Sembrando Historias de JORGE IGLESIAS (recopilador)

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El Sistema Nacional de Imprentas es un proyecto editorial impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Fundación Editorial El Perro y la Rana, con el apoyo y participación de la Red Nacional de Escritores de Venezuela, tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la construcción de las ideas: el libro. El sistema de imprentas funciona en todo el país, con el objetivo de editar y publicar textos de autores fundamentalmente inéditos. Cada módulo está compuesto por una serie de equipos que facilitan la elaboración rápida y eficaz de textos. Además, cuenta con un Consejo Editorial conformado por un representante de la Red Nacional de Escritores de Venezuela Capítulo Estadal y el especialista del libro y la lectura.


SEMBRANDO HISTORIAS Jorge Iglesias Recopilador


Sembrando Historias ©Sembrando Historias, 2014 Coleción Cuentos - Serie Pequeñeces © Fundación Editorial el Perro y la Rana, 2014 Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Zulia-Venezuela 2014 Correo electrónico: sistemadeimprentaszulia@gmail.com facebook: Imprenta zulia Comité Editorial Edición Fundación Editorial El Perro y la Rana, al cuidado de: Edgar Sánchez, José Davalillo Gil, Sacha López Corrección Sacha López Diagramación / Diseño de Portada José Davalillo Gil Impresión y acabado Sistema Nacional de Imprentas - ZULIA al cuidado de: Edgar Sánchez y Luis Ignacio Cárdenas ISBN: 978-980-14-2848-0 LF: 40220148002161 Capítulo Zulia, 2014


Prólogo

A lo largo de este libro que podrá disfrutar, recrear y hasta imaginar, se encierra un largo andar, experimentar y anhelar. En él se quiso tomar conciencia de la historia local Wayuu concentrada en los estudiantes de esta etnia que se encuentran estudiando en el Liceo Bolivariano Luis Beltrán Ramos. En una primera instancia hubo preocupación porque estos jóvenes educandos han perdido su identidad indígena, están perdiéndola y algunos sencillamente ya no la reconocen como tal. Pero esta preocupación dio paso a la planificación y luego a la acción de crear una Peña Literaria donde los estudiantes tuvieran formación y se les despertara el interés lector y aún mejor, esa oportunidad de crear historias. Así, se dio paso a un proyecto para permitirle a estos jóvenes Wayuu un acercamiento a su cultura y que se sientan orgullosos de ser ascendentes de la primera cultura venezolana como lo son los indígenas. Fue así como el Grupo de Arte Integral DITIRAMBO se propuso realizar un Taller de Narración Oral titulado: Contadores de Historias (Jaiechimajachi) y de este taller se extrajeron unos cuentos y mitos que se registraron en este libro titulado: Sembrando Historias. Las actividades y resultados arrojados en la Peña Literaria Acción Literaria, permitió, a estudiantes y docentes, redescubrirse como cultura, como creadores y como multiplicadores de esperanzas y oportunidades. Sabiendo que todo lo que la persona se proponga lo puede lograr si se traza metas y trabaja por ellas diariamente. El resultado final es este libro donde su título lo dice todo: Sembrando Historia. En él se refleja el día a día, la idiosincrasia, los miedos, las esperanzas, aquello


que se lleva tan adentro que solo aflora en la soledad y complicidad de una hoja y un lápiz. Sí, estos jóvenes estudiantes, por los que pocos apuestan, pero que tienen tanto por dar, presentan una muestra sencilla de su actuar, de su sentir y de cuánto valen como seres humanos. Sean los lectores de esta obra en colectivo quienes cambien, para bien, su pensar y visión de estos estudiantes. Ya ellos expusieron su alma en los cuentos y ganaron. Son ganadores porque, aun con miedo y sin idea alguna de lo que es ser un escritor, se atrevieron a mostrar su interior y al ver los resultados quisieron regárselos. Invito, pues, a que acepten este regalo. Esp. Jorge Iglesias (2014)


Nuestro agradecimiento

A los estudiantes que desarrollaron estos Cuentos con su alma y tesón A los artistas plásticos Jorge La Cruz y Jorge Díaz, quienes con su profesionalismo dieron lo mejor de su creatividad. Al CENAL, por su apoyo irrestricto a este proyecto de soñadores. A todos los que de alguna manera dieron una colaboración desde el interés del corazón. Dios les bendiga.


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Historia del indígena Wayuu Localización aproximada del territorio habitado por los Wayuu Los Wayuu, Wayúu, Guajiro o Goajiro son un grupo indígena de filiación lingüística Arawak o maipureano distribuido entre el noreste de Colombia y el noroeste de Venezuela cuyo territorio tradicional abarca la Península Guajira en el estado Zulia. Son el grupo indígena más numeroso y ampliamente distribuido del país Editorial regional - ZULIA , con una población en Venezuela estimada de 415.498 habitantes según el XIV censo de Población y Vivienda, 2011. Características Hasta principios del siglo XX los ríos Limón en Venezuela, y Ranchería en Colombia, constituían la frontera que separaba los wayuu del resto de la población. Hasta entonces los wayuu gozaron en su península de una verdadera autonomía política. El hábitat tradicional de los wayuu es la península de la Guajira, la cual se caracteriza por su aridez, largos veranos y frecuentes sequías. Los wayuu están adaptados a este ambiente y subsisten mediante una agricultura de invierno, la caza, la recolección y la pesca costera. Este sistema de subsistencia tradicional se modificó muy temprano durante el período colonial con la introducción de


