educación y c i u d a d Cátedra
d e P e d a g o g í a: B o g o t á, u n a g r a n e s c u e l a 2004
C á t e d r a d e P e d a g o g í a : B o g o t á, u n a g r a n e s c u e l a
Revista del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico, IDEP. Avenida el Dorado Nº66-63. Piso 3. Bogotá D.C. Bogotá, D.C., Colombia, Nº 6, diciembre de 2004. Director (E): Alejandro Álvarez Gallego Tema monográfico revista Nº 6 Cátedra de Pedagogía: Bogotá, una gran escuela 2004 Consejo directivo: Abel Rodríguez Céspedes, Hernando Gómez Serrano, Alberto Martínez Boom, Pedro Alfonso Luque Manrique, Maria Cristina Torrado. Comité editorial: Mireya González L, Harold Sarmiento, Henry Vargas, Mercedes Boada, Ramón Jimeno, Hernán Suárez, Juan Carlos Quintero, Victoria Elena González. Árbitros para este número: Armando Hurtado, Ruth Amanda Cortés, Pedro Lucas Gamba, Jorge Vargas. Editora: Victoria Elena González M. Comité científico: Rocío Rueda Ortíz, José Ángel López, Federico Revilla, Gloria Pérez Serrano, Jaume Trilla, Mariano Nadorowsky, Manuel Restrepo Domínguez.
Diciembre de 2004
Impreso y hecho en Colombia
Tiraje: 2.000 ejemplares
Impresión: Quebecor World Bogotá S. A.
Corrección de estilo: Álvaro Lizarralde.
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Diseño y diagramación: Aleida Sánchez B. César A. Corredor P.
El comité editorial agradece los artículos enviados voluntariamente y se reserva la decisión de su publicación en la revista. Se autoriza la reproducción de los artículos citando la fuente y los créditos de los autores. Se agradece el envío de la publicación en la cual se realice la reproducción.
Carátula, portadillas e ilustración: Juan Carlos Nicholls
Los conceptos y opiniones de los artículos son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen la política institucional del IDEP.
tallercreativoaleida@yahoo.com
Publicación semestral del IDEP Centro de Memoria Pedagógica. Correspondencia, información, canjes y suscripciones: Avenida Eldorado Nº 66-63. Piso 3. Bogotá D.C. Teléfono: 324 1268. E-mail: educacionyciudad@idep.edu.co Precio por ejemplar: Colombia: $10.000; América Latina: US15 Suscripciones: 2 números Colombia $15.000 América Latina: US10
Corrección de estilo, ilustraciones, diseño y diagramación: Taller Creativo de Aleida Sánchez B. Ltda.
Colaboran en este número: Abel Rodríguez Céspedes, Martha López, Armando Silva, Juan Carlos Pérgolis, Fabio Zambrano y Jesús Martín Barbero.
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Evocar y silen iar son actos de poder
Desde un sentido social, la memoria es un repertorio que hay que reinventar constantemente, como lo afirma el historiador inglés E. Hobsbawm, para responder a las condiciones cambiantes del mundo en que vivimos. La posibilidad de construir otras perspectivas de mundo pasa necesariamente por democratizar la memoria colectiva, estos es seleccionando, jerarquizando y organizando de manera diferente lo memorable o recordado por el tejido social y cultural de una ciudad. Por lo tanto, “(…) más que generadora de consensos narrativos, míticos o visuales, la memoria es un terreno de disputa, de desestructuración y recomposición de las relaciones de poder”1. Siendo así, se comprende que los dispositivos creados por otros grupos culturales, sociales étnicos e identitarios para construir otras memorias no épicas, únicas, ni oficiales, pueden convertirse en blanco de asedios y manipulaciones por parte de los poderes hegemónicos que se sustentan en ellas. La revista Educación y ciudad hace parte de la memoria pedagógica de Bogotá, no sólo por el efecto de recordación de algunos a pesar de su ausencia en los últimos siete años de la vida cultural y educativa de la ciudad, sino fundamentalmente por lo que podríamos llamar la “conciencia de duración” que esta publicación logró cimentar y que hoy conserva. Los cinco números producidos en los 18 meses posteriores a su creación, más allá de hacer evidente una perspectiva rica, diversa y productiva en aproximaciones y sentidos sobre la relación de la educación con la ciudad, pueden explicar su vigencia y pertinencia en la actualidad, a partir de lo que Pierre Nora ha dado en llamar el presente del pasado, o sea la vitalidad de lo escrito en esas páginas, de la memoria allí contenida. 1
Idem, p.21
Editorial
La ciudad tienen maneras diversas de construir memoria, por cuanto ella se edifica a partir del sentido que hombres y mujeres le atribuyen a un momento, a un sujeto o a un lugar en particular; por lo tanto, individual o colectiva, la memoria es el acumulado de la anterioridad en permanente disposición, para las preguntas del presente y las aspiraciones futuras.
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E v o c a r y s i l e n c i a r s o n a c t o s d e p o d e r
Un rápido recorrido por la corta vida de la revista, desde el número uno fechado en enero de 1997 pasando por el número cinco que fue publicado en junio de 1998, y ahora en éste segundo momento en que el IDEP retoma este proyecto editorial para la ciudad, Educación y ciudad suscita preguntas muy contemporáneas y a la vez anticipa acercamientos a posibles respuestas, que aún no han sido consideradas de manera seria y rigurosa. Estas permanencias en las reflexiones y discursos que circularon en su momento, así como las continuidades que ahora se identifican en ellos, adquieren mayor sentido histórico y cultural ahora, que incluso cuando fueron producidas y publicadas. Hoy, por ejemplo, cuando la política educativa de la ciudad insiste en la relación entre la ciudad y la escuela, y la posibilidad de reconocerse como escenarios de aprendizaje, pero a la vez con dinámicas y propósitos diferentes, la revista en su recorrido hace aportes contundentes con miradas nacionales e internacionales sobre las complejidades que comporta esta relación, y las distancias y cercanías que tendría la propuesta actual con la de ciudad educadora de otras administraciones. Para ello, coincidimos con autores que permanecen en la línea de reflexión como Jaume Trilla, Fernando Viviescas y Hernando Gómez. Como antes, ahora el reconocimiento de los maestros y maestras como intelectuales de la educación se constituye en uno de los vértice importantes del trabajo cultural y social de una sociedad, en la medida que ellos y ellas son sujetos de un saber particular como es la pedagogía. Los aportes realizados por Olga Lucía Zuluaga, Alberto Echeverri y Carlos Vasco, por ejemplo, y de los trabajos comparativos que circularon en la revista, amplían horizontes de comprensión y explicación. Sin lugar a dudas un número de obligatoria revisión y discusión es el cuatro por cuanto puso sobre la mesa diferentes miradas de la educación y planteó en el momento, la crisis de los sistemas pedagógicos, que hoy por hoy se constituye en un núcleo importante de debate, ya que la pedagogía pasó a ser un estrecho saber instrumental sin nexo orgánico con las ciencias de la educación tales como la Sociología de la Educación, la Psicología Educativa, la Filosofía de la Educación y la Administración educativa. Estas reflexiones son fundamento para el abordaje interdisciplinario al que invita la pedagogía, frente a conceptos como el de aprendizaje, enseñanza, comprensión, cambio conceptual, y otros tantos, que permiten superar las miradas instrumentales que marcaron a la Pedagogía y la Didáctica en los años sesenta y setenta del siglo XX.
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El silencio frente a la desaparición de la revista Educación y ciudad, contrastó con la algarabía que diversas voces desde diferentes escenarios, especialmente el político, hablaban a propósito de las posibles relaciones pedagógicas que podrían establecer con la ciudad, y de su uso como dispositivo de formación ciudadana. La revista Educación y ciudad fue pionera en el tema de las relaciones de la Ciudad con la Educación y la Pedagogía, incluso con respecto a otras publicaciones de temáticas comparables: por ejemplo, entre muchas otras, la colección de Ciudad realizada en el 2000 y 2001 por el Instituto de Cultura y Turismo y el desaparecido Museo de Desarrollo Urbano de
educación y c i u d a d Bogotá; la revista Territorios publicada por el CIDER de la Universidad de los Andes, cuyo primer número es de agosto de 1998; la revista Construyendo la Ciudad con la Gente, elaborada en México y su primera edición fue en 1998; Ciudades de la Gente, Caracas Venezuela 1998; la Era Urbana, Quito Ecuador publicación del Banco Mundial en 1998; la revista Bitácora de la Universidad Nacional que inicia su circulación en 1998…. Luego, cabe preguntarse, ¿por qué la decisión política del momento, es justamente suprimir una publicación que podría contribuir con la política de la ciudad?
Ahora, la algarabía y la fiesta es nuestra al relanzar la revista Educación y ciudad. Hoy Bogotá con su Plan sectorial de educación, Bogotá una gran escuela, recoge el camino andado y suspendido hace un tiempo, con aliados para seguir pensando la ciudad y estrategias que oxigenen las discusiones sobre la escuela, el maestro y la pedagogía. Reiniciamos, entonces con el conjunto de ponencias y cátedras magistrales que se adelantaron en el marco de la Cátedra de Pedagogía, adelantada desde mayo del presente año, con la participación de más de 1000 maestros. En ningún momento esta publicación alcanzaría a dar cuenta de la riqueza en los movimientos, dinámicas y experiencias que se echaron a andar por la ciudad, pero ella, como la cátedra, quieren acompañarla.
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Bogotá, una gran Escuela Palabras del Secretario de Educación, Abel Rodríguez Céspedes, en el acto de inauguración de la Cátedra de Pedagogía 2004.
Página FABIO ZAMBRANO
La ciudad educadora: Símbolos, signos y ritos urbanos para educar al ciudadano La ciudad posee características propias como sujeto de investigación histórica y a su especificidad concurren múltiples perspectivas para lograr una mejor comprensión de este constructo humano. Un núcleo urbano puede ser tratado desde lo histórico, lo urbanístico, lo artístico, lo literario, lo religioso... Todas son entradas analíticas complementarias y útiles para elaborar mejores comprensiones de este fenómeno. Además, sólo la suma de investigaciones desde distintas disciplinas podrá derivar en el conocimiento integral, tan buscado y muchas veces tan poco logrado
Página
13 JUAN CARLOS PÉRGOLIS
Educación ciudadana en la ciudad simulada
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N°6
Este escrito implica una revisión al texto de Bogotá fragmentada que se publicó hace más de cinco años y que par te de una pregunta: ¿cuáles son las imágenes de Bogotá que permiten que el sentido (de la vida en la ciudad) pueda comunicarse? ¿A través de cuáles imágenes representamos a Bogotá?
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MARTHA LÓPEZ C.
Ciudad y singularidad juvenil Hoy por hoy el sistema educativo vigente es cuestionado por los mismos jóvenes, no sólo respecto de los contenidos científicos poco exhaustivos en nuestro medio, sino también respecto de las prácticas pedagógicas todavía cifradas en manejos autoritarios y en la imposición de verdades ya relevadas por los propios saberes.
Página
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La pregunta por lo juvenil ha cobrado fuerza actualmente porque pone en cuestión lo propiamente institucional y de centro para congraciarse con categorías más cerca de la frontera.
ARMANDO SILVA
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Ciudad y escritura: Bogotá, la ciudad de los ciudadanos Este texto presenta tres partes sobre la construcción ciudadana de Bogotá. La primera de ellas habla sobre su geografía física, sus colores, sus sitios, sus paisajes. La segunda, sobre percepción ciudadana en población, estética, hábitos y vida cotidiana. La última de ellas deja ver cómo es percibida Bogotá por los ciudadanos de otras ciudades. Este enfoque se sitúa en el ciudadano como constructor de sus percepciones con las cuales ve el mundo y lo hace mientras lo percibe.
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JESÚS MARTÍN BARBERO
Una escuela ciudadana para una ciudad-escuela
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Se trata de que la escuela aprenda a jugar con la ciudad; es decir, a salirse de sus bien demarcados y asegurados predios, y a entrar a la cancha grande donde juegan los ciudadanos de a pie. Pero, ¿cómo poner a jugar a una escuela conver tida como está en un institución tan seria y ascéticamente trabajadora? Una escuela cuyas tareas son todas muy disciplinadas y disciplinariamente racionales, y tan cartesianamente nítidas que permiten distinguir con claridad los espacios del que sabe y del que aprende, del que manda y del que obedece, así como quién es el que evalúa al aprendiz y cuándo y cómo.
www.idep.edu.co 7
Av. Eldorado N°66-63. Pisos 1, 2, 3.
Información: Línea 195
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Presentación Palabras del Secretario de Educación, Abel Rodríguez Céspedes, en el acto de inauguración de la Cátedra de Pedagogía Bogotá, una gran escuela 2004.
La Secretaría de Educación y el IDEP se complacen en presentar la Cátedra de Pedagogía, que ha sido denominada con el mismo nombre de nuestro Plan de Desarrollo: Bogotá, una gran escuela. Abrir la escuela a la ciudad y la ciudad a la escuela es el horizonte de nuestro Plan Sectorial de Educación que está fundamentado en cinco grandes líneas de política:
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Materializar el derecho a la educación, Fortalecer la educación pública, Fortalecer la institución educativa, Reconocer los sujetos que participan de la política pública educativa, Mejorar la gestión y conseguir más recursos.
Todas las acciones que le darán contenido a estas políticas estarán relacionadas directamente con la tarea pedagógica. La razón de ser de las políticas son los niños, niñas y jóvenes. No podría ser de otra manera. Así que todo lo que hagamos cobrará sentido sí, y sólo sí, logramos que ellos y ellas sean más felices, aprendan más y se formen mejor. Por eso el horizonte del plan es la pedagogía, y por eso los maestros y maestras deben estar en el centro, ejecutándolo, conduciéndolo. Realmente el valor agregado que esta administración quiere dejarle a la ciudad, desde el punto de vista educativo, es el trabajo pedagógico. Porque, además de ampliar la cobertura, garantizar la eficiencia y mejorar la gestión, creemos que la principal tarea de quienes gobiernan la educación es cualificar la enseñanza. Si no hacemos una apuesta por la construcción de un proyecto pedagógico moderno, renovado, incluso osado, para poner al día la enseñanza y transformar la escuela, creemos que estamos haciendo muy poco. El drama y la encrucijada en que se encuentran nuestros niños, niñas y jóvenes así nos lo exige.
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educación y c i u d a d Esta Cátedra nos debe dotar de un norte teórico con el cual orientar las acciones pedagógicas que acompañarán todas las políticas del Plan. Estamos convencidos, primero, de que las políticas educativas se sustentan en referentes teóricos de alto nivel, para ponerse en el centro del debate más avanzado y, segundo, de que es la pedagogía el saber que nos da ese norte, y no otro. Hemos hecho un esfuerzo por reunir a un grupo de intelectuales que, de la mano de los maestros, maestras y directivos docentes, habrán de construir el contenido que les dé sentido y significado a las políticas educativas durante este período de gobierno. Allí hay una apuesta por asumir acompañados este inmenso reto. El tamaño de la tarea es tal que no cabe arrogancia alguna. Hoy en día es imposible pretender gobernar la educación con criterios excluyentes, por lo menos si existe una vocación democrática. Queremos que ustedes, desde acá, ayuden a trazar las líneas gruesas de esa ruta compleja por donde ha de transitar un saber pedagógico renovado y fresco que tanto necesitan nuestro niños, niñas y jóvenes. Creemos en el lugar de la teoría; creemos en el papel de la reflexión juiciosa y serena, del debate sano y abierto, del diálogo de saberes. En un espacio como éste no hay lugar para la mediocridad, la improvisación, ni la imposición. Aquí no cabe sino la razón y el discernimiento. Por supuesto, también la pasión para defender una u otra tesis y para comprometerse con ella. Es un espacio para pensar, es un espacio para intelectuales, para quienes obramos con las ideas, para quienes laboramos con la palabra. La Cátedra es por excelencia el lugar del maestro. Es el taller de la palabra, es el laboratorio donde se experimenta el mundo, donde se crea y recrea, donde se inventa y se construye. La Cátedra, como el Ateneo, como el Foro, son parte de la tradición más sagrada de la modernidad, porque en ella hay un lugar para la libre expresión. Allí se expresa en su condición más auténtica la libertad humana.
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La actual administración ha hecho una apuesta por la profesión docente. Estamos convencidos de que la educación es una tarea para intelectuales y de que el oficio del maestro está atado indisolublemente a la palabra, a la difícil y exigente relación con el lenguaje, con la mágica y fantástica misión de pensar y transformar el mundo. Esta Cátedra es expresión de esa apuesta. Ustedes, maestros y maestras, directivos docentes, en su condición de intelectuales, tienen aquí una oportunidad para intercambiar sus ideas y sus propuestas con algunos de los más rigurosos teóricos de la ciudad. Es un espacio de encuentro de diversas disciplinas para conversar con la pedagogía, para interrogarlas desde los intereses y los derechos de los niños, niñas y jóvenes; desde las posibilidades y los retos que tiene hoy en día la formación de nuevos sujetos sociales. La ciudad les necesita a ustedes y ustedes a la ciudad. Esta ciudad fragmentada, imaginada, fracturada, que algunos teóricos aquí presentes han descrito y dibujado con tanto acierto, está clamando por una nueva escuela. La pobreza de nuestros niños y niñas; el maltrato y el hambre; la injusticia a la que esta sociedad los somete; la discriminación y la exclusión que viven a diario, nos obligan a tomar en serio, muy en serio, nuestra responsabilidad. Por eso queremos invitarles a que nos ayuden a pensar con rigor las respuestas que les vamos a ofrecer. No hay mucho tiempo. Como lo ha dicho reiteradamente nuestro alcalde Lucho Garzón: esta administración quiere proponerle a toda la ciudad un pacto contra la pobreza, porque la situación es explosiva y creemos que todavía estamos a tiempo de evitar una confrontación sin retorno. Una nueva escuela no puede seguir encerrando en cuatro paredes a los niños, niñas y jóvenes. No puede seguir poniéndolos de espaldas a la vida. Una nueva escuela debe abrir de una vez por todas sus puertas para aprehender el mundo. Cuando decimos que esta administración fundamenta todas sus acciones en los derechos de la infancia, estamos entendiendo, por supuesto, que tienen derecho a la MEJOR educación. El encierro, el castigo, la repetición, el aprendizaje rutinario y frío, el conocimiento mediado y reducido por los manuales escolares están muy lejos de ofrecerles la mejor educación a nuestros escolares. La complejización de la vida social tiene en la ciudad una de las mejores oportunidades para cualificar sustantivamente la enseñanza. En ella se encuentra el conocimiento más avanzado que la sociedad contemporánea está produciendo y el acumulado que la humanidad nos ha legado, con sus contradicciones y falacias, con sus aciertos y oportunidades. En la ciudad está
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educación y c i u d a d la vida en toda su extensión: la ciencia y la tecnología, la moral y los sentimientos, el arte y la cultura, la ética y la estética, la verdad en construcción, las tensiones sociales y políticas. ¿Dónde, entonces, deben ser educadas y formadas las nuevas generaciones? Los maestros y maestras tienen la exigente tarea de enseñar a leer el mundo, y el mundo está allí, en la ciudad, no en los textos escolares ni en los aburridores rituales del aula. Enseñar a leer el mundo exige un proceso de apropiación y recreación, de adecuación y contextualización para que la infancia y la juventud puedan asirlo. Ese proceso es asunto de la pedagogía. Y la pedagogía es un asunto de maestros y maestras. Las nuevas pedagogías que muchos y muchas de ustedes ya están construyendo y que aquí debemos explicitar y ayudar a fundamentar, encuentran en la ciudad una gran oportunidad. No es posible obviar la ciudad si se quiere leer el mundo contemporáneo. En ella se descifra hoy el mundo. No es un capricho, es un imperativo. Beijín, Nueva York, Caracas, Sao Pablo, Bogotá, quizás son más importantes hoy en la reproducción social que las naciones prefabricadas por las guerras de siempre. Por eso vemos con tanta urgencia la importancia de entrar en un diálogo franco y profundo con los teóricos de la ciudad. La pedagogía debe reconstruirse a la luz de muchos de sus planteamientos, y quizás la sociología y la antropología urbana se enriquecerán con muchos de los aportes de la pedagogía. Allí hay un diálogo refrescante y lleno de posibilidades que queremos trabajar en esta Cátedra. Cuando los niños, niñas y jóvenes puedan ejercer el pleno derecho a la ciudad; cuando los peligros y las amenazas a los que diariamente están expuestos se disminuyan a su mínima expresión; cuando sea posible que ellos la recorran para aprenderla y para gozarla; cuando sus palabras y sus intereses sean tenidos en cuenta por quienes controlan el mercado y la política; cuando sus risas y sus preguntas dejen de inquietarnos y más bien nos interroguen; cuando les veamos crecer en vez de matarse en las calles; cuando las calles no les sean hostiles y se conviertan en un mundo mágico lleno de sorpresas formativas; cuando se abran las puertas de las empresas, de las iglesias, de los auditorios, de los foros políticos, de los parques, de los escenarios deportivos, de la infraestructura de servicios, de los bosques y los ríos, de la tecnología instalada; cuando puedan aprender de la mano de sus maestros y maestras cómo se ha inventado el mundo, sin tapujos, sin reduccionismos mediocres dibujados en los tableros; cuando puedan
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ver la realidad tal como es, para comprometerse con ella en su transformación; cuando en la ciudad puedan transitar con sus cuadernos de tareas llenándolos con sus preguntas y sus exclamaciones de sorpresa; cuando puedan agrandar las rejas de las escuelas y debilitar sus fronteras, sin perder el rigor de la palabra y del ejercicio teórico; cuando la ciudadanía se acostumbre a respetar el paso de los y las escolares, acompañados de sus maestros y maestras, sin que sospechemos de ellos por estar fuera del salón de clase; cuando todo esto comience a suceder de manera masiva, entonces estaremos diciendo que la ciudad realmente se está volviendo más humana. Allí está nuestra apuesta y ese es el reto de todos y todas ustedes, si quieren arriesgarse. Les invitamos a enfrentar con optimismo, con responsabilidad y con rigor todas las dificultades que esta empresa nos va a representar. Cambiar las rutinas escolares puede ser tan difícil como cambiar la moral de un pueblo. Reordenar los horarios, recomponer los contenidos de las áreas del currículo, dejar de guiarse estrictamente por los capítulos secuenciados de los textos escolares, escribir nuestros propios manuales de enseñanza, utilizar otros espacios diferentes al salón de clase para enseñar, salir y regresar al aula con preguntas que surgen de las vivencias y de la experiencia, todo esto implica cambios en los Proyectos Educativos Institucionales, en los Planes de Estudio, en los Manuales de Convivencia, en los programas de cada materia. Esto implica un trabajo interdisciplinario y colectivo. Nada de esto se va a dar de la noche a la mañana. Lo sabemos y no somos ingenuos. Pero sí queremos arriesgarnos a proponerlo y a pensarlo. Ya hay muchas experiencias de maestros, maestras y directivos que están experimentando hace años, a pesar de las restricciones normativas y del eficientismo que los encerró en las aulas. Por eso creemos que sí es posible. Seguiremos insistiendo en la necesidad de un nuevo movimiento pedagógico de los maestros y maestras. Hoy, con las posibilidades que nos da la administración, creemos que puede fortalecerse esta idea, que de hecho ya está en marcha, como lo atestigua la Expedición Pedagógica. Amigos y amigas, académicos, intelectuales todos y todas de la educación, de la pedagogía y de las ciencias sociales: aquí tenemos una oportunidad para poner en juego nuestras ideas, para enriquecerlas y confrontarlas. De la seriedad y la pasión con la que asumamos este ejercicio puede depender, por lo menos en parte, la oportunidad histórica de devolverles la ciudad a nuestros niños, niñas y jóvenes. Ése es su derecho y no podemos seguírselos negando.
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Fabio Zambrano
S铆mbolos, signos y ritos urbanos para educar al ciudadano
45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 C á t e d r a d e P e d a g o g í a : B o g o t á, u n a g r a n e s c u e l a 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 La ciudad educadora: 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Símbolos, signos y ritos urbanos para educar al ciudadano 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Resumen 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 La ciudad posee características propias como sujeto de 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 investigación histórica y a su especificidad concurren múltiples 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 perspectivas para lograr una mejor comprensión de este constructo 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 humano. Un núcleo urbano puede ser tratado desde lo histórico, lo 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 urbanístico, lo artístico, lo literario, lo religioso... Todas son entradas 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 analíticas complementarias y útiles para elaborar mejores 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 comprensiones de este fenómeno. Además, sólo la suma de 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 investigaciones desde distintas disciplinas podrá derivar en el 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 conocimiento integral, tan buscado y muchas veces tan poco 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 logrado. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Abstract 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 The city has its own characteristics as a subject of historical 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 research, and multiple perspectives concur to its specificity to make 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 it possible to have a better comprehension of the human construct 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 the city is. An urban core can be treated from different points of 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 view: historical, urban, artistic, literary, religious… all of them are 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 complementary analytical approaches that are useful to have better 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 comprehensions of this phenomenon. Besides, only the sum of 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 researches coming from different disciplines will derive in the so 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 many times searched, and few times found, integral knowledge. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Palabras clave 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Ciudad educadora, urbano, modernidad, ciudadanos 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Fabio Zambrano 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Candidato a Doctor en Historia en la Universidad de La Sorbona. Miembro 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 de la Junta Directiva de la Corporación Candelaria. Posgrado en Historia de 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 América Latina de la Universidad de Paris I, Panteón Sorbona. Investigador 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 y asesor. Ha escrito diferentes artículos y libros de la historia de Colombia. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 fazambra@uniandes.edu.co 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 14 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012
L
educación y c i u d a d
c a
iudad
1 educadora:
I. Qué es una ciudad Fabio Zambrano
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Símbolos, signos y ritos urbanos para educar al ciudadano
La ciudad posee características propias como sujeto de investigación histórica y a su especificidad concurren múltiples perspectivas para lograr una mejor comprensión de este constructo humano. Un núcleo urbano puede ser tratado desde lo histórico, lo urbanístico, lo artístico, lo literario, lo religioso... Todas son entradas analíticas complementarias y útiles para elaborar mejores comprensiones de este fenómeno. Además, sólo la suma de investigaciones desde distintas disciplinas podrá derivar en el conocimiento integral, tan buscado y muchas veces tan poco logrado.
¿Qué es una ciudad? ¿Cómo se origina? ¿Cuáles son los procesos que la promueven? ¿Qué funciones desempeña? ¿Qué propósitos cumple? Si bien el fenómeno urbano es una de las más decisivas creaciones de la civilización, no es fácil de definir, pues son varias las delimitaciones que admite. Por tanto, no hay definición única. Una sola descripción no cubre a toda la serie de manifestaciones de este fenómeno. Sus orígenes son oscuros, pero desde su aparición, hace cinco mil años, la ciudad es ya una forma madura y universal, desde que se resuelve la contradicción entre el movimiento y el asentamiento, en el ejercicio natural de la asociación, de la sociabilidad humana1.
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Seguimos la argumentación de Lewis Mumford, La Ciudad en la Historia. Buenos Aires, Edición Infinito, 1979.
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El primer atisbo de vida en común, cívica, aparece en los santuarios del paleolítico, mucho antes de que se llegue a las aldeas. En el centro ritual surge la búsqueda de varios propósitos: una vida más abundante, más alimentos y una asociación más segura. Este ejercicio de convivencia proporcionó, además, la primera concepción del espacio arquitectónico, su primer atisbo de que este fenómeno era un medio para intensificar la receptividad espiritual y la exaltación emotiva que se va a encontrar en la ciudad. Se trataba de la construcción de un hábitat común. Pero es evidente que algunos elementos del asentamiento temporal están relacionados con principios sagrados, además de la sobrevivencia física. Aparece una conciencia social que incluye el pasado y el futuro, más allá de la simple supervivencia humana. A medida que se forma la ciudad se le agregan otros elementos, pero estos prevalecen como razón misma de la existencia de la ciudad. Antes de que la ciudad sea un lugar de residencia fija, comienza como un lugar de reunión al que la gente vuelve periódicamente. La función de ser el continente de las manifestaciones de sociabilidad humana precede al recipiente mismo. Así vemos que la civitas precede al habitat. La capacidad para atraer a los no residentes, para el intercambio y el estímulo espiritual, subsiste, al igual que el comercio, destino esencial de la ciudad.
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Mediante la ciudad, el hombre y la naturaleza coincidieron en una nueva unidad. Aquí hay relación con la institucionalización de la guerra. Y la ciudadela primitiva, con funciones casi militares, es un lugar de depósito. El que controlaba el excedente agrícola anual ejercía poderes de vida y muer te sobre sus vecinos. La religión desempeña un papel fundamental en la realización de este cambio. Sin la ayuda de la casta sacerdotal, el jefe cazador no logra amplios poderes. Ni la fuerza bruta ni el ritual logran por sí solos la dominación. La ciudad trastocó el universo campesino y situó las bases en los cielos. Esto sucedió en algún momento, cuando los santuarios se trasladan a las ciudades. Se presenta una alianza entre
los órganos políticos, económicos y religiosos. El poder real reclamó y recibió una sanción sobrenatural: el rey se convirtió en un mediador entre el cielo y la tierra, encarnando en su propia persona la vida y el ser. Es probable que la fusión del poder secular y el sagrado expliquen la explosión de energía humana que se da en la ciudad. Quizás esto se dio con la construcción del templo, donde se selló esta unión.
educación y c i u d a d En la época en que esta alianza entre lo político, lo económico y lo religioso se gestaba, las distinciones no eran definidas. Falta tiempo antes de que se consolide la monarquía. En un comienzo, el médico, el brujo, el mago, el profeta, el astrónomo, el sacerdote… todos eran el mismo funcionario. Pero en algún momento sucede la elevación del monarca y el sacerdote, y el poder real recibió sanción sobrenatural. La fusión del poder secular y el sagrado produjo la explosión de energía humana. La ciudad se aleja de esa comunidad de familias que viven mediante la ayuda mutua. Surge la casta de sacerdotes. Y de intelectuales: escribas, médicos, magos, adivinadores. Los reyes los cooptan por medio de cier to tipo de
sobornos: seguridad, vivienda, ocio y seguridad económica. La erección del gran templo, símbolo arquitectónico, selló esta unión. El jefe local se consolida con el poder sagrado y secular. Desde sus comienzos la ciudad maneja una ambivalencia: máxima protección y la institucionalización de la agresión. Amplia libertad y sistema drástico de compulsión y regimentación. Despotismo y aspectos divinos. Réplica del cielo, poder cósmico en las instituciones, junto con el castillo. La ley y el orden surgen como testimonio de los costos de la capacidad socializadora de la ciudad. Desde las primeras ciudades, cuando se da la alta concentración de las gentes en el espacio urbano, el rey procura incrementar
la distancia con la gente: aislamiento y diferenciación se expresan como la nueva cultura urbana. Así mismo, apareció el centralismo: la ciudad aparece como un recinto sagrado bajo la protección de un dios: la ciudad es el hogar de un poderoso dios, y los símbolos arquitectónicos y escultóricos hacen visible este hecho. Esto le da propósito y significado a la aglomeración, que realiza una comunión alrededor de este dios. Sin las potencias religiosas de la ciudad, el muro no podría haber modelado y controlado esa aglomeración inusitada de gentes, y se habría reducido a ser prisión. La ley y el orden sirven de complemento a la fuerza bruta. De este modo, vivir en una ciudad significaba formar par te de un cosmos gracias a la identificación espiritual. A medida que la sociedad se seculariza, por el comercio y la industria, el papel de sede de la ley y la justicia, de la razón y de la equidad, complementó el que desempeñaba como representación religiosa del cosmos. Se va poniendo el poder al servicio de la justicia. Esta justicia proviene de arriba, paradigma que organiza las estructuras de lo urbano: verticales y desiguales por definición.
