Conflicto, pasión y vida plena: relectura del evangelio de Marcos

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OSWALDO GUAYASAMÍN (Ecuador, 1919-1999), El descendimiento (1962)


Contenido

1. El Señor se manifiesta a su pueblo 2. El Señor manifiesta la justicia de Dios 3. El Señor manifiesta su misión profética 4. El Señor manifiesta su filiación divina 5. El Señor manifiesta su entrega 6. El Señor manifiesta su amor en la cruz 7. El Señor manifiesta su poder sobre la muerte 8. El Señor manifiesta el triunfo de la vida

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Pasión y fe YA SUENA LA CAMPANA, SUENA EN LA CATEDRAL, y su sonido penetra todos los portales. La iglesia está llamando a sus fieles para orar a su Señor, para cantar la resurrección y sale el pueblo por las calles a cubrir de arena y flores las piedras del suelo. En los balcones veo las jóvenes y los lienzos en cuanto pasa la procesión, alabando las cosas de la fe, Navegar a vela, navegué en el mar del Señor; allí yo vi la fe y la pasión, allá yo vi la agonía de la barca de los hombres. Ya suena la campana, suena en el corazón y el pueblo pone a un lado su dolor por las calles variopintas de todo color, olvida su pasión para vivir la del Señor. FERNANDO BRANT Y TAVINHO MOURA Hace 2 mil años asesinaron los poderosos a un judío, Jesús de Nazaret. Las mil esperanzas de liberación que se habían tejido en torno a él acabaron en el fracaso, porque también entonces, como sucede frecuentemente, los poderosos pudieron más que la justicia. Y, viéndolo perdido, el pueblo, sus amigos, también lo abandonaron. Pero algo rompió la lógica de ese aparente fracaso: su memoria no se ha perdido entre los millones de anónimos asesinados por “motivos de Seguridad Nacional” a lo largo de la historia. […] Jesús había sido rescatado de la muerte por el Padre, que confirmaba su persona y su causa mediante la resurrección; había que seguirlo prosiguiendo su causa, a pesar de la oposición de sus enemigos. Y tras ellos hemos venido nosotros, los actuales proseguidores/as del movimiento de Jesús, herederos de millones de hombres que a lo largo de dos mil años se han sentido obligados con Jesús y su causa, la causa del Padre, y con su modo de generar historia. […] Nosotros, ¿por qué seguimos centrando en aquel galileo el sentido más profundo de nuestra vida? Jesús es el hombre que ha marcado más hondamente nuestra existencia. ¿Somos víctimas de una ilusión colectiva en torno a ese asesinado galileo? ¿O es sólo lo noble de su doctrina lo que nos atrae?1 CARLOS BRAVO GALLARDO

C. Bravo Gallardo, Jesús, hombre en conflicto. El relato de Marcos desde América Latina. 2ª ed. corregida y aumentada. México, Centro de Reflexión Teológica-Universidad Iberoamericana, 1996, pp. 5-6. 1

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Presentación

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ios, en efecto, estuvo y está siempre a prueba, hoy, ante la tragedia planetaria, como ayer en los sucesos que llevaron a la cruz a Jesús de Nazaret, la víctima inocente pero ferozmente combativa a favor de la presencia del reinado de Dios en el mundo. Releer esa historia en estas circunstancias es un gran desafío, se haga o no desde la fe. El evangelio de Marcos, primer intento histórico literario y teológico por dejar constancia de lo sucedió está ahí, esperando a sus lectores, para aportar su mirada crítica y profética. El siempre presente deseo de concordar, a como dé lugar, lo narrado en los cuatro evangelios para hacer digeribles no solamente los últimos días de la vida de Jesús sino todo su esfuerzo apocalíptico por romper los esquemas religiosos de su tiempo debe dejar lugar a la mirada fresca, militante y testimonial de un documento que no acepta lecturas superficiales y asépticas. Requiere, de quien se acerque a él, una profunda simpatía y coraje suficiente para acompañar al protagonista de la tradicional “semana santa” en la clandestinidad rota por él mismo para asumir el rechazo total, la tortura y la muerte como un forajido que se ganó por su pasión incondicional para servir a la humanidad sufriente, la misma que hoy ruega a Dios (o se aleja más de Él) sin entender cabalmente si hay razones o explicaciones para lo que está sucediendo. La “rebeldía eficaz” con que Dios el Padre hizo resurgir a Jesús de Nazaret es lo que nos ofrece, en líneas memorables y de no fácil lectura e interpretación, el evangelio de Marcos. Tratemos de escucharlo y comprenderlo.

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1. EL SEÑOR SE MANIFIESTA A SU PUEBLO (Marcos 11.1-11) 5 de abril de 2020 Mucha gente empezó a extender sus mantos sobre el camino por donde iba a pasar Jesús. Algunos cortaban ramas de los árboles del campo, y también las ponían en el suelo como alfombra. Y toda la gente, tanto la que iba delante de Jesús como la que iba detrás, gritaba: ¡Sálvanos! ¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios! ¡Que Dios bendiga el futuro reinado de nuestro antepasado David! Por favor, ¡sálvanos, Dios altísimo! MARCOS 11.8-10, Traducción en Lenguaje Actual

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lgunos de los planteamientos más inquietantes acerca del propósito y la estructura del evangelio de Marcos tienen que ver con la forma en que expone los conflictos ideológico-religiosos que debió enfrentar Jesús de Nazaret, así como con la decisión de mantenerse en la clandestinidad hasta el momento en que decidió llegar a la ciudad de Jerusalén para enfrentar un destino que preveía como sumamente adverso. A sabiendas de que la oposición hacia su labor crecía progresivamente en los polos del poder político y religioso, este evangelio muestra cómo optó por trasladarse a la capital de Judea y protagonizar uno de los episodios más provocadores para la presencia imperialista romana y para la ortodoxia religiosa que controlaba el templo y toda la oficialidad espiritual del momento. Los anuncios que el propio Jesús hizo acerca del rechazo y la violencia que viviría allí (Mr 8.31-9.1; 10-32-34) han sido leídos casi siempre desde una clave determinista y profética que le hace poca justicia a su inquebrantable decisión de hacer frente a lo que el biblista católico mexicano Carlos Bravo Gallardo (1938-1997) denominó, en un libro memorable (Jesús, hombre en conflicto, 1976), el Centro del poder político, militar y religioso. Los cuatro evangelios dan fe de la siempre aludida “entrada triunfal a Jerusalén”, aunque la primera versión es precisamente la de Marcos y en ella, como explica Bravo Gallardo, se resta, para empezar, el protagonismo de Pedro y sólo se menciona que Jesús encargó a dos discípulos preparar los pormenores de su llegada a la ciudad. Se subraya, además, de manera muy importante, que la llegada a Jerusalén forma parte de un conjunto de acciones simbólico-proféticas (junto con la maldición de la higuera, vv. 12-14; 20-26, y la “limpieza” del templo), todas ellas encaminadas a denunciar la falsedad de la autoridad religiosa en el marco de las controversias que lo enfrentarán directamente a sus adversarios en las secciones siguientes. La

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enorme ambigüedad del episodio de la entrada a la ciudad procede de lo que significó, diferenciadamente, para sus seguidores y para sus enemigos. Los primeros, que aparecen en un auténtico delirio al integrarse a la romería que acompañó a Jesús en una imagen calcada del libro de Zacarías y que avivó enormemente la imaginación del pueblo (sobre todo el más pobre) al ver cómo se cumplía la visión idealizada de un fuerte aspirante a mesías (libertador, recepción como rey al extender sus mantos, anticipo palpable del reino divino tan anhelado), con las características de humildad y con todos los simbolismos propios de las proyecciones proféticas antiguas. Los adversarios, a su vez, vieron en esa acción tan audaz la provocación más directa y la confirmación de que la fama que precedía a Jesús como milagrero y exorcista no era una ficción sino un auténtico llamado a la subversión, así fuera solamente espiritual, pero con tintes de rebelión contra el imperio romano y sus colaboradores locales. Asimismo, los habitantes de Jerusalén no tenían una posición tan antagónica ni eran quienes responderían contra la dominación romana, ni los que responderían “con más entusiasmo a un movimiento mesiánico; por eso, no es arriesgado suponer que los que acompañaron a Jesús en su entrada a Jerusalén no fueron precisamente los de la capital”.2 Con estas acciones, explica Bravo Gallardo, Jesús se definió claramente como un profeta alternativo, completamente opuesto a las prácticas de manipulación de la Ley por parte de los dirigentes religiosos aliados al poder extranjero invasor. Sucesivamente, y con el episodio de la entrada como pórtico de lo que vendría después, a) negó al Centro judío toda autoridad para pedirle cuentas sobre lo que hacía (11.27-33); b) desenmascaró su responsabilidad en la muerte de los profetas (12.1-12); c) desautorizó las pretensiones romanas sobre Israel (12.13-17), d) desautorizó también la sabiduría tradicionalista de los saduceos (12.18-27); y e) afirmó la centralidad de la Ley de la Alianza (12.28-34b). Dicho de otra manera: con su llegada a Jerusalén, Jesús se definió firmemente ante las expectativas mesiánicas que había en el ambiente. Al aclarar públicamente su posición, consiguió que todo el aparato político-religioso lo enfocase directamente para acabar violentamente con él. Con su intención de celebrar la Pascua, y luego de una muy escasa presencia en Jerusalén (a diferencia de Jn, que registra varias visitas), la expectación creada por sus acciones (a veces, mal entendida: 6.14-15; 8.27-29) se ubica en el horizonte de las expectativas mesiánicas mencionadas, por lo que se haría presente allí para “alertar al pueblo contra la manipulación que aquellos [el poder, el Centro] hacen de Dios. Tiene que enfrentarse, pues, con el Centro en el Centro mismo; tiene que 2

