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}OSE A. MACHIAVELO [!3ETANCOURT 265
VicPnte el italiano, poseia una excelente y dulce voz de tenorino y fué dado a esa alegre vida bohemia con Pachín Marfn y otros de su tiempo. He aquf el sucedido; Corria el afio 1886. Francisco G. Marin escribió cierta canción semi esdrújula, dedicada a una novia del italiano. Un comerciHnte de provi1dones, galJego, nombrado Manuel Aponte. había hablado a Machiavelo pura que le compusiera unos versos para cantarlos a la jóven a quien requeria de amores. Cierta noche en que PacM:n con el violín, Machiavelo con la flauta, acompafiados del profesor de flauta y guitarra y cantanteAntonio Olmo-abuelo materno de nuestro inolvidableArioi;to Cruz Olmo-andaban de parranda. seguidos del mencionadoAponte. éste insistió con el biografiado para que le escribiera la canción.
-Abre tu tienda-dijole el poeta al hijo de Mercurio, lo que éqte efectuó inmediatamente. En el acto se defcorchó una botella del aftejo, cuyo contenido caldeó, más de lo que estaban, los cerebros de los contertulios.
Machiavelo salió a la puerta entreabierta del establecimiento. miró a la luna. que debió sonreirle desde su trono azul, y entrando de nuevo, pidió lápiz y papel de estraza al comerciante, escribiendo sobre el mostradorentre el aleirre chocar de los vasos y la charla picaresca de sus acompaftantes, los siguientes esdrújulos. para que pudier11n cantarse con la misma música de la canción de su émulo Marln:
Cancion
La luna brilla espléndida en la azulada atmósfera; los voladores céfiros susurran en la flor: despierta, hermosa sUñde, a la ventana aRómate. y escucha de mi citara la dúlcida canción.
Porque ere• tú la tórtola que con sus tiernas cántigas, devuelves a mi espfritu la calma qne perdió: la bella flor castisima en cuyos frescos pétalos mi pobre musa erótica bebió su inspiración.
Cálidos aplausos-al decir del 1cmigo Menta dfl la Corte-interrumpieron la quietud de la noche, y nuevas libaciones b"otízaron el advenimiento de aquella nueva. linda hija poética de Machiavelo. Demál está decir que, momentos despuéa, el enamorado paisano de la eximia dofi_a Emilia Pardo Bazan, realizaba sus anhelos de dar una serenata a la hurl que le robara la calma, pues que, como dejo dicho, para cantarla solo se hizo necesario el cambio de letra. pues la mCisica era la de la de Pachfn Marln, siendo el autor de esa música don Adrián Padilla y Mercado, que también entendía mucho de guitarra, y, como otros mh, era lo que ha dado en llamarse "músico de oido", ejecutantes de algunos instrumentos y compositores de aires sencillos, espontáneos, _ein el más leve conocimiento del pentagrama.
Enardecido el italiano amigo con el recuerdo de ac;uelloe dlas de su juventud-que son los de mi nii'íez-lleno de emoción, cantó en voz baja, para que yo la conociese, la r.anción....¡y a fe que es bonita la música y que era emocionante el espectáculo que ofrecla el viejo enamorado del Arte, evocando 11u pa■ado alegre y feliz!
En 1 de agosto de 1891, contrajo el bardo matrimonio con la bellísimaseñorita dofi11 Concepción Combell, su Concha. la muaa inspíratriz de sue más delicadas compo@ion�11 amorosas, que le han hecho inmortal en el corazón de su puE:blo.
"El hábito no hace al monje", reza el popular proverbio, que también se cumplió en Pepe Macbiavelo, quien continuó su vida de soltero en una bohemia, decente, sf, pero...¡bohemia al fin! Algunas noches las pasamos juntos en jaranas y serenatas, pues aunque él me aventajaba en quince años, no desdeliaba la compa1Ha de los jóvenes de mi tiempo y formaba parte. como primer flautista, de una parranda o grupo de amigos y músicos añcionados. Que habfarnos formado con el titulo distintivo de "El Lazo Azul", allá por los a1ios 1900 y 1901.
Comprendo que no viene al caso. Pero en estos momentos de grata recordación de un venturoso pasado, séame permitido evocar los nombres de algunos de aquellos camaradas de juventud, muchos de loe cuales descaman en el seno de la madre tierra, libres de las torturas de la vida. Ellos son: