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EL DIOS DE LA ESPERANZA NOS LLENA DE GOZO Y PAZ (Romanos 15.7-13
© Leopoldo Cervantes-Ortiz, 2021
Contenido
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FEBRERO LA ESPERANZA QUE TRAJO EL SEÑOR JESUCRISTO AL MUNDO
1. La esperanza que trajo el Señor Jesucristo al mundo (Romanos 8.18-25) 2. El Dios de la esperanza nos llena de gozo y paz (Romanos 15.7-13)
MARZO LA ESPERANZA QUE SE DESPLEGÓ EN LA CRUZ Y EN LA RESURRECCIÓN
3. “La esperanza que está guardada en los cielos” (Colosenses 1.1-8) 4. “Cristo, la esperanza de gloria” (Colosenses 1.24-29)
ABRIL CRUZ, VIDA Y ESPERANZA: DIOS ASUMIÓ Y PURGÓ EL SUFRIMIENTO DEL MUNDO
5. “Uno de ustedes me va a entregar a mis enemigos” (Mateo 26.23-30) 6. “¡Que muera en una cruz!” (Mateo 27.21-44) 7. “Dios me ha dado todo el poder para gobernar en todo el universo” (Mateo 28.16-20) 8. Testigos permanentes de la esperanza cristiana (Hechos 4.1-14)
MAYO LAS FAMILIAS VIVEN Y SIRVEN CON ESPERANZA EN EL SEÑOR: EL CASO DE DEUTERONOMIO
9. Las familias viven y sirven con esperanza en el Señor: el caso de Deuteronomio (Deuteronomio 4.5-14) 10. La historia de la salvación en las familias de fe (Deuteronomio 11.16-24) 11. El horizonte familiar en los planes divinos (Deuteronomio 32.46-52)
JUNIO LA ESPERANZA QUE SOSTIENE A LA IGLESIA EN EL MUNDO
12. La esperanza que sostiene a la iglesia en el mundo (I Tesalonicenses 1.2-10)
JULIO UNA ESPERANZA PROBADA EN MOMENTOS DIFÍCILES
13. Dios bendice y produce esperanza (Deuteronomio 28.1-14)
AGOSTO LA PALABRA DIVINA PROMUEVE LA ESPERANZA
14. Revelación, Palabra y esperanza en el mundo (Salmo 19) 15. La Escritura, inspirada por Dios, mantiene la esperanza (II Timoteo 3.10-17) 16. “Cada Palabra de Dios tiene poder y vida” (Hebreos 4.6-13) 17. La palabra divina promueve la esperanza en los corazones (II Pedro 2.16-21)
Reflexión final
“Por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1.9b)
4
Febrero LA ESPERANZA QUE TRAJO EL SEÑOR JESUCRISTO AL MUNDO
1. LA ESPERANZA QUE TRAJO EL SEÑOR JESUCRISTO AL MUNDO (Romanos 8.18-25)
7 de febrero
Se nos promete la vida eterna; pero se nos promete a nosotros, los muertos. Se nos anuncia una resurrección bienaventurada; pero entretanto estamos rodeados de podredumbre. Se nos llama justos; y, sin embargo, el pecado habita en nosotros. Oímos hablar de una bienaventuranza inefable; pero entretanto nos hallamos oprimidos aquí por una miseria infinita. Se nos promete sobreabundancia de todos los bienes; pero somos ricos sólo en hambre y en sed. ¿Qué sería de nosotros si no nos apoyásemos en la esperanza, y si, en este camino a través de las tinieblas, iluminado por la palabra y por el espíritu de Dios, no se apresurase nuestro entendimiento a ir más allá de este mundo? JUAN CALVINO, Ad Hebreos, 11.1
Si hay alguna palabra que resume con mayor intensidad y claridad el énfasis renovador y aleccionador para la fe cristiana en el Nuevo Testamento, ésa es esperanza (elpís), cuya frecuencia muestra su importancia teológica y doctrinal. La esperanza es un componente esencial de la fe pues la coloca en un horizonte capaz de superar los traumas causados por el impacto de las realidades opuestas a su realización en la historia. La esperanza es el motor más profundo de la fe, dado que ella ve como posible y realizable todos los elementos de la promesa y realización del Reino de Dios, incluso aquellos aspectos que parecen más reacios. Esta visión de la importancia de la esperanza explica por qué, en los años 60 del siglo XX un teólogo reformado alemán, Jürgen Moltmann (nacido en 1926), irrumpió en el panorama con una obra titulada precisamente Teología de la esperanza (1966), volcada por completo a recuperar su lugar en las creencias escatológicas (las últimas cosas) y afirmar la relevancia del futuro para la fe en Jesucristo. En la “Meditación sobre la esperanza”, que abre ese volumen, Moltmann afirma: “En su integridad, y no sólo en un apéndice, el cristianismo es escatología; es esperanza, mirada y orientación hacia adelante, y es también por ello mismo, apertura y transformación del presente”.1 Ésa es la razón por la que el apóstol Pablo en su carta a los Romanos afirmó textualmente: “Por esperanza hemos sido salvados: pero una esperanza que ve no es esperanza, pues lo que uno ve, ¿cómo lo esperará? Y si esperamos algo que no vemos, aguardemos con paciencia” (Ro 8.24-25). Es decir, toda la salvación mediante Jesucristo se sitúa en el horizonte de la esperanza, de aquello que ha de venir, que aún no viene todavía. El contexto en que el apóstol ubica la existencia de esa expectativa es el mundo (la creación), pues éste “anhela intensamente” la manifestación de quienes son hijos de Dios” (8.19), y no renuncia a la esperanza de no ser destruido (Ro 8.21a) y de “compartir la maravillosa libertad de los hijos de Dios” (8.21b). Todo esto forma parte de una grandiosa secuencia que el texto enlaza y contrasta con los sufrimientos de los redimidos/as (v. 18) quienes están a la espera de la revelación de su carácter a los ojos de todos y la obtención de la vida por parte de Dios. Este enorme paquete de esperanza vital, recreadora, sanadora y salvadora fue lo que trajo Jesús con su presencia y actuación, con su regreso triunfal a la vida. Porque, como bien dice Moltmann, “la fe cristiana vive de la resurrección de Cristo crucificado y se dilata hacia las promesas del futuro universal de Cristo”.2 De ahí que la existencia en la fe cristiana sea “perseverar en la esperanza” (I Tes 1.2) y tratar de conocer lo más posible al “Dios de la esperanza”. Las quejas y dolores, como de parto, que ahora se experimentan en este mundo, como dice sorpresivamente el v. 23, pues se afirma que el mundo
1 J. Moltmann, Teología de la esperanza. 3ª ed. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1977 (Verdad e imagen, 48), p. 20. 2 Ídem.
(desposeído del Espíritu) y los creyentes (que lo poseen), sufren por igual ante la espera indefinida de la adopción definitiva (“sufrimos en silencio”, dice la TLA; es una “solidaridad de la angustia y de la expectación”, dirá Moltmann más tarde3), mientras eso sucede. El juego de tiempos verbales del v. 24a maneja la diferencia de apreciación cronológica para Dios y para los seres humanos: “Porque [ya] fuimos salvados por Dios en la esperanza” (El Nuevo Testamento interlineal palabra por palabra), lo cual plantea un dilema bien expresado a continuación en la segunda parte. “Pero la esperanza siendo vista no es esperanza; porque lo que ve alguien, ¿quién lo espera?” (24.b, ídem). La prueba máxima de la esperanza es que se cree en su contenido a ciegas, en un salto mayúsculo de fe. Esto quiere decir que el mayor desafío para la fe está en esa espera indefinida y, a veces, angustiante. Y la conclusión paulina también es enormemente desafiante: “Y si lo que no vemos esperamos, por medio de la perseverancia aguardamos ansiosamente [segunda vez que se usa esta construcción]” (25, ídem). Esa acción de aguardar es la actitud dominante de la esperanza, es la capacidad de perseverar, de sostenerse en esa espera, atentos/as a la realización del contenido de las promesas de salvación. Y es que “las promesas de Dios abren los horizontes de la historia”4 y le permiten a la fe ir más allá, anticiparse, a la realización plena de lo prometido. Ésa es la causa de que la existencia cristiana, tal como la describe el Nuevo Testamento, se caracterice por ser una “paciencia militante” (José Míguez Bonino) y en ella nos encontramos, siempre dispuestos/as a recibir lo que Jesús de Nazaret trajo al mundo como anuncio, promesa, cumplimiento y realidad. “La esperanza neotestamentaria es una espera y un anhelo paciente, disciplinado, confiado del Señor como nuestro salvador. Esperar es ser atraído por la meta y lanzarse a ella, es un mantenerse en este dinamismo”.5
3 Ibid., p. 290. 4 Ibid., p. 138. 5 E. Hoffmann, “Esperanza”, en L. Coenen et al., dirs., Diccionario teológico del Nuevo Testamento. II. 3ª ed. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1990, p. 133 (Biblioteca de estudios bíblicos).