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la ganadería constituye la actividad económica más importante de los wayuu en la Guajira, hoy convertidos en pastores, conjuntamente con el comercio que también se desarrolló desde la colonia en los tiempos del contrabando practicado por los ingleses y holandeses. La mo vilidad del ganado constituido mayormente por rebaños de cabras, se adapta bien a este medio de vegetación escasa, pero las sequías a veces diezman los animales al punto de causar emigraciones masivas de wayuu. En la Guajira, los wayuu viven en pequeños asentamientos de casas dispersas, cerca de un pozo de agua permanente, habitados por familias emparentadas regidas por un sistema matrilineal, cuyo jefe es generalmente el tío materno o taulala. Todos los miembros están vinculados por lazos de consanguinidad por la línea materna, llamados apushi, son los parientes de carne y pertenecen a una casta cuyo nombre (por ejemplo, Uriana, Epieyú, Jusayú, etc.) los wayuu utilizan como nombre propio, y que suele identificarse con ciertos espacios geográficos en la península. Fuente: Wayuu. Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la UNESCO.

Migración interna En el siglo XIX se inició el traslado de mano de obra wayuu en goletas desde su península hasta el sur del Lago de Maracaibo para trabajar en las haciendas de caña de azúcar. Pero fue el desarrollo de la economía petrolera en el Zulia lo que estimuló la emigración de estos indígenas hacia el interior del estado. En 1944, el gobierno regional


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construyó en Maracaibo el barrio Ziruma para reubicar varios centenares de wayuu que se habían asentado en el norte de la ciudad. La inmigración hacia la capital zuliana continuó en los años siguientes hasta que a finales del siglo XX residían en la ciudad más de 102.074 wayuu. Los wayuu se han establecido en las zonas rurales al norte de Perijá y el sur del Lago donde desempeñan un papel importante en la actividad agrícola y ganadera de estas regiones. A la vez, se observa el surgimiento de núcleos wayuu en otros centros. Los cambios ocasionados en la cultura wayuu a través de su largo contacto con la sociedad criolla han quebrantado su bien definida identidad étnica dentro del contexto nacional. Sus fuertes vínculos familiares, la conservación de su integridad territorial y el gran tamaño de su población son factores que los ayudaron a conservar su lengua, organización social y política, religión, y muchos otros patrones de su cultura. Asentamiento al Norte de Maracaibo. Parroquia Idelfonso Vásquez La Guajira vive en Maracaibo. En esta geografía al norte de la ciudad, Maracaibo se entrega al diálogo eterno con sus raíces más ancestrales. Una población mayormente wayuu deja ver sus riquezas y colorida cultura. Llegaron de a poco. En silencio y en medio de ajetreados días de luz y color, una característica que en Maracaibo no es novedad. Lo hicieron de la única manera que conocen: con su cultura a cuesta, su dialecto sonoro y tendiendo en medio de la explanada geografía, sus


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bazares andantes, portátiles, reproduciendo por aquí y por allá, su sabana, su mercado y su vida. Y este asentamiento se da mayoritariamente en la parroquia Idelfonso Vásquez, ubicada al norte de Maracaibo. Las calles de esta parroquia se ilustran como calcomanías, con una población mayormente Wayuu. Aquellas batas enormemente anchurosas que visten las damas indígenas, las que van por todas partes flotando el orgullo de saberse las madres de la tierra venezolana. Son las únicas mujeres de la ciudad que muestran en su conjunto, el que auténticamente puede llamarse traje nacional, los pies ornamentados por ampulosos pompones redondeados en lana de colores, suspendido de la muñeca como un nido de pájaros, el bolso teñido en sedalina, dibujado con temas geométricos del cubismo indígena; ceñida la cabeza con un pañolón que irradia luces de piñata, hablan en su extraño idioma, preñado de tonalidades o cantarines, cruzado de localismo criollos. Evocan aves del paraíso, cuando se las ve caminar pausadas sin ninguna prisa, caminar bajo el sol de Maracaibo. Esta parroquia es un territorio colonizado por los hijos de la Guajira, que llegados desde sus tierras buscando mejores condiciones de vida, lo han poblado y convertido en hogar. Hasta aquí se han trasladado con su cultura, calcando en esta geografía marabina, una forma de vida propia. Por doquier están con sus multicolores mantas, con sus mercados ambulantes, sus botellas con chicha de maíz fresca prometiendo la eterna juventud y el aroma de ovejo asado saliendo desde sus casas. Así son y seguirán siendo, a pesar de la transculturización, nuestros hermanos indígenas, quienes se niegan a


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dejar ser quienes han sido hasta ahora, un conglomerado que respeta y se da respetar aun en medio de las diferencias. Fuente: Atlas de Maracaibo. Fondo Editorial Simón Bolívar. 2006

