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La Ciudad Inteligente en el contexto latinoamericano

M.C. Ericka Toledo Zurita*

Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la digitalización en la agenda urbana. También recorre Asia, Norte América y África. En menor medida, América Latina y el Caribe. De acuerdo con un estudio de reconocimiento de la Unidad Operativa de Gobernanza Electrónica impulsada por políticas públicas de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-EGOV), mientras que en Europa se ha determinado que las iniciativas relacionadas con el tema de ciudades inteligentes abarcan aproximadamente el 37%, en América Latina y el Caribe este número se reduce a un 9%1. Esto implica que la región presenta un rezago importante en términos de implementar políticas que hagan uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC’s) para promover la sustentabilidad, incrementar la calidad de vida, así como promover la participación ciudadana, además de otros beneficios como los servicios médicos remotos, un incremento en la conectividad social, la innovación gubernamental, la anticipación ante posibles desastres, el desarrollo de nuevos modelos de negocios, entre otros temas. Esta encomienda es parte de diversas agendas internacionales, en las que resalta la Agenda Digital para América Latina y el Caribe de la CEPAL, “eLAC2018”, así como los esfuerzos para utilizar la tecnología como herramienta transversal para la implementación de la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo Sostenible.

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Si bien el concepto Smart o inteligente se refiere principalmente al uso de las TIC’s, es importante descolonizar dicho término y, por otro lado, contextualizar su implementación en base a interpretaciones locales surgidas –o por surgir– en la región Latinoamericana. Este mismo debate se ha presentado en la definición y adaptación de términos y compromisos adquiridos a nivel global, como el desarrollo sustentable, que suelen ignorar el llamado cuarto pilar de la sustentabilidad: la dimensión institucional / cultural. Con frecuencia, los países donantes definen el discurso de los temas globales, los cuales son filtrados hacia las políticas y discursos regionales y nacionales sin tomar en cuenta la perspectiva nacional y subnacional. Aquí es donde el co-diseño e implementación de políticas públicas debe integrar la visión, experiencia y objetivos de los diferentes grupos sociales, de manera que surja un enfoque enraizado en las peculiaridades y condiciones locales, incrementando así la probabilidad de éxito de las iniciativas planteadas. Por estas razones, a finales del siglo XX se desarrolló una gran cantidad de enfoques participativos principalmente en políticas de cooperación para el desarrollo, donde las partes interesadas incidían tempranamente en el diseño de los programas y proyectos, en vez de ser meros receptáculos de información y tecnología como se realizaba convencionalmente.

La presencia de discursos, agendas y conceptualizaciones hegemónicas aporta poco en la adopción de políticas relevantes para devenires actuales -como es la evolución del ser humano en un Homo Digitalis-. ¿Qué significan para una comunidad determinada? ¿A qué aspiran estos rostros sin nombre en relación con lo que plantean las agendas internacionales? ¿Qué especificidades surgen del debate Latinoamericano en la materia? ¿Es irremediable adoptar una versión euro-centrista de la “inteligencia” urbana? En una región cuyo contexto comprende fenómenos de alta pobreza, corrupción e inequidad social, aunados a cambio de clima extremos, degradación ambiental, incipiente crecimiento urbano y un grave déficit democrático, ¿Cómo se visualiza una ciudad inteligente?

Un tema central en la implementación de una política pública de tal magnitud deberá comprender, en regiones con rezago socio-económico, unplan de acción para el desarrollo de competencias digitales y el acceso a la tecnología necesaria, además de garantizar derechos humanos fundamentales como la transparencia, la protección de la intimidad, el debido entendimiento de las condiciones contractuales del uso de tecnologías y aplicaciones digitales. El acceso a Internet es sólo una parte del proceso, pero no el proceso en sí. Tomando en cuenta las estadísticas nacionales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en términos del uso del Internet, es claro que aún queda mucho por hacer para incorporar a la ciudadanía a actividades como el pago de servicios en línea, para lo cual las personas de 25 años en adelante deberán de aprender a utilizar las plataformas habilitadas para ello. Pero ¿Qué hay de la capacidad para entender este complejo mundo digital y sus implicaciones legales, ambientales y sociales? Este camino evolutivo es disruptivo de la economía, los vínculos sociales, el medio ambiente. ¿Qué más requerimos para prepararnos? ¿Qué deseamos definir y controlar de manera activa para asegurarnos que nuestra calidad de vida aumenta y no decrezca?