C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 186. 6


definirse claramente frente a tantas interpretaciones falseadas del Proyecto de Dios sobre la vida del pueblo y sobre su propia identidad”.3 Se trató, entonces, de una confrontación con esos sectores en su propio terreno, adonde, evidentemente, Jesús enfrentaría fuertes desventajas. No obstante, cumplió puntualmente su propósito: denunciar el secuestro de la alianza y su acceso para la mayoría del pueblo creyente, así como señalar que el Centro religioso era el principal obstáculo para la movilización del pueblo. Si bien no atacó directamente a Roma, el contubernio entre el Sanedrín y los invasores fue determinante para la escalada en su contra. La entrada misma a la ciudad contiene una serie de elementos que debían ser leídos en clave religiosa y teológica, pues se basaban en la tradición profética e histórica antigua: “Entra en un burro, para mostrar al pueblo que no es el líder guerrero que buscan; su asunto es contra el Centro religioso y por eso irá ‘directamente hasta el Templo’ (11.11), para desenmascarar su injusticia y esterilidad y para que sepa el pueblo que ya nada debe esperar del Templo en lo referente a Dios, la vida, la Promesa”.4 El recuerdo del reino davídico seguía muy presente en la conciencia judía, por lo que las alusiones explícitas al mismo manifestaron la conexión e interpretación (ambigua y en cierto modo equivocada) del proyecto de Jesús como parte de una recuperación nacionalista del poder por parte de la nación sometida al imperio romano. La cita del Salmo 118.25-26 (“¡Sálvanos! / ¡Bendito tú, que vienes en el nombre de Dios!”, v. 9, RVR1960: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”) se complementa con la esperanza sobre “el futuro reinado / de nuestro antepasado David”, expresada inmediatamente (10a; RVR1960: “¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!”), y a la que sigue una nueva petición de salvación dirigida al Dios altísimo (10b, RVR1960: “¡Hosanna en las alturas!”). Apenas en 10.46-52 Jesús fue interpelado por el ciego Bartimeo como “hijo de David”, lo que ubica la petición de salvación de 11.9-10 como una súplica definitivamente mesiánica. La visión del ciego (simbólica en sí misma) y la del pueblo para identificar a Jesús como representante de Dios fue una intuición precisa que la palabra Hosanna concentró en su sentido de súplica profunda y alabanza. 5 “Cuando Jesús está a punto de entrar en Jerusalén, la multitud que lo rodea lo aclama como Aquel que viene en el nombre del Señor, quien es el portador del Ibid., p. 194. Ibid., p. 195. 5 Cf. Vincent Taylor, Evangelio según san Marcos. Madrid, Cristiandad, 1979, p. 547. 3 4

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reino venidero de su padre David”.6 Reino de Dios, mesías y esperanza: es una fórmula infalible que, en medio de los tiempos que corren, pueden funcionar de manera efectiva para mirar hacia adelante y esperar las acciones divinas de socorro y apoyo.

Jack Dean Kingsbury, Conflict in Mark. Jesus, authorities, disciples. Minneapolis, Fortress Press, 1989, p. 6. En castellano: Córdoba, El Almendro, 1991. 6

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2. EL SEÑOR MANIFIESTA LA JUSTICIA DE DIOS (Marcos 11.12-19) 6 de abril de 2020 A la manera de los profetas, Jesús realiza tres acciones simbólicas, profundamente interrelacionadas, para criticar al Centro y así corregir las expectativas mesiánicas equivocadas. […] Al entrar en Jerusalén Jesús cuenta con la gente que lo acompaña, entre quienes encuentra eco una mentalidad nacionalista. Ha previsto incluso los detalles. Frente a la efervescencia popular de esos días, toma medidas que connotan una cierta clandestinidad, para proteger su acción de indiscreciones que pusieran al Centro sobre aviso. ¿Pero a qué va Jesús a Jerusalén, previendo un desenlace violento? ¿Va simplemente a “celebrar la Pascua” y lo sorprende la muerte? […] Los responsables de la ortodoxia del culto y de la ley de la pureza han apreciado justamente la amenaza que representa la libertad de Jesús y su práctica ilegal; desde temprano han buscado desautorizarlo, pero inútilmente. Incluso ahora, que llega a su propio terreno, no ven la manera de acabar con él, porque la gente lo escucha más que a ellos y ellos tienen miedo a la gente.7

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os gestos simbólico-proféticos de Jesús lo conectaron con la gran tradición profética del antiguo Israel. Las palabras dirigidas a la higuera pueden ser leídas en la clave del reproche que Dios dirigió a su pueblo (“Nunca jamás coma nadie fruto de ti”, 11.14) por su ineficacia testimonial o como una manifestación de su capacidad de fe para actuar. Lo que sigue es el episodio de la “limpieza” del templo, un momento álgido que bien pudo costar la vida a Jesús. La expulsión de los vendedores y la exigencia de que ese espacio litúrgico recuperase su sentido original (11.15-16) mostraron el celo profético anclado en las palabras antiguas de Isaías (56.7) que impactó rotundamente a sus adversarios, pero también los convenció de atentar directamente contra su vida (18) por causa de la veracidad y eficacia de su mensaje. La acusación de haber convertido el templo en una “cueva de ladrones” fue hasta la raíz del sistema oficial de creencias y lo sacudió rudamente. Con esta acción, Jesús cimbró las estructuras institucionales de la religiosidad oficial del templo y puso definitivamente en su contra a todo el aparato religioso y político con quien había roto inevitablemente y que lo llevaría a una muerte violenta e injusta. Jesús no permaneció en la ciudad ese día y pernoctó fuera, para volver al día siguiente a continuar el ataque frontal y a la denuncia de los diversos aspectos de la práctica religiosa viciada que ocultaban la realidad profunda y que aparentaban una estabilidad que perjudicaba a las personas más desfavorecidas y poco informadas de las exigencias de la alianza. Marcos dedica varias secciones a las controversias que desató Jesús para exhibir las fallas y desobediencias de los dirigentes religiosos de Jerusalén que controlaban la vida de toda la nación sometida al imperio romano, con quien habían pactado reciprocidad en el apoyo. 7

C. Bravo Gallardo, op. cit., pp. 193-194. 9


3. EL SEÑOR MANIFIESTA SU MISIÓN PROFÉTICA (Marcos 11.27-33) 7 de abril de 2020 Es el tercer día. No se trata de un pasear inocente, sino de un ir y venir para impedir que las cosas vuelvan a ser como antes. Es una anotación exclusiva de Mc; el conflicto se diluye en las versiones de Mt y de Lc (“ensenando” y “evangelizando”). Predomina la clave análisis; se alternan los análisis de los oponentes de Jesús (vv. 28 3 l -33a) y de este (vv. 29s.33b) quien, finalmente, les niega autoridad para cuestionar sus acciones, porque su práctica de rechazo a Juan Bautista y a la llamada a la conversión invalida la autoridad que pretendían tener en los asuntos de Dios. El Centro judío ha perdido legitimidad. La pretendida autoridad no es tal, porque no ha sabido leer los signos de los tiempos y adecuar su práctica a ellos. Por esto todo lo que digan contra Jesús carece de validez.8

