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EL COLOR EN LA ARQUITECTURA POPULAR DE CHILE Humberto Eliash


Este libro corresponde a una investigación que realiza el arquitecto y profesor Eliash en el Departamento de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile sobre el Color en la Arquitectura. Los objetivos de este trabajo pueden resumirse en tres: a) Revelar la variedad cromática de la arquitectura vernácula en Chile a lo largo y ancho de su territorio. b) Poner en valor la aplicación del color en diferentes situaciones rurales y urbanas del país. c) Descubrir patrones de aplicación del color y demostrar que su utilización no es aleatoria ni errática. PALABRAS CLAVE: Arquitectura popular, color, arquitectura chilena, cromatismo. 1.

EL (DES) INTERES POR LA ARQUITECTURA POPULAR

“Los maestros, los albañiles y los artesanos que edificaron la ciudad para los demás, edificaron también la suya propia en la misma forma que elaboraron sus enseres domésticos, los muebles y los vestidos para los otros y para sí mismos. El quehacer colectivo popular tuvo el propósito inicial de la supervivencia, pero luego se convirtió en el vehículo de expresión de su autonomía” Lorenzo Fonseca y Alberto Saldarriaga (1, pág. 13) La arquitectura vernácula (también llamada anónima, popular, informal o espontánea), tiene una enorme riqueza y un largo desarrollo a través de la historia de la humanidad, pero su estudio y difusión que no se condice con ello. El profesor Bernard Rudofsky señalaba en 1964 el valor que tenía la arquitectura de los países subdesarrollados a propósito de la Exposición « Arquitectura sin arquitectos» que realizó ese año en la MOMA de Nueva York, que causó gran impacto y que derivó en su famoso libro del mismo nombre. En él señala que “resulta francamente polémico comparar, como se lo hace, la serenidad de la arquitectura en países llamados subdesarrollados, con la estéril arquitectura de los países industriales. En la historia ortodoxa de la arquitectura el énfasis está en el trabajo del arquitecto, considerado individualmente, aquí en cambio el acento está en la empresa comunitaria!” (2, pág. 7) Sin embargo, pese a su antigüedad y su extensión territorial, la arquitectura sin arquitectos, como la llama Rudofsky, no ha sido objeto de mucha investigación ya que los estudios se concentran en la llamada arquitectura formal, monumental o de autor.


El tema del color en la arquitectura vernácula tampoco ha sido suficientemente estudiado pese a la abundancia de ciudades en todo el mundo que han hecho del color su sello de identidad. El azul profundo de Chauen o Xauen en Marruecos, el blanco de los pueblos de Andalucía, los ocres de Venecia, los terracotas anaranjados de Roma, la mezcla de azul y blanco de Míkonos en Grecia, el rojo de la Ciudad prohibida de Beijing, las filigranas de blanco sobre marrón de Saná en Yemen por citar algunas de las más conocidas. En todas ellas el color forma parte de su esencia y todos sus habitantes y autoridades tienen conciencia de su valor por lo cual el color está regulado mediante normas integradas a las ordenanzas de construcción y urbanismo con el mismo rigor que regulan alturas, líneas de edificación, densidad y agrupamiento. La arquitectura vernácula de América Latina constituye una fuente de inspiración permanente por su frescura, autenticidad y creatividad: Valparaíso, Guayaquil, Cartagena, Caracas, Río de Janeiro, Manizales, Chiloé, México, Panamá, todo el Caribe, por nombrar solo algunas. En algunos países de América Latina encontramos importantes estudios sobre arquitectura hispanoamericana donde se incluye la arquitectura popular como aquellos del padre Gabriel Guarda, Ramón Gutiérrez y Roberto Segre aunque no traten específicamente sobre el uso del color. Argentina, pese a no tener una arquitectura popular que se caracterice por el uso intensivo del color, salvo el episodio puntual del barrio Caminito en la Boca, posee varios estudios sobre el color en la arquitectura donde destaca el trabajo de José Luis Caviano (3). Lo mismo en Colombia donde destacan los trabajos de Lorenzo Fonseca y Alberto Saldarriaga (1) Gilberto Arango etc. En México encontramos el libro de Ernesto Alva y Sara Schara “El color en la arquitectura mexicana”(4). En Venezuela el trabajo de Graziano Gasparini y Luise Margolies (5). En Uruguay encontramos el trabajo de Verónica Chauvie y Adriana Risso sobre Color y Arquitectura (6).


