Problemática del envío de fruta a larga distancia

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1.8. TRANSPORTE Y LOGÍSTICA Problemática del envío de fruta a larga distancia Francisco Agudo Corbacho fagudo@tany.es Tany Nature SA

Índice 1. 2.

Visión general de la exportación española Principales retos de la exportación a larga distancia

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Resumen Las estadísticas de comercio mundial sitúan a España como uno de los grandes exportadores mundiales de frutas y hortalizas. A pesar de sus guarismos, el grueso de los envíos de frutas y hortalizas españolas se dirigen a la Unión Europea. De hecho, casi el 97,5% de las exportaciones se realizan en un radio de 3.500 kilómetros (tránsitos logísticos de 5-7 días), lo que, en puridad, no se pueden considerar envíos a larga distancia. Esto supone que, a pesar de su potencial exportador, España no es un gran actor en el comercio mundial de frutas y hortalizas a larga distancia. El acceso privilegiado de nuestro país al mercado comunitario con sus cerca de 470 millones de consumidores, que además se cuentan entre los de mayor poder adquisitivo del planeta, explicaría en gran medida esta situación. Las dificultades de acceso al mercado comunitario por exceso de competencia, las eventuales crisis de precios en este destino o el interés de las empresas en diversificar sus mercados parecen ser los principales estímulos de las empresas españolas del sector de frutas y hortalizas para iniciarse en los envíos a larga distancia. La exportación a larga distancia impone a los exportadores una serie de retos. El primero de ellos, quizá el más importante, es el cambio de mentalidad. Exportar a larga distancia tiene poco que ver con la operativa habitual en los envíos a Europa. Los mercados lejanos requieren de un manejo técnico más riguroso del producto que unido a la falta de conocimiento de la idiosincrasia del mercado al que se pretende enviar pueden generar dificultades a la hora de exportar. El producto también impone limitaciones. Las frutas y hortalizas son productos perecederos y su vida útil varía dependiendo de la especie. Algunos productos, de modo natural, son incapaces de soportar los tránsitos largos. En otros, algunas de sus variedades son aptas para los envíos a larga distancia mientras que otras, no. Por otro lado, los programas de mejora vegetal de estas especies, salvo excepciones, se han orientado a satisfacer las necesidades de los productores locales que venden fundamentalmente a corta distancia (sabor, tamaño, aspecto externo…) con

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lo que la selección de variedades con potencial para viajar se ha descuidado. Ante este panorama, las técnicas poscosecha que preservan la calidad del producto o consiguen prolongar su vida útil cobran en la exportación a larga distancia una importancia capital. Otro importante aspecto para tener en cuenta en la exportación a larga distancia es la logística, que en el caso de España se concentra, por razones de coste, en los envíos marítimos. La alta concentración de la oferta en unas pocas navieras o consorcio de ellas, y su efecto sobre precios y rutas, y la incipiente escasez de contenedores suponen las principales amenazas. Otro importante aspecto logístico para tener en cuenta es la duración del tránsito en sí, toda vez que no todos los productos soportan la duración del viaje y las esperas inherentes a los envíos a ultramar (arrastre a puerto, liberaciones…) para todos los destinos y que pueden oscilar desde dos semanas a más de seis semanas. Por último, tanto nuestro país como los países de destino imponen límites a la exportación. La pertenencia de nuestro país a la Unión Europea la hace partícipe de una aguda preocupación por la seguridad alimentaria. Armonizando su criterio al de los demás miembros de la Unión, España impone importantes limitaciones al uso de pesticidas (especialmente en poscosecha) en el producto envasado en su territorio. En otras ocasiones, es nuestra pobre imagen país la que una supone una barrera de acceso a determinados mercados. En el caso de los mercados de destino, la dificultad para acceder a ellos varía. En algunos casos, el acceso es prácticamente libre o con escasos requisitos pero generalmente, se imponen barreras fitosanitarias que se suelen gestionar mediante acuerdos bilaterales que suponen, de facto, la adecuación de las exportaciones a estos países a protocolos específicos de exportación controlados por el Ministerio de Agricultura.

