Sermones 2017

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© Leopoldo Cervantes-Ortiz, 2018

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Índice Enero “Escudriñarnos en la relación con el otro/a” (Ro 12.9-21): evaluar la vida comunitaria 1. Escudriñarnos en la relación con el otro 2. Lugar del amor en la vida comunitaria 3. El testimonio comunitario, prueba de fe 4. Relaciones humanas en la iglesia (II): perspectiva doctrinal Febrero “El amor del Señor es nuestra fortaleza” (Judas 1.9-21): en tiempos adversos 1. El amor del Señor es nuestra fortaleza 2. Tiempos adversos y tiempos propicios 3. El amor de Dios transforma todas las cosas Marzo “El amor sea sin fingimiento… Ámense los unos a los otros” (Ro 12.9-10): para edificar a la comunidad 1. “El amor sea sin fingimiento… Ámense los unos a los otros” 2. Un amor comunitario visible y transformador 3. Comunidad eclesial, comunidad abierta al mundo Abril "A todo puedo hacerle frente gracias a Cristo que me fortalece" (Fil 4.13, DHH) 1. “A todo puedo hacerle frente gracias a Cristo que me fortalece” 2. La fortaleza que da el Señor, garantía de esperanza Semana Santa El siervo sufriente: la pasión de Jesús en el profeta Isaías 1. El siervo de Dios se presenta ante el mundo 2. El Señor liberará a su pueblo 3. El Siervo mesiánico afronta las humillaciones 4. “Experimentado en quebranto”: el Siervo se entregó por todos/as Mayo “Mi familia y yo serviremos al Señor” (Jos 24.15b): familias fieles en tiempos de crisis 1. “Mi familia y yo serviremos al Señor”: la familia de Josué ante un cambio de época 2. “No te dejaré, si no me bendices”: la familia de Jacob y su reconstrucción espiritual 3. “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”: la familia de Jesús ante el advenimiento del Reino de Dios 4. “La fe no fingida que hay en ti”: la familia de Timoteo y los nuevos tiempos cristianos Junio “Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal” (Heb 13.4a): afirmaciones y exigencias presentes 1. “Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal” 2. Monogamia y sociedad: las bases bíblicas del matrimonio 3. El amor conyugal en el Antiguo Testamento: prácticas y cuestionamientos

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Julio “Vayan por todo el mundo y anuncien las Buenas Nuevas” (Mr 16.15): evangelización responsable y nueva sociedad 1. “Vayan por todo el mundo y anuncien las Buenas Nuevas” 2. Una evangelización responsable promueve también la justicia 3. Evangelización y amor de Dios en el mundo: perdón y reconciliación 4. La iglesia evangeliza con todo lo que hace Agosto “La fe viene por oír la Palabra de Dios”: actualidad y exigencias del mensaje divino 1. “La fe viene por el oír la Palabra de Dios”: actualidad y exigencias del mensaje divino 2. La fuerza transformadora de la Palabra del Señor Septiembre “Permanezcan firmes en la fe… sean fuertes y valientes”: una salvación a toda prueba 1. “Permanezcan firmes en la fe… sean fuertes y valientes”: una salvación a toda prueba 2. La fidelidad divina, garantía de salvación 3. Firmeza y valentía en la fe: la lectura actual Octubre “Ellos/as fueron aprobados por el testimonio de la fe”: la Reforma y su impacto para hoy en nuestra vida 1. “Ellos/as fueron aprobados por el testimonio de la fe”: la Reforma y su impacto para hoy en nuestra vida 2. La Reforma y la radicalidad del mensaje evangélico 3. Legado y actualidad de la labor reformadora en la iglesia 4. 500 años de reformas del Espíritu en la iglesia Noviembre “Ser perfeccionados junto con los testigos de la fe” 1. “Ser perfeccionados junto con los testigos de la fe” 2. Dios comparte la vida con su pueblo 3. “Yo les daré nueva vida” 4. La vida de Dios es una vida abundante Diciembre “Conocer el amor de Dios superior a todo conocimiento”: un Dios totalmente entregado 1. “Conocer el amor de Dios superior a todo conocimiento”: un Dios totalmente entregado 2. “Conocer el amor de Dios superior a todo conocimiento” en su humanidad asumida integralmente 3. Vaciamiento divino y empoderamiento humano 31 de diciembre de 2017 El amor divino frente al tiempo transcurrido

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Enero ESCUDRIÑARNOS EN LA RELACIÓN CON EL OTRO/A: EVALUAR LA VIDA COMUNITARIA 1 de enero A la memoria de Dan Swanson, amigo y feligrés en la distancia Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre. ROMANOS 12.9-10, Traducción en Lenguaje Actual

La visión ideal del cuerpo de Cristo: Ro 12.4-8

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ualquier evaluación de la vida comunitaria cristiana debe situarse siempre en el marco de la doctrina de la iglesia para así apreciar, desde un inicio, cómo el Espíritu Santo quiere darle forma en medio del mundo. La comparación con el cuerpo, desarrollada en varios momentos en las cartas apostólicas (I Co 6; 12; Ef 1; 5; Col 1; 3), es presentada aquí una vez más como premisa básica para acercarse a una sana definición de lo que debe ser la vida comunitaria. La visión ideal es precisamente ésa: la de un cuerpo que funciona adecuadamente y en el que cada miembro cumple una función determinada (12-4). Rom 12.5 vuelve a ella y la expone con claridad: “Algo parecido pasa con nosotros como iglesia: aunque somos muchos, todos juntos formamos el cuerpo de Cristo”. Diversidad y unidad, comunión en la variedad, tal como escribió José Míguez Bonino al referirse a los inicios de la iglesia en el Nuevo Testamento,1 cuando las diferentes comunidades buscaban un lugar en el imperio romano y ni de lejos eran aceptadas como parte del paisaje social. Muchas veces ni entre ellas mismas se entendían, pero buscaron, bajo la dirección del Espíritu no solamente “limar sus diferencias”, como se dice hoy, sino enfrentarlas y superarlas, aunque no siempre con éxito. La comparación de la iglesia con el cuerpo alcanzó fuerte arraigo y se convirtió, con el tiempo, en una afirmación doctrinal que ha llegado hasta nosotros con la misma fuerza y el desafío de experimentarla más allá de la mera teoría o el ideal. Fundamentarla sólidamente y partir de ella hacia las acciones concretas fue una tarea que los apóstoles no eludieron pues se atrevieron a extraer sus consecuencias hasta que pudiera ser vivida de manera efectiva por las comunidades. San Pablo lo hizo decididamente al reflexionar sobre algunos hechos irrefutables: primero, “Dios nos ha dado a todos diferentes capacidades, según lo que él quiso darle a cada uno” (6a). Segundo, “…si Dios nos autoriza para hablar en su nombre, hagámoslo como corresponde a un seguidor de Cristo” (6b). A partir de ahí, comienza a describir algunos carismas o dones que son los que deberán desarrollarse comunitariamente: “servir a otros” (7a), “enseñar” (7b), “animar a los demás” (8a), “compartir los bienes propios” (8b), “dirigir a los demás” (8c), y “ayudar a los necesitados” (8d). A cada tarea le agrega un valor propio, un “extra cristiano” para distinguirlo de las posibilidades humanas que pueden surgir, de cualquier manera: “sirvámosles bien” (7a). “dediquémonos a enseñar” (7b), “debemos animarlos” (8a), “no ser tacaños” (8b), “poner todo nuestro empeño” (8c) y ayudar con alegría (8d).

La visión real de la comunidad cristiana: Ro 12.9-10 Las exhortaciones que siguen forman un “catálogo de virtudes”, muchas de las cuales aparecen en diferentes momentos del Nuevo Testamento para concentrar y especificar los diferentes valores, principios y dones que las comunidades debían desarrollar para una sana convivencia, sí, pero sobre todo para que el testimonio del Evangelio de Jesucristo resultase más efectivo. Algunas abarcan aspectos muy generales, otras son más concretas, pero todas ellas intentaron ser una plataforma básica de conducta para la iglesia que se estaba edificando en varios lugares del imperio romano. En todos los casos, la orientación se encamina hacia la convivencia y el trabajo al servicio del Señor. Romanos 12.9-10 contiene los elementos básicos de la fe vivida de manera comunitaria: “Amen a los demás con sinceridad. Rechacen todo lo que sea malo, y no se aparten de lo que sea bueno. Ámense unos a otros como hermanos, y respétense siempre”. O, en otras palabras: “Participen activamente en este laboratorio del amor que es la comunidad cristiana y aprendan a desarrollar el arte del respeto y de la edificación mutua, todo ello con una conciencia y una práctica positiva”. La mirada eclesiológica de Pablo se fue expandiendo progresivamente hasta entender que la fe comunitaria que experimentaban las comunidades cristianas dentro del imperio debía hacerse universal para recuperar la unidad 1

J. Míguez Bonino, Conflicto y unidad en la iglesia. San José, Seminario Bíblico Latinoamericano, 1992, pp. 29-33. 5


humana fraterna que se había perdido por causa del pecado y de las estructuras sociales que gobernaban la vida y el pensamiento de las personas. Él creyó firmemente en la capacidad de las enseñanzas de Jesucristo para, como se dice actualmente, “restablecer el tejido social”, establecer reglas de amor en la convivencia humana y así crear comunidades de fe que reflejasen, en su estilo de vida, el modelo de existencia personal y colectivo que el Señor vino a traer como parte de su proyecto centrado en la presencia del Reino de Dios en el mundo. Creyó en el amor como fuerza universal, revolucionaria, para transformar el mundo y asemejarlo al reino venidero de Dios, más allá de las imposiciones legales: “En el pensamiento de Pablo, el amor es precisamente fidelidad al acontecimiento-Cristo, según un poder que destina universalmente el amor de sí. El amor es lo que hace del pensamiento una fuerza. Es por esto que sólo él, y no la fe, tiene la fuerza de la salvación. […] La fe sin amor sólo es subjetivismo vacío [I Co 13.1-3]”.2 “El que ama no hace mal al prójimo: en resumen, el amor es la plenitud de la ley”, afirma en Ro 13.10. De modo que, ya insertos/as en una comunidad cristiana, cualquiera que sea, se nos impone el imperativo del amor, el respeto y la edificación mutua.

Alain Badiou, San Pablo: la fundación del universalismo. Barcelona, Anthropos, 1999 (Pensamiento crítico, pensamiento utópico, 108), pp. 97, 98. Énfasis original. 2

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EL LUGAR DEL AMOR FRATERNO EN LA VIDA COMUNITARIA 8 de enero El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. I JUAN 2.10, Nueva Versión Internacional

El mensaje único de Juan: “amaos unos a otros”

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l amor es uno de los grandes temas en la literatura juanina y hasta podría decirse que es el principal. “El vocabulario y el ambiente vital común de los escritos atribuidos a San Juan nos orientan hacia una comunidad particular de características propias. A esta comunidad se le ha llamado “comunidad juanina” para señalar su origen en el discípulo ‘al que Jesús amaba’”.3 Conocimiento y verdad son otros de los conceptos fundamentales para esta literatura, al grado de que se puede decir, basándose en el Cuarto Evangelio, que el amor es la condición para conocer la verdad. Quienes no aman y tienen apego a sí mismos, “no quieren exponerse en medio del mundo hostil, es decir, se acomodan al sistema injusto (Jn 12.25) […] Son los que no se atienen al mensaje de Jesús”.4 En la primera de Juan: “El vértice unificador de toda la carta es el amor al prójimo” (Luis Alonso Schökel, Nueva Biblia Española). Esta vivencia, que debía experimentarse en el interior de la comunidad, Como explica el biblista mexicano Raúl Lugo: “Hay en el texto una relación dialéctica entre amar/odiar al hermano. Un texto clave es: ‘Quien ama a su hermano está en la luz, y en sí no encuentra tropiezo. En cambio, quien odia a su hermano está en tinieblas y camina en tinieblas sin saber a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos’ (2.10-11). A partir de este texto, todas las alusiones a la luz y a la oscuridad (fos y skotia) se descubren como reveladoras del mensaje del amor al prójimo”.5 De esta manera, amar al prójimo será igual a “caminar en la luz” y odiarlo equivaldrá a “caminar en la oscuridad”. I Juan 2 destaca que no existe novedad en el anuncio del mismo mensaje antiguo (2.7) pues, mientras no se practique adecuadamente, su novedad seguirá intacta como un gran desafío para las comunidades porque “la verdad del mandamiento nuevo”, agrega, “se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la de ustedes, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera” (2.8b). Se vincula, de esta manera, la actuación de la comunidad con la del propio Señor, en términos del “grado de amor” practicado por ambos. Amar al prójimo es el mandamiento por excelencia, como se recuerda en 1.7, por lo que significa muchas cosas: Conocer a Dios (2.3; 4.8) Vivir en la luz (2.10) Estar unido a Dios (1.6) Estar unido a los hermanos (1.7) No pertenecer al mundo (2.15) Cumplir los mandamientos (5.2) Amar a Dios (3.17) Practicar la justicia (3.10) Ser Hijo de Dios (4.7; 5.1) Obtener el perdón de Dios (1.7; 3.18-20) Liberarse del temor (4.18) Pasar de la muerte a la vida (3.14) Desprendernos de nuestra vida (3.16)6

El poder revolucionario del amor eficaz en sociedades divididas Este amor deberá mostrar su eficacia en el mundo y en la comunidad cristiana. En el mundo, al mostrar sus posibilidades concretas de reconstrucción de la hermandad humana efectiva. En la comunidad cristiana, haciendo visible que la nueva humanidad es capaz de hacerse presente en la historia para actualizar continuamente la obra redentora de Jesucristo, pues es un detonante que ha partido directamente de Dios:

Raúl Lugo Rodríguez, “El amor eficaz, único criterio. (El amor al prójimo en la primera carta de San Juan)”, en RIBLA, núm. 17, p. 110, www.claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2#14-25. 4 Juan Mateos y Juan Barreto, Vocabulario teológico del Evangelio de Juan. Madrid, Cristiandad, 1980, p. 34. 5 R. Lugo Rodríguez, op. cit., p. 115. 6 Ibíd., p. 116. 3

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El amor de Dios hacia nosotros es un amor que engendra prácticas de amor entre nosotros, y si no existe tal práctica, el amor que Dios nos tiene no está en nosotros. A su vez, el amor nuestro a Dios sólo es posible y se verifica en nuestro amor al hermano. Si no existe el amor mutuo, entonces el amor a Dios es un mero decir (4.20). Esto es, en la práctica concreta de amor se verifica, realiza y completa tanto el amor que Dios nos tiene como nuestro amor a Él.7

En sociedades divididas, en las que resulta conveniente mantener la lejanía, la competencia, la mezquindad y el egoísmo, la práctica del amor fraterno y eficaz resulta incómoda porque no le es funcional al sistema que se ve favorecido con la división y el odio. Así acontecía con el Imperio Romano y acontece hoy con el fomento indiscriminado del individualismo y la competitividad. El prójimo es un rival, un adversario, en la lucha por mejores salarios, por un mejor lugar social. Todo lo contrario de lo que debe suceder en la comunidad cristiana, seguidora de alguien que se negó totalmente a sí mismo a fin de alcanzar para todos, equitativamente, un lugar junto al Padre, en una nueva relación de amor y justicia. Por eso le importaba tanto a esta literatura resaltar la aceptación militante de la encarnación del Hijo de Dios en el mundo, pues al rechazarla quedaba muy claro “cómo un Jesucristo desencarnado es un justificativo ideológico encubridor de la falta de compromiso con el hermano; y cómo un Jesucristo encarnado es un móvil para la ética del amor y no mera proyección ideológica”.8 En esa dinámica espiritual, constructora de comunidad, se inscriben los vv. 12-17, que enumeran los logros de todo el grupo cristiano y de cada uno de sus sectores: la totalidad del grupo “ha sido perdonada en el nombre de Cristo” (12); los padres “han conocido al eterno Dios” (13a); los jóvenes “han vencido al maligno” (13b); todos “han conocido al Padre” (13c); los jóvenes “son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ellos” y también “han vencido al maligno” (14). Después de todo, el amor al prójimo será el único criterio de autenticidad para la fe cristiana en este mundo, más allá de cualquier forma de ortodoxia: “Con esto queda claro quiénes son los hijos de Dios y quiénes los hijos del diablo. Quien no práctica la justicia, o sea, quien no ama a su hermano, no es de Dios (3,10-11)”.

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James Wheeler, “Amor que genera compromiso. Estudio de la estructura manifiesta de 1 Juan”, en RIBLA, núm. 17, p. 106. Ídem. 8


EL TESTIMONIO COMUNITARIO, PRUEBA DE FE 15 de enero Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano. I JUAN 3.10, Nueva Versión Internacional

El amor de Dios nos ha hecho sus hijos/as Del estudio de la primera carta de San Juan puede legítimamente deducirse que para los cristianos no hay criterio de fidelidad y coherencia cristiana fuera del amor al prójimo, esto es, que cuando nosotros decimos que nuestra doctrina nos lleva la práctica, no hacemos más que remitirnos a una de las más sólidas vertientes del pensamiento cristiano de los inicios”.9 El amor lleva, necesariamente, al compromiso, por lo que la comprobación de una adecuada comprensión del amor de Dios exige una sana práctica comunitaria, siempre a prueba en medio de los conflictos del mundo. Ese amor distingue a los hijos/as de Dios del resto del mundo (3.1a) de manera visible y práctica, en los hechos cotidianos, pues para ellos/as el amor no es una alternativa más, sino el único modo de ser hijos/as de Dios en el mundo. Experimentar ese amor tan extraordinario que ha conducido a la filiación divina es una prueba mayúscula de la acción de Dios para redimir a la humanidad. Por eso es extraño el amor de Dios practicados por sus hijos/as: porque es un anticipo del mundo venidero, del reino de Dios en plenitud (3.2). Ese amor es la única fuerza capaz de enfrentarse al pecado y así superar las exigencias de la ley (3.4). Jesucristo, gracias a la forma tan perfecta en que trasladó el amor de Dios al mundo, pudo “quitar nuestros pecados” (v. 5). Permanecer en él es “permanecer en su amor”, como tanto se insiste en el Cuarto Evangelio (“Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”, Jn 15.9-10). Amar y conocer se vuelven una misma cosa, pues para Juan no hay contradicción entre ambas realidades, posibilidades efectivas para todo ser humano (6b). De ahí surge la conexión con la justicia: permanecer en el amor de Jesucristo conlleva practicar su justicia, porque él es justo” (7). Seguir dominados por el pecado es una injusticia (8a), pero si se ha nacido de Dios, el principio salvífico, la “semilla de Dios” (9) dará brotes, muestras claras de su justicia. Ésa es la distinción clave entre los hijos de Dios y quienes no lo son: la práctica efectiva de la justicia junto con el amor (10). Por eso el mundo, con sus estructuras injustas, se resiste a la práctica profética del amor de Dios en Cristo: “Si fueran del mundo, el mundo los amaría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece” (Jn 15.19). El amor, o es eficaz, o no es amor “La herejía denunciada en I Juan se caracterizaba fundamentalmente por la negativa a aceptar la encarnación y sus consecuencias, en particular aquella del amor al prójimo como humilde vehículo de salvación- […] La consecuencia inmediata era que no había más compromiso con la práctica del amor a los hermanos, y el cristianismo perdía toda su fuerza transformadora”.10 La fuerza transformadora del amor tenía que manifestarse, en primer lugar, en la comunidad cristiana, para constatar su viabilidad en todo el mundo. Si allí, como anticipo histórico del Reino de Dios, no acontece, será muy difícil que se aprecie en otros espacios: “En la concreción del amor al prójimo se realiza una dimensión ineludible de nuestra fe: el amor a Dios. El texto es claro: no existe otra alternativa; un amor a Dios que no se verifica en el amor concreto al prójimo, no es verdadero amor a Dios”.11 Reaparece así el mensaje anunciado desde antaño: el amor mutuo entre hermanos/as (3.11). El propio Señor Jesucristo anticipó esta exigencia en el Cuarto Evangelio: “De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros” (Jn 13.35). Tal como lo referiría tiempo después Tertuliano(160-220 aprox.) en un sermón titulado precisamente: “Mirad cómo se aman”, donde afirma:

Raúl Lugo Rodríguez, “El amor eficaz, único criterio. (El amor al prójimo en la primera carta de San Juan)”, en RIBLA, núm. 17, p. 108, www.claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2#14-25. 10 Ibíd., p. 113, 114. 11 Ibíd., p. 117. 9

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Pero es precisamente esta eficacia del amor entre nosotros lo que nos atrae el odio de algunos que dicen: mirad cómo se aman, mientras ellos se odian entre sí. Mira cómo están dispuestos a morir el uno por el otro, mientras ellos están dispuestos, más bien, a matarse unos a otros. El hecho de que nos llamemos hermanos lo toman como una infamia, sólo porque entre ellos, a mi entender, todo nombre de parentesco se usa con falsedad afectada. Sin embargo, somos incluso hermanos vuestros en cuanto hijos de una misma naturaleza, aunque vosotros seáis poco hombres, pues sois tan malos hermanos. Con cuánta mayor razón se llaman y son verdaderamente hermanos los que reconocen a un único Dios como Padre, los que bebieron un mismo Espíritu de santificación, los que de un mismo seno de ignorancia salieron a una misma luz de verdad [...], los que compartimos nuestras mentes y nuestras vidas, los que no vacilamos en comunicar todas las cosas.12

El recuerdo de la historia de Caín es un abordaje radical del problema del desamor humano, de hasta dónde puede llegar el odio criminal (3.12a). En ese caso, se trató de la oposición entre justicia e injusticia (12b, obras malas vs. obras justas). La reacción del mundo, por ello, no es extraña, dado que se trata de un ambiente dominado por la injusticia profunda (13). Haber pasado de muerte a vida instala el amor como consigna permanente de vida en el seno de la comunidad: no amar es seguir muertos, afirma San Juan (3.14b). Odiar al hermano es asesinarlo (con ecos intensos del Sermón de la Montaña) (15a) y nadie con esos sentimientos podrá permanecer en la vida eterna (15b). De modo que el desafío es enorme, descomunal para algunos, imposible de lograr para otros, pues el testimonio comunitario es la prueba máxima de fe en el mundo complejo en el que vivimos.

Tertuliano, “Mirad cómo se www.mercaba.org/TESORO/TERTULIANO/05.htm. 12

aman”

(Apologético

39),

en

Tertuliano,

textos, 10


RELACIONES HUMANAS EN LA IGLESIA (I): PERSPECTIVA DOCTRINAL 22 de enero Además, les digo que, si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. MATEO 18.19, Nueva Versión Internacional

La vida en comunidad normada por el amor de Dios

Los seguidores/as de Jesús deben vivir en comunidad su fe en el Dios de la vida”,13 lo cual los lleva a experimentar una vida comunitaria que exige plantear y replantear continuamente el tipo de relaciones humanas que deben prevalecer. Éstas no son tan distintas a las que rigen en el mundo, excepto porque toda iglesia afirma que su existencia y práctica se basa en la preeminencia del amor divino en su seno. Todas las situaciones que acontecen en su interior se supone que están regidas por ese amor, lo que convierte a cada comunidad cristiana en una especie de laboratorio humano del amor de Dios revelado en Jesucristo. El amor en la comunidad cristiana es una de las realidades obligadas de la fe para que cualquier comunidad de fe pueda definirse como tal. “El amor libre y gratuito de Dios, corazón de la revelación bíblica, es el fundamento y el sentido último de la comunidad de discípulos de Jesús; ésta debe ser expresión de ese amor en la historia”. 14 Ésa fue la intención de Jesús al delinear la necesidad de formar una comunidad desde el interior de una nación antigua que debía recuperar el sentido original de su existencia porque había dejado de realizarlo en la historia. Jesús formó una comunidad nueva de discípulos en la que desarrolló, sobre todas las cosas, la regla de la igualdad, la humildad y el amor mutuo, tal como se desprende de los primeros versículos de Mateo 18, el cual es todo un tratado al respecto. Posteriormente, en 20.26-27 (siguiendo a Mr 10.43-45) estableció con mayor claridad el “estatuto político” de la comunidad cristiana: si en el mundo hay superioridad entre las personas, en ella “el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás”. En la comunidad cristiana no hay lugar para la alcurnia de ninguna clase. De ahí que se necesiten normas o un conjunto de doctrinas para regir la convivencia humana en la iglesia. La comunidad mateana no dejó de atender ese aspecto: “Mateo está atento a la riqueza, pero también a las dificultades de esa convivencia; al recordarlo reflexiona la experiencia eclesial que sustenta su evangelio. Por ello da normas muy precisas para ese compartir”.15 El criterio formal que asume Mateo 18 es el de la atención a “los más pequeños” (vv. 6-9). De hecho, ése es un principio social y político actual que permite valorar el avance de una sociedad, según trate a las minorías o grupos vulnerables. “El mayor en el Reino es el menor en este mundo, el despreciado. Aquellos que siguen esta norma de conducta no deben preocuparse más por saber quién es ‘el más grande’ en la comunidad cristiana, en la Iglesia. Colocando al niño ante sus discípulos, Jesús le quita el piso a esa inquietud desorientadora”.16 Gustavo Gutiérrez, al analizar el pasaje, afirma: “La parábola [de la oveja perdida] recuerda cuál debe ser la prioridad pastoral de la ekklesia: los pequeños. No sólo no escandalizarlos [v. 10], se debe también ir en busca de ellos [vv. 11-14]. Si bien la Iglesia debe cuidar de los que están dentro de ella, es imperativo igualmente ir más allá de sus fronteras”.17 La enseñanza, así, tiene un claro sesgo misionero: “La Iglesia es misión, Jesús es pastor universal”, el mundo era su parroquia.

Amor al hermano y disciplina eclesial

“Si tu hermano peca contra ti…” (18.15a): esta frase marca la presencia del realismo en las relaciones humanas en la iglesia, pues más allá de reconocer la psicología del pensamiento subjetivo de cada persona (y que, además, lo hace muy bien: todos nos sentimos los agraviados, no los ofensores…), se avanza en el análisis práctico de las relaciones humanas concretas, pues los desafíos para la sobrevivencia histórica de la comunidad cristiana en medio del mundo son enormes: tenemos que lidiar con las mismas contradicciones presentes por todas partes y

13 Gustavo Gutiérrez, “Gratuidad y fraternidad: Mateo 18”, en

Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 27, 1997, p. 78, http://claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2/17-ribla#26-38. 14 Ibíd., p. 75. 15 Ibíd., p. 78. 16 Ídem. 17 Ibíd., p. 79. 11


darles un “cauce cristiano” para que las cosas no vayan al traste. Y Mateo 18.15-20 esboza principios muy sólidos, tal como los enumera Gutiérrez y que podemos enunciar en orden: a) “La vida en comunidad no puede basarse en actitudes fáciles y componedoras. b) El amor cristiano rechaza el amiguismo que se traduce en una especie de coexistencia pacífica. c) Nada más lejos de una auténtica comunidad, ésta supone fraternidad, pero también exigencia mutua”.18

La iglesia nunca debe olvidar que “está formada por justos y pecadores, o más exactamente por personas que son las dos cosas a la vez”, tal como decía Lutero, justos y pecadores al mismo tiempo. El acento ahora está puesto en la vida dentro de la comunidad. “Es conveniente proceder por etapas que protejan al hermano en dificultad y eviten toda precipitación. Tal vez haya en esto una polémica contra el rigorismo que se vivía en ese entonces en la sinagoga judía”. Lo primero de todo es que debe “buscarse ganar al hermano” (15a). Se trata de un discreto, pero eficaz, tú a tú, un diálogo directo que aclare situaciones y malos entendidos. “Si esto no da resultado el asunto debe comprometer a otros miembros de la comunidad [Dt 19.15] porque es ella la que está en cuestión. Si la nueva exhortación es desoída será necesario apelar a la comunidad, la ekklesia dice el texto explícitamente (cf. v. 17). Hemos llegado a la última instancia”. Las lecciones del pasaje son profundas y constituyen todo un camino El v. 18 deja el esquema del procedimiento para el tratamiento de estos casos (que ha seguido una pauta de severidad creciente) y dar el fundamento de estas reglas disciplinarias: lo que se ate o desate en la tierra, lo será igualmente en el cielo. La actitud frente al hermano equivocado no es simplemente una cuestión de oportunidad, ni se limita a una opinión humana; es una exigencia que viene de lejos, ella expresa la vocación y el papel de la Iglesia en la historia humana. Se trata de una autoridad acordada a toda la Iglesia, pero de la que ella no puede hacer uso sino con delicadeza, persuasión y diálogo fraterno.19

El siguiente y definitivo paso es aprender a perdonar continuamente las ofensas para así confirmar el postulado absoluto de la vida en comunidad: que Jesús se mueve en medio de ella, porque, como concluye Gutiérrez: “Perdonar es dar vida, eso debe caracterizar a la asamblea de los seguidores de Jesús. Negarse a hacerlo, ilimitadamente, es negarse a creer en el Dios de la vida, que como lo dice la Biblia repetidamente, perdona y olvida el pecado. […] En efecto, el basamento del perdón está en el amor gratuito de Dios que todos estamos llamados a poner en práctica”.20

Ibíd., p. 79. Ibíd., p. 80. 20 Ídem. 18 19

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Febrero EL AMOR DE DIOS ES NUESTRA FORTALEZA EN TIEMPOS ADVERSOS 5 de febrero

Ustedes, en cambio, queridos, edifiquen su existencia sobre la santísima fe, oren movidos por el Espíritu Santo, consérvense en el amor de Dios y esperen de la misericordia de nuestro Señor Jesucristo la vida eterna. JUDAS 1.20-2121, La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino

Los tiempos adversos inevitables

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firmar la fuente de la fortaleza para la fe cristiana es, en medio de tiempos adversos, una obligación y un desafío. La fe es cristiana es una experiencia que se vive por los senderos trazados por el amor de Dios, muchas veces sinuosos e incomprensibles. En esas condiciones, al interior de las comunidades cristianas es preciso desplegar todo un conjunto de estrategias encaminadas a fortalecer la fe y a consolidar la visión espiritual de cada creyente. Todo ello a fin de sustentar el testimonio cristiano sobre sanas bases bíblicas y doctrinales que permitan compartir la certeza y la confianza de que el Señor Dios sigue cumpliendo sus planes en la historia, aunque muchas veces no los comprendamos bien. No se trata de recordar insistentemente, como hacen muchos, en hacernos a la idea de que “Dios sigue teniendo el control de las cosas” o de que “por algo sucede todo”, y otras frases hechas que poco abonan al análisis y a la solidez de la fe y más bien suenan como parte de un discurso psicologizante y voluntarista a veces bastante alejado de la doctrina cristiana y reformada. El Nuevo Testamento da fe ampliamente de la enorme cantidad de obstáculos que debieron vencer las comunidades cristianas iniciales, así como de su reacción propositiva ante ellos. Desde los evangelios hasta el Apocalipsis se pueden encontrar testimonios de esta actitud y de la creatividad espiritual con que desarrollaron las respuestas que el momento les exigió. Como se aprecia en varias epístolas, los tiempos adversos que se enfrentaban eran vistos como una parte de una auténtica lucha ideológica y espiritual. La carta de Judas, por ejemplo, comienza con los adjetivos “queridos” o “amados”, lo que indica la importancia de la práctica del amor en la carta y en la teología de la misma. “Desde la clave del amor el autor invita a desarrollar los motivos de la carta: luchar por la fe y resistir contra quienes desde dentro amenazan la armonía de las comunidades. La lucha es tarea no sólo de los dirigentes, sino de todos los cristianos, considerados santos en virtud de una fe recibida. Los adversarios se caracterizan por ser falsos, manipuladores, impíos y apóstatas” (La Biblia de Nuestro Pueblo).

El amor de Dios sostiene la fe

Cuántas veces, al quejarnos sobre “los tiempos malos que corren” articulamos reflexiones más llevadas por creencias tradicionales, que consideramos necesarias, aunque no disciernan la realidad tal como se manifiesta. Hoy podríamos hablar de estas adversidades mediante diferentes términos: enfriamiento espiritual, indiferencia, superficialidad, ateísmo, inmoralidad, egoísmo, blasfemias, actos anti-naturales, etcétera. Pero lo cierto es que, siguiendo la línea de Judas, se reclama contrastar en los hechos y acciones la supuesta superioridad de la fe cristiana ante estos y otros embates. “El autor refuerza sus acusaciones con cuatro metáforas sapienciales tomadas de la naturaleza (12s) que indican el contraste entre la posibilidad de ser buenos y la opción de los adversarios por no serlo, por una vida estéril, desvergonzada y sin claridad”. Después del brillante repaso profético y doctrinal de los vv. 1-16, en los que queda claro que el mundo sigue exigiendo respuestas firmes a las comunidades sobre su fe, Judas 1.20-21 ofrecen claves que, sin lugar a dudas, deberían presidir cualquier intento por afrontar los tiempos difíciles: primero, recordar lo anunciado por los apóstoles (v. 17), pero en donde la acción de ejercitar la memoria significa hacer presente el impacto de esa enseñanza para la vida diaria. En segundo lugar, asumir un compromiso moral, en perspectiva escatológica (v. 18), ante las insidiosas prácticas de las personas señaladas: al no ser espirituales, sus valores son muy diferentes (18b-19). Finalmente, los vv. 20-21 trazan una ruta de acción completamente ligada a la acción de Dios en el mundo y en su iglesia: los creyentes han “edificado su existencia sobre la santísima fe” recibida y el contacto con el señor mediante la oración es su actitud permanente. “Conservarse en el amor de Dios” es la consigna que conlleva afirmarse permanentemente en esa gran realidad mediada por el Señor Jesucristo:

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Dios nos ha dado sobreabundantemente su amor. Debemos conservarlo, acrisolándolo siempre. Si la fe se expresa en la oración, saldrá airosa en la vida y en el amor. Nuestra postura no es sólo de temor ante el juicio, aunque la carta no descuida el despertar este temor, sino de espera confiada en que nuestro señor Jesucristo usará de misericordia. Nuestro actuar debe ser única y exclusivamente amor. “Conservad el amor” es la única expresión de actividad del versículo; todo lo demás a que se nos exhorta participa del amor. El Padre nos da el amor; del Señor Jesucristo aguardamos misericordia; el Espíritu Santo ora en nosotros y con nosotros. El Padre tiene la iniciativa, dándonos su amor; el Espíritu Santo es la fuerza vivificadora de nuestro caminar; el Señor Jesucristo nos da la plenitud final de la salvación.21

Si la comunidad se siente amenazada, sólo puede responder con el amor de Dios como único recurso y así, siguiendo la huella de su Señor, podrá resistir y salir airosa, pues no responderá agresivamente sino mediante palabras y acciones que efectivamente reflejen el amor de Dios.