Venecia, Italia

Chauen, Marruecos

Mykonos, Grecia

Sana, Yemen


En Chile la arquitectura popular tiene una gran vitalidad debido a la variedad geográfica así como también a la creatividad de su gente que, ante la escasez de recursos o ante la falta de atención a sus problemas de vivienda desde las autoridades centrales o locales, recurre a la autoconstrucción. Sin embargo la mayoría de los estudios está enfocada a la arquitectura formal hecha por arquitectos y no a la arquitectura que hace la gente común. Las publicaciones sobre arquitectura “anónima” son más bien excepción y no la regla. El arquitecto Raúl Irarrázaval menciona la arquitectura popular de los pueblos, ciudades y puertos en su libro “Arquitectura chilena, la búsqueda de un nuevo orden espacial” (7). Luego encontramos la serie de libros publicados por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile entre 1980 y 1981 dedicados a documentar la arquitectura de Chiloé, Osorno y La Unión y Valle central (8, 9 y 10). En esa década también se publica el libro “Inventario de una arquitectura anónima” de C. Boza y H. Duval (11) que fue importante en la difusión de la arquitectura sin autor de carácter urbano en la ciudad de Santiago de Chile. Posteriormente en el libro de Osvaldo Cáceres “La arquitectura de Chile independiente” (12) se incluye menciones a la


La Pedrera, Uruguay

Entrelagos, Chile

Paraty, Brasil

Guayaquil, Ecuador


arquitectura “informal” y también a la arquitectura realizada por las culturas originarias de Chile. Más recientemente podemos citar el libro “Cobquecura, alma forjada en piedra” de Rodrigo Díaz Alarcón (13) y el libro “Palafitos de Castro, Chiloé: patrimonio vernacular contemporáneo” de E. Rojas y B. Elmudesi (14) Ambos incluyen fotografías en cuatricromía pero sin mayor estudio del color. Más específicamente sobre el uso del color en nuestras culturas originarias es destacable el trabajo de Paulina Olivares (15) respecto al Atlas cromático del pueblo mapuche. Según señala, éste se compone de seis colores divididos en dos hemisferios: masculino y femenino. Al primero pertenecen los colores asociados al agua: negro (Kuri), rojo (Keli) y azul (Kallfu). Al femenino aquellos asociados a la tierra: blanco, (Lig) amarillo (Chod) y verde (Karu). Todos ellos contienen significados consistentes con su cosmogonía.


Este estudio indaga sobre un aspecto específico de la arquitectura popular o vernácula que es la utilización del color. Chile, pese a no contar con la exuberancia del cromatismo mexicano, ni la audacia brasilera o caribeña, el color está presente. Con discreción a veces, con desfachatez otras, con timidez o con seguridad, el color es parte de la comunicación con su medio que establece el habitante urbano o rural. El seminario de Valdivia organizado por la Escuela de Arquitectura de la Universidad Austral en la ciudad de Valdivia el año 2009 constituyó un hito importante en el estudio sobre el color de una manera transversal que incluye desde el arte y el diseño, a la arquitectura y desde los tapices mapuches a las enseñanzas de teoría y aplicación del color de Eduardo Vilches (16). Los estudios más específicos de aplicación del color a la arquitectura también son escasos en nuestro país. Es destacable el trabajo sobre el color que realizan las académicas Elisa Cordero en la Universidad Austral, Ingrid Calvo en la Universidad de Chile (17), y Paz Cox y María Rosa Domper en la Universidad Católica. En los últimos años podemos mencionar el libro recién publicado por Elisa Cordero, Francisca Poblete y Marcia Egert sobre el color en un barrio de Valdivia (18) y las reflexiones de este autor sobre el uso del color en su producción arquitectónica (19). Él mismo ha dirigido en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile tres seminarios de investigación sobre el Color en la arquitectura de los alumnos Diego Arcaya (20) Francisco Reyes (21) Stefany Fuentes, Francisca Miqueles el año 2010 (22). Chile mantiene una gran tradición de arquitectura popular desde la época precolombina aún cuando la profesionalización de las prácticas edificatorias durante el siglo XX supone una pérdida de protagonismo frente a la arquitectura hecha por arquitectos y constructores profesionales. La vitalidad y creatividad de anónimos constructores sigue obstinadamente presente en caseríos, pueblos y ciudades sin importar los niveles de modernización que alcancen las técnicas constructivas del sector formal de la producción


