Segunda conferencia sobre los 450 años de la Biblia del Oso

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EN LOS 450 AÑOS DE LA BIBLIA DEL OSO, DE CASIODORO DE REINA (II): ANTECEDENTES Leopoldo Cervantes-Ortiz Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday, 21 de julio de 2019

Que ni las disputas inoportunas, ni las defensas violentas, ni los pretextos cautelosos, ni el fuego, ni las armas, ni toda la potencia del mundo junta podrá ya resistir, que la Palabra de Dios no corra por todo tan libremente como el sol por el cielo, como ya lo vamos todos probando por experiencia; y sería prudencia no poca aprender de lo experimentado para lo porvenir, y tomar otros consejos.1 C.R.

Introducción l consenso sobre las enormes dimensiones del trabajo que se propuso Casiodoro de Reina para traducir la Biblia completa es unánime: se trata de una de las gestas religiosas y culturales más vastas del siglo XVI por su importancia y alcances, en medio de un ambiente socio-político completamente opuesto a su realización. Entre los recientes autores que han escrito sobre este esfuerzo monumental, el sacerdote católico Constantino Bada Prendes, con su tesis doctoral defendida en la Universidad Pontificia de Salamanca en enero de 2017,2 reconstruyó el proceso completo de concepción y realización de la labor de traducción del antiguo monje jerónimo. Como explica la profesora Els Agten, de la Universidad Católica de Lovaina, al referirse a las traducciones bíblicas del siglo XVI: “Dichas obras se imprimieron y reeditaron, principalmente, en el exilio en Suiza, Italia y los Países Bajos, lo que las convirtió en una empresa transfronteriza. Además, los traductores fueron judíos exiliados y refugiados religiosos que simpatizaban con la Reforma, lo que, a menudo, comportó discusiones sobre la ortodoxia de las traducciones, que estaban destinadas a la vez a los habitantes de la península ibérica y a los círculos de exiliados en el extranjero”.3 Esta autora traza el panorama de las traducciones bíblicas al castellano desde antes de la Reforma (las “Biblias romanceadas”) y encuentra que, contradictoriamente, debieron enfrentar las prohibiciones oficiales desde el siglo XIII. La más importante, quizá es la de 1478, atribuida a la Inquisición y aceptada por los Reyes Católicos. “A mediados del siglo XVI, comenzaron a perfilarse y radicalizarse las posturas sobre la traducción y la lectura de la Biblia en lengua vernácula. Defensores y adversarios de las biblias vernáculas se enfrentaban más nítidamente, sobre todo bajo la influencia de las ideas humanistas de Erasmo de Róterdam (1466-1536) y de los reformadores que siguieron su ejemplo”.4 Como una reacción contra el protestantismo, Carlos V reforzó esa prohibición en una fecha desconocida, lo que desencadenó una especie de fiebre por traducir las Escrituras, así fuera sólo parcialmente. A partir de entonces, la atención se centró en los “herejes protestantes” y ya no en movimientos como los albigenses o los valdenses, o los judíos, y especialmente en contra de la presencia, escasa, de protestantes en Sevilla y en Valladolid. En un memorial de libros prohibidos enviado por el Consejo de la Suprema Inquisición al Tribunal de Barcelona el 17 de junio de 1545 se prohibieron las traducciones tendenciosas o hechas por autores considerados herejes, mientras que las traducciones parciales, que seguían las tradiciones romanas, como las del Salterio, las epístolas o los evangelios, no fueron condenadas. El Índice de 1551, del inquisidor general Fernando de Valdés añadió un apéndice para los libros españoles.

