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uno Zingaro e va

Michel I. Texier Verdugo

La pregunta clásica o recurrente cuando uno habla de Toscanos es, sin duda alguna: ¿Se cultiva tabaco en Italia? Y la respuesta más habitual es “creo que sí”, demostrando con ello –incluso entre los consumidores habituales–, el desconocimiento profundo que existe en torno de la historia del tabaco en ese país.

Motivado por una reunión del Club del Topo en Buenos Aires, a la que fuimos convocados por Marcelo Ceva para compartir un obsequio enviado por Fabrizio Lazzarini desde el Cigar Club Botteghino: una caja completa del Diablo de Mastro Tornabuoni Long, me di a la tarea de buscar más información sobre la historia y actualidad del tabaco en Italia, encontrando varios datos sorprendentes.

Italia produce actualmente 37 por ciento del tabaco de la Unión Europea y ocupa el décimo lugar mundial –aporta 1.7 por ciento del total–, con una superficie cultivada de 16 mil hectáreas, fundamentalmente en las regiones de Campania, Umbría, Véneto y Toscana.

A lo largo de su historia y consumo en el territorio que conocemos actualmente como Italia, existen diferentes estilos de fabricar cigarros, como Brisago, Branca, Cavour y Napolitano, pero sin duda su fama mundial se debe a los tipo Toscano. De entre ellos, los Mastro Tornabuoni que degustamos son un ejemplo singular, sobre todo por su fortaleza alta.

El Toscano se caracteriza por ser pequeño, compacto y de apariencia y consistencia seca, por lo que no presenta los problemas asociados con los cigarros que deben conservarse en un nivel determinado de humedad para evitar el deterioro, y se pueden transportar en los bolsillos, sin riesgo de roturas.

En cuanto a su forma característica, se trata de un doble cono de centro abultado y extremos cortados; una superficie muy irregular sobre la que se observan las nervaduras de las hojas: exclusivamente tabaco Kentucky cultivado en Italia, para su tripa, y de la misma variedad procedentes de Estados Unidos, para su capa, ya que son más grandes y apropiadas para la terminación del cigarro.

Un hecho totalmente fortuito provoco que, en 1815, tras un periodo de lluvias torrenciales, un gran volumen de pacas de tabaco prensado almacenado al aire libre en el patio de una fábrica de Florencia se mojasen y aceleraran su fermentación, lo que obligó a secarlo y utilizar fuego para apurar el proceso.

Dado su fuerte olor, decidieron someterlo a un segundo proceso de fermentación y secado, esta vez mucho más lento, y con este tabaco elaboraron cigarros económicos destinados al fumador de más bajos recursos. Sorprendentemente, su acogida traspaso las barreras sociales y se popularizo entre toda la población, por su sabor más intenso y complejo.

Esta forma de procesar el tabaco, inicialmente fortuita, se hizo común entre los industriales de Florencia y después, con algunas variaciones locales, se extendió a otras zonas de Italia, como Nápoles, donde se comenzó a realizar el Fermentado Forte, conocido hasta hoy como Napolitano.

Con más de 200 años de historia, actualmente se continúan desarrollando variaciones de este estilo de cigarros; uno de los más vendidos en Europa.

En Italia, las variedades de tabaco más cultivadas son Virginia, principalmente en el Véneto, la Toscana y el Valle del Alto Tíber; Burley, destinado principalmente a cigarrillos, en la zona de Caserta, Campania; el tabaco oscuro curado al aire de las variedades Paraguay y Havanna, en el Véneto y Campania, y el mencionado tabaco oscuro curado al fuego, Kentucky, en Campania, Umbría y Toscana, como uno de los productos agrícolas más típicos del Valle del Tíber.

Otras variedades autóctonas que se cultivaron o cultivan actualmente son Levantine, Moro di Cori, Nostrano del Brenta, Salento, Brasil Benevento, Brasil Exótico, Seco de Cerdeña, Spagnuolo y Comiso.

Llamada originalmente Hierba de la Santa Cruz, en homenaje a los cardenales Santacroce y Tornabuoni, quienes popularizaron su uso en la actual Italia, sus primeros registros de importación datan de 1565, desde Portugal, para su comercialización por el entonces nuncio papal Prospero Publicola Santacroce, que presentó las semillas al Papa Pio IV, quien lo autorizó y motivó a su cultivo.