arquitectónica ni las contradicciones lingüísticas o estilísticas que se produzcan con la arquitectura que hacen los arquitectos. El pueblo es constructor por naturaleza y por necesidad. En las más extremas condiciones de escasez material o estrechez de espacio aparece inexorablemente la imaginación constructora al servicio de una solución vital. Cualquier material por despreciable que parezca sirve para algún propósito funcional o estético. Cualquier elemento de una casa es potencialmente apto para solucionar un problema y de paso ejercer en plenitud el derecho a la creatividad. Estos elementos pueden ser parte de la arquitectura de la casa como el zócalo, el alero, un parrón, una reja, una bajada de agua lluvia, o también pueden ser elementos extraños a la arquitectura que voluntariosamente se les hacer pertenecer a ella tales como una rueda de carreta, una piedra de molino, un neumático como ventana “ojo de buey”, etc. La aplicación del color es uno de los recursos que tiene el habitante para expresar su identidad. En consecuencia un mismo color puede tener diferentes significados según la época y lugar donde se utilice.

1. EL COLOR EN LA ARQUITECTURA CHILENA “Las exigencias de preservación de la madera con pintura, el deseo de destacar las casas en el paisaje gris de los muchos días nublados, y quizás la búsqueda de una identidad individual, llevaron a los chilotes a usar el color con gran soltura.” Edward Rojas, arquitecto de Chiloé (14 pág. 48.) Al mito chileno de “ese mar que tranquilo te baña” (habitamos un territorio de maremotos desde la prehistoria) o que el smog y los “tacos” son patrimonio de Santiago (Temuco le gana en contaminación atmosférica, Antofagasta en agua potable y la congestión vehicular está presente en todas las ciudades grandes del país) se suma otro: que la arquitectura chilena carece de color. Eso es tan falso como los juicios anteriores. La arquitectura chilena tiene mucho color, aunque no se aplica de la misma forma que se usa en la arquitectura mexicana o brasilera. La gente con menos recursos (pero también con menos prejuicios) se expresa con más libertad cromática desde el norte altiplánico a los palafitos de Chiloé pasando por los colores apastelados de los pueblos del valle central y los puertos multicolores. Las grandes ciudades también esconden rostros llenos de color detrás de sus máscaras de modernidad neutra. Los hormigones a la vista, tan apreciados por los arquitectos, acaban casi siempre pintados o grafiteados instantes después que sus autores les toman sus fotografías.


Croquis para captar las atm贸sferas crom谩ticas


Los anónimos constructores logran con el color lo que ciertos materiales, espacios u objetos logran en la arquitectura formal: identidad, carácter, placer estético, sentido de pertenencia. El color ocupa un lugar de privilegio entre los recursos a que acude la imaginación popular para dar respuesta a sus necesidades expresivas. Aplicado sobre sencillos muros de adobe o madera, o sobre modestas puertas o anodinas ventanas, el color concebido es capaz de dotarlas de significado y carácter. Es capaz de dar diversidad en la monotonía, de entregar calidez en la adversidad y dotar de identidad en medio de la agobiante monotonía de las viviendas, llamadas eufemísticamente “de interés social”, que el Estado o las empresas particulares construyen para los más carenciados. Las más estandarizadas casas de villas o poblaciones, que recién construidas deprimen a cualquiera por su frialdad y monotonía, se humanizan en manos de los espontáneos pintores. Lo mismo ocurre en los edificios de departamentos en los cuales, de vez en cuando, aparece una intervención audaz que denota una identidad individual contraviniendo las leyes compositivas del edificio concebido desde una lógica profesional o desde una racionalidad constructiva.

