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EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA CUESTIÓN DE CLASES SOCIALES
POR LUCIANO CAMPOS GARZA
Aveces, el sitio que corresponde a cada persona en sociedad, está determinado por el entorno.
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El Triángulo de la Tristeza muestra en forma de inteligente comedia intergeneracional, cómo el estatus, la belleza, el poder y el liderazgo pueden cambiar de acuerdo a la situación. Las crisis de la vida pueden colocar a cualquier bajo un mismo rasero, para igualar a todos ante los ojos de Dios.
Es lo que le pasa a una pareja de modelos de aspecto bello y perfecto, Carl (Dickinson) y Yaya (Dean) que suben a un crucero, invitados en su papel de influencers. Son una pareja de relación inestable que encuentran la forma de entenderse entre la volatilidad de sus personalidades.
En el barco interactúan con una serie de personajes pintorescos que se van revelando junto al respectivo rol que juegan en la vida, de acuerdo a su nivel y su riqueza.
Sin embargo, un accidente catastrófico hace que un grupo de ellos, incluida la pareja, recale en un paraje solitario lo que establece un instantáneo reacomodo en los niveles de servidumbre.
El director y guionista Robert Östlund crea con humor afiladísimo, un universo como el de El Señor de las Moscas (Lord of Flies, 1986) pero de adultos, en el que rápidamente se van revelando las verdaderas personalidades de cada uno de los integrantes de esta singular agrupación.
Nada hace indicar el destino de estos hombres y mujeres a los que la vida pondrá a prueba, pues, en un inicio hay solo estampas de una convivencia disfuncional de dos enamorados que, se percibe, van a terminar pronto su relación, pues tienen puntos de vista completamente divergentes.
La convivencia en el crucero hace suponer en una película disparatada de humor de los 70. Los excéntricos pasajeros se conducen como si vivieran alejados del mundo. Los ricos nuevos se sienten alegres en el derroche absurdo. El barco sin control provoca una escena memorable, por escatológica y alocada.
Hasta que ocurre el incidente que detona. La enorme diferencia, con los muchachos varados y peleando a muerte en la isla, es que acá la convivencia es pacífica y la forma en que se superponen las posiciones en el escalafón existencial es a través de capacidades y ambiciones.
A fin de cuentas, en un entorno solitario y de supervivencia, no sirven de mucho los millones. Ahí donde solo hay sol y palmeras frente a un vasto mar, un Rolex no vale más que un pescado frito para pasar el día.
Las habilidades se imponen y la libido ca- balga en el campamento. El sexo se utiliza como moneda de cambio, y se instaura como un añadido del poder. En esta convivencia de apariencia caótica se reinstaura el orden de una forma tan bizarra como divertida. Siempre es interesante ver cómo la persona que en un sitio hace el aseo, en un escenario diferente puede convertirse en monarca. O ese sujeto que mandaba, sin la férula de las formalidades, puede convertirse en un paria.
En El Triángulo de la Tristeza, el final abierto deja insatisfacción, pero es acorde a una narrativa que se la pasa criticando y mofándose del estatus y que ve que, para algunos de los convocados, la salvación puede significar el fin de unos días en los que se convirtieron en personas que nunca volverán a ser.
Divertida y reflexiva.v @LucianoCampos G