Por su parte, el obispo Nicolò Tornabuoni, embajador de Toscana en Francia, hizo llegar semillas de tabaco a su tío, obispo de Sansepolcro, desde donde el cultivo se popularizó hasta Marche, de la mano de los monjes de la Abadía de Chiaravalle, en Cistercenis, y luego al valle de Brenta, por iniciativa de monjes Benedictinos.

En un territorio pequeño de apenas 300 hectáreas, la República de Cospaia, perteneciente al Gran Ducado de Toscana –surgida en 1440 por un error topográfico de los cartógrafos del papa Eugenio IV, que concedieron la tierra de Sansepolcro a este ducado–, en la actual ciudad de San Giustino el cultivo del tabaco encontró un gran desarrollo, al punto de convertirse en el principal ingreso de sus habitantes, al venderlo a los estados vecinos.

Ya en el siglo XVII el tabaco se había vuelto de consumo común en Italia , principalmente en forma de polvo –lo que hoy conocemos como rapé–, e incluso en 1628 se escribió un tratado científico llamado Virtudes y Facultades del Tabaco. Su autor, el médico Doménico Ravicio, lo denominó como Herba Regina.

Durante el siglo XVIII se comenzaron a establecer monopolios asociados con la producción de tabaco, definiendo zonas productoras, y su carga impositiva permitió incrementar los recursos fiscales. Primero fue la zona del Benevento, vinculada principalmente a la actividad comercial de las órdenes religiosas locales, para luego extenderse hacia Puglia, al sur, tras la construcción de una gran fábrica de tabaco en Lecce.

La expansión del cultivo del tabaco continuó en el siglo XIX. En 1826, su cuna, la República de Cospaia, se anexó a los Estados Pontificios tras un acuerdo entre el Papa y el Gran Ducado de Toscana, lo que permitió ampliar la superficie sembrada hacia todo el valle del Alto Tíber.

En ese tiempo los ingresos económicos de la industria del tabaco llegaron a ser tan altos, que tras la unificación italiana, en 1861, se creó el Monopolio Estatal de Tabacos para controlar el cultivo, producción, fabricación, importación y comercialización de cualquier producto asociado con su consumo, que entonces implicaba 14 fábricas repartidas entre nueve o diez ciudades, entre ellas Bologna, la tierra de nuestro mecenas

Al iniciar el siglo XX había 17 fábricas y en 1927 se creó la Administración Autónoma de Monopolios Estatales, con el objetivo de gestionar los monopolios de la sal y el tabaco. Posteriormente, en 1998, se estableció el Ente del Tabaco Italiano, que se subastó en 2004 y adquirió la British American Tobacco (BAT), pasando en su totalidad, por vez primera, a manos privadas.

Al aumentar el público fumador –a pesar de las leyes restrictivas y la publicidad catastrófica asociada con el consumo de tabaco– han surgido presentaciones nuevas de los tradicionales tabacos italianos, conocidos como Toscanos. De ahí la posibilidad de generar nuevas instancias de fraternidad e interacción, con la excusa de experimentar nuevas variedades de tabacos y buscar el maridaje apropiado para la ocasión.

El obsequio de El Tiburón, como se conoce a Fabrizio en la comunidad internacional de fumadores, nos brindó una nueva oportunidad de hacerlo.

Nos congregamos once contertulios a la orilla del río, en la zona de Olivos, en un restaurante cuyo nombre no merece ser recordado –no había Coca-Cola ni gaseosa alguna en la carta–, y tras la cena nos instalamos en la terraza para dar fuego a los cigarros que homenajean la memoria del Obispo Tornabuoni, acompañados por chocolate suizo Lindt, vino Porto Quinta da Romaneira, Tawny 10 años, y vino Moscatel de Setubal Bacalhoa.

Nos acompañó en la aventura un gran entusiasta del mundo del tabaco, el embajador de Uruguay en Argentina, don Carlos Enciso Christiansen, y lo más granado del Club del Topo, con el Hombre Habano 2019, Gabriel Estrada, a la cabeza.

Fue una noche inolvidable en que nos subieron las sillas sobre las mesas, retiraron las copas y apagaron las luces, pero ninguno de nosotros atendía las indirectas para abandonar el local. A pesar, incluso, de la falta de la más famosa de las bebidas cola, nos quedo el sabor de la amistad, el gusto por el Diablo –que no nos pareció tan fuerte como había amenazado Fabrizio–, y su promesa de que en la próxima visita de algún cófrade a Botteghino, enviará para todos ejemplares de Spingarda, el desafío próximo.

REFERENCIAS: https://sigari.eu/prodotto/mastro-tornabuoni-long/

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