1. PATRONES EN LA APLICACIÓN DEL COLOR Aunque diversas teorías del ámbito de las artes plásticas y de la sicología han tratado de explicar la relación entre el color y los estados de ánimo o el color y los caracteres sicológicos, como F. Brosig (19) y Eva Heller (20), no existen teorías de validez científica universal para dar certezas absolutas sobre cómo y por qué se usa el color. Ello cambia según las diferencias culturales y también cambian en una misma cultura de una época a otra. Aunque no con la misma velocidad que en el mundo de la moda, hay colores que “se llevan” y colores que “pasan de moda”.



Sin embargo, la observación a través de muchos años acerca del comportamiento del color en la arquitectura popular de nuestro país nos permite obtener algunas conclusiones preliminares que indican ciertas tendencias o leyes que explican su aplicación. Lo primero que debe tenerse en cuenta es que, por difícil que sea establecer reglas de validez general, lo cierto es que la arbitrariedad absoluta en la aplicación del color no existe. A la gente le pueden gustar muchos colores e innumerables combinaciones, pero no acepta ni aplica cualquier color en cualquier situación. Existen determinadas opciones que se reiteran y también existen colores y combinaciones que jamás se usan. A primera vista la aplicación del color en la arquitectura popular es aleatoria y parece no responder a ninguna lógica. Sin embargo al estudiar caso a caso y confrontarlo con su contexto y sus propias situaciones geográficas e históricas aparecen patrones de uso que se reiteran con cierta regularidad. Estos patrones surgen de la observación de la realidad a través de recorrer muchos pueblos y barrios de ciudades de Chile entre 1980 y la actualidad. Ellos no constituyen dogmas cerrados sino que señalan tendencias predominantes, la mayoría de los cuales encuentran su explicación más en el sentido común que en el ámbito de la estética. 1. En los casos estudiados normalmente se aplican dos o tres colores diferentes en las fachadas de una misma casa. Escasamente encontramos casas pintadas de un solo color (puede aparecer un solo color de pintura pero se dejan ciertos elementos con su color natural: madera de ventanas y puertas, ladrillos, etc.). Raramente se aplican más de tres colores a menos que sean intervenciones de carácter publicitario o corporativo. 2. La aplicación de los diferentes colores se hace sobre elementos materialmente diferentes, es decir, no se cambia de color a menos que haya un cambio de material, de textura o de plomo por sutil que éste sea. El caso más típico es el zócalo que a veces es de piedra, ladrillo o un estuco más grueso que el resto del muro para hacerlo más resistente a la humedad o al desgaste propio de la calle. Este criterio también se aplica a otros elementos como aleros, protecciones metálicas, cornisas, balaustras, o elementos ornamentales. El cambio de color en esquinas donde se encuentran dos planos de un mismo material es muy raro, pero en algunos casos se da. 3. Cuando hay dos o más colores en una misma fachada, el color claro se coloca arriba y los colores oscuros en la base. Esto se debe principalmente a razones de mantención ya que los colores oscuros resisten mejor la suciedad del piso y el salpicado que se produce cuando llueve. Esta situación muchas veces se refuerza con el cambio de material en el zócalo por alguno más resistente, como ladrillo, piedra o simplemente un estuco de mejor calidad. En algunas ocasiones, y en ausencia de un material noble, la pintura imita ese material como piedra, mármol o ladrillo.