La siguiente controversia de Jesús (que nuevamente transcurre en el templo) tuvo que ver, nada menos, que con la legitimidad de su labor profética y con la continuidad (o discontinuidad) de la misma ante los ojos del pueblo y de las autoridades religiosas de su tiempo. El trasfondo inmediato fue la impactante figura de Juan Bautista, quien en vida produjo una reacción ambigua entre sus contemporáneos, dada la radicalidad de su actuación y el respeto que se ganó gracias a ella. La pregunta, predecible, que escuchó de labios de sus interlocutores fue: “¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” (11.28) que evidencia el grado de preocupación que generó entre ellos. Su interés fundamental era deslegitimar su labor ante el pueblo y así recuperar influencia sobre él. En su momento, rechazaron a Juan Bautista y su llamado a la conversión, lo que invalidó definitivamente su autoridad teológica y espiritual. Al remitirse a él en su contrapregunta (29-30), Jesús los encerró en un callejón sin salida, tal como se afirma en el comentario del propio texto, pues de haber aceptado su origen divino debieron hacer caso a su predicación y, si no lo hacían, ponían en duda su carácter de profeta verdadero, algo impensable (31-32). Al negarse ellos a responder (33), Jesús sale airoso de la controversia, pues, entrando en detalles, reconocer el movimiento de Juan implicaba dejarse bautizar por él, a lo que parece que se negaron ellos. 9 Su rechazo hizo del bautismo una institución humana, de ahí que el dilema mostró a los adversarios de Jesús como unos oportunistas. El dilema al que los llevó Jesús contribuyó a descalificarlos más

Ibid., p. 197. Joachim Gnilka, El evangelio según san Marcos. II. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1986 (Biblioteca de estudios bíblicos, 56), p. 163. 8 9

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como intermediarios entre Dios y el pueblo. La categoría de profeta incluiría al propio nazareno, por lo que este nuevo conflicto lo reivindicó ante el pueblo, testigo silencioso de cada controversia con los escribas y sacerdotes. Lo que queda claro también es la incredulidad de los judíos ante cualquier tipo de acción divina, pues ni el mensaje intransigente de Juan, ni la acción mesurada y aleccionadora de Jesús captó su atención o los condujo al arrepentimiento. Eso mismo descalificó su autoridad y los orilló a recurrir a la violencia física como última y definitiva medida: “De esta manera es el precursor el que señala también el camino de Jesús a la pasión”.10

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Ibid., p. 165. 11


4. EL SEÑOR MANIFIESTA SU FILIACIÓN DIVINA (Marcos 12.1-12) 8 de abril de 2020

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Los destinatarios de la parábola son los sacerdotes, escribas y ancianos, es decir, el Centro judío ritual, legislador y político, cuya conducta homicida Jesús desenmascara. Contrariamente a las otras parábolas, esta es entendida por ellos; pero esa comprensión no los lleva a la conversión sino al anti-seguimiento, que se traduce en poner medios para eliminar a Jesús. Se profundiza así en la razón de la ilegitimidad del Centro: siendo los responsables de la vida en la Viña (Israel), se han convertido en factor de muerte para los enviados por Dios, incluido el Hijo amado. Por eso el pueblo ya no tiene nada que esperar del Centro, para cuyo proyecto no cuenta. La migración final de sentido se acentúa dramáticamente: Jesús se queda ahora solo en el Templo (v. 12c), dueño de la situación. Pero el acoso empieza a cerrar la pinza, tendiéndole trampa tras trampa.11

n esta sección, Jesús se sirve de un ejemplo arraigado, nuevamente, en la tradición antigua de Israel, pues la explicación gira alrededor de la viña de Isaías 5, esto es, la visión metafórica de la nación judía como espacio central de la acción divina en el mundo. Sin conexión aparente con lo acontecido con anterioridad, no obstante, los destinatarios de la parábola son los dirigentes religiosos cuyos planes homicidas Jesús denunciaría abiertamente. La viña rentada a los trabajadores, preparada de antemano por el dueño (12.1) sirve como muestra de la práctica permanente de soberbia y altivez de ellos (2-3). La acusación identifica veladamente a los dirigentes judíos, pues habían rechazado continuamente, golpeado, y hasta asesinado, a los siervos de Dios (4-5). No sería diferente la suerte del hijo del dueño de la viña, el propio Jesús como representante de su padre Dios (6). La saña con que actuaron los labradores en ese caso es digna de señalarse (7-8), pues su conducta hacia él es particularmente violenta: “agarraron al muchacho, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera del terreno”. La última parte alude a la muerte indigna que implicaría arrojar el cadáver fuera de los límites de la viña, una clara referencia a lo que padecería Jesús, que fue retomada por Hebreos 13.12ss. La pregunta con que concluye la historia (“¿Qué piensan ustedes que hará el dueño de la viña?”, 9a) y su respuesta inmediata (“Yo se lo voy a decir: irá a la viña, matará a esos hombres, y luego dará la viña a otras personas”, 9b) remite a Isaías 5.4-6, adonde el Señor se plantea varias preguntas sobre su accionar hacia la viña y decide actuar radicalmente, para luego afirmar categóricamente, en el mismo espíritu de la parábola de Jesús: “Mi viña, mi plantación más querida, / son ustedes, 11

C. Bravo Gallardo, op.cit., p. 198. 12


pueblo de Israel […] Yo, el Dios todopoderoso, / esperaba de ustedes obediencia, / pero sólo encuentro desobediencia; / esperaba justicia, / pero sólo encuentro injusticia” (5.7). “Si la muerte del Hijo debe convertir a los viñadores en propietarios de la viña se da a entender que ellos reconocieron en el Hijo al heredero de las promesas de Israel, al que haría que ellas llegaran también a los gentiles”.12 Como bien señala Gnilka, la parábola tiene una amplia perspectiva de toda la historia de la salvación, “desde la elección hasta el rechazo de Israel, así como la constitución de un nuevo pueblo de Dios”13 y apunta hacia el juicio de Dios (la abolición total de la elección de Israel, su pérdida de privilegios) al remitir al Salmo 118 (vv. 22-23, el mismo que fue citado en la entrada a la ciudad) mediante la figura de la piedra rechazada que ahora sería la “piedra principal” (10-11). Los destinatarios de esta historia se reconocieron completamente en ella y trataron de detenerlo, pero fu mayor su temor de un levantamiento popular, por lo que se alejaron de Jesús (12). Esta es la parábola de juicio más dura de toda la tradición sinóptica.

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J. Gnilka, op. cit., p. 172. Ídem. 13


5. EL SEÑOR MANIFIESTA SU ENTREGA (Marcos 14.10-25) 9 de abril de 2020

Jesús les dijo: “Esto es mi sangre, y con ella Dios hace un trato con todos ustedes. Esta sangre servirá para que muchos puedan ser salvos. Será la última vez que yo beba este vino con ustedes. Pero cuando estemos juntos otra vez en el reino de Dios, entonces beberemos del vino nuevo”. MARCOS 14.24-25, TLA

Traición y sombras a noche de la entrega total, del desprendimiento absoluto, del desmayo completo para asumir la tarea de redención desde lo más profundo. Pero también la noche de la comunión y de la intimidad, Jesús en medio de lo

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humano con sus luces y sombras, aunque también en la búsqueda abismal de la voluntad del Padre. “La entrega vuelve a ser el elemento clave. A diferencia de otras interpretaciones teológicas, aquí no es Dios quien entrega al Hijo del hombre, sino “uno de ustedes, que come conmigo”; no es resultado de una necesidad eterna (a pesar de que se dice que su ida está escrita), sino del rejuego de voluntades humanas: la alianza de uno de los Doce con el Centro judío”. Marcos expone linealmente lo acontecido en la vida de Jesús como parte de una simbiosis entre la experiencia humana más triste, pero al mismo tiempo de la conciencia redentora más diáfana y efectiva. Ched Myers ha resumido bien lo sucedido: El “juego de la pasión” de Marcos corresponde exactamente a un cuadro político pintado con tonos de tragedia, de realismo y de parodia. En él, Marcos dramatiza el conflicto final entre la acción simbólica no violenta de Jesús, el aparato de seguridad de las autoridades y los anhelos revolucionarios de los rebeldes, la “guerra en el cielo” que irrumpe en el teatro de la vida real de los tribunales judío y romano, de sus prisiones y de sus torturas. 14

Efectivamente, hay dos niveles en el relato: el histórico y el espiritual. En el primero, los hechos acontecen lógica e irremediablemente en una espiral de violencia incontrolable. En el segundo, el plan divino de salvación se desarrolla según sus cánones, en conflicto dialéctico con los sucesos visibles. En ese sentido, no se esconde el hecho de que Jesús fue traicionado dentro de la comunidad para cumplir el plan en su contra (14.1b-2). Si le llegaron al precio a Judas Iscariote o no, o si sus ansias nacionalistas fueron intensas, o su desesperación por la falta de radicalidad de Jesús hacia el imperio romano evidenció su pasado zelota, todo ello C. Myers, O Evangelho de São Marcos. São Paulo, Paulinas, 1992, pp. 421-422. versión de Alberto F. Roldán, Jesús en acción. II. Buenos Aires, Publicaciones Alianza, 2003, p. 134. Cf. C. Myers, Binding the strong man: A political reading of the Gospel according to Mark. Versión abreviada: https://martinnewellcp.files.wordpress.com/2019/03/binding-the-strongman-abridged-by-chedmyers-with-forward-by-daniel-berrigan.pdf. 14