21

Alois Stöger, “Carta de Judas”, en www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Judas/carta_de_judas.htm 14


TIEMPOS ADVERSOS Y TIEMPOS PROPICIOS A LA LUZ DE LA VOLUNTAD DE DIOS 12 de febrero En realidad, los dos sueños del faraón son uno solo. Dios le ha anunciado lo que está por hacer. Las siete vacas hermosas y las siete espigas hermosas son siete años. Se trata del mismo sueño. Y las siete vacas flacas y feas, que salieron detrás de las otras, y las siete espigas delgadas y quemadas por el viento solano, son también siete años. Pero estos serán siete años de hambre. GÉNESIS 41.25-27, Nueva Versión Internacional

José es confrontado por la necesidad humana

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a gran “novela” de José en Génesis (caps. 37-50) está formada por un conjunto de textos narrativos que explica el origen de la esclavitud hebrea en Egipto e incluye algunos episodios cruciales en camino a la consolidación de la presencia del pueblo de Dios en la historia antigua. Moviéndose ágilmente en los terrenos de la historia familiar (que como tal puede ser leído), el relato aborda asuntos tan exigentes como el de la crisis alimentaria que aconteció en Egipto y que afectó a otras regiones. La historia de José en Egipto muestra la confrontación entre los planes profundos e insondables de Dios, planes de vida y bienestar para su pueblo, y los proyectos de un régimen monárquico con intenciones completamente opuestas. En la vida de José estos dos planes se entrecruzan y demandan de las personas de fe una actitud definida en el horizonte de la revelación de Dios. José interpretó la coyuntura histórica gracias a la intervención de Dios. Eso le valdrá cambiar su propia situación y ascender en el plano político del momento. La exigencia del momento (alimentar al pueblo) será cubierta por la gran bendición de Dios para todos: el gobierno del faraón sería beneficiado por la bendición de Dios para su pueblo, pero al mismo tiempo sería expuesto como un sistema de acumulación que, al no valorar adecuadamente el papel de los grupos humanos afectados (especialmente las tribus), desembocaría inevitablemente en las prácticas esclavistas con las que inicia el libro del Éxodo dado que “los alimentos pasan de ser el producto del trabajo de los campesinos a ser propiedad de la corte y para obtenerlos es necesario perder todo, hasta la propia libertad (Gn 41.33-35; 47.13-25)”.22 Dios movilizó todos los factores en juego para mostrarse como un Señor atento a las necesidades humanas más urgentes cuando hay sensibilidad para recibir su mensaje. Desde una mirada retrospectiva (y, hasta cierto punto, con simpatía), el faraón egipcio es receptivo para el mensaje divino y actúa en consecuencia para actuar a favor de algunas capas populares, aunque sin ningún ánimo de perder sus privilegios: “La política de almacenar bajo el control de la corte dio sus resultados. El texto dice que ‘cuando arreció el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó a Faraón por pan’ (Gn 41.55). Faraón envió, entonces, al pueblo a consultar con José, quien abrió todos los graneros ‘y vendía a los egipcios’. Es claro, entonces, que esta fue una política pensada para favorecer los intereses de la corte del Faraón”.23

El sostén de Dios en las peores circunstancias

La previsión política es un instrumento en las manos de Dios. Los tiempos adversos pueden ser resultado de un sinnúmero de elementos sumados ante los cuales hay que mostrar claridad en la interpretación de los signos enviados por el Señor. Los sueños del faraón, entendidos como formas de revelación y advertencia, aparecen en el texto como el inicio de una relación diferente con un poder imperial que debía reaccionar ante la aguda crisis alimentaria que estaba por llegar. Esa crisis hará que, posteriormente, José se reencuentre con su padre y su familia completa (caps. 42-47). En palabras de hoy: “En efecto, se trata del primer registro de una operación macroeconómica basada en una política anticíclica, cuyo secreto del éxito residía en la capacidad de ahorrar, pero antes todavía, en la virtud de predecir el curso de la naturaleza, la oferta y la demanda”.24 El desarrollo de la vida José es un ejemplo máximo de la forma en que pueden conjuntarse la historia más relevante con los detalles familiares más íntimos y entrañables. Jacob y sus hermanos se hallan en medio de una vorágine que va más allá de su comprensión. Tendría que ser José, ya con una visión de “estadista”, al ser escogido Esteban Arias Ardila, “Arreció el hambre sobre toda la tierra. Apuntes en torno a la crisis alimentaria a partir de Génesis 41”, en RIBLA, núm. 66, 2010, p. 34, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/66.pdf. 23 Ibíd., p. 37. 24 Hilario Wynarczyk, “Management de sistemas asimétricos”, en Adital, 31 de agosto de 2009, www.adital.com.br/site/noticia_imp.asp?cod=40796&lang=ES. 22

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como el responsable de resolver el problema alimentario (41.38-40), quien marque la pauta a seguir, con una adecuada visión de la coyuntura social y económica. La mirada espiritual que se adjudica a José no hace de él una suerte de “mesías” sino un consejero con un sólido entendimiento de lo que estaba sucediendo. ¡Y todo ello a sus 30 años! No obstante, no debe olvidarse que incluso las crisis pueden ser buen negocio para quienes saben hacerlo: La corte recibió de manera gratuita estos excedentes y a la hora de menguar la producción, los mismos productos que recibiera, de manera gratuita, fueron vendidos a los campesinos (Gn 41.55-56). Cuando el dinero se les acabó a los campesinos, entonces, tuvieron que intercambiar sus ganados por alimentos. Acabado el ganado, tuvieron que entregar sus tierras y luego se vieron obligados a ser esclavos del Faraón, sembrando semillas provistas por la corte para, ahora sí, reinvertir en siembra para hacer crecer las arcas del Faraón en tierra ajena (Gn 47.14-26). La única tierra que no fuera expropiada por alimentos fue la de los sacerdotes (Gn 47.26). Frente a toda esta situación de injusticia estatal, la conciencia de los campesinos sólo alcanzaba para agradecer al Faraón y a José por haberles ‘salvado la vida’ (Gn 47.25).25

Una de las lecciones del suceso para el presente es que a los tiempos adversos le siguen tiempos de esperanza que se manifiestan como designios de Dios en la historia humana en camino hacia la consumación del Reino de Dios. Otra sería que, en medio de las contradicciones sociales, la mano de Dios se hace presente para otorgar bendición a los seres humanos, criaturas suyas, porque la dinámica histórica tiene sus propias leyes. El amor de Dios se mueve entre coyunturas a veces incomprensibles que deben ser interpretadas a la luz de la fe.

25

E. Arias Ardila, op. cit., p. 37. 16


EL AMOR DE DIOS TRANSFORMA TODAS LAS COSAS 26 de febrero ¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? ROMANOS 8.35, Nueva Versión Internacional

El amor es el ser mismo de Dios

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entro de las grandes afirmaciones que brotan de la Biblia está la naturaleza amorosa de Dios. “Dios es libre y ama y crea por un acto de libertad y por un acto de amor. No le mueve un acto de necesidad, porque no pudiera hacer otra cosa, sino que le mueve la libertad y el amor”.26 Y gracias a él se relaciona con su pueblo, con la humanidad, con la creación: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31.3). Significativamente, la primera mención del amor de Dios en la Biblia es aquella en la que Abraham solicita piedad por Sodoma ante el anuncio de su destrucción inminente: “¿De veras vas a exterminar al justo junto con el malvado? Quizá haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Exterminarás a todos, y no perdonarás a ese lugar por amor a los cincuenta justos que allí hay?” (Génesis 18.23b-24). Sabemos bien el final de esa historia, pero el patriarca percibió muy bien que los sentimientos divinos bien podrían entrar en juego ante una decisión tan extrema. Una sana interpretación del amor de Dios, que siempre está en cuestión al momento de las grandes definiciones humanas nos la ofrece la doctrina cristiana. “En el inicio de todo, cuando decimos: ‘Creo en un solo Dios creador’, estamos diciendo que en el inicio no hay un destino ciego, un azar, una necesidad… sino un acto de amor, de libertad; crea porque quiere compartir su amor, no porque no le quede más remedio”.27 Dios sale de sí mismo, se manifiesta, se revela en la gracia, en la creación, en la revelación. En Cristo se da la máxima revelación, tanto de esa alienación de Dios, de ese anonadamiento en el amor, cuanto de la vuelta, retorno del ser humano hacia él. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos que Dios está totalmente enamorado de su creación: “La eternidad está enamorada de los frutos del tiempo” (William Blake). La veía como buena al brotar de sus manos (Génesis 1.10ss) y, por ende, quedó prendada de ella mientras el mundo y el cosmos existan. Desde su eternidad se ha ligado inevitablemente a la historia humana en la persona de Jesucristo.

El amor en las etapas de la salvación “Y, por fin, en el Espíritu se incorpora toda la humanidad a la Iglesia, a ese dinamismo del amor que sale, se entrega totalmente, y porque lo da todo, lo recupera todo otra vez; es algo maravilloso”.28 Romanos 8.29-30 da fe del itinerario amoroso de Dios, quien progresivamente se ha desvelado como un Creador totalmente comprometido con la redención completa de sus hijos/as mediante un proceso, el llamado “orden de la salvación” (conocerpredestinar-llamar-justificar-glorificar), en el que curiosamente no aparece mencionado el amor, aunque inmediatamente el apóstol Pablo se refiera a él en esa expresión que es toda una consigna de fe: “¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?” (8.31). el amor divino se despliega, de desdobla en formas impensadas: denuncia del pecado, accesibilidad permanente, compañía constante. El amor de Dios es el acompañante silencioso de la totalidad de la historia humana, en medio de sus dilemas y contradicciones. Dios no escatimó, no se guardó a su propio Hijo, agrega el texto (8.32). Por ello, podrá darnos todas las demás cosas, que se relativizan totalmente ante ese acto de entrega apasionada y desinteresada, in-con-di-cional. La respuesta humana, no siempre positiva a ese amor tan abundante, no hace, por supuesto, del Señor un “Dios despechado” o rechazado. “Es la luz de la gracia —que ha podido, ha sobreabundado, sobre el pecado—, la luz del amor, la que desvela lo que en mí hay de desamor, no al revés”.29 Dios busca que nos enamoremos de él, al igual que hizo con Jeremías, quiere seducirnos con la grandeza de lo que Él es, con ninguna otra cosa. “De nuevo, la coherencia; no es que yo, mirándome a mí mismo descubra lo que hay de mal en mí, haciéndome una

Pedro Rodríguez Panizo, “Karl Barth (1886-1968)”, en Universidad de Cantabria, España, https://web.unican.es/campuscultural/Documents/Aula%20de%20estudios%20sobre%20religi%C3%B3n/20082009/CursoTeologiaKarlBarth2008-2009.pdf. 27 Idem. 28 Ibíd., p. 13. 29 Ídem. 26

p.

10,

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especie de harakiri, sino que, a la Luz del Amor se desvela lo que en mí hay de desamor”.30 Pone así, en nosotros, la semilla de la mística, del enamoramiento salvífico. Tal como han expresado dos poetas latinoamericanas contemporáneas: la cubana Belkis Cuza Malé (“Mujer brava que casó con Dios”) y Clara Silva (“Te pregunto, Señor”). En cada paso que damos el amor de Dios nos asalta, nos asombra, nos alumbra y nos muestra nuevos caminos. Esa es una ruta mística, abierta por la misma Escritura y desarrollada como vía cristiana de experiencia espiritual.31 Lamentablemente, en nuestro medio padecemos de un misticismo comunitario y estridente, explosivo que olvida con demasiada frecuencia que Dios se encuentra más en el “silbo apacible” (I Reyes 19.10-12, en respuesta al amor por el Señor que consumía [un misticismo desatado] a Elías) que en la vocería ruidosa. Finalmente, debemos recordar lo que bien escribió Karl Barth: “El amor de Dios es creativo. Es decir, un amor que causa que aquellos que han sido amados por él, sean capaces de amar igualmente”.32 Nada nos podrá apartar de ese amor que se ha impuesto como una realidad ineludible en nuestras vidas: todo lo negativo que se nos oponga en el camino, como enumera dos veces el apóstol (8.35, 38-39), pero también lo aparentemente positivo tiene la capacidad de hacerlo: el éxito, el triunfo fácil, las victorias aparentes, el bienestar económico, etcétera. Estamos marcados, tatuados, con el amor de Dios en todo nuestro ser. Humanamente, cualquier cosa podría alejarnos de él, pero cuando estamos tomados, seducidos, atraídos por la gracia divina, nada, literalmente, podrá contra esa fuerza amorosa que nos sostiene en el mundo y en el mundo de Dios. A él nos apegamos porque transforma todas las cosas, en nuestra visión de fe y en la realidad efectiva de la salvación.

Ídem. Una cita de Pedro Crisólogo, arzobispo de Rávena, como muestra: Al ver al mundo oprimido por el temor, Dios procura continuamente llamarlo con amor; lo invita con su gracia, lo atrae con su caridad, lo abraza con su afecto”, en José Argüello Equipo Teyocoyani, eds., Caminar con los Padres de la Iglesia. Lecturas espirituales para el crecimiento en la fe. Managua, 2006, p. 37, http://servicioskoinonia.org/biblioteca/pastoral/ArguelloPadresIglesia.pdf. 32 Karl Barth, Dogmática eclesiástica, IV/2. 30 31

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Marzo “EL AMOR SEA SIN FINGIMIENTO… ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS CON AMOR FRATERNAL” 5 de marzo El amor debe ser sincero [anhipókritos, sin hipocresía]. […] Ámense los unos a los otros con amor fraternal, respetándose y honrándose mutuamente. ROMANOS 12.9-10, Nueva Versión Internacional

La integración en el pueblo visible de Dios

Creemos en la comunión de los santos”: así dice uno de los artículos de fe del Credo Apostólico. Eso significa que aceptamos y promovemos el esfuerzo divino por formar un pueblo nuevo de entre la totalidad de la humanidad mediante la obra redentora de su Hijo. Ese esfuerzo de salvación desembocó en el surgimiento de una nueva comunidad. Creer en su existencia conduce a practicar la hermandad guiada por la presencia de Jesús entre su pueblo. El Nuevo Testamento da fe de la transición del grupo que acompañó Jesús en Palestina a la diseminación de otras comunidades que creyeron en él como Hijo de Dios. La fe común que los unía funcionó como un factor de acercamiento a la esperanza que en ese tiempo se fue consolidando como un elemento nuevo dentro del Imperio Romano, a contracorriente de otras formas, religiosas o no, de agregación social y comunitaria. Las distintas barreras que separaban a los seres humanos fueron abolidas por Dios en su Hijo a fin de formar la humanidad nueva. San Pablo da por sentado que esa realidad humana representa los resultados de la obra salvífica de Dios. En su carta a los Romanos manifiesta una clara comprensión de una “sociología espiritual” de la comunidad cristiana expresada en los altos vuelos de su reflexión acerca de la salvación y, al mismo tiempo, en el hecho de marcar normas de comportamiento comunitario. Esta visión doble le permitió afirmar la necesidad de llevar al terreno de la práctica la existencia de una comunidad visible que, pese a sus dilemas y contradicciones, debería representar la eficacia de la obra redentora de la obra del Señor ante los ojos de todo el mundo. La única forma de integrarse a ella es por la elección divina mediante el amor comunitario producido por el Espíritu. Asimismo, hay que superar muchos intereses, orgullos, mezquindades y egoísmos para lograrlo, y así poder sumarse a la iniciativa divina para conseguir que las comunidades se articulen alrededor de lo más relevante, es decir, la presencia de la acción de Dios en medio de un mundo violento y sin afectos. La insistencia ética del apóstol recae en una serie de prácticas concretas para mostrar que la comunidad cristiana es fruto de Dios y que su comportamiento ejemplar es capaz de renovar en su totalidad a las sociedades humanas. En ese sentido se orienta la suma de valores que la comunidad debía practicar: amor por el bien, respeto mutuo (v. 10), diligencia, servicio (v. 11), alegría, esperanza, paciencia, oración constante (v. 12), ayuda mutua, hospitalidad (v. 13), buena disposición (v. 14), solidaridad en las buenas y en las malas (v. 15), armonía comunitaria, humildad, buena imagen de sí mismos (v. 16), no devolver mal por mal (v. 17), actitud pacífica permanente (v. 18). Y, finalmente, no querer cobrarse las afrentas por propia mano y dejar la justicia al Señor (v. 19).

Amor de corazón, fraternalmente, la exigencia El amor de Dios en Jesús es la premisa básica de toda vida eclesial comunitaria para el apóstol Pablo. Su autenticidad está a prueba en todas las relaciones que establece cada seguidor/a de Jesús en el mundo y ante la necesidad de vivir en medio de él, con todas sus contradicciones, deberá salir triunfante. Nuestras tendencias humanas son contrarias a esa voluntad divina y por ello la iglesia es un taller continuo de amor (o desamor) comunitario.33 Cada exhortación paulina a las diversas comunidades es testimonio del grado de comprensión que tenía acerca del proyecto divino de superar los odios, los rencores y las guerras fratricidas (todas lo son) mediante el supremo amor de Dios revelado en Jesucristo. En su opinión, nada podría sustituir al verdadero amor en la vida de las comunidades y cada persona debería agotar sus fuerzas para alcanzar el deseo divino de proyectarlo en todas las áreas de la vida La palabra paulina, en este caso, es sumamente realista y desafiante, pues literalmente pide a las comunidades que se abandone la hipocresía, recurso humano tan frecuente para acomodarse en la sociedad. Si Cf. Raniero Cantalamessa, “El amor fraterno”, en https://hijosdemariasantisimavenezuela.files.wordpress.com/2014/06/elamor-fraterno-raniero-cantalamessa.pdf. 33

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tendemos a fingir el amor, el aspecto ético central de la comunidad cristiana se desvirtúa (también aparece en II Corintios 6.6 y en I Pedro 1.22). El Espíritu, entonces, trabaja continuamente para corregir nuestras inclinaciones anti-comunitarias. Podría decirse que Él está enfrascado todo el tiempo con el egoísmo de cada quien en las comunidades y que su tarea en ese campo es realmente titánica, ante la multitud de intereses, gustos y orientaciones presentes. Todos deseamos obtener satisfacciones en los ámbitos en donde nos movemos y es preciso observar si eso se cumple sanamente o si se sacrifican los deseos de algunos para satisfacer a otros. Como se dice políticamente, “construimos mayorías” para imponer ciertos criterios espirituales y prácticos, y el amor, en este modo de ver las cosas no es la excepción. El amor sincero en la comunidad es una fuerza social transformadora. El apóstol Pablo creía firmemente en que, al experimentarlo las comunidades cristianas habría un impacto social amplio. Ese sentimiento y valor cristiano es lo que debería “exportar” la iglesia al mundo y proponerlo como factor superior de vida para todas las personas. El mandamiento del Señor Jesucristo sobre el amor seguía su camino en el mundo y, hasta hoy, continúa en busca de una praxis efectiva a través de los integrantes actuales de las comunidades cristianas. De ahí que resulte tan inquietante y provocadora la frase de admiración registrada por Tertuliano: “¡Miren cómo se aman!”. Pero en otros ambientes se cambia por: “¡Miren cómo pelean!”. De modo que el reto sigue muy vivo y actual para toda comunidad cristiana.

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UN AMOR COMUNITARIO VISIBLE Y TRANSFORMADOR 12 de marzo Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? I JUAN 3.17, Nueva Versión Internacional

El que ama ha pasado de muerte a vida No se extrañen si el mundo los odia” (v. 13): con estas palabras abre la sección de I Juan 3 que se ocupa de describir la necesidad de un amor comunitario tangible, visible y efectivamente transformador, que no se queda en las meras palabras. Y es que buena parte del proyecto juanino está centrada en demostrar que el amor de la comunidad es incompatible con los valores del mundo. En el interior de la comunidad cristiana es donde se experimenta el amor de Dios todo el tiempo gracias a la acción constante de su Espíritu a diferencia de lo que acontece en el mundo, hostil a ese proyecto. De ahí la riqueza con que la primera carta define el amor al prójimo. Para ella, significa una enorme variedad de realidades, todas ligadas entre sí en una cadena de un invaluable sentido espiritual: estar unido a Dios (1.6), estar unido a los hermanos (1.7), obtener el perdón de Dios (1.7; 3.1820); conocer a Dios (2.3; 4.8); vivir en la luz (2.10); no pertenecer al mundo (2.15); practicar la justicia (3.10); pasar de la muerte a la vida (3.14); desprendernos de nuestra vida (3.16); amar a Dios (3.17); ser hijo de Dios (4.7; 5.1); liberarse del temor (4.18); cumplir los mandamientos (5.2).34 Al replantear la oposición entre muerte y vida como parte de las relaciones con el prójimo, sugerida por el propio Jesús, en diversas ocasiones, esta epístola afirma que el amor comunitario al que llama e integra el Señor es una forma de vida capaz de superar la muerte social a la que muchos están condenados (vv. 14-15). “Pasar de muerte a vida”, en el lenguaje juanino, es una experiencia de salvación que hace posible vivir el amor tal como Dios la desea. No amar significa seguir aún en circunstancias de muerte. Amar cotidianamente al prójimo que es hermano/a en Jesucristo posibilita la expresión comunitaria visible de la obra de Dios en el mundo a partir de las duras palabras del Señor (en el Sermón del Monte) sobre la forma en que es posible acabar con la vida del prójimo. Asimismo, la forma en que Jesús se entregó por su pueblo es un modelo de amor para toda comunidad cristiana (v.16). Acceder a ese conocimiento es una de las grandes ventajas de la fe salvadora en el Señor.

Las expresiones materiales del amor comunitario El cambio de lenguaje y de nivel que se presenta en el v. 17 busca hacer efectiva la práctica del amor cristiano en la comunidad: el amor tiene que ser eficaz o no es amor. La exigencia de la “materialidad cristiana solidaria” en un mundo dominado por la egolatría, el lucro y el interés económico aparece como una auténtica necesidad histórica siempre presente. “Un amor a Dios que no se verifica en el amor concreto al prójimo, no es verdadero amor a Dios”.35 El amor solidario hacia el prójimo es una prueba de fuego para el apego hacia las cosas materiales: de ahí brota el empuje para movilizar la acción efectiva del amor que se concreta en realidades transformadoras. La posesión de los bienes materiales no es el problema en sí, sino el excesivo amor hacia ellos (amor idolátrico y desvirtuado por definición) que impida desprenderse de objetos y recursos en beneficio de alguien necesitado. El desafío ético de la fe cristiana en la comunidad es amar auténticamente, “con hechos y de verdad”, más allá de toda apariencia y fingimiento (v. 18). “No amar de palabra ni de labios para afuera” es un mandato ético y espiritual ante el cual la comunidad cristiana no tiene alternativa. O se lleva a cabo en el laboratorio continuo de humanidad o dejará de apreciarse suficientemente como el tipo de amor que la Iglesia propone al mundo, en el sentido transformador que se requiere para hacer visible la presencia de la salvación en el mundo. El amor comunitario visible y transformador es la mayor aportación de la vida de fe al mundo por ser un testimonio profético y crítico acerca de cómo debería ser la sociedad. Si ésta se niega a poner en observancia los mandatos divinos, el testimonio de la comunidad deberá ser una prueba continua de la eficacia del amor de Dios en el mundo. Este amor comunitario tampoco debe desconocer las contradicciones del mundo en sus diversas manifestaciones, como comenta Josep Miró i Ardèvol: “En la política tal y como se practica, el concepto de amor es desconocido, pero para que pueda realizarse es necesario un fin compartido, el bien común, y el medio básico para alcanzarlo, se requiere de un medio, la concordia, la amistad civil aristotélica, pero tales cosas ni están ni se Raúl Lugo Rodríguez, “El amor eficaz, único criterio. (El amor al prójimo en la primera carta de San Juan)”, en RIBLA, núm. 17, p. 116, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/17.pdf. 35 Ibíd, p. 117. 34

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las espera. […] El amor puede tener un substituto menor, el deber, el deber-por–amor, pero en nuestra sociedad desvinculada solo existe la preferencia subjetiva y la realización del deseo, y esto es simplemente catastrófico, porque sin ambos no existen vínculos”.36 Finalmente, el amor cristiano acerca a las comunidades a la verdad desde la ortopraxis (buena práctica) (v. 19) y no solamente desde la ortodoxia (buena doctrina). Ambas deben complementarse porque el gran mandamiento del amor mutuo (v. 23) sigue plenamente vigente. La obediencia en el amor comunitario es el camino hacia la verdad plena de Dios: “El que obedece sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. ¿Cómo sabemos que él permanece en nosotros? Por el Espíritu que nos dio” (v. 24).

J. Miró i Ardèvol, “La sociedad que www.serviciocatolico.com/files/la_sociedad_que_desconoce_el_amo.htm. 36

desconoce

el

amor”,

en 22


COMUNIDAD ECLESIAL, COMUNIDAD ABIERTA AL MUNDO 26 de marzo Por tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner tropiezos ni obstáculos al hermano. ROMANOS 14.13, Nueva Versión Internacional

La diversidad en la comunidad

U

na de las grandes lecciones de la carta a los Romanos es su acercamiento a la diversidad presente en las comunidades cristianas que habían comenzado a surgir en la capital del imperio. Todo el Nuevo Testamento es un testimonio de esa diversidad que algunos estudiosos han resumido con bastante exactitud al señalar que había por lo menos cuatro variedades de creyentes cristianos: 1. Judíos y paganos convertidos que exigían la observancia de toda la ley, incluyendo la circuncisión, 2. Judíos y paganos convertidos que no imponían la circuncisión, pero exigían a los paganos convertidos la práctica de ciertas observancias judías. A ellos pertenecieron Pedro y Santiago (y los cristianos de Jerusalén por sus lazos estrechos), 3. Judíos y paganos convertidos que no imponen ni la circuncisión, ni la observancia de leyes alimenticias. Entre ellos Pablo y Bernabé, 4. Judíos y paganos convertidos que no imponían ni la circuncisión, ni las observancias alimenticias, ni se ataban al culto y a las fiestas judías de significación permanente. Estos eran más radicales que Pablo en cuanto al judaísmo. 37

A partir de esta pluralidad, acerca de la cual estuvieron bastante conscientes los apóstoles, el proyecto paulino al escribir la carta en cuestión estaba muy claro: “Pablo busca ganarse el apoyo de los cristianos de Roma, en su lucha por defender un evangelio que incluya a todos los pueblos de la tierra. Por eso insiste en que el evangelio de Jesucristo se acoge por fe y no por la ley”.38 Ese ejercicio discursivo en busca de la inclusión total aparece después de que el apóstol ha ofrecido instrucciones éticas y prácticas para su aplicación en la vida comunitaria. La alusión a los problemas rituales que se enfrentaban también en Roma por parte las comunidades que habían acogido la fe en Jesús como el Mesías muestra la preocupación por que ningún factor debía causar divisiones ideológicas o doctrinales puesto que el amor comunitario sería capaz de superarlas desde la perspectiva de la igualdad y el respeto mutuo como premisas básicas para la convivencia que se pudiera calificar como cristiana.

Abrirse al mundo desde el amor comunitario e inclusivo La estructura de la sección segunda a la que pertenece el cap. 14 manifiesta su ubicación dentro del proyecto del apóstol encaminado a afirmar la práctica de la fe en el ámbito cotidiano, el énfasis recae en la vida renovada y el discernimiento. La enseñanza dominante es: en todo, acoger siempre al débil, lo que se especifica con una situación concreta: las observancias alimenticias (14.1-23). Los dos aspectos están claros: no juzgarse mutuamente (vv. 2-12) y actuar siempre con madurez (vv. 13-23). Se trata, sobre todas las cosas de guardar la libertad de conciencia delante de Dios, pero sin dejar caer al hermano o hermana.39 La apertura al mundo por parte de la comunidad eclesial, implica un cambio profundo de la mentalidad religiosa que permita discernir, en medio de las costumbres y hábitos culturales, aquellas posibilidades de diálogo y acercamiento que permitan compartir efectivamente el amor de Dios a todos los seres humanos, sin distinciones ni privilegios para nadie, tal como lo expresa el apóstol en la misma carta. “¡Dios no tiene favoritos! Dios acepta a los que obedecen la ley de Moisés, pero rechaza a quienes solamente la escuchan y no la obedecen. Los que conocen la ley serán juzgados de acuerdo con esa misma ley. Los que no la conocen, y pecan, serán castigados, aunque no conozcan esa ley” (2.1113, Traducción en Lenguaje Actual). “Dios no hace acepción de personas” era la traducción más socorrida, pero ésta pone el dedo en la llaga sin miramientos. No juzgarse mutuamente en el sentido de exclusión o para pronunciar un juicio definitivo es la actitud recomendada para que la apertura sea completa. La única gran deuda pendiente es, precisamente, la del amor: 37 Elsa Tamez, “¿Cómo entender la carta a los Romanos”, en

RIBLA, núm. 20, p. 80, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/20.pdf.

Ibíd., pp. 79-80. 39 Ibíd., p. 98. 38

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“No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley” (13.8). En la comunidad cristiana no debería haber espacio para ningún tipo de superioridad, pues la iglesia es ahora un enclave espiritual que es un signo comunitario de la presencia del Reino de Dios en el mundo, es decir, la representación cristiana de la apertura total de Dios hacia su creación en amor.

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Abril “A TODO PUEDO HACERLE FRENTE GRACIAS A CRISTO QUE ME FORTALECE” 2 de abril

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. RVR 60 Todo lo puedo con Aquel que me da fuerzas. BJ Todo lo puedo en aquel que me da fuerzas. BdP Cristo me da fuerzas para enfrentarme a toda clase de situaciones. TLA Puedo salir airoso de toda suerte de pruebas, porque Cristo me da las fuerzas. BLPH Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas. NTV πάντα ἰσχύω ἐν τῷ ἐνδυναμοῦντί με. FILIPENSES 4.13

La certeza de la fe para afrontarlo todo

N

o obstante su brevedad, la carta de san Pablo a los Filipenses incluye algunos temas fundamentales para la fe cristiana, como lo son el vaciamiento del Hijo de Dios para proporcionar la salvación, la fidelidad al mensaje cristiano en medio de cualquier circunstancia o el gozo como expresión de una sana relación con Dios a través del Salvador a pesar de estar preso por causa de la predicación del Evangelio. “Estar preso aumenta su dependencia de otros, del entorno amigable y del hostil, del lenguaje y de la intervención de terceros, de la continuidad y de los saltos del pensamiento. También la situación de prisión es parte de lo transindividual, de su experiencia que ahora lo agrega a un colectivo distinto, el de los prisioneros del poder romano”.40 Colateralmente, y ya muy cerca de concluir su escrito, el apóstol hizo una de las mayores afirmaciones sobre la fuente de la fortaleza para sobrevivir adecuadamente en medio de todas las situaciones de la vida. Palabras sumamente famosas (“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, 4.13) que, en ocasiones, son mal interpretadas y utilizadas para describir una experiencia que poco tiene que ver con la genuina fortaleza que produce la cercanía de Jesucristo en la vida de cada creyente y de la comunidad Al afirmar que la fortaleza que viene de Dios, con toda claridad el apóstol estableció la certeza de que Dios lo sostenía en todo tiempo, a cada momento, incluso si estaba preso por causa de la predicación del Evangelio. En cada una de sus cartas destaca la confianza que tenía depositada en la elección del Señor. Pablo expone los extremos que ha vivido para mostrar la forma en que la fe lo sostiene en medio de cualquier circunstancia. Pobreza y abundancia son situaciones que no deberían mostrarse como opuestas, pues en cualquiera de ellas la mano del Señor está cerca. Es preciso que la fe funcione como un factor de estabilidad en cualquier momento que atraviese el creyente: “La actitud que todo creyente debe tener ante los problemas de la vida. […] El apóstol afirma que, por medio de la fe, él puede enfrentar con valor cualquier situación problemática hasta una situación límite. Lo puede hacer porque Dios es el que le fortalece. La madurez espiritual que le da el Señor es lo que le ha enseñado a vivir aun en medio de la escasez, y no solamente a vivir, él sabe vivir con mucho y sabe sobrevivir con nada”.41 De los momentos de privilegio, abundancia y poder, a la escasez, la nulidad y la cárcel. Del poder amplio a la necesidad total, de perseguidor a perseguido. Sabía ser preso y sabía ser libre.