2. EL DIOS DE LA ESPERANZA NOS LLENA DE GOZO Y PAZ (Romanos 15.7-13)
28 de febrero
Y el Dios de la esperanza ojalá llene a vosotros de toda alegría y paz en el creer, para abundar vosotros en la esperanza por el poder del Espíritu Santo. ROMANOS 15.13, El Nuevo Testamento interlineal palabra por palabra
La segunda parte del cap. 15 de la carta a los Romanos es una veta profunda de afirmaciones acerca de la esperanza que produce creer en el Evangelio de Jesucristo. Habiéndonos acercado a los senderos de la esperanza tal como se muestran en esta epístola, llegamos a esta porción para encontrar, nuevamente, cómo el apóstol Pablo promovió la mutua aceptación de las personas en la comunidad, tal como el propio Cristo ha recibido a todos/as (15.7). Él vino a ser “siervo de la incircuncisión” a fin de mostrar la verdad divina y, así, cumplir las promesas hechas desde la antigüedad (15.8). El proyecto mayor, esto es, el de incorporar a los no judíos, formó parte desde entonces del designio divino (9a), para fundamentar lo cual se citan hasta cuatro porciones del Antiguo Testamento (II Sam 22.50; Sal 18.49; Dt 32.43; Sal 117.1; e Is 11.10). Charles Perrot afirma:
…la insistencia no recae tanto en el amor mutuo dentro de un mismo grupo, sino más bien en un comportamiento a la vez tolerante y acogedor con los cristianos que siguen otras prácticas. Porque los fuertes sienten la tentación de despreciar a los débiles, en sus prácticas “todavía” judías; y los débiles, la de juzgar a los fuertes que cuestionan la ley divina y al pueblo del “tronco de Jesé” (15.12). Las presentes exhortaciones de Pablo tocan por tanto el corazón mismo del motivo principal de la carta, en las relaciones “ecuménicas” que es preciso restablecer ahora.6
Fuertes y débiles, judíos y gentiles, todos son llamados a participar de la verdad de Dios manifestada en el mundo mediante ese formidable proyecto de salvación e integración humana y cósmica:
La verdad y la compasión unen a judíos y gentiles, a la Iglesia y al mundo. ¿Quién es fuerte aquí? ¿Quién es débil? Aquí, “el Dios de la esperanza” está delante, detrás y encima de todo proyecto de vida. A él ensalzan las voces de todos aquellos a los que encontró su verdad y su misericordia. Él ve lo débil en los fuertes y lo fuerte en los débiles; y ve con sus propios ojos cómo todos ellos, desde el escalón más alto hasta el más bajo, participan del bendito misterio de su libertad, de su reino.7
Lo que fortalece a unos y a otros es, precisamente, la esperanza, y calificar a Dios de esa manera, como lo hará también más adelante al definirlo como “Dios de la paz” (15.33), implica una muestra de la capacidad divina para hacer llegar esa virtud teologal a lo más profundo de lo divino y de la relación de éste con lo humano y, más específicamente, con la comunidad cristiana. La traducción del Nuevo Testamento interlineal apunta justamente hacia los deseos que el apóstol manifestó para la comunidad de Roma en el sentido de que el reforzamiento de la esperanza propiamente cristiana, procedente de la naturaleza misma de Dios produjese toda una experiencia de fe: “Y el Dios de la esperanza ojalá llene a vosotros de toda alegría y paz en el creer, para abundar vosotros en la esperanza por el poder del Espíritu Santo” (15.13). “Toda alegría y paz en el creer”, primeramente, para que la comunidad pudiese “abundar en la esperanza” producida por el poder del Espíritu Santo. Así, la esperanza que trajo Jesús al mundo podría desplegarse ampliamente dentro y fuera de las comunidades de fe y amor. Previamente, el apóstol había engarzado las tres virtudes en I Corintios 13, la fe, la esperanza y el amor, como parte de la realidad cristiana total.
6 Charles Perrot, La Carta a los Romanos. Estella, Verbo Divino, 1989 (Cuadernos bíblicos, 65), p. 56. 7 Karl Barth, Carta a los Romanos. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1998, p. 599.
8
Marzo LA ESPERANZA QUE DE DESPLEGÓ EN LA CRUZ Y EN LA RESURRECCIÓN
3. “LA ESPERANZA QUE NOS ESTÁ GUARDADA EN LOS CIELOS” (Colosenses 1.1-8)
7 de marzo
…a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio…
COLOSENSES 1.5, TLA
Como parte del saludo que dirigieron el apóstol Pablo (preso en Éfeso) y Timoteo a los creyentes de la ciudad de Colosas, ubicada al este de la gran ruta comercial de Éfeso y Mileto, se afirma la importancia de la esperanza para la fe de ellos y de toda la cristiandad. Dado que estas cartas eran leídas como parte de la liturgia de las comunidades, el tono del saludo es elevado y desea transmitir la presencia de Dios. Ni los colosenses ni los laodicenses conocían personalmente al apóstol, por lo que la grandilocuencia de la presentación se explica como parte de un acercamiento fraterno que merecía ese lenguaje y estilo. El saludo es, pues, un auténtico deseo de bendición, así como una afirmación del carácter peculiar de la comunidad a la cual se dirigieron los autores: “Ustedes son parte del pueblo especial de Dios y han puesto su confianza en Cristo” (1.1b). Sigue luego la afirmación del apostolado paulino por voluntad divina (2a) y el deseo de que Dios les otorgase “mucho amor y paz” (2b). “Para el apóstol es fundamental estar en comunión con los hermanos y no hablar simplemente como una persona investida de autoridad de especial dignidad”.8 Después del saludo inicial a los “santos y fieles hermanos”, continúa la afirmación de que ambos oran siempre por ellos (3), agradeciendo al Padre de Jesucristo por el hecho de que confían en el Señor y porque “aman a todos los que forman parte del pueblo de Dios” (4). La tríada fe-amor-esperanza asoma aquí inmediatamente en la mención de lo que se ha oído sobre la práctica cristiana de los colosenses: “La fe, el amor y la esperanza se entendían originariamente abarcando todos los tiempos, en cuanto que la fe se funda en el pasado de la vida, de la muerte y de la resurrección de Jesucristo, el amor llena el presente de la comunidad y la esperanza está abierta al futuro”.9 Esta fusión de tiempos abarca la totalidad de la experiencia cristiana y proyecta la vida espiritual de la comunidad en todas las dimensiones temporales. Dado que la fe se orienta principalmente hacia “Cristo presente”, celestial, la esperanza describe “lo que ya está reservado en el cielo”. La carta abre, entonces, con la intención de aplicar en estos creyentes “la certeza y objetividad en la salvación exclusivamente garantizada por Dios; la idea de que el acontecimiento futuro estaba ya presente en Dios” era común en la apocalíptica judía. Por ello, lo relevante “es que la fe se funda en la esperanza y no a la inversa”. De ese modo, el pasado y el futuro se funden para fortalecer la vida presente. “La expresión ‘en el cielo’ significa, pues, que la salvación está ‘fuera’. Al hombre habitante de una tierra sin cielo se le dice que el sentido de toda vida no está en ella misma, ni en la humanidad o en la naturaleza, sino en aquel que, estando más allá de tales realidades, le sale al encuentro sin embargo en ellas. Los colosenses han oído hablar ya ‘antes’ de esta esperanza”.10 La predicación que habían recibido (“el mensaje verdadero de la buena noticia”, 5a) fue una especie de anticipación del futuro. El énfasis puesto
8 Eduard Schweizer, La carta a los Colosenses. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1987 (Biblioteca de estudios bíblicos, 58), pp. 34-35. 9 Ibid., p. 38. 10 Ibid., p. 39.
en la verdad contrasta con la superación de todas las deformaciones, aunque no con el matiz griego de alcanzarla necesariamente mediante la experiencia o la lógica. La verdad es, aquí, definitivamente, un don de Dios. Esa buena noticia, como en una marcha triunfal, se estaba extendiendo por todo el Imperio con excelentes resultados (6a). La segunda parte del v. 6 subraya lo acontecido en la comunidad concreta cuando ésta comprendió la medida del amor de Dios. El vehículo para esa aceptación fue Epafras, el “amado consiervo” (7), su autoridad es la de Pablo y por ello Cristo es el sujeto real de su ministerio. El apóstol transfirió la autoridad a sus representantes. La sección finaliza con una nueva alusión al buen estado de la comunidad, en donde el Espíritu estaba haciendo su obra de amor y acompañamiento mutuo. Es notable que la carta comience con una acción de gracias y no con regaños ni lamentaciones. Esto es así, porque el autor tiene conocimiento de la “esperanza en el cielo”.
La santidad de la comunidad consiste en la salvación que Dios le ha preparado y hacia la que está orientada. La comunidad vive ‘en Cristo’. Cristo no es, pues, un mero concepto para diferenciar la comunidad “cristiana” frente a otra “mundana”.
La comunidad vive —del modo que sea— en él, como, a la inversa, “el mundo está en el maligno” (1 Jn 5.19). Cristo es el lugar donde la comunidad vive, el aire en que crece y que la penetra. Esto es así porque la comunidad escuchó la palabra en la que se puede confiar, una palabra que produce fruto y crece, acumula experiencia y por eso nunca se anquilosa. Así su fe sólo puede vivir como amor.11
“La carta considera que la comunidad ya ha resucitado, que su esperanza está ya preparada en el cielo, que su Señor ha vencido ya a todos los poderes y dominaciones, mientras que el ‘todavía no’ sólo se expresa en 3.2 s”.12 La esperanza que está guardada (reservada, puesta aparte) en los cielos es la garantía, por encima del tiempo, de que todo lo anunciado como beneficio salvífico se cumplirá plenamente en el presente que viva la comunidad cristiana.