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es posible plantearlo al momento de tratar de entender por qué traicionó a su maestro. Mr 14.10-11 es muy claro al respecto: la iniciativa fue suya después de que Jesús fue ungido por una mujer y de escuchar a Jesús anunciar que sería asesinado (14.8b). Carlos Bravo Gallardo comenta: “Se puede suponer que haya mediado una desilusión de Judas respecto del papel jugado por Jesús en la liberación del pueblo. O que Judas quisiera presionar a Jesús y a la gente para que tuvieran una reacción de fuerza en contra de los romanos”.15 El texto subraya que comenzó a buscar “una buena oportunidad” para entregarlo. “Ése será para Jesús un kairós de perdición”.16 La suerte estaba echada y todo lo sucedido previamente se había acumulado alrededor de él se vendría en cascada para precipitar los acontecimientos de la pasión de Jesús. Desde el principio, este banquete está lleno de ansiedad, ya que Jesús anuncia que está al tanto de la infiltración (14.18), entendiendo la gravedad de la violación de la confianza en su alusión al lamento del Salmo 41.9. La comunidad reacciona con dudas sobre sí misma y su solidaridad comienza a desmoronarse. La condena dirigida a Judas, bajo un contrato lucrativo como agente (14.21), es un recordatorio aleccionador de la advertencia anterior de Jesús: “¿Y no hay nada que una persona pueda dar para salvar su vida?”.17

Entrega y comunión Pero más allá de la traición de Judas, sobre la que se han escrito cientos y cientos de textos (uno de ellos, del escritor místico francés Lanza del Vasto, 1938), lo que destaca en este episodio crucial de la vida de Jesús es su disposición para la entrega, es decir, para dejarse llevar por la dinámica propia de los sucesos en su contra y, en medio de ella, asumir una actitud de desprendimiento total hacia su vida e intereses personales, a fin de someter su existencia completa al proyecto máximo de Dios. En la reunión con los discípulos para conmemorar la liberación del pueblo en Egipto, sucede algo similar a la entrada en la ciudad: la preparación es enigmática, en los bordes de la clandestinidad, pues Jesús tenía aliados en la ciudad que colaboraban con él, pero directa (12-16). Al momento de la cena pascual, Jesús advirtió acerca de la traición de uno de los presentes (18) y, ante el estupor generalizado (19), subraya que es quien estaba comiendo con él en su plato (20). A continuación, Jesús mismo estableció los dos niveles del momento: por un lado, afirmó que la Escritura anuncia la muerte necesaria del Mesías (21a), y por C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 219, nota 32. Ibid., p. 220. 17 C. Myers, Binding the strong man. A political reading of the Gospel According to Mark, p. 34. 15 16

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otro, destacó la terrible ignominia de la traición (21b). Quien lo entregaba tendría un fin trágico y vergonzoso (21c), pero aun así no dejó de participar en la cena. “Judas debe ayudarlos a prender a Jesús y a apartarlo de la posibilidad de protección o respuesta públicas, en el “momento exacto” (eukairos) en que la comunidad puede ser tomada desprevenida. El Getsemaní en el silencio absoluto de la noche […] reunirá todos esos requisitos, irónico contraste con el “momento” de vigilancia recomendado por Jesús en el sermón apocalíptico”.18 La entrega de Jesús, en sus tres sentidos, primero por causa de la traición, segundo por su propia decisión redentora, y tercero por su carácter sacramental, aparece como el núcleo de esa cena pascual en la que él entrega su cuerpo y su sangre (22-24) “para que muchos puedan ser salvos” (24b). En el contexto de la Cena Pascual y del recuerdo del Éxodo a través del cual conquistó el pueblo la libertad y fue regalado con la Alianza, que lo constituyó como Pueblo y como pueblo de Dios, un pan partido y entregado y una copa de vino compartida son usados por Jesús para expresar el sentido de su entrega. Ha compartido con la gente su pan, su vida, su fe en el Reinado del Padre; ahora comparte su cuerpo-pan para la vida, y su sangre será el sello de la Alianza que constituya al nuevo pueblo de Dios.19

La pascua-entrega de Jesús estaría marcada por el sufrimiento: “Con ello nace un sentido completamente nuevo de la celebración de la pascua. Tal vez en la palabra páscha percibió Marcos también la palabra griega páscho (‘sufrir’). La etimología es equivocada, pero la temática no se encuentra distanciada”.20 Ese banquete tenía, además, una proyección escatológica que apareció inmediatamente en la que se apunta hacia la consumación del reino de Dios, adonde ya no habrá traiciones ni sombras. En ese futuro anunciado, la comunión de los discípulos con el Maestro y Salvador será total, absoluta. La entrega de Jesús a su misión salvadora habrá rendido su fruto cuando la comunión del pueblo que surgiría de la cruz y de la resurrección haga suya la entrega al mundo en testimonio y obra.

C. Myers, O Evangelho de São Marcos, p. 428. C. Bravo Gallardo, op. cit., pp. 220-221. 20 J. Gnilka, op. cit., p. 274. 18 19

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6. EL SEÑOR MANIFIESTA SU AMOR EN LA CRUZ (Marcos 15.33-41) 10 de abril de 2020

El jefe de los sacerdotes volvió a preguntarle: ¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios que todos adoran? Jesús le respondió: Así es. Y ustedes verán cuando yo, el Hijo del hombre, venga en las nubes del cielo con el poder y la autoridad que me da el Dios todopoderoso. MARCOS 14.61b-62 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro. A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?”. Eso quiere decir: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”. MARCOS 15.33-34, TLA

La crucifixión en el relato de Marcos: originalidad y especificidad or amor aceptó Jesús de Nazaret subir a la cruz para ser masacrado. A esa

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conclusión posterior llegarían los autores de los documentos del Nuevo Testamento a medida que profundizaron en el misterio de su entrega voluntaria, de su asesinato injusto y violento, y de su retorno a la vida gracias al poder de Dios el Padre de amor y misericordia. Algunos de ellos fueron testigos directos o indirectos de los sucesos encadenados como parte de una prolongada agonía que supuso la dolorosa asimilación de que Dios no actuaría visiblemente para impedir la muerte de Jesús y así llegar hasta el final de la historia insertada en el proyecto de salvación. Marcos, uno de ellos, se incluye en su relato de una forma velada y afirma que era muy joven en el momento de los sucesos (14.51-52). La extensa y minuciosa narración del escarnio, los juicios religioso y político, las torturas y la muerte de Jesús en Mr 14-15 sería retomada y modificada por Mateo y Lucas. Jesús se identificó con el “hijo de hombre” apocalíptico de Daniel (14.62), por lo que asumió su papel a través de él en la historia: “Lo que el centro judío no puede tolerar es que alguien del pueblo, de fuera de los núcleos de poder, se presente como la alternativa liberadora que Dios respalda. Eso es, para ellos, la verdadera blasfemia. La consecuencia es la condena a muerte”.21 Efectivamente, Jesús no libró el juicio religioso porque, a pregunta expresa, afirmó ser el Mesías esperado (14.61b-62) y desató la cólera y el escándalo de todo el sistema. Mt 15 inicia con una enfática constatación del contubernio entre el Sanedrín judío y el poder romano invasor, que preside toda la historia de una manera siniestra: comenzando el día los líderes religiosos se reunieron y decidieron entregar a Jesús al gobernador romano (15.1). El interrogatorio de Pilato se basó exclusivamente en la preocupación política acerca de la eventual realeza de Jesús (2a), algo que a éste le tenía sin cuidado (2b). El gobernador tenía otras 21

C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 228. 17


acusaciones (rituales, religiosas y teológicas) por parte de los dirigentes judíos (3), que es a lo que se refirió inmediatamente (4). Al no responder nada el acusado, Pilato “se quedó asombrado” (5), pues cualquier otro reo hubiera solicitado clemencia o reconocido su culpabilidad. La escueta respuesta de Jesús era enigmática e indiferente. En un libro recién aparecido (Aldo Schiavone, Poncio Pilato: un enigma entre historia y memoria, Trotta), se discuten las teorías sobre la intervención de este personaje en el acontecimiento de Jesús, siempre cuestionadas. Tertuliano, uno de los primeros grandes autores cristianos, llegó al extremo de decir, en el siglo II, que el prefecto romano tenía “corazón cristiano”. Una reseña resume las nuevas observaciones: Pilato temía una trampa, ser un instrumento de un ajuste de cuentas entre facciones, verse utilizado por sacerdotes saduceos para librarse de un adversario, y que eso desencadenara la ira popular. Los saduceos eran la aristocracia local, colaboradora con los romanos, y una minoría. De hecho, serían masacrados en la revuelta del año 66. Todo el interrogatorio a Jesús, según el relato de los Evangelios, es un tanteo de Pilato para saber qué se está tramando. Y revela que no tenía nada contra él, buscaba una imputación, pero no la encontraba. Los textos no aclaran en qué lengua hablaron, probablemente arameo. En ningún sitio pone que Jesús hablara griego. Quizá hubo un intérprete. Jesús no se defiende en ningún momento y frases como “Mi reino no es de este mundo” [Jn 18.36], descolocarían a Pilato que, en todo caso, percibió que no se hallaba ante un rebelde. Según Schiavone, más que un interrogatorio, se volvió “una conversación en la que Pilato parece cada vez más fascinado y turbado”, y casi un diálogo platónico. Hasta que, muy a su pesar, lo envía a la muerte.22

