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cojedes C o l e cc i ó n H i s t o r i a
Serie Histoía Local
SANTO SEPULCRO DE TINAQUILLO
Juan Ignacio Herrera
Santo sepulcro de tinaquillo
Santo Sepulcro de Tinaquillo © Juan Ignacio Herrera Requena Portada: Imprenta Regional/2013/fotografia digital Por la 1ra Edición: © Fundación Editorial El perro y la rana, 2013 Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas - Venezuela, 1010. Teléfonos: (0212) 768.8300 / 768.8399. comunicaciones@fepr.gob.ve editorialelperroylarana@fepr.gob.ve www.elperroylarana.gob.ve www.mincultura.gob.ve/mppc/ Imprenta Regional Cojedes Edificio Manrique, Primer Piso Sede de la Escuela Regional de Teatro San Carlos-Venezuela 2201 Teléfono: 0412-1476607 Correo electrónico: sistemadeimprentascojedes@gmail.com @Imprentacojedes
ISBN :978-980-14-2055-2 Depósito Legal:ls 40220078003118
Juan Ignacio Herrera Requena
Santo sepulcro de tinaquillo
El Sistema Nacional de Imprentas Regionales es un proyecto editorial impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, en corresponsabilidad con la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una imprenta que le da paso a la publicación de autoras y autores, principalmente inéditos. Cuenta con un Consejo Editorial integrado en su mayoría por promotoras y promotores de la cultura propia de cada región. Tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la difusión de ideas y saberes que contribuyan a la consolidación del Poder Popular: el libro, como documento y acervo del pensamiento colectivo.
Juan Ignacio Herrera Requena Santo Sepulcro de Tinaquillo
Juan Ignacio Herrera Requena Santo Sepulcro de Tinaquillo
Dedicatoria
A mis hijos. A Katiuska, mi esposa. A la memoria de Margarita y Juan Antero.
Agradecimiento
A Don Isidro Henríquez, Sr. Pablo Moreno, Sr. Francisco Hurtado, Sra. Haydee de López, Sra. Amelia Malpica de Barrios, Sr. Aníbal Sánchez, Sr. José Rafael Bocaney, Familia Martínez y muchos amigos tinaquilleros.y por ser mi amor, pecado mortal por el que Dios también me ha de perdonar
Presentación Juan Ignacio Herrera, poeta, escritor de larga trayectoria, tinaquillero ejemplar, nativo de una ciudad en ascenso. “En un fresco valle, rodeado de hermosas montañas, al pie de las imponentes Tetas, se encuentra la ciudad de Tinaquillo, considerada por los poetas como El Zaguán de la Llanura”. Es el portal de los llanos occidentales, el camino expedito hacia la capital de la República, en este escenario se escribió el reciente ensayo de Juan Ignacio Herrera, que ha elaborado después de una larga investigación, llevándonos a palpar la realidad existente que gira sobre el tema: El Santo Sepulcro de Tinaquillo. Ahí quedan grabados sus pasos que desfilan por la calle Miranda, de recordados tiempos, todo el entorno que contiene en su regazo la imagen adorada del Santo. Esta vez, Juan Ignacio no es el poeta de dilatadas ejecutorias en su libro: Son grises los cabellos de mi novia rubia, que tuve el honor de prologar en 1990. En esa introducción decía: “Tinaquillo, Zaguán de la Llanura, abre sus paraguas de flores para recibir la poesía fresca, humana, lírica, sentimental de Juan Ignacio Herrera, quien sale como un Quijote trashumante de vereda en vereda buscando desgranar su numen por este verde-azul de la llanura”. Ahora no es el poeta, sino el ensayista acucioso que nos lleva a los orígenes del Santo Sepulcro de Tinaquillo, “que actualmente está conformado por dos piezas armónicamente diseñadas que forman una sola imagen. Primero vemos el Sepulcro, ataúd o caja sepulcral, una especie de nicho elaborado en madera. Su construcción se debe al ebanista Pablo Moreno, para
el cual empleó madera de cedro. Dentro del ataúd la efigie construida por Carlos Salas, escultor tinaquillero, quien hizo el tallado a petición de doña Isidra de Romero”. Esta es una pequeña reseña, te toca a ti lector descubrir todo su contenido. Es una tradición que todos los Viernes Santos el Sepulcro recorre las calles de Tinaquillo en una procesión de luces, lleno de fe y con un recogimiento espiritual de santidad, para llegar al final a la iglesia de Nuestra Señora del Socorro, donde se dicen las tradicionales siete palabras. He aquí en síntesis una breve reseña de El Santo Sepulcro de Juan Ignacio Herrera, te dejo a ti lector para que a través de tus propios conocimientos vayas descubriendo el contenido y profundidad de este ensayo, porque aquí está retratado una parte del Tinaquillo de ayer, de hoy y de siempre. Bienvenido a las letras cojedeñas este libro de Juan Ignacio, que en verdad mucha falta hace para conocer la parte olvidada de la historia regional. José Antonio Borjas Nieves Cronista de San Carlos Villa de San Carlos, a los cuatro días del mes de marzo de 2010.
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“Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indeferencia” José Saramago (2005)
Tinaquillo En un fresco valle rodeado de hermosas montañas y al pie de las imponentes Tetas se encuentra Tinaquillo, considerado por muchos poetas como el “zaguán de la llanura”. Como lo reza su himno, este imponente cerro es su símbolo: “La teta de Tinaquillo inspiración de poetas, otero de sus caminos símbolo de su belleza” El cronista local comenta que el nombre de Tinaquillo proviene del radical Tuna o Tina de origen cumanagoto que significa agua, prefijo íntimamente ligado a otras toponimias tales como tinatepo, tinamú, tinamuto, tunapurier (agua hedionda), tunayemar (fuente), tunantal (boca del río), por lo que resulta fácil comprender que por derivación tinapuy y tinapui son fonemas que los conquistadores españoles continuaron usando de sitios y lugares íntimamente ligados a los nombres de Tinaco, Tinaquito y Tinaquillo. El Dr. Luis Barrios Díaz en su libro “Tinaquillo, Geografía Médico Sanitaria” cuando habla de la ubicación y condiciones del pueblo, señala: “Tinaquillo es una de las poblaciones más importante del Estado. Hállase en el extremo septentrio-
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nal del mismo a 9° 54’ 55” de latitud norte y a 1° 23’ 05” de longitud oeste del Meridiano de Caracas (hoy 68° 18’ 40” longitud occidental aproximadamente) a una altura de 450 metros sobre el nivel del mar. Su porción urbana abarca una extensión de 140 hectáreas y la topografía del lugar es excelente, ya que se trata de una altiplanicie amplia y ventilada, la cual disfruta de agua abundante, nutrida vegetación y un clima que, a pesar de ser cálido, se torna fresco a favor de la brisa que sopla frecuentemente, en especial por la tarde y la noche” Cuando el viajero pasa la Sabana de Taguanes, divisa el monumento conmemorativo de la batalla que se dio en ese lugar en 1813, y ve las Tetas, reconoce que va llegando a Tinaquillo. Este poblado es bellamente descrito por Belkys Graterol, en un artículo titulado “Tinaquillo entre dos realidades” que aparece en la revista Ciudad comercial: “Tinaquillo, pueblo hermoso enclavado en el medio de la llanura que sirvió de antesala a la libertad, como un zaguán que abre sus puertas al viajero que viene de otros sitios, puerta de la bondad cojedeña, tranquilo y apacible que supo acogerme hace ya muchos años” Tinaquillo no tiene una fecha exacta de su fundación. Al respecto el cronista comenta lo siguiente: Según diversas indagaciones históricas, para 1680 Fray Luis de Salaverría, fundó un pueblo in-