11 Ibid., p. 43. 12 Ibid., p. 24.
4. “CRISTO EN NOSOTROS, LA ESPERANZA DE GLORIA” (Colosenses 1.24-29)
21 de marzo
…a quienes quiso Dios dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria del misterio este entre los gentiles, el cual es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria… COLOSENSES 1.27, El Nuevo Testamento interlineal palabra por palabra
Cuaresma, ¿una temporada protestante?: con esta pregunta queremos iniciar la reflexión a escasa una semana de la conmemoración de los acontecimientos redentores que la fe cristiana proclama. Aún resuena la protesta radical de Ulrich Zwinglio cuando en 1522 defendió a un grupo de cristianos de Zúrich por comer de ostentosamente salchichas durante la Cuaresma. Su argumento central es que la Cuaresma no aparece en la Biblia. El único punto de contacto con ella es la idea de preparación, esto es, que tal como lo hacía la iglesia inicial, pues “durante algunas semanas catequizaban a quienes serían bautizados/as en la mañana de resurrección, instruyéndolos en la totalidad de la fe. Otros que se habían alejado de la comunidad eran llamados al arrepentimiento para ser recibidos plenamente también”.13 De modo que, sin guardar necesariamente esos 40 días, es posible hacer planes o proyectos de preparación para llegar a esos días tan significativos con una reflexión bíblica y espiritual previa. En el caso del pasaje que nos ocupa, la perspectiva cristológica paulina que apunta a colocar en el centro la figura de Cristo como “esperanza de gloria” para los destinatarios de su carta es un excelente motivo de preparación para los días que se aproximan. Luego de continuar su recuento de las acciones espirituales que ha llevado a cabo por causa de los colosenses cristianos (“me alegro de sufrir por ustedes, pues así voy completando en mi propio cuerpo los sufrimientos del cuerpo de Cristo, que es la iglesia”, v. 24), el apóstol Pablo subraya su carácter de servidor de la iglesia enviado por Dios para anunciar su mensaje (25). Éste, un mensaje planeado desde muy antiguamente, y que Él había mantenido en secreto, pero que ahora se ha revelado (26). El plan maravilloso es que “Dios envió a Cristo, para que habite en ustedes y les dé la seguridad de que van a compartir el poder y la gloria de Dios” (27b). “El texto proclama una vez más la divulgación del conocimiento y al mismo tiempo la libertad de la voluntad divina”.14 El estilo de la redacción paulina “señala la plenitud del misterio revelado, que transciende todas las posibilidades del lenguaje humano: la presencia de la gloria de Dios”. “La expresión [“entre los pueblos”] es asumida de nuevo en la definición del contenido del misterio revelado: ‘Cristo entre vosotros’. Esto significa que el Cristo presente ahora entre los pueblos pasa a ser el auténtico tema. La expresión ‘entre vosotros’ no es, pues, incidental, sino que presenta a Cristo como objeto de la revelación que atrae a todo el mundo dentro de su órbita y también como objeto de la respuesta de fe que se sigue de ahí”.15 “Cristo entre ustedes” es una fórmula que subraya la presencia del Señor en medio de la comunidad cristiana gentil para cumplir con el plan original de Dios de hacerse presente en todos los pueblos:
Cristo es aquel por cuyo medio Dios se hizo presente a los gentiles y los ganó para sí (1 Tim 3.16). Por eso no se habla ya de misterios, de revelaciones sobre el curso de los acontecimientos finales o de descripciones del cielo, como
13 Shirley Heeg, “A very full time: How can we observe Lent?”, en Reformed Worship, diciembre de 1989, www.reformedworship.org/article/december-1989/very-full-time-how-can-we-observe-lent. Versión: LC-O. Cf. Jonathan Landry Cruse, “Ash Wednesday”, en Modern Reformation, 26 de febrero de 2020, https://modernreformation.org/resourcelibrary/web-exclusive-articles/the-mod-ash-wednesday/ 14 Eduard Schweizer, La carta a los Colosenses. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1987 (Biblioteca de estudios bíblicos, 58), p. 99. 15 Ídem.
ocurre a menudo en la apocalíptica, sino de un solo misterio que todo lo abarca en sí: Cristo mismo. El hecho de que se vuelva a hacer mención, precisamente aquí, de la “esperanza de la gloria” o (según lo dicho en 1.5) del “anticipo de gloria”, caracteriza este paso de Cristo por las naciones por una parte como acontecimiento escatológico, como anticipo del reino de Dios y, por otra parte, como acontecimiento que no está concluido y que persigue una meta que todavía está pendiente. El misterio revelado no está, por tanto, a la simple disposición del hombre. Cristo, que recorre el mundo pagano por medio de sus mensajeros, mientras éstos sufren las “tribulaciones de Cristo” aún sin completar (v. 24), ocupa aquí, en cierto modo, el lugar que ocupa en Pablo el Espíritu como “arras” y “primicia” de la plenitud futura (Rom 8.23; 2 Cor 1.22; 5.5).16
San Pablo anunciaba ese mensaje con la certeza de que el plan divino estaba cumpliéndose a través de su anuncio fiel, a fin de que todos alcanzasen la perfección de Cristo (28): “El peso del mensaje apostólico que da lugar a la fundación de la Iglesia se desplaza hacia el consejo y la asistencia, ligada con aquél, pero necesaria sólo en un segundo momento y que en Pablo suele ser competencia de los miembros de la comunidad” (Énfasis agregado).17 A eso consagró todo su esfuerzo sostenido por el poder de Cristo (29). La esperanza se realizaba ya en el hecho de que Cristo mismo estaba ya entre los colosenses haciendo presente su efecto salvífico. Y no hubo nada mejor para los colosenses que verse a sí mismos como objeto de la acción divina para participar de la salvación que se ofrecía en Cristo a toda la humanidad.
16 Ibid., p. 100. 17 Ibid., p. 101.
Abril CRUZ, VIDA Y ESPERANZA: DIOS ASUMIÓ Y PURGÓ EL SUFRIMIENTO DEL MUNDO
5. “UNO DE USTEDES ME VA A ENTREGAR A MIS ENEMIGOS” (Mateo 26.23-30)
1 de abril
Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. MATEO 26.20-21, TLA
en este día estamos delante de una de las frases más famosas de la pasión de Jesús de Nazaret, como parte de un momento crucial y extremadamente dramático, en el que la celebración de la Pascua judía empalmó con su proyecto personal de manifestación del Reino de Dios en el mundo. Según el plan narrativo de Mateo, esta gran unidad textual comenzó con el siniestro plan de Judas Iscariote, miembro de los Doce, quien buscó a los sacerdotes para ofrecer la persona de Jesús, y obtuvo una respuesta inmediata (26.14-15). Al momento, buscó la oportunidad para entregarlo (v. 16): “Al contrario que en Mr, es Judas quien pide dinero por entregar a Jesús. […] El precio que los sumos sacerdotes ponen a Jesús se encuentra en Zac 11.12 (LXX) (cf. Mt 27.9s). Las treinta monedas de plata eran el precio de un esclavo (Ex 21.32)”.18 El escenario estaba listo, así, para la exposición de la Pascua de Jesús, una construcción impecable dominada, primero, por el contexto litúrgico de la historia (“El primer día de la fiesta de los panes sin levadura”, 17) y, después, por la conciencia que Jesús tenía de la cercanía de “su tiempo” (v. 18), tal como lo expresó a sus seguidores/as al momento de preparar la cena pascual (18b).
Tres partes aparecen claramente en el texto: la preparación, el anuncio de la traición y la institución de la eucaristía. Al obedecer la orden de Jesús, los discípulos cumplieron su voluntad y ello se muestra en el relato que es escueto y directo: “Los discípulos fueron y prepararon todo, tal y como Jesús les mandó” (19). Al caer la noche, se sentó a la mesa con ellos (20). Como una ruptura del momento tranquilo y desenfadado que vivían, Jesús pronuncia las terribles palabras: “Uno de ustedes me va a entregar a mis enemigos” (21). La tristeza producida por ellas produjo que se incriminaran entre sí, con la duda sobre quién había sido el traidor (22). Alguien del círculo más cercano al Maestro lo había hecho, prueba de lo cual es la siguiente afirmación: “El que ha mojado su pan en el mismo plato en que yo estoy comiendo, es el que va a traicionarme” (23). Jesús se sometió al designio anunciado sobre su persona (24a), pero eso no eximió de responsabilidad al culpable de la entrega. De ahí surgieron otras terribles palabras sobre su destino: “¡Más le valdría no haber nacido!” (24b). Judas se sintió aludido directamente y Jesús confirmó su culpabilidad (25). “Sin reproche alguno, Jesús identifica al traidor, aunque no necesariamente a los oídos de todos. Es su último esfuerzo para que Judas tome conciencia de lo que va a hacer y recapacite”.19 De haberse enterado los demás, quizá lo habrían matado. La reconstrucción del suceso por William Barclay (basada en el Cuarto Evangelio) es notable, pues explica, para empezar, que Judas ocupó el sitio de honor, también las viandas que comieron, especialmente el charosheth (una pasta hecha con manzanas, dátiles, granadas y nueces, que representaba la arcilla con que los hebreos hicieron ladrillos en Egipto), las hierbas amargas (endibias, rábanos picantes, achicoria y marrubios) y pan sin levadura: “En un momento de la ceremonia se ponían algunas de las hierbas entre dos trozos del pan sin levadura, se untaban en la charosheth y se comían.