Croquis para captar las atm贸sferas crom谩ticas


4. En la zona de los valles centrales predominan los colores apastelados. Eso se debe al uso de pinturas con base de cal o cemento y tierra de colores. El uso de la cal blanca (óxido de calcio) es muy común en la zona central especialmente en los interiores debido a la mayor capacidad de reflejar la luz y al efecto supuestamente dañino de la cal sobre los insectos. En estas zonas los muros son predominantemente de adobe, ladrillo o piedra. 5. En la zona sur y en los puertos predominan los colores saturados. Entre ellos se destacan los colores primarios, secundarios y sus combinaciones. La mayoría de las pinturas utilizadas son óleos y esmaltes brillantes en base a aceites. A diferencia de los pueblos de los valles centrales donde los techos de tejas de arcilla o de planchas de acero o asbesto cemento no se pintan, en estos casos se pintan y por lo tanto entran a jugar en la composición de colores como la quinta fachada. Esto ocurre especialmente en ciudades o pueblos con fuertes pendientes como Coquimbo, Valparaíso, Puerto Montt y Castro. En estas zonas los muros son predominantemente de madera, o revestidas en planchas de metal o placas aglomeradas o de fibrocemento y más recientemente en planchas o tejas de PVC.

6. En la zona del valle central, en general, se utiliza una paleta reducida a colores en base a cal y tierra de color en los planos de fondo (muros) y una paleta más amplia de colores en los elementos de terminación (puertas, ventanas, molduras, rejas etc.) Esto se debe al menor costo que tienen las pinturas con base de cal y cemento. En cambio en los puertos y en la zona sur donde se pinta con pinturas de base sintética y aceites, se utilizan más libremente los tonos de figura y fondo. En el sur donde llueve más y hay mayor presencia de días oscuros, las casas se pintan con colores más saturados y brillantes.


Analisis cromatico de diversas zonas de Chile


7. Los colores menos utilizados son el negro, el gris, el violeta y los colores metalizados y fosforescentes. Los dos primeros debido a sus connotaciones negativas y los segundos debido a su alto costo como pinturas. 8. Los colores más utilizados en el valle central son: blanco, ocre, rojo colonial, azul jacinto (“paquete de vela”) y tonos de café en las maderas. 9. Los colores más utilizados en los puertos y caletas de pescadores son: amarillo, naranja, azul, rojo y verde. A menudo las mismas pinturas que se utilizan en las embarcaciones por razones de seguridad son las que se utilizan en las casas para protegerlas de la humedad costera. 10. La aplicación del color tiene un claro propósito diferenciador. Es decir, si se trata de una casa en medio de abundante vegetación, se pintará de cualquier color menos verde, o si es una casa de adobe no se pintará del mismo color de la tierra. El estudio realizado por Francisco Reyes (14) revela que en Chiloé el color menos utilizado en las casas es el verde. 11. El uso del color en Chile tiene también una lectura social. En los sectores populares el uso del color se hace en un modo franco y desinhibido. En la medida que se sube en la escala social, el uso del color se va conteniendo – la clase media prefiere el beige, el blanco y los colores apastelados para sus casas y edificios de departamentos - hasta llegar a los sectores socioeconómicamente más altos para quienes el uso de mucho color tiene normalmente una connotación de mal gusto. Se prefiere los colores de los materiales naturales o derivados de ellos en su búsqueda de una supuesta sobriedad. En estos sectores sociales al cromatismo popular se le califica despectivamente de “tropical”, “colorinche” o “charro”. 12. El renacimiento del color en las preferencias de la vivienda de las clases más altas se produce en los años 80 y responde fundamentalmente a la influencia del postmodernismo y la arquitectura mexicana moderna, y no tiene relación con la arquitectura popular chilena, como sí la hay en México con respecto a su propia arquitectura popular específicamente a partir de la reivindicación que hace de ella Luis Barragán. En todo caso la presencia del color en la arquitectura de las clases más altas sigue siendo muy contenida privilegiando casi siempre el color de los materiales en su estado natural.