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termedio entre San Carlos y Valencia al cual llamó “Nuestra Señora del Tinaquito”. Por su parte Don Eloy Fernández, destacado educador del Edo. Cojedes del siglo XIX, señala que la población de Tinaquillo fue fundada por colonos venidos del Cantón del Pao en 1705. Don Miguel de Santiesteban en su relación del viaje que realiza desde Lima hasta Caracas (1740-1741), anota que “luego de partir de la población de Tinaco llega a un sitio que toma el nombre de un pequeño río llamado Tinaquillo, que pasa inmediato a él, donde se han congregado algunos vecindarios de gente pobre, que vive de la cría de ganado vacuno, algún maíz y legumbres, que siembran, y mantienen un sacerdote prorrateando entre ellos la congrua para su sustento”. El cronista de la ciudad, amigo y poeta José Ramón López Gómez, en su libro “Fundaciones de Pueblos en Cojedes” señala: “Para el año 1759 encontramos en este poblado de Tinaquillo a Fray Felipe de Marchena y refiere este fraile que habían más de 250 almas en aquel sitio sin concurrencia a doctrina Christiana y sacrificios de la misa en los días solemnes y calendas. Este fraile solicitó ante el gobernador y capitán general de la provincia que los referidos vecinos sean trahídos y reducidos a pueblos donde vivan christiana y políticamente. En relación con estas diligencias el 25 de abril de 1760 el capitán general de la provincia Don Phelipe Ramírez Estenoz con acuerdo del señor teniente general Doctor Don Joseph Ferrer, mandó a reducir a pueblo a aquellos vecinos de Tinaquillo para quienes solicitaba la
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gracia el mencionado fraile y de esta manera quedaba establecido el pueblo de Tinaquillo dentro de la geografía de los Llanos de Caracas”
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Un recordado tinaquillero, Chan D´Alessandro, solía decir a través de la Radio Nacional, que Tinaquillo es un pueblo largo, largo… que parecía no tener fin; cuando lo describía principalmente por lo largo de su Calle Real, hoy Avenida Miranda. Tinaquillo no sólo ha pertenecido al Estado Cojedes también ha formado parte del Estado Zamora (Barinas, Portuguesa y Cojedes) y en otra oportunidad formó parte del territorio carabobeño. En una Resolución de la Diputación Provincial Carabobeña de fecha 2 de diciembre de 1844 sobre escuelas primarias, tomadas del libro Carabobo Histórico y Pintoresco II de Miguel Colombet y citado por Luigi Frassato, y que reza en su artículo 1°: “En toda parroquia de esta provincia habrá una escuela primaria elemental pública, pero mientras la Directiva las crea con arreglo al artículo 11° de esta ordenanza, se establece una en cada una de las parroquias de Los Guayos, San Joaquín, Güigüe, Naguanagua, Tinaquillo, Baúl, Canoabo, Cojedes, San Diego, Yndependencia, Cuyagua, Lagunitas, San José, Urama, Bejuma, Temerla y Caramacate.” Como puede inferirse claramente esta población se ubica como una parroquia, para esa fecha, en el territorio de la provincia de Carabobo.
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Mucho se ha dicho sobre esta localidad tinaquillera. Facundo Rodríguez Medina en su libro “Cojedes en la historia” destaca: “Indudablemente que la gente de Tinaquillo siempre ha tenido su forma de pensar, y esto ha permitido el desarrollo en gran parte de los Tinaquilleros, y el engrandecimiento de un pueblo que siempre ha estado en la lucha por lograr sus conquistas y sus reivindicaciones. Por eso hemos dicho que Tinaquillo ha sido el portal de desarrollo de un estado tan importante como el estado Cojedes” Y en el artículo “Tinaquillo es un pesebre”, Juan de Dios Sánchez señala: “Tinaquillo es, en cada Navidad, sin posibilidad de negarlo un pesebre. Cada diciembre todos los que viven en Tinaquillo, sin importar el nivel de ocupación o categoría social, ponen todo de sí mismos para ser parte de la efervescencia que se siente en todo el pueblo cuando todos se preparan para construir el nacimiento casero, el de la plaza, el del hospital, el de las oficinas públicas” Así como es en Navidad, también lo es en Carnaval y en Semana Santa… O cuando se habla de la Batalla de Taguanes o de Matías Salazar. Así fue ayer, así es hoy, así será siempre. Así es Tinaquillo, con más de 250 años de historia. Pueblo de hombres libres y con mentalidad de avanzada, que no desmaya ante las circunstancias. Un pueblo orgulloso de su gentilicio,
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que sigue luchando por mantener sus tradiciones, por lograr la unidad familiar, por seguir proyectando su terruño, por dar grandes muestras de su apego regional y de su afán de superación.
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La actual iglesia Nuestra Señora del Socorro está ubicada por la calle Silva, frente a la Plaza Bolívar, entre las avenidas Bolívar y Matías Salazar (antigua Principal), limitando también con la calle Colina, al fondo. Según comenta el cronista de la ciudad, el 5 de diciembre de 1781 a solicitud del Obispo Mariano Martí, el Sr. Provisor y el Vicario de la Diócesis de Caracas, Don Gabriel Joseph Lindo firmó el auto de creación de la Parroquia Nuestra Señora del Socorro de Tinaquillo. La iglesia fue terminada con la colaboración de C. Balladares, siendo párroco de la ciudad el presbítero Eleazar Aguilar (1950). La pintura que se observa aún en nuestra iglesia es obra del artista italiano Pedro Gnesotto y pertenece a la tendencia del barroco florentino, su decoración se inicia siendo párroco Monseñor Granadillo. Esta iglesia fue construida con el apoyo del presbítero Matías Muller, comenzándose su construcción a mediados de 1890 extendiéndose hasta 1950, pues la anterior que había sido construida a partir de 1630 fue demolida (lo que quedaba de ella) en 1960, según se señala en el Catálogo del Patrimonio Cultural
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Venezolano. Según reza el citado texto, la iglesia “es una edificación de estilo barroco, de una planta con tres naves: la central está separada del prebisterio por un arco toral ojival, mientras las laterales están divididas por columnas rectangulares con remates intermedios en pilastras que forman un arco ojival. Conserva diversas representaciones pictóricas de Pedro Gnesotto y su hermano Gino, hechas en 1959, alusivas a la vida de Jesucristo” Sin embargo, dicho templo fue producto de la gestión del Padre Gaspar Yánez, un ilustre cojedeño que fue cura párroco de Tinaquillo en dos oportunidades. Primer período de 1846 a 1847. Es en el segundo período de 1852 a 1887 cuando realiza dicha gestión, según comenta el cronista William García, en su columna “Desde la Atenas de Cojedes” del Diario La Opinión fechado el 27 de marzo de 2010: “Una de las obras materiales emprendidas por este esclarecido cojedeño, es la edificación del actual templo. Claro está, los primeros pasos se deben a sus gestiones. Cuestión que se evidencia en el Libro de Gobierno llevado por dicha parroquia, y que reposa en el Archivo Diocesano de San Carlos, cuyo proceso detallamos a continuación: el 4 de agosto de 1876 por solicitud del padre Gaspar Yánez se realiza la compra del solar contiguo a la plaza, al señor Félix Rafael Moreno por la cantidad de 60 venezolanos, es decir, 75 pesos sencillos. Con el fin de obtener fondos para la edificación de la nueva iglesia, el 20 de octubre de 1877, se autoriza a vender el solar de la antigua iglesia, que era de 20
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varas de frente por 6º de fondo, en 65 pesos. Tres años después, el 20 de enero de 1880, se recibe el plano para el nuevo templo, dibujado por los señores Revenga y Hernández. El 20 de junio de 1883 se reúnen en la casa del presbítero Gaspar Yánez, y en agosto de ese mismo año se procede a colocar la primera piedra” Es de hacer notar que estos frescos de Gnesotto fueron pintados cuando Monseñor Félix Granadillo era vicario de la parroquia, con el apoyo de la junta pro templo integrada por dignos tinaquilleros y con la colaboración de personas nacidas en Tinaquillo, que estaban en su terruño o esparcidas por toda la geografía nacional. “En esta iglesia se guarda la vieja y hermosa imagen de la Virgen del Socorro, la criollísima Virgen del Socorro aparecida y los restos del Padre Manuel. Los tres están en un mismo lugar, como inseparables guardianes de lo mejor de este pueblo”, como dice el historiador Dr. Rafael Fernández Heres en el prólogo del libro de crónicas de esta ciudad.