18 J. Mateos y F. Camacho, Evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1981, p. 251. 19 Ibid., p. 254.
Eso se llamaba sopa y era un signo de honor que el anfitrión en persona la preparara y la diera a un invitado. Jesús dio la sopa a Judas (Jn 13.26), y lo más probable es que Judas estuviera colocado junto a Jesús”.20 Ése era el grado de familiaridad que Jesús tuvo con Judas, lo que contribuye a magnificar las dimensiones del distanciamiento y ruptura. La persona de Judas, así como sus motivos más profundos para traicionar al Maestro, seguirán siendo un enigma como hasta hoy. Lanza del Vasto (1900-1981), poeta y novelista franco-italiano, le dedicó en 1938 una importante obra, en la que, según su aguda visión, como resume Armando González Torres:
Cuando es marginado de las filas del Bautista, Judas se solaza con los más extremos placeres que puede comprar el dinero de su padre y, luego, hastiado del lujo, mendiga en un burdel. Hasta que, entre intrigado y celoso, oye hablar de Jesús y se suma a sus adeptos. Su unión con el profeta nazareno no alivia su insatisfacción y sentimiento de aislamiento, Judas se siente desdeñado y experimenta amor, pero también una profunda envidia, tanto por los dones del maestro, como por su hosca sabiduría. Sin embargo, el mayor rencor a su mentor proviene de la veneración que le profesan los demás apóstoles y, sobre todo, la prostituta redimida, María Magdalena.
Por lo demás, a Judas le parece que, a menudo, el mensaje de Jesús es inextricable y contradictorio y que desperdicia sus milagros alimentando una fe para seres simples y desesperados.21
En ese momento, el relato toma otro curso y se dedica a la acción de gracias del Señor al partir el pan (26a), para invitar, después, contra lo esperado, a comer ese pan tal como si fuese si cuerpo en un acto eucarístico, sacramental (26b). Lo mismo sucedió con el vino, que fue identificado por él con su sangre. ¿Estamos, pues, delante de una acción de antropofagia, así como fueron acusados los cristianos posteriormente? No precisamente, pues el sentido que otorga Jesús a esa comida mística/litúrgica va más allá del mero simbolismo inmediato:
Al identificar Jesús el pan con “su cuerpo” sustituye el código de la alianza antigua por el de la suya: la norma de vida para el discípulo es él mismo, su persona y su actividad. Invita a los discípulos a comer el pan, es decir, a asimilarse a su persona; es una expresión del seguimiento (cf. 16.24). La bendición que pronuncia Jesús pone este relato en relación con el primer episodio de los panes (14.19). La entrega de los discípulos a la gente, simbolizada por el reparto del pan, se hace posible por esta entrega de Jesús a ellos y la identificaci6n de ellos con Jesús.22
El horizonte escatológico/salvífico es más subrayado en el caso de la sangre/vino, pues a partir de ésta anuncia lo que vendrá en ese futuro redentor que se avizora: “Esa sangre servirá para perdonar los pecados de mucha gente. Ésta es la última vez que bebo de este vino con ustedes. Pero cuando estemos juntos otra vez, en el reino de mi Padre, entonces beberemos del vino nuevo” (28b-29). Palabras que hoy nos resuenan de manera diferente y significativa, ante la separación y la distancia obligadas. “Jesús invita a todos a beber de la copa, es decir, a asimilarse a su muerte, que completa el seguimiento”. Esa sangre es derramada por todos los seres humanos (lit. “por muchos”, por todos y cada uno). En lugar de “vino”, Mateo pone “el producto de la vid” (como Marcos), para conectar este dicho con la parábola de los viñadores (21.33-41). El contraste es claro: éste es antiguo y el nuevo será el que se beba “cuando estemos juntos otra vez, en el reino de mi Padre” (29b). Ante este anuncio escatológico, no se puede aspirar a una mayor familiaridad o camaradería.
20 W. Barclay, Los hombres del Maestro. Bilbao, Desclée de Brouwer, 1988 (Biblioteca catecumenal), pp. 87-88. 21 A. González Torres, “Judas, el apóstol traidor”, en Laberinto, supl. de Milenio, 13 de abril de 2019, www.milenio.com/cultura/laberinto/judas-el-apostol-traidor. 22 Ibid., p. 255.
El relato concluye con una nota simple: “Después de eso, cantaron un himno y se fueron al Monte de los Olivos” (30): “El monte de los Olivos fue el lugar desde donde Jesús anunció la ruina de Jerusalén y el triunfo del Hombre (cf. 24.3ss). Es su pasión la causa de esa ruina y de ese triunfo”. Quiera Dios que el recuerdo y la participación en la mesa del Señor fortalezca nuestra esperanza en ese Dios que asumió y purgó el sufrimiento del mundo en la persona de su Hijo.
6. “¡QUE MUERA EN UNA CRUZ!” (Mateo 27.21-44)
2 de abril
A la memoria del Pbro. Demetrio Elías López, hermano y amigo de largas jornadas
El gobernador les preguntó: Díganme, ¿qué mal ha hecho este hombre? Pero la multitud gritó con más fuerza: ¡Que muera en una cruz!
MATEO 27.23, TLA
luego de la dispersión de los discípulos la noche de su prendimiento, Jesús va a afrontar en soledad total el remedo de juicio de que fue objeto, así como las torturas y el infame asesinato que buscó condenarlo al olvido total. La mascarada que encabezó el legionario romano Pilato culminaría en una masacre con tres cruces de por medio. Los encuentros cara a cara de Jesús con el sumo sacerdote (26.64) y con Pilato mismo (27.11-14: Jesús apenas le responde un par de palabras, a diferencia del diálogo casi filosófico del Cuarto Evangelio) fueron paradigmáticos, pues muestran el enorme desencuentro entre proyectos de existencia completamente opuestos. La extensa narración de Mateo muestra paulatinamente todos los episodios de esta tragedia anunciada por su protagonista: en el palacio de Pilato (1-2), suicidio de Judas (3-10), interrogatorio (11-14), sentencia (15-31), crucifixión (32-56), sepultura (57-61) y la guardia ante la tumba (62-66). Es un pulso narrativo sólido, intenso y comprometido con lo esencial del mensaje salvífico, puntualmente acompañado por las referencias proféticas del Antiguo Testamento.
Pilato, Judas, la falsa sentencia del centro político-religioso
Los tres primeros bloques colocan a Jesús prácticamente a expensas de sus enemigos (específicamente Pilato, Judas y los sacerdotes), aun cuando en el caso del segundo su destino, pautado también por la profecía antigua, lo relegará al peor espacio. Ya desde el inicio del cap. 27 la suerte de Jesús estaba echada pues existió un acuerdo al respecto: “Al amanecer, todos los sacerdotes principales y los líderes del país hicieron juntos un plan para matar a Jesús” (1). El conflicto desencadenado por la actuación de Jesús había llegado hasta el centro político y religioso, y éste no dudó en absoluto sobre la ruta a seguir. Cada detalle subsiguiente estaba subordinado a este contubernio mortal que decidió apartarlo violentamente del escenario. Porque precisamente en situaciones así, los actores ligados al poder suspenden sus eventuales diferencias y toman decisiones conjuntas que los benefician por igual. La autoridad invasora romana y los dirigentes religiosos cooptados desde tiempo atrás encontraron un enemigo común, de fuerte raigambre popular, que ponía en riesgo su influencia y podía producir protestas o estallidos indeseables. El relato está plagado de momentos simbólicos: a) El “Campo de sangre” (8-10): “Los sumos sacerdotes se muestran minuciosos observantes de la Ley, que prohibía dedicar al templo dinero de procedencia infame (cf. Dt 23.18). Deciden utilizarlo para una obra piadosa. De ahí el nombre del campo. El dinero impuro sirve para comprar un lugar impuro (cementerio)”.23 b) El sueño de la esposa de Pilato (19): “Ante la traición de Israel, Dios habla al paganismo. La mujer pagana, que no tiene la voz de Dios expresada en la Escritura, recibe su aviso y es sensible a él. El recado de la mujer de Pilato prepara la confesión del centurión y los guardias (27.54)”.24