Generación actual Wayuu en la cultura Alijuna ¿Pérdida de identidad? Los Wayuu conforman un pueblo que por su condición o situación de minoría étnica económicamente en desventaja, afronta o confronta todas las formas de ataque de la cultura occidental, blanca o alijuna. De allí que en todos los campos, los Wayuu pugnen por conservar su unidad e identidad. En su carácter de dominante, la cultura occidental, aún en sus formas más humanitarias de tratamiento, tiende a enajenar a los Wayuu en la medida en que los aparta de su lengua, religiones, mitologías, leyendas, costumbres, hábitos. Y ciertamente entendemos que no se trata de que se aíslen en sus propias formas de cultura sino de que la cultura occidental les brinde la participación del desarrollo, respetando sus modos de ser, su manera particular de ver el mundo. En una experiencia atípica, poblaciones diversas, con diferentes culturas desarrolladas localmente en sus sitios de origen, de repente, se ven obligadas a compartir cosmovisiones, lengua, espacios, hábitos alimentarios y tantas otras cosas, motivados por la necesidad de garantizar la sobrevivencia de sus familias. Las migraciones laborales a Venezuela y la experiencia urbana en Maracaibo han incorporado a más de un tercio de la población wayuu en los niveles menos deseables de nuestra sociedad criolla. De éstos, unos


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pocos han recibido educación universitaria y muchos han aprendido a no ser como sus padres y sus abuelos. Además, como resultado del contacto con el mundo blanco, muchos wayuu experimentan vergüenza étnica y adoptan las actitudes de desprecio por lo indio, comunes en la sociedad mayoritaria. Los wayuu, actuales ocupantes de la península de La Guajira, se reconocen míticamente como invasores (Mejía, 1990: 69), y como tales se comportan en los diferentes lugares a donde actualmente se desplazan. Fuente: PEREZ, Luis Adolfo. Los wayuu: tiempos, espacios y circunstancias. Espacio Abierto [online]. 2006


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La tradición oral Wayuu. Los cuentos En la tradición oral wayuu, el conocimiento y la experiencia cultural colectiva se realiza en forma espontánea, mediante la comunicación directa entre ascendientes y descendientes, entre ancianos y adultos, jóvenes y niños. Las conversaciones, los diálogos, las narraciones históricas, las canciones, los refranes, el humorismo espontáneo, constituyen una diversión, una expansión espiritual y un entretenimiento para la familia y la comunidad, cuyos depositarios son los ancianos. Los ancianos son los libros vivientes que testimonian y guardan el patrimonio cultural y literario del pueblo wayuu. Ellos son las referencias bibliográficas del mito, el cuento y la leyenda, que relatan simbólicamente las vivencias cotidianas, las experiencias culturales y su convivencia armónica con la naturaleza. Las ideas sobre el origen de todo cuanto le rodea, la existencia de los seres y un copioso código de costumbres y claves culturales que constituyen la propia identidad étnica wayuu, forman la verdadera idiosincrasia. Las deidades, los elementos, los animales y las plantas humanizados, sirven de vehículo a las informaciones que los narradores quieren transmitir. La narración ocupa un lugar importante en la cultura wayuu. A través de ella se transmite los conocimiento ancestrales en forma espontanea. El narrador tiene una buena memoria, talento creador, es conocedor de tradiciones y cuenta con prestigio en su entorno. El cuento es


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la modalidad más usada para transmitir mitos, leyenda, historias y hechos cotidianos. Fuente: MOSONYI, Esteban E. La Oralidad. Artículo en Anuario para el rescate de la Tradición Oral en América Latina y el Caribe. Revista No. 02 UNESCO. 1990.


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Historias sobre la creación y mitología Wayuu Los ojos de agua o jagüeyes tienen una gran importancia sociocultural para el pueblo wayuu. Las familias y todos los clanes vecinos en una comunidad establecen relaciones sociales y de parentesco al ubicarse en cercanías a un jagüey. Los wayuu que viven un poco más lejos de las fuentes de agua piden permiso a los miembros de esa comunidad y a veces hacen intercambio de agua por animales o productos de siembra. El origen de los ojos de agua según la cultura wayuu Para los wayuu los ojos de agua tienen un origen mítico. Cuenta la leyenda que había una familia conformada por una pareja y dos de sus hijos, quienes pasaban mucho trabajo para conseguir el agua dulce que bebían. Un día, la mujer se acostó pensativa y triste y al dormirse se le apareció en sueños una vieja que le dijo: “No estés triste, escúchame bien lo que te voy a decir: te vas a dirigir hacia el mar y allí verás una piedra inmensa que parece húmeda. Le darás unos golpecitos con una piedra y tendrás tu agua. Sólo tienes que tener cuidado de que nadie te descubra mientras haces esto”. Al amanecer la mujer se levantó y fue hasta la playa en donde vio una piedra como la de su sueño. Le dio unos golpes con una piedra y su alegría fue muy grande cuando vio como brotaba el agua que recogió en una múcura.


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Y así lo siguió haciendo muchos días. Un día su esposo y sus hijos decidieron seguirla y la descubrieron mientras golpeaba la piedra. Al hacerlo todos quedaron convertidos en piedra. Otra de las leyendas habla de la conservación de los ojos de agua. Para los wayuu, existe una serie de cuidados que aseguran que los ojos de agua no se sequen. Los ojos de agua son cuidados por Pulo’u, una mujer muy hermosa quien de vez en cuando se enamora de jóvenes wayuu y se los lleva. Las lágrimas de los familiares que lloran la muerte del joven ahogado en el ojo, son las que hacen que estos nunca se sequen. Fuente: culturadelmarguajiro.4t.com

El Principio Al comienzo, en medio del silencio, la quietud y la soledad, solo existían Maleiwa, el gran espíritu, el principio creador; Ziruma, el cielo, el espacio, Piushi, la oscuridad; y Mensh, el tiempo. Hizo, entonces, Maleiwa al sol, la luna y las estrellas para que hubiera luz y claridad. Creó luego a Mma, la tierra; el agua y el aire para que hubiera vida. Y fue así que las aguas en su andar conocieron la tierra y se enamoraron de ella. Mostraron su poder con cielo oscurecido, truenos y relámpagos, primero unas