La Semana Santa El verano se siente fuerte en marzo y abril. En Tinaquillo las chicharras indican que es fuerte el verano. Es época de Semana Santa. La Semana Santa es una celebración católica que conmemora la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Su origen se remonta a los orígenes del cristianismo y su expansión por el mundo. Siempre se ha sabido que los primeros cristianos celebraban con gran regocijo la resurrección
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del Redentor, puesto que era un acontecimiento muy cercano y que muchos habían vivido. En nuestros pueblos la celebración de la Semana Mayor tiene su origen en la fundación de cada parroquia. Aquí no ocurrió así. Se inicia para el año 1852 cuando el padre Gaspar Yánez, entusiasta párroco cojedeño, motivó y logró que la feligresía pudiente de Tinaquillo adquiriera las imágenes de los santos y los implementos necesarios para celebrar la Semana Santa. Así se da inicio a la Semana Mayor el viernes de Concilio, pero es el fin de semana cuando empiezan las procesiones con el Domingo de Ramos, las palmas y su característico olor, en la noche sale Jesús en el Huerto de los Olivos. El lunes, Jesús en la Columna. El martes, Jesús, humildad y paciencia. El miércoles, Jesús El Nazareno. El jueves, El Cristo y el viernes, el Santo Sepulcro. Y a la medianoche del sábado sale una rauda procesión de Jesús Resucitado, desde fecha más reciente, a cargo de la familia Estrada Pérez. Según datos suministrados por Don Vicente López a la Revista “Ciudad Comercial” y ratificados por Don Isidro R. Henríquez T., a partir de ese momento, con el apoyo del padre Yánez, se da inicio a la semana mayor. Don Joaquín Olivo y su señora, Doña Mercedes Delgado de Olivo, son los encargados de Jesús en el Huerto de los Olivos, cuya procesión sale el Domingo de Ramos. El lunes santo sale Jesús en la columna, arreglado por Don Pepe Castillo y familia. El martes santo la familia Pérez Arroyo es la encargada de sacar a Jesús en la peña. El miércoles santo sale el Nazareno, que correspondía a Juan Vicente Sumoza
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y familia, siendo una imagen elaborada en Tinaquillo por un familiar de los Sumoza de nombre Ramón Lugo. El actual Nazareno es otra imagen y se encuentra en la iglesia. El jueves santo sale El Cristo, cuya imagen actual fue adquirido por la familia Franco para el año 1906, pasó a la iglesia, entonces el padre José María Heredia lo entregó bajo custodia a la señorita Amparo Silva y desde allí está bajo la responsabilidad de la familia Silva Montenegro. El viernes santo sale el Santo Sepulcro, que fue traído por el General Jesús María Romero y su señora esposa, Isidra Rincón de Romero. Según comenta Félix Monsalve “durante la Semana Santa, los feligreses asisten a misa y procesiones, hacen retiros espirituales y confesiones. Actualmente estos días son aprovechados por muchas familias para tomar vacaciones y concurrir habitualmente a balnearios (ríos y playas)”
Recintos que han servido de sede a la efigie El primer sepulcro fue traído de España por el General Jesús María Romero y su señora, Isidra Rincones de Romero, los mismos que hicieron traer de Barinas los árboles de caoba que están alrededor de la Plaza Bolívar. Estos vivían diagonal a la plaza. Allí, en casa de Doña Isidra, se crea un espacio dedicado al santo, en la Calle El Socorro con la Avenida Principal –hoy avenida General Matías Salazar-; en el mismo lugar donde funcionó el Parque infantil Cecilio Acosta, que luego fue demolido para dar paso a la construcción
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del Liceo José Laurencio Silva, y en donde funciona hoy el Liceo bolivariano C. U. Anzoátegui y el Liceo nocturno Cecilio Acosta. Este lugar fue una casa de mediagua que funge como la primera sede del Santo Sepulcro de Tinaquillo. El cronista local en su libro Crónicas del Tinaquillo de ayer al referirse al General Jesús María Romero, señala lo siguiente: “Desde que era muy joven, el General Jesús María Romero se radicó en Tinaquillo, población donde cumplió una indiscutible obra de bien y progreso. En esta población, contrajo matrimonio con Doña Isidra Rincones, distinguida dama de la colectividad; de este matrimonio no va a quedar descendencia. El General Jesús María Romero, llegó a ser Presidente del Gran Estado Zamora (ahora Barinas, Portuguesa y Cojedes) en el año de 1898, bajo la Presidencia del General Ignacio Andrade. De acendrada fe cristiana, mandó a realizar una imagen del Santo Sepulcro, colocado en rica caja de pan de oro y cristales, imagen que aún se venera en el pueblo, y a la que el general Romero y Doña Isidra sacaban en solemne procesión los Viernes Santos, desde su casa hasta la Iglesia Parroquial, distante una cuadra de ésta, por la calle del Socorro” La segunda sede del sepulcro se encontraba en la Calle Real –hoy avenida Miranda- entre las calles Bermúdez y Junín, frente al desaparecido Hotel Roma, en donde actualmente está el edificio de la Comercial
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An-Lin, al lado del edificio de la Zapatería Italia, en ese mismo lugar fue donde fue cautivo el General Matías Salazar. Allí Amalia de Lamas, vecina del sector y esposa de uno de los músicos que tocaba en la procesión, colaboraba con el arreglo del santo en la casa de la Srta. María García que junto a Teresita, eran las responsables de la custodia de la imagen. Temporalmente el Sepulcro fue trasladado a la casa de la Familia López Gómez, estando al cuidado del mismo y haciendo los arreglos de rigor las señoritas María García, Teresita, María Teresa López y la Sra. Haydee Rodríguez de López junto a su esposo Don Vicente López. Aún no contaba con una capilla exclusiva del santo. La Srta. María García se muda de lugar y también se cambia la sede del santo. Es así como la tercera sede, esta vez está en la calle del ganado –hoy Av. Carabobo- a la altura de la calle Colina. Para ese entonces la calle del ganado era de tierra. Es cuando la Srta. María Teresa López Díaz se convierte en encargada junto a la Srta. García. Por ese tiempo y por razones de espacio se ubica a pocos metros en una especie de cochera por la misma avenida Carabobo frente a la sede del INCE, entre las calles Colina y Páez. Cuando fallece la Srta. María García asumen la responsabilidad de la custodia sus sobrinos Rafael Esteban y Teresita García bajo la responsabilidad de la Srta. María Teresa López D. contando con la colaboración de Vicente López. Con el transcurrir de los años fallece la Srta. María Teresa la responsable de la custodia del santo.
