2 minute read

EN BUSCA DE NUESTRAS RAÍCES HEBRAICAS

POR: DR. MOJMIR KALLUS, VICEPRESIDENTE DE ASUNTOS INTERNACIONALES DE ICEJ

Hace más de 40 años, los fundadores de ICEJ eligieron este pasaje profético como guía para nuestro trabajo. Estos versículos anuncian una nueva era en la historia del pueblo judío. Tras siglos de exilio, persecución y castigo, Dios pasaría página y restauraría a Israel según sus promesas. Ya había ocurrido una restauración parcial, tras su regreso de Babilonia, pero esta vez hay un nuevo testimonio: la Iglesia de las naciones, llamada a consolar a Israel, orar por ella y preparar el camino para la venida del Señor.

Así, esta es también una nueva era para la Iglesia. Tras siglos de predicar el desprecio y el odio a los judíos, el efecto combinado del Holocausto y el renacimiento del estado judío obligó a los líderes cristianos a repensar su teología. Eso abrió el camino para que los cristianos examinaran la herencia de nuestra fe perdida hace mucho tiempo, a saber, el trasfondo hebreo de la vida y las enseñanzas de Jesús, la forma en que los judíos entendieron la Biblia y guardaron las fiestas bíblicas, y mucho más. Esta nueva búsqueda hoy se conoce como la búsqueda de nuestras raíces hebraicas y el judaísmo de Jesús. Pablo lo alienta mucho en Romanos 11:17-18, cuando dice que los creyentes gentiles “se hicieron partícipes de la raíz y de la grosura del olivo… Recuerden que no son ustedes los que sustentan a la raíz, sino que la raíz los sustenta a ustedes.”

Un comienzo obvio es ver las fiestas bíblicas. En la Pascua, Jesús fue ofrecido como un Cordero sin culpa por los pecados del mundo, cumpliendo el cuadro profético del cordero cuya sangre salvó a los israelitas de la muerte en Egipto (Éxodo 12). Es fascinante comparar la costumbre judía de la cena del Seder la víspera de Pesaj con la historia de la Última Cena. Muchos pasajes del N.T. cobran vida de una manera nueva al leerlos a la luz de su entorno hebraico original.

También hay paralelismos entre las interpretaciones judía y cristiana de Pentecostés. Mientras los judíos celebran la entrega de la Palabra de Dios en el Monte Sinaí, los cristianos recuerdan la entrega del Espíritu Santo (Hechos 2). El uno necesita del otro: la Palabra sin el Espíritu es letra muerta, mientras que la verdadera obra del Espíritu estará siempre sustentada por la Palabra.

No es casualidad que la fundación de la Embajada Cristiana se relacione con la primera celebración cristiana de la Fiesta de los Tabernáculos, otra fiesta bíblica de un gran significado. Aunque la Iglesia nunca lo celebró, este festival de la cosecha de otoño tendrá su glorioso cumplimiento profético en la segunda venida del Señor.

Se pueden extraer muchas más ideas del significado bíblico de los meses hebreos o de las lecturas semanales de la Torá y las costumbres de oración judías. Pero el viaje no está exento de trampas. Algunos cristianos se sienten tan abrumados por la riqueza de las tradiciones judías o algunos de sus símbolos externos, que corren el peligro de perder de vista la singularidad de la obra de salvación de Jesús. Pero solo hay un camino a Dios, a través de Su Hijo Jesucristo y el Nuevo Pacto que él estableció (Rom.3:28). El principio rector debe ser lo que Pablo escribió a los colosenses (2:16-17): “Así que nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días festivos, luna nueva o días de reposo, que son sombra de cosas para ven, pero la sustancia es de Cristo”. En este espíritu le invitamos a unirse a nosotros para descubrir tesoros nuevos y antiguos (Mateo 13:52).

This article is from: