Becquer ilustrado

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AsĂ­ lo vimos...



El Monte de las テ]imas Leyenda soriana


—Ese monte que hoy llaman de las Ánimas, pertenecí pertenecía a los templarios


Solas dos personas parecĂ­an ajenas a la conversaciĂłn general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguĂ­a con los ojos, absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama.


- Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos, y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra. Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír…


¡Qué Qué hermoso estarí estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó llevó al altar... ¿Lo quieres?


¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos y cuajado el camino de lobos!


El monte, maldita ocasi贸n de tantas desgracias, se declar贸 abandonado


Los ojos verdes


¿Ves, ves el lí límpido fondo de ese lago? ¿Ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?


'Tal vez sería el rayo del sol que serpenteó fugitivo entre su espuma... no sé; yo creí ver una mirada que se clavó en la mía, que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una persona con unos ojos como aquellos. En su busca fui un día y otro a aquel sitio''. '


El rayo de luna Yo no sÊ si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia‌


Era noble, habí había nacido entre el estruendo de las armas, y el insó insólito clamor de una trompa de guerra no le hubiera hecho levantar la cabeza un instante ni apartar sus ojos un punto del oscuro pergamino en que leí leía la última cantiga de un trovador.


En efecto, Manrique amaba la soledad, y la amaba de tal modo, que algunas veces hubiera deseado no tener sombra, porque su sombra no le siguiese a todas partes.


Creía que en el fondo de las ondas del río …) vivían unas mujeres misteriosas, hadas, sílfides u ondinas


Creí Creía que entre las rojas ascuas del hogar habitaban espí espíritus de fuego de mil colores, que corrí corrían como insectos de oro a lo largo de los troncos encendidos, o danzaban en una luminosa ronda de chispas en la cúspide de las llamas


—¡Una mujer desconocida!... ¡En este sitio!..., ¡A estas horas! Esa, esa es la mujer que yo busco —exclamó Manrique; y se lanzó en su seguimiento, rápido como una saeta.


Aquella cosa blanca, ligera, flotante, habí había vuelto a brillar ante sus ojos, pero habí había brillado a sus pies un instante, no má más que un instante.


Era un rayo de luna, un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento moví movía sus ramas.


¡Su voz!... su voz la he oído... su voz es suave como el rumor del viento en las hojas de los álamos, y su andar acompasado y majestuoso como las cadencias de una música. -¡El amor!... El amor es un rayo de luna -murmuraba el joven.


Era un rayo de luna

Era un rayo de luna


Manrique estaba loco; por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me figura que lo que había hecho era recuperar el juicio.


Maese PĂŠrez, el organista


En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y mientras esperaba a que comenzase la misa del gallo, oí esta tradición a una demandadera del convento. Como era natural, después de oírla aguardé impaciente a que comenzara la ceremonia, ansioso de asistir a un prodigio.


Era la hora de que comenzase la misa (‌) -Maese PÊrez se ha puesto malo, muy malo, y serå imposible que asista esta noche a la misa de medianoche


Acostumbrados a oír aquellas maravillas, cualquiera otra cosa había de parecernos mala, por más que quisieran evitarse las comparaciones.


Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado (‌) Era la voz de los ångeles, que, atravesando los espacios, llegaba al mundo.


Todo el mundo fijó sus miradas en aquel punto. El órgano estaba solo y, no obstante, el órgano seguía sonando…; sonando como sólo los arcángeles podrían…


-¿No os dije yo una y mil veces, mi señora doña Baltasara; no os lo dije yo? ¡Aquí hay busilis! (…) y el busilis era, en efecto, el alma de maese Pérez.


La ajorca de oro


Ella era hermosa, hermosa con esa hermosura que inspira el vĂŠrtigo, hermosa con esa hermosura que no se parece en nada a la que soĂąamos en los ĂĄngeles y que, sin embargo, es sobrenatural; hermosura diabĂłlica, que tal vez presta el demonio a algunos seres para hacerlos sus instrumentos en la tierra.


Sólo el monótono ruido del agua interrumpía el alto silencio. María exclamó:


Ayer , rezando , mis ojos se fijaron en (‌) la ajorca de oro que tiene la Madre de Dios


Cuando al otro día los dependientes de la iglesia lo encontraron al pie del altar, tenía aún la ajorca de oro entre sus manos, y al verlos aproximarse exclamó con una estridente carcajada:-¡Suya, suya! El infeliz estaba loco.


El Cristo de la calavera


Los que asistían de continuo a formar el séquito de presuntos galanes de doña Inés de Tordesillas, (...) a pesar de su carácter altivo y desdeñoso, no desmayaban jamás en sus pretensiones


...por todas partes adonde se volvĂ­an los ojos se veĂ­an oscilar y agitarse en distintas direcciones una nube de damas hermosas con ricas vestiduras


Lope dio un paso adelante para recuperar el terreno perdido, tendi贸 el brazo y los aceros se tocaron otra vez; mas, al tocarse, la luz se torn贸 a apagar por s铆 misma, permaneciendo as铆 mientras no se separaron los estoques.