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A raíz de la muerte de la Srta. María Teresa López Díaz se vende el terreno donde estaba el garaje que fungía de sede y ese año 1992, no tiene un espacio propio el sepulcro por lo que deciden mantenerlo en el mismo lugar donde se guarda la imagen de El Cristo. Es trasladado a la casa de la familia Paredes para ser arreglado, en esa Semana Santa, corría el año 1993. Y sale la procesión desde la casa de dicha familia, por la Av. Carabobo cruce con calle Páez. Ante esta circunstancia, la Sociedad del Santo Sepulcro reúne los fondos necesarios y compra un terreno a César Enrique Ortega Romero, quien –a su vez- le había comprado a María Josefina Cordero de Bolívar. Este acto fue protocolizado ante la oficina Subalterna de Registro del Distrito Falcón del Estado Cojedes, según consta en el Registro No. 24, folios 1 y 2, Tomo II Adicional del III trimestre, de fecha 30 de septiembre de 1993. Es en dicho terreno, ubicado en la avenida Carabobo entre calles Bermúdez y Páez, donde Saúl José “Coronel” León, Pedro “Miricho” Inojosa, David Montesinos, Evencio Villaquirán, Juan Pedro López Rodríguez y algunos colaboradores, junto a la Sociedad del Santo Sepulcro y con aportes de la Alcaldía del Municipio Falcón y de algunas familias pudientes, construyen la Primera Capilla del Santo Sepulcro de Tinaquillo.
La estructura del Santo Sepulcro El Santo Sepulcro de Tinaquillo actualmente está conformado por dos piezas armónicamente dise-
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ñadas que en sí forman una sola imagen. Primero vemos el sepulcro, ataúd o caja sepulcral, una especie de nicho elaborado en madera. Su construcción de debe al ebanista Pablo Moreno. En dicha construcción se empleó madera de Cedro, teniendo la estructura a manera de paralelepípedo, vacío internamente, que es sostenido por cuatro columnas de madera incrustadas. Dichas columnas forman esquineros que tienen la basa y el fuste de estilo Corintio pero con el capitel al estilo Romántico. Sobre el borde superior se encuentra una fila de tallas con figuras de jarra fenicia sin asas que corona la parte superior del ataúd. Arriba del mismo se encuentra otra talla a manera de centro con las mismas figuras de jarras pero en menor tamaño. Arriba y en el centro lleva la cruz, la escalera y la corona, siendo éstas las únicas piezas que se mantienen del anterior ataúd. Sólo se elaboró en caoba el pedestal o base del féretro. Las paredes exteriores son de cristal y sostenidos en madera incrustadas de arabescos. Este cristal no tiene tallas como las que decoró la señorita Omaira Mercado en los vidrios del anterior féretro. El féretro o ataúd anterior se conserva algo deteriorado en la capilla del santo como una muestra histórica del sepulcro. La mesa en donde se traslada el santo también tiene su tradición. La primera mesa se quemó junto a la imagen. Luego se construyó una nueva mesa que fue sustituida por la que construyera Sergio Martínez empleando madera de caoba. Esta se cambió por la actual, argumentando que era demasiada pesada. A la mesa actual, donada por Pablo Moreno, se le agrega-
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ron unas ruedas, pero por tradición se sigue cargando el santo y no se usan dichas ruedas en la procesión, sólo para el traslado dentro de la capilla. Luego vemos dentro del ataúd, la efigie construida por Carlos Salas, escultor tinaquillero, quien hizo el tallado a petición de doña Isidra de Romero. Esta imagen de Jesús fue tallada en madera de cedro y cubierta de yeso, similar a la traída de España. En fecha reciente (1995) el artista y restaurador Octavio Hernández retocó un pie del Santo porque se encontraba partido. La efigie muestra a Jesús acostado en la caja sepulcral con un sudario a manera de guayuco, y con la cabeza sobre un pequeño cojín.
La tradición Para el año 1852, según datos históricos suministrados por don Vicente López, el Padre Gaspar Yánez, párroco de Tinaquillo, entusiastamente motivó a la feligresía tinaquillera, y logró que adquiriera las imágenes de los santos y los implementos necesarios para celebrar la Semana Santa en la población. Es así como se inicia la procesión del Santo Sepulcro, cada viernes santo. Cuenta el tinaquillero y cronista de la ciudad, Dr. José Ramón López Gómez, en su libro “Crónicas del Tinaquillo de ayer” : “…y el viernes con toda solemnidad y pompa dos procesiones del Santo Sepulcro, una en la mañana, para llevar el “paso” hasta la iglesia, antes de los so-
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lemnes oficios de la Hora de las Tinieblas y el sermón de las Siete palabras y otra en la noche alrededor de la plaza. Esta imagen era propiedad de doña Isidra Rincones Díaz de Romero viuda del General Jesús María Romero, que la había adquirido para devoción y veneración del pueblo; contaban nuestros abuelos, que en una oportunidad aquella sagrada reliquia fue pasto del fuego, por un cirio encendido que hizo caer uno de los numerosos gatos de la familia Romero y fue entonces necesario reponer la imagen; la urna de madera dorada y otros implementos de “El Santo”. La distinguida matrona, vendió todos sus objetos de valor con el fin de restituir a la comunidad y a la iglesia la dañada imagen. Un artista del pueblo, don Carlos Salas, recibió el encargo de hacer la figura por el modelo que se había quemado, así como la caja sepulcral, lográndolo con verdadero acierto, siendo aún, estas reliquias, las del tradicional “paso” del Viernes Santo. La caja sepulcral, va colocada en un mesón que cargan los hombres. Ricamente ornamentada con briseras de cristal de Bacarat donde van los cirios y que con el movimiento que le imprimen los cargadores al mesón, dan un sonido de muchas campanillas de metálicos tintineos producidos por el choque intermitente de “las lágrimas” de cada brisera.” En un artículo titulado “Semana Santa en Tinaquillo” publicado en la revista “Ciudad Comercial” (2003) señala Don Vicente López que por la quema del Santo Sepulcro “doña Isidra solicita los servicios de un tinaquillero llamado Carlos Salas, escultor que talló la imagen de Jesús en madera y yeso, similar a la original
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traída de España y el sepulcro (ataúd) fue elaborado por los hermanos Napoleón y Juan Gutiérrez”. En el mismo artículo se hace referencia a las condiciones de la caja sepulcral: “Con el correr de los años el Sepulcro se fue deteriorando y se le solicitó su reparación al ebanista tinaquillero Pablo Moreno, respondiendo éste que el ataúd se encontraba muy maltratado y que era muy difícil recuperarlo, por ello se comprometió a construir un nuevo Sepulcro muy hermoso y similar también al original” Cuenta Pablo Moreno, en conversaciones con el autor, que el trabajo sobre el sepulcro no lo cobró sino que fue una donación suya. Tardó como un año en la construcción del nuevo ataúd. Para ello habló con tres de sus trabajadores de confianza, el carpintero Francisco Velásquez, el tornero Jaime Aranguren y Nelson Peña, quien se encargó de las tallas. La tradición del Santo Sepulcro de Tinaquillo se inicia con Doña Isidra Rincones de Romero, quien pasa la custodia a la Srta. María García; ésta a su vez la deja en manos de la Srta. María Teresa López Díaz, quien la pasó a Don Vicente López. Por razones de salud Don Vicente da paso a su esposa e hijos. Por este motivo los actuales custodios son la Señora Haydeé de López y su hijo Juan Pedro López R.
