Terracerías/Backroads

Page 1

TerraCerías backroads Lola Díaz Barriga



TerraCerías Lola Díaz Barriga


Esta obra ha sido publicada con la ayuda de IICD Michigan y Humana People to People. This work has been published with the support of IICD Michigan and Humana People to People.

© 2012 Lola Díaz Barriga www.mudez.blogspot.com elmaildelola@gmail.com Arte de Portada / Cover Design Kabriele Rosas Monday Morning Oil On Canvas www.kabriele.com Edición y corrección / Edition and proofreading Alain Arnaud Rita Lapof Diseño gráfico / Graphic Design Mónica Peón www.igloo.mx

Impreso en México D.F, 2012


Para as crianças e a comunidade de Bela Vista, Brasil. Para los niùos y la gente de Bela Vista, Brasil. To the children and the people of Bela Vista, Brazil.


4


Eran niños que veíamos correr por la carretera. Los veíamos hundir sus ojos en el conocido camino a la ciudad. Aquél por el que pasábamos cada lunes para ir a Humana, en Cansanção.

Los fuimos descubriendo con el tiempo, después de cuatro meses fue que nos regalaron sus historias, algunos fragmentos. A cambio no les pudimos dar promesas, sólo admiración, gracias y algunas frutas. Ellos, los personajes de nuestro viaje, aceptaron sin queja y nos reglaron la patente del presente relatorio. No hay más que pueriles pretensiones en él... ganas, profundas ganas.


AXÉ

6


Exu

Hay más de un momento en la vida en el que uno se siente perdido, totalmente perdido. Ahí uno escucha esa típica vocecita, escucha la otra, la de la madre, la del hermano, la de la conciencia. Luego encuentra cualquier otra razón para mirar hacía abajo y ver el lodo entre las uñas y las fuertes plantas de los pies hundiéndose en la arena del camino. Las encrucijadas son típicas en la vida del hombre, pero sólo hay uno que puede mirar de cerca y encontrar en ellas al Dios que las habita. Aquél será iluminado y logrará caminar cualquier camino que escoja sin temer, a sabiendas de que si cae, si se equivoca, tendrá quién lo levante, escuchará la voz cierta que le dará la paz, la luz. •

7


AXÉ

8


LOS NIÑOS DE MIGUEL

Me llamo Juan, soy hermano de Tomás y de Laura. Soy el mayor, aprendí del campo y el padre que me crió no es mi padre ni el de Tomás ni el de Laura. Es sólo un buen hombre que sufría de una soledad terrible y que nos trajo a vivir con él. Era un adolescente, ya sabía leer y cuidar del frijol y de su tierra. Miguel me dijo un día: “Tú serás Juan, mi hijo mayor, tienes 13 años, según el médico, así que ya puedes aprender a ordeñar vacas y cosechar en las tierras del patrón. Tu hermano tiene unos cinco años y la niña unos cuatro, vamos a cuidar de ellos y si salen artistas les compramos un radio cuando crezcan”. Las primeras noches no dormía, veía a Tomás y a Laura tranquilos, pero yo no me calmaba; era el ladrar de los perros, el olor del pasto, las ganas de hacer preguntas. Comencé a ir con Miguel a los plantíos de maíz. Siempre decía: “Él es Juan, mi hijo mayor” y sonreía orgulloso tomándome de los hombros. Me estaba acostumbrando al nombre y a que todos me vieran como un extraño, pero me tardé en hablar. Y no era que no quisiera, era que la voz no me salía, las palabras se me atoraban. Tomás y Laura, en cambio, gritaban y reían todo el día. Cuando Miguel y yo salíamos llegaba Doña 9