En el nivel teológico, explica Carlos Bravo Gallardo, las cosas son muy diferentes, pues en todo el ciclo de la pasión, muerte y resurrección de Jesús hay una “intra-historia”, un diálogo espiritual profundo entre el Hijo y el Padre, en donde hasta el silencio desempeñó un papel central (14.35-36, 39, 41a): Lo que el Padre quiere no es que el Hijo muera para satisfacerlo sino que no evada mágicamente la condición humana: que permanezca fiel y que asuma la conflictividad de su historia hasta el final, como consecuencia de su opción en favor de la vida amenazada, y que no resista a la violencia usando un poder similar al que lo condena. Sólo así podrá desenmascarar el carácter homicida del poder del Centro y de la Ley de la Pureza, y romper el círculo diabólico que excluye al pueblo de la vida. El Hijo ha de dejar en manos del Padre el rescate del Reino y su propio rescate, hundiéndose en la oscura certeza de la esperanza contra esperanza.23

Íñigo Domínguez, “Pilato, cooperador necesario”, en El País, Madrid, 8 de abril de 2020, https://elpais.com/cultura/2020-04-08/pilato-cooperador-necesario.html. 23 C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 223. 22

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A ello sigue un procedimiento burocrático y carnavalesco, extraordinario, la posibilidad de que un preso fuese liberado por causa de la fiesta, una costumbre establecida casi como ley (vv. 6-8). Pilato, al no estar tan convencido de la culpa de Jesús y darse cuenta de la envidia que él producía, optó por proponer su liberación (9-10), pero la multitud fue manipulada por los dirigentes y exigieron la libertad del otro prisionero (11). Pilato insistió y el griterío clamó por la muerte de Jesús (12-15). Podría decirse que se trata de un “acto populista reaccionario” por definición, dado que, como subraya el texto, el gobernador extranjero quería congraciarse con el pueblo (51a), por lo que liberó a Barrabás (detenido posiblemente por un crimen cometido en una revuelta importante), ordenó azotar a Jesús y ordenó su crucifixión (15b). De modo que Jesús cargaría finalmente con una culpa ajena: promover la resistencia mesiánica contra la dominación romana. El asesinato impune y la salvación El poder romano se deshizo de Jesús y lo entregó, condenado, a la burla de los soldados, que parodiaron la afirmación de su realeza (16-20), y lo escarnecieron hasta cansarse, para luego salir con él donde estaba la infame turba, dirigentes y pueblo común, continuarían el trágico espectáculo. Comenzaba, así, el largo camino hacia la cruz en el que una familia de creyentes (Simón de Cirene y sus hijos Alejandro y Rufo) lo ayudó, pues Simón cargó la cruz. Algunos comentaristas han visto en esta familia “un prototipo de los primeros cristianos, y del seguimiento cargando con la cruz”.24 Jesús fue sacado de la ciudad pues no podía morir dentro dado que haría impuros a todos los que se acercasen. En la ruta del Gólgota experimentó el abandono total y al ser clavado experimentó lo que Bravo Gallardo esquematizó como sigue: Primera burla: No puede destruir el Templo y salvarse (vv. 29-30) Segunda burla: No puede salvarse a sí mismo y bajar de la cruz (vv. 31-32) Primer juicio: El silencio de Dios (vv. 33-34) Tercera burla: Veamos si lo salva Elías (vv. 35-36) Segundo juicio: El velo rasgado (v. 38) Tercer juicio: El comienzo de la fe (v. 39). Las tres burlas tienen que ver con una concepción mágica de salvación: ser justo implica salvarse de la muerte, bajando de la cruz.25

La primera burla viene del poder religioso, pues según los esquemas de poder vigentes, el que Jesús no actúe con poder para salvarse prueba su culpa. 24 25

Ibid., p. 232. Ibid., p. 233. 19


Desde una mentalidad triunfalista, en la que el poder justifica y la impotencia es razón de condena, el que triunfa es el que tiene la razón siempre. “Jesús rompe esos paradigmas; precisamente no bajando de la cruz es como se muestra fiel a Dios”.26 El letrero de la cruz (26) también era una burla teológico-política, pues ni buscaba el acceso al poder ni su reino podría ser tan limitado. La segunda burla provino de los jefes del pueblo; su argumento fue idéntico: que se salvase a sí mismo bajando de la cruz para creer en él. Se trataba de una fe débil, chantajista, sin recursos, condicionada al triunfo sobre los enemigos y que necesitaba la victoria como prueba. No aparece ni pizca del horizonte utópico del reino de Dios y hasta los demás que estaban en la cruz compartieron esta burla. El primer juicio es la oscuridad del cielo (expresión de luto) y el silencio de Dios, con lo que entraría en crisis la experiencia y la predicación de Jesús acerca de un Dios cercano y amoroso. Tanto desconcierto hay en Jesús que emite un grito basado en el Salmo 22 sobre el abandono divino (34; salmo también aludido en la repartición de sus ropas: 22.19): No se dirige ahora a su Abba sino a Dios, expresando en esas palabras la distancia que experimenta entre él como, criatura, y el Creador. Ya no es el Abba cercano, sino el Dios del que se siente abandonado. Pero Jesús no reclama; simplemente expresa su desconcierto ante algo que lo rebasa, que no comprende y que dolorosamente experimenta como abandono. Este mismo desconcierto parece estar detrás de la manera como muere, lanzando un fuerte grito cuyo contenido desconocemos. El relato de Marcos presenta en toda su crudeza estos interrogantes, sin resolverlos.27

Joachim Gnilka, a su vez, comenta el uso del Salmo 22 como parte de una experiencia de fe que alcanza su máxima expresión en la cruz: “Jesús, abandonado por todos los hombres, tuvo que entrar también en este sentirse abandonado por Dios para poder aferrarse a Dios. A pesar de sentirse abandonado por Dios, le dirige a él su oración de lamento. Con ello da a entender que no se aleja de Dios”.28 En la tercera burla, derivada de la forma en que se dirige a Dios, la confusión lingüística sirve a sus adversarios para referirse al profeta Elías (35), aunque se trata de una distorsión voluntaria. Mientras tanto, el rostro de Dios que ve Jesús es como el de un “Dios inverso” que calla ante la sangre derramada de su Hijo. este Dios por amor se ha despojado de todo poder: “no se impone, sino que se ofrece, expuesto a ser rechazado”.29 La oferta de vinagre, al lado de la insistencia en la

Ídem. Ibid., p. 234. 28 J. Gnilka, op. cit., p. 377. 29 C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 235. Énfasis agregado. 26 27

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ayuda de Elías, fue rechazada (36), y en ese momento acontece el grito inarticulado de Jesús al momento de morir. Un grito desgarrador, sin contenido aparente: No se le puede entender como continuación del grito a Eloi. Puesto que uno que muere en la cruz se encuentra totalmente sin fuerzas, el grito inarticulado de Jesús encierra una significación especial. […] No es el grito de auxilio del justo, como el del v. 34, ni el grito del demonio de la muerte. El trasfondo apocalíptico podría aconsejar interpretarlo como grito de triunfo, como llamada de juicio o como señal apocalíptica del final.30

Amor, soledad y abandono en el madero de la ignominia El segundo juicio es el de velo rasgado (38), el inicio del juicio de Dios, que se opone hondamente al juicio de los seres humanos contra su Hijo. Dos señales escatológicas revelan el sentido de la muerte de Jesús: a) Ha llegado el día de Yahvé, cuya dimensión salvífica, no de venganza, aparece en el cap. 13; el Día de Yahvé coincide con la muerte de Jesús, por la que se hunde el mundo antiguo e irrumpe el mundo nuevo. b) el velo se rasga y ya no retiene la presencia de Dios, acabando con la distancia entre Él y el pueblo; simboliza el fin del templo anunciado por Jesús (cf 11.12-14, 20, 23). Se cumple la condena de Jesús contra el centro judío (cf. 1.21-22). Entre estas dos interpretaciones escatológicas de la muerte de Jesús se sitúan los dos momentos en que él mismo la interpreta: su oración (v. 34) y el grito (v. 37).31

