CAMARA DE INDUSTRIAS DE GUAYAQUIL 75 AÑOS En nombre del Concejo Directivo de la Cámara de Industrias de Guayaquil, les doy a todos la más cordial bievenida. No podríamos estar celebrando estos 75 años, sin ustedes, los afiliados, ya que la institución se debe a ustedes, y eso se agradece. Muchas, muchas gracias. Igualmente quiero agradecer a Francisco Alarcón Alcívar, Presidente Alterno; a los vocales, directores, funcionarios y a cada una de las personas que integran esta institución, por su empeño y dedicación. El trabajo que hacemos es la suma del esfuerzo de cada uno de nosotros, entendiendo que los logros son colectivos. El nombre de este equipo, Cámara de Industrias de Guayaquil, es más importante que el de cada una de las personas que lo conformamos. Gracias una vez más a todos, que por 75 años han hecho y hacen posible hoy, que brille ese nombre y que exista esta historia.
El 20 de agosto de 1936, el Jefe de Gobierno de la República, Federico Páez, expidió el Decreto Supremo No. 51, por el cual se disponía que en las cabeceras cantonales y en las capitales de provincias donde hubiera instaladas industrias, se constituyeran cámaras cantonales.
Los industriales de Guayaquil, ya contaban con una organización antes de esa fecha, denominada Federación Provincial de Industrias del Guayas, la cual convocó a los industriales a una reunión nueve días despúes de la expedición del decreto, con el fin de dar cumplimieto a lo dispuesto en el mismo.
Por esta razón, el 29 de agosto de 1936, se conforma la Cámara de Industrias de Guayaquil, con el primer directorio provisional compuesto por un director, que asume sus funciones como Presidente provisional, Sr. Teófilo Fuentes Gilbert; dos subdirectores, señores José Alemán y Jacinto Jouvín Arce; un secretario, Manuel Aguilar y un prosecretario, Pedro Segale. Ellos en conjunto con otros industriales, conformaron una comisión encargada de estructurar los estatutos de la entidad. Al cabo de siete meses, cumpliendo su cometido al tener los estatutos aprobados, el Director Presidente, Teófilo Fuentes Gilbert, convocó a elecciones. Se conformó el concejo directivo y fue designado para cumplir las funciones de Presidente, el empresario Roberto Jouvín Arce. Así nacimos.
Las épocas cambian: han pasado 36 gobiernos y 20 presidentes de esta cámara, pero quiero reflexionar de aquello que no cambia: nuestros valores. Hoy, tal como ocurrió hace 75 años, la Cámara de Industrias de Guayaquil asume el papel que le corresponde en la historia de la ciudad y del país: Representar y defender responsablemente a la Industria como generadora de empleo, desarrollo y bienestar.
Los tiempos que vivimos no se caracterizan por la estabilidad. Llevamos más de una década de historia signada por la incertidumbre, los cambios drásticos, los mandatos presidenciales terminados en forma abrupta y sucedidos inmediatamente por otros con suerte similar. No ha sido un panorama alentador para la inversión. No ha sido fácil planificar. Mucho menos probable controlar, cuando ni siquiera resulta factible anticipar, las variables que enfrentamos a diario.
Aún así, contra todo pronóstico y administrando los riesgos, los industriales Guayaquileños hemos sabido superar todos los obstáculos, fortaleciéndonos, consolidándonos y liderando el progreso económico del Ecuador. Pierre Corneille en alguna ocasión expresó: “Al vencer sin obstáculos se triunfa sin gloria”.
En medio de la realidad que enfrentamos y como Presidente de esta Cámara, los invito a través de este discurso a una reflexión que trascienda el tiempo y el momento que vivimos, para construir juntos el futuro, con la convicción de que para lograr el país que todos anhelamos, se requiere de coraje y de trabajo incesante e inteligente. Este magno objetivo vuelve indispensable el espíritu de bloque que nos blinda contra cualquier amenaza, afianzando nuestras facultades y potenciando nuestras probabilidades de éxito.
Nuestro esfuerzo y trayectoria serán decisivos para el Ecuador del mañana, el de nuestros hijos y nietos. Por un país con valores, libertad, democracia, progreso y paz, asumimos el compromiso irrevocable de liderar esta transformación de la que no podemos prescindir, que no admite ser postergada, que no podemos ignorar.
Para ello, hoy y aquí profundizaremos haciendo un análisis breve y conceptual del poder y el desarrollo, de la democracia y libertad, del respeto a la ley y la seguridad jurídica, de la justicia y de los jueces. Estos conceptos no están atados al tiempo ni a las ideologías. Son principios comunes, globales y ecuménicos.
Thomas Carlyle siempre nos recordaba ¨ Un gran hombre demuestra su grandeza por la forma en que trata a los pequeños.¨
La concentración del poder, supuestamente justificada por el respaldo popular a través del apoyo electoral, no significa que el mandato del pueblo permite modificar las reglas democráticas para llevar adelante proyectos políticos.
Comprendamos que la democracia y la libertad no son idiosincráticas, no dependen del lugar en donde se las evoque. Democracia es un núcleo básico de instituciones, derechos y deberes, que permiten la expansión de las libertades fundamentales de los individuos en una colectividad. Es una forma superior de gobierno, porque se basa en el respeto del hombre como ser racional. Es un juego en el que cambian los jugadores, mas no cambian las reglas.
Pero una de las grandes falacias políticas, consiste en vender la idea de que cada lugar puede desarrollar una democracia específica o un sistema de libertades particular.
Estamos plenamente convencidos de que las reglas democráticas son universales y que los países son más o
menos democráticos, dependiendo de cuánto se acercan o cuánto se alejan de ese sistema que hoy intentamos impulsar, con mayor o menor éxito, la mayoría de los países del mundo. La democracia es la única que puede establecer la concordia en todas las clases sociales.
El poder democrático es un poder necesariamente limitado. Por definición, un gobernante demócrata tiene oposición política, es observado por los medios de comunicación, recibe críticas por parte de sus detractores, es supervisado por el Poder Legislativo y el Poder Judicial, tiene un periodo establecido para ejercer sus funciones, tiene un marco legal definido en el que puede operar y se encuentra siempre sujeto al escrutinio ciudadano y a la evaluación pública de su gestión.
¡Éstas son las reglas incuestionables del poder democrático!
Ser líder no significa mandar, significa servir y entender que el resultado es el sacrifico, la crítica y la ingratitud.
Nada es más despreciable que el respeto basado en el miedo. Hoy nos encontramos con mucha gente que ya no cree en nada, pero tiene miedo de todo. Estamos viviendo una era en donde el sentido común, se convierte en el menos común de los sentidos.
Ahora pareciera que: se condena a la política mientras se la practica, se amenaza mientras se está a salvo, el alumno vale tanto como el maestro, la víctima cuenta menos que el delincuente, todo el pasado es nulo, la historia recién comienza, la autoridad estaba muerta, nada es admirable ni sagrado, triunfa el depredador sobre el emprendedor, se confronta al que piensa diferente, no se respetan las leyes y a los medios de comunicación se los enjuicia.
¡Rechazamos categóricamente todo esto y en especial las acciones en contra, de nuestra empresa afiliada, El Diario el Universo!
Lo que empieza en cólera acaba en vergüenza. El secretismo, la censura, y el bloqueo de la comunicación, amenazan a todas las necesidades básicas. Nadie hace mejor tarea para despertar al sector público y privado de sus enfermedades, que una prensa libre, activa, crítica y que denuncie.
Wiston Churchill nos decía: ¨ La democracia es la necesidad de doblegarse de vez en cuando a las opiniones de los demás.¨
Por eso los invito a volver a los conceptos universales: Las elecciones son una parte esencial del proceso democrático, pero no son el proceso democrático. Si un gobernante coarta las garantías individuales, si limita
la libertad de expresión, si restringe injustificadamente la libertad de comercio, subvierte las bases mismas de la democracia que lo hizo llegar al poder. El Papa Juan Pablo II nos decía: “ La paz exige cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad.”
Con esa visión de paz, luchemos por volver a los antiguos valores del respeto, de la educación, de la cultura y de las obligaciones antes que los derechos. Estos últimos se ganan haciendo valer todos los anteriores.
Es tiempo de hablar menos y hacer más. Los sueños no sólo hay que pensarlos, hay que construirlos. Los objetivos se alcanzan trabajando y la historia no nos recuerda por lo que hablamos sino por lo que hacemos y dejamos de hacer.
Estados amarrados, entrabados, obsesionados, con controles duplicados y triplicados que hacen muy poco para detener la corrupción, pero mucho para detener el desarrollo y el crecimiento económico. Una multitud de leyes, frecuentemente, presta excusas a los vicios.
