunas reflexiones de por qué la pérdida de un familiar por COVID-19 hace tan particular el duelo. Sin duda cuando pienso en los familiares que han perdido a un ser amado y

JUNIO 2021 • Pág 32 # 32 • a esa persona sola en su habitación internada, con el celular como único medio de contacto con el mundo exterior, me invade una profunda tristeza y soledad. Creo que cuando pensamos en nuestra propia muerte es común escuchar que nos gustaría que alguien nos tome la mano para estar juntos, hacer una oración, conversar, o simplemente estar en silencio. Para poder superar los duelos en forma positiva, todos estos pequeños momentos ayudan mucho para que luego el alma repose en paz, para que el enfermo pueda irse en paz y para que el doliente pueda tener la sensación de que estuvo allí hasta el último suspiro. Pero todo esto es justamente lo que el COVID-19 impide, dejándonos más solos que nunca. Solos en casa esperando la noticia del médico en el celular y solo mi papá o mi esposa o mi hijo en el hospital. Muy duro solo imaginarlo. Soy psicólogo, tengo 49 años y a lo largo de la vida he pasado por distintas pérdidas, como usted que lee este artículo. Perdidas afectivas, perdidas de salud, pérdidas simbólicas y reales también. Todas estas nos preparan para el sufrimiento y templan el alma para elaborarlas, pero lo que estamos viviendo ahora de “doler en tiempos de pandemia” es nuevo para todos. Como afirma mi maestro Carlos Diaz se trata de “amar más de lo que nos duele el dolor del otro” para poder acompañar y seguir. ¿Por qué es distinto el proceso de duelo durante el COVID-19? Es diferente por el contexto en el que se encuentran el paciente y los familiares. Me gusta decir siempre que todos estamos preparados para elaborar los duelos; es un proceso normal fruto del amor y necesario para crecer y seguir amando. No hay un modo normal de vivir el duelo, cada persona cuenta con diversos recursos psicológicos, sociales y existenciales para poder hospedar el dolor y transformarlo en amor a los demás a su debido tiempo. Estar en proceso de duelo se asemeja a entrar en un túnel. Hay personas que se trancan en la puerta como si pudieran no entrar, pero no se puede no entrar. Hay que seguir caminando. Los terapeutas aparecemos (y los amigos y familiares también) como compañeros de camino para transitar ese túnel oscuro. No hay manera tampoco de adelantar el proceso o “facilitar” al doliente para que se cure más rápido. Es más, se debe vivir cada etapa en su tiempo, espacio y recursos para poder transitar el duelo y aprender. Cada uno de nosotros tiene su dolor y sus respuestas. Así que uno de los consejos más simples es “date tiempo”. Es posible que las fases del duelo sean más complejas y duraderas que antes, pero respetar ese tiempo es respetarte a ti tu propio tiempo interior para sanar y dar sentido a tu sufrimiento. Algunos de ustedes recordarán el aporte de Elizabeth Kubler Ross con las cinco fases que descubre trabajando con enfermos terminales. Estas son las siguientes: 1. Negación: Aquí invaden los sentimientos de negación. “No puede ser real”, “No puede ser que no lo pueda ver”, “No puede ser verdad lo que está pasando”. 2. Ira: Es la fase del enojo. “¿Por qué a nosotros?”, “¿Por qué a mí?” Me enojo con los médicos, con los gobernantes, con mis amigos, con los que no se cuidan. El encierro potencia estas emociones que no se pueden expresar. 3. Negociación: Esta fase es un intento por reconciliarme con quienes me enojé para buscar la calma y la paz.

“Si vuelvo a la iglesia…”, “Si me reconcilio con mi vida…”. 4. Tristeza: Las fases anteriores cumplieron su cometido, pero ahora me invade la tristeza. Es sensación de vacío y dolor. “¿Cómo haré para vivir sin ti?”. Desasosiego. 5. Aceptación: Esta es la fase de paz.

Cuando uno ya dejó de buscar culpables, reconoce el dolor y puede aceptar seguir con resiliencia y coraje. Estas etapas van y vienen según en qué parte del proceso nos encontremos, no tienen porqué producirse en este orden. ¿Cómo hacer para procesar el duelo?

Tomar contacto con nuestras emociones, identificarlas, asimilarlas y comprenderlas para luego poder autorregularlas. Al principio estamos en una fase de shock en la que nos cuesta entender qué es lo que nos pasa. Incluso puede parecer irreal el mundo. Todas estas emociones son normales ya que estás viviendo algo desconocido que recién estás empezando a conocer. Un tip clave en esta etapa es validar tus emociones y sentimientos, darte permiso para sentirlos. A continuación, una guía sencilla para identificar estas emociones y poder expresarlas:

Miedo

El miedo es normal, el pánico es el miedo que te paraliza. Pero el miedo se siente en el cuerpo que tiembla acompañado de inquietud. Lo hemos vivido desde el inicio de la pandemia y ahora al estar viviendo un duelo se incrementa esta sensación. Todo esto se puede autorregular con técnicas de respiración y apoyo profesional.

