La felicidad del cavernícola. Cómo sobrevivir sin smartphone

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漏 Ignacio Bellido, 2014 www.elefectobellido.com Comentarios sobre la edici贸n y el contenido de este libro a info@elefectobellido.com Queda prohibida, sin la autorizaci贸n escrita del titular de la obra, la reproducci贸n total o parcial del contenido de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

ISBN 978-84-617-1274-8



Ignacio Javier Bellido nació en Salamanca (España).

Posee

estudios

universitarios

en

Antropología y Educación Social. Su especialidad es el entorno del marketing y la psicología que envuelve el comportamiento del ser humano a la hora de tomar decisiones. Su libro “La ciencia del consumidor. Cómo las emociones y los sentidos seducen a la razón” (Siníndice 2013) ahonda en esta temática. Tras varios años de aventura profesional en SAGE SP compañía multinacional líder en el desarrollo y creación de software para la empresa, sus esfuerzos se centran en el entrenamiento y capacitación de profesionales. A lo largo de estos años, ha colaborado con las principales empresas de formación en España lo que le ha permitido dar el salto a América y llevar hasta el nuevo continente su labor docente.


“Es necesario revisar nuestra forma de vivir. El desarrollo tiene que ser a favor de la felicidad humana porque ese es nuestro tesoro más importante” PEPE MÚJICA, presidente de Uruguay en su discurso ante las Naciones Unidas Río de Janeiro, 2012


ÍNDICE INTRODUCCIÓN: MODERNIDAD DIGITAL . . . . 6

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

HABLAR SIN EMOTICONOS . . . . . . . . 14 SIN AMIGOS EN FACEBOOK . . . . . . . . 26 SOBREVIVIR SIN APP’s . . . . . . . . . . 36 CAMBIA DE COMPAÑÍA Y DE MÓVIL . . . 44 MOVIMIENTO ES VIDA . . . . . . . . . . . 50 COME COMO TUS ANTEPASADOS . . . . 56 DEJA DE TOCAR LA PANTALLA . . . . . . 63


INTRODUCCIÓN MODERNIDAD DIGITAL Pasó un cuarto de siglo hasta que tuve mi primer teléfono móvil. Más de tres décadas hasta que porté en mi bolsillo un smartphone o teléfono inteligente. Hoy, que ni uno ni otro ocupa mis bolsillos y desvelos puedo decir que el mundo no se acaba sin ellos. Estando a más de diez mil kilómetros de distancia de mis familiares y amigos, en un país en el que no conoces a nadie, perder el smartphone puede parecer el mayor de los contratiempos. Una vez que sucede se descubre que la tragedia no es tanta. Si bien

este dispositivo ayuda a acercar a quienes

están lejos, le hace a uno consciente del ansia por lo inmediato, por querer estar siempre conectado con todo un mundo que es incapaz de abarcar, por mucha red social digital de la que se forme parte y por atractiva que pueda resultar.


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Cuando somos felices no solemos darnos cuenta de que lo somos, sin embargo, en el momento en el que nos vemos expuestos a altas dosis de dolor o a una tragedia que nos desgarra por dentro, tomamos conciencia del estado de felicidad en el que nos hallábamos antes de que estos sucesos acontecieran. Hace apenas un año tuve que hacer frente a tres acontecimientos dolorosos: la muerte de mi padre, la separación de mi pareja y el cierre de mi negocio. Mirado con perspectiva, un año después, descubro que lo que hoy me roba el sueño no es ninguna de esas tres cosas, sino el haber extraviado el teléfono móvil. Sorprendido por este hecho me he visto en la necesidad de analizar cuáles han sido las razones que me han permitido alcanzar la serenidad y bienestar que experimento. La sorpresa que me he llevado una vez enumeradas ha sido máxima, al terminar de leerlas ha asaltado mi mente la imagen del hombre de cromañón, un cavernícola con mi rostro y, partir de esa imagen, he decidido escribir estas líneas.


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La angustia que durante unos días me ha generado haber perdido el teléfono era causada porque me sentía en un estado total de desconexión, había perdido una herramienta que consultamos alrededor de ciento cincuenta veces al día, padecía lo que se conoce como FOMO (fear of missing out) o miedo a perderse algo. Mi mente no dejaba de elucubrar ideas y lanzar hipótesis que tenían por seguro que, en ese momento, estaban sucediendo cosas importantes (llamada de trabajo, un suceso trágico que podría haber afectado a un familiar, un correo que llevaba días esperando…) de las que cuando fuese informado ya no podría participar en el devenir, lo cual me hacía sentir excluido, fuera del mundo. Estaba dominado por el terror que me generaba no poder saber de los demás y que éstos tampoco tuvieran la oportunidad de saber de mí. Conforme los días avanzaban y la ansiedad se rebajaba cobré conciencia de que lo que realmente era motivo de real de lamentación por mi descuido era la pérdida de oportunidades para decir te quiero y tampoco poder escucharlo, de


