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HÉROE DE LA FE

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Defensor de la sana doctrina, Cyrus Hamlin fue un misionero norteamericano que sembró la Palabra de Dios en el corazón del Imperio Otomano durante 35 años. Salvó miles de almas y se esforzó para demostrar que el Evangelio es el único camino de salvación.

UN MISIONERO EN TURQUÍA

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ALFRED FOSTER

PREDICADOR, MAESTRO Y ESTADISTA, el reverendo Cyrus Hamlin desarrolló en vida una notable labor evangelística que lo encumbró como uno de los más destacados misioneros de los Estados Unidos del siglo XIX. Defensor de la sana doctrina, sembró la Palabra de Dios en el corazón del Imperio otomano, puente entre Oriente y Occidente, y durante más de seis décadas luchó para demostrar que el Evangelio de Jesucristo constituye el único camino de salvación para la humanidad. Partícipe de una época de grandes acontecimientos, como el nacimiento del telégrafo, fue un siervo del Creador que siempre empleó su tiempo para buscar la redención de las almas y nunca dejó de pregonar el mensaje del Rey de Reyes. Su trabajo en beneficio del cristianismo fue excepcional debido a las condiciones adversas en las que difundió las enseñanzas de Cristo. Respaldado en el Evangelio, salvó miles de ovejas descarriadas en los treinta y cinco años que permaneció en Turquía. Protector de los oprimidos, provisto de una esperanza inquebrantable y una bondad celestial, el hermano Hamlin llegó al mundo en la localidad de Waterford, una pequeña población agrícola del estado de Maine, el 5 de enero de 1811. Hijo de los creyentes Hannibal Hamlin y Susan FaulkEn el inicio de su estancia en Constantinopla, capital de distintos imperios a lo largo del tiempo, tuvo que soportar la animadversión que reinaba allí en contra de los predicadores cristianos. Sin embargo, el 4 de noviembre de 1840, abrió las puertas de una institución de enseñanza teológica para difundir la Palabra de Dios.

ner, creció en una finca donde aprendió a amar con todo el corazón al Altísimo y a examinar con cuidado y atención las Escrituras. Huérfano de padre a los siete meses de edad, fue educado con prudencia y sabiduría por su madre. Instruido en su niñez en la escuela de su pueblo, pasó una infancia feliz en la que escuchó, a menudo, las alentadoras noticias que publicaba el diario “Heraldo Misionero” sobre el trabajo evangelístico a nivel mundial. Luego de cumplir dieciséis años, fue enviado a la ciudad de Portland, la más grande de Maine, para ser aprendiz en el establecimiento de su cuñado Charles Farley. Allí, apoyado en una Biblia regalada por su progenitora, siguió interesándose en las cosas de Dios.

El aprendizaje

Resuelto a ser parte de la grey del Redentor y alentado por sus familiares, se entregó al Altísimo el 6 de mayo de 1828. Entonces, las Sagradas Escrituras se volvieron su libro de cabecera y exploró obras espirituales de autores como el misionero Jonathan Edwards, uno de los más célebres teólogos en la historia estadounidense, y el reverendo Philip Doddridge, siervo inglés quien desplegó un vasto quehacer doctrinal, que reforzaron su fidelidad al cristianismo. A principios de mayo de 1829, resuelto a transformarse en un instrumento para la gloria de Jehová, abandonó el negocio de Farley y eligió dedicar su existencia al Salvador. En aquel momento, decidido a empezar de cero, optó por anotarse en la Academia Bridgton, una institución situada en el condado de Cumberland, para prepararse con el objetivo de ingresar a la universidad. En esta institución sus días fueron de gran bendición y aprendió conocimientos que consolidaron su fe. En 1830, tras formarse en las aulas de la Academia Bridgton, fue admitido en el “Bowdoin College”, un centro de enseñanza universitaria ubicado en la metrópoli de Brunswick, donde su interés por el trabajo evangelístico en tierras extrañas se fortaleció y evidenció su amor por Jesús a través de una serie de iniciativas evangélicas. A mediados de 1834, después de cuatro años de estudios en los que aprendió latín y griego, se graduó con honores en la universidad más antigua de Maine. Semanas después de alcanzar su licenciatura, se inscribió en el Seminario Teológico de Bangor, una escuela doctrinal del norte de la región de Nueva Inglaterra, para capacitarse en el ministerio

pastoral. Dirigido por el reverendo Enoch Pond, un destacado erudito y escritor cristiano, en el citado centro evangélico profundizó su sabiduría de las enseñanzas impartidas por el Señor. Fueron tres años de aprendizaje que lo ayudaron a transformarse en obrero de Dios.

