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Voces jóvenes
Juventud y aislamiento
La pandemia del coronavirus hizo que muchos de nosotros y nosotras nos encontremos obligados a entrar en nuestras casas y encerrarnos del mundo exterior, pero este aislamiento social no se dio de la misma manera en todos los lugares, muchos y muchas nos encontramos totalmente encerrados en grandes edificios en las grandes metrópolis, en cambio otros nos encontramos en contacto con la naturaleza en el interior de cada país.
Para muchos de nosotros las cosas cambiaron radicalmente, pasamos de estar en una oficina trabajando a estar en casa haciendo home office, para los estudiantes, lo cotidiano era estar sentados en una sala de clases, ahora se convirtió en estar sentados frente a pantallas horas y más horas por día, asistir a los cultos de los domingos desde nuestras casas, encontrarnos con nuestros seres queridos a través de zoom se convirtió en moda.
Pero no todo es color de rosa, el simple hecho de estar en casa a muchas personas les afecta de sobremanera, hay varias familias que se ganan el pan diario trabajando en las calles, otras que viven de la caridad de las personas que salen a trabajar todos los días, también muchas personas perdieron sus empleos y no están generando ingresos, por lo que se les hace muy difícil mantener a sus familias. Es ahí donde la solidaridad de muchas personas que se encuentran bien económicamente sale a flote, es admirable ver como en los barrios se realizan las famosas ollas populares para que nadie se quede sin comer, realmente es hermoso ver en los ojos de los niños la felicidad de recibir un plato de comida. Creemos en una iglesia que defiende la dignidad de las personas y la creación, es necesario en todo contexto y en especial en éste, que el evangelio se vuelva acción y que se encuentre con cada uno y cada una que lo necesite.
Muchas estadísticas muestran cómo para las adolescencias y las juventudes, este contexto se volvió teñido de mucha angustia y desesperación. Como jóvenes de esta iglesia también nos sentimos muchas veces así, días en los que no tenemos mucha fuerza para levantarnos de la cama, sin mucha motivación para estudiar o realizar las actividades con las cuales estamos comprometidas y comprometidos. Los fines de semana eran reparadores, nos encontrábamos con amigos y amigas, compartíamos historias que nos pasaban en la semana o simplemente un mate o tereré. La juventud la entendemos como el momento particular de la vida en el cual uno se va descubriendo, va probando distintas cosas y va viendo qué le apasiona y en qué le gustaría desenvolverse a futuro. Por eso lo entendemos como un momento de mucha movilidad y de mucho encuentro, de probar y errar, ir reinventándonos y aprender en el trayecto. En este contexto estos movimientos y aprendizajes se vieron interrumpidos y eso genera mucha incertidumbre. El hecho de no saber cuando vamos a poder retomar con las actividades, estudios, trabajos y actividades eclesiales intensifica ese sentir.
Pero como siempre, no todo es blanco o negro y en este contexto vemos también cosas que podemos hacer para aprovechar la situación. Sentimos que en la vida, que nos era cotidiana, no nos dábamos el tiempo para escuchar a nuestros cuerpos, a nuestros sentimientos y emociones. Muchos y muchas de nosotros y nosotras estamos sintiendo este momento, en el cual el mundo pareció detenerse, como una oportunidad para el autodescubrimiento, para la autoexploración y el encuentro con nosotros mismos y nosotras mismas. Nos dimos cuenta que las emociones que reprimimos y los dolores que escondemos no desaparecen con el tiempo, sino que están ahí guardados debajo de la alfombra esperando a que nos tomemos el tiempo de escucharlos, darles lugar y en muchos casos enfrentarlos para sanar. Es importante no estar solos y solas, no aislarse más aún y cuidarse los unos con las otras. Llamarse entre sí, escribirse y poder compartir todo eso que nos pasa para, por un lado, aliviar esa carga, y por el otro lado, ir descubriéndose en el trayecto.
Como jóvenes cristianos y cristianas creemos que es un buen momento para fortalecer nuestra comunicación con Dios, escucharle, tratar de contarle cómo la estamos pasando en estos momentos, volcarse a él y dejarnos transformar por su amor.
Que así sea para ustedes y para nosotras y nosotros también. Amén.
Equipo de Coordinación juvenil