23 J. Mateos y F. Camacho, Evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1981, p. 267. 24 Ibid., p. 270.
c) La liberación de Barrabás (15-26): “Contraste entre los nombres: Jesús Barrabás (= hijo del padre) y Jesús llamado el Mesías. Pilato trata de liberar a Jesús, pues es consciente del verdadero motivo de la acusación: los dirigentes judíos ven en Jesús un rival que los despoja de su prestigio e influjo y anula su dominio sobre el pueblo”.25 d) Pilato se lava las manos (24-25): “Pilato, para eximirse de toda responsabilidad en la decisión, hace un gesto conocido en la cultura judía (cf. Dt 21.6-8; Sal 26.6a; 73.13b). Él que, como juez, puede y debe evitar la injusticia, por miedo al posible tumulto se deja presionar y la comete. Queda caracterizada la ‘justicia’ del poder político: entrega a·la muerte a un inocente sabiendo que lo es. A este poder le interesa ante todo asegurar su permanencia; cuando la ve amenazada: sacrifica lo que haya que sacrificar”.26 e) Los soldados fingen coronar a Jesús (27-31): “Los soldados paganos parodian una entronización real. Ridiculizan en Jesús la esperanza mesiánica de Israel. Ahora más que nunca, el deseo de independencia y hegemonía que abrigaba el judaísmo puede ser objeto de irrisión; han rechazado al Mesías y no les queda más que la esclavitud. Quitar a Jesús sus vestidos significa despojarlo de su identidad. Ellos lo revisten de otra, que no es la suya, y esa es objeto de burla”. 27 f) Simón de Cirene es obligado a cargar la cruz (32): “La figura de Simón Cirineo contrasta con la de Simón Pedro; mientras éste ha renegado de Jesús (26.69-75), aparece aquí la figura del discípulo que sigue a Jesús hasta la muerte (16.24)”.28
En el Gólgota: el clímax del sufrimiento asumido y purgado por Dios
El conflicto que describe Mateo en su historia encuentra su resolución en la muerte de Jesús en la cruz. Como muestra Mateo, la muerte de Jesús es deseada no sólo por las autoridades religiosas, sino también por Dios y Jesús. Las autoridades religiosas querían la muerte de Jesús porque creen que es un falso mesías (27.63) y, en consecuencia, una amenaza tanto para ellos mismos como para los líderes de Israel como para la propia existencia de Israel. Jesús quiere su muerte porque él, como el Hijo obediente de Dios, quiere lo que Dios su Padre quiere (26.39, 42). Y Dios quiere la muerte de Jesús (16.21) porque a través de él Dios establecerá un nuevo pacto por el cual Jesús expía los pecados (26.28) y media la salvación para todos (1.21; 24.14; 28.19).29
Al llegar al infame sitio de la ejecución, el Gólgota, Jesús recibe vino mezclado con hiel, una bebida insufrible, para que luego los soldados se repartan sus ropas y coloquen un letrero burlesco sobre la cruz (35-38). Rodeado de bandidos, escuchó las mofas de los testigos y las burlas provocadoras (39-40), a las cuales se sumaron los sacerdotes y maestros de la Ley, que no podían faltar, quienes se refirieron mordazmente a su mensaje sobre la cercanía de Dios (41-43), lo mismo que los bandidos (44): “Tercer grupo que ultraja a Jesús: sus mismos compañeros de suplicio. Nadie comprende el sentido de esta muerte. Se ve la raz6n de la angustia en Getsemaní. La muerte de Jesús en cruz, en lugar de ser una manifestación del Dios vivo, parece que lo oculta para siempre; es completamente opaca para Israel, que cree en un dios diferente”.30 La acumulación de agravios fue espeluznante y hasta el narrador agrega una cuota de indiferencia hacia la crucifixión:
25 Ibid., p. 269. 26 Ibid., p. 270. 27 Ibid., p. 271. 28 Ídem. 29 Jack Dean Kingsbury, Matthew: Structure, Christology, Kingdom. Minneapolis, Fortress Press, 1975, pp. xi-xii. Versión: LC-O. 30 J. Mateos y F. Camacho, op. cit., pp. 274-275.
Mt menciona la crucifixión solo de pasada; se detiene, en cambio, en el reparto de la ropa. Los soldados echan suertes sobre ella, que les correspondía como botín. Otro gesto de hostilidad por parte del paganismo (cf. Sal 22.19). El letrero de la cruz reproduce la acusación de Pilato. La frase está construida en paralelo con las del bautismo y la transfiguración: “Éste es mi Hijo” (3,17; 17,5). Jesús en la cruz es el Hijo de Dios, el rey-Mesías designado por Dios. La cruz define su calidad: no es el Mesías triunfador y guerrero, sino el Hombre que da su vida para liberar a todos los hombres (cf. 20.28). 31
El cielo oscuro: convulsión del cosmos ante la muerte del Hijo
El relato presenta a la tierra sumida en la oscuridad (tres horas, como los tres días de tinieblas en Egipto) como parte del trastorno cósmico ocasionado por la presencia de Jesús en la cruz (45). En el instante más climático de la historia, se escuchó, por fin, el grito suyo que apeló a las palabras del Salmo 22 para preguntar a Dios, su Padre, en su idioma materno, por qué lo había abandonado (46): “El tremendo escándalo de que Dios no salga en defensa del Mesías rey de Israel, es el que causa la incredulidad del pueblo (cf. 27.39-43 )”.32 La incomprensión de la que fue objeto al no entender a qué se refería (47), como si hubiera llamado a Elías para ayudarlo (49), es seguida por una muestra más de odio al recibir vinagre (48; Sal 69.22). El último grito de Jesús coincidió con su muerte (50): otra vez la narración es simple y directa, pues se destacan con mayor intensidad las consecuencias del deceso. Primeramente, el velo del templo se partió, la tierra tembló y las rocas se partieron (51); luego, se abrieron las tumbas y algunos muertos fieles resucitaron (52). Finalmente, esas personas entraron a Jerusalén y fueron vistas (53). Estos sucesos anunciaron la llegada de los tiempos mesiánicos, pues comenzó a evidenciarse la victoria de la vida sobre la muerte.
En la cruz tiene lugar la teofanía definitiva, en la que Dios se revela a los hombres de una vez para siempre. Se revela en su debilidad y en su fuerza.
La debilidad se manifiesta en Jesús muerto y ultrajado: el que ha dado la vida para dar vida al hombre, ve su amor rechazado. […]
Se cumple, en su sentido verdadero, el contenido de la acusación proferida contra Jesús en el juicio ante Caifás: el antiguo santuario queda anulado, se ha levantado el nuevo (cf. 26.61).33
El resultado inmediato en el ámbito de los verdugos romanos es que ellos, al experimentar el terremoto (54a), fueron poseídos por el miedo y exclamaron, en una auténtica afirmación mesiánica y cristológica: “¡Es verdad, este hombre era el Hijo de Dios!” (54b), una verdadera anomalía y una extraordinaria contradicción de términos, pues brotó de los labios de quienes menos se esperaba: “Lo sucedido en la cruz equivale, por tanto, a aquella voz, y demuestra que Jesús es el Hijo de Dios, como lo confiesan los representantes del paganismo. Es así la cruz la revelación de Dios a los paganos en Jesús”.34 El mayor escándalo de la historia de la salvación es recibido, asimilado y proclamado por algunos representantes del Imperio Romano:
La edición de Mateo del v.54 (véase Marcos 15.39) claramente muestra que estos portentos deben entenderse como el testimonio de Dios de la filiación divina de Jesús: la confesión del soldado de Jesús como el Hijo de Dios es una respuesta directa al “temblor” y las “cosas que estaban sucediendo”. En el v. 54, los soldados romanos son, propiamente, los destinatarios de una epifanía (cf. el lenguaje crudo de los vv. 51-54), con el resultado de que […] confiesan que Jesús es el Hijo de Dios.35
31 Ibid., p. 273. Énfasis agregado. 32 Ibid., p. 276. 33 Ibid., p. 277. 34 Ibid., p. 278. Énfasis agregado. 35 J.D. Kingsbury, op. cit., p. 75.
El universalismo del plan divino de salvación (que aparece en diversos momentos de este evangelio) se deja ver en ese momento final de una manera grandiosa.36 Por último, pero no por ello menos importante, la narración de la muerte de Jesús en la cruz no pudo concluir sin hacer un reconocimiento explícito de la presencia de las mujeres “que miraban desde lejos” (55a). Ellas habían sido acompañantes fieles, siguiendo y ayudando a Jesús desde que salió de Galilea (55b). en primer lugar, María Magdalena, la más famosa; María, madre de Santiago y de José, de la familia de Jesús; y la esposa de Zebedeo (56), madre de Jacobo y Juan. Esta larga narración, llena de puntualizaciones cristológicas, da fe de cómo Dios asumió y purgó el sufrimiento humano en toda su realidad en la persona de su Hijo. La cruz en donde fue asesinado su Hijo fue parte del camino salvífico que habría de desplegarse en el mundo para abrir las puertas a todos los seres humanos. La universalidad de la obra redentora de Dios llega hasta nosotros hoy con toda su fuerza para aplicar los beneficios de la fe en Cristo Jesús, potencialmente tanto a las víctimas, como a los victimarios. Tal como lo ha expuesto Jürgen Moltmann al discutir el grito de Jesús en la cruz:
Dios acompaña, Dios sufre con nosotros. Por lo tanto, donde vaya Cristo, el Hijo de Dios, allí también irá el Padre.
Por consiguiente, en la entrega del Hijo puede reconocerse la entrega de Dios, pues de otra forma no podría afirmarse en el evangelio de Juan: “El que me ha visto, ha visto al Padre” (14.9). En el abandono divino de Cristo, Dios sale de sí mismo, deja su cielo y está presente en Cristo, para llegar a ser el Dios y Padre de los abandonados. Cristo muere exclamando a Dios, por quien se siente abandonado. ¿Dónde está Dios en los acontecimientos del Gólgota? Está en el Cristo que muere. Hay muchas respuestas a la pregunta de “por qué”, y ninguna es satisfactoria. La pregunta acerca de “dónde” es más importante, pues su respuesta es Cristo mismo. […]
Mientras este mundo exista, Dios no sólo carga con la historia de sufrimientos de este mundo, sino también con la historia de injusticia de la humanidad. En el Cristo crucificado Dios mismo es la víctima entre las víctimas.37
36 Cf. Mariano Ávila A., “Desarrollo de temas teológicos en el evangelio de Mateo, la internacionalización del pueblo de Dios: particularismo-rechazo-universalismo”, en Oikodomein, Comunidad Teológica de México, año 2, núm. 3, enero de 1996. 37 J. Moltmann, Cristo para nosotros hoy. Madrid, Trotta, 1997 (Estructuras y procesos, serie: Religión), pp. 37, 39-40.