¿Dónde se encontrará Dios ahora en la historia? Marcos remite a la imagen de Ezequiel, cuando Dios abandonó el Templo por causa de las infidelidades de Israel. En este caso, el pueblo ha obedecido al Dios del Poder asesinado al justo y al pobre indefenso. Por eso, Dios sale de allí al momento de la muerte de Jesús. “Eso aclara el fondo del drama, y muestra la identidad que hay entre Jesús y la presencia de Dios en Israel. Ha sido el único verdaderamente fiel al proyecto de Dios”.32 Con todo ello, el culto sacrificial ha concluido para siempre. Además, la ruptura del velo puede ser leída como “apertura del acceso a Dios para los no sacerdotes y para los gentiles o como revelación de la majestad de Dios. En la muerte de Jesús se produce la apertura del acceso o de la revelación de Dios. […] Dios se desvela en la cruz de su Hijo y es accesible para todos, también para los gentiles”33 y las mujeres, tal como se verá a continuación. El tercer juicio es el del comienzo de la fe ¡en un representante del imperio criminal! que confiesa que “ese hombre era el Hijo de Dios” (39). Su fe juzga a todos J. Gnilka, op. cit., p. 378. C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 235 y nota 62. 32 Ibid., p. 236. 33 J. Gnilka, op. cit., p. 379. 30 31

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los que no han creído en medio de tantos signos salvíficos, además de que marcó el contraste entre quienes pasaban e insultaban a Jesús, en vez de creer en él. “Quien está dispuesto a creer no necesita señales mágicas; es capaz de comprender que precisamente no bajando de la cruz se revela como hijo; porque no es el hijo del Todopoderoso, sino el hijo del Padre, que está al otro lado del poder mundano”.34 Estamos completamente delante del poder-servicio, del podersumisión a la voluntad divina, de un poder desdoblado en amor y entrega que no requiere alardes visibles ni triunfalistas. En la aparente derrota se visualizaba y se anticipaba una nueva forma de victoria sobre los poderes de la muerte y de la injusticia, no desde la violencia supuestamente aceptable, sino de la acción divina expresada en la entrega incondicional del Hijo amado. A diferencia de la dirigencia judía que exigía señales extraordinarias para creer, el centurión desemboca en una fe inapelable y cierta. “Hay, pues, un profundo cambio en las condiciones para ver, que prepara el mensaje último del relato: dónde se ve a Jesús. No se le ve dónde y cómo el lector ha determinado previamente, sino en el grito desconcertado, pero confiado, ante el silencio del Padre y en el morir de esa manera. Y hay que responderle regresando por el camino de Galilea, una vez que haya resucitado”.35 El relato no puede cerrarse sin mostrar a las únicas personas que habían sido fieles y serviciales de principio a fin (41a), las muchas mujeres que, ahora, “miraban desde lejos” (40a) por causa de las restricciones legales y rituales. Mirar no estaba prohibido, era lo único que podían hacer, pero su mirada era de fe y creencia indiscutibles. Este versículo se apoya en el salmo 38.11, sobre la lejanía de los más cercanos. Pero esa presencia solidaria y empática dice mucho: ellas serán fuente información y testigos del acontecimiento, tres mujeres como réplica (y crítica) de los discípulos preferidos. “Si han hecho la marcha a Jerusalén con Jesús [41b], debe presentárselas como quienes entendieron que el seguimiento de Jesús es seguimiento de la cruz. […] A la recta comprensión de la fe tiene que acompañar la praxis recta de la vida. Ésta comprende el servicio amoroso y el sí a la cruz”.36 Fueron discípulas completas y firmes a carta cabal, tal como lo afirma la estudiosa brasileña Ana María Tepedino (1941-2018):

C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 236. Énfasis agregado. Ídem. 36 J. Gnilka, op. cit., p. 382. Énfasis agregado. 34 35

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Si Marcos consideraba que estas mujeres están junto a la cruz pertenecían al grupo menor de discípulos, ¿por qué, hasta ese momento, quedan prácticamente ocultas en el evangelio? Un argumento frecuentemente utilizado contra ellas se basa en que los evangelios no relatan ninguna vocación de mujeres. La forma de relacionarse Jesús con ellas, respetando su dignidad y tratándolas con ecuanimidad era suficiente para que lo siguiesen. Es como si Jesús no tuviera que ordenarles “sígueme”. Parece que el seguimiento de las mujeres se basa en la gratuidad y en la gratitud. Algunos especialistas hacen hincapié en que el “mensaje de Jesús debió tener un especial impacto sobre las mujeres de Israel” [Carlos Mesters]. […] Marcos identifica a las mujeres tres veces: en 15.40, como testigos de la crucifixión; en 15.47, como testigos de la localización del sepulcro, y en 16.1, como testigos del sepulcro vacío. Esa triple referencia, ¿no será acaso una intención marcana de disculparse por el silencio anterior y de mencionar el discipulado de la mujer?37

Finalmente, este recorrido por la reconstrucción histórico-teológica de Marcos puede ayudar a superar los énfasis concordistas, es decir, la supuesta necesidad de agrupar todos los relatos evangélicos para producir una visión única de los sucesos. Al verificar lo relatado así, por primera vez, y en los demás evangelios, incluso por separado, es posible apreciar los matices propios de cada uno. Marcos hizo una grandiosa aportación con su recorrido puntual, dominado por el deseo de exponer la singularidad de la acción redentora de Jesús de Nazaret: Con el asesinato de Jesús, los hombres daban su última palabra sobre su proyecto de Reino. La respuesta del hombre a la oferta de vida que hacia el Padre fue dar muerte a su Hijo. El silencio del Padre ante la muerte de Hijo no debe interpretarse como resignación pasiva o como una aprobación de Dios a la muerte de su Hijo, como muchas veces se ha entendido. Resulta blasfemo entender a Dios de esa manera. Su respuesta será no la muerte de los asesinos, sino el dar vida definitiva al Hijo asesinado.38

O, como lo expresa el teólogo reformado alemán Jürgen Moltmann (1926) mirando hacia el interior del propio Dios al plantearse “los sufrimientos divinos de Cristo”: El Padre padece la muerte del Hijo; la padece con el infinito dolor del amor al Hijo. por eso, a la muerte del Hijo corresponde el dolor del Padre. Y si el Hijo pierde de vista al Padre en este viaje al infierno, también el Padre pierde de vista al Hijo en este juicio. Aquí está en juego el ser de Dios, la vida interna de la trinidad. El amor compasivo del Padre se convierte en dolor infinito hasta la muerte. El amor-respuesta del Hijo se convierte en sufrimiento infinito por el abandono del Padre. Lo que acontece en el Gólgota llega a las honduras de la divinidad y por eso marca la vida trinitaria de Dios en la eternidad.

A.M. Tepedino, Las discípulas de Jesús. https://mercaba.org/ARTICULOS/D/discipulas_de_jesus.htm. 38 C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 236. 37

Madrid,

Narcea,

1994,

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Cristianamente hablando, en el centro de la trinidad está siempre la cruz, pues la cruz revela el corazón del Dios trino que late por toda su creación.39

¿Cómo responder ante todo esto?: No me mueve, mi Dios, para perderte el mundo que me das, por ya sabido, ni me mueve el valor de lo sentido para dejar, por eso, de quererte. Tú me mueves, Señor, y al ofenderte ya atribulado, ahí, ya sometido, muéveme, así, el furor de lo vivido, muévenme tus anhelos y tu suerte. Llévanme hoy tus manos y la espera de saber que en el cielo hay un ara donde el encuentro fiel no se temiera: una ocasión fugaz porque te quiera para gozar tu paz que, oh, desespera, porque, aunque quiero más, ya te quisiera. (LC-O)

J. Moltmann, El camino de Jesucristo. Cristología en dimensiones mesiánicas. [1989] 2ª ed. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2000 (Verdad e imagen, 129), p. 243. Énfasis agregado. 39

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7. EL SEÑOR MANIFIESTA SU PODER SOBRE LA MUERTE (Marcos 16.1-8) 12 de abril de 2020 Cuando en el relato se ordenaba el silencio, Jesús era desobedecido; ahora que se les ordena ir a anunciar, las mujeres callan de miedo. Es la migración de sentido que engloba todo el relato, que va de la proclamación al silencio, pasando por el fracaso de Jesús, la incomprensión de los discípulos y el miedo de los testigos. Parecería una narración orientada a desautorizar todo lo narrado. El tema del ver a Jesús cobra una importancia fundamental como hilo conductor del relato: ven que el obstáculo físico de acceso al cuerpo de Jesús ha sido removido; ven al joven vestido de blanco; este les invita a que vean el lugar donde lo pusieron; el mensaje del cielo remite a Galilea para ver al Jesús que no han visto en el sepulcro. El relato, pues, remarca una dialéctica entre ausencia y presencia, visión y no visión, en la que se contraponen dos lugares y dos modos de ver a Jesús: el sepulcro y Galilea, es decir, el culto y el seguimiento; a cada uno de esos lugares corresponde una manera de entender a Jesús y su práctica.40

