Edén arde de Miguel Huezo Mixco

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edén arde © Miguel Huezo Mixco, 2014 índole poética, volumen 04 Primera edición © índole editores San Salvador, 2014 © Fabricio Estrada, fotografía original de carátula Director general: Jorge A. Hernández Editor: Carlos Clará Editora de colección: Susana Reyes Diseño de carátula: Carlos Clará Diagramación: Santiago Arnulfo Pérez ISBN: 978-99923-51-23-9 San Salvador, El Salvador, América Central. www.indoleditores.com

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La perra y el lobo Todas las noches entregaba un cordero de mi rebaño al lobo con que me apareaba Olfato y piel me consta estaba flaco Pobres borregos mojaban de miedo sus vellones Ladra un perro al día a la noche pompas de jabón que emergen de un lavaplatos ruido de ducha manchas de aceite venid y borrad el miserable tiempo de lo vivido Adiós al pasto a la lluvia al vaivén de los murciélagos bajo las noches inyectadas con su leche adiós a las delicias del tiempo y del sueño adiós soles ociosos cuya luz me fascina adiós a la máquina vibrante de su cola Huelo mis huesos blancos mi carne rosa con tenues gemidos a la sombra del árbol


entre el verde olor el resuello de mi lobo Toda la divina oscuridad mora en esos ojos Espuma y chispa Mi sangre se visti贸 con su hermosura Come de esta vulva entre las 谩speras cobijas Di que mintieron los profetas Escucha mi coraz贸n crujir como el envoltorio de un caramelo


Desayunos Aquí se sienta la soledad a comer su cereal con pan y nata A mirarme pálida y flaca La escucho canturrear en la heladera en la llama de la estufa en el tintero Y desde la cama revuelta seductora con las artes del insomnio me propone le profese devoción de esposa Siempre desayuno en compañía


Luna hiena Lanza la luna su serrín por mi ventana Blanquísima criatura Querida y remota luna hiena Yo leía mi destino en los signos de esa agua Miraba en ese espejo la desnudez sobre un lecho de nubes Yo me sentía acaso un dios muy poderoso Ahora eres un farol sobre mis aguas negras Un olvidado corazón de luz Es tu remoto cuerpo un infierno de sedas Amiga luna hiena


La tribu Una mañana envolví mi calavera entre los periódicos del día y corrí al desierto donde el sol adormece y abrasa en busca de mis huesos Mi terca tibia el galante occipital tan amado por su médula el ufano esfenoides la mugre de mis uñas y la luna de mi sien eran la viva estampa de mi tribu —Este no eres tú tú eres otro— me decía mirándome en los fríos charcos de las calles de Sonoma gordo muñeco de nieve herido por la ventisca Un cubo de nieve se forma arañando la escarcha del refrigerador cuando ya no queda nada en su interior


Viajé anduve nadé hasta ingresar a las ciudades donde vive un Dios impaciente Las muertes que dispensa suelen ser muy meditadas Veo mis huesos azules reflejados en los cristales de los rascacielos colgando de un andamio como mono de otro planeta Pregunta mi barba de dónde la llovizna esta tristeza El viento es un puñal que me sacude Pero sé que mi cuerpo sigue en alguna parte a menudo lo persigo entre sueños Noche tras noche a la hora de comer desempaco mi calavera de su cuna de periódicos la beso mi aliento a soda y caries parece disgustarle Toda vida todo abismo todo dique todo árbol todo clavo toda sangre El hombre y la mujer que yo contengo son la viva estampa de mi tribu


Santa Bárbara Viniendo de Playas de Tecate miramos a Santa Bárbara (California) escupiendo ceniza y polvo como una vieja borracha echada sobre un catre de piedras entre movedizas ondas de vapor El humo cubría el sol en Running Springs Oye huele a resina y hierba árboles y animales quemados dijo mi broder tapándose con la manga El día huele a mierda a chamusquina Fue como mirar a Cindy Crawford entristecida su rostro manchado de hollín exhalando un cinematográfico quejido


Veníamos de Tecate con los pies hinchados y nos quedamos mirando la escena de aquellas almas abriendo latas de Budweiser palacios caprichosos desplomándose entre el fuego y el agua manando de los helicópteros como espumante orín Al atardecer llegó un Lexus color perla colmado de porcelana conducido por una mujer salida de un set de la MGM que irradiaba un perfume que no alcanzamos a aspirar entre el tufo amargo de los vientos de Santa Ana (California)


La gran guerra A María

Fui a la gran guerra con mi corazón alerta Hendí la niebla con mis uñas negras Alguna vez perdí también el sueño Pensé nunca alcanzaré la otra orilla moriré Mi corazón sangrante sabrá que es la hora final del hígado y el linfa Se preparan hogueras inmensas puedo verlo Pero mírame aquí comiendo otra vez la corteza agria y dulce de la vida que a veces no sé si morder o escupir Ocurre que me nace una suerte de olvido dónde sujetarme pregunto dónde recostarme susurro


a dónde mirar ando a tientas Es el viento obsceno y hermoso con una cólera inaudita y entonces vuelvo a la gran guerra Me ocurre en los atardeceres El cielo y los tejados de Santa Elena los stops de los automóviles los semáforos del bulevar la cabeza de los fósforos todo se vuelve rojo como un año de gruñidos Me creerías si te dijera en la gran guerra llevé mi casa a cuestas la sostuve con mis dedos escarbé mi madriguera con garras fuertes y curvadas fumaba con la lumbre del cigarro escondida debajo del sombrero