7. “DIOS ME HA DADO TODO EL PODER PARA GOBERNAR EN TODO EL UNIVERSO” (Mateo 28.16-20)
4 de abril
Pero él se acercó y les dijo: “Dios me ha dado todo el poder para gobernar en todo el universo”. MATEO 28.18, TLA
El “principio Arimatea”
alejandro Ortiz es un teólogo laico católico que trabaja en la Universidad Iberoamericana-Puebla. Ha escrito diversos ensayos sobre migraciones y personas desaparecidas, entre ellos, “El principio Arimatea” (2014) y Cristo indocumentado. Narrativa teológica del fenómeno migratorio (2015). En el primero, aborda el problema de la recuperación de los cuerpos de desaparecidos a partir de la historia bíblica de José de Arimatea, un hombre rico quien, como se sabe, reclamó el cuerpo de Jesús para sepultarlo con la mayor dignidad posible. Es un relato que aparece en los cuatro evangelios (Mr 15.4247; Mt 27.57-61; Lc 23.50-56; Jn. 19.38-42). Su planteamiento básico es el siguiente:
En tiempos de muerte injusta y violenta, surge la pregunta: ‘¿Dónde está Dios?’. Y aunque es una pregunta incómoda, resulta ser también una pregunta de central importancia para cuestionar nuestra fe, no tanto si creemos o no en Dios sino cómo expresamos en la historia esa fe que decimos tener. Jesús mismo, en la cruz, la realizó: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Mr 15.34) […] Hoy nos seguimos preguntando ¿dónde está Dios en medio de los 26 000 desaparecidos, en medio de los 100 000 muertos por la guerra contra el narcotráfico de Calderón? ¿Dónde está Dios?38
El texto bíblico (Mr y Lc) afirma que José era miembro destacado del Sanedrín y todos los relatos añaden que era seguidor de Jesús, al igual que Nicodemo, quien lo acompañó (Jn 19.39-40). Marcos destaca que su petición fue osada y en Jn 19.38 se subraya que actuó “secretamente por miedo de los judíos”. José “hizo algo extraordinario que hoy se sigue repitiendo y que tiene un profundo sentido humano y cristiano: ‘pedir el cuerpo de la víctima’ para una digna sepultura. El principio Arimatea es, entonces, la petición valiente y audaz de recuperar el cuerpo de la víctima ante los propios verdugos”.39 En estos tiempos, el principio se cumple cuando los familiares de desaparecidos acuden, también con osadía, coraje y rabia, ante los gobiernos e instancias correspondientes para recuperar y devolver los cuerpos. La conclusión de Ortiz es sumamente apelante y profética:
Esta acción es la que nos puede devolver la coherencia a los cristianos que profesamos la fe en Jesús, la verdadera reforma que busca la Iglesia, seguir su ejemplo hoy “detectando” los nuevos Gólgotas, es decir, los nuevos lugares donde se mata, se tortura, se despedaza a las víctimas inocentes de hoy, y ahí, en esos lugares de muerte bajarlos de la cruz, darles nombre, recordar su vida, exigir su justicia, generar esperanza y fortalecer nuestra fe. Bajar de la cruz a los crucificados para darles digna sepultura encierra desde contextos violentos y crueles una de las acciones más coherentes con el Dios de la misericordia y amor que proclamó Jesús de Nazaret.
Por lo anterior, según parece, Dios ya no está en el cielo ni sentado en una nube, a Él que también le mataron injustamente a su hijo, está haciendo fila —angustiado, impotente, desesperado—, en el ministerio público, en el hospital, en los “separos”, preguntando a la gente, pegando fotos en los postes y gritando en la calle: “¿Dónde está mi hijo? Devuélvanmelo”.40
38 Jesús Alejandro Ortiz Cotte, “El principio ‘Arimatea’”, en https://repositorio.iberopuebla.mx/bitstream/handle/20.500.11777/1868/El+principio+Arimatea.pdf;jsessionid=92B0C54ABD0 07281B9FA3061FB945AB0?sequence=1, p. 1. 39 Ídem. 40 Ibid., p. 3. Énfasis agregado.
Dios resucitó a su Hijo y le otorgó todo el poder
Ya con la certeza de que Jesús había vuelto a la vida, los 11 discípulos recuperados se trasladaron a Galilea, al lugar que él les había indicado (28.10, 16). La elección de ese lugar es enormemente simbólica y representativa: Galilea de los gentiles (Is 9.1; Mt 4.15), como era conocida, es decir, un cruce de caminos y de culturas que vendría muy bien como punto de partida para la misión universal que aguardaba a los discípulos como futuros apóstoles: “La presencia de Jesús en Galilea conecta al resucitado con el Jesús histórico, que ejerció su actividad en esa región”.41 Al verlo, lo adoraron, aun cuando algunos todavía dudaban de que fuera realmente su maestro (17): “…la duda significa que los discípulos no tienen fe suficiente para asumir el destino de Jesús. Según Mt, es la primera vez que tienen experiencia del resucitado, el vencedor de la muerte; saben que han de afrontar la muerte para llegar a este estado. Como Pedro en 14.31, no se sienten capaces de realizar en sí mismos la condición divina que ven en Jesús”.42 La respuesta rotunda del Jesús resucitado apuntó hacia la recuperación del poder que se le había otorgado por el hecho mismo de volver a la vida: “Dios me ha dado todo el poder para gobernar en todo el universo” (18b). Durante su vida mortal, “el Hijo del Hombre” ya tenía “potestad en la tierra” (9.6) y ahora, a partir de la resurrección, “sentado a la derecha del Padre” (26.64), su poder y autoridad, como la del Padre, se universalmente, cósmicamente, por todo el universo (“tierra y cielo”). “A través de la cruz ha llegado a la plena condición divina. En virtud de esa autoridad universal, los manda en misión al mundo entero”.43 Es el Cristo Pantokrátor, el Kyrios (Señor) que gobierna sobre todas las esferas de lo existente. Con base en ese amplio poder y exaltación que le ha otorgado el Padre, la orden para ellos incluye ir y hacer discípulos en todas partes del mundo, bautizarlos en el nombre de la Trinidad divina y enseñarles todo lo que Jesús había enseñado (19-20a). “Aquí Jesús, el Hijo de Dios resucitado, ya no habla de una misión a Israel, sino que ordena a sus seguidores que hagan discípulos de todas las naciones”.44 El horizonte de misión se había ampliado progresivamente a lo largo de todo el evangelio, con señales, gestos y anticipos cada vez más claros, especialmente a partir del cap. 13. Ahora, con el lanzamiento de la misión mundial en Galilea, queda absolutamente claro que la fe en Jesús desplegará su capacidad de universalización para inculturarse entre todos los pueblos de la tierra. Empoderados por el Espíritu para un ministerio de dimensión escatológica, los seguidores/as de Jesús conseguirán discipular a personas en todas las naciones para realizar el anuncio antiguo hecho a Abraham. La promesa final es la garantía absoluta de la compañía del Jesús resucitado al realizar la misión encomendada: “Yo estaré siempre con ustedes, hasta el fin del mundo” (20b). Así se cumplirá el contenido de su nombre, Emmanuel: “Dios con nosotros” (1.23). Esa promesa es la que sostiene al pueblo de Dios de todas las edades y fundamenta su labor misionera y de servicio al mundo.
41 J. Mateos y F. Camacho, Evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1981, p. 285. 42 Ibid., pp. 285-286. 43 Ibid., p. 286. 44 Jack Dean Kingsbury, Matthew: Structure, Christology, Kingdom. Minneapolis, Fortress Press, 1975, p. 73. Versión: LC-O. 21
8. TESTIGOS PERMANENTES DE LA ESPERANZA CRISTIANA (Hechos 4.1-14)
18 de abril, XXVI aniversario de la Iglesia Presbiteriana Ammi-Shadday
Sólo Jesús tiene poder para salvar. Sólo él fue enviado por Dios, y en este mundo sólo él tiene poder para salvarnos. […] Se dieron cuenta entonces de que ellos habían andado con Jesús.
HECHOS 4.12, 13b, TLA
Continuidad y conflicto con la institución religiosa
la comunidad de fe que aparece en el libro de los Hechos para dar continuidad a lo narrado por el evangelista Lucas se asumió a sí misma como continuadora de la obra de Jesús de Nazaret y, al mismo tiempo, debió enfrentar la oposición y el rechazo de la religión judía oficial. Prueba de ello es que sus líderes más visibles, Pedro y Juan, fueron detenidos por exponer las enseñanzas de Jesús y por haber sanado a un paralítico (4.1-3), y ante el éxito fulminante de su mensaje (cinco mil conversos, v. 4: “Con estas cifras tan elevadas, que superan con mucho la realidad histórica, Lucas pretende despertar en el lector la idea de que esta primera explosión del evangelio en medio de Israel y produjo un amplio movimiento popular, que las autoridades —ellas y únicamente ellas— sólo a duras penas lograron reprimir”45), interrogados directamente al respecto por los dirigentes religiosos (5-6; Anás, jefe de los sacerdotes, Caifás, Juan, Alejandro y otros sacerdotes principales): “¿Quién les ha dado permiso para enseñar a la gente? ¿Quién les dio poder para hacer milagros?” (7b). Como ya hemos comenzado a ver, el testimonio y el servicio fueron las dos palabras clave para definir lo que ese grupo de discípulos/as entendió como parte de la continuidad que debía dar a lo hecho por su Maestro, quien se había movido en esa misma línea de conjuntar la enseñanza popular y la solidaridad con los necesitados. “El hecho de que la comunidad naciente empezase a predicar públicamente en Jerusalén, después de Pentecostés, y que se fuese ampliando continuamente el círculo de sus secuaces, tuvo que constituir una verdadera provocación, especialmente para aquellos que habían promovido la condena de Jesús, hasta el punto, por lo menos, de pensar en una posible intervención contra el cristianismo”.46 El nuevo discurso de Pedro (“lleno del Espíritu Santo”, 8), una sólida denuncia de la responsabilidad de los dirigentes religiosos por la muerte de Jesús (9-11), sorprendió a los oyentes por su prestancia y por su insistencia en resaltar la resurrección del Nazareno (2, 10b), algo que irritaba especialmente a los saduceos:
La casta sacerdotal de los saduceos tomó la proclamación de la resurrección de un hombre condenado por el Consejo, como un fanatismo que ponía en peligro el orden establecido y como un ataque a su autoridad. […] Tuvo que parecerles extraordinariamente escandaloso que, precisamente en el templo e invocando la actuación de Dios en Jesús (cf. 2.24), se proclamase la resurrección de los muertos. […]
El discurso se cierra con una profesión de fe en el nombre de Jesús y en su significación salvífica universal. En virtud de su resurrección, Jesús ha sido constituido por Dios fundamento único de salvación. La prodigiosa curación del paralítico, debida al nombre de Jesús, es un signo de la salvación universal que de él procede.47
La aplicación de la obra redentora de Jesucristo a la vida del hombre enfermo (vv. 9-10a) entretejió profundamente el testimonio salvador y su sanidad, para luego citar el Salmo 118 y aplicarlo al rechazo de que fue objeto por el judaísmo, con todo y que el Señor era la “piedra del ángulo” (11), el cimiento absoluto de la vida religiosa y espiritual del pueblo, y única realidad de salvación para todos (12).