Con suma urgencia, una reforma estatal, que revise nuestra maraña legal, que elimine las trabas innecesarias para el buen funcionamiento del país, es un elemento esencial no sólo en la búsqueda de generación y distribución de mayor riqueza, sino en la profundización de nuestra democracia y en la expansión de nuestras libertades individuales. La historia nos lo ha enseñado: un pueblo satisfecho es menos propenso a rendirse ante las tentaciones autoritarias.
Jamás caigamos en el juego autocrático que pretendemos combatir. No se trata de confrontar sino de construir. El consenso es el camino, a través del diálogo y el trabajo. Les aseguro que un respeto indiscutible a las normas y a las leyes, por parte de nosotros los empresarios, es uno de los principales alicientes con que puede contar un pueblo para abrazar la democracia. El camino recto nunca conduce a otra parte que no sea el objetivo. La prudencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia.
El discurso agresivo y de lucha de clases arremete contra la iniciativa privada, permeando en algunos sectores de trabajadores y de la población, dificultando así la comunicación y cooperación natural entre trabajadores, comunidad y empresa. Es muy peligroso criminalizar la figura del empresario y de la empresa misma. Por eso, es fundamental erradicar ese discurso y desarrollar otro, cuyo epicentro sea la cultura del trabajo, entendiendo que lo que tenemos y logremos sea a partir del esfuerzo, y eso ya sea poco o mucho, sea de nuestro pleno uso, disfrute y disposición. El respeto, el reconocimiento del uno por el otro, el trabajo digno, la valoración del esfuerzo por ese trabajo y la promoción del conocimiento, integran entre otros valores, ese comportamiento ético necesario para avanzar. En palabras de Benito Juárez: ¨ El respeto al derecho ajeno es la paz.¨
Es tiempo de superar los antagonismos que estamos viviendo: campo versus industria, pequeñas y medianas empresas versus grandes empresas, capital versus trabajo, estado versus mercado, sector público versus sector privado. ¿Tiene algún sentido polarizar estos conceptos? Quien busque un aliado para polarizar, no lo va a encontrar en esta Cámara, porque en esa instancia no se debaten ideas y todo se transforma en una discusión inútil.
No puede haber desarrollo industrial sin el encadenamiento de las grandes y medianas empresas con las pequeñas, que suministran partes e insumos. De eso se trata Ecuador Industrial. Hemos tenido durante esta feria, más de 1.500 reuniones de negocios, con más de 500 empresas a nivel nacional, consolidando el desarrollo a través de la inclusión social. Esas son las bondades de la libertad de mercado, que se rige por la inderogable ley de la oferta y la demanda.
Tampoco cabe progreso industrial sin trabajadores que se superen y en los cuales las empresas inviertan para desarrollar el capital humano. El valor agregado y la producción de mayor complejidad, permite a los trabajadores ganar mayores salarios por su aporte al proceso industrial.
Hay que buscar tanto mercado interno como mercado externo; la ruta es ampliar los mercados. La industria, incluso la de exportación, necesita su mercado interno. Los países con consumidores exigentes, son los que tienen más éxito en producir para exportar.
El desarrollo empieza cuando el capital y trabajo se complementan. Cuando adquieren consciencia de que para superar la complejidad de los problemas de cada uno de nuestros países y el mundo, se requiere trabajar en conjunto. Los países cuyos sectores empresariales, políticos y civiles aprendieron a trabajar en forma integrada, tienen una ventaja competitiva. La regla es simple: o se coopera o se fracasa. El sector público y el privado son complementarios no contradictorios. Las alianzas público privadas son fundamentales.
Ya se ha demostrado en muchos países del mundo, que las salidas a las crisis económicas y sociales han sido y serán posibles con estrategias diseñadas sobre la base de una visión compartida, en la que es determinante el impulso de un sector industrial fortalecido y competitivo, capaz de enfrentar los retos propios del desarrollo global, sustentado en un sistema de libertades económicas, de libre iniciativa, de seguridad jurídica, siempre dando respuestas a la demanda de la sociedad.
Por lo tanto no debemos temerle a estos dilemas, debemos superarlos. El camino es el crecimiento con empleo, ya que sin empleo no hay mercado, sin mercado no hay inversión, y sin inversión nunca seremos capaces de transformar y ampliar la matriz productiva.
Hay que planear, pensar, ejecutar y esperar,
comprometiéndonos con proyectos transformadores que movilicen recursos humanos y capital, para que las variables básicas antes mencionadas, aumenten nuestra producción y exportaciones.