1. Visión general de la exportación española Fuentes estadísticas, diversas y todas de contrastado rigor, coinciden a la hora de situar a España entre los primeros puestos de la exportación mundial de frutas y hortalizas. De hecho, la mayoría de ellas sitúan a España como al mayor exportador mundial. Además, el análisis desagregado de estos datos indica que esta posición de privilegio no se cimenta en la exportación de grandes volúmenes de uno o unos pocos productos, si no que revela la diversificación y dinamismo de la exportación de frutas y hortalizas en España. De lo diversificado que se encuentra el sector en nuestro país dan idea, por ejemplo, las estadísticas de la FAO, que en 2017 situaban a España como el mayor exportador mundial de cítricos, fresas, sandías, melones, caquis, melocotones, nectarinas, paraguayos y albaricoques. Según la misma fuente, en ese año, España se encontraba entre los diez mayores exportadores mundiales ya no solo de las principales frutas de clima templado (con la única excepción de la manzana), sino también en muchos frutos tropicales o subtropicales como aguacates o mangos. Diversas estadísticas también ilustran la evolución del sector en los últimos años, poniendo de relieve su dinamismo. Especialmente ilustrativo es el caso de los arándanos y otras bayas como frambuesas o moras, productos con escasa tradición en nuestro país hace poco más de una década y que en los últimos años se han convertido en un importante rubro, al menos en términos de valor, de la exportación hortofrutícola nacional. Si en 2006 nuestro país era un actor

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relativamente pequeño en el comercio internacional de este tipo de productos, diez años después ya había conseguido situarse entre los cuatro primeros exportadores mundiales. Otro tanto podría decirse del aguacate del que España es, con diferencia, el mayor productor europeo y que en los últimos años ha conseguido encumbrarse a la cuarta posición de la exportación mundial tras Méjico, Perú y Chile. Esta exitosa trayectoria, sin embargo, no está exenta de sombras. Los guarismos arriba indicados ocultan algunas debilidades. Según datos de la Federación Española de Exportadores de Frutas y Hortalizas (FEPEX), en el 94,3% de las hortalizas y el 91,4% de las frutas que exportó nuestro país en 2017 tuvieron como destino la Unión Europea. Estas cifras indican a las claras la extrema dependencia de nuestras exportaciones del mercado comunitario. Más aún, las mismas estadísticas de FEPEX indicaban que del 7,4% restante, más de la mitad eran exportadas a otros países europeos no pertenecientes a la Unión (Suiza con un 20% y Noruega con un 9% fueron los destinos que más pesaron en el cómputo) y a países ribereños del Mediterráneo, con Marruecos con un 10% como mercado más destacado. Esto supone que, a pesar del enorme volumen exportado, más del 97,5% de la exportación española de frutas y hortalizas de nuestro país se realiza dentro de un radio de 3.500 kilómetros, distancia que en términos logísticos bajo ninguna consideración debería suponer más de 5-7 días de tránsito, lo que, en puridad, no se considera exportación a larga distancia. Este hecho tiene interesantes connotaciones. Si tenemos en cuenta este dato y lo enfrentamos a los flujos de comercio de países con dimensiones continentales como Estados Unidos, China o Brasil parece evidente que, desde un punto de vista geográfico, lo que nuestro país llama exportación en esos países se considera venta en el mercado interior. Dicho de otro modo, la Unión Europea y el resto de los países europeos con los que la Unión Europea mantiene acuerdos aduaneros equivalen de facto a mercado interior para España del mismo modo que los Estados de la costa este de Estados Unidos suponen mercado interior para California o los Estados del sur de Brasil consideran mercado interior a los Estados del Nordeste de este país. Desde esta perspectiva, la contribución de la exportación a larga distancia al total de frutas y verduras exportado por nuestro país es ciertamente reducida. Así pues, a pesar de su potencial exportador, España no puede ser considerado de ninguna manera un actor de peso en el comercio mundial de frutas y hortalizas a larga distancia. Este hecho se explica en gran medida por el acceso privilegiado de nuestro país, como miembro de pleno derecho, a un mercado como el comunitario que con sus cerca de 470 millones de consumidores, que se cuentan entre los de mayor poder adquisitivo, ávido consumidor de frutas y hortalizas y dotado de una moderna y eficiente red viaria que permite un rápido transporte de mercancías entre sus miembros, desincentiva los envíos a destinos más lejanos. Sin embargo, en los últimos tiempos, esta aparentemente envidiable situación comienza a ser percibida, si no como una amenaza, sí como una debilidad toda vez que supone una fortísima concentración de las ventas al exterior en un único destino. Semejante concentración implica una fuerte competencia entre los propios operadores nacionales y por parte de otros operadores comunitarios (como Italia o Grecia) o extracomunitarios (Marruecos, Egipto o Turquía) que también pretenden su parte del pastel. Además, el mercado comunitario, precisamente debido a esta fuerte competencia, agravada por episodios cíclicos de recesión económica, tampoco está exento de periódicas crisis de precios que le restan atractivo. Todo esto unido al creciente