45 Jürgen Roloff, Los Hechos de los Apóstoles. Madrid, Ediciones Cristiandad, 1984, p. 118. 46 Ibid., p. 117. 47 Ibid., pp. 117, 120.
El testimonio permanente de la esperanza cristiana
La actitud con que los discípulos se presentaron ante el pueblo y las autoridades dependió directamente de la seguridad que les otorgó actuar en nombre de Jesús de Nazaret (v. 13), cuya presencia como Resucitado reforzó su confianza para dar testimonio de lo sucedido, con una intensidad poco común, si se considera que resultaban sospechosos por sus creencias heterodoxas. El hombre sanado delante de ellos (14) fue la confirmación de la validez de su mensaje y acción. Los discípulos afrontaron con enorme valentía el rechazo y la intención de someterlos para impedir que dieran testimonio de su Maestro resucitado por el poder de Dios. Habiendo sido apresados comenzaron a experimentar lo que Jesús les anunció en diversas ocasiones y, tal como lo subraya el v. 8, la acción del Espíritu (evidente eco del Pentecostés de los judíos, 2.1-13) constituyó la base de la forma en que obedecieron el mandato de proclamar la venida del Reino de Dios en Jesús. Esa obediencia les garantizó que, a pesar de la oposición y las amenazas que recibieron, avanzarían en el nuevo proyecto que, ya como comunidad de fe judeocristiana, comenzaron a desarrollar al interior del judaísmo, previamente al inicio de su labor entre la gentilidad. La esperanza en Jesús Resucitado, que no otro era el contenido de su predicación y enseñanza, los movilizó de tal manera que se sobrepusieron muy rápido de todo lo sucedido en los días terribles de la pasión y muerte de su Maestro. Haber sido testigos (mujeres y hombres) de la resurrección y de la ascensión del Señor le proporcionó una base testimonial sólida para asumirse como apóstoles de la fe en el Mesías que comenzaron a transmitir. La magnífica conjunción que consiguieron entre ese testimonio verbal y las acciones de servicio a los necesitados y enfermos consolidó su conciencia acerca de la misión que debían llevar a cabo, incluso antes de abrir las puertas a las personas no judías que eventualmente escucharían y recibirían el mensaje de Jesús. La claridad meridiana con que la comunidad asumió la tarea de testificar y servir como parte del mismo proyecto es una lección que dejó como “marca de la casa”, puesto que ésa fue la consigna que tantas veces les repitió el Señor a los discípulos. Retomando el ejemplo de la iglesia inicial, en su comentario, Justo L. González escribe acerca de este capítulo:
Vivimos en un continente lleno de personas necesitadas; por así decir, de “cojos” que no pueden caminar. Vivimos en continente que tiene necesidad de la proclamación del nombre de Jesucristo: de su proclamación íntegra, como el Señor que nos salva de la muerte eterna, y como el Señor que nos da poder para sobreponernos a todas las muertes que el orden social perpetúa a diario. […] …el texto nos invita a decir: “Señor, concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” [4.29]. […]
La iglesia ha de ganarse la estimación del pueblo tomando el partido del pueblo, poniendo a su servicio sus recursos espirituales, materiales y humanos. Cuando la iglesia se mantiene al margen de las necesidades y las luchas del pueblo, o cuando se parcializa identificando su mensaje con el de cualquier grupo que tiene o busca el poder, su vida y su testimonio son muy distintos de lo que nos pinta Lucas en estos versículos de Hechos.48
Quiera Dios que la iglesia de hoy, en todas sus manifestaciones, articule adecuadamente esas dos realidades que la definen y la hacen ser auténtica iglesia de Jesucristo: un testimonio permanente de la esperanza y el servicio desinteresado a fin de hacer visibles las consecuencias de la obra salvadora de Jesucristo, el Señor.
Mayo LAS FAMILIAS VIVEN Y SIRVEN CON ESPERANZA EN EL SEÑOR: EL CASO DE DEUTERONOMIO
9 . L A S F A M I L I A S V IV EN Y S I R V E N C O N E S PER A N Z A E N E L S E Ñ O R : E L C A S O D E D E U T E R O N O M I O ( D e u t e r o n o m i o 4 .5-1 4 )
2 de mayo
Cuando ustedes estaban en el monte Horeb, Dios me dijo que los reuniera delante de él, pues quería hablarles y enseñarles a obedecerlo todo el tiempo, para que del mismo modo ustedes enseñaran a sus hijos. DEUTERONOMIO 4.10, TLA
En el entramado del Deuteronomio, cinco puntos juegan un papel decisivo un Dios, un pueblo, una tierra, un santuario y una ley. No se trata de cabos sueltos, sino de cinco hilos entrelazados, a los que se enganchan además otros muchos (elección, alianza, bendición-maldición, etcétera), formando un vasto tejido. La unidad de Dios, proclamada al comienzo del Libro de la Ley (6.4), determina la unidad de santuario y de culto de todo el pueblo de Israel (c. 12) Por la elección y la alianza, Israel pasa a ser el pueblo de Dios, creándose entre ambos unos lazos especiales: la unión total a Dios implica total separación de las naciones, cultos y prácticas que pondrían en grave peligro o romperían esta comunión.49
FÉLIX GARCÍA LÓPEZ
Deuteronomio y las familias de Israel
pocos libros de la Biblia están tan comprometidos con el tema de las familias y su continuidad en la fe como parte de la historia del antiguo Israel como Deuteronomio. Como bien ha escrito el especialista Edesio Sánchez, la comunidad que recibió este mensaje se situó en una época nueva, muy distinta a la que se dirigió Moisés en los momentos cruciales del Éxodo. Ahora, las familias debían rescatar su pasado para conmemorarlo y conseguir que las nuevas generaciones se ubicaran ante Dios para llevar a cabo una nueva alianza con Él: “Ahora esta comunidad, al igual que el Israel del Horeb, es convocada a oír la palabra de salvación y de desafío de parte del Señor. La renovación de la alianza y la reubicación de las antiguas tradiciones y leyes confirman a este pueblo que él es pueblo de Dios; que, así como el Israel del Horeb, él también es convocado a pararse ante el mismo Dios y su siempre actual palabra de gracia y juicio”.50 Las condiciones del pacto eran exactamente las mismas: se esperaba que todo el pueblo obedeciese las leyes divinas y las pusiese por obra para instalar una nueva forma de sociedad en el mundo, una sociedad alternativa, igualitaria y respetuosa de la dignidad de todas las personas. La figura de Moisés reaparece en el Deuteronomio para ser el portador de la enseñanza que las nuevas generaciones de israelitas necesitaban a fin de poner en marcha ese proyecto social basado en las enseñanzas antiguas revitalizadas por la acumulación de la experiencia y por la fe probada en medio de las complejas circunstancias que habían vivido. La ocupación de la tierra se presenta como el proyecto divino en el que deberían desplegar todo el potencial de la Ley como constitución política, social, religiosa y cultural que normaría la vida del pueblo. De ahí que las palabras de exhortación de Dt 4 tienen el tono requerido para establecer dicho proyecto en la conciencia y en la vida cotidiana del pueblo: “Nuestro Dios me ha ordenado enseñarles todos sus mandamientos, para que ustedes los obedezcan en el territorio que van a ocupar. Así, cuando los demás pueblos oigan hablar de ellos, dirán que ustedes son un gran pueblo, sabio y entendido, pues tienen buenas enseñanzas y saben obedecerlas” (4.5-6).
49 Félix García López, El Deuteronomio: una ley predicada. Estella, Verbo Divino, 1989 (Cuadernos bíblicos, 63), p. 6. 50 “La familia en el Deuteronomio”, en Sociedad Bíblica Chilena, www.sbch.cl/sitio/la-familia-la-iglesia-domestica/
Ese pueblo debía diferenciarse de los demás, precisamente por la obediencia de los mandamientos y la reglamentación religiosa: “No hay ningún otro pueblo que tenga tan cerca a su Dios, como lo tenemos nosotros cuando le pedimos ayuda. Ni hay tampoco un pueblo que tenga mandamientos tan justos como los que ustedes han recibido” (4.7-8).