La Cámara de Industrias de Guayaquil siempre tendrá abiertas sus puertas al momento de buscar el camino de los consensos para el desarrollo del país. Ya estamos trabajando con el Muy Ilustre Municipio de Guayaquil y con la Agencia de Desarrollo de Guayaquil, en el nuevo parque industrial para la ciudad. Asumimos esta tarea en conjunto, porque el desarrollo es una responsabilidad que no puede ser delegada en factores externos, reafirmando lo importante de las alianzas público – privadas. Estos hitos marcan la visión del Ecuador que queremos y en el que creemos, como queremos y creemos en Guayaquil y en su modelo de desarrollo.
Por lo tanto, la industria, el comercio y toda actividad empresarial, no puede ser vista como una bandera política, sino como una fuente de desarrollo porque es ahí donde se genera el empleo.
Y para mantener ese empleo, se necesita ser competitivo. La competitividad es complementación y cooperación de cada uno de los sectores de la sociedad que tienen facultades para hacerlo, reconociendo objetivos y voluntades comunes para lograr acuerdos. Es construcción, es ganar-ganar, y no ganar unos para perder otros. La suma debe ser positiva y no cero. Es innovación, investigación, y educación, para superar los problemas de fondo como la pobreza y la desigualdad. La competitividad garantiza el desarrollo industrial y económico, generando inclusión social y promoviendo el respeto a la dignidad. Es el nivel de productividad y prosperidad, pero necesita entre otras cosas, de un ambiente tributario estable. Repito, un ambiente tributario estable, por lo tanto rechazamos cualquier alza de impuestos que atente contra la competitividad y el empleo. ¡No más impuestos!
Cuando el poder político se ejerce mediante normas preestablecidas y conocidas por sus destinatarios, los individuos sujetos a dicho poder tienen la capacidad de predecir su ejercicio y, por lo tanto, de actuar en consecuencia; es decir, saben a qué atenerse con respecto a los agentes del poder político. Esta predicción sólo es posible cuando las normas jurídicas son: públicas, generales, claras, estables, de cumplimiento posible, no retroactivas y no contradictorias y, cuando los encargados de su aplicación, como son los jueces, lo hacen de manera consistente y regular. A esto lo llamamos REGLAS CLARAS.
Por lo tanto, esta predicción es posible en alguna medida, siempre que existe un sistema jurídico, puesto que un sistema jurídico siempre posee estas cualidades en alguna medida. Cuando así sucede, se dice que los individuos sujetos al derecho a través de las REGLAS CLARAS, tienen seguridad jurídica; esto es, se sienten seguros respecto del contenido de las normas jurídicas vigentes y respecto del hecho de que las normas jurídicas vigentes son aplicadas de acuerdo a su contenido.
La seguridad jurídica es un valor inmanente al Derecho, y lo es, porque establece la certeza en las relaciones sociales y verifica uno de los fines esenciales del Derecho, que es el aseguramiento de las relaciones humanas de convivencia.
Por lo tanto, la creencia en el valor moral de la seguridad jurídica, constituye un dato importante a la hora de reflexionar sobre la legitimidad del derecho y del estado.
La aplicación de las reglas claras, siempre de acuerdo a su contenido, es la justicia formal. A esto llamó Aristóteles ¨ justicia legal¨. Rawls prefirió la expresión ¨ justicia con regularidad ¨. Hart hablaba de ¨ justicia en la aplicación del derecho ¨. Hoy en día esto se llama legalidad o igualdad ante la ley y su aplicación es la seguridad jurídica.
Entonces nos surge una pregunta, ¿por qué se rompe la seguridad jurídica ? ¿No es esta garante del orden de una sociedad? ¿No comanda las reglas de convivencia ? ¿Está ligada esa ruptura al hambre de un pueblo, a la desesperación oportunista de enriquecimiento ilícito, a una política desestabilizadora de ciertos grupos, a la confrontación social, al atropello de los derechos humanos, a la ignorancia, a la mala formación en educación y valores, a la corrupción, a la mala fe, entre otras? Creo que es muy difícil dar una respuesta absoluta. Lo fundamental es crear conciencia de su importancia, analizar lo que estamos viviendo y no dejarnos llevar por la inmediatez impuesta por los acontecimientos.
La Responsabilidad Pública en el Estado, según la resolución 56/83 de las Naciones Unidas, es aquella que se atribuye a un funcionario público para que desempeñe con idoneidad, eficiencia, eficacia y oportunidad plena, sus funciones en el cargo con el cual fue investido o delegado con autoridad formal y funcional. ¡Por lo tanto, el único programa de gobierno, repito, el único programa de gobierno, frente a la ley y a la seguridad jurídica, es que se cumpla la misma!