Éste es el “primer final” del evangelio de Marcos en el que el rumbo de los acontecimientos parecía sombrío y poco alentador. Los conflictos enfrentados por Jesús lo llevaron a una muerte injusta, violenta e ignominiosa que sumió a sus seguidores en la tristeza más absoluta. Todo había terminado para ellos/as y ahora había que retomar la cotidianidad casi como si nada hubiera pasado. Aparentemente la injusticia, la impunidad y la muerte habían impuesto, una vez más, su dominio: “Para las mujeres, Jesús es un muerto. A un muerto se le encuentra en el sepulcro, que es el lugar que encierra su memoria, y el sello que clausura su existencia, su práctica, su presencia en la historia. Lo único que se puede hacer con él es ungirlo, es decir, concluir los ritos funerarios que cierran el ciclo de la existencia humana, para que pueda descansar adecuadamente en el sheol”.41 Hasta el final de su vida Jesús había sido marginado por la ley de la pureza y todo lo relacionado con su cadáver extendía la impureza, pero aun así las mujeres corrieron el riesgo y se acercaron a la tumba para ungirlo con perfume, lo que ya se había hecho con él antes de morir (14.3, 8-9). El ritual se rompe con la presencia inesperada de alguien vestido de blanco que les anuncia la ausencia de Jesús en la tumba (16.6b), lo impensado, aunque anunciado por Jesús, la superación de la muerte. Ellas debían avisar lo sucedido a los discípulos que habían escapado, pero “no dijeron nada a nadie porque estaban dominadas por el miedo” (16.8b), es decir, no hicieron lo que se les pidió, guardaron un silencio total.

40 41

C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 241. Ídem. 25


Pero Dios les cambia su proyecto limitado a ver ungir a Jesús. No pueden hacer nada, porque no hay nadie a quien ungir. El sepulcro está abierto y vacío y no es posible verlo allí. No es lugar de encuentro con él porque no tenía poder para clausurar su presencia en la historia; porque nada de él ha quedado allí encerrado. Es inútil quedarse allí. Para encontrarlo hay que salir del sepulcro. Porque el ausente aquí va caminando de nuevo por Galilea.42

La enseñanza del suceso es clara: a Jesús no se le encuentra en el reino de los muertos sino en el espacio de la vida, en la cotidianidad transformada (Galilea) por la influencia del reino de Dios. Sólo allí podrían verlo nuevamente, pues él se ha anticipado: “va a Galilea para llegar antes que ellos. Allí podrán verlo, tal como les dijo antes de morir” (7b). ¿Cuál es la razón de un relato incompleto hasta el v. 8? ¿Acaso la práctica truncada violentamente exigía un relato también incompleto, atravesado por el miedo de las mujeres y la cobardía de los discípulos? No se insiste en la resignación, se busca más bien que los lectores/as se encarguen de proseguir en el camino en busca de Jesús. Sólo en la experiencia de Galilea (en el camino, en retomar la vida cotidiana con nueva esperanza) sería posible reencontrarse con él. Marcos pospone los relatos de apariciones para marcar el nuevo rumbo de la fe de sus seguidores: “Marcos pone al lector en su justo lugar, que es el de las mujeres que recorren cierto itinerario [...] El sepulcro empuja hacia afuera [...] es preciso ir allá, pero para ser arrebatado por otro proyecto”.43

Ibid., p. 242. Xavier Léon-Dufour, Resurrección de Jesús y mensaje pascual. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1973 (Biblioteca de estudios bíblicos, 1), p. 201ss. Énfasis de C. Bravo Gallardo. 42 43

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8. EL SEÑOR MANIFIESTA EL TRIUNFO DE LA VIDA (Marcos 16.9-18) 12 de abril de 2020 El domingo muy temprano, después de que Jesús resucitó, se le apareció a María Magdalena. Tiempo atrás, Jesús había expulsado de ella a siete demonios. Mientras los discípulos estaban tristes y llorando por la muerte de Jesús, llegó ella y les contó que Jesús estaba vivo. MARCOS 16.9-10, TLA No basta con que sepamos que Cristo ha resucitado, que la tumba ha quedado intacta. Tienes que dar un paso más y aprender a captar en ti la utilidad y el fruto de la resurrección; y a estar pendiente de que sería cosa tuya cuando no padecemos con, morimos y resucitamos con.44 MARTÍN LUTERO

María Magdalena, primera testigo de la resurrección

S

i la primera parte del final del relato de Marcos está dominada por la sensación de miedo y temor que poseyó a las mujeres que buscaron el sepulcro de Jesús y lo encontraron vacío, además de que recibieron la orientación de un personaje angelical acerca de lo sucedido, pero optaron por guardar silencio, en la segunda parte de este final se parecía una voluntad dominante inversa, es decir, que a partir de esa nueva reconstrucción de lo acontecido con Jesús después de su muerte, se infundió un profundo despertar y un ánimo por dar a conocer la resurrección del Señor. Parecería como si, después de un tiempo en que se había impuesto la visión pesimista que controló la experiencia de los discípulos/as, un factor externo, acaso la forma en que Lucas retomó en su propia versión la historia, especialmente en el cap. 24 (con base en el famoso encuentro de Jesús con los caminantes hacia Emmaús), hubiera dotado de nuevos bríos a la comunidad surgida de lo contado por Marcos (cuyo lenguaje y vocabulario no coincide con esta sección) para reconsiderar lo expuesto y relanzarlo con los énfasis que finalmente permitieron concluir el texto evangélico con un cierre canónico y definitivo. Mr 6.9-20 “probablemente fue utilizado como una especie de catecismo pascual den la enseñanza de la comunidad”.45 El esquema de esta última sección del texto es bastante claro: a) experiencia de María Magdalena (vv. 9-11); b) experiencia de los dos caminantes (vv. 12-13); c) experiencia de los Once (14-20).46 Como se ve, hay un movimiento de expansión numérica, para que un mayor grupo de personas se enterase de la gran noticia de la resurrección. “La primera experiencia de su presencia definitiva en la historia la tiene una mujer de la que Jesús había expulsado siete demonios, o sea, toda maldad M. Lutero, WA 17/1, p. 183, cit. por J. Gnilka, op. cit., p. 408. Ibid., p. 414. 46 C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 244. 44 45

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(v. 9), pero de una fidelidad y un amor a toda prueba”.47 Esta mujer se había ganado a pulso un lugar entre los seguidores del Maestro y su participación como primera persona testigo de la resurrección destaca como un momento crucial en el desarrollo de la fe pascual. Aquí, la influencia notoria es Juan 20.11-18. Pero el texto destaca la respuesta de incredulidad de los hombres que escucharon su testimonio, pues no era digno de crédito por todos los obstáculos acumulados en su contra: ser mujer y con una carga moral terrible (le habían sido expulsados siete demonios). “Esta primicia resultó sumamente provocativa para una cultura patriarcal machista como era la judía. La reacción de incredulidad de los apóstoles se entiende en ese contexto cultural. Imposible que ella, precisamente ella, una mujer y de mala reputación, hubiera visto a Jesus (y no ellos)”.48 “Para despertar su fe pascual será necesaria la cristofanía. Esto da credibilidad al mensaje pascual, pero es también una crítica a aquellos miembros de la comunidad que responden con la duda al mensaje”.49 No obstante, la cristofanía anunciada a Pedro (v. 7) no se cumple en él sino en María (protofanía), a quien se le aparece para dar continuidad a lo expresado en 16.2. Jürgen Moltmann, en una impactante conferencia de 2009, se refirió a este episodio de María Magdalena con unas palabras que le hacen enorme justicia a su papel como mensajera de la Resurrección, como Apostola Apostolorum (“Apóstola de los apóstoles”, “evangelizadora de los apóstoles”): “Pero entonces leo que el apóstol Pablo dice que las mujeres deben ‘callarse’ y guardar silencio en la congregación. Luego me pregunto qué afirmación está más cerca de Cristo. Y mi decisión es clara. Si las mujeres estuvieran en silencio todo el tiempo, entonces no tendríamos conocimiento de la resurrección de Cristo. Porque esto fue gracias a María Magdalena”.50 Segunda y tercera apariciones: dos discípulos y los Once De manera muy abreviada en relación con el extenso relato de Lc 24.13-35, a estos dos discípulos que al parecer no eran de los Doce, también se les apareció el Señor (16.12-13), pero su testimonio tampoco fue creído. “No eran de fiar. El factor común Ibid., p. 245. Ibid., pp. 245-246. 49 J. Gnilka, op. cit., p. 416. 50 Jürgen Moltmann, comentarios a la conferencia presentada en Emergent Village Theological Conversation, 2009, texto y audio: https://postbarthian.com/2014/01/09/jurgen-moltmann-onwomen/. Cf. Susan Haskins, “Apostola Apostolorum”, en María Magdalena: mito y metáfora. Barcelona, Herder, 1996, pp. 79-120. 47 48