Las familias viven y sirven con esperanza
“No olvidar”: ésa es la consigna de Dt 4.9 para todas las generaciones de Israel. La memoria debía ejercitarse permanente para jamás hacer a un lado lo sucedido en los momentos fundadores de la fe del pueblo. Edesio Sánchez resume muy bien el papel preservador de dicho legado en las familias hebreas especialmente referido a la fiesta central, la Pascua, que se celebraba en seno del hogar como el espacio laico por excelencia:
Toda una larga serie de pasajes en el Pentateuco y los Sapienciales señala el establecimiento de regulaciones para todos los niveles de las relaciones familiares. Tales pasajes señalan que la familia era, sobre todo, el centro de la instrucción religiosa. Como comunidad religiosa ella preservó las tradiciones del pasado y las transmitió a través de la instrucción y la alabanza. La fiesta central en el Antiguo Testamento, la Pascua, era un festival familiar, celebrado en el hogar. La Pascua era un rito que no necesitaba de sacerdote o templo. Todo el ritual tenía como contexto el hogar y era el padre quien lo presidía. En medio de la celebración, en el momento del “segundo vaso”, uno de los hijos hacía la pregunta: ¿por qué esta noche es diferente a las otras? Y así se abría la oportunidad para narrar la historia de la redención del pueblo, de manos de los egipcios. Esta práctica fue cuidada y transmitida de generación en generación; Jesús y sus contemporáneos la celebraron igualmente (Ídem, énfasis agregados).
Justamente eso es lo que subraya el v. 10: “Cuando ustedes estaban en el monte Horeb, Dios me dijo que los reuniera delante de él, pues quería hablarles y enseñarles a obedecerlo todo el tiempo, para que del mismo modo ustedes enseñaran a sus hijos”. Los momentos extraordinarios que testificó la generación cercana a Moisés y que las nuevas familias ya no verían debían seguir siendo la razón de ser de la fe y de la existencia de la comunidad a pesar de la distancia cronológica en que habían sucedido. Cada detalle es recordado minuciosamente en los siguientes versículos, en los que se despliega la presencia divina, aun cuando no fue advertida por el pueblo (4.11-12). De esa manera recibieron los diez mandamientos en las tablas de piedra que debían obedecerse para ocupar la tierra (13-14). Las familias de Israel, portadoras de la memoria de esperanza debían ser también servidoras de los demás, como parte de la nueva comunidad deseada por Dios. Tal como afirma Sánchez Cetina: “He aquí el gran valor del Deuteronomio, que surge como un libro que toma la palabra de Dios, hablada a una antigua generación, con sus pasadas tradiciones, y la reactualiza para beneficio de un nuevo pueblo, una nueva generación. El Deuteronomio es clara indicación de un hecho indiscutible del mensaje bíblico: que, si bien momento, historia y audiencia varían, la palabra es la misma”.
10. LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN EN LAS FAMILIAS DE FE (Deuteronomio 11.16-24)
16 de mayo
Enséñenselas a sus hijos en todo momento y lugar, y así ustedes y ellos vivirán largos años en esta tierra que Dios les ha prometido. ¡Vivirán allí mientras el cielo exista!
DEUTERONOMIO 11.20-21, TLA
La confluencia de generaciones ante el Dios del Pacto
Escuchemos la voz de un experto acerca de la importancia de las diversas generaciones que se entrecruzan en el Deuteronomio, libro fundamental con el que cierra el Pentateuco:
En relación con el propósito de este libro hay varios elementos importantes. Primero, el asunto generacional. Es notorio el hecho de cómo el Deuteronomio va llevando la narración acompañada de una constante referencia a los de “ayer”, los de “hoy” y los de “mañana”; “tus padres, tú, tus hijos” (1.35s, 38s; 4.9, 25; 5.2-3, 29; 6.2s, 7, 20s; 7.9; 8.1, 16; 9.5; 10.11, 15; 11.2, 7, 19, 21; 19.10, 14-15, 22, 29). Hacia cada generación, Deuteronomio tiene una actitud diferente (énfasis agregado).51
Este entrecruce de generaciones buscó producir, entre los lectores de hoy, la sensación de que el Dios del Pacto estaba hablando siempre en tiempo presente al pueblo con el cual lo había establecido. Semejante situación propició que cada lectura de este libro esté teñida con los colores del momento en el cual ésta se llevaba a cabo. Nuestro experto señala muy bien la confluencia de tiempos en las que cada experiencia de fe arrojaba nuevas luces sobre la voluntad divina para la comunidad y para las familias. El uso de las palabras ayer, hoy y mañana fue un recurso literario fundamental para que los tiempos marcados por ellas aparecieran, en ocasiones, de manera simultánea. Cada generación fue tratada de manera diferente porque su situación era distinta. La de “ayer” había sido un auténtico fiasco, y la del presente estaba a prueba, tal como agrega el experto, la moneda estaba en el aire:
En el libro, la generación de “ayer”, tristemente, no hizo la voluntad del Señor (1.35; 4.3). La generación “presente” está a prueba (1.39; 4.1-9, 15ss). Los de “mañana”, dependiendo de la enseñanza de los de “hoy”, bien podrían ser infieles (4.25-28) o fieles y obedientes (4.29-31, 39-40; 5.32-33). La relación de Dios con su pueblo dependerá de la calidad de vida de éste: lo que el Señor espera es obediencia y fidelidad. La calidad de vida de la generación futura, según el Deuteronomio, dependerá en gran medida de la vida de la presente (6.1-3).52
El hoy es el concepto más agudo y exigente del libro, según lo explica el biblista francés Jacques Briand, citado por el experto mexicano:
El término expresa con una fuerza inigualable la percepción profunda de que la acción de Dios se sitúa en la existencia concreta del pueblo. El lugar que este término ocupa en el Deuteronomio manifiesta que la concepción de la temporalidad que aparece en el documento es la misma desde el principio hasta el final. Todas las generaciones de Israel deben ser testigos de la acción de Dios y de su Palabra: “Escucha, Israel, los mandatos y decretos que hoy te predico” (5.1; cf. 5.3, 24).
De esta forma, se hace participar a todas las generaciones de la acción de Dios, establecida en un hoy que depende totalmente de él. Frente a la Palabra de Dios, todos son llamados a obedecer, a poner en práctica y a guardar esta palabra en su corazón (6.6) para que les sirva de guía en el camino de la felicidad (énfasis agregado).53
51 Edesio Sánchez Cetina, “La familia, la iglesia doméstica”, en Sociedad Bíblica Chilena, www.sbch.cl/sitio/la-familia-laiglesia-domestica/. 52 Ídem. 53 J. Briend, El Pentateuco. 3ª ed. Estella, Verbo Divino, 1980 (Cuadernos bíblicos, 13), p. 45.
La enseñanza de la historia de salvación en la intimidad familiar
En Dt 11.16-24 aparecen tres aspectos bien definidos sobre la enseñanza de la historia de salvación en el seno de la familia: primero, no dejarse engañar por otros dioses (16-17); segundo, mantener la memoria de la fe y transmitirla a las nuevas generaciones (18-21); y tercero, obedecer los mandamientos divinos para obtener bendición (22-24). No dejarse engañar ni envolver por las creencias extrañas, atrayentes muchas de ellas, pero nocivas casi todas. El nuevo contexto agrícola que el pueblo iba a conocer podía desviarlo de la fe yahvista en el afán de tener lluvias para sus cosechas. Por el contrario, si eran desleales a Él, el Señor dejaría de enviar lluvias y el hambre se apoderaría de las familias: “…la fecundidad de la tierra de Canaán depende también del Señor, no del trabajo o del ingenio humano como en Egipto. El Dios fiel a la promesa, que da la tierra a su pueblo, no se desentiende luego de ella, sino que la cuida, mandando la lluvia del cielo para hacerla Fecunda”.54 El proceso pedagógico de lucha contra el olvido (6.12) es muy claro: a) aprender de memoria las enseñanzas (18a), b) meditar en ellas (18b), c) escribirlas (18c), d) atarlas en brazos o colgarlas en la frente (18d), e) escribirlas en las puertas (19a) y f) enseñarlas a los hijos (19b). Esta cadena formativa debería realizarse en cada hogar, en cada familia, en los momentos íntimos, cotidianos, de diálogo cercano. El aprendizaje, la meditación, la escritura, en un primer trecho, representaban un esfuerzo integrador de la memoria colectiva de las grandes hazañas de Dios en la historia del pueblo. Colocar las enseñanzas divinas en el cuerpo y en las paredes de las casas era parte de un proyecto didáctico de gran alcance para que las generaciones venideras conocieran esa historia en profundidad. La promesa derivada de esa práctica continua es grandiosa: “¡Vivirán allí mientras el cielo exista!” (21b). Finalmente, la obediencia de los mandamientos nuevamente presentados debía estar ligada al amor y la fidelidad a la Divinidad (22), no solamente como expresión de una obediencia ciega sino como manifestación de un sentimiento profundo hacia ella. Al practicarla, el Señor prometió que el pueblo podría expulsar a los habitantes de la tierra, como parte del plan más amplio para manifestar sus bendiciones (23-24). La historia de la salvación, siempre en marcha, debía ser comprendida, experimentada y transmitida a las nuevas generaciones del pueblo, exactamente igual que hoy, cuando las comunidades de fe requerimos estar siempre al tanto de lo que Dios ha hecho, hace y sigue haciendo en medio del devenir humano para hacer presente su Reino y su salvación. El papel de las familias en este proceso es presentado como algo insustituible para la transmisión permanente de esos contenidos básicos para la fe.