Domingo XXXIII Tiempo Ordinario

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Padre José María Fernández, SSP

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO (Lc 21,5-19) En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: Yo soy , o bien: El momento está cerca ; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida». Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido

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stamos al final del año litúrgico, el próximo domingo, con la fiesta de Cristo Rey, acabaremos al año litúrgico. El evangelio que nos presenta la liturgia de la palabra, nos habla de los acontecimientos que han de ocurrir en la historia humana sin que ello quiera decir que nos encontramos al final del mundo, sino que evocan la venida del Señor de la que la Biblia nos habla frecuentemente y a la que está orientada toda celebración sacramental y especialmente la Eucaristía, que es el memorial del Señor hasta que vuelva. El evangelio nos da una lista de los acontecimientos devastadores y aterradores que parecían anunciar el fin del mundo, pero estos acontecimientos no guardan relación con el fin del mundo y aunque duros de vivir no deben asustar a los creyentes, ni desanimarlos, ni erosionar su esperanza y su perseverancia, así como las persecuciones y contradicciones. Con su constancia, los discípulos deben dar testimonio del Señor y él mismo será testigo en el momento del juicio que les introducirá definitivamente en la vida. Jesús aprovecha el momento en que algunos admiraban la belleza del templo para profetizar que toda aquella belleza

está a punto de desaparecer lo que ocurre el año setenta de nuestra era. A Jesús le interesa hablar no de la historia sino de la metahistoria cuando llegue el Hijo del Hombre y de cómo debemos comportarnos su aprobación. Al vivir en el presente nos encontramos en una situación concreta: caminamos entre un pasado y un futuro: el pasado ya ha pasado y no lo podemos cambiar y el futuro está oculto y nos es desconocido. Siempre el hombre ha tratado, a través de muchos métodos de conocer el futuro pero por mucho que se ha empeñado el futuro está en manos de Jesucristo que se presenta como Mesías e Hijo de Dios. Jesús nos recomienda: «Cuidado con que nadie os engañe… no vayáis tras ellos». Solo Jesús es el que nos ha trazado el camino mediante su vida y su palabra que la encontramos en la Sagrada Escritura. Solo de él nos podemos fiar porque sea presentado como camino, verdad y vida. Solo una fe firme en la palabra de Dios nos puede dar la seguridad de ir al encuentro del futuro en plena confianza. Por otra parte, Jesús describe un futuro bastante oscuro: «Se alzará pueblo contra pueblo… habrá grandes terremotos… epidemias, hambre…».


Señor Dios nuestro, compadécete de nuestra debilidad, sobre todo cuando el mal se cierne sobre nosotros por el hecho de ser discípulos de tu Hijo.

Preguntas: 1. ¿Qué aspectos del futuro menciona Jesús? ¿De qué ilusiones quiere preservar a sus discípulos? 2. ¿Qué formas puede asumir la presión que amenaza la fidelidad a Jesús? 3. ¿Cuál es la meta a la que lleva el camino en compañía de Jesús?

Novedades

Novedad

Son acontecimientos capaces de poner a prueba la fe y hacer surgir la duda de si Dios nos ha abandonado o sigue presente y actuante entre nosotros. Ante esta situación surge la duda que ha de estar presente a través del tiempo: si Jesús es verdaderamente el Mesías que Dios ha enviado, ¿por qué no cambia profundamente el curso de la historia? ¿No deben desaparecer los signos de muerte y destrucción? ¿No debería ir todo bien? Cuando escribe esto san Lucas, los primeros cristianos han experimentado lo que significaba seguir a Jesús pues habían soportado las primeras pruebas a manos de los judíos pues habían sido llevados a los tribunales y que estas situaciones han de considerarlas como un desafío y aprovecharlas para dar testimonio de su fe. Por otra parte, mirando al futuro, cuando Jesús hace esta advertencia quiere preservar a sus discípulos de falsas ilusiones y prepararlos para afrontar la realidad. Lo que se necesita en todas las situaciones de dificultad y desorden es ser perseverantes: adherirse fuertemente a Jesús y a su palabra. Pero Jesús no deja de mostrarles también el final poniendo ante sus ojos como una gran luz. Todo aquel que permanezca fiel a él, le llegará, no sin pasar por momentos de aprieto y oscuridad, la vida en toda su plenitud.

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