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II. La ciudad hispanoamericana El escenario urbano «Las estructuras políticas y económicas formales de cada sociedad organizan la vida cotidiana de los individuos todos, señalan el campo de posibilidades de sus acciones, administran las relaciones entre los sujetos sociales. Los reglamentos, los decretos, las leyes, los planes de gobierno -sobre todo los planes- adquieren su singularidad en sus propósitos: ordenar y regular la vida social, establecer su continuidad funcional»3. España, que aprendió de Roma, dominó las áreas conquistadas fundando ciudades. Los conquistadores, como representantes del rey, organizaban la explotación de los territorios conquistados y administraban las unidades económicas desde las ciudades recién fundadas. Desde el comienzo, en la colonia temprana, la primacía urbana, en cierta medida, fue independiente del peso específico de sus habitantes. En otros términos, no se puede hacer depender la importancia de una ciudad de la correlación población urbana-población rural. Son otros los factores que allí actúan; el principal es el político. El historiador George
Duby, en el prólogo a la Histoire de la France Urbaine, propone la siguiente visión sobre la ciudad: « A lo largo de toda su historia, la ciudad no se caracteriza ni por el número de sus habitantes, ni por las actividades de los hombres que allí residen, pero sí por sus rasgos particulares de estatus jurídico, de sociabilidad y de cultura. Estos rasgos derivan del rol primordial que desempeña el órgano urbano. Este rol no es económico, es político. La ciudad se diferencia del medio que la circunda, y en éste ella es el punto de residencia del poder. El Estado crea la ciudad. Sobre la ciudad el Estado toma lugar»4. Debido a este carácter, la ciudad asumió el papel de ser un gran escenario donde se representaba el poder, y por ello el espacio urbano se dispuso, en cierto modo, de una manera teatral. Por sus estructuras, la ciudad mostraba lo que se concebía como el orden: los ángulos rectos, las aguas canalizadas, los emblemas -las plazas y las fuentes, por ejemplosurgieron como las victorias de la cultura sobre la naturaleza. El esplendor de la vida urbana se proyectaba en el campo, el cual producía para la ciudad alimentos y materias primas, además de pagar impuestos.
Esta riqueza se acumulaba en la ciudad. La ciudad atraía la opulencia y a los hombres que producían esta opulencia. Gracias a estos lazos políticos, económicos y culturales, donde lo religioso ocupaba un puesto muy importante, se afianzaban las estructuras de dominación y de explotación. Al incorporar la religión al Estado, y con ello el Estado colonial español adquirió un marcado rasgo teocrático, los lazos que creaban las diversas órdenes religiosas contribuyeron a configurar en la larga duración una red urbana. Gracias a la red de obispados, curatos,
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«Gramática cultural y racionalidad burocrática en las ciudades latinoamericanas». Larissa Lomnitz, Rodrigo Díaz. En: Repensando la ciudad latinoamericana. Jorge Hardoy, Richard Morse. Buenos Aires. Grupo Editorial Latinoamericano, 1988. Pág. 127.
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George Duby. Histoire de la France urbaine. Tomo I. París, Seuil, 1980. Pág. 13. Esta definición de ciudad es válida especialmente para la colonia y principios del período republicano. A medida que las fuerzas de la economía van actuando, se desvirtúa el determinismo político.
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educación y c i u d a d parroquias y misiones, se armó otra red reguladora de poder, donde el poder urbano, el del obispo, ampliaba progresivamente la presencia de la iglesia mediante nuevos núcleos urbanos y parroquias rurales. Recordemos que en la simbología urbana, el templo, con su campanario, ocupaba un lugar primordial, hasta tal punto que cuando se fundaba un poblado, lo primero que se erigía era la iglesia con su campanario. Así, la ciudad hispanoamericana reproducía los elementos fundamentales de la ciudad antigua. El urbanismo aplicado por España en América puede estudiarse desde dos puntos de vista: las ideas estéticas predominantes y las necesidades político-sociales. Con antecedentes medievales, este modelo urbano sólo alcanza su fase clásica en el Renacimiento. La traza es la expresión de la ciudad ideal, donde el valor absoluto reposa en la armónica perfección del esquema geométrico, uno de cuyos propósitos era la efectividad militar. Las ciudades hispanoamericanas, al igual que las del imperio romano en la Europa
occidental, estuvieron determinadas por las necesidades de una metrópoli distante, que requería la creación de ciudades a imagen de ella. En los dos casos eran unidades territoriales urbano-rurales; urbanización y cultivo de la tierra se hacían simultáneamente. En ambos casos, el correspondiente rural del centro urbano era el latifundio, controlado por un propietario de residencia urbana. El latifundio servía como extensión de la ciudad en la aculturación y organización de la mano de obra rural. En las ciudades hispanoamericanas la simbología, la plaza, la retícula, el rollo, desempeñaban un papel determinante en la tarea de «civilizar» a los pueblos nativos.
El sueño de un orden Cuando se inicia la conquista de tierra firme, no se disponía de una clara y precisa legislación urbana. Como señalábamos, las nor mas urbanas iniciales se fijaron mediante las ordenanzas, capitulaciones, instrucciones y cédulas reales. Con la expedición de Pedrarias Dávila, en 1514, se introdujeron las primeras normas urbanas en nuestro territorio. Allí se señalaba con claridad las características de la plaza con las siguientes especificaciones: «La plaza grande, mirando al crecimiento de la población...que no sea menor de
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doscientos pies de ancho y trescientos de largo»5. Para la iglesia de Santa María la Antigua se preveía: “A la iglesia mayor se le dieron cuatro solares, donde se hiciere en medio de la ciudad y se le dotó para fábrica de ella, dos caballerías de tierra”6. Así, en el mismo inicio de la conquista se está produciendo la definición de la relación entre el orden urbano y el político. Pero esta legislación inicial se enfrentaba con la codicia de los conquistadores y el afán por beneficiar a sus huestes, que muchas veces se imponían sobre el interés por cumplir normas y preceptos urbanísticos. En búsqueda de remediar los desafueros, en 1526 Carlos V expidió una ordenanza en que se estipulaban algunos principios para poblar7.
5
Carlos Martínez. Apuntes sobre el Urbanismo. 1967. Pág. 46.
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Ibíd.
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Ibíd.
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Esta ordenanza fue complementada por el reglamento de 1529, titulado Instrucción y reglas para poblar, al que se añadió luego, en 1542, las Leyes nuevas. Con las Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias, expedidas por Felipe II en 1573, se completa la legislación urbana. Así encontramos que el proceso inicial de fundación de ciudades fue simultáneo a la promulgación de las
educación y c i u d a d invulnerabilidad, considerándose como un espacio sagrado. Gracias a las tradiciones medievales heredadas, las tropas extrañas a la ciudad no podían penetrar en ella si no mediaba una invitación de sus autoridades civiles. Cuando Juan de Vadillo se dirigía de Car tagena al Perú a la cabeza de una numerosa tropa, al llegar a Cali acampó en las afueras de la ciudad, esperando la invitación oficial para poder entrar en el recinto urbano, que en ese momento no pasaba de ser un pequeño caserío8. normas; conquistar y legislar fueron actos simultáneos. La ceremonia de fundación y el proceso de poblamiento eran actos de suma importancia, pues de ellos se derivaban fueros y se otorgaba respetabilidad a las fundaciones. En los casos en que no se seguían las normas rituales y legales, se corría el riesgo de perder legitimidad o causar trastornos al crecimiento del núcleo urbano. Como lo señala Carlos Martínez, la respetabilidad llega a generar, incluso, fueros militares. El núcleo urbano, independiente de su tamaño y de la pobreza de sus construcciones y el número de vecinos, gozaba del privilegio de la
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Ibíd. Pág. 62.
En el espacio interior de la ciudad, la traza de las ciudades hispanoamericanas era bastante simple. Se trataba de la aplicación de la retícula, formada por las calles paralelas que se cruzan en ángulo recto. Pero la calle no era una línea, sino una banda longitudinal de una anchura predeter minada, de alrededor de seis metros. Los cruces de las otras calles perpendiculares a ella estaban a una distancia variable, según las ciudades y las particularidades de los terrenos, y lo más frecuente era la distancia de cien varas. El conjunto de estas bandas longitudinales formaba el espacio público, siendo la plaza el núcleo fundamental. El
espacio que quedaba entre ellas era el espacio privado, dividido en manzanas. De esta manera, la división entre lo público y lo privado permitía la distribución del espacio urbano, donde las calles facilitaban la movilidad y la interrelación de todas las par tes de la ciudad, y las manzanas proveían el suelo urbano por repartir entre los colonizadores, según sus jerarquías. En este modelo, la Plaza Mayor era el elemento fundamental que estructuraba el espacio urbano.
Era el centro de la ciudad, el centro geométrico, simbólico y vital. Era el elemento generador de lo urbano y toda la ciudad se organizaba a partir de éste. Por ello las ordenanzas de Felipe II dictaminaban que «comenzando desde la plaza mayor y sacando desde ella las calles». En este centro confluía toda la vida de la ciudad. En una sociedad cultural de origen mediterráneo, donde el contacto personal era fundamental, donde la palabra ocupaba un puesto de primer orden, la plaza era el lugar de encuentro para todas las funciones sociales públicas, tanto las derivadas del ejercicio del poder como de las fiestas y diversiones. Por ello, en el marco de la plaza se ubicaban los
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edificios del poder civil y los religiosos. Allí se administraba y se hacía justicia, se celebraban las ferias y los mercados, se conmemoraban las fiestas9. El trazado resultante era bastante sencillo. Alrededor de la Plaza Mayor, que generalmente era una manzana vacía, empezaba la cuadrícula a servir de esquema para permitir la extensión de la ciudad en todas las direcciones, siguiendo la norma de la Ordenanza de 1523 y recogida en las Ordenanzas de Felipe II que dice: «Que aunque la población vaya en gran crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma». Se contemplaba que el modelo no se alteraría, ni siquiera por las dificultades del terreno. Simplemente las manzanas se cortaban para adaptar el borde de la ciudad a las formas irregulares de la naturaleza. Cuando la ciudad se fundaba a la orilla del mar o de un río, se daba el caso de que la Plaza Mayor se ubicaba cerca al puer to, para evitar que éste le restara importancia al centro de la ciudad. Esto fue contemplado en la recopilación de Carlos II en 1680. Cuando se promulgaron estas normas, ya se contaba con más de siglo y medio de
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La ciudad hispanoamericana. El sueño de un orden. Madrid, Cehopu, 1990. Pág. 71.
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iniciación del proceso fundacional y, por lo tanto, esta norma sólo fue tenida en cuenta parcialmente. Son muy pocas las poblaciones que cuentan con calles de por medio en cada costado de la plaza, a la manera de la plaza de Ciénaga, Magdalena, ni arcadas para los mercados en las vías principales, como las presenta Villa de Leyva en uno de los costados de la plaza. Se escogió un modelo más sencillo, el damero, con las calles en cuadrícula y las manzanas cuadradas, y una de éstas vacía, a manera de Plaza Mayor.
El riesgo del desorden era visto desde un principio por las autoridades españolas como algo por evitar.
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III. El escenario urbano y los actores y lugares de la política moderna
Durante el antiguo régimen, la política es «el gobierno de la república», así como también es el «buen gobierno de Ciudad, que abraza todos los buenos gobiernos y trata y ordena las cosas temporales que tocan a la policía, conservación y buen entendimiento de los hombres»10. Así, aparece la ciudad como el espacio “natural” de la política. “La ciudad propiamente dicha y esas otras comunidades de rango menor que son como su reflejo: las villas y los pueblos, incluidos los pueblos de los indios. La ciudad es la comunidad política por antonomasia, la corporación que, por su carácter territorial, “abraza todos los buenos gobiernos”, los gobiernos de todos los otros cuerpos. «La ciudad es el espacio público por excelencia, en el sentido estricto y antiguo del término: el lugar de deliberación y de decisión de los miembros de la comunidad, los vecinos. Lugar igualmente del gobierno
del «público», del pueblo, a la vez gobernado y origen primero de las autoridades que lo gobiernan. Aunque la mayoría de las ciudades estén bajo la tutela de los agentes del rey —corregidores e intendentes— y muchos de los cargos municipales no se provean ya por elección de los vecinos, como comunidades completas ya autogobernadas. La ciudad es una pequeña república y por eso en muchos lugares los regidores son llamados «republicanos». «Es en este marco de la ciudad donde maniobran los actores, tanto las diversas autoridades regias, ya sean personales o colectivas, como los múltiples cuerpos sociales, civiles, eclesiásticos, militares»11. Todo esto cambia con el nacimiento de la política moderna. Ella supone el triunfo o la extensión de principios como nación, pueblo, soberanía, representación, opinión, que contrastan con el carácter mucho más concreto de los actores de la política antigua. Aparecen nuevas prácticas políticas. Todo esto se produce como consecuencia de un
cambio del titular de la soberanía: la nación en vez del rey. Triunfa la noción de una asociación voluntaria de individuos iguales y, por tanto, se pone fin a la idea del carácter natural de la sociedad y se instaura la nueva idea de que la nación es una construcción resultado de la libre voluntad de los individuos: una asociación contractual. Se introduce así un principio revolucionario en la concepción del poder y su ejercicio. Hasta aquí llega la verticalidad de la organización de las estructuras de dominación. Para aplicar los nuevos principios se desarrolló una serie de «ecuaciones de transferencias»: la acción, la representación y la opinión. La primera incluye al pueblo en los levantamientos. La segunda ecuación de transferencia es la representación, ya se trate de la representación electoral o de una representación simbólica. Aparecen las elecciones como la vía normal para transferir la legitimidad del pueblo a los gobernantes. En este registro simbólico, la gran novedad de esta primera época es el surgimiento de nuevas formas de sociabilidad que pretenden encarnar al pueblo. De estos espacios depende la tercera ecuación: la construcción de una opinión pública.
10
Francois-Xavier Guerra. «De la política antigua a la política moderna». En: Los Espacios públicos en Ibero América. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIIXIX. Francois Xavier Guerra, Annick Lemperiere et. al. México, Fondo de Cultura Económica, 1998. Pág. 112.
11
Ibíd. Pág. 114.
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Con todo ello la ciudad adquiere una mayor significancia como espacio de representación del poder. Pero el continente no cambia, pues la forma urbana y las funciones urbanas continúan siendo las mismas, y lo que cambia es el significado de las mismas. Para lograr esto, los espacios de sociabilidad son fundamentales. Aparecen como los mecanismos de conversión, que le introducen un nuevo significado a lo urbano, y son los que per miten que se transfor me la verticalidad que organizaba a la ciudad, en la horizontalidad que impone la modernidad política. La ciudad, como espacio de representación, debe ahora ser vir de escenario para la igualdad republicana, así como la ciudad colonial y la antigua sirvieron de escenario de la verticalidad tradicional.
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Si las ciudades nacen como parte de la necesidad de establecer mecanismos e instrumentos de manejo de los imaginarios, durante un poco más de cuatro milenios éstos se basan en el principio de que el orden de la sociedad se deriva del orden natural y éste es de origen divino. Con la introducción de la idea de Nación, se hace necesario establecer nuevos mecanismos de control y en ello los espacios de sociabilidad aparecen como un modelo de control, ahora no basados en la desigualdad, sino precisamente en lo contrario: la igualdad republicana. Así, las sociabilidades moder nas sir ven de instrumentos para cambiar el significado de los contenidos urbanos. La gran mutación cultural del siglo XIX se inicia con la introducción entre las élites de un nuevo imaginario social basado en el individuo, considerado como el valor supremo con el que deben medirse las instituciones y los comportamientos. El triunfo del individuo se logra con el empleo de diver sas for mas de sociabilidad modernas, que se caracterizan por la asociación de individuos de orígenes diversos para discutir ideas en común, y es
Guerra, Francois-Xavier.» La Revolución Francesa y el Mundo Ibérico». En: Krebs, Ricardo y Gazmuri, Cristian, ed. La Revolución Francesa en Chile. Santiago, Editorial Universitaria, 1990. Pág. 338.
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allí donde nace la opinión pública moderna, resultado de la discusión y del consenso de sus miembros. Éstas se caracterizaron por ser «igualitarias, ya que se establecen con un fin de simple discusión en que sólo cuenta la opinión, la autoridad sale en ellas de la voluntad de los asociados, lo que lleva consigo prácticas electorales de tipo moderno; por todo ello han podido ser calificadas de ‘democráticas’»12.
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IV. De la atenas suramericana a la Bogotá moderna. La construcción de la cultura ciudadana en Bogotá El humanista español Menéndez Pelayo, en su Antología de la Poesía Latinoamericana, escrita en Madrid en 1892, señalaba que “la cultura literaria en Santa Fe de Bogotá, destinada a ser con el tiempo la Atenas de la América del Sur, es tan antigua como la conquista misma”13. Esta afirmación, hecha por un escritor que nunca conoció la capital ni el país, y que todo su contacto se reducía a los epistolarios sostenidos con algunos eruditos capitalinos, fue recogida por los cronistas de la ciudad, como Pedro María Ibáñez, quien señala que el estatus de Bogotá como ciudad civilizada se remonta a los tiempos de la conquista, condición que atrajo a una migración de españoles cultos, que engrandecieron el proceso civilizatorio y dieron a luz hijos distinguidos, quienes, en la práctica de sus profesiones, fueron dignos representantes de su lugar de procedencia14. De esta manera, se fue construyendo desde fines del siglo XIX la imagen de la
Bogotá culta, en buena parte creada por su elite intelectual que se veía a sí misma como perteneciente a una sociedad erudita, y que consideraba que, en razón a estos atributos culturales, Bogotá se encontraba muy por encima de las otras ciudades latinoamericanas. 13
Citado por Martha Lucía Soto. La Metrópoli Europea. Haciendo una Nación tipo Latinoamericana. Tesis de Grado, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, 1997. Pág. 1.
14
Pedro María Ibáñez. Crónicas de Bogotá. Bogotá, Academia de Historia de Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1991.
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no hacía sino destacar el hecho de que en la Bogotá de entonces el uso de la lengua se convertía en un instrumento para distinguir lo que esta élite consideraba como vulgar de lo culto15, precisamente en una ciudad donde las fronteras que mostraban la jerarquización social se estaban borrando, en razón a la masiva migración que se sucede en las cuatro últimas décadas del siglo XIX16.
La construcción del mito de la capital como un centro urbano culto se alimentó con el establecimiento de la primera sede de la Academia de la Lengua en América, inaugurada en 1871 precisamente en Bogotá, institución que, además de impulsar las labores propias de su razón de ser, impulsaba las ter tulias, espacios de sociabilidad que cumplían la función de “humanizar y civilizar”, según el sentir de sus promotores. La publicación oficial de la Academia, la Revista de Bogotá, publicitaba las actas de sus reuniones, así como otros artículos, donde se recogía la opinión de sus miembros de ejercitar una labor civilizatoria, no sólo para la ciudad, sino también para todo el país. A esta institución se le sumó el Salón Ateneo, fundado en 1884, con un propósito similar. Todo esto
Desde fines del siglo XIX, el buen hablar se asumía como una condición para aquellos bogotanos que aspiraban a ser considerados como “gente culta y bien nacida”, lo cual marcaba un contraste total con el hecho de que se pasaba por un momento de la historia de Bogotá en el cual la mayoría de los nacimientos correspondía a los llamados hijos ilegítimos17. En esta labor se destaca el libro de Rufino José Cuervo, Apuntaciones Críticas sobre el Lenguaje Bogotano, publicado en 1872 y reeditado en 1907, así como los numerosos trabajos de Miguel Antonio Caro. De esta manera se consolidó la tendencia de crear una realidad propia mediante la integración de un contexto cultural más amplio, que instrumentaliza la cultura como una herramienta para dirigir el rumbo de la sociedad bogotana hacia lo que esta élite consideraba como civilización y con ello dejar atrás lo que se consideraba como barbarie: hablar mal, vestirse mal, comportarse por fuera de las reglas dictadas por los manuales de urbanidad. El triunfo de este modelo se consigna en la presencia de gramáticos en los altos cargos del Estado18. En el fondo se trataba de una respuesta de la ciudad letrada al efecto subversivo que se estaba produciendo en la lengua por la incipiente democratización que se iniciaba como resultado de una mayor integración de la ciudad al mercado mundial, gracias a las exportaciones de café y al aparecimiento de nuevos migrantes que llegaban de la provincia a Bogotá, muchos de ellos con recursos económicos significativos, pero a los cuales la alta sociedad bogotana sólo veía como provincianos, sinónimo de incultos19. Por ejemplo, cuando a fines del siglo XIX se inaugura la remodelación del parque
15
Martha Lucía Soto, op. cit. Pág. 3.
16
Para conocer los efectos urbanos de las migraciones a Bogotá, ver el trabajo de Germán Mejía Pavony. Los Años del Cambio. Bogotá, Ceja, 2000.
17
Miguel Ángel Urrego. Sexualidad, matrimonio y familia en Bogotá. 1880 – 1930. Bogotá, Ariel Historia. Pág. 234.
18
La relación entre el buen uso del idioma y la política la hace Malcom Deas. Del poder y la gramática y otros ensayos sobre historia, política y literatura colombianas. Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1990.
19
Ángel Rama. La ciudad letrada. Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2000.
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El contraste no podía ser mayor, pues en ese momento, finales del siglo XIX y primer as décadas del XX, Bogotá atravesaba por la peor crisis higiénica de toda su historia, y la densificación de la ciudad obligaba a ricos y pobres a vivir dentro del mismo espacio urbano; inclusive a compartir las mismas casas, en razón del empobrecimiento general que vivía la ciudad21. Ante esta situación de la ciudad,
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Santander, se asegura que éste se asemeja a “un rincón del fino París”, ya que el gobierno y la gente ha logrado crear un espacio para “... el buen gusto dentro de los cuales se catalogan los apropiados juegos para los niños, la música selecta y el respeto y mantenimiento comunitario de los bienes públicos y privados...”20. Era claro que se rescataba la condición de dispositivo pedagógico que acompaña a la ciudad en toda su historia. En este caso el parque aparece como un instrumento de la idea de progreso sostenida por esta élite bogotana, y la idea de culturizar se encontraba por encima de cualquier otra consideración urbanística. De esta manera, el impulso de lo culto, por parte de un grupo de eruditos, privilegiaba la utilización de los medios escritos, las tertulias y el espacio público para establecer un proyecto de sociedad urbana, donde el ejercicio del manejo del idioma era la máxima expresión de civilización.
donde los pocos símbolos de jerarquización social del espacio urbano se habían perdido, la élite recurre al buen hablar, los buenos modales y el manejo de un protocolo social, como fronter as entr e lo que ellos consideran la civilización, su cultura, y la barbarie, la del “pueblo bajo” y de los provincianos. Estas necesidades de distinción, surgidas del desastre urbano que significaba Bogotá durante este período, se constituyeron en los elementos sobre los cuales se elaboró la nueva urbanidad burguesa en Bogotá, que incluía “respeto al orden social, corrección en el vestir, uso del tiempo, noción del comportamiento femenino y masculino, al igual que principios estéticos y morales a partir de los cuales elaborar normas de distinción social”22. Esta imagen de ciudad culta era utilizada como frontera de diferenciación social, y con ello se fue configurando la per sonalidad histórica de la ciudad. Los textos de urbanidad, escritos con una marcada carga pedagógica, fueron de gran importancia para exponer lo que se consideraba como los ideales del comportamiento público, el trato armónico entre las personas y la preservación de los valores tradicionales.
Los buenos modales, el buen gusto, los bailes, las virtudes cristianas, es decir, la práctica de las
motivo de una gran difusión en Bogotá. La prensa bogotana normas de la civilidad, fueron
se preocupa por difundir la urbanidad23. La civilidad, con sus restricciones y mandamientos, se convir tió en la base par a for jar el mito de la Atenas
20
Citado por Martha Lucía Soto, op. cit. Pág. 5
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Sorprende constatar cómo se le atribuye al diplomático argentino Miguel Cané el haber nombrado a Bogotá como la Atenas Suramericana. En verdad, este viajero les dedica en sus crónicas tanta atención a las pésimas condiciones de vida que padecía la ciudad, como a las descripciones sobre las tertulias. Ver Miguel Cané. Notas de Viaje sobre Venezuela y Colombia. 1882. Bogotá, Imprenta de la Luz, 1907.
22
Ver Sandra Pedraza. En cuerpo y Alma. Visiones del progreso y la felicidad. Bogotá, Universidad de los Andes, 1999.
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Carlos Ernesto Noguera, Alejandro Álvarez y Jorge Orlando Castro. La Ciudad como Espacio Educativo. Bogotá, Arango Editores, 2000.
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L a c i u d a d e d u c a d o r a : S í m b o l o s, s i g n o s y r i t o s u r b a n o s p a r a e d u c a r a l o s c i u d a d a n o s
Cultura ciudadana y modernización
suramericana, en razón de haber exaltado las buenas costumbres y las buenas maneras como las prácticas necesarias para la vida en la ciudad. De esta forma, la condición de ciudad letrada quedaba resuelta con la Academia, el Ateneo, los boletines, las revistas y periódicos, y la conducta social se aseguraba con los manuales de urbanidad. Y con todo esto se consideraba que Bogotá podía sentirse como ciudad culta, donde la persistencia de las costumbres tr adicionales aseguraba la posesión de un patrimonio cultural. A ello se le agregó el consumo de algunos productos foráneos, con lo cual esta naciente burguesía consideraba que se encontr aba a la altur a de sociedades como la parisina o cualquier otra similar.
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La conservación de la tradición también se deja notar en la literatura. La literatura costumbrista del siglo XIX continúa presente en las primeras décadas del siglo XX, donde, aparte de los cuadros de costumbres, es el tema religioso y el moralizador el que ocupa la atención de los novelistas bogotanos de principios de siglo. Sin embargo, fiel a la tradición radical del siglo anterior, José María Vargas Vila irrumpe con su obra disonante de denuncia disidente. También cabe destacar el ensayo fallido de novela urbana, Pax, 1907, de Lorenzo Marroquín y J. M. Rivas, que se queda en cuadros dispersos y en cierto intento de crítica a la naciente burguesía. Fuera de estas excepciones, la producción liter aria bogotana de comienzos del siglo continúa como heredera del pasado colonial, guardián de la tradición, en concordancia con el espíritu de la Atenas suramericana. Aquí no están presentes poetas como el payanés Guillermo Valencia o como el car tagenero Luis Car los López, ni novelistas adelantados como el antioqueño Tomás Carrasquilla. Y José Asunción Silva,
Luz Mary Giraldo. Ciudades Escritas. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.
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único bogotano cuya producción literaria trascendió, ya había muerto sin que sus vecinos hubieran apreciado su poesía24. De renombre en las letras de la capital ha sido la llamada Generación del Centenario, que apar ece en 1910, cuando se conmemora el primer centenario de la independencia. En algún momento se reunió bajo esta clasificación a un grupo muy poco homogéneo, cuyos miembros nunca estuvieron unidos, entre quienes se encontraban educadores y periodistas. Entre sus miembros más destacados figuran: Agustín Nieto Caballero, Armando Solano, Enrique Olaya, Silvio Villegas, Luis Cano, Eduardo Castillo. De ellos no salió ningún rompimiento con la agobiante tradición, si bien mantenían un claro ideal de paz y habían r enunciado al romanticismo, condiciones que predisponen al progreso. Al mismo tiempo, la clase alta iniciaba la práctica de deportes, novedad que se realizaba en los nacientes clubes, que, con nombres en
educación y c i u d a d inglés, se constituían en los nuevos espacios de sociabilidad burguesa. La copia de las costumbres europeas se extendía a la asistencia al Teatro Colón, donde se presentaban compañías operáticas de segundo orden, que se quedaban varios meses en la capital repitiendo las funciones. El cine mudo comenzaba a atraer al público, pero ninguno de estos cambios había logrado transformar lo que se denomina la cultura popular, inmer sa aún en las costumbres decimonónicas. Las chicherías continuaban siendo los espacios de sociabilidad popular por excelencia, y las diversiones se encontraban en el tejo, el turmequé, los bolos, la taba y los paseos, que se realizaban en ocasiones especiales 25 . Era otra concepción del espacio público. También otras formas de sociabilidad, muy distantes de aquellas que presumía la Atenas suramericana. A su vez, el uso de prendas de vestir continuaba siendo un elemento fundamental en la jerarquización social. Verdadero símbolo de distinción cultural,
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Fundación Misión Colombia. Historia de Bogotá. T. III. Bogotá, Villegas Editores, 1988.
el uso del vestido se constituía en un uniforme social que permitía clasificar al portador a la clase a que pertenecía. Así, en las primeras décadas del siglo XX la moda femenina en la clase alta exigía las medias de seda, el calzado de charol, encajes, cabello largo, trajes hasta el tobillo y falda con miriñaque. Los hombres usaban traje negro de paño, levita con cubilete por sombrero. Los muchachos usaban el pantalón cor to hasta bien entrada la adolescencia. Entre los pobres, las mujeres portaban un pañolón y sombrero, y los hombres ruana y sombrero, y todos usaban las alpargatas, aunque no todos los días. La educación se encontraba en manos de la iglesia católica, desde la Regeneración. La Ley 39 de 1903 ordenaba que “la instrucción pública en Colombia será organizada y dirigida en concordancia con la religión católica”. Así, la comunidad de La Salle controlaba el colegio de La Salle, la Escuela Central de Artes y Oficios, la Escuela Normal Central, la Escuela de San Victorino, la Escuela de San Vicente de Paúl, la Escuela de San Bernardo y la Escuela de Canto de la Catedral. Los lasallistas, sumados a los salesianos y los jesuitas, entre otras órdenes religiosas, mantenían el monopolio de la educación, en un sistema que se basaba en la moral cristiana y rechazaba la ética ciudadana. Sin
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L a c i u d a d e d u c a d o r a : S í m b o l o s, s i g n o s y r i t o s u r b a n o s p a r a e d u c a r a l o s c i u d a d a n o s
embargo, el analfabetismo era la nota predominante en Bogotá y la mujer no existía como sujeto educable ante la ley. Este panorama empieza a cambiar para los años veinte y treinta, además de esfuerzos como las escuelas nocturnas. Aunque desde 1907 ya funcionaba el Instituto de Artesanos, que impartía educación nocturna en los barrios de Las Aguas, San Victorino, Las Nieves y Egipto.26 Con los cambios de los años veinte, la ciudad inicia la transfor mación de la cultur a urbana, y con ello inicia el surgimiento de un nuevo espacio público. La modernización de las comunicaciones se da con la radio, el cine, el avión, las transmisiones inalámbricas, el automóvil, el tren. Todos estos elementos confirman que la ciudad es un dispositivo para la comunicación. Así mismo, el rostro de la ciudad experimenta profundos cambios y, por primera vez, se construyen edificios más altos que la Catedral: los bancos, nuevo símbolo de progreso. De la influencia arquitectónica francesa se pasa a la Escuela de Chicago, al Ar t Decó neoyorquino, y los arquitectos italianos y fr anceses son sustituidos por nor teamericanos, quienes construyen nuevos edificios, viviendas, acueductos, 26
Miguel Ángel Urrego, op. cit. Pág. 324.