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Casiodoro de Reina, “Amonestación del intérprete de los sacros libros al lector y a toda la iglesia del Señor, en que da razón de su translación ansí en general, como de algunas cosas especiales”, en La Biblia que es los sacros libros del Nuevo y Viejo Testamento. Basilea, Thomas Guarin, 1569, p. XVIII. Versión actualizada: La Biblia del Oso. Libros históricos (I). Juan Guillén Torralba, ed. Madrid, Alfaguara, 1987, pp. 7-8. 2 Cf. Jacqueline Alencar, “Constantino Bada Prendes defiende su tesis doctoral La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina: Primera Traducción completa de la Biblia al castellano”, en Salamanca al Día, 26 de enero de 2017, https://salamancartvaldia.es/not/139169/constantino-bada-prendes-defiende-tesis-doctoral-biblia-oso/ y “Símbolo del protestantismo hispano: la Biblia del Oso y su autor”, en Religión Digital, 5 de febrero de 2017, www.religiondigital.org/opinion/Biblia-Oso-autor_0_1873312673.html+&cd=4&hl=es-419&ct=clnk&gl=mx. 3 E. Agten, “Las traducciones de la Biblia al castellano y la Reforma: una empresa transfronteriza”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández Terricabras y David Kahn, dirs., Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la Península Ibérica en el siglo XVI. Madrid, Casa de Velázquez, 2018, p. 95, https://books.openedition.org/cvz/5747?lang=es. 4 Ibíd., p. 99. 1


Traducciones establecidas y más recientes “Sin la Biblia no habría Europa”, ha afirmado el filósofo Karl Jaspers. ¿Podríamos aplicar esa afirmación con entera verdad a España? ¿Han tenido la misma influencia en España los libros del Antiguo y Nuevo Testamento que en Alemania e Inglaterra, cuyas lenguas han nacido y crecido troqueladas por la traducción bíblica de Lutero en un caso y afectada decisivamente por la King James Version en el otro? ¿Hay alguna traducción castellana que haya ejercido semejante influencia en nuestra lengua, hábitos mentales y expresión de la calle, como ejercieron aquéllas?5 OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL (1934), teólogo español

En los primeros siglos del cristianismo aparecieron numerosas traducciones de la Biblia al siríaco, copto, armenio, gótico, georgiano, árabe, eslavo, etcétera. El reinado de la Vulgata latina de San Jerónimo como traducción oficial al idioma litúrgico y teológico era indiscutible aun cuando, al final de la Edad Media, existían muchas recensiones y manuscritos de su texto, lo que trató de ser resuelto (hasta 1590) con una versión más uniforme de la misma. Pasaría tiempo antes de que se comenzara a cuestionar su utilidad ante el surgimiento de los nuevos idiomas europeos. Progresivamente, surgieron intentos por mejorar esa versión oficial. A comienzos del siglo XVI, explica Bada Prendes, “Jacques Lefèvre d’Etaples (1450-1537) y Erasmo ya habían preparado sendas ediciones parciales del texto bíblico en latín en las que la revisión de la Vulgata se manifiesta tan profunda que, en realidad estamos ante textos totalmente nuevos. Erasmo se sirve del trabajo que Lorenzo Valla (1406/7-1457) había realizado a mediados del siglo XV, manuscrito que él encontró y editó en 1506”.6 En Italia y Alemania hubo trabajos similares, lo que comenzó a abrir la puerta para la traducción a las lenguas vernáculas, como el castellano, lo que sucedió desde finales del siglo XV y durante la primera mitad del XVI. Doris Moreno se refiere a ello: “Traducciones parciales de la Biblia habían aparecido en lenguas vulgares mucho antes de la traducción completa de Lutero al alemán (1534). Hubo dieciocho ediciones parciales de las Escrituras en alemán entre 1466 y 1522. Las primeras cuatro italianas son de 1471. Lefèvre d’Etaples ya traducía la Biblia al francés en 1521. En 1515 un canon de la catedral de Lund llamaba a hacer una traducción de la Biblia al danés”.7 Erasmo, el gran humanista, de enorme influencia en España, fue un modelo que atraía inevitablemente a los potenciales traductores de la Biblia, con todo y los conflictos que enfrentaba: “Erasmo, que recibió una notable influencia de este grupo [los Hermanos de la Vida Común], es el ejemplo más conocido de la tensión humanista: entre la aspiración de la lectura universal de los textos bíblicos y un ethos elitista que privilegiaba la lectura en sus lenguas originales, el hebreo y el griego”.8 Sus palabras para exhortar a la lectura (en Paraclesis o Exhortación al estudio de la filosofía cristiana, 1516; castellano: 1529) son muy llamativas: Mi deseo sería que todas las doncellas leyeran el Evangelio, que leyeran las Epístolas paulinas. Que éste estuviera traducido a las lenguas de todos los pueblos, para que no solamente pudiera ser leído y comprendido por los escoceses y los irlandeses, sino también por los turcos y por los sarracenos [...]. De modo que el campesino que empuña el arado cantara para sus adentros algo de él, que el tejedor tarareara algo de él al ritmo de su lanzadera y que el caminante sintiera que el camino se hace más corto con relatos de esta especie.9