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La procesión En Tinaquillo, la procesión del Santo Sepulcro es acompañada por las imágenes de la Magdalena, el San Juan y la Dolorosa. 32
Desde sus comienzos la procesión parte en la mañana hasta llegar a la iglesia en la tarde. Luego en la noche sale nuevamente desde la iglesia alrededor de la plaza y finaliza en la iglesia. Los últimos años se hace alrededor de la iglesia. En sus inicios salía de la casa de doña Isidra Rincones Díaz de Romero, en la esquina de las calles El Socorro y Principal, hoy Av. Matías Salazar, hasta la iglesia vieja, en la esquina de las calles El Socorro y Bolívar; después la procesión se hacía alrededor de la Plaza Bolívar pero en dirección contraria a como se realiza hoy día, comenzando por la calle Bolívar, hoy avenida del mismo nombre, pasando por las calles Silva y Principal, terminando por la calle El Socorro. Luego se muda a la calle Real, hoy Av. Miranda, entre las calles Junín y Bermúdez. De allí partía hasta la esquina de los Silva, avenida Miranda cruce con calle Páez, donde finaliza la primera pega. Sigue la ruta de la calle Real hasta llegar a la calle Silva, para continuar por ella hasta la iglesia. Después se muda la familia encargada del Santo para la calle del Ganado, hoy Av. Carabobo, entre las calles Colina y Páez. De allí partía la primera pega,
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hasta el cruce de la calle Páez con la Av. Miranda. Hoy día, después de la construcción de la capilla, a las nueve de la mañana sale de su sede en la Av. Carabobo entre calles Páez y Bermúdez hasta la esquina de la Páez con Miranda, en donde finaliza la primera pega. La segunda, va desde allí hasta la calle Colina. La tercera, va desde la calle Colina por la misma Av. Miranda hasta la calle Silva. La cuarta, baja por la calle Silva hasta llegar a la Av. Ricaurte. La quinta o última pega, va desde la Av. Ricaurte por la misma calle Silva hasta llegar a la iglesia, a las tres de la tarde. Por muchos años le correspondió al Padre Manuel Arocha dar el sermón de las siete palabras a la salida del Santo Sepulcro. Luego en la noche -como a las ocho- después de la misa, salía alrededor de la plaza Bolívar hasta llegar a la iglesia a las doce de la medianoche. Ahora se acostumbra a realizar la procesión alrededor de la iglesia. Con el transcurrir del tiempo se ha ido perdiendo la tradición de cargar las imágenes en los hombros de las personas, quizás por transculturación o falta de principios religiosos. Esto ha reducido el número de feligreses voluntarios por lo que se toma la decisión de colocar ruedas a las mesas en donde reposan las imágenes. Pero en Tinaquillo, se mantiene firme la forma de cargar al Sepulcro sobre hombros y cabezas, gracias a una pléyade de cargadores que año tras año cumplen religiosamente su rol.
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Cuenta Don Isidro Henríquez, que antiguamente se acostumbraba como una tradición, sacar “El Sudario” detrás del Sepulcro, que consistía en una mesa con una cruz, un manto, una lanza y una corona de espinas. Según se dice, este sudario pertenecía a Juan José Moreno. 34
Las promesas. Miles de feligreses dando muestras de su arraigo a esta manifestación religiosa, llevan más de un siglo manifestando su entrega, la que se ve por todas partes. Tal vez las muestras más conocidas son las promesas. Unas de las acepciones de la palabra promesa lo señala el diccionario de la Real Academia como: “Expresión de la voluntad de dar o hacer una cosa. Ofrecimiento hecho a Dios o a sus santos de ejecutar una obra piadosa.” En Tinaquillo hay muchas personas que han hecho promesas al Santo Sepulcro. Muchas de estas promesas se cumplen los viernes santos, año tras año. Algunas promesas son hechas en lo personal por sanación de alguna enfermedad o por la sanación de algún familiar o pariente. Tanto hombres como mujeres las cumplen: los primeros, semidesnudos, descalzos y de manos atadas; y vestidas con túnicas, las damas. Según comenta Félix Monsalve en su libro Huellas de Tinaquillo: Durante los Viernes Santos, muchas mujeres se visten de blanco y algunas prome-
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seras de Magdalena. También comenta que en las rutas de estas procesiones muchos de los asistentes riegan cartones en las calles para proteger los pies de los promeseros que caminan descalzos. Las damas pagan sus promesas, descalzas y vestidas de blanco, unas cargando el manto que cubre la mesa que sostiene al sepulcro y otras van caminando delante del santo y siempre de frente al mismo. Con veinte o más años cumpliendo promesas tenemos a Margarita Calderón, Carmen de Moreno, Rubia Mendoza, Yelitza Palma, Zoraida Adames, Zenaida Castro, María Herminia Musiet, Marina Gutiérrez Bolívar, Maribel Robles, Haidée Aponte de Báez Carmen Alecia Morales. Con más de diez años: Rubia Adames, Ana Martínez, Zenaida Camacho de Reyes, Guillermina Martínez, Ramona Martínez, América Moreno, María Aponte, Petra García de Vargas, María Peralta, Nora Barrios, Alejandra Ojeda, Marlene Machado, Ana Herrera. De cinco a diez viernes santos, Dolis Moreno, Aurora Machado, Aida Querales, Carmen Robles, Irene Querales, Bertha Mercedes Oviedo, Isaibeth Quintero, María Noguera, Emma Aponte de González, Reina Aponte de Montesinos, Ingrid Jacqueline Aponte, Francelina Aponte de Viera, María Morales, Palmenia Pinto, Nelly Noguera, Euroce Ribas, Alba Aponte, Maryori González. Por primera vez y algunas hasta cuatro años se mencionan: Yenny Benítez, Luisalba Aponte, Mariam Flores, María Quintero, Migdalia Reinales, Olga Arocha de Hernández, Suigeidis Medina, Carmen Sayago, Angeli Aponte, Deyanira Rendón, Yurimar Martínez.