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interés estratégico de los exportadores por diversificar los destinos de sus exportaciones (no poner todos los huevos en la misma cesta) parece haber avivado el interés de las empresas españolas por la exportación a larga distancia. Sin embargo, la exportación a larga distancia tiene poco que ver con la operativa habitual en los envíos a Europa. En este sentido, este tipo de exportación plantea ciertos retos a los exportadores que la practican o pretenden iniciarse en ella.

2. Principales retos de la exportación a larga distancia Quizá el más importante de estos restos sea precisamente el cambio de mentalidad que supone esta forma de exportar. Pretender enviar a larga distancia el mismo producto y en las mismas condiciones que se envía a Europa es un error de concepto. En primer lugar, en los envíos continentales, lo corto de los tránsitos permite que lo comercial pueda primar sobre lo técnico a la hora de tomar decisiones. La vida útil de muchos productos y un mínimo de manejos poscosecha proporcionan, en la mayoría de los casos y en ausencia de condiciones agravantes, un margen de seguridad suficiente para evitar problemas en destino. En el caso de los envíos a ultramar, los largos tránsitos enfrentan al producto en no pocas ocasiones a sus límites fisiológicos con lo que las consideraciones de tipo técnico a la hora de los envíos a ultramar deberían ser tenidas, como mínimo, tan en cuenta como las comerciales. Adicionalmente, no es raro encontrarse con operadores que buscan en los envíos a larga distancia una salida a situaciones comercialmente adversas, coyunturales o puntuales, en el mercado europeo. En principio, no habría nada que objetar a esta estrategia siempre y cuando se disponga de un producto apto para la exportación ultramarina y esta se planifique con antelación suficiente como para garantizar que ese producto que se pretende exportar reúne los requisitos mínimos de calidad y condición para garantizar su envío. El problema surge cuando dicha planificación no existe y se intenta “improvisar” el envío, caso, desgraciadamente, no infrecuente. En otros casos, los operadores nacionales poseen un conocimiento precario del mercado al que se pretende exportar y aun cuando son capaces de llegar a destino, no lo hacen con el producto que demanda el mercado. Errores como minusvalorar las exigencias de calidad de los países a los que se envía, obviar su cultura sobre frutas y verduras (en ocasiones, tanto o más desarrollada que la europea) o desconocer el funcionamiento de la distribución del país parecen ser más frecuentes de lo que cabría esperar. El producto también impone una serie de retos. El primero de ellos es la perecibilidad del producto que se pretende exportar. Las frutas y hortalizas son productos perecederos y su vida útil varía dependiendo de la especie. Algunos productos, como moras o frambuesas, de modo natural, son incapaces de soportar los tránsitos largos. Otros, como manzanas, peras o patatas, de modo general, tienen una vida útil que los hacen muy aptos para envíos a larga distancia. Y por último hay un tercer grupo de productos, entre los que se encuentra la fruta de hueso, las granadas o los caquis, en los algunas de sus variedades son aptas para los envíos a larga distancia mientras que otras, no. Saber que variedades de entre las que se pretenden exportar son capaces de afrontar con garantías un tránsito largo es condición sine qua non para exportar a ultramar. Además, la aptitud para soportar un determinado tránsito dependerá de la duración de este. Así, ciertas variedades pueden soportar tránsitos medios (2-3 semanas) pero no largos