Su Nuevo Testamento griego (1516) se estableció con notable autoridad y se volvió la referencia de quien deseara trabajar alguna traducción en todo el ámbito eclesial. Además, estableció principios de traducción e interpretación notables: “En primer lugar el sentido gramatical debe ser interpretado a partir de las más esmeradas destrezas lingüísticas y, por otra parte, el sentido espiritual, la divina verdad en Cristo, a su vez, debe ser expuesta en estrecho contacto con este sentido gramatical. Será [Sebastián] Castellio [1515-1563, posiblemente de familia valdense], en sus anotaciones a su versión latina de la Biblia [1551; francés, 1556], quien aplicaría con mayor énfasis estos principios Olegario González de Cardedal, “Aventuras de la Biblia”, en ABC Cultural, 8 de septiembre de 2001, p. 28. C. Bada Prendes, La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina; primera traducción completa de la Biblia al castellano. Tesis de doctorado en Teología. Salamanca Universidad Pontificia de Salamanca, 2016, p. 28. 7 D. Moreno, pp. 154-155. 8 Doris Moreno, p. 153. 9 Cornelis Augustijn, Erasmo de Rotterdam. Vida y obra. Barcelona, Crítica, 1990, 119, cit. por D. Moreno, op. cit., p. 154. 2 5 6


erasmistas”.10 Este autor influyó de manera determinante en la traducción de Casiodoro.11 Otra traducción latina importante fue la del dominico italiano Sanctes Pagnini (1470-1541), publicada en Lyon en 1527: La fidelidad al texto hebreo, junto con la elegancia del latín que emplea, hicieron que esta Biblia fuese objeto de numerosas alabanzas, entre ellas, las de Casiodoro de Reina. En su amonestación al lector […] Reina afirma no haber seguido “en todo y por todo” la vieja traslación latina, ya que el argumento de autoridad, que le viene de su antigüedad, es invalidado por adolecer de una correcta interpretación de la verdad del texto hebraico. Aunque reconoce haberla tenido cerca y consultado, no fue esta biblia la utilizada por él de modo sistemático […] En cambio, para acercarse más a la versión hebrea, Casiodoro confiesa haber seguido la biblia de Sanctes Pagnini, muy considerada en los círculos hebraístas y —en palabras del mismo Casiodoro— “la más pura que hasta ahora hay” (“Amonestación”, p. V). La traducción de Pagnini se reeditó en Colonia en 1541 y sólo un año más tarde aparece una nueva edición, esta vez en Ginebra, corregida por Miguel Servet (1511-1553). Muy probablemente uno de estos ejemplares ginebrinos es el que coteja Casiodoro de Reina durante su prolongada labor de traducción.12

