México es un estado fallido desde hace varios años: las mujeres de Juárez, los feminicidios por todo el país, los niños ABC, los inmigrantes ejecutados, las masacres constantes como la de Tlatlaya, los descabezados, descuartizados y quemados, las zonas de exterminio, las fosas clandestinas, los daños “colaterales”, los estudiantes y los periodistas, la autoridad siendo partícipe del crimen y el crimen gobernando… No cabe duda, sin seguridad, sin protección, sin condiciones de desarrollo, los mexicanos de nuestro tiempo experimentan el horror, el terror y el error de ser mexicano y vivir en México. Tlatlaya e Iguala no son sino los dos dolorosos casos más recientes; y tal vez no sean ya los más recientes. ¿Cómo creer el discurso de la no impunidad cuando lo que reina y se sobrepone a México en todos los niveles y órdenes, vertical u horizontalmente, es precisamente la impunidad? ¿Cómo creer el discurso de la no impunidad si la frivolidad de los políticos, la vida de “grandes señores” que se procuran, sus comportamientos poco éticos, su escaso interés por el país, sus privilegios, su ambición, su voraz enriquecimiento va contra semejante discurso? Y en el caso de Iguala, la impunidad tiene un nombre claro y también ramificaciones: Según relata la prensa, el gobierno federal sabía ya que José Luis Abarca, el presidente municipal, había asesinado a su correligionario perredista Arturo Hernández Corona y ordenado la muere de otros dos (cinco continúan desaparecidos desde mayo de 2013, cuando ocurrieron esos hechos); lo sabía Murillo Karam, quien, como procurador, negó atraer el caso; lo sabía Osorio Chong, que fue
informado de la negativa de Murillo; lo sabían Los Chuchos, pues los diputados locales de Nueva Izquierda impidieron el desafuero del alcalde; lo sabía el Senado, que en dos ocasiones solicitó la atracción del caso sin ser escuchado. Esto, de acuerdo a René Bejarano, quien denunció ante esas instancias lo que supo directamente de los sobrevivientes del crimen de 2013. ¿Quién más lo sabía? Algunos ya explican que la omisión del gobierno federal, del PRD y demás autoridades o instituciones, se habría debido a los compromisos de este partido en torno al Pacto por México en el proceso de las reformas impulsadas por el gobierno federal. Por otra parte, un reporte del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) señala que “el alcalde logró sobornar a las dirigencias estatal y nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a través de diversos mecanismos, como la entrega de dinero en efectivo y apoyos en especie destinados a la operación de dichos comités” (El Diario de Coahuila; 07-102014). La mala actuación (de mal actor) de Osorio Chong frente al asunto del IPN habría sido una estrategia frente a lo que se avecinaba y ya conocía de antemano. La tardanza del gobierno federal para entrar en acción en Iguala, ¿a qué debiera atribuirse? Una simple búsqueda en Google ofrece información sobre la corrupción del alcalde, de su familia, su nepotismo, sus ligas con la delincuencia; es decir, el crimen en curso no puede señalarse como una sorpresa. Y en tanto, este crimen (que ha servido para desviar la atención de la masacre de Tlatlaya), ha dejado abierta una interrogante: ¿Se trata de un crimen de Estado o de la organización delictiva o de ambas partes? ¿Qué se necesita para que México sea un país “normal” en el cual la sociedad pueda vivir su vida en paz?
POTENCIAS SIN DUEÑO Karl Barth, Instantes Santander, Sal Terrae, 2005, p. 66. “Quien comete pecado es siervo del pecado”. JUAN 8.34
E
l alejamiento del ser humano respecto de Dios entraña de manera inmediata su alejamiento respecto de sí mismo, que consiste en que empieza a existir sin dueño. ¡No es que su carencia de dueño pueda modificar en algo el hecho de que Dios es su Dios! Pero para el ser humano ya es bastante grave que pueda emprender tal huida hacia la falta de dueño. Las distintas formas de su capacidad se vuelven en este momento contra él, lo mismo que él se ha vuelto contra Dios. Sus facultades se convierten ahora en potencias devastadoras sin dueño. La historia universal es también la historia de los numerosos y palmarios absolutismos, dotados de la suficiente fuerza vital para desbordar a aquel que debía y podía ser su señor. Ningún conjuro ayuda en esto a la libertad humana: son los verdaderos motores de la sociedad. Una de las potencias sin amo es Mammón. El dinero es, en su total carencia íntima de valor, la quintaesencia de casi todos los valores humanos — no el dinero como tal, sino el dinero que el ser humano cree tener, cuando en realidad es aquel quien lo tiene a él, debido precisamente a que el ser humano quiere tenerlo sin Dios—. No caemos en la cuenta de las numerosas dependencias de este tipo que todos padecemos. Pero sería mejor que advirtiéramos cómo juegan ahí con nosotros, porque entonces sabríamos lo que hacemos cuando pedimos: “¡Venga a nosotros tu Reino!”. Se trata del benévolo desenmascaramiento, y finalmente la supresión, de esos absolutismos que nos dominan.