los niños de miguel

Luz a cuidarlos. Cuando hablé, Doña Luz lloró y Tomás no me ve con la misma belleza, creo que tiene miedo de oírme así de vuelta. “¡Es mi padre! ¡Él es mi padre!” gritaba como si hubiera alguien interesado en escucharme. Y es que había una sombra que lo vio y no lo dejó. Después de ella vinieron los señores esos, venían cada lunes. Desde entonces Miguel tenía más prisa. “Has aprendido todo Juan, ahora vas a llevar a Tomás y a Laura a la ciudad. Ya sé que no saben cantar, pero la niña es bonita así que pueden hacer algo allá juntos los tres. No era el futuro que quería darles, pero ¿qué le vamos a hacer? Nos quitaron la tierra mijo, nos la arrebató Dios”. Yo no creía en esas cosas. No me gustaba rezar antes de comer y no entendía nada de lo que decía el señor cura. A mi me gustaba ver a las señoras danzar y cantar en los maizales para que cayera la lluvia. Era alegre esa danza, ya hasta estaba aprendiendo el toque de los tambores. No imaginaba el camino a la ciudad sin Miguel, por eso decidí no irme sin él, pero no sabía que los señores vendrían con palos. Los vi y no pude detener el impulso en el pecho; se me llenó el cuerpo de vibraciones que escupí con todas mis fuerzas. “¡Es mi padre! ¡Él es mi padre!”. Los señores parecían no existir. Sólo los ojos de Miguel y la fuerza que lo despojó de los brazos ajenos y lo empujó hacia mi. Me vio sonriendo, llorando... “y tú eres mi hijo Juan”. No lo vi más, pero aquí, en casa de Doña Luz, todos saben que somos los niños de Miguel y que lo seguimos esperando como los campesinos a la lluvia y Laura a su primer bebé. “Vas a ser abuelo Miguel ¿ese era el futuro que soñaste para nosotros? Claro que el marido es hombre bueno, lo conocí yo mismo en los plantíos del patrón. Tomás sigue estudiando, ya es criador de vacas y viene a verme todos los sábados pal dominó. Vas a ser abuelo papá, ¡felicidades!”• 10


11


AXÉ

12


JUAN

A los 25 años extrañé por primera vez a mi padre. Fue cuando vi a Juan cortando madera, buscando los ángulos del tronco, preparando la mesa y los filos. Papá no supo nunca cómo cuidar la madera; la amaba y respetaba, pero no era su oficio. Juan, en cambio, la conocía mejor que nadie, de sólo verla podía entenderla, predecir su futuro. “Uno nace siendo lo que se es, no hay otra forma. Yo soy carpintero porque ya nací siendo. Dicen que fue Dios quien escogió, pero pa’ mi que somos nosotros, desde la barriga de la madre, que vemos y nos hacemos”. Así decía Juan. Y sí, allá en casa todos decían que era Dios, que él guiaba y marcaba lo que pasaba. Yo creía; papá, a veces; Juan, nunca. Él decía que había que entender que uno ya nacía sabiendo el camino, sólo que en el parto perdía la memoria y en la vida había que recuperarla. Por eso íbamos juntos a casa de la Chencha a beber sus jugos de guayaba, decían que ayudaban a la memoria y yo, la verdad, quería acordarme, pues en esos entonces no sabía ni pa’ dónde. Yo no era como Juan, no entendía nada de la madera ni del fierro como papá; yo gustaba de ver árboles, cortar los frutos y comerlos. “Pero eso no es un oficio”, decía mi padre, “de eso no se puede trabajar”. Y sí, era cierto; sólo Maurito podía cobrar por ir a espantar a las moscas, pero yo a quién le iba a cobrar. 13


JUAN

Quería acordarme. En sueños creía verme arreglando cañerías, manejando motocicletas, pescando en el río, construyendo casas... Después murió mi padre. “Así pasa, tú ten calma”, me dijo Juan un día, “vamos a ver si aprendes a lijar unas tablas, quién quita y alguno de tus árboles te trae de regreso al camino, o tal vez las guayabas. No te desanimes, tú crees en Dios ¿no?”•