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Alejandro Álvarez. “La irrupción de los medios”: En: La Ciudad como espacio educativo, op cit. Pág. 85.
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alcantarillados, mataderos, escuelas, hospitales y plazas de mercado. Al mismo tiempo en las artes los cambios se dejan sentir. Al final de los veinte surgen los Bachué, así como pintores como Garay, Acevedo Bernal, entre otros, que inician el abandono del academicismo de fin del siglo XIX. Algo similar sucede con la escultura. En la novela irrumpen los conflictos sociales y la lucha de clases, a la par con el surgimiento del sindicalismo y el socialismo en la ciudad. Se destaca José Antonio Lizarazo, de familia artesana y nacido en cercanías del Panóptico, introdujo en sus escritos a la clase baja bogotana. En la novela Casa de Vecindad, 1930, relata la sordidez de la vida bogotana de ese entonces. Así, el mundo del paisaje y el costumbrismo, que predominaron en la literatura bogotana de finales del siglo XIX y principios del XX, por fin son reemplazados por el mundo del individuo aislado habitante de la ciudad. Esto se consigna en la poesía de Luis Vidales, con su obra Suenan Timbres, que rompe a mediados de los veinte los moldes intocables del clasicismo que reinaba hasta entonces. León de Greiff, llegado a la ciudad en los veinte, inicia la difusión de su poesía. Algo similar sucede en el teatro, donde también se impulsa el abandono del sueño costumbrista decimonónico y nuevos géneros melodr amáticos y sentimentales,
cultivados por Luis Enrique Osorio y Antonio Álvarez Lleras, hacen su aparición. En la vida cotidiana la llegada de la radio y la popularización del cine significaron cambios radicales. La cultura moderna proveniente de los Estados Unidos entra con fuerza en la ciudad. Ritmos musicales como el fox trot, el rag time y el tango se convier ten en aires de moda, en sustitución de los valses, mazurcas y polkas. En esto desempeña un papel destacado el cine, ya para entonces bastante popularizado, cine que estaba acompañado de orquestas27.
Espacios públicos y tiempo libre La progresiva moder nización que tímidamente comenzaba a experimentar la ciudad fue introduciendo la práctica de los deportes y con ello se generó la necesidad de nuevos espacios de sociabilidad distintos a las plazas y parques. Así, desde 1890 se inició la práctica del polo, el tenis y el fútbol, inicialmente limitada a las élites capitalinas que los impor taban de sus viajes a Europa. Esto motivó la apertura en 1893 del primer almacén de ar tículos depor tivos de la ciudad, donde se
educación y c i u d a d de siglo comenzó a funcional el Club La Macarena, encargado de introducir el golf, en un potrero situado en la Carrera 13 con Calle 37. En Bogotá, el Club de Polo fue el primer impulsador del fútbol, cuando en 1910 se crearon los primeros equipos conformados por miembros del club.28 vendían juegos de mesa e implementos depor tivos. Posterior mente, el comerciante Ernesto Duperly importa las primeras bicicletas. El siglo se cierra con la fundación en 1897 del primer club depor tivo de Bogotá: el Polo Club, destinado a la práctica, precisamente, del polo, llamado el “deporte de los reyes”. Los clubes fundados en la ciudad fueron, en sus inicios, lugares exclusivos de los hombr es. Estos clubes sociales, establecidos en amplias casonas ubicadas en el centro histórico, eran lugares para conversar, jugar o leer prensa nacional y extranjera. En 1882 se funda el Gun Club, en el tercer piso de las galerías Arrubla. En 1894 se funda el Jockey Club, lugar del juego de póquer y tresillo, y de contactos políticos. En sus primeros años, la práctica de los depor tes aparece asociada a la institución del Club. En 1905 hay par tidos de polo y críquet en el hipódromo de La Magdalena. A principios
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Historia de Bogotá, op. cit.
En la década del veinte se presencia un incremento de las prácticas deportivas, aún asociadas a los clubes y, por tanto, se trataba de prácticas que se constituían en reflejo de las jerarquías sociales. El Polo Club, el América Spor t Club, el Tequendama, el Countr y Club, el Magdalena Sport Club fomentan todos los fines de semana o durante la temporada de vacaciones la realización de torneos de polo, tenis, golf y fútbol. Por estos mismos años hay carreras de caballos auspiciadas por los socios del Jockey Club en el hipódromo La Magdalena, construido en 1892, y hace su aparición el boxeo en la ciudad. Los aficionados fundan el Boxing Club y surge el primer boxeador de la ciudad: Rafael Tanco. Convertido en ídolo, realiza peleas con boxeadores nacionales o extranjeros, tanto en el Salón Olimpia como en el Parque de Luna Park, al sur de la ciudad. Desde 1929, los periódicos El Espectador
y El Tiempo promueven competencias de ciclismo. Los primeros esfuerzos de socialización del deporte se inician con la Ley 80 de 1925, por medio de la cual se creó la Comisión Nacional de Educación Física en el Ministerio de Instrucción Pública. Este organismo tenía el encargo de organizar concursos de atletismo, promover la construcción de plazas deportivas, crear asociaciones de cultura física, preparar publicaciones y conferencias sobre la importancia de los deportes para la salud, la inteligencia y la moral, y elaborar un plan racional de educación física para la enseñanza y la lucha contra las causas del deterioro físico de la infancia y la juventud.
En 1927 se realizaron los primeros Juegos Deportivos Nacionales en Bogotá, con el patrocinio del Ministerio de Instrucción Pública y Salubridad Pública. Si bien llegaron pocas delegaciones y se limitaron a unos cuantos partidos de fútbol
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y algunas pruebas atléticas celebrados en el estadio del Instituto de la Salle, hay que registrar el hecho como el primer esfuerzo por emplear el deporte como instrumento de integración nacional29. El aparato educativo cumplió un papel de gran impor tancia en la popularización de las prácticas deportivas. Por otra parte, la inversión pública en infraestructura permite la generación de espacios en donde la gente puede llegar a realizar el deporte. La creación del Parque Nacional en 1934 implicó la construcción en sus predios de canchas de tenis, baloncesto, patinaje, pistas, gimnasios, camerinos y servicios sanitarios, con el fin de promover la recreación de la gente. En 1935 se crea el Comité Municipal de Deportes de Bogotá con el objetivo de desarrollar el deporte, en especial el fútbol. Por decisión del Concejo de Bogotá, para celebrar en 1938 el IV Centenario de fundación de la ciudad, se dispone del Acuerdo 12 de 1935 con miras a la construcción de un estadio en la ciudad. Luego, Luis Camacho Matiz cedió 43 fanegadas de los terrenos que formaban parte de su antigua hacienda El Campín, en el entonces barrio San Luis. 29
Santiago Londoño. Vida diaria en las ciudades colombianas. Nueva Historia de Colombia. Bogotá, Editorial Planeta, 1989.
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Investigación Historiográfica de los Parques Nacional, Tunal y Simón Bolívar. Bogotá, Cifa, Universidad de los Andes, IDCT, 2000.
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Este estadio sería el primero de la ciudad para realizar torneos de fútbol, el cual se empieza a constr uir en 1936 y se inaugura en 1938. Junto a El Campin, en 1937 se realiza el Estadio Alfonso López, en la moderna sede de la Universidad Nacional30. El primer deporte que se populariza es el fútbol, lo cual sucede en los años treinta. Con la constr ucción de escenarios deportivos públicos y la introducción en la enseñanza de la práctica de deportes, se consolidó este proceso, el cual se reforzó con dotación en los barrios obreros de canchas depor tivas. En Bogotá, por ejemplo, en 1934 se inauguró una cancha en el bar rio Tejada y en 1942 se construyeron dos gimnasios obreros para fomentar el espíritu deportivo y mejorar la condición física de los trabajadores.
Se acelera la democratización de la ciudad Los cambios económicos de las décadas anteriores, así como la urbanización constante, el fortalecimiento del Estado y la progresiva industrialización, generaron diversos cambios en la ciudad, siendo uno de ellos el surgimiento de una clase media bogotana. Así mismo, surge una actitud nueva hacia la ciencia, que el Estado empieza a tomar en cuenta en la tarea de gobernar. Una ley de 1928 había designado como “cuerpos consultores” del gobierno
educación y c i u d a d a varias asociaciones científicas ya establecidas en medicina, geografía y en las ingenierías. Otra ley hizo lo mismo para la recién creada Academia Nacional de Ciencias. La concentración de la Universidad Nacional en un campus moder no y especialmente diseñado para ella fue una medida de gran significación para la consolidación de la academia moderna. De esta manera, las sociedades científicas se consolidaron en Bogotá y sus publicaciones contribuyeron a abandonar el lastre religioso. La respuesta de los sectores tradicionales quedó simbolizada con la fundación de la Universidad Javeriana, en 1931. Los cambios también se dejan notar en las artes plásticas.
A tono con los nuevos discursos políticos, la pintura y la escultura dejan notar cierta influencia nacionalista. Algo de ello aparece en la pintura de Luis Alberto Acuña, Ignacio Gómez Jaramillo y del joven Gonzalo Ariza. En la escultura, Rómulo Rozo, junto con otros escultores como José Domingo Rodríguez y el español Ramón Barba, conforman el grupo Los Bachué, quienes dan la espalda a Europa y buscan inspiración en el mur alismo
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mexicano para volcarse a la cultura autóctona y registran una tendencia indigenista y testimonios de los problemas sociales. En la novela se consolida el registro del fenómeno urbano y el espíritu burgués, así como el relato fantástico. Novelas urbanas escritras por entonces son, entre otras, Abismos, ensayo biológico social (1931) y Mujer y sombras (1937), de Luis Carrasquilla; Jenny (1932), de Luis Alberto Castellanos; Las dos joyas (1940), de Hernando Gutiérrez; Los del medio (1938), de Augusto Morales Pino; Hombres sin presente (1938), de J. A. Osorio Lizarazo. En ellas se registran las nuevas realidades urbanas, como el surgimiento de la clase media y la presencia de los empleados públicos. En la poesía se destaca Eduardo Carranza, quien se acerca al pueblo y poetiza las formas populares del lenguaje31. De la misma manera, en la vida cotidiana los cambios en esta década son profundos. El nacionalismo, como exaltación de valores propios, unido al reformismo democratizante de los gobiernos liberales, va a influenciar notoriamente los cambios en la ciudad. Aparece en el Estado una clara actitud de democratización de la cultura. Los gobiernos liberales buscan la laicización de la educación y su democratización, intentando borrar la distinción entre escuelas rurales y urbanas,
Catálogo de la Exposición Permanente Bogotá siglo XX. Museo de Desarrollo Urbano, Alcaldía Mayor de Bogotá. Bogotá, IDCT, 2000.
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y dando a la mujer la posibilidad de acceder al bachillerato y a la universidad. Así, en 1935 el gobierno no renovó el contrato con los hermanos de La Salle para la dirección de las escuelas normales. El Congreso Nacional de Educadores, de 1934, preconizaba el desarrollo de una escuela profundamente colombiana, adaptada a las características del país, fundada en su cultura popular. Los políticos, como Jorge Eliécer Gaitán, inician campañas de culturización de las costumbres. Desde la Alcaldía legisla sobre el cambio de alpargates por zapatos entre los obreros del municipio. Establece el uso de delantales y gorros para las marchantas del mercado. Intenta uniformar a los choferes públicos de la capital, medida que genera una fuerte protesta y una huelga que se convier te en el motivo evidente para provocar la caída de Gaitán de la Alcaldía. Para entonces ya había establecido las conferencias semanales conocidas como los Vier nes Cultur ales. Además, la industrialización y los nuevos métodos de comercio, en especial la venta a crédito introducida por los llamados polacos, inmigrantes judíos, así como los turcos, palestinos y libaneses, con la venta de 32
Historia de Bogotá, op. cit. T. III.
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Catálogo Exposición Permanente, op. cit.
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telas y ropas puer ta a puer ta, contribuyeron a cambiar la vestimenta en Bogotá, y con ello se inicia la democratización del paisaje social urbano, puesto que el vestido comienza a dejar de ser un uniforme de la distinción social32. Pero es la radio el protagonista fundamental de la difusión de nuevas cor rientes musicales. La Voz de Colombia (1930) y la Voz de la Víctor (1933) se convierten en los vehículos de difusión de ritmos caribeños, así como del bolero y de las rancheras mexicanas. Junto con el cine sonoro llegó la invasión del cine argentino y mexicano. Este último consolidó la ranchera en el gusto del público bogotano, en razón de las temáticas rurales o del migrante rural que llegaba a la ciudad. Además, como era hablado en español, no eran necesarios los subtítulos, lo cual facilitó que el público bogotano, altamente analfabeto, comprendiera las películas. Este nuevo ambiente cultural genera cambios en la moda, como el uso, por parte de las mujeres de la clase alta, de
las pieles, los zorros plateados y los sombreros con malla para cubrir el rostros. En el ámbito masculino, la amplia difusión del uso del calzado y el sombrero de fieltro, que reemplaza al de paja, da a estas prendas categoría de “uniforme”. Un elemento emblemático de todos estos cambios fue la inauguración del servicio de Taxis Rojos, en 1935, del empresario Leonidas Lara, que los bogotanos podían solicitar por teléfono33.
educación y c i u d a d La ciudad cambia de rostro La progresiva industrialización aceleró la tr ansfor mación de la ciudad con la introducción de nuevos materiales de construcción, tales como el hierro, el acero, el vidrio, el concreto reforzado, así como la profesionalización de la arquitectura. El uso del ladrillo a la vista y la popularización del vidrio caracterizan esta época. Así mismo el modelo de edifico público norteamericano hace presencia con los edificios Murillo Toro, llamado el Palacio de las Comunicaciones, y el Palacio de los Ministerios. La demolición de la joya colonial, el Convento de Santo Domingo, para darle paso al primero, refleja las polémicas entre tradición y modernidad que se daban en Bogotá en esos años. El Claustro de San Agustín también sufrió una mutilación. Estas discusiones entre lo tradicional y lo moder no también se extienden a la pintura. En 1940 se abre el salón de Ar tistas Nacionales y en él emerge la primera pintura abstracta. Los maestros de pintura que van a reinar en la ciudad en la segunda mitad del siglo XX hacen su aparición en esos años. En una aproximación al arte moderno, Alejandro Obregón hace, en 1944, su primera exposición.
Pero la reacción no se hizo esperar: en 1942 el cuadro de Carlos Correa que ganó el Salón Nacional fue vetado por la jerarquía de la iglesia católica por representar la anunciación con una virgen desnuda. La escultura, ubicada en un hacer ya contemporáneo, ve aparecer a los maestros Negret, Ramírez Villamizar y Arenas Betancur. En la poesía, los Piedracielistas, con Carranza como
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su máximo exponente, y el grupo Cántico, o los Cuader nícolas, continúan la renovación de este género. Luego, Aurelio Arturo va a introducir una poesía de la soledad, que anuncia el camino a los poetas de la segunda mitad del XX. En la academia, la Escuela Normal Superior (1937 – 1944) consolidó la reflexión científica sistemática, gracias a una nómina destacada de profesores extranjeros -alemanes, franceses y españoles-, quienes impulsaron la enseñanza e investigación en antropología, sociología, geografía e historia, de gr an impor tancia par a entender el desarrollo de estas disciplinas, en la ciudad y en el país. Es entonces cuando en la vida cotidiana bogotana el bolero inicia su reinado. Cantantes como Agustín Lara, Liber tad Lamarque, Leo Marini, María Luisa Landín, y el colombiano Ortiz Tirado son los ídolos
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Carlos Uribe Celis. La mentalidad del colombiano. Bogotá, Ediciones Alborada, 1992. Pág. 73.
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Luz Mary Giraldo, op. cit.
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de este género, que compite con el tango y la música caribeña que está entrando con fuerza para entonces. La música procedente de Cuba, así como la proveniente de la costa norte, hacen su arribo con fuerza: los porros y las cumbias de José Barros y de Lucho Bermúdez, con su Orquesta Caribe, se toman a Bogotá. La emisora Nueva Granada populariza los espectáculos musicales en vivo, con ar tistas invitados como Pedro Vargas y Libertad Lamarque. La Voz de la Víctor transmitía La Hora Costeña, donde reinaba Lucho Ber múdez. Estos progr amas competían en sintonía con el periodismo político. La Radio Nacional continuaba con su labor pedagógica de difusión de la música culta. Cabe anotar que la popularización de la música costeña estuvo asociada a la popularidad del fútbol, puesto que los himnos de los equipos profesionales fueron melodías caribeñas. Por ejemplo, Pachito Eché fue adoptado por lo hinchas del equipo Santa Fe.34 Así mismo, al igual que el resto del mundo, a comienzos de los 40 se inició la penetración de la Coca-Cola al mercado local. Camiones de reparto visitaban los colegios y distribuían gratis la bebida. Rápidamente esta marca se puso de moda en las fiestas de la juventud, y a los muchachos se les llamó “cocacolos”, sucesores de los glaxos y filipichines de antaño.
En el vestido, los colores claros, pasteles, comenzaban a competir con el inefable negro que había dominado el paisaje de las calles bogotanas desde la colonia. Además, las medias de nylon, que reemplazaron a las de seda, luego de la segunda guerra mundial, permitieron la popularización de esta prenda. De esta manera continuaba la popularización de algunas modas que hasta entonces eran exclusivas de la clase alta bogotana. La posguerra significó un período de grandes cambios para la ciudad. Una mayor integración vial estuvo acompañada de la apertura de grandes almacenes como el Ley y Sears. En las manifestaciones culturales, se destaca la escultura con los maestros Negret y Ramírez Villamizar, quienes inician un recorrido por las formas geométricas. La pintur a mantiene la expr esión abstracta, pero también se utiliza el figurativismo, con Fernando Botero y Alejandro Obregón. En la literatura, los relatos captan la Violencia que azotaba al país, como en La Mala Hora y en La Hojarasca, de Gabriel García Márquez. Además, surge el Nadaismo, movimiento iconoclasta originado en Antioquia. En poesía se destacan Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus, vinculados a la revista Mito, publicación de gran influencia en el desarrollo cultural de la capital 35.
educación y c i u d a d En la vida cotidiana, la ciudad muestra un mayor cosmopolitismo. Los nuevos ritmos musicales, como el rock and roll, se popularizaron gracias a los nuevos programas radiales. Pero de nuevo es el cine el responsable de introducir novedades en cuanto a modas y comportamientos en la ciudad.. El cine a color llega con fuerza y, si bien las películas nor teamericanas inundan los teatros, ar tistas mexicanos como Cantinflas continúan siendo los favoritos del público. La moda de los años 50 muestra un cambio total: las jóvenes lucen falda corta, a media pierna, y zapatos de cordón, en combinaciones de color blanco y azul o rojo; los muchachos, por su parte, usaban el zapato mocasín y el pelo engominado. En la música, el bolero continuaba su reinado junto con las rancheras, con artista como Javier Solís y Pedro Infante. La televisión, inaugurada el 13 de junio de 1954, inició una serie de programas de gran recordación. El noticiero El Mundo al Vuelo, la comedia Yo y Tu, programas humorísticos con el grupo de Los Tolimenses, programas infantiles como El Tío Alejandro, además de transmisiones de lucha libre y de carreras de caballos, se constituyeron en los programas de mayor audiencia, junto con otros programas extranjeros.
Son los medios de comunicación de masas los encargados de democratizar el gusto y la moda en los diferentes espacios públicos de la ciudad. De ser claramente símbolos de jerar quización social, el vestido, el transporte, la comida, la música, la forma de hablar, poco a poco dejan de ser fronteras entre las clases sociales, y el paisaje social urbano comienza a asemejar se progresivamente. Si a comienzos del siglo usar alpargates y ruana se constituía en un uniforme que matriculaba inmediatamente a su por tador como miembro de la clase popular, o guache, como despectivamente se le denominaba, el usar vestido a la europea se convertía en el uniforme de cachaco, miembro de la clase alta. Desde la posguerra, estas fronteras visibles comienzan a desaparecer y a ser sustituidas por otras
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más sutiles, pero mucho más fuer tes. De la misma manera la comida inicia una democratización profunda, puesto que algunos alimentos extranjeros, como la pizza, la hamburguesa y el perro caliente, de ser comidas exclusivas de la clase alta, rápidamente pasan a ser ofertados en toda la ciudad. Si el bluyin identificaba a los “cocacolos” de los años cincuenta, hoy se ha convertido en la prenda de vestir usada por miembros de todas las clases sociales, hombres y mujeres. La música dejó de ser patrimonio de un grupo social específico, como sucede con el rock y la salsa, cuyo disfrute se realiza en todos los sitios de diversión, independiente del estrato social. Algo similar ha sucedido con las comunicaciones, puesto que hasta hace una década la televisión por satélite estaba limitada a los estratos altos de la ciudad. Pero el siglo XX concluye con la popularización de las parabólicas comunitarias que sintonizan diversos canales internacionales.
La ciudad se democratiza en sus formas y sus fronteras visibles van desapareciendo, al tiempo que se construyen otras, muy diferentes a aquellas que existían a comienzos del siglo: el hablar bien, los buenos modales y el vestir. Al menos, el carácter de la ciudad de servir de espacio de representación del poder, condición que acompaña a la ciudad en toda su historia, ya ha abandonado ese esfuerzo por convertirla en un escenario de diferenciación social, como lo era a finales del siglo XIX, para convertirla ahora en espacio de representación de la nueva realidad política: la igualdad, significada, entre otros elementos, en el libre acceso al espacio público y a la homogenización del paisaje social urbano.
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Juan Carlos P茅rgolis
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What are the images we use to represent Bogotá? 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 Palabras clave 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 Ciudad, imaginarios, identidad, simulación 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 Juan Carlos Pérgolis 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 Arquitecto. Magíster en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura. Profesor 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 titular de la Universidad Nacional de Colombia. Conferencista invitado en 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 universidades de Hispanoamérica y Europa. 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 Autor de trabajos y ensayos sobre ciudad colombiana y cultura entre ellos: 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 Las otras ciudades, Bogotá fragmentada, Estación Plaza de Bolívar, La 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 ciudad de los milagros y las fiestas, Ventanal de un sexto piso. La plaza, el 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 centro de la ciudad. 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 pergolisjuancarlos@yahoo.com 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 austral77@hotmail.com 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 40 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567 123456789012345678901234567890121234567890123456789012345678901212345678901234567
educación y c i u d a d Juan Carlos Pérgolis
Educación Educación ciudadana en la c iudad simulada
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El año pasado se estrenó con gran alboroto la película Matrix recargado; después nos llegó la tercera parte de la serie: Revolutions. No las he visto y temo que, al verlas, se me desbarate la complicada reflexión teórica que elaboré, como tantos otros, a partir de la primera película, que veo cada vez que la presentan en algún canal de televisión y, al igual que cuando la vi en cine, en mi pensamiento se confunden la realidad, la realidad virtual y los sueños que tiene el protagonista dentro de la virtualidad. Las tres instancias aparecen reales y no logro evidenciar el paso de una a otra.
Al igual que en la ciudad, la realidad, la simulación y las simulaciones dentro de la simulación se cruzan y se confunden hasta perder sus límites. Creo que hoy nadie se atrevería a decir que el imaginario bogotano es menos real que la ciudad misma y, quizás, cuando hablamos de Bogotá nos referimos más a la ciudad imaginada que a la real. Curiosamente, es esa ciudad imaginada, resultado de percepciones fragmentarias, de prejuicios y de la información de los medios, la que consideramos real.
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E d u c a c i ó n
Aquí quiero hacer un deslizamiento hacia el tema de la educación: En esa ciudad imaginada los conceptos de educación y simulación se acercan notablemente: nunca en la historia de la pedagogía el simulacro (es decir, la simulación fascinante) tuvo un papel tan significativo. El que creemos obser vador pasivo, «el que llamamos interactuante en red», acepta y vive intensamente la simulación de la virtualidad. Pero así como navega nómada en la red, navega la ciudad, es el pasajero que desde la velocidad de los desplazamientos atesora imágenes de acontecimientos simbolizantes para conformar su cultura urbana, que es el resultado de un proceso educativo originado en la práctica significante con la ciudad. Esto es ir más allá del reconocimiento de las formas urbanas: la práctica implica la vida en la ciudad y con la ciudad.
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Es de todos y de nadie, dice una una señora, citando la frase más común y arbitraria sobre la ciudad. - Es violenta, agrega otra. - Hace unos años decían que era coqueta, ¿recuerdan? Fue uno de los primeros acercamientos sensibles a la ciudad... tercia la amiga ¡pasó tanto tiempo!.. - Está más cerca de las estrellas... concluye la más callada del grupo, porque hablaban de Bogotá, ¿verdad?
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En menos de una década la preocupación por la ciudad pasó de la reflexión sobre la totalidad y sus partes al problema de la representación, a la comprensión de las múltiples realidades, cada una de ellas una parte, un «fragmento». El siglo XX que se inició con el discurso de la relación entre las partes y el todo, concluyó con el mismo discurso, pero señalando la independencia de esas partes, buscando fragmentos. Se puede concluir diciendo que la idea de detalle, parte que explica el todo, dio paso a la de fragmento: parte que se explica a sí misma y está fuera de cualquier contexto. Bogotá simulada, actual etapa de la investigación que estamos adelantando, se basa en las nar r aciones sobre los compor tamientos en la ciudad, en los relatos fragmentarios, aparentemente ajenos a cualquier totalidad, pero capaces de mostrar los rasgos de la vida en la ciudad -que son su cultura- y los múltiples imaginarios que se tienen de la ciudad. - Pero... si cada relato, es un simulacro de ciudad... ¿cuál es la realidad? -se pregunta lleno de dudas alguno, tratando de invalidar el método y dejar en evidencia la arbitrariedad de los relatos. Sin embargo, esa pregunta me confirma la validez del método. Una frase de Italo Calvino en Las ciudades invisibles dice que «La mentira no está en las cosas, sino en el discurso
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educación y c i u d a d que las describe», aunque intuía que lo que hay en el discurso no es una mentira, sino una descripción hecha desde el imaginario, porque también el discurso se filtra a través del inconsciente, antes de que el lenguaje lo vuelva consciente... Por eso, no pretendo hablar de las formas de la ciudad, ni de sus significados; los relatos que narran la ciudad y la vida en ella van más allá: se asoman a un horizonte de sentido, aunque
Porque en cada signo que producimos, en cada mensaje que mandamos, en cada palabra lanzada al aire y en cada mirada que se pierde al final de alguna calle, se esconde un deseo...
Ante la multiplicidad de realidades, la ciudad busca darle un horizonte de sentido a todas las acciones, aparentemente contengan mentiras que no son sino la visión de la ciudad desde el inconsciente, eso que llamamos imaginario. ... Ahora quiero hablarte de aquella mañana lluviosa, cuando caminamos por la Jiménez hasta el Par que de los Periodistas ¿Recuerdas? Cansados de hablar y de mirarnos, comenzamos a escuchar partes de las conversaciones de quienes pasaban caminando a nuestro lado y con todos esos fragmentos ar mamos nuestro propio diálogo, nuestra conversación hecha de deseos ajenos, tan parecidos a los nuestros, que pudo haber sido nuestra propia conversación, los signos de la realidad de ese momento...
a toda la información, a todos los eventos, así como en el marco del pensamiento moderno la ciudad intentó explicarse a través de la significación y ser entendida a través de una realidad única e indiscutible. O es lo contrario: ¿son las acciones, la información, los eventos, los que intentan darle sentido a la vida en la ciudad? Creo que ambas instancias son válidas. Porque los significados provienen del reconocimiento de las formas significantes y el reconocimiento de nosotros mismos entre esas formas nos conduce a la identidad, a la pretendida realidad, a la realidad deseada. - ¿Deseada o simulada? -insiste alguien. - No lo sé... tal vez todo lo que consideramos «realidad» sea simplemente una expresión de nuestros deseos.
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Hagamos una reflexión sobre este tema y la educación: La ciudad educa en todos los momentos, a través de todas las actividades y de todas nuestras representaciones, porque, para representar la ciudad, hay que atravesar un proceso educativo. Entonces, no hay una instancia educacional o educativa específica. Todas las instancias lo son,
porque la ciudad es el marco de nuestra existencia, como diría Norberg-Shulz: es el espacio existencial y como tal aparece en nuestras representaciones.
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Es cuestión de identidad, tenemos que reconocer nuestra identidad, comenta alguna persona, con la convicción de quien lee un manifiesto, pero con la tensa emoción que antecede a un descubrimiento en el que se depositan muchas esperanzas. Y la identidad de nuestra ciudad, que seguramente es resultado de las
muchas identidades que coexisten... agrega otra, con más deseo que cer teza, porque, sin darse cuenta, intenta conformar un simulacro de ciudad para asumirlo como realidad. ¿Qué imágenes de Bogotá deambulan por el pensamiento de estos personajes? ¿Cómo representan la ciudad de la que hablaban?
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La representación, que es la imagen, resulta del efecto de un estímulo reciente sobre una percepción anterior o presentación.
Pero, ¿qué imágenes de la ciudad atesoran las protagonistas de ese diálogo? Y ¿qué estímulos les produjo la ciudad que hizo aflorar ciertas imágenes que en sus frases aparecen mediadas por el mundo de sus deseos?
educación y c i u d a d Como quien cierra una a una las ventanas en un programa de computación para salir de él, el protagonista de The Matrix muere en el sueño dentro de la realidad virtual para salir de ella, para escapar del programa. Bogotá - Bogotá virtual - Bogotá deseada; finalmente, el juego se desarrolla entre los infinitos estímulos que produce la ciudad, las también infinitas imágenes de la ciudad que cada uno guarda en su inconsciente y el deseo. La ciudad educa a través de los estímulos que propone. Trabajar sobre la educación ciudadana significa, entonces, revisar los códigos de esos estímulos: comprenderlos y hacerlos parte de nuestra vida.