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o muy largos (4-6 semanas). En este sentido debe reseñarse que los programas de mejora vegetal de estas especies más exitosos en nuestro país, salvo excepciones, se han orientado a satisfacer las necesidades de los productores locales que venden fundamentalmente a corta distancia (sabor, tamaño, aspecto externo…) con lo que la selección de variedades con potencial para viajar no se ha cuidado adecuadamente. Este enfoque, sostenido en el tiempo, está generando una situación de escasez de cultivares con aptitud para la exportación a larga distancia. Ante este panorama, las técnicas poscosecha, que preservan la calidad del producto o consiguen prolongar su vida útil más allá de lo que explicaría su fisiología, cobran en la exportación a larga distancia una importancia capital. Estrictamente, en muchas ocasiones, es la poscosecha la que explica la larga distancia en el sentido que permite superar las limitaciones fisiológicas del producto o, caso paradigmático de bananas, permite el envío del producto en un estado fisiológico inmaduro pero que garantiza que puede afrontar el tránsito y, una vez en destino, poder madurarlo para que llegue al mercado en condiciones de consumo adecuadas. Otro importante aspecto para tener en cuenta en la exportación a larga distancia es la logística. La forma de enviar la mercancía, la duración de los tránsitos, el diseño de las rutas, el precio de los fletes o la disponibilidad de espacio en barcos o aviones, por citar algunos, son factores que condicionan decisivamente la exportación a larga distancia. En el caso de España, la inmensa mayoría de los envíos a larga distancia se realiza por vía marítima. Las principales áreas productoras del país disponen de puertos adecuados para la exportación de frutas y hortalizas a una distancia razonable y el coste de los fletes marítimos es harto más económico que el de los fletes aéreos. Sin embargo, esta alta concentración de envíos por barco genera ciertas amenazas. Así, en los últimos años, catalizado por la reciente crisis económico y su impacto en el comercio internacional, hemos asistido a un extraordinario proceso de quiebras, compras o integraciones de operadores que ha devenido en una fuerte concentración de la oferta en unas pocas navieras o consorcio de ellas. Su posible efecto sobre precios y rutas constituye una espada de Damocles para muchos exportadores. Por otro lado, la incipiente escasez de contenedores también comienza a percibirse como una amenaza para el sector y empuja al alza el precio de los fletes. Por último, la extrema concentración de la oferta la expone a ciberataques que se pueden devenir en sistémicos al compartir las navieras barcos y rutas. El episodio sufrido en el verano de 2017 por Maersk, principal naviera mundial, por el ataque del virus Petya deja bien a las claras que semejante amenaza no debe ser tomada a la ligera. La duración del tránsito es otro importante aspecto logístico para tener en cuenta. La duración de los trayectos y las esperas inherentes a los envíos a ultramar (arrastre a puerto, liberaciones…), pueden oscilar entre las dos y las seis semanas, periodo de tiempo que como ya hemos indicado, no todos los productos pueden soportar. Por último, tanto nuestro país como los países de destino imponen límites a la exportación. La pertenencia de nuestro país a la Unión Europea la hace partícipe de una aguda preocupación por la seguridad alimentaria. Armonizando su criterio al de los demás miembros de la Unión, España aplica importantes restricciones al uso de pesticidas (especialmente en poscosecha) en el producto envasado en su territorio independientemente de cuál sea su destino último. En

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otras ocasiones, es nuestra pobre imagen país, generada por la mala praxis de exportadores poco profesionales u oportunistas, la que supone una barrera de acceso a determinados mercados. Por último los países de destino pueden restringir, total o parcialmente, la entrada de mercancías en su territorio y/o imponer aranceles u otro tipo de barreras que impidan o dificulten los envíos. La dificultad para acceder a un mercado en concreto varía. En algunos casos, el acceso es prácticamente libre o con escasos requisitos, pero cada vez con más frecuencia se imponen barreras fitosanitarias que se suelen gestionar mediante acuerdos bilaterales que suponen, de facto, la adecuación de las exportaciones a estos países a protocolos específicos de exportación controlados por el Ministerio de Agricultura.

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