Alrededor de 1534, Sebastien Münster (1488-1552) editó una nueva traducción latina y en 1543, en Zúrich, se publicó otra más, preparada “por algunos de los prohombres de la Reforma que emprenden la tarea de traducir de nuevo el texto. En 1546, había sido editada en París la quinta de las ocho ediciones de la Biblia latina de Roberto Estienne. En sus dos volúmenes en octavo ofrecía a doble columna la versión Vulgata, en la columna interna y una nueva traducción latina de los protestantes de Zúrich, en la columna externa. En los márgenes exterior e inferior aparecían las notas o escolios del hebraísta Francisco Vatablo (†1547), profesor de lengua de hebreo en el Collège Royal”.13 Es la “Biblia de Vatablo”. Traducciones dentro y fuera de España “Desde finales del siglo XV y durante la primera mitad del siglo XVI aparecen numerosas traducciones parciales de la Biblia y fragmentos de textos bíblicos traducidos al castellano e insertos en innumerables libros de piedad”.14 Ello a pesar de las advertencias y prohibiciones que pesaban sobre las “lecturas inconvenientes”, algunas desde el siglo XIII, al que se remontan los primeros intentos: la Biblia Alfonsina es de 1280. En los siglos XIV y XV hubo varias traducciones judías, como la Biblia de Alba (AT, 1433), del rabino Mosé Arragel. Martín de Lucena, judío converso, hizo una traducción de los Evangelios y Epístolas directamente del griego (1450). Por encargo de los Reyes Católicos, en 1512, el franciscano Ambrosio de Montesinos corrigió una traducción de las lecciones litúrgicas de los Evangelios y las Epístolas que en 1485 hizo un laico de Zaragoza, Micer Gonzalo de Santa María. Ya para mediados del siglo XV se habla de que había un auténtico “mar de traducciones” y, en la misma época hubo versiones al catalán y al valenciano que fueron perseguidas sin piedad. En 1492, los Reyes Católicos prohibieron poseer biblias traducidas del hebreo.15 A comienzos del siglo XV surge el movimiento de los “alumbrados”, que promovió la purificación de la vida eclesial y se dirigió a laicos y clérigos seculares, asimismo, destacaron la necesidad de la oración mental, iniciada por la devotio moderna de Tomás de Kempis (1380-1471), lo que ocasionó nuevas preocupaciones a los inquisidores sobre la cuestión bíblica por causa de los “conventículos” (grupos secretos de reunión) que surgieron. Al término peyorativo (“alumbrados”) se sumarían los de “luteranos” y “erasmistas”. La Paraclesis de Erasmo fue acogida con entusiasmo por los primeros. Con la aparición de la imprenta, las alarmas sonaron estruendosamente, por lo que Bada Prendes concluye: “El siglo XVI fue un siglo especialmente difícil, tanto para los censurados, que creían injustos ser condenados por leer aquello que ansiaban, como para los censores, no todos igual de convencidos respecto a la conveniencia de su labor”.16 El concilio de Trento (1545-1563), a 10

C. Bada Prendes, op. cit., p. 18.

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Ibíd., p. 29. Ídem. 14 Ibíd., p. 31. 15 Cf. Sergio Fernández López, Lectura y prohibición de la Biblia en lengua vulgar. Defensores y detractores. León, España, Universidad de León, 2003. 16 C. Bada Prendes, op. cit., p. 40. 3 12 13