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Los hombres, descalzos y semidesnudos, se colocan en filas como abriendo el camino por donde pasará la procesión. Todos van con las manos amarradas hacia atrás. Desde la mañana y hasta la tarde cumplen su misión, generalmente bajo un sol inclemente. Y una vez que llegan al templo, se arrodillan frente al sepulcro y tocan con la frente el suelo. En la noche se repite el mismo proceso. Con veinte o más años, tenemos a Rogelio Palma, Anibal Acevedo, Carlos Díaz. De diez a diecinueve, cabe mencionar a José Ramón Herrera, Pedro Rafael Flores, Ramón López, Pedro Padrón. Entre cinco y diez años, Julio Sequera, Francisco Jesús García. Por primera vez y hasta cuatro años están José Camacho, Andrés Zambrano, Delwis Acevedo, Cristian Noguera. A manera de anécdota, cuenta Olga Arocha de Hernández que una noche soñó que llovía y ella salía hacia el pueblo arriba y entró en donde guardaban El Cristo, pero lo extraño es que se consiguió con la mesa del Santo Sepulcro. Allí se veía ella tocando unas ramas que caían cubriendo al Santo. Lo raro era que no veía al Cristo sino al Sepulcro. Por eso hizo la promesa que restauraría lo dañado del santo si la curaba de la vista. Y así fue. Ese mismo año 1995, la operaron de la vista y todo salió bien. Y fue cuando encomendó a su esposo el artista Octavio Hernández para que realizara la restauración prometida,
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Las pegas y los cargadores La palabra pega tiene múltiples acepciones, pero en este caso se toma sólo una. Se denomina pega, para esta oportunidad, la acción de cargar el sepulcro durante un período determinado, que puede ser una cuadra (cien metros) de distancia o más. En Tinaquillo, las más fuertes de las pegas son la primera y la última. La primera pega parte de la capilla en la Av. Carabobo, antigua Calle del Ganado, cruza por la calle Páez hasta llegar a la Av. Miranda, en la esquina de los Silva; esta pega se cumple en un horario de nueve de la mañana a once. La segunda pega sigue por la Av. Miranda o Calle Real, entre las calles Páez y Colina, desde las once hasta las doce en punto. La tercera, va desde la calle Colina hasta la calle Silva, por la misma Av. Miranda, desde las doce hasta la una de la tarde. La cuarta, baja por la calle Silva, entre las avenidas Miranda y Ricaurte, en horario hasta las dos. Y la quinta o última pega va desde la Av. Ricaurte -antigua calle Las Cañadas- por la misma calle Silva pasando la Av. Bolívar hasta llegar al altar mayor de la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, a las tres de la tarde. Durante la noche se procedía de igual forma, partiendo de la iglesia y regresando a la misma. En las pasadas temporadas se realizaba la procesión alrededor de la Plaza Bolívar. De igual manera se mantenían las pegas desde la salida en la iglesia, alrededor de la plaza hasta llegar nuevamente a la iglesia. En cada cuadra se hacía el cambio de pega. En los últimos años se viene realizando la procesión alrededor de la iglesia. Allí las
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pegas se hacen idénticamente desde la salida en la iglesia hasta la llegada a la misma.
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Cada pega consta de diez cargadores: Cuatro esquineros y seis que van dentro. Por tradición se conoce que los cargadores tienen su jerarquía de ingreso a la pega. Los iniciados comienzan como esquineros, luego pasan al centro. De allí son ascendidos al puesto trasero, para cuando alcanzan la máxima jerarquía pasan a cargar en la parte delantera. Muchos de los cargadores que se iniciaron como esquineros, y en algunos casos se desempeñaron primero como lanceros. Dentro de los cargadores más reconocidos tenemos: Gerardo “Papaopa” Molina Moreno, Aníbal Sánchez, Antonio María Martínez, Santiago Medina, José Joaquín Barrios, Luis Moreno, Daniel Gil, José Manuel “Mocholín” Perdomo, Ramón García, Francisco Perdomo, Rafael Moreno, Nicolás Lira, Humberto Fernández, Antonio “Gato” Montoya, José “Cabito” Hurtado, José Alberto “Negro” Pérez, Sergio Martínez, Raúl Núñez, Hernán Ramón “Negro Plata” Flores, Elio “Chacatán” Romero, Alfredo Franco, Pedro Juan Pricado, José Antonio Guevara, Rafael “Mandarria” Maita, Tomás “Mocho” Aponte, Antonio “Cachicamo” Bocaney, José Manuel “Coco Rico” Sanoja, Francisco Miguel “Morrona” Delgado, Gilberto Casadiego, Rafael “Camachito” Camacho, Ceferino Martínez, Rafael Rumbos, Pablo José Barrios Barrios, Orlando Hurtado, Antonio Hurtado, Felipe López, Antonio Pérez, Julio “Chichimeca” Castro, Víctor “Alpargatero” Castro, Aníbal Sánchez hijo,
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Ángel Ruiz, José Sánchez, José Camacho, Francisco Hurtado, Joaquín Velásquez Grimaldi, Mariano Aguirre, Manuel Barrios, Francisco Márquez, Elio “Gordo” Márquez, Erasmo Alvarado, Rafael Pineda, Rafael Moreno hijo, Jesús Moreno, José Arráez, Juan Pedro López R., Francisco Martínez, Omar Parra Laya, Luis González, Manuel López, Héctor José Martínez, Luis “Galápago” Aular, Francisco Peroza, Antonio Acosta, Felipe López, Guadalupe “Pilo” Lago, Julio Moreno, Ismael Pineda, Edgar Gámez, Elton Cáceres, Alberto Arráez, Giovanni Guevara, Luis “Charles” González, José Miguel Guevara y muchísimos más que por razones de espacio no se mencionan. Muchas de las cuadrillas de pega tenían sus propias denominaciones. Los botalones eran de la primera pega, generalmente hombres de mucha reciedumbre y mayor antigüedad cargando. Otros se denominaban los gigantes, los de la siguiente pega, por la estatura de los cargadores; luego los enanos y así sucesivamente de acuerdo a las características del grupo de cargadores en cada pega. Durante muchos años Julián Martínez sirvió de guía de la procesión del Santo Sepulcro.
Los dos ataúdes. Siendo joven, Antonio María Martínez, comenzó como lancero a los 15 años y luego de varios años pasó a cargador, llevado a esa devoción por su tío Sergio Martínez. Cargó por más de cincuenta años.
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Pertenecía al grupo los botalones. Era uno de los más antiguos cargadores de la primera pega, se le respetaba y apreciaba por ello.
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Producto de una insuficiencia renal muere durante una diálisis en el Hospital de la ciudad de San Carlos. Ese mismo día lo trasladan a Tinaquillo. Era un jueves santo, un día 13 del mes de abril de 1995. El entierro del Sr. Martínez es el viernes santo, por lo que el cura párroco pide a los familiares que las exequias tendrían que hacerse en la mañana, porque en la tarde entra el Santo Sepulcro a la iglesia. Sale el entierro hacia la iglesia, y cuando el reloj de la catedral daba las once campanadas, llegan los cargadores del féretro a la esquina de la Av. Bolívar cruce con la calle Páez. En ese mismo instante está llegando la procesión del Santo Sepulcro a la esquina de los Silva, por la calle Páez cruce con la Av. Miranda. Justo allí era el final de la primera pega, la misma que año tras año religiosamente cumplía el difunto Antonio María. En ese instante coinciden las campanadas, el féretro y el Santo Sepulcro. Todo quedó en un largo silencio. Los cargadores del ataúd del difunto hicieron una reverencia hacia el Santo Sepulcro. Los cargadores del Sepulcro, antes de entregar la pega, también hacen la reverencia hacia el entierro que estaba al frente. Se rompe el silencio, un rumor entre la gente se oye, continúa el entierro hacia la iglesia y los cargadores del santo ceden sus puestos a la segunda pega.
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Sociedad Hijas de María. La sociedad “Hijas de María” era una congregación de señoritas de la localidad. Como toda congregación debían cumplir el reglamento de dicha sociedad para hacerse acreedoras del “Diploma de Admisión”. Era tradición de las Hijas de María ir alrededor del Santo Sepulcro y haciendo el camino por donde pasaría la procesión. Tres señoritas sostenían igual número de cintas azules por el lado izquierdo del santo, y otras tres por el lado derecho; las restantes iban delante haciendo la senda por donde pasaría el santo. Las Hijas de María iban trajeadas con un vestido blanco, manga larga, falda tachonada con banda azul alrededor de la cintura, haciendo las veces de cinturón y terminando -hacia abajo en caída- hasta el final de la falda. Sobre su cuello prendía una cinta, también azul, con la medalla de la Inmaculada. Una muestra de uno de los diplomas dice así: “Hijas queridas de mi corazón, en cambio de vuestra fidelidad, Recibid de mis manos: la azucena de la Pureza, la violeta de la Humanidad y la rosa de la Caridad. Que estas celestes flores sean todo vuestro adorno.