Poder hacer frente a todo gracias al Señor Las famosas palabras del v. 13 no son una afirmación al estilo de la autoayuda ni una expresión de voluntarismo a-histórico. Más bien, son la expresión de la confianza en la única fuente de poder que es el Señor. “Pablo utilizó esta frase en respuesta a las amenazas de la vida. […] No es una expresión de ‘triunfalismo humanista’, no es una expresión de bravuconería. […] Filipenses 4.13 es una herramienta espiritual que Dios nos da para batallar ante las situaciones límites de la vida. […] Fil 4.10-20 nos enseña que las personas maduras en la fe gozan de una salud integral. […] Y esa salud integral les da fortaleza para vivir con integridad”.42 El Señor Jesucristo es la razón Néstor Míguez, “Filipenses: La humildad como propuesta ideológica”, en RIBLA, núm. 62, 2009, 1, p. 35, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/62.pdf. 41 Pablo Jiménez, “Para vivir con salud integral” (audio), en http://drpablojimenez.com/2016/07/03/filipenses-4-13-para-vivircon-salud-integral/ 42 Ídem. 40

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de ser de toda vida que acepte, profunda y auténticamente, la supremacía de la acción de Dios en su vida. El poder del Señor no produce “súper hombres” o “súper mujeres” que estén más allá del sufrimiento o del bien y del mal. Eso sería una nueva forma de estoicismo. La relación con el Dios de Jesús y con los beneficios de su salvación produce un estado de paz y calma que puede afrontar todas las cosas. Una prueba del acompañamiento divino fue la disposición de sus hermanos, muy pobres (a diferencia de Corinto, por ejemplo), para ayudarlo (v.18: “Acuso recibo de todo, y hasta tengo de sobra. Con lo que me enviaron por medio de Epafrodito, tengo más que suficiente. Lo que me enviaron fue como una ofrenda de incienso perfumado, un sacrificio que Dios recibe con agrado”). Porque la fortaleza divina se canaliza en recursos que la vida cotidiana manifiesta para fortalecer la confianza en la ayuda que viene de Él, pues Dios utiliza “gloriosas riquezas”: “Todo lo que nos falte Dios lo ha de suplir, no conforme a nuestra fe, no conforme a nuestros valores, no conforme a lo que nosotros queremos, sino de acuerdo con sus riquezas en gloria”.43 Y ese poder supletorio de Dios será el que se manifestará, también, en medio de esa comunidad que fue tan solidaria con el apóstol (v. 19): “…como Pablo depende de Dios, será Dios quien supla a los filipenses lo que falta. El espacio de las relaciones humanas no conoce otra dependencia que la del poder divino, que se manifiesta, como Pablo lo explicitará claramente en otros escritos, como poder gratuito, salvador, de una justicia que no se basa en la reciprocidad sino en la misericordia del amor. Esa dimensión debe, pues, reinar también en la comunidad”.44

43 44

Ídem. N. Míguez, op. cit., p. 44. 26


EL SIERVO DE DIOS SE PRESENTA ANTE EL MUNDO 9 de abril ¡Miren a mi elegido, al que he llamado a mi servicio! Él cuenta con mi apoyo; yo mismo lo elegí, y él me llena de alegría. He puesto en él mi espíritu, y hará justicia entre las naciones. ISAÍAS 42.1, TLA

El Siervo Sufriente: del exilio judío a la vida de Jesús de Nazaret

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a figura que aparece en los llamados Cánticos del Siervo Sufriente de la segunda sección del profeta Isaías (42. 1-9; 49.1-7; 50. y 52.13-53) es enigmática y sumamente atrayente. La época en que surgieron fue de mucho sufrimiento y desolación para el pueblo de Israel, amenazado por la destrucción y el exilio. Ubicados en el ambiente de destierro, reflejan el ánimo de toda una generación que anhelaba con expectación la intervención de Dios en la situación del momento. El pueblo necesitaba una palabra de esperanza ante el impacto del sometimiento inevitable a un imperio extranjero. “Los cuatro cánticos son una especie de cartilla o itinerario. Indican los cuatro pasos del caminar del pueblo como siervo de Dios. Son un espejo para que el pueblo pueda tomar conciencia de su misión un ideal para ser realizado por todos los que quieren pertenecer al pueblo de Dios”.45 El minucioso análisis de Samuel Pagán permite apreciar los diversos acercamientos a esa figura emblemática del Antiguo Testamento, que al ser retomada siglos después iluminó tanto la fe de las comunidades cristianas. Él insiste en la necesidad de advertir ambos enfoques en la comprensión del Siervo: la individual y la colectiva, pues como bien se ha afirmado esa figura es encarnada por la totalidad del pueblo de Dios, aunque existe una evolución hacia la concentración de su labor en una sola persona.46 Esa figura ha sido relacionada tradicionalmente con Jesús de Nazaret. Tal interpretación aparece varias veces en el Nuevo Testamento, cuyos autores estaban muy impresionados por la forma en que el personaje podía comprenderse como un antecedente directo de Jesús en su papel mesiánico y redentor. Pero antes de llegar a ella, es necesario atravesar buena parte del itinerario interpretativo e histórico que permitió llegar hasta el punto de identificar a este siervo con Jesús. Incluso existe la teoría de que los cantos se refieren al profeta Jeremías como modelo de fe y acción, pues “nunca bajó la cabeza delante de sus opresores” e hizo mucho “para mantener en el pueblo la esperanza”.47 “Estos textos del libro de Isaías tienen importancia capital para los creyentes, tanto judíos como cristianos, porque presentan la vida, humillación, sufrimientos, muerte y glorificación de un importante profeta judío. De la comunidad judía, un gran sector ha interpretado los poemas como una referencia al pueblo de Israel que ha vivido las penurias históricas y los dolores de guerras, exilios y deportaciones, experiencias que han marcado permanentemente sus vidas y teologías”.48

Un camino de sufrimiento y servicio A diferencia de la primera parte del libro de Isaías (caps. 1-39), la segunda (“Libro de la consolación” o DéuteroIsaías) comienza con palabras de esperanza encaminadas a llevar al pueblo de regreso a su tierra en una especie de “segundo éxodo”. Luego de la pésima experiencia de la monarquía, marcada por los excesos de los diferentes reyes en ambos reinos, el contexto espiritual y moral de la sociedad israelita era sumamente deprimente. La degradación de los sacerdotes y profetas también fue una constante que atenazó la vida social y tribal hasta llegar a un punto en que la fe en el Dios de la alianza no fue más que una ficción sostenida por los espíritus más tradicionales y poco atendidos. “Ése era el contexto religioso, moral y espiritual de Jerusalén: una comunidad judía desmoralizada y desanimada, que permitió una práctica religiosa superficial, sin afirmar, entender, celebrar o 45 Carlos Mesters, La misión del pueblo que sufre. Los cánticos del Siervo de Dios en el libro del profeta Isaías.

México, Palabra, 1991, www.mercaba.org/Mesters/los_canticos_del_siervo_de_dios_.htm. 46 Samuel Pagán, Experimentado en quebrantos. Estudio en los cánticos del Siervo del Señor. Nashville, Abingdon Press, 2000, pp. 61-64. 47 C. Mesters, op. cit. 48 S. Pagán, op. cit., p. 9. 27


compartir los grandes postulados éticos y morales de la fe de los profetas clásicos de Israel, tales como Isaías, Jeremías y Ezequiel, entre otros. Tanto la realidad política como espiritual requerían cambios fundamentales, reformas radicales, transformaciones profundas”.49 En ese ambiente de búsqueda de una salida, Isaías 42.1-9 hace un “retrato hablado” del Siervo del Señor en el que se describen sus rasgos más característicos. La palabra “siervo” aparece 20 veces en el Déutero-Isaías (una vez en plural); 13 veces se relaciona con el pueblo de Israel y las restantes siete se incluyen en los Cánticos del Siervo y pasajes relacionados. “La idea que generalmente se pone de manifiesto en círculos religiosos, y también se evoca en el estudio ponderado de los textos, es la imagen de un discípulo del Señor cuya misión fundamental es proclamar y afirmar la verdadera fe, soportar una serie intensa de padecimientos para expiar los pecados del pueblo, para finalmente ser glorificado por el Señor”.50 El primer cántico se refiere a la elección y presentación del Siervo, así como a la naturaleza y extensión de su misión. Es presentado ante los ojos del pueblo y del mundo como portador de una misión centrada en la liberación del pueblo. En primer lugar, se indica que el oficio del Siervo está fundado sólidamente en la elección divina (42.1a). Se le presenta “como particularmente identificado, llamado, seleccionado y comisionado por el Señor para desempeñar una serie importante de responsabilidades” (42.1b-). Se subraya, además, la extensión y naturaleza de su empresa: implantar la justicia en las naciones y afirmar la ley de Dios a la humanidad entera (42.1b, 3-4). “Esa tarea equivale a decir que la función básica del Siervo es difundir y afirmar la revelación del Señor, que llegará, de acuerdo con este pasaje, a las naciones —no al pueblo de Israel—, pues su misión tiene unas muy claras implicaciones universales”.51 Todo ello lo realizará, no por la fuerza de las armas o la autoridad sino por medio de la disuasión y el convencimiento, aunque, por otro lado, también demostrará firmeza y autoridad y no vacilará ni se detendrá ante las dificultades y desafíos inherentes a su misión (42.4). Finalmente, se tratará de hacer llegar a todas las naciones el proyecto general de Dios: Luz de las Naciones (v. 6b), una iniciativa amplia para iluminar con ella a todos los pueblos y, así, dar a conocer la justicia de Dios y su interés por mejorar la vida de todos los seres humanos (sobre todo, los más débiles, v. 7) y de la creación, pues esta sección de Isaías también se preocupa por ella. “El objetivo ineludible de la gente de Dios es contribuir a que se establezcan los fundamentos necesarios para que la justicia no sea el ideal remoto, utópico e inalcanzable, sino que se manifieste como la realidad existencial para la humanidad, particularmente para que la gente más necesitada y marginada pueda disfrutar de la voluntad divina”.52

Ibíd., p. 25. Ibíd., p. 57. 51 Ibíd., p. 83. 52 Ibíd., p. 88. 49 50

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EL SEÑOR LIBERARÁ A SU PUEBLO 9 de abril Esto quiero de ti: que abras los ojos de los ciegos, que des libertad a los presos, y que hagas ver la luz a los que viven en tinieblas. ISAÍAS 42.7, TLA

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l primer Cántico del Siervo Sufriente de la segunda parte del libro de Isaías establece las líneas generales del proyecto conocido como Luz de las Naciones, es decir, una serie de anuncios del Dios de Israel para proclamar la salvación universal para todos los pueblos. El tema central es la impartición de justicia como premisa básica para la convivencia humana. La misión del Siervo de implantar la justicia pone de relieve un componente prioritario del mensaje deuteroisaiano y subraya decididamente un aspecto protagónico en la enseñanza bíblica. que un poema biogr4fico o autobiográfico, este primer Cántico presenta el fundamento misionero de las personas que desean contribuir a la paz: la misión del Siervo desafía a las personas de bien a que trabajen para la implantación de la justicia, que ciertamente no es una tarea hipotética ni una labor teórica; alude, en efecto, al establecimiento real de las estructuras sociales, políticas, educativas y espirituales necesarias para el disfrute pleno de la vida.53

En la segunda parte, el Cántico se refiere a Dios como creador (v. 5, tema fundamental en Isaías 40-55) y a Él como divinidad única y profundamente interesada en que se haga justicia en el mundo, con el Siervo como señal de la misma (v. 6). El interés por los más necesitados (v. 7: ciegos, presos, los que viven en la oscuridad) no es gratuito, pues forma parte del plan de revelación para todo el mundo de las bondades divinas. Un representante de este tipo por parte de Dios únicamente podría traer beneficio y bienestar para todo el pueblo, en la línea de una sana interpretación mesiánica, restringida todavía al Israel antiguo. En la misma tradición teológica de “la personalidad corporativa”, el Rey-Mesías de Israel era concebido no como un nuevo David histórico que llegaría al trono ni como la culminación de la dinastía davídica en el pueblo. De acuerdo con esta percepción hermenéutica, el Rey-Mesías esperado por Israel cumpliría todas las aspiraciones políticas, religiosas y sociales del pueblo, además de poseer todas las cualidades ideales del monarca (por ejemplo, capacidad para la implantación de la justicia y la paz). Representa de esta forma lo mejor de las aspiraciones y los deseos más nobles del pueblo.54

El anuncio de Dios se cumplirá, según se sugiere, contra todos los pronósticos en contra, y a pesar de los vaivenes históricos, algo que el pueblo estaba experimentando en carne propia. No habrá lugar para el politeísmo ni la idolatría (v. 8). La novedad de sucesos es la marca propia del Dios de la vida y del pacto, una serie de sucesos que modificarían la historia y reencaminarían la esperanza de salvación para Israel y todas las naciones. Esa ilusión es la que expresaron los contemporáneos de Jesús cuando llegó a Jerusalén, última etapa de su destino histórico.

Samuel Pagán, Experimentado en quebrantos. Estudio en los Cánticos del Siervo del Señor. Nashville, Abingdon Press, 2000, p. 86. 54 Ibíd., p. 66. 53

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EL SIERVO MESIÁNICO AFRONTA LAS HUMILLACIONES 13 de abril Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres, ISAÍAS 52.14, RVR 1960

Futuro y presente del Siervo sufriente

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l cuarto Cántico de Isaías describe a un siervo de Dios paciente y humillado, sufriente y glorificado. ¿Cómo se compagina semejante combinación de experiencias en la existencia y misión de este personaje que cada vez adquiere rasgos mesiánicos más intensos? ¿Con qué propósito el profeta presenta estos rasgos concentrados todos en la misma persona? El elemento adicional del poema más conocido es precisamente el sufrimiento asumido por la causa del Señor. “Las consecuencias universales de la misión del Siervo, luego de su aparente fracaso, junto a su firme decisión de enfrentar el dolor y el sufrimiento con valentía y autoridad, ya se incluyen en los Cánticos previos. El entorno emocional que trasmite el poema revela urgencia y pasión; evoca el tema de la justicia divina; y pone de manifiesto el valor y la autoridad moral del Siervo”.55 El cántico comienza con un anuncio divino pletórico de entusiasmo, pues dice que el Siervo será prosperado, engrandecido y exaltado, además de que será puesto muy en alto (52.1), a pesar de que atravesará por momentos críticos y muy dolorosos, su destino es de gloria y aceptación, en medio de la desolación que ha experimentado el pueblo. La idea central del poema muestra ese gran contraste, pues el rechazo de que había sido objeto el Siervo relanzaría su labor como parte del anuncio de la nueva voluntad de Dios: “El corazón del asunto descrito en el Cantico es que un hombre inocente y humilde debe sufrir por las maldades, los delitos y los pecados de personas culpables y rebeldes; posteriormente el individuo humillado triunfa de forma extraordinaria, pues recibe el honor y la vida para disfrutar su victoria aun después de haber muerto”.56 Aunque el horizonte final es de una victoria final, el reconocimiento y la exaltación sólo se alcanzarían mediante el sacrificio, el sufrimiento y la humillación. No se esconden estas duras realidades para la persona descrita en el cántico, anunciada desde los tres primeros, y a continuación se reflexiona sobre la percepción que se tiene del Siervo: la gente se asombrará luego de la gran deformación que se ha hecho sobre su persona (52.14) y él se manifestará desde la novedad más radical, que instalará en el mundo lo nunca visto, nunca contado, nunca escuchado (52.15). la disposición del Siervo está encaminada a la liberación plena de su pueblo: “…los sufrimientos liberadores del Siervo trastocan todas las dimensiones físicas, espirituales y emocionales de su vida. Se afirma que el Siervo, antes de parecer ‘desfigurado’, era la revelación de Dios para transformar la humanidad”.57 Su carácter misionero lo conecta directamente con la intención divina de proporcionar salvación a todos los seres humanos.

El Siervo vive los sufrimientos y humillaciones en perspectiva liberadora

Lo anunciado es increíble (53.1) y el profeta retoma su mensaje para proyectarlo hacia un presente que sigue siendo complejo y exigente. La falta de atractivo del Siervo plantea una situación paradójica, puesto que no es posible disociar su persona de su mensaje mediante una transposición que lo coloca delante del pueblo en situación de indefensión, al mismo tiempo que aparece como su única esperanza de salvación. La apariencia del Siervo entra en profunda contradicción con su mensaje: lo atractivo debe ser precisamente lo que trae como anuncio novedoso al pueblo, es decir, la liberación total de toda forma de opresión, lo que le atrajo el rechazo: El mensaje del poema es claro y directo: Dios se ha propuesto liberar a su pueblo del cautiverio político y de la alienación religiosa para convertirlos en verdaderos siervos de la humanidad”. […] El poeta se admiraba del Siervo que estaba desfigurado e inclusive indica que ¡no tenía aspecto humano! Destaca el texto de esta manera que el Siervo no tenía una apariencia hermosa o una presencia agradable que pudiera atraer seguidores y ganarle adeptos. Por el contrario, el Siervo, que tenía una misión universal de liberación, no tenía las características físicas de una persona atrayente: no tenía belleza, y las personas al verlo “se ocultaban sus rostros” o Samuel Pagán, Experimentado en quebrantos. Estudio en los Cánticos del Siervo del Señor. Nashville, Abingdon Press, 2000, p. 118. 56 Ídem. 57 Ibíd., p. 121. 55

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“se tapaban la cara”. El Siervo no atraía con su presencia; provocaba reacciones adversas al ser evitado por su comunidad.58

No obstante, se trata de un renuevo, una raíz que la tierra apenas podrá alimentar (53.2). El Siervo nace y se desarrolla en un ambiente completamente hostil y si su propio pueblo lo rechaza, la realización de su mensaje será aún más complicada. Desde que creció experimentó “el golpe rudo del rechazo” y fue marginado, continuamente “despreciado, evitado y subestimado”. Fue por eso que las adversidades le enseñaron a ser un “varón de dolores”, un hombre “experimentado en quebrantos”, lo que significa “que las complejidades existenciales que rodearon su desarrollo físico y emocional le hicieron ser una persona curtida en sufrimientos y experta manejando situaciones de dolor extremo. […] El Siervo era ciertamente un profesional del conflicto”.59 Los puntos de contacto con la noche en que Jesús de Nazaret atravesó por los momentos más angustiosos de su vida, previos a la crucifixión, son directos, aunque no del todo claros, pues si existe algo difícil de plantear es el procesamiento y la interpretación del sufrimiento gratuito. El Nuevo Testamento se atrevió decididamente a identificar todos los elementos enigmáticos del Siervo de Dios con la experiencia de Jesús y aplicó a su persona el caudal de sufrimientos mencionado en el cántico. Cada expresión fue vista a través de él con la certeza de que encarnó plenamente el servicio a favor de los demás. Las palabras de Jesús durante la Cena, sobre todo las palabras sobre el cáliz aluden también a “la vida entregada por una multitud”, y que consigue el perdón de los pecados. La manera en que afrontó el sufrimiento vicario se convertiría en un modelo de fe y acción para sus seguidores. Recordemos que la gran revolución religiosa de Jesús —en seguimiento de los profetas de Israel— consistió en proclamar que la relación del hombre con Dios se juega en las relaciones humanas, y no en las prácticas, usos u obligaciones religiosas. Éstas pueden ser útiles si ayudan al hombre para aquellas; pero Dios no las necesita: “¿qué templo podréis darme o qué lugar para mí descanso? Todo lo hicieron mis manos, todo es mío” había escrito otro discípulo de Isaías (Is 66.1.2). Por esta revolución Jesús fue condenado como blasfemo, y el Padre lo resucitó “sentándole a su derecha”.60

Ibíd., p. 123. Ibíd., p. 124. 60 José Ignacio González Faus, Servir para una espiritualidad de la lucha por la justicia en los “cantos del siervo” de Isaías. Cuadernos Cristianismo y Justicia 96, p. 16, www.cristianismeijusticia.net/files/es96.pdf. 58 59

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“EXPERIMENTADO EN QUEBRANTO”: EL SIERVO SE ENTREGÓ POR TODOS/AS 14 de abril Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. ISAÍAS 53.5, RVR 1960 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades. El castigo que merecíamos por nuestro bienestar cayó sobre él, y por sus cicatrices fuimos curados.61 Versión de Samuel Pagán

Un sufrimiento sustitutivo y liberador (Is 53.5-6)

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l cuarto Cántico del Siervo Sufriente de Yahvé, el más conocido, es todo un compendio de profecía contextual y prospectiva. Profundiza las afirmaciones de los cánticos anteriores y establece, como una auténtica novedad teológica el tema del sufrimiento sustitutivo o vicario, ajeno hasta ese momento a la fe del antiguo Israel. El origen de los sufrimientos y humillaciones de este personaje no fue su propio pecado “sino que se enfrentó a la vida cruel y al trato despiadado por los pecados de la humanidad”.62 Se revela en esta estrofa el corazón del mensaje del Siervo: para restaurar a Israel y santificar a las naciones, el Siervo tendría que sufrir en sustitución de los seres humanos: “El Siervo del Señor soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores; fue traspasado por nuestras rebeliones y triturado por nuestros crímenes; además, soportó el castigo que merecíamos. ¡Dios mismo cargo sobre sí todos nuestros delitos!”.63 Ésa es la razón por la cual los pueblos se admiran y los reyes quedan sorprendidos y mudos (52.15): el sufrimiento vicario (palabra extraña al mundillo evangélico, pero tan necesaria en este caso) del Siervo. ¿Cómo tratar de entender la reacción de los poderes humanos ante este acto sustitutivo que no pasa por las ofertas políticas del momento? ¿Cómo no afirmarlo como la respuesta divina a cualquier intento por domesticar y controlar el sentido de la vida de las personas? Si se presenta como un ofrecimiento gratuito, superior y efectivo, dado su origen (nada menos que la gracia de Dios), todo lo demás se vuelve relativo, pues, aunque los conceptos de salvación y liberación han llegado a ser casi incomprensibles para las sociedades actuales, tan secularizadas y dominadas por las leyes del mercado, la propuesta esbozada por Isaías sigue vigente y es capaz de devolver el significado profundo de la existencia humana digna a quienes se han alejado de ella. Por todo esto, dicho en la clave presente, el texto bíblico presenta la necesidad del padecimiento sustituto del Siervo para la redención Israel y las demás naciones en medio de una historia que arrastraba grandes conflictos y que iba mostrando su dinámica para exigir a las personas de fe una interpretación sólida de la misma y de las acciones de Dios: El Siervo sufre en sustitución de los pecados de la humanidad, no como resultados de las acciones humanas: ya el pueblo de Israel había sufrido las penurias del exilio en Babilonia y las naciones habían experimentado sus crisis políticas y sociales. El Siervo se presenta en el poema con una actitud de solidaridad, compromiso y encamación. Este Cántico es la culminación del tema de salvación que comienza a presentarse en la obra isaiana en los capítulos 4952, y que posteriormente continuará en 54-55. El Siervo se identifica con “el brazo del Señor” que lleva a efecto la liberación del pueblo, que ciertamente tema componentes físicos, políticos, económicos y sociales, como también importancia religiosa y espiritual.64

La imagen pastoril del v. 6 afirma categóricamente que Dios cargó sobre el Siervo “todos nuestros pecados”. Tal como las ovejas se desorientan y pueden extraviarse, Israel y las naciones han caminado sin dirección por Samuel Pagán, Experimentado en quebrantos. Estudio en los Cánticos del Siervo del Señor. Nashville, Abingdon Press, 2000, p. 117. 62 Ibíd., pp. 124-125. 63 Ídem. 64 Ibíd., p. 125. 61

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senderos negativos y con consecuencias nefastas. “Únicamente la intervención de un buen pastor es capaz de reorientar las ovejas y llevarlas sanas al redil; y así el Señor, mediante los sacrificios y humillaciones del Siervo, logrará su propósito restaurador con la humanidad”.65

Una entrega callada y no violenta (respondida estruendosamente y con violencia) (Is 53.7-8) La entrega del Siervo es callada y no violenta, y la de Jesús de Nazaret ante el tormento y el suplicio sigue esa misma consigna. Su actitud de reconciliación, incluso en los peores momentos (la oreja herida del soldado romano [Jn 18.10], por ejemplo) y hasta en la cruz misma (“Perdónalos, porque no saben lo que hacen”, Lc 23.34) no deja lugar a dudas. Estamos ante un caso más de “silencio místico obligado”, anclado en la obediencia total, pero que no dudó ni un segundo en romperse al estar frente a individuos como Pilato, que se arrogaron la posibilidad de decidir sobre la vida o la muerte. Los evangelios fueron muy sensibles a la dignidad mesiánica con la que Jesús respondió a la arrogancia del representante imperial. El lenguaje sacrificial y litúrgico se combina con el del campo para mostrar al Siervo-Mesías como un cordero inocente (también, la imagen de la oveja ante sus trasquiladores) que es llevado a la muerte sin proferir nada. Se da por sentado que acepta la inmediatez de su muerte como parte de un holocausto personal que nada evitará, pues todas las cosas están en su contra. No es solamente un decreto divino el que se la venido encima, sino que también las infames fuerzas históricas se han confabulado para acabar con él. El Siervo isaiano no responde las injurias recibidas y enfrenta su suerte con humildad extrema. Como escribe Enrique Dussel: “El Siervo no se sostiene, es sostenido (42.1); no se elige, es elegido; no inventa su doctrina, sino que la recibe (50.4); no se defiende, es Dios quien lo ayuda (50.7); ha sido llamado a una función (49.1) y ha sido investido de las actitudes necesarias (49.2); él no va en nombre propio, es enviado (49.3-6) y será glorificado (52.13) por Yahveh”.66 El lenguaje personal (¿y divino?) reaparece: “El Siervo es herido por los pecados de ‘mi pueblo’ Israel (53.8) y es asesinado, aunque no había cometido crímenes ni era un engañador. El Siervo se sometió a un sistema humano injusto no por sus propios delitos, sino en un acto de autohumillación que conllevaba a ser enterrado entre “malhechores’”.67 ¡Cuántos paralelismos es posible encontrar en la historia de la humanidad y en la historia de los testigos sufrientes de la fe! Un sumario simple, pero bastante desconocido de mártires protestantes latinoamericanos bastaría para destrabar la memoria política y social de las iglesias: Rubén Jaramillo, Mauricio López, Noel Vargas, Elisabeth Käsemann, Iván Dias, Paulo Wright y otros más), 68 sin olvidar a Ignacio Ellacuría o a los obispos Óscar Arnulfo Romero en El Salvador, Juan Gerardi en Guatemala o Jorge Angelelli en Argentina.69 Pero no nos engañemos, la pasividad de Jesús, encarnación del Siervo de Isaías, asumida ante las ofensas, la humillación y la tortura, a diferencia de lo que escribió Nietzsche fue una protesta silenciosa, una indignación radical contra el estado de cosas imperante, una voz profética intensa, situada en la espiritualidad del cambio promovido por Dios, pero de ninguna manera conformista. Como explica Juan José Tamayo: De ser cierta la versión de Nietzsche, Jesús habría huido del conflicto como de la quema y se habría instalado en una religión conformista, sin que nada ni nadie le turbara. Pero nada más lejos de la realidad. Jesús fue un Indignado que adoptó una actitud de rebeldía frente al sistema y se comportó como un insumiso frente al orden establecido. El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de ser, caracteriza su forma de vivir y constituye el criterio ético de su práctica liberadora. La insumisión y la resistencia fueron las opciones fundamentales durante los años de su actividad pública, tanto en el terreno religioso como en el político, ambos inseparables en una teocracia y la clave hermenéutica que explica su trágico final.70

Ibíd., p. 126. Enrique Dussel, “Habodah en los poemas del Siervo de Yahvéh” [1963], en Hacia los orígenes de Occidente. Meditaciones semitas. México, Kanankil Editorial, 2012, p. 195, http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/otros/20120130110342/8apen.pdf. 67 S. Pagán, op. cit., p. 127. 68 Cf. Zwinglio M. Dias, ed., Memórias ecumênicas protestantes. Os protestantes e a ditadura; colaboração e resistência. Río de Janeiro, Koinonia Presença Ecumênica e Serviço, 2014, http://koinonia.org.br/protestantes/downloads/PDF_Memorias%20Protestantes.pdf. Video disponible en: www.youtube.com/watch?v=ycWCn7qAOo4. 69 Cf. Virgil Elizondo, ed., Vía Crucis. La pasión de Cristo en América. Estella, Verbo Divino, 1992. 70 Juan José Tamayo, “Jesús de Nazaret, indignado. Por eso lo mataron”, en El País, Madrid, 5 de abril de 2012, http://elpais.com/elpais/2012/03/29/opinion/1333034130_795009.html. 65 66

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Los poderes políticos y religiosos del momento dictaron una (no) sentencia inapelable: Jesús, como el Siervo Sufriente, debía morir irremediablemente. No habría cárcel ni juicio para él; fue en sentido estricto, un juicio sumarísimo. Era una condena anunciada de antemano en la que sus jueces y verdugos se sumaron inconscientemente al complejo designio divino y personal, que él mismo asumió, de entregarse a la injusticia total del mundo para purgar los pecados de todos y arrostrar en su persona la totalidad del mal y la aparente supremacía de la muerte violenta instituida como solución inmediata. Como todo poder material, el Imperio no alcanzó a ver la significación salvífica de tan terrible suceso.

Un asesinato del poder soberbio y criminal (Is 53.9-10a)

Sin embargo, como bien destaca Pagán, el Siervo “no se veía a sí mismo como una víctima más de las injusticias de la vida. Posiblemente entendía su misión a la luz de la voluntad divina que le impelía [lo empujaba] a enfrentar el sufrimiento y el martirio con sentido de misión (53.10). Y como su humillación era parte del propósito de Dios para la humanidad, se acercaba al dolor y a la muerte con confianza y mucha seguridad. Estaba seguro que el sufrimiento por el pueblo traería consecuencias positivas para la humanidad (52.15).71 Ante este inquietante planteamiento, ¿cómo debería entonces interpretarse la muerte violenta de Jesús?: ¿como resultado de la voluntad providente de Dios o, más bien, de la dinámica interna de un sistema imperial decidido a mantenerse en el poder? Porque está bien claro que Roma no iba a permitir que un excéntrico profeta con ideas y prácticas apocalípticas, surgido de las orillas geográficas del imperio, pusiera en entredicho todo el aparato ideológico, militar y cultural que lo sostenía. Imposible. El sistema (en sus dos vertientes) tenía que preservarse a costa de lo que fuere y si para ello habría que asesinar a veintenas o miles de judíos, lo harían sin ninguna duda. Y así sucedió en el año 70, tal y como lo anunció el propio Jesús. De ahí que la interpretación “satisfaccionista”, la más favorecida y repetida por todas partes, debe ser reconsiderada en profundidad, porque Dios (el Padre, se entiende) ni fue sádico, para disfrutar la muerte de su Hijo, ni era un señor feudal que debía recibir la satisfacción por la ofensa recibida, como se repite hasta el cansancio en tantos púlpitos. José Antonio Pagola lo ha discutido bien en su polémico libro Jesús. Aproximación histórica: Jesús no buscaba el martirio. No era ese el objetivo de su vida. Nunca quiso el sufrimiento ni para él ni para los demás. El sufrimiento es malo […] No huye ante las amenazas; tampoco modifica su mensaje; no lo adapta ni suaviza […] Prefería morir antes que traicionar la misión para la que se sabía escogido […] Era inevitable [sin embargo] que, en su conciencia, se despertaran no pocas preguntas: ¿cómo podía Dios llamarlo a proclamar la llegada decisiva de su reinado, para dejar luego que esta misión acabara en un fracaso? ¿Es que Dios se podía contradecir? ¿Era posible conciliar su muerte con su misión? (361)… Al parecer, Jesús no elaboró ninguna teoría sobre su muerte, no hizo teología sobre su crucifixión […] Jesús no interpretó su muerte desde una perspectiva sacrificial. No la entendió como un sacrificio de expiación ofrecido al Padre. No era su lenguaje […] Nunca imaginó a su Padre como un Dios que pedía de él su muerte y destrucción para que su honor, justamente ofendido por el pecado, quedara por fin restaurado y, en consecuencia, pudiera en adelante perdonar a los seres humanos. Nunca se le ve ofreciendo su vida como una inmolación al Padre para obtener de él clemencia para el mundo. El Padre no necesita que nadie sea destruido en su honor. Su amor a sus hijos e hijas es gratuito, su perdón, incondicional (362-363).72

Dios mismo “quiso quebrantarlo” agrega el texto (53.10a), es decir, la voluntad divina fue llevar al Siervo al martirio y a la muerte. En realidad la voluntad del Señor pone de manifiesto el bien de proporciones extraordinarias que traerían a la humanidad los hechos heroicos del Siervo, que no enfrenta la muerte como resultado de sus pecados; llega al martirio como ofrenda de sacrificio en sustitución de la humanidad, en un acto de expiación”.73 La misión del Siervo, denominado “el Justo”, estará cumplida mediante su enorme compromiso con la justicia y la voluntad de Dios. Al llevar “las iniquidades” de muchas personas en un acto extraordinario de solidaridad y compromiso con la gente, declarará a estas personas justas y libres de culpa. Así se consumará su grandioso esfuerzo y sacrificio personal, no pedido por Dios, porque Él no sacrifica a nadie ni desea que otros lo hagan. Acompañamos, pues, al Señor en su Pasión experimentada por causa nuestra con las palabras del cantante brasileño Tavinho Moura. S. Pagán, op. cit., p. 127. Véase el sitio: http://centrodeformacion.com.ve/formacionnacional/fraternidad/sesion-I/docs/5.pdf. 73 S. Pagán, op. cit., p. 129. 71 72

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Pasión y fe Ya suena la campana, suena en la catedral y su sonido penetra todos los portales La iglesia está llamando a sus fieles para rezar a su Señor para cantar la resurrección Y sale el pueblo por las calles a cubrir de arena y flores las piedras del suelo En los balcones veo las jóvenes y los lienzos en cuanto pasa la procesión alabando las cosas de la fe Navegar a vela, navegué en el mar del Señor allí yo vi la fe y la pasión allá yo vi la agonía de la barca de los hombres Ya suena la campana, suena en el corazón y el pueblo pone a un lado su dolor por las calles variopintas de todo color olvida su pasión para vivir la del Señor.74

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Tavinho Moura, “Pasión y fe”, en Signos de Vida, CLAI, núm. 53, septiembre de 2009, p. 22. 35


LA FORTALEZA QUE DA EL SEÑOR GARANTIZA LA ESPERANZA 30 de abril Sean fuertes y valientes, pues Dios peleará por ustedes; no tengan miedo de esos países, porque Dios no los abandonará. DEUTERONOMIO 31.6, TLA

La presencia del Señor siempre es para el bien de su pueblo.

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a lectura del libro del final del libro de Deuteronomio y de Josué, obliga a entender el contexto de Moisés y Josué en su circunstancia bélica y de lucha, además de que exige una lectura poscolonialista, es decir, no ligada ya a la celebración de la “guerra santa” del Dios de los hebreos en contra de los demás pueblos de una forma etnocéntrica. A la luz de la universalidad del amor de Dios no es posible referirse a los “enemigos del pueblo de Dios” sin considerar la vida de los demás pueblos y naciones. Las exigencias del momento, siempre críticas para el naciente pueblo de Dios de la época, señalaban que el mismo debía estar a la altura de las nuevas situaciones que experimentarían. Ante el cambio de liderazgo, el pueblo esperaba firmeza y fidelidad en quien ocupara el lugar de Moisés, lo cual marcó un momento de tensión entre algunas de las tribus. La certeza de que el llamado específico para esa tarea debía realizarse siguiendo lo establecido por el propio Señor, hacía que el pueblo estuviera expectante ante el cambio de estafeta. Cada líder tiene diferentes características, pero la constante debería ser la obediencia a Yahvé, por lo que la presión para todos era manifiesta: cada uno debía ocupar el lugar que Dios había establecido y eso, en ocasiones, producía malos entendidos, celos y nuevas intenciones en los diversos grupos. La vocación para dirigir debía desarrollarse con todas las capacidades, sobre todo porque la labor no consistía sólo en ser un buen estratega sino también en ser un buen dirigente espiritual, consciente de las responsabilidades ante el Dios de la Alianza. El encargo para Josué era llevar adelante al pueblo al territorio prometido por Dios, una labor demandante y que exigía valor y fortaleza. La visión del nuevo líder debía empatarse con los proyectos divinos y no al revés: Josué debía ser, como Moisés, un líder inspirado en la más absoluta confianza hacia el Dios que había liberado al pueblo y someter su ego y sus intereses al proyecto más amplio de Dios.

El apego a los mandamientos divinos La palabra escrita de Dios era un conjunto de leyes que buscaban la implantación de la justicia en todos los aspectos de la vida del pueblo. La repetición de la Ley en el Deuteronomio marca varios momentos cruciales en la vida del pueblo: primero, porque remite a un pasado que debía seguir siendo aleccionador a instructivo en otras épocas. Y, en segundo lugar, porque remite a la época del rey Josías, cuando se intentó una profunda “reforma estructural” desde las bases mismas de la fe originaria del pueblo. No había sido fácil compaginar los ideales antiguos con las necesidades que las diversas coyunturas plantearon a la nación. El perdón de deudas era una condición básica para garantizar la igualdad en el pueblo de Dios y los líderes debían estar atentos a que el proyecto divino se cumpliera cabalmente. Esa muestra de búsqueda de la igualdad era un auténtico desafío profético y material para todo el pueblo. Los cambios profundos que el Señor esperaba que acontecieran en medio de su pueblo serían una condición firme y clara de la aceptación de la fuerza con que Dios quería que su pueblo fueses diferente a los demás. La renuncia a bienes obtenidos por las urgencias de los demás fue una condición vital para situarse ante los designios divinos de justicia y armonía. La “fiesta de las enramadas” (de los tabernáculos) debía ser el símbolo de la obediencia a Dios y de una práctica social de los mandamientos. Fue también el testimonio de la presencia transformadora del Señor en medio de su pueblo. Las fiestas religiosas demandaban cambios auténticos en el comportamiento del pueblo y no meramente el ritual y la efervescencia, por unos cuantos días, del impulso original con que Dios se había manifestado a los fundadores del pueblo. Cada vez que la fiesta se realizase, el pueblo debía recordar, de manera pedagógica, la importancia de las acciones divinas para instalar una mentalidad acorde con los planes de Dios. Ante los cambios de dirección y la ansiedad producida por ellos, únicamente la fortaleza divina podía sostener al pueblo creyente. De la misma forma, hoy es necesario que la confianza en el Señor se sustente en elementos firmes, históricos y bien discernidos por el pueblo para que, así, se puedan resistir los embates de las modas, las tendencias y los comportamientos que flotan en el ambiente y que amenazan verdaderamente la fe del pueblo. Las creencias populares, dominadas por la superstición y el miedo a lo desconocido, no pueden tener lugar 36


en medio del pueblo de Dios, que es informado y formado por la Palabra profética, actual y exigente en todo momento. Lo esencial de la respuesta a ella es la profunda autocrítica ante todo lo que se realiza al interior de la comunidad. La única garantía de la esperanza es la fortaleza que Dios proporciona a cada integrante de su pueblo, como parte de un proceso de fe y obediencia constantes. La certeza de la protección divina viene de esa dinámica de fe y acción, pues debe estar anclada en la dinámica correcta: si dios conduce la vida de su pueblo, Él mismo proporcionará los recursos para sobrevivir con esperanza: “…porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2.13).