NOTAS (1) Saldarriaga, Alberto & Fonseca, Lorenzo (1985). « Los colores de la calle » Bogotá, Colombia. (2) Rudofsky, Bernard. (1973) « Arquitectura sin arquitectos ». Editorial universitaria, Buenos Aires, Argentina. (3) Caviano, Jose Luis (2009) «La investigación sobre el color en la arquitectura: breve historia, desarrollos actuales y posible futuro » artículo publicado en Seminario de Color realizado en mayo de 2009. Universidad Austral de Valdivia. Valdivia, Chile. (4) Alva, Ernesto y Schara, Sara (1993) “El color en la arquitectura mexicana”. Ediciones COMEX, México DF, México. (5) Gasparini, Graziano y Margolies, Luise:(1986) “Arquitectura popular de Venezuela », Editorial Armitano, Caracas, Venezuela. (6) Verónica Chauvie y Adriana Risso (2003) “Arquitectura y color” Publicaciones FARQ, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay (7) Irarrázaval, Raúl: (1978) “Arquitectura chilena, la búsqueda de un nuevo orden espacial”, Ediciones Nueva Universidad. Santiago de Chile. (8) Anguita , López, Modiano, Zechetto (1980): “Casas de Chiloé”. Editado por la Facultad de arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, Santiago, Chile. (9) Montecinos H., Salinas, I., Basaez, P. (1981): Arquitectura tradicional de Osorno y La Unión” Editado por la Facultad de arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, Santiago, Chile. (10) Benavides J., Anduaga M., Miranda, C., Montecinos, H., Ortega, O., Pirotte, S. Salinas, I. (1981): “Conjuntos arquitectónico rurales: Casas patronales” Editado por la Facultad de arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile, Santiago, Chile. Volumenes 1 y 2. (11) Boza C. y Duval (1983) “Inventario de una arquitectura anónima” Editorial Lord Cochrane, Santiago, Chile. (12) Cáceres González, Osvaldo (2005) “La arquitectura de Chile independiente” Ediciones Universidad del Bio Bio, Concepción. Chile. (13) Díaz Alarcón, Rodrigo: (2012) “Cobquecura, alma forjada en piedra” Ediciones Universidad del Bio Bio, Concepción. Chile. (14) Rojas, Edward y Elmudesi, Barbara: (2014) “Palafitos de Castro, Chiloé: patrimonio vernacular contemporáneo” Impreso en Salesiano editores, Santiago de Chile. (15) Olivares, Paulina (2009) Artículo: “El universo de seis colores, Atlas del color mapuche” en el libro: Seminario de Color realizado en mayo de 2009. Universidad Austral de Valdivia. Valdivia, Chile. (16) Cordero, Elisa editora (2009) Libro sobre Seminario de Color realizado en mayo de 2009. Universidad Austral de Valdivia. Valdivia, Chile. (17) Ingrid Calvo es diseñadora e investigadora del color en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. Es autora del sitio web : www.proyectacolor.cl (18) Cordero, Elisa, Poblete, Francisca, Egert, Marcia (2014)"Colores de Valdivia: tres barrios de la Isla Teja" Editorial Kultrun, Valdivia, Chile. (19) Eliash, Humberto (2012) artículo « El color en las obras de Eliash arquitectos». Sitio web. www.eliash.cl Santiago, Chile


San Pedro de Atacama


Antofagasta


Antofagasta


Coquimbo


Coquimbo


Los Vilos


Calle Larga


Curacavi


Curacavi


Curacavi


Putaendo


Putaendo


San Felipe



Rinconada de Los Andes


San Felipe


San Felipe


San Felipe


San Felipe


Los Andes


San Felipe


Algarrobo


Valparaiso




Valparaiso


Valparaiso


Valparaiso

Valparaiso


Valparaiso


Santiago


Santiago , Cerro Navia


Santiago


Santiago


Santiago


Santiago


Santiago


Santiago


Santiago


Santiago


Santiago


Lota


Curarrehue


Villarica


Villarica



Valdivia


Valdivia


Valdivia


Puerto Montt


Chiloe


Chiloe


Este libro recoge una investigación realizada en el Departamento de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile sobre el Color en la Arquitectura encabezada por el profesor Humberto Eliash. La vivienda vernacular de nuestro pais es depositaria de una gran expresividad cromática y constituye una fuente de inspiración permanente por su frescura, autenticidad y creatividad. La diversidad cultural y geográfica va quedando plasmada en la paleta cromática de norte a sur y de cordillera a mar. Desde Arica e Iquique a Valparaíso, pasando por los pueblos del valle central hasta llegar a Valdivia, Puerto Montt y el policromatismo de Chiloé.


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