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DIPLOMA DE ADMISION
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El año de Nuestro Señor mil novecientos cuarenta y uno, el 31 de mayo, después de haber cumplido con todas las pruebas acostumbradas, La Srta. Amelia Malpica ha sido recibida en nuestra congregación de Hijas de María, erigida en Tinaquillo. En fe de lo cual, nos el abajo firmado, le hemos librado las presentes letras firmadas de nuestra mano. El Director, Pbro. Manuel Arocha. Presidente, María Carlota Acevedos. Secretaria, Zoila M. Villegas” Dentro de las más conocidas integrantes de esta congregación tenemos: Conchita Pérez, María Carlota Acevedo, Josefina Gutiérrez (de Ianni), Isabel Vera (de Lugo), Vivina Reyes, Ana Llovera, Providencia Arocha (de Villaquirán), Olga Yolanda Martínez, Josefina Figueredo, Zoila M. Villegas, Mercedes Aponte (de Acevedo), Elba Martínez, María Antonia Martínez, Leopoldina Kienzler, Matilde Kienzler, Isabel Zerpa, Ana Teresa Reyes (de Campos), Rosa Fernández (de Durán), Genara González, Elvia Nieves, Olga Salazar (de Vera), Socorro Reyes, Hortensia Villegas, Alejandrina Uzcátegui, Palmenia Fillippe, Carmen Fillippe, María Fillipe (de Reyes), Amelia Malpica (de Barrios), María de la Cruz Malpica, Hermolada Malpica (de Herrera), Alecia Inojosa (de Reyes), Elvira Silva, Gisela Hernández, Gladys Requena, Alida Martínez, Yolanda D’Alessandro, Elsa Esquetin, Ana Ramona Cancines, Sergia Moreno (de Navas), Amparo Moreno (de Farfán), Virginia Sánchez, Tere-
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sita Cancines, Cruz Hernández, María Jesús Latouche, Anunciata Copobiano, Cervilia Garmendia, Socorro Villegas, Blanca Villegas, Ana Mercedes Aponte, Luisa Zarrameda, Josefina Granadillo (de Acosta), Alicia Feo (de Díaz), Mercedes Aponte (de Acevedo), Aida Campos (de Montenegro), Lucila Jiménez, Carmen González (de Soto), María Teresa Díaz (de Flores), entre otras, que por diversas razones se omiten involuntariamente. Es de notar que una vez desaparecida esta congregación, son las personas que pagan promesas las que abren paso por donde va a pasar el Santo Sepulcro.
Los cargadores del manto. Por abolengo o por la conocida tradición familiar, los hombres de renombre en el pueblo eran los encargados del manto durante la procesión del Santo Sepulcro. Era una devoción o un prestigio social ser de la casta de los cargadores del manto o formar parte de los lanceros. Dentro de estos se recuerda a los señores: Dimas Fillippe y Jesús Pérez. Con el transcurrir del tiempo los hombres seden el puesto a las señoritas que formaban parte de la Sociedad Hijas de María. Hoy día con la desaparición de esta sociedad, quienes se encargan de cargar el manto son las mujeres que pagan promesas.
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Los lanceros.
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Como tradición en algunas ciudades se escenifican representaciones de los guardianes romanos custodiando el cuerpo ya crucificado de Jesucristo. En Tinaquillo no se visten de romanos pero tienen como tradición ser representantes de familias de abolengo para iniciarse como lanceros y muchos de allí pasaran a la jerarquía de cargadores. Muchos lanceros eran humildes padres de familia devotos del Santo Sepulcro. Los lanceros eran cuatro personas, una en cada esquina. Antiguamente los lanceros hacían guardia alrededor del sepulcro desde las tres de la tarde hasta las ocho de la noche cuando salía nuevamente la procesión. Dentro de la lista de lanceros más recordados se mencionan a José León Guerra, Dimas Fillippe, Jesús Pérez, Juan Pedro López, José Quintero, Rafael Ibarra, Humberto Martínez, Pedro Bastardo, Rubén Martínez, Francisco Martínez, Julio Robles, Steven Vera, Humberto Martínez, Carlos García. Es de hacer notar que durante el período de gobierno del General Marcos Pérez Jiménez, los lanceros eran integrantes de una guardia de honor formada por cadetes de la academia militar venezolana.
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Los aguadores. Se hizo tradición por muchos años la existencia de los aguadores, motivado a que no existía la venta de agua, refrescos o jugos envasados. Generalmente eran hombres que recolectaban dinero entre los cargadores y la feligresía, y luego preparaban -en envases grandes- suficiente agua de papelón con limón, otros envases sólo con agua o cualquiera otro tipo de líquido bebible. En muchos casos, también colaboraban algunas damas que tenían familiares entre los que pagaban promesas o los cargadores. Estos aguadores repartían el agua, el guarapo o la bebida preparada, entre las personas que pagaban promesas, los que cargaban el santo o quienes seguían la procesión bajo el inclemente sol veranero. Los más conocidos aguadores fueron: Pedro “Bejuco” Delgado, Antonio Joaquín “El Nene” Duque, Antonio “Zurdo” Hurtado, Elías Aponte. Y algunas damas también fueron colaboradoras, entre las que se mencionan Elena Romero, Carmen Romero y María Ramona Martínez.
Los cargadores de cable. Cuando aún no comenzaba en Tinaquillo el servicio eléctrico a ser prestado por la empresa Cadafe, que se inicia alrededor de 1962; y utilizando la triste luz de la planta municipal, se inicia por las noches el alumbrado de las imágenes de las procesiones, esas que por años se venían alumbrando con cirios. Era el
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gobierno de Marcos Pérez Jiménez, y corría el año de 1956. Le correspondió a un hombre que se hizo tradición en su trabajo, José Lorenzo “Catire” Cabrera, cargar año tras año con el cable que servía de extensión al servicio eléctrico alrededor de la Plaza Bolívar y otros años, alrededor de la iglesia. Otros de los personajes que durante años también cargaron el cableado del santo fueron Rosendo Palacios, José “Tetén” Soto, Rafael Palacios, Luis Soto. Actualmente lo cargan David Soto y José Soto, hijo.
La matraca. Generalmente antes de las misas o cuando se iba a dar inicio a la procesión se hacía una serie de tres campanadas. La matraca era una especie de campana ambulante que sacaban alrededor del pueblo avisando que iba a salir la procesión o se iba a dar inicio a la misa los jueves o viernes santos cuando no se permitía toque de campanas. Comenta Monsalve en su libro que no se tocaban las campanas de la iglesia por ser de metal, sustituyéndose por unos instrumentos de madera llamados matracas. De allí que en sustitución de estas campanas salía la matraca. Su construcción era sencilla: una tabla con una serie de aldabas que dan un fuerte y seco sonido. La tabla en la parte superior tenía el agarradero o asa para sujetarla. La persona encargada la batía con frecuencia emitiendo el sonido característico de la misma.