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Mayo “MI FAMILIA Y YO SERVIREMOS AL SEÑOR”: FAMILIAS FIELES EN TIEMPOS DE CRISIS 7 de mayo

No es fácil vivir para Dios. Él no tolera el pecado ni acepta dioses rivales, y espera que se le obedezca en todo. Si le son infieles no los va a perdonar. JOSUÉ 24.19, TLA

La asamblea de Siquem: momento crucial

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n la conclusión del imponente libro de Josué, cima literaria posterior a la exposición de la Ley antigua y continuación grandiosa del proyecto historiográfico deuteronomista, se encuentra uno de los momentos fundamentales del antiguo Israel. Los acentos teológicos del libro se concentran en el último capítulo de tal forma que se engarzan ampliamente a) La tierra liberada no conoce reyes. Los capítulos 13-24 hablan de una tierra en la cual el rey no está previsto. La sociedad es claramente tribal, dispuesta a ser fiel a Yahvé, cuyas acciones junto a su pueblo son conocidas. b) La ciudad es integrada en esta sociedad. La ciudad no se presenta más como una amenaza a los campesinos de las tribus. Ella es integrada a las tribus, distribuida, como lo es la tierra. c) La tribu sustituye el reinado como grandeza política. Junto a Josué y Eleazar, son los líderes de las tribus los que determinan la distribución de los territorios tribales, claramente delimitados. d) El acceso a la tierra es garantizado para la familia. Aunque no lo hayamos destacado antes, en la división de los territorios es la familia la que tiene el acceso a la tierra. La tribu se presenta como un gran grupo que congrega clanes y familias, cuyos derechos defiende y representa. La tierra pasa a ser herencia, y como tal es innegociable. e) La tierra liberada es tierra dada. Aunque el libro de Josué relata una conquista, especialmente Josué 24 resaltará que la tierra es dádiva de Yahvé. Por eso, ésta no puede ser comprada. Las herencias son concedidas a través de sorteo, para que todas las familias integrantes de la tribu puedan tener acceso a ella.75 El “choque” entre Israel y Canaán no es el enfrentamiento de dos etnias, sino el de un grupo de esclavos liberados de Egipto y un conjunto de gente marginada social y económicamente contra los terratenientes y poderosos de la ciudades-Estado de Canaán...[Sánchez sigue, citando a Walter Bruggemann:] Los cananeos conforman la “elite urbana” que controla la economía y que goza de un poderoso privilegio político, en detrimento de los “campesinos” productores de los alimentos, y quienes se definen a sí mismos como “israelitas”.76

Cuando la figura de Josué llenó todo el panorama de la marcha de Israel, pocos pensaban en su familia, la familia de un gran líder. Su caminar espiritual fue la base de sus decisiones enérgicas y sumamente conflictivas. El cap. 24 inicia con la formulación de un bellísimo Credo Histórico (vv. 2b-13). Ante la totalidad del pueblo convocado después de la conquista de la tierra, Dios mismo reconstruye la historia. Las familias de Israel deberían tener bien claro su origen, desarrollo y proyección pues la entrega de la tierra propició un profundo compromiso espiritual ante Dios, por encima de las contrariedades para su realización.

Renovar el pacto desde las familias

Las tribus, clanes y familias de Israel recibieron la exhortación (¿o ultimátum?) de Josué: la fe yahvista debía imponerse después de la ocupación de la tierra (vv. 14-15). Sin ella, resultaría imposible establecer una verdadera nueva sociedad acorde con el plan divino de marcar una auténtica diferencia con el resto de los pueblos y culturas. La lucha contra el politeísmo y la idolatría fue un conflicto cultural signado por el ímpetu teológico de ajustar la percepción de la fe completa en el mismo horizonte para avanzar como nación. Como se pregunta Dreher: “¿No Carlos Arthur Dreher, “La distribución de la tierra”, en RIBLA, núm. 60, p. 33, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/60.pdf. E. Sánchez Cetina, “Josué”, en William R. Farmer, ed. Comentario Bíblico Internacional. Estella, Verbo Divino, 1999, p. 487, cit. por Thomas Hanks, “Cap. 6. Josué”, p. 1, en www.fundotrasovejas.org.ar/Libros/La%20Biblia%20Hebrea%20Subversiva%20Josu%E9%20.pdf. 75 76

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sería de imaginar que más que una celebración repetitiva reuniendo los mismos grupos, Jos. 24 represente la constante adhesión de nuevos grupos a este Israel emergente, cuyo catalizador es la fe en el Dios Yahvé que libera esclavos y que da la tierra?”.77 El pueblo respondió positivamente (vv. 16-18), pero era preciso hacer un “esfuerzo teológico” para depurar la fe tribal y familiar. Semejante esfuerzo se llevaría mucho tiempo, puesto que las tendencias que afloraban cíclicamente hacían que la labor profética enfrentase oposición, en ocasiones muy marcada. Todo el libro de Josué es resultado de un debate interno sobre la necesidad o no de contar con monarcas. La primacía de Yahvé como gobernante supremo del pueblo se discutió en acto muchas veces y las consecuencias de la discusión afectó directamente la vida del pueblo. Josué, muy lejos de la neutralidad, tomó la iniciativa para superar, de una vez por todas, el politeísmo y la idolatría (vv. 19-20), a sabiendas de que la lucha continuaría ya con la tierra ocupada. Las familias de Israel debían hacer un fuerte ejercicio de introspección para superar completamente la orientación que amenazaba con imponerse. La opción es presentada contundentemente: Todos los grupos otrora marginados por el sistema cananeo, representados prototípicamente en Rajab (Jos. 2), que optasen por adherir a este Israel solidario e igualitario, tenían que pasar por un ceremonial, como el de Jos. 24, en el cual, después de ser notificados de los hechos salvíficos de Yahvé en el pasado, eran puestos delante de la decisión: servirlo exclusivamente o no. La razón de esta exclusividad me parece radicar en el hecho de que la opción por el Dios de los esclavos, es inequívocamente la negación de los dioses que puedan legitimar el sistema cananeo”.78

La respuesta favorable tenía que abarcar todos los niveles de la vida del pueblo: personas, familias, comunidades, tribus (vv. 21-24). La familia, clan y tribu de Josué serían las vanguardias teológicas, morales y espirituales para seguir aspirando a la formación de una verdadera comunidad alternativa en medio de la historia. Se trataba de construir un conjunto de relaciones equitativas basado en las leyes y mandamientos divinos (vv. 2528). Cada familia se establecería en su territorio para poner en marcha ese proyecto divino largamente acariciado. Las famosas palabras de Josué son el resumen de un proyecto espiritual y social que implicó directamente a las familias en el marco del intercambio cultural con otros pueblos. ¿Qué debía integrarse y que no a la vida y mentalidad de las familias?: era una pregunta crucial para resolver el destino del pueblo en los tiempos futuros. Sus avances, retrocesos y dificultades se alcanzarían a apreciar durante la época posterior, en el libro de los Jueces, muestra realista de la cotidianidad de un pueblo que trató de llevar adelante los ideales yahvistas con desigual fortuna.

Cf. Carlos A. Dreher, “Josué, ¿modelo de conquistador?”, en RIBLA, núm. 12, 1992, pp. 64-65, http://claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2/17-ribla. 78 Ibíd., p. 65. 77

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LA FAMILIA DE JACOB Y SU RECONSTRUCCIÓN ESPIRITUAL 14 de mayo Y luego él solo regresó al otro lado y allí luchó con un desconocido hasta que el sol salió. Cuando el desconocido se dio cuenta de que no podía vencer a Jacob, lo golpeó en la cadera, y se la zafó. GÉNESIS 32.24-25, Traducción en Lenguaje Actual

Jacob como hijo, esposo y padre

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a familia originaria de Jacob traía la marca de la alianza con Yahvé, el Dios de su padre y abuelo. No había estado exenta de dificultades, sobre todo al momento de la repartición de la herencia material y espiritual que lo confrontó duramente con su hermano Esaú, quien antes le había intercambiado la primogenitura en una historia célebre. Por su parte, las cuatro familias que había formado el patriarca enfrentarían diversas crisis dada la manera en que se habían formado: engaños, sorpresas, falta de sinceridad en las relaciones y afectos. Todo ello inició desde el momento en que quiso casarse con Raquel, pero fue engañado por Labán al entregarle a su hija mayor. La saga de Jacob es un buen modelo de desarrollo espiritual masculino. Las tres etapas que recorre el varón están claramente delineadas en el texto del Génesis que muestran las características del alma varonil en proceso de liberación e integración. El ciclo de Jacob es una guía potencial del proceso al que está llamado todo varón que busque una afirmación de su propio ser masculino con el objetivo de la defensa de la vida y la cohesión social de la comunidad humana. La primera etapa, de “ascenso personal” es, quizá, la más negativa, aunque sea la más aceptada y practicada, la mayor parte de las veces inconscientemente: La mayoría de los varones continúa hasta morirse en la dirección de (A). Es decir, adquirir, lograr, superar, aventajar y morir peleando por mantener lo arrebatado a otros machos igualmente deseosos de ascender en la empresa, la política o la iglesia. Es la etapa de los discípulos de Jesús que compiten por los primeros lugares (Mc 10.35-45) y discuten entre ellos por ser el más importante (Mc 9.33-36). En (A) no hay amistad o fraternidad con otros varones; no existe la noción de equipo con otros hombres, mucho menos con mujeres, quienes son vistas solo como colaboradoras inferiores o seres débiles a quienes proteger, pero nunca escuchar. […] Mientras el hombre espiritual permanezca en (A), su camino es el de la ambiciosa disciplina, del auto-empoderamiento, del reforzamiento espiritual de sí mismo; si continúa en este camino se convierte en un ministro hábil y eficiente, víctima de su propia acumulación de poder, varón luchando contra varones por ser el primero.79

Jacob no valoraba adecuadamente a su familia al exponerla a los riesgos del reencuentro con su hermano, pero, aun así, su decisión de reencontrarse con Esaú y recuperar su fraternidad muestra algunos avances o, más bien, tanteos en la construcción de una nueva masculinidad y de una manera diferente de ser persona. El patriarca avanzará a la segunda etapa, la de la solidaridad, “que permite al varón hacerse uno con sus hermanos y hermanas, renunciando al camino ascendente del control y la dominación. Es la búsqueda amplia por la justicia y la equidad”.80 Es una etapa horizontal, ya no en ascenso sino en un plano de práctica del respeto a los demás como iguales. Se comienzan a ceder derechos de otros, a compartir funciones y a celebrar la diversidad. “La amistad con otros varones le ayuda a visualizar mejor sus heridas y a solicitar ayuda de quienes conocen mejor el alma viril, es decir otros hermanos de género. Este es un camino de reconciliación con la imagen paterna, de autoconocimiento de la psiquis masculina en sus profundos repliegues y experimentación de un nuevo modelo de vivir en la iglesia”.81

Hacia el reencuentro con Esaú: reconstrucción y nuevo inicio La lucha con el “ángel”: instante fundador de una nueva persona, de un nuevo integrante de la familia de la alianza. Es la “vía negativa”, la tercera etapa, “donde hay que desaprender el camino del poder, potenciar a otros, hacerse hermano de la creación, derribar barreras para ser parte de una nueva humanidad. Es ir en contracorriente al camino que la sociedad y la estructura eclesial disponen para el hombre religioso, una posición de privilegios y ventajas. Es vivir como el producto definitivo del Espíritu que hace de todos uno, ser el logro de Cristo que reconcilia

Hugo Cáceres Guinet, “Algunos elementos de la espiritualidad masculina vistos a través de la narración bíblica de Jacob”, en RIBLA, núm. 56, pp. 20-21, www.claiweb.org/index.php/miembros-2/revistas-2#52-63. 80 Ibíd., p. 21. 81 Ídem. Énfasis original. 79

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todas las cosas en Sí mismo (Col 1.20)”.82 Ya consumado como padre con una gran parentela, Jacob se considera consumado a sí mismo, pero es como si sus esposas, concubinas e hijos no tuvieran rostro, pues sólo representan un logro en el camino de su masculinidad afirmada. Después de asegurarse de colocar a sus cuatro esposas y once hijos del otro lado del torrente, es decir de preservar la vida como una opción esencial, Jacob se queda solo, la noche oscura se inicia, lo que provoca el encuentro con el ser misterioso —aun la Biblia es ambigua, primero un hombre (32,25), después Dios (32,29)— por medio de lo único que Jacob sabe hacer: luchar. […] Ésta es la noche espiritual masculina, su naturaleza se aferra, lucha, exige, pregunta por el nombre de su contrincante. Pero es noche del alma y no hay respuesta a su pregunta, está por nacer otro hombre, el hombre transformado por la superación de las experiencias de enfrentamiento y frustraciones y dar paso a la experiencia auténtica de paternidad: no esperar nada excepto la salvación de la prole. En la oscuridad ve el rostro de Dios y éste le revela un nuevo nombre.83

El nuevo nombre de Jacob define su nueva percepción de la acción de Dios en su vida y en su familia adecuada para seguir afrontando las luchas cotidianas con una mejor percepción de la fe y la existencia: “Jacob ha tenido la experiencia de los místicos que reconocen que nada se parece más a Dios que la oscuridad. De allí puede regresar a reconciliarse a fondo con su hermano, a convertirse en verdadero padre y esposo, el varón liberado de oposición y temor”.84 De manera distinta a su abuelo y su padre, quienes se cubrieron tras las mujeres para salvar su vida (Gn 12.10-20; 20; 26.6-1), Jacob ahora se colocaría delante de su hermano protegiendo el clan para solicitar humildemente la misericordia de Esaú (Gn 33.3). Dios reconstruye familias todo el tiempo y las encamina hacia nuevos horizontes de fe y de acción. El modelo de Jacob, visto ya no solamente como un “héroe” sino como un hombre de familia en proceso de reconstrucción, manifiesta cómo Dios, desde la antigüedad, ha insistido constantemente en formar y consolidar familias de fe dispuestas a encontrarse con él en la historia.

Ídem. Ibíd., p. 25. Énfasis original. 84 Ídem. 82 83

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LA FAMILIA DE JESÚS ANTE EL ADVENIMIENTO DEL REINO DE DIOS 21 de mayo Mi madre y mis hermanos son todos aquellos que escuchan y obedecen el mensaje de Dios. LUCAS 8.21, Traducción en Lenguaje Actual

Jesús puso al Reino de Dios por encima de su familia

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a familia de Jesús tuvo un inicio conflictivo pues su madre tomo la decisión de tenerlo, por intervención directa de Dios, mientras aún no se casaba. El propio Dios tuvo que convencer a José de participar en su plan acerca de la aparición de su Hijo en el mundo como una persona humana y de sumarse al mismo con todas las atribuciones de un padre que cubriría las necesidades afectivas y materiales de Jesús. Jesús creció en un ambiente familiar de características propias del judaísmo tradicional de su tiempo, en el marco de la obediencia a la Ley y a las costumbres sociales. Como hijo y hermano (Mr 6.3) debió guardar una serie de mandatos para ubicarse adecuadamente en su núcleo familiar: debía obediencia a sus padres, a pesar de que en un episodio muy temprano comenzó a poner por delante su visión del proyecto divino (Lc 2.41-52) y al estar sujeto a ellos dependió de su autoridad durante su niñez y parte de su juventud. Como Hijo de Dios, pero también como un ser humano completo, Jesús debía conocer el amor filial en el seno de una familia y regirse por los valores transmitidos por sus padres humanos. Seguramente siguió la costumbre de José en cuanto al oficio de carpintero y la comunidad a la que pertenecía lo identificó con ella (Mt 13.55). Al ser “nacido de mujer” y “estar bajo la Ley” (Gál 2.20), observó con fidelidad todas las tradiciones de su pueblo y participó en las fiestas junto con su familia. El evangelio de Lucas es el más minucioso en la descripción de los sucesos relacionados con su familia. Cumplida su etapa formativa, Jesús “salió de su casa”, al parecer sin oposición de su madre, para cumplir el propósito de su venida: proclamar e instaurar la presencia del Reino de Dios en el mundo, sin rehuir los conflictos propios de semejante proyecto. Su aparición como profeta y maestro itinerante rompió radicalmente con lo que se esperaba de él en su familia, de tal modo que se unió a la tradición profética de su pueblo en medio de un ambiente de dominación extranjera. Sus sentimientos nacionalistas formaban parte de la mentalidad de su época y él los canalizó para darle forma a su práctica y mensaje. Para él, el Reino de Dios era lo primero, por lo que todo lo demás, incluso la familia no era un absoluto. 85 Así es posible comprender varias de sus expresiones relacionadas con la tensión ocasionada entre ese proyecto superior y los proyectos inferiores o relativos, como era la formación de una familia, algo a lo que él mismo renunció. Sus palabras deben situarse en el contexto de esta tensión que afloró en el hecho de que, como señala Juan 7.5, “ni siquiera sus hermanos creían en él”. La radicalidad con que se refiere a la familia es digna de llamar la atención: “Si ustedes prefieren a su padre o a su madre más que a mí, o si prefieren a sus hijos o a sus hijas más que a mí, no merecen ser míos” (Mt 10.37). y esas palabras están precedidas por otras aún más duras: “He venido para poner al hijo en contra de su padre, a la hija en contra de su madre, y a la nuera en contra de su suegra. El peor enemigo de ustedes lo tendrán en su propia familia (Mt 10.35-36). En Mt 19.29 anunció el premio que recibiría quien dejase a su familia por causa de él. Y en ese mismo tono y orientación está la frase que dedicó a quien quería primero ir a enterrar a su padre (Lc 9.60; Mt 8.22).

Jesús estableció las bases para la familia de Dios Al formar una comunidad de seguimiento que colocó de otra manera los lazos de consanguinidad, Jesús creó nuevas bases para la convivencia humana en el horizonte del Reino de Dios que relativizó esos lazos, lo cual no fue (ni es) poca cosa en una sociedad tan tradicionalista como la judía. No obstante, con frecuencia se refirió a la nueva realidad humana y comunitaria traída por la cercanía del Reino de Dios como el surgimiento de una nueva “familia”:

Javier de la Torre, “Jesús de Nazaret y la familia. Una respuesta válida a los desafíos actuales de la moral familiar”, en Universidad de Cantabria, https://web.unican.es/campuscultural/Documents/Aula%20de%20estudios%20sobre%20religi%C3%B3n/CursoTeologiaCicloI IJesusDeNazaretYLaFamilia2014-2015.pdf. 85

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Cuando Jesús habla del Padre, de Dios, del Reino, del comportamiento del discípulo… al hablar de su mensaje, utiliza sobre todo imágenes familiares: Dios es un Padre que hace que todos seamos hermanos; Dios es un Padre que espera a su hijo todos los días hasta que vuelva; Dios es un Padre que, fundamentalmente, todo lo da por sus hijos… En muchas de sus parábolas, de sus maneras de hablar, de sus mensajes, de sus ejemplos, utiliza la familia de manera positiva, sobre todo para ilustrar quién es Dios: “Dios es un Padre”; para ilustrar cuál es el comportamiento del discípulo, como “un buen hijo”; y para ilustrar, en el fondo, cómo es el Reino: “una nueva familia”. La simbología familiar ayuda a Jesús en su mensaje.86

Cuando lo buscaron su madre y sus hermanos existía una barrera ideológica y espiritual entre ellos, la cual marcó la distancia con quienes eran sus discípulos: “En su respuesta deja claro que lo que más profundamente vincula a los seres humanos no es el origen, sino la participación en el mismo proyecto. ‘Mi madre y mis hermanos, dice, son quienes se ponen en camino para hacer lo que Dios anhela’. La participación en el Reino de Dios, viene a decir, no se funda tanto en la sangre o la carne, representada allí por su madre, cuanto en el proyecto de fraternidad que constituye a la gente por igual en hermanos y hermanas”.87 La aparente dureza con que trató a su familia fue resultado de la profunda convicción y el compromiso con el advenimiento del Reino de Dios, que llegó para transformar todas las relaciones humanas. La familia nueva, en ese horizonte de esperanza y acción, no podría ya ser un espacio enajenante, opresivo, sino profundamente liberador, en el que se deben preparar a los seres humanos para sumarse a las intenciones divinas de comenzar una nueva creación en todos los ámbitos de la vida. Lamentablemente, eso no sucedía, ni sigue sucediendo, sobre todo por los ímpetus con que las familias se presentan a sí mismas (incluso las cristianas) como un fin y no como un medio. La preservación de otros valores, ajenos a la primacía del reino de Dios sigue siendo una realidad. En la práctica y la enseñanza de Jesús surgió un nuevo modelo de familia capaz de realizarse con base en la fidelidad a la esperanza en el Reino de Dios. Y capaz también de superar los absolutismos de las tradiciones que no se relacionen sanamente con esa utopía fundamental. Las familias, en el horizonte de fe de Jesús de Nazaret, deben convertirse en talleres de justicia, solidaridad y compromiso en la espera y búsqueda militante de la venida del Reino de Dios al mundo.

Ibíd., p. 3. Evaristo Villar, “Jesús y su familia en los Evangelios: una relación conflictiva y superadora”, en Éxodo, www.exodo.org/jesusy-su-familia-en-los-evangelios-una-relacion-conflictiva-y-superadora/ 86 87

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Junio “TENGAN TODOS EN ALTA ESTIMA EL MATRIMONIO Y LA FIDELIDAD [UNIÓN] CONYUGAL” 4 de junio

Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales. Hebreos 13.4, Nueva Versión Internacional

Humanidad, matrimonio y plan divino

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os textos bíblicos fundadores se remiten al pasado más remoto para indagar los orígenes y tratar de explicar el misterio de la sexualidad y la fertilidad. De ahí que la valoración del cuerpo, de la persona y de la unión como tal haya sido eminentemente positiva, aun cuando el manejo de la convivencia enfrentó las dificultades de aceptar la poligamia y el repudio unilateral por parte de los hombres. La humanidad entendió que la unión conyugal era necesaria como fundamento de la convivencia social. El énfasis de Génesis 2.20b en la “ayuda idónea” para el varón hoy debe interpretarse en ambos sentidos. El peso de la autoridad patriarcal, en ese aspecto, se deja sentir por todas partes en la historia bíblica. No obstante, existen algunos signos positivos que, al normal las relaciones conyugales, sin proyectarse hacia la esfera de la igualdad, abrían la puerta para ciertos cambios. “El relato de la creación de la primera pareja humana, Gen 2.21-24, presenta el matrimonio monógamo como conforme con la voluntad de Dios. Los patriarcas del linaje de Set son presentados como monógamos, por ejemplo, Noé, Gen 7.7, mientras la poligamia hace su aparición en el linaje reprobado de Caín: Lámek tomó dos mujeres, Gen 4.19. Ésta es la idea que se tenía de los orígenes”.88 Para el Nuevo Testamento, que sigue la línea de relativizar todo por causa del Reino de Dios, el matrimonio no es la excepción, pues fue visto como un estado en el que los seres humanos son tomados para situarse ante las exigencias del Evangelio. En el horizonte ético de la nueva humanidad, la unión conyugal es colocada en un marco de relaciones mediadas por el Señor Jesucristo y es vista como algo ya dado, pero que debe adecuarse y orientarse en el sentido de la dignificación y humanización que exigen las nuevas condiciones establecidas por Dios. En ese sentido deben entenderse las palabras del Sermón del Monte sobre el divorcio (Mt 5.31-32), así como la respuesta que dio Jesús a la pregunta sobre el divorcio (Mt 19.1-12). En ambos casos, el propio Señor puntualiza la única condición posible para una separación y la manera en que debe percibirse el estado matrimonial ante las exigencias del Reino de Dios. Lo que agrega sobre la situación de los eunucos es inquietante y no necesariamente marca una orientación normativa. La historia del matrimonio en la Biblia muestra fuertes tensiones entre los hábitos culturales y la enseñanza religiosa que debía normarlas, sobre todo al momento de referirse a los derechos de hombres y mujeres. Es muy desigual, por ejemplo, en Deuteronomio 24.1-4, el trato que recibían las mujeres en el caso de ser repudiadas por sus maridos, aun cuando en el mismo pasaje se estipulaba el año de gracia para los hombres recién casados con un lenguaje bastante inusual para los textos legales: “…para alegrar a la mujer que tomó” (24.5b, RVR1960).

“Un lecho conyugal sin mancha” En una sección dedicada a ofrecer diversas instrucciones de vida, la carta a los Hebreos aborda, ocasional, pero muy enfáticamente, el asunto del matrimonio y la relación conyugal. Justamente al comenzar el cierre del documento, y como parte de las exhortaciones presididas por la frase: “Permanezca el amor fraternal” (Heb 13.1), el texto agrupa varias observaciones y afirma lo honroso que debería ser el matrimonio (gámos) en el ámbito de las comunidades cristianas. La franqueza con que se expresa esa breve nota, con todo y sus eufemismos, es una muestra de la forma en que muchos textos se refieren al asunto, muy lejos de nuestras tendencias represivas y poco útiles al respecto. Literalmente, el texto dice: “Honroso sea el matrimonio en todos y el lecho conyugal [coíte, “coito”, 1438] sin mancha” (Heb 13.4a). La segunda frase se refiere claramente a la unión sexual, equivalente al uso del verbo “conocer” en el Antiguo Testamento. La intimidad conyugal es un espacio de conocimiento y entrega personal que no fue descuidado por los escritores sagrados. La inmoralidad (pórnous) y el adulterio (moixoús) son excluidos de facto de la relación matrimonial enmarcada en el nuevo espacio de la ética del Reino de Dios, dado que la supremacía espiritual de 88

Roland de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento. Barcelona, Herder, p. 55. 44


éste subordina el matrimonio y lo coloca en un horizonte moral que debe mostrar las realidades de la nueva humanidad. Incluso el componente del placer debe ser colocado en esa perspectiva, puesto que, sin prohibirlo ni mucho menos, llama la atención a los enormes riesgos morales y culturales que conlleva experimentarlo sin una conciencia clara de sus alcances y limitaciones. La “honra” de una relación matrimonial sana es la marca espiritual y moral que debe presidir las uniones entre personas que confiesan a Jesucristo como Señor de su vida. El centro de la existencia, incluso la corporal, está mediada por valores que el Reino de Dios introduce a la vida de las personas. El filósofo protestante Paul Ricoeur escribió palabras iluminadoras sobre el misterio y la maravilla de la sexualidad humana: Finalmente, cuando dos seres se abrazan, no saben lo que hacen; no saben lo que quieren; no saben lo que buscan; no saben lo que encuentran. ¿Qué significa ese deseo que los impulsa al uno hacia el otro? ¿Es el deseo de placer? Sí, desde luego. Pero ésta es una respuesta pobre; porque al mismo tiempo vislumbramos que el propio placer no tiene sentido en sí mismo, que es figurativo. ¿Pero de qué? Tenemos la conciencia viva y oscura de que el sexo participa de una red de fuerzas cuyas armonías cósmicas se olvidan, pero no por eso quedan suprimidas; que la vida es mucho más que la vida; quiero decir que la vida es ciertamente mucho más que la lucha contra la muerte, que un retraso del plazo fatal; que la vida es única, universal, toda en todos y que es de ese misterio del que el gozo sexual tiene que participar; que el hombre no se personaliza ética y jurídicamente más que sumergiéndose también en el río de la Vida: ésta es la verdad del romanticismo como verdad de la sexualidad. 89

P. Ricoeur, “Sexualidad: la maravilla, la inestabilidad, el enigma”, en Esprit, noviembre de 1960, recogido en Historia y verdad. Buenos Aires, FCE, 2015, www.facebook.com/notes/silvina-lo-re/sexualidad-la-maravilla-la-inestabilidad-el-enigma-1por-paul-ricoeur/10151524134428432/ 89

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MONOGAMIA Y SOCIEDAD: LAS BASES BÍBLICAS DEL MATRIMONIO 11 de junio Esto explica por qué el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para formar un solo cuerpo. Génesis 2.24, Nueva Versión Internacional

Un fundamento social antiguo En el Antiguo Testamento el matrimonio aparece originariamente como una relación normal —ligada a la más íntima condición del ser humano— dispuesta por Yahvé, propia de un periodo de inocencia y desbordante alegría; una etapa jubilosa que, con el transcurso del tiempo, daría paso a otra de ‘dureza de corazón’ (Mateo 19.8), en la que se hicieron indispensables las reglas”.90 La indagación sobre los orígenes más remotos de las instituciones humanas, desde una lectura teológica, encontró aspectos que, al exponerse de una manera simbólica, transmiten la fascinación y el asombro que producía el misterio de la vida, la fertilidad y el manejo del placer en las parejas. Todo ello formaba parte de un conjunto de realidades que debían ser comprendidas a la luz de los designios divinos, que se consideraban muy interesados en definir el papel de las personas en la fundamentación de la sociedad hebrea, en este caso. Para el A.T., el matrimonio es un estado de convivencia que permite fundamentar la existencia de la sociedad sobre una base de estabilidad. La preocupación mostrada por Dios en Gén 2 muestra la necesidad de una armonía humana que completara a cabalidad el orden cósmico y ecológico que se iba estableciendo en la creación. La premisa básica de que ambos, hombre y mujer, compartían la imagen de Dios, establece, en primer lugar, un plano de igualdad que la cultura y los convencionalismos relegaron progresivamente para imponer los criterios dominantes. Ciertamente, el trasfondo de la redacción de los textos manifiesta la búsqueda de los orígenes en el ambiente donde finalmente alcanzaron la forma escrita y también la forma en que llegaron a ciertas conclusiones sobre el estamento que debía prevalecer en la mentalidad del pueblo. El énfasis en la procreación de Gén 1.28 se ve complementado por los énfasis de la segunda narración del origen de la humanidad y de la pareja, pues si bien el primer relato expresa de manera general los orígenes del hombre y de la mujer, el segundo es más minucioso y se detiene con gran detalle a explicar los pormenores de los mismos, haciendo de Dios una especie de artífice, mediante la comprensión de la época, completamente ajena a la ciencia o a la biología. Gén 1.26-30 resalta “la responsabilidad propia del hombre y la mujer en este conjunto armónico creado por Dios mediante su Palabra”.91 Por ello, no es casual que ambas criaturas sean lo último que Dios creó, pues ellos serán co-administradores del mundo. Gén 2.18-25 es una parábola en la que “Dios no da órdenes para que aparezcan las cosas; Él mismo va haciendo con sus manos, va modelando con arcilla a cada ser viviente, se las ingenia para conseguir que su principal criatura, el hombre, se sienta bien: lo duerme y de su costilla ‘forma’ una criatura, que el varón la reconoce como la única con capacidad de ser su compañera entre el resto de criaturas: la mujer”.92 Al misterio de la diferencia se agrega el de la convivencia, puesto que el lugar que ocuparían ambos en el Edén está marcado por un tono más poético, pero no por ello menos atento a la necesidad colectiva de agregarse y formar comunidad desde la unidad básica. La primera pareja tiene una clara afinidad biológica, pero al mismo tiempo sus diferencias son las que fundarán la civilización. La ruptura del clan originario para formar nuevas unidades sociales será la clave de todo (Gén 1.24).

Monogamia y poligamia en el libro del Génesis “El relato de la creación de la primera pareja humana presenta el matrimonio monógamo como conforme con la voluntad de Dios. […] En todos los casos se observa una monogamia relativa: no hay nunca sino una sola esposa ‘titular’”.93 El Código de Hammurabi (1700 a.C.), seguramente conocido por los patriarcas antiguos como Abraham, establecía que el marido solamente podía tomar otra esposa en caso de la esterilidad de la primera y que, incluso, se vería privado de hacer eso si la esposa le proporcionaba una esclava como concubina. Pero el marido, aun con hijos de la esposa, podía tener una sola concubina. Con esto se aprecia que, antes de la aparición de una Vidal Rivera Sabatés, “El matrimonio según la Biblia”, en Foro, nueva época, núm. 13, 2011, p. 190. Luis Alonso Schökel, La Biblia de Nuestro Pueblo. Bilbao, Mensajero, 2008, p. 19. 92 Ibíd., p. 20. 93 [4] Roland de Vaux, “El matrimonio”, en Instituciones del Antiguo Testamento. Barcelona, Herder, 1985, pp. 55, 56. 90 91

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normatividad legal, los antiguos patriarcas no dejaban de respetar ciertas leyes que reglamentaban la vida de las parejas. La tensión entre monogamia y poligamia, entonces, aparece desde los inicios de los textos sagrados, lo que manifiesta el grado de interés que despertaron esas realidades entre los teólogos y redactores de esos documentos. Podría decirse que se presentan como realidades que las comunidades experimentaron simultáneamente. “Los patriarcas de la línea de Set son presentados como monógamos, mientras que la poligamia hizo su aparición en el linaje reprobado de Caín”,94 por lo que es posible advertir un tono crítico y una relación velada entre los descendientes de la línea genealógica marcada por la desobediencia y el crimen. Caín y su descendencia siguen siendo un gran desafío para la interpretación bíblica en este y otros asuntos. De modo que nos encontramos, al momento de hacer una reconstrucción de la historia del desarrollo de la unión conyugal en el antiguo Israel en la encrucijada entre fe y cultura, entre costumbres ancestrales y la lucha ideológica por imponer modificaciones a la conducta social con base en postulados religiosos de difícil instauración. Es decir, igual que ahora, con las variaciones impuestas por la época y las mentalidades. El conflicto ideológico y cultural entre monogamia y poligamia, al menos en Occidente, se ha resuelto a favor de la primera, lo que no significa que las tendencias de muchas personas vayan por el otro rumbo, aun cuando no se pueda legislar a contracorriente de las mismas. La forma en que Dios estableció la institución matrimonial revela la orientación social que debía caracterizar al pueblo de Dios. Los textos la presentan desde una sólida base teológica a fin de afrontar con seriedad su desarrollo. La presencia de la monogamia, como práctica normativa, en las diversas etapas históricas del Antiguo Testamento sale bastante airosa, pues sólo se menciona en el caso de Elcaná, el padre de Samuel (I Sam 1). Los libros sapienciales, que presentan un cuadro de la sociedad de su tiempo, tampoco la mencionan: “…los numerosos pasajes que conciernen a la mujer en el hogar se comprenden mejor en el marco de una familia estrictamente monógama”.95 En ese marco deben entenderse Prov 5.15-19; Ecl 9.9 y hasta el elogio de la mujer perfecta, que cierra el libro de los Proverbios (31.10-31). Además, según la imagen del matrimonio monógamo, los profetas representan a Israel como la esposa única que escoge Dios (Os 2.4s; Jer 2.2; Is 50.1; 54.6-7; 62.4-5), aunque Ezequiel 16 desarrolla la metáfora en una alegoría. Es inquietante comparar las relaciones de Yahveh con Samaria y Jerusalén, con un matrimonio con dos hermanas (Ez 23, cf. Jer 3.6-11). No obstante, el cuadro de la realidad matrimonial es bastante claro, aun cuando deban afrontarse las nuevas lecturas que nos exige la época para seguir situando el matrimonio en su justa dimensión social y espiritual.

