Letra núm. 749, 26 de diciembre de 2021

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ADVIENTO La temporada inicia del 28 de Noviembre al 24 de Diciembre

Esperando y observando Última Sección En Para muchos de nosotros, el día de Navidad es uno de los días más importantes del año, lo que es evidente al ver la gran atención que se le dedica a los preparativos. Itinerarios, planes y presupuestos son preparados con meses de antelación. Miembros de la familia viajan desde lejos. Somos detallistas al decorar. Planeamos los menús. Compramos, empacamos y escondemos los regalos. Hay intencionalidad, alegría y anticipación – todo porque este día es significativo y valioso, y además creemos que es una realidad-. Navidad no es solo un producto de nuestra imaginación; es real. No nos complicaríamos buscando el árbol y haciendo largas filas si no creyésemos que Navidad, es algo real. Todos los años, en las vísperas de Navidad, esperamos con expectativa y hacemos todo lo necesario para prepararnos y estar listos el 25 de diciembre. Si pasamos meses preparándonos para celebrar y recordar la primera venida de Cristo, ¿cuánto más no deberíamos prepararnos para Su regreso? Ese día también es una real y absoluta verdad. A diferencia de Navidad, que todos sabemos cuándo es, solo el Padre sabe el día y hora en que el Hijo regresará. ¡Jesucristo, el Hijo de Dios, el Amado, regresará! Al final de los tiempos, Él partirá el cielo y descenderá para destruir toda la maldad, y recibir la adoración que por derecho le pertenece, y nos guiará a una eternidad –libre de pecado, sufrimiento, decepción y miedo-. En ese día, los hijos de Dios caminarán con completa convicción y deleite ilimitado al ver a nuestro Amado, cara a cara. Seremos libres del pecado y la corrupción de este mundo. Y aunque suene maravilloso, el verdadero tesoro es Jesús. Su regreso marca el inicio de una comunión eterna e inquebrantable, con Él. Es un día en el que debemos creer, meditar, esperar y prepararnos con gozo, anticipación, esperanza y temor. El día del regreso de Jesús, es una realidad que aún no se ha concretado. Hoy nos encontramos como los israelitas en su oportunidad – como un pueblo esperando – lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo debemos esperar, y qué significa estar preparado para ese día? ¿Cómo debiésemos, como pueblo de Dios, vivir mientras esperamos y anhelamos Su venida? Pedro pregunta y responde precisamente esto en su segunda carta. Sin embargo, queridos amigos, hay algo que no deben olvidar: para el Señor, un día es como mil años y mil años son como un día. En realidad, no es que el Señor sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Al contrario, es paciente por amor a ustedes. No quiere que nadie sea destruido; quiere que todos se arrepientan. Pero el día del Señor llegará tan inesperadamente como un ladrón. Entonces los cielos desaparecerán con un terrible estruendo, y los mismos elementos se consumirán en el fuego, y la tierra con todo lo que hay en ella quedará sometida a juicio. Dado que todo lo que nos rodea será destruido de esta manera, ¡cómo no llevar una vida santa en obediencia a Dios, esperar con ansias el día de Dios y apresurar que este llegue! En aquel día, él prenderá fuego a los cielos, y los elementos se derretirán en las llamas. Pero nosotros esperamos con entusiasmo los cielos nuevos y la tierra nueva que él prometió, un mundo lleno de la justicia de Dios.


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