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Uno de los personajes que durante años hacía el oficio, haciendo sonar la matraca, era Carlos Alvarado. También hubo oportunidades en donde el encargado de la matraca fue Clemente Agüero. Otros que también participaron de esta labor fueron Rafael Fernández Heres, Eligio Rincones, José Manuel “Mocholín” Perdomo, Santiago Mercado e Isidro Henríquez
La música. La música también ocupa un lugar de tradición en los viernes santos. Cuenta el ya citado cronista de Tinaquillo, en su libro “Crónicas del Tinaquillo de ayer”: “Otro acontecimiento lo constituía, la música que acompañaba el cortejo. Era aquella, una heterogénea banda, compuesta de clarinete, trompeta, bajo, cuatro y redoblante, sus miembros, eran músicos del pueblo que se ocupaban de otros menesteres, “fuera de época de temporada”. La música tocaba siempre una misma y desentonada marcha, que se repetía cada treinta minutos y a veces antes, por la protesta de los cargadores, que con aquella música hacían más llevadero el peso descargado en sus cabezas.” También el Señor Isidro R. Henríquez, en conversaciones con el autor, señala: “Antiguamente, los dueños de las imágenes se hacían cargo de los pagos de los músicos que acompañaban las procesiones; después que los primeros dueños de los Santos murieron, el Padre Manuel Arocha creó una comisión para
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recabar fondos para el pago de la música. La comisión estuvo conformada por los señores José Chejade, Juan Campos y Julio Rafael Silva Montenegro. Con el paso del tiempo y por motivos de salud en su mayoría, estos señores dejaron de cumplir sus funciones. Fueron reemplazados por los señores Vicente López, José Saúl León (Coronel) e Isidro Henríquez, quienes gestionaron con el Concejo Municipal. Hoy en día es la Alcaldía del Municipio la que ha asumido esa responsabilidad heredada del Concejo Municipal” Hubo un año en donde los comisionados para recoger los fondos para pagar los músicos no lograron hacer su labor y por eso no los trajeron; de allí que esa semana santa se acompañó la procesión con la música de un equipo de sonido ambulante. En entrevista con el músico Francisco Lizarazo, hijo, el mismo señala que su familia viene tocando en Tinaquillo desde 1980, a petición de Don Isidro Henríquez y otros tinaquilleros. Comentó que su padre Francisco Lizarazo, junto a sus hermanos Carmen, Gloria, Olga, Flor y Ramón Lizarazo y también Armas Pinto, Marlene Angarita y Amel vinieron año tras año a tocar en las procesiones. Además han tocado Aníbal López, Melesio Pérez, Francisco Figueredo, Rafael y Oswaldo López. Actualmente tocan hasta su hijo Cristian junto a Rogelio Barrios, hijo. Durante cada semana santa eran atendidos por la señora Eufemia Gil del Restaurant Mérida.
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La Sociedad del Santo Sepulcro. Como su nombre lo indica es una sociedad de hombres y mujeres devotos del Santo Sepulcro, quienes han mantenido la tradición -por años- del cuidado, arreglo y otros detalles referidos a la procesión del Santo. Muchos tinaquilleros y tinaquilleras formaron parte de los preparativos y arreglos para la semana santa, y en particular el viernes santo con el Santo Sepulcro. En conversaciones, de Don Francisco Hurtado con el autor, señaló que cuando él fue Presidente de la Sociedad del Santo Sepulcro, le acompañaron en la directiva, José Miguel López Gómez como Secretario General, Luis Moreno como Secretario de Finanzas y el “maestro albañil” José Antonio Guevara con Tomás Antonio Martínez como vocales. Al momento de la compra del terreno en donde está construida hoy la capilla del Santo, estaba la junta directiva de la Sociedad del Santo Sepulcro presidida por Don Isidro Henríquez; en la vicepresidencia José Vicente López; Saúl “Coronel” León como secretario de finanzas; Omaira Mercado como secretaria general y como vocal, Juan Pedro López Rodríguez.
La tradición del reencuentro tinaquillero. Se mantiene como tradición, regresar a su lar nativo en época de Semana Santa y en particular, asistir a la procesión del Santo Sepulcro. Algunos eran o son cargadores, otros pagaron promesas y algunos por
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tradición familiar o personal, año tras año, religiosamente asisten a esta procesión. Muchas de esas personas vienen de distintas partes del territorio venezolano.
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Son conocidos los nombre de: Antonio “El Gato” Montoya, residenciado en Valencia desde donde venía año tras año. José Alberto “El Negro” Pérez, desde Barquisimeto. Juan de la Cruz Campos (el popular Juan Bimba) venía de Valencia; Pedro “El Tintorero” Alvarado, de Tinaco; Felipe Martínez, de Valencia; Antonio Sánchez, de San Carlos; Chan D’Alessandro, de Caracas; Francisco “Machico” Agüero, de Valencia; Carlos Alvarado, de Caracas; Manuel Cabaña, de Acarigua; José Ramón D’Alessandro, de Valencia; Pedro “Miricho” Inojosa, de Valencia; Andrés Inojosa, de Valencia; Alberto Garay, de Valencia, Julio “El Loro” González Montesinos, de San Carlos; Tomás Acuña, de San Carlos; Hilda Requena, de Naguanagua; Víctor Rincones, de Caracas; Antonio José Díaz, de Maracay. Y muchos otros más como Domingo Palma Requena, Carlos Gutiérrez, Efraín Díaz y los hermanos Walter y Peter Taffin.
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BIBLIOGRAFIA CONSULTADA BARRIOS DIAZ, Luis (1951) Tinaquillo Geografía Médico Sanitaria. Caracas, Tipografía Vargas S. A. FRASSATO, Luigi (2002) Bejuma en el Siglo XIX. Valencia, Alfa Impresores C. A. GARCIA, William (2010) Padre Gaspar Yánez, voz cojedeña en el Parlamento Nacional. Diario La Opinión. P/20. San Carlos, 27/03/2010. LOPEZ GOMEZ, José Ramón (1977) Crónicas del Tinaquillo de Ayer. Bogotá, Editorial Stela. LOPEZ GOMEZ, José Ramón (2001). Fundaciones de Pueblos en Cojedes (siglos XVII – XVIII). Valencia, Editorial El Viaje del Pez. Ministerio del Poder Popular para la Cultura (2006) Catálogo del Patrimonio Cultural Venezolano (Municipios: Falcón – Lima Blanco) Caracas, Instituto del Patrimonio Cultural MONSALVE, Félix (2006) Huellas de Tinaquillo. Caracas, Editorial El Perro y La Rana. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1987) Diccionario de la Lengua Española. Madrid, Editorial EspasaCalpe S. A. Revista CIUDAD COMERCIAL (2004)
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Juan Ignacio Herrera, Tinaquillo 1949. Poeta, ensayista, Docente. Nos presenta este libro El Santo Sepulcro de Tinaquillo, donde esta retratada esa parte de ese maravilloso pueblo de las tierras cojedeñas de ayer de hoy y de siempre. Entre sus obras están: Antología de Poetas Cojedeños –coautor (1988), Son grises los cabellos de mi novia rubia (1990), Poesía Edita –coautor (1994), La Poesía y el Hombre (UCV-2005)
“En un fresco valle, rodeado de hermosas montañas, al pie de las imponentes Tetas, se encuentra la ciudad de Tinaquillo, considerada por los poetas como El Zaguán de la Llanura”. Es el portal de los llanos occidentales, el camino expedito hacia la capital de la República, en este escenario se escribió el reciente ensayo de Juan Ignacio Herrera, que ha elaborado después de una larga investigación, llevándonos a palpar la realidad existente que gira sobre el tema: El Santo Sepulcro de Tinaquillo.