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Ibíd., p. 55. Ibíd., p. 57. 47


EL AMOR CONYUGAL EN EL A. T.: HÁBITOS Y CUESTIONAMIENTOS 18 de junio Elcaná le preguntó a Ana: “¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué te afliges? Para ti, es mejor tenerme a mí que tener muchos hijos”. I SAMUEL 1.8, Traducción en Lenguaje Actual

Ana y Elcaná: un matrimonio en conflicto

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uchos relatos del A.T. son presentados con una gran familiaridad debido a que los lectores estaban acostumbrados a los hábitos dominantes incluso en un ambiente de fuerte religiosidad. De ahí que al momento de explorar el entramado de sus relaciones la unidad textual con que son presentados pareciera que se resiste a profundizar en algunos aspectos que no necesariamente saltan a la vista. Es el caso de la convivencia conflictiva de la práctica de la monogamia con la poligamia. La poligamia era tolerada en Israel (Dt 21:15-17). Los patriarcas de la línea de Set son monógamos (Gen 7:7), al revés de los de la línea de Caín (Gen 4:19). En Israel, las restricciones antiguas sobre este punto desaparecen en tiempos de los jueces y de la monarquía. Esa convivencia planteaba el problema de una obediencia estricta de la ley o de una laxitud en su aplicación a la vida cotidiana. No se trata de escandalizarse por este tipo de prácticas sino de situarlas lado a lado con la búsqueda de la obediencia a Dios en medio de determinadas circunstancias. Igual que hoy mucha gente se rasga las vestiduras al observar conductas consideradas como “indeseables”, en la antigüedad surgieron rupturas en el comportamiento social que tardaron mucho tiempo en establecerse y otro tanto para modificarse. Las historias de parejas y matrimonios no esconden las dificultades de su entorno, aunque destacan claramente el lugar central de la fe para afrontarlas. Desde los tiempos de Abraham, Isaac y Jacob, cuyas historias matrimoniales y familiares se volvieron paradigmas de la manera en que Dios desplegó su plan a través de sus vidas, los detalles que las conforman constituyen una veta interminable para el análisis y la reflexión. De ese modo, indagar en las experiencias de algunos personajes puede ayudar a comprender el desarrollo de los hábitos establecidos, así como de las muy necesarias rupturas que presentan los textos, con todo y que sus propósitos son bastante claros a lo largo de la historia: legitimar algunas de ellas y deslegitimizar otras. Este debate interno o implícito aparece, una y otra vez, al momento de revisitar las narraciones según la época que reflejen. Apenas comenzando el primer libro de Samuel, en la reconstrucción de los orígenes de este juez y profeta, el contexto histórico delata muy bien a los protagonistas del relato: Elcaná era “un hombre religioso con consideraciones” rituales hacia Ana (1.4b) porque “Yahvé había cerrado su útero” (1.4c). No sabemos el contexto de sus dos matrimonios: a diferencia de otros casos, Ana y él parecían “atrapados” por las circunstancias. Cuánto dolor debe haberse albergado en el corazón de Ana por las burlas de Peniná (1.5), al grado de que su esposo advirtió esa tristeza mediante tres preguntas muy puntuales. “¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué te afliges?” (1.8a). Margot Kässmann ha reflexionado sobre esta historia desde su mirada de mujer: Lamentablemente, Peniná aprovecha la situación para ofender y humillar a Ana. Quizá lo que subyace tras su comportamiento es que se da cuenta de que Elcaná quiere mucho a Ana. Aunque ella, con sus hijos, salía ganando. Es fácil imaginarse las tensiones que habría en la familia. Probablemente los tres sufrían: el marido, debatiéndose entre el amor a una mujer y el respeto hacia la otra, que le da hijos. Ana, la mujer amada, viendo que no puede ofrecer a su marido el hijo que ambos desean, por lo que se siente mortificada e inútil, vive desconsolada, aunque tiene conciencia de que su marido la ama. Y Peniná, la segunda mujer, herida en su orgullo por sus hijos, porque sabe que no es amada. Ser siempre sólo la segunda, la útil... Esta situación se alarga durante años. Una tortura para todos los implicados, sin duda.96

¿Cuántos triángulos amorosos” precedieron al de Ana en las Escrituras como para que al leer este nuevo caso estemos ya prevenidos?: Abraham y Jacob, para empezar, y los que vendrían después, especialmente el de David, Betsabé y Urías.

Colocar el matrimonio en la perspectiva divina

Lamentablemente, la preocupación de Elcaná hacia Ana se vio acompañada de unas palabras que son muy difíciles M. Kässmann, “Ana, madre desnaturalizada”, en Madres de la Biblia. 20 retratos para nuestro tiempo. Maliaño, Sal Terrae, 2012 (El pozo de Siquem, 294), p. 26. 96

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de evaluar hoy en día (1.8b): él se consideraba mejor que todos los hijos que pudiera tener. Si a algunos lectores pueden molestarlos, no faltará quien las traje de justificarlas, pues nada podía sustituir la humillación doméstica, familiar y comunitaria de que era objeto continuamente por la aparente esterilidad (1.6). Ana era una esposa relegada y ofendida por su “rival”, ante lo cual su esposo tomó algunas medidas, aunque evidentemente no resultaban suficientes hasta en tanto no interviniera el propio Yahvé. La lectura positiva de tales palabras puede consistir en afirmar que Elcaná amaba a Ana con hijos o sin ellos. La esterilidad era considerada como una prueba (Gn 16:2; 30:2) o como castigo de Dios (Gen 20:18). “Según una antigua concepción bíblica (Gen 20:18; 30:22; Rut 4:13), Dios abre o cierra el seno de una mujer casada”, 97 por lo que, si Él había decidido su fertilidad, podría revertirla según sus designios en el momento adecuado. “Hay que recordar que el prestigio de una mujer estaba dado por su capacidad de ser madre y si, además, esta capacidad o incapacidad se atribuía a decisiones divinas, algo de ‘culpabilidad’ se sospechaba en la mujer estéril” (Biblia Isha, p. 319). Al estigma de la infertilidad como tal, había que agregar otra carga, la de un posible pecado oculto que impidiera su maternidad. Si hacemos el esfuerzo de advertir que en esta historia el matrimonio pasó a un segundo plano, aunque debemos percibir cómo la reivindicación de Dios para Ana, además de otorgarle un lugar en la sociedad y de conseguir que superase las humillaciones, le permitió recuperar su propia estabilidad y la colocó en condiciones de hacer un trato directo con Dios para ofrecerle a su hijo, que es lo que interesa más al relato en su segunda parte (1.12-28). En ella, incluso Elcaná respetó la decisión de Ana y se lo dice abiertamente, aunque ya nada sabemos después de cómo evolucionó la relación entre ellos. Luego de pedir una dádiva y un milagro divinos, pues su tristeza le hizo orar a Dios profundamente (1.16b), y de escuchar las palabras amables de Elí que la ayudaron a levantarse de su condición (1.17-18), Ana se convirtió en dadora al entregar voluntariamente a su hijo para el servicio divino. Al “acordarse Dios de ella” (1.19b-20a), literalmente volvió a la vida y fue rescatada de su depresión, de su anorexia, de su enorme tristeza. Ana fue empoderada emocional y vitalmente por Dios mismo en medio de un matrimonio difícil, tal como puede hacerlo hoy con muchos de nosotros. Así resume esta historia la teóloga colombiana Carmiña Navia Velasco: Ana desde una situación de marginalidad y exclusión, levanta valientemente su mirada hasta Dios, forzándolo, motivándolo a que le conceda un hijo. A pesar de que ella no tiene nada que ofrecer, nada que dar a Dios, se atreve a proponerle un pacto. En los pactos antiguos, el fuerte es el que ofrece y protege, el débil sólo puede retribuir fidelidad y adhesión. Ana, sin tener nada le dice a Dios: si tú me das un hijo, yo te lo doy a Ti, te lo devuelvo. De alguna manera le plantea: esto te conviene más a Ti que a mí, porque vas a disfrutar de tu don... Además de ello, sigue mostrando osadía: la vida de los hijos en el régimen patriarcal es propiedad y libre albedrío del padre; la madre no tiene poder de decisión sobre ella. Ana se salta esta ley y libremente dispone de la vida de su hijo, un hijo que aún no tiene, pero que es su única posibilidad de lograr que Yahvé actúe en su favor. 98

“Samuel”, en www.mercaba.org/Biblia/Comentada/samuel_1_y_2.htm. Carmiña Navia Velasco, “El Dios que nos revelan las mujeres”, en Servicios Koinonía, Relat 187, http://servicioskoinonia.org/relat/187.htm. 97 98

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Julio “VAYAN POR TODO EL MUNDO Y ANUNCIEN LAS BUENAS NUEVAS” 2 de julio

Jesús les dijo: “Vayan por todos los países del mundo y anuncien las buenas noticias a todo el mundo. Los que crean en mí y se bauticen, serán salvos. Pero a los que no crean en mí, yo los voy a rechazar”. MARCOS 16.15-16, Traducción en Lenguaje Actual

La evangelización, razón de ser de la iglesia en el mundo

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i para algo existe la iglesia en el mundo es para dar razón de la esperanza que mora en ella (I Pedro 3.15). De otra manera no podría cumplirse lo que dice la Escritura acerca de que los ángeles quisieran venir al mundo a hacer esa labor, pero no están autorizados por pertenecer a otra dimensión (I P 1.12). Ellos no pueden realizar tal tarea porque la evangelización es un trabajo eminentemente histórico, lo cual quiere decir que debe acontecer en medio del mundo, al calor de los dilemas y contradicciones de éste, tal como se lo ha planteado la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas antes de la celebración de su XXVI Asamblea General en Leipzig, Alemania: “La evangelización es compartir la Buena Noticia tanto en palabra como en acción. La CMIR seguirá haciendo hincapié en el vínculo inseparable entre la evangelización y la justicia en todas las áreas de su trabajo”.99 Semejante énfasis proviene desde el Antiguo Testamento porque prácticamente todos los llamados a la conversión pasaban por la necesidad de realizar la justicia en el mundo en todas sus formas. Miqueas 6.1-8 es testimonio fehaciente de ello. En nuestro tiempo, la evangelización ya no debería debatirse acerca de su forma de realización (personal, masiva, espectacular, natural, etcétera…) sino en su carácter, en su fortaleza moral, en su preocupación por el surgimiento de una nueva sociedad dominada por los valores del Reino de Dios. Acaso el supuesto “fracaso” de la evangelización en “nuestra generación”, como antes se decía, obedezca más a la falta de empuje profético de la presencia de la iglesia en el mundo. O, al hecho de suponer por un lado, que, como el cristianismo es la “religión tradicional”, ya no es necesario hacer los llamados a la conversión, o, por el otro, a que deben convertirse naciones enteras para que se cumplan las profecías y así acelerar la segunda venida del Señor. Todas las perspectivas con que se aborde la necesidad de la evangelización deben considerar las enseñanzas escriturales al respecto, partiendo de la acción misma de Jesús y de su Espíritu, como “primeros misioneros y evangelizadores”. Antes de cualquier estrategia o proyecto, hay que voltear la mirada al testimonio evangélico y apostólico para adquirir una visión sólida y justa de lo que Dios quiere hacer con su mundo y en medio de él. Al proselitismo intenso de otras épocas hay que agregar las bases mismas de la estrategia de Jesús, sintetizada en sus propias palabras: “El trabajo que yo los envío a hacer es peligroso. Es como enviar ovejas a un lugar lleno de lobos. Por eso, sean listos y estén atentos como las serpientes, pero sean también humildes, como las palomas” (Mateo 10.16). Esa metáfora, tan relegada en ocasiones, constituye todo un programa de pensamiento y acción para la vida y misión de la iglesia en el mundo. Nunca nadie ha dicho que la tarea es sencilla, pero debe llevarse a cabo con conciencia, rigor y responsabilidad.

La perspectiva de Marcos 16 sobre la evangelización El final abrupto del evangelio de Marcos contrasta con la firmeza de Mateo 28, de donde se ha extraído siempre el mandato de la llamada “gran comisión”. En Marcos, las cosas son diferentes, de ahí que la explicación que puede leerse en el texto virtual de la TLA es directo e inquietante: “Existen tres formas de finalizar el Evangelio de Marcos. La primera y, quizá, la más original es la que finaliza en el capítulo 16 versículo 8 (16.8). Los más antiguos y mejores manuscritos apoyan este final. La segunda forma es la de 16.9-20. Pero este final usa un vocabulario y un estilo muy distintos a los que se usan en el resto del Evangelio de Marcos. Además, los manuscritos sobre los que se basa este final son más tardíos y de menor calidad. La persona que escribió este final resumió varios relatos de las apariciones de Jesús que se encuentran en los Evangelios de Lucas y Juan. La tercera forma es la de Marcos 16.910, titulada ‘Otra manera de finalizar el libro de Marcos’. El estilo es diferente al resto del libro de Marcos, y muy pocos manuscritos la apoyan”. La insistencia del Señor resucitado en proclamar su mensaje a todas las naciones y pueblos está en consonancia con el objetivo central de este primer evangelio escrito: “Con el miedo y el silencio de las mujeres, 99

Libro de trabajo. 26ª Asamblea General, Leipzig, Alemania. Hannover, CMIR, 2017, p. 18, www.wcrc.ch. 50


Marcos pretende no dar por terminado el evangelio para que los creyentes de todos los tiempos, conociendo el testimonio de las primeras comunidades, lo hagamos nuestro, recreándolo desde nuestra situación concreta y con la fuerza del Espíritu de Jesús resucitado. Es decir, cada uno de nosotros debe ‘terminar’ el evangelio de Marcos”.100 “El autor de la conclusión de Marcos le ha dado una forma especial que presenta la acción misionera universal y abarcando la creación entera. No es que se piense que los discípulos hayan de predicar también a la creación irracional, puesto que a la predicación responde en la frase inmediata la fe, que cada hombre debe prestar”.101 Marcos 16 es el primer esfuerzo misionero de la iglesia inicial en forma escrita, aun cuando algunos de los textos apostólicos lo precedieron. “Pero se subraya la penetración triunfal del Evangelio, al igual que en el himno a Cristo de 1Tim 3,16 se dice: ‘proclamado entre los gentiles, creído en el mundo’. Esa Iglesia está firmemente convencida de que sólo se salvará el que crea y se bautice. Atención especial se pone también en los prodigios concomitantes, en que se expresaría una experiencia de la Iglesia misionera. En ella se daban fuerzas carismáticas extraordinarias; se ha observado que las curaciones y milagros mencionados aquí aparecen también en los Hechos de los Apóstoles. Al final se menciona la ascensión de Jesús al cielo y su entronización a la diestra de Dios. La visión lucana del arrebato corporal de Jesús se ha impuesto, aunque sólo se tratase de una forma de representar el hecho que los otros evangelistas no conocen. El Señor que está sentado a la derecha de Dios permanece unido sobre la tierra a su comunidad que continúa su obra y la ayuda con su cooperación; cooperación que el autor vuelve a ver sobre todo en los signos que corroboran la predicación misionera. Es el propio Señor quien prolonga su predicación por medio de la comunidad”.

100 101

La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino, p. 1612. Marcos cap. 16, en www.mercaba.org/FICHAS/BIBLIA/Mc/MC-16.htm. 51


UNA EVANGELIZACIÓN RESPONSABLE TAMBIÉN PROMUEVE LA JUSTICIA 9 de julio Pero ya Dios les ha dicho qué es lo mejor que pueden hacer y lo que espera de ustedes. Es muy sencillo: Dios quiere que ustedes sean justos los unos con los otros, que sean bondadosos con los más débiles, y que lo adoren como su único Dios. MIQUEAS 6.8, Traducción en Lenguaje Actual

Evangelización y designio divino

M

iqueas cap. 6 es un pasaje producido por un profeta del Antiguo Testamento bastante incomprendido. Su nombre significa “¿Quién como Dios?”, y nació en Moréset Gat, una aldea de Judá, pueblo fronterizo a unos 45 kilómetros de Jerusalén. Se trata de un profeta eminentemente rural que debió aprender las formas de la ciudad: “…venido de la aldea, encontró en la corte a otro profeta extraordinario, llamado Isaías, y al parecer recibió su influjo literario”.102 Miqueas tenía un estilo incisivo, y a veces hasta brutal, con frases lapidarias. Aunque su actividad profética se mueve en la línea de Isaías, Oseas y Amós, Miqueas descuella por la valentía de una denuncia sin paliativos, que le valió el título de ‘profeta de mal agüero’. Nadie mejor que un campesino pobre, sin conexiones con el templo o con la corte, para sentirse libre en desenmascarar y poner en evidencia los vicios de una ciudad como Jerusalén que vivía ajena al peligro que se acechaba contra ella, en una ilusoria sensación de seguridad.103

El mensaje de este profeta “afirma que el culto y los sacrificios del templo, si no se traducen en justicia social, están vacíos de sentido. Arremete contra los políticos y sus sobornos; contra los falsos profetas que predican a sueldo y adivinan por dinero; contra la rapacidad de los administradores de justicia; contra la avaricia y la acumulación injusta de riqueza de los mercaderes, a base de robar con balanzas trucadas y bolsas de pesas falsas”.104 Ésa es su forma de “evangelizar” al pueblo, como un todo, en un ambiente de seguridad religiosa (siglo VIII a.C.) que seguramente veía como una forma tóxica de religiosidad que hacía creer a todos que la situación espiritual era la adecuada, pero que dejaba de ver las realidades estructurales escondidas o que no quería ver una mirada superficial. “Miqueas emplaza a toda una ciudad pecadora y corrompida ante el juicio y el inminente castigo de Dios. Sin embargo, y también en la línea de los grandes profetas de su tiempo, ve en lontananza la esperanza de la restauración del pueblo, gracias al poder y la misericordia de Dios. El Señor será el rey de un nuevo pueblo, ‘no mantendrá siempre la ira, porque ama la misericordia; volverá a compadecerse, destruirá nuestras culpas, arrojará al fondo del mar todos nuestros pecados’” (7.18s). En nuestro tiempo, la evangelización ya no debería debatirse acerca de su forma de realización.

Evangelización y promoción de la justicia Una revisión general del contenido del libro de Miqueas permite advertir los alcances de la protesta social de los campesinos de Israel en contra de la ciudad de Jerusalén con la que simpatizó profundamente el profeta. En 2.1011, por ejemplo, se percibe claramente la inconformidad de Dios con el comportamiento religioso del pueblo y con una labor profética bastante relajada y hasta domesticada: “¡Vamos, largo de aquí!/ ¡Ustedes han hecho de mi templo/ una sala de diversiones!/ ¡Por eso voy a destruirlo!/ Ustedes serían felices/ con profetas mentirosos/ que sólo hablaran de vino y de licor”. Al anuncio del perdón divino le acompaña la intensa denuncia de los males que aquejan al pueblo. La tarea explícita de la evangelización debe ir acompañada de una clara percepción de la situación para responder a ella con los recursos espirituales adecuados. Al “sueño dorado” del cap. 4 acerca del reinado universal de Yahvé y del favorable destino de Israel, así como la promesa del futuro rey mesiánico (5.1-6) le corresponde una honda preocupación por la injusticia social presente. El final del cap. 5 y parte del 6 se ocupan de atacar el mal, la corrupción de medidas falsas, la violencia y la mentira.105 La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino, p. 1007. Ídem. 104 Ídem. 105 Cf. Jorge Pixley, “Miqueas el libro y Miqueas el profeta”, en RIBLA, núm. 35-36, 2000, pp. 182-186, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/35.pdf. 102 103

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La querella (rîb) contra Israel, en la que se acusa al pueblo de olvidar las obras salvíficas de Yavé y pretender con sacrificios cubrir las injusticias (6.-18) es quizá la sección más conocida del profeta, pero quizá también de las más incomprendidas, pues frecuentemente se le desconecta de su contexto: Dios llama a juicio a su pueblo; Él es el juez y el acusador, el acusado es el pueblo y los testigos son las montañas y las colinas del país (1s). El juez, Dios, comienza pidiendo al acusado, Israel, que haga memoria, que recuerde bien cuáles fueron las acciones de Dios contra el pueblo, para que ahora se comporte como un enemigo que cobra venganza (3-5). […] ¿De qué le sirven al Señor tantos sacrificios y holocaustos, si la perversión del corazón sigue intacta? Todo lo que el Señor espera es la práctica de la justicia y fidelidad a sus mandatos; lo que ya le había dado a conocer era lo que tenía que hacer (8).106

El versículo 9a es la respuesta de quien ha estado equivocado y reconoce su error. “La segunda parte del capítulo (9b-12) explicita con más detalle las acciones contrarias a la justicia que el pueblo ha practicado. Es una manera de decirle al pueblo: “Cuando Dios esperaba de Israel unos frutos acordes con los beneficios de la salvación y de la libertad, miren lo que ha hecho”. De ahí que el destino de Israel sea cosechar lo que él mismo sembró; sembró injusticia y pecado, ahora tendrá más injusticia y muerte para sí mismo (13-16)”. La proclamación del Evangelio debe ir siempre aparejada con una sólida promoción de la justicia. Para ello, la práctica evangelizadora debe ser entendida en sus diferentes niveles: el personal y el social, el individual y el estructural, dado que los pecados individuales impactan también en el pecado social o estructural y éste se revierte en las personas y en las comunidades. La lucha por la justicia es un proyecto que no pertenece solamente a quienes dirigen movimientos de insurrección o de protesta, le pertenece al propio Dios. Evangelizar continuamente es sumarse irrestrictamente al proyecto del Dios de Jesús, del Dios de la vida.

106

La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino, pp. 1013-1014. 53


LA IGLESIA EVANGELIZA CON TODO LO QUE HACE 23 de julio De la misma manera, la conducta de ustedes debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así los demás las verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo. MATEO 5.16, Traducción en Lenguaje Actual

¿Evangelismo o evangelización?

E

l Sermón del Monte es una fuente a la que se debe recurrir siempre que se desee abrevar en las enseñanzas de Jesús de Nazaret como el maestro en la nueva etapa que tiene como horizonte de fe el advenimiento del Reino de Dios. Es una brújula firme para trazar caminos de vida y misión para la iglesia de todos los tiempos. Nunca agotada, esa fuente es lo suficientemente explícita como para aclarar algunas prácticas y conceptos que la iglesia ha desarrollado en su intento por cumplir los mandatos de su Señor. Una de esas prácticas y definiciones es la relacionada con la oposición entre evangelismo y evangelización, puesto que la primera se refiere, más bien, a una especie de moda o a un conjunto de técnicas encaminadas a conseguir el mayor número de conversiones, y la segunda al proceso mediante el cual la presencia del Evangelio de Reino de Dios se vuelve efectiva en medio de los diversos avatares de la existencia humana. Y ciertamente hay mucha diferencia entre ambas. El evangelismo es una tendencia, un conjunto de pasos o una forma de hacer las cosas, mientras que la evangelización es una actitud permanente, una práctica espontánea que se lleva a cabo todo el tiempo. El evangelismo enseña a la gente a pensar: “Hoy me corresponde compartir el Evangelio y he de cubrir un determinado número de personas con quienes debo hacerlo”. La evangelización es una tarea continua de los individuos y de la iglesia en su conjunto. Detrás del evangelismo hay estrategias de mercadeo, detrás de la evangelización debe haber una sólida teología que la respalde. Evangelizar es ante todo dar testimonio de una transformación en el interior mismo del ser humano: por la resurrección de Cristo nuestra propia resurrección ya ha comenzado. Por su infinito respeto en relación con quienes encontraba (visible a través de las curaciones contadas en los evangelios), rebajándose para no dejar a nadie más abajo que él (es el sentido de su bautismo), Cristo Jesús ha vuelto a dar valor y dignidad a cada uno. Más todavía: Jesús ha estado con nosotros en la muerte, para que podamos estar cerca de él en su comunión con el Padre. […] Los cristianos de los primeros siglos resumieron todo esto diciendo: “Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios”. 107

El verbo evangelizar deriva directamente del Nuevo Testamento y se refiere al acto de anunciar la buena noticia de la aparición de Jesucristo y se su obra en el mundo: “…esta buena nueva no hay que separarla del mensajero que la trae y este mensajero es Jesús mismo (cf. Lc 11.20; Mt 5.1s). Pero él no sólo aparece como mensajero y autor de este mensaje sino, al mismo tiempo, como su contenido, es decir, como aquel de quien habla este mensaje. Es, pues, completamente lógico, que la iglesia cristiana primitiva haya tomado el concepto de euangélion para describir de un modo sintético el mensaje de salvación ligado a la venida de Jesús”.108 Mt 11.5b resume muy bien el impacto de semejante anuncio para destinatarios específicos. De modo que no solamente por antigüedad, el concepto de evangelización es el más adecuado para referirse a la acción de anunciar, de proclamar, de hacer actual la obra salvadora de Jesucristo en el mundo.

La sal y la luz, metáforas de un testimonio evangelizador permanente

Las breves parábolas de la sal y de la luz concluyen la proclamación de las bienaventuranzas y terminan la primera parte del Sermón del Monte. Ambos elementos, tan necesarios en la vida cotidiana, forman parte del mundo simbólico de muchas religiones y culturas. La tradición bíblica encontró en las propiedades de la sal (sabor y preservación de los alimentos), un símbolo de la sabiduría. Para Mateo, esta sabiduría, esta actitud básica ante la vida, es la Palabra misma de Dios, la Buena Noticia, no como algo abstracto, sino como una realidad personificada en la vida de los creyentes: “Ustedes son la sal de la tierra” (Mt 5.13). La advertencia sobre lo insípido de la sal resuena hoy quizá con más urgencia que en otras épocas de la historia de la Iglesia, sobre todo ante el abandono “¿Qué quiere decir ‘evangelizar’?”, en Taizé, www.taize.fr/es_article4894.html. U. Becker, “Evangelio”, en Lothar Coenen et al., dirs., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. II. 2ª. ed. Salamanca, Sígueme, 1990, p. 149. 107 108

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de tantas ideologías y creencias. La vida posmoderna se caracteriza no tanto por la incredulidad sino por una forma de escepticismo que no se conoció en esa forma antes, al grado de que la exigencia actual para la fe cristiana es que en esta época se reacciona más ante el impacto del testimonio que de los discursos religiosos desgastados. Por ello, quienes desean anunciar la Buena Noticia corren el riesgo de convertirla en una ideología más, precisamente, sin suficiente “sabor”. En la misma línea se mueve la comparación de los cristianos con la luz del mundo. Más claramente que la sal, la luz evoca el mensaje de Jesús reflejado en la conducta diaria de sus seguidores. San Pablo llegaría a decir: “Si en un tiempo eran tinieblas, ahora son luz por el Señor: vivan como hijos de la luz” (Ef 5.8). También la luz, sin el testimonio, es opaca; brilla solamente a través de las obras. Esta metáfora tiene un fuerte componente de crítica espiritual y religiosa para cualquier etapa de la historia humana en que sea necesario y hasta urgente desvelar realidades que quedan oscurecidas o nubladas por la maldad o la injusticia. Responde a la comprensión de que, en efecto, la venida del Señor Jesucristo efectivamente vino a iluminar este mundo entenebrecido por tantas situaciones negativas, opuestas a los designios divinos. Pero la iglesia, y cada creyente en particular también, podría decirse que tiene que “aprender a ser luz en el mundo”. La práctica irrestricta de la verdad y de la equidad en todas las relaciones, así como la promoción activa del amor de Dios en todos los espacios humanos, es la manera en que se espera que los seguidores/as de Jesús sean luz en medio del mundo. El Señor no dejó de incorporar la crítica a la efectividad de la luz en el mundo, en medio de la oscuridad: “Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa” (5.15). Y también resuena la pregunta posterior en el mismo sermón del Señor: “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?” (6.23b, RVR60). La iglesia está formada por los “hijos de la luz” (Ef 5.8b) y tiene en sus manos, nada menos que “las armas de la luz” (Ro 13.12-14) para realizar su misión en el mundo con un énfasis ético insustituible y que va más allá del mero moralismo que a veces la invade (“Las iglesias como reservas éticas”109). Hoy no nos queda más que hacer nuestras las palabras de San Pablo, reflexionar sobre ellas seriamente y experimentarlas en la época que nos tocó vivir, asimilando los tonos graves y agudos de las mismas: a) “Yo no anuncio la buena noticia de Cristo para sentirme importante. b) Lo hago porque Dios así me lo ordenó. c) ¡Y pobre de mí si no lo hago! d) Yo no puedo esperar que se me pague por anunciar la buena noticia, pues no se me preguntó si quería hacerlo; ¡se me ordenó hacerlo! e) Pero entonces, ¿qué gano yo con eso? ¡Nada menos que la satisfacción de poder anunciar la buena noticia, sin recibir nada a cambio!” (I Corintios 9.16-18a, TLA).

Cf. L. Cervantes-Ortiz, “Las iglesias como reservas éticas: observaciones, puntualizaciones, desafíos”, en Signos de Vida, Consejo Latinoamericano de Iglesias, núm. 40, junio de 2006, pp. 2-5. 109

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Agosto “LA FE VIENE POR OÍR LA PALABRA DE DIOS”: ACTUALIDAD Y EXIGENCIAS DEL MENSAJE DIVINO 6 de agosto Así que las personas llegan a confiar en Dios cuando oyen el mensaje acerca de Jesucristo. ROMANOS 10.17, TLA Así que la fe procede de oír, oír por medio de la palabra de Cristo. El Nuevo Testamento griego palabra por palabra, SBU

Los desafíos de la Palabra divina en nuestro tiempo

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uevamente somos confrontados por la espiritualidad y la cultura que brotan del Libro Sagrado. Como Lutero, somos desafiados a seguir cautivos de la Palabra de Dios (Worms, 1521) e igual que él desafiamos a su vez a todo aquel que no se sujete a lo que enseña la Palabra de Dios. Vivimos siempre bajo el dilema y el juicio de la palabra creadora y redentora de Dios. Tenemos la obligación moral y cristiana de sobreponernos a los fundamentalismos y a los relativismos si hemos de seguir siendo fieles al mensaje de Dios. Como religiones abrahámicas seguimos siendo un Pueblo del Libro que debe ir más allá de la letra para alcanzar la estatura del espíritu, pues de lo contrario corremos el riesgo de ser insensibles a la voz de Dios en estos tiempos tan críticos. También tenemos la obligación espiritual de ir más allá de las diferentes traducciones para acceder a una verdad crítica que brota siempre del texto en los idiomas originales de las Sagradas Escrituras. En una breve reseña de un libro del escritor israelí Amos Oz y su hija Fania (Los judíos y las palabras. Siruela, 2015), Armando González Torres comenta muy bien la relación de los judíos con las palabras sagradas en nuestra época: La identidad judía no proviene sólo del linaje, sino de la circulación intergeneracional de las palabras, de ese enorme cuerpo textual que arropa la fe, pero también la ironía y el examen. En efecto, si bien el cuerpo textual judío abriga la religión, también tiene un componente laico y crítico y es ese componente, tan oscurecido por los fundamentalismos, el que destacan los autores. Así, desde la Biblia, que constituye el núcleo de la religión pero que también puede leerse como un relato literario, un código social y un ideal ético, hasta algunos textos contemporáneos, los autores mezclan ortodoxia con heterodoxia, devoción con escepticismo, seriedad con humor.110

Un fragmento del libro de Oz y su hija es digno de recordarse: “Su esplendor [el de la Biblia] en tanto que literatura trasciende la disección científica, así como la lectura devocional. Conmueve y apasiona de un modo comparable a las grandes creaciones literarias, de Homero unas veces, en ocasiones de Shakespeare, de Dostoievski en otras. Pero su alcance histórico difiere del que tienen estas obras maestras. Admitiendo que otros grandes poemas puedan haber dado origen a ciertas religiones, ninguna otra creación literaria ha dejado grabado, de forma tan efectiva, un código legal, ni ha trazado tan convincentemente una ética social” (p. 21). A 500 años de la Reforma Protestante, estamos ante una excelente oportunidad para evaluar nuestro estatus como lectores asiduos de la Biblia y productores de interpretaciones críticas y autocríticas de la misma. Para tal fin, podríamos hacer una “encuesta anual sobre la lectura de la Biblia”, por ejemplo, con preguntas básicas y de profundización a la manera de la Encuesta Nacional de Lectura: ¿cuál es el principal motivo que influye en usted para leer un libro [bíblico]?, o ¿usted acostumbra leer [partes de la Biblia] para otras personas?111 Como protestantes y reformados estamos bajo el signo de la Sola Escritura, es decir, de las bendiciones y los riesgos implícitos en la necesidad de leer e interpretar, en todo momento, con seriedad y responsabilidad, el contenido de la Biblia. No podemos darnos el lujo de violentarlo con base en nuestros deseos y ansiedades, o en nuestros criterios humanos, por muy piadosos que creamos que sean, pues ellos casi siempre nos sacarán del camino de A. González Torres, “Los judíos y las palabras”, en Laberinto, supl. de Milenio, núm. 738, 5 de agosto de 2017, p. 2, www.milenio.com/cultura/laberinto/amos_oz-fania_oz-los_judios_y_las_palabras-literatura-escolios_0_1005499687.html. 111 Cf. Daniel Goldin, ed., Encuesta Nacional de Lectura: informes y evaluaciones. México, UNAM-Conaculta, 2006, pp. 270, 271. Goldin, judío también, es autor de “Leer y escribir antes y después de Babel”, un texto que leyó en el Congreso de Lectura de Durango, en 2004. Puede leerse en: www.mxfractal.org/F28Goldin.html. 110

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aprendizaje y profundización en el mensaje que Dios quiere que recibamos. Ejemplos de esto mismo abundan en la propia Biblia y son muestra de nuestra incapacidad para “orientar” el rumbo de la proclamación de la Palabra del Señor. Al apóstol Pablo le sucedió algo de eso en su discurso presentado en Atenas (Hch 17.16-33). Continuamente se están produciendo materiales de análisis de los textos bíblicos que tendríamos la obligación de conocer para actualizar el mensaje cristiano.