La corza blanca


“ Cuando, después de escuchar las palabras que dejo referidas, me incorporé con prontitud para sorprender a la persona que las había pronunciado, una corza blanca como la nieve salió de unos saltos enormes por cima de los carrascales y los lentiscos, se alejó seguida de una tropa de corzas de su color natural, y así éstas como la blanca que las iba guiando no arrojaban bramidos al huir, sino que se reían con unas carcajadas cuyo eco juraría que aún me está sonando en los oídos en este momento.”



El Miserere


Esto fue sin duda lo que me llamó la atención primeramente; pero luego que me fijé un poco en las hojas de mú música


Las gotas de agua que se filtraban por entre las grietas de los rotos arcos (‌) llegaban perceptibles al oído del romero que (‌) aguardaba ansioso la hora en que debiera realizarse el prodigio


oyó un ruido (…)inexplicable en aquel lugar, (…) y sonó una campanada..., dos..., tres..., hasta once. En el derruido templo no había campana, ni reloj, ni torre ya siquiera.


Cuando el viejecito concluy贸 de contarme esta historia, no pude menos de volver otra vez los ojos al empolvado y antiguo manuscrito del Miserere, que a煤n estaba abierto sobre una de las mesas.


Rimas


Rima I Yo sĂŠ un himno gigante y extraĂąo que anuncia en la noche del alma una aurora, y estas pĂĄginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en las sombras.


Yo quisiera escribirle, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, (...) si, teniendo en mis manos las tuyas, pudiera, al oĂ­do, cantĂĄrtelo a solas.


Rima II

Saeta que voladora cruza arrojada al azar, y que no sabe d贸nde temblando se clavar谩;


hoja que del รกrbol seca arrebata el vendaval,


sin que nadie acierte el surco donde al polvo volverรก


luzDestello que en cercos temblorosos brilla, pr贸xima a expirar,


y que no se sabe de ellos cuál el último será;


eso soy yo que al acaso cruzo el mundo sin pensar de d贸nde vengo ni ad贸nde mis pasos me llevar谩n.


Rima III Los invisibles átomos del aire en derredor palpitan y se inflaman, el cielo se deshace en rayos de oro, la tierra se estremece alborozada. Oigo flotando en olas de armonías rumor de besos y batir de alas; mis párpados se cierran..¿Qué sucede? -¡Es el amor que pasa!


Rima IV No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía.


Mientras las ondas de la luz al beso palpiten encendidas, mientras el sol las desgarradas nubes de fuego y oro vista,


mientras el aire en su regazo lleve perfumes y armonías, mientras haya en el mundo primavera, ¡habrá poesía!


mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas; mientras exista una mujer hermosa, ÂĄHabrĂĄ poesĂ­a!


Rima V Yo soy sobre el abismo el puente que atraviesa, yo soy la ignota escala que el cielo une a la tierra,


Rima

VIII

ÂĄCuando miro el azul horizonte perderse a lo lejos, al travĂŠs de una gasa de polvo dorado e inquieto;


me parece posible arrancarme del mĂ­sero suelo y flotar con la niebla dorada en ĂĄtomos leves cual ella deshecho!


Cuando miro de noche en el fondo oscuro del cielo las estrellas temblar como ardientes pupilas de fuego,


me parece posible a do brillan subir en un vuelo, y anegarme en su luz, y con ellas en lumbre encendido fundirme en un beso.


En el mar de la duda en que bogo ni aun sĂŠ lo que creo; sin embargo estas ansias me dicen que yo llevo algo divino aquĂ­ dentro.


Rima X

Como en un libro abierto leo de tus pupilas en el fondo. ÂżA quĂŠ fingir el labio risas que se desmienten con los ojos?


Rima XII

Porque son, niĂąa, tus ojos verdes como el mar, te quejas; verdes los tienen las nĂĄyades, verdes los tuvo Minerva, y verdes son las pupilas de las hurĂ­s del profeta


Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera y las ondas del ocĂŠano y el laurel de los poetas.


Es tu mejilla temprana rosa de escarcha cubierta, en que el carmín de los pétalos se ve al través de las perlas.


Y sin embargo, sĂŠ que te quejas porque tus ojos crees que la afean, pues no lo creas.


Porque son, niĂąa, tus ojos verdes como el mar te quejas; quizĂĄs si negros o azules se tornasen, lo sintieras.


Rima XV

TĂş, sombra aĂŠrea, que cuantas veces voy a tocarte, te desvaneces ÂĄcomo la llama, como el sonido, como la niebla, como el gemido del lago azul!


Rima XVII Hoy la tierra y los cielos me sonrĂ­en, hoy llega al fondo de mi alma el sol, hoy la he visto... La he visto y me ha mirado... ÂĄHoy creo en Dios!


Rima XXI —¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas en mi pupila tu pupila azul,


Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas? Poesía... eres tú. ¡


Rima XXIII Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo;


por un beso... ¡Yo no sé qué te diera por un beso!


Rima XXIV Dos rojas lenguas de fuego que a un mismo tronco enlazadas se aproximan y, al besarse, forman una sola llama.


Dos notas que del laĂşd a un tiempo la mano arranca, y en el espacio se encuentran y armoniosas se abrazan.