14


TERRACERÍAS

15


AXÉ

54


Un camello

Tengo ya 27 años, la edad en que los camellos pierden la noción de camino, según Pedro, mi padre. Esperé primero tres horas, luego del primer carro pasó Julio con su carroza. Me fui con él y, en el poblado de Filadelfia, esperé otras tres horas. No pasó ningún carro. Caminé hasta la punta del río y bebí un poco de agua. Después pasó Miguel y me dejó ahí, cerca de la ciudad, embarazada. Me quedé unos tres años. Llegó Julito y con él todo se puso más complicado. Esperamos media hora cuando pasó Toño. Él nos llevó hasta el desierto, nos mostró su casa y hasta nos ofreció una vida ahí con él. Esperé, pero tenía que irme, así pasaba con los camellos, seguían, entraban en el camino sin poder detenerse. Eran las historias de Pedro, decía que yo era como ellos, tal vez por la joroba, o por los ojos perdidos. Dejé a Julito con Toño y me fui a la carretera. Pasó una sombra que me dejó sedienta, la seguí por noches, olía a tierra mojada, a agua. Esperé varios años antes de ver a Pedro de vuelta. Le quería decir que todo era mentira, que no existían animales que murieran a los 27 años, que yo no era más que una muchacha jorobada y perdida. Nos vimos vueltos sombras, sin desierto, me dio la bienvenida. •

55


56



AXÉ

2


TERRACERÍAS

Fotos / Photos: Laura Baños Jiménez 3


Bia, Brasil, 2010


Iuca, Brasil, 2010


Vivia, Brasil, 2010


Filho da Francisca, Brasil, 2010


Nênê, Brasil, 2010


Regina, Vitoria, Pingo, Brasil, 2010


Filha da Maria, Brasil, 2010



Damiana, Brasil, 2010

12


Raimundo, Brasil, 2010

13


IeiĂŞ, Brasil, 2010


Filho da Maria, Brasil, 2010


O Rio, Brasil, 2010


Fotografía /Photography: Laura Baños


2


backroads Lola DĂ­az Barriga



They were just kids that we used to see running on the road. We saw how they paid deep attention to the already known way to the city. That road which we used every Monday to go to Humana, in Cansanção. We discovered them as the time went by. After four months they gave us their stories, some parts of them. In exchange, we couldn’t give them promises, we could just give gratitude and some fruits. They, the characters of our journey, accepted without complaints and gave us the rights to this story. There are no more than childish hopes here... and will, deep will.

5


AXÉ

6


Exu

More than one time in life you will feel lost, totally lost. That’s where you hear the typical voice, you hear the other’s, your mom’s, your brother’s, your consciousness. Then, for some reason, you look down and see the mud between your toe nails and your strong feet sinking in the sand of the road. Crossroads are typical in life, but only some humans can look closely to find the God who inhabits them. They would be illuminated and be able to walk whatever path without fear. Knowing that if they fall, if it’s wrong, they would have someone to raise them up; they would hear the right voice that would give them peace and light. •

7


AXÉ

8


The children of Miguel

My name is Juan. I’m Tomás and Laura’s brother. I am the oldest. I learned from the fields. The father who raised me is not my father, nor is he Tomás’s or Laura’s. He’s just a good man who suffered from terrible loneliness and brought us to live with him. I was a teenager. I could read and take care of the beans and their land. Miguel told me one day: “You will be Juan, my eldest son, you are thirteen, according to the doctor, so you can learn to milk cows and harvest the boss’s land. Your brother is about five years old and the girl is about four, we will take care of them and if they come to be artists we’ll buy them a radio when they grow up”. The first nights I couldn’t sleep. I saw Tomás and Laura, they were quiet, but I couldn’t calm down. It was the barking of dogs, the smell of grass, the desire to ask questions. I started going with Miguel to the corn field. He always said: “He is Juan, my eldest son” and smiled proudly holding my shoulders. I was getting used to the name and the fact that everybody looked at me like a stranger, but it took me time to speak. It wasn’t that I didn’t want to speak, it was that the voice wouldn’t come out, the words got stuck. Tomás and Laura, however, cried and laughed all day. When Miguel and 9