La fe que procede del contacto cercano con las Escrituras

Nuestra consigna consiste en meditar sobre la forma en que la fe brota de la escucha atenta y contextual de la Palabra divina contenida en la Biblia, tal como lo propone San Pablo en Romanos 10.17. Es una propuesta legítima porque la reflexión teológica del apóstol Pablo lo llevó a esa conclusión en medio de su discusión sobre el lugar del judaísmo en la salvación mediada por Jesucristo como parte de la historia de una alianza que comenzó con el patriarca Abraham, fundador de la nación. Ese carácter fundador obligó al apóstol a reflexionar sobre el nuevo papel de la tradición judía ante el rechazo de que fue objeto Jesús de Nazaret por parte de la misma. En Ro 9.129 hace un magnífico repaso de la redención hasta llegar al tema de la justificación por la fe por parte de los no judíos (vv. 30-33). Ya en el cap. 10, este autor confiesa su desazón y, sin despegarse en ningún momento del tema de la justicia de Dios, plantea cómo la cercanía con la palabra divina mantiene siempre la puerta abierta para la posibilidad de la salvación (10.8). A continuación, este judío converso resume de la manera más sencilla la invitación a aceptar a Jesús como Mesías y Señor de la existencia: “Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará” (10.9-10). La fe, la verdadera fe, escribió San Pablo, tiene su origen en el impacto efectivo de la Palabra de Dios (de Cristo, dice en realidad el texto original) en nuestros oídos espirituales, pues ella quien los ha despertado. Oír con familiaridad la Palabra divina es acercarse rotundamente a la posibilidad de una “salvación cercana”. Por ello, el ejercicio de teología bíblica que hizo San Pablo en Ro 10.11-21 al citar tantas veces (ocho) la Ley, un salmo y a dos profetas brilla con luz propia debido a su fidelidad al texto y, al mismo, tiempo, por su búsqueda intensa de las acciones de Dios para salvar a la humanidad. ¿Tenemos que seguir creyendo en la palabra divina, se pregunta Karl Barth entre líneas en su comentario a la carta paulina? La respuesta es clara, pero también importa cómo hemos de seguir haciéndolo como parte de su iglesia en estos tiempos aciagos, marcados por un fuerte relativismo, pero también por los acentos fundamentalistas que nos acechan por todas partes. Negarse sistemáticamente, y con diversos argumentos muy “espirituales”, a situar histórica y culturalmente los énfasis del mensaje de Dios es uno de esos acentos. Con ello se resta fuerza a los asideros históricos que necesitamos para hacer actual la fuerza con que la Palabra de Dios nos interpela siempre. Porque las Escrituras siguen produciendo fe en las personas y por ello hay que anunciarla con urgencia.

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LA FUERZA TRANSFORMADORA DE LA PALABRA DEL SEÑOR 20 de agosto La lluvia y la nieve bajan del cielo, y no vuelven a subir sin antes mojar y alimentar la tierra. Así es como brotan las semillas y el trigo que comemos. Lo mismo pasa con mi palabra cuando sale de mis labios: no vuelve a mí sin antes cumplir mis órdenes, sin antes hacer lo que yo quiero. ISAÍAS 55.10-11, TLA

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odas las cosas fueron creadas por el poder de la Palabra divina, según lo cuenta el Génesis y lo repiten reiteradamente multitud de textos del Antiguo Testamento. La capacidad creadora de la Palabra del Señor fue capaz de extraer todo lo existente a partir del caos originario (tohu babohu). Esa misma capacidad creadora es la que ha mantenido con vida el cosmos y todo lo que contiene. El Segundo Isaías fue un profeta que en repetidas ocasiones se refirió a ese poder creador y sustentador de la naturaleza. Enfrentado como estaba a la realidad de un pueblo exiliado, tuvo que recurrir a esas imágenes tomadas del Génesis y de la observación general, para contribuir a levantar el ánimo del pueblo. Así lo hace desde el cap. 40, al contrastar lo efímero de la vida natural con la grandes histórica de la Palabra divina: “Grita que la hierba se seca,/ y las flores se marchitan,/ cuando Dios lanza sobre ellas/ el viento del desierto./ En cambio, la palabra de Dios/ permanece para siempre” (40.7-88). Siempre anclada en la historia concreta de su tiempo, la palabra proféticas fue proferida para responder a circunstancias que hoy nos parecen muy lejanas, pero con las que hay que dialogar desde nuestra realidad. Ésta, a su vez, se nos resiste para la comprensión, en parte porque la estamos viviendo aún y nos falta la suficiente perspectiva cronológica y de comprensión. De eso se aprovechan quienes gobiernan para impedir la crítica y una mayor oposición a sus políticas. La historia en México ha sido, como bien la ha definido el escritor José Agustín, una tragicomedia, sobre la cual ha escrito, al menos desde 1940 hasta 1994.112 En el exilio, Israel vivió una experiencia amarga como consecuencia de su desobediencia. Is 55 es famoso por su lenguaje positivo hacia el pueblo, y a obtener del Señor alimento en todos los sentidos (vv. 1-2), por su invitación a la conversión renovadora de la vida (vv. 3-7) y por la forma en que recuerda la enormidad de sus pensamientos y designios incomprensibles para el ser humano (8-9). Con ese telón de fondo se introduce, nuevamente con la observación de los ciclos de la naturaleza (10) la maravilla de la Palabra divina que proviene de los labios del Señor como un efluvio poderoso capaz de hacer lo que Él quiera. Mercedes García Bachmann ha resumido muy bien el final esta sección: El tema de la preferencia de Yahvéh sobre cualquier otro dios sigue estando presente, esta vez asegurando la eficacia de la palabra de Dios. Aunque lo primero que nos viene a la mente es Génesis 1 (Dios dijo y se hizo), pensando en los temas de este libro y en las experiencias de Israel, parece mejor asociar la eficacia de la palabra divina con el testimonio de Israel de que Dios había prometido bendición y monarquía davídica siempre que Israel fuese fiel a su parte de la alianza, y de la misma manera, castigo y exilio si Israel no obedecía B y en esto fue eficaz la palabra divina, y de ello es testigo Israel ante las demás naciones y ante los demás dioses. 113

A partir de la certeza del poder indiscutible de la palabra divina, el Segundo Isaías concluye con palabras de aliento y estímulo: “Los vv. 12-13 cierran todo el Deuteroisaías, y no sólo el capítulo, ya que retoman Isaías 40: del ‘consolad’ a la alegría, del ‘preparad el camino’ a la salida en seguridad y sin pasar necesidades. La creación participa de esa fiesta que comienza con la salida (ya antes de regresar a la tierra). El v. 13b pone un gran broche: todo esto será para renombre de Yahvéh, y de ningún otro dios, y será una señal eterna. Aquí vale la pena notar

112 113

José Agustín, Tragicomedia mexicana. 1. México, Joaquín Mortiz/Planeta, 1990. M. García Bachmann, “Isaías 55.1-11”, en www.webselah.com/isaias-55-1-11. 58


la similitud en vocabulario con el pacto sellado entre Dios y Noé (Génesis 9)”.114 La Palabra divina prueba siempre su eficacia religiosa, espiritual y cultural en la historia, en medio de los conflictos y contradicciones humanas.

114 Ídem.

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Septiembre “PERMANEZCAN FIRMES EN LA FE… SEAN FUERTES Y VALIENTES”: UNA SALVACIÓN A TODA PRUEBA 3 de septiembre Manténganse siempre en estado de alerta, pero confiando en Cristo. Sean fuertes y valientes, y todo lo que hagan, háganlo con amor. I CORINTIOS 16.13-14, TLA

Fuerza y valentía en la historia del pueblo de Dios

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a exhortación a ser “fuertes y valientes” es algo constante en buena parte del Deuteronomio y del libro de Josué, pues formó parte de las exhortaciones a asumir la tarea correspondiente en la conquista y ocupación de la tierra prometida. En Deuteronomio aparece tres veces en el cap. 31, adonde se llama al pueblo (v- 6), a Moisés (v. 7) y a Josué (v. 23) a asumir esa actitud ante el cambio de época y de circunstancias que estaban por vivir, al acercarse a ese territorio. En Josué 1 se utiliza cuatro veces (vv. 6, 7, 9 y 18) para consolidar la mentalidad del nuevo líder del pueblo ya enfrascado en la conquista de la tierra ocupada. En Jueces (3.29-30; 6.12), I Samuel (14.46-47) y I Crónicas (22.13; 28.20-21) vuelve a usarse la frase en contextos de conflicto y enfrentamiento y, por último, en los salmos (24.8) y en el profeta Jeremías (46.21). El pueblo de Dios, atenazado por la presencia de otras naciones hostiles, debía enfrentar las circunstancias con una actitud beligerante y siempre dispuesta a la lucha encarnizada. La época determinó que el lenguaje utilizado fuera de guerra y confrontación constante. Hoy esa tendencia ha cedido su lugar al reconocimiento de las fortalezas y debilidades propias de las personas y de las comunidades. El lenguaje belicista, incluso en el terreno espiritual debe ceder su lugar a formas de pacifismo que no excluyan la necesidad de adquirir y desarrollar una firmeza y determinación propias de seres humanos que admiten la necesidad de potenciar sus capacidades, pero nunca en detrimento de los demás. Al momento de trasponer los diversos umbrales históricos que le correspondieron, el pueblo debió procesar esta mentalidad y canalizarla hacia formas de espiritualidad que le permitieran alcanzar una sana madurez ante cualquier circunstancia.

El agregado del amor en el camino de la fe

El apóstol Pablo no duda en usar ese mismo lenguaje para exhortar a los creyentes corintios para enfrentar todo lo que tengan por delante en un contexto de búsqueda permanente de apoyo para las comunidades palestinas necesitadas. Al comienzo del último capítulo de la primera carta, ése es el motivo de todo cuanto ha expresado en las importantes secciones anteriores. De hecho, la exhortación a la perseverancia está ligada directamente con lo tratado en el extenso capítulo 15, dedicado íntegramente a la resurrección: “Los cuatro imperativos [“vigilad, estad firmes en la fe, actuad varonilmente, sed fuertes”] persiguen una misma finalidad: que los cristianos de Corinto, en medio de los serios problemas que existen en su congregación, se mantengan vigilantes y fuertes, al mismo tiempo que procuren actuar con amor en todo. La exigencia de ‘velar’ puede entenderse en relación con los eventos escatológicos ya anunciados y esperados momentáneamente (15.51-52)”.115 La expresión griega es bastante sexista para nuestro tiempo (“varonilmente”), pero debe entenderse como la traducen casi todas las versiones actuales en su aplicación para todos/as. La correspondencia con esta comunidad se caracteriza por la forma tan directa en que el apóstol se dirige a ella para hacerle ver su realidad. Al despedirse, les pide que consideren esa actitud de firmeza, pero que también actúen con amor. De esa manera conseguirán complementar adecuadamente su conciencia cristiana con una disposición de ánimo que les permitirá enfrentar todo lo que surja en el camino de la nueva fe que habían recibido. La mención de varios nombres habla de la relación tan dinámica que había entre ellos. Se trata, en última instancia, de mantenerse alertas “ante las aberraciones que amenazan su calidad de pueblo del Señor”, en términos de integridad doctrinal y calidad de vida ética.

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Irene Foulkes, Problemas pastorales en Corinto. Comentario exegético-pastoral a 1 Corintios. San José, DEI, 1996, p. 425. 60


LA FIDELIDAD DIVINA, GARANTÍA DE SALVACIÓN 10 de septiembre Pero podemos estar seguros de lo que hemos creído. Porque lo que Dios nos ha enseñado es como la sólida base de un edificio, en donde está escrito lo siguiente: “Dios sabe quiénes son suyos”, y también: “Que todos los que adoran a Dios dejen de hacer el mal”. II TIMOTEO 2.19, TLA

‘Emet y hesed, palabras clave del Antiguo Testamento

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raducida habitualmente como “fidelidad” o “misericordia”, la palabra hebrea hesed tiene una mayor riqueza de significados. Los expertos han demostrado la forma en que estas palabras evolucionaron para expresar y vehicular consistentemente la actitud divina en relación con su pacto para cumplirlo en plenitud, junto con la muy cercana ‘emet (“Cuando la hesed y la ‘emet se encontraron”, Sal 85.10; “En cuanto seguridad, ‘emet implica tanto la fidelidad como la rectitud, sin apenas distinción” (R. Bultmann).116 Del origen humano del término (un ejemplo es la amistad entre David y Jonatán, I Sam 18-20) se pasa a una comprensión amplificada de la hesed como el atributo divino que garantiza la continuidad de la alianza con su pueblo: “En cuanto comunidad basada en una alianza, la relación de Israel con Dios también conoce contenidos relacionados con esta forma de la vida jurídica, aun cuando modificados por la grandeza del pactante divino. También aquí la estipulación del berīt lleva íntimamente aparejada la fiel predisposición a un mutuo servicio leal como conducta exigida por la relación entablada. Sin la referencia a la hésed por ambas partes era impensable el mantenimiento de la alianza”.117 Y todavía más: cada vez que el pueblo veía flaquear su fe y su confianza en Dios, la hesed y la ‘emet resplandecían aún más ante ese marco oscuro al que la historia orilló tantas veces a la nación escogida. Por eso en las Lamentaciones 3 se destaca con tanta fuerza la certeza de la fidelidad de Dios en medio de la prueba y de la tribulación. Lo que nunca está en juego es si Dios es bueno (se da por descontado) sino si será fiel a sus promesas de salvación y sostén: “Por esto en Israel aparece viva y bien arraigada la convicción de que el auxilio y la bondad de Yahvé eran algo que cabía esperar de él, dado que había fundado una relación de alianza” (W. Eichrodt).

La fidelidad divina garantiza la salvación La construcción verbal que utiliza San Pablo en II Tim 2.19: “Sin embargo, [el] sólido fundamento de Dios ha estado firme, teniendo el sello este: Conoció [el] Señor a los que son de él, y Apártese de la injusticia todo el que nombra el nombre [del] Señor”, manifiesta una profunda asimilación teológica de la fe antigua, probada en todo momento por los acontecimientos históricos. Lo individuos y las comunidades que permanecían en la fe habían experimentado la fidelidad de Dios en medio de los vaivenes sociales y políticos, y habían permanecido en el fundamento sólido de Dios, que siempre “ha estado firme”. Aquí confluyen las ideas de lealtad, integridad, seguridad, rectitud, verdad, justicia y misericordia procedentes de la traducción antigua de los LXX y que se usará con amplitud en el Nuevo Testamento. Tener conciencia de la fidelidad divina en la nueva era iniciada por Jesucristo, implica conectarse con el antiguo pacto, pero ahora con la frescura y la intensidad de un contacto más inmediato con Dios a través de él: “Pero en la medida en que él tiene una confianza inquebrantable en la fidelidad de Dios, adquiere (y a través de él todos los demás) no solamente una nueva relación con los poderes que él sabe vencidos, sino, ante todo, la confianza en que lo que aquí ha comenzado de un modo ejemplar se convierta en el momento establecido por Dios en una realidad universal, es decir, en la incorporación de la humanidad a la salvación y a la paz de Dios”. 118 El fundamento firme de Dios es la garantía absoluta de la salvación por encima de todos los aconteceres, positivos o negativos, por los que atravesemos.

Cf. Katharine Doob Sakenfeld, The meaning of Hesed in the Hebrew Bible. Eugene, Wipf and Stock, 1978, 2002. Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento. Dios y pueblo. Madrid, Cristiandad, 1975, p. 213. Énfasis agregado. 118 Lothar Coenen, “Para la praxis pastoral”, en L. Coenen et al., dirs., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. IV. 3ª ed. Salamanca, Sígueme, 1994, p. 68. 116 117

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FIRMEZA Y VALENTÍA EN LA FE: LA LECTURA ACTUAL 24 de septiembre ¡Jesucristo nos ha hecho libres! ¡Él nos ha hecho libres de verdad! Así que no abandonen esa libertad, ni vuelvan nunca a ser esclavos de la ley. GÁLATAS 5.1, TLA

Firmeza y valentía como valores cristianos

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a firmeza y la valentía no son atributos estrictamente ligados a un sexo, aun cuando se asocien al masculino. Ciertamente en el Antiguo Testamento con frecuencia se utilizan para referirse a algunos líderes varones del pueblo de Dios (como Gedeón, Jue 6.1-17, y otros más), pero también se reconoce su presencia en algunas mujeres. En Proverbios 31.10-31, por ejemplo, se atribuye la fuerza a la mujer ideal en medio del pueblo. Ella ejerce capacidades que van mucho más allá del estereotipo de la feminidad autoasumida desde la pasividad, pues su fortaleza la despliega en una amplia gama de tareas que van desde el ahorro hasta la conducción de pequeñas empresas, e incluso ayuda a los necesitados. El v. 25 la define óptimamente: “Es mujer de carácter;/ mantiene su dignidad,/ y enfrenta confiada el futuro” (“Fuerza y honor son su vestidura…”, RVR 1960). Por otro lado, seguir utilizando las ideas de firmeza y, sobre todo, de valentía, con un lenguaje relacionado con la guerra o el conflicto, puede contribuir a mantener la violencia como consigna de vida. Eso puede evitarse para conseguir una expresión más positiva de la actitud necesaria para afrontar las situaciones que exigen mantener la fe firme y sólida. Los casos bíblicos en que se exhortaba de esa manera deben ser releídos para comprender mejor la firmeza de carácter para afrontar la vida. En Gál 5, San Pablo reclama una actitud firme para asumir la libertad cristiana como un valor supremo establecido por la fe en Jesucristo. Semejante respuesta representaría una adecuada recepción de tan valioso don de Dios. El estilo con que se dirige a esos creyentes, hombres y mujeres, es fuerte y un tanto agresivo, pues para el apóstol resultaba inaceptable que la comunidad diera pasos atrás en su comprensión de la libertad ganada por Jesucristo. De ahí que los exhortase con tanta elocuencia en busca de una respuesta clara; al reconocer que el grupo iba por el camino correcto (v. 7), constata la posibilidad de que hayan sido engañados.

La lectura actual de estas virtudes La energía para reaccionar ante los embates de las personas que buscaban orientar a los gálatas por otra ruta doctrina (los llamados “judaizantes”, v. 9; cf. 4.17) debía formar parte de las herramientas espirituales al alcance de la iglesia en ese lugar. Pablo exhorta a mantener firmes las convicciones recibidas, así como la fortaleza con que debían sostener su nueva relación con el Mesías Jesucristo. La ruptura con el judaísmo no debía hacerlos antisemitas sino únicamente colocar su fe en una nueva dimensión histórica y teológica: la de la novedad del Reino de Dios presente en el mundo, tal como se había anunciado en las Escrituras antiguas. Como queda claro en todo el Nuevo Testamento, mantenerse firmes y valientes, por un lado, no depende directamente de la capacidad de cada persona sino de su relación estrecha con Dios. En estas nuevas condiciones únicamente el amor es el valor absoluto (v. 6), y no ya la obediencia a prácticas que, desde esta perspectiva, aparecen como caducas y superadas. La argumentación paulina está centrada en la cruz del Señor “Hermanos, si yo anunciara que todos deben circuncidarse, mis enemigos dejarían de perseguirme y el mensaje de la muerte de Cristo en la cruz no los haría enojar” (v. 11). Esas dos actitudes debían ponerse a funcionar en el duro debate teórico y práctico que se le presentaba a la comunidad para, por medio de ellas, sus integrantes pudieran sostener sus creencias en la práctica de una fe consolidada y claramente transformadora. El dilema espiritual continuaría, sin duda, pero el sano ejercicio de la libertad cristiana (v. 13) debía conducirlos a establecer el amor como lo fundamental entre ellos (v. 14). Así cumplirían la ley y mantendrían la armonía en la comunidad (v. 15).

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Octubre “ELLOS/AS FUERON APROBADOS POR EL TESTIMONIO DE LA FE”: LA REFORMA Y SU IMPACTO PARA HOY EN NUESTRA VIDA 1 de octubre Dios estaba contento con todas estas personas, pues confiaron en él. HEBREOS 11.39a, TLA

La aprobación por medio de la fe

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ebreos 11.39a es enfático: todos los “héroes” y “heroínas” de la fe mencionados líneas atrás “fueron aprobados por el testimonio de la fe”, es decir, pasaron la prueba histórica delante de Dios y forman parte de la “multitud de testigos” de su salvación en el mundo en medio de situaciones críticas. El impacto de todos estos personajes en la fe del pueblo de Dios está fuera de toda duda y la epístola que los incluye es parte del testimonio de su fuerza espiritual que ha llegado hasta nuestros días. Cada uno de ellos enfrentó pruebas, crisis, persecuciones y rechazo por parte de gobernantes, sacerdotes y también del pueblo común para hacer visible el testimonio de una fidelidad inquebrantable a los planes de Dios. El recuento que hace este importante capítulo es un ejercicio de memoria histórica de fe para reconocer, en las diversas etapas de la historia de la salvación, la forma en que estos creyentes honraron su compromiso de lealtad para con Dios. Sus palabras son contundentes: “Ellos confiaron en Dios, y por eso conquistaron países; y como actuaron con justicia, recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron la boca de leones y apagaron grandes incendios. Escaparon de que los mataran con espada, recibieron fuerzas cuando más débiles estaban, y en la guerra fueron tan poderosos que vencieron a los ejércitos enemigos” (vv. 33-34). Su labor estuvo llena de sinsabores y exigencias, de triunfos y tristezas, pero al final de su carrera alcanzaron la aprobación divina por su desempeño. Esas personas, “de las cuales el mundo no era digno” (v. 38) testificaron acerca de la acción en el mundo, es decir, encarnaron el mensaje de Dios en su vida y en su carne, llevaron en su cuerpo las marcas de su fidelidad a la obra divina en el mundo y en la historia.

Las reformas del siglo XVI y nuestra fe De manera similar, el testimonio de las disidencias religiosas del siglo XVI ha llegado hasta nosotros para afirmar y forjar nuestra fe mediante un modelo que no era el predominante en la cultura mexicana. Los protestantes somos disidentes (título de la tesis doctoral de Jean-Pierre Bastian en El Colegio de México, 1989) por herencia, convicción y compromiso, lo que nos coloca delante de Dios en la misma línea que los creyentes de Heb 11 y de los reformadores del siglo XVI. Dice el teólogo cubano presbiteriano Reinerio Arce: “En la carta a los Hebreos se lee: ‘La fe es la garantía de lo que se espera’. Y la esperanza, fundada en la fe, como bien se puede deducir de aquí, no es más que ‘la certeza de lo que no se ve’. La fe es confianza en Dios, pero también decisión y acto a la vez. […] La fe no puede quedarse en el nivel de las convicciones íntimas, sino que debe llevar a la acción para hacer realidad la esperanza en algo que vendrá o se construirá con esta acción”.119 Y agrega. “No se puede ser cristiano —y menos protestante—, si se carece de esperanza. La esperanza constituye la totalidad de la vida cristiana. No se puede ser cristiano si no se es portador de la esperanza para todos los pueblos, en medio de las dificultades e incertidumbres que ensombrecen la existencia en el mundo actual”. Ser protestante es afirmar el primado de la fe por encima de todas las cosas. “Pero la fe que es fe, la verdadera fe, vence la duda en un proceso en el que Dios también interviene. Esa misma fe es la que conduce a la acción. A la acción de dejar lo que hemos construido para sentirnos seguros. […] Dios pide que se abandonen las barcas que hemos construido y nos ofrecen total seguridad, para encaminarnos junto a Él en su proyecto salvador-liberador. Esa es la consecuencia de la afirmación ‘sólo por la fe’”. [...] La fe ha sido fundamental a lo largo de los siglos: hay innumerables ejemplos. Por la fe dejó Lutero el monasterio y clavó las tesis en Wittenberg. Por la fe dejó Calvino la seguridad de la ciudad de Estrasburgo para ir a Ginebra, y así sucesivamente”. A continuación, ensaya una larga lista de nombres y episodios históricos cubanos, caribeños y latinoamericanos que han dado

R. Arce, “La mentalidad teológica del protestante”, en Caminos. Revista Cubana de Pensamiento Socioteológico, núm. 67, 2013, p. 45, https://revista.ecaminos.org/article/la-mentalidad-teologica-del-protestante/ 119

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continuidad a la propuesta de fe de Hebreos 11. Se trata de una auténtica contextualización en el espíritu del texto bíblico: Por fe, el indio Hatuey encabezó una rebelión de los aborígenes en La Española; por fe, el indio Enriquillo dirigió otra rebelión en La Española durante catorce años; por fe, Miguel, un esclavo, se convirtió en Venezuela en rey de unos cimarrones que fueron invencibles por muchos años; por la fe, el padre Bartolomé de las Casas rehusó sacrificar el bienestar de los indios en beneficio de la codicia de los encomenderos colonialistas del imperio español; por la fe, Toussaint L’Ouverture se alzó contra el dominio colonial francés en Haití y condujo una revolución que fundó la primera nación negra en la América; por la fe, Carlos Manuel de Céspedes liberó a sus esclavos, dejó todas sus riquezas y salió a la manigua a luchar por la independencia de Cuba; por la fe, Ramón Emeterio Betances dio el grito de Lares por la independencia de Puerto Rico en contra del coloniaje español; por la fe, Lolita Rodríguez se enfrentó al colonialismo español, escribió la hermosa letra de La Borinqueña, fue desterrada de su amada isla y apoyó a los cubanos en su lucha independentista contra España; por la fe, Mariana Grajales envió a sus hijos Antonio y José Maceo —que se convirtieron después en famosos generales negros del ejército cubano contra los españoles— a la guerra de independencia; por la fe, José Martí organizo y dirigió el Partido Revolucionario Cubano para la independencia de Cuba y Puerto Rico y fue baleado en el combate de Dos Rio para convertirse en el apóstol de Cuba; por la fe, Eugenio María de Hostos luchó por la independencia de Cuba y Puerto Rico y soñó una sola nación del Caribe hispano; por la fe, Augusto César Sandino desafió al ejército de intervención de los Estados Unidos en Nicaragua; por fe, Pedro Albizu Campos soñó y luchó por la independencia de Puerto Rico y soportó once años de prisión, hasta que fue indultado en 1964 para que no muriera en la cárcel; por la fe, Lolita Lebrón llamó la atención al mundo sobre la situación colonial de Puerto Rico, por lo que padeció veinticinco años de cárcel; por la fe, Frank País, hijo de pastor bautista, se rebeló ante los abusos de la dictadura batistiana para caer mortalmente herido a los veintiún años de edad en las calles de Santiago de Cuba. Finalmente, podemos afirmar que, por la fe, Juan Antonio Franco se opuso a la guerra de Vietnam y al apartheid, por la fe luchó por la independencia de Puerto Rico y marchó en demostraciones en contra del uso militar de la isla de Vieques.

¿Cuál sería la relectura actualizada de este pasaje que elaboraríamos en México? Pero en estos tiempos necesitamos también la autocrítica y mirarnos ante el espejo sin contemplaciones a fin de tratar de estar a la altura de las circunstancias. Con ese propósito, concluimos aquí con las palabras de Bastian acerca de la situación actual de las iglesias en relación con su herencia protestante. La pregunta fue: “A la luz de los 500 años de las reformas luteranas, ¿qué tanto se conserva su impulso transformador en las iglesias latinas, tanto europeas como americanas?”. Así respondió: En la Europa latina, una parte del protestantismo histórico sigue siendo una religión de minorías activas y críticas; sin embargo, en sus manifestaciones pietistas y pentecostales articuladas a las comunidades religiosas de inmigrantes, parece más bien una expresión de la modernidad tardía a la búsqueda de experiencias efervescentes más que un agente de reforma intelectual y social. En la tensión entre un protestantismo, estadísticamente decreciente, portador de una religiosidad reflexiva y critica, socialmente endeble, y expresiones crecientes de gestión emocional de lazo con lo sagrado, intelectualmente endebles, se está jugando el porvenir del protestantismo en los países latinos de Europa. En América Latina, el protestantismo histórico se ha marginado y se encuentra superado por una dinámica religión popular del milagro y de la prosperidad, en un tipo de “cristianismo del sur” que ignora todo de Martín Lutero y del aporte de la Reforma, a distancia de toda filiación con el protestantismo histórico. (Comunicación personal)

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LA REFORMA Y LA RADICALIDAD DEL MENSAJE EVANGÉLICO 8 de octubre Dios nos ha aceptado porque confiamos en él. Esto lo hizo posible nuestro Señor Jesucristo. Por eso ahora vivimos en paz con Dios. […] Si Dios nos declaró inocentes por medio de la muerte de Cristo, con mayor razón, gracias a Cristo, nos librará del castigo final. ROMANOS 5.1, 9

Reformas protestantes, reformas radicales

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o cabe la menor duda de que el cap. 5 de la carta a los Romanos es un auténtico sumario de la doctrina de la justificación por la fe, tal como la trabajó bíblica y teológicamente su autor. Estamos ante el monumento espiritual del Nuevo Testamento que representó, en su momento, una toma de partido radical por la acción de Jesucristo a favor de los elegidos. Los grandes pasos llevados a cabo por el apóstol en los cuatro capítulos anteriores alcanzan el clímax en esta serie de afirmaciones que trasladan la percepción del profeta Habacuc al plano de la realidad religiosa de su tiempo. Mediante una interpretación audaz de la figura de Abraham y del motivo de la relación ley-obras/justificación-fe, San Pablo establece las bases jurídico-espirituales de una relación con Dios dominada por la aceptación irrestricta de la fe como razón de ser de todo por parte de la divinidad, lo cual no es poca cosa. La argumentación bíblico-teológica de Pablo es abrumadora: [Ro 3.25] reasume esta idea: «Dios nos lo ha puesto (a Cristo Jesús) delante como lugar donde, por medio de la fe, se expían los pecados con su propia sangre. Así demuestra Dios que no fue injusto si dejó impunes con su tolerancia los pecados del pasado, con esa demostración de su justicia en nuestros días: resulta así que él es justo y que justifica (NB: rehabilita) al que alega la fe en Jesús”. […] Por eso Dios es justo, porque no precipita al hombre en el pecado para que éste pueda experimentar la gracia de Dios (cf. la discusión en 3, 5 ss), sino que, no obstante la distancia existente entre Dios y el hombre, Dios hace posible desde ahora una confianza basada en la fe y, con ello, una nueva vida antes de la manifestación de su nueva creación (Rom 5, 17). La justificación del individuo tiene, pues, su origen en la de todos los hombres (Rom 5,19). Por eso no poseemos la justicia, sino que es ella la que nos posee (6,18) y nosotros somos sus siervos (2 Cor 3,9). Así pues, nuestra justificación procede del futuro de Dios y remite a él.120

El compromiso de la Reforma con la radicalidad del mensaje evangélico

Es verdad que muchas de las grandes intuiciones acerca de la radicalidad del mensaje cristiano provienen de la tradición conocida como anabautista o como la reforma radical (“el ala izquierda de la Reforma”), famosa por su interés en el Sermón del Monte como base de la nueva vida cristiana. Es de allí que surgió una visión radical, en todos los sentidos, para la aplicación de la vertiente más exigente del Evangelio. Si Pedro Valdo en el siglo XII vendió sus bienes y salió a los campos para predicar el Evangelio, los anabautistas, en esa línea, se plantearon la absoluta necesidad de no negociar con nadie los alcances de su fe, tal como escribió George Williams en su obra monumental: Los radicales, empujados a las márgenes de la sociedad y la periferia de la cristiandad latina, ocuparon en el mundo una posición semejante a la de los cristianos antes de Constantino, […] ellos estuvieron en el proceso de romper con la estructura parroquial-territorial-nacional del Corpus Christianum, y estuvieron buscando, por diversos caminos, crear comuniones voluntarias o asambleas con base en los modelos de aquellos reunidos o llamados por Dios al margen de la historia para proclamar los cuatro Evangelios y la no conformidad con el mundo.121

Esta radicalidad para aplicar el mensaje cristiano fue lo que los hizo inaceptables e indigestos para el sistema político y religioso y fue lo que los marcó para siempre como una huella indeleble en el devenir de la H. Seebass, “Justicia”, en L. Coenen et al., dirs., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Salamanca, Sígueme, 1990, pp. 409, 410. 121 George Huntston Williams, cit. por Donald F. Durnbaugh, “Characteristics of the Radical Reformation in Historical Perspective”, en Communio Viatorum, XXIX, 2, 1986, p. 109. 120

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historia. El rechazo al control por parte de los príncipes hizo que incluso se enemistaran con los grandes reformadores, con quienes pudieron haber llevado una mejor relación y hasta podido trabajar con mayor armonía, no obstante lo cual el intercambio y la influencia mutua fueron una realidad. Los casos, sobre todo de Zwinglio (en cuya ciudad, Zúrich, inició uno de los focos más importantes del anabautismo en 1525) y de Calvino son aleccionadores, aunque este último se desesperaba por la forma en que algunos de ellos interiorizaron y manifestaron su fe. El testimonio de los mártires anabautistas, hombres y mujeres, diseminó por toda Europa una semilla que dio grandes frutos en la vida comunitaria. Fueron heraldos de una forma de “anarquía cristiana” basada en los postulados evangélicos radicales de resistencia a cualquier forma de dominio interesado ajeno a la fe. Amalgamar el contenido del Sermón del Monte con las afirmaciones paulinas sobre la libertad cristiana y la justificación por la fe es algo que siempre necesitará la iglesia, en todas las épocas, para resistir los embates y las tentaciones de negociar con los poderes su sobrevivencia. Las lecciones de la Reforma Radical valen para el conjunto de la iglesia en todas sus manifestaciones, especialmente, como no pudo ser de otra forma, también en la vida y acción de sus mujeres: En la Reforma radical, particularmente dentro de la vertiente anabautista, mujeres de los sectores populares fueron muy activas en la difusión de un cristianismo horizontal, luchaban por que las jerarquías fuesen abolidas dentro de las comunidades voluntarias de creyentes, contrastando así con el modelo patriarcal de dominación. […] Como integrantes de un movimiento gestado desde abajo de la sociedad, las mujeres anabautistas padecieron una triple marginación. La primera, por ser mayoritariamente pobres. La segunda, por ser mujeres en una sociedad dominada por el patriarcado. La tercera, por formar parte de un movimiento estigmatizado como secta perniciosa y demonizado por las autoridades religiosas y políticas, tanto católicas como protestantes.Snyder y Huebert [Profiles of Anabaptist Women: Sixteenth-Century Reforming Pioneers. Universidad Wilfrid Laurier, 1996, 7ª reimp., 2008] mencionan que, durante el siglo XVI, en regiones de Europa donde la persecución fue más cruenta, y en determinados periodos, las mujeres anabautistas ejecutadas representaron 40 por ciento del total de martirizados identificados con el anabautismo.122

Carlos Martínez García, “Participación femenina en la reforma protestante”, en La Jornada, 7 de diciembre de 2016, www.jornada.unam.mx/2016/12/07/opinion/021a2pol. 122

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LEGADO Y ACTUALIDAD DE LA LABOR REFORMADORA EN LA IGLESIA 22 de octubre Si alguien tiene oídos, que ponga atención a lo que el Espíritu de Dios les dice a las iglesias. […] Así, todas las iglesias sabrán que yo conozco los pensamientos y deseos de todos… APOCALIPSIS 2.17, 23a, TLA

La labor reformadora, obra exclusiva del Espíritu

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uando se habla de la enorme necesidad de que las iglesias obedezcan la voz del Espíritu Santo, tal como está plasmada en las cartas de Apocalipsis 2-3 a las comunidades de Asia Menor, y modifiquen su mentalidad, frecuentemente se cuestiona el papel histórico de las reformas religiosas del siglo XVI, pues se considera que, por encima de los propósitos de quienes las dirigieron está el plan divino para conducir a su iglesia. Y eso es verdad, solamente que la forma que había alcanzado la iglesia en esa época Se dice también que en esos movimientos prevalecieron los intereses políticos y económicos de las clases dominantes y que la iglesia únicamente cambió de dueño, pues a partir de entonces ella obedeció a los caprichos de los príncipes y gobernantes. Es posible que este tipo de críticas que, en rigor, hacen poca justicia a las situaciones históricas con que se estableció la Reforma en tantas regiones de Europa y después fuera de ella, suenen bien para algunos oídos poco acostumbrados a reconocer la manera en que el Espíritu ha conducido el rumbo de la iglesia. Algunas lecciones de las cartas de Ap 2-3 tienen que ver, primero, con el reconocimiento explícito de aquello que se está haciendo bien en cada comunidad específica. Obtener el reconocimiento del Espíritu proporciona a la iglesia una plataforma de fe suficiente para continuar la marcha con un mínimo de confianza en que la labor cotidiana marcha por el sendero adecuado. Así sucedió con las siete comunidades destinatarias de tales cartas. El carácter de las mismas está signado por su contexto: el profeta perseguido y exiliado muestra “su exigencia ante ellas, pues piensa que pueden perder su identidad cristiana (dejar su comida y fidelidad comunitaria), ajustándose al entorno social y religioso del Imperio”.123 Esas siete comunidades “son compendio y signo de todas las iglesias (vinculadas como única esposa-ciudad en 19.7”.124 Al reconocimiento le sigue, en cada caso, el llamado concreto a recuperar fuerzas, perseverar y mejorar, y, finalmente, aparece una promesa. Pérgamo (2.12-17) es una “comunidad dividida en la que algunos de sus miembros han sufrido martirio por Jesús (Antipas), pero otros toleran la doctrina de Balaam o los nicolaítas, pactando con Roma (idolocitos y prostitución). A quien permanezca fiel, le ofrece Jesús la comida verdadera, el maná escondido”. “Si la Reforma conserva alguna significación actual para nuestra sociedad, seguramente no es gracias a una fidelidad formal externa a los principios que la inspiraron. Sería la negación de la Reforma misma querer mantenerla en la forma en que estos la establecieron, así como la comprensión de la Escritura, la formulación de tal dogma, la institución eclesiástica o la inserción en la sociedad”.125 Estas palabras del pensador reformado francés Jacques Ellul (1912-1994) resumen muy bien la forma en que hemos de valorar el legado de la Reforma y la necesidad de seguir su labor en nuestro tiempo en una actitud reformadora permanente. Tenemos que releer los episodios de las Reforma y actualizarla para nuestras propias necesidades y circunstancias: “No podemos considerar a los doctores de la Reforma como intérpretes infalibles de la voluntad de Dios y, por ello, enclavados en la inmortalidad. Sería rechazar precisamente la parte más alta de su enseñanza, el cuestionamiento de todo lo adquirido en lo religioso y en lo eclesiástico por la Palabra de Dios misma, y, en lo que concierne a la presencia en el mundo, el hecho de que justamente estuvieron muy atentos a la realidad concreta de este mundo, directamente mezclados con sus tendencias y sus tentaciones; y nuestra sociedad no es la suya”.