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lloviznas y al final se descargaron sobre ella para fecundarla. Decidió Maleiwa el lugar por donde correrían los ríos y estaría el mar y para ellos creó a Pará, el espíritu del agua. Y creó los vientos. Al aire lo puso a correr en distintas direcciones. Con ellos estaría Jepirach, el viento del norte. Maleiwa hizo después las plantas y los animales, dándole a cada cosa el espíritu que le correspondía para que hubiera movimiento. Todos ellos se bastaron por si mismos y cumplieron su misión. A las plantas les dio muchas formas y tamaños para que produjeran flores, frutos y semillas abundantemente. Y las colocó en todos los lugares de la tierra. A los animales también les proporcionó muchas formas, tamaños y colores. Les dijo qué comer y a dónde ir. Fuente: culturadelmarguajiro.4t.com


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Origen de la guajira Allá en lo alto, por encima de las nubes, está Ziruma, el cielo. En ese lugar vive Maleiwa, el gran espíritu que creó el aire, la tierra y todas las cosas que existen. Afectado por la soledad, también hizo Maleiwa a sus propias hijas. Ya crecidas y hermosas, dio a cada una de ellas una gran extensión de tierra, para que tuviesen por separado frutos para comer y montañas y ríos donde hallar sombra y agua. Pero cuando pensaba el buen espíritu que todas las cosas estaban en orden, una de sus hijas se le acercó y le dijo: - Padre, ¿qué tierra tendré yo? Porque a mí nada me has dado. Entonces Maleiwa vio que se había olvidado de aquella hija y que ya no podía ofrecerle nada, porque todo estaba repartido. Mirando a su alrededor se fijó en un lago que era casi tan grande como el mar, en el cual vivía Pará, el espíritu del agua. Y determinó sacar de allí tierra para su hija. Tomada la decisión, subió a una cima y desde allí disparó su honda. La piedra lanzada cayó en Kasuto (piedra blanca), el mar se apartó y surgió la tierra, brotó


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la Guajira, curvada como un gran arco de arena que salía del agua y se alargaba hacia adentro hasta tocar con otros lugares. En esa nueva tierra quedaron aun pozos salados, nacieron pocos árboles, no tenía montañas y tampoco había gente. Fuente: culturadelmarguajiro.4t.com

Origen de los guajiros Creada la tierra Guajira, era notoria su soledad, pues en ese lugar solo se encontraba Mensh y Jepirach. Jepirach, el viento del norte, jugando con las aguas del mar y moviendo el agua de las casimbas o pequeñas lagunas que se formaban entre las arenas. Mensh, el tiempo, el que siempre existe, detenido sobre las casimbas y las rocas, contemplaba el ir y venir de las ondas del mar, que avanzaban y retrocedían empujadas por la fuerza de Jepirach. Y aunque parecía que todas las cosas estaban quietas, la mirada del tiempo las transformaba: unas veces el mar devoraba un trozo de tierra; otras, se secaba una laguna y aparecía luego en un lugar diferente. La hija de Maleiwa, poseedora de este lugar, se paseo por la orilla del lago, trato de mirar su fondo desde las rocas del borde y la brisa le trajo a sus oídos la voz


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de Pará, el espíritu del agua. Después de recorrer todos los lugares y no haber hallado hombre alguno, pensó: - Mensh, el tiempo, me engendrará los hijos que han de continuarme y que poblaran esta tierra mía. Y así lo hizo. Se unió a Mensh con el que tuvo varias hijas, una de las cuales se enamoró más tarde de Pará, el espíritu del agua y se hizo su mujer. De esta unión nacieron tres hijos: Yuyap, el invierno, las lluvias fuertes; Hourateur, el verano, e Igua, las primeras lloviznas o primavera. Un tiempo más tarde, Jepirach, el viento del norte, el que forma dunas con las arenas, deseó a Igua y la tomó por mujer. Nosotros los wayuu nacimos del contacto de dos elementos de la naturaleza. Ellos, el viento del norte y la primavera, fueron los padres de los primeros hombres que poblaron estas tierras, hombres y mujeres que se hicieron muchos y se sucedieron unos a otros, generación tras generación. Ese fue nuestro origen, nuestro remoto comienzo. Fuente: culturadelmarguajiro.4t.com


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Historias creadas y recreadas por los talleristas y sus parientes El puente de la unión Autores: Lorna Fernández

Había una vez dos hermanos, no se llamaba Pedro y el otro Luis. Ellos no se hablaban desde un tiempo. Uno vivía al lado del otro en distintas casas. Un día Luis mandó a un constructor a hacer una paredilla (cerca) para no ver a su hermano Pedro, el constructor se equivocó de plano y en vez de una paredilla hizo un gran puente que iba desde la casa de Pedro hasta la de Luis. Cuando Pedro salió y vio el puente dijo: “No puedo creer lo que Luis hizo por mí, voy a su casa”. Cuando Luis sale y ve el puente dijo:”No puedo creer que Pedro no dejara que hiciera la paredilla e hizo este puente. Los dos hermanos se abrazaron y arreglaron los males entendidos por los que no se hablaban.

