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DEVOCIONAL
“José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente… he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros…” Mateo 1:19-25
Rev. Ramón Aponte
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DIOS CON NOSOTROS
Cuando el ángel se presentó a José en sueños,
le dio ciertas indicaciones cuando naciera el niño. Una de ellas era el cumplimiento de lo que ya había sido establecido por Dios mismo, alrededor de setecientos años antes, cuando habló por medio del profeta Isaías (Is. 7:14). Entonces había hecho el anuncio que llegaría al mundo a través de una virgen y que su nombre sería Emanuel. En el Nuevo Testamento, que estaba escrito en griego y no en hebreo, se aclara “que traducido es: Dios con nosotros” (Mt. 1:23).
Hablar de que aquel niño llegaría a ser “Jesús”, es describir al Dios que vino al mundo con poder y acción para derrotar al demonio y a la muerte, sufriendo la consecuencia de los pecados. Pero para que ello llegue era necesario que Dios estuviera con nosotros.
De ese modo, “Emanuel” es la descripción más amplia de lo que significó la encarnación. Cristo nuestro Salvador es la misma presencia de Dios en este mundo, a nuestro lado (Jn. 14:8-10).
TODOS PODEMOS SENTIRLE CERCA Para los paganos, que habían llegado en algunos casos, como Platón o Aristóteles, a vislumbrar la posibilidad de un Dios único, este era un ser lejano y ausente del mundo. Para los mismos judíos, el temor supersticioso a la posibilidad de ver a Dios tenía su raíz en la conciencia de que “Dios está en los cielos, y tú sobre la tierra” (Ec. 5:2).
La primera noticia de su llegada fue de sentido popular, a un grupo de personas pobres. No fue un anuncio hecho reservadamente en la corte, para que el rey se enterara del gran hecho. Los pastores tampoco se sintieron dueños de la noticia, sino que “volvieron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho… y todos los que oyeron se maravillaron de lo que los pastores les decían” (Lc. 2:18-20). Tampoco encontramos al Señor solo. Por el contrario, los relatos se cuidan de aclarar que encontraron al niño, pero no solo, sino con José y con su madre (Mt. 2:11 y Lc. 2:16).
CON NOSOTROS SIN DISTINCIONES SOCIALES La referencia a los pastores y el hecho concreto de que se apareció primero a ellos, puede llevar nuestra mente que Cristo vino de alguna manera especial para los pobres. Pero no es así. El vino para los pobres y ricos. Lo demostró claramente cuando su estrella apareció a los magos en
el Oriente al mismo tiempo que la gran luz brillaba sobre los pastores en los campos de Belén. Cristo lo demostraría durante toda la vida, pues jamás dejo de atender a un Nicodemo, a un Jairo, a un centurión, a un Simón fariseo y a tantos otros. Por supuesto que los pobres le seguían en mayor número; entre otras razones evidentes están su mayor facilidad para el movimiento físico, su enormemente mayor número, aparte de que su misma situación le llevaba a buscar ayuda. Jesús no oculto que los ricos entrarán difícilmente en el reino de los cielos, aunque luego aclaró que esa observación era para los que confían en las riquezas (Mt. 10:23-25). Esto nos muestra que el Señor está “con nosotros”, al margen de que seamos sabios o ignorantes no importa la condición social o cultural.
CON NOSOTROS, SIN DISTINCIÓN DE PUEBLOS Es cierto que Él nació en un pueblo determinado. Naturalmente no podía nacer en todos a la vez. Porque fue en el pueblo judío, es uno de los misterios de la mente divina que se escapan del razonamiento humano. Sin embargo eso fue lo que Dios determinó. Si Dios pudo estar con los judíos, ¿Cómo no podrá estar con nosotros? Cuando Él escogió a aquella raza, nos estaba ayudando precisamente a universalizarlo. Pero, aunque los mismos judíos nunca quisieron entenderlo, Él nació para todos los pueblos. Los ángeles vinieron y cantaron “en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres” (Lc. 2:14), sin poner ninguna clase de límites geográficos.
ESTÁ HOY, COMO ESTUVO ENTONCES Para Dios no hay generaciones. Así como José y María podían sentir a “Dios con nosotros”, lo mismo podemos afirmar nosotros en estos tiempos, “Dios con nosotros”. Eso me incluye a mí, me da la seguridad de su presencia y también me da la seguridad de que formo parte de un pueblo que existe precisamente porque el vino al mundo y desde entonces y por la eternidad está “con nosotros”. Amén.