La visión reformadora del Espíritu para su iglesia

Tiatira es la “iglesia-modelo” entre las siete comunidades, aunque no deja de tener conflictos propios. Su reconocimiento es magnífico. “Sé muy bien que me amas y que no has dejado de confiar en mí; también sé que has servido a los demás, y que ahora los estás ayudando mucho más que al principio” (2.19). Pero la problemática ideológico-doctrinal es preocupante: “Juan y ‘Jezabel’ disputan no sólo por razones ‘dogmáticas’, sino por cuestión Xabier Pikaza Ibarrondo, Apocalipsis. Estella, Verbo Divino, 1999, p. 19. Ídem. 125 J. Ellul, “Actualidad de la Reforma”, en Foi et Vie, 1959; en español: Com-Unión, México, CMIRP, año I, núm. 2, juliodiciembre de 2016, traducción de Francisco J. Domínguez Solano, p. 21, https://issuu.com/cmirp/docs/02-comuni__n-juldic2016. 123 124

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de poder. Parece claro que ella ha empezado venciendo: Juan no ha logrado cambiarla (2.21) ni impedir su influjo y magisterio dentro de la iglesia, y por eso, ahora, en el Apocalipsis, la amenaza, caricaturizándola de forma insultante (al llamarla Jezabel)”.126 El conflicto ideológico es una constante en la historia de la iglesia y aquí no es la excepción; solamente que la preocupación pastoral del autor de Apocalipsis es mayúscula: “Juan se encuentra en el exilio y ella sigue, al parecer tranquila, en Tiatira; Juan defiende el martirio, ella parece haber buscado componendas con el poder. No sabemos cómo ha terminado la disputa en plano externo. Juan ha recogido en su libro las razones (y la ira condenatoria) de un ‘perdedor’. Es posible que los ‘hijos’ (discípulos) de Jezabel hayan terminado siendo gnósticos (¿o montanistas?)”.127 El Espíritu siempre tiene a la vista un proyecto profético para la iglesia, consistente y de amplio alcance. Las reformas del siglo XVI se asomaron a esa realidad y, por momentos, la encarnaron con enorme coherencia y fidelidad al Evangelio. Cuando fallaron, se debió precisamente a su falta de un enfoque adecuado de las enseñanzas del Evangelio. Por ello, Ellul volvió a la carga en su búsqueda de la actualidad de la Reforma: “Los reformadores nos enseñan, en todo caso que la Iglesia no puede estar separada del mundo y replegada en ella misma, no más que siendo directora y regente en un mundo sometido a ella”.128 Como ellos, nuestra fidelidad y obediencia a la palabra divina deben ser los factores básicos de nuestro compromiso cristiano aquí y ahora: Pero la doble dificultad de la comprensión de su acción sobre la sociedad comienza con el hecho de que esta acción nunca fue para ellos más que la consecuencia de su fidelidad a la Revelación, a la Palabra del Señor. Si ejercieron tal o cual influencia, no fue en virtud de sus ideas políticas, de sus doctrinas metafísicas o de su ideología social, y no más en función de pertenencias a medios específicos, ni de sus intereses de clase o su inserción en algún grupo sociológicamente determinado. Fueron hombres de la Palabra y, conscientemente, voluntariamente, intentaron actuar sobre la sociedad en función de esta única pertenencia, de esa única voluntaria determinación. 129

A partir de esta sólida práctica de obediencia a la Palabra del Señor y a la voz de su Espíritu, la iglesia, cada iglesia, puede ser capaz de someterse a la voluntad suprema de Dios que la desea llevar por los caminos de su Reino a fin de instaurarlo plenamente en el mundo.

126 X.

Pikaza, op. cit., p. 69. Ídem. 128 J. Ellul, op.cit., p. 21. 129 Ídem. 127

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500 AÑOS DE REFORMAS DEL ESPÍRITU EN LA IGLESIA 29 de octubre Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que tienes fama de obedecerme fielmente. Pero la verdad es que no me obedeces. Así que levántate y esfuérzate por mejorar las cosas que aún haces bien, pero que estás a punto de no seguir haciendo, pues he visto que no obedeces a mi Dios. Acuérdate de todo lo que has aprendido acerca de Dios, y vuelve a obedecerlo. APOCALIPSIS 3.1-3a

El Espíritu observa, conduce y enjuicia a la iglesia siempre

U

na revisión atenta de la historia de la iglesia puede dar cuenta de la manera en que el Espíritu Santo ha obrado en la vida de su iglesia para reencaminarla en obediencia a las enseñanzas del Evangelio de Jesucristo. Cuando sus tendencias se han alejado de la fidelidad a ese mensaje, los correctivos del Espíritu han sido, en ocasiones, bastante radicales. Eso puede apreciarse especialmente en el caso de las iglesias del Asia Menor, pues recibieron reconocimientos, admoniciones y promesas muy específicas para evaluar su presencia en medio del imperio romano. La mirada radical de la literatura apocalíptica alcanza en las epístolas a las siete comunidades una dimensión universal, pues hoy pueden leerse como exhortaciones transversales para todas las iglesias cristianas.130 En palabras de Elisabeth Schüssler Fiorenza, cada mensaje concreto obedecía a una especie de mirada transversal del Espíritu, que es capaz de percibir en la simultaneidad de sucesos el meollo de lo que está aconteciendo con las comunidades cristianas en un contexto específico: La mayor parte de las ciudades a las que se dirigen los mensajes proféticos estaban dedicadas a la promoción de esta religión civil romana. Éfeso, la mayor ciudad de la provincia romana de Asia, era sede del procónsul y competía con Pérgamo en el reconocimiento de su primacía. Lo mismo que Esmirna, era un centro del culto imperial, famoso por las luchas de gladiadores. Pérgamo, ciudadela de la civilización helenista en Asia, reclamaba para sí ser el centro del culto imperial. La ciudad había recibido permiso ya en el año 29 a.C. para construir un templo “al divino Augusto y a la diosa Roma”. La referencia del Apocalipsis al “trono de Satán” podía ser una alusión a este templo. En Tiatira, el emperador era adorado también como Apolo encarnado y como hijo de Zeus. El año 26 d.C. Sardes competía con otras diez ciudades asiáticas por el derecho a construir un templo en honor del emperador, pero lo perdió en favor de Esmirna. Laodicea era conocida no sólo como la ciudad más rica de Frigia, sino también como centro del culto imperial.131

La atención que presta cada carta a lo que sucede en cada ciudad forma parte de esa visión aguda capaz de definir en trazos ágiles, pero profundos, un diagnóstico lo suficientemente claro de lo que estaba pasando y la manera de afrontarlo. Cada comunidad cristiana se veía atenazada por un ambiente crítico que le exigía una firme determinación sobre sus convicciones, principios y acciones. Cuando se quiere anular ese contexto y se pretende uniformar la comprensión de la misión de la iglesia en el mundo se deja de ver lo específico como parte del conjunto más grande que el Espíritu desea compartir a los integrantes de las comunidades. El ímpetu por adecuarse a la voluntad del Señor de la Iglesia debería prevalecer sobre los intereses, modas u orientaciones predominantes en el momento histórico que se vivan. La alternativa planteada por el Espíritu abarcó todos los aspectos posibles para que la respuesta de la fe fuera consistente ante las dimensiones de las pruebas y los conflictos: Parece, pues, que Juan exige una postura teológica libre de componendas. Tanto el autor del Apocalipsis como sus seguidores perciben tal potencial de destrucción y opresión teológicas en los poderes deshumanizadores de Roma y sus aliados, que cualquier compromiso con ellos implicaría la negación del poder salvífico de Dios. La retórica visionaria de la visión inaugural insiste, por tanto, en que Cristo está vivo, a pesar de haber sido asesinado. Quienes se resisten a los poderes de la muerte que amenazan con destruir sus vidas ahora, participarán en el futuro del poder real de Dios y de Jesucristo. A quienes ahora viven pobres y explotados, las “promesas del vencedor” les garantizan lo esencial de la vida en el futuro escatológico: alimento, vestido, casa, ciudadanía, seguridad, honor, poder. Estas promesas no van Explica E. Schüssler Fiorenza, “Algunos grupos marginados, como los montanistas, los movimientos milenaristas medievales, el ala radical de la Reforma, así como ciertos movimientos utópicos revolucionarios modernos, apelaron a la autoridad profética del Apocalipsis tanto más cuanto más insistía el cristianismo oficial en su marginalidad canónica”, Apocalipsis, visión de un mundo justo. Estella, Verbo Divino, p. 20, http://ebam.org/libros/LibroApocalipsis%20Vision%20De%20Un%20Mundo%20Justo-Schussler%20Fiorenza%20Elisabeth%20.pdf. 131 Ibíd., p. 82. 130

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dirigidas a la gente rica, satisfecha e influyente, sino a los pobres y perseguidos de las comunidades de Asia Menor, con intención de animarlos a que resistan impertérritos y a que vivan fieles a su compromiso cristiano.132

Las sabias palabras dirigidas a Sardis (3.1-3a) bien podían servir de referencia general para las demás comunidades: “a) Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que tienes fama de obedecerme fielmente. (No basta con tener una imagen policiaca de Dios y de su Espíritu, en el sentido de que todo lo conoce y lo vigila. Hay que sobreponerse a esa forma de control y actuar responsablemente, como si esa mirada no estuviese presente, pero con la firme certeza de que se ejecuta la voluntad de Dios.) b) Pero la verdad es que no me obedeces. (Debe reconocerse directamente, cada vez que sea necesario, que se está en estado de desobediencia y que eso amerita contrición verdadera y profundo deseo de cambio.) c) Así que levántate y esfuérzate por mejorar las cosas que aún haces bien, pero que estás a punto de no seguir haciendo, pues he visto que no obedeces a mi Dios. (El reconocimiento divino a lo hecho con anterioridad es una oportunidad de oro para retomar fuerzas, recuperar la visión y lanzarse en nuevas empresas al servicio del reino de Dios.) d) Acuérdate de todo lo que has aprendido acerca de Dios, y vuelve a obedecerlo” (El conocimiento teológico acumulado es un enorme potencial espiritual que poder ayudar a retomar el camino. No debe perderse esa sana tradición cristiana para ponerla por obra).

Obedecer a la voz del Espíritu para reformarse siempre

Como bien escribieron Laurent Gagnebin y Raphaël Picon, la fe de la Reforma Protestantes es siempre “una fe insumisa”, es decir, una fe que encuentra en el beneplácito de Dios la esencia de su acción y pensamiento. Llegado el momento de la protesta en el camino de la reforma de la iglesia en el siglo XVI había que hacerlo y establecer de manera categórica las características del movimiento en marcha: El protestantismo es una protesta teológica. Para convencerse, bastaría con acordarse del origen histórico de la apelación “protestante”. Ésta nos viene de un suceso bisagra en la historia de la Reforma y del cristianismo occidental: la Dieta de Spira de 1529. […] Diecinueve estados, conducidos por Felipe de Hesse y Jean de Saxe, rechazaron someterse al decreto imperial y redactaron una declaración de protesta. “Nosotros protestamos frente a Dios, así como frente a todos los hombres, que nosotros no consentimos ni nos adherimos al decreto propuesto, en las cosas que son contrarias a Dios, a su santa Palabra, a nuestra buena conciencia, a la salvación de nuestras almas”. El adjetivo “protestante”, fue entonces aplicado por extensión a todos los partidarios de la Reforma. La actitud de esos príncipes contestatarios recela de los dos elementos a los que nos envía la etimología de la palabra “protestante”: el testimonio (testis, en latín) por el que alguien afirma, reconoce, confiesa lo que sabe o cree, y la contestación (protestari) por la cual se expresa una resistencia, una crítica, una protesta.133

No siempre la iglesia está en condiciones de obedecer al Espíritu para reformarse lo suficiente y así ser más fiel al Evangelio de Jesucristo. Pero lo que puede hacer es estar dispuesta a escuchar la voz que el Espíritu le presenta en su Palabra. Toda reforma humana será siempre incompleta, pues únicamente el Espíritu puede llegar hasta la raíz de todas las cosas. Dejarse reformar por el Espíritu no es una opción para las iglesias, es todo un desafío, obligación y hasta un destino. Las diversas reformas del pueblo de Dios en la historia han sido la muestra de una voluntad soberana constante de cambio para la fe comunitaria. Los episodios en que el Espíritu ha propugnado cambios profundos son momentos de revelación de la voluntad divina. La iglesia debe vivir en espíritu de reforma en permanente alerta ante sus limitaciones y excesos. Las iglesias de Asia Menor (hoy Turquía) desparecieron, pero forman parte del testimonio bíblico de la acción del Espíritu Santo en medio de su iglesia de todos los tiempos. Si nos asumimos como protestantes y reformados, hemos de leer las Escrituras siempre en clave de reforma y de protesta, esto es, de inconformidad e insumisión ante los valores dominantes para así poder proclamar proféticamente, una y otra vez, el mensaje liberador de Jesucristo para todos los tiempos. Celebramos estos 500 años de reformas guiadas por el Espíritu Santo, como parte de un enorme abanico de acciones que ha llevado a cabo entre su pueblo a fin de hacer presentes el amor y la justicia divinas. Y con Jacques Ellul afirmamos que, más allá de nuestras esperanzas humanas que puedan cumplirse o no en el tiempo que nos toca vivir, la grandeza de las promesas del Señor relativas a su Reino es vigente y absolutamente actual que nos conduce a una mirada Ibíd., p. 86. Énfasis agregado. L. Gagnebin y R. Picon, El protestantisme. La foi insoumise. París, Flammarion, 2000, pp. 11-12. Traducción de Francisco J. Domínguez Solano. 132 133

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realista de los mundos material y espiritual, pero ya muy lejos de la conciencia medieval, para replantearnos radicalmente la forma en que actúa Dios en el mundo: Seguramente, una de las más importantes consecuencias de la Reforma bajo la óptica del mundo, fue la desacralización en sus diversas formas. Los reformadores recordaron con vigor que Dios está en el cielo y el ser humano en la tierra; que el mundo es el lugar del Príncipe de este mundo; que el hombre es por naturaleza, y de manera definitiva, pecador y sin ninguna posibilidad de hacer el bien: el mundo es el mundo. Y por ello está habitado por potencias sagradas, y nada en el mundo excede a la grandeza del hombre; no hay misterio en el mundo, no hay barreras naturales que signifiquen algo en sí mismas. […] La presencia de lo sagrado al interior de este mundo asegura, en efecto, de manera intrínseca, una significación de los sucesos en la historia: los hombres saben por ellos mismos lo que hacen y a dónde van; esto les es dicho y asegurado por la existencia de algo sagrado en la historia; lo mismo sagrado pone además límites a la acción del hombre: hay tabúes, existe lo que se puede y lo que no se puede. […] …brutalmente, los reformadores intervienen en esta sutil y delicada construcción, he aquí que ellos “rechazan de golpe mil años de teología casi unívoca” y rompen la tela fácilmente tejida. No hay nada sagrado en el mundo y, además, la Iglesia y el Estado no son más sagrados uno que otro. Las cosas son cosas: no hay espíritus en ellas, la materia es materia, incluso si es del hombre. No hay nada de venerable en la naturaleza —la historia no tiene significación por ella misma; nada está, por sí mismo, prohibido; el hombre dejado a sí mismo es un ciego, incapaz de ningún bien y destinado a la muerte. Si la historia tiene un sentido, es por la atribución de una significación extrínseca, que viene de Dios. Si el hombre hace el bien, es por la acción extrínseca de Dios que actúa sobre él por la gracia y no existe ninguna continuidad posible de la naturaleza y de la gracia… El mundo desacralizado, vuelve a ser plenamente el mundo. No un mundo sin ley, sino un mundo que no tiene las mismas leyes que la Iglesia, un mundo que no puede ser cristianizado desde el exterior, bajo la óptica de que no se puede actuar con la hipocresía de hacer como si se fuera cristiano sin serlo, como si lo sagrado que se desea no fuera otra cosa que idolatría, ilusión, mentira y rechazo de Dios. […] La Iglesia ya no podía ejercer poder ni sobre el mundo ni sobre el hombre, ni tampoco imponerle leyes. Todo lo que si podía era anunciar la Palabra de Dios a ese mundo y a ese hombre, testimoniar por sus obras y por la vida de los cristianos, y por sus palabras, la obra cumplida por Dios en ese mundo y para ese hombre. 134

J. Ellul, “Actualidad de la Reforma” (1959), en Com-Unión, año I, núm. 2, julio-diciembre de 2016, pp. 22-23, https://issuu.com/cmirp/docs/02-comuni__n-jul-dic2016. Trad. de F.J. Domínguez Solano. 134

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Noviembre “SER PERFECCIONADOS JUNTO CON LOS TESTIGOS DE LA FE” 5 de noviembre

…porque Dios había provisto algo mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin nosotros. HEBREOS 11.40, Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy

La vida de Dios está por encima del tiempo y del espacio

E

l extraordinario recuento de la historia de la salvación que aparece en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos plantea, como se sabe, la primacía de la fe en la relación Dios en cualquier etapa de la misma. La reiterada insistencia en dicha primacía (22 veces) muestra a cada personaje mencionado firmemente anclado en la total confianza en Dios, quien se les fue manifestando en medio de los conflictos que enfrentaron. La fe fue como “la melodía de fondo que dio sentido s sus vidas” (La Biblia de Nuestro Pueblo). La mención tan exhaustiva de cada uno de ellos alcanza un ritmo indetenible y llega, hasta el v. 32, con una pregunta que marca una pausa: “¿Y qué más diré?”, para introducir una reflexión sumaria de lo acontecido mediante otra enumeración de acontecimientos (vv. 33-34), para luego referirse a la fe de las mujeres y sus desafíos propios (v. 35a), siempre acechados estos héroes y heroínas de la fe por la muerte y la exigencia de que Dios mostrara cómo se impondría sub vida sobre estas realidades opuestas y trágicas: su respuesta fue, como subraya el mismo versículo, la resurrección para imponerse sobre las fuerzas mortíferas. La pregunta obligada es: “¿Cómo pudieron aquellos hombres y aquellas mujeres hacer lo que hicieron, mantenerse firmes, luchar contra corriente y sin tregua en el mundo hostil en que les tocó vivir?” (Ídem). La fe fue lo que los sostuvo como “peregrinos y forasteros en la tierra” (v. 13) y como buscadores de una patria mejor (v. 16). Por la fe en lo que se les había prometido, Jesús el Mesías, murieron “viéndolo y saludándolo de lejos” (v. 13), aunque no llegaron a conocerlo. Por la fe, también ofrecieron sus vidas “prefiriendo una resurrección de más valor” (v. 35). Dos cosas llaman la atención hasta este punto: primero, el hecho de que, aunque forma parte de un documento que maneja ampliamente el método alegórico para transmitir su enseñanza, su acercamiento a la historia es sólido y profundamente aleccionador. Dicho método tendía a relegar a la historia a un papel simbólico y a establecer tipos o modelos antiguos para entender la obra redentora de Jesucristo. Esto se presenta varias veces en los capítulos previos al referirse al papel de la ley (10.1: “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”) y en el lenguaje el mismo cap. 11, por ejemplo, en el v. 27, donde se dice que Moisés “se mantuvo firme como viendo al Invisible”. Por otra parte, la sugerencia de que Dios ve, a través de su Hijo, al pueblo creyente de todos los tiempos de manera simultánea, otorga al texto una proyección sobre el tiempo que no puede dejar de sorprender: ¡los y las creyentes de todos los tiempos somos vistos desde el “prisma cristológico”! Esto es, que, mediante la obra redentora de Jesucristo, la barrera temporal es superada y abolida por obra y gracia de Dios para colocar, al mismo tiempo, y en la sintonía de la fe, a todos quienes han vivido, viven y vivirán delante de Él gracias a la fe como principio vital absoluto. El v. 39 llega a un punto en el que subraya que toda esa larga nómina de creyentes, con todo y su gran experiencia de fe, aún no ha obtenido la aprobación total por su creencia, pues no han recibido los resultados de la promesa completa, porque están esperando a todos los creyentes posteriores, de otras épocas más plenas. En otras palabras, esos muertos están muy vivos, pues como dijo el Señor en Marcos 12.27a: “Dios no es Dios de muertos sino de vivos”. La vida de Dios los ha invadido de tal manera que, allí donde están, están vivos para el Señor, porque Él “es Señor tanto de los muertos como de los vivos” (Ro 14.9b). Muchos de ellos, aun muriendo en condiciones tan negativas, ahora viven la vida de Dios y se encuentran en “estado de eternidad”, aguardando la manifestación de la salvación completa: no están completos sin el resto de los redimidos por Dios.

Dios perfecciona la vida de su pueblo de todos los tiempos

Al final de su recorrido histórico por los personajes de la historia de Israel, el predicador afirma que aquellos fieles creyentes, con todo y las grandiosas experiencias que vivieron “no cumplieron su destino sin nosotros” (40). La muerte fue para ellos/as una auténtica puerta que los trasladó y los puso del lado de la vida verdadera: ¡todos ellos viven ahora mismo en el Señor y desde esa “eternidad provisional” nos aguardan y estimulan para tener tanta fe 72


como ellos la tuvieron! La “nube de testigos” (12.1a), la “Iglesia triunfante” es una verdadera multitud de redimidos que ya disfruta del anticipo de la presencia divina y nos atrae hacia ellos para compartir la gran bendición de la compañía del Señor. Pero el carácter incompleto de la salvación sigue allí, según el v. 40: desde esa eternidad aguardan los resultados de la fe de sus sucesores, es decir, nosotros, como lo recuerda el lenguaje del autor de la carta. Todos los creyentes del Antiguo Testamento no pudieron conocer históricamente al Mesías, pero gracias a la fe Él ya los ha recibido anticipadamente. Lo que hace este texto es extraordinario: “Por una parte, abarca en un abrazo solidario a todos los testigos de la fe que peregrinaron por la tierra buscando, creyendo y esperando en Dios, aunque no llegaron a conocer a Aquel en quien la fe tiene sentido y cumplimiento: Jesús de Nazaret. Por otra, nos abarca a nosotros, los cristianos que sabemos y conocemos y por eso completamos el destino de todos ellos al anunciar y proclamar el nombre santo del Salvador universal” (Ídem). La fuerza de las promesas de Dios se sitúa en el tiempo y lo sobrepasa para formar una comunidad de creyentes que aguardan la plenitud de la consumación de las mismas. El texto enfatiza que ellos están incompletos sin nosotros: “El cumplimiento de las promesas que esperaban los santos del Antiguo Testamento no tuvo lugar hasta que estuvo completa la obra salvadora de Cristo. Pero ahora ya han obtenido (6.12) aquello que los cristianos que están todavía en la tierra poseen únicamente a título de anticipación, mientras aguardan su plena posesión” (Myles M. Bourke, Comentario bíblico San Jerónimo. Tomo IV, p. 370). Dicho de otro modo: ni ellos ni nosotros estamos completos todavía. La simultaneidad de los tiempos en la óptica de Dios se aplica ya sobre las acciones históricas de fe que aún estamos por realizar en este mundo para enlazarlas con las de aquellos que nos han precedido, como parte de un proceso completamente opuesto a lo que se enseñó en su momento sobre las indulgencias, pues con ellas se aludía también a la importancia de las obras de los creyentes que ya forman parte de la eternidad de Dios. Nuestra esperanza presente en la vida que Dios nos otorga y otorgará se funda en la misma fe que esos creyentes tuvieron y anticiparon: eso nos unifica y coloca en el mismo horizonte espiritual, que va más allá de lo que pensamos e imaginamos acerca de la vida eterna prometida. Ésa es la razón de la perseverancia con que hemos de asumir “la carrera que nos es propuesta” (12.1-2). Como resume muy bien Samuel Pérez Millos: “Los hombres de fe de la antigüedad tenían la promesa, pero Dios la difirió en el tiempo para que fuese alcanzada por todos los creyentes a la vez. […] El texto, sin embargo, habla de perfeccionamiento, que tiene que ver, en gran medida con el Nuevo Pacto, ya que en el antiguo no se alcanzó jamás la perfección necesaria […] Esa promesa de redención se ha cumplido y por la obra sacrificial y sacerdotal de Cristo, tanto ellos como nosotros hemos alcanzado la perfección”.135

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Samuel Pérez Millos, Hebreos. Terrassa, CLIE, 2009, p. 700, http://apologiabiblica.net/pagina/millos/hebreos.pdf. 73


DIOS COMPARTE LA VIDA CON SU PUEBLO 12 de noviembre …porque Dios había provisto algo mejor para nosotros, a fin de que ellos no fueran hechos perfectos sin nosotros. Yo les aconsejo, a ustedes y a sus descendientes, que elijan la vida, y que amen a Dios y lo obedezcan siempre. DEUTERONOMIO 30.19b-20a, Traducción en Lenguaje Actual

Dt 30 en contexto: El exilio no es el final de la historia

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as palabras de Dt 30.3-6 son la base para una adecuada comprensión del resto del capítulo, pues estamos ante una declaración de fe anclada en las promesas de Dios para un pueblo que ya ha experimentado el exilio. Y vale la pena detenerse en ellas para percibir el sabor de dichas promesas en medio de tiempos difíciles, pero esperanzadores, para este pueblo heredero de una historia antigua de salvación: “Dios les tendrá compasión y los volverá a bendecir. Los hará volver de los países a los cuales los envió. Aun si ustedes se encuentran muy lejos, Dios los buscará y los traerá de nuevo al país que prometió a sus antepasados. Allí prosperarán y tendrán más hijos que sus antepasados. Dios hará que se olviden de hacer el mal. Entonces ustedes y sus descendientes lo amarán y lo obedecerán con toda su mente y con todo su ser, y no por obligación. Así podrán vivir muchos años”. Bien ha resumido Edesio Sánchez este salto en el tiempo y en el espacio para reencontrarse con el Dios de la Alianza: Para una comunidad que está colocada ante la Palabra divina, y dispuesta a la conversión, Deuteronomio promete el bien divino en modo superlativo: “Te hará prosperar [te hará bien], y tendrás más descendientes de los que tuvieron tus antepasados” (30:5). “El futuro al que el teólogo invita a los exiliados no es una simple restauración, es una bendición divina todavía más grande” (W. Brueggemann). Así, el mensaje exílico, que se muestra como una declaración de culpabilidad, será en el posexilio una palabra bienhechora, restauradora, que refleja la «alegría» divina. Y aquí, nuevamente, pasado, presente y futuro son traídos al momento histórico de la comunidad exílica: Dios está dispuesto a realizar una nueva obra grandiosa. Y esta promesa abarca al pueblo del futuro, pues el pasaje insiste en las generaciones del “mañana” (vv. 2, 6).136

Porque la Alianza con Yahvé sobrepasa los tiempos y las generaciones, su llamado a las nuevas generaciones de Israel (lo que quedaba de él después del destierro) para retomar los compromisos de antaño en una nueva época es estremecedor. Se trataba de colocar en nuevas coordenadas históricas todo el caudal de esperanzas y anhelos que el pueblo seguía avizorando como parte de su pertenencia a los planes divinos de ser bendición para todas las naciones. El hecho de haber estado en otras tierras los obligó a ser portadores de esa fe y hacerla visible en medio de otras culturas y circunstancias. No siempre salieron bien librados en esa tarea, pero lo cierto es que la literatura historiográfica marcada por el Deuteronomio presentaba precisamente esa posibilidad como una nueva oferta de salvación: en efecto, el exilio no era el fin de la historia, pues había algo distinto, radicalmente nuevo, en el horizonte de fe del pueblo. No se podía saber con certeza de qué se trataba, pero existía luz al final del túnel por obra y gracia de las acciones de Dios. “El anuncio de la irrupción de lo nuevo y la invitación a olvidar el pasado no están matizados ni por lo positivo ni por lo negativo. Al pueblo no se le pide olvidarse sólo de lo malo y recordar lo bueno. Se le invita a olvidar el pasado y punto. Es ‘borrón y cuenta nueva’. Lo único que se mantiene es la necesidad de obedecer a la Palabra de Dios, algo que siempre jala hacia el futuro”.137 La única condición es arrepentirse y estar dispuestos a obedecer (30.10).