the children of miguel

I went out to work, Doña Luz came to take care of them. When I finally spoke, she cried and Tomás didn’t see me with the same beauty. I think he’s afraid to hear me like that again. “He’s my father! He’s my father!”, I screamed as if there was someone interested in hearing it. Then a shadow and saw him. After it, those men came every Monday. Since then, Miguel was always in a hurry. “You’ve learned everything Juan. You are going with Tomás and Laura to the city. I know they can’t sing or anything, but she’s pretty so you can all do something together. It wasn’t the future I wanted to give you, but what can we do? they took our land my son, God took it away from us”. I don’t believe in those things. I didn’t like to pray before eating and I didn’t understand what the priest said. I enjoyed much more watching the ladies dancing and singing in the cornfields to the falling rain. That dance was happy. Actually I was learning to play the drums. I couldn’t imagine the way to the city without Miguel, so I decided not to go without him; however, I didn’t think the men would come with sticks. I saw them and I couldn’t stop the feeling in my chest. It was filling my body with vibrations so much that I had to spit with all my strength. “He’s my father! He’s my father!”. The men didn’t seem to exist. Only the eyes of Miguel and the force that stripped him from those men’s arms and pulled him towards me. He was smiling, crying ... “and you are my son Juan”. I never saw him again, but here, at Doña Luz’s house, everyone knows that we are the children of Miguel and that we are still waiting for him as farmers wait for the rain and Laura her first baby. “You’re going to be a grandfather Miguel. Is this the future that you dreamt for us? Of course her husband is a good man. I met him in the boss’s farm. Tomás is studying, and he’s also a cattle breeder. He comes to see me every Saturday to play dominoes. Your going to be a grandfather dad, congratulations!” • 10


backroads

11


AXÉ

12


JUAN

I was 25 the first time I missed my father. It happened when I saw Juan chopping wood, looking for the angles in the trunk of the tree, preparing the table and tools. Dad never knew how to take care of wood. He loved it and respected it, but it wasn’t his job. Juan, however, knew it better than anyone. Just by seeing it he could understand it, predict its future. “You were born what you are, there is no other way. I am a carpenter because I was born one. They say it’s God who chooses, but I think it’s we who decide. From our mother’s belly we see and we decide”. So said Juan. And yes, back home everyone said it was God who guided us and outlined what should happen. I believed so; daddy, sometimes; Juan, never. Juan said that we must understand that we’re born already knowing the way, but in labor we lose our memory and in life we should get it back. That’s why we used to go to Chencha’s house, to drink her guava juices. They said that it helps the memory and I, honestly, wanted to remember. Because back in those days I didn’t know where to go. I was not like Juan. I knew nothing about wood or iron. I just liked to see trees, cut fruits and eat them. “But that’s not a job”, my father said, “you can not work doing that”. And yes, it was true, only Maurito could work scaring off flies, but who was going to pay me? 13


JUAN

I wanted to remember. In dreams I could see myself fixing pipes, driving motorcycles, fishing in the river, building houses... Then my father died. “Such is life, you stay calm”, Juan told me one day, “let’s see if you learn to sand tables, who knows? may be one of your trees brings you back to the road, or maybe the guavas. Don’t get discouraged, you believe in God, right?”•

14


backroads

15


54


a camel

I am 27 years old, the age at which the camels lose track of the road, according to Pedro, my father. I waited for three hours. The first car passed and then it was Julio with his coach. I went with him and, in the town of Filadelfia, I waited for another three hours. No car passed by. I walked to the edge of the river and drank some water. After a while, Miguel came. He left me there, near the city, pregnant. I stayed about three years. Julito arrived and with him everything became more complicated. We waited half an hour when Toùo passed. He took us to the desert, showed us his house and even offered us a life there with him. I waited, but I had to go, like camels do, they continue, they go into the road without stopping. Those were the stories of Pedro, he said I was like them, perhaps because of the hump, or the lost eyes. I left Julito with Toùo and went to the road. A shadow passed by leaving me thirsty. I followed it for entire nights, it smelled like earth, like water.I waited for several years before seeing Pedro again. I wanted to say to him that everything was a lie, that there were no animals that died at the age of 27, that I was just a hunchback lost girl. We were shadows when we met again, without a desert, he welcomed me.• 55


Este libro se terminĂł de imprimir el 30 de mayo de 2012, en los talleres de Jorge Cuellar, T. 5530 1704, con un tiraje de 500 ejemplares. Las familias tipogrĂĄficas usadas son Agenda y FilosofĂ­a.

56


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.