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días oscuros del Tabaco

Francisco Vidrio

Al buscar información sobre la identificación de dos productos herbales con Inglaterra: té y tabaco, aparecieron datos curiosos, muy ad hoc en estos días aciagos que sufre nuestro Mundo del Tabaco. Por ejemplo, uno pensaría que la llegada del té a Inglaterra fue por medio de la India, pero resulta que no fue así. El primer contacto fue con tés provenientes de China e Indonesia que los holandeses introdujeron a través de una compañía mercante; de hecho la tradición inició con una reina, Catalina Enriqueta de Braganza –esposa de Carlos II–, quien llevó de Portugal la costumbre de tomar esta infusión.

El caso del tabaco es distinto. Llegó a Europa por medio de los españoles, en forma de cigarro (puro), y salido por vez primera de Yucatán. Sus posesiones coloniales en América, particularmente en las Antillas, dieron origen a la afición de fumar en las cortes hispánicas. Por su parte, Inglaterra –que ocupó territorios de América del Norte–, copió la costumbre de fumar con pipa, y Sir Walter Raleigh la llevó a las cortes inglesas.

Es importante mencionar que el tabaco “español” era Burley, y el “inglés”, Virginia. Desde esos tiempos, la producción predominante en América Central, México y América del Sur es para la elaboración de cigarros, y en América del Norte, para pipa. El tabaco para cigarrillos es otra historia, por supuesto, y su mercado exigió extender las plantaciones en ambas regiones.

Algo que verdaderamente llama la atención es la razón por la que el tabaco se popularizó inicialmente en Europa. Aunque hoy sería imposible de creer, su consumo en el siglo XVII surgió por razones medicinales: en su momento se le atribuyeron diversas propiedades terapéuticas y de hecho se consideró como lo que actualmente denominamos producto milagro. Se utilizó para malestares respiratorios como el asma y tratamientos digestivos y de ansiedad. Cabe mencionar que sus presentaciones eran el cigarro, la picadura para pipa y el polvo de rapé; el cigarrillo surgió posteriormente.

Ahora sabemos que el tabaco no es inocuo y que desde una perspectiva fisiológica –funciones vitales para mantener la vida–existe una idea predominante, extendida, sobre los posibles efectos de la inhalación del humo de tabaco, aunque en contraparte hay quienes encuentran elementos benéficos y hasta sensaciones de bienestar, como cuando una madre da a su hijo un caldito de pollo o una taza de té ante cualquier malestar.

No hay fumador de puro o pipa que no haya tenido esta sensación de bienestar al entregarse al placer de la fumada; pareciera que las presiones del mundo se desvanecieran y lográsemos un estado de mayor tranquilidad que nos permite, incluso, tomar mejores decisiones. Suena a locura, pero si en otras épocas se estudiaron las propiedades medicinales del tabaco, aún hay esperanza de que esta cultura de la cancelación y de autocracia sanitaria se revierta.

Sucedió ya con el café, al que se atribuían propiedades dañinas que provocaban la hipertensión o favorecían el surgimiento de la gastritis. Mediante estudios científicos auspiciados por los industriales del ramo se demostró que esto no era cierto y la venta de café aumentó en el mundo entero.

Esta paradoja del ámbito de la salud, que puede minar o alentar a una industria, permite recordar un viejo texto de Anton Chejov titulado Sobre el daño que hace el tabaco. Se trata de un monólogo ingenioso que sin duda nos remite al discurso incendiario de actual Secretario de Salud de México, quien se refiere al daño provocado por la exhibición de los productos de tabaco, sobre todo cuando su empaque es llamativo.

Es decir, que además de cerrar los ojos para no contaminarnos, habríamos de comprar puros con anillas feas, que de seguro nos resultarán menos dañinos que los que lucen distintivos hermosos o diseños sui géneris.

Así que le invito a disfrutar de buenos humos mientras lee a Chejov, quien dio vida a muchos personajes pipafumadores. El monologo citado se encuentra disponible en línea, tras una búsqueda simple. Encienda el producto de su preferencia mientras se recrea con este texto, lleno de humor, que sin duda será una excelente terapia en estos tiempos de regulaciones desenfrenadas y aumento en los precios de los habanos, así como de restricciones aduaneras y confinamientos sanitarios.

Todo ello se vuelve nada, ante la braza de nuestro tabaco preferido y un buen libro.

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