Escoger la vida de Dios como acto absoluto de fe “No hay que olvidar que, aunque el Deuteronomio insiste varias veces sobre el lugar en el cual se halla el pueblo, en realidad se trata de un recurso literario para actualizar el antiguo pacto hecho con Dios y con Moisés como mediador. […] El trasfondo histórico es la caída del reino del sur, la destrucción del Templo y de Jerusalén y la deportación a Babilonia (587 a.C.). Todo el capítulo es un intento de responder a los interrogantes y dudas que trajo consigo la caída de Judá” (La Biblia de nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino). Lo que importaba era reconstruir la fe y la esperanza en ese Dios que, aunque los había castigado, estaba dispuesto a perdonarlos, a circuncidarles 136 137

E. Sánchez, Deuteronomio. Buenos Aires, Kairós, 2002 (Comentario bíblico iberoamericano), pp. 423-424. Ibíd., p. 423. 74


el corazón (6) y a traerlos de regreso a la tierra que bajo juramento había dado a sus padres (20). Israel ya no tendría excusas para incumplir más los preceptos del Señor: era necesario escoger la vida, en lugar de la muerte, el bien, en lugar del mal (15), y la bendición, en lugar de la maldición (19), pues los preceptos del Señor son perfectamente comprensibles a todos, están al alcance de todos y, por tanto, pueden ser practicados por todos (11-16). Esta “democratización” de la voluntad de Dios se había dado a partir de la experiencia del exilio, un periodo de duro aprendizaje para la fe del pueblo. Los mandamientos nuevos estaban hechos “a la medida del corazón”: “Para el lector de Deuteronomio la historia pasada de Israel no podría producir otra cosa más que pesimismo y desesperanza: el pueblo había sido incapaz de obedecer la voluntad de Dios. Sin embargo, la promesa de un futuro mejor agrega algo más de la bondad divina: a través de este libro, Yavé ha dado una ley que es accesible, comprensible, y que está concebida para no trascender las capacidades humanas. Se trata de una ley diseñada para un ser humano de carne y hueso, con sus pies puestos en esta tierra, y con un corazón y oídos en total sintonía con la voz de Dios”. 138 La superposición de la historia antigua con la época posterior al exilio tuvo como propósito alentar al pueblo para situarse permanente e incondicionalmente del lado de la vida de Dios, es decir, tomar partido absoluto por las iniciativas divinas para conseguir el bienestar de las personas en una nueva situación. Había que establecer las bases de una nueva sociedad, completamente biofílica. La tierra donada deberá ser una tierra poseída; la vida ofrecida deberá ser una vida vivida. Sólo existe una manera de lograrlo, y ha sido expresado con todo detalle en la instrucción del Señor. Se refiere a la manera en que Israel vive cada una de las áreas de su vida: el culto, la pureza de vida, la justicia y la imparcialidad hacia el vulnerable, el pobre y el esclavo; la honra a los padres, el respecto al prójimo, la administración de la justicia, el liderazgo de la nación, el trato del orden natural, la práctica de la guerra, el trato hacia la mujer, y muchas otras cosas más. Vivir en la tierra de acuerdo con las directrices de todos estos preceptos de la tora del Señor —la instrucción de Dios— es sentar las bases para una vida buena y bendecida.139

Los pares presentados por Dios como opción existencial manifiestan las posibilidades históricas, los dilemas que deben enfrentarse y resolverse para encontrar la siempre renovada voluntad de Dios, puesto que cada etapa demanda respuestas y acciones también nuevas, dado que el Deuteronomio “deja las respuestas del ser humano bajo posibilidades abiertas y aplicables por cada nueva generación que se une en alianza con Yavé”.140

Ibíd., p. 428. Patrick D., Jr., Deuteronomy. Louisville, John Knox Press, 1990, p, 214, .cit. por E. Sánchez, op. cit., pp. 429-430. 140 Ibíd., p. 430. 138 139

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“YO LES DARÉ NUEVA VIDA” 19 de noviembre Yo les daré nueva vida. Haré que cambien su manera de pensar. Entonces dejarán de ser tercos y testarudos, pues yo haré que sean leales y obedientes. Pondré mi espíritu en ustedes, y así haré que obedezcan todos mis mandamientos. Entonces vivirán en la tierra que les di a sus antepasados, y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. EZEQUIEL 36.26-28, Traducción en Lenguaje Actual

La historia como espacio de gracia, salvación y juicio continuo

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zequiel 36.16-38 es parte del mensaje en el que el profeta expone parte de la perspectiva divina sobre los acontecimientos recientes en la historia de su pueblo, algo que ha aparecido antes en el libro. La estructura es muy clara: los vv. 16-21 presentan la historia del pueblo; 22-32, la primera parte de la acción que prepara el Señor, así como las consecuencias de dicha acción; los vv. 33-36 y 37-38, finalmente, las perspectivas de reconstrucción, que se sitúan también en la línea de la acción del Señor. El cuadro está resumido: la mala conducta de Israel produjo su situación actual, la dispersión entre los pueblos es la consecuencia lógica de este comportamiento. El vocabulario es muy del culto, pues la mala conducta del pueblo es calificada como “profanación”.141 La suerte de Israel no fue algo fortuito, sino algo que él mismo propició dada su mala conducta, con la cual no sólo se degradó en su propia calidad de vida, sino que profanó y puso en ridículo el mismo nombre de Dios entre las demás naciones (16-21).142 La historia, en cuyo interior se muestra intensamente la historia de salvación, pues no puede ser de otro modo en el desarrollo del pacto de Yahvé con Israel, es un escenario complejo de acciones, decisiones y contradicciones que retorcieron, por decirlo así, la relación entre ambas partes. Las tendencias religiosas del pueblo dominadas por el rumbo político y social a que se vio orillado hicieron que el comportamiento humano se mostrase como un auténtico conflicto con las exigencias divinas de obediencia y respeto hacia la alianza: Hay una furiosa batalla: el hombre, en su presunción, intenta modelar la historia sin consideración y desafiando a Dios. Los profetas son testigos de la miseria que soporta el hombre, así como también de la perversidad humana soportada y hasta tolerada por Dios. Pero Dios lucha con el hombre. Al Señor se lo desafía en la historia, donde se promulga Su juicio y donde debe establecerse Su reino. Pues los serafines proclamaron que es el reino del espacio, y no el reino de la historia el que “está lleno de Su gloria”. En la historia sólo se encuentra una pequeña parte de la gloria divina.143

Ezequiel, como profeta y sacerdote, expone las nuevas vicisitudes del pacto en las condiciones extremas en las que ahora se hallaba el pueblo y encuentra que la fidelidad divina al pacto produce exigencias y promesas que se entrelazan de una manera sumamente compleja para transmitirla adecuadamente al pueblo exiliado y en crisis porque, además, el nombre de Dios estaba en juego: “Los israelitas están desterrados; quienes los ven sacan una conclusión lógica: el Señor no es capaz de proteger a su pueblo. De este modo, al castigar a su pueblo, Dios se condena a que le comprendan mal...”.144

Dios ofrece vida en medio de la desolación y la crisis

“Había que tener una fe muy profunda y estar realmente atento a la palabra del Señor para atreverse a anunciar, tras la caída de Jerusalén, este mensaje de un corazón y de un espíritu nuevos”.145 Porque, en medio de los sucedido, Dios decidió reparar el ultraje de su nombre, santificándolo así: primero, haría volver a su tierra a los israelitas debidamente purificados de sus manchas pasadas (24s), “Dios purificará a su pueblo con una aspersión de agua pura (v. 25), el profeta recuerda aquí las purificaciones rituales del templo; el simbolismo del agua como fuente de vida y de purificación es llevado hasta el fondo (cf. Ez 47)”;146 luego, infundiría en ellos un corazón y un espíritu nuevos (27) para que fueran capaces de mantener los compromisos de la nueva alianza (27s) y así poder saborear de modo definitivo las promesas (29s). Jesús María Asurmendi, Ezequiel. Estella, Verbo Divino, 1982 (Cuadernos bíblicos, 38), p. 51. La Biblia del Pueblo de Dios. Biblia del Peregrino. Bilbao, Mensajero, 2008, p. 949. 143 A. Heschel, Los profetas. II. Concepciones históricas y teológicas. Buenos Aires, Paidós, 1973, p. 61. 144 J.M. Asurmendi, op. cit., p. 52. 145 Ibíd., p. 51. 146 Ibíd., p. 52. 141 142

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Finalmente, hay un cambio completo, una novedad radical. Queda transformado lo que mueve al hombre en su más profunda intimidad: el Señor cambia el corazón de piedra del israelita y le da un corazón nuevo. Para los antiguos, el corazón era la sede de la inteligencia, de la comprensión. Un corazón de piedra, endurecido, es un corazón que no comprende, que no escucha, una inteligencia roma (cf. Is 6). El corazón de carne irá acompañado de un espíritu nuevo; aquí se trata tan sólo de un paralelismo (cf. Ez 11.19s): el hombre dotado de un corazón y de un espíritu nuevo es una nueva criatura; estamos ya muy cerca, como en Ez 37, 1-14, del relato de la creación (Gn 2-3). Pero no basta: el Señor dará además su propio Espíritu: “Os infundiré mi espíritu”. ¿Qué más se puede pedir? 147

En el v. 28 aparece la fórmula de la alianza. Cuando se haya realizado la acción del Señor, quedará restablecida la alianza; pero ésta es obra exclusiva del Señor, está hecha por iniciativa suya”.148 Las culpas y desviaciones del pasado serán un continuo referente para la conversión y la fidelidad (31s). Sólo entonces, una vez purificados, podrán los hijos de Israel repoblar felices y en paz la tierra de sus antepasados (33-38).149 Pero, eso sí, Israel nunca podrá argumentar sus propios méritos para disfrutar de todas estas bondades, pues es una “casa de rebeldía”. Esta idea la ilustraría Ezequiel con la visión de los huesos secos y la revivificación de lo muerto (que no es necesariamente la resurrección cristiana), de lo históricamente perdido. El Dios de la vida se presenta en todo su esplendor e intensidad ante su pueblo y ante el mundo.

Ídem. Ibíd., p. 53. 149 La Biblia del Pueblo de Dios. Biblia del Peregrino, p. 949. 147 148

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LA VIDA DE DIOS ES UNA VIDA ABUNDANTE 26 de noviembre Yo soy el principio y el fin, el primero y el último. A los que dejen de hacer lo malo, Dios los bendecirá, pues les dará el derecho a comer de los frutos del árbol que da vida eterna. Apocalipsis 22.13-14, TLA

La vida de Dios en el mundo

queremos decir cuando hablamos de “la vida de Dios en el mundo”? Que Dios, desde su absoluta ¿ Qué eternidad, hacia la cual nos atrae y desde la cual nos ha hecho venir al mundo y a la historia, comparte su vida

como creador que es de la misma y nos convida a experimentarla plenamente. Cada etapa de avance en la historia de la salvación, esa vida se va mostrando progresivamente como el gran proyecto divino para toda su creación. En la visión de Apocalipsis somos testigos de la forma en que la revelación divina despliega las posibilidades vitales para todas sus criaturas. Paso a paso lleva a los lectores por senderos complejos donde la historia y el futuro se entrelazan para hacer ver el destino venturoso de los creyentes en Jesucristo, a pesar de las adversidades que vivían al momento de la escritura del libro. “Con el inicio del capítulo 22, se pasa ahora del registro simbólico de la ciudad al del paraíso. Es la búsqueda de los orígenes perdidos, la nostalgia de la paz divina con toda la creación renovada” (Biblia de Nuestro Pueblo). La descripción del Apocalipsis no resulta extravagante ni se desborda en fantasías; “mantiene una intensidad retenida, de continuas remembranzas bíblicas”, especialmente en relación con los inicios de la creación en el Génesis y las afirmaciones del Cuarto Evangelio, íntimamente ligadas. La nueva Jerusalén extiende su contagio a la humanidad y a la naturaleza. Los “ríos de agua viva” son mostrados desde su origen en el trono de Dios, dador de la vida (vv. 1-2). “El Apocalipsis crea las expresiones ‘agua de vida’ y ‘árbol de vida’. Insiste en la fecundidad sin mengua de esta vida y en su alcance universal”. Las enfermedades que dañan a la humanidad serán superadas definitivamente y la absoluta calidad de vida aparece ya no como un sueño o una posibilidad remota sino como algo que proviene directamente de Dios. La imagen fluvial se inspira en aquel río que regaba el primer jardín (Gn 2.10) y, sobre todo, en la visión de Ezequiel, quien vio manar del templo agua que se convertía en río creciente, y cuyas aguas dan vida (Ez 47.1-12). Es la utopía perfecta, el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte. Además, ya nadie podrá desagradar a Dios y la presencia de Dios será completa, diáfana y transparente (vv. 3-5).

La vida divina, abundancia de vida para todos

La luz directa de Dios alumbrará a todos y quienes tengan el nombre de Dios escrito en la frente accederán a la plenitud de la vida. Estamos ante “la comunión perfecta, sin sombras de pecado, anudada entre Dios y la humanidad: la armonía cósmica. La historia de la salvación llega a su plena culminación feliz. Se muestra la presencia de Dios-Trinidad, dador de vida” (Ídem). Eso es lo que ha mostrado el libro, de principio a fin (1.4-6; 22.13). “Ahora Dios y el Cordero son los ocupantes simultáneos del mismo trono”. Con esta atrevida expresión se indica la comunión perfecta en el Padre y el Hijo; ambos comparten la divinidad y son fuente de vida para toda la creación. El Espíritu es contemplado en ese río impetuoso que brota del trono; sólo Él es quien hace posible la fecundidad para toda la Iglesia. La vida que viene de Dios es plena, total e impecable. El vidente debe creer todo lo que está viendo y anunciarlo sin dilación (7-10), como debe hacerlo hoy la iglesia. Si el mal sigue presente, hay que lidiar con él de la mejor manera y mantenerse firmes en la fe de Jesucristo, pero con una actitud sabia, crítica y atenta, de entrega total (11). Debe haber mucha atención hacia lo que sucede en la historia y hacia quien es el origen y destino de ella (12-13). La ética transformadora de sus seguidores producirá beneficios inevitables y visibles (14a), pues el Señor los guía. El juicio definitivo mostrará las cosas como realmente son y separará a los justos de quienes promueven la muerte (15), pues ése es el criterio absoluto para aplicar la justicia de Dios en todo lo sucedido.

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Diciembre “CONOCER EL AMOR DE DIOS SUPERIOR A TODO CONOCIMIENTO”: UN DIOS TOTALMENTE ENTREGADO 3 de diciembre Le pido a Dios que ustedes puedan conocer ese amor, que es más grande de lo que podemos entender, para que reciban todo lo que Dios tiene para darles. EFESIOS 3.19, Traducción en Lenguaje Actual

El amor de Dios manifestado en la encarnación

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ocos aspectos relacionados con la fe en Jesucristo como los relacionados con lo que ahora se conoce como doctrina de la encarnación. El apóstol San Pablo, quien nunca entra en detalles sobre los acontecimientos “navideños”, describe teológicamente ese proceso como algo acontecido desde el interior de Dios en su automanifestación a los seres humanos. Quizá la cita más famosa al respecto sea Gálatas 4.4 en donde ubica el nacimiento de Jesucristo en el mundo como acontecimiento magno y central para la historia de la salvación. “Pablo escribe esta súplica de rodillas, en actitud de profunda adoración. Su plegaria es rica y densa de significado y, quizás por eso, difícil de traducir. Pablo pide por los efesios, pero parece como si tuviera delante a toda la familia humana, en su múltiple pluralidad de comunidades, de religiones, de culturas, de naciones” (La Biblia de Nuestro Pueblo. Biblia del Peregrino). Con un sugerente juego de palabras, el apóstol dice que la identidad de Dios como Padre —pater, en griego– , es la raíz última que fundamenta y sostiene y “de quien procede toda paternidad” —patriá en griego— “en el cielo y en la tierra” (15). Pablo invoca en su plegaria a las tres personas divinas, lo que sugiere el reconocimiento de la participación activa de cada una en el “pacto interno” de la Trinidad para acometer la tarea de la redención. “Al Padre, que ha convocado a los efesios a formar una “patria” cristiana o Iglesia doméstica. Al Espíritu, que la robustece y fortalece internamente (16), en referencia a esa dimensión interior de nosotros mismos que se va renovando día a día y logra que por la fe y el amor que Cristo ‘habite en sus corazones’”.

La encarnación como entrega completa de Dios Esta colaboración, según explica el apóstol, “entre las tres personas divinas y la respuesta de la fe y el amor vivida en comunión cristiana nos llevarán a ‘comprender, junto con todos los consagrados” (18) aquello que san Pablo expresa con una fórmula tan evocativa como enigmática para los lectores de hoy (18). “¿Es el plan universal de salvación de Dios? ¿Es la cruz de Cristo, vértice del universo simbolizado en sus cuatro dimensiones?”. Pablo responde sin dejar margen a dudas: “Sólo la experiencia del amor que Cristo nos tiene puede llenar al hombre, porque su amor revela el amor de Dios”: Estamos ante una gran paradoja: “llenarse del que llena, abarca y desborda todo”. Esta primera parte de la carta concluye con una expresión de alabanza a Dios, tributada por la Iglesia y encabezada por Cristo. La encarnación del Dios Padre representó el esfuerzo de entrega que hizo para, estando presente en el mundo, en la figura de su Hijo, conseguir los beneficios de la salvación obrada por Él a través de su Espíritu. La encarnación lleva a cabo, de manera permanente el acto de entrega de Dios para sus criaturas. Por ello el apóstol de los gentiles celebra líricamente ese gran logro: “¡Ni siquiera podemos imaginar lo que Dios puede hacer para ayudarnos con su poder!” (20). El conocimiento que permite y promueve la fe es una de las consecuencias de la obra de Dios en la mente y en el corazón de cada persona redimida.

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“CONOCER EL AMOR DE DIOS SUPERIOR A TODO CONOCIMIENTO” EN SU HUMANIDAD ASUMIDA INTEGRALMENTE 10 de diciembre Ustedes pueden saber que una persona tiene el Espíritu de Dios, si reconoce que Jesucristo vino al mundo como verdadero hombre. I JUAN 4.2, Traducción en Lenguaje Actual

Amor de Dios y encarnación efectiva en el mundo

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uy pronto en los inicios de la fe cristiana empezaron a surgir grupos disidentes con doctrinas un tanto diferenciadas que amenazaron con tergiversar profundamente las bases mismas del movimiento original de Jesús de Nazaret y de sus derivaciones posteriores. Los judaizantes a los que alude la carta a los gálatas, los gnósticos ya combatidos por san Pablo (I Tim 2.5-6) y, particularmente, aquellos que negaban que la encarnación del Hijo de Dios había sido una realidad completa (II Jn 1.7), eran algunos de ellos. Los llamados ebionitas rechazaban la preexistencia de Cristo, es decir, su naturaleza divina. Ante tales peligros ideológicos, algunos autores del Nuevo Testamento, reaccionaron diversos grados de preocupación. Quizá el más duro fue quien escribió las tres cartas de Juan, quien en la primera de ellas llama a un fuerte “discernimiento de espíritu” (4.1a) y a estar atentos a la presencia de “falsos maestros” (4.1b), de “anticristos”, que hablan el lenguaje del mundo. Exhorta a que los creyentes en Cristo no les presten atención. Se trataba de corrientes gnósticas (basadas en la gnosis, una especie de conocimiento superior, alternativo e indiscutible) que negaban la humanidad de Cristo y el valor de su sacrificio en la cruz. El autor afirma “que Jesús crucificado, y no solamente el Jesús glorioso, es parte esencial del mensaje cristiano” (Biblia de Nuestro Pueblo). El pasaje exhorta a aplicar un criterio de juicio radical hacia esos grupos cuya tendencia consistía en negar la encarnación completa y efectiva del Hijo de Dios: practicar esa negación es no poseer el Espíritu de Dios (4.2), en consonancia directa con las enseñanzas de Jesús en el Cuarto Evangelio acerca del Espíritu prometido por él. Se trató de un verdadero conflicto ideológico y teológico en el que convivieron diversas cristologías.150 Aceptar con convicción el esfuerzo de amor realizado por Dios al hacerse ser humano planteaba un reconocimiento profundo de la gran inversión ontológica llevada a cabo por la divinidad para salvar a la humanidad. Por el contrario, negar esa extraordinaria acción divina es la muestra más clara de que se es contrario a los planes y proyectos de Dios, un verdadero “anti-Cristo” (4.3a). El tono con que el apóstol subraya este hecho apunta hacia las profecías que conocían los creyentes al respecto, pues ellos ya estaban advertidos de esta presencia perniciosa para la fe (4.3b).

Dios asumió la humanidad integralmente

Dios, en Jesús de Nazaret, asumió la humanidad de manera íntegra y definitiva. Ésa es una afirmación genuinamente ortodoxa, pero, por causa precisamente de su radicalidad paradójica. El docetismo consideraba la encarnación un acontecimiento indigno y escandaloso, y sugería que Jesús solamente habría fingido ser una persona humana. No se trató de un fingimiento sino de una transformación profunda en el interior de la trinidad divina. “Es posible que se trate en este caso de creyentes de la comunidad joánica que comprendieron la Encarnación de Cristo como ‘manifestación de su gloria’ (ver Jn 1.14b; 2.11), de acuerdo con una particular visión, al modo de los hombres divinos que se conocían en el Asia Menor. Esta cristología se puede vincular también a grupos joánicos que defendían una cristología del profeta escatológico según el modelo de Melquisedec, en donde el profeta escatológico es descrito como un ángel, enviado celeste que realiza el juicio sobre el mundo en el día del juicio”.151 La perspectiva a la que exhorta el texto es a reconocer la cercanía de Dios en la persona de su Hijo (4.4), pues la unión con él es firme y más poderosa que la de su enemigo. Las “desviaciones” de la doctrina de la encarnación divina tienden a romper con la historicidad del acontecimiento y a colocar la salvación en un plano más bien esotérico, supratemporal y ajeno a las realidades y conflictos históricos que plantean coyunturas concretas de fe y acción. El horizontre ético se presenta también como un criterio de discernimiento ante tales acechanzas (4.5). Y, finalmente, la pertenencia a Dios y la actuación directa del Espíritu permiten superar los posibles engaños (4.6a). A fin de cuentas, concluye el pasaje: “El que es de Dios nos hace caso, pero el que no es de Dios nos ignora”. Nada más contrario al espíritu de la encarnación, César Carbullanca Núñez, “La encarnación, factor de crisis en las comunidades joánicas”, en Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana, núm. 59, 2008-1, www.claiweb.org/images/riblas/pdf/59.pdf. 151 Ibíd., p. 71. 150

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razón de ser de lo “navideño”, que oponerse a la inserción de Dios en la historia humana de la manera en que lo hizo, invirtiendo los valores existenciales dominantes para hacerse parte de la humanidad y así poder comprender su situación en plenitud. En palabras de Karl Rahner, la encarnación es “el suceso más alto e irrepetible de la realización esencial del hombre”.152 Y, como agrega Jürgen Moltmann: “En la encarnación de Dios el hombre llega definitivamente a Dios. […]. La automanifestación de Dios a todos los hombres, cumplida en grado sumo en Cristo, es ‘el objetivo de la creación’. Esto significa, en sentido exclusivo, que el hombre sólo alcanza la plenitud de su ser en el cristianismo y; en sentido inclusivo, que ser cristiano equivale a ser hombre de veras”.153 La encarnación de Cristo es el objetivo de la creación”.

Cit. por Jürgen Moltmann, “El cristiano, el hombre y el Reino de Dios”, en Selecciones de Teología, www.seleccionesdeteologia.net/selecciones/llib/vol26/103/103_moltmann.pdf. 153 Ídem. 152

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VACIAMIENTO DIVINO Y EMPODERAMIENTO HUMANO 24 de diciembre Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios: sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres… FILIPENSES 2.5-7, RVR 1909 La encarnación del Hijo se realiza históricamente como kénosis. En ella se revelan el ser y el amor de Dios a la vez que el ser y el pecado del hombre. Esta kénosis de Cristo (Flp 2,7) no significa deposición del ser, del poder o del conocer divinos en una especie de auto-aniquilación sino un acompasamiento tal de ellos a las condiciones de la existencia finita, que le hacen posible vivir bajo las limitaciones de la creatura y padecer las violencias en las que de hecho el hombre histórico vive. La potencia suprema tiene capacidad para “ser menos”, para asumir esa “relativización” que le permite compartir y compadecer la situación del hombre; y esto tanto en el orden del ser, como del poder y del conocer. OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Cristología, p. 396

Navidad y encarnación: la visión crítica del cántico de Filipenses 2

A

nte la necesidad de reflexionar sobre la encarnación del Hijo de Dios en el mundo, un gran desafío para la creatividad de la fe cristiana lo constituyen las posibilidades de comprensión y traducción del término griego kenosis (de kenós, “vacío”; kenóo, “vaciar”, de uso casi exclusivo en Pablo), tal como lo utiliza San Pablo en el cántico de Filipenses 2, reproducción exacta de Isaías 53.12 en hebreo: “derramó su vida” (E. Tiedtke y H.-G. Link, “Vacío, vaciar”, en DTNT IV, p. 315). Estamos ante una “pieza literaria de origen pre-paulino, que tiene su modelo en los salmos o relatos sapienciales que en el AT narran las acciones salvíficas de Yahvé, surgida en contexto o con finalidad litúrgica, es una parábola del destino de Jesús, quien existiendo en la forma de Dios no retiene como si fuera un rapto esa condición divina, sino que se desposee de ella. La encarnación es la primera forma de humillación que caracterizará toda la vida de Cristo” (Olegario González de Cardedal, Cristología. Madrid, BAC, 2001, p. 378. Énfasis agregado) Al momento de exhortar a los creyentes de la ciudad macedonia, el apóstol toma el camino cristológico para insistir en el tipo de “sentir” que debían experimentar para la vida en comunidad. Fiel a su costumbre, a la exhortación a consolarse unos a otros (v. 1) y a vivir en una armonía compasiva (v. 2), le sigue el “contraste cristológico”, pues si las tendencias humanas van en el sentido de crecer y hacerse grandes a la vista de los demás, la inclinación definitivamente determinada por Jesucristo va en el sentido totalmente opuesto: abajarse, abdicar, alejarse, alienarse, arrebatarse, cambiar voluntariamente su modo de ser divino preexistente, controlarse, debilitarse, denigrarse, desempoderarse, despojarse, desposeerse, desprenderse, empobrecerse, enajenarse, hacerse inferior, hacerse menos, humillarse, limitarse, negarse, perder, privarse, renunciar, reducir a la nada, restarse, retenerse, someterse, sujetarse, suspenderse, vaciarse, sin que todas estas palabras alcancen a reducir a su mínima expresión los alcances de la decisión del Hijo de Dios, quien siendo idéntico al Padre y compartiendo con él su naturaleza y esencia, opta por reducirse voluntariamente y entrar a un estado completamente contrario al suyo: El preexistente toma en su encarnación la morphé (la naturaleza) del doulos. Lo específico de esta expresión no estriba en una afirmación sobre la obediencia del encarnado (esta afirmación sigue en Fil 2.8b), como sucedía en la concepción del siervo de Dios en A T (Is 53: ‘ebed yahwéh). Hay que considerar más bien el influjo de la terminología gnóstica (cf. II, 3). Tomando Cristo la condición de esclavo, entra en completa solidaridad con la humanidad sometida al pecado, a la ley y a la muerte (cf. Käsemann, Ex. Ver. u. Bes. I, 73). Como esclavo está sometido al nomos (Gal 4,4) y soporta su maldición (Gal 3,13). El asume una condición “como la nuestra, pecadora” (Rom 8.3) y se hace hermano de los hombres “que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos” (Heb 2.15). Precisamente la condición de esclavo cualifica la encarnación de Jesús como el más profundo anonadamiento. (R. Tuente, “Esclavo”, en DTNT II, p. 106)

La kenosis significa, por tanto, “el ‘vaciamiento’ de sí que realizó el Hijo de Dios insertándose en la historia de los hombres, hasta pasar por la experiencia de la muerte de cruz” (G. Iammarrone). “En el Nuevo Testamento se dan también algunos otros pasajes además de Fil 2.7, en donde se hace referencia más o menos explícita a la abnegación, hasta su vaciamiento, del Hijo al entrar en nuestra historia: cf. Jn 1.14, donde el término sarx/carne 82


indica a la humanidad en su fragilidad, transitoriedad y mortalidad; Gál 4.4: el Hijo preexistente de Dios nació de una mujer y se sometió a la ley; Jn 17 5: el Hijo vive ahora en una situación, donde está privado de aquella gloria que poseía desde toda la eternidad; 2 Cor 8.9: el Hijo era rico, pero se ha hecho pobre (eptócheusen) para enriquecernos a nosotros”. “Debe verse en la opción del Hijo eterno de Dios de hacerse hombre y de vivir como los demás hombres en la humildad de la condición humana, con su carga de limitaciones, sufrimientos y muerte”. “Cristo se presenta en una condición o modo de existir que ha de ser concebido ‘como cautividad y servidumbre bajo el régimen de los poderes cósmicos, de los ‘elementos del mundo’ (Bornkamm)” (G. Braumann, “Forma”, en DTNT II, p. 204). Además, “la kénosis puede entenderse también en otro sentido Cristo existiendo con poderes divinos en este mundo no reclama honores divinos ni se manifiesta como Dios (ocultamiento) sino como hombre Cristo sería entonces la figura antitética de Adán, aquel siendo de condición divina elige vivir de forma humillada, mientras que éste, siendo de condición humana, reclama ser como Dios” (O. González de Cardedal, p. 378). El énfasis ético del pasaje para la comunidad es contundente a la luz de esta acción extraordinaria, por lo que la autoridad cristológica de la enseñanza debería ser aceptada como indiscutible: El ekénosen (v. 7) = “se anonadó”, “se despojó”, alude a una propiedad indiscutible, que consiste en ser- igual-a-Dios. Si esto no fuese así, Cristo sería como un ladrón que ansiosa y ávidamente intenta apoderarse de su botín. Probablemente el himno cristológico no habla aquí todavía del Jesús terrestre, sino de algo acontecido en la preexistencia. El motivo de que el himno hable (si bien sólo de un modo negativo) de la posibilidad de manipular el serigual-a-Dios como un botín al que uno está aferrado, radica en la intención ética que está presente en todo el cántico a Cristo (vv. 6-11; cf. vv. 1-5); si Cristo abdicó de la doxa (= gloria) que le pertenecía por derecho propio, no debe existir entre los cristianos ninguna contienda por kenodoxia (v. 3: “presunción” (vanagloria) (E. Tiedtke, “Arrebatar, raptar”, en DTNT I, p. 148).

De ahí la importancia de afirmar hoy, en tiempos difíciles para percibir un perfil del Hijo de Dios desde la debilidad máxima, que su encarnación fue y es, quizá la máxima afirmación de la fe cristiana, al lado de la resurrección, su consecuencia.

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EL AMOR DIVINO FRENTE AL TIEMPO TRANSCURRIDO 31 de diciembre

I. El amor materno y eterno de Dios Cuando me enojé contigo, me alejé de ti por un poco de tiempo, pero muy pronto tuve compasión de ti y te manifesté mi amor eterno. ISAÍAS 54.8, TLA

I

saías 54 pertenece a la segunda sección del libro profético y tiene como base histórica lo acontecido al pueblo de Israel a partir de la caída de Jerusalén y, más tarde, en el exilio babilónico. Analizados teológicamente, los sufrimientos y humillaciones del pueblo personificado en Sión tendrían que dar sus frutos, puesto que de esa manera podría haber continuidad directa con el pacto y las promesas de Dios. En otras condiciones, ese pueblo pudo haber desaparecido sin dejar mucho rastro o memoria. Pero la persistencia de la alianza y el testimonio continuo de una relación directa con Dios produjeron una reacción de esperanza en medio del pueblo que los profetas supieron canalizar en mensajes concretos y directos. Nadie hubiera esperado que una nación reducida a servidumbre pudiera reconquistar siquiera su nombre. Algo que intuyó muy bien después San Agustín (citado por Rubem Alves): el pueblo es cuando un puñado de personas comienza a soñar el mismo sueño. Es un sueño mayor, más grande que el sueño de cada uno. Y ese sueño debía poseer el corazón de los integrantes del pueblo: los profetas, guiados por Dios, tuvieron la capacidad de reformular esos sueños para presentarlos como nuevas y fragantes utopías capaces de movilizar a las personas incluso en momentos tristes y difíciles. “El profeta describe los tiempos cercanos, llenos de gozo y de felicidad, semejantes al gozo y a la alegría que siente la mujer que era estéril y despreciada y que ahora es fecunda y de nuevo acogida (cf. 1 S 2.5; Sal 113.9)” (Biblia de Nuestro Pueblo). Otra imagen también familiar para el pueblo era la de la mujer repudiada y de nuevo acogida como esposa. Oseas había utilizado en su tiempo la misma figura (Os 1.16s). Israel es presentado como la esposa del Señor (54.4-5a) y, por lo tanto, como una persona con la que ha vivido multitud de situaciones en esa relación matrimonial a lo largo del tiempo. Ese tiempo transcurrido había sido, siempre, para el pueblo un espacio de salvación, gracia y justicia, sobre todo cuando se obedecía la voluntad de Dios. Jerusalén, al personificar al pueblo, recibe una palabra de esperanza en medio de la desolación (v. 1): abandonada y afligida, Yahvé busca una reconciliación con ella (v. 6). “Olvidarás la vergüenza de tu juventud y no recordarás más el oprobio de tu viudez” (v. 4). Allí está el tiempo transcurrido de dolor y pena, pero Dios anuncia tiempos nuevos, una nueva situación de felicidad y alegría. “Dios promete amor eterno; y no es que quiera reiniciar, en sentido estricto, esta relación con su pueblo, Él jamás lo ha abandonado, su aparente ocultamiento fue sólo un instante (7). El pueblo puede estar seguro y confiado del amor perpetuo de su Dios (cf. Dt 4.37; 10.15; Jr 31.2; Miq 1.2), sobre todo porque es un amor gratuito. Dios no se ‘enamoró’ de Israel porque fuera una nación ‘buena’ y ‘santa’, sino porque era un pueblo esclavizado que ni siquiera le conocía (cf. Dt 7.7s); mas cuando le conoció, tampoco fue un modelo de santidad ni fidelidad” (Ídem). Ahí radica precisamente la gratuidad del amor divino: Dios ama sin méritos suficientes, contra viento y marea, en medio de todas las circunstancias: “Las montañas podrán cambiar de lugar,/ los cerros podrán venirse abajo,/ pero mi amor por ti no cambiará./ Siempre estaré a tu lado/ y juntos viviremos en paz./ Te juro que tendré compasión de ti” (v. 10).

II. El amor fiel e incondicional de Dios en todo tiempo Pueblo de Israel, siempre te he amado, siempre te he sido fiel. Por eso nunca dejaré de tratarte con bondad. JEREMÍAS 31.3, TLA

Jeremías 31 es una etapa más en el notable desarrollo del pensamiento religioso en Israel. Ante una etapa complicada para la historia del pueblo, la sensibilidad del profeta tocada por la inspiración divina le hace exponer 84


una cadena de afirmaciones que recuerdan el pasado de la alianza y sus rumbos difíciles. La memoria se va hasta la época del éxodo, referencia ineludible para hablar del origen del pueblo y de la alianza misma. Ahora el desierto nuevamente es un espacio que debe atravesarse para recuperar la relación directa con Dios en la tierra de la promesa: “La mención del desierto evoca el lugar geográfico que atravesó Israel cuando salió de Egipto y se dirigió a la tierra prometida; el desierto será de nuevo paso obligado para retornar a la tierra” (Biblia de Nuestro Pueblo). Debe tomarse en cuenta el valor simbólico que el desierto posee en la Biblia como paso obligado de una conciencia de oprimido a una conciencia liberada y liberadora, el paso de la esclavitud a la libertad, del pecado a la gracia. “Es en el desierto, no antes, donde Israel nace al mundo como pueblo; es en el desierto donde se ejercita para vivir la libertad, la solidaridad y la igualdad; es en el desierto donde el Señor le hablará al corazón de su amada Israel para conquistarla de nuevo (cf. Os 2.16)”. Más tarde, en el desierto es donde los evangelios sinópticos colocan las escenas del último de los profetas de la antigua alianza y del Mesías mismo). El amor divino es incansable e incuestionable, pues a pesar de los vaivenes sociales, políticos y espirituales del pueblo ha permanecido firme, contra todo y contra todos, por lo que el profeta se solaza en afirmarlo: “…siempre te he amado,/ siempre te he sido fiel./ Por eso nunca dejaré/ de tratarte con bondad” (v. 3) Ésa es la razón por la que, una vez más, el Señor viene en auxilio de su pueblo, pero esta vez para levantarlo de las cenizas y la destrucción, lo que será motivo de gran alegría: “Volveré a reconstruirte,/ y volverás a danzar alegremente,/ a ritmo de panderetas” (v. 4). Los sueños del pueblo se cumplirán nuevamente y la situación dará lugar a un nuevo inicio, lleno de buenos presagios. Se plantarán viñedos para producir buen vino y el culto se restaurará (vv. 5-6). Volverán del exilio y reiniciarán su vida en donde siempre debieron vivir, aun cuando esa experiencia llegaría a ser fundamental para las nuevas condiciones de fe. Quienes regresen, quebrantados corporalmente incluso (v. 8) serán testigos del nuevo trato con Yahvé (v. 8). Su arrepentimiento será genuino, que es lo que su Dios esperaba (9). Todas las naciones deberán enterarse de eso, incluyendo a sus verdugos (vv. 10-11). Las nuevas bendiciones producirán enorme alegría, cotidiana y litúrgica (11-12). Las lágrimas se terminarán (16-18) y Dios los aceptará de nuevo ante su súplica (18b). El cariño de Dios por su pueblo ha pasado por grandes pruebas, pero es innegable (20) y ahora se manifestará de una manera nueva e inesperada (21-22). El sueño de Jeremías se cumplirá (23-26) y una nueva alianza se asoma en el horizonte (31-34) basado en la responsabilidad personal de cada uno. La pastora y teóloga afro-estadunidense Renita Weems lo ha resumido admirablemente: “La meta del pacto era la formación de un orden mundial completamente diferente que comienza con una nueva humanidad que será capaz de escuchar la voz de Dios y de ser su pueblo. Dios es alguien que tiene empatía con el mundo para identificarse con sociedades rotas, comunidades exiliadas, víctimas torturadas y tierras perdidas. Debemos volver una y otra vez al libro de Jeremías porque nos recuerda lo que a veces es tan inimaginable: que de la ruina puede surgir la resurrección y de un corazón malo la compasión y la empatía hacia el otro” (Global Bible Commentary. Nashville, Abingdon, 2004, p. 225). En el anuncio de un “nuevo pacto” está contenida la posibilidad de una nueva era, de nuevos tiempos que transcurrirán como parte de la gran bendición de Dios. En eso creemos también hoy.

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