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lanzar o recibir mensajes de ánimo, de no dar ni obtener besos. Hoy, en un mundo en el que mayores recursos para el bienestar poseemos, en el que ya no es necesario recorrer largas distancias y cargar con baldes de agua para saciar la sed, en un mundo donde para encontrar una pieza de carne que llevarse a la boca basta con recorrer un centenar de metros, un entorno en el que hemos reducido al mínimo las oportunidades de que un depredador ponga en peligro nuestra existencia… en este mundo, nos empeñamos en definirnos más infelices que nunca. Los diagnósticos de enfermedad por depresión van en aumento, cuatro de cada cinco personas afirman vivir episodios de estrés. El consumo de antidepresivos, estimulantes y psicofármacos es la norma a seguir para ser capaces de sobrevivir en las junglas de asfalto. El café, el té, las bebidas azucaradas ha pasado a ser el petróleo de nuestra civilización. Creo que ha llegado el momento de decir STOP, y plantearnos qué estamos haciendo. Volvamos a analizar qué era lo que nos


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hacía felices cuando lo éramos y no sabíamos que lo estábamos siendo. La felicidad es una emoción que experimentamos en el presente, es en el aquí y en el ahora donde la disfrutamos. Ni el pasado ni en el futuro podemos experimentar la felicidad porque ésta solo es posible en el ahora. Sin embargo, creo que el pasado puede ayudarnos a vivir un presente de felicidad y por ello propongo una vuelta al origen, a los tiempos en los que vivíamos en una cueva. Propongo recuperar los pilares del estilo de vida que empleábamos en aquella época. Abandonar, por un tiempo, el entorno urbano y el continuo deseo de progreso económico por un modo de vivir que apueste por una mayor intensidad en nuestras relaciones afectivas, contribuya a satisfacer nuestros impulsos de exploración y aprendizaje, todo ello, en un cuerpo mucho más saludable y mejor preparado para combatir las enfermedades y contratiempos.


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Volvamos a ser cavernícolas. En la simplicidad de su estilo de vida podemos encontrar altas dosis de felicidad y toda ella se alberga debajo de nuestra piel, no de la piel hacia fuera. Continuamente nos llegan mensajes sobre una felicidad que se forja de la piel hacia fuera: riendo, pasándolo bien, acudiendo a lugares y recurriendo a remedios que prometen una diversión de la que hay que hacer continua ostentación. Las redes sociales están pobladas de fotografías que muestran estos momentos donde la mayoría se esfuerza en mostrar su felicidad pues nadie quiere mostrarse infeliz a ojos de los demás. Nadie quiere labrarse una reputación de persona deprimida, amargada y triste. Este deseo fomenta el consumo de estimulantes en sus diferentes formas del que hablábamos antes. Nos rodea la exhibición continua de una felicidad digitalizada medida por las pulgadas de la pantalla en la que contemplar la felicidad digital de los demás. Para adoptar al estilo de vida cavernícola no es necesario abandonar nuestros hogares ni despoblar


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las ciudades para ir en búsqueda de cuevas en entornos escarpados próximos a un arroyo, no es siquiera necesario apagar ni

desconectar nuestros

teléfonos, ni tampoco hay que cancelar el contrato con nuestro operador de telefonía. No estoy hablando de esto. Es algo mucho más sencillo, basta recuperar los que los siete elementos sobre los que la vida de estos hombres de la caverna se sustentaban y que pueden seguir siéndonos muy útiles hoy en día. Estos siete recursos o pilares sobre los que cimentar la vida los tenemos a nuestro alcance ya que son parte sustancial de la naturaleza del ser humano. Sucede que, en muchas ocasiones, los hemos descuidado, hemos dejado de utilizarlos y los hemos sustituido por otros que consideramos necesarios (acumulación de riqueza, reconocimiento, éxito social y laboral, adecuación a una imagen lindante a la perfección y ausente de defectos) porque son capaces de estimular nuestros deseos pero terminan por generarnos altos niveles de malestar y frustración. Por ello, volvamos al origen. Volvamos a ese modo de


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vivir que construimos alrededor de un fuego y del calor que de él emana. Retornemos allá. Para emprender este viaje no hace falta despojarse de nuestras ropas ni que caminemos desnudos o apenas cubiertos con unas pieles, ni siquiera es necesario descalzarse, sólo es necesario vencer el pudor de reconocer que hay una parte primitiva en cada uno de nosotros, algo primario que nos mueve y que nos reporta mucha satisfacción cuando, sin fisuras, sin tapujos, sin máscaras, nos relacionamos libremente con nuestros semejantes y con el medio en el que nos movemos.


La felicidad del cavernícola es una propuesta que trata de hacer frente a la invasión de nuestros hogares por parte de los dispositivos móviles y las redes digitales. Éstos se han apoderado de los rincones más íntimos de nuestras vidas en busca del más breve instante que permita mostrar y construir la felicidad digital. Para ello nos ofrece un viaje al pasado para redescubrir las siete estrategias evolutivas que nos han permitido, durante miles de años, sobrevivir como especie. El recorrido comienza con la construcción una red de afectos limitada a un grupo reducido de personas, pasando por la necesidad de cambio constante, terminando por la propuesta de volver a utilizar el sexo como bien de intercambio. Para emprender este viaje no hace falta despojarse de nuestras ropas ni que caminemos desnudos o apenas cubiertos con unas pieles, ni siquiera es necesario descalzarse, sólo es necesario vencer el pudor de reconocer que hay una parte primitiva en cada uno de nosotros, algo primario que nos mueve y que nos reporta mucha satisfacción cuando, sin fisuras, sin tapujos, sin máscaras, nos relacionamos libremente con nuestros semejantes y con el medio en el que nos movemos.

ISBN 978-84-617-1274-8


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