su vez, tomó una postura moderada al respecto. La Biblia del Oso incluye, justo antes de comenzar el texto del Génesis, uno de los decretos de este concilio (1546) acerca de la conveniencia de prohibir la traducción de la sagrada Escritura a las lenguas vulgares. El primer impulso humanista tuvo que ver con el retorno a las fuentes antiguas (ad fontes), una de las consignas más características de esta escuela. Otro de los aspectos importantes fue el deseo de recuperar y fijar los textos originales, tareas indispensables para llegar hasta el mensaje revelado. El citado Nuevo Testamento de Erasmo se adelantó a la Biblia Políglota Complutense (de Alcalá, 15021517, 6 vols., a la que él fue invitado infructuosamente a colaborar), en la que aparecen los textos hebreo, arameo y griego, junto al texto latino. Esta Biblia fue alentada por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517) y se constituyó como la cumbre más alta del trabajo filológico en la España del siglo XVI. Reeditada por Felipe II el mismo año de aparición de la Biblia del Oso, fue la gran referencia para los estudios bíblicos de su época. Mientras tanto, en el ámbito católico, Martín Martínez de Cantalapiedra publicó Hypothyposeon (1565), una de las introducciones a la Biblia más importantes de ese siglo y, en el mundo protestante apareció la la Clavis Scripturae Sacrae (Cómo interpretar las Sagradas Escrituras, 1567) prestigiosa obra de Matías Flacius Illiricus (1520-1575), de gran influencia también. El humanismo erasmista se impuso en los espacios formativos universitarios como criterio académico ante “la imperiosa necesidad de que el teólogo se formase filológicamente”.17 Otros antecedentes para la Biblia del Oso fueron, cronológicamente, la Biblia de Ferrara (1553, llamada así por su lugar de impresión), para el Antiguo Testamento, promovida por Duarte Pinel (Abraham Usque) y Jerónimo de Vargas (Yom Tob Atias, hijo de Leví Atías), aun cuando ya para su tiempo era una traducción bastante arcaica. Menéndez y Pelayo se expresa así acerca de ella: “…que por lo sobrado literal y lo demasiado añejo del estilo, lleno de hebraísmos intolerables, ni era popular, ni servía para los lectores del siglo XVI”. Esta Biblia valora también mucho la traducción de Pagnino y es innegable que Casiodoro la usó como referencia, aunque no siempre se dejó influir por ella. No obstante, sus ecos se dejan oír en varios lugares. Para el Nuevo Testamento, en el ámbito reformista, Juan de Valdés (1509-1541) y Francisco de Enzinas (1518-1552) habían traducido e impreso, el primero los Salmos (1537), el evangelio de Mateo (1539) y parte de las epístolas de San Pablo, y el segundo el Nuevo Testamento (Amberes, 1543, entregada en manos de Carlos V en Bruselas, lo que le costó ser apresado). Ambas traducciones pudieron ser de gran utilidad para la posterior edición del N.T. (Ginebra, 1556) llevada a cabo por Juan Pérez de Pineda (1500-1567, fugado junto con Reina de Sevilla). Una nueva edición que se hacía en París en 1567 seguramente nunca llegó a sus manos. Algunos críticos han acusado de servirse en demasía de Enzinas y Pérez, pero lo cierto es que los valora y decide seguirlos o no. Además, no debe olvidarse que Pérez de Pineda escribió en 1560 una Epístola Consolatoria “cuya finalidad era la de fortalecer los ánimos de los protestantes españoles en el exilio, y también una carta en 1557 dirigida a Felipe II en la que le exhortaba a poner remedio a los males de la nación. Al final de su vida ejerció como capellán de la Duquesa Renata de Ferrara, noble proclive a la protección y mecenazgo de los reformados perseguidos. En sus disposiciones testamentarias dejó todos sus bienes para sufragar la impresión de una Biblia al castellano, parte de cuyo montante será cedido a Casiodoro de Reina para publicar la Biblia del Oso”.18 Una conclusión de Bada Prendes (al ocuparse del caso de Dt 5.22) puede servir muy bien para cerrar: “Se va haciendo patente que en el proceso traductor llevado a cabo por Casiodoro de Reina han estado presentes las distintas variantes de las traducciones, especialmente las latinas. Ya podemos aseverar que Sanctes Pagnino parece ser, al menos porcentualmente, el “bastón” habitual de nuestro traductor mientras que el texto de la Vulgata se revela como un apoyo más que ocasional. De momento Castellio no deja huellas y Ferrara no influye notablemente, aunque se observa que Casiodoro conoce el texto y en ocasiones se hace eco de él”.19

Ibíd., p. 57. Ibíd., p. 214. 19 Ibíd., p. 230. 17 18

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