Gran siembra

El 3 de octubre de 1838, preparado para irradiar las buenas nuevas entre los paganos de Asia, fue ordenado ministro de Jesucristo. Sesenta días después, con el apoyo de la Junta Estadounidense de Comisionados para Misiones Extranjeras, una de las primeras organizaciones misioneras de Norteamérica, zarpó hacia el puerto de Esmirna, ubicado a orillas del mar Egeo, al que arribó el 17 de enero de 1839. Al cabo de diez días, se dirigió a la ciudad de Constantinopla (hoy Estambul). En el inicio de su estancia en la milenaria e histórica urbe, capital de distintos imperios a lo largo del tiempo, tuvo que soportar la animadversión que reinaba allí, en aquel momento, en contra de los predicadores cristianos. Sin embargo, el 4 de noviembre de 1840, abrió las puertas de una institución de enseñanza teológica, como parte de sus esfuerzos para difundir la Palabra de Dios, en una casa que alquiló en el barrio de Bebek, jurisdicción emblemática de Constantinopla. Su escuela misionera, llamada Seminario Bebek, pronto se llenó de estudiantes de origen armenio. En ella, más allá de una formación centrada en el Creador, ofreció de forma gratuita instrucción laboral, alimentos y soporte humanitario para contrarrestar la pobreza extrema de sus alumnos. Además, fue determinante para la consolidación de la lengua armenia y generó los fondos necesarios para la construcción de trece iglesias evangélicas en los dominios del Imperio otomano. El 16 de setiembre de 1863, después de permanecer más de veinte años al frente del Seminario Bebek, inauguró el “Robert College”, el primer colegio cristiano del territorio turco, con el soporte económico del filántropo norteamericano Christopher Rhinelander Robert. De rápido crecimiento, la institución evangélica logró en 1869,

Impedido de retomar su quehacer formativo en tierra turca, de donde salió en 1873, colocó sus energías en la promoción de la importancia de las misiones evangélicas en regiones dominadas por el paganismo, la hechicería y la maldad. Su poderosa voz nunca se calló cuando el cristianismo estuvo en peligro. gracias a las innumerables gestiones que realizó ante las autoridades locales, contar con la protección del Gobierno de los Estados Unidos.

Poderosa voz

Convertido en el primer presidente del “Robert College”, cargo en el que se mantuvo hasta 1877, lideró un proyecto educativo que se constituyó en un faro inexpugnable del poder divino y cuyo mayor fruto fue irradiar la luz del Creador en medio de un señorío marcado por la oscuridad. Firme en sus convicciones de ofrecer una formación académica basada en la sana doctrina, no escatimó esfuerzos para hacer de su escuela un espacio en el que prevaleciera la Palabra del Altísimo. Luego de dejar la presidencia de la organización patrocinada por el mecenas Robert, el siervo Cyrus empezó a brindar lecciones de teología en el Seminario Teológico de Bangor. Impedido de retomar su quehacer formativo en tierra turca, de donde salió en 1873, colocó sus energías en la promoción de la importancia de las misiones evangélicas en regiones dominadas por el paganismo, la hechicería y la maldad. Su voz nunca se calló cuando el cristianismo estuvo en peligro. En 1880, la Universidad de Middlebury, situada en el estado de Vermont, lo eligió como su presidente. Durante cinco años, bregó sin cesar para que esta institución de enseñanza superior, una de las más prestigiosas del territorio estadounidense, recupera su estabilidad financiera. El 1 de julio de 1885, después de introducir varias mejoras administrativas, renunció a su cargo y con gran respeto, gratitud y estima se despidió de las personas que confiaron en sus virtudes como gestor. Impulsor de acciones consistentes con las verdades que contiene la Biblia, el pastor Cyrus Hamlin se marchó a la patria celestial el 8 de agosto de 1900. Su muerte, producida de forma natural, fue un hermoso y apropiado cierre para una carrera evangelística notable por los logros espirituales que alcanzó en más de sesenta años al servicio de Dios. Maestro misionero, creyente fiel y predicador intrépido, le brindó un poderoso impulso al Evangelio en Estados Unidos y Turquía.

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