Diálogo Autor: Yeranny Bracho

Gonzalo: Te has encontrado conmigo Ramiro: Si. ¿A dónde vas? Gonzalo: Voy a recoger dividivi Ramiro: Por Toromana dicen que hay bastante


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Gonzalo: Y no hay gente por allá; se fueron a Maracaibo Ramiro: ¿Cuánto vale un saco? Gonzalo: Tres bolívares; en nuestra moneda doce pesos Ramiro: Formidable, entonces yo también voy a cosechar con mi mujer e hijos Gonzalo: ¿Y quién está pagando mejor? Ramiro: Hay muchos compradores, pero todos pagan igual Gonzalo Siendo así lo guardaré en la casa hasta que vengan a comprármelo Ramiro: Si, ahora llegan los camiones a todas las casas Gonzalo: Han abierto caminos por todas partes Ramiro: Aunque el terreno sea arenoso o muy pendiente, lo pasan Gonzalo: Por allá vi un camión enterrado en un arenal; pusieron unos palos para que pudieran salir, y salió. Ramiro: A veces se rompe una pieza; entonces dejan el camión y van a buscar una pieza de recambio. Gonzalo: Otro día ví un camión que se había volcado en un camino muy accidentado; estaba con las ruedas para arriba; esperaban que pasara un carro para enderezarlo. Ramiro: Le amarraron un cable y lo volvieron a su posición Gonzalo: Nos separamos Ramiro: Adiós


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Ashajirasü Autor: Yeranny Bracho y Franklyn Fernández

Gonzalo: Wanashi pia tama Ramiro: Aa. ¿Jarainjüshi piaya? Gonzalo: Chainjashi taya asalijüin ichi. Ramiro: Jolüin münus cha Toromana Gonzalo: Nojotkaaka wayu chapüna chaya: ounüshii Marakayamüin Ramiro: ¿Jera jülia wane toleka? Gonzalo: Kalias apünüin woliwal; Jülu wanetseka polo piama pes. Ramiro: Anasüle jia; akotchijeechi tayaya jüma tawayuse je tachonnikana Gonzalo: ¿Jarai awalajaka mai ya? Ramiro: Maima alijuna jünain ayalaja ichi; wanawas nawalajüin Gonzalo: Müleje ya, tanajee pichipamuin, wanele nantapa ayalajülikana. Ramiro: Müsujaya, antapuus kemion jülüpüna pichi jütamüinle. Gonzalo: Erünüs jüpuna jülu mmakat jüpüshua Ramiro: Jaitait kashulain mmakat, jaitait katuin mai jülatapuuin Gonzalo: Chajatüinka teruin wane kemion opootüin jau wane jasai; einajünüs unuu jüpula jüjüitüin, jüjuitakaaka. Ramiro: Epeje jüshatale wane jükachuerase, apütünüs kemionkat jüpula achajawa jiratia. Gonzalo: Es wane kaiyasa terüin wane kemion opolijain jülu wopu mojunuas mai; patajawa mats; aatapajünüs jülatüin wane kemion jüshawalerüinjatü Ramiro: Ejittanüs jüka wane tupa, ayalernüs jüchikwaya. Gonzalo: Apajirashi waya. Ramiro: Aja.


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El Cazador Autores: Bertha Fernández

Cuentan los viejos Wayuu que un día de primavera, cuando los pájaros cantaron de alegría anunciando la primavera, la lluvia, cuando los suspiros florecieron y se llenaron de perfumes los caminos, un joven salió de cacería por los montes del isa snii, donde solo imperaba la soledad y el miedo, aquel joven era un cazador valiente, como esos que llevan en el pulso la prueba de su valor y en el cuerpo las huellas de sus heridas. Y llegado el momento de cazar un animal, este valiente cazador no pudo, se negó a dar muerte a otro ser vivo, algo en su interior le decía que no cometiera ese crimen y terminó por no hacerlo. Desde entonces es el defensor de los animales.


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Los tres hermanos (Versión de la historia de Los tres hermanos de Abel Medina Sierra) Autor: Natalia Polanco

Una familia vivió en la zona baja de la Guajira. Eran jóvenes muy trabajadores, pastoreaban y cultivaban. Un día, después de terminar sus labores llegó una majayú (señorita) a invitarlos a una yonna (baile wayuu). En la noche se despidieron de su abuela y se fueron para la yonna, donde había muchos invitados, bailaron y se emborracharon todos. De pronto empezaron a discutir con uno de los invitados, pelearon tanto hasta que uno de los tres hermanos lo mató. Luego se fueron a su casa y le contaron a su abuela lo sucedido y ella le dio: - Escuchen bien lo que les voy a decir; yo no quiero que haya problemas, ahora ustedes se irán a un sitio muy lejano en donde nadie los conozcan. Cuando vayan caminando ustedes nunca deberán mira para atrás así estén cansados, tengan mucha hambre o sed. - Los hermanos partieron al sitio que les indicó la abuela. Al cabo de unas horas de caminar, empezaron a sentirse cansados, con sed y hambre. Miraban para todos lados en búsqueda de alimento y agua, pero no hallaron nada. Tanto era su desesperación que se les olvidó lo que la abuela les había advertido “no mira hacia atrás” y los tres volvieron la cabeza al camino recorrido en búsqueda de su pueblo y enseguida los tres jóvenes se convirtieron en árboles cargados diferentes frutas que alimentaban a los caminantes del lugar que se aventuraban a andar por ese sendero.


