8 minute read
PORTADA
¿Deberá la iglesia solo enfocarse en las necesidades espirituales de las personas y descuidar las humanas? O, ¿será que la iglesia atiende las necesidades espirituales en primera instancia y luego atiende las necesidades humanas? O, ¿atiende primero las necesidades humanas y espera que la persona de alguna manera logre satisfacer sus necesidades espirituales?
JOSH MCDOWELL & SEAN MCDOWELL
Advertisement
¿CUÁL ES LA TAREA DE LA IGLESIA?
Las necesidades de los hombres y mujeres
pueden ser colocadas en dos amplias categorías: necesidades humanas y espirituales. Las necesidades humanas incluyen cosas tales como necesidades emocionales, físicas, mentales/educacionales, económicas y demás.
Las necesidades espirituales incluyen cosa tales como la necesidad de ser redimido y justificado por gracia a través de la fe en Jesús, la necesidad del Espíritu Santo, la necesidad de ser constantemente renovados por medio de la oración, la Palabra de Dios y demás. ¿Cuál de estas dos necesidades, las humanas o las espirituales, es la más importante? Antes que salte usted a lo que puede pensar que es la conclusión obvia, considere la siguiente historia adaptada de un libro escrito por el pastor y especialista de iglesias David Ferguson, titulado La iglesia que nunca está solitaria.
HISTORIA PARA RECORDAR El pastor apenas tiene dos minutos de haber comenzado su sermón cuando la puerta lateral en el frente del auditorio se abre de golpe. Todas las personas voltean a ver a dos hombres entrar, un sucio vagabundo, y el otro un hombre delgado con los ojos hundidos, arrastrando los pies y tambaleándose. Detrás de los hombres entra una mujer mal vestida con dos niños pequeños.
Los ojos de toda la congregación se mueven nerviosamente entre su pastor y estos visitantes inesperados. El aire está cargado con preguntas no enunciadas. ¿Quiénes son estas personas y que desean? ¿Cómo los dejaron pasar los ujieres en la entrada? ¿Estarán borrachos o drogados? ¿Irán a hacer un escándalo en el servicio? ¿Alguien ha pensado en llamar a la Policía? Sin embargo, todos se quedan muy quietos.
El pastor se baja de la plataforma y se acerca al vagabundo y le dice “¿Cuál es tu historia?” El hombre dice: “No he tenido trabajo por dos años. No tengo casa, y pido limosna o robo lo que puedo para mantenerme vivo”.
El pastor mira al siguiente hombre, le hace la misma pregunta, este responde: “Estoy bajo fuertes medicamentos, estoy en las etapas finales del SIDA. Como homosexual he tenido múltiples compañeros”.
Finalmente, el pastor va hacia la joven y le hace la misma pregunta, ella responde: “Soy una madre soltera que no tiene trabajo y dependo del sistema de caridad pública. No sé exactamente quién es el padre de mis hijos”.
El pastor mira a todos los que están en el auditorio y pregunta: “¿Cuáles son las verdaderas necesidades representadas en estas historias y como las vamos a satisfacer?” ¿Cómo contestaría usted esa pregunta? ¿Cómo contestaría su iglesia? Algunas personas dirían: “Necesitan a Dios por sobre todas las cosas. Tienen una necesidad espiritual de confesar sus pecados. La señora debe dejar de aprovecharse de la caridad pública, y todos necesitan enderezar sus vidas”. Sin embargo, otro grupo de personas
dirían: “Antes que nada, necesitamos ofrecerle esperanza a esta gente. Todos necesitan aceptación incondicional, consuelo y apoyo inmediato. Uno necesita casa y comida, dos necesitan un abogado que les ayude a ponerse en pie nuevamente, y el otro necesita cuidado y atención médica. Tienen necesidades humanas y debemos satisfacerlas”.
La verdadera pregunta es esta: ¿Deberá la iglesia amar a estar personas primeramente enfocándose en sus necesidades espirituales, o se debe enfocar primero en sus necesidades humanas?
¿ES PRIORIDAD? Esta pregunta no se habría hecho si algo importante no hubiera ocurrido poco después de que comenzara el Siglo Veinte. Por décadas la iglesia había estado a la cabeza de las reformas sociales y los movimientos que resolvían las necesidades humanas sin descuidar su necesidad espiritual.