Lo cierto es que no podemos aislarnos del problema. Más bien, quienes estamos aquí, debemos asumir con responsabilidad tres papeles: el de líderes, el de empresarios y el de ciudadanos. Luchemos cuando se trata de preservar el derecho o la dignidad del hombre, sólo así podremos congratularnos de pertenecer a la humanidad; sólo así podremos aportar con ideas y acciones, posibles soluciones a este grave problema con absoluto respeto a los derechos humanos, pero sin dejar a un lado las condiciones socioeconómicas de nuestro país.
Bajo esta óptica, hago el siguiente llamado, permitiéndome citar primero a Bertolt Brecht, que en alguna ocasión expresó: “Solo una papeleta electoral, no da de comer al hambriento”.
La lucha constante en defensa de los derechos humanos es una necesidad, pero la necesidad en tiempos de paz y en tiempos de guerra debe comenzar por paliarse con pan, con vivienda estable, con salud, con trabajo y educación; en definitiva con dignidad, libertad y democracia, pero sin olvidos.
Hasta hace poco la relación entre el mundo empresarial y los Derechos Humanos era algo tangencial, pero hoy en día todos estamos de acuerdo, en que, dada la importancia de las empresas como actores fundamentales en la vida económica y social, no pueden ser ajenas a la construcción de un destino común. De ahí que Naciones Unidas haya dado forma a toda una normativa de Derechos Humanos, que refleja la existencia de una clara conciencia de la responsabilidad social empresarial. Sólo se garantiza la gobernabilidad y el buen gobierno en una economía sana, actuando sin fraude ni corrupción y con un adecuado nivel de respeto de la justicia y de los Derechos Humanos
Albert Camus nos decía: ¨ Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo.¨
Nadie puede vivir en tiempos de adoctrinamientos, de vergüenzas, de amenazas, de ofensas, de agresiones, de corrupción, de olvidos, de mordazas y mentiras. Aceptar la injusticia no es una virtud, sino todo lo contrario. Luchemos contra la intolerancia, para así fundamentar la tolerancia. No se puede experimentar crecimiento económico ni desarrollo, sin un Estado que por lo menos cumpla con sus funciones públicas básicas, como son el respeto al Estado de Derecho, a la Cosa Juzgada, a y tener capacidad para resolver conflictos que afecten su enfoque del desarrollo, erradicando la impunidad.
La confianza en la sociedad y en sus
instituciones es la base del desarrollo. Es muy importante el comportamiento del sistema judicial, la forma en que se resuelven los litigios y en ello radica la existencia o ausencia de la confianza.
Desafortunadamente, se han conformado en nuestro país, grupos de desestabilizadores de la justicia, que pretenden con sus intereses espurios, generar un discurso sectario y excluyente para encadenar conciencias, e intentar considerarse herederos legítimos del patrimonio ajeno, anteponiendo sus intereses al bien común. Muchas empresas se han visto agredidas por estos grupos que se han empeñado en alimentar el flagelo a través de los juicios laborales. Ellos nos quieren hacer pensar, que sólo se justifica violar la ley, cuando es la única manera de alcanzar sus objetivos. Pero sus objetivos realmente son parecer justos sin serlo. En palabras de Platón: La obra maestra de la injusticia.
Al avanzar en su intento, se han convertido en fuentes de violencia que día a día amenazan al desarrollo, a la confianza, a las inversiones, al instrumento jurídico que se llama ¨ empresa ¨, a sus trabajadores, a los ciudadanos y en su conjunto, a la sociedad.
¡Rechazamos categóricamente todo esto, incluyendo las acciones en contra de Cervecería Nacional, Holcim del Ecuador, Autoridad Portuaria de Guayaquil, ECAPAG, entre otras !
La solución tiene que venir de la verdadera democracia, donde debe consagrarse el principio de la no impunidad. Una ley para todos, sin que nadie, como decía el maestro Víctor Hugo, esté por encima de la misma.
Es hora de que la razón de la fuerza sea sustituida por la fuerza de la razón y de que el derecho tome cuerpo y despliegue su acción para parar esto, en pro del empleo, que es donde el individuo entabla su diálogo con la sociedad y, en pro de las empresas.
El empuje hacia una transparencia en derecho es cada vez mayor entre los hombres. En palabras de Alexis de Tocqueville, es irresistible.