Dos olas que vienen juntas a morir sobre una playa y que al romper se coronan con un penacho de plata.


dos jirones de vapor que del lago se levantan, y al juntarse allรก en el cielo forman una nuble blanca;


dos ideas que al par brotan, dos besos que a un tiempo estallan, dos ecos que se confunden ... eso son nuestras dos almas.


Rima

XXVIII

Y en el luminoso dĂ­a y en la alta noche sombrĂ­a, si en todo cuanto rodea al alma que te desea, te creo sentir y ver,


Dime: 多es que toco y respiro so単ando, o que en un suspiro me das tu aliento a beber?


Rima

XXIX

Sobre la falda tenĂ­a el libro abierto, en mi mejilla tocaban sus rizos negros:


no veĂ­amos las letras ninguno, creo, mas guardĂĄbamos ambos hondo silencio.


Rima XXX Asomaba a sus ojos una lรกgrima, y a mi labio una frase de perdรณn; hablรณ el orgullo y se enjugรณ su llanto, y la frase en mis labios expirรณ.


Yo voy por un camino, ella por otro; Pero al pensar en nuestro mutuo amor, Yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día? Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?


Rima XXXVI

¡Te quiero tanto aún! ¡Dejó en mi pecho tu amor huellas tan hondas, que sólo con que tú borrases una, las borraba yo todas!


las lรก lรกgrimas son agua y van al mar Rima

XXXVIII


Rima XLI Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme!... ¡No pudo ser!


Rima XLII

Cuando me lo contaron, sentí el frío De una hoja de acero en las entrañas; Me apoyé contra el muro, y un instante La conciencia perdí de dónde estaba. (...) Pasó la nube de dolor… Con pena logré balbucear unas palabras… ¿Quién me dio la noticia?... un fiel amigo… Me hacía un gran favor. Le di las gracias.


Rima LII

Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre la sábana de espumas, ¡llevadme con vosotras!


Rรกfagas de huracรกn que arrebatรกis del alto bosque las marchitas hojas, arrastrado en el ciego torbellino, ยกllevadme con vosotras!


Nube de tempestad que rompe el rayo y en fuego ornรกis las sangrientas orlas, arrebatado entre la niebla oscura, ยกllevadme con vosotras!.


Llevadme, por piedad, a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria. ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas!.


Rima LIII Volverรกn las oscuras golondrinas en tu balcรณn sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarรกn.


Pero aquellas que el vuelo refrenaban , tu hermosura y mi dicha a contemplar, .


aquellas que aprendieron nuestros nombres... ยกesas... no volverรกn!.


Rima

LIV

Cuando volvemos las fugaces horas del pasado a evocar, temblando brilla en sus pestaĂąas negras una lĂĄgrima pronta a resbalar.


Rima

LVI

Hoy como ayer, maĂąana como hoy, ÂĄy siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar... andar.


Moviéndose a compás como una estúpida máquina el corazón: la torpe inteligencia del cerebro dormida en un rincón.


AsĂ­ van deslizĂĄndose los dĂ­as, unos de otros en pos; hoy lo mismo que ayer...; y todos ellos, sin gozo ni dolor.


Rima LIX Yo sĂŠ cuĂĄl el objeto de tus suspiros es; yo conozco la causa de tu dulce secreta languidez.


¿Te ríes...? Algún día sabrás, niña, por qué: tú acaso lo sospechas, y yo lo sé.


Rima LX Hoy mi vida es un erial, flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja.


Rima LXI

Cuando la trémula mano tienda, próximo a expirar, buscando una mano amiga, ¿quién la estrechará?


Rima LXVII LXVII Jorge Qué hermoso es cuando hay sueño, dormir bien... y roncar como un sochantre y comer... y engordar... ¡y qué desgracia que esto sólo no baste!.



Trabajo realizado por los alumnos de 4ยบ A, del curso 2011-2012 del IES El Carmen. Murcia


Aliaga Jiménez ,Mª Carmen Amat Fernández, Carlos Belmonte Lorca, Roberto Casanova Muñoz, Pedro Cerezo Martínez, Julia de los Ángeles


El farh Boumajdil, Rida Escudero Segura, Irene Garc铆a Sim贸n, Daniel Garza Silva, Lesly Priscila


Gea Bermúdez, David Gómez Costa, Jaime Gouaida, Imad Guerrero Fernández, Álvaro Hurtado Blázquez, Virginia


Invernón Monedero, José Daniel López Avilés, Rocío López Martínez, Juan José Marcos Aroca, Paula Melero Borja, Víctor


Molina-Niñirola Ballester, M Carmen Moreno López, Patricia Nieto Sánchez-Campillo, Jorge Ramos Paredes, Lilian Yesenia Riquelme Martínez, María Rochel Vera, Cristina


Saura Merino, Patricia Soler Gonzalez-Musso, Marta Torrano Robles, Selva Trassierra G贸mez, Carlos Samuel Verd煤 Gallardo, David Zhu Guo, Thomas


Coordinaci贸n: Clara Elisa Pino


Con el patrocinio de



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