SEIS RAZONES PRICIPALES PARA ORAR A DIOS Juan Calvino Institución de la Religión Cristiana, Libro III, capítulo XX Por tanto, aunque Dios vela y está atento para conservarnos, aun cuando estamos distraídos y no sentimos nuestras miserias, y si bien a veces nos socorre sin que le roguemos, no obstante nos importa grandemente invocarle de continuo. Primeramente, a fin de que nuestro corazón se inflame en un continuo deseo de buscarle, amarle y honrarle siempre, acostumbrándonos a acogernos solamente a Él en todas nuestras necesidades, como a puerto segurísimo. Asimismo, a fin de que nuestro corazón no se vea tocado por ningún deseo, del cual no nos atrevamos al momento a ponerlo como testigo, conforme lo hacemos cuando ponemos ante sus ojos todo lo que sentimos dentro de nosotros y desplegamos todo nuestro corazón en presencia suya sin ocultarle nada. Además, para prepararnos a recibir sus beneficios y mercedes con verdadera gratitud de corazón y con acción de gracias; ya que por la oración nos damos cuenta de que todas estas cosas nos vienen de su mano. Igualmente, para que una vez que hemos alcanzado lo que le pedimos nos convenzamos de que ha oído nuestros deseos, y por ellos seamos mucho más fervorosos en meditar su liberalidad, y a la vez gocemos con mucha mayor alegría de las mercedes que nos ha hecho, comprendiendo que las hemos alcanzado mediante la oración. Finalmente, a fin de que el uso mismo y la continua experiencia confirme en nosotros, conforme a nuestra capacidad, su providencia, comprendiendo que no solamente promete que jamás nos Faltará, que por su propia voluntad nos abre la puerta para que en el momento mismo de la necesidad podamos proponerle nuestra petición y que no nos da largas con vanas palabras, sino que nos socorre y ayuda realmente. Por todas estas razones nuestro Padre Clementísimo, aunque jamás se duerme ni está ocioso, no obstante muchas veces da muestras de que es así y de que no se preocupa de nada, para ejercitamos de este modo en rogarle, pedirle e importunarle, porque ve que esto es muy conveniente para poner remedio a nuestra negligencia y descuido. Muy fuera, pues, de camino van aquellos que a fin de alejar a los hombres de la oración objetan que la divina providencia está alerta para conservar todo cuanto ha creado, y que, por tanto, es superfluo andar insistiendo con nuestras peticiones e importunidades; ya que el Señor por el contrario afirma: “Cercano está Jehová a todos los que le invocan” (Sal. 145.18). No ofrece más consistencia la otra objeción, de que es cosa superflua pedir al Señor lo que Él está pronto a darnos por su propia voluntad; ya que Él quiere que atribuyamos a la oración todo cuanto alcanzamos de su liberal magnificencia. Lo cual confirma admirablemente aquella sentencia del salmista: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Sal. 34, 15), Esto demuestra que Dios procura la salvación de los fieles por Su propia voluntad, de tal
manera que sin embargo desea que ejerciten su fe en pedirle, a fin de purificar sus corazones de todo olvido o negligencia. Velan, pues, los ojos del Señor para socorrer la necesidad de los ciegos; pero quiere, no obstante, que nosotros de nuestra parte gimamos, para mejor mostrarnos el amor que nos tiene. De esta manera ambas cosas son verdad: No se dormirá el que guarda a Israel (Sal. 121.3); y que no obstante, se retira como si nos hubiese olvidado cuando nos ve perezosos y mudos. ____________________________________________________________________
EL HORROR, EL TERROR Y EL ERROR DE SER MEXICANO Y VIVIR EN MÉXICO Héctor Palacio, www.sdpnoticias.com, 7 de octubre de 2014 Sin seguridad, sin protección, sin condiciones de desarrollo, los mexicanos de nuestro tiempo experimentan el horror, el terror y el error de ser mexicano y vivir en México. La masacre de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, no determinada aún en números finales porque hay 43 desaparecidos, tal vez signifique un peor acto, más barbárico, que el de la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968; fecha que, siniestra y trágicamente, convocaba el pasado 26 de septiembre a los normalistas que pretendían juntar fondos precisamente para el evento de la recordación del crimen de Díaz Ordaz, el gobierno y el Estado Mexicano contra esos estudiantes compañeros en el tiempo. Compañeros de viaje y destino; ¿quién diría que sobre esa fecha terrible, el 2 de octubre, seguirían cayendo cadáveres? Cuando el 26 de septiembre fueron interceptados, secuestrados, violentados, torturados y asesinados o desaparecidos por elementos policiales de una expresión del actual estado mexicano, la policía del municipio de Iguala (y según las notas periodísticas de inicio, policías federales e individuos encapuchados presumiblemente del grupo delictivo “Guerreros Unidos”), vivieron, antes de morir, el horror, el terror, el error de ser mexicanos y vivir en México. Vivir en México en tiempos tan violentos, tan impunes, tan desiguales, de miseria y ambición y poder corrompido, insaciable. Vivir en México cuando el poder y la organización criminal se alían para someter a la sociedad. Vivir en México cuando el Estado es absolutamente fallido en todos sus niveles de expresión y el individuo está a merced de la barbarie. Y ha sido un acto más bárbaro (adjetivo usado a menudo por José Revueltas para describir de manera constante mucho de lo mexicano), porque quienes lo ordenaron y ejecutaron, autoridades reconocidas por las instituciones formales del Estado (como el presidente municipal con licencia, prófugo), no ignoraban la historia de lo que fue el horror de 1968, horror que estaba a punto de cumplir un año más de haberse ejecutado y que quienes sufrirían la reiteración de la historia de manera más cruenta, la acción de su violencia terrible, se preparaban para dicha conmemoración (y se sabe del espíritu de lucha de la Normal de Ayotzinapa).