Pero la credibilidad de un sistema radica en la existencia y realidad de los controles a los que se somete el poder. Quien más poder tiene debe ser más controlado y debe ser consciente de que es mero usuario del mismo, en tanto que el pueblo, al que sirve, es su titular y ante él debe responder. Martín Luther King nos decía: “La injusticia, allí donde se halle, es una amenaza para la Justicia en su conjunto. Sea donde fuere el lugar en donde se produzca la acción injusta, es universal el daño, universales las víctimas y universal debe ser la respuesta y el castigo en los diferentes ámbitos culturales, económicos y sociales.” En palabras de Leonardo Da Vinci, “Quien no castiga el mal, ordena que se haga.”
Lentamente, estamos pasando de una sensibilidad epidérmica a una sensibilidad de fondo, acorde con los graves momentos que estamos viviendo. Todos debemos compartir el esfuerzo y desarrollar aquella parte del trabajo que nos corresponde, sin miedo y con enérgica decisión, porque ninguna sociedad se va a quebrantar por el hecho de que se aplique la ley y la justicia. El Presidente John F. Kennedy dijo: “Hay riesgos y costos en los programas de acción, pero son mucho menos que los riesgos y costos de la inacción cómoda.”
Cicerón siempre recalcaba: ¨ Seamos esclavos de la ley, porque ella nos hará libres ¨
Bajo esa misma óptica, Montesquieu citó: ¨ Una injusticia hecha a uno solo, es una amenaza para todos ¨, o más recientemente, Willy Brandt nos recordó que : ¨Admitir la primera injusticia es abrirle la puerta a todas las que le siguen. ¨
Parece que hemos olvidado que la justicia no se pide, ¡se exige!, que es un valor y un principio, que es un servicio público, que ningún juez debería permitir que un ciudadano le diera las gracias por impartir justicia porque es un deber, una obligación legal y no un privilegio.
Los jueces deben de ser profesionales, dinámicos, científicamente preparados, responsables, valientes, de firmes convicciones democráticas, informados, y esencialmente independientes, repito esencialmente independientes, para de esa forma cumplir el compromiso con nosotros, la sociedad, a la que sirven y a la cual deben defender frente a aquellos que intenten desestabilizarla. El juez es el último garante de los derechos ciudadanos, y debe ser el primero en defenderlos con imparcialidad, responsabilidad e independencia.
Recordemos que los gobiernos pasan y los pueblos permanecen y la justicia debe ser el reflejo democrático y valiente de los continuos esfuerzos de esa sociedad por superar todos sus problemas.
La libertad y la Justicia, como lo afirmaba Don Manuel Azaña, Presidente de la Segunda República Española: no hace felices a los hombres, los hace sencillamente hombres.
Un país con un sistema jurídico garantista y un poder judicial sólido que lo desarrolle, con imparcialidad e independencia, con firmeza democrática, es un país más libre, más solidario, más igualitario, más valiente y por supuesto, más justo.
Todos estos elementos mencionados, no están en el cuadrante de las ideologías. Son reglas universales de la democracia, la justicia y la libertad, que hemos defendido por 75 años y que defenderemos con convicción y entrega, hoy y siempre. Por eso exhortamos, siempre en democracia y apegados a la ley, a los gobernantes, empresarios, gremios, organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos a despegar en la búsqueda de horizontes productivos, manteniendo un vuelo con altura, solucionando técnica y responsablemente cualquier diferencia que surja entre nosotros y, aterrizando, haciendo eco de nuestra voz para decirle a la sociedad:
Que la vida debe ser una continua educación. Que la confrontación, no es el camino de cambio a seguir. Que cuanto más tiempo dura una disputa, más lejos nos hallamos del final. Que si carecemos de medios para cambiar, carecemos de medios para sobrevivir. Que la única manera que existe de vencer la pobreza es generando riqueza. Que el empleo productivo es el mayor generador de la equidad social y económica. Que el éxito de una sociedad es tener empleo y que este se da con la confianza y estabilidad. Que la responsabilidad social es nuestra fortuna. Que solo la perseverancia en el esfuerzo, trae a la larga el éxito.
Y, que sin el valor para intentar todo esto, todas las otras virtudes carecen de sentido.
Finalmente, los invito a recordar al Libertador Simón Bolívar cuando decía:¨ El hombre de honor no tiene más patria que aquella en la que se protegen los derechos de los ciudadanos y se respeta el carácter de la humanidad¨.
Muchas gracias.
Henry Kronfle