Enojo

El enojo aparece y también es normal el poder identificarlo para expresarlo. Piensas: “No me dejaron despedirme”, “No pude abrazarlo”, “¿Por qué otros si y yo no?” El enojo refleja la impotencia de no poder haber hecho nada más y la frustración de que en este contexto no logré despedirme o no logré hacer un velorio como mi ser querido merecía. La sensación de injusticia también puede aparecer.

Culpa

La culpa es una emoción muy fuerte. La culpa por no poder evitar su muerte, por no haberme dado cuenta antes, por no haberle insistido en que se cuidara. Aceptar que seguro hiciste lo que pudiste con las herramientas que tenías en ese momento. Dejar de mortificarse y aceptar. Todas estas emociones y sentimientos cumplen con funciones psicológicas claves para la restauración emocional y la resiliencia. Para darle sentido a lo que pasa

uno procesa de esa manera: enojándose, rabiando, luego calmando, mirando fotos, escribiendo, enojándome de nuevo, durmiendo, no pudiendo dormir. Le hablo, imagino, discuto. Me calmo, vuelvo a ver fotos y sonrío. Todo esto nos ayuda a ir procesando y sanando. La clave es que uno está en duelo porque ha amado mucho, nadie que no se involucra sufre. Entonces, ¿qué puedo hacer? La pérdida de un ser querido siempre nos agarra a traspié con la vida. Pero la vida incluye el sufrimiento y la posibilidad de la muerte, solo que lo negamos como mecanismo de defensa normal para protegernos de la angustia. En estos tiempos de COVID-19, las condiciones de no poder acompañar físicamente a nuestros seres queridos nos angustia y más prolonga el dolor. Incluso, debemos saber que hay duelos que nunca se superan, sino que se aprende a convivir con esa ausencia. Estamos preparados para afrontarla y superarla. Es posible que en estos días quieras estar solo y otras veces quieras estar acompañado. A veces uno precisa un hombro para llorar y otras veces llorar en silencio. Dice García Márquez: “Y si un día no tienes ganas de hablar con nadie, llámame… Estaremos en silencio”. También a quien te acompaña en tu sufrimiento lo ayudará. No se te murió solo a ti, se nos murió a todos. Solo que cada uno está en un lugar distinto de esa constelación afectiva. Ten cuidado de no aislarte, porque la tristeza puede llevar a la depresión y al aislamiento. Cuida tu espacio de soledad, pero mantén espacio con familiares y amigos y apoyo psicológico. La persona que falleció te visitará todos los días; en un olor, en un recuerdo, en una foto, en tus hijos. Esa visita va a desplegar en ti muchas emociones y sentimientos. Respira para dejar entrar ese recuerdo. Tu mente te ayudará a sanar, a darles lugar. Puedes compartir con tus seres queridos esos pensamientos. Y por último me gustaría dejarles mi tip preferido: escribir. Escribe para sanar. Puede ser un diario, lo que te salga sin juzgar, sin pensar. Escribir ayuda a reordenar nuestros pensamientos, ayuda a recordar y ayuda a honrar el legado de la persona que falleció. Nos la mantendrá viva cada vez que ese escrito llegue a otras manos. La vida es un milagro. Nos vamos a dormir de noche y sin que hagamos nada nos despertamos. Ese despertar de cada día nos enfrenta a su vez con los avatares que traerá. Confía. Date tiempo. Espera. Un diario de tus sentimientos ayudará a procesar el dolor. Una señal de buen pronóstico en el duelo es el haberse querido y amado mucho. Contrario a lo que la gente cree, porque muchos piensan que es al revés. Cuando uno se lleva mal con un familiar y este fallece, el duelo es más difícil ya que quedan cosas pendientes. Por eso si se han querido mucho el duelo se transitará mejor. Y es una linda lección para la vida, aprender a abrazar más grande, a querer más y mejor. A aceptar que somos frágiles y finitos. Les dejo para terminar un poema de nuestro querido poeta uruguayo Mario Benedetti. La muerte late siempre debajo del dolor y de los duelos. Pero no aparece solo cuando estamos frente al “término de la vida”, sino que nos acompaña siempre. La muerte nos devuelve a la vida. Tengamos entonces el coraje para hospedar el dolor y ayudar a que la persona lo pueda transformar en amor. Lo que cura es el amor. Solo quien cuida amando logrará que el paciente ame su destino y lo pueda transformar. Gracias por celebrar la vida y abrazar lo que ésta nos entrega con plenitud: vida y muerte, sufrimiento y felicidad, binomios inseparables.

PASATIEMPO

Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta un charco era un océano la muerte lisa y llana no existía

luego cuando muchachos los viejos eran gente de cuarenta un estanque era un océano la muerte solamente una palabra

ya cuando nos casamos los ancianos estaban en cincuenta un lago era un océano la muerte era la muerte de los otros

ahora veteranos ya le dimos alcance a la verdad el océano es por fin el océano pero la muerte empieza a ser la nuestra.

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