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es la incredulidad total. No sólo no les creen, sino que no creen en la fuerza de Dios ni en el testimonio de los hermanos”.51 La reelaboración abreviada al máximo de lo sucedido con los caminantes de Emmaús aparece aquí como síntesis de la incredulidad que debió enfrentar el mensaje de la resurrección que, ahora con dos testigos varones, tampoco alcanzó el crédito buscado. La incredulidad aparece, entonces, como la gran preocupación para el momento en que la iglesia consideró necesario cerrar este evangelio con la presencia desplegada del Resucitado. Al manifestarse al grupo de once (16.14-20), ya fragmentado por la separación de Judas, no deja de escucharse el reproche en los labios del Señor, precisamente como crítica de la incredulidad mostrada, pues ahora ya no quedaba margen de duda: “Los reprendió por su falta de confianza y por su terquedad; ellos no habían creído a los que lo habían visto resucitado” (v. 14b). El balance para varios de ellos dejaba mucho que desear: “No pueden ser testigos de nada quienes huyen a esconderse llorando de aflicción. Uno de ellos lo entregó a la muerte, otro lo negó tres veces seguidas, los demás huyeron a esconderse. ¿Quién se fiaría de ellos como testigos? Pero el incorregible Jesús se les hace presente también a ellos, aunque ya no son los Doce, sino sólo Once, un grupo roto por la traición y la falta de fe. El número doce es de plenitud; once no es nada”.52 Como rastro de la influencia de Lucas aparece el consabido motivo del reencuentro de Jesús con el grupo “mientras comían” (14a), como parte de la comunión y fraternidad requeridas como espacio de revelación del Hijo de Dios resucitado para la vida de la iglesia. Y a ese grupo con tan fuertes tendencias para la disgregación y con una fe tan raquítica, Jesús Resucitado entregó la enorme tarea de hacer visible su presencia en el mundo, desde entonces hasta hoy. El encargo recibido siempre estaría más allá de las fuerzas del grupo, con todo y que su nuevo camino comunitario debía responder a las nuevas premisas establecidas. La transmisión de la tarea es casi una definición de la iglesia de todos los tiempos que hoy recibimos también, en medio de nuestra condición tan limitada y condicionada, tan similar a la de entonces: De ese grupo fragmentado, de incrédulos y duros de corazón, nació la Iglesia, nacimos nosotros. A ellos (a nosotros) confía una misión: Ir al mundo entero a proclamar la Buena Noticia y a construir la comunidad de fe [15-16]. No tenemos ningún mérito ni título; ni siquiera capacidades. Sólo una misión, una tarea y unos signos, que acompañan a los que creen: Exorcizar los demonios que amenazan al mundo, hablar lenguas y contenidos

51 52

C. Bravo Gallardo, op. cit., p. 246. Ídem. 29


nuevos de manera comprensible para todos, dominar al enemigo del hombre, simbolizado en la serpiente, superar lo que daña a la vida, contagiar la salud [17-18].53

Todo ello nos enseña que necesitamos resucitar continuamente como comunidad del reino, como grupo de fe dispuesto a morir y resucitar tantas veces como sea necesario, para comprender y experimentar la dinámica del propio Señor quien, aun así, observando tan profundamente nuestra incredulidad y desobediencia, confía en que intentaremos poner en práctica esta voluntad de fe, a pesar, incluso, de nosotros mismos, los primeros boicoteadores/as del proyecto divino de Jesús, el Resucitado. Así, capacitando a los discípulos para proseguir su misión, terminó Jesús su obra terrena. Y nos dejó. Nos dejó la historia como el espacio donde construir el mundo nuevo que nos enseñó a soñar y a forjar. Los discípulos salieron a poner por obra la misión confiada. Y el Señor Jesús les (nos) dejó la historia como el espacio encargado a los hombres; como su tarea. Y desde el cielo los (nos) acompaña, trabajando hombro a hombro con ellos (con nosotros), confirmando su (nuestro) mensaje con los signos que acompañan su (nuestra) palabra.54

Conclusión Esos signos (16.20b; con tantos paralelos tomados del libro de los Hechos, adonde la iglesia los experimentó efectivamente y con enorme eficacia), a veces tan definitivamente escasos en la vida y praxis de las iglesias, son los que casi siempre se espera que broten de la comunidad de fe. Específicamente el servicio de la salud y la integridad humanas, incomprendido también con gran frecuencia, está ahí como encomienda que el Resucitado dejó para que lo desarrolle su pueblo en plenitud. En esas señales “se pondrá de manifiesto que Cristo es el nuevo Señor de la creación y que él pretende incluir la totalidad de la creación en la salvación”.55 Ha sido la poesía latinoamericana la que, mediante profundas intuiciones, ha indagado en los misterios, dilemas y proyecciones de la resurrección de Jesús, como en el caso de un poeta-guerrillero guatemalteco, Roberto Obregón (1940), desaparecido alrededor de 1970: Resurrección Cristo se fue desprendiendo del madero Quedóse con los clavos con las espinas retoñando ya en las manos y en la frente Volvía robustecido de crímenes y leyendas Ídem. Ídem. 55 J. Gnilka, op. cit., p. 418. 53 54

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Milagros y amenazas de destrucción y advenimiento Allí mismo nos sentamos a jugar a los dados Yo apuesto a la vida pronunció serenamente Y yo por qué no voy a apostar a la vida respondí (sonreí maliciosamente si le llevaba ventaja) Yo tiré AFIRMASTE ser el camino la verdad y la vida Mas indicaste vía irreal no contando la crueldad Mas en el primer encontrón pusiste la otra mejilla aunque en ciertas cosas claro poseías la razón Y para rematar a tus amigos preferiste la muerte Cada quien reconoce su lugar y le señalé la cruz Juguemos entonces apostemos con la eterna moneda antes de descender y precipitarme en el gólgota Cara me apresuré y él no tuvo más que decir CRUZ y el hacha de un abismo nos separó a los dos Él allá en una orilla y yo desde aquí clamoreaba YO MISMO ESCOGÍ ESTE MUNDO Y AGUANTARÉ NADIE ME MANDÓ YO SOLITO COMO CUALQUIER CRISTIANO El viento solamente el viento allá en el fondo arrancaba tierra a los pies de la alegoría Ya no quiero saber nada nada nada me alejaba con el dolor y los sueños de barro del hombre y la historia toda del que se llame Juan o María En pasando tres días al disiparse la bruma la cruz surgió desnuda así como antes del símbolo fresca y olorosa a árbol derramando sombra Se le subió Adán a la cabeza informó la prensa y a teletipo difundieron el rumor entre la muchedumbre En menos de lo que canta un gallo en los amplios dominios de Jehová en plenas narices le reventó un foco guerrillero comandado por el hijo de un carpintero56 (El fuego perdido, 1966)

Coda El mensaje del cielo (16.6-7) desarrolla esta dialéctica, enlazando cuatro momentos de la existencia de Jesús: • • •

la muerte en cruz se explica por la práctica del Nazareno; la ausencia de Jesús en el sepulcro se explica por la práctica de Dios a su favor; la manera de superar esa ausencia es el seguimiento, dado que él espera caminando en Galilea, encontrarlo dependerá de la movilización de la esperanza que se dé como respuesta; - y el lugar del encuentro con Jesús no es el pasado concluido, sino en el futuro inédito; no la contemplación del muerto, sino el seguimiento al que ha sido confirmado en la vida.

Recogido en L. Cervantes-O., ed., El salmo fugitivo. Antología de poesía religiosa latinoamericana. Terrassa, CLIE, 2009, pp. 501-502. 56

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A Jesús, resucitado por la fuerza del Padre, no se le unge como muerto, sino que se le sigue, prosiguiendo su causa. Hay, finalmente, una definición practica de la paternidad de Dios y de su silencio en la cruz: el Padre que ama la vida no protesta contra esa muerte matando a los asesinos sino rescatando al Hijo de la muerte, y haciendo de esa resurrección una promesa incluso para los que le matamos al Hijo. […] La resurrección no le quita un ápice al dolor de la muerte injusta. El resucitado es y será para siempre el crucificado. Y al resucitar al Hijo, el Padre confirma su proyecto y el camino hacia la cruz...57

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Ibid., p 242. 32


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