En realidad, este escrito implica una revisión al texto de Bogotá fragmentada que publiqué hace más de cinco años y parto de una pregunta: ¿cuáles son las imágenes de Bogotá que permiten que el sentido (de la vida en la ciudad) pueda comunicarse? ¿A través de cuáles imágenes representamos a Bogotá? ¿Qué elementos de la ciudad nutren su narrativa? Las respuestas a estas preguntas se acercan a los interrogantes que aparecieron frente al diálogo de los sujetos referidos anteriormente; porque la representación permite que el sentido pueda comunicarse. En la imagen de Bogotá subyace un deseo y su expectativa de satisfacción; por ese motivo me interesa observar cuidadosamente las imágenes de los relatos para encontrar esos deseos. Esto nos lleva a mirar un corpus heterogéneo de objetos culturales: la ciudad del nómada, del acontecimiento efímero y de la extensión indeterminada no puede ser investigada desde la rigidez conductista; mucho menos puede ser encasillada en normativas ajenas que intentan reprimir sin comprender. Educación no es dogma, es existencia. La investigación muestra que aquella actitud que confundía la educación con el dogma ya no es válida:
la ciudad adquirió autonomía en el diálogo con el habitante: ambos enseñan y aprenden, se relacionan en el concepto de deseo. 45
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...Transmilenio se detiene en un semáforo. Otro bus se acerca hasta quedar a la par del nuestro; ante mí pasan otras ventanillas con otros pasajeros. Creo verme sentado detrás de la cuarta ventanilla del otro bus: es mi reflejo, me digo a mí mismo; pero no es reflejo, soy yo allá sentado. Con temor y asombro, cruzo una mirada cómplice con mi otro yo; creo que nos sonreímos más allá del cansancio del día de trabajo. Los dos transportes arrancan en medio de una nube de humo negro. Más allá de nuestro reflejo en el vidrio está la noche bogotana; nuestra imagen suplanta al paisaje, somos el paisaje. ¿Somos los signos de lo real?.. Recorro los canales de televisión que trae el cable, pero pienso en las realidades simultáneas que me mostró The Matrix, el mundo del protagonista, el simulacro del software -que también es su mundo- y sus sueños. Bogotá simulacro, sin referencias entre lo real y lo imaginado. Los imaginarios que modelan la ciudad vir tual de sus habitantes conforman una Bogotá tan real como la que llamamos real y quizás más aún.
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Baudrillard señala que hoy el simulacro antecede a la realidad y es una imagen creada con el fin de fascinar.
Los imaginarios de la ciudad son fascinantes y ante esa revelación me detengo, sorprendido, en un canal cualquiera. ¿Qué hay detrás de los imaginarios negativos de Bogotá? Tal vez, la fascinación del horror que muestran los titulares de los noticieros anunciados con voces estremecedoras; o los extraños videos musicales donde la estética del horror y la violencia impiden cualquier imaginario a partir de la música misma o permiten crear un imaginario paralelo más allá de la música. Mi pensamiento vuela hacia el angustioso proceso de renacimiento del protagonista de The Matrix dentro del software. Neil Leach sugiere que el fenómeno de estetización aparece como un mecanismo de defensa ante los aspectos más duros de la realidad y «que, en la era de la estetización, los aspectos más lúgubres de la vida son los que tienen la capacidad de proporcionar una respuesta, porque -según él- lo que es lúgubre y áspero parece prestarse a la estetización». Bogotá insegura no salgas, ten cuidado, ve a la defensiva; Bogotá del terror; Bogotá gris, sórdida. No son muy diferentes los titulares de la prensa escrita: el horror vende, aunque en la primera página del diario coexisten las noticias más desgarradoras de la realidad nacional -o mundial- con las sonrisas de las reinas de belleza, la
Por otra parte, Baudrillard dice que «la simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, sino que es la generación por modelos de algo real, sin origen ni realidad»: lo llama hiperrreal. ¿Cuál era la realidad para Neo, el personaje de The Matriz, cuando estaba dentro del software? ¿Y cuál era, cuando en sueños, luchaba hasta morir para escapar del programa? Algunas veces, la realidad de la ciudad está envuelta en capas y quitamos una para encontrar la siguiente, pero cada una de esas capas muestra una realidad; como cuando abrimos una muñeca rusa para encontrar otra igual en su interior. La ciudad es como la matriz de la película y la matriz es como las muñecas rusas, una dentro de otra sucesivamente. También quisiera que esta aproximación a Bogotá me permita configurar un atlas virtual cuyos mapas no estén dibujados, sino narrados, como el juego de realidades en The Matrix, como las ciudades invisibles que el Marco Polo de Ítalo Calvino relata a Jublai Kan. Aunque tal vez deba decir croquis, en vez de mapa, porque el croquis es más leve y la levedad es inherente a la técnica y a las herramientas de la literatura, pero mapa es la palabra que utiliza Baudrillard.
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euforia del concierto de la noche anterior o las modelos del último fashion... ¿Es otra realidad o es otra cara de la misma realidad?
Neil Leach, seguidor de Baudrillard, señala que el mundo actual vive un éxtasis de la comunicación a tr avés del cual las imágenes nos saturan y ante ello el signo se vuelve invisible, desaparece y se neutralizan los significados. Bogotá de las imágenes, Bogotá fascinante, Bogotá que simula para encantar. Pero cuando el significante se repite, se produce un vacío en el significado, des-encanta. ¿Qué ocurre en la primera página del diario? Será por ese motivo que reinas, conciertos, paisajes y top models coexisten con las noticias más desgar radoras de una violencia que siempre creímos nuestra y ahora vemos a escala planetaria? Es curioso, pero aquel mundo fascinante, aquellas imágenes de una Colombia brillante, que atrajeron nuestra mirada dur ante la investigación Bogotá fragmentada, hoy cansan, saturan y evidencian su condición de realidad impuesta: muestran un mundo «light» impuesto a la brava...
Insisto en Bogotá violenta, dice una mujer. - ¿Qué?, interroga la otra con expresión de duda. - Yo prefiero «Bogotá coqueta», agrega la tercera. - No entiendo... dejemos a Bogotá... sin adjetivos y la expresión de duda se convierte en extrañeza.
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En muy pocos años, la ciudad significante dejó de asombrarnos: Bogotá coqueta de principios de la década de 1990 nos sedujo y el discurso de la Alcaldía nos la mostró joven, femenina y tan desprevenida que nos acercamos a ella con los cuidados y la prudencia de la cultura ciudadana. Luego Bogotá brilló más cerca de las estrellas, madura y cautivante, bellísima a través de sus fantásticas obras. ¿Qué nos des-encantó de aquellos discursos que la mostraban seductora? ¿Fue el paso del tiempo?
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Retomo una vez más a Baudrillard cuando dice que la información se agota a sí misma en el proceso de comunicación; la presión que ejerce la infor mación desestructura lo social, ya que no permite el intercambio, porque la información de los medios es unidireccional: simplemente, nos llega y se mete, sin adver tirnos, en nuestro imaginario. Bogotá de un noticiero, o del otro, vista desde aquí mismo o desde Atlanta, Roma o Bonn. Pero Bogotá también está allí, a pocos metros más allá de mi ventana. Camino hacia ella, me asomo y la veo, matizada y teñida en mi imaginario por la ciudad que acabo de ver en los medios, lejos de ser la joven desprevenida o la ciudad madura y seductora cercana a las estrellas. ¿Real o imaginada? No impor ta: al igual que Neo, el personaje de The Matrix, no discuto las realidades. Quizás veo más aquello que quiero ver que lo que hay más allá de mi ventana. Cuando lo imaginario se convier te en realidad no hay lugar para lo real, todo es imagen. Así, en un mundo donde todo es tan político, tan sexual y tan estético, parece desaparecer la política, el sexo y el arte. Eso convierte el espacio social en un fetiche abstracto, inundado de imágenes, saturado de comunicación.
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... Mira, mira... gritaste asombrada y vimos pasar un jinete galopando sobre el eje ambiental, en pleno centro de Bogotá. La imagen impresiona tanto que al día siguiente aparece en la primera página de El Tiempo. El pie de foto dice: «como si fuera a campo abierto, este reciclador -se trata de un reciclador- galopa por el Eje Ambiental de la Jiménez, después de llenar su costal que le servirá para buscarse la comida». El Llanero Solitario en medio de la ciudad, dijiste, y alguien que estaba cerca se rió. Es contradictorio ver que sobre la misma calle por donde pasa el sistema de transporte TransMilenio -paradigma de todo lo nuevo en Bogotá- galope este personaje. Justamente allí, por donde pasaba el camino Muisca al Boquerón de Monserrate, allí donde la calle Real de la Colonia brincaba sobre el río San Francisco y allí donde la modernidad dio sus primeros pasos con el entubamiento del río. Allí también donde el recién estrenado eje ambiental recuerda al río entubado con una alegoría de canal y cascadas; pero el jinete que galopa no es una simulación, ni una huella, es la evidencia clara del pasado rural, que se hace presente. Ya no podemos hablar de una realidad única, una historia oficial o una cultura oficial, sino de múltiples imágenes propuestas desde diversos puntos de vista. Por ese motivo, los procesos educativos no pueden ser lineales ni excluyentes; esto implica una revisión del concepto de educación desde su propio significado, es decir: la enseñanza
de reglas y códigos de comportamientos de un determinado grupo social en su interacción al interior del mismo o la adopción de esos comportamientos por parte de los externos al grupo, para ser aceptados en él. La multiplicidad de grupos incluyendo a todas las minorías y la simultaneidad de acontecimientos ofrecen un espectro de comportamientos tan amplio que atomizan la acción educativa en una infinidad de posibles escogencias de modelos. Esta es la gran diferencia con la idea de educación en la ciudad tradicional. Quisiera citar otra película relativamente reciente: La boda o, en su título original, La boda monzón, la fascinante (fascinante en los estrictos términos en que Baudrillard utiliza esa palabra) película hindú, que termina con una fiesta de casamiento bajo la torrencial lluvia que traen los monzones. ¿Cuáles son las particularidades hindúes en esa película? Sin duda, la concertación familiar del matrimonio más allá del interés de los novios, pero, asombrosamente, el pensamiento, los rasgos y el mundo en que se mueven los personajes es familiar. Miremos una escena: el organizador de la fiesta de casamiento, profesional empírico del tema y empresario de sí mismo, le ofrece su tarjeta personal y profesional a la empleada doméstica y, seguro de mostrarle un mundo nuevo, agrega con arrogancia: Esto que dice abajo es por si quieres
Otra película hindú: Samsara, un mundo de lamas y agricultores perdido en las alturas del Himalaya. Pero cuando aparece la ciudad, -un pequeño poblado donde se comercia el trigo- nos parece ver cualquier pueblo colombiano de tierra fría en día de mercado: ventas de chaquetas de nylon, electrodomésticos, cachuchas y gafas oscuras; en uno de los andenes hay un car tel muy familiar en la puer ta de un negocio que anuncia el contacto con el mundo: Café-Internet. Podría ser Yacuiba en Bolivia, Ciudad del Este en Paraguay, una callecita de Maicao o cualquier rincón en nuestros Sanandresitos...
La educación ciudadana ya no es un rasgo de estatus social a partir de los comportamientos de determinados grupos. La educación ciudadana es un espectro de herramientas que posibilitan la convivencia en la ciudad.
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comunicarte conmigo por computador. - Ah, su e-mail, responde con naturalidad la empleada, mostrando, también ella, su conocimiento del mundo.
Nuevamente aparece el relato en su dimensión metodológica: cuanto más puntual es la narración y con mayor claridad deja ver rasgos locales, mejor podemos reconocer la ciudad en un momento en que la globalización nivela los compor tamientos. Recordemos la escena en que la novia de La Boda compra telas en los apretujados almacenes de las calles de Dehli, calles sin destino, pedazos de calles vistas a través de un filtro azul, imágenes de instantes que se rompen ante la presencia de un teléfono público o ante el sonido de un celular. ¿Dehli o Bogotá? Dehli coqueta... Bogotá coqueta. ¿Qué tan cerca de las estrellas queda Dehli? ...Ya es la hora... Voy a llamarla, dice alguien y deja en suspenso la conversación que mantenían. Busca el celular por todos los bolsillos. - ¿A dónde la vas a llamar? ¿Ella dónde está? , pregunta un amigo. - No sé, voy a llamar la al celular, responde, satisfecho por haber lo encontrado en el rincón más inesperado de la chaqueta. - Yo no puedo pensar en alguien sin tener una referencia física dónde ubicarlo, insiste el amigo, fastidiado por la repentina intromisión del teléfono en medio de la conversación.
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- No me contesta... le dejé un mensaje en el buzón... - Un mensaje en el aire, para que ella lo encuentre en cualquier lugar donde quiera que esté...
En la ciudad de la comunicación, los mensajes adquieren carácter estético, enmarcados en lo instantáneo, en lo virtual; el espectáculo embriagador de la ciudad sin formas y, por lo tanto, sin identidad; la ciudad de los flujos de información que produce preocupaciones estéticas, antes que éticas. Sin embargo, en los últimos diez años Bogotá cambió notablemente y la expectativa por lo nuevo dio paso a la experiencia con lo nuevo, que la secuencia de las tres últimas alcaldías puso al alcance de todos los ojos y de todos los usos: los espacios de la ciudad y los comportamientos en la ciudad. Muchos de los relatos recogidos a mediados de la
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década de 1990 y que nutrieron algunas de las reflexiones de Bogotá fragmentada, hoy ya no tienen interés. Se podría decir que, de la fascinación por la imagen, la ciudad pasó a la aceptación crítica de la imagen. En la cultura de la simulación y el simulacro que inundó a Bogotá al comienzo de los noventa, la imagen se convirtió en la nueva realidad y, a través de un proceso semiológico publicitario y de comunicación, la estética dominó todos los ámbitos. Más allá de los juicios estéticos, la ciudad y el país vivieron la fascinación por el exceso. Este proceso fue fácilmente legible en la euforia de la publicidad y el consumo de aquellos momentos de dinero fácil y en la posterior recesión económica. También en el mundo político, donde los contenidos del discurso dieron paso a las formas del discurso. Por último, lo podemos ver en el arte, donde la liberación de la noción de obra de arte condujo a la pérdida de las referencias que permitían reconocerla como tal. Diez años después, en Bogotá y en el país se duda de las imágenes. El exceso de comunicación e infor mación y la prolifer ación de signos las volvió finalmente invisibles, les quitó significación y las convir tió en envoltorios vacíos. Retomando a Baudrillard, la información devor a su propio contenido y el
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intercambio social (...) crea un mundo que ha perdido el contacto con sus referentes en el mundo «real». No nos extraña, entonces, que la mirada haya pasado de las imágenes de una globalidad novedosa, al contenido tangible del conflicto local; de la euforia a la crisis, de la brillante vida urbana a la toma de conciencia de un ter ritorio en el que dos millones de habitantes han sido desplazados de sus lugares de origen. Así, la primera hipótesis de aquella investigación hoy aparece nuevamente: Existe una coherencia entre la identidad cultural y la identidad espacial de la ciudad, donde se rompe esa coherencia se evidencia una patología, que se manifiesta en los comportamientos de los ciudadanos. Hacia allí apunta la mirada de esta investigación a partir de los relatos urbanos. Aquí quisiera dejar una pregunta al aire: En esta ciudad simulada, imaginada, representada... ¿qué significa educación? Sin dudas, educación es lo opuesto a represión y la educación urbana, es decir, lo que nos enseña la ciudad, es una invitación a la tolerancia y a la comprensión de las diferencias, un concepto cada día más lejano de aquellos otros conceptos que se basaban en la técnica y el control para lograr el ordenamiento de una estructura territorial y social que hoy está más cercana a la arbitrariedad de las redes que a la geometría euclidiana y a la r azón neoclásica.
Martha L贸pez C.
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45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Resumen 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Hoy por hoy el sistema educativo vigente es cuestionado por los 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 mismos jóvenes, no sólo respecto de los contenidos científicos 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 poco exhaustivos en nuestro medio, sino también respecto de las 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 prácticas pedagógicas todavía cifradas en manejos autoritarios y 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 en la imposición de verdades ya relevadas por los propios saberes. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 La pregunta por lo juvenil ha cobrado fuerza actualmente porque 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 pone en cuestión lo propiamente institucional y de centro para 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 congraciarse con categorías más cerca de la frontera. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Abstract 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 The current educational system is being questioned by young people. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Not only in regard to the less exhaustive scientific contents of our 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 milieu, but also in regard to the pedagogical practices that are 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 summarized in authoritarian handling and in the imposition of 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 different versions of the truth that have been revealed by the 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 different knowledges. The query for the juvenile has currently got 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 support because inquiries about what is considered properly 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 institutional and central to curry favour with categories closer to 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 the boundary. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Palabras clave 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Juvenil, ciudad, identidades 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Martha Cecilia López Castaño. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Licenciada en filosofía. Doctora en filosofía, estética y filosofía de la cultura. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Es magíster en literatura comparada, y directora del grupo de derechos 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 humanos de la escuela Superior de Administración Pública ESAP, adscrito al 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 instituto de investigaciones. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Pertenecer al grupo mujer y sociedad, ha escrito artículos y ensayos sobre 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 ética, condición femenina y derechos humanos, entre otros. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 lopemar30@yahoo.com 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 2 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 5 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012
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Ciudad singularidad juvenil
educación y c i u d a d
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Martha López C.
La pregunta por lo juvenil cobra cada día más relevancia. No sólo son los medios de comunicación los que se encargan de hacer visible a la juventud para sus propósitos consumistas, son también las manipulaciones de la sociedad del espectáculo y las lógicas inmanentes del capital que intentan asimilar su subjetividad al mercado. Lo juvenil, sin embargo, ha irrumpido también en otros contextos y ha cobrado fuerza en otros espacios de la práctica social, de la vida urbana y cultural, produciendo nuevas expectativas analíticas. En el debate académico, lo juvenil es pensado desde su especificidad como un modo identitario propio e independiente de los ejercicios de dominación, de los manejos discursivos y de poder que han construido unas nociones de lo joven acorde con criterios de minusvalía y de anomalía propios de la consideración etárea de las etapas humanas, y ha pasado a constituirse en un tema de suyo problemático y necesario de investigar, teniendo en cuenta la complejidad de las fuerzas vitales que le conciernen, su locomoción y su apertura. Al concebir la adolescencia como un lugar de tránsito entre la infancia y la mayoría de edad, lo juvenil ha sido concebido como un paso vacilante hacia la adultez, incompleto aún, y en perpetuo riesgo para sí mismo y para los otros. Habida cuenta su carácter de indiferenciación, su calidad identitaria en tránsito y todavía no consolidada, la modernidad rechaza lo juvenil como carente de singularidad e invalida su otredad, considerándolo peligroso.
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Al adolescente (adolece o fallado) se le impugna la falta de razón. Calificado como incapaz de asumir responsabilidades en el marco de la esperanza por integrarlo laboral y económicamente, se propende por garantizar su futuro adulto en términos biopólíticos. En ese contexto se le ha creado un espacio transitorio de ocupación del ocio que se considera de formación, donde el joven se forja día tras día en el empeño racional por configurar el yo dominante y autárquico, hábil en las decisiones, impositivo en el sentido de asegurar su poder sobre los otros y capaz de reproducir una cultur a de la productividad y del consumo efectivo y globalizado.
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que le concierne. En resumen, se trata de la búsqueda de otras opciones en el campo del saber, del deseo y la potencia. La pregunta interroga la diferencia en el plano identitario para abrir otra opción de transformación corporal y mental en ciernes y en movimiento en lo que a la juventud respecta.
Hoy por hoy el sistema educativo vigente es cuestionado por los mismos jóvenes, no sólo respecto de los contenidos científicos poco exhaustivos en nuestro medio, sino también respecto de las prácticas pedagógicas todavía cifradas en manejos autoritarios y en la imposición de verdades ya relevadas por los propios saberes. La pregunta por lo juvenil, entre otras singularidades identitarias, ha cobrado fuerza actualmente porque pone en cuestión lo propiamente institucional y de centro para congraciarse con categorías más cerca de la frontera, la incertidumbre, la contingencia, la mutación y la alteridad en que se soporta de hecho la subjetividad
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Es propiamente este «carácter inasible» que acompaña a lo juvenil lo que resulta adverso al biopoder, empeñado en modelar y tutelar a la juventud mediante dispositivos específicos de manejo y de disuasión alusivos a su comportamiento. Es mediante específicas consideraciones morales (toda una microfísica del poder) como se logra consolidar la versión de sí mismo que concluye en el modelo exitoso propio del ciudadano adulto refrendado por la moder nidad como constituyente mayoritario. El modelo vigente de hombre reconocido y validado por el modelo capitalista podría consignarse en esta fórmula: «Hombre, macho, adulto, blanco, heterosexual, exitoso, guer rero y depredador». Podría decirse que la juventud se convierte en un lugar existencial dudoso por no acatar el modelo y termina puesta en entredicho por la recurrencia imaginaria que convierte al joven en agresor en potencia, en una clase de posible criminal.
educación y c i u d a d Esta recur rencia se expresa también mediante el lenguaje que estratifica a la juventud de acuerdo con la incertidumbre que representa, dando un significado casi siempre sospechoso a las prácticas de tiempo propias de lo juvenil y siempre en el límite de la valoración del tiempo real. Se considera que «la juventud vive el tiempo que se escapa», «se juega la vida», «quema la vida», «no tiene futuro», «vive el instante», «no se asimila al proyecto». «no nació para semilla», «vive a toda». Se trata de ese tiempo que se escabulle y no consigue asimilarse a la cronología que impera socialmente, una cronología que agencia una flecha de tiempo que ordena acabar y cuya secuencia programática considera el pasado, el presente y el futuro como sucesivos y puntuales. Dicha cronología valora el instante en su consideración de lo
que no pasa, de lo que pertenece a lo inefable y nos devuelve una idea de la eternidad fija e inmodificable. Es mediante este agenciamiento temporal como se consigue capturar «la potencia no domeñada de la juventud», conduciéndola por la vía del riesgo y de la muerte, hasta el punto de no retorno de la guerra. Se recluta a los jóvenes, se los militariza impidiéndoles la posibilidad regeneradora de vida y de transformación societal que constituye el lado no explorado de las fuerzas activas que le conciernen.
Es mediante la instalación de ejercicios afectivos reactivos que incentivan la posesión, el poder, el dinero y las armas, como se consigue afectar a los jóvenes en el sentido de la toma de partido por la muerte y por la destrucción. 5 5
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No sólo el reclutamiento se produce en los campos, también en las ciudades donde la delincuencia juvenil muestra cifras alar mantes. En una investigación desarrollada en Bogotá en l998 y auspiciada por la Alcaldía Mayor, se inventariaron 467 grupos considerados delincuenciales, distribuidos en tres clasificaciones: parche delictivo, pandilla y banda. El parche delictivo es una agrupación de jóvenes que tiende a delinquir como respuesta a las dificultades existentes en el contexto social que habita. De estas agrupaciones se inventariaron l94. La pandilla, en cambio, tiene un nivel jerárquico especial y responde a las determinaciones del líder; tienen un fuerte sentido de la territorialidad; la escuela es propiamente la calle y los prepara para el asalto, el uso de las armas y la velocidad para sortear situaciones de peligro. Como señala la investigación a la que nos referimos, «en el parche delictivo y la pandilla se mezclan afecto, conflicto territorial y simbólico y «el trabajo», como denominan a diversas formas de hacerse a los bienes ajenos, que encadenan a veces hechos de violencia»1. Las bandas no se inscriben en los circuitos de representación juvenil y más bien se arraigan en el mundo adulto. No tienen ideología propia ni clase social. Hay en ellas formación militar y experiencia de formación disciplinada y los jóvenes son carnada
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potencial de la delincuencia organizada. Estas bandas se conectan mediante canales de comunicación que unen ambos mundos, los llamados planteros que van reclutando sus miembros entre las pandillas y se constituyen en una verdadera maquinaria del delito, en una alternativa al desempleo cada vez mas próspera y sofisticada, donde se mezcla, la droga, el secuestro, el atraco mayor y las redes internacionales de prostitución y de venta de armas. En nuestro país el desempleo juvenil ha llegado a más del 40%. Cuando parece no haber salida para los jóvenes en términos de su deseo, éstos se convierten en objetivo prioritario de las máquinas de captura paraestatal y guerrillera, y de las lógicas de exterminio vigentes que hacen cruces con la delincuencia organizada.
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La peor condición y expresión de exclusión y vulnerabilidad en el mercado laboral está dada hoy en la categoría de mujer joven,
«Los datos en el año 2003 muestran que el desempleo es un drama social que afecta de manera más sensible a algunos grupos sociales. Además, el empleo existente se vuelve cada vez más precario por la vía de la contratación temporal, la subcontratación, el subempleo y la informalidad. Actualmente, uno de cada cinco colombianos está desempleado. Son las mujeres, los jóvenes entre 14 y 24 años y las jefes de hogar los más afectados por el desempleo y por la precarización del trabajo.
Salazar Alonso y otros. Imaginarios presencias y conflictos sociales entre jóvenes de Bogotá. Alcaldía Mayor, Bogotá, l998, Pág. l09 y ss.
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educación y c i u d a d viviendo en condiciones de pobreza y de baja educación-calificación» (...) «igual pasa con la educación. Actualmente la cobertura neta en primaria es de 83,6% y en secundaria y media, 62,7%. Son los niños y jóvenes de los estratos más bajos los que se quedan sin educación; sólo asisten 60 de cada 100, y el sector rural tiene un atraso de 20 años frente al promedio del país, y en los cuatro años alcanzados por su población hoy, es menor que el promedio del país en 1978. Si se sigue al ritmo histórico que se está presentando, se requerirán treinta años para que la zona rural alcance la educación que tenía el país en 1999»2.
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A la pregunta por las motivaciones que hacen proclives a los jóvenes a la delincuencia y al crimen, las respuestas señalan a la pobreza de las familias y a la falta de posibilidades de acceder al mercado laboral con ingresos importantes. No obstante, existen otros planteamientos, otras miradas de abordaje presentes en investigaciones como la «caracterización de la violencia homicida» que se distancia de la relación violencia- pobreza, para señalar hacia motivaciones que se contextualizan simbólicamente en imágenes heroicas y que proponen el riesgo, la aventura, el coraje y la gloria como alternativa al no futuro de los jóvenes, construyendo e impulsando un imaginario juvenil más cerca de lo que se supone coincide con sus deseos.
(la urbis) es ese espacio liso del nomadismo y de la calle donde los que transitan por ella devienen otros en tér minos identitarios: son los tr anseúntes, «los cualquier a», los desplazados, los dedicados al rebusque. Podría afirmarse que son despojados de toda identidad para convertirse en seres mutantes y nómadas. Entre estos, los jóvenes ocupan un lugar significativo y adquieren, por tanto, preponderancia analítica. Podría decirse que los jóvenes fundan un modo nuevo de desplazamiento ciudadano, ese espacio límite propio del transeúnte y tendría que aceptarse que lo urbano (la urbis) es el territorio propiamente juvenil que explica el nomadismo y propicia su territorialización.
No hay que olvidar que la pregunta por lo juvenil surge con la complejización de las ciudades y los centros urbanos. Si antes podía hablarse de un corte radical entre ciudad y campo, hoy asistimos a la disolución de esta frontera y al advenimiento de lo propiamente «urbano» como un lugar abstracto, un intersticio afectivo y de existencia que pertenece tanto al campo como a la ciudad. Lo urbano
Sarmiento, Libardo. Situación de los jóvenes en Colombia. Ed. Los de abajo. Noviembre a diciembre de 2003.
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Como dice Manuel Delgado, los jóvenes son personajes de umbral: «margen quiere decir aquí umbral, límite, una zona fronteriza alejada del centro y al margen de lo institucional. Ese sería básicamente su elemento decisivo, cuya emergencia configura una ciudadanía otra, los jóvenes transitan propiamente la urbis, ese lugar intenso de la calle que trastoca a cada momento la identidad en encuentros, en parches, en focalizaciones móviles para la música, para la irrupción afectiva que se genera en el camino. «Existe una subjetividad juvenil que se resiste a innumerables formas de las presiones burocráticas que tienden a domesticarla individual y colectivamente. Más allá de los estereotipos, de los cuales son objeto los jóvenes por par te de la percepción dominante, existe una experiencia propiamente juvenil que puede leer se en los diver sos espacios de encuentro y experimentación atravesados por múltiples intensidades. Espacios fluidos donde se despliega la creatividad, donde los jóvenes se narran a sí mismos y a los
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otros, donde se nar r a la vida ininterrumpidamente, la calle, la esquina, la plazoleta el centro comercial, el parche, los parques, los bares y las discotecas, los concier tos, las fiestas, etc. Existe una espontaneidad vital, una formas lúdicas de socialización o socialidades en donde la intensidad, lo efímero y la fluidez son elementos característicos, un estar juntos que puede ser vir de revelador ante situaciones presentes» 3.
Valderrama, Alejandro. Se juega la vida Nova et Vetera Instituto de Investigaciones ESAP, 2003.
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Lo juvenil es un lugar de tránsito, no propiamente en el sentido que se ha entendido hacia la adultez, sino en el sentido de lugar de paso, de límite, de umbral que los mitos plasman en la narración heroica, dando al relato ese carácter iniciático que une la trama en un aprendizaje sin fin. Es la importancia dada al tiempo experiencial de lo vivido, a la intensidad que se hermana al riesgo, a lo nuevo, a lo todavía no visto y que concierne al ámbito de dolor y del goce extremo. Diríase que la juventud experimenta esa clase de sensación de no estar, de no pertenecer al modelo adulto que la margina de la cultura mayoritaria que da forma y consistencia a la identidad admitida. La juventud introduce un quiebre en el tiempo crónico y en la economía de lo útil, dando lugar a una escisión temporal que de un lado apunta hacía aquello que los territorializa, que los normatiza, al tiempo que se revela la operación que decodifica azarosamente la identidad que los ata a esta única vivencia. Es la atr acción que produce lo
insospechado, lo misterioso, lo nuevo. Por esto, podría afirmarse que la intención de los jóvenes ya no se dirige hacia los gr andes propósitos y hacia las movilizaciones políticas en pos de un cambio r adical, sino más bien su entusiasmo se refugia en un mar intimista y hedonista que termina por afirmar una vía afectiva invisible en la cultura más cerca del cuerpo, de la lúdica y claramente alejado de las instituciones y del Estado como tal. Los jóvenes son personajes de umbral cuya emergencia configura una ciudadanía otra, un espacio existencial singular que se margina de la estructura política que definía
«El umbral o el margen no está en una orilla de lo social, sino en el núcleo de la actividad. El marginal, ese ser liminal o liminoidal, se haya en el centro mismo de lo social, puede vér sele con fr ecuencia construyéndose en el corazón mismo de lo urbano» 4. Alonso Salazar, en su escrito «Violencias juveniles», incluido en el libro «Viviendo a toda», cita a Rossana Reguillo, refiriéndose a la identidad juvenil: «La ciudad como punto de referencia simbólico necesita ser transformada de espacio anónimo a territorio, a través de complicadas operaciones de nominación y bautizo que los actores urbanos realizan en un intento de construir lazos objetivables que sirven para fijar y recordar quiénes son». Pareciera que en nuestro caso la violencia ha cumplido, en parte,
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el sujeto (ciudadano) del Estado moderno y que responde a la idea de adulto reconocida y validada socialmente. No sólo lo juvenil se presenta como un nuevo modo de existencia identitaria, sino que, además, su singularidad, su especificidad, nombra un límite y provee un nuevo sentido a lo juvenil desde la diferencia.
Sus organizaciones están atravesadas por las tendencias violentas: tribus armadas que marcan su territorio convierten a las mujeres en trofeos de guerra, declaran enemigos a quienes no habitan en su zona, son implacables con los delatores y exceden en cr ueldad en el acto de matar a adversarios», también se aplica en el caso de las organizaciones delictivas juveniles, se acepta como verdad que estas buscan, entre otras cosas, reconocimiento social y construcción de identidad» 5.
esa función constructora de territorios y sujetos, que le permitió a un segmento de jóvenes tener rostro para la sociedad... 4
Delgado, Manuel. El animal político. Anagrama, Barcelona, l999. Pág. 115.