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La estrella Autor: Maylin León

Hace mucho tiempo un gobernador chaman dejó en sequía, hambre y tristeza a un pueblo muy pequeño de wayuu. Por esa la mala experiencia, el pueblo se llenó de rencor y la mitad de la población se volvió mala y la otra entendía que el mal gobernador quería verlos así, peleados, separados y odiándose para su beneficio. Un día, de una estrella fugaz muy grande que pasaba por el poblado la cual explotó, salió una hermosa jovencita, la gente se le acercó y le preguntó su nombre y la joven respondió: - Me llamo Fego y vengo a crear conciencia entre ustedes y recordarles que en la unión está la fuerza y que no debemos guardar odios y rencores en nuestros corazones, eso envenena el alma y no nos deja ser felices. Desde entonces el poblado olvidó los rencores, se perdonaron unos a otros y la paz reinó por siempre. El chamán también reconoció sus malas acciones y cambió.


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Una leyenda de los Waica Autor: Wendy Osorio

Esta historia pasó hace muchos años. En el pueblo de los Waica se hablaba de un wayuu que era muy ambicioso. Por dinero era capaz de todo. Un día, el wayuu se encontró con un hombre alto y vestido de blanco que lo andaba buscando. El hombre al ver al wayuu le preguntó: - ¿Serías capaz de dejar a tu familia por ir a buscar en el río de los muertos dos piedras doradas? - El ambicioso wayuu no esperó mayor explicación y salió corriendo en búsqueda de esas piedras doradas. Al llegar al río se le apareció una luz de la cual salió una voz que le dijo: - Por tu ambición quedará tu alma condenada por toda la eternidad. Tendrás tanto dinero que pedirás clemencia pero no la tendrás por tu ambición desmedida. Pasó una larga temporada y nadie supo más del wayuu. Y aunque desapareció por completo, en el pueblo nunca se dejó de hablar de él y de su ambición como ejemplo a las futuras generaciones. La ambición desmedida no es buena, corrompe al hombre y no lo deja ser feliz.


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El wayuu valiente Autor: Edgar Ipuana

Érase una vez un joven wayuu que le gustaba explorar en el monte y de vez en cuando cazar. Un día estando en el monte se le apareció una serpiente y se asustó tanto que huyó del lugar. Cansado de tanto correr se detuvo a pensar que huir de los problemas no sirve de nada y se regresó pero la serpiente ya se había ido y cuando venía de regreso a su casa se topó con un feroz animal que lo quería matar y el joven se llenó de valor y dio muerte al animal que sirvió de comida a su familia por un buen tiempo. Desde entonces el joven wayuu recuerda que con una valentía bien dirigida se puede lograr todo lo que se proponga.


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El niño agradecido Autor: Wuarkelis Miranda

Una mujer wayuu estaba lavando en la orilla de un río en la guajira y a lo lejos vio venir una pequeña envoltura, era un niño. Lo tomó en sus brazos y mirando a todos lados se dio cuenta que estaba sola y que el niño no pertenecía a nadie de por allí. Se lo llevó a su casa. Pasó el tiempo y el niño creció creyendo que ella era su madre. Pero esta felicidad se acabó cuando al niño le dijeron, unos vecinos malintencionados, que esa no era su mamá. Él se entristeció pero luego de tanto pensarlo fue a hablar con su mamá y le dijo: - He descubierto que no eres mi mamá, pero eso no me importa porque a pesar de que no me pariste me criaste como a tu hijo y nunca me falto cuidado ni amor y eso nos hace familia y el amor que siento por ti es grande. Gracias mamita, Así vivieron felices por siempre y los malintencionados vecinos tuvieron que comprender que por encima del amor no puede la maldad.


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El Tapiz de Margarita Autora: Lorna Fernández

Margarita era una estudiante en cuyo colegio hacían anualmente una feria escolar. Ese año Margarita no sabía qué llevar. Todas sus amigas ya planeaban qué iban a llevar. La niña preocupada le pidió ayuda a su abuela en su trabajo. La abuela le ensenó a hacer un tapiz y ella empezó a tejerlo muy floreado. Al llegar a la feria vió muchas máquinas y grandes experimentos y ella solo con su tapiz. Margarita sintió mucha pena sacar un simple tapiz tejido. Pero al llegar la hora de exponer su trabajo, ella se llenó de orgullo y agradecimiento con su abuela por ensenarle a hacer un tapiz que les dijo a todos que no era un simple tapiz sino un trabajo hecho con amor y les comunicó cómo lo hizo y todas las historias que su abuela le contó cuando lo hacía. El jurado se conmovió al ver su dulzura y orgullo por su tradición cultural que terminaron dándole el trofeo del primer lugar.


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La discriminación de un niño Wayuu Autor: Anderson Medina

Un niño wayuu quería jugar futbol pero no lo dejaban porque era wayuu. Él les preguntó: Niño: ¿por qué no me dejan jugar? Y los niños le dijeron: Niños: porque tú eres wayuu Niño: ¿Y qué tiene que yo sea wayuu para no dejarme jugar? Niños: nosotros no queremos jugar contigo, no nos gustan los wayuu El niño salió del colegio llorando y al llegar a su casa el padre le preguntó por qué lloraba y el niño le mintió: Niño: por nada papá El padre le dijo que si algo malo le pasaba no dudara en contárselo. El niño le dijo que lo haría. Al día siguiente el niño fue para la escuela y se repitió la misma situación. No le dejaron jugar por ser wayuu. El niño salió de la escuela nuevamente llorando y en el camino se encontró con un anciano que al verlo llorar le preguntó el motivo y el niño le contó. El anciano se conmovió por su historia y le dijo: Anciano: no te sientas mal por ser wayuu, al contrario siéntete orgulloso ya que somos los primeros habitantes de este país. Hay que educar a los que como esos niños no entienden que todos somos iguales. Antes de llorar demostrarles debilidad demuéstrales orgullo y diles que son diferentes en cultura pero iguales como seres humanos.