La ciudad inteligente podría servir para descentralizar la participación, la economía, el acceso a oportunidades, así como transparentar los trámites gubernamentales, el gasto público y los apoyos sociales.

Las alternativas conceptuales del fenómeno ‘Smart’ deberían representar una expresión de la diversidad global, así como una aportación al debate desde el contexto histórico-cultural propio. La configuración deseable de una ciudad y sus políticas públicas aniquila esta expresión única y valiosa, limitando la capacidad regional definitoria de los fenómenos.

Considerando que una ciudad es inteligente cuando se promueve, por ejemplo, el desarrollo sustentable, será importante que los ejes de acción de una política pública ad hoc a la materia incluya aspectos sociales, políticos, ecológicos, culturales, entre otros. En el caso del cambio climático, los edificios inteligentes o pasivos son vistos como una gran herramienta para promover la eficiencia energética. Múltiples empresas alrededor del mundo ofrecen tecnologías de punta para desarrollos de Smart Housing, así como certificaciones con reconocimiento internacional. Sin embargo, ¿Debemos entender el uso de tecnologías como limitado solamente a aquellas de tipo informático o de comunicación? ¿Qué pasa, por ejemplo, con tecnologías basadas en materiales locales para lograr una eficiencia energética a través del aislamiento térmico, comoes el caso del adobe? ¿Es esta tecnología inteligente? Si tomamos en cuenta las condiciones de pobreza anteriormente mencionadas, ¿No sería esta opción la mejor estrategia económica, ecológica y cultural para la construcción de casas en América Latina frente a climas cambiantes y extremos como los que se experimentan, por ejemplo, en Coahuila? Este ejemplo y muchos más merecen ser explorados con una mente abierta en oposición a una adopción transcultural que imponga estándares y definiciones. Tan importante será, en esta línea de razonamiento, utilizar el modelo de ciudad inteligente para promover un desarrollo horizontal por encima de uno de corte vertical, considerando la tendencia a crear élites privilegiadas por políticas de transición que requieren altos montos de inversión, un recurrente presente en nuestro modelo económico. En este sentido, la ciudad inteligente podría servir para descentralizar la participación, la economía, el acceso a oportunidades, así como transparentar los trámites gubernamentales, el gasto público y los apoyos sociales.

Si los desarrollos inteligentes en América Latina y el Caribe representan menos del 10%, debería verse como un área de oportunidad de consolidar una visión propia utilizando la experiencia acumulada de otras regiones, la cual no se ha generado sin errores ni lecciones aprendidas. Como cualquier política aplicada a un “problema perverso” i , está abierta a interpretaciones, intereses, contestación, contradicciones, negociación e incertidumbre. Por ello, también deberá considerarse el uso de tecnologías sociales para cambios transformativos como parte esencial de esta inteligencia y el liderazgo colectivo.

El urbanismo hecho a mano será tan importante como el diseñado en un instituto de investigación, ya que los fenómenos complejos, como hemos aprendido en las últimas décadas, se exploran mejor bajo el lente de un laboratorio para el aprendizaje que como productos para un incipiente mercado urbano. Ojalá que México, con su gran diversidad sociocultural y talento profesional, vea nacer muchas sugerencias para el desarrollo de modelos acordes a nuestra realidad y aspiraciones. Que podamos ser agentes activos en la definición de el “Futuro que queremos”, como se divulgó a partir de la Conferencia Rio+20 en Brasil en 2012.

*Asesora IMPLAN Saltillo

1 Esteve, E., Lopes, N. & Janowski, T. (2016). Smart Sustainable Cities: Reconnaissance Study. United Nations University Operating Unit on Policy- Driven Electronic Governance.

i Los problemas perversos o retorcidos (conocidos como “wicked problems” en inglés”), son un término acuñado por Horst Rittel y Melvin M. Webber, para referirse a problemas difíciles de definir y resolver debido a una multitud de subjetividades implicadas, así como por la naturaleza no lineal de los fenómenos que contemplan, como es el caso de los problemas que abarca la sustentabilidad.

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