5
Experiencias de Seguridad y convivencia, Bogotá, D.C. Bogotá para vivir, Bogotá, 2003.
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Salazar realizó para el Distrito un trabajo sobre organizaciones juveniles clasificadas como comunitarios, raperos, rockeros, metaleros, punkeros, gomelos, satánicos, hardcoreros, skinheads y hooligans. Estos gr upos gregarios que suelen clasificar se como pandillas, bandas delictivas, milicias y autodefensas muchas veces responden más bien a una gama de agrupaciones que se inscriben en un contexto más global de irrupción y que Michel Maffesoli concibe como el tiempo de las tribus urbanas ya existentes en los años 70 en Europa. Son expresión de ruptura y respuesta por par te de los jóvenes al fenómeno de masificación, de potenciación narcisista, ante la domesticación global, los agenciamientos mediáticos y la aparición de nuevas estéticas y búsquedas identitarias. Los nuevos paradigmas juveniles están mediados, más que por las instituciones tradicionales o formales, por otros referentes que pueden ser producto de la acelerada globalización, la internacionalización de las economías, las nuevas tecnologías mediáticas, los avances científicos, la homogeneidad de los modelos educativos, la exacerbación de la cultura del consumo, la crisis de la modernidad y, por último, el Estado-nación y sus propuestas de desarrollo sustentadas en las lógicas del mercado y la exclusividad económica.
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«Vivimos en una época efervescente. La barbarización está en el aire de los tiempos. . Para decirlo en términos clásicos, las grandes estructuras que habían conformado el vínculo social moderno están, cada vez más, saturadas (...)...numerosos son los estudios en esta dirección que, sobre grupos musicales, depor tivos, sexuales, religiosos, hacen resaltar el carácter tribal que reviste la postmodernidad naciente» 6.
El agenciamiento por la vía de la muerte del deseo juvenil se debe esencialmente al desconocimiento simbólico de la potencia juvenil en la cultura hegemónica y a la permanente marginación de que ha sido objeto. De ahí, las marcas territoriales en la ciudad como un fenómeno escritural de lo urbano que nombra el nomadismo y la desaparición propia del ideal de lo juvenil como mecanismo de provisión de un rostro.
educación y c i u d a d Estamos hablando de la par adójica naturaleza de lo juvenil, de esa potencia capaz de las más grandes expresiones, tanto de vida como de muerte, según el contexto social de reconocimiento que se produzca y según las opciones potenciales que se dispongan para lograr propulsar la creatividad juvenil en el sentido activo de la fuerza.
particularmente en el grupo de mujeres entre 15 y 19 años. Se indica que la participación de los jóvenes en la población económica activa en Colombia representa el 23% y el desempleo de éstos corresponde al 44%. En el Nº 3 de la misma revista se señala la relación existente entre crimen y violencia. Se
No es este el caso para un país donde los jóvenes son considerados población vulnerable en muchos sentidos. Niños y niñas suman el 70% de los desplazados. Se habla de 8.000 a 12.000 niños y jóvenes en las filas de los grupos armados. En la revista «Obser vatorio de coyuntur a Socioeconómica Nº4», del Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional, se afirma que en Colombia la tasa de desempleo de los jóvenes alcanza niveles muy elevados,
encontró que la par ticipación de los jóvenes sindicados se asocia positivamente con las tasas de desempleo de ese mismo grupo poblacional (18-20 años). Las tasas no sólo son más altas dentro de los grupos de bajos ingresos, sino que, además, se han incrementado de manera acelerada entre los jóvenes con niveles educativos correspondientes al bachillerato7.
7
Centro de investigación para el desarrollo. Universidad Nacional de Colombia, Revista Observatorio de coyuntura Socioeconómica, Nº3, 2003
8
Fuente: Cálculos de la Veeduría Distrital con base en datos de la Secretaría de Gobierno, Observatorio de violencia y delincuencia en Bogotá e Instituto Nacional de Medicina legal. Bogotá, 2003.
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En Bogotá, la violencia es la principal causa de muerte.
Históricamente han sido los hombres las principales víctimas de estos hechos: seis hombres muertos por cada mujer. El rango mayor de estas muertes pertenece a los jóvenes (hombres entre 18 y 34 años). El rango de edad de los jóvenes comprendido entre 18 y 24 años tiene el mayor riesgo de ser víctima de homicidio8. Respecto a los suicidios, la población más vulnerable es también la de los jóvenes. En el año 2002 se registró un total de 274 suicidios, de los cuales el 26,6% corresponde a jóvenes entre 18 a 24 años, seguido de 25 a 34 años con 20,8%.
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En Medellín, la segunda ciudad del país, la situación de los jóvenes es también alarmante. El 57% de los ciudadanos son de estrato 1 y 2. Estas personas viven con menos de 260.000 pesos mensuales. Cerca de 25.000 niños y jóvenes no hallan cupo en la educación básica y el 44,3% de los adolescentes se queda por fuera de la educación media. De acuerdo con el informe anual presentado por la Secretaría de Gobierno Municipal -Unidad de Convivencia Ciudadana-, dur ante el 2002 se presentaron 3.721 homicidios comunes que le significaron a la ciudad 156.019 años de vida potencialmente perdidos (AVPP), de los cuales aproximadamente la mitad (72.899) se malograron dentro del grupo etáreo comprendido entre los 18 y 25 años9. Además, 6.913 personas habitan en la calle. De éstos, 4.147, el 60%, son menores de edad. El 20.6% de las víctimas de homicidios tenían una edad entre los 18 y 21 años, seguido por el 19.9% de víctimas con edad entre los 22 y 25 años. El 14.0% (522 casos) correspondió a menores de edad. La comuna Nororiental en Medellín constituye un caso paradigmático de cómo se ha ido configurando un territorio propio y autónomo en términos de justicia privada
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en manos de los jóvenes. En esta zona de la ciudad, conformada por 52 barrios donde las bandas han consolidado poder, posibilidad y recursos, se han configurando redes delincuenciales, alianzas estratégicas con paramilitares y guer rillas y han desempeñado un papel definitivo en el sicariato, el cobro de deudas y las lealtades a los grupos enfrentados. Podría decirse que el relevo generacional en esta zona de la ciudad se realizó asumiendo la consigna del rebusque. La salida individual y colectiva, «al precio que sea», se convirtió en mandato y constituye el deber ser de los grupos delincuenciales de jóvenes. No sólo funcionó en la fase temprana de ocupación centrada en salvaguardar la seguridad del barrio donde nacieron y crecieron, sino también que dicho enunciado de acción fue acogido en su integridad como deber ser en estadios posteriores para caracterizar el estado actual del accionar que caracteriza la composición de los grupos armados10. En un texto de José Manuel Hernández denominado «El conflicto interno en la zona 1 nororiental de Medellín, análisis de vulnerabilidad, amenazas y riesgos, el analista del SAT señala lo siguiente:
Hernández, José Manuel. El conflicto interno en la zona 1 Nororiental de Medellín (ensayo inédito). 2003.Pág. 13 y ss.
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«Rebúsquese, haga lo que sea, pero rebúsquese», este será el lema que guiará el futuro de la mayoría de los jóvenes
educación y c i u d a d de la zona, filosofía que se materializó a través de la conformación de «parches» (lugar donde se reúnen los jóvenes a departir), «combos o pandillas» (agrupación de jóvenes dispuestos a realizar actividades que les repor ten utilidad monetaria), y «bandas» (estructura organizativa dedicada a la consecución y ejecución de actividades por fuera de la ley). Asociaciones que se conformaron inicialmente bajo el lema de defender la comunidad, limpiar el barrio, y servirles a los más necesitados. Surge una nueva forma de autoridad (finales de los años 70) que sustituye a los grupos de «Brigadas Civiles», desacreditados ante la comunidad que los implantó. Se constituyeron en los sectores, barrios y comunas de la zona, combos, pandillas, y bandas: «El Loco Uribe», «Los Revoliones», «Los Nachos», «Los Tales», «Los Polos», «Los Capuchos», «La Rosa», «La Ranchera», «Los Galeros» y «Los Sanduches», entre otros, grupos que comenzaron a intimidar, someter, desterrar o a ajusticiar a los integrantes de los grupos de «Brigadas Civiles», y a enfrentarse con los intrigantes de las bandas de otros sectores del barrio y la comuna. Las bandas comienzan a cumplir funciones parapoliciales, tales como la defensa de la propiedad privada y la eliminación de los actores desestabilizantes. Es fundamental señalar que las bandas que se conformaron
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en los bar rios nor matizados como Manrique, Aranjuez y Campo Valdez (Los Priscos, Los Muñoz, La Terraza), serán las bandas que en la década del 80 se articularán al narcotráfico, asociación que les posibilitará contratar para sus «trabajos» a las bandas de los barrios piratas e informales (con menor cobertura y estructuras organizativas débiles)». La presencia de los jóvenes en el nuevo contexto urbano es motivo de alarma, no menos que de expectación esperanzada por la capacidad de innovación y de cuestionamiento que encarnan. Esto por el doble carácter de condenación y salvación que nombra la naturaleza juvenil, según se despliegue en el sentido de las fuerzas reactivas y de muerte, o que cabalgue sobre las propuestas activas de creación o
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de transformación societal. El caso de Medellín constituye un experimento sin precedentes al respecto de la primera afirmación, toda vez que es en estratos más profundos de la afección humana donde se instala el resentimiento y la venganza que conducen al laberinto de la retaliación reiterada que determina el accionar más invisible de la guerra que vivimos. « Los jóvenes -entre otros grupos de subjetividad- son protagonistas de un espacio transversal, que evoca en una situación de margen social -no al margen, sino en el margen- que los convierte en personajes transversales, es decir, que atraviesan el dispositivo binario de la juventud, y también que se desvían de las disposiciones del centro. «El margen es transversal». Es este carácter transver sal lo que eventualmente puede producir una alternativa de ciudadanía juvenil, toda vez que se logre su reconocimiento, que se potencie su carácter tr ansfor mador, que seamos capaces de constr uir conjuntamente un escenario de confianza
11
«Sin importar dónde aparezca el perdón pertenece a una herencia religiosa específica, que Derrida define como abrahámica «con el fin de reunir al judaísmo, los cristianismos y los Islamas....en esa tradición el perdón se aplica solamente a lo que es reparable y que exige una compensación .... sin embargo, ¿ es posible perdonar lo imperdonable?» Derrida, Jacques. La filosofía en la época del terror, Diálogos con Jurgen Habermas y Jacques Derrida. Giovanna Borradori, Taurus, 2003.
12
Ibid. Pág. 185.
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mutua, un nuevo sentido de lo público, una tercera vía anclada en la admisión de la diferencia e inscrita en una búsqueda mundial de la ética. Lo que Jaques Derrida11 entiende como auténticas deconstrucciones en el campo de la política tiene que ver con el reconocimiento de la otredad y una clase distinta de responsabilidad ante ella: «la tolerancia está siempre del lado de la razón del más fuerte, es la soberanía que dice, desde las altura al otro: yo te dejo vivir, tú no eres insoportable, yo te abro un lugar en mi casa, pero no lo olvidemos: yo estoy en mi casa...»12.
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Derrida propone la hospitalidad frente a la tolerancia y anuncia un devenir ciudadano fortalecido por la capacidad de donar el perdón, de perdonar lo imperdonable. Podría decirse que este espacio ético por excelencia está por construir no sólo en el terreno de la política, sino en el espacio más íntimo y de relación con nosotros mismos/as. Lo juvenil en su especificidad es un otro, podría decirse irreconciliable. Entender y asumir su singularidad es una prueba de acogimiento, una muestra de hospitalidad que abre el límite del territorio propio. Podría señalar se que no es sólo la tolerancia la que tiene que ser repensada. Esencialmente, la tolerancia está ligada a la contraprestación y a la deuda derivada de la figura abrahámica del don. También la amistad y el amor, cuyas prácticas obedecen a modelos heredados que entienden dada la presencia del enemigo antes y después de la valoración de la amistad. Derrida ha dejado en claro como ha operado el modelo fraternalista en el campo político. La imagen de Caín y Abel, cuyo odio es consabido, vehicula la fuerza
de las mentalidades que admiten como un hecho la guerra en la política, porque para el pensamiento occidental el enemigo es lo más cercano y familiar y hay que enfrentarlo radicalmente. El enemigo es uno mismo. Soy para mí mismo mi propio enemigo. Las guer r as civiles, que son clar as confrontaciones entre hermanos, son no solamente posibles, sino que explican la miseria humana amparada en un modelo de familia que suscribe al otro como semejante del enemigo y que está presente en el interior de lo que nos define y nos asiste en el campo de la educación, que no ha valorado la necesidad de abordar la amistad para proveer un nuevo sentido. Se realiza con esta omisión el ejercicio de lo mismo, imposibilitando con ello otra opción para los jóvenes que particularmente discurren por trayectos afectivos, más que por los caminos de la llamada voluntad racional. Más que el enemigo, aquello que debidamente hace nuestra identidad es la
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fuerza multiplicada de la vida en muchas voces, voces animales, moleculares, voces femeninas y masculinas, voces cósmicas. Somos muchas y muchos dentro de nosotros, somos negros, blancos, indígenas. Y no podría hablarse de constituir la identidad, por esta razón, como un espacio homogéneo o unitario yóico. Lo que falta es el reconocimiento de la diferencia. El Otro, como dice Levitas, es un ser abismal y siempre está en posibilidad de ser y de mutarse. Más cerca de esta idea está la afirmación de que somos contingencia, devenir, que hay viva en la llamada identidad, un extranjero, un extraño, un diferente que, por el hecho de permanecer ignoto e inexplorado, podamos calificar de enemigo. La diferencia constituye la prueba soberana de la otredad y de la singularidad en sí misma
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Aquí se ha utilizado, al menos provisionalmente, el término jóvenes, incluyendo deliberadamente a mujeres y varones, y estrictamente esta designación no es posible en tér minos de su especificidad identitaria. El lenguaje ha sido consuetudinariamente un enemigo de las mujeres por que neutr aliza su singularidad. Ser mujer y ser hombre no es un dato biológico y las mujeres han dejado claro que aquello que llaman la pequeña diferencia es una gran diferencia. De hecho, no portamos una corporeidad. La fuerza corporal nos condiciona y nos crea. El patriarcalismo es una lógica, una maquinaria de locomoción de las fuerzas reactivas, un proceder de las fuerzas molares en detrimento de las fuerzas creativas de la vida y de su afirmación, como lógica bipolar.
El patriarcalismo atribuye un valor de suyo al varón por encima de lo femenino que aparece como secundario o fallado, carente en términos de deseo, de pensamiento y El patriarcalismo funciona mediante de la creación.
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metáforas guías e imágenes fantásticas que dan cuerpo a una cultura excluyente de la diferencia y de la otredad, esencializando su vigencia mediante categorías consideradas dadas e indeclinables. Opera en el discurso, en la lengua, en la cultura; pone en obra dispositivos de poder que oper an en dominios no verbales, simbólicos, estéticos y económicos. El patriarcalismo es la fuente misma de
educación y c i u d a d generación de la gama de oposiciones que circunscriben la trama de la distribución societal. Funciona con ideas como centro y, par ticular mente, las ciudades multiplican los centros. Los hacen y los deshacen respondiendo a las lógicas globales con que funciona hoy el gran capital. El centro responde a la figura emblemática del falo que hace centrífuga produciendo un efecto envolvente de resonancia en todo el cuerpo social. En las ciudades hay centros administrativos, de educación, centros hospitalarios, carcelarios. El estado es un centro y territorializa el poder. La fuerza simbólica patriarcal localiza el centro y lo erige como dominante mediante imágenes de dureza, fortaleza, potencia, grandeza y luz. El deseo femenino y la potencia corporal que le concierne han sido penalizados y podría afirmarse que la mujer ha carecido de reconocimiento simbólico en la cultura patriarcal. El poder femenino plantea una trasversal al centro, cabalga sobre la fuerza disipativa de la vida para generar en el límite for mas inéditas nacidas de la turbulencia y la espiral.
A la singularidad femenina entre la juventud podarían endilgarse todas las categorías que este ensayo ha presentado par a car acterizar la potencia de la juventud, pero faltaría un componente adicional: la fuerza corporal femenina y su deseo, la capacidad afirmativa de la vida en cuanto dadora y generadora de vida.
La sociedad del espectáculo se ha encargado de agenciar una idea masculinizada de mujer que afecta a las jóvenes, trazando sobre sus cuerpos la activación reactiva de pasiones que se asimilan al modelo mayoritario que sirve de guía a la conformación homogenizada de lo humano. No es raro ver hoy a las Nikitas, los rambos femeninos, las guerrilleras, las paramilitares y la mujer en el ejército haciendo gala de sus dotes guerreras como ejemplo de cooptación nacional del modelo aludido mediante la operación mass mediática. El interés del biopoder es la vigencia del modelo. Constituyendo su hegemonía se garantiza el consumo y la reproducción de plusvalía global del capital. No se trata, entonces, de acudir a la fuerza de la voluntad, a la capacidad yóica de la identidad para resistir al poder territorializado en los centros. Se trata de la autonomía, de la capacidad de mutarse en el límite que concierne a la vida y que se expresa con toda su potencia en la corporeidad y en el deseo diferenciado de
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hombres y mujeres. Toni Negri y Michael Hardt se refieren a la protestas de la multitud cuando abocan el tema de la resistencia y de los cambios pertinentes a una radical transformación societal. Las anteriores afirmaciones tienen que ver con la ética y, de hecho, este ensayo pretende desembocar en la ética. La autonomía es el propósito de la ética y tendría que ser el propósito de la educación en nuestro medio. En dos palabras, la ética no es la moral, es la búsqueda de la autonomía. Y si por autonomía se entiende «la capacidad de mutarse en el límite», esto significa que la autonomía no se restringe al ámbito solamente humano, sino que se extiende a lo viviente. «Las máquinas vivas (dice Edgar Morin) tienen la capacidad de autorrepararse y autorregenerarse sin cesar, según un proceso que llamo de organización recursiva, es decir, una organización en la que los efectos y los productos son necesarios por su propia causación y su propia producción, una organización en forma de bucle»13. Es a esta capacidad de regenerarse a lo que Morin llama autonomía.
13 Edgar Morin. La noción de sujeto, en: Paradigmas de la subjetividad. Editorial Paidos , Buenos Aires, l994. Pág. 70.
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De aquí viene la palabra autopoiesis, que consiste en doblar la fuerza sobre sí mismo/a, es decir, la fuerza que se ejerce contra los otros se pliega sobre sí mismo. El estado de autopoiesis es un estado de alta intensidad, donde nos ponemos a prueba éticamente y donde es posible trasformar la identidad centrada en el yo. La ética responde al ejercicio de una máquina abstracta, sustancia de expresión, que opera no sólo en los dominios del lenguaje, sino también en dominios no verbales, biológicos, tecnológicos y estéticos. Es un territorio portátil que construimos para dar nos un sí mismo. Este ter ritorio está jalonado por un tiempo fuerza y un espacio fuerza que permite devenir otros/as y habitar de otro modo el mundo. Podríamos decir que la obra de Spinoza está cerca del pensamiento contemporáneo que suscribe la crítica al centro. Señala hacia la potencia vital como fuerza de la multitud y capacidad de mutación societal. El pensamiento de Spinoza está más cerca del caos, de lo disipativo, de la complejidad y del deseo. Podríamos decir que Spinoza es el filósofo del límite por mediación de la ética y la valoración de la potencia vital. El deseo es para Spinoza el apetito con conciencia de sí; es decir, el esfuerzo por el que cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser, cada cuerpo en la extensión, cada alma o cada idea en el pensamiento (conatus). Vale decir, además, que este esfuerzo nos empuja a actuar diferentemente según los objetos encontrados. Debemos decir que cada instante está determinado por las afecciones que nos vienen de los objetos. El ser humano es, sobre todo, afectación, capacidad de ser afectados. Somos afectados por la luz, el color, por las cosas, por los otros...
educación y c i u d a d A veces nos vemos afectados con pasiones que nos separan de nuestra potencia de actuar. Las pasiones pasivas nos mantienen separados de esta potencia. Esto ocurre cuando encontramos un cuerpo exterior que no concuerda, que no conviene con el nuestro. Lo propio de la pasión pasiva consiste en que todo el cuerpo es ocupado por la afectación pasiva del otro cuerpo. Es decir, se trata de una relación que disminuye nuestra potencia de actuar; es una relación que no se compone con la nuestra. Todo ocurre como si la potencia de ese cuerpo se opusiera a nuestra potencia, operando una sustracción, una fijación. En este caso decimos que nuestra potencia de actuar es disminuida o impedida. Frente a ésta existe otra posibilidad donde la potencia del cuerpo exterior se suma a la nuestra y, en este caso, las pasiones que nos afectan son de gozo y nuestra potencia de actuar es aumentada o ayudada. Cuando esto ocurre se produce un cuerpo más potente, más propiamente activo14.
Podríamos decir que en las instituciones educativas el gozo, la creatividad, las pasiones activas spinozianas son programadas desde el centro, además de ser asimilados al contenido de lo útil. De ahí la cautela frente a la crítica, el factor disipativo y creativo por excelencia; de ahí la renuencia de algunos educadores frente a la libertad que se escamotea y se coarta. Hemos permitido que la vida se convierta en un proyecto. La programación exhaustiva de la vida hace del tiempo una máquina crónica de planeación hasta la muer te. Es propiamente el tiempo, su ritmo frenético presente en el modelo económico del capital global, lo que modela nuestros cuerpos, no sólo en el trabajo (el trabajo Work capitalista), sino que es toda la cultura la que se asimila al tiempo de lo útil. De ahí la afirmación de Foucault de que «es la vida la que está en juego». Estamos siendo despojadas/os del tiempo de la vida; se está operando una reducción de la vida a su condición elemental de nuda vida, de vida desnuda. 14
Deleuze, Pilles. Spinoza y el problema de la expresión. Mucknik Editores, Barcelona, 1975. Pág. 36. .
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«La incesante repetición de lo mismo del trabajo (work) capitalista se presenta como una prisión que esclaviza nuestra potencia, hurtando sigilosamente nuestro tiempo, y el tiempo que nos deja, nuestro tiempo de ocio, parece llenarse sólo de nuestra pasividad, de nuestra improductividad. El trabajo (labor) que afir mamos debe aprehenderse en un plano diferente, en un tiempo diferente. El trabajo vivo produce la vida y constituye la sociedad en un tiempo que no respeta la división que establece la jornada laboral, dentro y fuera de las prisiones del trabajo (work) como del no trabajo. Es una simiente que yace a la espera, bajo la nieve o, para ser más precisos, es la fuerza vital siempre activa de antemano en las redes dinámicas de la cooperación, en la producción y la reproducción de la sociedad que corre dentro y fuera del tiempo formulado por el capital».15
15
Michael Hardt, Antonio Negri, El trabajo de Dionisios. Akal ediciones, Madrid, 2003. Pág.7 y ss.
16
Feixa Carles. De jóvenes, bandas y tribus. Segunda edición. Editorial Ariel, Barcelona, 1999. Pág. 84.
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Las ciudades muestran de modo dramático el ritmo de lo útil sobre el transeúnte. Se estratifica a las personas con base en consideraciones productivas, que catalogan como exitosos y reconocidos a los ciudadanos. Podría afirmarse que está por inventarse un ejercicio de la labor que nos humanice y quizás sean las llamadas minorías las que en este contexto tengan que enseñarnos. «Las culturas juveniles se refieren a la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintos, localizados fundamentalmente en el tiempo libre, o en espacios inter sticiales de la vida institucional. En sentido más restringido, definen la aparición de «microsociedades juveniles» con grados significativos de autonomía respecto a las instituciones de adultos que se dotan de espacios y tiempos específicos, y que se configuran históricamente, coincidiendo con grandes procesos de cambio social en el ter reno económico, educativo, laboral e ideológico»16. Asumir por parte de la educación la otredad juvenil propulsará una democracia por venir. Una democracia por venir se aleja de los límites del cosmopolitismo, es decir, de ciudadanía mundial que se recalca y está inspirada en el reconocimiento de esa identidad ofuscada por la diferencia y la multiplicidad, y esto de ningún modo nos impide
educación y c i u d a d abarcarnos mundialmente. «Lo que yo llamo democracia por venir concordaría con aquello que deja vivir juntos a vivientes singulares sin importar a quiénes, cuando aún no están definidos por una ciudadanía, es decir, por su condición de sujetos de derecho de un Estado o miembros legítimos de un Estado nación, por más que se trate de una confederación o de un Estado mundial».17 Una democr acia por venir será el escenario de la Diferencia que instala el tiempo para la vida, porque estrictamente la cultura que tenemos desprecia y subordina la vida. El tiempo de la difer encia está por dar se. Hoy es necesario cambiar el tiempo para cambiar el mundo, y este reto humano constituye el sueño más acuciante de la humanidad cansada de ver verter la sangre. Cabalgar en las fuerzas creativas de la vida proveerá el camino del desarme, haciendo de la diferencia el don educativo más preciado, la prueba estética más propia y soberana para transformarnos.
17
Ibid. Pág. 189.
Darse un cuerpo, darse una mente y construir un mundo es hoy tan urgente como respirar, amar o crear.
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Derrida propone la hospitalidad frente a la tolerancia y anuncia un devenir ciudadano fortalecido por la capacidad de donar el perd贸n, de perdonar lo imperdonable.
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La primera de ellas habla sobre su 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 geografía física, sus colores, sus sitios, sus paisajes. La 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 segunda, sobre percepción ciudadana en población, estética, 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 hábitos y vida cotidiana. La última de ellas deja ver cómo es 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 percibida Bogotá por los ciudadanos de otras ciudades. Este 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 enfoque se sitúa en el ciudadano como constructor de sus 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 percepciones con las cuales ve el mundo y lo hace mientras lo 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 percibe. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Abstract 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 This article presents three aspects about Bogotá’s citizenship 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 construction. The first one is about its physical geography, 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 its colours, its places, its landscapes. The second one is about 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 citizen perception in the inhabitants, the esthetical, the habits 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 and the everyday life. The last one shows us how Bogotá is 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 perceived by citizens coming from other cities. This approach 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 is centred on the citizen as the builder of his/her own 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 perceptions, the ones he/she uses to both see the world and 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 build it. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Palabras clave 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Bogotá, ciudad, bogotanos, diversidad 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Armando Silva 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 es investigador Emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Filosofía y Literatura de la Universidad de California y estudios doctorales 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 en Semiótica y Psicoanálisis de la Ecole des Huates Etudes de Paris y de 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Estética en la Universidad de Roma. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Autor de 16 libros entre los que se destacan “Imaginarios Urbanos” que 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 fue traducido al portugués, Family Photo Album y Urban Imaginaries from 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 Latin America. 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 armandosilva@cable.net.co 74 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012 45678901234567890123456789012123456789012345678901234567890121234567890123456789012
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Hemos de relevar que el desarrollo de la ciudad va parejo con el de la escritura. Desde su lejana fundación, la ciudad, que comenzó siendo el lugar donde se enterraba a los muertos, fue pasando a ser depósito de la memoria colectiva y lugar donde se escribe el porvenir de su población. Pero la ciudad y la población no eran lo mismo en las antiguas ciudades. La ciudad consistía en la asociación religiosa y política de las familias y de las tribus; la población, o sea, los futuros ciudadanos, correspondía el sitio de reunión de domicilio y, sobre todo, «el santuario de esta asociación». La tribu, así como la familia y la fratría, sostiene Fustel de Coulanges, estaban constituidos para ser un cuerpo independiente, puesto que tenían un culto especial en que se excluía a los extraños. Pero así como se habían
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unido muchas fratrías en una tribu, pudieron asociarse entre sí muchas tribus, siempre y cuando se respetase el culto de cada una. «El día en que se hizo esta 1 alianza nació la ciudad» . La fundación de las siguientes ciudades estuvo precedida por ritos iniciales como pedazos de tierra que se llevaba a los nuevos lugares donde tendría lugar el acto fundacional, pero esas acciones iban acompañadas por unas palabras que debía pronunciar el fundador donde se indica que esa terra patrum era la tierra de sus antepasados, «aquí está mi patria porque aquí están los manes de mi familia». Ciudad y palabra que la nombra van, pues, juntos desde sus inicios.
Fustel de Coulanges. La ciudad antigu. Madrid, Edaf, 1982. Pág. 122 y sts.
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El culto a los muertos en las antiguas civilizaciones griegas y romanas hacía que cada muerto fuese como un dios y que éste encontrase la felicidad siempre y cuando los vivos le brindasen periódicamente ofrendas. De lo contrario, el muerto salía de su pacífica morada y se «conver tía en una alma errante que atormentaba a los vivos». Mesopotamia, Sumeria e incluso en las Los manes, entonces, eran dioses, pero tierras bíblicas- «como los lugares donde mientras los vivos los seguían honrando floreció la escritura»2, las matemáticas en su culto. Así que la ciudad no sólo era y la historia. Y así como la ciudad tierra y recuerdo de los antepasados y manejaba un espacio donde se diseña el palabras que la nombraban, sino hábitat colectivo, también la escritura se fantasmas que erraban por sus territorios, fue encargando de diseñar otro espacio, dándose una comunión entre religión, uno de naturaleza simbólica donde se psicología y ciudadanos. Sin embargo, escriben las necesidades, pero también ciudad también fue libro en su sentido los sueños y fantasías de los ciudadanos. físico. El uso de los libros sagrados fue En la mítica Tor re de Babel, que ha universal y allí escribían los rituales unas merecido tantas reflexiones modernas veces en «tablas de madera y otras en desde Benjamín hasta los escritos de telas». Tales libros se guardaban como un Steiner o Derrida, no sólo se miran los secreto tribal; no se les mostraba a los problemas de la construcción de un extranjeros y eran los sacerdotes quienes edificio, una torre que se eleva al cielo, tenían conocimiento y control de ellos. sino que conlleva en sí misma problemas de lenguaje y de traducción. Para En otros lugares, antes de las Steiner, quien nos conduce por recónditos civilizaciones griegas y romanas, la ciudad pasajes de la torre demolida, entender aparece también, desde su fundación en la confusión de las lenguas es traducir. quizá unos 6 mil años atrás, desde las Pero una vez creada la palabra y ser ésta primer as que se constr uyeron en útil para comunicarnos -dicho sea de
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Félix de Azua. La necesidad y el deseo . en: La arquitectura de la no-ciudad. Navarra, Universidad Pública de Navarra, 2004.