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El niño agradecido le dio un abrazo al anciano y salió feliz y decidido de allí a no sentirse más discriminado y a enseñarles a todos lo aprendido con el anciano.


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La identidad Autor: Wildelsy Ramírez

Había una vez tres mujeres wayuu que iban camino a la guajira a ver a su mamá y a sus hermanas ya que tenían tiempo sin verse porque no tenían los papeles (cédulas) en regla. En medio del camino un operativo de seguridad detuvo el camión y empezaron a pedir cédula y por no tenerlas fueron detenidas. Los familiares se enteraron y fueron a prestarle toda la ayuda necesaria y lo lograron. Desde ese momento fueron felices y nunca más estuvieron indocumentadas.


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Los animales de la Guajira Autor: Ivana Iguarán

A la señora María le gustaban tanto los animales que en su casa tenía chivos, burros, gatos, vacas y muchos otros animales, a los que cuidaba muy bien y los alimentaba con mucho placer diariamente. En una oportunidad María se enfermó y creyó que moriría. Por eso reunió a sus hijos y lo único que pidió fue por el cuidado de sus adorados animales. Sus hijos aceptaron cuidarlos y quizás este gesto de amor por los animales hizo que la señora María se recuperara muy pronto y siguiera, como hasta hoy, cuidándolos con mucho amor.


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El desarrollo indígena Autor: Milagro Méndez

Ana era cuidada celosamente por sus padres porque estaba cercana a convertirse en mujer y no la dejaban salir. Unas semanas después, mientras descansaba en su chinchorro, Ana siente algo mojado entre sus piernas y se levanta dando gritos: - Ana: ¡Mamá, Mamá, Mamá…! Sale a su encuentro su abuela y Ana le dice que se ha desarrollado y la abuela abrazándola le cuelga un chinchorro muy alto donde debería permanecer acostada y encerrada por un tiempo. Pasa el tiempo del encierro y se organiza una gran fiesta donde son invitados familiares y vecinos para apoyarla en su nueva etapa como mujer. Todos fueron más felices a partir de ese día.


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La flor Iyuma Autor: Desiree Fernández

En la Alta Guajira nace una hermosa niña y le pusieron por nombre Iyuma. Al pasar el tiempo ella aprendió de su abuela las buenas costumbres que tiene. Un día cuando llegaba a su casa encontró a su abuela muy enferma y le dijeron que debía buscar una flor mágica con poderes curativos. Ella encontró la flor y se la entregó a su abuela y ésta se curó. Así Iyuma y su abuela vivieron felices por siempre.


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Familia Wayuu Autor: Dayarit Morillo

Una humilde familia vivía en una casita muy sencilla. Tenían un niño y su mamá construía artesanías de barro, arcilla y paja, entre otros materiales y así los intercambiaba por alimentos para ayudar a su esposo en la economía del hogar. Su esposo, por el contrario, trabajaba muy duro en la siembra y cosecha de alimentos y juntos sacaban adelante su familia y hacían que en ese humilde hogar no faltara la comida ya que el amor lo tenían.


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Hermosa familia Autor: Jean Carlos Botello

Una pequeña niña andaba por la calle muy triste y una joven mujer la vio llorando y acercándosele le preguntó: ¿Qué sucede mi niña, por qué lloras? La niña le responde: Mis padres me abandonaron porque no podían mantenerme. La joven mujer se sorprendió mucho y después de preguntarle por su nombre, la llevó consigo a su casa. Ven conmigo Adriana, allá vivirás conmigo, me harás compañía y juntas seremos felices, yo también vivo sola, no tengo familia. Adriana aceptó y se fue a vivir con la mujer y desde ese entonces fueron felices como madre e hija.


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Compartir Autor: Denni Pájaro

Un anciana wayuu cuidaba su siembra de cambur, plátano, yuca, topocho y mucho más. Pero descubrió que cada día se desaparecía el fruto de su trabajo. “Alguien debe estar robándome”, se dijo preocupada. Montó cacería y descubrió que era una señora de aspecto triste quien le tomaba sin permiso su cosecha. La vieja indígena se molestó y empezó a discutir con la mujer que le robaba. ¿Por qué me robas? Eso es fruto de mi arduo trabajo diario. La otra mujer muy apenada le dijo entre lágrimas: - Perdóneme señora, pero es que somos muy pobre y mis hijos están pasando hambre. Se que es pecado robar pero mis hijos no comen desde hace días y eso me tiene mal. Perdóneme. La anciana mujer se compadeció tanto que le dijo que llevara todo lo que quisiera y necesitara y que la disculpara. A partir de ese día las dos mujeres se hicieron amigas y la anciana mujer la contrató para que la ayudara y así podría tener alimentos para toda su familia sin necesidad de robar.