En enero la niebla En marzo las conspiraciones En junio mi desesperación En agosto los desechos En octubre la sed En diciembre yo mismo los doce meses buscando un hombre que no conozco Tiene mis manos y pensamientos parecidos Las granadas se colgaban de árboles tan gruesos como siete personas y los hacían trizas El acre tufo de la pólvora esparcido Las sombras de las aspas despeinando el monte Pero no te cansaré otra vez con esa historia Fui a la gran guerra con el corazón acelerado Un colibrí libando la flor diría un poeta antiguo Recuerdo los versos de un viejo libro sufí


pero ahora tengo una idea distinta del valle de la privación y la muerte El rayo de sol que cae sobre mi hombro como una mota de polvo alimenta mi memoria Tienes la sonrisa de la aurora tras el cristal del camino Las batallas no hablan con la fuerza del amor Un muerto no es un cuerpo fulgurante sino un material tieso machacado contra la tierra No hay idioma capaz de interpretarlo No hay pez en la luna que soporte ese frío Por eso cuando te digan cuando comiences a contar mis faltas los lunares el vello hirsuto de mis orejas la muela como un huésped ingrato y creas que te traiciona mi respiración que el hombre está agotado su morada vacía ni lengua ni lágrimas


ni puños deja que meta mis dedos entre tu pelo En fila india como enloquecidos elefantes Desplegados como hambrientos lobos en el bosque Escucha conmigo la voz del cerro herido por el trueno La pandereta del agua lluvia sumergiéndose entre el lodo En el borde de ese río pensé una pensé otra vez con estos pesados fierros jamás voy a alcanzar la orilla


Prófugos Ángel, hombre, pelo negro y lacio que cae sobre su frente como ala de sombrero. Viste una camisa a rayas, luprida y gastada. Su viejo jeans está roto en la pretina. No usa anillos. A veces solo a veces lleva una cadenita de plata de la que pende una minúscula espada. Huye de las aglomeraciones y baila solo cuando se emborracha. Es callado ante los extraños. No habla inglés. * Tomás, varón, 1.77 m. de estatura. Ha perdido casi todo el pelo. El párpado de su ojo derecho se sacude cuando miente. Tiene una pálida cicatriz en la ingle ocasionada por arma blanca. Usa zapatos tenis de color azul y oro.


Su dentadura parece intacta salvo una muela rellena y una cordal extraída. Lavaplatos y motorista. Usa gafas redondeadas. * Mike, hombre de mirada huidiza y piel ceniza, trompudo y de ojos achinados. Usa un bigote revuelto que cae sobre su labio, y una cola de pelo que anuda con un elástico negro. Tiene tatuada en la cadera izquierda la figura de un trapecista en pleno vuelo. Bebe vodka. Se le acusa de haber disparado contra una patrulla de policías en Somoto, hiriendo de gravedad a uno y matando a otro. Puede ser muy violento. * La «Flaca», tiene un salón de belleza para hispanas en la avenida Manhattan,


en el Bronx. Hace trenzas, tiñe, maquillaje, canta viejos fados. Usa un anillo de plata enroscado como serpiente en el dedo gordo de la mano izquierda. * Arcángel, varón. Su aspecto recuerda a un esqueleto con camisa a cuadros. Tiene fama de mujeriego. Escapó de la muerte en una redada en Zacamil. Fuma mota. Habla suave y sonríe enseñando su enorme dentadura que ya comienza a ponerse amarilla. * Ángel tiene los ojos negros hundidos en dos círculos negros que oculta detrás de unas gafas negras. Viaja con pasaporte tico pero es oriundo de Wiwilí. Le gusta meterse el dedo en la nariz cuando nadie lo mira. En su cartera lleva las fotos de sus hijas que los hongos ya han desfigurado.


* Marie Se le conoce con el alias de Maruca. Abandonó, como se abandona a un marido frío, su venta en la calle Arce para buscarse el destino en New Jersey. Su amante es un centroamericano. Darío, su hijo, vive con su abuela en Santa Ana. Le han dado a cuidar a un niño, Marc. A ella se le mira a menudo en las cabinas de teléfono en Mahwah, llorando y riendo, riendo y llorando. Fuma de noche.


El ángel de Arleta Me dieron alcance en un callejón de Arleta en el valle de San Fernando Agonizo lentamente y en silencio sobre la riada de una fuga del servicio de agua que corre calle abajo hasta el albañal donde esta noche me encontraré con mi avergonzado ángel protector



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