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educación y c i u d a d paso, las más recientes hipótesis antropológicas y lingüísticas, «ubican el nacimiento de una lengua característicamente humana hace alrededor de 100.000 años, lo cual coincidirá con la última era glacial y la manufactur a de her r amientas más perfeccionadas»3- es posible construir espacios ar tificiales próximos a lo que llamamos ciudades. En Der rida, la incompletud de la torre es la razón de ser de la arquitectura. Si se hubiese ter minado la tor re, no sería arquitectura 4. Pero tampoco objeto de la filosofía o del lenguaje. Así que de la mano de la ciudad, de sus míticas constr ucciones, de sus menciones bíblicas, se puede desprender una relación per manente entre constr uir ciudad y hacer la escritur a o representación. Hubo un momento en la evolución humana en el que la lengua llegó a ser no sólo instrumento para decir, sino para crear de modo individual, y ese debe ser el nacimiento de la literatura. Las relaciones entre lengua, poesía y escritor han de tener relación con ciudad, escritura y ciudadanos. La
tarea impostergable del escritor será lo que Mallarme dijo de Poe, dar un sentido más puro a la lengua de la tribu. O sea, inventar palabras para sacarla de su uso normalizado. En realidad, desde Homero la literatura y el enunciado de la visión han seguido el hilo y el genio de la lengua. Así como la ciudad antigua nos marcó una ruta humana entre ciudad y escritura, los momentos posteriores siguen esta deriva con otros medios y otras técnicas de representación. No se trata, ni mucho menos, en este escrito de ahondar en ese camino que, por supuesto, puede encontrar muchas justificaciones, sino de enunciarlo.
De decir que es posible hallar en su recorrido modos para evidenciar las relaciones entre ciudad, escritura y modos de hacerla posible. Esto nos ubica en una relación tanto del pensamiento y de la filosofía como de las técnicas que lo afectan. Las relaciones no sólo entre pensamiento y escritura, sino entre representación y tecnología. Digámoslo así: Cada época en cada ciudad se puede representar según las técnicas expresivas de que disponemos.
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George Steiner. Después de babel. Ciudad de México, FCE, 1980..
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Jacques Derrida Points, ed. Por Elizabeth Weber, Stanford University Press, 1995.
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Así como antes de la escritura el ar te dominante era la palabra, por supuesto no escrita, como en el canto y la música, con el nacimiento de la escritura se posibilita la filosofía6 y el pensamiento sistemático que luego dará origen a la ciencia. Pero a la escritura le preceden otras técnicas expresivas que, con el tiempo, se tornan arte, como lo hizo la literatura con la escritura. El renacimiento significa en la representación visual el descubrimiento de la perspectiva, lo cual se da dentro de una evolución tanto de la geometría y de las matemáticas, como de la estética. La ciudad, entonces, quedaba consignada en los frescos pictóricos y fue así como la arquitectura y la pintura se sirvieron mutuamente y nació la perspectiva. No fue en estos momentos la literatura tanto como la pintura la que dio realce y cuenta de la ciudad. Y, por supuesto, existe una relación profunda entre escritura y perspectiva. La perspectiva se genera desde un código escritural.
La fotografía será la máquina que expresa como ninguna la modernidad. La modernidad es fotografía, si se quiere, y se da desde su aparición una nueva relación entre persona e imagen. Pero será en años inmediatos cuando aparece la máquina que va a dar lugar quizá al reconocimiento de la modernidad: la imprenta de Gutember. Primera máquina que permite una primera producción seriada y nada menos que de libros para ser leídos por un mayor número de personas e iniciar con el tiempo una revolución democrática. El público podrá leer por sus propios ojos y no por lo que el sacerdote o el letrado le leerían en el auditórium. En el medioevo el libro era un objeto para leer en voz alta a los incultos.
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Este cambio de tendencias, pero también de puntos de vista tanto narrativos como sociales, sería fortalecido con los cambios tecnológicos.
Como lo marca P Levy en « La oralidad primaria, la escritura y la informática», en: David y Goliat, Revista del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Año XX Nº58.
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La foto pasará a ser la identificación de la misma persona, como lo pude hacer ver en mis estudios sobre los álbumes de familia6 desde el nacimiento de esta técnica. La ciudad pasa a ser imagen fotográfica, incluso desde las primeras fotos de que se tenga noticia, como lo prueba un grabado de Dumier de 1862 en el que aparece Nadar, uno de los inventores, en un globo fotografiando a París desde el aire. Las ciudades se dotan de un instrumento único para su propio conocimiento. Y para hacer imagen de su más preciado objeto colectivo: la ciudad. Podríamos seguir examinando esta relación entre técnica y representación, pero no es el caso por tiempo ni espacio en este escrito.
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Per mítanme ahora destacar que mis estudios sobre las ciudades imaginadas par ten de tres consideraciones que he ubicado en esta cor ta presentación: la ciudad nace a la par con sus escrituras y representaciones de la misma; la ciudad física se va encontrando en la historia con sus pobladores hasta llegar el momento en el cual lo urbano significa más bien lo que hacen los ciudadanos, su urbanidad y no tanto la ciudad física; por último, los pobladores, los hoy ciudadanos, desde su orígenes remotos han sido rodeados de mitos, leyendas, de temores y miedos por los seres del más allá, que modernamente podemos situar en el más acá, en su vida inconsciente y entonces, donde estaban los manes divinizados, hoy tenemos los fantasmas urbanos.
Armando Silva. Álbum de familia: la imagen de nosotros mismos. Bogotá, Norma, 1998.
Así que mis estudios sobre lo urbano par ten de su condición imaginaria, de cómo los habitantes de una ciudad o del globo urbanizado construyen croquis con los cuales viven sus urbes, en los que no sólo entran las realidades comprobables, físicas y ciertas, como la organización de sus espacios y sus usos, sino también otras fuerzas que provienen más de las fantasías, de la literatura, del arte o de las tecnologías o los medios y, en especial, de las evocaciones colectivas, hacen de la ciudad un hecho urbano y entonces entender que lo urbano es una construcción imaginaria de modo colectivo o según gr upos al interior de esa colectividad.
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De esta manera el imaginario lo sitúo en tres instancias que destaco: Como inscripción psíquica, lo cual quiere decir que cuando el fantasma aparece domina el orden imaginario y por esto nuestros estudios privilegian momentos en los cuales los sentimientos sean dominantes ante la razón, tales como estados de miedos, odios, afectos, ilusiones. Como posibilidad que da una tecnología o una técnica para la representación. Así que la escritura que da lugar a la literatura o la fotografía a la relación persona- identidad o el cine a sus conexiones semánticas con el sueño, son hechos que permiten en ciertos momentos y, por estos canales, la irrupción de una producción imaginaria. Así lo urbano corresponde a estas producciones que convierten la ciudad en sus depositarios.
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Como construcción social de la realidad. Hablamos ahora de que lo imaginario no es sólo una inscripción psíquica individual, ni sólo la manifestación de una técnica que permite un tipo de representación, sino que nos brinda una condición cognitiva. Si distinguimos entre lo real de la realidad, sabremos que la realidad es construida, es un hecho del lenguaje y de la imaginación humana. Así que los imaginarios sociales serían precisamente aquellas representaciones colectivas que rigen los sistemas de identificación social y con los cuales interactuamos en nuestras culturas, haciendo de ellos unos modos particulares de comunicarnos e interactuar socialmente. Desde esta perspectiva, los imaginarios corresponden a construcciones colectivas que pueden manifestarse en ámbitos locales y globales, y es esto lo que conviene distinguir en una antropología de los deseos ciudadanos, como la que pretenden nuestros estudios hoy por hoy en varias ciudades del continente.
Bogotá imaginada
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Presento tres apartes sobre la construcción ciudadana de Bogotá. Una primera sobre su geografía física, sus colores, sus sitios, sus paisajes. Una segunda sobre percepción ciudadana en población, estética, sus hábitos en su vida cotidiana. Y, al final, cómo es percibida Bogotá por otros ciudadanos de otras ciudades. Este enfoque se sitúa en el
Retomo algunas partes del libro Bogotá imaginada. Bogotá, Taurus, 2003.
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educación y c i u d a d ciudadano como constr uctor de sus percepciones con las cuales ve el mundo y lo hace mientras lo percibe. Así es la Bogotá hecha por sus ciudadanos, para lo cual trabajamos distintas técnicas de captación metodológica que van desde elaboraciones estadísticas, hasta la recolección de sus imágenes en fotos, clips o distintas arqueologías urbanas. En este caos nos limitamos a presentar algunos resultados.
En ocasiones los bogotanos nos sumimos en la tristeza ante la noticia atroz del último crimen que nos regresa, en la circularidad del mito, al magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, nuestro único gran líder popular, en cuyo recuerdo hacemos nacer la nueva ciudad. Pero en otras oportunidades -y cada vez más en los últimos años- nos levantamos optimistas y creemos en el futuro, que identificamos con un metro soñado, con un nuevo espacio público recuperado, con abundantes parques, con políticos recientes que se han dado a la tarea de embellecer la ciudad llenándola de espectáculos al aire libre, de ciclovías y ciclorrutas, de gente dispuesta a caminar con gozo por las calles. A veces, sí, nos observamos con cierto terror e inseguridad colectiva, ese sentimiento con el que convivimos día tras día. Pero también nos reconocemos en sitios viejos, en miradores como Monserrate o la Torre Colpatria, desde donde podemos contemplar nuestra ciudad; o preferimos extrañarla en lugares históricos, como el barrio La Candelaria, o entenderla
La ciudad: ¿Cómo imaginan sus ciudadanos a Bogotá? A veces perciben el fulgor de las estrellas muy cerca de sus cerros intensamente verdes. En otras ocasiones sienten que se impone el color de sus ladrillos rojizos sobre el fondo de un escenario gris y lluvioso. En opor tunidades la aprecian como una señora serena o melancólica y, en otros momentos, como si fuera un desventurado, agresivo y pendenciero conductor de bus. A veces la escuchan tradicional y anacrónica, expresada por música del recuerdo, por melodías de bambucos, pasillos y canciones de carrilera, pero al caer la tarde pueden irrumpir las agresivas notas juveniles del hard rock.
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Bogotá todavía tiene la cabeza en el ombligo: aún supone que ella es Colombia. Y sus habitantes, movidos por un centralismo orgulloso, la evocamos hasta con el grito de independencia nacional. en localidades recientes, como Maloka, el Museo de Ciencia Interactiva para Niños, o en sitios de cruce, en pleno corazón urbano, o en la pequeña y pública ciudadela verde y blanca, la Universidad Nacional de Colombia. Sentimos que en todos esos íconos Bogotá se refleja como un espejismo, que allí puede verse como una especie de gorila solitario que devora contaminación, ruidos caóticos e imágenes revueltas.
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Pero también es cier to que cada vez su imagen es más independiente e integral. Croquis selectivos acuden a nuestra memoria cuando la imaginamos: decimos que el centro es la Plaza de Bolívar; que el occidente es Ciudad Salitre; que el norte es Unicentro; que el sur es el hospital de La Hortúa y, cada vez más, el centro comercial Ciudad Tunal, y que el oriente, sus cerros. Así, en cruz, recomponemos sus límites y recorridos. Bogotá es joven, pues sus ciudadanos mayores de 65 años -unos 214.000 habitantes- apenas representan el 3 por ciento de la población. Pues bien, una nueva emblemática va surgiendo a medida que la ciudad se hace más joven y moderna. Quizá lo más notable de las recientes maneras de pensar a Bogotá sea una recuperación paisajística que la inserta en el entorno sabanero, es decir, en sus propias riquezas naturales. Hoy lloramos la ciudad cuando arden sus cerros. Para recordarla, como diría un poeta, debemos mirar el silencio de sus pájaros nativos volando sobre sus montañas, pues la ciudad es cuna de más de cien especies; hay que escuchar el perfume de las flores que rodean sus entornos, pues Bogotá es una de las
educación y c i u d a d ciudades que más flores expor tan al mundo; debemos oler el gris de sus ambientes o beber su luz penetrante, ya que esta ciudad es considerada por algunos ar tistas como una de las más claras. Según la percepción que tienen sus pobladores, de ella emana una imagen moderna de ciudad en movimiento que se desplaza cada vez más en bicicleta y a pie, que se conecta a Internet con mayor velocidad con respecto a casi todas la otras de Latinoamérica (junto con Buenos Aires y Montevideo, la capital colombiana es la ciudad del sur del continente que más teléfonos tiene instalados en relación con el número de habitantes), que reconoce el aeropuer to como lugar de llegada y salida, que empieza a superar el feudalismo impuesto por sus políticos gamonales. Pero, al mismo tiempo que se moderniza, conser va ritos antiguos, algunos de evidente reminiscencia provinciana. Veamos seis de sus ceremonias más características: adorar al Divino Niño Jesús en la iglesia del barrio Veinte de Julio sin duda, el acontecimiento religiososocial más espectacular de toda la ciudad, que tiene lugar todos los sábados y domingos-; frotar le la oreja a la escultura que representa a Leo Siegfried Kopp, el fundador de la cer vecería Bavaria, situada en el Cementerio Central, para pedirle milagros y confiarle
secretos; comer fritanga en algunos puestos callejeros que riegan a su alrededor el inconfundible olor a cerdo y a papa criolla; salir a almorzar a los pueblos vecinos los fines de semana; recor rer las calles en bicicleta los domingos y días festivos; visitar el parque El Salitre a comienzos de año para desintoxicarse después de las fiestas navideñas.
Entre gris y amarilla El frío, como emblema de la ciudad, tiene explicación. Gabriel García Márquez hizo popular la imagen del hombre de tierra caliente que llega a Bogotá (en su caso, en los años cuarenta) y casi muere de frío, por lo que debe usar abrigo y sombrero. No es que Bogotá sea muy fría -13 grados centígrados es su temperatura media-, aunque sí llueve constantemente: 140
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Bogotá = Gris + melancólica + serena
días del año 2000 y 188 del siguiente fueron lluviosos. Bogotá es una ciudad nublada y sus cer ros sir ven de termómetro natural cuando se quiere pronosticar el clima: con frecuencia se tornan grises y dan lugar a oscuros nubar rones con for mas de animales mitológicos. Cuarenta por ciento de los bogotanos percibe a su ciudad fría con gris. Cuando quisimos saber cómo representaban su carácter, de nuevo aparecieron dos hitos en dos escalas opuestas: en la negativa, Bogotá es melancólica; en la positiva, es serena. Si hacemos esta proyección fantasmagórica:
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tenemos la imagen de una ciudad fría. Para el 70,7 por ciento de los consultados es fría. Pero algo y mucho cambia en el restante 30 por ciento, que, sin excepción, representa a una población joven, tanto de hombres como de mujeres, 88 por ciento de los cuales provienen de fuera, o sea, son inmigrantes de otras zonas del país. Ellos la ven con nuevos colores: amarilla, azul, roja, que curiosamente son los colores de la bandera nacional. Estos jóvenes disfrutan de la música vallenata de la costa atlántica; de la salsa que proviene de Cali, de la costa pacífica o de las Antillas; escuchan rock en inglés y en español; siguen el pop de Shakira y de Madonna; asisten multitudinariamente a los espectáculos de Car los Vives, Juanes y Alejandro Sanz. La relación entre música y color es un hecho notable, pues los seguidores de los ritmos calientes ven a Bogotá coloreada, mientras los adultos y mayores la reconocen gris. Por esto afirmamos que el color asignado a las ciudades corresponde a una construcción cultural. De este modo, en Bogotá la ecuación inicial tiende a cambiar por esta nueva:
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Bogotá = amarilla, azul y roja + cálida + optimista. Consultando un estudio sobre el castellano hablado en Bogotá, encontramos algo para corroborar lo dicho. Al preguntarles a 487 personas por el género del calificativo frío/ fría referido a Bogotá, 79,35 por ciento de las mujeres optó por masculino («Bogotá es frío»), mientras que 36,8 por ciento de los hombres lo expresó en femenino: «Bogotá es fría». Esto induce a pensar que a la ciudad se le otorga el género del sexo opuesto. Las mujeres que sienten a Bogotá frío, son, en su mayoría, inmigrantes de otras regiones o son personas mayores y, por lo general, sólo cuentan con educación primaria. Por el contrario, Bogotá es fría para buena parte de los hombres, gente nativa que ha alcanzado mayor educación formal. Si admitimos la relación, por lo demás ya marcada por escritores y artistas como Kandinsky, de sinestesia perceptiva entre música y color, pues el sonido se modifica en la imaginación por asociación con otras formas, debemos preguntarnos sobre la relación de géneros musicales con Bogotá. Nos ha parecido significativo enfocar esta
educación y c i u d a d sinestesia desde el punto de vista8 de las edades, el género y las clases sociales de los entrevistados. De entrada podemos decir que la música folclórica, la típica colombiana del interior y la de la costa atlántica son las preferidas por las personas adultas y mayores, mientras que la salsa, el rock en español y de los Estados Unidos es la favorita de los jóvenes que están entre los 13 y 24 años. Es generalizada la idea de que el rap tiene más cultores entre los jóvenes de los sectores populares, pero las encuestas demuestran que tiene impacto compartido en los de las clases altas, igual que el rock alternativo tipo tecno. En cambio, el alter nativo tipo tr ance o metal encuentra mejor acogida en los sectores medios y bajos. Las rancheras definitivamente se escuchan en los sectores populares, y la salsa y la música de protesta son del gusto de los jóvenes de clase media, en especial de los de formación universitaria. Pero esos mismos jóvenes, en especial por las noches, en los últimos años han mostrado cada vez mayor interés por la música 8
Los puntos de vista tratados en el estudio son siete, como se explicó en la presentación de la obra. Aquí nos referimos a la sinestesia perceptiva sólo desde tres variables: género, edad y estratos sociales.
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electrónica, que hace parte de sus ritos after party (después de la fiesta), ya que los bares en Bogotá, desde 1995, cerraban muy temprano, hasta el año 2002, cuando se implementó el nuevo horario de la «hora optimista». La música folclórica como el bambuco encuentra público entusiasta en sectores medios y altos, entre gente mayor, y se puede decir que en todas las clases y edades hay identificación con ritmos como la cumbia, el porro, el merengue y otros géneros bailables y, en especial, con el vallenato. El vallenato y el rock son los tipos musicales más escuchados en Bogotá. Sin
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duda, el cambio de color de la ciudad, que del gris de los adultos evoluciona hacia ondas cromáticas más vivas y vistosas, como el amarillo y el rojo que perciben jóvenes que, por lo general, provienen de provincias, está relacionado con el gusto musical de los entrevistados. Esta observación nos permite proponer otra ecuación, un tanto temeraria, pero que refleja la percepción imaginaria del color y la música en la Bogotá del nuevo milenio:
Bogotá = amarilla + joven + rock y vallenato = Bogotá caribe frente a: Bogotá = gris + vieja + bambuco = Bogotá andina. La Bogotá vieja de los cachacos, de los rolos, la ciudad triste y serena aparece enfrentada a la Bogotá de los inmigrantes provincianos, gente optimista y alegre. Dicho de otro modo, la Bogotá tradicional, la expresada por el lenguaje literario y los poetas, se sitúa frente a la Bogotá moderna que se sume en la Internet; la que toma partido por el Occidente progresista; la de aventureros sin mayor historia en la ciudad que llegan con el propósito de salir adelante.
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Como conclusión provisional, argumentamos que Bogotá está colombianizándose y en algunos aspectos caribeñizándose; que la cultura costeña, con su literatura, su música y hasta su clima, están dotándola de un colorido amarillo vibrante, estrategia con la cual una parte de sus pobladores quizá pretenden enfrentar mejor su temible frío y burlar su lenguaje acartonado y gris. Quizá sea ésta la diferencia con otras ciudades andinas del continente, como Santiago o Quito, cuyos países no tienen costa en el Atlántico. Entre nosotros, caribeñizar debe entenderse como colombianizar.
educación y c i u d a d Es cierto que podemos hablar de antioqueñizar, chocoanizar, vallenizar, boyocanizar, tolimenzar o santanderenizar. Pero cuando se alude al Caribe, se está diciendo de manera visual que el ambiente físico y cultural se calienta. Entre las características de la ciudad que más gustan a los bogotanos se cuentan el clima y la diversidad étnica y comercial. La correspondencia del gris con la lluvia y el cielo cubierto de nubes, y del amarillo con un clima agradable, habla del bienestar que produce entre sus ciudadanos su temperatura. La Bogotá fría que se va calentando por el efecto invernadero y por su caribeñización es deseada a partir del color con que se la designa. No ocurre lo mismo con el carácter, por lo general calificado de agresivo, triste, desconfiado y frío. Resulta interesante la carga semántica del adjetivo frío, que como clima puede ser entendido como cálido y deseable para el espíritu, mientras que relacionado con el carácter toma tintes agresivos e indeseables.
Los ciudadanos:
¿Dónde están los nuevos bogotanos? Entre una ciudad que todavía tiene rezagos coloniales y otra que se abre al futuro, en medio de penurias, elitismos y optimismo, crece un habitante hecho a puro pulso. Sí, estamos ante una urbe que finalmente ha resuelto aceptar a los provincianos de todas las etnias nacionales que la visitan, muchos de los cuales se quedan a hacer su Bogotá, para así poder afir mar que ella se ha colombianizado.
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Bogotá también es provinciana, aunque se va inclinando hacia el mundo moderno: se conecta, se informa, se publicita, se cruza en muchas redes, par ticipa de las nuevas seducciones colectivas, de espectáculos, modas y nuevos espacios públicos. Muchas de sus aspiraciones tienen una meta fuera de sus fronteras. En buena parte la estética recae en los ciudadanos. De tanto pedir que el ar te se popularice, de tanto exigir belleza en su medio, ellos mismos terminan por convertirse en sus principales gestores. Podría decirse que pasamos de una estética de las cualidades, de las sensaciones, a otra del gusto. Si la ciudad es sensaciones, sus habitantes son gusto y emoción. Encontramos tres usos de la palabra estética: uno para el arte, otro para la belleza, y el último para la unión de ambos en los imaginarios, territorio grupal donde se fabrican las fantasías colectivas. Y no decimos que la estética sólo apunte a lo bonito; también comprende lo agrio, lo feo. La emoción y su placer, sean o no gratos. Hay, pues, una estética de las bellas ar tes, de la
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fotografía, del cine, de las imágenes vir tuales. Quienes las estudian incluso hablan de estéticas oficiales, marginales y rebeldes, pero todas tienen un punto en común: definen y al tiempo regulan la práctica y la apreciación de una expresión artística o de una experiencia que exige descargar emociones y que busca ofrecer y exhibir lo bello. La gente aligera el término y llega a hablar de estéticas del peinado, de la conversación, del suicidio y, por qué no, de hacer el amor o de traicionarlo.
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La ciudad, entonces, es mucho más que un espacio físico construido por sus arquitectos: se convierte en un espacio estético que es materia ciudadana. Salir de casa; caminar oír ruidos; sentir o padecer olores; ir de compras; ver el propio reflejo en los vidrios de una vitrina; chocar con tantos objetos; admirar unos y desear otros; sentir se asediado por otro caminante, por un pícaro o un policía; contemplar la llegada de la noche; ver o admirar el cielo azul petróleo; recibir unos cuantos lapos de sus vientos que, en remolino, empujan al caminante de occidente a oriente; dejarse deslumbrar por las luces artificiales que prenden sus millones de habitantes; refugiarse en cualquier centro comercial, café o restaurante, o irse en un bus a casa, son todas experiencias del gusto, de las emociones que fabrica en nuestras mentes la belleza de la ciudad. El arte puede estar en las obras: en las esculturas y el ar te público; en las instalaciones que recuerdan el caer de las aguas en el Jardín Botánico, convertido en museo ambiental en el año 2000; en las constr ucciones arquitectónicas insertadas en el paisaje, como varios de los edificios de Rogelio Salmona. Pero la estética está en el gusto.
En Bogotá hay quienes disfrutan de comer en la calle empanadas adornadas con los colores de la zanahoria y la cebolla,
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a quienes satisface la barroca decoración de los buses, tendencia que por tiempos se expresa en el recargo de adornos del vestuario. O hay quienes se vuelven minimalistas y sólo ofrecen lo esencial. La estética opera desde los conceptos, y esto se puede ver hasta en las fachadas de las casas. Cada cual es dueño de sus gustos, hecho que permite homologar la estética con el deseo individual, aunque la ciudad en su conjunto genera distintas estéticas grupales. Observada desde un punto de vista social, Bogotá tiene estéticas clasistas que se manifiestan en el uso del castellano o en el desarrollo de diversos ritos urbanos (comida o música preferida, maneras de vestir, entre otros), característicos de cier tas clases. Hay estéticas femeninas que en algunos casos se hacen relevantes, como lo demostraron unos colegas en un estudio sobre imaginarios relacionados con Pereira. Según ellos, ésta es la ciudad colombiana que más concentra seminarios de negocios de hombres que viajan desde Bogotá, convencidos de que allí las mujeres, querendonas, trasnochadoras, morenas y sabrosas, los esperan9. Otras estéticas femeninas tienen que ver con cier tos oficios. 9 Olga Bedoya, Amanda Castiblanco y otros. Pereira, imaginario femenino. Bogotá, Tercer Mundo, 1999.
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Por ejemplo, nuestras secretarias, comparadas con las del resto del continente, quizá sean las que más se arreglan. Cualquiera diría que, con su maquillaje tan cuidado, sus faldas impecables, sus peinados exagerados, sus escotes calculados, se han preparado para ir de fiesta. Pero también hay estéticas juveniles que se manifiestan en peinados rebuscados, en su ropa estrafalaria, en sus modismos, y que parecen calculadas para enfrentar las estéticas de la gente adulta. Y junto a las clases sociales, a los géneros, a las edades, a los sitios donde habitamos, a la formación que tengamos o a los oficios que desempeñemos -elementos que perfilan nuestro gusto y nos ayudan a clasificar las apetencias-, hay tecnologías que nos adentran en facetas misteriosas de la estética, donde ver, oír, saborear, recordar, vigilar y evocar se convier ten en experiencias nuevas. Es imposible separar a las personas de hoy de las cámaras que les hacen tomas o ante las cuales se muestran; de la televisión que exhibe más cosas de las que un individuo puede ver materialmente en su vida real; de los sonidos y los tiempos que impone la radio, esa fiel acompañante que no nos abandona en los buses, en las oficinas,
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en lugares públicos ni en los hogares; de la publicidad que se eleva triunfante por sobre los edificios.
educación y c i u d a d Luego de cobrar vida filosófica, la palabra estética, acuñada en el siglo XVIII por el pensador alemán Alexander Gottlieb Baumgarten, quien la entendía relacionada con el arte de reproducir lo bello y con la
hoy en Bogotá y en otras ciudades del mundo se emparenta más, así se trate de una derivación vulgar, con lo que hacen las personas para embellecerse. En la actualidad, su significado llega a abarcar asuntos sensibilidad humana,
conexos con la apariencia corporal, como los salones de belleza, los expertos en maquillaje, los peinados y cuidados de la piel; los centros médicos donde se practican mesoterapias para eliminar carnosidades y papadas; los gimnasios para reducir barriga, destacar músculos o quitar gordos que perturban la vista. Esta ampliación de su sentido hace que dicho término se popularice, se convierta en una especie de pan de cada día. Pues bien, es el ciudadano, el consumidor permanente, quien ha construido los nuevos significados del vocablo. En otros tiempos las revistas dedicadas a tratar el hecho estético se escribían con el lenguaje culto de los críticos de arte. Hoy han surgido otras sobre la misma materia, sólo que muestran abundantes imágenes de pasarelas, reinas y gente de farándula. Como las antiguas, tienen texto, sólo que son breves cápsulas que nunca se exceden de unos cuantos renglones, atendiendo al riesgo de
desencantar a las obser vador as y observadores. El parentesco entre las bellas ar tes y esta simple estética mundana no es tan lejano. Tanto el arte como la estética light buscan mostrarse, y el gusto los acoge a ambos, mientras un grupo social los legitima. En visitas hechas al suroccidente de Bogotá, al nuevo sector de El Porvenir, en el tipo de urbanización llamado Metro vivienda -nombre cargado de un sentido de ciudad que avanza rápido-, hecha para personas de escasos recursos y donde a los propietarios se les permite adaptar con fines comerciales el frente de su residencia, descubrimos que en ocho
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manzanas construidas había ya instaladas dos panaderías, dos salones de belleza, una marquetería y un aviso señalaba la presencia de una masajista con conocimientos de mesoterapia facial. La belleza y el pan se vuelven a encontrar. La gente gana derechos para mostrarse bella.
¿De dónde provienen los bogotanos? ¿Cuáles son sus orgullos, sus tristezas y desilusiones?
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¿En qué trabajan, cómo enamoran, qué comen, dónde se divierten? ¿Es tan malo su carácter como creen ellos mismos cuando se definen como agresivos y pendencieros? ¿Cuáles son sus tiempos, sus marcas, sus rutinas? ¿Por qué en los últimos años se sienten orgullosos y optimistas, a pesar del ambiente de guerra que domina en el país? Estos temas están relacionados con las cualidades, las calificaciones y los escenarios. Tantas preguntas, de otra parte, esbozan un ser humano muy par ticular, no ajeno a los movimientos mundiales que tienden a darle cada vez más poder al individuo para que se defienda de la imposición de las corporaciones, de la corrupción de los políticos y la saturación vehicular que ha invadido las ciudades y les ha expropiado sus espacios.
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Bogotá y los otros Cuando una ciudad mira a otra con la cual se compara, de modo inevitable se mira a sí misma. Es un gesto muy contemporáneo que las ciudades traten de entender se juzgando a otras: el pensamiento actual crece desde el otro. Pocos años atrás se creía en una identidad casi fija y que cada urbe, como las personas, tenía su sello permanente. Ahora sabemos que la imagen de una ciudad cambia con la velocidad con que rotan las noticias, los ataques terroristas, los eventos, las modas, la economía. Pero algo permanece. Bogotá tiene algo de lo mismo desde cuando un hecho significativo marcó su historia. Nuevos sucesos la seguirán señalando, pero algo de lo viejo permanecerá. Nunca podremos explicar la realidad de una ciudad, pero sí describir sus episodios, sus narraciones, sus anhelos. Son los habitantes quienes a cada momento hacen y definen su ciudad, quienes la
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Son las fantasías de los ciudadanos las que tratamos de captar en este aparte para terminar de dibujar a Bogotá. Nos hemos propuesto verla
diferencian de las demás.
desde ella misma a partir de ciertos temas que le propusimos, pero también desde la mirada de sus vecinos, averiguando cómo la imaginan y señalan para recordarla. Los resultados no siempre coinciden, pero muchas veces sí. En ocasiones, a pesar de las desgracias, conservamos la cordura de sabernos cómo somos y cómo parecemos ante los demás. Se hizo un experimento sobre percepciones ciudadanas. Para ello se indagó sobre la visión que 500 inversionistas10 tenían de las grandes ciudades de América Latina como conjunto, desde Miami hasta Buenos Aires. Para establecer un ranking sobre las que mejores per spectivas ofrecían para hacer negocios, se les dio a conocer cier tos datos de cada una, como población, PIB, nivel de vida, clima, seguridad e infr aestr uctur a. En promedio, Bogotá resultó bien calificada: ocupó el puesto 13 entre 34 y se le otorgó nota de «media alta» en cuanto a posibilidades de inver sión, sólo por debajo de São Paulo, Buenos Aires, Ciudad de México y Santiago, de las 13 10
Felipe Abarca, con informes de Manuel Silva (Miami), Max González (São Paulo) y Diego Fonseca (Ciudad de México). «Ranking de ciudades», en: América Economía, 16 de mayo de 2000, pp. 23-29.