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El niño y el tigre Autor: José Mejía

Una pareja wayuu tenían dos hijos pequeños y decidieron ir al monte de paseo cerca de un río para pasar una mañana diferente. Los niños decidieron bañarse, pero uno de ellos se adelantó camino al río y se perdió. Asustado empezó a caminar y a dar gritos pero nadie lo oía, de repente vio que los matorrales se movían y escuchó ruido de animal. Era un tigre que se le acercaba cada vez más de manera amenazante. El niño retrocedía mientras gritaba y ya cuando el tigre se le lanzó para comérselo se oyó un disparo al aire que asustó tanto al animal que éste salió corriendo dejando al niño llorando. El disparo lo había hecho su padre que lo buscaba junto a su hermano y mamá. Desde ese día los niños tuvieron más cuidado de dónde caminaban y tenían más cuidado de no perderse.


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Amor por siempre Autor: Pedro Velásquez

En un pueblo vivía una joven pareja de esposos que se amaban mucho. Cada mañana él salía a pescar cerca de su casa y la mujer cada que sus obligaciones le permitían se acerba al río para acompañarlo y verlo pescar. Una mañana mientras él pescaba y la mujer lo acompañaba desde la orilla, la pequeña lancha empezó a hundirse y con ella el hombre. La mujer al verlo empezó a dar gritos pero nadie la escuchó y la lancha se hundió, El hombre no sabía nadar y ella desesperada se lanzó al río a ayudarlo pero pasó tanto tiempo que no salieron ninguno de los dos. Desde ese entonces se dice que ellos decidieron morir juntos y los pescadores cada vez que van al río a cazar peces le rezan a sus almas para que los proteja de todo mal mientras trabajan.


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El Wayuu constante Autor: Jean Carlos Cañizales Navarro

Amós y Rut tuvieron un niño que llamaron Sacdiel. Vivían en un pueblo muy pobre y ellos se propusieron darle estudios a su hijo para que saliera de allí y tener una mejor vida. El niño empezó a estudiar pero de inmediato fue menospreciado por sus amigos por ser wayuu, pero Sacdiel no les hacía caso, seguía estudiando porque deseaba llegar a ser alguien importante en la vida. Los amiguitos que lo molestaban se cansaron de hacerlo y con el tiempo algunos dejaron de estudiar pero no así el niño Sacdiel quien no deseaba defraudar a sus padres. Pasaron los años y se graduó hasta llegar a ser un gran ingeniero de obra. En una oportunidad llegaron a la obra de construcción unos jóvenes a buscar trabajo como obreros. Al verlos, Sacdiel supo que ellos eran aquellos niños que lo molestaban por ser wayuu, sin embargo los atendió y les dio empleo. Con el tiempo, aquellos jóvenes se enteraron que su jefe era Sacdiel, el niño que ellos humillaban por ser wayuu, se le acercaron y le pidieron perdón por su tonto actuar. Él los perdonó y se hicieron amigos verdaderos.


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La joven Wendy visita a su abuela en la Alta Guajira Autor: Geremy Chaparro

Una jovencita se dirigía a casa de su abuela a visitarla. En el camino se distrajo y se le hizo tarde. Desesperada empezó a caminar rápido y en el camino se encontró con un anciano que se veía triste y solo. Ella se compadeció de él y le preguntó: Buenas tardes señor, ¿usted a donde se dirige? El anciano la miró sonriente y le dijo: A ninguna parte mi niña, no tengo familia que me espere. La jovencita se entristeció tanto por el anciano que lo invitó a casa de su abuela para que por lo menos descansara y comiera algo y luego le diría a su abuela que lo ayudara. Ella sabía que su abuela conocía a tanta gente que lo podrían ayudar a conseguir un trabajo y una casa para vivir dignamente. El anciano le agradeció tanto este gesto que de inmediato su vida se alegró.


Sembrando Historias / Jorge Iglesia - Recopilador

Conclusiones Son muchas las acciones y vivencias que durante este tiempo de crear y divertirse se tuvieron. Sería mucho lo que se podría decir o registrar en este libro, pero sería redundar puesto que ya todo está dicho. Por ello, solo podemos concluir que: • Cuando se desea cambiar pensamientos y con ello formas de actuar, se debe empezar por desnudarse de lo que se sabe y dejarse llevar por lo que se siente. Casi siempre dejamos de lado lo que somos por presentar lo que debemos ser. • Los grandes hacedores de historias que resultaron ser los estudiantes no pretenden mostrarse como eruditos y consagrados escritores, solo narran su visión de la vida que les tocó vivir; desde su realidad y con las herramientas que se les suministró. • Estos jóvenes creadores se sienten tan orgullosos de poder plasmar su historia, que se atrevieron a recopilarlas en este formato para regalo de aquel lector que bien tenga el deseo de leerlos. Así, se sienten gratificados. • Cada creador de estas maravillosas historias desarrolló en su interior un alto grado de autoestima que muy difícilmente se podrá aminorar. Sabe que se propuso algo y lo consiguió y que hoy se encuentra registrado en este libro.


Editorial regional - ZULIA

• La experiencia de crear nadie la podrá borrar en el interior de cada uno de los participantes de esta Peña Literaria. Por ello, cada vez que lo deseen, podrán ser los protagonistas de sus propias historias.


Sembrando Historias / Jorge Iglesia - Recopilador

Los 500 ejemplares de este tĂ­tulo se imprimieron durante el mes de julio de 2014 en la Imprenta Regional Zulia del Ministerio del Poder Popular para la Cultura Sede el ICLAM , Sector las Banderas Maracaibo, Venezuela


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