Sin embargo, algunos líderes que empezaron a rechazar ciertas doctrinas fundamentales de la fe y de la iglesia, también empezaron a interpretar el cristianismo en términos de ser un evangelio social, descuidando la dimensión espiritual. Los conservadores vieron esta participación en la acción social corno un sustituto de la verdad y un descuido del aspecto espiritual. Como sucede a menudo, una reacción hacia un extremo tiende a producir un error opuesto.
Después de 1925, un gran número de iglesias conservadoras se apartaron de los aspectos sociales en un esfuerzo por rechazar la teología liberal y tomar una postura basada en la verdad. “A este cambio se le ha llamado 'El Gran Retroceso'”.
Los efectos secundarios de este cambio todavía están presentes, cuando aún hoy muchas iglesias conservadoras ven una clara separación entre satisfacer las necesidades humanas y las necesidades espirituales y han optado por enfocarse principalmente en el lado espiritual.
Es muy claro que si la iglesia solo soluciona necesidades humanas y nunca se enfoca en necesidades espiritua-
les, ocurre una falta de equilibrio. Pero el Gran Retroceso ha provocado un desequilibrio en la dirección opuesta.
Así que, ¿cuál es la prioridad bíblica? ¿Deberá la iglesia solo enfocarse en las necesidades espirituales de las personas y descuidar las humanas? O, ¿será que la iglesia atiende las necesidades espirituales en primera instancia y luego atiende las necesidades humanas? O, ¿atiende primero las necesidades humanas y espera que la persona de alguna manera logre satisfacer sus necesidades espirituales? O, ¿será que resuelve sus necesidades humanas como un método para alcanzar a la persona espiritualmente?
JESÚS RESPONDE Jesús les dijo a sus discípulos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40). Jesús estaba diciendo que debemos amar a Dios con todo lo que somos: espiritual, emocional, mental, física y económicamente. Él no puso las necesidades humanas antes que las espirituales o las espirituales antes que las humanas.
Jesús no le dijo al ciego, “Si no crees en mí como tu salvador, entonces no te sanaré”. Ni le dijo al cojo, “Hagamos un trato; te reparo las piernas para que estén sanas si tu inicias una relación conmigo”. Jesús fue movido a compasión por las necesidades humanas y espirituales de estas personas y se lanzó a resolver ambas.
La Biblia describe un encuentro entre Jesús y un hombre llamado Zaqueo, un recolector de impuestos. El pueblo judío se irritaba por tener que pagar impuestos a los romanos y se resentían aún más con los judíos que les hacían ese detestable trabajo a los romanos. Muchas veces estos recolectores de impuestos extorsionaban a la gente para llenar sus propios bolsillos. Así que como pecador tenía la necesidad espiritual de ser perdonado. Siendo rechazado por sus conciudadanos judíos tenía la necesidad humana de sentirse aceptado.
Zaqueo se había trepado a un árbol para ver mejor a Jesús de Nazaret quien iba pasando. Cuando Jesús alzó la mirada para verlo, lo primero que dijo fue: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” (Lucas 19:5). Las Escrituras dicen que “Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador” (Lucas 19:6-7).
Al comer con este pecador, Jesús no comprometió la verdad. Lo que hizo Jesús fue encontrarse con Zaqueo en el punto de su necesidad de aceptación, y el recolector de impuestos le respondió con arrepentimiento diciendo: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cua-
druplicado” (Lucas 19:8). El acercamiento relacional de Jesús resolvió ambas necesidades, la humana y la espiritual.
Esta es otra manera de decir que el Gran Mandamiento de Jesús de amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos está inseparablemente unido a su Gran Comisión de “ir y hacer discípulos” (Mateo 28:19). Los discípulos nacen del amor a Dios y a nuestros prójimos, encontrando a la gente en su punto de necesidad tanto humana como espiritual. En otras palabras, nuestras necesidades humanas y espirituales se resuelven por un amor que dice: “Yo tengo cuidado de ti, me importas, y mi amor entrará en acción para encontrarte en el punto de tus necesidades físicas, emocionales, espirituales, económicas y todas las otras necesidades”. Es un amor que ama a toda la persona. El apóstol Juan estaba hablando de esa clase de amor cuando dijo “No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad...” (1 Juan 3:18-19).