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ciudades seleccionadas para este estudio.. La capital colombiana punteó en muchos renglones: es la que más ha reducido sus índices de inseguridad11, la más confiable para tomar taxi por vía telefónica, la que más ha aumentado en velocidad -gracias a la instalación de Transmilenio-, una de las menos contaminadas, etc. Pero cuando vino la última y definitiva pregunta: «¿Dónde no viviría usted bajo ninguna circunstancia?», la respuesta fue contundente: 33 por ciento respondió que en Bogotá; les siguieron Caracas, Lima y São Paulo con 11 por ciento cada una. Paradójicamente, estos ejecutivos, que saben que Bogotá ha logrado índices aceptables de seguridad, en lo que supera a Caracas, Buenos Aires y São Paulo, no la quieren habitar por peligrosa. ¿Cuánto
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tarda en volver se verdad social un imaginario de terror inspirado en las noticias, en cierta literatura, en desgracias naturales y, claro, también en algunas realidades? Los bogotanos se reconocen con las ciudades iberoamericanas estudiadas en estas proporciones: Caracas, 44,7 por ciento; Ciudad de México, 43,3 por ciento; Lima, 34 por ciento; Quito, 28,7 por ciento; Buenos Aires, 22,7 por ciento; Santiago, 17,3 por ciento; La Paz, 12 por ciento; São Paulo, 11,3 por ciento; Ciudad de Panamá, 8,7 por ciento; Asunción, 4 por ciento; Montevideo, 3,3 por ciento; Barcelona 1,4 por ciento.
Cabe recordar que en 2002 recibió el premio de la Organización Mundial de la Salud, que la calificó de «Ciudad ejemplo en el mundo en la lucha contra la delincuencia para disminuir la violencia». Entre 1995 y el 2002 redujo en 51por ciento las muertes violentas, aplicando medidas preventivas y aumentando acciones fiscales y policivas (El Tiempo, 23 de julio del 2002, pp. 1-4).
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educación y c i u d a d Para nuestra reflexión armamos tres gr upos con las otr as 12 ciudades escogidas, según primara: 1) un sentido de afecto que per mitier a ver en la otra ciudad, como proyección, una identificación en algún aspecto auto reconocido; 2) un sentido de indiferencia o poca valoración; 3) una proyección en ellas de anhelos y fantasías de una Bogotá futura. Para el primer grupo propusimos un cor te temporal en el presente; para el segundo, teniendo en vista sobre todo el pasado, consideramos un corte temporal en el momento en que ellas representaran lo que los bogotanos no quisieran ser o no les importaría ser, a pesar de distintos reconocimientos que ello les pudiera significar ; en el tercer gr upo tratamos de reconocer
afectos imaginarios, pues las ciudades escogidas están dotadas de atributos que Bogotá desearía tener o que, si los tiene, no destacan lo suficiente. Así, se distingue de modo más bien racional la conveniencia de aceptar a las ciudades del primer conjunto por razones prácticas o por el mismo juicio de auto reconocimiento; en el segundo prima la lejanía, y el destino de esas ciudades no parece afectar a los bogotanos; en el tercer grupo el juicio aparece ligado a posibilidades. Esta división se presenta como un ejercicio de «reagr upamiento de afectos», según las respuestas dadas por los bogotanos y de acuerdo con apuntes un tanto más libres nacidos de distintas obser vaciones. Este esquema trial presentado según prime un sentido de afecto -identificación, indiferencia o admiración-, un tiempo -presente, pasado o futuro-, un criterio racional conveniencia, lejanía o posibilidades-,
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permite todo tipo de hibridaciones, intermediaciones y, por supuesto, ajustes. Ciertas ciudades percibidas en los últimos renglones de esos grupos -como Quito, Santiago o Montevideoconcluyen un grupo y podrían estar en el siguiente. Otras cualifican muy fuertemente la caracterización del grupo respectivo, y por eso las dejamos en los primeros lugares, como Caracas o México D. F., en el grupo de afectos; Ciudad de Panamá o Asunción, en el de indiferencias, o Buenos Aires y Barcelona, en el de anhelos. El objetivo, en todo caso, es armar un panorama de repartos afectivos a partir de los deseos ciudadanos y de la construcción del otro en el continente.
Ciudades cercanas Seleccionamos aquí las cuatro que obtuvieron mayores marcaciones ante la pregunta
«¿Cuáles ciudades encuentra afines a Bogotá?»: Caracas, México D. F., Lima y Quito.
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educación y c i u d a d Jesús Martín-Barbero
Una escuela ciudadana para una ciudadescuela
34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 C á t e d r a d e P e d a g o g í a : B o g o t á, u n a g r a n e s c u e l a 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Una escuela ciudadana para una ciudad-escuela. 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Resumen 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Se trata de que la escuela aprenda a jugar con la ciudad; es decir, 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 a salirse de sus bien demarcados y asegurados predios, y a entrar 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 a la cancha grande donde juegan los ciudadanos de a pie. Pero, 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 ¿cómo poner a jugar a una escuela convertida como está en un 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 institución tan seria y ascéticamente trabajadora? Una escuela 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 cuyas tareas son todas muy disciplinadas y disciplinariamente 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 racionales, y tan cartesianamente nítidas que permiten distinguir 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 con claridad los espacios del que sabe y del que aprende, del que 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 manda y del que obedece, así como quién es el que evalúa al 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 aprendiz y cuándo y cómo. 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Abstract 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 This article proposes that the school learns to play with the city; id 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 est, to go beyond its well defined and insured boundaries, and get 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 into the big playground where common citizens play. But, how to 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 make that a school that has been transformed in a serious and 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 ascetic working institution gets into the game? A school of which 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 tasks are all very disciplined and disciplinary rational, and so clear 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 in the Cartesian sense that allow us distinguish with clarity the 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 spaces of the one who knows and the one who learns, of the one 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 who commands and the one who obeys, as well as who is the one 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 who determines when and how to evaluate the apprentice. 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Palabras clave 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Ciudad, escuela, palimpsesto, narración 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Jesús Martín Barbero 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Doctorado de filosofía de la Universidad de Lovaina y de posdoctorado en 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Antropología y Semiótica en Paris. Profesor visitante de la cátedra UNESCO 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 de Comunicación en las Universidades de Puerto Rico, Autónoma de 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 Barcelona, São Paulo y Escuela Nacional de Antropología de México. Fundó 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 el Departamento de Comunicación de la Universidad del Valle, del cual fue 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 director. Presidente del ALAIC, miembro del Comité de Políticas de CLACSO 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 y miembro del Comité consultivo de FELAFACS. 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 98 jemartin@cable.net.co 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901 34567890123456789012345678901212345678901234567890123456789012123456789012345678901
educación y c i u d a d
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J. Martín-Barbero Lo que propone este texto puede entenderse mejor mediante una metáfora: la de un juego que le permita a nuestra des-ubicada Escuela comunicar se con su Ciudad. De hecho, así se llama una investigación/acción realizada por un equipo de investigadoras de la universidad ITESO de Guadalajara (México) y al que acompañé en su último tramo: Lotería Urbana: un juego para pensar la ciudad. Esto es un juego para pensar, compar tir y disfrutar la ciudad. Fue ese proyecto, aunque no vinculado únicamente al sector escolar, el que me puso a mí personalmente a imaginar por primera vez unas verdaderas relaciones escuela/ciudad. Se trata de que la escuela aprenda a jugar con la ciudad. Es decir, a salirse de sus bien demarcados y asegurados predios, y a entrar a la cancha grande donde juegan los ciudadanos de a pie. Pero, ¿cómo poner a jugar a una escuela conver tida como está en un institución tan seria y ascéticamente trabajadora? Una escuela cuyas tareas son todas muy disciplinadas y disciplinariamente racionales, y tan car tesianamente nítidas que permiten distinguir con claridad los espacios del que sabe y del que aprende, del que manda y del que obedece, así como quién es el que evalúa al aprendiz y cuándo y cómo. Y eso es todo lo contrario de lo que ocurre en el juego: si uno juega con alguien -sin trampas, claro- los dos «se la juegan» con las mismas cartas, en el mismo terreno, con unas mismas reglas y condiciones. Como ha dicho F. Savater, «a cuerpo limpio y cara a cara», lo que implica la más completa reciprocidad, esto es, cualquiera puede ganar y perder. En el juego con la ciudad no es la escuela la que evalúa y juzga, pues la única evaluación posible de un juego es la que hace el público, la sociedad, juzgando quién jugó bien o mal, honesta o tramposamente. No es extraño que mi propuesta desconcier te a las directivas escolares y a las autoridades políticas: son demasiados riesgos para quienes están acostumbrados a no hacer nada sin planear/controlar todo y asegurándose el ganador final. Y, sin embargo, no hay de otra: o la escuela se sale de su estrecha cancha y se arriesga en el laberinto urbano o le va a quedar imposible comunicar con la ciudad.
Una escuela ciudadana para una ciudadescuela
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Lo que sigue no es un texto-receta o un manual, sino solamente algunos fragmentos de una reflexión a medio construir, como un puzzle para niños grandes, o sea, aquellos a los que crecer no les impide seguir haciéndose continuamente preguntas.
¿Desde dónde mirar/pensar la ciudad hoy? La ciudad no es sólo un entorno que ambienta el quehacer y el hacerse del hombre, sino que es -aun en el degradado medio ambiente de las ciudades de hoy- su mundo más suyo (R.Sennet). Y seguir añorando nostálgicamente el tiempo de una ciudad sin deterioro y caos no sólo es escapar por una gatera metafísica a los desafíos de la historia, sino impedirnos asumir activamente los materiales de los que está hecha -y con los que re-construirla ciudad de hoy: sus territorialidades y su desespacialización, sus miedos y sus narrativas, sus trayectos a pie y en bus,
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en taxi o en automóvil privado, sus centros y su marginalidades, sus tiempos diurnos y nocturnos, sus mapas y sus calendarios: a medio hacer entre las fiestas barriales y los festivales globales, entre las plazas de mercado y los centros comerciales, entre la estética audiovisual o electrónica, y las oralidades culturales.
La primera manera como la ciudad se deja pensar hoy es como narración. Lo que va a implicar hacer memoria de aquellas narrativas del origen, judeo-cristiano, que nos des-cubren el nacimiento de la primera ciudad atribuyéndoselo a la desobediencia y la rebeldía de Caín, y a la Babel nacida de una maldición que , a lo largo de los siglos, parece haber seguido amenazando a la ciudad con ruina y deterioro progresivos. La descentralización de lo sagrado y su nomadización hicieron posible que la ciudad se liberara del marcaje que la ligó dur ante tanto tiempo exclusivamente a la memoria de la etnia para abrirse a la memoria y la imaginación de la especie. He aquí una clave crucial para entender el proceso de moder nización de nuestr as ciudades, y los conflictos y violencias que conllev a, más allá de los indicadores desarrollistas: entender la
educación y c i u d a d modernización urbana como tensión entre memorias étnicas y memorias universales. Lo que torna en enormemente complejas a las territorialidades modernas y en frecuentemente fallidas tanto a las literaturas urbanas que tratan de narrarlas, como a las intervenciones político-ingenieriles que intentan planificarlas. Una segunda clave de comprensión de la ciudad es el juego, ya mencionado, del puzzle. Frente a tanta investigación que, proclamando multicausalidades e interdisciplinas, mantiene, sin embargo, las piezas separadas, impidiéndonos ver la ciudad, es necesario revalorar la experiencia y las narraciones de sus habitantes. Porque la figura de la ciudad tiene menos que ver con la alta regularidad de los modelos expertos del urbanizar que con el mosaico artesanal
Y ello nos descubre que la geografía de las identidades remite tanto a las figuras que demarcan las calles y las plazas, del habitar (G. Velho).
como a las fisuras que introduce el des-ordenamiento del que dan cuenta las experiencias y los relatos. Del mismo modo fr ente a los funcionalismos arquitectónicos y las estéticas racionalistas, que ven la ciudad como sistema cer rado, de par tes nítidamente delimitadas y sometidas a un régimen fijo, la pista de las fisur as nos hace posible descubrir otra dinámica: la de las fluctuaciones y los flujos en que se gestan, juntos con el des-orden, otros órdenes (M.Canevacci). Visión que abre la ancha pedagogía ciudadana del juego en el que se involucran los ciudadanos al caminar y habitar cotidianamente la ciudad.
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Y una tercera clave de lectura de la ciudad es el palimpsesto: el más antiguo y denso modo de escritura, la forma humana, quizá la más elemental, de la escritura, aquella que no se inscribe en una pared o una columna, sino en una tablilla de cera. Y resulta que cuando se escribía en esas tablillas -como en nuestros viejos pizarrones o tableros de tiza- había que borrar para volver a escribir, y entonces fragmentos, pedazos de palabras o frases de las escrituras borradas emergían borrosas, entremezclándose con las palabras de la nueva escritura. El palimpsesto es la escritura haciéndose no sólo con lo que se escribe en el presente, sino también con todos los residuos que resisten y operan desde la propia memoria del sopor te y la materialidad de la escritura. Así está escrita la ciudad en la multiplicidad de sus capas tectónicas y su polifonía de lenguajes, en su caos, en su monstr uosidad y su desconcer tante laberinto. Pero el palimpsesto puede ser asumido también como una for ma de leer : una per spectiva, en un modo de desciframiento de los sentidos y las significaciones de lo urbano. Si como
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escritura el palimpsesto era aquel texto borrado, aquel pasado, que vuelve a emerger, tenazmente, aunque borroso, en las entrelíneas con que se escribe el presente, ahora lo podemos asumir como modo de ver. Es lo que nos plantea uno de los dos grandes politólogos italianos del siglo XX, Giacomo Marramao -el otro es Norberto Bobbiocuando afirma que ahora nos estamos asomando a la «perspectiva de estratos profundos de la memoria y la mentalidad colectiva sacados a la superficie por las br uscas alter aciones del tejido tradicional que la propia aceleración modernizadora comporta».
La ciudad nos reta casi tanto al pensarla como al habitarla. ¿Es que podemos aún pensar la ciudad como un todo o estamos irremediablemente limitados a no percibir sino fragmentos reunidos en figuras sin referente en la realidad? Y, entonces, es posible percibir la ciudad como un asunto público o como mera sumatoria de intereses privados. Pues sí, en lugar de
educación y c i u d a d abrir la mirada, las teorías del caos se limitan a celebrar la opacidad irreductible del hecho urbano, hallaríamos ahí una muy peligrosa complicidad con la tendencia neoliberal a culpar del caos urbano a la maraña de reglamentaciones del Estado, que estarían impidiendo a la ciudad darse su forma, esa que sólo podrá encontrar cuando el mercado libere sus propias dinámicas, su mecanismos naturales. Enfrentar esa convergencia nos está exigiendo asumir la experiencia de des-orden y opacidad que hoy produce la ciudad, su resistencia a la mirada monoteísta, pretendidamente omnicomprensiva, y la adopción de un pensamiento nómada y plural, capaz de burlar los compar timentos de las disciplinas e integrar dimensiones y perspectivas hasta ahora obstinadamente separadas.
Resulta entonces indispensable deslindar la posibilidad de una mirada de conjunto a la ciudad, de su nostálgica complicidad con la idea de unidad o identidad perdida,
conducentes a un pesimismo culturalista que nos está impidiendo comprender de qué están hechas las fracturas que la estallan. Pues de lo que habla ese estallido es tanto de las renovadas formas de marginación y exclusión social, como de los nuevos modos de estar juntos que permiten a los ciudadanos experimentar la heterogénea trama sociocultural de la ciudad, la enorme diversidad de estilos de vivir, de modos de habitar, de estructuras del sentir y del narrar. Una trama cultural que desafía nuestras nociones de cultura y de ciudad, los marcos de referencia y comprensión forjados sobre la base de identidades nítidas, de arraigos fuertes y deslindes claros, toda vez que nuestras ciudades son hoy el ambiguo, enigmático
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Nuevos modos de estar juntos: los jóvenes en la ciudad del anonimato y el flujo escenario de algo no representable ni desde la diferencia excluyente y excluida de lo autóctono ni desde la inclusión uniformante y disolvente de lo moderno. Heterogeneidad simbólica e inabarcabilidad de la ciudad, cuya expresión más cier ta está en los cambios que atraviesan los modos de experimentar la pertenencia al territorio y las formas de vivir la identidad. Cambios que se hallan, si no determinados, al menos fuer temente asociados a las transformaciones tecnoperceptivas de la comunicación, al movimiento de desterritorialización e internacionalización de los mundos simbólicos y al desplazamiento de fronter as entr e tr adiciones y modernidad, entre lo local y lo global, entr e cultur a letr ada y cultur a audiovisual.
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La modernización urbana se identifica cada día más estrechamente -tanto en la hegemónica racionalidad que inspira la planificación de los urbanistas, como en la contradictoria experiencia de los ciudadanos y la resistencia de los movimientos sociales- con el paradigma de comunicación desde el que está siendo regulado el caos urbano. Se trata del paradigma informacional (C.Shanon) centrado sobre el concepto de tráfico ininterrumpido, de circulación constante de vehículos, personas e informaciones. La verdadera preocupación de los urbanistas ya no es, por tanto, que los ciudadanos se encuentren, sino que circulen, porque ya no se nos quiere reunidos, sino conectados. De ahí que no se construyan plazas ni se permitan recovecos, y lo que ahí se pierda poco importa, pues lo que interesa es la ganancia en la velocidad de circulación.
A lo que nos aboca esa hegemonía del paradigma infor macional sobre la dinámica de lo urbano es al descubrimiento de que la ciudad ya no es sólo un «espacio ocupado» o construido, sino también un espacio comunicacional que conecta entre sí sus diversos territorios y los conecta con el mundo. Hay una estrecha simetría entre la expansión/ estallido de la ciudad y el crecimiento/ densificación de los medios y las redes electrónicas. Ahora bien, lo que constituye la fuerza y la eficacia de la ciudad-espacio comunicacional que entretejen los flujos informáticos y las imágenes televisivas no es el poder de las tecnologías en sí mismas, sino su capacidad de acelerar -de amplificar y profundizartendencias estructurales de nuestra sociedad: «hay
educación y c i u d a d un evidente desnivel de vitalidad entre el territorio real y el propuesto por los mass media. La posibilidad de desequilibrios no deriva del exceso de vitalidad de los media, antes bien proviene de la débil, confusa y estancada relación entre los ciudadanos del territorio real» (F. Colombo). Es el desequilibrio urbano generado por un tipo de urbanización irracional el que de alguna forma es compensado por la eficacia comunicacional de las r edes electrónicas, pues en unas ciudades cada día más extensas y desarticuladas, donde las instituciones políticas separadas cada día más del tejido social vivo se reducen a ser sujetos de lo espectacular -como los depor tistas o la farándula-, la radio y la televisión acaban siendo el dispositivo de comunicación capaz de ofrecer formas de contrarrestar el aislamiento de las poblaciones mar ginadas estableciendo vínculos cultur ales comunes a la mayoría de la población. Ello se ha visto reforzado en Colombia en los últimos años por una especial complicidad entre medios y miedos. Tanto el atractivo como la incidencia de la televisión sobre la vida cotidiana tiene menos que ver con lo que en ella pasa que con lo que compele a las gentes a resguardarse en el espacio hogareño. Como escribí en otra parte, si la
televisión atrae - en buena medida- es porque la calle expulsa de lo miedos que viven los medios. Miedos que provienen secretamente de la pérdida del sentido de pertenencia en unas ciudades en las que la racionalidad formal y comercial ha ido acabando con el paisaje en que se apoyaba la memoria colectiva, en las que, al normalizar las conductas tanto como los edificios, se erosionan las identidades y esa erosión acaba robándonos el piso cultural, arrojándonos al vacío. Miedos, en fin, que provienen de un orden construido sobre la incertidumbre y la desconfianza que nos produce el otro, cualquier otro -étnico, social, sexual- que se nos acerca en la calle y es compulsivamente percibido como amenaza.
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No puede, entonces, resultar extraño que las nuevas formas de habitar la ciudad del anonimato sean especialmente visibles en la experiencia y los comportamientos de las jóvenes generaciones que han nacido con esa ciudad: son las nuevas grupalidades cuya ligazón no proviene ni de un territorio fijo ni de un consenso racional y duradero, sino de la edad y del género, de los repertorios estéticos y los gustos sexuales, de los estilos de vida y las exclusiones sociales. Parceros, plásticos, traquetos, guabalosos o desechables son algunas denominaciones que señalaron la emergencia de diferentes grupalidades en Cali, como la de plásticos, boletas, gomelos, ñeros, nerds, alter nativos fuer on las denominaciones iniciales de las grupalidades más frecuentes en Bogotá. Como a la compleja textura de la ciudad así también es sólo en clave de palimsesto como es posible aproximarme a la comprensión de las identidades de los más jóvenes, pues se trata de un tipo de identidad que desafía tanto nuestra percepción adulta, como a nuestros cuadros de racionalidad. Es la identidad que se gesta en el doble movimiento des-historizador y desterritorializador que atraviesan las demarcaciones culturales. Y des-
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localizadas las culturas tienden a hibridarse como nunca antes. Un mapa a mano alzada de esos trayectos resalta como elementos más notorios la devaluación de la memoria, la hegemonía del cuerpo, la empatía tecnológica y la contracultura política.
La devaluación de la memoria la vivimos todos. Pero, mientras los adultos la sentimos como una mutilación, la gente joven la siente como la forma misma de su tiempo.
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Un tiempo que proyecta el mundo de la vida sobre el presente, un presente continuo cada vez más efímero (N. Lecner). La identificación de la juventud con el presente tiene, a mi ver, dos escenarios claves: el de la destrucción de la memoria de nuestras ciudades y el de la acelerada obsolescencia de los objetos cotidianos. Des-espacializado el cuerpo de la ciudad por exigencias del flujo/ tráfico de vehículos e informaciones, su materialidad histórica se ve devaluada a favor del nuevo valor que adquiere el régimen general de la velocidad que pasa a legitimar el arrasamiento de la memoria urbana. Lo que hace que los jóvenes, aunque compartan la misma casa, no habiten la misma ciudad de los adultos, pues mientras éstos viven no sólo la ciudad que ven sino la que les falta y recuerdan, dando así cohesión a su ciudad, los jóvenes habitan
educación y c i u d a d otra ciudad, sin apenas raíces -las que conserva el barrio- y estallada, como la única real. Doblemente real, puesto que es la ciudad que ven y desde la que ven: una ciudad descentrada y caótica, hecha de restos, pedazos y deshechos, de incoherencias y amalgamas que es la que realmente conforma su mirada, su modo de ver. El des-arraigo que padecen los adultos se ha transformado en un deslocalizado modo de arraigo desde el que los jóvenes habitan nómadamente la ciudad, desplazando periódicamente sus lugares de encuentro, atravesándola en una exploración que tiene muchas relaciones con la travesía televisiva que permite el zapear: esa programación nómadamente hecha de restos y fragmentos de novelas, informativos, deportes y conciertos. De otro lado, entre ese deslocalizado habitar de los jóvenes y la temporalidad productiva de una sociedad, que torna cada vez más aceleradamente obsoletos los objetos que pueblan la cotidianidad, h a y u n a conexión que r efuerza el desarraigo hasta hacerlo completamente indoloro.
En nuestros países, unos por ser pobres, emigrados del campo y emigrantes ellos mismos (sus padres o sus abuelos) dentro de la ciudad a medida que se van valorizando las invasiones, y otros porque su capacidad económica y su estatus social les exigen estar al día,
a la moda, la inmensa mayoría de los jóvenes habita casas sin apenas memoria arquitectónica y con pocos objetos que recuerden y exijan conversar con otras generaciones. De ahí la configuración de una identidad marcada menos por la continuidad que por una amalgama en la que aun la articulación de los tiempos largos la hacen los tiempos cor tos. Son ellos los que vertebran internamente el palimpsesto tanto de las sensibilidades, como de los relatos en que se dice la identidad. Es de lo que habla esa cultura de la fragmentación (Sánchez Biosca) que se expresa en la cada día más intensa
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identificación de los adolescentes con los relatos fragmentados del video y del último cine. Frente a las culturas letradas, ligadas a la lengua y al ter ritorio, las electrónicas audiovisuales se basan en comunidades hermenéuticas que responden a identidades de temporalidades menos largas, más precarias, pero también más flexibles, dotadas de una elasticidad que les permite amalgamar ingredientes que provienen de mundos culturales muy diversos y, por lo tanto, atravesadas por discontinuidades y contemporaneidades en las que conviven reflejos modernos con gestos atávicos.
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La hegemonía del cuerpo habla de entrada de la contradicción cultural, señalada pioneramente por D. Bell, entre una economía del cálculo, el ahorro y el rendimiento y una cultura del hedonismo, la experimentación y el derroche que desde los años sesenta trastor na, a la vez que moviliza, al capitalismo. La hegemonía del cuerpo se hace primeramente visible en el movimiento que todos los analistas señalan como decisivo para el surgimiento de una cultura de los jóvenes: el «hippismo» y su hacer del cuerpo el territorio y símbolo de la liberación social y sexual, mediante la experimentación de los sentidos, la búsqueda erótica y el tatuaje. Pero desde los años ochenta la hegemonía del cuerpo significa otra cosa: la cruzada obsesión por la salud y la belleza, movilizada desde el mercado del depor te, los aeróbicos y las dietas, y que la moda potencia al estilizar los cuerpos redoblando la mediación entre sujeto y cuerpo. Conver tido en centro del cuidado y de la experimentación, el cuerpo emerge como sustrato a la vez de una estetización y una erotización generalizadas que devalúan al mundo del trabajo como eje de la vida y fuente de riqueza e inaugura el «crepúsculo del deber», deber que era la forma social de lo religioso, poniendo las bases al segundo ciclo de la secularización de las costumbres:
superado el ideal de la abnegación, pasan a sustituirlo la estimulación sistemática de los deseos inmediatos, la pasión del ego, la felicidad intimista y materialista. 108
Con empatía tecnológica apuntamos al surgimiento de «una generación cuyos sujetos culturales no se constituyen a par tir de identificaciones con figuras, estilos y prácticas de añejas tradiciones que definen ‘la cultura’, sino a par tir de la conexión/desconexión (juegos de interfaz) con los aparatos» (S. Muñoz y Ramírez). Lo que se apoya en una plasticidad neuronal que dota a los jóvenes de una enorme facilidad para los idiomas de la tecnología. Empatía que va de la enorme capacidad de absorción de infor mación vía televisión o videojuegos computarizados a la facilidad para entrar y manejarse en la complejidad de las redes informáticas. Frente a la distancia con que gran parte de los adultos resienten y resisten esa nueva cultura -que desvaloriza y vuelve obsoletos muchos de sus saberes y destrezas- los jóvenes responden con una cercanía hecha no sólo de facilidad para relacionarse con las tecnologías audiovisuales e informáticas, sino de complicidad expr esiv a: es en sus r elatos e imágenes, en sus sonoridades, fragmentaciones y velocidades que encuentran su ritmo y su idioma. Idioma en el que la oralidad que perdur a en estos países como experiencia cultural primaria de las mayorías entra en complicidad con la
Finalmente, la contracultura política apunta en gran medida a la experiencia de desborde y des-ubicación que tanto el discurso como la acción política atraviesan entre los jóvenes. La política se sale de sus discursos y escenarios for males par a reencontrarse en los de la cultura, desde el gr af fiti callejer o a las estridencias del rock.
Entre los jóvenes no hay territorios acotados para la lucha o el debate político,
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oralidad secundaria que tejen y or ganizan las gr amáticas tecnoperceptivas de la visualidad electrónica: televisión, computador, video. Las nuevas generaciones saben leer, per o su lectur a se halla reconfigurada por la pluralidad de textos y escrituras que hoy circulan. De ahí que la complicidad entr e oralidad y visualidad no remita al analfabetismo, sino a la persistencia de estratos profundos de la memoria y la mentalidad colectiva, «sacados a la superficie por las br uscas alteraciones del tejido tradicional que la propia aceleración modernizadora compor ta» (G. Marramao).
se hacen desde el cuerpo o la escuela: erosionando la hegemonía del discurso racionalistamente maniqueo que opone goce a trabajo, inteligencia a imaginación, oralidad a escritura, modernidad a tradición. Donde esa contracultura se está haciendo estos últimos años más expresiva es en el rock en español. Identificado hasta hace bien poco con el imperialismo cultural y los bastardos intereses de las trasnacionales, el rock adquiere en los años ochenta una sorprendente capacidad de decir, en nuestros países, algunas transformaciones claves de la cultura política. En Colombia, el rock en español nace ligado -primeros años ochenta- a un claro sentimiento pacifista con los grupos Génesis o Banda nueva, pero ha pasado en los últimos años a decir la cr uda experiencia urbana de las pandillas juveniles en los barrios de clase media-baja en Medellín y mediaalta en Bogotá, convir tiéndose en vehículo de una conciencia dura de la descomposición del país, de la presencia cotidiana de la muerte en las calles, de la sinsalida laboral, de la exasperación y lo macabro. Desde la
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¿Qué hacer para la escuela se comunique con el país y sus ciudadanías mestizas? estridencia de la discoteca alucinante al concierto barrial, en el rock se hibridan hoy los sones y los ruidos de nuestras ciudades con las sonoridades y los ritmos de las músicas indígenas y negras, y las estéticas de lo desechable con las frágiles utopías que surgen de la desazón moral y el vértigo audiovisual.
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Ubicado intelectual y profesionalmente en la estratégica, pero utópica, zona fronteriza entre educación-culturacomunicación, necesito plantear lo que, desde esa mir ada, constituye el verdadero problema de fondo que atraviesa la educación escolar. Y es lo que emerge de la siguiente pregunta: ¿qué tiene que cambiar en el sistema educativo -desde el Ministerio a las Facultades de educación, y desde la primaria hasta la universidad- para que la escuela se comunique con este país? O, dicho de otro modo, ¿qué tiene que cambiar en el sistema educativo para que éste pueda hacerse cargo de lo que Colombia esta viviendo, sufriendo y creando, para que la escuela posibilite a los niños y a los jóvenes una comprensión de su país que les capacite para ayudar a cambiarlo? Frente a los que ven en la cultura contemporánea que moldean los medios de comunicación y las tecnologías de la información la causa clave del desastre
moral y cultural del país, o su contrario, una especie de panacea, de solución mágica a los problemas de la educación, soy de los que piensan que nada le puede hacer más daño a la escuela que introducir modernizaciones tecnológicas sin antes cambiar el modelo de comunicación que subyace al sistema escolar : un modelo predominantemente vertical, autoritario en la relación maestro-alumno y linealmente secuencial en el aprendizaje. Meterle a ese modelo medios y tecnologías modernizantes es reforzar aún más los obstáculos que la escuela tiene para insertarse en la compleja y desconcertante realidad de nuestra sociedad. Al plantear como punto de par tida los cambios que necesita la escuela para comunicarse e interaccionar con el país, estoy haciendo frente a un malentendido que el sistema escolar no parece interesado en deshacer: la obstinada creencia de que los problemas que atraviesa la escuela pueden solucionarse sin transformar su modelo comunicativo/pedagógico, es decir, con meras ayudas de tipo técnico o pedagógico. Hablar de comunicación debería significar, en primer lugar, reconocer la mutación cultural que implica la actual formación de una sociedad-delconocimiento: que es, según M. Castells: «Una sociedad en la que las condiciones de generación de conocimiento y procesamiento de información han sido sustancialmente alteradas por una
educación y c i u d a d revolución tecnológica centrada sobre el procesamiento de infor mación, la generación del conocimiento y las tecnologías de la información. Esto no quiere decir que la tecnología sea lo que determine sino que se constituye un paradigma de un nuevo tipo en el que todos los procesos de la sociedad, de la política, la guerra, la economía, pasan a ver se afectados por la capacidad de procesar y distribuir información de forma ubicua en el conjunto de la actividad humana». Ello implica que, aun en países como Colombia, en los que una industrialización es tan precaria y la desigualdad es tan abrumadora, la infor mación y el conocimiento constituyen la base de su vida democrática y su desarrollo social, pues la globalización conlleva un modelo de sociedad cuya
competitividad productiva depende menos de la fuerza que de la inteligencia, de las máquinas que del conocimiento, menos de lo acumulado y más de la capacidad de innovación e invención,
lo que está implicando una transformación profunda en las condiciones de trabajo tanto de las industrias de punta, la informática, como en industrias tan antiguas como las de los textiles. Las funciones que cumplen los obreros en este tipo de industrias están cambiado radicalmente: de la complementación entre la fuerza de la «mano de obra» con la energía que producían las máquinas estamos pasando a un nuevo tipo de relación mediada cada vez más intensamente por la información y automatización de los procesos: la aleación entre cerebro e información. También en el campo político, como lo demostró el Proceso 8.000, las cosas están cambiando en modo mucho más acelerado de lo que creían los politólogos de este país, cuya inmensa mayoría han estado desconociendo la trama comunicativa de la política y relegando la acción de los medios a una función puramente instrumental. Entre otras cosas, el proceso 8.000 ha servido para que el país empiece
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a darse cuenta de que la información y la visibilidad tienen hoy un papel constitutivo tanto en la formación del discurso político (que no es sólo el discurso de los políticos), como en la acción política misma. Es decir, la información ha entrado a jugar en la política un papel tan estratégico, que sin ella difícilmente hubiera sido posible un desarrollo como el que ha comenzado a tener el juicio a la corrupción de los políticos y de la política. Para enfrentar el desafío que la cultura contemporánea le plantea a la escuela, debemos ser conscientes de dos tipos de dinámicas que mueven los cambios en la sociedad de que hablamos. En un primer movimiento, lo más estratégico es la aparición de un ecosistema comunicativo que se está convir tiendo en algo tan socialmente decisivo como el ecosistema verde, ambiental. La primera manifestación y materialización del ecosistema comunicativo es la relación de las nuevas tecnologías -desde la tarjeta que sustituye o da acceso al dinero hasta las grandes avenidas de Internet- con sensibilidades nuevas, mucho más claramente visibles entre los más jóvenes: en sus empatías cognitivas y expresivas con las tecnologías, y en los nuevos modos de percibir el espacio y el tiempo, la velocidad y la
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lentitud, lo lejano y lo cercano que ellas entrañan. Se trata de una experiencia cultural nueva o, como W. Benjamin lo llamó, un nuevo sensorium trama de nuevos modos de percibir y de sentir, de oír y de ver una nueva sensibilidad que en muchos aspectos choca y rompe con el sensorium de los adultos. Un buen campo de experimentación de estos cambios y de su capacidad de distanciar a la gente joven de sus propios padres se halla en la velocidad y la sonoridad. No sólo en la velocidad de los autos, sino la de las imágenes, especialmente en la publicidad, los videoclips y, en general, en los relatos audiovisuales.
Y lo mismo sucede con la sonoridad: esas nuevas articulaciones sonoras que para la mayoría de los adultos marcan la frontera entre la música y el ruido, mientras para los jóvenes es allí donde empieza su experiencia musical.
Una segunda dinámica, que hace parte de ese nuevo ecosistema en que vivimos, es la gestación de un entorno educacional difuso y descentrado en el que estamos inmersos. Un entorno de información y de saberes múltiples, y descentrado por relación al sistema educativo que aún nos rige, y que tiene muy claros sus dos centros en la escuela y el libro. Las sociedades han centralizado siempre el saber, porque el saber fue siempre fuente de poder: desde los sacerdotes egipcios hasta los monjes medievales o los asesores de los políticos actualmente. De los monasterios medievales hasta las escuelas de hoy, el saber ha conservado ese doble carácter de ser a la vez centralizado y per sonificado en figuras sociales determinadas: al centramiento que
educación y c i u d a d implicaba la adscripción del saber a unos lugares por los que circulaba legítimamente, se correspondían unos personajes que detentaban el saber y el poder de ser los únicos con capacidad de leer/interpretar el libro de los libros: aún la iglesia habla con frecuencia en latín, en
un idioma que sólo sus autoridades dominan, aunque poco tenga que ver con el mundo de la gente y las culturas de la ciudad, pues esa lengua es parte de su
poder. De ahí que una transformación en los modos de circulación del saber es una de las más profundas transformaciones que pueda sufrir una sociedad. Y es ahí donde se sitúa la clave de la segunda dinámica: es de manera dispersa y fragmentada como el saber puede circular por fuera de los lugares sagrados que antes lo detentaban y de las figuras sociales que lo administraban.
La escuela ha dejado de ser el único lugar de legitimación del saber, pues hay una multiplicidad de saberes que circulan por otros canales, difusos y descentralizados. Esta diversificación y difusión del saber, por fuera de la escuela, es uno de los retos más fuertes que el mundo de la cultura y la comunicación le plantean hoy al sistema educativo. Frente al maestro que sabe recitar muy bien su lección se sienta
ahora un alumnado que, por ósmosis con el medio-ambiente comunicativo, se halla «empapado» de otros lenguajes, saberes y escrituras que circulan por la sociedad. Saberes-mosaico, como los ha llamado A. Moles, por estar hechos de trozos, de fragmentos, que, sin embargo, no impiden a los jóvenes tener con
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frecuencia un conocimiento más actualizado en física o en geografía que su propio maestro. Lo que ese desordenamiento y esa des-autorización están acarreando de par te de la escuela mayoritariamente no es la apertura a esos nuevos saberes, sino una reacción que fortalece, en formas más sofisticadas y ladinas, el autoritarismo y la linealidad tramposamente identificados con la disciplina y el rigor. Pero la disciplina y el rigor, indispensables hoy como ayer, necesitan de otras modalidades de comunicación cotidiana.
Esquizofrenia cultural de nuestro sistema escolar Cada día se hace más manifiesta la esquizofrenia cultural que sufren hoy muchos ciudadanos entre aquel saber que les otorga el diploma oficial y aquel otro que les va a servir para inser tarse en el nuevo mapa laboral y profesional, esto es, las nuevas figuras con que trabaja el sistema productivo e innovador de la sociedad, saber éste que no puede divorciarse sino con grandes riesgos del que la sociedad necesita para formar un ciudadano capaz de autodeterminación, es decir, capaz de pensar con su cabeza, de respetar las ideas y costumbres ajenas, capaz de concertar y convivir. Desgraciadamente,
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nuestra escuela no es un espacio para la autoderminación ni, por lo mismo, donde se aprenda a convivir. Y ello cuando no pocos de los difusos y descentrados saberes que circulan por la sociedad actual son o podrían ser la vía de acceso a una concepción y una práctica más democrática y creativa. No estoy desconociendo las búsquedas per sonales de algunos maestros y de algunas pocas instituciones: estoy hablando del sistema educativo colombiano.
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Estoy cuestionando una escuela que en su cotidianidad no educa en democracia por más que dé cursos de cívica o de urbanidad. Uno no aprende a ser democrático en cursos sobre democracia, uno aprende a ser democrático en familias que admiten padres e hijos no convencionales, en escuelas que asumen la disidencia y la diferencia como claves de debate y concertación. La actitud defensiva se limita a identificar lo mejor del modelo pedagógico tradicional con el libro y a anatematizar el mundo audiovisual como el mundo de la frivolidad, de la alineación, de la manipulación. Ojalá el libro fuera un medio de reflexión y de argumentación, pero desgraciadamente no lo es. Como lo demuestra una investigación de la Universidad del Valle sobre hábitos
educación y c i u d a d de lectura y consumos de la televisión, la inmensa mayoría de la gente, de todas las clases sociales de Cali, identifica libro con tarea escolar, de manera que, una vez terminado ese período de la vida, el libro deja de tener función. Y ello en gran medida porque nuestras escuelas no están siendo un espacio en el que la lectura sea un medio de autoafirmación y creatividad, de deliberación y placer, sino más bien el espacio en que lectura y escritura se asocian con el deber impuesto y la tarea sin goce. Lectura incluso castradora, pues, al confundir las expresiones de estilo propio con anormalidad o plagio, los profesores se sienten con derecho a reprimir la creatividad. La escuela desconoce aún todo lo que de cultura se produce y pasa por el mundo audiovisual y por el mundo de las culturas orales y sonoras: dos mundos que viven justamente de la hibridación y el mestizaje, de la revoltura de memorias territoriales con imaginarios deslocalizados. Hagamos frente al malentendido. Reconocer que habitamos una sociedad multicultural
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significa no sólo aceptar las diferencias étnicas, raciales o de género, significa también aceptar que en nuestras sociedades conviven hoy «indígenas» de la cultura letrada con otros de la cultura oral y de la audiovisual. Y ello en sentido fuerte, pues esas tres culturas configuran muy diferentes modos de ver y de pensar, de sentir y de gozar. Y, al reivindicar la existencia de la cultura oral y la audiovisual, no estamos desconociendo en modo alguno la cultura letrada, sino desmontando su pretensión de ser la única cultura digna de ese nombre y el eje cultural de nuestra sociedad. El libro sigue siendo clave, pues nos abre a la «primera» alfabetización, esa que debería posibilitar el acceso no sólo a la cultura letrada, sino a las múltiples escrituras que hoy conforman el mundo de la informática y el audiovisual. La paradoja es que si el libro fue el eje cultural de las sociedades europeas, no lo fue nunca de las sociedades latinoamericanas, salvo como ingrediente de exclusión: muralla que dejaba fuera de la ciudad letrada a las mayorías que, por analfabetas, eran descalificadas culturalmente en forma radical, esto es, tachadas de incultas. Mal que les pese a los que piensan que se está
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acabando el mundo del libro, la verdad es que nunca en este país que se llama Colombia se ha publicado tanto y se ha leído tanto.
El libro no se está acabando ni se va acabar. Al revés, cada vez se van a leer más libros. Incluido el texto multimedia, que no es lo contrario del libro, sino otro modo de escritura y un objeto de otras modalidades de lectura. El problema es si la escuela va ser capaz de enseñar a leer libros no sólo como punto de llegada, sino también de par tida para esa otra alfabetización que exigen la informática y los multimedia. Lo que implica pensar si la escuela está formando el ciudadano que no sólo sabe leer libros, sino también noticieros de televisión e hiper textos informáticos.
Cambios culturales y formación de ciudadanos Lo que el ciudadano de hoy le pide al sistema educativo es que lo capacite para poder tener acceso a la multiplicidad de escrituras, de lenguajes y discursos en los que se producen las decisiones que lo afectan, ya sea en el plano laboral o familiar, en el político o el económico. Y para ello el ciudadano debería poder distinguir entre un noticiero independiente y confiable y un noticiero ventrílocuo de un par tido o un grupo económico, entre una telenovela que conecta con el país innovando en el lenguaje y en los temas y una novela repetitiva y facilona. Y para ello necesitamos una escuela en la que aprender a leer signifique aprender a distinguir, a discriminar, a valorar y escoger dónde y cómo se fortalecen los prejuicios o se renuevan las concepciones que tenemos de la política y de la familia, de la cultura y de la sexualidad. Necesitamos una educación que no deje a los ciudadanos inermes frente a
educación y c i u d a d las poderosas estratagemas de que hoy disponen los medios para camuflar sus intereses y disfrazarlos de opinión pública. Para ayudarnos a entender la hondura del cambio cultural que hoy pasa por el mundo de la comunicación y el cambio tecnológico, Margaret Mead escribe en Cultura y Compromiso:
«Nuestro pensamiento nos ata todavía al pasado, al mundo tal como existía en la época de nuestra infancia y juventud; nacidos y criados antes de la revolución electrónica, la mayoría de nosotros no entiende lo que ésta significa.
Los jóvenes de la nueva generación, en cambio, se asemejan a los miembros de la primera generación nacida en un país nuevo. Debemos aprender, junto con los jóvenes, la forma de dar los próximos pasos». Lo que esa reflexión pone en escena es un nuevo tipo de cultura que sería la que experimenta la juventud contemporánea de la revolución electrónica, y a la que ella llama prefigurativa , por ser una cultura que aún no tiene clara su figura, pues apenas comenzó a emerger a fines de los años 60, y se caracteriza por ser aquella en la que los pares reemplazan a los padres, instaurando una ruptura generacional sin parangón en la historia, ya que señala no un cambio de viejos contenidos en nuevas formas, o viceversa, sino un cambio en la naturaleza del proceso: la aparición de una «comunidad mundial» en la que hombres de tradiciones culturales muy diversas emigran en el tiempo, todos compartiendo las mismas leyendas y sin modelos para el futuro. Un futuro que sólo balbucean los relatos de ciencia-ficción, en
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los que los jóvenes encuentran narrada su experiencia de habitantes de un mundo cuya compleja heterogeneidad «no se deja decir en las secuencias lineales que dictaba la palabra impresa». Y que remite entonces a un aprendizaje fundado menos en la dependencia de los adultos que en la propia exploración que los habitantes del nuevo mundo tecnocultural hacen de la visión, de la audición, del tacto o la velocidad.
De ahí la importancia estratégica que cobra hoy una escuela capaz de un uso creativo y crítico de los medios audiovisuales y las tecnologías informáticas. Pero ello sólo será posible en una escuela que transforme su modelo (y su praxis) de comunicación, esto es, que haga posible el tránsito de un modelo centrado en la secuencia lineal -que encadena unidireccionalmente grados, edades y paquetes de conocimiento- a otro descentrado y plural, cuya clave se halla en el «encuentro» del palimpsesto y el hipertexto.
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Entendiendo por palimpsesto, como ya expuse, aquella forma de escritura en la que un pasado borrado emerge tenazmente, aunque borroso, en las entrelíneas que escriben el presente y, por hipertexto, la escritura-montaje de conexiones en red que, al permitir/exigir una multiplicidad de r ecor ridos, transforma la lectura en escritura, propongo que la comunicación de la escuela con la ciudad tome su articulación como clave del juego, pues, mientras el tejido del palimpsesto nos pone en contacto con la memoria, con la pluralidad de tiempos que carga, que acumula todo texto, el hiper texto r emite a la enciclopedia, a las posibilidades presentes de inter textualidad e intermedialidad. Doble e imbricado movimiento que nos está exigiendo sustituir el lamento moralista por un proyecto ético: el del fortalecimiento de la conciencia histórica, única posibilidad de una memoria que no sea mera moda retro ni evasión a las complejidades del presente. Pues sólo asumiendo la tecnicidad mediática como dimensión estratégica de la cultura es como la escuela puede hoy inser tarse en los procesos de cambio que atraviesan nuestra sociedad e interactuar con los campos de experiencia en que hoy se procesan esos cambios: desterritorialización/relocalización de las
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identidades, hibridaciones de la ciencia y el ar te, de las literaturas escritas y las audiovisuales; reorganización de los saberes y del mapa de los oficios desde los flujos y redes por los que hoy se moviliza no sólo la información, sino el trabajo, el intercambio y la puesta en común de pr oyectos, de investigaciones científicas y experimentaciones estéticas. Sólo haciéndose cargo de esas transformaciones la escuela podrá interactuar con las nuevas formas de par ticipación ciudadana que el nuevo entorno comunicacional le abre hoy a la educación.
educación y c i u d a d Por eso, uno de los más graves retos que el ecosistema comunicativo le hace a la educación reside en planearle una disyuntiva insoslayable: o su apropiación por la mayorías o el reforzamiento de la división social y la exclusión cultural y política que él produce, pues, mientras los hijos de las clases pudientes entr an en interacción con el ecosistema informacional y comunicativo desde su propio hogar, los hijos de las clases populares -cuyas escuelas públicas no tienen, en su inmensa mayoría, la más mínima interacción con el entorno informático, siendo que para ellos la escuela es el espacio decisivo de acceso a las nuevas formas de conocimiento- están quedando excluidos del nuevo espacio laboral y profesional que la cultura tecnológica prefigura. De ahí la pregunta por las demandas de comunicación que vienen del ámbito educativo, entendido éste no sólo como su ámbito formal, sino como los muy diversos ámbitos de educación a los que pueden tener acceso los ciudadanos, y no sólo los niños o los adolescentes, sino los adultos, incluidos los ancianos.
Se trata en verdad de emprender la aventura de la alfabetización virtual. Es a partir de esas demandas desde donde se entenderá la necesidad de diferenciar la «televisión educativa» -como en la que torpemente sigue empeñado el Ministerio de Educación- del estratégico papel que la televisión podría y debería jugar en la capacitación de los ciudadanos para el uso social y culturalmente activo de los nuevos lenguajes y saberes que hoy circulan en la sociedad, y frente a los cuales la inmensa mayoría está completamente desprovisto de capacidad de lectura y de aprovechamiento, y cuyo desconocimiento está agravando la exclusión social, empezando por la laboral.
Pues así como en la base material de la inserción en la sociedad de la información se hallan unas infraestructuras técnicas, para apropiar se de los beneficios procurados por las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) nuestros países van a requerir dotarse de una nueva base cultural que posibilite el acceso real de las mayorías a los diversos usos de las TIC y a su producción creativa. Proporcionar a nuestras sociedades latinoamericanas en su conjunto esa base cultural va a requerir de un proyecto tan exigente, y de tanto o
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mayor empeño, que la dotación de infraestructuras materiales. Denominamos a ese proyecto alfabetización virtual. Tal alfabetización la entendemos conformada por el conjunto de destrezas mentales, hábitos operacionales y talante interactivo sin los cuales la presencia de las tecnologías entre la mayoría de la población será desaprovechada o pervertida por el usufructo que de ella hace una minoría en su particular beneficio. Así como en otro momento de su historia toda Latinoamérica se dio como proyecto social básico la alfabetización de adultos, así ahora nuestras sociedades se hallan necesitadas de un nuevo proyecto de alfabetización vir tual, no de un grupo social particular, sino del conjunto de la población, desde los niños a los ancianos, desde las comunidades urbanas a las rurales y aun las indígenas, amén de los trabajadores y los desempleados, los desplazados y los discapacitados. Se trata de una alfabetización cuya principal peculiaridad reside en ser interactiva, es decir, en la que el aprendizaje se realiza mediante el proceso mismo de uso de la tecnología. Un uso que puede y, en cier tos casos, debe ser orientado, pero que en ningún caso puede ser suplido por meros conocimientos convencionales. Hay, sin duda, una convergencia para establecer entre
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alfabetización letrada y alfabetización vir tual, de manera que aquella sea integr ada a ésta como factor dinamizador de los procesos, pero a sabiendas de que la cultura vitual reordena las mediaciones simbólicas sobre las que pivota la cultura letrada al r eplantear no pocas de las demarcaciones espacio-temporales que ésta supone. Navegar es también leer, pero no de izquierda a derecha ni de arriba abajo, ni siguiendo la secuencia de las páginas, sino atr avesando textos, imágenes, sonidos, conectados entre sí por muy diver sos modos de ar ticulación, simulación, modelado, juego. Modos esos de articulación virtual cuyas habilidades hacen parte indispensable de los saberes que requiere cada día con mayor frecuencia el mundo laboral y cultural de hoy.
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Entre la educación replanteada y expandida por el ecosistema comunicativo y el nuevo lugar de la escuela se ubican los retos de la formación ciudadana en la nueva sociedad de la información y el conocimiento.
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El chileno Martín Hopenhayn ha traducido a tres objetivos básicos los nuevos «códigos de modernidad»: formar recursos humanos, construir ciudadanos y desarrollar sujetos autónomos. En primer lugar, la educación no puede estar de espaldas a las transformaciones del mundo del trabajo, de los nuevos saberes que la producción moviliza, de las nuevas figuras que recomponen aceleradamente el mapa y el mercado de las profesiones. No se trata de supeditar la formación a la adecuación de recursos humanos para la producción, sino de que la escuela asuma los retos que las innovaciones tecno-productivas y laborales le plantean al ciudadano en términos de nuevos lenguajes y saberes, pues sería suicida para una sociedad alfabetizarse sin tener en cuenta el nuevo país que productivamente está apareciendo.
En segundo lugar, construcción de ciudadanos significa que la educación tiene que enseñar a leer ciudadanamente el mundo, es decir, tiene que ayudar a crear en los jóvenes una mentalidad crítica, cuestionadora, desajustadora de la inercia en que la gente vive, desajustadora del acomodamiento en la riqueza y de la resignación en la pobreza. Es mucho lo que queda por movilizar desde la educación para renovar la cultura política, de manera que la sociedad no busque salvadores, sino genere sociabilidades para convivir, concer tar, respetar las reglas del juego
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ciudadano, desde las de tráfico hasta las del pago de impuestos. Y, en tercer lugar, la educación es moderna hoy en la sociedad en la medida en que sea capaz de desarrollar sujetos autónomos: frente a una sociedad que masifica estructuralmente, que tiende a homogenizar incluso cuando crea posibilidades de diferenciación, la posibilidad de ser ciudadanos es directamente proporcional al desarrollo de sujetos autónomos, es decir, de gente libre tanto interiormente como en sus tomas de posición. Y libre significa gente capaz de saber leer los noticieros de televisión tanto como los mensajes de la publicidad o las nuevas sonoridades y ritmos del rock y del rap; gente que sea capaz de tomar distancia del arte de moda, de los libros de moda; gente que piense con su cabeza y no con las ideas que circulan a su alrededor.
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Si la educación no se hace cargo de los cambios culturales que pasan hoy decisivamente por los procesos de comunicación e información, no es posible formar ciudadanos, y sin ciudadanos no tendremos ni sociedad competitiva en la pr oducción ni sociedad democrática en lo político. A esa caracterización de la formación ciudadana como desafío a la escuela tenemos que oponerle en Colombia la caracterización histórica que ha trazado Maria Teresa Uribe Hincapié de nuestras ciudadanías. Desde la ciudadanía sacra con la que Colombia entra al siglo XX,
asentada en la complicidad de la tradición católica con las tradiciones y lealtades del terruño, pero, a su vez, atravesada por una explícita razón instrumental en el ámbito de la administración de la hacienda pública y el control del territorio -cuyo relato más expresivo será el costumbrismoa las ciudadanías seculares que en los años 30 hace emerger un país que se moderniza no sólo industrial, sino social y políticamente, esto es, en el que las sociabilidades y el comunitarismo tradicionales comienzan a erosionarse al mismo tiempo que irrumpen los sindicatos, las organizaciones campesinas e indígenas, y las diversas asociaciones políticas de corte socialista; hasta que en 1991 la Constitución institucionalice nuevas ciudadanías socioculturales en las que encuentran representación y/o reconocimiento los actores sociales cuya diferencia no tenía cabida en la institucionalidad de la Car ta regeneracionista. Se nos de-velan así los profundos y desconcertantes mestizajes entre los órdenes nor mativos que formalizan y legalizan al sistema como garantía coercitiva central, y los órdenes societales confor mados por las «constelaciones de sentido» que orientan la acción, las prácticas, las creencias y los valores que norman la vida cotidiana. Es, precisamente, de esa densa mixtura, y no de sus parecidos o distancias con la democracia moderna de los ilustrados
educación y c i u d a d europeos, de lo que está hecha la modernidad política en Colombia. Mixtura de la que ha resultado una política que presenta a la vez una de las más largas duraciones de estabilidad y permanencia de un régimen político liberal, de una tradición republicana eficaz frente a los autoritarismos dictatoriales tan frecuentes en Latinoamérica, capaz de mantener una cier ta gober nabilidad aun en las situaciones de turbulencia social más extrema, junto con una prolongada guerra interna en la que se anudan las más brutales e irracionales violencias. El orden político realmente existente, o sea, el que confor man las ciudadanías mestizas, ha sido en la práctica capaz de resolver lo que el aparato público no ha sido capaz de
conver tir en nor mas aceptables y acatadas por los actores sociales. De ahí que entre la guerra y la política en Colombia no haya mera prolongación por otros medios (como pensara Claisewitz), sino complicidades e imbricaciones en una r ar a tr ama de hechos y discur sos, de inter mediaciones semipúblicas y semiprivadas, en espacios que van de lo más local y regional a lo nacional. O mejor, que entretejen los muy diversos órdenes políticos locales, regionales y (también en plur al) nacionales. Nuestra escuela podrá comunicarse con el país y encontrarse con la ciudad en la medida en que ahonde en la formación de esas ciudadanías mestizas que son «el resultado del amalgamamiento o la mixtura entre el
orden democrático moderno, centrado en el ciudadano, la nación y la representación, y los diversos órdenes societales y étnicos o comunitarios, históricamente constituidos por desarrollos desiguales y conflictivos, formas específicas de ar ticulación entre el estado y la sociedad civil, lo público y lo privado, la guerra y la política, la palabra y la sangre» (M.T. Uribe Hincapié).
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Bibliografía citada F. Savater. El país, Opinión. Madrid, 5 de abril de 2001. R. Senté. Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Alianza, Madrid, 1997. G. Velho (Org.). Antropología urbana. Cultura e sociedade no Brasil e Portugal. Jorge Zahar, Río de Janeiro, 1999. M. Canevacci. A citta polifónica. Seam, Roma, 1997. G. Marramao. Palabra clave ‘metapolítica’: más allá de los esquemas binarios, en: Razón, ética y política, Anthropos, Barcelona, 1989. C. E. Shanon y W. Weaver. Teoría matemática de la comunicación. University of Illinois Press, 1949. Traduc. Forja, Madrid, 1981. F. Colombo. Rabia y televisión. Gustavo Gili, Barcelona, 1983. Pág. 47. N. Lechner. «Nuevas ciudadanías», Revista de estudios sociales, N° 5, Bogotá, 2000. Pág. 25 y ss. Ver tambien: «La democracia en el contexto de una cultura postmoderna», en: Cultura política y democratización, Flacso, Buenos Aires,1987. Sánchez Biosca, V. (1995). La cultura de la fragmentación, Filmoteca, Valencia. D. Bell. Las contradicciones culturales del capitalismo. Alianza, Madrid, 1987. S. Muñoz y S. Ramírez. Trayectos del consumo. Univalle, Cali, 1996. Castells, M. (1998). La era de la información. Vol.1 Alianza, Madrid. W. Benjamín. «El narrador», en: Discursos interrumpidos, Trans. Jesús Aguirre, Taurus, Madrid, 1982. A. Moles / E. Rhomer. Labyrinthes du vecu. L’espace: matiere d’actions, Meridiens, París, 1882. M. Mead. Cultura y compromiso. Granica, Buenos Aires, 1971. M. Hopenhayn y E. Ottone. El gran eslabón, educación y desarrollo en el umbral del siglo XXI. F.C.E., Buenos Aires, 2000. M.T.Uribe Hincapié. Nación, ciudadano y soberano. Corp. Región, Medellín, 2001.
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Fabio Zambrano, candidato a Doctor en Historia en la Universidad de La Sorbona. Miembro de la Junta Directiva de la Corporación Candelaria. Posgrado en Historia de América Latina de la Universidad de Paris I, Panteón Sorbona. Investigador y asesor. Ha escrito diferentes artículos y libros de la historia de Colombia.
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Juan Carlos Pérgolis, arquitecto. Magíster en Historia y
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Teoría del Arte y la Arquitectura. Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia. Conferencista invitado en universidades de Hispanoamérica y Europa.
Autor de trabajos y ensayos sobre ciudad colombiana y cultura entre ellos: Las otras ciudades, Bogotá fragmentada, Estación Plaza de Bolívar, La ciudad de los milagros y las fiestas, Ventanal de un sexto piso. La plaza, el centro de la ciudad.
Martha Cecilia López Castaño, licenciada en filosofía. Doctora en filosofía, estética y filosofía de la cultura. Magíster en literatura comparada, y directora del grupo de derechos humanos de la escuela Superior de Administración Pública ESAP, adscrito al instituto de investigaciones. Pertenecer al grupo mujer y sociedad, ha escrito artículos y ensayos sobre ética, condición femenina y derechos humanos, entre otros. 127
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Armando Silva, investigador Emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Filosofía y Literatura de la Universidad de California. Estudios doctorales en Semiótica y Psicoanálisis de la Ecole des Hates Etudes de Paris y de Estética en la Universidad de Roma. Autor de 16 libros entre los que se destacan “Imaginarios Urbanos” que fue traducido al portugués, Family Photo Album y Urban Imaginaries from Latin America.
Jesús Martín Barbero, Doctorado de filosofía de la Universidad de Lovaina y de posdoctorado en Antropología y Semiótica en Paris. Profesor visitante de la cátedra UNESCO de Comunicación en las Universidades de Puerto Rico, Autónoma de Barcelona, São paulo y Escuela Nacional de Antropología de México. Fundó el Departamento de Comunicación de la Universidad del Valle, del cual fue director. Presidente del ALAIC, miembro del Comité de Políticas de CLACSO y miembro del Comité consultivo de FELAFACS.
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Requerimientos
Revista Educación y Ciudad Instituto de Investigación Educativa y Desarrollo Pedagógico IDEP Bogotá D.C. Requerimientos El número 7 de la revista Educación y ciudad estará dedicado al tema Nación, ciudad y políticas educativas. Los interesados en escribir para esta edición pueden enviar los resúmenes de sus artículos (máximo media cuartilla) vía correo
electrónico
a
la
siguiente
dirección
electrónica
educacionyciudad@idep.edu.co o a la siguiente dirección postal: Avenida Eldorado N°66-63 piso 3 (impreso y en medio magnético) antes del 30 de marzo de 2005. El comité editorial de la revista decidirá sobre la conveniencia de dicha propuesta y, dependiendo de su decisión, se comunicará con el autor. Quienes resulten seleccionados para publicar sus artículos deberán adoptar el siguiente formato: un resumen del artículo de máximo seis renglones con su equivalente en inglés; reseña bibliográfica del autor de máximo cuatro líneas en donde se especifica su formación y su lugar de desempeño actual; cuatro palabras clave que den cuenta del texto. El artículo deberá tener un mínimo de 15 páginas y un máximo de veinte (incluidas citas y bibliografía) a doble espacio en letra Arial 12. Dicho material deberá enviarse a las direcciones mencionadas anteriormente.
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educación y c i u d a d Esta revista fue compuesta en caracteres de imprenta Abadi MT Condensed Ligth 11 puntos y fue impresa sobre papel ecológico de fibra de caña de 90 gramos, carátula en papel propalcote de 240 gramos, ilustración de portada de Juan Carlos Nicholls del Taller Creativo de Aleida Sánchez B. Ltda., en el mes de Diciembre de 2004, impresa en los talleres gráficos de Quebecor World Bogotá S.A.
Bogotá D.C., Colombia
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